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Comité Evaluador
Juan Cruz Andrada Gabriela Francone María Fernanda Pinta
María Isabel Baldassarre María Amalia García Juan Ricardo Rey Márquez
Tomás Bondone Valeria González Agustina Rodríguez Romero
María Alba Bovisio Diego Guerra Vanina Scocchera
Agustín Diez Fischer Francisco Lemus Fabiana Serviddio
Silvia Dolinko Mariana Marchesi Sandra Szir
Catalina Fara Pablo Montini Viviana Usubiaga
Mónica Farkas Lía Munilla Lacasa Carolina Vanegas Carrasco
Pablo Fasce Laura Mogliani María Elisa Welti
Comité Organizador
Juan Cruz Andrada María Filip Graciela Pierangeli
Ana Bonelli Milena Gallipoli Ana Schwartzman
Agustín Diez Fischer Carla García Vanina Scocchera
Catalina Fara Francisco Lemus Sandra Szir
Pablo Fasce Larisa Mantovani Aldana Villanueva
Agradecimientos
Ricardo Manetti y Patricia Sapkus, Departamento de Artes, FFyL-UBA.
Ricardo González, Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL-UBA.
Nicolás Lisoni y equipo, Centro Cultural Paco Urondo, FFyL-UBA.
Fátima Pecci Carou.
La realización de estas jornadas fue posible gracias a un subsidio otorgado por la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
@centrocaia www.caia.org.ar
Fátima Pecci Carou
Adorno de pelo o Kanzashi, 2008
Acrílico sobre tela, 60 x 120 cm
Comité Editor
Catalina Fara Larisa Mantovani Vanina Scocchera
Milena Gallipoli Juliana Robles de la Pava Pilar Soliva
Sofía Maniusis Ana Schwartzman Aldana Villanueva
Los trabajos presentados, así como la obtención de los permisos de reproducción de las imágenes en este volumen son de
exclusiva responsabilidad de los autores.
Se han realizado los mayores esfuerzos para localizar a los posibles titulares de derechos de las obras reproducidas en esta
publicación. Ante cualquier omisión que pudiera haberse producido contactarse a info@caia.org.ar
Índice
7 Presentación
15 Dispositivos visuales y modos de conocimiento
en el siglo xix
16 Los cinco sentidos del paisaje. Tacto, olfato, vista, audición y gusto en la teoría
del paisaje de Alexander von Humboldt
Cristóbal F. Barria Bignotti
142 Relações Institucionais entre Brasil y Argentina no Museu de Arte Brasileira - MAB
Danilo Moreira Xavier
151 El arte contemporáneo argentino en las subastas de Buenos Aires desde fines de
la década de 1990 hasta 2014
Ana Clara Giannini
169 El globo y el Libro integrado: una construcción visual y discursiva sobre la nación
mexicana ante el Tratado de Libre Comercio
Miguel Ángel Illescas Barbosa y Marisol Osorio Chávez
180 El rol del educador en los museos y espacios de exhibición de arte contemporáneo
Sonia Gugolj y Verónica Lanata
241 ¿Nuevas narrativas y modos de ver? Una lectura del Manifesto for a Ludic
Century, de Eric Zimmerman
Romina Paola Gala
Presentación
Presentación | 7
Si en este trabajo es posible ver cómo otros sentidos diferentes
a la vista se inmiscuyen en la conformación del conocimiento
científico, en el caso del texto de Ana Inciarte, la visión astronó-
mica, plasmada con la técnica fotográfica durante el mismo
siglo xix, traza las ideas centrales en torno a la modernización
de un Estado nación de avanzada. De este modo, las imáge-
nes técnicas y el predominio de la visión como instrumento del
conocimiento científico son determinantes del progreso de una
potencia emergente como la Argentina antes de su centenario.
En la misma línea, el abordaje de Clara Tomasini hace explícita
la relevancia del conocimiento de los procesos de elaboración
de imágenes técnicas en el Río de la Plata a fines del siglo
xix. Al marcar un contrapunto entre la miniatura como técnica
pictórica y las primeras técnicas fotográficas introducidas en
la región, la autora señala una estrecha relación entre ambos
modos de producción, develando la adopción de principios es-
téticos y materiales que se hacen sobre todo evidentes en los
retratos fotográficos coloreados. El desarrollo técnico y tecno-
lógico que suponen los diversos modos de producción de imá-
genes en el siglo xix es también uno de los intereses de María
José Delpiano, quien en su trabajo analiza la introducción de
la impresión fotomecánica en Chile a fines de la centuria. Su
objetivo se centra en comprender la complejidad de la cultura
gráfica chilena dando cuenta de una diversidad de visualidades
impresas que convergieron en esa época. Con un tenor similar en
su afición por otras visualidades, Sabrina Medeiros se interroga
por la crítica textual y visual realizada en torno a la pintura
histórica del artista brasileño Víctor Meireles de Lima. Su aná-
lisis da cuenta de la generación de interpretaciones visuales
elaboradas por la crítica y del lugar de dichos dispositivos de
visualización y circulación de las obras como generadores de
ciertas ideas de representatividad social en Brasil durante la
segunda mitad del siglo xix.
Presentación | 8
Soliva aborda el análisis de una serie de postales europeas
para reparar en las representaciones de los cuerpos y los ro-
les femeninos a comienzos del siglo xx. Mediante el cruce de
perspectivas teóricas de los estudios visuales y los discursos
de género, la autora se propone contextualizar las escenas
presentes en estas postales en un imaginario socio-cultural
donde la sexualidad femenina se dirimía entre representacio-
nes de la maternidad, el romanticismo y el erotismo, toda vez
que se pregunta en qué medida estas imágenes fueron capa-
ces de ejercer su eficacia sobre la configuración del género.
Presentación | 9
En el caso del trabajo de Alejandra Lanza, esta perspectiva
es desarrollada mediante una mirada antropológica desde la
cual la autora propone un estudio comparativo sobre la Fiesta
de la Cruz en Uquía (Jujuy, Argentina) a partir de dos nodos
temporales (1683-2008) que permiten dar cuenta de una tra-
ma narrativa compuesta por la idea de la muerte seguida de
vida como parte ineludible del ritual. Asimismo, el trabajo de
Isabel Rostagno Toret tiene como punto de partida la celebra-
ción popular centrada en la devoción a la Difunta Correa y los
exvotos y ofrendas dispuestos en su santuario. Para el análisis
estético de dichos objetos, la autora se nutre de las perspec-
tivas teóricas de la antropología y la sociología desde los que
explora la noción de lo popular en diálogo con los conceptos
de colecciones y archivos de la memoria, para indagar en las
dimensiones estéticas del santuario y el ordenamiento de los
bienes ofrecidos. Es a través del cruce entre estas perspecti-
vas que las relaciones entre subjetividad y religiosidad popular
son reveladas en torno a dicha devoción junto con las dimen-
siones histórico-culturales de la comunidad allí congregada.
Por su parte, el artículo de Cecilia Durán contempla los vín-
culos estéticos entre esculturas, monumentos y arquitecturas
civiles emplazadas en la ciudad de Buenos Aires entre 1930 y
1940. Con un enfoque centrado en el estudio de las múltiples
expresiones culturales incorporadas a la arquitectura moderna,
Durán recupera los imaginarios nacionales de la época –entre
los que no faltan las representaciones de paisajes, habitantes
y actividades económicas y culturales– junto con las percep-
ciones e ideas de un círculo de teóricos y artistas modernos
nacionales e internacionales respecto del valor e importancia
de estos proyectos y monumentos para la cultura nacional.
Presentación | 10
con la conceptualización e institucionalización de su colección
en el marco del internacionalismo panamericanista promovido
por agentes tales como el crítico cubano José Gómez Sicre. Su
abordaje hace explícita una cadena de vínculos institucionales
en donde se entremezclan ideas centrales sobre el arte mo-
derno internacional que aportan una interesante perspectiva
sobre el tema.
Presentación | 11
de sus postulados en publicaciones periódicas y en un libro
de su autoría, fuentes documentales que la autora analiza con
sumo cuidado. En consonancia con la temática anterior pero
inscripto en el marco de debates políticos respecto de la nacio-
nalidad mexicana, el artículo de Miguel Ángel Illescas Barbosa
y Marisol Osorio Chávez analiza el modo en el que, en la dé-
cada de 1990, se llevó adelante un programa de publicación y
divulgación de libros gratuitos para escuelas primarias. A lo
largo del texto se analiza el modo en el que diversas obras de
artistas mexicanos, así como imágenes de objetos prehispáni-
cos, fueron incorporados junto con iconografías nacionalistas
tendientes a componer un discurso visual y textual en clave
política que destacara el carácter de un México moderno.
Por otra parte, se incluyen en este eje trabajos que abordan otras
pedagogías artísticas que expanden el horizonte hasta ahora
contemplado respecto de los lugares que ocupan educadores y
estudiantes en el entramado artístico. En este sentido, el traba-
jo de Sonia Gujolj y Verónica Lanata analiza el papel desempe-
ñado por educadores de museos y espacios de exhibición de
arte contemporáneo. En su artículo las autoras indagan sobre
la posibilidad de construir una pedagogía crítica, creativa y li-
beradora a partir del cotejo de experiencias de educadores del
Museo de Arte Latinoamericano (MALBA), el Museo de Arte
Moderno (MAMBA) y la Fundación Proa, todas instituciones de
la Ciudad de Buenos Aires. Las autoras se preguntan espe-
cialmente por la formación específica y los itinerarios de tales
agentes en el marco del ejercicio de su práctica profesional.
Por otra parte, si en los trabajos precedentes el objeto de es-
tudio predilecto fueron las artes plásticas, en el trabajo de Ana
Catalina Romero y Juan Francisco Barón se abordan las di-
mensiones pedagógicas de las artes escénicas. Este trabajo
parte de una clasificación de los circuitos teatrales y el modo
en que se podrían distinguir distintos tipos de artes escénicas
para arribar al concepto de teatro académico, caracterizado
como un espacio teatral al interior de espacios de formación
superior y universitaria. Así, se analiza el modo en que un aula
es transformada en un espacio teatral y cómo los estudiantes
asumen, alternativamente, los papeles de artistas, espectado-
res, vestuaristas, iluminadores, etc., toda vez que la instancia
educativa se mantiene presente aún durante el desarrollo del
momento teatral.
Presentación | 12
“Artistas, objetos y circuitos en los márgenes” que interrogan.
Cada texto contribuye a pensar un aspecto vinculado al
hacer artístico por fuera de las estructuras disciplinares
más arraigadas donde se hacen presente cuestionamientos
de artistas y obras hasta ahora poco explorados, junto con
lecturas renovadas sobre artistas y obras desde perspectivas
teórico-conceptuales novedosas. De esta manera el texto de
Daniel Leber indaga los límites entre la vida y obra de Federico
Manuel Peralta Ramos. Su abordaje se centra en el análisis
de los discursos del artista y en cómo estos fueron parte del
extenso contexto social de los años sesenta que involucró
movimientos como el de la Nueva Era. Si el centro de la obra
del artista analizado por Leber está constituido por la inmate-
rialidad de muchas de sus acciones, la propuesta de Malena
Wasserman reconstituye dicha facticidad a partir de la revisión
de una obra de Antonio Berni centrada en la teoría del objeto.
Su propuesta despliega un conjunto de interrogantes teóricos
que invitan a enriquecer la mirada sobre la obra de este artista
dando cuenta de los itinerarios de cada uno de los objetos que
componen su propuesta estética y de la complejidad develada
en dicho procedimiento analítico.
Presentación | 13
Los ejes detallados hasta aquí son solo una muestra de la ri-
queza de los proyectos de investigación del que forman parte
las líneas compiladas en este libro. Sus miradas, abordajes y
problemas constituyen una casuística diversa que pone al des-
cubierto la multiplicidad de perspectivas y objetos que enri-
quecen el ámbito de las artes en el contexto latinoamericano.
Por ello, la lectura de estos textos debe hacerse desde una
mirada que comprenda que se trata de trabajos en proceso
cuya meta compartida consiste en proponer perspectivas re-
novadas a la hora de interrogar a los objetos artísticos. ←
Comité editor
IV Encuentro de Jóvenes Investigadores en
Teoría e Historia de las Artes
Buenos Aires, abril de 2020.
Presentación | 14
_
Dispositivos visuales y
modos de conocimiento
en el siglo xix
Cristóbal F. Barria Bignotti
Sapienza - Università di Roma, Italia
cristobalbarria@gmail.com
Durante las últimas décadas una serie de autores se han dedicado a estudiar nuestros
sentidos desde una perspectiva cultural.1 Volúmenes compilatorios como la serie Sensory
Formation2 han evidenciado la relatividad de la idea canónica de los cinco sentidos, demos-
trado el rol que los procesos culturales tienen en configurar distintas modalidades de
interacción sensorial,3 y estudiado cómo estas modalidades configuran los procesos
sociales. Dentro de estos estudios podemos considerar aquellos de Constance Classen
y Caroline A. Jones, quienes han puesto particular atención en cómo las imágenes
portan con sí una determinada configuración de nuestro sensorium.4 El siguiente artí-
culo busca entender en qué modos los sentidos interactúan al interior de la teoría de
paisaje de Alexander von Humboldt; una teoría que tuvo una enorme importancia para
la pintura de paisaje en América Latina durante el siglo xix. Se pondrá especialmente
atención a aquellos volúmenes donde el autor explora las posibilidades que el len-
guaje escrito tiene para transmitir las experiencias sensoriales vividas en sus viajes,
tal como sucede con el volumen Cuadros de naturaleza. A modo de entender el valor
1
Entre los volúmenes que han buscado ofrecer un panorama de estos “estudios sensoriales” se
encuentran: Constance Classen (ed.), Worlds of Sense: Exploring the Senses in History and Across Cultures,
London, Routledge, 1993; (ed.) A Cultural History of the Senses, London, Bloomsbury, vol. I-VI; David
Howes (ed.), The Varieties of Sensory Experience: A Sourcebook in the Anthropology of the Senses, Toronto,
University of Toronto Press, 1991; (ed.), Empire of the Senses: The Sensual Culture Reader, New York, Berg,
2005; (ed.), Senses and Sensation: Critical and Primary Sources, London, Bloomsbury, vol. I-IV; (series ed.),
Sensory Formations, London, Bloomsbury, vol. I-VII.
2
David Howes (series ed.), Sensory Formations, London, Bloomsbury, vol. I-VII.
3
Uno de los términos propuestos para referir a las modalidades de interacción sensoriales ha sido
Sensorium. Este término refiere a la gran variedad de modos en que nuestras experiencias sensoriales
son distintas, localizadas y combinadas en diferentes culturas, más allá de la canónica configuración
en cinco sentidos. Caroline A. Jones, “The mediated sensorium”, en: David Howes (ed.), Senses and
Sensation: Critical...op. cit., vol. IV, Art and Design, pp. 219-262.
4
Constance Classen, The Color of Angels: Cosmology, Gender and the Aesthetic Imagination, London,
Routledge, 1998; The Museum of the Senses: Experiencing Art and Collections, London, Bloomsbury, 2017;
Jones, op. cit.
Mayor atención reciben los sentidos de la vista y el oído. Las experiencias sonoras vie-
nen aludidas en dieciocho ocasiones. No me extenderé en mencionar cada una de éstas,
5
Alexander von Humboldt, Cuadros de la naturaleza, Madrid, Imprenta y Librería de Gaspar, 1876.
6
Ibid., p. 22.
7
Ibid., p. 187.
8
Ibid., p. 409.
9
Ibid., p. 231.
10
Ibid., p. 302.
11
Ibid., p. 94.
12
Ibid., p. 124.
13
Ibid., p. 211.
14
Ibid., p. 339.
15
Ibid., p. 563.
16
Ibid., p. 418.
17
Ibid., p. 543.
Podemos ya suponer que el caso del sentido de la vista es distinto. A lo largo del texto,
encontramos cientos de referencias a experiencias visuales, las que incluyen formas,
colores, contornos, proporciones y todo tipo de distinciones que históricamente han
sido consideradas, por la cultura europea, como específicas de nuestro sentido de la
vista.21
Por otra parte, en esta introducción, también podemos leer que para lograr tal objeti-
vo, Humboldt se propone que cada ensayo sea “un todo independiente, en todos debe
mostrarse una única tendencia uniforme”.24 En otras palabras, no deben tratarse de
compendios de experiencias visuales, tal como se llevaría a cabo por una ciencia em-
pirista de la cual busca distanciarse, sino de una síntesis de estas. Para profundizar
en cómo se construye tal síntesis y en qué modo esta puede a su vez estimularnos del
18
Ibid., p. 264.
19
Ibid., p. 36.
20
Ibid., p. 267.
21
Martin Jay, Downcast Eyes: The Denigration of Vision in Twentieth-Century French Thought, Berkeley,
California University Press, 1993; Elizabeth Edwards y Kaushik Bhaumik, The Visual Sense: a Cultural
Reader, Oxford, Berg Publ., 2008.
22
La edición francesa del libro, que a diferencia de la primera edición en español fue publicada mientras
Humboldt aún estaba con vida y bajo su dirección, se titula: “Tableaux de la nature”.
23
Alexander von Humboldt, Ansichten der Natur, Tübingen, Erster Band, 1808. [Traducción propia].
24
Idem.
Para Humboldt es solo la facultad mental de la razón la que nos permite acceder a las
leyes universales gracias a sintetizar lo percibido por el cuerpo. Nuestros sentidos son
entendidos por Humboldt como meros receptores de nuestro entorno, que en sí mis-
mos no pueden llevarnos a ningún tipo de conocimiento.
Sin embargo, esta cita nos resulta particularmente interesante también porque en ella
podemos leer que Humboldt entiende la “vaguedad de los sentidos” como un equiva-
lente a “la falta de contornos” o a aquello “oculto a la vista”, y por ende una apreciación
completa y racional del paisaje viene igualada a una visión ideal, descorporalizada y
sin obstaculizaciones. En esta cita queda expuesto entonces el rol protagónico que el
sentido de la vista tiene, para Humboldt, dentro del proceso cognitivo. Este protago-
nismo puede leerse también cuando Humboldt se refiere al estilo narrativo propicio
para la comunicación científica. Cuando el autor profundiza en las cualidades estéticas
que la descripción científica debe tomar, éste refiere a un proverbio árabe para espe-
cificar que “La mejor descripción es la que convierte en ojos los oídos”.28 En esta cita
puede leerse implícitamente que, para Humboldt, la vista tiene un rol preponderante
a la audición en el discurso científico y que éste debe ser “depurado” convirtiendo
otras experiencias sensoriales a experiencias visuales. Tal como ha sido propuesto
por Marshall McLuhan en relación al rol que la escritura y específicamente la impren-
ta tienen en transformar una cultura auditiva a una visual,29 en esta frase Humboldt
considera la descripción científica como una extensión de nuestro sentido de la vista.
Por una parte Humboldt separa nuestras experiencias sensibles de nuestro intelecto,
por otra enfatiza la relación que la cultura científica, el medio impreso y la pintura tie-
nen con un sentido en particular: la vista.
La síntesis perseguida por Humboldt en Ansichten der Natur se trata en gran medida
de una síntesis sensorial, donde las experiencias vividas en los distintos paisajes son
25
Alexander von Humboldt, Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo, Bélgica, Eduardo Perié, 1875.
26
Ibid., p. 19.
27
Ibid., p. 12.
28
Ibid., p. 170.
29
Marshall McLuhan, Understanding Media: The Extensions of Man, Toronto, University of Toronto Press, 1962.
Michel Foucault decía ya en 1973 que “La historia natural no es nada más que nominar lo
visible”32 y sus estudios sobre la representación del poder y el conocimiento dio luz a toda
un campo disciplinar definido como Visual Studies. Basado sobre los estudios de Foucault,
y en estrecha relación a la fenomenología de Merleau-Ponty, Michael Fried ha construi-
do, por su parte, una historia de las implicancias corporales del espectador en la pintu-
ra francesa contemporánea a Humboldt.33 Sin embargo Fried, al igual que Foucault, no
analiza las implicancias particulares que la interacción entre los otros sentidos, ade-
más de la vista, pueden aportar a la relación entre pintura y cuerpo del espectador,34
ni se pregunta por cuáles pudiesen ser las particulares del género de paisaje en es-
tablecer una interacción sensorial particular entre el espectador y su entorno. Este
género, de hecho, no solo cumplió un rol preponderante para la visualización científica
durante el siglo XIX, sino que, durante los años treinta de este siglo, se presentaba
como el campo de experimentación predilecto de artistas como Théodore Rousseau o
30
Lissa Roberts, “The Senses in Philosophy and Science: Blindness and Insight”, en: Anne C. Vila (dir.), A
Cultural History of the Senses: In the Age of Enlightenment, (1650-1800), vol. IV, 2014.
31
Ibid., p. 28.
32
Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Ciudad de México, Siglo XXI, 1966 [2005], p.133.
33
Michael Fried, Absorption and theatricality: Painting and beholder in the age of Dider, Berkeley, University
of California Press, 1980.
34
Para una crítica de Foucault desde una antropología sensorial: David Howes y Marc Lalonde, “The
History of Sensibilities: Of the Standard of Taste in Mid-Eighteenth Century England and the Circulation
of Smells in Post-Revolutionary France”, Dialectical Anthropology, vol. XVI, pp. 125-135.
Humboldt dedica un capítulo entero del tomo dos de Cosmos a explicar la utilidad de
la pintura de paisaje para las ciencias. Tal utilidad viene dada por la disposición de
este género a sintetizar las experiencias vividas por el explorador en una determinada
localidad. Esta función del paisaje ha sido relacionada a la influencia de las teorías ar-
tísticas de Goethe sobre Humboldt y, a través del poeta, con la obra pictórica del pintor
idealista alemán Jakob Philipp Hackert.36 Esta interpretación propone que la estética
del paisaje de Humboldt es una síntesis entre el género del paisaje ideal y el de la ve-
duta; dos estéticas ya fuertemente vinculadas a una noción de la pintura como medio
estrictamente óptico. Sin embargo, para Humboldt la pintura de paisaje no solo se
trata de una síntesis de las experiencias vividas por un sujeto en un determinado am-
biente, sino que además representa un determinado esquema de interacción sensorial
entre el sujeto y su ambiente. Humboldt sostiene que “La pintura de paisaje [...] exige
de los sentidos una variedad infinita de observaciones inmediatas, que debe asimilar-
se al espíritu para fecundarlas con su poder y darlas a los sentidos”.37 En esta frase
Humboldt no solo está proponiendo que una pintura debe ser producto de una síntesis
del espíritu, sino que además, cuando Humboldt propone que el paisaje debe “darse a
los sentidos”, está planteando una teoría sobre la relación entre el género del paisaje y
las experiencias sensoriales del espectador de frente a la tela. Una relación en la cual
los paisajes no solo serían receptores pasivos, hechos para comunicar las experiencias
vividas por parte del explorador, sino que tienen un rol preponderante en la configu-
ración sensorial del espectador. De esta frase entendemos que para Humboldt, las
pinturas ofrecen un esquema de interrelación sensorial, un aspecto de su teoría que
no debemos dar por obvia y de la cual debemos explicar sus condiciones más allá de
la influencia de una u otra tradición de pintura paisajista. Debemos rastrear en ella, tal
como nos sugieren los estudios sensoriales, las jerarquías sensoriales de la coyuntura
histórica en la cual habita el sujeto percipiente, el rol que la interacción de los sentidos
cumple en la sociedad y cómo las emociones y sensaciones son científicamente repre-
sentadas en aquel momento.
Me gustaría proponer entonces dos asociaciones que juegan un rol importante en el senso-
rium en la cual la teoría del paisaje de Humboldt emerge. La primera es la teoría de distin-
ción entre los medios de la pintura y la escultura propuesta por Johann Gottfried Herder38
en Plastik: Einige Wahrnehmungen über Form und Gestalt aus Pygmalions bildendem Traume
35
Esta lectura del paisaje francés durante el siglo XIX y en particular sobre la obra de Rousseau y Courbet
es el hilo conductor en: Kermit Swiler Champa, The rise of landscape painting in France: Corot to Monet,
Manchester, Currier Gallery of Art, 1991.
36
Claudia Mattos, “Landscape painting between art and science”, en: Raymond Erickson, Mauricio A.
Font y Brian Schwartz (dir.), Alexander von Humboldt: from the Americas to the cosmos, New York, Bildner
Center for Western Hemispheric Studies, 2004, pp. 14-155.
37
Alexander von Humboldt, Cosmos. Ensayo de…op.cit., p. 183.
38
Johan Herder, Sculpture: some observations on shape and form from Pygmalion’s creative dream, Chicago,
University of Chicago, 1778 [2002].
El otro marco dentro del cual me gustaría posicionar la teoría de paisaje de Humboldt,
es en las jerarquías sensoriales propuestas por la fisiología de la época. En Grundriss
der Naturphilosophie46 de 1802, Lorenz Oken propone un esquema de evolución del reino
animal a partir del desarrollo del sistema sensorial. En este esquema los organismos
más básicos se apoyan en el sentido táctil, mientras aquellos más evolucionados en
la vista. Para Oken, esta escala evolutiva forma parte también de una jerarquía racial,
donde el hombre africano es asociado a las experiencias táctiles, en otras palabras a
las actividades manuales, mientras que el hombre europeo es asociado al ejercicio de
la observación, en otras palabras, al ejercicio de la razón.
39
En obras tales como: Clement Greenberg, “Toward a Newer Laocoon”, en John O’Brian (ed.), The
Collected Essays and Criticism / 1. Perceptions and judgments: 1939-1944, Chicago, University of Chicago
Press, 1940 [1986], pp. 23-38 o Clement Greenberg, “Modernist Painting. Art International”, en: John
O’Brien (ed.), The Collected Essays and Criticism/ 4. Modernism with a Vengeance, 1957-1969, Chicago,
University of Chicago Press, 1960 [1986], pp. 85-100.
40
Johan Herder, Sculpture: some observations… op.cit., p. 90. [Traducción propia].
41
Idem.
42
Ibid., p. 37. [Traducción propia].
43
George Berkeley, An Essay Towards a New Theory of Vision, London, Aaron Rhames, 1709 [2002].
44
Edmund Burke, A Philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful, Lanham,
Dancing Unicorn Books, 1757 [2016].
45
Johan Herder, Sculpture: some observations… op.cit., p. 90. [Traducción propia].
46
Lorenz Oken, Grundriss der Naturphilosophie, der Theorie der Sinne, mit der darauf gegründeten
Classification der Thiere, Frankfurt, P. W. Eichenberg, 1802.
47
Carl Gustav Carus, Cartas y anotaciones sobre pintura de paisaje: diez cartas sobre la pintura de paisaje
con doce suplementos y una carta de Goethe a modo de introducción, Madrid, Visor, 1992.
Ubicar la teoría del paisaje de Humboldt dentro de los modos particulares de entender
la relaciones sensoriales, como me he propuesto hacer de modo parcial en este ensa-
yo, puede darnos nuevos aspectos a considerar para un estudio de aquellas pinturas
que, influenciadas por las teorías de Humboldt, representan los diversos paisajes de
América Latina. Y, a partir de estos planteos, preguntarnos por ejemplo: ¿cuáles son
las lógicas de interacción sensorial que funcionan a la base de ideas como lo tropical
o lo exótico? Se trata de una tarea de la cual este escrito busca ser nada más que una
introducción. ←
La luna y la nación.
La fotografía astronómica como dispositivo
modernizador en la Argentina de fines del siglo xix
En una impresión fotográfica se observan dos lunas contiguas. Los contornos del astro
figuran redondos sobre el fondo negro que resalta su color blanquecino. El perímetro
de cada circunferencia se desdibuja en el espacio que las separa. Se advierten con pre-
cisión detalles de los cráteres y las oscuras manchas que cubren la superficie. (Fig. 1)
Estas impresiones son parte de las primeras fotografías lunares realizadas en territo-
rio argentino como parte del proyecto de relevamiento astrográfico ejecutado desde el
Observatorio de Córdoba a partir de la década de 1870. Este proyecto, aunque no fue la
primera actividad astrofotográfica en Sudamérica, se considera sobresaliente pues fue
planificado con sistematicidad, obteniendo resultados exitosos.1
Luego de la batalla de Caseros en 1852, se dio inicio a las luchas entre el Gobierno de Buenos
Aires y la Confederación, lo que generó –bajo cada uno de ambos modos de gobierno y
1
Roberto Ferrari, “Carl Schultz-Sellack y los orígenes de la fotografía astronómica en la Argentina”,
Saber y Tiempo, vol. 3, nº 11, Buenos Aires, enero-junio 2001, p. 75.
2
Luis Alberto Romero, Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2016, p. 40.
Quienes lideraron el Estado nacional luego de la década del sesenta, y con un período
creativo hasta 1880, momento en que su ideología romántica alcanza la hegemonía
cultural para ser luego desplazada por otras tendencias, fueron los llamados hom-
bres de la Generación del 37. Orbitaron alrededor del Salón Literario que funcionó en
Buenos Aires durante el año 1837 con la intención de ser un “círculo de pensamiento”,
según sus propias palabras, y de llamar la atención de quienes ejercían el poder. Sus
integrantes más reconocidos son Esteban Echeverría, quien inspiró el agrupamiento,
Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, José Mármol
y Félix Frías. Oscar Teránlo considera “el primer movimiento intelectual animado de
Este movimiento dialoga con la tradición literaria e intelectual romántica francesa que
guió la búsqueda de una identidad nacional, pero con formulaciones particulares, pues
el ámbito de lo público se sobrepone a la esfera privada o individual, contrariamente a
la tradición francesa. Además, simpatizaban con los ideales de progreso e ilustración
predominantes en las corrientes intelectuales internacionales. Algunos textos progra-
máticos definían su misión como la de completar en el plano intelectual la revolución
que en el plano material había sido realizada por la generación anterior a partir de la
Revolución de Mayo.4
Para este grupo de hombres que gobernaron a partir de la década del sesenta, en el
proceso de consolidación del Estado que proyectaron se buscó legitimar la instauración
del nuevo orden y formar recursos humanos necesarios para llevar a cabo el proyec-
to nacional que garantizaría la incorporación de la Argentina en el mercado mundial.7
Esto se enmarcó en la gestación de los proyectos nacionales de diversos países de
América Latina, donde las ciencias y el crecimiento industrial fueron fomentados sis-
temáticamente. De este modo, resultó necesario reorganizar la enseñanza en todos
sus órdenes, crear y organizar instituciones científicas (entre las más notorias figuran
la Academia Nacional de Ciencias, el Museo de Historia Natural, el Museo de La Plata,
3
Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina: diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2008, p. 61.
4
Ibid., p. 65.
5
Ibid., p. 72.
6
Idem.
7
Marina Rieznik, “De la tierra al cielo. Los discursos sobre las Políticas Públicas para la Astronomía
en Argentina (1871-1935)”, en: VI Jornadas de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, 2005, p. 9. http://cdsa.aacademica.org/000-045/33, (acceso: 29/04/2019).
Para llevar a cabo la ejecución del nuevo proyecto nacional se recurrió al desempeño
de científicos extranjeros, ya que no se contaba todavía con la cantidad necesaria de
científicos locales para cubrir las necesidades de tales instituciones nacientes que,
por otro lado, se transformaron en duraderas gracias a la acción de quienes actuaron
como pioneros.8 También contribuyeron a la aparición de diversas publicaciones. Se
destacó la actuación de los alemanes que llegaron a América del Sur e introdujeron la
mineralogía, la geología y la astronomía modernas en Brasil, Chile y la Argentina, en
un momento en que la ciencia alemana comenzaba a liderar la investigación científica
europea.
Es en este momento que la ciudad de Córdoba, de valor estratégico para actuar como
nexo entre Buenos Aires y el resto del país, tuvo un rol protagónico en el proceso de
constitución de una institucionalidad científica. En ella se fundaron en 1870 la Academia
Nacional de Ciencias, bajo la dirección del prusiano Germán Burmeister (1807-1892), y
el Observatorio Nacional Argentino, a cargo del astrónomo estadounidense Benjamín
Apthorp Gould (1824-1896). La presencia de ambas personalidades fue de gran
valor en materia de política científica planeada, especialmente la de Gould, a quien
se le atribuye la introducción de la ciencia moderna en la Argentina.11 El trabajo de
más de una década (1868-79) desembocó en la creación de la Facultad de Ciencias
8
Leticia Halperín Dongui, “El aporte de los hombres de ciencia extranjeros que actuaron en la República
Argentina en el siglo XIX”, Boletín de la Academia de Ciencias, nº 48, Córdoba, 1970, p. 109.
9
Miguel Asúa, Una gloria silenciosa: dos siglos de ciencia en Argentina, Buenos Aires, Libros del Zorzal,
2010, p. 85.
10
Miguel Asúa accede a esta cita a través de Marcelo Montserrat en La introducción de la ciencia moderna
en Argentina: el caso Gould, Buenos Aires, Criterio, 1971. Ver: Miguel Asúa, op. cit., p. 89.
11
Ibid., p. 88.
En la década de 1870, además del de Córdoba, solo existían otros cuatro observatorios
australes12 en Cabo de Buena Esperanza, Melbourne, Santiago de Chile y Río de Janeiro.13
Resulta evidente que la mayor parte de los observatorios se encontraban en el hemis-
ferio boreal en territorio de los países ”civilizados” de Europa y en EE.UU., lo que revela
la importancia asignada a la astronomía por estos países, determinando un factor de
progreso.14 El Observatorio representaba entonces el primer paso dado hacia el ”pro-
greso”, proclamaba la capacidad de transformación que el nuevo Estado nación tenía
en sus manos como tarea. Los requisitos que Sarmiento demanda a la astronomía
están entonces ligados a la necesidad concreta de esta transformación.
Sarmiento se relaciona por primera vez con la astronomía durante su exilio en Chile en
la década de 1840, donde se hace muy amigo de J.M. Gillis (1811-65), un militar astró-
nomo estadounidense comisionado por el Observatorio Naval de EE.UU. durante 1849
y 1852 para instalar un observatorio en el país austral, y quien poco después permitió
la creación del Observatorio Nacional chileno. Gould redujo las observaciones de la
expedición de Gillis y efectuó los cálculos. El presidente se manifiesta con propósitos
muy concisos:
[Hay] un cargo al que debo responder […] Es anticipado se dice, un Obser-
vatorio en pueblos nacientes y con un erario ó exhausto ó recargado. Y bien,
yo digo que debemos renunciar al cargo de nación, ó al título de pueblo ci-
vilizado, si no tomamos nuestra parte en el progreso y en el movimiento de
las ciencias naturales. Nos hemos burlado del tirano Rosas cuando se hacía
solicitar que dejase por años abandonado todo interés administrativo, á fin de
contraerse solamente a los asuntos de eminencia nacional. Los asuntos de
eminencia nacional, según esta teoría, era hacer cartuchos para exterminar á
los salvajes unitarios, pues caminos, muelles, educación, industria, todo debía
sacrificarse ante esta maestranza de proyectiles. Los que hallan inoportuno
un Observatorio Astronómico, nos aconsejan lo que Rosas practicaba, lo que
Felipe II legó a sus sucesores, y nos separa por fin de la especie humana, en
todos los progresos realizados mediante el estudio de las ciencias naturales,
desde el renacimiento hasta nuestros días, en el resto de Europa y en los Es-
tado Unidos […]
Es una cruel desilusión del espíritu creernos y llamarnos pueblos nuevos. Es
de viejos que pecamos. Los pueblos modernos son los que resumen en sí
12
Roberto Ferrari, op. cit., p. 73.
13
Muy cercano al límite norte del ecuador, el Observatorio de Bogotá fue el primero de América y cons-
tituye un caso particular, pues fue creado en el año 1803 bajo la dirección de José Celestino Mutis en el
marco de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, antecediendo así la etapa republi-
cana de Suramérica.
14
Edgardo Minniti y Santiago Paolantonio, “Córdoba, Sarmiento, Gould y el mundo: Dos visiones, dos
aventuras y dos beneficiarios: Córdoba y el mundo”, Cielo Sur, La Plata-Buenos Aires, s/f. http://www.
cielosur.com/cordoba-sarmiento.php, (acceso: 29/04/2019).
15
AA.VV., “Discurso del Señor Presidente de la República” Observatorio Astronómico Arjentino. Discursos
sobre su inauguración, Buenos Aires, Imprenta del siglo, 1872, pp. 33-3.
16
Edgardo Minniti y Santiago Paolantonio, “Córdoba, Sarmiento, Gould…” op. cit.
17
José Babini, Historia de la ciencia en la Argentina, Buenos Aires, Solar, 1986, p. 161.
18
Edgardo Minniti y Santiago Paolantonio, “Córdoba, Sarmiento, Gould…” op. cit.
19
José Babini, op. cit., p. 164.
20
Roberto Ferrari, op. cit., p. 72.
21
Ibid., p. 74.
22
John William Draper (1811-1889) tomó las primeras imágenes de la luna, con un tiempo de exposición
de treinta minutos el 26 de marzo de 1840. Las primeras fotografías astronómicas son de la Luna, ya que
es el astro de mayor tamaño y luminosidad en la noche.
23
Roberto Ferrari, op. cit., p. 76.
24
Ibid., p. 95.
25
Ibid., p. 85.
26
Su desatención al Observatorio al asumir, en 1873, el cargo de profesor de la cátedra de Física recien-
temente creada en la Facultad de Ciencias se sumó a la publicación que hace ese mismo año del artí-
culo “Photography of Souther Star-clusters” en el American Journal of Science and Arts donde aparenta
trabajar en forma independiente sin participación de Gould.
27
Recordemos la importancia de las exposiciones como representativas de las nociones de progreso
y nacionalidad, pues cada nación exponía sus mejores productos y se prestaba a la visibilidad. En el
ámbito nacional la Exposición Nacional de Córdoba de 1871 representa “un punto de inflexión para la
producción, circulación y recepción de fotografías”. Ver: Verónica Tell, El lado visible. Fotografía y progreso
en la Argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, UNSAM Edita, 2017, p. 14.
28
Roberto Ferrari, op. cit., p. 94.
29
Edgardo Minniti y Santiago Paolantonio, “Fotografías cordobesas. Obra pionera de fotografía astronó-
mica en Latinoamérica y el mundo”, Revista Universo Digital, n° 55. http://www.liada.net/universo.liada.
net/a10%20-%20FotografiasCordobesas.pdf, (acceso: 29/04/2019).
convertida en una estadía prolongada hasta su regreso a EE.UU. en 1885, tuvo como
objetivo la posesión personal de las placas fotográficas celestes para poder llevarlas a
su país y medirlas con tranquilidad, cuestión que es permitida por el gobierno argentino
y es la causa de que todas las placas se encuentren actualmente en la Universidad
de Harvard.30 Puede suponerse que el gobierno accede a tal arreglo teniendo en
mente que Gould llevaría a la Argentina a figurar entre las naciones avanzadas.31
30
Ibid., p. 9.
31
Roberto Ferrari, op. cit., p. 85.
Teniendo en cuenta los mecanismos de institucionalización del aparato estatal con mi-
ras a construir una nación que pudiera ser partícipe de la marcha del ”progreso” inter-
nacional, acompaño a Verónica Tell en su libro El lado visible. Fotografía y progreso en la
Argentina a fines del siglo xix cuando refiere a su investigación:
32
Verónica Tell, op. cit., p. 13.
Pequeños retratos.
El uso de la estética y materialidad de la pintura miniatura
en la fotografía del siglo xix en Argentina
La pintura miniatura
A fines del siglo xviii aparece en el Virreinato del Río de la Plata la práctica pictórica del
retrato miniatura, la cual tuvo su mayor desarrollo durante la primera mitad del siglo
xix y sus practicantes eran en su mayoría pintores extranjeros.1 El retrato miniatura es
definido principalmente por su tamaño ya que, si bien no hay una medida estandari-
zada, se considera una miniatura a un retrato que en su medida no supere los quince
centímetros de altura aproximadamente. Dentro de la variación de tamaños se pueden
encontrar miniaturas de dos centímetros de altura, por ejemplo en prendedores y aún
más pequeñas en anillos. Podían ser retratos individuales o de grupo y, generalmente,
de busto, de frente o de perfil. Fueron ampliamente utilizados en el ámbito privado y
se encontraban asociados a la intimidad de los afectos2 ya que eran retratos de seres
queridos, cónyuges, amigos o amantes. Una variante dentro del retrato miniatura fue
el retrato de ojos, en donde solo se encuentra representado el ojo del retratado como si
estuviese aislado del resto del cuerpo.3 A estas imágenes se le adjudicaron numerosas
interpretaciones tales como demostración de afecto, de amores prohibidos o como un
ojo vigilante que controla las actividades de su pareja.
En comparación con los retratos al óleo, las miniaturas eran mucho más económicas
y de rápida ejecución, lo que permitió un aumento de la producción de retratos y, por
lo tanto, de su adquisición. Según Gisèle Freund,4 la capa ascendente de la burguesía
lo utilizó como una manera de expresar el culto a la individualidad. En Argentina, ganó
rápidamente una gran popularidad y las publicidades de retratistas ofreciendo los más
exquisitos ejemplares aparecieron en los periódicos de la época.
1
Adolfo Luis Ribera, El retrato en Buenos Aires (1580-1870), Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires,
1982, pp. 193-194.
