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Copia Flujo y Placer Espiritual-1
Copia Flujo y Placer Espiritual-1
Introducción.
Para dar cumplimiento al objetivo planteado, resulta necesario hacer referencia a la estructura
del árbol de la vida, específicamente a las sefirot superiores y sus correlaciones con las
capacidades mentales del ser humano.
La cabalá clásica relaciona los poderes del Alma, es decir las facultades del Hombre Superior
(ser espiritual), con los distintos aspectos de la psicología y de la anatomía del Humano (ser
natural). Esta correspondencia entre los poderes espirituales y los aspectos psico-biológicos
del organismo humano, ilustra la idea cabalística de hitlabshut ("investidura”), donde una
realidad más elevada se inviste dentro de una inferior. En esta instancia, un poder del alma es
la realidad superior que se inviste y se expresa a través de una inferior que califica como
vestidura (Ej: un órgano del cuerpo).
Es importante notar que en la literatura tradicional de la cabalá se pone gran énfasis en la
correlación entre las sefirot supremas y las facultades mentales, los órganos y los miembros
del cuerpo humano, saltando directamente desde el plano de lo Divino al de lo físico. Estas
asociaciones psicológicas sirven como intermediarios espirituales por medio de los cuales las
sefirot Divinas pueden investirse de hecho y reflejarse en los miembros físicos del cuerpo.
Concepto de Flujo.
Antes de tratar la correlación existente entre los sefirot superiores y la actividad mental
humana, se considera oportuno abordar el concepto de “flujo”, el cual ha cobrado especial
interés en el contexto de las Ciencias Sociales, pues ha sido útil para los psicólogos que
estudian la felicidad, la satisfacción vital y la motivación intrínseca; para los sociólogos que
ven en él lo opuesto a la anomia y a la alienación, para los antropólogos que están
interesados en el fenómeno de la efervescencia colectiva y los rituales. Algunos han extendido
las implicaciones intentando comprender la evolución de la humanidad, otros para clarificar la
experiencia religiosa.
El flujo es el punto óptimo de la inteligencia emocional (capacidad del sujeto para auto-
conocerse, auto-controlarse, auto-motivarse, ser empático e influir positivamente sobre los
demás haciendo uso de las habilidades sociales). En el flujo las emociones no solo están
contenidas y canalizadas, sino que son positivas, están estimuladas y alineadas con la tarea
inmediata. Quedar atrapado en el sufrimiento pasivo de la depresión o en la agitación de la
ansiedad significa quedar excluido del flujo.
La esencia del Flow es una sensación de deleite espontáneo, incluso de embeleso. Debido a
que el flujo provoca un efecto tan agradable, la persona se auto-recompensa o premia con la
vivencia del placer resultante. La finalidad última del flujo no es la ejecución exitosa de la tarea
predeterminada, sino el disfrute que se deriva de ella aún cuando el resultado no sea el
esperado. En este caso fluir ayudaría al manejo de los sentimientos de inconformidad,
frustración, vergüenza, minusvalía, ira, etc.
Se puede comprender mejor el concepto de flujo como finalidad última de una acción
determinada a través del siguiente ejemplo: El decano de una Facultad de Psicología, le pide
a uno de sus profesores estrellas, que imparta una conferencia sobre motivación a los
alumnos de último año, pues están próximos a iniciar su vida laboral. El profesor
acostumbrado a entrar en estado de flujo durante sus ponencias, asume el reto con
complacencia. Sería lógico pensar que su meta central es lograr inspirar a la audiencia
estudiantil, y eso no está errado, pero más allá de este objetivo, su fin último es fluir durante la
actividad, disfrutar de lo que hace y en consecuencia llegar a contagiar con emociones
positivas al estudiantado. Logra conectar así el fin último de la acción (sentir placer), con el
objetivo primario de la actividad (motivar a los estudiantes).
¿Qué es un anclaje psicofísico? Entendámoslo a partir del siguiente ejemplo, si correr genera
un estado de bienestar, el cerebro registra, codifica y fija la experiencia, por lo que si se
recuerda voluntariamente el acto, se reactiva la huella mnémica del evento y por ende los
estados afectivos que lo acompañan. Aquí la imagen mental del acto es la que evoca la
sensación deseada.
