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Cuando hablamos de construcción de un mundo propio tocamos un rasgo fundamental

del elemento imaginario: hacer ser entidades o imágenes que no podrían estar referidas
a la satisfacción del deseo, a la compensación. Se trata de una creación espontánea y a
primer nivel gratuita. Esto no está en contradicción con que la construcción de un
mundo propio implica una autofinalidad. No hay contradicción porque la finalidad no es
otra cosa que la preservación del para sí.

Castoriadis critica la idea kantiana de receptividad de las impresiones, considera que no


puede haber pura y simple receptividad, ser afectado pasivo. Hay receptividad en el
sentido de la capacidad del para sí de ser afectado. Pero de lo recibido no puede decirse
nada que tenga sentido. El para sí es chocado por lo que es fuera de él, a este choque
reacciona creando imágenes, representaciones a su propia manera; que consiste en
representarse algo ahí donde en el origen no hay más que choque y no representarse
siempre la misma cosa. Hay una espontaneidad imaginante y no siempre absoluta. Y,
puesto que le hace falta el choque, opera bajo condición. Pero en el psiquismo o la
sociedad ésta espontaneidad imaginante actúa incluso sin choque. Por ejemplo: en el
psiquismo, el sueño, el delirio. Y en lo social, da la creación social de SIS. Pareciera ser
que la sociedad está obligada a investir de sentido lo que encuentra, no puede enfrentar
simplemente de manera funcional. Espontaneidad imaginante de cuyos productos nada
exterior puede rendir cuentas, escapa a la determinación exterior.

El objeto no puede ser absolutamente informe.

El uso de la categoría de causalidad implica la existencia de una regularidad en los


fenómenos, construida por nosotros, pero no absolutamente.
Hace falta que el mundo sea tal que un sujeto pueda vivir en él, que pueda conocer, que
sus conocimientos tengan validez y que los conocimientos del sujeto y la sociedad
puedan presentar a la vez extrema diferencia en diferentes sociedades.

Éstos son los puntos de partida que nos ofrece la consideración de lo viviente para la
discusión del para sí. Las ideas principales son:
- lo viviente es para sí en tanto es autofinalidad
- crea cada vez su mundo propio
- este mundo propio es un mundo de representaciones, afectos e intenciones

Una de las características de lo viviente es la clausura, reaccionará siempre a su


manera. Pero no se puede pensar lo viviente más que desde el interior.
La clausura y separación entre interior y exterior van a la par de su contrario:
universalidad y participación. El para sí se crea como entidad singular, pero al mismo
tiempo como universalidad, como clase, y en su clausura, se crea como participante. Por
ejemplo: el elefante depende del resto del ecosistema donde vive.

Segundo nivel del para sí: lo psíquico


Castoriadis reconoce una psique general para lo viviente; reconoce en lo viviente la
posición de un mundo propio, la autofinalidad, la representación, el afecto, intención.
Pero se va a limitar al estudio del psiquismo humano. Lo que es decisivo para el
psiquismo humano no es la sexualidad sino su distorsión.
La especificidad del psiquismo humano se presenta primero como horizontal (los
rasgos valen para todas las instancias psíquicas).
Disfuncionalización de los procesos psíquicos con relación al sustrajo biológico. La
psique no funciona esencialmente para conservar el cuerpo y reproducir la especie; sirve
también para eso, pero no más que para eso. Esto se evidencia por ejemplo, en los
individuos que se suicidan, cooperación del conciente o del yo, contribuye a su propia
aniquilación.
En esa disfuncionalización podemos ver una funcionalidad de otro orden, por ejemplo:
Sócrates hace vivir la imagen de Sócrates destruyendo su vida. Uno se mata para
preservar algo: la imagen de sí para un momento en el que el sí (ser) ya no estará ahí
para tener imágenes.

¿Por qué este valor supremo de la preservación de la imagen de sí que supera el valor de
la preservación del ser real? Es consecuencia de otro rasgo del psiquismo humano: la
dominación del placer representativo sobre el placer órgano. Lo esencial para el
psiquismo humano es el placer obtenido por cierto estado de la representación, y no el
obtenido en el nivel del órgano mismo. Castoriadis denomina esto: omnipotencia real
de la representación. Para el inconsciente la cuestión no es transformar la realidad, que
ignora, sino crear una representación que lo satisfaga en el nivel de realidad que es el
suyo, “la realidad psíquica”. Para la instancia psíquica, hay omnipotencia en la medida
en que hay dominación del poder representativo sobre el placer de órgano.
Pero que la realidad psíquica sea más importante que la “realidad” es válido hasta cierto
punto. Lo que interesa es que en función de la actividad fantaseadora, de sus
representaciones, alguien pueda matarse, hacerse matar, y sin patología (guerra).