2
Susana Fabrici, El retrato-miniatura en la Argentina. Los rostros en la intimidad de los afectos, Buenos
Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2014, p. 22.
3
Un ejemplo en Argentina es el “Ojo izquierdo de Manuel Belgrano” atribuido a Jean-Philippe Goulu que
se encuentra en el Museo Histórico Nacional. En este caso, el ojo queda aislado del cuerpo por medio de
la inclusión de nubes alrededor del mismo.
4
Gisèle Freund, La fotografía como documento social, Barcelona, Gustavo Gili, 2008 [1974], p. 14.
Los soportes y las técnicas para la realización de las miniaturas eran variados ya que
el soporte podía ser de marfil, vitela, porcelana o papel, entre otros, y en su mayoría
estaban pintados con acuarela o gouache. Debido a la sensibilidad de estos materiales
a la abrasión y a la humedad, eran guardados detrás de vidrio en marcos o en elabo-
rados estuches, los cuales eran pequeñas cajas de madera y cuero con interiores de
seda o terciopelo. A su vez, la miniatura podía ser parte de accesorios de joyería como
relicarios, medallones, prendedores o polveras. Su menor tamaño, en comparación
con los retratos al óleo, permitía transportarlos fácilmente, llevarlos en un bolsillo y
hasta exhibirlos en la vestimenta. (Fig. 1) Estos prendedores y relicarios eran piezas de
fina joyería en donde convivían la ornamentación y el retrato. Al usarlos, la imagen de
retratado era enmarcada por las texturas y formas de la vestimenta y el andar mismo
de las personas ponía estos retratos en movimiento.5
El surgimiento de la fotografía
5
Geoffrey Batchen, Forget me not: Photography and Remembrance, New York, Princeton Architectural
Press, 2004, p. 35.
Si bien la miniatura y la fotografía son dos técnicas diferentes, y hasta pensadas anta-
gónicas, es posible encontrar numerosas similitudes entre ellas a través de su estética
y materialidad. Salvando las diferencias entre la terminación de una imagen pictórica y
una fotográfica, el daguerrotipo encuentra su lugar de consumo en el campo que había
generado la miniatura. Esta última ofrecía un retrato, que poseía una gran semejanza
con el retratado, que era portable para uso como joyería y también para exhibir en el
ámbito doméstico, de factura rápida y de bajo costo. El daguerrotipo cumplía con todas
estas expectativas. El presente trabajo tiene como finalidad abordar las similitudes y
diferencias entre la práctica de la miniatura y de la fotografía durante el siglo xix ana-
lizando aspectos tales como sus usos, materialidades y técnicas.
6
Resulta necesario considerar que al momento de la presentación del daguerrotipo se estaban
investigando y desarrollando otros procesos fotográficos. Por lo que aclamar al daguerrotipo como el
primer proceso fotográfico no sería correcto pero sí se lo considera el primer proceso fotográfico en ser
usado masivamente.
7
El tamaño del daguerrotipo y el ambrotipo estaba estandarizado y se encontraba en relación al tamaño
máximo que se podía realizar que era una placa entera y su medida era de 16.5 x 21.5 cm. Los tamaños
menores corresponden a 1/2 placa, ¼ de placa, 1/6 de placa, 1/9 de placa y otros tamaños más chicos.
Al igual que los estuches, la fotografía adoptó de las miniaturas los medallones, relica-
rios, brazaletes y hasta anillos, entre muchas otras formas. Este retrato en un espejo
comenzó así a formar parte de la vestimenta tal como lo había hecho la miniatura. A
su vez, se continuaron prácticas que se habían implementado con la miniatura, como
por ejemplo la adición de un mechón de cabello en el relicario donde se encontraba el
retrato. También era una práctica común la realización de brazaletes con cabello en los
cuales se adjuntaba un retrato. Si consideramos en términos de Dubois8 el carácter in-
dicial que posee la fotografía, Batchen9 sostiene que en estos objetos sucede una doble
indexicalización, en la cual la presencia indicial del retratado se reitera y refuerza con
la presencia del cabello.
Por lo tanto, las fotografías de estuche y en joyería deben ser pensadas en su totali-
dad como un objeto-imagen,10 que está compuesto por una imagen y también por la
materialidad de todo el objeto, así sea por sus materiales constitutivos como por otros
elementos que acompañan a la imagen. Es este trabajo del material a través de la
ornamentación lo que podríamos pensar como un elemento extra fotográfico que nos
revelan las características técnicas y materiales de una época específica y que nos
permiten abordarla desde prácticas tales como la orfebrería y la artesanía.
Pintores y fotógrafos
8
Philippe Dubois (1986) propone agrupar las posiciones epistemológicas en torno al realismo en la
fotografía a partir del análisis del signo triádico de la teoría de Charles Sanders Peirce. El autor plantea
cómo los tres componentes del signo (icono, símbolo e índice) pueden ser utilizados para pensar la
relación de la fotografía con la realidad.
9
Batchen, op. cit., pp. 74-75.
10
Boris Kossoy, Fotografía e historia, Buenos Aires, La marca, 2001, p. 33.
Asimismo, en los avisos que el reconocido miniaturista francés Jean Phillipe Goulu
publicó a su llegada a Buenos Aires en 1824, se encuentra reiteradas veces la pro-
moción de una semejanza garantizada entre la miniatura y el retratado. En muchos
avisos también se advierte que si no existe dicha semejanza el dinero será devuelto.13
En cambio, la fotografía permite registrar a través de un dispositivo mecánico esta se-
mejanza con el retratado pero que, al contrario de la miniatura, no es capaz de ideali-
zar ningún rostro. La fotografía no distingue entre una persona bella o fea, o una buena
o mala pose, por lo que en el anuncio de Gras, el pintor/fotógrafo propone “suavizar las
facciones” mediante el color.
La fotografía coloreada
11
El Comercio del Plata, 9 de noviembre de 1848.
12
La Tribuna, 1 de febrero de 1871.
13
Un ejemplo de un conflicto judicial que se basa en el no cumplimiento de esta cláusula de semejanza
es la demanda que realiza Jacobo Fiorini a Antonio Reyes en marzo de 1852 por el cobro de una miniatura
y dos retratos al óleo. El demandado no pagó estos trabajos alegando la falta de semejanza de estos
retratos. Véase Gabriela Braccio, “Lo que ya no podemos ver: Jacobo Fiorini contra Antonio Reyes”, en:
Imágenes perdidas: censura, olvido, descuido. IV Congreso Internacional de Teoría e Historia de las Artes, XII
Jornadas CAIA, Buenos Aires, CAIA, 2007.
Se desarrollaron numerosas técnicas para el coloreado ya que los diversos procesos fo-
tográficos tenían diferentes características. Los procesos que tenían soporte papel fue-
ron los más utilizados para la práctica del coloreado ya que las fibras del papel absorbían
fácilmente las acuarelas. Estos son los procesos de copia a la albúmina,16 papel salado
y gelatina de plata, entre otros. En cambio, los soportes de vidrio o metal, que utilizaban
los ambrotipos, ferrotipos y daguerrotipos, necesitaban que la acuarela o el pigmento se
mezclara con un aglutinante (goma arábiga, gelatina, entre otros) para poder adherirse a
la superficie de la imagen. El daguerrotipo no podía ser coloreado pasando un pincel con
pintura sobre la superficie ya que era particularmente sensible a la abrasión y la imagen
podía perderse. Una de las tantas técnicas que se aplicaron fue la de colocar un capa de
goma arábiga y levemente espolvorear con pigmento las zonas a colorear. Después, el
iluminador debía respirar aliento sobre la placa de daguerrotipo provocando el reblande-
cimiento de la capa de goma arábiga y así permitiendo que el pigmento quede atrapado
en ella. Las mejillas sonrojadas, el color de la vestimenta, entre otros tantos detalles, se
fundían en el frío monocromo que generaba el daguerrotipo.
14
“Descripción del Daguerrotipo por el Dr. D. Teodoro M. Vilardebó”, El Comercio del Plata, 6 de marzo
de 1840.
15
Palabras que le dedica el viajero francés Xavier Marmier al pintor y fotógrafo francés Albin Favier en:
Adolfo Luis Ribera, op.cit.
16
Cabe destacar que la primera patente fotográfica de la Argentina fue un método de coloreado de
albúminas presentado por el fotógrafo italiano Cesare Bizzioli en 1872. Véase Clara Tomasini, “La
fotografía entre el arte y la invención. Las patentes fotográficas durante el siglo XIX.” en: Actas de las III
Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Sociales, Buenos Aires, UNSAM, 2018.
17
Una de las problemáticas de la fotografía del siglo XIX, pero sobretodo con las técnicas del daguerrotipo
y ambrotipo, es su autoría. Si bien ya en la segunda mitad del siglo XIX encontramos copias a la albúmina
donde en el reverso se aclara el estudio fotográfico que realizó la fotografía, en estas primeras técnicas
saber el autor de las imágenes es algo que no sucede con frecuencia. Por lo tanto, es necesario realizar
una investigación más exhaustiva para poder atribuirles un autor. Por ejemplo, es posible reconocer la
utilería que el fotógrafo agregaba a la escenografía de la toma. En el caso del daguerrotipo del general
Enrique Martínez todavía no tiene atribuido un autor pero gracias a un detalle es posible delimitar la
búsqueda. En el reverso del daguerrotipo, se encuentra manuscrito con tinta dorada “Piedad N°104”.
Esta es la dirección de un estudio fotográfico. Gracias a la investigación realizada por Juan Gómez
(1986), encontramos que en ese lugar funcionó un estudio fotográfico que trabajaba bajo el nombre del
reconocido fotógrafo norteamericano Charles de Forest Fredericks. Si bien para la fecha que se estima
que se tomó la fotografía (c. 1858) Fredericks ya no se encontraba en el país, su estudio fotográfico
siguió funcionando a cargo de sus empleados. Si bien no se conocen los nombres de los fotógrafos que
trabajaban en dicho estudio, se podría inferir que este daguerrotipo es de su autoría.
18
Es muy común encontrar la misma imagen fotográfica realizada en distintos procesos, como es el
caso del retrato del Coronel José Zeballos. Estas fotografías no se realizaron al mismo tiempo ya que la
técnica de gelatina de plata no se había inventado todavía cuando el daguerrotipo fue tomado. Se debe
tener en cuenta que la copia de fotografías en distintos procesos era algo habitual y los fotógrafos de
la época publicitaban las reproducciones, ampliaciones (con y sin iluminaciones) de fotografías hechas
anteriormente. Por este motivo, al momento de datar la fotografía a través de su técnica es necesario
buscar determinados detalles que nos alerten de la posibilidad de que sea una copia y también poder ubicar
las fechas de vida del retratado para comparar con los periodos de utilización de las técnicas fotográficas.
19
En las fotografías de gelatina de plata se encuentra una capa de barita entre la emulsión fotográfica
y el papel. Esta capa está formada por gelatina y sulfato de bario lo que le otorga una superficie blanca
y lisa a la fotografía.
Fig 3. Retrato del Cnel. José Zeballos, s/f, gelatina de plata iluminada,
25,7 x 22 x 2,5 cm. Museo Histórico Nacional, Buenos Aires.
Microscopías de la fotografía a 40x y 100x. ←
Conclusión
20
Algunos ejemplos son la colección del J. Paul Getty Museum y la colección del Eastman Museum.
21
Las características que permiten identificar el papel salado son la visibilidad de las fibras del papel
entremezcladas en la imagen, la opacidad y desvanecimiento de la imagen fotográfica. Agradezco a
los especialistas Ariadna Cervera Xicoténcatl y Grant Romer por su ayuda en la identificación de esta
fotografía.
22
Existen numerosas variantes de la técnica de la fotografía esmaltada. En algunas la fotografía era
realizada sobre la placa y en otras era transferida. También se podían hornear o no.
En este punto, resulta necesario aclarar que, en Chile, a diferencia de lo que ha ocu-
rrido en Argentina –con los aportes de Laura Malosetti, Marcela Gené, Sandra Szir,
Silvia Dolinko y Verónica Tell–, el estudio de la cultura gráfica por parte de la histo-
ria del arte y otras disciplinas afines es aún bastante incipiente. Han sido investigadores
* Este texto tiene su origen en el proyecto “Espectros de otras artes en la fotografía. Medios e
intermedialidades en los procesos de modernización de la cultura visual chilena finisecular”. Investigadora
responsable: Ana María Risco. Fondart Nacional 2016, línea Fomento de las Artes Visuales, nº 224203.
Sobre los resultados de la investigación, ver: www.fotointermedialidad.cl, (acceso 11/01/2020).
1
Cf. Ángel Soto-Veragua, Historia de la imprenta en Chile. Desde el siglo XVIII al XXI, Santiago de Chile, El
Árbol Azul, 2009; Eduardo Castillo (ed.), Artesanos, artistas, artífices: la Escuela de Artes Aplicadas de la
Universidad de Chile, 1928-1968, Santiago de Chile, Ocho Libros, 2010 y Simoné Malacchini, La Lira Popu-
lar. Identidad gráfica de un medio impreso chileno, Santiago de Chile, Ocho Libros, 2015, entre otros.
2
Al respecto, destacan los aportes de Tomás Cornejo desde la historia cultural, ver: “Notas para com-
prender las imágenes de la Lira Popular”, Aisthesis, Santiago de Chile, Instituto de Estética, Universidad
Católica de Chile, nº 59, pp. 179-202, y desde los estudios de la imagen y la teoría de los medios de la
imagen, ver: Ana María Risco, “Chile Ilustrado (1872): un lugar de convergencia para tradiciones estilísti-
cas, iconográficas y medios de la imagen”, en: A la luz de la fotografía, Santiago, junio de 2017. Disponible
en www.fotointermedialidad.cl, (acceso 11/01/2020).
3
Nos referimos al denominado “fondo documental”. Para un acercamiento introductorio a los conceptos
y fundamentos de la disciplina archivística, ver: Antonia Heredia, ¿Qué es un archivo?, Asturias, Trea, 2007.
4
Son fundamentalmente dos: el primero tiene que ver con el principio de “procedencia” (la organización
debe remitir al origen de producción del documento) y el segundo, con el carácter “natural” de proceso
de acopio documental.
5
Si bien caeremos en el artificio de aislar la imagen de su contexto de la página, mantendremos a la
vista, de manera general, el marco retórico en el que esta se inscribe, es decir, el género y/o tipología
editorial de la publicación en que circula.
6
Ver: Historia del libro en Chile (alma y cuerpo), Santiago de Chile, Andrés Bello, 1993, p. 95.
7
Ibid., p. 97.
8
Hay que agregar que la investigación de campo ha arrojado que también en esta época comenzaron
a aparecer de forma consistente imágenes en periódicos de ciudades de provincias como Iquique, La
Serena, Talca y Temuco y en otras localidades más remotas y/o menos pobladas como Tal Tal y Coronel.
9
También se constataron algunos impresos producidos en Chile, ilustrados con grabados en madera de
boj. Fue el caso de La Ilustración (1871) y posteriormente La Lectura (1883-1884), revistas de orientación
literaria que intentaron distinguirse de sus contemporáneas ofreciendo imágenes de mayor calidad. No
hemos podido constatar si las estampas referidas a Chile (paisajes, vistas y otros) en la primera publica-
ción fueron confeccionadas en el país o compradas y/o encargadas especialmente a talleres europeos.
En el caso de La Lectura, Ismael Espinosa asegura que la mayor parte de los clisés utilizados fueron
importados. Ver: Ismael Espinosa, Caricaturistas y dibujantes de Chile. Una antología con 780 caricaturas
desde 1818 hasta 2006, Santiago de Chile, Ismael Espinosa S.A., 2006.
10
Particularmente utilizado fue este procedimiento en los pliegos de la Lira Popular, especie de literatu-
ra de cordel producida en Chile desde aproximadamente 1865, con cantos de poetas populares, de am-
plia difusión entre sujetos de la clase trabajadora urbana y obrera, y que incluía ilustraciones de artífices
anónimos facturadas en xilografía. Cf. Malacchini, op. cit. y Cornejo, op. cit.
Autores como Castillo y Soto Veragua coinciden en que el fotograbado de medio tono
fue introducido en Chile en 189711 en publicaciones periódicas12 y en 1902 en la prensa
diaria.13 Sin embargo, la investigación de campo mostró que el uso de procedimien-
tos derivados de la fotografía se produjo desde mucho antes. En efecto, impresos con
imágenes de este tipo pueden hallarse en el país desde mediados de 1870.14 De modo
que, lo distintivo de los años 90 fue que estas técnicas fotomecánicas se popularizaron,
es decir, se asentaron y propagaron paulatinamente en el circuito local,15 utilizándose
con regularidad en revistas, semanarios, suplementos, gacetas y diarios de amplia
circulación. Pero, como veremos en las series que presentaremos a continuación, esta
renovación tecnológica, que avivó la multiplicación técnica de la imagen para su difu-
sión ampliada, no coartó a los medios tradicionales, sino que, por el contrario, generó
una suerte de proliferación generalizada de los componentes visuales en los impresos
periódicos de la época.
11
En tanto, en Argentina la primera ocasión en que este procedimiento se usó en una publicación perió-
dica, con clisés facturados en el país, fue en La ilustración Sudamericana, en junio de 1894. Cf.: Sandra
Szir, El semanario popular ilustrado Caras y Caretas y las transformaciones del paisaje cultural de la moder-
nidad, Buenos Aires 1898-1908, tesis para optar al grado de Doctora en Letras, Buenos Aires, Universidad
de Buenos Aires, 2011, p. 193. Por su parte, en Perú, la investigación de campo efectuada a inicios de
2019 en ese país constató el uso de fotograbado desde 1892 en el semanario El Perú Ilustrado.
12
Habría sido el italiano Ángel Cresta uno de los precursores en la implementación de este procedimien-
to. Castillo, op. cit., p. 28. Según Juan Marinello, la Revista Ilustrada de Santiago (1897-?) fue la primera
en utilizar esta técnica, ver: “Fotógrafos de prensa. Testigos directos y espejos de identidad”, en: AA. VV.,
Historia de la fotografía en Chile: rescate de huellas en la luz, Santiago de Chile, Centro Nacional del Pa-
trimonio Fotográfico, 2000, p. 125. Por su parte, Castillo consigna la revista El Payaso (1897-1898) como
una de las iniciadoras. Castillo, op. cit., p. 28.
13
Los investigadores coinciden en que el primer medio en implementar el fotograbado fue El Diario Ilus-
trado en 1902. Cf. Soto Veragua, op. cit. y Nicole Iroumé, “La fotografía impresa, el caso de las revistas
juveniles en Chile”, en: Nicole Iroumé y Óscar Aguilera (eds.), Juventud y fotografía en revistas juveniles
chilenas del siglo XX, Santiago de Chile, RIL, 2018, p. 159. En tanto en Perú, la introducción del fotograba-
do de medio tono en la prensa diaria se habría efectuado en 1898 en las páginas de El Comercio. Cf. Juan
Gargurevich, Del grabado a la fotografía. Las ilustraciones en el periodismo peruano, Lima, Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, 2006, p. 141.
14
Una de las primeras publicaciones periódicas que incluye imágenes reproducidas en serie con técni-
cas derivadas de los procedimientos fotográficos fue El Correo de la Exposición, creado especialmente
para difundir las diversas aristas de la Exposición Internacional de 1875 celebrada en Santiago (apareció
quincenalmente entre septiembre de 1875 y febrero de 1876, mismo periodo en que estuvo abierta la
muestra). En el ámbito de la edición de impresos no periódicos (libros y álbumes), en 1874 vio la luz el
Álbum del Santa Lucía editado por el intendente de la capital Benjamín Vicuña Mackenna, quien encargó
al francés Émile Garreaud la realización de las 49 fotografías incluidas en la publicación. Años atrás,
Garreaud había producido las imágenes para Vistas de la Patagonia, del Estrecho y de la Tierra del Fuego
(1869). Otro antecedente son las 4 fotolitografías (firmadas por Alejandro Cauchois) presentes en el libro
de Ramón Rivera Jofré, Reseña histórica del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso de 1863.
15
Un importante agente en la implementación de estas tecnologías en el ámbito local fue el editor y
empresario alemán asentado en Valparaíso Guillermo Helfmann. En 1872 fundó el periódico The Chilian
Times and Mercantile & Shipping Gazette for the West Coast of South America (1872-1907), el que hacia
1890 incluirá heliograbado, y se convertirá en un reconocido distribuidor en Chile de clisés producidos
con procedimientos fotomecánicos.
16
Hans Belting, Antropología de la imagen, Buenos Aires, Katz, 2007.
17
Por ejemplo, a los géneros y líneas editoriales, a los tópicos o temas que se trabajan, al tipo de público
al cual aspiraban, a sus cualidades materiales y técnicas y al factor autoral de estampas y fotografías.
18
Si bien lo que acá denominamos “medios” puede entenderse solo como un procedimiento o técnica de
un medio más general que los aglutinará (la impresión gráfica), pensamos acá la xilografía, la litografía
y los procedimientos fotomecánicos como medios en sí mismos, ya que, como plantea Paula Dittborn en
relación a las categorías que hacen factible distinguir un medio de otro, cada uno comporta prácticas,
saberes, materialidades, técnicas y tecnologías, formas discursivas y tradiciones singulares y diferentes
entre sí. Paula Dittborn, “Lo medial y no medial en la imagen: elementos para una distinción”, ponencia
presentada en el Coloquio Internacional Imagen y Medio, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universi-
dad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, septiembre de 2018.
19
Sobre algunos aspectos de la introducción y difusión de la litografía en Chile, ver: María José Delpiano,
“Imagen impresa en el Chile decimonónico: el predominio de la litografía”, en: A la luz de la fotografía,
Santiago, junio de 2017. Disponible en www.fotointermedialidad.cl, (acceso 11/01/2020)
20
Los Sucesos del Día (1890), La Familia (1890), El Taltalito (1899), La Guardia (1900), etc.
21
Como El Clarín (1895), El Oasis (1895), El Arte (1900), La Aurora de la Música (s/d), La Revista de Santiago
(1899), La Guardia (1900), Santiago Cómico (1900), etc.
22
El Charivari (1894), El Josefino (1895), El Monaguillo (1893), El Brujo Político (1893), La Escoba (1891), El
Padre Cobos (1875-1894), La Dinamita (1893), El Mojón de San Francisco (1895), Frai Jerundio (1892), entre
muchos otros. Sin duda este ha sido el tópico más estudiado sobre la cultura gráfica chilena del siglo XIX.
Cf.: AA. VV., El que ríe último… caricaturas y poesías en la prensa humorística chilena del siglo XIX, Santiago de
Chile, Universitaria, 2001; AA. VV., ¿Quiénes fueron los vencedores? Elite, pueblo y prensa humorística de la
Guerra Civil de 1891, Santiago de Chile, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y LOM, 2005; Jorge
Montealegre, Historia del humor gráfico en Chile, Barcelona, Milenio, 2008 y Espinosa, op. cit., entre otros.
en las vísperas, durante y después de la guerra civil de 1891.23 Inferimos que por su
proliferación generalizada, su incidencia en temas coyunturales y su precio asequible,24
los impresos con litografías circularon transversalmente por distintos radios sociales,
abarcando públicos de tendencias políticas muy diferentes (conservadores y liberales).
23
La guerra se produjo a raíz de una profunda ruptura entre el poder legislativo y el poder ejecutivo, con
el presidente José Manuel Balmaceda a la cabeza. Balmaceda fue una figura controversial, de ideales
liberales y progresistas, pero agudamente autoritario. Hacia fines de 1890 el congreso se negó a aprobar
la ley de presupuestos para 1891, a lo que Balmaceda respondió ratificando unilateralmente. En res-
puesta a aquello, sectores opositores desconocieron al ejecutivo, lo que llevó a Balmaceda a clausurar
el Parlamento en febrero de 1891. Estalló una guerra civil de seis meses que costó la vida de cerca de
4.000 personas. El presidente dimitió de su cargo en agosto de 1891 y en septiembre se quitó la vida de
un disparo.
24
La investigación de campo ha arrojado que el número suelto de un periódico ilustrado con litografías
en la década de 1890 podía costar entre 3 y 10 centavos, aunque la mayoría costaba 5. En general, los
periódicos de sátira política eran ofrecidos a un precio de 5 centavos.
Fig 3. Serie 3. Izq.: Sin firma, El Palo, Valparaíso, 29 de septiembre de 1891; centro.:P. Jara Martínez, El
Sacristán, Santiago, mayo de 1901; der.: Sin firma, El Liberal Democrático, Copiapó, 10 de febrero de 1903.
Colección Biblioteca Nacional de Chile, Santiago. ←
se constata en sus ropas ajadas y en poses corporales espontáneas y sin decoro, que
tienden a asociar –estereotipando– actitudes y apariencias del denominado vulgo con
la idea de “desparpajo”. La descripción del lápiz es, no obstante, perita: delinea con
claridad cada figura con trazo desenvuelto imprimiendo organicidad y naturalidad a los
personajes. Además, utiliza el medio tono para modelar las formas y ofrecer, dentro
de la variedad, el mismo peso o valor visual a cada sujeto representado. Finalmente,
organiza la composición de manera que, sin perder la noción de conjunto, se distinga
la singularidad de las poses corporales desde ángulos diversos: de frente, perfil, tres
Una de ellas tiene que ver con la variable autoral. Podemos afirmar que al interior de
la cultura gráfica se dan cita diferentes tipos de artistas o artífices, por un lado, dibu-
jantes y litógrafos que llevan la práctica a un nivel más profesional y por otro, iniciados
y amateurs, en muchos casos, totalmente anónimos. En numerosas estampas pueden
verse diversas inscripciones autorales, donde destacan prominentes figuras de la épo-
ca, algunos de ellos formados incluso en las bellas artes: Luis Fernando Rojas, Luis
Eugenio Lemoine (L. E. L.), Emilio Dupré, entre otros.25 Es por eso que, puede decirse,
la litografía actuó como bisagra entre las bellas artes y el sistema industrial de pro-
ducción de imágenes.26 Y si bien se constituyó como el medio más versátil, pudiendo
incluso hospedar tempranamente a la fotografía mediante procesos de transferencia
de imágenes para su multiplicación (fotolitografía), su incapacidad de compatibilizar
con la caja tipográfica se erigió como su mayor limitante. Aquello coartaba el mayor
anhelo de la industria impresora en formación: disminuir tiempos y costos de impre-
sión y aumentar tiradas.
25
Además, varias estampas están firmadas con pseudónimos: Puck, Tila, Tink-son, Fígaro. En la revista
Pluma y Lápiz (1900) Tink-son aparece identificado como F. Mas. Es el único dato que hasta el momento
manejamos sobre la identidad de estos dibujantes.
26
Esta sería la razón por la que en este medio aparecerá con más elocuencia la firma y, por ende, co-
brará relevancia la autoría de la imagen. Un caso emblemático fue el del dibujante Luis Fernando Rojas
(1857-1942). Cf. Pedro Álvarez y Carola Ureta, Luis Fernando Rojas. Obra gráfica 1875-1942, Santiago de
Chile, LOM, 2014.
27
El grabado recién comienza a enseñarse formalmente en la Escuela de Bellas Artes en 1888, a cargo
del alemán Otto Lebe. No hay noticias sobre cuál o cuáles procedimientos en específico se incluyeron
en el plan curricular.
28
El ilustrador y redactor Juan Rafael Allende fundó, entre otros, el periódico satírico de pequeñas
dimensiones El Ferrocarrilito (que tuvo varias épocas entre los 80 y los 90); título que ironizaba por
contraste con el de El Ferrocarril, uno de los diarios de mayor circulación nacional y de gran formato.
Como plantea Sandra Szir el formato de los impresos está en directa relación con los modos de lectura.
Dimensiones más pequeñas permiten una mejor “manuabilidad”, así el impreso puede transportarse
con facilidad y leerse en contextos de movilidad como, por ejemplo, en el transporte público urbano. Cf.
Sandra Szir, op. cit., pp. 11-12.
alto contraste, zonas planas de tinta y contornos bien marcados, entre otras. Podría
pensarse que este medio fue el más limitado en términos técnicos, ya que sus anóni-
mos artífices ejercían una práctica que no siempre se ajustaba a los parámetros de la
industria, ofreciendo imágenes de factura modesta, más toscas y sintetizadas y estre-
chando el arco de temas y géneros a representar.
Por ejemplo, como se ve en la serie 5, (Fig. 5) aunque hubo retratos en xilografía, es-
tos no cumplían a cabalidad con la exigencia de verosimilitud esperada en este tipo
de imágenes: el alto contraste y el espesor de la línea que origina la talla rústica de
la gubia se ponderaban en detrimento de los detalles y, por ende, de una descripción
más fidedigna del modelo. Tampoco en estas estampas se formaliza visualmente la
alcurnia del sujeto representado, exigencia constitutiva del género. Así, próceres, hé-
roes patrios y presidentes, como los que vemos en la serie, quedan reducidos a formas
esquemáticas y algo prosaicas. En ese sentido, las características del medio, la calidad
del impreso y el grado de elaboración manual de la imagen sí afectaban el tratamiento
del motivo.
No obstante, estos grabados en madera son, sin duda, los más sugestivos. Como pue-
de notarse en las series 4 y 5 si bien las estampas estaban destinadas a un público me-
nos erudito e instruido, le exigían a éste un acercamiento más reflexivo y un esfuerzo
interpretativo mayor. Primero, fueron las más lejanas a la idea de mimesis tradicional,
acudiendo a la síntesis de formas y figuras. Segundo, elaboraron una iconografía sin-
gular e inédita y, tercero, fueron las menos “ilustrativas” o explícitas en relación al tex-
to que acompañaban. Por todo lo anterior, podemos sugerir que en estos “modestos”
grabados se alojan interesantes y tempranas transgresiones de los parámetros esté-
Siguiendo con el estudio de este medio de la imagen, hay que señalar que un rasgo
distintivo de la incipiente industria chilena durante el siglo xix fue que no desarrolló
grabado en madera de boj o a contrahilo.29 Las estampas elaboradas en esta técnica
que circularon en impresos chilenos fueron producidas, salvo pocas excepciones, a
partir de tacos importados. Como se sabe, este fue el procedimiento más difundido en
las imprentas europeas y estadounidenses durante la segunda mitad del xix, ya que
podía traducir con más precisión y fidelidad la imagen técnica para su reproducción
seriada (emulando los medios tonos), antes del advenimiento de los procedimientos
derivados de la fotografía. Pero más aún, permitía el encajonamiento simultáneo del
taco y los caracteres móviles. Esta, una robusta tradición en territorios como Francia,
Alemania y Gran Bretaña, no logró constituirse en Chile. De ese modo, a excepción de
ciertos grupos de elite que podían acceder a productos más lujosos,30 el público local
no se expuso de manera sostenida a la imagen fotográfica impresa –aunque fuera a
través de su traducción al grabado– sino hasta la implementación de la fotomecánica
en la década de 1890.
El punto es que los primeros ensayos con técnicas derivadas de la fotografía en publi-
caciones periódicas de amplio alcance fueron muy irregulares. Como muestra la serie
6, (Fig. 6) hubo resultados más finos y logrados, pero en otros casos, se dieron grue-
sos fallos técnicos, hasta el punto de tornar la imagen casi irreconocible. Es lo que se
aprecia en el retrato del general Emilio Körner incluido en El Trovador (1901). En ese
sentido, puede sostenerse que los procedimientos fotomecánicos tempranos fueron,
quizás, los medios de reproducción de la imagen más limitados del parque impresor
chileno hacia 1890. En general, se utilizaron para imprimir retratos fotográficos, algu-
nas vistas de ciudades y obras de arte en periódicos destinados a un público de capas
medias, sobre todo por el tipo de contenido en ellos difundido (arte, literatura, artes
escénicas, ciencia, comercio e industria). Sin duda, y como hemos visto en la serie 6,
donde estos mecanismos se desenvolvieron mejor fue en la reproducción de retratos
individuales; los tempranos ensayos de La Comuna (1892) dan como resultado impre-
siones fotográficas bien aceptables.31
29
Técnica inventada hacia fines del XVIII en la que se utiliza un taco de madera cortado de manera
transversal (contra las fibras naturales). Como el taco es más compacto y no se astilla, se emplea el
buril para ejecutar las incisiones. A diferencia de la gubia, el uso de esta herramienta permite la factura
más fina y precisa de líneas y surcos.
30
Un caso emblemático fue el libro Chile Ilustrado (1872) de Recaredo Santos Tornero. Una guía geográ-
fica, política, económica y cultural del territorio chileno profusamente ilustrada con cerca de 200 graba-
dos al boj. Tornero encargó la confección del libro a la prestigiosa imprenta Lemercier de París, cuyos
artífices facturaron a partir principalmente de fotografías las imágenes y vistas sobre Chile. Este es un
álbum de lujo para la época, por ello su distribución y difusión debió concentrarse necesariamente en
un público con capacidad adquisitiva.
31
No tenemos noticias sobre los procedimientos empleados, pero en el prospecto del periódico El Oasis
dice: “Damos preferencia en las columnas de honor de nuestro semanario, á la fotografía del distinguido
caballero Dr. José W. Merriam, Cónsul de los EEUU de América” (Iquique, 10 de agosto de 1895, el sub-
rayado es nuestro).
Ahora bien, durante esta época se produjeron interacciones entre los medios manua-
les y técnicos de la imagen. Por una parte, se constata cómo en un mismo impreso e
incluso en una misma página se utilizaron diferentes medios (en la Lira Popular fue
frecuente la combinación de xilografía y fotomecánica). Por otra, y aunque no hemos
podido verificarlo con fuentes, es posible inferir que algunos retratos litografiados se
apoyaron en el traspaso parcial de imágenes fotográficas, como en La Familia (1890)
y El Fígaro (1901). Los medios tendieron, en este caso, a nutrirse y colaborar mutua-
mente: el procedimiento manual se basó en la foto para generar una efigie más exacta
y veraz del o la modelo, y la foto se apoyó en el dibujo para corregir los fallos técnicos
que se originaban en su transferencia a la “matriz” para su reproducción seriada.
32
Siendo Guillermo Helfmann un ejemplo paradigmático del empresario “visionario” en Chile. Ese mis-
mo rol lo cumplió el emprendedor italo-estadounidense Peter Bacigalupi en Perú, quien importó a Lima
las técnicas derivadas de la fotografía para su utilización en El Perú Ilustrado.
De tal modo, si algo distingue este momento de la cultura gráfica chilena es que se ori-
gina una proliferación y riqueza visual incitada por el advenimiento de los procedimien-
tos de impresión derivados de la fotografía. Esto quiere decir que no solo el número de
imágenes circulando y el arco temático fue decididamente mayor en comparación con
décadas anteriores, sino que se generó además una notoria diversidad medial.36 Lo inte-
resante es que esa diversidad se presentó de forma dispersa, con cada medio exhibiendo
sus competencias y limitaciones. En ese sentido, y respondiendo a la pregunta que anima
este texto, lo singular de este momento de transición hacia la industrialización definitiva
del parque impresor chileno es su diversidad y riqueza medial y visual. Por ello, puede
afirmarse que esta época resulta privilegiada para el estudio de los distintos medios de
la imagen referidos a la cultura impresa. A comienzos del siglo xx, la complejidad visual
que afloró en la última década del xix será reunida por el filtro homogeneizador, pero
también “desjerarquizador”, de la trama de puntos del fotograbado de medio tono. ←
33
Cfr. Tomás Cornejo, op. cit.
34
Iroumé, op. cit.
35
En: Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, El estallido de las formas: Chile en los albores de la cultura
de masas, Santiago, LOM y Universidad Arcis, 2005, pp. 120-121.
36
En el marco de diez años tomaron lugar tres medios distintos para la impresión de imágenes, cuestión
que no había acontecido antes ni volvería a ocurrir en adelante.
Además de la comprensión de sus elementos estéticos, una pintura puede ser también
comprendida a partir de sus relaciones con la sociedad para la que se presenta. Un
modo posible de alcanzar estos objetivos es el estudio de la recepción de la pintura,
ya sea en su crítica textual como visual.1 La investigación que se ha realizado en torno
a la pintura histórica del artista brasileño Victor Meirelles de Lima, Combate Naval do
Riachuelo (1872-1883),2 tuvo como objetivo comprender cómo la pintura fue interpreta-
da y resignificada en la sociedad brasileña del siglo xix. En particular, se ha estudiado
su recepción en un importante periódico fluminense de la época: la Revista Illustrada
(1876-1898). En la crítica hecha a Victor Meirelles y su pintura, el periódico se ocupó de
problemas sociales y culturales particulares de su tiempo. Al ser interpretada en rela-
ción a estas cuestiones se ofreció un nuevo sentido al cuadro, el cual se hace patente
en sus caricaturas.
1
Ulpiano T. Bezerra de Meneses, “Fontes visuais, cultura visual, História visual. Balanço provisório,
propostas cautelares”, Revista Brasileira de História, São Paulo, vol. 23, 2003, nº 45, pp. 11-36.
2
Victor Meirelles de Lima, Combate Naval do Riachuelo, óleo sobre tela, 460 cm x 820 cm, 1883, Museu
Histórico Nacional, Rio de Janeiro. Cf. Reproducción del cuadro por José Caldas para el Google
Arts&Culture: https://artsandculture.google.com/asset/combate-naval-do-riachuelo/zgHFE2pIiIWafw,
(acceso 21/01/2020).
3
El historiador del arte Rafael Cardoso, en el artículo “Ressuscitando um Velho Cavalo de Batalha”,
destaca como la Guerra de la Triple Alianza fue convertida en un tema muy referenciado en el campo de
las artes, siendo objeto principal de la pintura histórica del período, mucho por cuenta de ese interés por
temáticas relacionadas a la idea de una nación gloriosa y civilizada. Cfr. Rafael Cardoso, “Ressuscitando
um Velho Cavalo de Batalha: Novas Dimensões da Pintura Histórica no Segundo Reinado”, Revista 19&20,
Rio de Janeiro, vol. 2, n° 3, julio 2007, http://www.dezenovevinte.net/criticas/rc_batalha.htm, (acceso:
21/01/2020).
Con una dimensión de 820 x 420 cm, la pintura de batalla realizada por Victor Meirelles
compone la escena en tres planos principales. A la derecha del observador, el primer
plano se centra en una embarcación paraguaya en ruinas, en el momento en que se
hunde en el río. Los combatientes paraguayos, que permanecen en la embarcación, se
dividen entre dos figuras principales: la de los que persisten en la batalla, disparando
contra la embarcación brasileña, y la de los que están caídos sobre la fragata. Es im-
portante notar cómo en esa escena no hay vestigios de sangre o de heridas, sobresa-
liendo, por lo tanto, la idealización de la batalla. En un primer plano y centralizado en
el cuadro, un combatiente brasileño, que se encuentra en la embarcación paraguaya,
mira a los cielos, con expresión resignada, en el momento en que un arma es dispara-
da contra él. En un segundo plano, más a la izquierda del observador, la escena pre-
senta la escuadra brasileña en conmemoración de la victoria. La fragata Amazonas es
colocada en posición destacada, de manera imponente, con sus tripulantes en fiesta.
Cuatro figuras se distinguen en esa escena: tres comandantes y el Almirante Barroso,
quien a su vez se distingue respecto de los otros al agitar la bandera de victoria. La
oposición entre los paraguayos y los brasileños es creada, sobre todo, por el punto
de vista elegido por la escena. El punto de vista elegido para la representación de la
batalla, que va de un punto más cercano al suelo y lleva la mirada a uno más elevado,
resalta la fragata brasileña y la presenta como monumental. Por último, en tercer pla-
no, se representan otras embarcaciones y el horizonte, en el que las nubes y el humo
confieren un aspecto etéreo a la escena. La pintura fue presentada por Meirelles por
primera vez en 1872 y, debido a su destrucción en un viaje, tuvo una nueva versión pro-
ducida por el artista en 1883.5
Es para la exposición de la segunda versión del cuadro que la Revista Illustrada publica
una crítica a la obra.6 Además de la crítica escrita, que se propone apuntar los errores
de manera sucinta y objetiva, aunque cómica, el periódico dedicó dos de sus ocho pá-
ginas totales a una crítica ilustrada de la obra. (Fig. 1) Como una caricatura, la ilustra-
ción es una reproducción litográfica idéntica al cuadro, pero con algunos detalles que
agregan el sentido cómico a la imagen. Los paraguayos aparecen con pipas, cañas de
pesca o durmiendo; el Almirante Barroso es presentado casi del mismo tamaño que la
embarcación. La leyenda que acompaña la imagen, a su vez, es una sátira: una repro-
ducción cómica de la leyenda presentada con el cuadro en el Salón. Es la leyenda que
4
Aline Praxedes de Araújo, Há tantas formas de se ver o mesmo quadro: uma leitura de O Combate Naval
do Riachuelo de Victor Meirelles (1872/1883), Dissertação Mestrado em História, CCHL–UFPB, João
Pessoa-PB, 2015.
5
Idem.
6
La Revista Illustrada se encuentra actualmente digitalizada por la Biblioteca Nacional brasileña.
