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«Sir Patrick Spence».

El rey está en Dunferline


bebiendo un vino encarnado:
¿Dónde encontraré un marino
que sepa pilotar mi barco?

Sentado del rey a la diestra


levántase a hablar un anciano:
es Sir Patrick Spence el mejor
que el mar haya navegado.

El rey ha escrito una carta


que al final lleva su emblema;
y Patrick Spence la recibe
mientras anda por la arena.

A la primera línea que lee


Sir Patrick da una risotada;
a la siguiente línea que lee
de los ojos le caen lágrimas.

«Oh, ¿quién me ha hecho esto?


¿Quién me ha hecho esta maldad:
en esta estación mandarme
a echar las velas al mar?

Deprisa, mis nobles, deprisa,


nuestro barco zarpa al alba.
«Querido señor, desiste,
que temo una atroz borrasca.

Vi anoche la luna nueva


llevando la vieja en brazos;
y temo, mi señor, temo
que suframos un gran daño».

Los escoceses se negaban


a mojarse los tacones;
mas todos jugaron el juego
y sólo sombreros nadaron.

Mucho esperaron sus dueñas


con el abanico en mano
sin ver a Sir Patrick Spence
a esas costas regresando.
Largo estuvieron las damas
peine de oro en los cabellos
esperando a sus señores
y no volvieron a verlos.

De Aberdour a media ruta


yace Spence el escocés
a cincuenta brazas de hondo
con los nobles a sus pies.

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