Autonomización de la imaginación, es característica de psiquismo. Imaginación:


capacidad de ver lo que no está. Debemos suponer esta facultad en todas partes donde
hay para sí. Lo viviente hace ser una imagen, una percepción, ahí donde hay una x,
incluso ahí donde no hay nada. Pero lo hace de una vez por todas, siempre de la misma
manera y sometido a la finalidad biológica. Para el psiquismo humano la espontaneidad
representativa no está sometida a un fin asignable. Hay un flujo representativo ilimitado
incontrolable, ruptura de la correspondencia rígida entre imagen y x. No tenemos un
mundo de imágenes creadas de una vez por todas sino un flujo perpetúo de imágenes,
un trabajo o creación perpetúa de ésta imaginación radical. Es ésta imaginación radical
la que hace posible el lenguaje.
La autonomización de la imaginación no es solamente relativa al flujo representativo
sino que también hay autonomización del afecto. Hay relación entre afecto y
representación pero hay también una relativa independencia, por ejemplo: lo que ocurre
en la depresión. Hay casos donde predomina el afecto negativo y todo lo que le ocurre
al sujeto es interpretado a partir de este afecto. Pero también hay casos en que hay un
predominio de la representación, en donde el sujeto construye el mundo como hostil o
deprimente, y esto le provoca un afecto depresivo.

El mundo psíquico humano posee las características mencionadas y subsisten en él


restos del dispositivo psíquico funcional del animal. Estos restos son utilizados por las
diversas instancias de la psique. La psique humana se caracteriza por la desintegración
del logos. Lo que existía como un aparato ensídico unificado, no reflexivo en el
psiquismo animal ha sido quebrado bajo la presión de la imaginación radical. Los restos
de la lógica ensídica flotan en la psique y son utilizadas por las diversas instancias
psíquicas. Cada instancia opera de manera racional, inteligente. Pero, al mismo tiempo,
todo no está coordinado para llegar a un simple resultado funcional.
Segundo punto: especificidad vertical, la estratificación psíquica. Una mónada
inicial estalla en el momento de la fase triádica en la relación con la madre para pasar
por la fase edípica y llegar, mediante la sublimación, al individuo social. La psique se
caracteriza por una multiplicidad de instancias, cada una de estas instancias trabaja por
su propia cuenta y estas instancias están estratificadas.
No podemos hablar de la psique animal como estratificada en el mismo sentido, ni de
historia psíquica, ni de conflictos intrapsíquicos. Pueden hacerse aparecer
artificialmente conflictos psíquicos en el animal. Pero en el ser humano los conflictos
intrapsíquicos son esencia, son conflictos de instancias; y la existencia de estas
instancias son el resultado de una historia. Estas instancias persisten en una tonalidad
contradictoria o incoherente.
Esto diferencia radicalmente el psiquismo humano del psiquismo animal, así como
también lo hace el proceso de aprendizaje. Lo esencial en el psiquismo humano es que
el hombre no aprende, vuelve a cometer los mismos absurdos.
Tenemos una historia en la cual las etapas ulteriores no anulan las etapas anteriores ni
las integran armoniosa ni orgánicamente, sino que coexisten con ellas.
Hay pues una relativa conservación de la clausura de cada una de estas instancias, cada
una conoce su mundo y no quiere saber nada más, cada una sigue sus fines y se opone a
los otros fines. Pero al mismo tiempo hay en el aparato psíquico una ruptura de ésta
clausura. Estas instancias no son pura exterioridad unas con otras, se tienen en cuenta.
Por ejemplo: cuando se habla de prohibiciones, su el SY censura es porque se sabe que
algo debe ser censurado.

La historia psíquica está determinada por el proceso de socialización del individuo y en


el hecho de su desarrollo; el sujeto se encuentra con otro que ya es ser humano
socializado, luego encuentra otra cosa: la institución por medio del lenguaje.
El psiquismo que encontramos en nosotros y en los otros es el resultado de una extraña
pluralidad donde coexisten no sólo la representación, el afecto y el deseo, etc. sino
también algo irreductible: la singularidad del ser.

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