Compañía de Jesús

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Compañía de Jesús

«Jesuitas» redirige aquí. Para el postre del mismo nombre, véase Jesuitas (postre).

Compañía de Jesús

Ihs-logo.svg

S.J.

Nombre latino Societas Jesu o Societas Iesu1

Siglas S. J. o S. I.

Nombre común Jesuitas

Fundador San Ignacio de Loyola

Fundación 1534

Lugar de fundación Roma, Italia

Aprobación 27 de septiembre de 1540 por el papa Paulo III

Superior General Padre Adolfo Nicolás Pachón

Lema Ad maiorem Dei gloriam

Religiosos 17 637 (enero de 2012)2

Desaparición 1773 (supresión)

Curia Borgo Santo Spirito 4, CP 6139 Roma

Actividades Educación, Misiones, Trabajo intelectual,

Personas destacadas San Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, papa Francisco, Diego
Laínez, san Pedro Fabro, san Francisco de Borja, san Pedro Canisio, san Pedro Claver, san
Alberto Hurtado, san Claudio de la Colombière, san Pablo Miki, José de Anchieta, Matteo Ricci,
Alessandro Valignano, Pedro Kasui Kibe, Jerónimo Nadal, Juan de Mariana, Cristóbal Clavio,
Baltasar Gracián, José María Rubio, Gaspar Astete, san Roberto Belarmino, Étienne
Martellange, Athanasius Kircher, Claudio Acquaviva, Lorenzo Ricci, Tadeo Brzozowski,
Wlodimir Ledochowski, Pedro Arrupe, Francisco de Toledo, Luis de Molina, Francisco Suárez,
Ignacio Ellacuría, Francisco Javier Clavijero, Miguel Agustín Pro, Jerónimo Martínez de Ripalda,
Antonio Ruiz de Montoya, Dionisio Petavio, Pedro Arrupe, Francisco Gárate, Joseph
Knabenbauer, Joseph Maréchal, Pierre Teilhard de Chardin, Rupert Mayer, Henri de Lubac,
Jean Daniélou, Hugo Rahner, Karl Rahner, Bernard Lonergan, Michel de Certeau, Carlo Maria
Martini, Rutilio Grande, José López-Calo, Francisco Díaz Taño, José de Arce y Rojas

Sitio web www.sjweb.info

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Una de las primeras versiones del sello de la Compañía de Jesús (Iglesia del Gesù, Roma). El
trigrama "IHS", comprendido por las tres primeras letras griegas de "IHΣOYΣ" (Jesús).

La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente conocidos como
jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534 por Ignacio de Loyola,3 4
junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla,
Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo
aprobada por el papa Paulo III en 1540.5

Con 17 676 miembros en 2012 (sacerdotes, estudiantes y hermanos),6 es la mayor orden


religiosa masculina católica hoy en día, aunque en disminución (17 287 miembros en 2013).7
Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de
comunicación católicos.

El actual pontífice Francisco, el argentino Jorge Mario Bergoglio, es el primer papa


perteneciente a la Compañía de Jesús.8 También proceden de la Compañía de Jesús 82 obispos
actualmente en vida.6

Índice

1 Descripción de la orden

2 Historia

2.1 Origen de la Compañía

2.2 Papel durante la Reforma católica

2.3 Los jesuitas en América

2.4 Expulsiones y supresión

2.5 Restauración

2.6 Siglo XX

2.7 Después de la II Guerra Mundial

2.8 Situación actual

2.9 Obras encomendadas en la actualidad


3 Denominación y símbolos

4 Carisma

4.1 La labor educativa

5 Estructura interna

6 Relación de Superiores Generales

7 Santos jesuitas

8 Papa

9 En el cine y la literatura

10 Véase también

11 Referencias

12 Bibliografía y fuentes

13 Enlaces externos

Descripción de la orden

La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal, aunque la
conforman también “hermanos”, es decir, religiosos no sacerdotes y que no son monjes. Está
ligada al papa por un “vínculo especial de amor y servicio”, su finalidad, según la Fórmula del
Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es «la salvación y perfección de los
prójimos». En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada
por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos
religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección evangélica”.

La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso
de formación intelectual que incluye estudios de humanidades, filosofía y teología. Además,
los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas»
(período de “magisterio”) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de
comunicación, etcétera). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes
o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco
siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.

San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados
para ser enviados con la mayor celeridad allí donde fueran requeridos por la misión de la
Iglesia. Por eso, los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia,
pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al papa, «circa misiones».9 La
Fórmula del Instituto (confirmada por Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera
de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de
Cristo en la tierra».

La Congregación General (CG) es el órgano supremo de gobierno. A diferencia de otras


órdenes, no se lo convoca periódicamente sino en caso de muerte del prepósito general
(también llamado prepósito o simplemente general) o para tratar asuntos de especial
importancia. Aunque el cargo de prepósito es vitalicio y ningún general renunció en la
Compañía con anterioridad a la supresión de 1773, las Normas Complementarias vigentes
desde 1995 contemplan la posibilidad de renunciar. El primero en hacerlo —por motivos
graves de salud— fue Pedro Arrupe, en 1983 y con autorización de la CG 33. Su sucesor, Peter
Hans Kolvenbach, hizo lo mismo en 2008.

La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica,
siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al papa los ha colocado en más de un
conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia (conocido
como el “Rey Sol”), el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron
expulsados (durante el Kulturkampf) y con los gobiernos liberales de diversos países en
América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China
limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.

Basílica de Loyola.

La Compañía de Jesús desarrolló una actividad importante durante la Reforma católica, sobre
todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia en la
educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy activa. Ha
contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y
pedagogos: san Francisco de Javier, san Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de
Molina, José de Anchieta, Juan de Mariana, san Roberto Belarmino, san Pedro Canisio, José de
Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Francisco
Javier Clavijero, san Alberto Hurtado, etc.

Capítulos notables de su historia han sido el origen y desarrollo de sus colegios y universidades
en Europa, la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones de Bolivia,
Paraguay y Argentina, la exploración y evangelización del Canadá, del Mississipi y del Marañón,
los conflictos teológicos con los protestantes y los jansenistas, su confrontación con la
Ilustración, su supresión (1773) y su restauración (1814).
En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36 000 jesuitas en más de un centenar de
unidades administrativas (provincias y misiones). Hoy, los jesuitas y los laicos que comparten
su espiritualidad trabajan en los campos más diversos, tratando de colaborar con la Iglesia
respondiendo a las nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que éstas plantean. Así la
Compañía trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el servicio a
parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación.