La edición completa puede ser consultada en: http://memoria.bn.br/DocReader/docreader.
aspx?bib=332747&pesq= (acceso: 21/01/2020) o para leer y descargar en formato pdf por el link http://
memoria.bn.br/pdf/332747/per332747_1883_00363.pdf, (acceso: 21/01/2020).
atribuye el sentido a la escena: lo que ocurre allí no es una batalla, sino una subasta
conducida por Barroso, que vende los destrozos de la embarcación paraguaya, mien-
tras los paraguayos están completamente ajenos al acontecimiento. Este tipo de críti-
ca, caracterizada por la sátira y la caricatura, fue una constante en la Revista Illustrada,
que vehiculizaba periódicamente comentarios acerca de acontecimientos políticos, so-
ciales y artísticos de la sociedad fluminense, además de las Exposiciones Generales de
Bellas Artes. Inspirada por la crítica ilustrada de los Salones Caricaturales de periódi-
cos franceses, la Revista Illustrada se apropió del lenguaje visual para producir críticas
cómicas acerca de las obras, en especial aquellas que desdeñaba.7
7
Rosângela de Jesus Silva, O Brasil de Angelo Agostini: política e sociedade nas imagens de um artista, Tese
Doutorado em História, Campinas-SP, IFCH-UNICAMP, 2010.
8
Michael Baxandall, Padrões de Intenção: a explicação histórica dos quadros, São Paulo, Companhia das
Letras, 2006.
Se puede afirmar que la crítica escrita de la Revista Illustrada proporciona al lector una
nueva mirada sobre el cuadro, ya que resalta algunos de los elementos que considera
erróneos en su composición. La crítica del cuadro por el Salón Caricatural, sin embar-
go, va más allá del suministro de elementos para la observación del lector. Tal crítica
crea una nueva interpretación visual. Es como si el lector del periódico retornara al
nivel de observador del cuadro, que ahora está puesto ante sí con una interpretación
crítica propia. Esta nueva composición del cuadro se conecta a la interpretación del
lector, creando una asociación intrínseca entre la pintura de Meirelles y una subasta.
Pero la cuestión sigue siendo: ¿por qué una subasta? Es interesante pensar que la
litografía desarrolla un argumento crítico propio, que promueve una discusión en
torno al cuadro. La importancia y destaque de Meirelles en la sociedad en la que
estaba inserto es innegable; el cuadro Combate Naval do Riachuelo aborda un episodio
consagrado tanto por el gobierno y por los propios periódicos como uno de los momentos
fundamentales de la Guerra del Triple Alianza incluyendo la figura del Almirante
Barroso como un héroe de la nación. La relevancia del cuadro y del tema que aborda
también son incuestionables, ya que además de haber sido producido por segunda
vez por Meirelles, quien costeó todo su proceso de producción, aún fue nuevamente
comprado por el gobierno que lo destinó al entonces recién inaugurado Museu Naval.9
¿Cuál es el sentido, por tanto, de transformar en caricaturas la pintura de una temática
hasta entonces muy destacada, incluso para el propio periódico? La finalidad principal
sería la de desclasificar el cuadro de Meirelles como una pintura digna de la exaltación
nacional y desconsiderar al propio Meirelles como un pintor de excelencia, por los
innumerables elementos ya expuestos en su crítica escrita.10 Las críticas –escrita y
visual– se complementan una vez que una produce los argumentos que desmerecen
el cuadro, mientras que el Salón Caricatural produce su sátira, resignificando la
composición visual de la obra. Así, la crítica producida por la Revista Illustrada presenta
a su público lector una nueva manera de contemplación de la pintura y de su pintor.
9
Aline Praxedes de Araújo, op. cit.
10
Aunque la conclusión parece un poco obvia, es importante subrayar que no siempre las críticas de
la Revista Illustrada –fueran ellas artísticas o no– se prestaban al propósito de la desmoralización.
La risa a partir de la sátira era también una forma de aprendizaje por parte del público lector, y el
periódico tendía incluso a afirmar que sus críticas eran normalmente hechas de manera constructiva,
para perfeccionar tanto el gusto por el arte como su producción. Cfr. Rosângela de Jesus Silva, op.
cit.; “Crítica de arte e caricatura: reflexões sobre arte brasileira no Segundo Império”, en: Anais do 18º
Encontro da Associação Nacional de Pesquisadores em Artes Plásticas: Transversalidades nas Artes Visuais,
Salvador (BA), septiembre de 2009. http://anpap.org.br/anais/2009/pdf/chtca/rosangela_de_jesus_silva.
pdf, (acceso: 10/11/2018); Marcelo Balaban, Poeta do lápis: sátira e política na trajetória de Angelo Agostini
no Brasil Imperial (1864-1888), Campinas, Unicamp, 2009.
11
Los Salones Caricaturales eran muy comunes en la Revista Illustrada. Sin embargo, normalmente se
componían de las Exposiciones Generales, con diversos cuadros y esculturas caricaturizadas lado a
lado, raramente dedicando una página entera a una sola obra. En ese caso, el periódico realizó la crítica
de Combate Naval do Riachuelo partiendo de dos factores inusuales: la crítica de un cuadro fuera de una
Exposición General y la dedicación de dos páginas enteras –siendo que el periódico poseía solamente
ocho páginas– a esa crítica. Para ejemplos de Salones Caricaturales en la Revista Illustrada véase: año
4, nº 155, 1879; año 4, nº 156, 1879; año 4, nº c157, 1879; año 4, nº 58, 1879.
12
A lo largo de sus publicaciones, la revista presentó discusiones acerca del arte, siempre retomando
la idea de que sus críticas fueran imparciales y estuvieran al servicio de la verdad. En la edición 363 del
año 1883, sobre la pintura del Riachuelo, dice: “O que só quisemos tornar saliente é, que por causa das
glorias nacionais feitas de encomenda por alguns amigos, não queremos ver sacrificada a verdadeira
arte nem o critério” (Cf. Revista Illustrada, Rio de Janeiro, nº 363, 1883, p. 6).
13
Idem, pp. 4-5.
La Revista Illustrada toma en cuenta estos tres aspectos para resaltar la falta de veraci-
dad histórica de la composición. El historiador del arte brasileño Jorge Coli argumenta
cómo la asociación entre el arte y de la historia en el Brasil del siglo xix ocurrió con la
construcción de episodios que contuviesen en sí mismos las supuestas “verdades his-
tóricas” sobre el ideal de patria que se pretendía imponer.16 De esa construcción parti-
ciparon no solo las pinturas, sino también los periódicos que circulaban en el período.
14
André Toral, Imagens em desordem: a iconografia da Guerra do Paraguai (1864-1870), São Paulo,
Humanitas, FFLCH/ USP, 2001.
15
Ricardo Salles, Guerra do Paraguai: escravidão e cidadania na formação do Exército, Rio de Janeiro, Paz
e Terra, 1990.
16
Jorge Coli, Como estudar a arte brasileira do século XIX?, São Paulo, Senac, 2005.
El mismo carácter didáctico acerca de la Revista Illustrada ha sido observado por diver-
sos autores como Rosângela de Jesus Silva21, Marcelo Balaban22 y Gilberto Maringoni
17
Sobre la afluencia del público en esa exposición, el historiador del arte Rafael Cardoso afirma que “en
una época en que la población de Río de Janeiro contaba cerca de 300.000 habitantes, el Salón recibió
292.286 visitantes a lo largo de un período de 62 días”, Rafael Cardoso, op. cit., s/p. [Traducción de la
autora].
18
Gilberto Maringoni Oliveira, Angelo Agostini: ou impressões de uma viagem da corte à Capital Federal
(1864-1910), tesis para optar por el grado de Doctor en Historia, FLCH-USP, 2006; Angelo Agostini: A
Imprensa Ilustrada da Corte à Capital Federal: 1864-1910, São Paulo, Devir Livraria, 2011.
19
Sandra Szir, “Reporte documental, régimen visual y fotoperiodismo. La ilustración de noticias en la
prensa periódica de Buenos Aires (1850-1910)”, Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del
Centro Argentino de Investigadores de Arte, n° 3, 2013.
http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=121&vol=3,
(acceso: 21/01/2020).
20
Ibid., p. 3.
21
Rosângela de Jesus Silva, op. cit.
22
Marcelo Balaban, op. cit.
Así, la crítica de arte promovida por la Revista Illustrada en torno a la pintura Combate
Naval do Riachuelo puede ser considerada como una discusión en la que diversas con-
cepciones e ideales entran en conflicto: desde Meirelles y sus libertades artísticas,
aunque dentro de los parámetros básicos de una pintura de batalla, hasta la idea de
verdad histórica de la que habla el periódico. En todo este embate, una nueva inter-
pretación visual fue generada sobre el episodio idealizado en la pintura. Es decir, la
interpretación de que a causa de sus supuestos errores, la obra es indigna del título
de pintura histórica, siendo, por lo tanto, no más que una vergonzosa subasta llevada
adelante por figuras ni un poco gloriosas. ←
23
Gilberto M. Oliveira, op. cit.
Género, cuerpo y
representación
Nathan Gomes
Fapesp, IEB-USP, Brasil
nathangomes@outlook.com
Introdução
Eram os retratos que permitiam que os cidadãos evocassem os rostos dos seus heróis
nacionais, num tipo de culto cívico em que “os santos foram substituídos pelos heróis
e os mártires da fé pelos mártires da pátria”.3 Assim como a pintura de história, cujo
principal mecenas era o próprio Estado, os retratos dos heróis nacionais projetavam
“as aspirações e ideais dos grupos sociais que controlam o aparato estatal, as aspi-
rações e ideais do Estado moderno”.4
1
Uma versão ampliada deste trabalho pode ser encontrada em: Nathan Gomes, “A la guerra America-
nas: questões de gênero e etnicidade nos retratos de Maria Quitéria de Jesus”, Revue Interdisciplinaire
de Travaux sur les Amériques, nº 12, Paris, set. 2019. Disponível em: http://revue-rita.com/notes-de-
recherche-12/a-la-guerra-americanas-questoes-de-genero-e-etnicidade-nos-retratos-de-maria-
quiteria-de-jesus-nathan-gomes.html (acesso: 25/11/2019).
2
Josephine Dawn Ades, et al, Arte na América Latina: a era moderna, 1820-1980, São Paulo, Cosac & Naify
Edições, 1997, p. 7.
3
Tomás Pérez Vejo, “Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes”, em: Historia y
grafía. Cuidad de México, Universidade Iberoamericana, 2001, p. 98.
4
Ibid., p. 104.
5
Dawn Ades, op. cit., p. 2.
“Acabo de receber o retrato que o sr. Earle, um jovem artista inglês brilhante, esteve
pintando da Senhora Alerez [?], Dona Maria de Jesus”.6 Maria Graham (1785-1842), nes-
sa passagem de seu Journal of a voyage to Brazil, refere-se a um desenho que Augustus
Earle produziu de Maria Quitéria no período em que a baiana esteve na Corte do Rio de
Janeiro,7 onde ela aportou para receber a comenda da Imperial Ordem do Cruzeiro em
1823. Quitéria havia combatido os portugueses na chamada Guerra de Independência
do Brasil na Bahia (1822-1823), após fugir de casa travestida como homem. Segundo
o comandante José Joaquim de Lima e Silva, que relatou ao imperador as façanhas da
baiana em ofício de 24 de julho de 1823, ela
Maria Graham, que demonstra grande interesse por Quitéria em seu diário, encomen-
dou um retrato da baiana a Augustus Earle, um artista inglês que morava no Rio de
Janeiro desde 1820, e que, mais tarde, notabilizou-se por ser o artista da expedição
do HMS Beagle, navio em que viajava o jovem Charles Darwin, e que trouxe Earle pela
segunda vez ao Brasil em 1832.9 A obra brasileira de Earle é composta basicamente de
aquarelas representando cenas construmbristas, paisagens e alguns retratos, incluin-
do um de Dom Pedro na cerimônia de coroação. O artista, que frequentou informal-
mente as aulas da Royal Academy de Londres, é também o responsável pela imagem
que ilustra o frontispício do livro de Graham, representando o mercado de africanos
escravizados no Rio de Janeiro. Tanto essa cena urbana, quanto o retrato de Maria
Quitéria foram gravados posteriormente por Edward Finden em Londres. Infelizmente,
não há informações precisas sobre a localização do original do retrato publicado no
livro. É conhecido apenas um desenho (Fig. 1) representando o busto da heroína e que
é, possivelmente, a obra citada textualmente por Graham no Diário.
O retrato que foi publicado (Fig. 2) representa Maria Quitéria de pé, fardada e segu-
rando o cano de um mosquete. O cabelo cortado bem curto emoldura seu rosto em
três quartos de perfil. Alguns chumaços cacheados escapam do capacete, um possível
indício de feminilidade na figura. Ela sorri vagamente, olhando para seu interlocutor
6
Maria Graham, Journal of a voyage to Brazil, and residence there, during part of the years 1821, 1822, 1823,
London, Longman, Hurst, Rees, Orme, Brown and Green, 1824, p. 302.
7
Possivelmente isso ocorreu entre 29 de agosto, quando Graham conheceu Maria Quitéria, e 24 de se-
tembro de 1823, no dia em que isso foi registrado em Journal of a voyage to Brazil.
8
José Joaquim Lima, “Bahia”, Imperio do Brasil: Diario do Govêrno, vol. 2, nº 51, Rio de Janeiro, 30 de
agosto de 1823, p. 254. Disponível em: http://memoria.bn.br/docreader/706752/990 (acesso: 27/11/2019).
9
Luciana de Lima Martins, O Rio de Janeiro dos viajantes: o olhar britânico (1800-1850), Rio de Janeiro,
Jorge Zahar, 2001, pp. 126-127.
de viés. É uma mulher branca com as maçãs do rosto ruborizadas. O rosto sereno
contrasta com os soldados ao fundo que combatem inimigos dos quais se vê apenas as
silhuetas. Em seu peito esquerdo, ostenta a insígnia da Imperial Ordem do Cruzeiro,
que havia recebido do imperador dias antes da feitura do retrato.10 Sua pose e aspecto
plácido guardam algo do motivo dos anjos com espingarda, bastante recorrente na
Escola Cusquenha de pintura do século xvii. Além disso, sua atitude expressa algo das
representações de tipos humanos muito comuns na produção de viajantes e também
nos manuais militares da época.
É difícil precisar a partir das fontes em que condições a saia apareceu no fardamento.
Há especulações de que se tratou de uma imposição do comando militar ou mesmo
10
Note-se que a insígnia representada na gravura diverge daquela projetada por Jean-Baptiste Debret
em 1822. Julio Bandeira; Pedro Correia do Lago, Debret e o Brasil: obra completa - 1816-1831, Rio de
Janeiro, Capivara, 2007, p. 355.
11
Pereira Reis Jr., Maria Quitéria, Rio de Janeiro, Ministério de Educação e Cultura, 1953, p. 47.
A ideia de figurino deriva do conceito butleriano de que o sujeito faz seu gênero atra-
vés de “atos performativos”. Judith Butler, baseada na fenomenologia e nas teorias da
performance e da representação, descreve como a identidade de gênero constitui-se
como uma repetição estilizada de atos performativos, isto é, “o modo mundano como
os gestos corporais, os movimentos, e as encenações de vários tipos constituem a
ilusão de um eu permanentemente definido pelo gênero”.13 Os atos são conformados
por normas que ditam como deve ser interpretado o gênero o qual cada corpo é desig-
nado a performar. Ao longo do tempo, a sedimentação dessas normas “tem produzido
um conjunto de estilos corpóreos, os quais, de uma forma reificada, surgem como con-
figuração natural de corpos em sexos que existem numa relação binária com o outro”.14
De fato, Maria Quitéria, ao fugir de casa para lutar na guerra, certamente subverteu o
encadeamento das peças que constituiriam a sua existência enquanto mulher. Mas sua
12
Carlos Alberto Vesentini, “Maria Quitéria: história e cinema”, Anais do Museu Paulista, vol. 29, São
Paulo, 1979, pp. 25-47.
13
Judith Butler, “Actos performativos e constituição de género: um ensaio sobre fenomenologia e teoria
feminista”, en: Ana Gabriela Macedo y Francesca Rayner, Género, cultura visual e performance: antologia
crítica, Famalicão, Húmus, 2011, p. 70.
14
Ibid., p. 77.
15
Ibid., p. 70.
16
Ibid., p. 79.
Em termos visuais, o caráter disruptivo reside no fato de Maria Quitéria estar repre-
sentada como uma guerreira. Como tal, os marcadores de gênero indicariam para
uma performance do gênero masculino (a calça, a arma, a guerra). Mas a saia tor-
na inequívoca a interpretação de que essa figura se trata de uma mulher. Essa peça
da indumentária pode ser entendida então como uma punição no sentido butleriano:
uma tentativa de corrigir o desvio de ordem performativa. Isso fica mais claro ao con-
trapor a imagem de Quitéria com o retrato equestre de Madame de Saint-Balmont,
pintado em 1643 por Claude Deruet. Para Nochlin, este quadro dissolve o paradoxo da
mulher guerreira ao apresentar uma figura perfeitamente travestida, cujos elementos
iconográficos principais ocultam os significantes de feminilidade. A saia de Quitéria,
ao manifestar o feminino, serve como uma espécie de velamento corretivo do aspecto
subversivo da performance de gênero.
Mesmo a arma poderia ser lida como elemento performativo de subversão. Maria
Graham escreveu que Quitéria aprendera em casa a atirar para caçar e se defender dos
“índios selvagens”.18 Havia nisso, é claro, um componente de classe que fazia com que
Maria Quitéria, filha de um fazendeiro escravocrata que produzia algodão e criava gado
no Recôncavo baiano, tivesse acesso e soubesse manejar armas de fogo. Nesse caso,
empunhar um mosquete não se apresentaria em si mesmo como um ato diferenciado
das convenções que a caracterizariam como mulher.
O sentido bélico também aparece no fundo do retrato de Maria Quitéria, em que oco-
rrem duas cenas alusivas às batalhas travadas no Recôncavo. Em um plano interme-
17
Linda Nochlin, Representing women, New York, Thames & Hudson, 1999, p. 35.
18
Maria Graham, op. cit., p. 292.
O retrato de Augustus Earle foi levado à tela pelo artista italiano Domenico Failutti
em 1920, sob encomenda do diretor do Museu Paulista de São Paulo, Affonso Taunay.
(Fig. 3) O retrato havia sido comissionado como parte do projeto decorativo que Taunay
empreendeu com vistas a comemorar o centenário da Independência do Brasil em
1922. A obra estava destinada ao prestigioso Salão de Honra, que abrigaria outros
retratos dos chamados “vultos da Independência” ladeando o famoso quadro de Pedro
Américo, Independência ou morte! (1888), que estava ali instalado desde 1890. Failutti
também foi encarregado de outros dois retratos femininos ligados à emancipação
política brasileira: o da abadessa Joana Angélica, mártir da Independência que foi
abatida pelos portugueses na porta do convento que dirigia em Salvador, Bahia; e o de
Dona Leopoldina, primeira imperatriz do Império do Brasil.
O projeto narrativo de Affonso Taunay para remodelar o Museu Paulista, que passa-
ria de um museu eminentemente de história natural para um de história nacional,
pressupunha uma série de encomendas de grandes retratos e monumentos. O ponto
é que o projeto de Taunay pressupunha uma visão historiográfica positivista em que o
documento reinava soberano.19 O diretor, que também era historiador, acreditava que
se valesse de fontes visuais consideradas “fidedignas”, poderia produzir obras que se-
riam, ao mesmo tempo, verdadeiros documentos históricos.20 Nessa perspectiva, as
questões próprias do campo da imagem seriam rebaixadas ao nível do meramente
documental.
Esse ponto de vista teria levado, inclusive, à recusa de artistas egressos da Escola
Nacional de Belas-Artes, como Rodolfo Amoedo, em participar da empreitada, conforme
atesta a troca de missivas entre o artista e Taunay.21 A indicação de Failutti, por sua vez,
19
Ana Claudia Fonseca Brefe, Um lugar de memória para a Nação: o Museu Paulista reinventado por Affonso
d’Escragnolle Taunay (1917-1945), Tesis para optar por el grado de Doctora en Historia, Campinas, Uni-
versidade Estadual de Campinas, 1999, p. 60. Karina Anhezini, “Museu Paulista e trocas intelectuais na
escrita da História de Afonso de Taunay”, Anais do Museu Paulista, vol. 10/11, São Paulo, 2002-2003, pp.
37-60.
20
Ana Claudia Fonseca Brefe, “História nacional em São Paulo: o Museu Paulista em 1922”, Anais do
Museu Paulista, vol. 10/11, São Paulo, 2002-2003, p. 91.
21
Ana Paula Cavalcanti Simioni y Carlos Lima Jr., “Heroínas em batalhas: figurações femininas em
museus em tempos de centenário: Museu Paulista e Museu Histórico Nacional, 1922”, Museologia &
Interdisciplinaridade, vol. 7, nº 13, Brasília, jan./jul, 2018, p. 39.
teria partido do próprio presidente do estado de São Paulo, Washington Luís.22 No caso
do retrato de Maria Quitéria, a matriz escolhida por Taunay foi justamente a gravura
de Augustus Earle publicada no livro de Maria Graham, conforme escreveu em um
relatório ao então secretário do interior: “reproduziu o Cav. Failutti, em pintura a óleo, a
tão conhecida e popular gravura de Miss Graham (sic) representando a heroína baiana
da Campanha da Independência, Maria Quitéria de Jesus”.23 É importante salientar que
é bastante provável que a gravura utilizada como base não fosse uma das coloridas (ou
“iluminadas”, como chamavam à época) por Edward Finden, mas umas das impressões
em preto e branco que circulavam no período.
A perspectiva de Taunay era de que a estampa representaria Maria Quitéria de forma ver-
dadeira, numa relação de transparência com o real. O dado curioso é que Failutti alterou
significativamente a composição do rosto em comparação com o retrato de Earle, possi-
velmente seguindo as recomendações de Taunay. Como nota Carlos Lima Jr., o pintor
italiano intensificou aspectos faciais tidos como mais femininos.24 Do nosso ponto de
22
Affonso d’ Escragnolle Taunay, “Relatório referente ao anno de 1921 apresentado ao Secretário do
Interior”, Revista do Museu Paulista, tomo XIII, São Paulo, 1926, p. 692.
23
Ibid., p. 733.
24
Carlos Lima Jr., “Salão de Honra do Museu Paulista: projetos e narrativas”, en: Valéria Piccoli y Fernanda
Pitta (orgs.), Coleções em diálogo: Museu Paulista e Pinacoteca de São Paulo, São Paulo, Pinacoteca de São
Paulo, 2016, p. 134.
25
Maria Graham, op. cit., p. 292.
26
Carlos Lima Jr., op. cit., p. 134.
27
Hendrik Kraay, “Entre o Brasil e a Bahia: as comemorações do Dois de Julho em Salvador, século XIX”,
Afro-Ásia, Salvador, 1999, nº 23, pp. 47-85; “Frio como a pedra de que se há de compor: caboclos e monu-
mentos na comemoração da Independência na Bahia, 1870-1900”, Tempo, nº 14, Niterói, 2003, pp. 51-81.
28
O Dia da Independência oficialmente no Brasil é 7 de setembro, data em que, 1822, teria sido procla-
mada a Independência por Dom Pedro às margens do riacho do Ipiranga, em São Paulo.
É interessante notar outros dois aspectos alterados entre a gravura de Earle e a pintura
de Failutti. O primeiro diz respeito ao apaziguamento das cenas bélicas, traço que estava
em consonância com o projeto decorativo de Taunay para o Salão Nobre após 1920.32 São
eliminadas as cenas de guerra que Augustus Earle havia incutido nos planos ulteriores
da imagem, fazendo referência à atuação bélica de Maria Quitéria, já evidenciada na sua
indumentária militar e na arma que ostenta apoiada no chão. A outra mudança diz res-
peito à natureza da paisagem, que se torna algo idílica e sem qualquer outra presença
humana. A praia ornada de palmeiras ao fundo dá lugar aqui à vastidão exuberante do
Recôncavo baiano, em que se vê correr um rio em direção ao horizonte. Seguindo o
relato de Maria Graham, poderia ser o rio do Peixe, que atravessava a fazenda do pai
de Quitéria. Ou ainda o notório rio Paraguaçu, que margeia a cidade de Cachoeira e
remete ao local para onde Maria Quitéria fugiu e se apresentou travestida para lutar. ←
29
Cesare Ripa, Iconología, Madrid, Akal, 2002, pp. 108-109.
30
Hendrik Kraay, Entre o Brasil e a Bahia..., op. cit., p. 60.
31
Teodoro Sampaio, Carta a Afonso Taunay. 30 de setembro de 1919. APMP/FMP. Série Correspondências
- SVDHICO - MP - USP, Pasta 109.
32
Carlos Lima Jr., op. cit., p. 133.
Um primeiro eixo de análise das relações do corpo na arte ocidental, assim como o
próprio entendimento do mesmo na sociedade ocidental, passa pela compreensão do
nu, gênero artístico-metafísico difundido inicialmente na Grécia Antiga. O nu artístico
O adjetivo ocidental é evidenciado em função da noção dualista de corpo ser uma ca-
tegoria ocidental. Segundo Viviane Matesco,1 na investigação de outras sociedades, é
possível perceber que o corpo ocidental é uma categoria historicamente baseada nas
ideias de corpo perfeito do mundo Grego e do corpo da tradição judaico-cristã.
1
Viviane Matesco, Corpo, Imagem e Representação, Rio de Janeiro, Zahar, 2009.
2
Donna Wilshire, “Os usos do mito, da imagem e do corpo da mulher na re-imaginação do conhecimen-
to”, en: Susan Bordo y Alison M. Jaggar (orgs.), Gênero, Corpo, Conhecimento, Rio de Janeiro, Rosa dos
Tempos, 1997, p. 117, [Tradução Britta Lemos de Freitas].
O sargento é um gancho utilizado para fixar materiais, ele impede o movimento; esse
termo também evoca o significado relacionado ao posto militar que uma pessoa pode
ocupar nas forças armadas. As duas definições levantadas aludem à ideia de violência
que, combinada à temática do nascimento, possibilita discussões sobre a construção
social da maternidade na sociedade patriarcal.
Em catálogo da exposição Nos limites do corpo, os curadores Tania Rivera e Luiz Sérgio
de Oliveira afirmam, sobre a posição social do corpo da mulher, que “[n]a gravidez e no
parto acentua-se sua condição de dispositivo social: dentro e em torno dele giram me-
canismos culturais diversos que vêm acolhê-lo mas também domesticá-lo, assisti-lo
e lhe atribuir limites, papéis e representações”.5 Em movimento de contestação a essa
domesticação, artistas mulheres buscam construir uma narrativa alternativa para a
maternidade, atravessada por teorias feministas e sociais. Dentro desse movimen-
to, encontram-se os trabalhos criados a partir da residência artística no Hospital da
Mulher Heloneida Studart, que resultou na exposição Nos limites do corpo, e as obras
Maternity 1, Maternity 2 e Maternity 3 (1997), da artista indiana Nilima Sheikh.
3
Danièle Kergoat aponta o entendimento sobre o trabalho reprodutivo como o começo do movimento
feminista da década de 60/70. Nesse momento houve uma “tomada de consciência de uma opressão
específica: tornou-se coletivamente ‘evidente’ que uma enorme massa de trabalho era realizada gratui-
tamente pelas mulheres; que esse trabalho era invisível; que era feito não para si, mas para os outros
e sempre em nome da natureza, do amor e do dever maternal”. Danièle Kergoat, “Divisão sexual do
trabalho e relações sociais de sexo”, en: Helena Hirata et al. (orgs.), Dicionário crítico do feminismo, São
Paulo, UNESP, 2009, p. 68, [Tradução Vivian Aranha Saboia].
4
Simone de Beauvoir, O segundo sexo, Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 2009, p. 9, [Tradução de Sérgio Millet].
5
Tania Rivera y Luiz Oliveira (orgs.), Nos limites do corpo: residência artística no Hospital da Mulher Helo-
neida Studart, Rio de Janeiro, Relacionarte, 2016, p. 5.
O final do século xix e o início do século xx são marcados pela primeira onda feminista,
momento histórico de avanços na luta feminista através da conquista do sufrágio feminino,
na Europa e nos Estados Unidos. Nesse contexto, em 1928, Oswald de Andrade escreve
o Manifesto Antropófago e volta-se ao horizonte utópico do matriarcado de Pindorama
–a realidade “sem complexos, sem loucura, sem prostituições e sem penitenciárias”.6
A negação do sistema burguês patriarcal através da ode ao matriarcado, no entanto,
não desponta de um pensamento feminista. Roberta Barros demarca que “[a] mãe que
interessa ao antropófago é a terra-mãe que teria acolhido amorosamente os viventes, os
imigrados e os traficados”,7 em um processo de engessamento das pulsões femininas no
desejo de dar à luz e de cuidar.
Essa imagem buscada pelos antropofagistas pouco foge da já constituída Madona (re-
presentações da Virgem Maria), por repetir a percepção da pulsão materna como na-
tural, da essência do sexo feminino, e reafirmar a mulher-mãe dócil, afetuosa, que
acolhe e cuida. Enquanto figura matriarcal ou Maria, esse corpo é assexual, apesar
de reprodutor e genitor. A sexualidade feminina, na história da arte, foi permitida às
representações de Vênus e da cortesã, em oposição às Marias –a mãe virginal.
Ao longo da história da arte ocidental é possível identificar três principais padrões de
representação da mulher: a Virgem Maria, na tradição religiosa católica; as Vênus, na
tradição Greco-romana; e a cortesã/prostituta, no modernismo.8 Nos estudos do es-
tatuto da imagem, Thierry De Duve e Marie-José Mondzain discutem a Virgem Maria
como aquela quem gesta a imagem. Jesus é a imagem de Deus, e Deus fecunda Maria
pelo verbo, pela palavra.9 No entanto, Maria, ela própria imagem sem voz, desaparece
na função de produtora da imagem, torna-se um ventre, um mero corpo.
Na iconografia cristã, o momento da concepção de Jesus é constantemente representa-
do como um feixe de luz, como percebe-se em A Anunciação (1425-26) de Fra Angelico,
uma das tábuas sobre o episódio da Anunciação de autoria do pintor. A pintura represen-
ta Maria recebendo o Espírito Santo –apresentado como pomba– por meio de um raio de
luz, que emana das mãos de Deus. Maria, assim como o mensageiro São Gabriel, possui
as mãos cruzadas no peito, em gesto de submissão ao destino divino. Na lateral esquer-
da da cena, estão representados Adão e Eva sendo expulsos do paraíso. A relação dos
dois episódios, o ciclo de perda e salvação, coloca em confronto as duas mulheres: Eva,
a pecadora, e Maria, a escolhida que não possui a mancha do pecado original. Os outros
cinco painéis do retábulo tratam de outros momentos da vida de Maria.
6
Oswald Andrade, apud Roberta Barros, Elogio ao toque: ou como falar de arte feminista à brasileira, Rio
de Janeiro, Relacionarte, 2016 [1928], p. 55.
7
Idem.
8
Cf. Griselda Pollock, Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte, Buenos Aires, Fiordo,
2013, [Tradução Azucena Galettini].
9
Na série Lucie’s Fur, Version 1.1.1 (2003), Tracey Rose constrói personagens que subvertem dogmas
cristãos, teorias científicas evolucionistas e convenções histórico-artísticas para revelar o caráter fa-
bricado desses padrões hegemônicos. La Messie (2003), fotografia que compõe a série, apresenta uma
mulher negra e lésbica como Cristo: a imagem/Cristo que saiu do útero virginal de Maria é, agora, uma
imagem/mulher negra e lésbica. O que essa nova imagem provoca?
No decorrer do século xviii, uma mudança ideológica no conceito de família foi cons-
truída por efeito da cultura moderna da burguesia, que começava a se formar. Dentro
do modo de produção burguês, havia a necessidade de elaborar a “casa” e a “família”
como refúgios da vida pública. O membro unificador desse novo conceito de família foi
a esposa-mãe, e os valores de cuidado com a casa, os filhos e o marido foram elabora-
dos como inerentes à mulher.
10
Aqui reitera-se o padrão dualista da carne em oposição ao espírito.
11
“A lenda de São Lucas como pintor da virgem data do século VI, provavelmente porque esse é o apóstolo
que narra mais detalhes sobre Maria e o nascimento do menino, o que sugere uma comunicação muito
direta, pois as lembranças mais entranhadas da Virgem são por ela evocadas para que Lucas as fixasse
por escrito. Se a iconografia do apóstolo como pintor materializa essa proximidade é porque o artista é
concebido como a criatura privilegiada que possui acesso especial aos desígnios divinos, e partilha com
Ele os segredos da Criação. O artista partilha do mistério de um ventre fecundado por um Nome, cujo
fruto a Virgem segura ao colo no quadro de Mabuse, a suprema criação de um Verbo: o próprio homem”.
Marisa Flórido Cesar, “O ateliê do artista: tramas do intervalo”, Dissertação de Mestrado em História
e Crítica de Arte, Programa de Pós-graduação em Artes Visuais, Escola de Belas Artes, Universidade
Federal do Rio de Janeiro, 2002.
12
Hans Belting, Imagen y culto: Una historia de la imagen anterior a la edad del arte, Madrid, Akal, 2012, p.
82, [Tradução Cristina Díez Pampliega e Jesús Espino Nuño].
13
Torna-se interessante pontuar, neste momento, que Donna Wilshire propõe uma reimaginação para
a imagem da deusa mãe, como a imagem metafórica do conhecimento não-dualista. Segundo Wilshire
(1997), a alegoria da deusa mãe possui características tidas tanto como masculinas, quanto como fe-
mininas. O entendimento da autora, apesar de retornar à ideia do corpo feminino ligado ao desejo de
gestação, subverte-a ao pensar um corpo materno que não é “rebaixado” às condições do “feminino”.
14
Carol Duncan, “Madres felices y otras nuevas ideas en el arte francés del siglo XVIII”, en: Karen Cordero e
Inda Sáenz (comps.), Crítica feminista en la teoría e historia del arte, Ciudad de México, Universidad Iberoame-
ricana, 2001, p. 214. Tradução de “Los placeres de la maternidad fueron convertidos en un tema literario muy
de moda, todos sus aspectos fueron elocuentemente dichos en prosa y en poesía, desde la sensual recom-
pensa de amamantar hasta el placer inigualable de recibir los cariños y los besos de los niños”.
No início deste texto, dois elementos que compõem o trabalho A origem do mundo
(Verônica Anunciação) foram mencionados. A aspereza do sargento foi referida como
índice da construção da maternidade na sociedade patriarcal, agora, a luz dos refleto-
res, a partir de sua artificialidade, servirá de metáfora para analisar as representações
do momento do parto, por Nilima Sheikh, em Maternity 1, Maternity 2 e Maternity 3 e, a
representação do processo de gestação e interrupção da gravidez, por Roberta Barros,
em Tomar para si (2016).
15
André Sabatier, 1961 apud Carol Duncan, op. cit., p. 200. Tradução de “una tierna y celosa madre que
mece a su bebé - prueba de su fuego… Es Venus quien cautiva y acaricia a Cupido”.
16
Ibid., p. 214. Tradução de “Se exhortaba a las mujeres francesas a imitar a las felices madres rústicas,
primitivas madres salvajes o a las madres de la Antigüedad, todas las cuales crían o criaron a sus pro-
pios hijos”.
17
Hospital especializado no atendimento às gestantes e bebês de médio e alto risco.
18
“[...] em defesa da autodeterminação reprodutiva das mulheres; pela desconstrução da maternidade
como um dever ou como destino obrigatório, pelo poder de decidir ter ou não ter filhos, quando e com
quem tê-los, pelo direito ao aborto legal e seguro, contra a homofobia/lesbofobia, por liberdade e pelo
direito ao prazer sexual, contra a ditadura heteronormativa, os movimentos de mulheres forjaram o que,
no final dos anos 80, se denominou direitos sexuais e direitos reprodutivos”. Carmen Hein de Campos y
Guacira Cesar de Oliveira (orgs.), Saúde Reprodutiva das Mulheres: direitos, desafios e políticas públicas,
Brasília, CFEMEA; Fundação H.Boll; Fundação Ford, 2009, p. 13.
19
Cf. Susan Bordo, Unbearable Weight: Feminism, Western Culture And The Body, California, University of
California Press, 2003.
20
Um registro da performance está disponível em: https://vimeo.com/36646228 (acesso: 6/12/2019).
21
Womanhouse foi um espaço de arte criado pelas alunas e professoras do Programa de Arte Feminista
do California Institute of the Arts (CalArts), fundado por Judy Chicago e Miriam Schapiro, em 1971.
V. Considerações finais
Aproximar-se do “lado rebaixado” não é uma postura de aceitar o lugar de Outro, mas
de redimir características consideradas como sendo secundárias em valor, assim como
de mostrar que o “lado valorizado” é insuficiente por si só. Enquanto as representações
de Vênus, Maria e cortesã fabricaram verdades literais e lugares fixos para o feminino,
as novas representações –contrapontos poéticos não só às representações hegemôni-
cas, como também à diferença sexual– jogam com esses lugares, mesclam-os –como
em A origem do mundo (Verônica Anunciação)– e apresentam potencialidades para en-
gendrar outros futuros. ←
22
Transcrição traduzida ao português de um fragmento de Waiting (1972), de Faith Wilding. Cf. nota 20.
23
Cf. Griselda Pollock, op.cit., p. 155.
El objetivo del presente trabajo es indagar las representaciones de los cuerpos y los ro-
les femeninos en cinco postales europeas de principios del siglo xx (1900-1920). En éstas
aparecen un retrato de bodas, dos escenas de cariñosas parejas heterosexuales y dos
desnudos femeninos de claro tinte erótico. Las postales analizadas pertenecen algunas
a la colección privada familiar de María Esther Soliva y otras a la colección del Archivo
del Museo de la Ciudad de Buenos Aires. Esta investigación posee una mirada interdisci-
plinaria para poder abordar de manera crítica las representaciones, enlazando postula-
dos provenientes de diferentes áreas, como los estudios visuales y los discursos de gé-
nero, con la intención de problematizar las representaciones femeninas en las postales.
La tarjeta postal surgió en Europa y Estados Unidos en las décadas del sesenta y se-
tenta del siglo xix y recién a finales de este siglo fue utilizada en los países de América
Latina, ascendiendo velozmente su uso en las primeras décadas del siglo xx. Como
medio de comunicación rápido y efectivo, de fácil acceso, tenía una circulación trans-
nacional, transcultural y transclasista.1 El gran aporte de la tarjeta postal fue, en aquel
entonces, posibilitar la transmisión de diversas imágenes, provenientes de diferentes
partes del mundo, a un gran número de personas a lo ancho del globo, dejando así de
ser un objeto de exclusivo consumo burgués, en los países desarrollados, para conver-
tirse en un producto de consumo masivo.2 Las postales no eran difíciles de adquirir, ya
que eran económicas pero solamente se podían conseguir en las zonas urbanas, en las
casas editoriales y estudios fotográficos, librerías y almacenes.3
A principios del siglo xx, gracias a las innovaciones en cuanto a la técnica de la repro-
ducción fotográfica (fototipia)4, la tarjeta postal produjo una enorme transformación
en torno a la percepción y el lenguaje. Al enlazar las imágenes fotográficas, en esos
1
Hinnerk Onkera, “Visiones y visualizaciones: la nación en tarjetas postales sudamericanas a fines del
siglo XIX y comienzos del siglo XX”, Iberoamericana, año 14, n° 56, diciembre 2014, pp. 47-69.
2
Cecilia Vilches Malagón y Martín Sandoval Cortés, La tarjeta postal como fuente de información para
entender la historia de un país, Universidad Autónoma de México, Dirección General de Bibliotecas, 2016.
3
Hinnerk Onkera, op. cit.
4
Ibid.
Entendemos que las representaciones femeninas difundidas por dichos artefactos vi-
suales no tenían nada de natural, éstas estaban repletas de significados y mensajes
simbólicos, que fueron establecidos desde un sistema de valores y que sustentaban
la desigualdad entre los sexos. Es por esta razón, que el concepto de representación
que se tomará en este marco es el propuesto por Roger Chartier, quien concibe a la
representación no solo como un proceso que crea significados sociales sino también
como matrices de las prácticas que construyen al mundo. Además, sostiene que estas
representaciones, aún cuando pretendan la universalidad, siempre sustentan los inte-
reses del grupo que las forja
[...] las percepciones de lo social, en efecto no son discursos neutros; ellas
engendran estrategias y prácticas que tienden a imponer la autoridad a los
otros, a quienes descalifican; a legitimar una dominación y a justificar frente a
los mismos individuos, sus elecciones y conductas.6
5
Carlos Masotta, El atlas invisible. Historias de archivo en torno a la muestra “Almas Robadas - Postales de
Indios” (Buenos Aires, 2010), Corpus, vol 1, nº 1, junio 2011. https://doi.org/10.4000/corpusarchivos.963
(acceso: 12/03/2020).
6
Roger Chartier, “La historia cultural redefinida: prácticas, representaciones, apropiaciones”, Punto de
vista, nº 40, 2000, p. 45.
7
Teresa De Lauretis, “La tecnología del género”, en: Mora. Revista del Área Interdisciplinar de Estudios de
la Mujer, Buenos Aires, nº 2, 1996, p. 8.
8
Se entiende por postal romántica la clasificación realizada por Carlos Masotta en su texto Álbum Postal.