Ahora supongamos una situación incómoda, como aguantar diariamente en el trabajo los
regaños de un jefe rígido y exigente, si ante el suceso llevamos disimuladamente los brazos
tras la espalda y apretamos las manos, no como una expresión de ira contenida, sino para
sentir la presión de los puños, como si se prepararan para correr, luego la postura adquirida
sumada a la imagen de estar corriendo, reactivaría la sensación de bienestar en ausencia de
la actividad real que la provoca. Si se asocia gradualmente la cara de enojo del jefe con el
estado de relajación auto-inducido entonces se lograría una respuesta más tolerante y
relajada.
Se puede deducir que el anclaje sensorial tiene lugar cuando determinado estímulo físico
evoca y favorece la aparición de la experiencia emocional deseada. El estímulo puede ser un
toque, escuchar una música, observar un objeto, etc. En el ejemplo planteado se pueden
identificar dos estímulos: los puños y la cara de enojo del jefe.
El flujo es una vivencia emocional que por regla general el hombre común ha experimentado
al menos una vez en la vida. Compartamos a modo de ejemplo tres situaciones ilustrativas:
Un compositor describió así los momentos en los que mejor trabajaba: “Usted se
encuentra en un estado extático en el que se siente como si casi no existiera. Así es
como lo he experimentado yo en numerosas ocasiones. En esos casos, mis manos
parecen vacías de mí y yo no tengo nada que ver con lo que ocurre sino que
simplemente contemplo maravillado y respetuoso todo lo que sucede. Y eso es algo
que fluye por sí mismo”.
Diane Roffe-Steinrotter, ganadora de una medalla de oro en la olimpiada de invierno de
1994, dijo después de haber terminado su turno de participación en la carrera de esquí,
que sólo recordaba haber estado inmersa en la relajación: "era como si formara parte
de una catarata".
La figura del árbol de la vida está conformada por tres pilares. El pilar de la izquierda
(severidad/temor), el pilar de la derecha (bondad/amor) y el pilar del centro (verdad/plenitud).
Atendiendo a la distribución de las sefirot superiores en la estructura del árbol de la vida,
encontramos a Keter en el centro, mientras que Jojmá y Biná se aprecian a la derecha y a la
izquierda respectivamente. En algunos esquemas, Keter es omitido (por ser comprendida
como la parte inferior de la misma Divinidad) del orden de las 10 Sefirot; estos esquemas
toman a Jojmá como la primera de las diez, e insertan a Daat (comprensión) como una sefirá
después de Biná.
Desde un punto de vista funcional en el cuerpo físico se da una situación aparentemente paradójica,
pues el hemisferio izquierdo es predominantemente racional (Biná es una facultad emotiva), mientras
que el hemisferio cerebral derecho es eminentemente emocional (Jojmá constituye una facultad
perceptiva). Analicemos de forma general la función de ambos hemisferios cerebrales.
Está relacionado con los procesos de Está relacionado con los procesos de
pensamiento racional. pensamiento intuitivo-emocional.
Controla la emisión y la comprensión del lenguaje Contribuye a los aspectos emocionales del
hablado y escrito. lenguaje, especializado en la expresión
emocional.
Hace un procesamiento secuencial y analítico de Es más sintético y holístico, trata con patrones
la información. Siempre trata al estímulo como globales en vez de descomponer el estímulo en
secuencia de unidades. unidades.
La aparente paradoja funcional que se da entre los hemisferios cerebrales y las sefirot que los
determinan, se explica porque el nivel Humano (ser natural) no es más que el reflejo o imagen
del estado definido como Hombre (ser espiritual). Ocurre el fenómeno de la inversión de los
sentidos. Es como mirar tu imagen cuando se proyecta en el espejo.
El mismo principio ocurre dentro de los límites del cuerpo físico, donde el hemisferio cerebral
derecho controla al hemicuerpo izquierdo y viceversa. Por esa razón el corazón, órgano
donde se refleja visceralmente las reacciones emocionales de la persona, está controlado
preponderantemente por los haces de fibras nerviosas que provienen de las estructuras
cerebrales del lado derecho del cuerpo.
Independientemente de que cada hemisferio percibe el mundo de una forma diferente y que
cada uno realiza funciones distintas, nuestras percepciones y memorias son únicas. Esta
unicidad es lograda por un largo haz de fibras nerviosas denominado cuerpo calloso, el cual
conecta a ambos hemisferios por sus caras internas y en las regiones medias, contribuye así
a la sincronización de los mismos.