Entre 1965 y 2008 sus superiores generales fueron Pedro Arrupe (español, 1965-1983) y Peter
Hans Kolvenbach (holandés, 1983-2008, año en que presentó su renuncia por motivos de
edad). El 7 de enero de 2008 comenzó su Congregación General 35, para elegir nuevo
prepósito (superior mundial) y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 19
de enero resultó elegido (en el segundo escrutinio) como trigésimo general el padre español
Adolfo Nicolás, perteneciente a la Asistencia de Asia Oriental y Oceanía que, como Arrupe,
había sido provincial de Japón.

Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera (1975): «Donde quiera que en la Iglesia,
incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los
cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje
cristiano allí han estado y están los jesuitas».

Historia

Origen de la Compañía

Iglesia Central de la Compañía de Jesús en Roma.

En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un vasco que combatió en las guerras contra el rey
de la Navarra transpirenaica, defendiendo la causa de Carlos I, había optado por dedicarse a
«servir a las almas». Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al
Colegio de Santa Bárbara —dependiente de la Universidad de París— y comparte cuarto con el
saboyano Pedro Fabro y el navarro Francisco de Javier. Los tres se convirtieron en amigos.
Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad espiritual, sobre todo dando
Ejercicios espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo.

Regimini militantis Ecclesiae, cuadro de Johann Christoph Handke, s.XVIII

En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão
Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción
de la Virgen, los siete se dirigieron a la cripta de la capilla del Martyrium, ubicada en lo que es
hoy la calle Yvonne Le Tac, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos:
pobreza, castidad y peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de Montmartre se
incorporaron al núcleo inicial tres jóvenes franceses, «reclutados» por Fabro: Claudio Jayo,
Juan Coduri y Pascasio Broët. Los diez se encontraron en Venecia y misionaron el norte de
Italia a la espera de embarcarse hacia Jerusalén. Al no poder viajar a Palestina debido a la
guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, el grupo se dirigió a Roma. Allí, tras una larga
deliberación espiritual, decidieron fundar la Compañía de Jesús, que fue aprobada el 27 de
septiembre de 1540 por Paulo III, quien les reconoció como nueva orden religiosa y firmó la
bula de confirmación, Regimini militantis ecclesiae (Por el gobierno de la iglesia militante).

A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de expansión numérica, de organización


interna y de responder a las misiones encomendadas: fundación de colegios a petición de
ciudades interesadas, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo
con los protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros compañeros se dispersaron:
Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió Europa predicando y dando los
Ejercicios Espirituales. Entre 1540 y 1550 se unieron a la Orden notables personajes para su
posterior desarrollo: Jerónimo Nadal, Francisco de Borja (Duque de Gandía y Virrey de
Cataluña), Pedro Canisio, notable teólogo (doctor de la Iglesia), y Juan Alfonso de Polanco,
secretario de Ignacio.

En 1556, cuando murió el fundador, eran 1000 compañeros. El segundo general fue Diego
Laínez.

Papel durante la Reforma católica

San Ignacio de Loyola (1775-1780), óleo sobre lienzo de Francisco de Goya.10 11 12 13


Colección privada, España.

Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez, participaron como teólogos en el Concilio de


Trento; les acompañó el primer jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el "segundo apóstol
de Alemania" por su papel decisivo durante la Contrarreforma o Reforma Católica. En efecto,
Canisio fue nombrado Provincial de Alemania y animó la fundación de colegios y universidades
que difundieron la doctrina tridentina, reconquistando para el catolicismo regiones
protestantes como Baviera en el sur de Alemania y los actuales estados de Renania del Norte-
Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda.

Diego Laínez, como general, participó del coloquio teológico de Poissy, convocado por la reina
de Francia para debatir con los protestantes. La Facultad de Teología de La Sorbona y el
Parlamento de París se opusieron en este período al establecimiento legal de la Compañía en
Francia.
El sucesor de Laínez fue san Francisco de Borja, el santo duque de Gandía, que colaboró con
san Ignacio desde que Borja enviudó e incluso se ordenó sacerdote en secreto para poder
ayudar a san Ignacio y la Compañía sin comprometerla. Elegido III general por la CG II, gobernó
desde 1565 hasta 1572, tiempo en que los colegios jesuitas prosperaron: pasaron de 50 en
1556 a 163 a 1574. Inició la remodelación de la Iglesia Madre de la Compañía, el Gesù. Borja
siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas fundaciones
jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.

Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano (1573-1580), Claudio Acquaviva (1580-1615) y


Muzio Vitelleschi (1615-1645) dieron gran impulso a las misiones. En concreto, durante el
gobierno del “Santo Duque”, la Compañía ingresó al Perú y a México. A mediados del siglo XVII
la Compañía ya había establecido un cordón de estaciones de misión que iban principalmente
desde Portugal hasta Goa, pasando por el litoral africano, y en el Nuevo Mundo a lo largo del
Imperio colonial español.

Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió ingresar a China en 1583. A inicios del siglo XVII lo
tenemos instalado ya en Pekín, donde propiciará la difusión del cristianismo entre la casta
intelectual del Celeste Imperio.

Por otra parte, luego de que el Imperio otomano venciese los ejércitos húngaros en la batalla
de Mohács en 1526, tras la muerte del rey Luis II de Hungría, pronto el reino se dividió en tres
partes, una occidental bajo el control de Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de
España, una central bajo el control del sultán turco y una oriental que se convirtió en un
Estado semindependiente conocido como el principado de Transilvania gobernado por la
nobleza húngara. Estos, pronto adoptaron el luteranismo y el calvinismo para no reconocer la
autoridad de los Habsburgo, quienes habían heredado el trono húngaro. De esta manera, los
príncipes transilvanos mantuvieron una confesión protestante sólida, floreciendo así ésta en el
este del reino. Inicialmente, en 1579, uno de los primeros príncipes de Transilvania, el conde
Esteban Báthory (posteriormente también rey de Polonia), resultó ser gran defensor del
catolicismo, pues llevó a los jesuitas a la ciudad húngara de Kolozsvár, donde concedió toda
clase de privilegios para ellos e hizo encerrar en prisión a Ferenc Dávid, reformador unitario.
En 1581 fundó una residencia para estudiantes jesuitas en esta ciudad, tomando fuerza
rápidamente este movimiento de la Contrarreforma en Hungría.

Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los Habsburgo, conocidos por su
profundo compromiso con Roma, pusieron en marcha una política recatolizadora enérgica a
finales del siglo XVI, cuya figura principal fue el jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom
(1616 – 1637), quien había estudiado en Kolozsvár en el instituto fundado por el príncipe
Esteban Báthory. Las obras literarias de Pedro Pázmány, así como sus discursos y prédicas
caracterizadas por elaboradas argumentaciones teológicas fungieron de herramienta para
solidificar las bases católicas en el reino húngaro.

Pázmány consigió que muchas familias aristocráticas húngaras abandonasen el


protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás Forgách, Segismundo Forgách, Cristóbal
Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego de su activa publicación entre 1603 y 1613, más familias
húngaras volvieron el catolicismo, entre ellas los Pálffy, Draskovich, Erdődy, Haller, así como
Jorge Zrínyi, Catalina de Brandeburgo, viuda de Gabriel Bethlen el príncipe de Transilvania
protestante.

En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad húngara de Nagyszombat, la cual


contaba con una facultad de teología y una de humanidades.

Los jesuitas en América

Los jesuitas llegaron a Brasil ya en el generalato de san Ignacio. En el gobierno de san Francisco
de Borja ingresaron a Florida, Perú y México. Y en el de Claudio Acquaviva a Canadá, a Nueva
Granada, a la Presidencia de Quito y otras zonas. De acuerdo a sus nacionalidades, los
misioneros jesuitas se distribuyeron en las distintas posesiones de las potencias europeas.

Canadá: fue evangelizado por jesuitas franceses. La inmensidad del territorio, el clima y la
hostilidad de los hurones e iroqueses convirtieron a la canadiense en una de las misiones más
difíciles de la Compañía. No faltaron los mártires: los padres y hermanos Jean Brebeuf
(martirizado en 1649), Noël Chabanel (1649), Antoine Daniel (1648), Charles Garnier (1649),
René Goupil (1642), Isaac Jogues (1646), Jean de Lalande (1646) y Gabriel Lalemant (1649).
Esta misión incluyó territorios que hoy pertenecen al estado de Nueva York y consiguió
convertir a miles de hurones, no así a los iroqueses, que siempre fueron hostiles hacia los
europeos.

Mississippi: fue explorado y evangelizado por jesuitas franceses. Entre ellos destacó el padre
Jacques Marquette (1637-75) quien, con el explorador Louis Jolliet, fue el primer europeo que
recorrió y cartografió el río Misisipi desde el territorio norteño de Nueva Francia (1673). Fundó
algunos poblados en Nueva Francia (actual estado de Míchigan).

México: Los jesuitas llegaron a México por San Juan de Ulúa, Veracruz, el 9 de septiembre de
1572 y a la ciudad de México el 28 del mismo mes, donde Alonso de Villaseca les otorgó unos
solares dos cuadras atrás de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Allí fundaron el
Colegio Real y más Antiguo de San Ildefonso, edificio considerado una de las obras cumbres del
barroco mexicano.14 El título de "Real" se dio porque el rey ofrecía 12 becas a igual número de
estudiantes, quienes eran conocidos como colegiales reales.14 El trabajo jesuita se extendió
hasta el 25 de junio de 1767, cuando fueron expulsados y sus propiedades tomadas
militarmente, hasta que el 19 de mayo de 1816 Fernando VII restituyó a la Compañía.14

Iglesia de la Compañía de Jesús en Quito (Ecuador).

Iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba (Argentina).

Complejos agrícolas jesuíticos en Sudamérica: Los jesuitas fueron innovadores en la


explotación de sus haciendas y propiedades en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y
XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agro-industriales con métodos de gerencia que
se adelantaron a los utilizados en la actualidad. Entre ellos, uno de los más importantes fue la
explotación de las minas de Paramillos de Uspallata (Argentina) de plomo, plata y cinc.
Además, agregaron la participación patrimonial de lo recaudado en las haciendas para luego
ser redistribuido entre indígenas, esclavos y empleados, con lo que se puede concluir que
fueron los primeros en otorgar una suerte de “títulos de propiedad” a sus subordinados.

La finalidad de estas propiedades era sostener sus colegios, que, debido a una rigurosa
concepción del voto de pobreza, eran gratuitos. Sin embargo, la riqueza de estos complejos y
haciendas atrajo la ambición de las coronas y particulares y, a la larga, fue un factor para la
supresión de la Orden.

Expulsiones y supresión

Artículos principales: Expulsión de los jesuitas, Expulsión de los jesuitas de España de 1767 y
Supresión de la Compañía de Jesús.

Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de
Jesús por su defensa incondicional del papado, su actividad intelectual, su poder financiero y
su influjo político. Ciertamente, se habían ganado poderosos enemigos: los partidarios del
absolutismo, los jansenistas y los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot). No
faltaron tampoco las intrigas de ciertos grupos en la misma Roma. El contexto político europeo
se caracterizó en estos años por el advenimiento del llamado despotismo ilustrado y por un
declive notorio del prestigio político del papado y la voluntad política de los Borbones y de la
corona Portuguesa de robustecerse en detrimento de la Iglesia.

El mismo Napoleón, en sus memorias, escribiría:


Los jesuitas son una organización militar, no una orden religiosa. Su jefe es el general de un
ejército, no el mero abad de un monasterio. Y el objetivo de esta organización es Poder, Poder
en su más despótico ejercicio, Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo bajo la
voluntad de un sólo hombre [El Superior General de los Jesuitas]. El Jesuitismo es el más
absoluto de los despotismos y, a la vez, es el más grandioso y enorme de los abusos.15

John Adams, segundo presidente de los EE.UU., diría más tarde:

No me agrada la reaparición de los jesuitas. Si ha habido una corporación humana que


merezca la condenación en la tierra y en el infierno es esta sociedad de Loyola. Sin embargo,
nuestro sistema de tolerancia religiosa nos obliga a ofrecerles asilo.16

El padre general desde 1758 era el florentino Lorenzo Ricci. El primer país en expulsar a la
Compañía de Jesús fue Portugal. El ministro Sebastião José de Carvalho e Melo, marqués de
Pombal, fue su principal adversario; encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó
al resto en 1759. Con esta dura medida pretendía robustecer la autoridad real y dar una clara
señal al papa de que no toleraría intromisiones pontificias en los asuntos del Estado. Más de
mil jesuitas de Portugal y sus colonias fueron deportados con destino a los Estados Pontificios.
Clemente XIII protestó por la medida.