Según el autor, las postales románticas a través de la imagen de la pareja heterosexual seduciéndose
o de bellos retratos femeninos divulgaban un ideal amoroso o familiar. Carlos Masotta, Álbum Postal,
Buenos Aires, La Marca, 2008, p. 9.
Estas postales, retoman algunas expresiones del mito del amor romántico del siglo xix.
Anthony Giddens definió al amor romántico como el vínculo sentimental que une a una
pareja heterosexual. La intimidad en el amor romántico es de suma importancia, se
construye por medio de una conexión sexual pero esta debe tener una base espiritual.10
Por otro lado, el tema del amor no solo estaba presente en las postales sino también en
numerosos folletos de la época, destinados a las clases populares para que aprendieran,
a través de la escritura, a resolver cuestiones vinculadas a las emociones (amor, odio,
9
Mirta Lobato, “Erotismo y cultura afectiva de las clases populares en el Río de la Plata, 1880-1930”,
en La Seducción Fatal. Imaginarios eróticos del siglo XIX. Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes,
Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 2014, p. 59.
10
Anthony Giddens, La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades mo-
dernas, Madrid, Cátedra-Teorema, 2006.
En la Argentina de finales del siglo xix y principios del xx, las clases dominantes sostenían
11
Mirta Lobato, “Te amo, te odio, te quiero: una aproximación a la cultura afectiva de las clases popu-
lares en el Río de la Plata, 1880-1930”, en: Gloria B. Chicote y Barbara Göbel (eds.), Ideas viajeras y sus
objetos. El intercambio científico en Alemania y América Austral, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2011,
pp. 339-349.
12
Daniel Mundo, “Sexo, un escándalo, siempre. Variaciones sobre La siesta de Prilidiano Pueyrredón”,
en: La Seducción Fatal. Imaginarios eróticos del siglo XIX, Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes,
Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 2014, p. 211-212.
13
Ibid.
14
Asunción Lavrin, Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay 1890-1940, Santiago,
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2005, p. 166.
15
Dora Barrancos, Mujeres en la sociedad Argentina, una historia de cinco siglos, Buenos Aires,
Sudamericana, 2010.
16
Dora Barrancos, “Moral sexual, sexualidad y mujeres trabajadoras en el periodo de entreguerras”,
en: Fernando Devoto y Marta Madero (coords.), Historia de la vida privada en la Argentina, Buenos Aires,
Taurus, 1999.
17
Pablo Ben, “Muéstrame tus genitales y te diré quién eres. El hermafroditismo en la Argentina finisecu-
lar y de principios de siglo XX”, en: Paula Halperin y Omar Acha (comps.), Cuerpos, géneros e identidades.
Estudios de Historia de Género en la Argentina, Buenos Aires, Signo, 2000, pp. 61-104.
Por otra parte, a finales del siglo xix y principios del xx, los coleccionistas filatélicos de nues-
tro país mostraban cierto desinterés por las tarjetas postales ilustradas, asociaban esta
actividad como una práctica exclusivamente femenina. También, acusaban a las casas edi-
toriales de tener únicamente intereses económicos y no seguir el sentido que tenían estas
especies postales para los coleccionistas. Según éstos, únicamente debían coleccionarse
postales con imágenes de vistas, paisajes, monumentos, personajes, edificios públicos de
cada país y consideraban que se debían eliminar aquellas ediciones que resultaba una
amenaza para la moral, posiblemente haciendo referencia a las postales eróticas.22
18
Adriana Palomo, “Miradas sobre mujeres trabajando. De Sarmiento a Yrigoyen”, en: Memoria del 10°
Congreso de Historia de la Fotografía, Chascomús, 4 y 5 de septiembre, 2009, p. 225.
19
Asunción Lavrin, op. cit, pp. 52-53.
20
Marcela Nari, Políticas de maternidad y maternalismo político: Buenos Aires (1890-1940), Buenos Aires,
Biblos, 2004.
21
Andrea Cuarterolo, “El retrato fotográfico en la Buenos Aires decimonónica. La burguesía se repre-
senta a sí misma”, Varia Historia, Belo Horizonte, vol. 22, n° 35, Jan/Jun, 2006, pp. 39-53.
22
Mónica Farkas, “Mirar con otros ojos. Cultura postal, cultura visual en las tarjetas postales con vistas
fotográficas del correo argentino (1897)”, en: Sandra Szir, Ilustrar e imprimir. Una historia de la cultura
gráfica en Buenos Aires, 1830-1930, Buenos Aires, Ampersand, 2016, pp. 145-178.
23
Valentina Montero, “La cámara lubrica”, Revista Patrimonio Cultural, n° 30, verano 2004.
24
John Pultz, La fotografía y el cuerpo, Madrid, Akal/Arte en contexto, 2003, p. 39.
En las últimas dos imágenes del presente corpus, observamos un grupo de desnudos
femeninos. En la imagen 4, (Fig. 4) son retratadas dos mujeres que simulan estar desnu-
das, sus cuerpos están cubiertos por una especie de malla enteriza que resalta la silueta
femenina. Además, poseen collares y ataviados peinados. Aparecen en un entorno natu-
ral, sumidas en un juego en donde una de las integrantes tiene los ojos tapados. El hecho
de que aparezcan cuerpos femeninos entrelazados podría sugerir evocaciones lésbicas,
lo cual era muy común en la iconografía erótica europea del siglo xix.27 En este caso, las
retratadas no miran fuera de cámara, sugiriendo que hay un espectador acompañán-
dolas, en este caso el espectador está oculto, como un voyeur. En la imagen 5, (Fig.
5) se retrata a una joven desnuda en cuclillas, sobre la arena, la cual dirige su alegre y
seductora mirada hacia afuera del campo, mirando al espectador, “son las expresiones
de una mujer las que responden con encanto calculado al hombre que ella imagina la
está mirando… aunque no lo conozca. Ella ofrece su feminidad para que la examine […]
su auténtico amante: el espectador”.28 En ambas postales, las jóvenes únicamente dejan
a la vista los pechos y las caderas, dejando a la imaginación la zona genital.
En sintonía con los desnudos femeninos analizados, John Berger señala que “ser un
desnudo equivale a ser visto en estado de desnudez por otros, y sin embargo, no ser re-
conocido por uno mismo. Para que un cuerpo desnudo se convierta en “un desnudo” es
preciso que se le vea como un objeto”.29 En estas últimas dos postales, la mujer aparece
como un objeto de deseo masculino. Se puede pensar que la intención del fotógrafo no
fue mostrar el cuerpo femenino tal cual es, sino que el objetivo principal era representar
estos cuerpos desnudos siguiendo las concepciones de lo que un desnudo debía ser.30
Las jóvenes retratadas en estas postales respondieron a los cánones de belleza y sen-
sualidad de la época: sus cuerpos son esbeltos y blancos.
25
Dora Barrancos y Ricardo Ceppi, “Sexo-s en el Lupanar. Un documento fotográfico (circa 1940)”, Ca-
dernos Pagu, nº 24, janeiro-junho 2005, pp. 357-390.
26
Abel Alexander, “Daguerrotipos eróticos en el Río de La Plata. La temprana circulación de imágenes
prohibidas”, en: La Seducción Fatal. Imaginarios eróticos del siglo xix, Buenos Aires, Museo Nacional de
Bellas Artes, Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 2014.
27
Laura Malosetti Costa, “Los desnudos de Prilidiano Pueyrredón como punto de tensión entre lo público
y lo privado”, Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, 1995, p. 131.
28
John Berger, Modos de Ver, Barcelona, Gustavo Gili, 2000, p. 31.
29
Ibid., p. 62.
30
Kenneth Clark, El desnudo, Madrid, Alianza Forma, 1996, pp. 17-39.
31
Laura Malosetti Costa, “Cartografías del deseo”, Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del
Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA), nº 7, segundo semestre 2015, pp. 1-9. URL:http://caia-
na.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=207&vol=7 (acceso: 20/06/2020).
32
Julia Ariza, “Dispositivos de regulación del cuerpo femenino difundidos por la prensa ilustrada de
Buenos Aires a comienzos del siglo XX: un análisis a través de los textos y las imágenes”, en: VI Jornadas
de jóvenes investigadores, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Buenos Aires, 10, 11 y 12 de
noviembre de 2011.
33
Bontempo, “Para ti: Una revista moderna para una mujer moderna. 1922-1935”, Estudios Sociales, vol.
41, segundo semestre 2011, pp. 127-156.
34
Gisella Kaczan, “Figuras femeninas en la mira. Cuerpos, vestidos, imágenes en las dos primeras dé-
cadas del siglo XX”, Mora, vol. 18 nº 1, Buenos Aires, ene./jul., 2012.
35
Carlos Masotta, Álbum Postal, op. cit.
El enfoque del presente trabajo considera que las imágenes poseen un potencial para
hacer visible un mundo de representaciones simbólicas, que cumplieron en su mo-
mento una función social, y que pueden llegar a develar los modos de ver de un grupo
social en cierto periodo. Entendemos a las imágenes como prácticas culturales, que
develan los valores de quienes las crearon, manipularon y consumieron.37 Es por esta
razón, que la intención de la presente investigación fue indagar las representaciones
femeninas presentes en las postales, con el propósito de entender cómo se simbolizó
la diferencia sexual en estos discursos impresos. Es posible que las representaciones
que condensaron las postales románticas y eróticas, junto con los medios de comuni-
cación masivos, hayan ayudado a construir el imaginario social en torno a los roles fe-
meninos. Al mismo tiempo, se desprenden algunos interrogantes que dan pie a futuras
investigaciones: ¿Realmente estas postales incidieron o configuraron los cuerpos y los
roles femeninos? ¿De qué manera se distribuían y vendían las postales eróticas? ¿So-
lamente el cuerpo femenino aparece representado en las postales eróticas, o aparecen
otros cuerpos? ¿Para qué público se producían dichas imágenes? ←
36
Mónica Farkas, “Volverse postal. Producción y circulación de imágenes de la Dirección General de
Correos y Telégrafos de la República Argentina”, XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,
Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza,
2013.
37
Anna María Guasch, “Los Estudios visuales. Un estado de la cuestión”, en: Revista científica de la Escuela
de Bellas Artes, 1, 2003, pp.10-14.
Apropiaciones del
espacio público: fiestas,
santuarios, monumentos
María Alejandra Lanza
CONICET, Instituto de Arqueología, FFyL-UBA, Argentina
male.lanza@gmail.com
Introducción
Tomamos como punto de partida de nuestro estudio el año 1683 dado que es la primera
referencia que hallamos de esta celebración en el calendario litúrgico de la región. Las
fuentes documentales señalan que dicha fiesta cristiana, que conmemora el hallazgo
del supuesto madero en el que murió Cristo, fue celebrada por el Padre Ortiz de Zarate
(SJ),1 en el marco de una misión evangelizadora hacia el Chaco salteño que concluyó
con el martirio del celebrante y de otros miembros de la comitiva. Las fuentes do-
cumentales,2 referidas a esta misión jesuítica construyen una “trama narrativa”3 que
puede resumirse como “celebración seguida de muerte”.
* Agradezco a María Alba Bovisio por sus valiosos y pertinentes comentarios en ocasión de la presentación
de esta ponencia.
1
Pedro Ortiz de Zárate nació en la ciudad de San Salvador de Jujuy aproximadamente en el año 1622. Fue
hijo de Juan Ochoa de Zárate y nieto de Pedro de Zárate, el poblador de Nieva y fundador de San Francisco
en el Valle de Jujuy. Luego de la muerte de su esposa Petronila de Ibarra y Argañarás, se ordenó como
sacerdote en el Seminario de Córdoba. Fue juez eclesiástico, comisario de la Santa Cruzada y del Santo
Oficio y visitador del Obispado de Tucumán. Ver Miguel Ángel Vergara, Don Pedro Ortiz de Zárate. Jujuy,
tierra de mártires (siglo XVII), Salta, Arzobispado de Salta, 1965, pp. 53-56, 127-162, 165-205.
2
Las fuentes documentales sobre las que trabajamos son: Pedro Lozano (SJ), Descripción corográfica del
Gran Chaco Gualamba, Tucumán, Universidad Nacional del Tucumán, Departamento de Investigaciones
Regionales, Publicaciones especiales del Instituto de Antropología, n° 28, 1941 [1733]; Miguel Ángel
Vergara, op. cit.
3
Paul Ricoeur define a la “trama” como “disposición de los hechos en la acción completa constitutiva de la
historia narrada”. La operación de nuestro caso de estudio está regida por lo que el autor denomina modelo
apocalíptico. Ver Paul Ricoeur, Tiempo y narración III. El tiempo narrado, México, Siglo XXI, 2009, p. 119.
Como punto de partida de este nodo tomamos una placa que, emplazada en el interior
de la Iglesia de Uquía, guarda el evento a la memoria colectiva. Ella consigna que “el
Venerable Pedro Ortiz de Zárate, cura de San Salvador de Jujuy y protomártir del norte
argentino, celebró en Uquía la Fiesta de la Cruz el 3 de mayo de 1683”.
Antes de analizar la celebración es pertinente detenemos a desarrollar una mínima
contextualización. De este modo, destacamos que desde que se funda el pueblo de
Encomienda Humahuaca hacia fines del siglo xvi, la localidad de Uquía se transforma
en el punto de partida de las misiones circulares que los jesuitas realizaban a través del
Zenta hacia el Chaco Salteño, con el objeto de evangelizar a las poblaciones locales y
cristianizar el paisaje.8 En estas misiones los jesuitas desplegaban distintas estrategias,
4
Con el término re-etnización se hace alusión al proceso que se inicia en Jujuy a fines de la década de
1990 en el que amplios sectores de la población reivindican su pertenencia a diversos pueblos origina-
rios. Ver Mariel Alejandra López y Valentina García, “El recurso de las imágenes del pasado en los proce-
sos de re-etnización y recuperación de territorios en la Quebrada de Humahuaca. El caso de la Quebrada
de Calete”, en: XVIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, La Rioja, 2013.
5
El “siku” es un instrumento musical originario del área andina, confeccionado con pequeñas cañas. La
“Banda de Sikuris La Santa Cruz de Uquía” fundada en 2008, se suma a la más antigua “Banda de Sikuris
San Francisco de Paula de Uquía” fundada en 1983.
6
Ver Webb Keane, “Signs Are Not the Garb of Meaning: On the Social Analysis of Material Things”, en
Daniel Miller (ed.), Materiality, Durham, Duke University Press, 2005, pp. 190-191.
7
Ver Jan Van Kessel, “La organización tempo-espacial del trabajo entre los aymaras de Tarapacá: la
perspectiva mitológica”, en AA. VV. (dir), Etnicidad, economía y simbolismo en los Andes, II Congreso Inter-
nacional de Etnohistoria, Coroico, Lima, Institut français d’études andines, HISBOL, Sociedad Boliviana
de Historia, 1991, pp. 267-297, párr. 34. https://books.openedition.org/ifea/2274, (acceso: 07/08/2018).
8
Véanse: Mariel Alejandra López, “Análisis de la cultura material en documentación jesuita edita e
inédita referida a la Misión de Omaguacas en la región del Tucumán”, en: VI° Congreso Argentino de Ame-
ricanistas 2008, Sociedad Argentina de Americanistas 2009, Tomo II, pp. 237-261; “Modelo de circulación
jesuita en la Quebrada de Humahuaca entre los siglos VXI y XVII d.c.”, en: 1° Jornadas Internacionales de
Historia de la Iglesia y la Religiosidad. 3° Jornadas de Historia de la Iglesia en el NOA, Universidad Católica
de Santiago del Estero, sede Jujuy, 2010.
En el marco de la misión circular del año 1683 tiene lugar la celebración inaugural de
la Fiesta de la Cruz en Uquía el 3 de mayo, es decir, ocho años antes del emplazamiento
de la Iglesia en honor a la Santa Cruz y bajo la advocación de San Francisco de Paula.
Tanto el jesuita Pedro Lozano como el Padre Miguel Ángel Vergara referencian que los
religiosos encabezados por Don Ortiz de Zárate y el Padre Juan Antonio Solinas llega-
ron desde Salta a Uquía, donde “por ser de la Cruz de nuestro Redentor, nos cargamos
con ella por tal camino, que solo fue de una legua”.10 Luego se dirigieron a la estancia
de Zárate en Sianzo donde durmieron y, finalmente, llegaron a la sierra de Zenta para
adentrarse en el Chaco.
Esta misión jesuítica liderada por el jesuita Pedro Ortiz de Zárate culmina el 27 de
octubre de ese mismo año con el martirio de dicho Padre y otros miembros de la comi-
tiva. Lozano describe los martirios de este modo:
[…] ellos [tobas y mocovíes] viendo indefensos a los ministros de Dios [Ortiz de
Zarate y Solinas], incitados del demonio y de sus ministerios los hechiceros,
cerrando los oídos a los misterios de nuestra santa Fe que les proponían, más
abrasados en sus almas que los bárbaros en odio de la ley de Dios y sus pre-
dicadores, les acometieron con suma gritería, y les quitaron las vidas con sus
dardos y macanas, cuando intentaban darles a ellos la del alma.
Mataron después a otras diez y ocho personas, que se hallaban en aquel pues-
to de Santa María con los venerables mártires. Desnudáronlos a todos, y les
9
María Alejandra Lanza y Mariel Alejandra López, “La cruz en el paisaje de Uquía, Quebrada de
Humahuaca, Jujuy, Argentina”, en: IX Encuentro Internacional sobre Barroco: “Naturaleza y Paisaje”, La
Paz, Visión Cultural, 2019, p. 209.
10
Pedro Lozano, op. cit., p. 235. Ver también Miguel Ángel Vergara, op. cit., p. 275.
11
Para Richard Schechner las performances son “modos de hacer teatro” en los que esa transformación
se logra “escribiendo en el espacio” de manera perdurable o no, mediante la constelación de tres accio-
nes rítmicamente organizadas en el espacio y el tiempo: encuentro o reunión, intercambio y dispersión
de bienes simbólicos y actores sociales. Estos últimos adornan y re-modelan sus cuerpos, los visten,
entrenan y ensayan y juegan con las conductas. Ver Richard Schechner, Performance. Teoría y prácticas
interculturales, Buenos Aires, Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil, Universidad
de Buenos Aires, 2000, pp. 72-74.
Para concluir este apartado, presentamos una imagen pictórica del siglo xvii en la que
se da a ver el instante en que el cuerpo de Ortiz de Zárate es martirizado.14 (Fig. 1)
Resulta interesante advertir que, si bien en esta representación visual no hay alusión
explícita a la celebración de 1683, la composición está organizada a partir de un trián-
gulo cuyos vértices están ocupados por artefactos significativos que resumen la trama
puesta en escena en las fuentes escritas: cruz, cuchillo, corona y palma del martirio.
A su vez, dicho triángulo enmarca y destaca el cuerpo sufriente del Padre, el cual está
representado con la paleta más baja de toda la composición. El borramiento de la rea-
lidad local,15 expresado en la planimetría del espacio y en el canon clásico con el que se
representa a los indígenas, constituye un modo de replicar dispositivos valorados por
el cristianismo, como es el caso de la fiesta y el martirio, en un nuevo lugar.
12
Pedro Lozano, op. cit., p. 247.
13
Paul Ricoeur, op. cit., p. 119.
14
Agradezco a Ricardo González por haberme indicado la existencia de esta pintura.
15
Martín Gutiérrez Viñuales et al. señalan otros elementos que no responden a la realidad local: en la
cartela se menciona a los indios martirizadores como “caribes”, y el religioso está representado en su
juventud, mientras que al morir tenía alrededor de 60 años. Ambas cosas junto a la imprecisión de la
fecha de muerte (1685 en vez de 1683) y el hecho de que la pieza es parte del patrimonio del Museo de
Santa Clara de Bogotá, hacen arribar a la hipótesis de que el cuadro fue pintado fuera de Jujuy, por
encargo de la Compañía de Jesús. Los autores sostienen que la pintura pudo haber “pertenecido a los
fondos de las propiedades de los jesuitas de Nueva Granada ya que ellos fueron los más cercanos a la
tarea evangelizadora de Ortiz de Zárate y que además, se había formado con ellos en Córdoba. Esta
presunción se afirma en el hecho de que si el cuadro fue realizado en Colombia o en la región norte de
Sudamérica la adjudicación de un lienzo al venerable Ortiz de Zárate habla de un reconocimiento que
solamente la memoria de la orden jesuítica pudo llevar hasta aquellos parajes”. Ver Martín Gutiérrez
Viñuales; et al., Pedro Ortiz de Zárate: Recuperando un imaginario jujeño, CEDODAL, Fundación Bunge y
Born, 2014, p. 4.
16
En el madero horizontal, se encuentran representados “los dados; lanzas e hisopo; martillo, tenaza
y guantes; clavos” y en vertical “el Monte Calvario; la columna, el gallo, la escalera, cuerdas, lanza e
hispo; la Dolorosa; la túnica inconsútil”. En la intersección de los brazos de la cruz se ubica el Paño de
la Verónica. Gori y Barbieri sostienen que la cruz (de 97,3 cm) proviene de Bolivia y data de principios
del siglo XIX. Ver Academia Nacional de Bellas Artes, Patrimonio Artístico Nacional. Inventario de Bienes
Muebles: Provincia de Jujuy, Buenos Aires, ANBA, 1991, pp. 375-376.
Siguiendo a Héctor Schenone podemos decir que esta fórmula iconográfica deriva de los Arma Christi
medievales, que aparece en América en las cruces atriales novohispanas y, en nuestra zona de estudio,
en las cruces santiagueñas como la de Matará. Ver Héctor Schenone, “La cruz y las cruces”, Iconografía
del arte colonial. Jesucristo, Buenos Aires, Fundación Tarea, 1998, pp. 298-301.
17
Cfr. Canal de Radio M, “Fiestas patronales de Uquía: Fiesta de la Santa Cruz y de San Francisco de
Paula”, Emisión Audiovisual, Copia Digital, 00:07:20, publicado el 8 de mayo de 2013, https://www.youtu-
be.com/watch?v=hvM8dyRH32k&t=72s, (acceso: 4/10/2017).
18
En el mundo andino prehispánico el término de la época de las cosechas era un gran acontecimiento ya que
la cosecha y el guardado de los alimentos constituía un momento decisivo para la futura alimentación de las
poblaciones. Ver Carlos Daniel Sánchez Huaringa, “La chakana y la cruz cristiana: Rituales, religión, fiestas,
ideología y simbologías en los conjuntos de sikuris urbanos”, Arqueología y Sociedad, n° 32, 2016, p. 535. http://
revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/Arqueo/article/view/13341/11824, (acceso: 11/09/2018).
19
Jan Van Kessel, op. cit., párr. 31.
20
Lucila Bugallo, “La estética de la crianza. Los santos protectores del ganado en la Puna de Jujuy”, en
María Alba Bovisio y Marta Penhos (coords.), Arte indígena. Categorías, Prácticas, Objetos, Córdoba, Grupo
Editor y Brujas, 2010, pp. 87-89.
21
Xavier Bellenger, El espacio musical andino, Lima, IFEA, PUCP, CBC, Embajada de Francia, 2007, pp.
122-123.
22
Antoinette Molinié, “Buscando una historicidad andina: una propuesta antropológica y una memoria
hecha rito”, en Rafael Varon Gabai y Javier Flores Espinoza (eds.), Arqueología, antropología e historia en
los Andes. Homenaje a María Rostoworowski, Lima, I. E. P., Banco Central del Perú, 1997, p. 694.
Agradezco a Lucila Bugallo por señalarme la importancia de este texto para mi caso de estudio.
El maguey o Ágave americana (Fig. 5) es una planta de hojas gruesas y carnosas que
florece una sola vez en su vida,24 y muere luego de esa floración y maduración, razón
por la que Elvis Pineda y Dora Uribarri proponen entender la floración del maguey
como “el anuncio de su muerte”.25
De este modo, sostenemos que en el contexto celebratorio en el que esta Cruz desa-
rrolla su performance, la muerte del maguey podría homologarse al cuerpo de Cristo
y a su sacrificio, a la vez que se correspondería con la madurez de la naturaleza, mo-
mento del ciclo productivo en el que se inserta el manejo ritual de la Cruz.
En ese sentido y para concluir este apartado, consideramos que la articulación entre
funcionamiento de la Cruz, el programa iconográfico allí representado y la materiali-
dad que opera como soporte o cuerpo de la imagen –el maguey–, es otro de los modos
en que se pone en escena el ciclo de muerte y vida, desde el punto de vista de una li-
turgia que integra lo andino y lo cristiano.
A modo de cierre
23
Agradezco a Radek Sánchez Patzy por compartir sus conocimientos y experiencias de campo en torno
al estudio de los sikuris en Jujuy, los cuales fueron un aporte indispensable en las problemáticas aquí
vertidas.
24
El “maguey” es una planta oriunda de México, cuyos usos medicinales, alimenticos y utilitarios en
Andes refieren a época prehispánica. A partir del contexto colonial, el “maguey” fue utilizado también para
producir esculturas para el culto cristiano dado que se trataba de un material liviano y de una técnica de
poco costo. Ver José Luis Venero Gonzáles, “Formas de uso del ‘maguey’ (Agave americana, Agavaceae) en
el humedal Lucre-Huacarpay, Cusco, Perú”, Chloris chilensis, Revista chilena de flora y vegetación, año 9, nº
2, 2006. http://www.chlorischile.cl/veneroagave/veneroagaveweb.htm, (acceso: 1/10/2018).
25
Elvis Pineda y Dora Uribarri, “Propiedades químicas y creencias curativas populares del Maguey o
Cabuya (Agave americana L.) Caso, Churcampa, Huancavelica, Ciencia y Desarrollo, vol. 17, nº 1, 2014, p.
79. http://revistas.uap.edu.pe/ojs/index.php/CYD/article/view/1105, (acceso: 11/09/2018).
Este postulado implica tener en cuenta que el horizonte del pasado y del presente se
retroalimentan en la comprensión de los fenómenos históricos,26 ya que el presente
no se forma independientemente del pasado, y el pasado está sometido y configurado
por los efectos del presente, es decir, tanto por las preguntas e interpretaciones del
investigador como por los intereses de los actores locales en los procesos de rescate
de la propia memoria.
26
Hans-Geor Gadamer, Verdad y método I, Salamanca, Sígueme, 2003, pp. 373-377.
27
Ver Diario El Tribuno Jujuy, “Trabajan para canonizar a los Mártires Del Zenta”, publicado el 20 de
octubre de 2014, https://www.eltribuno.com/salta/nota/2014-10-20-0-29-0-trabajan-para-canonizar-a-
los-martires-del-zenta, (acceso: 5/10/2018).
Introducción
1
Susana Chertudi y Sara Josefina Newbery, La Difunta Correa. Temas de antropología, Buenos Aires,
Huemul, 1978, p. 22.
Desarrollo
Por otra parte, en América Latina, el tema de la religiosidad, entendida como una de
las dimensiones de lo popular, se ha convertido en esencial al momento de definir los
2
Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Buenos Aires,
Sudamericana, 1992, p. 71.
3
Ticio Escobar, El mito del arte y el mito del pueblo. Cuestiones sobre arte popular, Buenos Aires, Ariel, 2014,
p. 35.
En este contexto, entonces, el mismo autor expresa que “encontramos ahora una
connotación folclórica (del inglés folk=pueblo y lore=saber) del fenómeno religioso en
cuanto a saber popular o universo simbólico que comparte el pueblo”.5 Estas construc-
ciones surgieron, en su mayoría, a partir de la sedimentación de costumbres prehis-
pánicas y las que ingresaron en el momento de la colonización. De hecho, se trata de
experiencias que no están dispuestas a hacer una distinción entre el paganismo y el
cristianismo, sino que, precisamente, lo que hacen es articular más aún esas esferas,
históricamente separadas por los regímenes de poder religioso.6 Aseveramos aquí, la
conceptualización de Ticio Escobar antes expuesta respecto de lo popular en América
Latina como resultado de la mezcolanza de distintos tiempos e historias, y cómo es que
ella dibuja y nos ofrece las notas para descubrir nuestra realidad. (Fig. 1) Asimismo,
se hace comprensible la implicancia que éstas prácticas tienen sobre el sentido de
identidad por presentarse como manifestaciones del sentimiento de pertenencia a un
mismo espacio. Por lo tanto, son base de la identidad étnica y cultural, construcción y
estructuración de un lenguaje que organiza modos de comunicación y agrupamiento
de quienes comparten el código.7
Desde esta perspectiva, entonces, nos vemos alentados a considerar los estudios so-
bre las prácticas de nuestra sociedad desde antinomias, entrecruces y opacidades que,
en realidad, esconden mayores riquezas y oportunidades para reflexionar sobre las
formas en que se construyen diversos sentidos de realidad e identidad.8 Desde este
4
Martín Cruz Santos, “La religiosidad popular como elemento de identidad cultural en la América Latina
contemporánea”, 2014, p. 7.
https://www.academia.edu/2610950/La_religiosidad_popular_como_elemento_de_identidad_cultural_
en_la_America_Latina_contemporanea, (acceso: 28/08/2019).
5
Idem.
6
Georges Didi-Huberman, Exvoto: imagen, órgano, tiempo, Buenos Aires, Sans Soleil, 2013, p. 11.
7
Pierre Bourdieu, “Génesis y estructura del campo religioso”, 2003 [1971], pp. 31-32. [Traducción de Ana Te-
resa Martínez] https://es.scribd.com/document/106211964/Bourdieu-Genesis-y-Estructura-Del-campo-re-
ligioso, (acceso, 27/04/2019).
8
Néstor García Canclini se refiere a la identidad como la capacidad, “ente todo, de tener un país, una
ciudad, o un barrio, una entidad donde todo lo compartido por los que habitan ese lugar se vuelve idén-
tico e intercambiable. En esos territorios la identidad se pone en escena, se celebra en las fiestas y se
dramatiza también en los rituales cotidianos”. Néstor García Canclini, op.cit., pp. 177-178.
Según la versión más conocida del surgimiento del culto, sería bajo el caluroso verano
de 1841, en la localidad de Vallecito, Caucete, San Juan, donde arrieros que circula-
ban por la zona dieron con el cuerpo muerto de una mujer recostada bajo la sombra
de un arbusto, pero con la sorpresa de que un bebé, su hijo, aún se alimentaba de sus
pechos. Esta mujer era María Antonia Deolinda Correa, hija de Pedro Correa y esposa
de Baudilio Bustos, a quien la montonera riojana de Facundo Quiroga lo llevaría para
combatir en las luchas entre unitarios y federales. Con la posibilidad de que este arres-
to fuera a causa de la fijeza de las miradas mal intencionadas por parte del Juez de Paz
de la zona hacia Deolinda, o bien por la ilusión de reencontrarse con su esposo, ella no
vaciló en abrirse camino por el valle de la provincia en busca de Baudilio para evitar así
quedar atrapada en manos injustas o despojada de su familia, a solas con su hijo. Jun-
to con el bebé de meses de vida, emprendió rumbo al oriente pasando por la travesía9
que, lejos de encaminarla hacia su objetivo, le aguardó con la muerte silenciosa debido
a la falta de agua y el calor de los arenales y el agreste paisaje del territorio. (Fig. 2)
Hasta nuestros días llega el relato de que, en un último suspiro, Deolinda pidió a Dios
que al menos salvara la vida a su bebé mientras ella lo amamantaba, expandiéndose
entre la gente del pueblo como acontecimiento sagrado, fruto de un milagro.
Este fenómeno comenzó a hacerse conocido entre los habitantes de la provincia, quie-
nes instauraron las primeras peregrinaciones hacia su tumba ubicada en la misma
geografía del hecho por los arrieros que la encontraron, (Fig. 3) convirtiéndose en una
de las manifestaciones populares con mayor desarrollo en la región, pero también a lo
largo y ancho del país, hasta incluso otras regiones de Sudamérica. Como tal, conlleva
múltiples marcas de identidad y sentidos de realidad compartidos por la comunidad
de creyentes que siguen este culto sostenidos en las diferentes formas de rituales y
oraciones que se realizan constantemente en el santuario, como así también de los
hábitos que emergen de esta práctica y que las personas diseminan en los espacios
cotidianos. De esa manera, y lejos de sistematizarse bajo una estructura forzosa, estas
formas de expresión de fe han permanecido en el tiempo a causa de la tradición de su
comunidad y la espontaneidad de los creyentes.
Históricamente, una de las acciones que más distingue este fenómeno popular, ha sido
el entregar a la Difunta diversos objetos como testigos vivos de los favores o gracias
recibidos en nombre de ellos. (Fig. 4) Sin discutir su procedencia, cada pieza representa
9
La travesía es una llanura desértica, sin agua superficial y con escasa vegetación xerófila, adaptada a
condiciones del suelo salobre. Tradicionalmente se llamó travesía a la región desértica que se extiende
en el límite de las provincias de San Juan, San Luis y Mendoza, señalada de este modo en las noticias
que se rescataron en tiempos de la conquista. Sarmiento, en su novela titulada Facundo, comienza el
capítulo V, “La vida de Juan Facundo Quiroga”, con la siguiente descripción: “Media entre las ciudades
de San Luis y San Juan un dilatado desierto, que, por su falta completa de agua, recibe el nombre de
travesía. El aspecto de aquellas soledades es, por lo general, triste y desamparado, y el viajero que viene
del oriente no pasa la última represa o aljibe de campo, sin proveer sus chifles.” Domingo F. Sarmiento,
Facundo Civilización y barbarie, Buenos Aires, Centro Editor de Cultura, 2012, p. 87.
Fig 3. Planta del recinto del Santuario de la Fig 4. Isabel Rostagno, Archivo fotográfico del
Difunta Correa, Vallecito, San Juan. ← Santuario de la Difunta Correa - Serie II, 2018,
fotografía digital toma directa. San Juan. ←
10
Georges Didi-Huberman, op.cit., p. 15.
11
Ibid., p. 20.
y colectiva contenida en ciertos sucesos, experiencias, objetos, etc. Sin embargo, Anna
María Guasch expone una diferencia no menor entre ambos términos declarando que:
Si el almacenar o coleccionar consiste en “asignar” un lugar o depositar algo
—una cosa, un objeto, una imagen— en un lugar determinado, el concepto
de archivo entraña el hecho de “consignar”. Si bien, como señala Derrida, el
principio arcóntico del archivo es también un principio de agrupamiento, y el
archivo, como tal, exige unificar, identificar, clasificar, su manera de proceder
no es amorfa o indeterminada, sino que nace con el propósito de coordinar un
“corpus” dentro de un sistema o una sincronía de elementos seleccionados
previamente en la que todos ellos se articulan y relacionan dentro de una uni-
dad de configuración predeterminada.12
Probablemente, para el estudio del fenómeno que aquí nos reúne, el concepto más
cercano sería el de colección, sobre todo por estar ligado precisamente a la intención
de asignar o depositar en un lugar las cosas. Es decir, las personas reasignan un nuevo
lugar para estas piezas, a veces creadas manualmente otras, productos de la industria,
con la intención de revestirlas bajo los sentidos del culto y el ritual. La reiteración de
esta operación a escala multitudinaria es lo que dota el santuario de esa materialidad
multifacética, colorinche, de infinitas texturas, dimensiones y carácter. Asimismo, este
depositar no conserva a priori ningún criterio lógico de agrupamiento, simplemente se
unen entre sí, como un capricho barroco trazado en forma de cadáver exquisito o co-
llage dadá. Quizá, el único sentido u objetivo sea acercarse lo más posible a la imagen
recostada de Deolinda, como garantía de que la oración está siendo escuchada por la
12
Anna Maria Guasch, Arte y archivo, 1920-2010. Genealogías, tipologías y discontinuidades, Madrid, Akal,
2011, p. 10.
Por otra parte, y sumando a estas reflexiones la propuesta de Jean Baudrillard en tor-
no a la relación simbiótica entre sujeto y objeto, cabría la posibilidad de interpretar lo
explicado hasta aquí según lo que el autor denomina una sociología de la colocación.
Reservándonos de las distancias objetivas que puedan existir entre ambos investigado-
res, este cambio de paradigma propuesto por Baudrillard implica una reflexión en tor-
no al nuevo carácter que recobra el discurso del sujeto cuando opera, juega, maneja,
controla el destino del objeto; enlazar esto a las ideas ya expuestas nos confirmaría la
importancia del significado de colocar, de depositar o asignar un nuevo lugar al objeto.
El encuentro del sujeto consigo mismo que suscita esta relación sobrepasa aquello
que el objeto por sí solo pudiera proyectar o comunicar, para posicionarse más bien
como fundamento epistemológico.
Ahora bien, y luego de preguntarnos si acaso la presencia de los objetos del santuario
podría corresponderse a una colección, por qué no también contrastar lo que caracte-
rizaría al archivo, según Anna María Guasch, con los propósitos de la comisión Difunta
Correa de categorizar y organizar los exvotos de los fieles. Si recordamos las salas del
santuario antes enumeradas, es factible encontrar similitudes y acercamientos bas-
tante claros entre éstas y las funciones unificadoras, identificadoras y clasificatorias
del archivo. La autora circunscribe su estudio de modo muy claro en la relación exis-
tente entre arte y archivo desde finales de la década de los sesenta del siglo xx hasta
la actualidad aludiendo al giro creativo de la obra de arte como un archivo. Las refe-
rencias teóricas provienen de filósofos y pensadores de la estética, tales como Walter
Benjamin, Aby Warburg o Michel Foucault, lo cual nos indica que a lo largo de todo
13
Patricia Andrea Ciner se vale de la explicación de la mística dada por García Bazán expresando que:
“Lo descrito nos lleva a considerar que lo místico (mystikón), lo secreto e inefable, según su etimología
como se ha dicho, parte de una vivencia de lo extraordinario, maravilloso o sorprendente en relación con
las experiencias comunes y que no tiene, por eso, un lenguaje propio para expresarse, se trata en este
sentido, en relación estricta con el vocabulario de la práctica de los cultos de misterio, de algo que es lo
inefable (árreta) por naturaleza y que por eso, por su intrínseca indecibilidad, no se debe revelar a cual-
quiera”. Patricia Ciner, “La experiencia mítica y el fenómeno de lo sagrado”, en: AA. VV., La experiencia de
lo sagrado. Enfoque interdisciplinario, San Juan, Fundación Universidad Nacional de San Juan, 2004, p. 22.
14
“Así, pues, como la forma circunscribe al objeto, un trozo de naturaleza está incluido, como en el cuer-
po humano: el objeto es fundamentalmente antropomórfico. El hombre está ligado entonces a los obje-
tos-ambiente con la misma intimidad visceral (sin dejar de advertir las diferencias) que, a los órganos
de su propio cuerpo, y la ‘propiedad’ tiende siempre virtualmente a la recuperación de esta sustancia
por anexión oral y ‘asimilación’”. Jean Baudrillard, “Las estructuras de colocación”, en: El sistema de los
objetos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, p. 28.
Conclusión
15
Anna María Guasch, “Los lugares de la memoria. El arte de archivar y recordar”, Materia: Revista in-
ternacional d’Art, nº 5, 2005, p. 161.
16
“En Arqueología del saber (The Archaeoloy of Knowledge, New York, Pantheon, 1972) Foucault sostiene
que el archivo es lo que permite establecer la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la apari-
ción de los ‘enunciados’ como acontecimientos singulares […] entendiendo por enunciado no al texto del
discurso sino los hechos en sí mismos, el ‘puro acontecimiento’ del lenguaje. El enunciado no es una es-
tructura, sino una función de existencia, es ‘pura existencia’, el hecho de que un cierto ente tenga lugar.
Es el ‘afuera’ del lenguaje, el ‘estado bruto’ de su existencia” en: Anna Maria Guasch, Ibid., pp.159-160.
Este trabajo propone analizar las relaciones entre escultura y arquitectura, en tanto
expresiones culturales que durante los años 1930 y 1940 se amalgamaron en un mis-
mo episodio estético desarrollado mayormente en el espacio público de la ciudad. La
arquitectura pública modernizadora que construyó en esos años se caracterizó por
incorporar decoraciones artísticas a sus construcciones. Allí, pinturas murales, vitra-
les, relieves y esculturas fueron empleados para expresar las funciones sociales de
las instituciones promotoras, en articulación con imaginarios más amplios que aludían
a ideas sobre la nación representadas a través de sus paisajes, sus habitantes, sus
principales actividades económicas y culturales.2 Ya en aquellos edificios encontramos
trabajos de escultores como José Fioravanti, Alberto Lagos y Luis Falcini, entre otros.
Dentro de esta misma tendencia, se realizaron una serie monumentos construidos por
iniciativa estatal como parte de la misma tendencia.3
En esta ponencia volvemos sobre ellos para repensar los vínculos entre escultura y
arquitectura moderna que sugieren las obras. Consideramos que enfocar el análisis
sobre los intercambios entre ambas disciplinas permitiría una mayor comprensión de
la producción monumental del período. En este episodio se registran discusiones es-
téticas compartidas en el marco de un proceso de intensa renovación formal, pero
también debates sobre la condición cívica de los monumentos, en un momento en que
1
Adolf Loos, “Arquitectura”, en: Ornamento y delito y otros escritos, Barcelona, Gustavo Gili, 1980, p. 229.
2
Cecilia Belej analizó varias de las obras de pintura mural pintadas en edificios públicos del período en
el marco de su tesis doctoral sobre historia del muralismo en Argentina. Ver: Cecilia Belej, Muralismo y
proyecto moderno en Argentina entre las décadas de 1930 y 1950. Tesis para optar por el grado de Doctora
en Historia y Teoría de las Artes, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Universidad de Buenos
Aires, 2012.