Se pudiera inferir que el cuerpo calloso guarda alguna correspondencia con la sefirá Daat
Elión, pues este conecta el hemisferio cerebral derecho (Jojmá) con el hemisferio cerebral
izquierdo (Biná). Luego la unión de la sabiduría con el entendimiento da lugar a la
comprensión, o lo que es lo mismo expresar en el plano natural, que la integración entre los
procesos cognitivos los procesos afectivos favorecen el conocimiento propio y de la realidad.
Argumentemos mejor la relación entre las Sefirot Jojmá, Biná y Daat trazando una analogía
con las facultades del intelecto humano: Jojmá se corresponde con el destello intuitivo de la
iluminación intelectual: la idea original propiamente dicha. Es la idea seminal, “el pensamiento
interior”, los detalles que aún no fueron diferenciados y externalizados; que aún no fueron
procesados y se encuentran intensamente concentrados en el destello intuitivo.
Biná es realmente la expansión y elucidación de Jojmá, y ésta “se vuelve sabida únicamente
mediante Biná”. La definición estándar de la facultad de Biná es “Entender o deducir una
cuestión de otra”. Sin embargo, Jojmá y Biná por sí mismos son abstractos. El concepto está
allí y es claro en la mente. Pero está solo en la mente, internamente, mientras que
externamente es inaudible e invisible. Por sí mismo, en la mente, no conduce a ninguna
concreción. El concepto sabiduría y entendimiento, constituye un poder potencial que precisa
ser concretado. Además, Jojmá y Biná son dos facultades separadas: el destello intuitivo del
conocimiento intelectual (Jojmá) y el poder de deducción (Biná), el poder de comprender este
destello.
Entonces ¿Cómo se los une? Estos dos estados -la unión de Jojmá con Biná, y la
implementación práctica del concepto informado- se logran mediante la facultad de Daat. El
significado etimológico de Daat es “apego” o “unión”. Así, Daat es el principio unificador que
junta y combina las facultades de Jojmá y Biná. Este principio unificador se llama Daat Elión,
pues trasciende a Jojmá y Biná; es un aspecto o derivado de Keter, la Voluntad Suprema que
desea y procura -y en consecuencia es capaz de lograr- la unión de Jojmá y Biná.
Por otra parte el principio sabiduría no precisa sólo ser entendido sino también sentido. Debe
canalizarse a los atributos emocionales para que estos actúen sobre él en términos de
disposiciones apropiadas: procurar aquello que la sabiduría dicta que debe buscarse, y evitar
aquello que la sabiduría dicta que debe evitarse. Esta profunda concentración interior en, y
devoción a, la Jojmá corporizada en Biná, esta sensibilización (Hargashá), es la facultad de
Daat Tajtón. Es la plena preocupación con el concepto captado y entendido hasta lograr una
intensa unión entre el intelecto y las emociones (Séjel y Midot) y llevar la idea a su lógica
conclusión en la aplicación práctica. Esta facultad de Daat Tajtón es inferior a Jojmá y Biná.
El equivalente biológico de Daat Tajtón es el cerebro posterior, el cual se compone por dos
estructuras: El puente y el cerebelo. El puente o protuberancia conduce información
relacionada con el movimiento desde los hemisferios cerebrales hasta el cerebelo.
El término cerebelo, significa pequeño cerebro. Se localiza por debajo de los lóbulos
occipitales de los hemisferios cerebrales, y posterior a la protuberancia (puente). Como los
hemisferios cerebrales, el cerebelo posee una corteza gris (corteza cerebelar) y una médula
blanca hacia el interior. Esta médula está organizada de forma arborizada, razón por la que se
le conoce como árbol de la vida.
En el cerebelo se integra información motora desde corteza, médula espinal y órganos del
equilibrio. Modula la fuerza, duración y la disposición del movimiento, ejerciendo un efecto
coordinador y suavizador del mismo. Está implicado en el mantenimiento de la postura y el
aprendizaje de habilidades motoras.
El trabajo espiritual se da a lo largo de tres líneas, estas no son más que los tres pilares que
integran el diseño del árbol de la vida. La función de la línea izquierda es revelar una mayor
proporción de deseo (ego), en cambio la línea derecha descubre una medida mayor de
altruismo. La línea del centro (unión de las dos cualidades) establece la verdadera condición
de placer espiritual, ya que permite la conexión gradual con el Creador al reorientar el
creciente deseo egoísta de la línea izquierda y transformarlo en el deseo de otorgamiento de
la línea derecha.
