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7.

El viejo, el niño y el burro


“Érase una vez un abuelo y un nieto que decidieron emprender un
viaje junto con un burro. Inicialmente el anciano hizo que el niño
montara en el animal, con el fin de que no se cansara. Sin embargo, al
llegar a una aldea, los lugareños empezaron a comentar y criticar que
el anciano tuviera que ir al pie mientras que el niño, más joven y vital,
fuera montado. Las críticas hicieron que finalmente abuelo y nieto
cambiaran posiciones, yendo ahora el anciano montado sobre el burro
y el niño caminando al lado.

Sin embargo, al pasar por una segunda aldea, los lugareños pusieron
el grito en el cielo de que el pobre niño fuera caminando mientras el
hombre mayor lo hacía cómodamente montado. Ambos decidieron
entonces montar en el animal. Pero al llegar a un tercer poblado los
aldeanos criticaron durante a ambos, acusándoles de cargar en
exceso al pobre burro.

Ante esto, el anciano y su nieto decidieron ir ambos a pie, caminando


al lado del animal. Pero en un cuarto pueblo se rieron de ellos, dado
que disponían de una montura y ninguno de ellos viajaba en ella. El
abuelo aprovechó la situación para hacer ver a su nieto el hecho de
que, hicieran lo que hicieran, siempre habría alguien a quien le
parecería mal y que lo importante no era lo que otros dijeran, sino lo
que creyera una mismo.”

Este cuento tradicional nos enseña a tener en cuenta que debemos


ser fieles a nosotros mismos, y que hagamos lo que hagamos habrá
alguien a quien no le guste y nos critique: no podemos gustarle a todo
el mundo, y no debemos obsesionarnos con agradar al prójimo.

8. La felicidad escondida
“En el inicio de los tiempos, antes de que la humanidad poblara la
Tierra, los distintos dioses se reunieron con el fin de preparar la
creación del ser humano, a su imagen y semejanza. Sin embargo uno
de ellos se dió cuenta de que si los hacían exactamente iguales a
ellos, en realidad estarían creando nuevos dioses, con lo que deberían
quitarle algo de tal manera que se diferenciara de ellos. Tras pensarlo
detenidamente, otro de los presentes propuso quitarles la felicidad y
esconderla en un lugar donde no pudieran encontrarla nunca.

Otro de ellos propuso esconderla en el monte más alto, pero se dieron


cuenta de que al tener fuerza, la humanidad podría llegar a subir y
hallarla. Otro propuso que la ocultaran debajo del mar, pero dado que
la humanidad poseería curiosidad podría llegar a construir algo para
llegar a las profundidades marinas y encontrarla. Un tercero propuso
llevar la felicidad a un planeta lejano, pero otros concluyeron que dado
que el ser humano tendrá inteligencia podrá construir naves
espaciales que puedan llegar a alcanzarla.

El último de los dioses, que había permanecido en silencio hasta


entonces, tomó la palabra para indicar que sabía un lugar donde no la
encontrarían: propuso que escondieran la felicidad dentro del propio
ser humano, de tal modo que este estaría tan ocupado buscando fuera
que jamás la hallaría. Estando todos de acuerdo con ello, así lo
hicieron. Este el motivo por el cual el ser humano se pasa la vida
buscando la felicidad, sin saber que en realidad está en sí mismo.”

Esta hermosa historia en forma de cuento refleja algo que está muy
presente en la sociedad actual: solemos buscar la felicidad
constantemente como si fuera algo externo que podemos alcanzar,
cuando en realidad la encontramos precisamente cuando no la
estamos buscando sino disfrutando del aquí y el ahora.

9. El pájaro víctima de la bondad


“Hubo una vez una gaviota, la cual descendió volando a uno de los
suburbios de la capital de Lu. El marqués de la zona se afanó en
agasajarla y darle la bienvenida en el templo, preparando para ella la
mejor música y grandes sacrificios. Sin embargo, el ave estaba
aturdida y triste, no probando la carne o el vino. Tres días después
murió. El marqués de Lu agasajó a la gaviota tal y como a él le
hubiese gustado serlo, no como al ave le hubiese gustado”

Esta historia corta nos cuenta algo muy importante: a menudo no


tenemos en cuenta que nuestras necesidades y gustos no tienen
porqué ser los mismos que los de los demás (y de hecho pueden ser
directamente opuestos a los propios), siendo necesario que
prestemos atención a lo que el otro necesita por tal de poder
ayudarle o agasajarle de verdad.

10. El caballo perdido del anciano sabio


“Érase una vez un anciano campesino de gran sabiduría, el cual vivía
con su hijo y que poseía un caballo. Un día el corcel escapó del lugar,
algo que hizo que los vecinos fueran a consolarles ante su mala
suerte. Pero ante sus palabras de consuelo, el anciano campesino les
respondió que lo único verdadero es que el caballo había escapado, y
si eso era buena o mala suerte sería el tiempo lo que lo dictaminaría.

Poco después el caballo regresó con sus dueños, acompañado de una


hermosa yegua. Los vecinos corrieron a felicitarle por su buena suerte.
Sin embargo, el anciano les respondió que en realidad lo único que sí
era cierto era que el caballo había regresado con la yegua, y si esto
era malo o bueno el tiempo lo diría.

Tiempo después el hijo del campesino intentó montar a la yegua, aún


salvaje, de tal manera que se cayó de la montura y se rompió la
pierna. Según el médico, la rutpura le provocaría una cojera
permanente. Los vecinos volvieron a consolar a ambos, pero también
en esta ocasión el anciano campesino dictaminaría que lo único que
se sabía en verdad era que su hijo se había roto una pierna, y que si
ello era bueno o malo aún estaba por verse.

Finalmente, llegó un día en que se inició una sangrienta guerra en la


región. Se empezó a reclutar a todos los jóvenes, pero al ver la cojera
del hijo del campesino los soldados que fueron a reclutarle decidieron
que no era apto para el combate, algo que provocó que no fuera
reclutado y pudiera permanecer sin combatir.

La reflexión que el anciano le hizo ver a su hijo en base a todo lo


ocurrido es que los hechos no son buenos o malos en sí mismos, sino
que lo son nuestras expectativas y percepción de ellos: la huida del
caballo trajo a la yegua, lo que a su vez supuso la rotura de su pierna
y asimismo ello condujo a una cojera permanente era lo que ahora le
salvaba la vida.”

Esta conocida historia, bastante autoexplicativa, nos narra cómo


nuestra consideración y valoración de lo que nos ocurre a veces
puede estar sesgada, ya que el propio suceso no es ni bueno ni malo
per se, y cómo lo que a veces vemos como algo positivo o negativo
puede llevarnos a lugares insospechados.

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