Es conveniente que tú, en primer lugar, tengas en cuenta que uno es el primer principio y tal es llamado, según Anaxágoras, intelecto, del cual proviene todo en el orden del ser, a fin de que muestren al mismo ser. Pues el entendimiento se complace en mostrar y comunicar la luz de su inteligencia. Por lo tanto el intelecto hacedor, por cuanto se constituye fin de sus obras, es decir para, manifestar su grandeza, crea las sustancias cognoscitivas, que pueden ver su verdad, y a ellas se brinda el mismo hacedor según el modo en el que pueden captar al que se hace visible. Saber esto es lo primero, en ello está todo contenido complicadamente. En segundo lugar has de saber cómo aquello que no es verdadero ni tampoco verosímil, no es. Ahora bien, todo lo que es diversamente es en otro antes que en sí. Pues es “en sí” en cuanto en su ser verdadero, en cambio “en otro” en cuanto en su ser similar al verdadero, como lo cálido es en sí como en su ser verdadero y en lo calefaccionado es según una similitud de su calidez. Ahora bien hay tres modos cognoscitivos, es decir, sensible, intelectual o inteligencial, los cuales son llamados, según Agustín, cielos. Lo sensible está en el sentido por su especie sensible o similitud, y el sentido en lo sensible por su especie sensitiva. Así lo inteligible está en el intelecto por su similitud inteligible y el intelecto en el inteligible por su similitud intelectiva. De la misma manera, lo inteligencial en la inteligencia, y a la inversa. Que estos términos no te turben, porque en alguna ocasión lo inteligencial es llamado intelectible. Yo, en realidad, lo denomino así a causa de las inteligencias. En tercer lugar, tomarás nota del dicho de Protágoras que el hombre es “medida de todas las cosas”. Pues con el sentido mide lo sensible, con el intelecto, lo inteligible y lo que está por sobre lo inteligible lo alcanza en el exceso. Y esto lo hace a raíz de lo dicho anteriormente. Pues en tanto sabe que el alma cognoscitiva es el fin de lo cognoscible, sabe, a partir de la potencia sensitiva, que lo sensible debe ser de manera tal que pueda ser sentido; de la misma manera respecto de lo inteligible de modo que pueda ser entendido, y lo que está por sobre nuestro inteligir, en cambio, de tal manera que en cuanto es excedente se sitúa por sobre nuestro inteligir. De donde el hombre encuentra en sí como en una razón mensurante todo lo creado. En cuarto lugar, advierte que Hermes Trismegisto dice que el hombre es un “segundo dios”. Pues así como Dios es creador de los entes reales y de las formas naturales, de la misma manera lo es el hombre de los entes racionales y de las formas artificiales, los cuales no son sino semejanzas de su propio intelecto, de la misma forma como las creaturas de Dios son semejanzas del intelecto divino. Por esto el hombre posee intelecto, el cual es semejanza del intelecto divino en el crear. De ahí que cree las semejanzas de las semejanzas del intelecto divino, a la manera como las figuras extrínsecas artificiales son semejanzas intrínsecas de la forma natural. De donde mide a su intelecto por medio de la potencia de sus obras y a partir de esto mide al intelecto divino, a la manera cómo la verdad es medida por medio de la imagen. Además tiene una vista sutilísima por medio de la cual ve que el enigma es el enigma de la verdad, para que sepa que ésta es la verdad, la cual no es expresable en figura en cualquier enigma.