Según el Rabí Laitman, los logros espirituales pueden ser realizados solamente teniendo un
deseo (línea izquierda). Pero la línea derecha no tiene ninguno (Su esencia es altruista). La
línea izquierda trae sufrimiento como resultado de la ausencia de lo deseado (revela el estado
de carencia espiritual). La línea derecha es un estado en el que la persona no desea nada
para sí misma.
Todos los deseos están centrados en la línea izquierda. Sin embargo, lo deseado (placer
espiritual) no puede ser recibido dentro de vasijas egoístas (línea izquierda), porque sería
consumido inmediatamente por el deseo continuo y natural de autosatisfacción,
consecuentemente una vez agotado el placer adquirido, habría que reiniciar el proceso de
aspiración de la luz y la persona quedaría atrapada en un ciclo permanente de insatisfacción.
En este punto el Eterno continúa enviando una mayor medida de placer, hasta que la criatura
no puede mantener la pantalla (voluntad de proyectar hacia el Creador el placer recibido de
parte de Él) y sucumbe nuevamente ante sus deseos egoístas. La criatura deberá repetir el
proceso con la finalidad de fortalecer la voluntad y la intención, logra así ensanchar tanto las
vasijas de recepción (línea izquierda) como las de otorgamiento (línea derecha), para así
recibir-proyectar (línea del centro) una medida mayor de placer espiritual, hasta alcanzar la
estatura del varón perfecto y disfrutar de toda la abundancia del Creador. Este ciclo alternante
(izquierda, derecha y centro) se repite muchas veces hasta penetrar la Barrera (majson) y
alcanzar el mundo superior, una vez en este la tarea continúa hasta lograr la unión (dvekut)
con el Creador.
En la dimensión física, el flujo es una experiencia análoga a la vivencia descrita por los
cabalistas cuando permanecen en la línea media (Pilar del centro), en ese sentido y desde
una perspectiva neurobiológica el flujo no es más que el estado subjetivo resultante del
equilibrio funcional entre los hemisferios derecho (emocional) e izquierdo (racional), a sí como
entre estos y las estructuras nerviosas inferiores que se responsabilizan entre sus múltiples
funciones de la respuesta emocional.
En estado de flujo la eficiencia cortical (Jojmá y Biná) es mayor con un gasto mínimo de
energía biológica y mental. Por otra parte, no es casual que el cerebelo (Daat) esté
relacionado con funciones como el control de la motricidad, el equilibrio, la atención y la
modulación de las emociones, pues factores como: el papel que ocupa la concentración
relajada como prerrequisito para entrar en estado de flujo; la impresión de deleite subjetivo
(que puede ser descrita como una sensación de mareo suave y agradable); así como la
relajación muscular resultante, apuntan a que este órgano juega un papel central en la
experiencia de flujo.
Una clave del estado de Flow es que se produce generalmente cuando la capacidad está en
su apogeo, las habilidades están bien ensayadas y los circuitos nerviosos son absolutamente
eficientes. Fluir constituye un estado de rendimiento psico-fisiológico óptimo, representa así el
reflejo más remoto del placer que proviene del mundo espiritual.
A pesar de que el flujo es un estado natural, su raíz se encuentra en los mundos superiores,
por esta razón su vivencia no debe minimizarse por pertenecer a la esfera de lo humano-
subjetivo, sino que si bien es un reto experimentarlo, debemos orientarnos poco a poco hacia
un uso más refinado del mismo, ya que al ser una sombra del placer superior, también
conduce -sobre todo para quien anhela la espiritualidad- a despertar un mayor deseo de
conexión con el Creador.
Siguiendo esa línea de pensamiento, no resultaría desacertado expresar que el flujo nos
acerca vagamente a la percepción más rudimentaria de la presencia del Creador, pues son
comunes los testimonios de personas que tras disfrutar estados sublimes de flow, intuyen o
sienten que existe una realidad o campo de experiencia que los supera. Lo que sucede es que
el estado de flujo descentraliza a las personas de su yo y de su entorno habitual, se vive
entonces la realidad con un sabor diferente, como si se produjera una especie de expansión
de la conciencia.
