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Eduardo García de Enterría

Cuatro maestros de París, una época del Derecho


Administrativo

Sumario: I.    El acto de jubilación y de homenaje a los profesores De Laubadère, Mathiot, Rivero y Vedel.
—II.    Su personificación de una época del Derecho administrativo, la de la postguerra, subsiguiente a los
dos grandes maestros Hauriou y Duguit.—III.    La formación de esta generación en las dos grandes
escuelas.—IV.    De las fases «teológica» y «metafísica» a la fase «positiva» del Derecho Administrativo.
El programa de la generación expresado por Rivero y su fiel cumplimiento.—V.    La obra del grupo.

El día 3 de marzo de 1980, en la vieja y gloriosa Facultad de Derecho de Panthéon-


Sorbona de París, el Presidente de la Universidad de París II, Profesor Jacques ROBERT,
ante un brillante grupo de autoridades del Estado, del Derecho y de la ciencia y ante un
numeroso público universitario, hacía entrega en un acto solemne a cuatro excepcionales
maestros del Derecho Público francés de un libro en dos tomos que en homenaje a su
coincidente jubilación forzosa les han dedicado dicha Universidad y sus miembros.

Esos maestros son los Profesores André DE LAUBADÈRE, André MATHIOT, Jean
RIVERO y Georges VEDEL, y el libro, bajo el título voluntariamente neutro de Pages de
doctrine  {1}, reúne una selección de trabajos de los cuatro Profesores agrupados por
grandes capítulos sistemáticos. Haciendo excepción a la práctica ordinaria de los Libros
Homenaje, que supone reunir trabajos de los colegas del festejado escritos en honor de éste,
esta vez el homenaje ha consistido en recopilar diferentes trabajos de los que los propios
homenajeados son autores. La novedad parece en este caso más que justificada, dada, en
primer término, la calidad y significación general de esos trabajos y también el hecho de
que en su recopilación en un libro unitario se viene a demostrar y subrayar la excepcional
fraternidad de estos cuatro maestros y la unidad de su largo y fructífero combate por el
Derecho.

«Cuatro hombres reunidos por y en un mismo libro —decía el Presidente de la Universidad


en el acto aludido—. Cuatro hombres a quienes ha reunido una vez y otra a lo largo de
medio siglo una complicidad de estudiantes, una camaradería de oposiciones, una
solidaridad de combate, una fraternidad de cautiverio, una amistad intelectual y familiar
calurosa, una maravillosa identidad de visión sobre los problemas de nuestro tiempo.» A
ellos también se refirió el mismo discurso llamándoles irónicamente «la banda de los
cuatro» —aunque, esta vez, la influencia de la banda haya sido benéfica— y también los
«mosqueteros del Derecho Público». El libro que comentamos se abre justamente con una
fotografía conjunta de este grupo eminente.
II

Esta jubilación coincidente, que se dijo que causaba a la Universidad una «terrible
hemorragia», una «amputación terrible», viene a marcar en realidad toda una época del
Derecho Administrativo francés, vale decir del Derecho Administrativo tout court. Esta
época es la abierta en Francia tras la segunda Guerra Mundial, época personificada con
toda justicia por tres de esos cuatro nombres, DE LAUBADÈRE, RIVERO y VEDEL
(MATHIOT, aunque hace su tesis en 1934 sobre un tema jurídico-administrativo y publica
varios artículos y notas jurisprudenciales sobre esta materia, así como varios cursos
universitarios policopiados entre 1960 y 1968 de Derecho Administrativo, se significará
sobre todo como constitucionalista y politólogo).