3
Cecilia Duran, Arquitectura como arte público. Estado, arquitectos y cultura en la Revista de Arquitectura
(Argentina, 1925-1943). Tesis para optar por el grado de Magister en Historia y Cultura de la Arquitectura
y la Ciudad, Buenos Aires, Universidad Torcuato Di Tella, 2017.
La hipótesis del trabajo plantea que entre mediados de los 1930 y comienzos de los
1940, los arquitectos fueron paulatinamente desplazando a los escultores como cons-
tructores de monumentos en la medida en que éstos se fueron complejizando y con-
virtiendo en espacios cívico-monumentales que debían ser capaces de responder a
cuestiones de organización urbana y territorial, bajo un esquema que se pretendía
más eficiente y racional, pero no por ello menos problemático en términos estéticos
y simbólicos. De esta manera, los escultores continuaron participando de los equipos
artísticos y produciendo piezas importantes que se integraban a los conjuntos pero ya
bajo la tutela y la dirección de los arquitectos que se postulaban como los principales
responsables de las obras.
Los vínculos entre escultura y arquitectura moderna han sido bastante más estrechos
de lo que las propias historiografías especializadas han logrado plasmar en sus res-
pectivos relatos. Fue de hecho en una de las primeras casas modernistas del país que
se incluyó un relieve del escultor Alfredo Bigatti. La casa, construida por Alejo Martínez
hijo en 1925,6 fue publicada en la revista Nuestra Arquitectura recién en 1932. Allí casi
no se encontraban referencias de la obra escultórica, excepto por una fotografía con
la indicación de su autor en el epígrafe. (Fig.1) La presentación tendía a enfatizar el
carácter racional de la nueva arquitectura, asociada a una novedosa distribución de los
locales que respondía a cuestiones de asoleamiento y ventilación, entre otros clichés
funcionalistas. En algún sentido, su presencia podría resultar incluso contradictoria
teniendo en cuenta la concepción anti-decorativa que impulsaban los arquitectos ra-
cionalistas de la época.
Para Bigatti, en cambio, la relación con la arquitectura constituía uno de los funda-
mentos de su práctica como escultor. En su autobiografía declaró que fue a partir de
su viaje a París y de su paso por el taller de Antoine Bourdelle entre 1923 y 1924 que
pudo afirmar “el concepto de la escultura arquitectónica, que intuitivamente había
4
Ver Adrián Gorelik, “La belleza de la patria. Monumentos, nacionalismo y espacio público en Buenos
Aires”, Block, nº 1, Buenos Aires, CEAC-UTDT, agosto de 1997, pp. 83-100; La grilla y el parque. Espacio
público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887- 1936, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1998.
5
Ver Raúl Piccioni, “El arte público en la transformación de la ciudad del Centenario. Buenos Aires 1890-
1910”, tesis de maestría inédita, Buenos Aires, Universidad de San Andrés, 2001.
6
Nos referimos a la casa del doctor Péndola Díaz en Concordia, terminada en 1925.
7
Alfredo Bigatti, “Autobiografía”, en Julio Payró, Bigatti, Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas
Artes, 1966, p. 24.
8
Ibid., p. 30.
9
Antoine Bourdelle, La escultura y Rodin, Buenos Aires, Edicial, 1998, p. 142. Citado en: Adriana Van
Deurs, introducción y “Epistolario de Alfredo Bigatti: eje cultural Buenos Aires- Paris 1923-1933”,
material inédito, p. 9.
El epistolario de Bigatti con el pintor Horacio Butler recoge buena parte de estos inter-
cambios entre artes plásticas y arquitectura gestados en sede francesa. Ya retornado
a Buenos Aires de su primer viaje a París, el escultor recibía las últimas novedades de
la capital del arte a través de su amigo. Por estas cartas, sabemos que Butler le en-
vió un ejemplar de la revista L’Amour de l’Art con las reproducciones de los relieves de
Bourdelle para Marsella.11 También aparecen comentarios entusiastas sobre las obras
más recientes de Perret y una reseña de los mejores pabellones construidos para la
Exposición de París de 1925, entre otras crónicas arquitectónicas. Tampoco faltaban en
sus envíos las agudas críticas sobre el panorama de la pintura en el agitado contexto
parisino, ni los virulentos comentarios sobre el “aplastante” ambiente porteño.12
10
Ibid., p. 9.
11
“[…] Para compensarte ese trabajito te mando el último número de L’Amour de l’Art con las
reproducciones del último trabajo de Bourdelle, un bajorrelieve para la escena de la Opera de Marsella y
expuesto actualmente en el Salón de Tullerías. Creo que te interesará –no es una obra muy fuerte pues
ha sido hecha un poco a la disparada– (en tres meses) y te imaginas que eso se nota demasiado. En la
primera página tienes unos juicios sobre Bourdelle, de Rodin y Anatole France junto con una acuarela de
Bourdelle.” Carta de Horacio Butler a Alfredo Bigatti, París, 10-07-1924. Ibid., pp. 22-23.
12
“¡Cada vez que tenemos ocasión de oír comentarios artísticos de Buenos Aires es como si uno cayera
de las nubes, que brutos son! No te imaginás lo que siento te encuentres en un ambiente tan asqueroso
para las cosas del espíritu.” Carta de Horacio Butler a Alfredo Bigatti, Cagnes, 27-10-1925. Idem.
13
Carta de Horacio Butler a Alfredo Bigatti, París, 10-07-1924. Ibid., p. 33
14
Ibid., p. 34.
15
Carta de Horacio Butler a Alfredo Bigatti, París, 14-12-1925. Ibid.
Estatuas y rascacielos
El concepto de una “belleza plástica” guiada por la forma, el volumen y la luz modeladora
que describía el pintor Butler fue una búsqueda estética compartida con los arquitectos
compenetrados en la renovación modernista desde mediados de los años 1920. Como
es sabido, también Alberto Prebisch y Ernesto Vautier frecuentaron al llamado Grupo
de París, que integraban Bigatti y Butler, entre otros. Lo que sucedió en los 1930 fue
que esas ideas estéticas adquirieron otra escala de difusión en el campo artístico local,
sobrepasando los límites de los reductos privados de la vanguardia. Una prueba de ello
se manifiesta en los encargos públicos que recibieron algunos artistas modernistas
para realizar importantes monumentos, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en
otros centros urbanos. Entre ellos, se destaca la figura del escultor José Fioravanti,
por la cantidad y la relevancia de los trabajos que materializó en este período.
16
El epistolario también da cuenta de las peripecias que atravesó Bigatti hasta conseguir las cátedras de
dibujo en la Escuela Industrial de la Nación “Otto Krause” y la de escultura en la Academia Nacional de
Bellas Artes, posiciones que consiguió a través del Presidente Alvear luego de intensas gestiones. Ver
introducción y carta de Butler a Bigatti, París, 04-06-1924. Ibíd.
17
La Revista de Arquitectura estaba lejos de considerarse una publicación vanguardista. Sin embargo,
a mediados de los 1930 atravesaba un período de renovación importante que se evidenció en su nuevo
diseño gráfico y en la incorporación de más contenidos orientados a la difusión de la arquitectura mo-
derna. En esta etapa, figuras como los arquitectos Prebisch, Vautier y un joven estudiante Mario Roberto
Álvarez ocuparon puestos directivos en la redacción.
18
Pedro Lanz, “Nicolás Avellaneda de José Fioravanti”, Revista de Arquitectura, nº 180, diciembre 1935,
p. 528.
19
Le Corbusier, Hacia una arquitectura, Barcelona, Apóstrofe, 1998 [1923], p. 16. Como se dijo, estas ideas
no eran nuevas en el campo local y venían siendo discutidas en los ámbitos de la vanguardia desde me-
diados de los 1920. Ver, por ejemplo: Oliverio Girondo, “Cuidado con la arquitectura”, en: Martín Fierro,
24, octubre 1925, p. 173. Allí el poeta reproducía la máxima corbusierana como el “divino juego de la luz
y de los volúmenes en el espacio” y filiaba a los arquitectos locales, Vautier y Prebisch, como los discí-
pulos de Loos, Perret y Le Corbusier.
20
Ibid. Destacado en el original.
21
Lanz, op. cit.
22
Idem.
23
Esta asignatura, que en un comienzo se dictó como curso libre adquirió el estatus de cátedra a fines
de 1935. Ver “Fue provista la Cátedra de Plástica en la Escuela de Arquitectura”, Revista de Arquitectura,
nº 179, noviembre 1935, p. 463.
24
Antón Gutiérrez y Urquijo, “La plástica en la arquitectura. El programa de su estudio”, Revista de
Arquitectura, nº 168, diciembre 1934, p. 525.
la luz, hasta el empleo de formas inspiradas en los repertorios visuales de las culturas
de la antigüedad como Egipto y Grecia. Sin embargo, el aporte más sustantivo de este
monumento probablemente se hallara en su articulación con las intervenciones urba-
nística que le daban marco, la avenida 9 de Julio en su encuentro con la ensanchada
avenida Corrientes y la recientemente terminada Diagonal Norte.
25
Romy Golan ha trabajado los significados culturales implicados en la recuperación de la talla directa
como técnica escultórica en el contexto del rappel à l’ordre francés durante el período entreguerras. Ver
R. Golan, Modernity and nostalgia: art and politics in France between the wars, New Haven, Yale University
Press, pp. 28-35.
26
José Fioravanti, “Memoria descriptiva de la ‘maquette’ que lleva el lema ‘Gloriosus’”, material inédito,
sin fecha. Fuente: Archivo José León Pagano, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
27
“Monumento recordatorio de la Campaña del Desierto, en Choele-Choel”, Revista de Arquitectura, nº
246, junio 1941, p. 268.
hacían hincapié en la accesibilidad del monumento. Este debía “[…] ser accesible para
todo aquel que quiera verlo de cerca y leer las frases alusivas de que hemos hablado y
su peregrinación ha de ser recompensada con el interés de las obras de arte que lo de-
coran y acompañan”.28 (Fig. 5) La llegada al lugar estaba mediada por la ruta nacional
22, que había sido inaugurada por la Dirección Nacional de Vialidad en 1935. Es posible
afirmar –siguiendo a Alejandro Cattaruzza– que el conjunto de Choele Choel lograba
darle un anclaje concreto a un relato del pasado –en este caso, la llamada conquista
del desierto– instalando una torre en “el paisaje en que las luchas del siglo xix habían
tenido lugar”,29 las bardas en las afueras de la ciudad. Al mismo tiempo, la operación
de señalización y estetización del sitio histórico se inscribía en el marco de una siste-
matización más vasta que operaba a escala del territorio del Alto Valle del río Negro.
28
Los relieves y piezas escultóricas estuvieron a cargo de Bigatti. Al respecto, los arquitectos indicaron:
“Hemos adoptado el procedimiento corriente en Francia y otras naciones, solicitando la colaboración de
un escultor de nota para aquellas partes que lo requieren […]”. Idem.
29
Alejandro Cattaruzza, “Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en:
A. Cattaruzza (dir. de tomo), Nueva Historia Argentina, Tomo VII. Crisis económica, avance del Estado e in-
certidumbre política (1930-1943), Buenos Aires, Sudamericana, p. 466.
30
Si bien el monumento recién fue inaugurado el 20 de junio de 1957, el llamado a concurso se realizó en
marzo de 1939. Para el análisis de este monumento nos basamos en la publicación del fallo del jurado
que apareció en la Revista de Arquitectura en noviembre de 1940, pp. 633-638.
31
Ana María Rigotti, “Monumento a la Bandera en Rosario. Síntesis de búsquedas excéntricas en la
modernidad argentina”, en: Actas de las 1as Jornadas de Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad,
Universidad Torcuato Di Tella, 2011, p. 30.
Palabras finales
En este breve recorrido, hemos podido constatar que escultura y arquitectura moderna
estuvieron fuertemente imbricadas en la producción monumental de los años 1930.
Ambas disciplinas entablaron un diálogo fluido que abarcó desde discusiones sobre
nuevas concepciones plásticas y estéticas hasta reflexiones sobre el papel que debía
ocupar el arte público en una sociedad de masas. Sin embargo, la complejización de
aquellos escenarios celebratorios del poder, que superaban la dimensión estatuaria
para convertirse en intervenciones de escala urbana y territorial, permite advertir una
nueva distribución de roles, en la que los arquitectos se presentaban a sí mismos como
los más capacitados para proyectar los modernos conjuntos monumentales, mientras
que a los escultores se les asignaba el rol de artistas decoradores.
El caso presenta inquietudes que pueden pensarse en continuidad con los debates
sobre los monumentos públicos que tuvieron lugar en el Centenario (la construcción de
un arte nacional y su función pedagógica). Por otra parte, también puede considerarse
como importante antecedente de las incursiones modernistas y monumentales que
se desarrollaron durante el peronismo, que involucraron –en palabras de Anahi
Ballent– diversos “usos propagandísticos de la calle”.33 Pero sobre todo constituye un
episodio que aborda temas y problemas propios del período entreguerras, que nos
permite seguir profundizando sobre los modos en que artes plásticas y arquitectura
colaboraron para modelar demandas y discursos estéticos y políticos. ←
32
Ángel Guido, Monumentalización funcional de la avenida 9 de julio de Buenos Aires, Buenos Aires, Los
Amigos de la Ciudad, 1941.
33
Anahi Ballent, Las huellas de la política: vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires 1943-1955, Bernal,
UNQ, 2005, p. 135.
Agentes, instituciones,
y mercado del arte en
Latinoamérica
Bárbara Sesso Carneiro
IEB-USP, Brasil
babietchka@gmail.com
As coleções particulares de obras de arte –inclusive aquela formada por Theon Spanudis–
não obedecem somente às questões subjetivas do colecionador e às mediações feitas
entre os objetos e as relações sociais, mas também ao mercado de arte. Em seu artigo
“O mercado de galerias e o comércio de arte moderna: São Paulo e Rio de Janeiro
nos anos 1950-1960”, Maria Lúcia Bueno recua temporalmente para mostrar as
transformações do mercado de arte a partir da consolidação da arte moderna. Esse
mercado passa, ao longo do século xx, a se caracterizar pela desterritorialização e por
um internacionalismo próprio. Um dos agentes envolvidos nessa transformação são os
colecionadores que
Baudrillard traz em sua obra um aspecto interessante sobre o colecionismo, que foi
aprofundado por outros pesquisadores: não estão em jogo apenas personalidades indi-
viduais e o mercado de arte quando se estuda coleções. Os objetos, enquanto artefatos
dotados de temporalidade e, assim, de relações no tempo e no espaço, demandam
uma especial atenção.
Estudos que buscaram construir trajetórias biográficas dos objetos, como os trabalhos
organizados por Arjun Appadurai no livro A vida social das coisas, ajudam a romper com
visões tradicionais, ao enfocar a problemática na circulação, apropriação, ressignifi-
cação e não apenas em sua produção. A metodologia empregada para traçar uma bio-
grafia cultural das coisas não olha apenas para o objeto artístico, mas tem nesse tipo
de peça um conjunto de particularidades do ponto de vista de sua mercantilização. En-
tender um objeto artístico como uma mercadoria poderia colocar-nos em um prolífico,
mas talvez infindável, debate. Por isso, a afirmação de Appadurai de que “a mercadoria
não é um tipo de coisa, em vez de um outro tipo, mas uma fase na vida de algumas coi-
sas”3 é um caminho interessante de ser percorrido.
As obras de arte que compõem a coleção de Theon Spanudis passaram por essa fase e,
afinal, chegaram ao privilégio de deixarem de ter preço com a incorporação ao acervo
1
Maria Lucia Bueno, “O mercado de galerias e o comércio de arte moderna: São Paulo e Rio de Janeiro
nos anos 1950-1960”, Sociedade e Estado, Brasília, vol. 20, nº 2, maio/ago. 2005, p. 379.
2
Jean Baudrillard, O sistema dos objetos, São Paulo, Perspectiva, 2012, p. 111.
3
Arjun Appadurai, “Mercadorias e a política de valor”, en: Arjun Appadurai (org.), A vida social das coisas:
as mercadorias sob uma perspectiva cultural, Niterói, Eduff, 2009, p. 32.
Igor Kopytoff aprofunda a discussão sobre essa forma de olhar para processos de sin-
gularização das coisas, entre o cultural e o individual. Para o autor, todas as socie-
dades possuem objetos cuja mercantilização é proibida e, em sociedades complexas,
essa proibição costuma estar a cargo do Estado e inclui o valor simbólico da sociedade,
como os acervos públicos de arte.5 A singularização em sociedades complexas é dese-
jada não apenas coletivamente, mas também por hierarquias pessoais de valor criadas
pelos indivíduos.
O que é peculiar às sociedades complexas é que a sua mercantilização publi-
camente reconhecida opera lado a lado com inúmeros esquemas de valoração
e singularização propostos por indivíduos, categorias sociais e grupos, e que
esses esquemas apresentam um conflito insolúvel com a mercantilização pú-
blica e entram também em conflito uns com os outros.6
Por essa leitura do materialismo dialético, os objetos da Coleção Theon Spanudis –bem
como todos os objetos negociados no mercado de arte– teriam um valor que responde a
4
Ibid., p. 35.
5
Igor Kopytoff, “A biografia cultural das coisas: a mercantilização como proceso”, en: Arjun Appadurai
(org.), op.cit., p. 100.
6
Ibid., p. 108.
7
Ibid., p. 109.
8
Ibid., p. 113.
9
Organização das Nações Unidas para a Educação, a Ciência e a Cultura. Recomendação referente à
proteção e promoção dos museus e coleções, sua diversidade e seu papel na sociedade, Paris, 20 de no-
vembro de 2015. https://www.museus.gov.br/wp-content/uploads/2018/02/Unesco_Recomendacao-Fi-
nal_PT-traducao-nao-oficial-FINAL.pdf, (acesso 26/7/2018).
10
Documento sobre a doação da Coleção Theon Spanudis ao Museu de Arte Contemporânea. Depoimen-
to e sugestões por Theon Spanudis pertencente à Seção de Catalogação e Documentação da Divisão
Técnicocientífica de Acervo do MAC-USP, s/d.
11
Documento Sobre a doação da Coleção Theon Spanudis ao Museu de Arte Contemporânea. Depoi-
mento e sugestões por Theon Spanudis pertencente à Seção de Catalogação e Documentação da Divisão
Técnicocientífica de Acervo do MAC-USP, s/d.
12
Maria Izabel Meireles Reis Branco Ribeiro, Construtivismo Fabulador: uma proposta de análise da Co-
leção Spanudis. Tese de Doutorado de la Escola de Comunicação e Artes, São Paulo, Universidade de São
Paulo, 2001.
13
Documento TS-TEX-013, Fundo Theon Spanudis do Arquivo IEB-USP.
A autora apresenta o museu, o colecionador e a história da arte como três parceiros or-
ganizados em torno do mesmo objeto: a “arte”. Embora intimamente relacionados, es-
ses parceiros tem diferentes prerrogativas e interesses. Apesar de olhar para a França
e de traçar uma história que começa em 1694 com a transferência da coleção Boisot
em Besançon, há em seu texto considerações relevantes para pensarmos a relação
entre a Coleção Theon Spanudis e o Museu de Arte Contemporânea-USP. A começar
pela afirmação de que as doações aos museus não são de objetos ou conjuntos alea-
tórios, mas sim de coleções que tem alguma coesão interna, e de que o colecionador,
ao dispor as obras para o museu, interfere em uma dinâmica de exibição pública que
tende a ter aspectos pedagógicos.
O museu, ante a dúvida sobre se sua função é didática, de local de fruição ou lazer,
forneceria “cursos mudos de história da arte”.17 Um fenômeno que Georgel localiza
temporalmente entre finais do século xix e início do xx na Europa estaria intimamente
vinculado às doações de colecionadores: a inversão de valores, em que o museu deixa
de ser a instituição que pauta o estudo e a compreensão da arte para que os objetos ar-
tísticos classificados e organizados pelos doadores passem a construir discursos his-
tóricos dentro desses espaços. O argumento é sustentado a partir do caso da doação
que Isaac de Camondo e Étienne Moreau-Nélanton fizeram ao Louvre, levando para o
museu mais importante da França a arte moderna antes do marco da Primeira Guerra
Mundial: “essa arte tão ridicularizada em sua origem assumia um lugar no curso da
história da arte, uma história escrita pelos colecionadores mas consagrada pela auto-
ridade do museu. Uma arte ontem, um patrimônio hoje”.18
Em 2012, a Bienal de São Paulo fez uma homenagem a Wolfgang Pffeifer por conta do
centenário do museólogo e historiador. No texto escrito pelo curador João Spinelli e
14
Documentos TS-CP-DMS001 a TS-CP-DMS004, Fundo Theon Spanudis do Arquivo IEB-USP.
15
Chantal Georgel, “O colecionador e o museu, ou como mudar a História da Arte?”, Museologia & Inter-
disciplinaridade, vol. 3, n° 6, 2014.
16
Ibid., p. 277.
17
Ibid., p. 280.
18
Ibid., p. 286.
19
“Homenagem a Wolfgang Pfeiffer”, 6 de novembro de 2012. http://www.bienal.org.br/post/518, (acesso:
7/6/2018).
20
María Isabel Baldasarre, “Sobre los inicios del coleccionismo y los museos de arte en la Argentina”, Anais
do Museu Paulista, São Paulo, vol. 14, n° 1, pp. 293-321, junho de 2006.
http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0101-47142006000100010&lng=en&nrm=iso,
(acesso: 07/6/ 2018).
21
Documento TS-DP-012, Fundo Theon Spanudis do Arquivo IEB-USP.
22
Maria Izabel Meireles Reis Branco Ribeiro, op.cit.
No dia 1º de novembro de 1985, Theon Spanudis indicou, por carta, aceite da alteração
no legado feita pelo Conselho Administrativo do MAC-USP e pela Reitoria da Universi-
dade, conforme documento presente no Arquivo do MAC-USP.25 Em carta sem data, da
diretora Aracy A. Amaral para o reitor Prof. Dr. Antonio Hélio Guerra Vieira, informa-se
a mudança no legado de Theon Spanudis a ser incorporado ao acervo do MAC-USP: de
128 obras para 38 obras.26 Em recibo datado de 14 de março de 1985, acusa-se o rece-
bimento das obras de acordo com os termos estipulados no ano anterior por Spanudis
e Amaral.27 Grafada a mão, no fim do documento, indica-se a retirada de uma têmpera
de autoria de Alfredo Volpi com a finalidade de ser leiloada pela Associação dos Amigos
do MAC (AAMAC) para produção de livro sobre a Coleção Theon Spanudis.
No MAC-USP, as obras doadas por Spanudis foram expostas pela primeira vez em 1979
em ocasião da primeira etapa da doação, com a intenção de apresentá-las publicamen-
te. No ano anterior, em exposição chamada “Construtivistas e Figurativos da Coleção
Theon Spanudis” um recorte a partir de artistas que Spanudis valorizava e possuía em
sua coleção foi aberta no Centro de Artes Porto Seguro. O MAC-USP chegou a montar
exposições que traziam obras de artistas presentes na coleção, como uma individual
de Mira Schendel, em 1985. Em 2011, no prédio do MAC-USP na Cidade Universitária,
quatro dos artistas colecionados por Spanudis foram expostos em conjunto na expo-
sição “Aspectos da pintura na Coleção Theon Spanudis”, Alfredo Volpi, Eleonore Koch,
Chen-Kong Fang e Mira Schendel.28
23
“A diretora do MAC expôs ao sr. T. Spanudis que tendo em vista a grande quantidade de obras de pou-
cos autores já existentes no MAC a partir de sua 1ª doação, e tendo em vista o trabalho multiplo [sic]
que implica a posse de cada obra (conservação, restauro, pesquisa, catalogação, exibição, divulgação),
o MAC está num impasse, no momento, diante do Legado previsto por seu testamento.” Documento
pertencente à Seção de Catalogação e Documentação da Divisão Técnico-científica de Acervo do MAC-
USP, s/d.
24
Documentos pertencente à Seção de Catalogação e Documentação da Divisão Técnico-científica de
Acervo do MAC-USP, s/d.
25
Ibidem.
26
Idem.
27
Idem.
28
“Aspectos da Pintura na Coleção Theon Spanudis”. http://www.mac.usp.br/mac/EXPOSI%C7OES/2011/
Theon_Spanudis/index.htm, (acesso: 16/8/2018).
Considerações finais
Introducción
Este trabajo se enmarca en un proyecto de investigación más amplio que propone explo-
rar la creación del Museo de Arte Moderno de Cartagena (MAM) en relación al campo ar-
tístico local entre 1959-1979. En esta ocasión, se analizará la concepción del MAM a partir
de la conceptualización e institucionalización de su colección entre 1959-1972. Para esto,
primero se mencionarán brevemente las experiencias de museos, vanguardias artísti-
cas y colecciones latinoamericanas de arte moderno, con el propósito de identificar el
movimiento artístico internacional que dio pie a proyectos de museos de arte moderno.
Luego, se estudiará la internacionalización del arte americano en Colombia mediante la
gestión de José Gómez Sicre.1 Por ende, se evaluará la circulación, conceptualización y
gestión de exposiciones de Gómez Sicre en Colombia hasta llegar en el caso del Museo
de Arte Moderno de Cartagena. Y, para terminar, se estudiarán las gestiones sobre la
colección que respaldaron el proyecto del MAM en Cartagena.
1
Gómez Sicre se desempeñó como gestor cultural, organizador y curador de exposiciones. En 1946
fue nombrado director del programa regular de exhibiciones de arte de la Unión Panamericana (dos
años después sería la OEA). En 1949 fue nombrado jefe de la Unidad de Artes Visuales de la institución,
y en 1976 director del Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, de donde se jubiló en 1983.
Alrededor de su carrera fue colaborador y editor del Boletín de Artes Visuales desde 1957. Véase: María
Bernal y Ivonne Pini, “Un modelo de arte latinoamericano: José Gómez Sicre y el Departamento de Artes
Visuales de la OEA”, Nierika. Revista de Estudios de Arte, vol. 7, nº 13, 2018, pp. 81-98; Isabel Ramírez,
“Arte latinoamericano en el Caribe colombiano. Los Salones Interamericanos de Arte Moderno de
Cartagena (1959) y Barranquilla (1960 y 1963)”, en: Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del
Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA), vol. 11, nº 2, 2017, pp. 135-143. http://caiana.caia.org.
ar/template/caiana.php?, (acceso: 25/11/2019).
2
Ver Andrea Giunta, “Adiós a la periferia. Vanguardias y neovanguardias en el arte de América Latina”,
Blanco sobre Blanco, vol. 5, nº 8, Buenos Aires, 2003, p. 105.
3
Ver Andrea Giunta, ¿Cuándo empieza el arte contemporáneo? / When Does Contemporary Art Begin?,
Buenos Aires, Fundación arteBA, 2014, p. 24.
4
Ver Alexandra Mesa, “Tiempo para coleccionar arte moderno: Colección de arte y sala de exposiciones
del Banco de la República de Colombia, 1957-1963”, La Tadeo Dearte, vol. 3, nº 3, 2017, p.10. https://re-
vistas.utadeo.edu.co/index.php/ltd/article/view/1291, (acceso: 10/06/2018).
5
Ver Cristina Rossi, “Redes latinoamericanas de arte constructivo”, Cuaderno 60. Cuaderno del Centro de
Estudios en Diseño y Comunicación, vol. 17, nº 60, 2016, p.118.
6
Antes de 1948 denominada la Unión Panamericana como un organismo dependiente de la Unión de las
Repúblicas Americanas.
7
Alexandra Mesa, op.cit., p. 8.
8
Cristina Rossi, op.cit., p. 102.
En el caso de Brasil a finales de los cuarenta, Ciccillo Matarazzo con el apoyo del políti-
co norteamericano y mecenas del arte latinoamericano Nelson Rockefeller, desarrolló
mecanismos de activación del arte, en los que lo nacional pudiese evocar lo interna-
cional. Esto permitió en São Paulo el acceso a un patrimonio artístico de primer nivel
como signo de distinción para una ciudad con una clase media orgullosa de sus luchas
por la modernidad.11 Así, al Museu de Arte Moderna de São Paulo se le atribuyó un
papel dinámico y una función modernizadora como institución. En 1956, la iniciativa
de Rafael Squirru para el caso del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires se pre-
sentó en el marco de la internacionalización del arte argentino. Al igual que los casos
anteriormente tratados, éste se planteó como una institución de vanguardia para la
confluencia de disciplinas artísticas, en la que, tanto el estado como los agentes cul-
turales, lideraron la institucionalización cultural en íntima relación con los procesos
políticos y económicos que sufrió el país.12
Los museos de arte moderno traídos a colación demuestran las oportunidades de de-
finir, redefinir y circular el arte moderno en un entorno diferente al de las vanguardias
históricas. Los nuevos movimientos artísticos americanos de la segunda mitad del si-
glo xx tomaron al museo como un espacio de negociación y enfrentamiento artístico
y cultural; para lo cual, la museología americana, en especial la proyectada por el
MOMA, fue un aporte contundente por la experiencia sobre los cambios de montaje y
los visitantes con la obra de arte.13 A su vez, el movimiento cultural generado a partir
de la política internacional, estimuló el desarrollo de acervos que pueden ser conside-
rados como impulso y antecedente directo de colecciones que dieron pie a proyectos
de museos;14 tal como ocurrió en Colombia con el caso a desarrollar más adelante del
Museo de Arte Moderno de Cartagena.
9
Luisa Arias, “Nuevos planteamientos museográficos en los museos de arte contemporáneo: de las
primeras críticas al museo en los albores del siglo xx a los actuales ‘microrrelatos’”, Complutum, vol. 26,
nº 2, 2015, p. 136.
10
“40 Recent Print by 30 American Artist Acquiered an Show by Museum for First Time”, Museum of Modern
Art, New York, 2 de julio de 1951. https://www.moma.org/documents/moma_press-release_325787.pdf,
(acceso: 24/05/18); Alexandra Mesa, op.cit., p. 4.
11
Luisa Arias, op.cit., p.133-143.
12
Ver Sofia Dourron, “Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (1956-1960). Entre el relato institucional
y la modernización cultural”, Tesis para optar por el grado de Magister en Historia del Arte, Buenos
Aires, Universidad Nacional de San Martín, 2018.
13
Ver Caridad De Santiago, “Los planteamientos iniciales del MoMA de New York bajo la dirección de
Alfred H. Barr Jr. (1929-1943)”, en: P. Almazán, y J. Llorente, (dir.), Museología, crítica y arte contemporáneo,
Zaragoza, Prensa Universitaria de Zaragoza, 2003, p. 242.
14
Alexandra Mesa, op. cit., p. 27.
En Colombia, Gómez Sicre gozaba de buenas relaciones tanto políticas como artísticas,
por ejemplo con Alberto Lleras Camargo,17 cuando se desempeñó como secretario ge-
neral de la OEA (1949-1954); ambos velaron por el mantenimiento del Departamento de
Artes Visuales de la OEA.18 En Colombia, otra de las personalidades que se vinculó a los
eventos y concepto de arte latinoamericano promovido por Gómez Sicre en el ámbito de
la crítica del arte fue Marta Traba. Ambos se inclinaron por la pintura, el dibujo, la mano
de obra, acompañada por la aversión al performance, e incluso por el arte conceptual.19
En el país, la falta de gestores culturales permitió que los espacios para el arte fueran
sugeridos y puestos en práctica principalmente por extranjeros.20 En sintonía con la
emergencia de esta perspectiva para el arte moderno a mitad del siglo xx, los artistas
colombianos participaron en eventos, compartieron su obras y permitieron su adquisi-
ción, despertando un interés dentro del país por atesorarlas como patrimonio.21 Entre
estos se encontraban el artista español nacionalizado en Colombia Alejandro Obregón,
el cartagenero Enrique Grau, el bogotano Eduardo Ramírez Villamizar, el antioqueño
Fernando Botero, el caldenses David Manzur y el payanense Edgar Negret.22
La primera exposición que Gómez Sicre realizó en Colombia fue 32 artistas de las
Américas en 1949. Presentada en Bogotá entre el 7 y el 17 de febrero, la muestra estuvo
compuesta por obras de 32 artistas plásticos americanos pertenecientes a colecciones
públicas y privadas de los Estados Unidos, siendo 17 de ellas parte de la colección del
MOMA. La exposición se desarrolló con la colaboración del Museo Nacional y la Escuela
de Bellas Artes de Bogotá dirigida por el pintor Alejandro Obregón. Ésta fue instalada
en el Museo Nacional, entonces dependencia de la Universidad Nacional de Colombia.
La relación de Gómez Sicre con la Escuela y con el Museo Nacional no seguirían activas
hasta 1964 con el Salón Intercol de Artistas Jóvenes.
En la década de los cincuenta, la relación del cubano con la capital del país se desplazó
15
María Bernal y Ivonne Pini, op.cit., p. 86.
16
Alexandra Mesa, op.cit., p. 8.
17
Dos veces presidente de Colombia en el período de 1945-1946 y 1958-1962.
18
María Bernal y Ivonne Pini, op.cit., p. 95.
19
Ver: María Herrera, Emergencia del arte conceptual en Colombia (1968-1982), Bogotá, Pontificia Univer-
sidad Javeriana, 2011.
20
Ver: Alessandro Armato, “José Gómez Sicre y Marta Traba: historias paralelas”, Synchronicity, contacts
and divergences in Latin American and US Latino art, Austin, University of Texas, 2012, pp. 118-127. http://
utexasclavis.org/wp-content/uploads/2014/04/2012_Forum_Publication.pdf, (acceso 24/5/2018).
21
Alexandra Mesa, op.cit., p. 5.
22
María Bernal y Ivonne Pini, op.cit., p. 96.
23
Entre los artistas podemos mencionar en el ámbito internacional a el peruano Fernando De Szyszlo, el
venezolano Oswaldo Vigas, el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, el chileno Roberto Matta, la argentina
Sara Grillo, el cubano Cundo Bermúdez y el venezolano Mateo Manaure. En cuanto a los artistas colom-
bianos, a Villamizar, Obregón, Grau y Negret como representantes de los nuevos modos de expresión
en América del Sur. En general, éstos representaron una generación joven que, desde finales de los
cuarenta depositan las realidades sociales latinoamericana en el marco del expresionismo abstracto.
24
Eric Stern, “Exposición de pintura”, El Universal, Cartagena, 26 de mayo de 1959, p. 5.
25
Las obras de Obduber (panameño); Portocarrero (cubano); Morales (nicaragüense); Cuevas (mexica-
no); Obregón y Grau de Colombia.
26
Eric Stern, op. cit.
27
Marta Traba, “Un laurel para Cartagena”, Semana, 9 de junio de 1959, p. 50.
Él lo tuvo primero en la casa y luego en una casa cerca de Santo Domingo que
el gobierno le dio, pero después se la quitó y tuvo que recoger sus cuadros.
Los llevo a mi casa y al Club de Pesca porque se estaban dañando. Cuando al
fin lograron fundar el Museo de Arte Moderno, donde está ahora, ya Enrique
Grau se ocupó de eso porque ya él sufría de su enfermedad.31
Si bien con la adquisición de las obras en el primer semestre de 1959 se dio lugar a un
proyecto de museo de arte bajo los ideales plásticos promovidos por Gómez Sicre, esto
no era lo único necesario para materializarlo. Pues, una vez adquiridas las obras bajo
la responsabilidad de Guerrero y Lemaitre, la cuestión del espacio y los recursos se
convirtieron en grandes obstáculos. Los cuadros estuvieron circulando por salones y
depósitos de la ciudad hasta caer en un estado de abandono. Cabe mencionar que, en
ese momento Cartagena contaba con tres tipos de instituciones museales: el Palacio
de la Inquisición (1935), la Casa Museo El Cabrero (1950) y el Museo Santuario de San
Pedro Claver (1950).32
28
Isabel Ramírez, op. cit., pp. 135-143.
29
Teresa Perdomo. Entrevista realizada por Albertina Cavadia, Cartagena, 30 de enero de 2019.
30
Ver: Sergio Cabrera y Manuel Busquets, “Elementos para un Acuarela. Homenaje a Hernando
Lemaitre”, Bogotá, Focine, s.f.
31
Andrés Pinzón-Sinuco, “Una acuarela que no se desgasta en el tiempo”, El Universal, 15 de septiembre
de 2013. https://www.eluniversal.com.co/suplementos/facetas/una-acuarela-que-no-se-desgasta-en-
el-tiempo-134653-MQEU223087, (acceso: 10/02/18).
32
El Museo Histórico de Cartagena de Indias (MUAHC) es el más antiguo de la ciudad. Ubicado en el
Palacio de la Inquisición, sus colecciones comprenden los temas de historia y arqueología. El segundo
es la Casa Museo Rafael Nuñez (CMRN) ubicado en el barrio el Cabrero, dedicado a la memoria del pre-
sidente Rafael Núñez. Por último, el Museo Santuario de San Pedro Claver ubicado en el claustro jesuita
del Santuario de San Pedro Claver con colecciones de arqueología, arte y arte religioso.
La concepción del MAM contó con la concurrencia de varias generaciones de artistas y ges-
tores. Inicialmente, la participación de Guerrero y Lemaitre quienes recibieron la exposi-
ción en 1959, seguidos por Enrique Grau y Alejandro Obregón quienes dieron pie al Museo
de Arte Moderno en la ciudad. Estos, apoyados en la estética de Gómez Sicre y la proce-
dencia internacional de las obras, dieron continuidad al proyecto de museo y le permitió
una referencia simbólica en el campo del arte en 1972. En este apartado estudiaremos los
hilos conductores que respaldaron el proyecto institucional del MAM en Cartagena.
En la notaria pública de Cartagena, el 29 julio de 1972, con el documento nº 1325,
Fulgencio Lequerica eleva a Escritura pública el Acta y los estatutos por medio de
los cuales se constituyó el Museo de Arte Moderno de Cartagena.33 Al definir su
institucionalidad, se plantean la dimensión cultural y educativa sobre la exposición,
desembocando en la oportunidad de animar la obra. Estos principios rectores fueron
acordados desde el 22 de mayo del mismo año, en el despacho de la entonces
Directora de Relaciones Públicas de la Alcaldía de Cartagena, Josefina de Urzola, en
representación del Alcalde Enrique Zurek.34 El nombramiento de Director, Sub-Director
y Secretaria recayó en Enrique Grau, Alejandro Obregón y Yolanda Pupo de Mogollón
respectivamente. Entre los miembros del Consejo directivo del Museo también se
encontraban Héctor Díaz, Jaime Gómez O’Byrne y Fulgencio Lequerica. Grau, Obregón
y Díaz estaban directamente formados en academias de arte en el exterior, al haber
pasado por la academia norteamericana. Por otro lado, Pupo, Gómez y Lequerica lejos
de tener una formación especializada en artes, contaban con interés por el arte que,
desde la gestión administrativa, les permitió agenciar el proyecto de museo.
A principios del mes de julio de 1972 en Bogotá, Ana Pombo, corresponsal de El Espectador,
presentó la misma iniciativa que se estaba legalizando en la ciudad de Cartagena como
Museo de Arte Moderno bajo la categoría de Museo Interamericano de Arte Moderno.35
Este, era descrito como un proyecto fundado diez años atrás por Fernando Lemaitre,
tras las obras adquiridas en la exposición del ‘59, pero que solo estuvo los dos primeros
años en funcionamiento. La corresponsal propone al artista cartagenero Enrique Grau
por personaje principal encargado de revivirlo: “príncipe Azul”.36 Esto nos lleva a la
33
“Escritura publica n° 1325”, Museo de Arte Moderno de Cartagena, Cartagena, 29 julio de 1972.
34
“Acta n° 008175”, Museo de Arte Moderno de Cartagena, Cartagena, 1972.
35
Ana Pombo, “Con exposición de Grau se reabre Museo en Cartagena”, Museo de Arte Moderno de
Cartagena, El Espectador, Bogotá, 1 de junio de 1972, p. 7.
36
Los logros que hasta el momento había alcanzado Grau en la escena del arte nacional, sumado a que,
en su momento, el pintor cartagenero se encontraba radicado como artista en Bogotá, explica de prime-
ra mano la nota publicada por El Espectador.
De lo anterior se desprende que las categorías empleadas para aludir al MAM corres-
pondieron a intereses dentro del mundo del arte pero que su institucionalización tam-
bién se vio caracterizada por el contexto social, político y económico de la ciudad. En este
sentido, circularon las categorías de arte moderno, contemporáneo, interamericano o
latinoamericano. Estas intenciones obedecieron a una coyuntura temporal y, al mati-
zarlas, desembocaron en el MAM. La segunda dimensión contempla que la continuidad
de la lucha en contra la provincialización del arte local resultó ser un pilar estratégico
para reactivar el valor de las obras como capital cultural legitimado por su procedencia
internacional. En 1972, la colección que compuso la apertura estaba dada por las obras
de Sara Grillo, Aníbal Gil, Ignacio Gómez Jaramillo, Alejandro Obregón, Cecilia Porras,
Enrique Grau, Miguel Loockhart, Eduardo Ramírez Villamizar, Jorge Valencia, Cundo
Bermúdez, José Bermúdez, René Portocarreo, José Maria Velasquez, José Luis Cuevas,
Armando Morales, Ciro Oduder Fernando de Syzslo, Mateo Manaure y Oswaldo Viga.37
37
Ver: Ana Pombo, op. cit., p. 7.