En 1763, Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos debido a la quiebra de


Antoine Lavalette en Martinica. El Parlamento de París, que ya desde la fundación de la Orden
había impugnado la presencia legal de la Orden en Francia, condenó las Constituciones y el rey
decretó la disolución de la orden en sus dominios, y el embargo de sus bienes.

Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la corona española a través de la
Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767 y cuyo dictamen fue
obra de Pedro Rodríguez de Campomanes (futuro conde de Campomanes), regalista y por
entonces fiscal del Consejo de Castilla.17 Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del
patrimonio que la Compañía tenía en estos reinos (haciendas, edificios, bibliotecas), aunque no
se encontró el supuesto «tesoro» en efectivo que se esperaba. Los hijos de san Ignacio
tuvieron que dejar el trabajo que realizaban en sus obras educativas (lo que supuso un duro
golpe para la formación de la juventud en la América hispana) y sus misiones entre indígenas,
como las famosas reducciones guaraníes y las menos célebres, pero no menos esforzadas
misiones en el noroeste de México (Baja California, Sonora y sierra Tarahumara) y a lo largo del
Amazonas (misiones del Marañón).
La supresión de los jesuitas se produjo el 21 de julio de 1773. Por razones políticas, los reyes de
Francia, España, Portugal y de las Dos Sicilias exigían la desaparición de la Compañía. El papa
Clemente XIV cedió a las fuertes presiones y mediante el breve Dominus ac Redemptor
suprimió la Compañía de Jesús.18 Los sacerdotes jesuitas podían convertirse al clero secular;
los escolares y hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos. En Roma, la ejecución del
breve estuvo a cargo de prelados acompañados por soldados y alguaciles, y Lorenzo Ricci
escuchó la sentencia sin decir palabra.19 Tanto él como su consejo de asistentes fueron
apresados y encerrados en el castillo Sant'Angelo (Roma) sin juicio alguno. Ricci murió en
prisión el 24 de noviembre de 1775, aseverando la inocencia de la Compañía de Jesús.19

Sin embargo, en Rusia —concretamente en Bielorrusia— y Prusia el edicto de supresión no fue


promulgado por los monarcas. Jesuitas de toda Europa aceptaron la oferta de refugio hecha
por la zarina Catalina la Grande, quien esperaba continuar así, con el apoyo intelectual de la
Compañía, la obra de modernización iniciada por Pedro el Grande.

En 1789 —el mismo año en que la Constitución de Estados Unidos entró en vigor y en el que se
inició la Revolución francesa— fue fundada por el obispo John Carroll —exjesuita— la
universidad católica más antigua de Estados Unidos, la de Georgetown, en Washington D.C.;
en el siglo XIX, sería integrada a la Compañía restaurada.

Restauración

Cuarenta años después, en medio de los efectos causados por la Revolución francesa, las
guerras napoleónicas y las guerras de independencia en la América Hispánica, Pío VII decidió
restaurar a la Compañía. De hecho, los jesuitas habían sobrevivido en Rusia —unos cuantos
centenares— protegidos por Catalina II. La restauración universal era vista como una respuesta
al desafío que representaban quienes eran vistos en ese entonces como los enemigos de la
Iglesia: la masonería y los liberales, principalmente.

Desde 1814 hasta el Concilio Vaticano II20 de 1962, la SJ es asociada con corrientes
conservadoras y elitistas. La Orden es identificada con un incondicional apoyo hacia la
autoridad del papa. Poco tiempo después de la restauración, el zar expulsa a los jesuitas de
Rusia. Los generales (Fortis, Roothaan y Beckx) vuelven a instalarse en Roma después de un
paréntesis de 40 años. Durante el siglo XIX la SJ sufre las consecuencias de las revoluciones
políticas de corte liberal y tiene que afrontar numerosos ataques. Acaba siendo nuevamente
expulsada de Portugal, Italia, Francia, España, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Alemania, etc.

El resurgimiento italiano, es decir, la unificación de la península bajo la égida de la Casa de


Saboya, acarreó complicaciones al papado y a la Compañía. Camillo Benso, conde de Cavour y
primer ministro del rey Víctor Manuel II, era francamente liberal y, por ende, anticlerical. En
1870 surge la «cuestión romana» cuando los ejércitos piamonteses ocupan Roma y el papa se
declara prisionero en el Vaticano. La situación política posterior en Italia, obligó al padre
general Luis Martín a abandonar Roma y a gobernar desde Fiésole.

A pesar de estas expulsiones y conflictos, el número de jesuitas va ascendiendo lentamente.


Cuando los jesuitas alemanes fueron expulsados por Otto von Bismarck, cientos de ellos se
trasladaron a Norteamérica y colaboraron en la evangelización del interior de los Estados
Unidos.

Siglo XX

A inicios del siglo XX el padre general es el alemán Franz Xaver Wernz y los jesuitas, alrededor
de 15 000. Durante la Primera Guerra Mundial asume el generalato el polaco Wlodimir
Ledóchowski que, considerado un excelente líder y administrador, desarrolla vigorosamente la
Orden en sus tradicionales frentes: educación y misiones. No faltaron los jesuitas que se
destacaron como capellanes y camilleros en las trincheras; entre ellos se cuentan el
paleontólogo y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin y el beato alemán Rupert Mayer,
apodado el “apóstol de Múnich”. Capellán del ejército y héroe de guerra, sus sermones contra
el nazismo motivaron su envío a un campo de concentración.21

Hacia el final de los años 1930, los jesuitas de Estados Unidos sobrepasan a los españoles en
número y pasan a formar el grupo regional más grande con más de 8000 jesuitas.

En España, por decreto de 23 de enero de 1932, la Segunda República disuelve la Compañía de


Jesús con el pretexto de que obedece a un poder extranjero (el papa) e incauta todos sus
bienes. Durante la guerra civil. Ese decreto es derogado el 3 de mayo de 1938 y la Compañía
vuelve a adquirir plena personalidad jurídica y puede realizar libremente todos los fines
propios de su Instituto, quedando, en cuanto a lo patrimonial, en la situación en que se hallaba
con anterioridad (B.O.E., 7 de mayo de 1938, p.7162s).