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Ïb_(þb_´_ü¿0’÷¿ÿÿÿÿ¸Ïb_\J÷¿____:pD_#_D_ÔÓb_ÌÏb_0ªC_dÓb_äÏb_Tá@_€\nda de lo
jurídico, se lanza arriesgadamente a proponer verdaderas «teorías generales del Derecho y
del Estado»: DUGUIT, «la teoría realista del Derecho», el «objetivismo jurídico», «giro
copernicano» o gran «transformación contemporánea del Derecho Público» que desaloja el
mito tradicional del poder como pieza central del sistema para poner en su lugar la idea del
servicio público, HAURIOU, el institucionalismo jurídico, «la primacía de lo subjetivo por
relación a lo objetivo», «el individualismo desfalleciente». Este gran proceso creador, junto
con el que simultáneamente están cumpliendo en Alemania Otto MAYER y su escuela y en
Italia Vittorio Emmanuele ORLANDO y los suyos, especialmente Santi ROMANO, es el
que ha configurado, simplemente, el Derecho Administrativo actual y el que le ha dotado
de su formidable elasticidad y vitalidad, capaz a la vez de pasar de la micrología más
rigurosa en el análisis de los actos administrativos menos imponentes y de los vicios de
legalidad más sutiles, a las grandes cuestiones de principio, desde las cuales poder dominar
los temas centrales del Derecho Público en su conjunto y aun del Derecho en general {2},
HAURIOU y DUGUIT no han sido sólo grandes faiseurs de systèmes  {3}, sino que, a la
vez, han probado cumplidamente su condición de formidables juristas positivos, no sólo en
sus grandes y aun inmarchitos tratados, sino también comentando con fruición y agudeza
nunca desfallecientes los arrêts del Consejo de Estado y orientando día a día los avances
jurisprudenciales, como en el caso de HAURIOU (¡se han contado 344 comentarios de
Sentencias de HAURIOU!) o, en el de Duguit, formulando una famosa, y aun operativa
como «técnica jurídica», clasificación sistemática de los actos jurídicos, o poniendo en
marcha la formidable reconstrucción de la totalidad de las teorías del Derecho
Administrativo que mereció el nombre de «Escuela del Servicio público», que ha
dominado medio siglo de jurismo europeo. Es más: con plena objetividad puede decirse
que su condición de grandes teóricos y sistematizadores es una consecuencia de su
condición previa de minuciosos juristas positivos, y no a la inversa; los grandes principios
pretenden ser por ellos inducidos del análisis pormenorizado de los problemas concretos
del Derecho Administrativo, lo que les da un lugar perfectamente singular en el planeta de
los teóricos generales.

Pues bien, la segunda Guerra Mundial se produjo justo en el momento en que esa brillante
etapa de la ciencia del Derecho Público acababa de pasar. HAURIOU es jubilado en 1928 y
fallece en 1929; DUGUIT fallece tres meses después. Como continuador del primero
(aunque con la reserva de la extraordinaria complejidad y amplitud de su pensamiento, que
hizo difícil desde el primer momento poder hablar de una «escuela de HAURIOU») resta
en ejercicio el tolosano Achille MESTRE, hombre espiritual y parece ser que animador sin
igual, pero poco amigo de la obra escrita, que ha convivido con HAURIOU como profesor
en las propias aulas tolosanas y que desde 1922 ha «subido» a París {4}; del segundo, más
venturoso en la prolongación de discípulos, queda la gran figura de Gaston JÈZE y todos
los profesores, que son la mayoría en ejercicio, que prolongan los dogmas de la Escuela del
servicio público, Escuela perfectamente perfilada y segura aún como nunca de sus grandes
dogmas.