Descentralizando al ego.
El estado de flujo se caracteriza por la ausencia del yo, pero a diferencia del “fenómeno
conocido como trance”, no existe pérdida de la conciencia, sino que paradójicamente la
persona que lo vivencia muestra un perfecto control de lo que está haciendo y sus respuestas
guardan sintonía con las exigencias cambiantes de la tarea ¿Cómo interpretar entonces la
ausencia del yo?
Lo que sucede es que a la persona no le preocupa cómo está actuando, ni siquiera piensa en
el éxito o en el fracaso: lo que la motiva es el puro placer del acto mismo. El flujo es un estado
de olvido de sí mismo, lo opuesto a la cavilación y la preocupación: en lugar de quedar
perdida en una nerviosa preocupación, la persona que se encuentra en un estado de flujo está
tan absorta en la tarea que tiene entre manos, que pierde toda conciencia de sí misma y
abandona las pequeñas preocupaciones –la salud, las cuentas, incluso la preocupación por
hacer las cosas bien- de la vida cotidiana.
Cuando la persona aprende a motivarse de forma intrínseca para entrar en estado de flujo,
pero sin que medie objeto o actividad alguna, la experiencia se hace continua y el sentimiento
de bienestar resultante surge libre de apego a los objetos, personas, fenómenos o
circunstancias de la vida, disfrutamos por el simple placer de disfrutar y punto. Una persona
en estado de flujo continuo es más susceptible de responder a las necesidades ajenas, pues
fluir nos predispone a servir con gozo a los otros.
El Flow nos relaciona de una forma especial con la externalidad, nos impulsa hacia afuera en
el marco de la propia subjetividad, existe incluso el deseo de contagiar a otros, a la vez que
los otros se sienten a gusto con el clima psicológico generado. Es un estado que nos seduce
a realizar acciones en beneficio del otro. Esa puede ser la experiencia de la madre que se
deleita en el cuidado de su hijo, del chef que disfruta cuando los demás se encuentran
satisfechos luego de degustar sus platillos, de la ama de casa que se goza cuando los demás
se sienten a gusto con el orden y la limpieza, del cuidador que alivia el pesar de un enfermo,
del artista que divierte a su público, del creyente que alaba a Dios. El punto común es que la
persona coloca el placer en función del servicio al otro.
El flujo atrae a la persona y la impulsa a proyectar el placer hacia afuera de su campo
subjetivo habitual, a diferencia del placer provocado por las drogas, que vuelca al individuo
hacia sus sensaciones y experiencias internas, distorsionando la realidad o enajenándolo de
ella.
La acción psicológica que se define como “proyectar el placer hacia afuera de uno mismo”,
está circunscrita al campo de la subjetividad. Sin embargo el valor de este esfuerzo está en
que implica un cambio en la intención, dirección o sentido del deseo, pues el ser humano no
puede trascender por sí mismo el marco de lo subjetivo, esto es una obra del Creador. Todo lo
que se encuentra fuera de la subjetividad se refiere a la espiritualidad: La percepción real de
las cosas y no su reflejo condicionado por los sentidos físicos.
La persona que fluye se mantiene dentro de los límites de la subjetividad, pero el sentido del
placer se dirige hacia un objetivo externo o hacia la experiencia de bienestar en sí misma, la
cual se vivencia subjetivamente como un estado que envuelve, que te saca de tu emoción
habitual y por tanto crea la sensación de que uno está fuera de sí mismo, esta pudiera ser la
experiencia de algunos creyentes en Cristo cuando expresan sentir la presencia de Dios o el
toque del Espíritu Santo.
Por otra parte los estados afectivos que se perciben como negativos, por ejemplo, la
ansiedad, la depresión y la ira, transcurren con sentimientos de sufrimiento, incertidumbre,
desasosiego, impotencia, etc, en este sentido la atención del sujeto se concentra en
sensaciones y conceptos desplazados psicológicamente hacia uno mismo, por lo tanto
rompen la conexión con lo exterior, paralizan la experiencia de flujo y amplifican el estado de
vacío, carencia o insatisfacción.