38
Lázaro Diz. Entrevista realizada por Albertina Cavadia, Cartagena, 27 de mayo de 2014.
39
“Luz y color”, El Universal, Cartagena, 29 de diciembre de 1972, p. 2.
Conclusiones
40
Ana Pombo, op.cit., p. 7.
41
En las tres primeras décadas del siglo xx el cordón amurallado sufrió cambios de grande impacto.
Se demolieron trayectos de murallas en función a la expansión urbana y la reanimación económica
del puerto como propuestas modernizadoras. A estos precedentes se les reconoce como “murallicidio”
luego de 1930, cuando comienzan los planes de valoración del patrimonio y las propuestas turísticas.
Haroldo Calvo y Adolfo Meisel (eds.), Cartagena de Indias en el siglo xx, Bogotá, Universidad Jorge Tadeo
Lozano - Banco de la República, 2000.
Introdução
Este texto busca descrever brevemente uma rede de contatos artísticos e institucionais
entre o Brasil e a Argentina entre 1977 e 1978 por meio de exposições realizadas no
Museu de Arte Brasileira (MAB), localizado na Fundação Armando Álvares Penteado
(FAAP), em São Paulo. Essas trocas foram efetivadas pela gestão do crítico Carlos Von
Schmidt (1929-2010),1 destacando-se neste texto com a exposição 15 jovens artistas do
Brasil (1978).2 A mostra foi organizada após a realização do Panorama Atual da Pintura
Argentina (1977) proposto em diálogo com uma mostra anteriormente apresentada na
Galeria Práxis, em Buenos Aires, sobre a produção contemporânea brasileira.
A descrição e análise de algumas obras da mostra do MAB imprimem como a curado-
ria buscou afirmar a contemporaneidade brasileira a partir da prática da pintura e das
execuções plásticas de jovens artistas. Além disso, os trâmites para a realização de 15
jovens artistas do Brasil e seus aspectos curatoriais também evidenciam a diplomacia e
as redes de críticos e artistas para aproximarem eventos artísticos e culturais, sobretudo
pelas afirmações dos espaços institucionais, além de imprimirem como as instituições
buscavam demarcar espaços de atuação cultural nos âmbitos políticos e comerciais.
O Panorama argentino
A relação do MAB com o público argentino é disparada com o Panorama Atual da Jovem
Pintura Argentina (1977), com curadoria de Ruth Benzacar e Hugo Bonanni. O texto
1
Carlos Von Schmidt, além de diretor do MAB entre 1969 e meados de 1982, atuou como Assessor
Cultural da Fundação Bienal de São Paulo a partir de 1976, onde trabalhou na edição da I Bienal Lati-
no-Americana (1978) e foi curador das edições Internacionais de 1979 e 1989. Foi editor da revista Artes:
nas décadas de 1960 a 1990, que chegou a circular na Europa e na África, e colaborador do Latin Ameri-
can Daily Post, jornal editado pelo publicitário Mauro Salles, que circulava na América Latina, Europa e
Canadá. Nesse período foi crítico de arte nos jornais Folha de S. Paulo e O Estado de S. Paulo. É autor dos
livros Na cama com Picasso (1997), Dalí libertino e surreal (2005) e Além do sol nascente (2008).
2
Este texto é parte da dissertação de mestrado do autor, “Dissertação de Mestrado em Estudos Cultu-
rais, Escola de Artes, Ciências e Humanidades”, em: Danilo Moreira Xavier, Um olhar sobre o ensino das
artes na FAAP nas décadas de 1960 e 1970, São Paulo, Universidade de São Paulo, 2019.
3
Museu de Arte Brasileira, Panorama Atual da Jovem Pintura Argentina, Fundação Armando Álvares
Penteado, São Paulo, 1977 [Catálogo].
4
A mostra que foi referência para o diálogo com o Panorama no MAB pode ter sido 20 Artistas Brasileños
(1976), também apresentada no Museum of Fines Arts em Bahia Blanca, de 16 a 30 de setembro de 1976,
com obras de Eduardo Sued, João Câmara, Regina Silveira, Regina Vater, Renina Katz e Tomie Ohtake,
dentre outros.
5
Estavam presentes: Carlos H. Arnaiz, Josefina Auslender, Jacques Bedel, Luiz F. Benedit, Miguel Angel
Bengochea, Silvina Benguria, Mildred Burton, Jose Maria Caceres, Walter Carich, Florencio Mendes
Casariego, Hugo de Marziani, Jorge Demirjian, Jorge Diciervo, Diana Dowek, Mercedes Esteves, Jesus
Marcos, Gabriel Messil, Cesar Paternosto, Rogelio Polesello, Alejandro Puente, Juan Pablo Renzi,
Horacio Rodrigues Gerpe, Oscar Smoje, Pablo Suarez e Enrique Torroja.
6
Museu de Arte Brasileira, Panorama Atual da... op. cit.
7
Jacob Klintowitz, “Brasil e Argentina: um diálogo entre culturas”, em: O Estado de S. Paulo, São Paulo,
2 de dezembro de 1977, s/p.
8
Idem.
9
Luiza Mader Paladino, “MAC USP e CAYC: dois polos de arte experimental na América Latina”, Revista
Valise, vol. 6, ano 6, nº 11, Porto Alegre, julho de 2016, pp. 47-60.
Questões contemporâneas
Von Schmidt organiza em 1978 similar estrutura expositiva do Panorama –jovens pro-
duções contemporâneas e pintura– que imprimisse um recorte das produções de jovens
artistas brasileiros para ser exposta no MAB e enviada para Buenos Aires. No entanto,
a curadoria de 15 jovens artistas do Brasil (1978)10 apresentou manifestações estéticas
relacionadas aos temas contemporâneos do cotidiano como “o ritual afro-brasileiro do
candomblé, a poluição, o sensacionalismo das notícias de jornais, a intimidade de um
quarto de casal, a denúncia ecológica, a apologia da paisagem, as limitações huma-
nas, a presença do índio, da magia dos mitos e a solidão da paisagem urbana”.11 Quase
todos os trabalhos eram pinturas, com exceção de algumas caixas-objetos de Dimitri
Ribeiro e Rubens Gerchman.
A proposta de uma exposição com diálogo ao Panorama argentino promovia encon-
tros entre instituições, críticos e curadores para buscar uma agenda institucional nos
espaços artísticos, similar às redes formadas por artistas e intelectuais junto às insti-
tuições de arte nos anos 1970.12 Von Schmidt também afirmava a constituição de even-
tos que se relacionassem aos processos historiográficos, demonstrando interesse pe-
las conjunturas estéticas e críticas, contribuindo para o arsenal da pesquisa, exibição
e produção crítica por meio dos materiais informativos das exposições. Neste sentido,
o catálogo da mostra é similar ao material apresentado no Panorama argentino, com
retratos dos artistas e atuações profissionais, mas sendo afirmados por uma conjun-
tura crítica com as obras de arte e apreciação crítica de importantes nomes do circuito
das artes do país.13
Outro aspecto importante na mostra do MAB é a maneira como a curadoria buscou sín-
teses dos últimos anos de atuação dos artistas. Essas resoluções foram destacadas por
elementos formais nas obras e pelos materiais e suportes da prática da pintura como
demonstram as obras de Dimitri Ribeiro, Aldir Mendes de Souza e Marcello Nitsche,
dentre os 15 artistas apresentados. A pintura ou o objeto como síntese de seus per-
cursos profissionais parecem imprimir os próprios mecanismos curatoriais da mostra
que afirmava um recorte contemporâneo brasileiro com restritos nomes de artistas jo-
vens. Além disso, os anteriores e diferentes métodos de trabalho que esses artistas vin-
ham realizando com obras mais ambientais, instalativas ou ações em espaços públicos,
10
Participaram da exposição Takashi Fukushima, Cláudio Tozzi, Aldir Mendes de Souza, Luiz Gregório
Correa, Newton Mesquita, Marcello Nitsche, Luiz Paulo Baravelli, Gilberto Salvador, Marcos Concílio,
Juarez Magno, Dimitri Ribeiro, Ignácio Rodrigues, Rubens Gerchman, Antonio Sergio Benevento e Ivald
Granato.
11
Museu de Arte Brasileira, 15 jovens artistas do Brasil, Fundação Armando Álvares Penteado, São Paulo,
1978, s/p [Catálogo].
12
Fabrícia Cabral de Lira Jordão, As atuações e contribuições institucionais de artistas e intelectuais no
campo das artes visuais durante o período de redemocratização brasileira (1974-1989). Tese de Doutorado
em Artes Visuais, Escola de Comunicações e Arte, Universidade de São Paulo, 2018.
13
Museu de Arte Brasileira, 15 jovens artistas... op. cit.
A notoriedade crítica nos trabalhos de Ribeiro desde a edição da Bienal Nacional (1976)
com Padê de Exú Elegbá e Olubagé, além de demonstrar questões da arte ambiental,
traziam informações sobre o ritual afro-brasileiro nas questões plásticas encontradas
no Candomblé.14 No ano seguinte Ribeiro apresenta na Bienal Internacional (1977) a
obra Ocorrência do Material Arqueológico –Místico– Religioso na cidade de São Sebastião
do Rio de Janeiro, a partir de filme Super-8 com som e em cores. Essa obra foi realizada
como uma catalogação por meio de um levantamento arqueológico de materiais mís-
ticos e religiosos dos rituais afro-brasileiros realizados na cidade do Rio de Janeiro.15
O trabalho ambiental de Ribeiro também foi estendido à Bienal Latino-Americana (1978),
mas não esteve presente em 15 jovens artistas no Brasil. Nesta mostra Ribeiro apresen-
tou objetos limitados ao espaço de caixas em Bandeirinhas e axoxo, parecendo uma sín-
tese do ambiente criado na edição Latino-americana com Águas de Oxalá (1978), onde
os mesmos materiais –bandeirinhas e cerâmicas– conseguiam expandir-se ao espaço.
Já Mendes de Souza com sua série de pinturas Cafezais em 15 jovens artistas no Brasil
aproximava-se dos temas urbanos trabalhados desde a Bienal Nacional (1976) com as
pinturas Paisagem Multi Nacional e Modelo de Viaduto.16 Segundo Sheila Leirner (1978),
as novas pinturas do artista apresentavam boas resoluções formais, embora não lo-
grassem uma “renovação expressiva”17 em seu percurso artístico.
Essa crítica também ocorria porque Mendes de Souza desde o começo dos anos 60 já
apresentava ações vanguardistas com a pintura. Em alguns casos, mesclava o conhe-
cimento adquirido em sua formação médica para imprimir nas obras formas humanas
anedóticas e lúdicas, como presentes em Tragédia Espacial (1966); ou nas ações per-
formáticas com sua pintura autodidata como em Pintura Musical (1961) que reunia um
grupo musical enquanto realizava as obras no espaço expositivo.
Os temas dos cafezais começaram a ter mais presença no seu repertório artístico
apenas no começo dos anos 70, quando as obras são apresentadas em formato bidi-
mensional e optando por formas mais geométricas. Sheila Leirner comenta que ele
“experimenta um desenvolvimento plástico, limitado pela proposta literária e pela in-
genuidade elaborada”,18 pelo tema ser executado em uma formalidade nas obras. Para
Klintowitz,19 isso acabou recaindo em uma superfície decorativa e superficial.
Marcello Nitsche também apresentou modificações plásticas a partir de ações experi-
mentais que realizava. Suas pinturas relacionadas às paisagens como Costura do mar,
14
Carlos Von Schmidt, “Bienal Nacional”, Revista Artes, ano XII, nº 47, novembro-dezembro de 1976, p. 9.
15
Carlos Von Schmidt, “Apenas mais uma?”, Revista Artes, ano XII, nº 50, novembro-dezembro de 1977, p. 18.
16
Carlos Von Schmidt, “Bienal Nacional...” op.cit., p. 10.
17
Sheila Leirner, “Os que chegaram à estratificação precoce”, em: O Estado de S. Paulo, 15 de agosto de
1978, s/p.
18
Idem.
19
Jacob Klintowitz, “Quando a mostra desperta a discussão. E vale exatamente por causa disso”, Jornal
da Tarde, 17 de agosto de 1978, s/p.
20
Sebastião Milaré, “15 Jovens artistas do Brasil”, Revista Artes:, ano XIII, nº 52, agosto-setembro de 1978, p. 5.
21
Idem.
22
Idem.
23
Newton Goto, “Visionário invisível: o circuito curitibano das artes visuais”, 14 julho de 2014, https://
newtongoto.files.wordpress.com/2015/01/visionc3a1rio-invisc3advel_texto-goto_14-07-2014, (acesso:
12/09/2018).
24
Jacob Klintowitz, Quando a mostra..., op. cit, s/p.
25
Idem.
26
Dentre as manifestações, o evento Mitos Vadios, paralelamente à Bienal, contou com a presença de
Hélio Oiticica e Ivald Granato e foi organizado dentro de um estacionamento na Rua Augusta, em São
Paulo, como um meio de criar um espaço na cidade que, em suas principais justificativas, possuísse a li-
berdade de criação, em Andréa Camargo Guimarães et al., Cronologia de artes plásticas: referências 1975-
1995, São Paulo, Centro Cultural São Paulo-IDART, 2010, p. 52. Além disso, houve um confronto crítico
como de Marta Traba e Frederico Moraes –ligados ao debate latino-americano–, contra os privilégios
de artistas brasileiros, argentinos e mexicanos na ausência de muitos artistas e debates importantes
de outros países para a ocasião. Para Moraes, o trabalho da Bienal reproduzia “no interior da América
Latina, as mesmas relações de dominação que envolvem nosso relacionamento cultural com outros
países de fora do Continente”, em Simone Rocha de Abreu, “A presença latino-americana nas edições
da Bienal Internacional de Arte de São Paulo durante o regime ditatorial brasileiro (1964-1985)”, Anais
do XII Encontro Internacional da ANPHLAC, Campo Grande (MS), 2016, p. 7.
Hoje o tema consiste em ideias ou pontos de vista que respondam a atual ne-
cessidade imperativa de pesquisar a partir das perspectivas da teoria da arte
e que proponham novas indagações à realidade artística, permitindo o rea-
grupamento das obras. Os reagrupamentos, por sua vez, possibilitarão o des-
cobrimento dos fios condutores ocultos na sucessão de rupturas artísticas.
Dessa forma, foram abandonados os agrupamentos segundo gêneros, épocas
e tendências, tão anacrônicos e tão caros ao comércio da arte, aos historia-
dores de arte e aos críticos, respectivamente. Em um tempo como o nosso,
que nos obriga a questionar as ideias fundamentais e estabelecida da arte,
ninguém pode duvidar da importância deste novo procedimento de pesquisa.
27
Idem.
28
Carlos Von Schmidt, “Mitos e magia na arte”, Revista Artes, ano XIII, nº 52, ago-set 1978, p. 8.
29
Idem.
Trâmites diplomáticos
Souza dirigiu-se à presidente da FAAP para buscar recursos que permitissem a rea-
lização da mostra no Museu de Arte Moderna de Buenos Aires (MAMBA).33 Do ponto
de vista da Embaixada, a mostra não deveria ser exposta em uma galeria de arte para
não possuir uma assertiva comercial. Souza contatou o diretor do MAMBA, Guillermo
Whitelow, propondo a montagem da mostra nas dependências do Museu para melhor
entendimento institucional sobre o evento.34
30
Idem.
31
Idem.
32
Danilo Moreira Xavier, Um olhar sobre... op. cit.
33
Souza também solicitou recursos para Alcidio M. de Souza, na época diretor do Instituto Nacional de
Artes Plásticas (INAP), vinculado à Fundação Nacional de Arte (FUNARTE) para o envio da mostra a
Buenos Aires.
34
Documento datado de 28 de fevereiro de 1978, pertencente ao acervo MAB/FAAP sobre os trâmites da
exposição 15 jovens artistas do Brasil.
Algumas considerações
35
Telmo Martino, “Pré-estreia da semana”, O Estado de S. Paulo, 7 de agosto de 1978, s/p.
36
Sheila Leirner, op. cit.
37
Ivo Zanini. “Estão de volta as velhas novidades”, Folha de S. Paulo, 7 de agosto de 1978, s/p; “Virtudes e
falhas de quinze jovens”, Folha de S. Paulo,9 de agosto de 1978, s/p.
38
O popular, “Carlos Von Schmidt: estamos vivendo um novo Renascimento”, Jornal O Popular, 15 de
junho de 1980, s/p.
39
Dária Jaremtchuk, “O MAC do Zanini”, em: Emerson Dionisio G. de Oliveira e Maria de Fátima Morethy
Couto (orgs.), Instituições de Arte, Porto Alegre, Zouk, 2013.
Introducción
Como todo mercado, el del arte también está conformado por una oferta, una demanda
y un producto. El producto son las obras de arte. Los actores que componen la ofer-
ta y la demanda varían si nos referimos al mercado primario o secundario. Se llama
primario aquel en el que la obra es vendida en primera mano, o sea, por primera vez.
Secundario es el mercado de reventa, ya que las obras han sido vendidas con ante-
rioridad, como es el caso de las subastas. De todos modos, esta diferenciación se fue
modificando en los últimos años. Si antes había reticencia por parte de los artistas por
ofrecer sus obras directamente en subastas, hoy muchos llevan su producción a rema-
te directo desde su taller para poder registrar valores en el mercado.1 Este fenómeno
supone dos premisas que desarrollaremos a continuación: por un lado los registros
públicos de venta están deviniendo en otro modo de legitimación de un artista y, por
otro, las subastas están experimentando un proceso de transformación de un mercado
meramente secundario a uno mixto entre primario y secundario.
Asimismo, vale destacar que siempre existieron artistas que llevaron obra directamen-
te de su taller a las subastas. La diferencia con lo que sucede en la actualidad, es que
este fenómeno devino vox populi porque las reglas del mercado, están cambiando: la
imagen que se tenía de los remates como un mercado de segunda categoría mutó, los
artistas ya no se ven obligados a trabajar con intermediarios –galeristas, art dealers,
marchands– para gestionar sus obras y, por lo tanto, el rol de estos intermediarios
también mutó teniendo ellos, a su vez, que ampliar su horizonte comercial.
Este estudio comprende las subastas de Buenos Aires desde 1998, año en que se reali-
za la primera subasta puntualmente de arte contemporáneo en Casa Saráchaga, hasta
2014 inclusive porque las nuevas regulaciones de la AFIP, aplicadas a partir de ese
1
María Isabel Baldasarre y Ana Clara Giannini,“¿Cuánto vale una obra de arte? Valuaciones artísticas en
Buenos Aires a través de las subastas, 2000-2016” en: Ariel Wilkis (ed.) El poder de valuar. La producción
monetaria de jerarquías sociales, morales y estéticas en la sociedad contemporánea, Buenos Aires-Bogotá,
UNSAM Edita, 2018, p. 173.
Este proceso, aunque más lento, se vio reflejado en nuestro país desde la primera
subasta de arte contemporáneo realizada en Casa Saráchaga en 1998 y se ha ido esta-
bleciendo como opción comercial en el mercado primario desde entonces. El mercado
primario está compuesto por las galerías, art dealers, marchands y los propios artistas.
Galerista es aquel que recibe obra en consignación, posee un local –a la calle o no–,
realiza exposiciones y vende obra desde ahí o en ferias. Art dealer es aquel que toma
obra en consignación e invierte en algunos casos, pero no posee un local comercial.
Suele mostrar obra desde su casa o estudio. Los marchands se comportan como re-
presentantes de los artistas. Compran obra para que, con ese dinero, el artista pueda
continuar su producción (uno de los ejemplos más famosos es el de Federico Müller
marchand de Fernando Fader). De todas formas, hay que destacar que fue común, ya
2
La AFIP dispuso, a partir de la Resolución 3730, la creación de un Registro Fiscal de Operadores de
Obras de Arte, que implica un nuevo régimen de información sobre la venta y la compra de obras. Previo
al año 2015, en la Argentina las obras de arte eran bienes muebles no registrables, pero según la ley
23.966 sí formaban parte del patrimonio que se debía declarar para pagar, en caso de corresponder, el
impuesto a los Bienes Personales. Pero en la práctica y por diversos motivos, es muy común que no se
declaren las obras. A partir de esta nueva resolución, las obras pasan a ser bienes muebles registrables
si su valor supera los $10.000 (pesos diez mil) y deben presentarse una declaración jurada anual. Según
la resolución, deberán inscribirse en el nuevo registro los sujetos que realicen operaciones en forma
habitual, frecuente o reiterada, que sean por montos a partir de $50.000 (pesos cincuenta mil). El orga-
nismo fiscal exige registrar los cruces entre el comprador (quien deberá justificar el dinero que posee
para hacer la inversión) y el vendedor (quien deberá informar la transacción online en la web de AFIP).
Recuperado de http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/240000-244999/241243/norma.
htm, (acceso: 25/05/2020).
3
Olav Velthuis, “Damien’s Dangerous Idea: Valuing Contemporary Art at Auction”, en: Jens Beckert y Patrik
Asper, The Worth of Goods. Valuation and Pricing in the Economy, New York, Oxford University Press, 2011, p. 183.
4
Terry Smith, ¿Qué es el arte contemporáneo?, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, p. 163.
5
María Isabel Baldasarre, sostiene que “para satisfacer este recambio (de obras y exposiciones) las
galerías argentinas debieron unirse con importadores y marchands extranjeros –españoles, italianos y
franceses– que fueron en gran medida responsables de la llegada a nuestro país de pintura europea,
de calidad sensiblemente mayor a la introducida durante las últimas décadas del siglo xx.” María Isabel
Baldasarre, Los dueños del Arte. Coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa,
2006, p. 190.
6
Todos los actores del mercado primario pueden también recibir obra ya vendida alguna vez y buscar
revenderla, lo que los haría partícipes de un mercado secundario. La diferencia de estos con las ca-
sas de subastas es que de esas transacciones no queda registro público de venta. A su vez, es común
encontrar galerías de arte contemporáneo que, para subsistir, venden algunas obras de trastienda de
otra época. Para ello acuden a su cartera de clientes para una habitual venta privada o a los remates. A
modo de ejemplo, podemos citar el caso de la galerista Ruth Benzacar que llevó varias obras de artistas
argentinos consagrados a subasta, incluso a las internacionales, para poder mantener su galería de
arte contemporáneo. Fue el caso de Ramona espera de Antonio Berni y Chelsea Hotel del mismo artista,
ambos vendidos en la década del noventa en Sotheby’s y Christie’s en Nueva York.
7
Hay, a su vez, casas de subastas consideradas de “segunda línea” por el tipo de obra o piezas remata-
das. Es el caso de Verbo, Breuer Moreno, Roca, Quiroga-Zarate, Bass y Minerva.
8
El autor incorpora un listado de diez obras para cada período, pero en esta investigación se pusieron
algunos nombres de artistas como ejemplo y no la totalidad para dar solo un panorama.
9
Laura Batkis, “Arte argentino contemporáneo”, en: Fundación Germinare (ed.), Subasta de arte argentino,
2012, p. 11.
Este caso en particular nos sirve de ejemplo para el resto de las subastas. Se entre-
mezclan las distintas generaciones, los diferentes movimientos y vanguardias, osci-
lando entre una modernidad histórica, la contemporaneidad pasada y reciente, y lo
emergente. Todo ese espectro generacional conforma las subastas de actualidad de
las rematadoras que más apuestan a la renovación de lotes, artistas y épocas.
Si nos referimos al resto de los catálogos de arte, con el correr de los años hasta la
actualidad los lotes contemporáneos y en algunos casos, contemporáneos emergentes
han ido en aumento. Pero sobre todo, se deja ver una tendencia generalizada a apostar
por los artistas de una generación intermedia entre la histórica/vanguardista y la más
joven/reciente: una época que oscila entre algunos artistas con producción de los se-
tenta, con los de las siguientes generaciones, hasta algunos casos con trabajos del si-
glo xxi, por ejemplo Carlos Alonso (1929), Carlos Arnaiz (1948), Remo Bianchedi (1950),
Juan Doffo (1948), Leandro Erlich (1973), Benito Laren (1962), Adolfo Nigro (1942-2018),
Duilio Pierri (1954), Liliana Porter (1941), Antonio Seguí (1934), Cristina Sicardi (1939),
entre tantos otros. Cuando hablamos de estas épocas, son incorporaciones al resto de
los lotes que suelen subastarse, pertenecientes a otros períodos. Hasta ahora ninguna
casa de subastas ha dejado de ofrecer obras históricas y de las primeras vanguardias
para dedicarse únicamente al arte contemporáneo. El efecto buscado es el de ampliar
el campo artístico a rematar, y de esa manera aumentar las posibilidades de nuevos
compradores, nuevos espectadores, y futuros coleccionistas.11 Esto, además, está ínti-
mamente relacionado con la escasez de oferta de obra de artistas consagrados, sobre
todo en los períodos de crisis,12 que provoca que los subastadores se planteen nuevas
estrategias para la incorporación de obras a sus ventas y se vuelquen, por consiguien-
te, a otras épocas o formatos de obra. (Figs. 1-3)
10
Los artistas citados son a modo de ejemplo. Para ver el listado completo remitirse al catálogo online.
Laura Batkis, “Arte argentino contemporáneo”, en: Fundación Germinare (ed.), Subasta de arte argentino,
2012. http://www.germinare.org.ar/SubastaDeArte/germinare2012.issuu.pdf, (acceso: 16/03/2020).
11
Sobre esto Adrián Gualdoni Basualdo comentaba que “Como es habitual, hemos preparado la planilla
con los diez valores más altos registrados por obras de autor argentino en las subastas realizadas en
este mes de agosto. Se advierte en ella un sano equilibrio entre obras de artistas contemporáneos y de
grandes maestros del pasado. [...] Luis Fernando Benedit, Carlos Alonso y Rómulo Macció son tres de las
grandes firmas del arte contemporáneo, y su presencia en esta lista ratifica el protagonismo que desde
hace tiempo sostienen en la plaza.” Se consolida la buena marcha del mercado, Arte Online. https://
www.arte-online.net/Periodico/177_Septiembre_2010/Se_consolida_la_buena_marcha_del_mercado,
(acceso: 16/03/2020).
12
La reticencia de enviar obras consagradas a la venta en períodos de inestabilidad se debe a que los
posibles compradores son extremadamente cautelosos al momento de realizar una inversión, por lo que
la demanda se ve debilitada y quien ofrece cuida, en consecuencia, su patrimonio.
Fig 2. Román Vitali, Sin título (8 barras), 2003, instalación, tejido con
cuentas facetadas encastrables, medidas variables. ←
13
Olav Velthuis, Talking Prices. Symbolic Meanings of Prices on the Market of Contemporary Art, Princeton,
Princeton University Press, 2005, p. 193.
14
María Isabel Baldasarre y Ana Clara Giannini, “¿Cuánto vale una obra…” op.cit., p. 184.
15
Isabelle Graw, ¿Cuánto vale el arte? Mercado, especulación y cultura de la celebridad, Buenos Aires,
Mardulce, 2013, p. 32.
16
Juan Cruz Andrada, “¿Cuánto vale conocer el precio del arte? Valuaciones monetarias y jerarquías
estéticas en publicaciones periódicas argentinas de los años sesenta” en: Ariel Wilkis (ed.) El poder de
valuar. La producción monetaria de jerarquías sociales, morales y estéticas en la sociedad contemporánea,
Buenos Aires, UNSAM Edita; Bogotá, Universidad del Rosario, 2018, pp. 167-168.
17
Olav Velthuis, Talking Prices. Symbolic Meanings of Prices on the Market of Contemporary Art, Princeton,
Princeton University Press, 2005, p. 160.
Coda
18
María Isabel Baldasarre, sostiene que “para satisfacer este recambio (de obras y exposiciones) las
galerías argentinas debieron unirse con importadores y marchands extranjeros –españoles, italianos y
franceses– que fueron en gran medida responsables de la llegada a nuestro país de pintura europea,
de calidad sensiblemente mayor a la introducida durante las últimas décadas del siglo xix.” María Isabel
Baldasarre, Los dueños del Arte… op.cit., p. 190.
19
Tomemos el ejemplo de Galería Arroyo, que se dedicaba al mercado primario para luego dedicarse a
ambos y contar con dos locales adyacentes sobre la calle homónima, cada uno dedicado a una de esas
actividades, o como sucederá en los años posteriores a los concernientes a este texto, dos casas de
subastas que abren galerías: Nahuel Ortíz Vidal, director de Roldán, inaugura Barro (2014), y Martín
Saráchaga, director de Martín Saráchaga, se establece en Smart Gallery (2017).
Estrategias y modelos
pedagógicos en las artes
Mariana Denise Luterstein
FFyL-UBA / UNA, Argentina
marianaluter@gmail.com
Entre 1904 y 1908 Martín Malharro publicó una serie de artículos en El Monitor de la
Educación Común (MEC), la revista institucional del Consejo Nacional de Educación
(CNE), en los que incorporó dibujos realizados en las escuelas primarias argentinas.
Durante ese periodo Malharro se desempeñó como Inspector Técnico de Dibujo y
promovió una serie de cambios en la metodología de enseñanza de la materia. Los
dibujos publicados fueron realizados por niñas y niños de entre seis y doce años y
seleccionados entre miles de trabajos que los docentes acercaron al Inspector. Tras dos
años de su renuncia al cargo, Malharro publicó en 1911 El dibujo en la escuela primaria.
Pedagogía-metodología.1 En el libro incluyó algunos artículos que había publicado en El
Monitor pero en este pasaje de textos e imágenes a un nuevo soporte, Malharro realizó
diversas operaciones para reorganizar el contenido a un nuevo medio. En ambos
soportes, la proporción de dibujos es muy considerable, en El Monitor ocupan más de
la mitad de las páginas y en el libro ocupan casi un cuarto del volumen. Tomamos como
punto de partida la importante presencia de la gráfica infantil en los textos de Malharro
para indagar acerca de cuáles fueron los criterios que Malharro aplicó para incorporar
y analizar la reproducción de dibujos infantiles y cómo repercutió en el trabajo con las
imágenes el cambio de contexto de publicación, de la revista al libro. Trabajaremos con
los siete artículos publicados en el MEC entre 1905 y 1908 que poseen reproducciones
y con el libro El dibujo en la escuela primaria de 1911. La hipótesis que nos guía es que
Malharro no ilustró su texto con estas imágenes, sino que las incorporó como parte
central de la defensa de su programa de dibujo.
En primer lugar, nos preguntamos acerca de cómo llegaron a manos de Malharro los
dibujos. Según declara él mismo en su libro, en 1906 recibió 350.000 trabajos de prime-
ro a sexto grado que habían sido solicitados desde el CNE con el objetivo de comparar
la actuación de los maestros de grado con la de los profesores especiales y los dibujos
realizados con y sin intervención docente. Los dibujos recolectados fueron analizados,
principalmente, por el inspector junto con las profesoras de dibujo Dolores Alazet y
1
Martín A. Malharro, El dibujo en la escuela primaria. Pedagogía y metodología, Buenos Aires, Cabaut y Cía., 1911.
Años más tarde, Malharro retomó en el libro algunos de los análisis que realizó junto
con las autoridades y docentes e, inclusive, las explicaciones que los propios niños hi-
cieron de sus trabajos. Los diversos relatos que publicó dan cuenta de que el estudio
de este material fue un ejercicio constante. Por ejemplo, en el apartado que Malharro
dedicó para explicar las características del “Dibujo libre o dibujo espontáneo”, allí re-
cordó una conversación con una niña de trece años sobre el dibujo que había realizado:
2
Ponciano Vivanco, “Acuerdo del Consejo Nacional de Educación creando los Cursos de Dibujo para
Maestros”, El Monitor de la Educación Común, Buenos Aires, año 25, n° 389, t. 20, junio 30 de 1905, serie
2ª, n° 9, pp. 893-895. El curso se volvió a dictar en 1906.
3
Ibid., pp. 62-67.
4
Martín A. Malharro, El dibujo en la escuela primaria... op. cit., pp. 40-41.
5
Manuel Hernández explica que, hacia fines del siglo xix y principios del xx, las teorías sobre arte infantil
se dividían en dos grupos: las que provienen de psicólogos y las que provienen de artistas y teóricos de la
estética. Los primeros establecen etapas basadas en dibujos espontáneos (no trabajos realizados en el
aula) y los segundos se preguntan acerca de si se puede denominar arte y cómo abordar sus cualidades
estéticas. Ver Manuel Hernández Belver, “Introducción: El arte y la mirada del niño. Dos siglos de arte
infantil”, en: Arte, infancia y creatividad, Serie de Monografías, Madrid, Universidad Complutense, 2002, pp.
9-43. http://revistas.ucm.es/index.php/ARIS/article/view/ARIS0202110009A/5901, (acceso: 29/05/2018).
6
El primer “Congreso Internacional de la Enseñanza del Dibujo” se realizó en París en 1900, el segundo
en Berna (1904), el tercero en Londres (1908), el cuarto en Dresden (1912) y luego se interrumpieron
como consecuencia de la primera guerra mundial.
7
“La enseñanza artística en el XXº congreso de maestros suizo-alemanes”, El Monitor de la Educación
Común, Buenos Aires, año 24, n° 374, t. 19, 31 de marzo de 1904, serie 2ª, n° 9, pp. 855-856. De la Argentina
fueron como delegados oficiales: Ingeniero Otto Krause (director de nuestra escuela industrial), el
profesor Leopoldo Herrera (director de la Escuela Normal de Paraná) y el miembro adherente Fernando
Fusoni.
8
El CNE envió una comisión integrada por José Berrutti, Ernesto Nelson y Ernestina López para recorrer
las secciones escolares de dicha Exposición y visitar escuelas de algunas ciudades norteamericanas.
Los tres publicaron elogios al sistema de enseñanza de dibujo norteamericano durante 1905 en el MEC,
en paralelo a las primeras publicaciones de Malharro. Ver José Berrutti, “Las escuelas primarias en los
Estados Unidos de Norte América”, El Monitor de la Educación Común, Buenos Aires, año 25, n° 387, t.
20, 30 de abril de 1905, serie 2a, n° 7; y Martín Malharro, “En la escuela Presidente Roca: Una visita á la
exposición de dibujo”, El Monitor de la Educación Común, Buenos Aires, a. 26, n° 403, t. 23, 31 de julio de
1906, serie 2a, n° 23, pp. 1-13.
9
Martín A. Malharro, “Del dibujo libre (Conferencia) A los señores directores de las escuelas comunes
de la Capital”, El Monitor de la Educación Común, año 28, n° 428, t. 27, serie 2ª, n° 48, Buenos Aires, 31
de agosto de 1908, pp. 48-66. Pudimos localizar dos de los dibujos en Gastón Quénioux “Dessin”. Manuel
Général d L’ Instruction Primaire, Paris, 75 année, serie 8, t. 44, n° 21, 22 fevrier 1908.
Ante la pregunta acerca de cuáles fueron los criterios que Malharro utilizó para ana-
lizar este enorme corpus de dibujos y qué tipo de información obtuvo a partir de ellos,
observamos que desplegó diversos enfoques. En líneas generales, trabajó de forma di-
ferente los dibujos realizados en clase y los “dibujos libres o espontáneos” (realizados
sin la intervención del docente, muchas veces en la intimidad de los hogares). Ambos
tipos de dibujos son presentados como ejemplos de la teoría llevada a la práctica, imá-
genes de lo que se quería lograr con la aplicación del método. El “método” que Malha-
rro desarrolló en sus primeros años de gestión y difundió en su libro tenía una serie de
premisas indeclinables: el dibujo es un instrumento vital de la educación integral y la
metodología, acorde al desarrollo evolutivo del niño, debe basarse en la copia directa
Los primeros dibujos en ser incorporados en sus textos son copias directas del natural
de elementos de la naturaleza y objetos manufacturados. En los artículos publicados en
mayo y junio de 1905 bajo el título “Los primeros resultados”, Malharro incorporó dibu-
jos realizados por alumnos de cuarto a sexto grado en las clases de los profesores que
aplicaron el nuevo “Programa de dibujo intuitivo”.11 Observamos en estas imágenes las
marcas de su paso por la escuela: las firmas de los alumnos, del docente, un número
y el sello institucional. En el epígrafe se indica la escuela, el nombre del niño, el grado,
el nombre de la maestra y la consigna a la que respondía. De esta manera los dibujos
quedan anclados en el escenario escolar como un producto del trabajo conjunto entre el
alumno y el profesor. Para analizar este corpus, Malharro utilizó categorías técnicas: cri-
ticó el uso de esfuminio, elogió los trabajos que abordan las sombras de forma más sin-
tética, destacó aquellos que parecen más espontáneos frente a los que poseían muchos
detalles y parecían “demasiado estudiados”. Atribuyó la responsabilidad de estos errores
a la actuación de los docentes y, por lo tanto, la observación de estos dibujos le permitió
destacar el trabajo de algunos profesores y alentar a los demás a continuar el ejemplo.
Para analizar el segundo grupo, el de “dibujos libres o espontáneos”, utilizó otras ca-
tegorías. En primer lugar, hizo estudios estadísticos. En 1906, a partir de los 104.800
dibujos ejecutados sin la intervención de los docentes, analizó cuáles fueron los mo-
tivos que más se reiteraron y estableció una enumeración de temas: paisajes, flores,
animales diversos, banderas y ornamentos, formas manufacturadas, objetos de uso
diario, figura humana, entre otros. Al año siguiente, trabajó con un corpus de 99.500 di-
bujos, volvió a clasificarlos según los temas que representaban y aseguró que gracias
al ejercicio del “dibujo libre” aumentaron los trabajos sobre la naturaleza en los que,
según Malharro, hay más desarrollo de la imaginación.12
También hizo estudios estadísticos sobre cómo los niños prefieren el uso del color por
sobre el lápiz negro y afirmó: “De esa desproporción enorme debemos tener presente
que muchos de los dibujos negros han de haber sido ejecutados así por falta de dinero
para adquirir los colores, ó por la negativa de los padres á prestarse á lo que ellos con-
sideraban un lujo”.13 Frente a quienes cuestionaban el uso del color, Malharro defendió
10
Sus principios pedagógicos son respaldados con fundamentos teóricos de autores como Rousseau,
Pestalozzi y Froebel. Sobre su método, véanse Miguel A. Muñoz, “Martín Malharro, arte, pedagogía
y positivismo”, en II Jornadas de Estudios e Investigaciones, Artes Visuales y Música, Instituto de Teoría
e Historia de las Artes “Julio E. Payró”, FFyL-UBA, 1996, pp. 67-69. Cecilia Rabossi, “Los planteos
pedagógicos de Martín Malharro”, en II Jornadas de Estudios e Investigaciones, Artes Visuales y Música.
Instituto de Teoría e Historia de las Artes “Julio E. Payró”, FFyL-UBA, 1996, p. 70 y María Elisa Welti,
“Martín Malharro y la enseñanza del dibujo en la Escuela primaria argentina (1904-1909)”, en VIII
Jornadas Nacionales de Investigación en Arte en Argentina, La Plata, Facultad de Bellas Artes, noviembre
de 2011. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/38353, (acceso: 20/01/2020).
11
Martín A. Malharro, “El dibujo en la escuela primaria. El método natural. Los primeros resultados”, El
Monitor de la Educación Común, año 25, n° 388, t. 20, serie 2ª, n° 8, Buenos Aires, 31 de mayo de 1905, pp.
818-835. “El dibujo en la escuela primaria. Los primeros resultados”, El Monitor de la Educación Común,
Buenos Aires, año 25, n° 389, t. 20, 30 de junio de 1905, serie 2ª, n° 9, pp. 878-895.
12
Martín A. Malharro, El Dibujo en la escuela primaria... op. cit., pp. 66-67.
13
Ibid., p. 110.
En segundo lugar, en uno de los artículos que publicó en 1908, Malharro describió los
“conceptos diferentes del dibujo libre”: realista, histórico, anecdótico o descriptivo y sim-
bólico. Aplicó estas categorías para explicar que las resoluciones formales que los niños
eligieron en cada caso respondían al predominio de uno de esos conceptos.14 En este
texto alternó dibujos libres realizados en escuelas francesas antes mencionadas, con
otros realizados en escuelas locales. Debajo de cada dibujo indicó la edad del estudiante,
describió la imagen y el concepto. Con estos parámetros, Malharro organizó los dibujos
y justificó su producción porque si bien los alumnos no ejercitaban la copia, aplicaban
otras operaciones intelectuales de gran valor para el aprendizaje escolar. Y además era
una forma de mostrar que tanto los dibujos escolares de Francia como los locales res-
pondían a los mismos conceptos. Es decir, una forma de comparar y equiparar.
En cuarto y último lugar, Malharro analizó en qué medida los dibujos reflejaban la per-
sonalidad de cada niño. Si bien había mencionado este tema de forma tangencial, es en
los epígrafes del libro, mucho más extensos que los del MEC, en los que analizó cómo
la elección del tema, el tipo de representación, la intensidad de las líneas, entre otros
14
Martín A. Malharro, “Del dibujo libre…”, op. cit.