La guerra y la post-guerra, con sus enormes transformaciones, rompen esos dogmas


enseguida, sin embargo. En 1952 simultáneamente RIVERO en su básico artículo
publicado en los «Archivos de Philosophie del Droit», Le régime des entreprises
nationalisées et l'evolution du Droit administratif  {5}, y DE LAUBADÈRE en su trabajo
paralelo Reflexions sur la crise du Droit administratif française  {6}, se aperciben
lúcidamente por vez primera {7} de que el régimen de las empresas públicas ha demostrado
no sólo el declinar de la noción básica del concepto central del servicio público y de sus
supuestas reglas originales, sino que «ha hecho nacer la duda sobre su valor original....
falsa idea clara, no ha podido resistir a la crítica que las circunstancias han suscitado» {8}.
Esta brecha será ensanchada definitivamente, hasta llegar al hundimiento inapelable de los
grandes dogmas duguitianos, inmediatamente. En 1953 se publican, por una parte, el Curso
de Doctorado de EINSENMANN: L'autonomie du Droit administratif (edición policopiada
de «Les Cours de Droit») y, por otra, la tesis de J. L. DE CORAIL (realizada en Toulouse,
bajo la dirección de otro continuador de HAURIOUR, Paul COUZINET) La crise de la
notions de service pubIic en Droit administratif français (edición L.G.D.J.). La situación
de naufragio, de desamparo es total. ¿Dónde anclar el sistema entero del Derecho
Administrativo al haber desaparecido el cimiento que hasta entonces, aparentemente, le
había sostenido?

III

Es ésta justamente la ocasión histórica precisa en que entra en juego la nueva escuela
francesa del Derecho Público que personifican como nadie los tres grandes nombres de DE
LAUBADÈRE, RIVERO y VEDEL. Ellos mismos se han formado en esa gran tradición
inmediata. DE LAUBADÈRE ha hecho todos sus estudios en Burdeos, donde permanece
perfectamente viva la Escuela jurídica que ha recibido el nombre de la ciudad; su tesis
doctoral es de 1935 y gana la Agregación dos años después, para ser afectado de nuevo a
Burdeos hasta 1942. Aunque DE LAUDADÈRE excusa toda toma de principio, y más bien
ha puesto de relieve el carácter complementario de las doctrinas de los dos grandes
maestros en la formación de los principios del Derecho Administrativo moderno {9},
revela, sin embargo, su formación duguitiana originaria recogiendo en todas las ediciones
de su gran Traité de Droit Administratif  {10} en el capítulo introductorio un epígrafe donde
expone «La técnica jurídica del Derecho Administrativo», expresión de sus «conceptos de
base», que no serán otros que las grandes categorizaciones de DUGUIT sobre las reglas del
Derecho, las situaciones jurídicas y los actos jurídicos.

RIVERO, a su vez, viene del Sur (en realidad, los tres autores son meridionales, pirenaicos,
más concretamente, lo que constituye entre ellos otro lazo de unión no desdeñable) y aporta
en sus bagajes más bien los grandes principios de HAURIOU; él mismo nos lo dice {11},
recordando su estudio apasionado de la obra del maestro desde sus veinte años y
añadiendo: «No se cura uno jamás de su adolescencia, sobre todo cuando fue largamente
toulousaine»; su tesis doctoral de 1934, sobre «las medidas interiores administrativas», es
una larga y lúcida reconstrucción de una intuición de HAURIOU en un corto comentario a
un arrêt  {12}. Quizás tampoco es desdeñable notar que la concepción de la vida, el
cristianismo activo de RIVERO (que durante un tiempo está vinculado a las «Semanas
sociales» francesas y colabora con alguna frecuencia en «La Croix»), le acercan también al
viejo HAURIOU y a sus doctrinas de principio.

Finalmente, VEDEL hace todos sus estudios en Toulouse, donde alcanza aún a recibir las
últimas enseñanzas que HAURIOU dispensa ya enfermo y frágil, emocionadamente, a un
grupo reducido de discípulos en su propia casa, en vísperas mismas de su muerte {13}; su
tesis, Essai sur la notion de cause en Droit administratif français, 1934, es justamente
sobre un punto de la teoría de los actos jurídicos en que más notorio es el contraste entre
DUGUIT y HAURIOU {14} y es un alegato ponderado y brillante en favor de la tesis del
último, aunque sin dejar de aportar perspectivas originales. Más tarde insistirá en una
reviviscencia de alguno de los dogmas centrales de su maestro en su gran trabajo de 1954
Les bases constitucionnelles du Droit administratif {15} donde, tras justificar la crisis de la
escuela del servicio público y exponer su amplitud, intenta reconstruir el Derecho
Administrativo alrededor del concepto básico de puissance publique, aunque en su
aplicación por el Poder ejecutivo, precisamente {16}; la huella de HAURIOU resulta
patente.