Después de la II Guerra Mundial

El general Wlodimir Ledochowski muere durante la contienda y el vicario general Norbert de


Boynes no puede convocar una Congregación General (XXIX) hasta septiembre de 1946,
cuando se elige al canonista belga Jean-Baptiste Janssens como vigésimo séptimo prepósito
general. Durante su gobierno, se desarrolló en Francia una escuela de pensamiento liderada
por teólogos jesuitas (Jean Daniélou, Henry de Lubac) y dominicos (Yves Congar), la llamada
“Nueva Teología”, que a juicio de Pío XII y la Curia Romana, ponía en peligro la ortodoxia y
unidad católicas. El papa publicó la encíclica Humani generis (1950), condenando severamente
las posturas de estos teólogos.

Los jesuitas más destacados antes y durante el Concilio Vaticano II fueron:

el paleontólogo francés y místico Pierre Teilhard de Chardin (autor de El fenómeno humano


y El medio divino, trató de reconciliar la fe con la teoría de la evolución),

el canadiense Bernard Lonergan (filósofo, autor de notables trabajos en epistemología)

el teólogo John Courtney Murray, quien trabaja por el reconocimiento de la libertad


religiosa,

Hans Urs von Balthasar (años después abandonaría la Orden pasando al clero secular), y

Karl Rahner (alemán, uno de los teólogos más prolíficos e influyentes del siglo XX).

Hacia finales de los años 1950, Teilhard y Murray son cuestionados por Roma. El evolucionismo
de Teilhard es visto como peligroso; en tanto, la posición favorable de Murray hacia el
ecumenismo y la libertad religiosa hace que el Vaticano también lo censure. El prepósito
general es obligado a callar a Teilhard, quien se retira en un exilio voluntario a Nueva York,
donde muere en 1955.

El 17 de septiembre de 1961, 26 jesuitas fueron expulsados de Cuba; la Curia y el Colegio de


Belén, el mismo en el que había estudiado Fidel Castro, se ubicaron a la espera en Miami,
mientras en la isla quedaron 48 jesuitas22 La expulsión ocurrió por la fuerza, los jesuitas, junto
a otros casi 130 religiosos, fueron enviados a España en el barco Covadonga.

Durante el gobierno de Janssens se desarrolla con fuerza un nuevo apostolado jesuítico: el


trabajo social. Se ha querido ver como pioneros de esta nueva manifestación del carisma
ignaciano a san José María Rubio (español) y san Alberto Hurtado (chileno). Este generalato
terminó casi al mismo tiempo que el Concilio y significó la apoteosis de la Compañía: la Orden
llega a su máxima expansión numérica (36 000 jesuitas) y se abre un nuevo capítulo en su
relación con Roma. La promulgación del decreto del concilio sobre libertad religiosa reivindica
al padre Murray. La figura del jesuita Karl Rahner cobra especial relevancia en el mundo
teológico, gracias a sus trabajos sobre la gracia, teología pastoral, los sacramentos,
espiritualidad, su concepto de los “cristianos anónimos”, etc.
Al final del mandato de Janssens se evidencia una crisis interna, fenómeno compartido por
gran parte de la Iglesia católica de los años 60. En 1965 (Congregación General 31), asume el
viceprovincial de Japón, el vasco Pedro Arrupe, en cuyo generalato se da un giro en la línea de
gobierno de la Compañía. Se pone gran énfasis en los temas de promoción de la justicia social
e inculturación del Evangelio. Pero los cambios en el mundo y en la Iglesia son acelerados y
comienza la disminución en el número de ingresos a los noviciados europeos. Miles de
sacerdotes católicos abandonan el ministerio en el periodo posconciliar; la Compañía no
escapó a esta tendencia, pues alrededor de 8000 jesuitas dejan la Orden. Arrupe es acusado
por sectores tradicionales de ser muy permisivo; otros lo ven como un profeta de la nueva
evangelización. La siguiente Congregación General, celebrada diez años más tarde, respalda a
Arrupe y proclama la nueva forma de entender la misión de la SJ: «Fe y justicia».

A pesar del aprecio que Pablo VI siente por la Orden, le llegan frecuentes quejas de los obispos
por desafíos de ciertos jesuitas al Magisterio. El mismo papa recibió críticas de teólogos
jesuitas por su encíclica Humanae Vitae. Durante la CG de 1975, Pablo VI prohíbe
explícitamente hacer cambios en lo referente al cuarto voto, impasse recogido por los medios
de comunicación. La innovación al interior de la Orden puso en peligro la propia naturaleza de
la Compañía tal como la fundó san Ignacio, expresada en una de sus características
fundamentales: el voto de obediencia al papa. En 1981, cuando Arrupe quedó paralizado por
una embolia, Juan Pablo II actuó por encima del Instituto SJ y nombró un delegado pontificio y
un adjunto para el gobierno de la Orden, los padres Paolo Dezza y Giuseppe Pittau,
respectivament, figuras que no están presentes en la legislación jesuítica. La respuesta de la
Compañía a esta medida extraordinaria fue ejemplar, salvo algunas voces críticas (carta de Karl
Rahner y otros teólogos al papa). Pero todos los observadores serios reconocieron que la
transición se hizo en un ambiente de paz. En 1983, cuando por fin se reunió la Congregación
General 33, el lingüista neerlandés Peter Hans Kolvenbach fue elegido como 29.° general.

Durante el largo generalato de Kolvenbach (1983-2008) se normalizaron las relaciones de la SJ


con el Vaticano. El general modificó ciertas estructuras de gobierno, renovó el apostolado
educativo y apoyó la creación de nuevos centros sociales y obras dedicados al trabajo con
refugiados y migrantes. Estas orientaciones fueron ratificadas por una nueva Congregación
General, la 34, reunida en 1995. El número de jesuitas continuó disminuyendo lentamente
durante los años 80 y 90, hasta situarse en 20 000 a inicios del siglo XXI. El principal declive
numérico se registra en Europa, en menor medida en Estados Unidos y América Latina. En
cambio, la Compañía de Jesús crece en África (1427 jesuitas en 2009) y, sobre todo, en la India
(4004, según el Servicio de Información SJ de abril de 2009).