15
Martín A. Malharro, “El dibujo libre en los grados inferiores: Contribuciones á la psicología del dibujo
infantil”, El Monitor de la Educación Común, año 28, n° 430, t. 27, serie 2ª, n° 50, Buenos Aires, 31 de oc-
tubre de 1908, pp. 475-485.
16
José Ingenieros, “Nuevos estudios de psicología pedagógica”, El Monitor de la Educación Común, año
25, n° 394, t. 21, serie 2ª, n° 14, Buenos Aires, 30 de noviembre de 1907, pp. 341-352.
17
Martín Malharro, El dibujo en la escuela primaria... op. cit., pp. 254-255.
Los dibujos realizados al aire libre recibieron por parte de Malharro un tratamiento
diferente. En el marco de su gestión, publicó en 1906 en la revista institucional dos artí-
culos sucesivos que contaban la experiencia de la excursión al zoológico y reproducían
una selección de algunos de los dibujos realizados.18 Con este corpus de trabajos no
hizo un análisis individualizado, sino que los abordó en su conjunto en un texto en clave
poética sobre la experiencia del paseo y el contacto con la naturaleza. Describió cómo
los estudiantes elegían tal o cual animal, cómo elegían algún elemento, en detrimento
de otro, para analizar y dibujar. Malharro afirmó que esos croquis tenían como finali-
dad “cristalizar las fugitivas sensaciones”, es decir, que no servían para copiar, sino
para expresar la vivencia personal. Y también que no había unos mejores que otros y
que todos, pese a la variedad de imágenes, pertenecían a un mismo género. Podemos
vincular estos escritos, en particular, con su práctica artística, con sus paisajes al óleo
y acuarelas. En este sentido, notamos que estos son los únicos artículos en los que
Malharro apeló a su experiencia como artista y a sus conocimientos sobre la historia
del arte: “Desde Fidias á Rodin, desde Apeles á Rembrandt, y desde éste á Millet, todos
han fundamentado sus obras en el estudio de la naturaleza y todos la han interpretado
según sus antojos ó recursos”.19 Estos textos también se diferencian de otros porque
fueron los únicos cuyo texto e imagen se trasladó sin modificaciones al libro.
El recorrido por el trabajo que hizo Malharro con los dibujos escolares nos permitió en-
tender con qué objetivos los incorporó en sus textos. En el caso del MEC, Malharro decla-
ró que servían de pruebas, de “realidad evidenciada” de la marcha del nuevo método.
Por eso, podían ser utilizados para evaluar su aplicación y, sobre todo, para fiscalizar si
los profesores llevaban a cabo sus instrucciones. Además, la publicación de los dibujos
en la revista institucional del CNE funcionaba como un reconocimiento e incentivo para
aquellos que lo apoyaron. En este sentido, consideramos que su reproducción formó
parte de las estrategias de su autoconstrucción como intermediario entre los educado-
res y directivos con las autoridades del Consejo. En cambio, en el libro, que tenía otros
destinatarios y circulaba por fuera de la órbita del CNE, los dibujos asumieron el esta-
tus de modelos ejemplares de su programa de dibujo. Es interesante pensar que para
Malharro los modelos válidos no eran construidos por adultos sino por los mismos
niños. En el pasaje de la revista al libro, reunió más cantidad y diversidad de dibujos,
18
Martín A. Malharro, “El dibujo en la escuela primaria. Una excursión provechosa y un ensayo feliz”, El
Monitor de la Educación Común, año 26, n° 403, t. 23, Buenos Aires, 31 de julio de 1906, serie 2ª, n° 23,
pp. 60-71; y “El dibujo en la escuela primaria: Croquis de una excursión escolar efectuada por la Escuela
“Presidente Roca” el 26 de julio p.p.”, El Monitor de la Educación Común, año 26, 404, t. 23, Buenos Aires,
31 de agosto de 1906, serie 2a, n° 24, pp. 154-165.
19
Martín Malharro, El dibujo en la escuela primaria... op. cit., p.172.
Los primeros años de la década de los noventa en México vieron encaminarse la es-
trategia más explícita que, valiéndose de la predisposición del fenómeno artístico, se
convirtió en un efectivo mecanismo que generó resultados de progreso educativo ante
un número todavía sustancial de analfabetas. El libro de texto gratuito fue un disposi-
tivo que exigió una constitución articulada, por ello cuidadosa, con el resto del sistema
y elementos pedagógicos que no solo buscaban satisfacer las necesidades formativas
de una población que presenciaba los procesos económicos, sociales y culturales del
país, sino que colocaron al alumno como el receptáculo primordial de un discurso al
servicio del Estado.
Si bien, la asimilación de este recurso comenzó a palparse desde 1921 con la instaura-
ción de la Secretaria de Educación Pública (SEP), la insistencia por reconstruir la figura
del mexicano y demás necesidades discursivas por parte del Estado conllevó en 1959 a
la creación de una imprenta gubernamental, capaz de diseñar, editar, imprimir, divul-
gar y distribuir todos los planteamientos e ideales nacionales que debía digerir la po-
blación. La creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG)
se convirtió pues, en el proyecto más ambicioso no solo por la magnitud en el número
de reproducciones que repartió por todos los rincones del país, bajo los preceptos de
gratuidad, unicidad y obligatoriedad. Sino, más aún, por la posibilidad de edificar un
todo homogéneo, que partía de una cifra tan grande de piezas heterogéneas, y producir
así un hombre nuevo, el mexicano moderno.
No obstante, de todo el universo visual que llegaron a crear los artefactos editoriales,
fue hasta la década de los noventa, más precisamente en 1993 y durante la continuación
del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando se lanzó la tercera generación de libros
para las escuelas primarias que conjuntaban una esencia particular, un discurso visual
y textual unitario que le bastó al receptor para entregar su confianza a una imaginería
* La presente investigación surge como un adelanto de tesis inédita de Miguel Ángel Illescas Barbosa,
para obtener el grado de Licenciado en Historia del arte. Para la elaboración del texto se contó con la
participación de Marisol Osorio Chávez, por su especialización en el área de arte mexicano y enfoque en
estudios de identidad nacional.
Para esta ocasión se manufacturó un total de nueve tomos para las tres materias que
conformaron el plan de estudios del primer año: Español, Matemáticas y Conocimiento
del Medio. (Fig. 1) Si bien, todos los facsimilares están presentados bajo una aparente
consonancia, como el tan característico color amarillo que los uniforma, el nombre
de la materia, encabezado y el grado a modo de subtítulo, cada uno obtuvo un recurso
visual que debía valorarse como protagonista y acompañamiento del libro, por tratarse
de algunas de las obras de arte más preponderantes dentro del imaginario mexicano.
A partir de 1993 –en el contexto de otra reforma educativa que concibe de ma-
nera diferente a los Libros de Texto Gratuitos que sufren cambios importan-
tes– las portadas se ilustran con obras representativas de los diversos perio-
dos de la historia del arte mexicano. Esta generación de libros tiene un estilo
editorial más moderno, y el papel que se utiliza es de mejor calidad. Los libros
de cada grado se distinguen por el color de fondo de sus portadas.2
Las obras artísticas fueron extraídas de su contexto más cercano, su actividad dentro de
salas museísticas fue reemplazada por un medio reproductible y diferencial. Escogidas
justamente para dialogar tanto con el libro, como objeto, y con el alumno. Para la asig-
natura de Español y sus ejemplares: dos de lecturas, dos recortables y uno de activida-
des se utilizaron obras propias del arte prehispánico y pinturas elaboradas por Roberto
Montenegro, María Izquierdo y German Gedovius. Asimismo, en el caso de los dos libros
de Matemáticas se utilizó una reproducción de un disco ritual prehispánico y, por último,
para el Libro integrado y su recortable, la pintura de Ramón Cano Manilla, El Globo.
1
Mayra Margarito Gaspar –una de las pocas investigadoras que elabora un escrito detallado sobre la his-
toria de los libros de texto y su distribución en el país– menciona que la división de las tres generaciones
se debe a que corresponden a partir de las reformas educativas y cómo impactaron en las materias. Sin
embargo, en el transcurso de una generación, algunos libros son reemplazados por materiales completa-
mente distintos, mientras otros solo sufren ligeras modificaciones, como el diseño de las portadas. Por otro
lado, en la página del catálogo histórico de la CONALITEG, los dividen por nueve generaciones, teniendo a
la edición de 1993 como la sexta. https://historico.conaliteg.gob.mx/content/common/consulta-libros-gb/,
(acceso: 20/07/2020). Véase, Mayra Margarito Gaspar, “Los primeros cincuenta años de los libros de texto
gratuitos para la educación primaria”, en: Los avances del México Contemporáneo 1955-2015. IV La educación
y la cultura, t. 4, México, Instituto Nacional de Administración Pública, A.C., 2015, pp. 169-188.
2
Lorenza Villa Lever, “Cincuenta años de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos: cambios y
permanencias en la educación mexicana”, p. 58.
3
Nació en 1888 y fue considerado pintor y muralista formado dentro de la Escuela de pintura mexica-
na. Sin embargo, su principal interés se centró en la Escuela de Pintura al aire libre de Chimalistac.
Sus obras fueron caracterizadas por su predilección campirana, escenas y personajes llenos de color
y textura que reflejaban las tradiciones mexicanas y que posteriormente se subvertirían en símbolos
de identidad nacional. Véase, Laura González Matute, Ramón Cano Manilla: 1888-1974, México, Museo
Nacional de Arte, 2013, pp. 10- 30.
4
Veracruz es parte de las 32 entidades federativas de México, se encuentra ubicado en el oriente del país
y colinda con el Golfo de México.
Sin embargo, el conjunto visual que se recrea en la portada del libro de texto se aleja,
incluso se opone, al contexto de los noventa y los esfuerzos que ansiaban la moder-
nización del territorio. Si bien, el gobierno salinista proponía ahíncos para estabilizar
la economía que se encontraba en crisis –desde las devaluaciones e inflaciones de
cuatro décadas anteriores– a través de planes de inversión nacional y extranjera, aper-
tura comercial y la posterior elaboración del Tratado de Libre Comercio con Estados
Unidos y Canadá –que se vislumbraba con grandes posibilidades de progreso para los
países mencionados– estos resultados comenzaron a verse de forma lenta, primero
en el centro del país y sus grandes ciudades, dejando desprotegida el área del campo,
que presenciaba la distribución desigual de la riqueza y una producción agropecuaria
deficiente que tan solo aumentaba la migración rural a las principales urbes.7
Es entonces que valdría la pena cuestionar ¿por qué la Comisión Nacional de Libros
de Texto Gratuitos retomó para la portada del Libro Integrado una obra de la década de
los 30 que no refleja, sino más bien, contrasta con el contexto económico y social del
momento? Tal acto no debería considerarse como un evento aislado o fortuito, por el
contrario, la esencia tocante entre la realidad mexicana y la aparente utopía labrada
en la portada radica en la intencionalidad de su elaboración. Porque este ejemplar, en
conjunto con el resto de libros que integraron el plan de estudios del primer año, se
acopló a los cambios en el programa pedagógico señalados en el Acuerdo Nacional
para la Modernización de la Educación Pública de 1992.8
5
Así lo identifica Laura González Matute en su libro. El papel de china también es conocido como papel seda.
Véase, Laura González Matute, Ramón Cano Manilla: 1888-1974, México, Museo Nacional de Arte, 2013, p. 36.
6
Este volcán se encuentra ubicado en la Sierra de los Tuxtlas, al sureste del estado de Veracruz.
7
Véase, Jeffrey L. Bortz, Salvador Mendiola, “El impacto social de la crisis económica de México”, Revista
Mexicana de Sociología, vol. 53, nº 1, 1991.
8
Firmado el 18 de mayo de 1992 entre el secretario de Educación Pública, los gobernadores de las en-
tidades federativas y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), con el objetivo de
transferir el personal, las escuelas y los recursos de los servicios de educación básica y normal bajo
control de la federación a los gobiernos estatales. El gobierno federal se reservó las facultades norma-
tivas sobre el conjunto del sistema educativo nacional. Se organizó en torno a tres líneas estratégicas: 1)
la reorganización del sistema educativo transfiriendo a los gobiernos de los estados la dirección de los
establecimientos educativos de educación preescolar, primaria, secundaria y la formación de maestros;
2) la reformulación de contenidos y materiales educativos: para “concentrar el plan de estudios de la
educación primaria en aquellos conocimientos verdaderamente esenciales” y 3) la revaloración social de
la función magisterial Decreto para la celebración de convenios en el marco del Acuerdo Nacional para
la Modernización de la Educación Básica. Diario Oficial de la Federación, 19 de mayo de 1992, t. CDLXIV,
n° 11, Dr. Amado Vega R.
Nuestro objeto en cuestión fue creado entonces, para la asignatura Conocimiento del
Medio, a partir de nociones de historia, geografía y ciencias naturales reunidas en un
solo tomo que le otorgaban al alumno una serie de principios con la finalidad del reco-
nocimiento de su entorno natural y social. De acuerdo con el plan y programa vigente,
el interés de unir las materias antes mencionadas en una sola asignatura perseguía
reforzar el concepto de comunidad mediante un método inductivo que iniciaba en un
grado personal y posteriormente en su ámbito familiar, escolar, como colectividad, y
la distinción de ésta con otro tipo de localidades (es decir, las rurales de las urbanas),
hasta llegar finalmente a su posición en el país, México.9
9
En el mismo índice se expresa esta intención, está compuesto por ocho lecciones y desde él se puede
advertir la temática que conllevará la materia. Además, el tomo es conformado por mapas, fotografías y
dibujos, que introducen tópicos como los paisajes del país, las costumbres, lenguas y la diversidad que
lo compone. Otra carga de nacionalismo ocurre en el final de la última lección que contiene el fragmento
del himno nacional mexicano y la bandera a un lado.
10
Diario Oficial de la Federación, 19 de mayo de 1992, t. CDLXIV, n° 11, Dr. Amado Vega R, p. 4.
11
Idem.
Las obras de arte que ilustran las cubiertas de los libros de texto gratuitos
son representativas de las grandes etapas del arte mexicano. Constituye un
valioso respaldo educativo y son motivo de orgullo nacional.12
Presentes también en las primeras portadas, comisionadas a los artistas más impor-
tantes del primer muralismo: David Alfaro Siqueiros y Jorge González Camarena en
1960 y 1962 respectivamente. En ellas se ensalzaba una versión de la historia permisi-
ble que requería de símbolos específicos. Para el caso de Siqueiros y el libro que inició
el proyecto educativo, denominado como Mi libro de primer año, (Fig. 4) se enfatiza de
manera descendente el busto de los héroes de la patria. La cubierta, a primera vista
conformada por pocos elementos, está compuesta por tres rostros masculinos que,
dispuestos casi cronológicamente y ataviados con ropajes masculinos hasta la altura
de los hombros que parecen demostrar una formalidad rigurosa, personifican, de arri-
ba hacia abajo, a Miguel Hidalgo y Costilla, el “Padre de la patria”; representado con
el cabello blanco a los costados de la cabeza, ojos claros, además de tener el traje de
cura negro contrastado por el alzacuellos blanco. Seguido de Benito Juárez, personaje
principal de las luchas políticas de mediados de siglo xix que, por su parte, muestra
los elementos anatómicos del indígena, con la piel oscura y la frente pronunciada.
Además, de portar un traje formal oscuro y camisa blanca. Para concluir, en el tercer
peldaño, Francisco I. Madero, “el mártir de la Revolución”, con su característica barba
y bigote, también trajeado. Los tres, probablemente los personajes más importantes
de la historia de México.
El fondo está conformado por una especie de bandera tricolor con los colores patrios,
trazando las texturas ondeantes con colores oscuros. En la esquina superior derecha
12
Leyenda adscrita en la contraportada en los libros de la edición de 1993.
se puede observar el título del libro, escrito con letra cursiva y de color blanco, con-
trastando con el color verde del fondo. Finalmente, en la esquina inferior izquierda, se
aprecia la firma del artista, el muralista David Alfaro Siqueiros.
Regresando al símbolo de la bandera, este elemento vuelve aparecer en la portada de
González Camarena, quien elaboró en Mi libro de primer año, (Fig. 5) la portada más re-
presentativa dentro de la memoria colectiva del mexicano. La utilización de esta pieza
representó un cambio sustancial en la metodología de diseño en comparación con la
generación anterior, pues los personajes patrióticos son suplantados por una cons-
trucción alegórica de la patria. Se trata pues, de una mujer de tez morena y rasgos in-
dígenas, como la nariz achatada, ojos rasgados, labios pronunciados y el cabello largo
y oscuro. El nuevo personaje, arropada por un peplo blanco, porta en la mano izquierda
el mástil con el cual iza el lábaro patrio, ondeando en el segundo plano. En el fondo
se aprecia la cabeza de un águila devorando a la serpiente. En la esquina superior de-
recha del libro mantiene el título Mi libro de primer año, también de blanco y con letra
cursiva. Y, finalmente, en la esquina inferior derecha se observa la firma del pintor y
muralista, Jorge González Camarena.13
13
Claudia Victoria Barón, La historia y el civismo en la construcción de la patria, un libro de texto único y
gratuito, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, pp. 59-63.
14
Daniel Montero Fayad, El cubo de Rubik. Arte mexicano en los años 90, México, Fundación Jumex Arte
Contemporáneo, 2003, pp. 44-48.
El ciudadano tenía que integrarse a una nueva noción de identidad a través de lo que
Manuel Gamio en su texto Forjando patria, menciona como la fusión de razas, porque
en ellas se nutren conjuntos de imágenes y símbolos que refieren a una población
organizada, asentada en un territorio, y cuyos miembros comparten costumbres y sen-
timientos de pertenencia sustentados en uno o varios elementos de su pasado común.
Es por eso, que en esta generación de libros de texto se comenzó a vislumbrar una
respuesta a las necesidades que pedía el gobierno en turno. Por ende, a eso se debe la
unión de dos contextos diferentes que imbricaron al campo dentro del contenido mo-
derno y presentes en la educación, para poder subrayarle al ciudadano que el Tratado
de Libre Comercio y toda medida económica puede desarrollarse sin problema porque
no va contra su cultura mestiza.
En estas circunstancias, la construcción de un nuevo nacionalismo con base
en la participación democrática y plural de los diversos grupos sociales para
la búsqueda de soluciones a los problemas que nos aquejan, podría ser una
forma dinámica de fortalecernos y madurar como un pueblo y Nación pujante
en los albores del nuevo siglo.16
Regresar al Libro integrado, es observar también la fuerte herencia que continuaba lle-
vándose a cabo en distintas generaciones. Sobre todo en el fomento de un arte nacio-
nal, que recuperara las tradiciones propias de México, y que reclutó artistas y muralis-
tas para escenificar una imagen nacional en donde los principales protagonistas eran
campesinos, obreros, indígenas. Además de los emblemas más socorridos: el nopal,
la mazorca, el fusil, las cananas, el traje blanco de manta, el sombrero y la bandera.
Por ende, el Libro integrado contiene una ambivalencia que si bien, resultaba expresa
para combatir el analfabetismo aún presente en varias partes del país, también pro-
yectaba un discurso político muy bien estructurado. Pero sobre todo en unión al con-
texto en el que fue manufacturado, pues éste deberá adaptarse a las nuevas exigencias
que requerían la reformulación e insistencia de algunos conceptos que buscaban la
15
Rafael Tovar y de Teresa, Modernización y política cultural, México, Fondo de Cultura Económica, 1994,
p. 52.
16
Francisco R. Dávila Aldás, “Identidad, soberanía y nacionalismo en México en la era de la globalización”,
Estudios Políticos, México, nº 24, 2000, p. 238.
Forjándose así una aprehensión en la memoria colectiva, que hacía del ciudadano una
figura clave que legitimaba la nueva expresión de lo mexicano. Aquella matriz emocio-
nal que conjunta ideas y sentimientos relativos de lo que experimentamos como patria;
adhesión, afirmación y defensa de una cultura que fortalece su conciencia hasta agluti-
narse finalmente como parte la nación misma y que se proyectaba con características
definidas tanto en el interior como al exterior. O quizá, como resultado de la realidad
punzante, también valdría la pena pensar que en este México convulso por los fenóme-
nos económicos y sociales de su momento, la portada del Libro integrado, si bien su-
braya el ascenso de la nación por medio de su población, también es una premonición
fortuita que anticipa la caída del país y sus estrategias, como lo hará al final del día El
globo que compuesto por materiales frágiles será consumido por el combustible que lo
impulsa, haciéndolo caer al suelo precipitadamente. ←
17
Enrique Corona Morfín, Al servicio de la escuela popular, México, SEP, Biblioteca del perfeccionamiento
Profesional, 1963, pp. 31-33.
Verónica Lanata
FFYL-UBA, Argentina
lanatavero.vl@gmail.com
Introducción
Observamos que en la ciudad de Buenos Aires –en consonancia con lo que sucede
en otros centros urbanos y culturales tanto nacionales como internacionales– los de-
partamentos de educación de museos y espacios de exhibición artísticos han ganado
un mayor protagonismo dentro de las instituciones que integran. Mediante una praxis
reflexiva establecen un accionar educativo crítico que tiene como resultado el hacer de
un producto cultural.
De este modo, a partir del análisis de estos casos concretos nos proponemos: estudiar
la situación de los departamentos de educación dentro de las organizaciones que in-
tegran, la relación que mantienen con el público general y su injerencia en decisiones
institucionales de base, como puede ser el ejercicio curatorial. Observaremos pun-
tualmente el rol del educador y la educadora como profesional clave dentro de estas
estructuras. Examinaremos la relación entre enfoques metodológicos y objeto artís-
tico, así como la relación que desde la práctica mantienen estos profesionales con la
academia.
Hablamos de la educación
Desde nuestra práctica pensamos la educación en los términos que la definió Paulo
Freire; como una fuerza para el cambio y para la libertad; una fuerza que, oponién-
dose a la domesticación del hombre-objeto abre el camino para el surgimiento del
hombre-sujeto.1 Una fuerza, como diría Luis Camnitzer, formadora de un pensamiento
cuestionador y creativo.2
1
Paulo Freire, La educación como práctica de la libertad, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2011, p. 26.
2
Luis Camnitzer, “Arte y pedagogía”, Espera pública, 17 de mayo de 2015. https://esferapublica.org/
nfblog/arte-y-pedagogia, (acceso: 11/09/2018).
Estas ideas debemos enmarcarlas en una práctica educativa que sucede en un espacio
particular: el museo. Un complejo simbólico –también él con su propio devenir histó-
rico– que contextúa y resignifica el quehacer educativo. Como señala Silvia Alderoqui:
Las coordenadas espacio-temporales que nos ocupan son específicas; tres institucio-
nes dedicadas al arte contemporáneo de la ciudad de Buenos Aires: Museo de Arte
Latinoamericano de Buenos Aires, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y la
Fundación Proa. Instituciones que en el último tiempo han desarrollado y fortalecido
sus áreas educativas ¿Cómo se posicionan puntualmente esos espacios en relación
a la educación y al vínculo con sus públicos? Podemos encontrar pistas sobre ello en
algunas de las declaraciones institucionales.
Finalmente, creo que para que un museo tenga sentido, esa “casa” debe ser
la casa de todos, es decir, debe ser un espacio cultural público, abierto y par-
ticipativo. Por eso, el protagonista principal de Malba es el público. Y el museo
será el puente tendido entre el público y los artistas, los críticos, los coleccio-
nistas y todos los que conforman el mundo del arte.5
De este modo MALBA se presenta como una institución que centra gran parte de su
labor en el trabajo con el público, como el gran protagonista del hecho cultural; pro-
piciando “experiencias que estimulan el diálogo, la reflexión, la imaginación y el pen-
samiento crítico”.6
Por su parte en la página web del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el
departamento de educación de MAMBA, retoma como una de las categorías centrales
de su quehacer, el ejercicio del pensamiento crítico:
3
En evidente oposición a Jean Piaget, Lev Vigotsky llega a afirmar que “el desarrollo sigue al aprendi-
zaje, puesto que este crea el área de desarrollo potencial. Es precisamente esta concepción dialéctica
del aprendizaje y del desarrollo la que produce la divergencia respecto a la teoría genética de Piaget y,
en particular, su oposición a la concepción etapista del desarrollo. [...] la actividad del individuo es el
motor fundamental del desarrollo. No obstante la actividad no se concibe única ni principalmente como
el intercambio aislado del individuo con su medio físico, sino como la participación en procesos general-
mente grupales, de búsqueda cooperativa, de intercambio de ideas y representaciones y de ayuda en el
aprendizaje, en la adquisición de la riqueza cultural de la humanidad”. José Gimeno Sacristán y Ángel
Pérez Gómez, “Los procesos de enseñanza-aprendizaje: análisis didáctico de las principales teorías del
aprendizaje”, en: Comprender y transformar la enseñanza, Madrid, Morata, 1992, pp. 50-51.
4
Silvia Alderoqui, La educación en los museos. De los objetos a los visitantes, Buenos Aires, Paidós, 2011,
p. 31.
5
http://www.malba.org.ar/museo/, (acceso: 11/09/2018).
6
http://www.malba.org.ar/presentacion-y-objetivos-generales-del-area/, (acceso: 11/09/2018).
Siguiendo a Alderoqui nos interesa cuestionarnos ¿qué y quiénes interpelan a los vi-
sitantes en cada uno de estos espacios? ¿De qué modo/s se los interpela? ¿Cómo ese
visitante se vuelve en los términos de Freire hombre-sujeto, interpelador, creativo,
cuestionador? ¿Con qué herramientas cuentan los trabajadores de esas tareas para
lograrlo?
Antes de continuar queremos explicar por qué nos interesamos puntualmente en cen-
tros de arte contemporáneo: creemos que hay una estrecha relación entre las esté-
ticas contemporáneas y las prácticas actuales de educación no formal. Como señala
Terry Smith:
Este panorama es ideal para el ejercicio de una pedagogía crítica. Partiendo de la ca-
tegoría de obra abierta, de Umberto Eco; podemos caracterizar las prácticas con-
temporáneas de arte a partir del protagonismo que le dan al acto interpretativo del
espectador, retomado como una actividad que es en sí misma es libre e inventiva. Dice
Eco: “Obra abierta como proposición de un “campo” de posibilidades interpretativas,
como configuración de estímulos dotados de una sustancial indeterminación, de modo
que el usuario se vea inducido a una serie de ‘lecturas’ siempre variables”.10 Eco deja
en claro que si bien la apertura a una pluralidad de significados es inherente a toda
obra, en las estéticas contemporáneas esto se convierte en una finalidad en sí misma
para la producción; volviendo la práctica artística contemporánea afín a la tendencia
epistemológica de nuestra época.
7
http://www.buenosaires.gob.ar/museoartemoderno/departamento-de-educacion, (acceso: 11/09/2018).
8
http://proa.org/esp/nuestra-propuesta.php, (acceso: 11/09/2018).
9
Terry Smith, ¿Qué es el arte contemporáneo?, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2012 [2009], p. 16.
10
Umberto Eco, Obra abierta, Buenos Aires, Planeta, 1992 [1965], p. 89.
Al igual que Eco, Camnitzer también observa esta potencialidad pedagógica del arte.
Desde su perspectiva:
Dicho todo esto, creemos que es el momento de volver a él y/o los que interpelan a los
visitantes en los espacios museísticos que nos ocupan. Quienes, en definitiva, a partir
de su trabajo en las salas de exhibición y en su labor de planificación pueden volverse
el vehículo de esa retroalimentación entre los lineamientos del arte contemporáneo y
un ejercicio de educación crítica no formal.
11
Ibid., p. 83.
12
Michel Foucault, “¿Qué es la crítica? (crítica y Aufklärung)”, Daimon: Revista Internacional de Filosofía,
nº 11, 1995, p. 7. http://revistas.um.es/daimon/article/view/7261/7021, (acceso: 12/09/2018).
13
Luis Camintzer, op. cit.
14
Carmen Mörsch, “Contradecirse a una misma. La educación en museos y exposiciones como práctica
crítica”, en: Contradecirse a una misma. Museos y mediación educativa crítica, Quito, Edilesa, 2015, p. 16.
En el diálogo con las educadoras de los departamentos de las tres instituciones anali-
zadas pudimos avanzar sobre la relación que mantienen las áreas de educación con la
institución en general. En los tres casos se destaca que los departamentos de educa-
ción son los que más empleados poseen. Esto señala la importancia que las actividades
educativas tienen en cada uno de los espacios. Todos trabajan con un amplio abanico
de públicos y por lo tanto, sus propuestas varían según a quienes están dirigidas. No
obstante, se señala una relación asimétrica con las áreas restantes que forman parte
de los museos. “Todos nos piden cosas pero nadie nos quiere dar nada”,15 expresó una
de las entrevistadas. Otra de ellas destacó que aunque el objetivo de la dirección ins-
titucional era que el área de curaduría y educación trabajaran a la par, en la práctica
nunca sucedió. Ante esto nos preguntamos ¿por qué se generan relaciones de trabajo
asimétricas? ¿qué consecuencia puede tener esto en la práctica educativa? A propósito
del vínculo entre educación y curaduría Carmen Mörsch afirma que la educación crítica
y reflexiva necesita trabajar en conjunto con una práctica comisarial de igual tenor: “Lo
que se requiere para este tipo de alianza [...] es que el discurso comisarial reconozca
a la educación en museos y exposiciones como práctica cultural con una historia y un
saber propio”.16
Sin embargo, dentro de este contexto pensamos a los educadores y las educadoras
como máquinas de guerra dentro de las instituciones que, como señala George
Didi-Huberman, son aparatos del Estado. Un educador tiene las herramientas para
potenciar el pensamiento y jugar con las múltiples e inacabadas interpretaciones que
el arte contemporáneo ofrece sin tener que atarse o repetir el discurso curatorial. “La
visita tiene que ser una experiencia”,18 afirmó una de las profesionales entrevistadas.
En consonancia con las acertadas palabras del educador español Jordi Ferreiro:
Como educador y como artista quiero tener mi propia voz, una voz que cues-
tiona frenéticamente en voz alta todo lo que ve y que grita como un verda-
dero psicópata en salas, porque grito para liberarme de la voz institucional,
15
Entrevista realizada por las autoras, 18/08/2018.
16
Carmen Mörsch, “Educación crítica en museos y exposiciones en el contexto del ‘giro educativo’ en el
discurso comisarial: ambigüedades, contradicciones y alianzas”, en: Encuentro Internacional de Medellín,
2011, p.16. https://es.scribd.com/doc/264569828/Educacion-Critica-en-Museos-y-Exposiciones-Carmen-Morsch,
(acceso: 12/09/2018).
17
George Didi-Huberman, “La exposición como máquina de guerra”, Minerva, nº 16, 2011. https://www.
circulobellasartes.com/revistaminerva/articulo.php?id=449, (acceso: 12/09/2018).
18
Entrevista realizada por las autoras, 31/08/2018.
Con respecto a las encuestas, debemos señalar que obtuvimos respuesta de 12 educa-
dores de las instituciones seleccionadas. Del total de entrevistados el 75% tiene en su
puesto de trabajo una antigüedad mayor a un año. De esa parcialidad un poco más de
la mitad (41,7%) hace más de tres años que se desempeña en esas tareas, en el mismo
espacio. Esto da cuenta de un personal mayoritariamente estable y cualificado por la
experiencia en la práctica. En este mismo sentido, más de la mitad de los educadores
encuestados (58,3%) afirma tener experiencia laboral en el área previa al ingreso al
museo o espacio de arte en el que se desempeña actualmente. Esta experiencia se
reparte equitativamente entre instituciones públicas, privadas y voluntariados.
Por otro lado frente a la consulta por la herramientas de su formación que los edu-
cadores utilizan en su práctica cotidiana surgen de manera equitativa: por un lado la
implementación de los marcos teóricos y el conocimiento general sobre la historia
del arte y por el otro las herramientas pedagógicas. En menor medida se menciona
la implementación de conocimientos sobre gestión cultural. Cuando se les consulta a
los educadores y las educadoras sobre la o las capacidades que consideran deberían
adquirir y/o fortalecer, para mejorar su desempeño; aparece en primer lugar la necesi-
dad de herramientas pedagógicas (ya sean generales o específicas, abocadas a los di-
ferentes públicos). Figura, también, como un requerimiento prioritario la capacitación
en gestión. Los idiomas, la profundización de contenidos historiográficos sobre el arte
contemporáneo y el manejo de los públicos surgen en un segundo lugar de prioridad.
19
Jordi Ferreiro, “¿Cómo explicarle qué es el arte a un departamento educativo muerto?”, Revista Qua-
dern, nº 206, Sabadell, 2016, p. 2. http://malba.s3-website-sa-east-1.amazonaws.com/wp-content/
uploads/2017/03/10102803/Jordi-Ferreiro.pdf, (acceso: 13/09/2018).
En consonancia con lo que plantea Ana Inés Giese en Las visitas guiadas también escri-
ben la historia,20 consideramos que los educadores son el vehículo de una producción
cultural multidisciplinaria y colectiva; que se diseña durante el tiempo de planeamien-
to pero que se reinventa permanentemente, junto a los visitantes/participantes, du-
rante el período de implementación. Consideramos que las áreas educativas de los
museos funcionan como verdaderos laboratorios creativos de educación no formal.
Una de nuestras entrevistadas lo dice concretamente:
[…] yo creo que la formación que me brindó herramientas para este trabajo
no es solo la académica o los estudios sino también el mismo trabajo es muy
formativo. Aquí el recambio de muestras permanentes hace que siempre haya
que pensar, repensar y desafiar las estrategias metodológicas. A veces hay
más tiempo, a veces menos tiempo, a veces se puede más o se puede menos.
Pero creo que lo que tiene de bueno el departamento de educación es siempre
estamos pensando y cuestionándonos cómo mejorar la propuesta, diversifi-
carla, cómo hacerlas más atractivas. Entonces es el trabajo y las experiencias
dentro del trabajo lo que te brinda herramientas para el mismo trabajo.21
Creemos que una de las nuevas misiones los departamentos de educación es colabo-
rar con la profesionalización de sus miembros; como señala Giese, no solo en términos
de capacitación sino también visibilización de las prácticas del educador y de legitima-
ción dentro y fuera de la institución.22 La sistematización de una reflexión crítica sobre
la misma práctica y su formalización a través de la escritura se vuelven instancias
necesarias, que cada vez más deben ser contempladas por los departamentos de edu-
cación al planificar sus tareas.
Respecto de las posibilidades de un verdadero ejercicio educativo crítico nos
seguimos cuestionando cuáles son las posibilidades del educador de mediar sin
limitar. Consideramos que este debe ser nuestro objetivo a alcanzar; un norte que
nos mantenga alertas y a resguardo caer en la explicación ya que como dijo Jacques
Rancière “[...] sabemos que la explicación no es solamente el arma embrutecedora
de los pedagogos, sino el vínculo mismo del orden social”.23 Para evitar esto debemos
20
Ana Inés Giese, “Las visitas guiadas (también) escriben la historia del arte. El rol del Guía de Museo
en la producción de nuevos relatos e interpretaciones sobre lo que se exhibe”, en: María José Herrera
(dir.), Exposiciones de Arte Argentino y Latinoamericano. El rol de los museos y los espacios culturales en la
interpretación y la difusión del arte, Buenos Aires, Arte x Arte, 2013, pp. 121-139.
21
Entrevista realizada por las autoras, 21/08/2018.
22
“Profesionalizar una disciplina o actividad, supone una intención específica en la que las mismas ins-
tituciones interesadas en revalorizarse sean las mayores responsables en apuntalarla. El concepto de
profesionalización supera la noción de capacitación, pues la acción de hacer apto a alguien para realizar
una tarea no siempre da cuenta de la complejidad ni de la totalidad de ese desarrollo. […] En muchos
casos su labor [la del educador] aparece como accesoria a la institución, dependiendo del grado de
prestigio y visibilidad pública que revista una exposición. En la articulación que un museo hace entre po-
der y posicionamiento de sus profesionales también queda en evidencia la fragilidad del Guía de Museo
en relación al status-rol que ocupa dentro de los organigramas institucionales”. Ana Inés Giese, op. cit.,
p. 138.
23
Jacques Rancière, “El emancipador y su mono”, en: El maestro ignorante, cinco lecciones sobre la eman-
cipación intelectual, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2007 [1987], p. 148.
Para finalizar queremos expresar que nos parece posible y hasta necesario que como
educadores podamos servirnos de las corrientes principales del arte contemporáneo
para renovar nuestras propias prácticas educativas sobre el arte. Nos queda pendiente
sondear qué procedimientos estéticos que se estén llevando a cabo en nuestro tiempo
pueden refuncionalizar nuestra metodología de trabajo. ←
Introducción
1
Pierre Bourdieu, “Las dos caras del Estado: Un texto inédito de Pierre Bourdieu”, La ciudad futura, nº
151, 2012. http://laciudadfutura.blogspot.com/2012/01/las-dos-caras-del-estado-un-texto.html, (acce-
so: 31/4/2019).
Y, por último, el teatro independiente que, a grandes rasgos, engloba todo aquello que
no puede ser comprendido entre los tres primeros. José Marial, al hablar de dicho
circuito afirma que “El teatro independiente crea su teoría artística y en su contenido
involucra nociones y conceptos que van desde el aspecto de su conducta hasta una
integración ética en función de su actividad dramática”.3
2
Marcela Bidegain, “¿Qué es el teatro comunitario? Categorías para la definición del fenómeno cultu-
ral”, Anagnórisis, nº 3, 2011, p. 3. http://www.anagnorisis.es/pdfs/Testimonio-teatro_comunitario.pdf,
(acceso: 31/04/2019).
3
José Marial, El teatro independiente, Buenos Aires, Alpe, 1955, p. 16.
4
Josef Pieper, El ocio y la vida intelectual, Madrid, Rialp, 1979.
5
Karmen Saavedra Garfias, “Teatro universitario y teatro sin universidad”, Ciencia y Cultura, nº 34,
2015, pp. 127-152. http://www.scielo.org.bo/pdf/rcc/v19n34/v19n34_a07.pdf, (acceso: 31/04/2019).
6
Universidad Nacional de las Artes, “Estatuto provisorio del IUNA”, 1998. https://assets.una.edu.ar/
files/file/rectorado/2016/reglamentaciones/estatuto-provisorio.pdf, (acceso, 31/4/2019).
7
Josef Pieper, op. cit., pp. 178-179.
8
Ibid., p. 182.
Tipificación necesaria
1. Especificidad física: las puestas son montadas en los edificios universitarios, tanto
en la EMAD como en la UNA. Francisco Javier, quien realiza una vinculación entre el
espacio arquitectónico y el espacio escénico, argumenta que
Los ámbitos parateatrales o no convencionales ofrecen, en general, espacios
escénicos fuertemente significantes, estrechamente ligados a la significación
que se desprende de las características del lugar destinado al espectador (no
es pertinente hablar de sala porque esta palabra remite inevitablemente al
espacio teatral a la italiana), casi siempre una platea improvisada, donde todo
es precario. La arquitectura del lugar –casi siempre, un ámbito destinado a
fábrica o depósito, o vivienda, desafectados– no puede menos que significar
intensamente: muros descascarados, pisos de materiales desiguales y muy
deteriorados; a esto se agrega, modestos sistemas de iluminación, gradas
para el público, y variedad de sillas o bancos, a menudo incómodos; sistemas
significantes que concretan por igual ambos espacios –el del actor y el espec-
tador– [...].9
Los espectadores al momento de asistir a ver una producción, entienden que ésta se
encuentra localizada ediliciamente dentro de una institución formal de enseñanza.
Esto produce un diálogo necesario e intrínseco con los montajes que influye necesa-
riamente en el producto final. El espectador observa procesos pedagógicos y tesis aca-
démicas como trasfondo de las diversas tematizaciones de la escena. En este mismo
sentido, partiendo de la cita anterior, muchos de estos espacios originalmente no han
sido pensados para alojar obras teatrales. Así es común ver espectáculos dispuestos
en aulas o, a las mismas salas, cumplir el doble papel de aula-teatro. Se genera una
nueva significación donde el rol institución de enseñanza opera en el sentido general
del espectáculo.
9
Francisco Javier, El espacio escénico como sistema significante: la renovación del espacio escénico,
Buenos Aires, Leviatán, 1998, p. 17.
Al momento de desarrollar esta tipificación surge como necesidad ver cómo estas ca-
racterísticas se manifiestan en los espectáculos que devienen del quehacer académico
de estas instituciones. Para ello realizaremos un análisis del proyecto de graduación
BISHO Aletazos de libertad (2018) dirigido por Maruja Bustamente en el DAD-UNA; la
muestra de la asignatura “Actuación 4”, Hay un pecado que no se perdona (2017) de la
cátedra Cacace en la misma institución; y, por último, el proyecto final Un día elegimos
bailar (2018) de la cátedra De Simone-Molina en la EMAD.
Los proyectos de graduación en la Universidad Nacional de las Artes, como bien señala
su nombre se encuentran en el último año de la currícula y se constituyen como el últi-
mo paso al momento de finalizar las carreras de grado. Se conforma como un montaje
de cuatro meses de duración, con un producto final espectacular que debe cumplir 12
funciones frente a público. Esto no es casual, no solo los ensayos y entrenamientos
forman parte de las horas cátedra, sino que las funciones también. Queda de manifies-
to que la especificidad de esta materia se encuentra en que el futuro graduado tenga
una experiencia obligatoria frente una platea, haciéndose cargo la institución de este
aspecto fundamental de las artes escénicas. Otra particularidad es que los docentes/
directores son convocados de manera externa y tienen una rotación luego de participar
en algunos proyectos de graduación.