El trío de magníficos juristas queda, pues, aunque enraizados profundamente en la tradición


que les prestan sus gloriosos ancestros, prácticamente solos cuando la postguerra les
descubre la enorme crisis de doctrinas que ha quedado de manifiesto con la simple
evolución de las técnicas políticas y con la aparición de un Estado y de una sociedad
nuevas. Es el momento por otra parte, en que los tres son llamados a París (VEDEL en
1948, DE LAUBADÈRE en 1952, RIVERO en 1954). El Derecho Administrativo francés
desde ese momento está en sus manos.

Su gran honor está en no haber rehusado ese gran desafío, siendo fieles a sus maestros en la
manera de enfrentarse a los problemas y no en la de resolverlos, que es donde siempre está
la fidelidad a un maestro científico, acertando a suplir el gran vacío y a encauzar durante un
tercio de siglo, hasta hoy mismo, el curso histórico del Derecho Administrativo francés,
glorioso como pocos. Esta es la gran deuda que todos los administrativistas tenemos con
este grupo egregio, la de haberse hecho cargo de las responsabilidades con resolución y
lucidez, la de haber cumplido su relevo, hasta el momento en que han debido entregar la
antorcha a otras manos, sin dejar que se apagase la vieja llama, antes bien prestándola
nuevos y brillantes fulgores.

IV

La gran obra cumplida por la brillante tríada {17} ha asegurado, en efecto, al Derecho


Administrativo francés su seguridad de criterio y su progreso, desde ese momento crítico
de la postguerra de 1945 hasta hoy mismo.
No sería fácil reseñar aquí con pormenor y agotadoramente esa importante obra. Nos
limitaremos a subrayar lo que creemos que ha sido su sentido general.

Lo primero que hay que notar es que estos excelentes juristas renuncian a las grandes
construcciones cosmológicas o macrojurídicas, al modo establecido por sus gloriosos
maestros. Hay momentos en la historia de las ciencias en que es precisa una revolución de
sus principios básicos para liberarlas del estancamiento o de la involución. LAMARK
pretendía que era ésta la única forma de progreso científico, la revolución de sus
fundamentos, de su filosofía. Hoy sabemos bien que esto no es así, que en la historia de la
ciencia, como en la de las naciones, hay momentos estelares, de cambios espectaculares y
revolucionarios, y otros, sin embargo, de maduración silenciosa, de digestión tranquila de
las grandes innovaciones anteriores, al término de los cuales, no obstante, se hacen patentes
profundas mutaciones por referencia al punto de partida. Esta última es, justamente, la
situación del Derecho Administrativo francés entre 1945 y 1980 y ese viene a ser el sentido
de la obra de los tres grandes juristas cuyo retiro comentamos. Lo que ellos, sobre todo,
han hecho es demostrar que la objetividad del Derecho Administrativo como técnica
establecida y operante es suficientemente consistente como para poder prescindir de
grandes explicaciones «teológicas» o «metafísicas» —para recoger las conocidas categorías
de Augusto COMTE La crisis de las grandes construcciones sistemáticas anteriores es una
crisis de esas construcciones como explicaciones globales, pero no lo es, en modo alguno,
del Derecho Administrativo como realidad operativa y como instrumento de gobierno
humano y de libertad, realidad e instrumento que, por el contrario, se afirman día tras día
en la sociedad nueva.