Situación actual

La Compañía de Jesús ha cambiado a lo largo de los siglos. Sus publicaciones dirigidas al


exterior afirman que el cambio ha sido externo, en ciertas formas. Algunos detractores (el
exjesuita Malachi Martin, el historiador y político español Ricardo de la Cierva) hablan de un
relajamiento en su espíritu, incluso de haber adoptado criterios modernistas. A inicios del siglo
XXI la Compañía incluye en su seno diferentes identidades eclesiales, desde las conservadoras,
hasta las más progresistas. Un ejemplo de estas últimas posiciones es la teología de la
liberación desarrollada por algunos jesuitas, entre otros sacerdotes y religiosos, en América
Latina durante los años 1960 y 70.

El hecho de tomar partido ha sido a veces peligroso para los jesuitas. En 1983, el sacerdote
James F. Carney (el “padre Guadalupe”), fue asesinado en Honduras por militares debido a su
ideología revolucionaria. Seis años más tarde, el jesuita Ignacio Ellacuría y otros cinco religiosos
de la Compañía, murieron a manos de la Fuerza Armada de El Salvador, luego de una larga e
intensa actividad en defensa de los derechos humanos en ese país. Varios han muerto en
guerras civiles en África, India y el sudeste de Asia, realizando acciones de ayuda social.

La Compañía de Jesús tiene fuertes debates internos, signo visto como fortaleza o debilidad
dependiendo de los criterios. En esta línea, el 6 de mayo de 2005 se hizo público el retiro de
Thomas Reese, S.J., como editor de America, la prestigiosa revista jesuita de Estados Unidos. La
Congregación para la Doctrina de la Fe pidió a la Compañía su remoción argumentando que su
línea editorial ponía en duda el magisterio de la Iglesia. Y, en marzo de 2007, el mismo instituto
condenó la obra del teólogo salvadoreño, de origen español, Jon Sobrino, uno de los padres de
la teología de la liberación, porque «sus proposiciones no están en conformidad con la
doctrina de la Iglesia». «La medida no puede ser interpretada como una sanción o condena»
del teólogo, señaló el portavoz del Vaticano, el sacerdote Federico Lombardi, jesuita como
Sobrino. Entre otros famosos jesuitas cuestionados o censurados en su momento por la misma
Iglesia católica, se encuentran Jacques Dupuis, Pierre Teilhard de Chardin, John Courtney
Murray y (en una orientación totalmente distinta de los anteriores) el escritor argentino
Leonardo Castellani, quien fue expulsado de la Orden por los jesuitas mismos.

En un contexto de cambios rápidos y profundos en la sociedad (y por tanto en la Iglesia), y


transcurridos 12 años desde la CG 34 (1995), los jesuitas consideraron necesario reunir su
máximo cuerpo legislativo para responder con «fidelidad creativa» a los nuevos retos. Después
de casi 25 años en el gobierno, Kolvenbach anunció en 2005 su deseo de dimitir y convocó la
Congregación General 35, que comenzó el 7 de enero de 2008.

Kolvenbach, después de obtener el consentimiento de Benedicto XVI y escuchar a sus


consejeros, decidió presentar su renuncia, aduciendo avanzada edad (casi 80 años) y la larga
duración de su gobierno (casi 25).23 A Kolvenbach le sucedió el español Adolfo Nicolás (71
años), elegido en la segunda votación.
Algunas personas consideran que los precedentes de la actual situación de la Compañía datan
desde mediados de los años 1950, cuando comenzaron a disminuir las vocaciones en Europa.
[cita requerida] En 1965 llega al máximo de su extensión, con 36 000 jesuitas. La edad
promedio de los jesuitas es de 57 años. En el último cuarto de siglo la disminución del número
de miembros ha motivado la unificación de algunas provincias y el cierre de obras o el traspaso
de la dirección de algunas a seglares. En 2009 entraron en la Orden 453 novicios (el 40 % de
ellos en Asia).

A continuación se presenta la evolución numérica de los jesuitas en algunos años, según las
estadísticas oficiales de la Compañía:

1 de enero de 1910: 16 295 jesuitas.

1 de enero de 1965: 36 038 jesuitas (máxima expansión).

1 de enero de 1973: 29 436 jesuitas.

1 de enero de 2002: 21 061 jesuitas (14.848 sacerdotes, 2.231 hermanos, 3.965 escolares).

1 de enero de 2003: 20 403 jesuitas.

1 de enero de 2007: 19 216 jesuitas.

1 de enero de 2009: 18 516 jesuitas (13 112 sacerdotes, 1699 hermanos, 3705 escolares).

1 de enero de 2012: 17 637 jesuitas.

1 de enero de 2013: 17 287 jesuitas (12 298 sacerdotes, 1400 hermanos 2878 estudiantes y
711 novicios).

1 de enero de 2014: 16 968 jesuitas (12 107 sacerdotes, 1331 hermanos, 2842 estudiantes y
706 novicios).

Obras encomendadas en la actualidad

Iglesia jesuita en Cuzco, Perú.

Obras de la SJ o encomendadas a ella son: Radio Vaticana, Observatorio Astronómico Vaticano,


el Movimiento de Educación Popular Fe y Alegría (obra intercongregacional fundada en
Venezuela, que dirige la SJ y cuenta con 2600 centros en Hispanoamérica), Hogar de Cristo
(obra social presente en Chile, Perú y Ecuador), Servicio Jesuita a Refugiados, fundado por
Pedro Arrupe (general entre 1965 y 1983), centenares de misiones, parroquias y centros
sociales. Otro frente del trabajo ignaciano son los centros de espiritualidad y casas de
ejercicios espirituales. Del apostolado educativo de la Orden, prioritaria ya desde el gobierno
de san Ignacio, se habla más abajo.

Además, son asesores de una institución laica de derecho pontificio: las Comunidad de Vida
Cristiana (CVX), con los que comparten la misma espiritualidad.

Denominación y símbolos

El nombre de «jesuitas» se empezó a utilizar en Alemania, como le hizo notar san Pedro
Canisio a san Pedro Fabro en una carta de 1545: «seguimos llevando adelante las obras de
nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos que incluso nos llaman
'jesuitas'». La denominación se extendió al resto de Europa. Ignacio de Loyola había leído
durante su convalecencia en 1521 libros piadosos, entre ellos la Vida de Cristo del cartujo
Ludolfo de Sajonia (fallecido en 1378), que había sido traducido del latín al castellano por fray
Ambrosio Montesino (Alcalá, 1502). Un capítulo de dicha obra dice:

¡Jesús, Jesús, cuánto dice un nombre! Este nombre de Cristo es nombre de gracia; mas este
nombre de Jesús es nombre de gloria. Por la gracia del bautismo se toma el nombre de
cristiano y de la misma manera en, la gloria celestial serán llamados los santos, jesuitas, que
quiere decir salvados por la virtud del Salvador.

