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El documento presenta un poema de Goethe titulado "El Rey de Thule" que narra la historia de un rey leal cuya amada le regaló una copa dorada antes de morir. El rey atesoró la copa y siempre bebía de ella, perdiéndose en su mirada cada vez que la vaciaba. Al acercarse su muerte, legó su reino a su hijo pero arrojó la copa al mar desde el castillo junto al mar. El rey observó cómo la copa caía y se hundía en el agua antes
El documento presenta un poema de Goethe titulado "El Rey de Thule" que narra la historia de un rey leal cuya amada le regaló una copa dorada antes de morir. El rey atesoró la copa y siempre bebía de ella, perdiéndose en su mirada cada vez que la vaciaba. Al acercarse su muerte, legó su reino a su hijo pero arrojó la copa al mar desde el castillo junto al mar. El rey observó cómo la copa caía y se hundía en el agua antes
El documento presenta un poema de Goethe titulado "El Rey de Thule" que narra la historia de un rey leal cuya amada le regaló una copa dorada antes de morir. El rey atesoró la copa y siempre bebía de ella, perdiéndose en su mirada cada vez que la vaciaba. Al acercarse su muerte, legó su reino a su hijo pero arrojó la copa al mar desde el castillo junto al mar. El rey observó cómo la copa caía y se hundía en el agua antes
Gar treu bis an das Grab, Dem sterbend seine Buhle Einen goldnen Becher gab.
Es ging ihm nichts darüber,
Er leert' ihn jeden Schmaus; Die Augen gingen ihm über, So oft er trank daraus.
Und als er kam zu sterben,
Zählt' er seine Städt' im Reich, Gönnt' alles seinem Erben, Den Becher nicht zugleich.
Er saß beim Königsmahle,
Die Ritter um ihn her, Auf hohem Vätersaale, Dort auf dem Schloß am Meer.
Dort stand der alte Zecher,
Trank letzte Lebensglut, Und warf den heil'gen Becher Hinunter in die Flut.
Er sah ihn stürzen, trinken
Und sinken tief ins Meer. Die Augen täten ihm sinken Trank nie einen Tropfen mehr.
Érase una vez en Thule,
un monarca modelo de leal amor; y al que su amada, al morir, le legó una copa de oro. Nada estimaba el rey tanto; sólo en ella bebía y siempre que la apuraba su mirada en ella se perdía.
Y al llegar su última hora
el reino legó a su hijo, pero la copa preciada la reservó a otro destino.
A su mesa están sentados
los señores de su corte, en el salón del castillo cuyos balcones miran al mar.
Allí esta la vieja copa:
bebe el rey su último trago y arroja al mar, con gesto solemne, el cáliz sagrado.
Observa como cae al agua
y como se hunde en ella; y a él ya los ojos se le hunden... Ni una gota más bebiera...