En un brillante y famoso estudio Existe-t-il un critère du Droit administratif; {18},


RIVERO observó con agudeza que «ninguna rama del Derecho había sido objeto en
Francia del mismo esfuerzo de síntesis que el Derecho administrativo. Ni el civilista, ni el
criminalista, ni el mercantilista, ni el especialista del Derecho del Trabajo, han acariciado
nunca la ambición audaz de conducir a unidad las reglas que estudian y de sistematizar
alrededor de una sola idea matriz toda la materia de su disciplina... En todas las ramas del
Derecho algunos grandes principios contribuyen a soportar el edificio; el esfuerzo para
reducirlo a unidad, para edificarlo sobre un cimiento único, es especial del Derecho
administrativo sólo». El propio estudio explica que esta tensión teórica excesiva no es el
producto de un construccionismo exacerbado propio de los administrativistas, sino de las
circunstancias en que el Derecho Administrativo ha tenido que desarrollarse, y
especialmente de la regla de partición del contencioso en dos órdenes jurisdiccionales, que
obliga a «escoger el juez» en cada caso, lo que exige una regla simple y no una
multiplicación de soluciones casuísticas.

Tras analizar la insuficiencia de los últimos criterios unitarios propuestos para explicar el
contenido entero del Derecho Administrativo (servicio público, utilidad pública, poder
público), la propuesta final de RIVERO es «la solución de la modestia»: «el Derecho
Administrativo no es más reducible a unidad que las otras disciplinas jurídicas». «¿Por qué
—dice— entre tantas catedrales apoyadas sobre pilares numerosos se erigiría esta única
pirámide asentada sobre una base monolítica?». El «criterio del Derecho Administrativo
simplemente no existe, es una ilusión; «lo que existe es, sin duda, más modesto, más
conforme también a la figura general de los sistemas jurídicos... la imagen de un Derecho
Administrativo no unificado, pero sin embargo armonioso».

Para RIVERO, el Derecho Administrativo se forma y se explica (y esto es, por de pronto,
una verdad histórica, dice) por la insuficiencia del «Derecho común» para regular el
proceso de actuación y de relaciones de la Administración pública, de donde surgirá como
sistema propio por contraposición a dicho «Derecho común», a través de «una doble serie
de derogaciones» a este Derecho. Las primeras serían las «derogaciones en más»,
habilitando a la Administración a un conjunto de prerrogativas que rompe en su favor la
igualdad jurídica respecto a las personas privadas. Las segundas serían las «derogaciones
en menos», que rehusan a la Administración las posibilidades jurídicas que están a
disposición de las personas ordinarias: «ce n'est plus l'administration imperieuse, c'est
l'administration ligotée». Este esquema, añade, no pretende la originalidad, una «puesta en
cuestión radical» de toda la tradición doctrinal de la disciplina, sino resolver los problemas
prácticos de la misma, forzando a «tomar en paralelo el estudio de las dos disciplinas [el
Derecho común y el Derecho Administrativo] con el fin de marcar, con mayor rigor que
como se ha hecho hasta aquí, el punto exacto en que ambas divergen. Este trabajo largo y
minucioso de comparación institucional es el que permitirá obtener, mejor que un
quimérico criterio único, fórmulas analíticas y técnicas que guiarán eficazmente a jueces y
a recurrentes».

He dado un relieve especial a esta tesis porque señala, a mi juicio, con bastante exactitud la
línea que va a seguir el trabajo de esta generación de administrativistas que sucede a la de
los gigantes, una línea de modestia en los planteamientos, pero de absoluto rigor en los
análisis y en los resultados. En lugar de la fascinante gigantomaquia que anima el escenario
francés en el primer tercio de este siglo y que le presta un atractivo excepcional, por ser
también excepcional la calidad de los antagonistas, se nos ha ofrecido desde el momento en
que la segunda generación toma los mandos hasta hoy mismo, en que continúa
gloriosamente reinante, un espectáculo de muy distinto carácter, el de un trabajo continuo y
sostenido, de afinamiento de las técnicas, de construcción objetiva y de dirección evolutiva
especialmente lúcida, referida virtualmente a todas las instituciones del Derecho
Administrativo. Con ese trabajo esta rama del Derecho no es ya el espejismo profético de
un gran visionario, sino, más modestamente, pero también con mayor importancia práctica
y colectiva, un sistema que funciona cada vez más eficazmente y con mayores matices y
sutilezas técnicas. Henos aquí pasados, para retamar los conceptos comtianos antes
aludidos, de las fases «teológica» y «metafísica» del Derecho Administrativo, a su fase
estrictamente «positiva», precisa para que el Derecho Administrativo pueda jugar su papel
central en los Estados y sociedades contemporáneas.