Sin embargo, el término «jesuita», que en su variante peyorativa data de 1544-1552 nunca fue
usado por Loyola. Las Constituciones SJ (1554) hablan de «los de la Compañía», y la Santa
Sede, hasta los años 70, siempre habló de «los religiosos de la Compañía de Jesús». En síntesis,
el apelativo «jesuita» les fue aplicado inicialmente a los miembros de la Compañía de modo
despectivo, pero con el paso del tiempo adquirió un tono neutral o positivo.

Según un artículo publicado por el diario español ABC:24

La palabra "jesuita" no fue inventada, ni mucho menos utilizada, por San Ignacio de Loyola.
Tampoco por la Compañía, que no utilizó dicho término en ninguna de sus Constituciones o
documentos oficiales desde la aprobación de la orden en 1540 hasta 1975. Según indica el
padre Araoz, durante los primeros años de la Compañía a los "seguidores de San Ignacio" se les
denominaba de muy distintos modos: "iñiguistas", "papistas", "sacerdotes reformados",
"teatinos" o "apóstoles". De hecho, el término "jesuitas" surgió como un modo despectivo de
nombrar a los miembros de la congregación recién aprobada por Paulo III, sobre todo en
Austria y Alemania, países donde había triunfado la Reforma (...). La evolución semántica de
este término fue derivando hacia tres posibles significados: la atribución a los religiosos de esta
orden de fechorías de todo género; como sinónimo de "astuto" e "hipócrita"; o simplemente
como un modo coloquial de designarles. (Diario ABC, 5 de enero de 2008)

Este último sentido acabó por imponerse en el mundo católico. En la Congregación General 32
(1975) se utilizó por primera vez el término “jesuita” en un documento oficial.

El lema de los jesuitas es Ad maiorem Dei gloriam, también conocido por su abreviatura
AMDG. En latín significa ‘A la mayor gloria de Dios’.

Las siglas IHS, tradicional monograma de la palabra Jesús, fue adoptado en su sello por san
Ignacio, con lo que devino en símbolo de la Compañía.25

Carisma

Una de las ideas claves para explicar el ideario ignaciano es su espiritualidad, entendida como
una forma concreta de plasmar su seguimiento de Cristo. Esta característica fue desarrollada
por San Ignacio en el libro de los Ejercicios espirituales y se refleja también a lo largo de las
Constituciones de la Compañía, de las cartas del Fundador y otros documentos de los primeros
jesuitas (Jerónimo Nadal, Luis González de Cámara, los santos Pedro Fabro y Francisco
Xavier...). Se caracteriza por el deseo que expresó San Ignacio de «buscar y encontrar a Dios en
todas las cosas». Esto significa que es una espiritualidad vinculada a la vida, que invita a los
que la siguen a levantar la mirada hacia la globalidad, pero aterrizando en lo concreto y lo
cercano.

Implica un gran dinamismo, ya que obliga a estar siempre atentos a los nuevos retos y tratar
de responder a ellos. Esto ha conducido a los jesuitas a realizar su trabajo, en muchas
ocasiones, en las llamadas «fronteras», sean geográficas o culturales. Esta espiritualidad ha
impregnado no sólo el estilo de los jesuitas, sino también de otras Congregaciones Religiosas y
numerosos grupos de laicos.

El fomento y difusión de esta espiritualidad tiene su eje central en lo que llamamos los
Ejercicios espirituales, que son un proceso de experiencia de Dios para buscar, descubrir y
seguir su voluntad.

Algunos conceptos centrales de su espiritualidad son:


La Encarnación: Dios no es un ser lejano o pasivo, sino que está actuando en el corazón de la
realidad, en el mundo, aquí y ahora; eso es lo que representa la Encarnación de Dios en un ser
humano, Jesús de Nazaret. La espiritualidad de Ignacio es activa; es un discernimiento
continuo, un conocimiento del Espíritu de Dios actuando en el mundo, en forma de amor y de
servicio.

El «tanto cuanto»: El hombre puede utilizar todas las cosas que hay en el mundo tanto
cuanto le ayuden para su fin, y de la misma manera apartarse de ellas en cuanto se lo impidan.

La «indiferencia»: La necesidad de ser indiferentes a las cosas del mundo, en el sentido de


no condicionar a circunstancias materiales la misión que el hombre tiene en su vida. Es una
manera de enfocar los esfuerzos en aquello que es considerado importante y trascendental,
distinguiéndolo de aquello que no lo es.

El «magis»: Solamente desear y elegir lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido
creados. Este 'más' (magis en latín) se trata de realizar la misión de la mejor manera posible,
exigiendo siempre más, de manera apasionada.

La labor educativa

Véase también: Categoría:Universidades jesuitas

La educación es asumida por la Compañía de Jesús como una participación en la misión


evangelizadora de la Iglesia. Por eso sus centros ofrecen a la sociedad, según su propio criterio,
una clara inspiración cristiana y un modelo de educación liberadora y humana. Los jesuitas
tienen instituciones en todos los niveles educativos: universidades, colegios, centros de
formación profesional o redes educativas.

En 69 países la Compañía tiene 231 instituciones de educación superior (universidades), 462


de secundaria, 187 de primaria y 70 de profesional o técnica.

En ellas trabajan 130.571 seglares y 3.732 jesuitas como educadores o administradores.

Además, existen las Redes Educativas (principalmente de Fe y Alegría en Latinoamérica) con


2.947 centros.

El número total de alumnos se calcula en unos 2.928.806.26

Los jesuitas han fundado centros educativos en todos los continentes; en 1640 contaban ya
con 500 de estudios superiores repartidos por Europa y América. La cifra fue aumentando a lo
largo del siglo siguiente, hasta alcanzar la más importante red educativa de la época: más de
800 colegios y universidades al momento de su supresión.
Eran muy reconocidos los métodos que empleaban en materia de educación, que básicamente
se fundamentaban, desde 1599, en la Ratio Studiorum y en la IV Parte de las Constituciones de
la Compañía. Desde 1986 han actualizado sus métodos y paradigmas educativos por medio del
documento Características de la Educación SJ, al que siguió en 1993 Pedagogía Ignacia: un
planteamiento práctico.

