Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
—Pastorcita, ¿por qué estás tan sola, no quisieras jugar un rato para entretenernos?
—No puedo, porque estoy tejiendo, pero puedes esperar a que termine si quieres.
El hombre, que en realidad era un cóndor disfrazado de hombre, se puso a su lado a esperarla.
Cuando la niña terminó de tejer su aguayo (que es una manta donde las mujeres cargan a sus
bebés) acepta jugar con el hombre-cóndor y él se puso feliz de que la pastorcita hubiese caído en
su trampa.
Ella se sube a la espalda del hombre y él la lleva saltando por los bofedales, riendo y cantando
pero el cóndor lo que quería realmente era llevarla a su cueva en lo alto de las montañas para
casarse con ella.
De pronto entre medio del juego, el hombre comenzó a correr más y más rápido hasta que de
pronto sus pies se despegaron de la tierra y comenzaron a volar, emprendiendo vuelo hacia las
peñas más altas, donde el pájaro tenía su hogar y donde era imposible que un ser humano pudiera
bajar. Solo el cóndor lo podía hacer, y volando.
Cuando la pastora estaba en la cueva, se puso muy triste porque ya nunca podría volver a ver a su
familia. Sentía frío y hambre, pero también miedo porque no quería casarse con un pájaro. Esta
idea que la desesperaba, y la pastora lloraba porque nadie la podía ayudar.
El cóndor trataba de hacerse el amable y atenderla lo mejor posible, le llevaba harta comida, pero
siempre era comida cruda y carne podrida. La pastorcita lloraba porque ella no comía nada de eso
y el cóndor se desesperaba porque no sabía comía alimentar a una humana.
El cóndor entonces fue al pueblo y encontró una yareta (planta como el cactus) que había sido
quemada hacía mucho tiempo, y entre las cenizas que quedaban había un pedazo de carne sucio
que decidió llevar a la pastora.
Pero mientras el cóndor estaba en el pueblo, la pastorcita seguía llorando, estaba en eso, se le
acercó un pajarito, un picaflor, que le preguntó:
Al momento de despedirse ella le entregó el collar y esta es la razón por la cual el picaflor tiene en
su cuello, un collarcito blanco.
La pastorcita corrió desde el bofedal hasta su casa, donde encontró a sus padres llorando de pena.
Ella les contó lo que había pasado y cómo el cóndor la había robado para casarse con ella.
—Seguro que este kunturi, vendrá a buscarte con sus amigos, pero vamos a prepararnos para
corretearlos.
Entre el padre, la madre y todos los hermanos escondieron a la niña bajo la cama.
Al rato, como había dicho el padre, apareció el cóndor haciéndose el desentendido y preguntando
por la pastora.
—Qué viene a buscar aquí, ladrón— dice el padre, al tiempo que le lanzó un balde de agua
hirviendo por la cabeza y el cogote. El agua caliente también cayó en el cuello de los otros c
´ondores que lo acompañaban y huyeron del lugar.
El cóndor quedó muy herido, y llorando de pena se fue. Lloraba por su cuello y lloraba por el amor
de una linda pastorcita.
Cuentan los abuelos aymaras que desde esa vez el picaflor lleva en su cuello un hermoso collar
blanco y también por eso, el cóndor tiene el cogote pelao.
FIN