Es digno de notar que en esta generación de organizadores o colonizadores de los grandes


descubrimientos de la anterior se han apagado los ecos de aquellas diferencias polémicas
que fueron consubstanciales a la época primera. Según hemos visto más atrás, unos se
formaron en Burdeos y otros en Toulouse; es bien visible (y éste es uno de los atractivos
del grupo) el talante genealógico de cada uno, sensibles como son individualmente a ciertas
inclinaciones o estilo de escuela; pero todos han laborado en común, con un ejemplar
espíritu de colaboración y aun de equipo, sin romper en momento alguno la unidad de
sentido de su trabajo y de su esfuerzo, sin pretender ninguno un protagonismo personal que
resultase contrario al desarrollado por los demás. En sus epígonos, pues, se han hecho
perfectamente visibles las profundas identidades que subyacían, por debajo de las
polémicas más visibles, a las dos grandes corrientes que han configurado en Francia el
Derecho Administrativo actual, realmente vivido. Se ha confirmado así, en el terreno de los
hechos, la aludida tesis de DE LAUBADÈRE sobre el carácter complementario de las dos
escuelas y de sus respectivos principios.

Los tres grandes autores han expresado luego su respectiva personalidad en otros tantos
tratados generales, que constituyen justamente la visión global de la disciplina hoy vigente
y operante.

El Traité de DE LAUBADÈRE es de los tres el más amplio y el más completo. Contiene


cuatro volúmenes (Tomo 1, 1.ª ed., de 1953; 8.ª, 1980), sin contar un Droit public
économique no incluido en la obra (1.ª ed. 1973; 3 a, 1979) (y aun, aunque esta obra ya con
intención monográfica, su extraordinario Traité théorique et pratique des contrats
administratifs, 3 vols., 1956; segunda edición en colaboración con F. MODERNE, en
prensa). Se trata, sin duda posible, de la exposición más completa y orgánica de que se
dispone hoy para el conocimiento y el estudio del Derecho Administrativo francés. Pocas
obras también le son comparables en otras bibliografías, por la amplitud de su
planteamiento y lo completo de su exposición. Por otra parte, la ponderación de criterio, el
rigor de la construcción, la apoyatura jurisprudencial de cada una de sus páginas, la
agudeza de sus conclusiones, son realmente ejemplares y reconocidos. Se trata de un
verdadero modelo de obra general, en la que luce con serenidad y seguridad definitivas ese
momento positivo y técnico de nuestra ciencia en el sentido que antes intenté describir.

El Droit Administratif de RIVERO (1.ª ed., 1958; 8.ª, 1977) responde a un modelo


totalmente diverso: es el brillante epitome o resumen de una disciplina compleja cumplido
en un reducido volumen. Si los franceses son ya maestros en este difícil género, el Précis
de RIVERO es, a mi juicio, la cumbre del género. La precisión de sus páginas, la elegancia
de su estilo, el rigor final de sus conceptos hacen de esta obra, de apariencia modesta por su
extensión, que no llega a 500 páginas, un verdadero prodigio de la ciencia jurídica
contemporánea.

A esta obra general debe añadirse un paralelo Droit du travail (1.ª ed., 1956; 7 a, 1978; en
colaboración con J. SAVATIER), que acredita la amplitud de radio en la preocupación y en
el magisterio de este finísimo jurista, así como los dos volúmenes de su tratado, aunque
reciente ya clásico, sobre Les libertes publiques (tomo I, 1.ª ed., 1973; 2.ª, 1978), para
concluir con las obras generales de RIVERO.

