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El coito heterosexual
De todas las formas de sexualidad, el coito entre personas de distinto sexo, es la forma
predominante de contacto sexual.
Cualquier acto de este tipo suele ir precedido de un
cortejo o fase presexual. Esta pauta de comportamiento
ha encontrado en la mayoría de las culturas e incluso en
casi todas las especies de animales superiores. El cortejo
tiene como misión aumentar el grado de excitación que
favorezca la relación sexual. A medida que aumenta el
nivel de cultura también aumenta el tiempo del cortejo.
Las caricias, como es obvio, incluyen toda una serie de técnicas o manipulaciones
dirigidas a las zonas erógenas, tantas como la imaginación y la espontaneidad puedan
sugerir.
El coito y su duración
De todos los comportamientos sexuales, el coito parece ser sobre el que recae toda la
atención de los participantes. Es en torno al coito sobre el que se
monta toda la trama sexual. No obstante en la actualidad,
descartando la relación meramente procreativa y reconsiderando
los verdaderos deseos y estimulación y de placer de la mujer éste
puede ser desplazado hacia otros comportamientos más
solicitados. Es algo así como considerar perfectamente válida
una relación sexual descoitizada y hasta desgenitalizada.
Cuando se habla de una relación descoitizada nos referimos a
que puede existir una excelente sexualidad, donde no siempre
sea imprescindible la penetración. No se trata de excluirla, sino
de situarla en su adecuado contexto. Lo mismo ocurre con la
desgenitalización de las relaciones sexuales, a favor de otras zonas erógenas a las que
se excluye por sistema. Tampoco se trata de no estimular la zona genital, la más rica en
Psic. Jorge Paredes Asignatura: Comportamiento sexual
terminaciones nerviosas y por lo tanto la más placentera, sino en reivindicar la sexualidad
para todo el cuerpo y no tan sólo para una parte concreta de él.
El investigador Dichinson quien fuel primero en estudiar estas cuestiones por allá en
1931, puso de manifiesto al realizar un estudio sobre una muestra de 526 parejas
estadounidenses, que el 50% de los hombres eyaculaba o conseguía el orgasmo antes de
los cinco minutos, después de la penetración. Con todo, se referían a parejas estables y
experimentadas, pero el tiempo era tan escaso como para hacer enfadar a las damas.
En lo que se refería a los jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Barcelona,
la duración del coito, cincuenta años más tarde que el estudio anterior, queda reflejada en
el siguiente cuadro. Aquí no eran parejas ni establecidas ni experimentadas, aunque el
tiempo que pasaba antes de que eyacularan era superior al del estudio anterior; de ese
estudio se desprende que un tercio de los varones estudiantes, eyacula muy rápido. Otro
tercio, lo hace después de unos minutos, entre 3 y 6 y otra parte, después de entre 6 y 10
minutos o más.
De todas formas no ser trata de que las parejas se lleven un reloj a la cama, ni de
controlar obsesivamente los tiempos como si se tratara de una competición, sino de poner
en evidencia que el hombre sigue eyaculando muy rápido, en contraste con el tiempo que
precisa la mujer para conseguir el orgasmo. Lo triste es que la mayoría de los hombres
dan por concluido el acto sexual una vez que han eyaculado.
Para esta actividad, el hombre prefiere la luz, en cambio la mujer, aunque se evidencian
ciertos cambios, prefiere la oscuridad o poca luz. Este fenómeno se explica fácilmente
por la cultura y es que el hombre ha aprendido a excitarse mediante los estímulos
visuales
Asociados con el sexo, como las piernas, muslos, pechos, caderas, vello público. etc.
En cambio la mujer ha sido obligada a depender de otro tipo de estímulos como los
emotivos, sentimentales e independientes de lo visual. eso no quiere decir que la mujer no
se excite, ya que cada vez es más frecuente que lo haga al ver, en determinadas
circunstancias a un hombre desnudo, sino que como la mayor parte pornografía y el
erotismo van dirigidos al hombre y son ellos quienes la producen, ellas todavía no
adquirido este aprendizaje cultural.
Para los hombres, las noches y la luz encendida es casi la normal. Las mujeres, en
cambio, prefieren la espontaneidad de cuando “surja” y la luz semi-apagada. Desde el
punto de vista antropológico, no hay ninguna razón, de no existir causas o presiones
específicas que justifiquen que casi sean los hombres quienes tomen la iniciativa de las
demandas sexuales. Hoy por hoy en nuestra cultura occidental las mujeres lo hacen con
la misma frecuencia.
Ellen Rowland