Algunos antiguos alumnos de centros jesuitas que se pueden destacar son: Descartes, Voltaire,
Cervantes, Quevedo, San Francisco de Sales, José Ortega y Gasset, Antoine de Saint-Exupéry,
Charles de Gaulle, Vicente Huidobro, Alfred Hitchcock, Vicente Fox, Fidel Castro y James Joyce.
De entre los literatos españoles cabe añadir, además de los mencionados, a Calderón de la
Barca, Gabriel Miró, Miguel Hernández y otros.

Estructura interna

La Compañía de Jesús está regida por el Padre o Prepósito General, que goza de grandes
atribuciones de acuerdo a su Instituto (nombra a los provinciales y a los superiores de algunas
casas y obras muy importantes); su cargo es vitalicio. Sin embargo, puede renunciar a este si
una causa grave lo inhabilita definitivamente para sus tareas de gobierno. En otros casos,
como enfermedad o edad avanzada, el General puede nombrar un Vicario Coadjutor. Pero, por
encima de él, la Congregación General es el órgano supremo de gobierno de la Compañía.

Al Prepósito General lo ayudan directamente en su tarea, cuatro asistentes generales


(Asistentes ad Providentiam, elegidos por la CG), que tienen por objetivo atender a la salud y
gobierno del General y vigilar su capacidad de gestión. Además, existen los asistentes
regionales, los provinciales, los superiores de regiones y los superiores locales. Hay órganos de
gobierno que se reúnen periódicamente, como las Congregaciones Provinciales y la
Congregación de Procuradores.

El conjunto de las normas y principios que guían la vida de los jesuitas está recogido en las
Constituciones, redactadas por Ignacio de Loyola. Para facilitar el gobierno, la Orden está
dividida en sectores geográficos o lingüísticos llamados asistencias (actualmente son nueve) y,
dentro de cada una de ellas, en provincias que suman un total de 64.

Relación de Superiores Generales

Artículo principal: General de la Compañía de Jesús

Santos jesuitas

Categorías principales: Santos jesuitas y Beatos jesuitas.


Papa

Desde la fundación de la Compañía de Jesús hasta el año 2013, ningún jesuita, considerados
grandes consejeros e influyentes miembros de la Curia Romana desde los siglos XVI y XVII
hasta el pontificado de Juan Pablo II, se había convertido en papa.

Sin embargo, el 13 de marzo de 2013, durante la quinta votación del cónclave derivado de la
renuncia del Benedicto XVI, fue elegido como nuevo papa el arzobispo de Buenos Aires,
Argentina, Jorge Mario Bergoglio S.J., quien se impuso el nombre de Francisco. Además del
cardenal Bergoglio, otro cardenal elector pertenece a la orden: el indonesio Julius
Darmaatmadja, quien se excusó de asistir a ese cónclave por problemas de salud.

En el cine y la literatura

La misión, película de 1986 dirigida por Roland Joffé, ganadora del Festival de Cannes.
Ambientada en el siglo XVIII en las reducciones jesuíticas del Paraguay y noreste de Argentina,
recrea los eventos que condujeron a la destrucción de esas misiones y a la supresión de la SJ.
La famosa banda sonora del filme fue compuesta por Ennio Morricone.

Sotana negra (Black Robe), filme cadaniense de 1991 acerca de un jesuita francés del siglo
XVII que misiona entre los algonquinos del Canadá.

El vizconde de Bragelonne, novela de Alejandro Dumas, en la que Aramis, uno de los tres
mosqueteros, se ha convertido en jesuita y desempeña un papel importante en la trama.

Retrato del artista adolescente, libro de James Joyce (exalumno de la Compañía) en la que el
protagonista, Stephen Dedalus, es estudiante de dos centros jesuitas irlandeses: Clongowes
Wood College y Belvedere.

"Un caso de conciencia" (A Case of Conscience), es una novela de ciencia ficción del escritor
estadounidense James Blish, publicada por primera vez en 1958 por Ballantine Books. Narra la
historia de un jesuita que investiga una raza alienígena que no tiene religión mas posee un
perfecto sentido de moralidad innato, lo que contradice las enseñanzas católicas. La novela
recibió en 1959 el premio Hugo a la mejor novela de ciencia ficción o fantasía.

El gorrión (The Sparrow), obra de Mary Doria Russell, publicada en español como Rakhat: la
última misión de la Compañía. Es una premiada novela de ciencia ficción de 1996 acerca de
una misión jesuita enviada a una civilización extraterrestre. Su secuela, escrita dos años más
tarde se llama Los niños de Dios.

El exorcista, libro de William Peter Blatty, llevado al cine con el mismo nombre por William
Friedkin. El filme, protagonizado por Max von Sydow y con guion del autor de la novela, fue
rodado en las universidades jesuitas estadounidenses de Georgetown (donde se graduó Blatty)
y Fordham. Dos sacerdotes de la Compañía intervienen en un caso de posesión diabólica en
Washington.

El hombre de la máscara de hierro, película de 1998 dirigida por Randall Wallace y basada en
la novela de Dumas El vizconde de Bragelonne, en la que Jeremy Irons interpreta a Aramis,
"General oculto" de los jesuitas, según la trama.

Padre Pro, cinta de 2007 basada en la vida del mártir Miguel Agustín Pro, dirigida Miguel
Rico Tavera. Este jesuita mexicano, ejecutado durante los conflictos anticlericales de los años
1920 conocidos como Guerra Cristera, fue beatificado por Juan Pablo II.

El último jesuita, novela histórica de Pedro Miguel Lamet, él mismo sacerdote de la


Compañía, sobre la supresión de la Orden en el siglo XVIII por el papa Clemente XIV tras las
presiones y conjuras políticas del rey Carlos III.

Hyperion es una saga de ciencia ficción escrito por Dan Simmons y publicado en 1989; una
de sus historias tiene como protagonistas a dos sacerdotes jesuitas.

"La araña negra", novela de Vicente Blasco Ibáñez donde se descubre el intrigante mundo de
la Compañía de Jesús y su relación con el poder.

"La vocation suspendue" (la vocación suspendida) es una novela semiautobiográfica de


Pierre Klossowski publicada en 1950 en la que se narran las peripecias de un seminarista en
crisis y en la que aparece un intrigante jesuita catalán que se hace pasar por un pintor
vanguardista disipado que examina y pone a prueba la vocación de los jóvenes aspirantes al
sacerdocio

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