En fin, VEDEL aporta también una exposición general con su brillante Droit Administratif
(1.ª ed., 1958; 5 a, 1973). Pertenece igualmente al tipo de Précis más que al de tratado
completo, pero sus diferencias con la obra paralela de RIVERO de que acabamos de dar
cuenta son la expresión de dos estilos vitales. Esta obra de VEDEL es, sobre todo, la
brillantez, la expresión de una inteligencia poderosa expresada con un lenguaje vivo y en
ocasiones fulgurante, en la que las tomas personales de posición son constantes y aún
podría decirse que buscadas. Por fuerza, la temática no cubre todo el campo de la disciplina
y la extensión dobla la del libro paralelo de RIVERO, pero el efecto es con frecuencia
deslumbrador y en conjunto un logro singularísimo. No sorprende que el libro haya sido
traducido al ruso en 1973, como una de las expresiones más relevantes del Derecho
Administrativo francés.

Del trío, DE LAUBADÈRE es el más atenido a la especialidad estricta del Derecho


Administrativo, el más sistemático en su dedicación, aunque pueden también indicarse
trabajos suyos de Derecho Constitucional y de Derecho internacional. RIVERO es ya un
ejemplo, como se ha notado, de una fruición por los grandes temas del Derecho público en
general (incluyendo convencionalmente el Derecho del Trabajo, que no lo es), la teoría
general del Derecho, la teoría del Estado, el Derecho Constitucional, el Derecho
comparado, el Derecho internacional público, el Derecho económico. VEDEL ha tenido
aún un radio más amplio, saliéndose incluso del Derecho para entrar resueltamente en la
ciencia política, de la que es uno de sus maestros actuales indiscutidos, entrando también
resueltamente en las polémicas y las puntualizaciones de prensa, aunque siempre sin
descender a posiciones de partido, desde su auctoritas general y una lucidez reconocida y
admirada. Es expresivo, a este respecto, recordar que es uno de los cuatro hombres
singulares que, junto con la Sociedad de Redactores, controlan esa obra insuperable del
periodismo contemporáneo que es Le Monde. Aunque como administrativistas deploremos
que su amor por nuestra ciencia no haya sido monogámico (cuando tantos frutos podían
esperarse de una dedicación fiel y exclusiva), como espectadores admiramos el enorme
talento de este hombre, que le ha permitido ser maestro en materias tan varias y arrojar luz
sobre tantos aspectos de la vida colectiva, sin atenerse al cuadro estrecho de un especialista.

Mucho más podría decirse de cada uno de ellos, pero no tiene esta crónica una intención
descriptiva. Diremos sólo que el libro que comenzó siendo la ocasión de estas notas, las
Pages de doctrine que, reuniendo artículos de los cuatro homenajeados, les han dedicado
sus colegas, discípulos y amigos, incluyen en sus dos tomos trabajos de un raro interés.
Recordaré sólo las epígrafes generales de esta hermosa recopilación, con la que aparece
definitivamente unida y perfilada esta gran generación de maestros, por ventura todavía en
plena actividad: el pensamiento jurídico; el orden jurídico; teoría general del Estado; el
régimen político de Francia; las libertades públicas; las técnicas de la Administración;
teoría general del Derecho Administrativo; la Administración y el juez; Derecho
comparado; Derecho europeo; Derecho internacional público.

El conjunto (que se cierra con un índice de materias común y otro de arrèts del Consejo de
Estado citados en la obra), es un libro de un interés y de una calidad excepcionales, como
corresponde perfectamente al grupo de cuya obra se trata.

Como estudiosos del Derecho Administrativo, que aunque no franceses hemos de estar
siempre necesariamente atentos y abiertos a lo que viene de Francia, pues de allí vino
precisamente el Derecho Administrativo como técnica y como ciencia y después de este
logro capital muchas de sus teorías más vivaces, hemos de agradecer a estos hombres haber
mantenido enhiesta una tradición exigente y difícil, haberla llevado un trecho más allá con
sus mismas virtudes y habernos dejado, como regalo impagable, un talante, una manera de
abordar los problemas del tiempo, un repertorio de soluciones y, sobre todo de inquietudes
para el mejor servicio a las sociedades de nuestro tiempo desde la libertad y los principios
jurídicos de base.

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