El ser humano es por esencia egoísta, es decir solo es capaz de percibirse a sí mismo
(autoconciencia) y a la realidad dentro de sí mismo (conciencia del exterior). Él no puede
percibir al Creador, sino su idea de lo que es el Creador, esta es la esencia de la Religión: “La
experiencia de lo Divino en un plano subjetivo”. Por lo que resultaría lógico pensar que para
alcanzar el conocimiento del Eterno, el ser humano tendría que negarse a sí mismo, es decir
desear percibir fuera de la subjetividad.
Debe aprender entonces que todas las impresiones que recibe del mundo exterior son
enviadas por el Creador, y que las mismas no pueden ser absorbidas por el Ego, sino que
para asemejarse en cualidad al Eterno, uno debe propiciar un cambio en el sentido o dirección
del deseo, de manera que no se trata de renunciar al placer o de escapar del dolor, sino de
proyectar mentalmente ambos estados hacia afuera de uno mismo, esta acción psicológica
forma parte del trabajo espiritual.
En el mundo material (Maljut) no existe la pantalla, de aquí que el ser humano reciba las
sensaciones de placer o dolor solo para sí mismo, reflejemos el egoísmo del hombre a través
de un ejemplo polémico o controversial, pues nada más grande que el amor desinteresado de
una madre hacia un hijo, al punto de que en situación de peligro esta es capaz de poner su
propia vida por la vida de su hijo, sin embargo lo que sucede aquí es que la madre no podría
tolerar la pérdida de algo que le es extremamente significativo, las personas solo son capaces
de amar aquello que entra en el rango de lo que les resulta significativo, por eso no nos
dolemos con las penurias ajenas, esto sucede porque las personas solo se sienten a sí
mismas, los conceptos o apreciaciones que construyen de la realidad solo cobran sentido
dentro de su subjetividad. Solo existo yo y mi idea de lo que puedo percibir fuera de mí.
La pantalla o masaj es una posesión espiritual y un regalo del Creador, sin embargo su
construcción comienza desde el plano subjetivo, y está determinada por el uso adecuado de
procesos psicológicos como la voluntad y la intención, es decir, la voluntad para abstenerse
de recibir placer o de concentrarse en las experiencias de sufrimiento, así como la intención
de proyectar ambos estados fuera de uno mismo.
Ese es el significado oculto de las palabras pronunciadas por el siervo Job: “Jehová dio, y
Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito” o “¿Recibiremos de jehová solamente el bien
y no el mal?”. Job aún no había alcanzado la dimensión en la cual expresó: “Más ahora mis
ojos te ven” (percepción espiritual), sino que se encontraba en el plano de la subjetividad, y
aún desde este nivel él ya tenía la revelación interior de proyectar psicológicamente el bien y
el mal hacia lo único real fuera de sí: el Creador. Esta es la actitud que desde Maljut, el
humano debe cultivar para anteponerse constantemente a los designios del egoísmo y ser
merecedor de recibir la pantalla. La pantalla es el instrumento que nos permite manejar el
placer verdadero: La Luz que emana del Creador.
La actitud descrita es una de las condiciones para entrar en estado de Flujo de manera
permanente, es decir el deseo consciente de proyectar nuestras impresiones de la realidad
hacia afuera sin importar si su contenido es agradable o desagradable. Algo especial ocurre
cuando la persona entre todos sus sufrimientos y placeres comienza a magnificar un deseo en
particular, el anhelo de percibir al Creador y de ser uno con ÉL, esto en cabalá se conoce
como el nacimiento del punto en el corazón, el inicio de la vida espiritual en el ser humano.
El rabí Laitman plantea que las fuerzas espirituales (placer puro) solo pueden afectar a
aquellos que posean una intención real de proyectar su deseo hacia afuera, pero no hacia
cualquier objeto o fenómeno de la realidad, que no son más que vestiduras o sustitutos del
verdadero placer, sino que la persona debe desear acercarse en cualidades al Creador, cuya
naturaleza es conferir, es decir dar a su creación. El Creador mismo es la verdadera fuente de
Placer.
Para que el ser humano dirija su corazón hacia el Creador, este le envía toda clase de
pruebas y situaciones (conflictivas o placenteras), pero la actitud del sujeto ante todas las
circunstancias debe ser la misma, proyectarse hacia afuera y no hacia la autocomplacencia.
Una de las razones por la cual el Creador se oculta de sus creaciones, es porque estas deben
proyectar su deseo hacia una realidad que escape de su rango de percepción, este esfuerzo
es el que contribuye al rompimiento de los límites de la subjetividad, por eso el nombre que
recibe esa acción es: “Fe por encima de la Razón”. Cada ascenso en la escalera espiritual
contiene un velo cuyo marco deberá ser trascendido bajo el principio expuesto.
La necesidad de proyectarse psicológicamente hacia afuera para alcanzar equivalencia de
cualidades con el Creador, es explicada por el rabí Michael Laitman en su libro “Alcanzando
los Mundos Superiores”:
“…todas las acciones y pensamientos no deben ser dirigidos a uno mismo ni hacia el interior
de uno mismo, no deben estar concentrados en los sentimientos de sufrimientos, ni en los
pensamientos de como escapar de él. En su lugar, debemos transferir nuestra percepción
hacia fuera de nuestros cuerpos, como si nos moviéramos desde el interior hacia afuera.
Debemos procurar percibir al Creador y a su designio, no mediante nuestros propios
corazones, sino que desde el exterior, distanciando al yo del proceso (…) aceptando este
sufrimiento como una condición previa necesaria para aumentar nuestra fe en el Dominio
Supremo, de modo que hagamos todo solamente en favor del Creador”.
“…el Creador se revela solamente ante los deseos altruistas, solamente en aquellos
pensamientos aparte del yo y de los problemas personales; solamente en preocupaciones
externas, porque solamente entonces existe una congruencia de cualidades entre el Creador
y nosotros mismos”.
Aún los procesos fisiológicos con su carácter automático manifiestan este principio, tomemos
solo por ejemplo el acto de respirar, aquí la inspiración representa la línea izquierda y por
tanto la recepción egoísta, mientras que la expiración simboliza la línea derecha que es el dar
de forma altruista. Sin embargo existe una pausa respiratoria que establece la alternancia
entre ambos movimientos mecánicos, esta pausa simboliza a la línea del centro. La expresión
contenida en los Salmos: “Todo lo que respira alabe a Jehová” (Sal 150.6) revela esta verdad,
de hecho una lectura más profunda del versículo sería: “Todo lo que reciba la abundancia
(Shefa) de Jehová (inspiración), que le otorgue sin restricción (expiración)”.
El ser creado debe tener deseos cada vez mayores para poder recibir la abundancia (Shefa)
otorgada por el Creador, pero estos deseos deberán ser utilizados solo para el beneficio del
Eterno. Esta acción conocida como recibir con el fin de Dar, es generadora de un flujo
continuo de Luz, el cual perpetúa la percepción de placer espiritual por parte del ser creado,
quien eventualmente no se conformará con la Luz del Creador, sino con ÉL mismo, la fuente
de toda vida creada. Esto es la corrección final y la verdadera adhesión con el Creador.
Conclusiones:
El estado de flujo es clave para alcanzar el rendimiento óptimo frente a una tarea o
suceso determinado. Además coloca las emociones al servicio de situaciones de
aprendizaje.
El flujo más que un estado global, puede ser entendido como un proceso cuya
temporalidad va en ascenso y que predispone hacia emociones positivas como la
esperanza, la fe y el optimismo, además de potenciar procesos psicológicos como la
creatividad, el autoconocimiento, la autovaloración, la autoestima y la seguridad
personal. De aquí su relación con la satisfacción y la felicidad.
Hay varias formas de entrar en estado de "flujo". Una de ellas consiste en enfocar
intencionadamente la atención en la tarea que se esté llevando a cabo; no hay que
olvidar que la esencia del "flujo" es la concentración. Otra manera posible de entrar en
ese estado también puede darse cuando las personas emprenden una tarea para la
que está capacitado y se compromete con ella en un nivel que exige de todas sus
facultades. La destreza y el reto son aspectos que incrementan los niveles de
concentración del individuo y por tanto la sensación de flujo.
El flujo es el reflejo más remoto del placer que emana del mundo espiritual. Pues así
como la Luz (placer superior) gratifica, enseña y corrige, el estado de flujo impulsa a la
persona a desapegarse del ego y a intuir un campo de experiencia superior.
Fluir predispone al sujeto tanto a gratificar como a servir a los demás. En este sentido
su esencia revela -aunque de forma rudimentaria- el principio del altruismo. Es decir,
servir al otro por el placer de hacerlo y no en espera de una retribución material o de un
reconocimiento social.