De la misma manera que hemos mencionado, opera el espectáculo Hay un pecado que
no se perdona, pero con otra especificidad. Esta se encuentra catalogada como muestra
y forma parte de otro tipo de materia curricular, como lo es “Actuación 4”. El público
asiste entonces sabiendo de antemano que lo que verá es una muestra y, por lo tanto,
las reglas que aquí rigen la espectacularidad son distintas a las de un espectáculo que
puede encontrar en el resto de la oferta teatral porteña. Al encontrarse enmarcada
en una cátedra, uno debía asistir en el horario de cursada, los martes y jueves a las
11 a.m., momento poco ortodoxo para ver teatro. El espectador entonces ingresaba
a un aula donde se desarrollaría la experiencia escénica, no existía lugar para una
platea convencional y uno se ubicaba en el piso para luego ser invitado a uno de los
tantos colchones que habitaba cada uno de los actores y actrices. Había igual número
de intérpretes que de espectadores y se hacía evidente que la indagación escénica se
encontraba centrada en una proximidad y un espacio no habitual. Este espectáculo, a
menos que sea desarrollado sin ánimos de lucro, se vuelve imposible en cualquier otro
circuito, ya que el sostener a casi 30 actores en escena, con solo un espectador cada
uno, inviabiliza cualquier ánimo recaudatorio.
10
Maruja Bustamante, BISHO, aletazos de libertad [guión literario]. Espectáculo desarrollado como pro-
yecto de graduación.
Un día elegimos bailar es parte de otro encuadre institucional, esta vez de la EMAD.
Resultado de un proyecto final, materia ubicada en el último año de la currícula, el
espectáculo incluía más de 30 actores en escena. Por la especificidad de la formación
con modalidad escuela, los intérpretes finalizaban cuatro años de formación compar-
tida en el mismo curso. Esto se evidenciaba en la dinámica propia del grupo, así como
también en la tematización central del espectáculo. Nuevamente aparece la presencia
del equipo de cátedra dentro de la sala, que incluso baila alguna de las coreografías
con los estudiantes. Aquí la resignificación propuesta por el enfoque académico gira en
torno a la trayectoria común que poseen quienes integran el elenco. La obra se vuelve
una invitación directa a verse incluido como espectador en la dinámica coral, llegando
al punto de que los actores invitan a la platea a bailar al centro de la escena y ser parte
de eso que ellos vivieron y está terminando. En este caso, la arista filosófica permite un
diálogo entre el espectáculo y los procesos creativos en las instituciones de enseñan-
za. Se abre al espectador la cocina de lo que fue el ciclo lectivo.
En el caso de la EMAD cada proyecto decide de qué manera recaudar los fondos nece-
sarios para llevar a cabo la puesta en escena. Por lo que, si bien parte del presupuesto
es brindando por la Dirección General de Enseñanza Artística, se recauda mayoritaria-
mente de manera autogestiva. En lo que respecta a las entradas, no estaba estipulado
un precio, sino que al final del espectáculo se pasaba una gorra y dependía de la vo-
luntad del espectador. Parte de lo recaudado se destina a la cooperadora de la Escuela
mientras que el resto vuelve a la obra.
Conclusión
Surge como interrogante entonces, ¿cuáles son sus limitaciones como circuito de pro-
ducción autónomo?, en particular, al momento de exceder el ambiente académico. En
este sentido, consideramos que su fuerte impronta se pierde entre los centenares de
ofertas teatrales, quedando reducido a los espacios educativos que los alojan y a un
público específico cercano a la comunidad de los estudiantes, docentes y graduados.
Por otro lado, resulta interesante pensar cómo interactúa con el resto de los circuitos
de producción, desde el diálogo, la contraposición y la complementación. De todas for-
mas, es claro el lugar que pueden alcanzar las instituciones de enseñanza en el campo
de las artes escénicas, posicionándose con sus espectáculos de calidad, al igual que
realizando aportes novedosos y experimentales desde su especificidad: lo académico.
←
Artistas, objetos y
circuitos en los márgenes
Daniel Leber
FFyL-UBA, Argentina
daniel.leber.7@gmail.com
Introducción
1
Véase carta de Federico Manuel Peralta Ramos dirigida a James F. Mathias de la John Simon
Guggenheim Memorial Foundation el 14 de junio de 1971. Publicada en Clelia Taricco, “Federico Manuel
peralta Ramos: ‘Y no me pudieron parar…’”, en: Federico Manuel Peralta Ramos. Retrospectiva, Museo de
Arte Moderno, Buenos Aires, 2003, p. 19 [Catálogo].
2
Tiro de Gracia, 1969, director Ricardo Becher. Película actualmente online en Youtube, minuto 1:17:45
del video https://www.youtube.com/watch?v=px3-Scx22vU, (acceso: 6/9/2019).
3
“Es un pedazo de atmósfera” (s.f.), [Artículo de publicación periódica]. Colección Federico Manuel
Peralta Ramos, Centro de Estudios Espigas, Tarea-IIPC, UNSAM - Fundación Espigas, Buenos Aires,
Argentina.
4
Esteban Feune de Colombi, Del Infinito al Bife, Buenos Aires, Caja Negra, 2019.
Peralta Ramos nos invita a tomar sus más variadas acciones en la esfera pública y
privada como obras artísticas. En 1971 declara a la prensa
El arte existe y así debe seguir llamándose, lo que pasa es que el arte se es-
capa por caminos imprevisibles. La vida es una obra de arte. [...] Mis próximas
obras se desarrollarán en la calle. Haré cosas de todos los días: tomar un
helado, sentarme en un banco; dar largas caminatas.5
Partiendo de la convicción de que la vida es una obra de arte,6 expresada ese mismo
año en su carta a la fundación Guggenheim al justificar el aparente despilfarro de la
beca otorgada, podríamos entender sus apariciones en los medios de comunicación
(dar entrevistas, escribir artículos, participar de programas televisivos o películas),
sus presentaciones en público (en boîtes y café concerts) e incluso su vida privada como
parte inseparable de su carrera de artista dentro del campo plástico:
Di vida a una frase de Octavio Paz, que dice “la contemplación estética se
terminó, porque el arte se disuelve en la vida social”. Entonces, ese famoso
objeto artístico que soy yo, se disuelve en el medio de comunicación masivo
como la televisión, haciendo realidad la frase “el medio es el mensaje”. Yo en
televisión hago “bodyart”. Y no soy un actor sino un artista plástico.7
Esta imposibilidad de distinguir con certeza la vida del arte, un tanto problemática en
términos estéticos, es explicada por Peralta Ramos en 1970 en el medio de una entre-
vista:
No puedo ver el futuro. Simplemente veo, más o menos, ciertas atmósferas.
A mí por ejemplo me parece una obra de arte lo que estamos haciendo ahora.
Podría no haber sido, si hubiera sido una mala entrevista [pero] no me parece
una mala entrevista. Entonces, como no es una mala entrevista, me parece
una obra de arte.8 (Fig.1)
Ya en relación a sus presentaciones en boîtes, en este caso Can Can, en 1971 declaraba:
Me interesan sobremanera medios como la televisión y me alegré cuando, el
año pasado, Columbia editó mi primer disco. Pero cantar en una boîte es, para
mí, aún más importante. Significa penetrar en los lugares más materialistas,
de más elementos mundanos. Mi acción allí tiene otro sentido. Alguien me dijo
un día que los que van a las boîtes no tienen hogar. Personalmente concibo
esos lugares como templos paganos. El público representa a los fieles que
van a sentir. El cajero debe ser el sacristán y los mozos, monaguillos, pero los
que actúan, somos sacerdotes. Satisface mi aspiración mística.9
Esta aspiración pareciera ser asida por el mercado al exponerse en galerías de arte y
museos objetos de memorabilia relacionados al artista que funcionan como reliquias
de un santo. Dedicatorias a amigos en el reverso de fotografías, cuadernos con frases
5
“32 años de ingenio y desenfado vs. 59 años de talento y comprensión”, Gente y la actualidad, 1° de julio
de 1971.
6
Véase la carta de Federico Manuel Peralta Ramos dirigida a James F. Mathias, op.cit., p. 19.
7
David Almirón, “FMPR: Quiero ser un hombre”, El Porteño, n° 21, septiembre de 1983, p. 48.
8
“Lo cósico de Federico”, Confirmado, 14 de enero de 1970, p. 35.
9
B.O., “Del Infinito al bife”, Análisis, n° 520, 2 al 8 de marzo de 1971, p. 58.
Tan particular anhelo por un mundo mejor queda retrospectivamente al margen del
arte político y de los medios que se desarrollaron a fines de los sesenta en nuestro
país. Para Inés Katzenstein, en su artículo “Verborragia e imaginación discursiva en la
10
Federico Manuel Peralta Ramos, Dibujos, Artemúltiple, Buenos Aires, diciembre de 1981.
11
Idem.
12
Idem.
13
Inés Kazenstein, “Verborragia e imaginación discursiva en la escena pública. Alberto Greco, Jorge
Bonino y Federico Manuel Peralta Ramos”, Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro
Argentino de Investigadores de Arte (CAIA), n° 4, Buenos Aires, 2014.
http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=150&vol=4,
(acceso 21/01/2020).
14
Idem.
15
Soledad Vallejos, “Un pedazo de atmósfera dadaísta”, en: Juan Pablo Sutherland (ed.), Cielo dandi:
escrituras y poéticas de estilo en América Latina, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011, pp. 62-75.
16
Federico Manuel Peralta Ramos, “José Guzman”, en: Sculpturjoyas, Del Retiro Galería de Arte, Buenos
Aires, abril, 1978 [Catálogo].
17
José Mendoza Castillo, La Era de Aquarius, Lima, San Marcos, 2012, pp. 11-12.
18
Marilyn Ferguson, La conspiración de Acuario, Madrid, América Ibérica, 1994 [1980].
19
https://www.findhorn.org, (acceso: 21/01/2020).
Aquella implosión, fogueada por los medios de comunicación masivos en auge, creó
redes que expresaron y modelaron un espíritu global de transformación en ciertos
sectores disímiles, pero sobre todo en las generaciones más jóvenes. Peralta Ramos
mismo parece expresar estas ideas al declarar:
Hay un poeta amigo mío, Rafael Ezquirru [sic], que tiene una frase que dice
“Cisnes del Mundo Uníos”, porque, ¿qué es ser cisne? Ser cisne es ser psi-
codiferente, es estar para la era de Acuario, para la era cósmica. Los patitos
feos son los cisnes que se preparan para reinar en el mundo. Los cisnes van
a hacer un movimiento final que se llama Locura de Amor, porque los cisnes
son la gente que tiene amor. El mundo de los cisnes es como una fraternidad
universal, la era que nace va a ser de amor global.21
Esta incipiente cultura global (más metropolitana que otra cosa)22 puso en tela de juicio
al status quo, oponiendo desde la rehabilitación lisérgica propuesta por el hippismo
californiano hasta la abolición de la sociedad de clases exigida por el estudiantado y la
clase obrera parisina, dándose su epifenómeno argentino también hacia mediados de
los sesenta y setenta, matizado con las complejidades de la trama político social del
país, antes, durante y después de las dictaduras militares que le tocaron sufrir. Podemos
constatarlo en el desarrollo de las puebladas que entre 1969 y 1972 protagonizaron
estudiantes y trabajadores, las comunas naturistas de El Bolsón asentadas desde
1971, los espacios culturales alternativos como La Cofradía de la Flor Solar en La
Plata y las revistas como Eco Contemporáneo, Escarabajo de Oro y Expreso Imaginario,
hasta por ejemplo la puesta en escena de Hair, el musical estadounidense sobre los
hippies, estrenado en Buenos Aires en 1971 con la producción de Alejandro Romay,
entre otros. El espectro era amplio y estas expresiones, desde las más contraculturales
y de vanguardia a las más comerciales y masivas, evidencian la incorporación de
la juventud al mercado en tanto segmento diferenciado. En la misma edición de la
revista Siete Días de 1969, en la cual se publica una entrevista a Peralta Ramos (y que
él también considera una obra de arte), se tocan temas que ilustran el giro cultural
que se daba a nivel planetario. La oposición a la guerra de Vietnam por parte de los
universitarios estadounidenses, la llegada a Buenos Aires de Brahmachari Sattyanand,
lugarteniente del Maharishi Mahesh Yogi, la financiación de la International Society
for Krishna Consciusness por parte del beatle George Harrison o la serie de notas “La
Tierra, el Universo: Expedición” que exponía dudosas teorías sobre los enigmas de la
Humanidad, son algunos ejemplos. Todas estas notas convivían felizmente con artículos
sobre el porvenir del Onganiato, la crisis industrial argentina, los consejos del padre
20
Marilyn Ferguson, op. cit., p. 37.
21
Jorge Pistocchi, “El firmamento Cósmico de los Patitos Feos”, Expreso Imaginario, n° 5, 1976, p.7.
22
Pierre Restany, “Buenos Aires y el nuevo humanismo”, Planeta, nº 5, 1965, p. 119-129.
1. Subestructura científica: la Nueva Era busca avalar sus creencias espirituales con
evidencia científica. Ganuza cita como ejemplo a Fritjof Capra, físico austríaco cuyo best
seller, El Tao de la Física intenta demostrar los puntos de convergencia entre el misticis-
mo y los aportes de la física cuántica y la relatividad postulada por Einstein. La Nueva
Era a su vez interpreta al universo como una totalidad continua, un organismo unitario
y viviente. Esta concepción platónica de cosmos como animal divino es extensamente
rumiada por Peralta Ramos en sus artículos de la revista Semana. Nuevamente, sujeto
y objeto se confunden.
23
Juan Miguel Ganuza, La avalancha de las Sectas Esotéricas, Caracas, San Pablo, 1995, pp. 64-70.
24
Federico Manuel Peralta Ramos. Retrospectiva, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, septiembre de
2003 [Catálogo].
25
Aleister Crowley, El libro de la Ley, Barcelona, Humanitas, 1992 [1904].
26
AA.VV., “El Mundo del Zen”, Planeta, nº 5, Buenos Aires, 1965, pp. 71-99.
27
Federico Manuel Peralta Ramos, “Reclamo de Supervivencia (merengue)”, La Semana, año 6, nº 314,
1982.
28
“Lo cósico de Federico”, Confirmado, 14 de enero de 1970, p. 35.
29
Federico Manuel Peralta Ramos, “¿Por quién doblan los bombos? (swing fácil)”, La Semana, año 6, nº
315, 1982.
30
Federico Manuel Peralta Ramos, “Reclamo de Supervivencia (merengue)”, La Semana, año 6, nº 314,
1982.
31
Federico Manuel Peralta Ramos, “Era hora (rock)”, La Semana, año 6, nº 318, 1982.
Conclusión
A lo largo de su carrera, o mejor dicho vida, son numerosas las referencias que Peralta
Ramos hace al advenimiento de la Era de Acuario, la cual pondría fin a la violencia y la
miseria, para traer un milenio de amor, paz y empatía. Resumiendo, podemos ver cómo
este supuesto cambio de conciencia en la humanidad es profesado por Peralta Ramos
en los extremos de su carrera: “Hay que dar paz y cordura, porque en el Cosmos ha
habido una mutación y la energía negativa ha sido desplazada por la energía positiva.
[...] Los centros de poder, que estaban copados por magos negros, van a ser copados
por magos blancos”.33
32
Federico Manuel Peralta Ramos. Retrospectiva, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, septiembre
2003, p. 99 [Catálogo].
33
Ernesto Molina, “FMPR: Estar Presente”, Status, marzo de 1979, p. 12.
34
Es un pedazo de atmósfera (s.f.), [Artículo de publicación periódica]. Colección Federico Manuel Peralta
Ramos. Centro de Estudios Espigas, Tarea-IIPC, UNSAM - Fundación Espigas, Buenos Aires, Argentina.
35
Miguel Grinberg, “Crear y amar en silencio”, Eco Contemporáneo, n° 8/9, 1965, p. 3.
Antonio Berni resulta una figura ineludible para pensar los principales debates esté-
ticos que atraviesan el arte argentino del siglo xx. En este sentido existe una extensa
bibliografía que aborda su obra plástica como así también el lugar que la misma ocupó
dentro de la escena artística local e internacional. Si bien su producción ha sido pen-
sada a lo largo de los años desde sus múltiples aristas y a través de distintos enfoques
metodológicos, los estudios que abordan su obra a partir de una mirada desde la ma-
terialidad aun representan un campo poco explorado. Sus elecciones en relación al
uso de los diversos soportes, las innovaciones sobre las técnicas artísticas, como así
también la exploración con los diversos materiales y objetos que el artista incorpora al
espacio de representación hacen de la dimensión material un aspecto fundamental en
su obra para comprender el desarrollo de sus programas estéticos.
Es importante destacar que cuando pensamos en la materialidad de un objeto no la
concebimos únicamente como su condición física, sino que la misma también incluye
las relaciones que ésta establece con las prácticas culturales que fueron necesarias
tanto en los procesos de creación, como de recepción.1 En este sentido, al pensar una
imagen a partir de la dimensión material es posible advertir un conjunto de tradiciones,
conocimientos, negociaciones y voluntades involucradas que de otro modo pasarían
inadvertidas.
Trabajar desde la materialidad como bien indica Siracusano implica: “convertir estas
presencias materiales en restos arqueológicos del ‘hacer’, en disposiciones efectivas
de gestos e intencionalidades, en índices materiales de prácticas concretas e ideales”.2
Este enfoque teórico supone “convertir la materia en un documento”,3 que carga con
1
Ver Daniel Miller (ed.), Materiality, Durham, Duke University Press, 2005, pp. 1-45.
2
Gabriela Siracusano, “Entre ciencia y devoción. Reflexiones teóricas e históricas sobre la conservación de
imágenes devocionales”, en: IV Congreso GeIIC (Grupo Español del International Institute for Conservation).
“La restauración en el siglo xxi. Función, estética e imagen”, Madrid, Geiic, 2009, p. 242.
3
Gabriela Siracusano, El poder de los colores. De lo material a lo simbólico en las prácticas culturales
andinas, Buenos Aires, FCE, 2005, pp. 18-21.
4
Ibid., p. 23.
5
Miller, op. cit.
6
Siracusano, El poder de… op. cit.
7
Bruno Latour, We Have Never Been Modern, Cambridge, Harvard University Press, 2000.
8
Arjun Appadurai (ed.), The Social Life of Things, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, p. 64.
9
Chris Gosden y Yvonne Marshall, “The cultural biography of objects”, en: World Archeology, vol. 31, n°
2, 1999, pp. 169-178.
10
Bruno Latour, Reassembling the Social. An Introduction to Actor-Network Theory, Oxford, Oxford University
Press, 2005.
11
Bruno Latour, “Un colectivo de humanos y no humanos”, en: La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la
realidad de los estudios de la ciencia, Barcelona, Gedisa, 2001, pp 208-256.
No es la primera vez que Berni elige para representar a Juanito Laguna un escenario
fabril. A principios de los años sesenta ya lo había ubicado frente a una enorme fábrica
metalúrgica. Estamos hablando de la obra Juanito le lleva la comida a su padre peón
metalúrgico (1961), perteneciente actualmente a la colección del Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires. En esta obra Juanito representa la niñez, y sus proporciones son
diminutas en relación a una gigantesca fábrica la cual le pertenece al mundo de los
adultos. A diferencia de Juanito going to the factory (1977) donde el protagonista se vincula
al espacio laboral desde otro lugar. Podríamos pensar que es este mismo joven, 15 años
más tarde, quien se dirige desde un barrio marginal hacia un puesto de trabajo en la
fábrica. A su vez, si comparamos ambos collages también es posible advertir diferencias
surgidas en la selección de objetos que el artista realiza para construir ambos escenarios.
12
El desarrollo en las últimas décadas de esta perspectiva teórica y epistemológica se enmarca dentro
de lo que se conoce como principio de la antropología simétrica.
13
Igor Kopytoff, “La biografía cultural de las cosas: La mercantilización como proceso”, en: Arjun Appadurai
(ed.), La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías, México, Grijalbo, 1991, pp. 89-122.
14
Un ejemplo de esta primera etapa podría ser el caso de la Villa Desocupación en la zona del Puerto Nuevo.
15
Lucia Dominga González Duarte, Villas miseria: la construcción del estigma en discursos y representacio-
nes (1956-1957), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2015, p. 9.
16
Valeria Snitcofsky, Villas de Buenos Aires. Historia, experiencia y prácticas reivindicativas de sus habitantes
(1958-1983), Tesis para optar por el grado de Doctora en Antropología, Buenos Aires, Universidad de
Buenos Aires, 2015.
17
A diferencia de lo que había sucedido con el modelo agroexportador en la segunda mitad del siglo xix
donde la inmigración que había llegado a Buenos Aires era europea.
18
Snitconfsky, op.cit.
19
El mismo año que aparece la novela de Verbitsky, Raúl González Tuñón publica el libro A la sombra de
los barrios amados, el cual incluye su poema Villa Amargura.
20
Eva Camelli, “La ocupación silenciosa del espacio. Conformación y crecimiento de las villas en la ciu-
dad de Buenos Aires, 1930-1958”, Cuaderno Urbano. Espacio, Cultura y Sociedad, vol. 22, 2017, pp. 73-79.
21
Para profundizar sobre el lugar que ocupó el repertorio iconográfico del pop norteamericano para
la formulación de los realismos de la segunda mitad del siglo xx, ver Arthur Danto, “Arte pop y futuro
pasado”, en: Después del fin del arte, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp 141-156.
Lindante a la lata del café Martinson, se ubica parte de una lata que reconocemos con
los jugos de uva y ananá de la marca Dóle. Dicha marca, fundada en Hawai en 1851, se
especializó en la elaboración de productos provenientes de esta isla que resultaron no-
vedosos por su forma de embalaje. No podemos dejar de mencionar que dicha empre-
sa norteamericana establecida en más de 90 países, es reconocida por la explotación
de recursos sobre las economías de países de América Latina.
Tanto Dóle, como la United Fruit Company, encarnaron el modelo de explotación que
durante el siglo xx mantuvieron estas corporaciones sobre las producciones regionales
del Caribe y Latinoamérica. El estancamiento que este sistema productivo provocó so-
bre las economías bananeras hizo que en la década del sesenta, se elaboraran estudios
como la teoría de la dependencia. Dicho enfoque justamente lo que buscaba era dejar
en evidencia esta relación desigual de poder entre países centrales, como productores
de bienes con alto valor agregado y una periferia que quedaba relegada únicamente a
la producción de materias primas. Esta teoría lo que señalaba era que el poder y de-
sarrollo económico conseguido por los países del centro solo era posible a costa de la
subordinación y dependencia de las economías periféricas.
Asimismo, una publicidad de la época (Fig. 2) que acompañaba estos productos de jugo
enlatados, nos invita a pensar el modo en que se construyó la imagen sobre Hawaii
en función de los intereses de la clase terrateniente de los Estados Unidos. Esta re-
presentación de la otredad, como lo eran desde la mirada occidental, los pobladores
hawaianos, revisten un carácter de lo exótico y lo femenino. De esta manera, es posible
advertir que el sistema de dominación económico también se apoyaba en un imperia-
lismo cultural,22 implícito en la promoción de estos productos.
A modo de conclusión
Ya en 1963, el propio artista señalaba:
Este nuevo realismo actúa mediante la incorporación directa del objeto, ya
sea ésta una cacerola, un pedazo de papel, un trozo de arpillera, un reloj, una
cuchara […] empleo un collage que está en función íntima con la temática.
Al emplear […] todos los residuos que se encuentran en la basura, estoy in-
terpretando precisamente el medio que corresponde a ese personaje que yo
llamo Juanito Laguna.23
22
Edward Said, Orientalismo, Barcelona, DeBolsillo, 2007, pp. 34-37.
23
Palabras de Antonio Berni en “Berni y nosotros”, Nosotros en el arte y la literatura, Buenos Aires, nº 1,
septiembre 1963.
Algunos años más tarde en una entrevista para la revista Análisis y en relación a los
materiales escogidos, Berni agregaba:
Entonces pensé que en lugar de usar colores al óleo, a la tempera, podía em-
plear latas, maderas, los residuos de ese mundo. […] Es decir: dado que la
pintura no me alcanzaba para expresar ese mundo recurrí al collage integra-
do por elementos propios del ámbito en que vivía el personaje.24
Esta insistencia sobre una correspondencia directa entre los materiales seleccionados
y el contexto en que se inscriben sus personajes es posible rastrear en muchas de las
declaraciones en las que Berni hace referencia al uso del collage dentro de la produc-
ción de este período. La misma formaba parte de una estrategia discursiva del propio
artista que buscaba alinear sus búsquedas pictóricas con una mirada comprometida
con la realidad política y social de su época. Un modo de justificar y promocionar esta
propuesta que si bien echaba sus raíces en los ya conocidos programas estéticos vin-
culados al realismo social, mediante una innovación material pretendía actualizar el
discurso dentro de lo que era aceptado en el circuito artístico global. Sin embargo,
desde un enfoque teórico que parte de la materialidad, con la aplicación de criterios
metodológicos que permiten revelar las redes objetuales presentes en esta producción
es posible cuestionar y complejizar dichas afirmaciones realizadas por el artista.
24
“Berni, collages para el tercer mundo”, Análisis, Buenos Aires, nº 379, año VIII, junio de 1968.
1
Daniela Lucena y Gisela Laboureau (comps.), Modo mata moda. Arte, cuerpo y (micro)política en los 80,
La Plata, EDULP, 2016.
2
Halim Badawi y Fernando Davis, “Desobediencia sexual”, en: Perder la forma humana. Una imagen
sísmica de los años ochenta en América Latina, Sáenz Peña, Buenos Aires, Universidad Nacional de Tres
de Febrero; Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2012 [Catálogo], pp. 98-104.
Se añade a esta condición la investidura opaca que recubre a esa memoria documen-
tal, frecuentemente arrumbada en guaridas remotas, surcada por segmentos de inte-
ligibilidad errática y zonas de visibilidad tenue. Frecuentemente soterradas en domici-
lios particulares antes que en archivos públicos, estas huellas proceden de la potente
afición movilizada por pasiones recolectoras y ánimos acopiantes de los restos de una
comunidad poética subterránea. De un sótano a otro, la reactivación de estas expe-
riencias sensibles en la piel de los restos documentales redimidos de las cenizas de un
tiempo consumido instala ánimos de sospecha.5
3
Lucía Álvarez, “Te archivás o te archivan”, en: X Seminario Internacional Políticas de la Memoria. Arte, me-
moria y política, Buenos Aires, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, 2017.
http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2018/01/seminario/mesa_24/alvarez_mesa_24.pdf, (acceso: 26/03/2019).
4
Jacques Derrida, Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional,
Madrid, Trotta, 2012.
5
Peggy Phelan, Unmarked: The Politics of Performance, London, Routledge, 1993.
6
Fernanda Carvajal “Encarnar el archivo. Notas sobre archivos y artes del cuerpo”, en: Macarena García
Moggia (comp.), Archivo. Prospectos de arte, Valparaíso, Centro de Documentación de las Artes Índice,
2010, pp. 43-59.
Las resonancias del giro al archivo, lejos de atenuarse, se reanudan en políticas de-
seantes de archivos desclasificados, ánimos profanos que, con frecuencia, ignoran que
la condición legible e inteligible de un documento no se resuelve en la huida de la ca-
verna. Redimidos del lado oscuro del archivo, la exposición prolongada de estos rastros
a la luz que encandila puede enturbiar la nitidez de algunos sentidos que pulsan desde
la opacidad.
Coroladas como potentes máquinas narrativas, las exposiciones de arte modelan el ca-
rácter público de las piezas que exhiben pero actúan, también, mediante operaciones de
abstracción y recorte que significan a las piezas que estas vuelven inteligibles. Ceñidas
históricamente a la exhibición de obras de arte, la potencia expansiva de la furia o el
furor de archivo,9 reverbera en el museo e impregna las exposiciones al tiempo que dia-
grama artefactos que mudan sus pieles y reacondicionan sus relatos e infraestructuras
a las crecientes demandas de memoria documental del arte latinoamericano.10 La pro-
liferación infectocontagiosa del archivo se hace síntoma en la exposición reimaginada
como un reducto que amplifica la potencia revulsiva alojada en el archivo, allí donde se
desclasifican los despojos de acciones desobedientes y prácticas insubordinadas.
Una pregunta lanzada por Jorge Blasco inquieta la condición del archivo en situación
de exposición: “¿Cómo se museografían los archivos [de acciones efímeras y memoria
frágil]?”.11 Urge recordar que en la reunión de los signos, en la sanción de un afuera y
un adentro y en la producción de un resto, un fuera-de-sí, el archivo diseña sus propios
modos de suministrar(se) visibilidad, es decir, anticipa y figura en su confección mane-
ras de ser mostrado y artefactos que se ajustan a la fisonomía de su poética. El autor
agrega que “si el archivo quiere participar de un espacio público con una tradición tan
potente como el expositivo tendrá que mirarse a sí mismo, pero no por lo que contiene
7
Jacques Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana, Madrid, Trotta, 1997 [1995], pp. 15-107.
8
Hal Foster, “An Archival Impulse”, October, no 110, 2004, pp. 3-22.
9
Suely Rolnik, “Furor de archivo” en Errata Arte y Archivos, no 1, año 1, 2010, pp. 38-53. https://issuu.com/
revistaerrata/docs/revista_de_artes_visuales_errata_1_issuu, (acceso: 20/09/2018).
10
Red Conceptualismos del Sur, “Estado de alerta (23102009)”, en: Macarena García Moggia (coord.)
Archivo. Prospectos de arte, op. cit., pp. 33-39.
11
Jorge Blasco Gallardo, “Museografiar archivos como una de las malas artes. El indefinido espacio
entre el museo, el archivo y la exposición”, Errata. Arte y Archivos, no 1, año 1, 2010, p. 76. https://issuu.
com/revistaerrata/docs/revista_de_artes_visuales_errata_1_issuu, (acceso: 14/09/2018).
Joaquín Barriendos aspira a desmontar estas operatorias que reintegra como parte
de una cultura institucional que, prevenida de su condición obsolescente, reacondicio-
na sus prácticas y tuerce sus relatos, delineando fronteras porosas, desplazando su
capacidad de agencia hacia prácticas cuya carga disruptiva e insurgente negó como
presente. No obstante, agrega que
[...] el museo privilegia la tendencia de preservar y perpetuar a toda costa
la radicalidad y la no canonicidad de los objetos exhibidos sin preguntarse
por los procesos de construcción de dicha radicalidad; en otras palabras, la
tendencia que observo no es la de la inoculación de la potencia disruptiva
del arte conceptual periférico, sino más bien la de fijación y artistificación del
carácter de no canónico o de aún-no-canónico de las prácticas conceptuales
de América Latina: una suerte de esencialización estratégica entre canon y
contra-canon.14
12
Ibid., p. 84.
13
Suely Rolnik, op. cit.
14
Joaquín Barriendos, “(Bio) políticas de archivo. Archivando y desarchivando los sesenta desde el mu-
seo de arte”, Artecontexto, no 24, 2009, pp. 18-25. https://www.artecontexto.com/es/ver_revista-24.html,
(acceso: 27/03/2019).
15
Andrea Giunta, “Archivos. Políticas de conocimiento en el arte de Américana Latina”, Errata. Arte y
Archivos, no 1, año 1, 2010, p. 23. https://issuu.com/revistaerrata/docs/revista_de_artes_visuales_
errata_1_issuu, (acceso: 15/09/2018).
Las escrituras y registros que recuperan las esquirlas de Escenas de los ‘80 decretan
el modo en que la exposición procuró articular la proliferación de poéticas emergentes
durante la postdictadura con los ánimos movilizados (politizados) por el retorno de-
mocrático, entre activaciones de la sociedad civil, organismos de DD.HH. y colectivos
artísticos. El recurso a lo pictórico y a la instalación se amplifica en la exhibición para
incluir los restos documentales que emanan de aquel pasado reciente, cuyos tiempos
16
Suely Rolnik, “Geopolítica del rufián (o del chuleo, o del cafishio)”, Ramona, no 67, Buenos Aires, 2006.
17
Joaquín Barriendos, op. cit. p. 24.
18
En 1988 se estrenó en el Centro Cultural Ricardo Rojas La desesperación de Sandra Opaco, interpretada
por Batato Barea.
19
AA. VV., “Red Conceptualismos del Sur: Memoria, política, microhistorias y experimentación con
archivo”, en: Miguel A. López (cord.), Robar la historia. Contrarrelatos y prácticas artísticas de oposición,
Santiago de Chile, Metales Pesados, 2017, pp. 107-127.
La tesis de una década opaca,21 desvaída por el derrotero de un tiempo histórico des-
encantado y un aparato crítico que saturó las narrativas del arte de los noventa exhibe
la urgencia por desenterrar otras claves para ingresar a los ochenta, remendando los
efectos de lectura que oficiaron el desgarro de su potente arsenal crítico. Como co-
mentario o versión aumentada de la exposición, el catálogo editado en 2011 recopila
algunas menciones a aquella, que animan a una redistribución de los sentidos acumu-
lados sobre el periodo.
[...] esta muestra buscó recrear el clima de los primeros años ‘80. No intentó
una exégesis enciclopédica, sino más bien, ofrecer el panorama vital de una épo-
ca, conocida por relatos parciales que contribuyeron a menudo a despojarla
de la virulencia crítica que exhibió.23
Una batería de textos críticos restauran una imagen nítida de la primera sala, dedicada
a exhibir “documentos y fotografías memorables”24 (Figs. 1 y 2) que condensan la es-
pesura de una investigación más extensa –volcada en el catálogo– a cargo de Roberto
Amigo. La etiqueta “contexto histórico”25 remata una designación genérica que nom-
bra las gigantografías que resuenan en la caja blanca. A intervalos mudos se recrea
una cronología en imágenes que discurre entre los festejos por la asunción de Raúl
Alfonsín, los rostros de las víctimas de desaparición forzada apiñados en la marea de
reclamos por Aparición con vida, el Siluetazo, las intervenciones de C.A.PA.TA.CO y el
indulto menemista a los militares.
20
Para la exposición se consultó y utilizó material de los archivos del diario Página/12, el archivo de
la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), el archivo personal de Silvio
Zuccheri, el Archivo Batato Barea, los fondos documentales de Fundación Espigas, el archivo personal
de Vivi Tellas, entre otros.
21
Viviana Usubiaga, “Los ochenta vuelven a escena”, Página/12, Buenos Aires, 20 de noviembre de 2003.
https://www.pagina12.com.ar/diario/artes/11-28238-2003-11-20.html, (acceso: 17/09/2018).
22
Idem.
23
AA. VV., “Escenas de los ´80. Los primeros años”, en: Escenas de los ‘80. Los primeros años, Fundación
Proa, Buenos Aires, 2011 [Catálogo], p. 23. [El subrayado es nuestro].
24
Sin firma, “Exhibición multidisciplinaria sobre los años ‘80 en la Fundación Proa”, 10 de noviembre de
2003. http://proa.org/esp/exhibicion-proa-escenas-de-los-80-prensa.php, (acceso: 18/09/2018).
25
Idem.
Museografiar archivos con intenciones retrospectivas impone así, un ejercicio que re-
conozca y conjure las condiciones productivas de esa memoria y desde allí, las estra-
tegias museográficas que se ajusten a la posibilidad de esas imágenes de transmitir
zonas de experiencia aprehendida en el archivo y ponderen esa condición donde la
dispersión, la escasez y lo ilegible se adueña de los materiales que, desde el ejercicio
de su diferencia y su incomodidad, pueden recrear los modos en que arte y política
provocaron interrupciones y vuelcos sísmicos de sentido durante los años ochenta.
Una pregunta punzante toma por asalto la sala e interroga ¿cómo se museografían
los roces entre pintura colectiva, cuerpos desfachatados, recitales subterráneos,
26
Arlette Farge, La atracción del archivo, València, Alfons El Magnànim, Institució valenciana d’estudis i
d’investigació, 1991, pp. 8-39.
publicaciones de baja tirada y poesía menor? La escena que monta Proa combina pinturas
dispuestas como piezas exentas con los restos de la movida ochentera embalados en
la economía de una vitrina que intensifica la atracción de archivo27 mientras traza una
distancia irremediable, la experiencia de una lejanía aurática auspiciada por la ley
de eso-que-se-puede-ver-sin-tocar. Así, la promesa fallida de una rareza depone la
voluntad del visitante ansioso de entrar en contacto con la materialidad de lo archivado,
frágil al manoseo, negado al tacto.
Las gramáticas del archivo en situación de exposición demandan preguntar por la me-
dida en que una política de remanentes pueda saldar la restauración de emociones
políticas que abastecieron a la cultura del retorno de una artillería de sentimientos
encontrados y renovadas formas de activismo artístico y agencia corporalizada. Los
artefactos sensibles que instalan a las piezas de la exposición y las vuelven legibles ad-
ministran modos de dispersar el pasado y significan episodios a partir de los despojos
y piezas valoradas como trazos infaltables e infalibles de los ochenta. Las impresiones
captadas por María Moreno en un artículo polifónico publicado en Página/12 devuelven
una mirada afilada sobre la exposición:
Escenas de los ’80 - Primeros años, la muestra de Proa que cierra la próxima
semana, ha encontrado un gran recurso en su título. Es una vasta recopilación
de imágenes planas, incluidas fotos, fotocopias y cuadros; más el imposible
vestidito de Batato, como si existiera la posibilidad de que los ángeles contra-
vencionales pudieran –en lugar de dar anuncios y proteger el sueño– dejar
fetiches capaces de ser manoseados en un descuido de los guardias [...].28
María Moreno, “La generación del ochenta”, Página/12, Buenos Aires, 28 de diciembre de 2003. https://
28
29
Jorge Dubatti, Batato Barea y el nuevo teatro argentino, Buenos Aires, Planeta, 1995, p. 152.
30
Según consta en el catálogo razonado de la exposición Escenas de los ‘80. Los primeros años, op. cit.
Una ontología tensa, irresuelta se distiende entre la dignidad del documento y la frivo-
lidad del fetiche y modera las existencias de estos objetos, desmarcados de las expe-
riencias en las que resonó su materialidad. Restaurarlos con piezas abrillantadas de
un pasado en penumbras, darlos a ver bajo las condiciones de una luz diáfana podría
significar traicionar las zonas de baja visibilidad que trazan desde su genealogía sub-
terránea y adulterar la potencia que pudieran actualizar en la pulsación de sus desvíos
críticos.
Desde la urgencia de elaborar esas memorias históricas nos preguntamos: ¿de qué
modo actúan los archivos en la producción del carácter público de pasados surcados
por una renovada sed de criticidad desacelerada que esencializa su condición insu-
rrecta e insubordinada?; ¿en qué medida son los activismos artísticos de los ochenta
una reserva de despojos expuestos a la asimilación y la desmovilización del semiocapi-
talismo?; ¿qué apropiaciones y tráficos pueden ofrecer maneras de activar los ochenta
y sus fondos documentales desde la pulsación de sus coordenadas críticas?
[...] sería como presenciar una manada de búfalos –todo ese ruido, toda esa
polvareda, esa fuerza infernal– y pretender, muchos años después, levantar
algunas huellas que dejó para mostrárselas a la gente, pensando que con eso
alguien sienta el paso de la manada. Con esta muestra pasa algo de eso. Es
como la huella de una manada de búfalos. O peor: es volcar una historia de los
ochenta y encima no poner ni la huella de los búfalos.32
31
María Moreno, op. cit. [El subrayado es nuestro].
32
Idem. [El subrayado es nuestro].
La radicalidad de una manada que hundió sus pies en el barro (el engrudo) de la his-
toria y dejó tras de sí algunas huellas se anuda a un pensamiento sobre los modos de
devolver la virulencia, la experiencia de un Batato en escena y no retaceado en Escenas,
las maneras de evocar un recuerdo en ruinas y resarcir una memoria irretornable –si
es que tal cosa es posible. Reintegrar experiencias vaporosas y necesariamente reta-
ceadas, que se escurren entre las manos, puede significar a un tiempo desactivar su
capacidad de actualizar zonas de su aparato crítico a la vez que estas tácticas pueden
redundar en la fijación del componente radicalizado de un pasado reciente que re-
torna vaciado, taxidermizado. Este trabajo desea constituirse en un pequeño aporte
para pensar los modos de musealizar memorias frágiles, arrancadas del archivo y
restauradas en la economía de la exposición, como parte de las lógicas que modelan
nuestro acceso al pasado. Ni blanco, ni negro, ni documento, ni fetiche o quizá todas
las anteriores. ←
Introducción
1
Peter Pál Pelbart, Vida Capital, São Paulo, Iluminuras, 2011, p. 33. [Traducción propia].
2
Idem.
3
Colectivo Situaciones, “Notas sobre la noción de “comunidad”” Epílogo, en: Raúl Zibechi, Dispersar el
poder. Los movimientos sociales poderes antiestatales, Buenos Aires, Tinta Limón, 2006, s/p. https://www.
nodo50.org/colectivosituaciones/articulos_26.htm, (acceso: 5/07/2018).
4
Idem.
5
Se toma del concepto escultura expandida formulado por Rosalind Krauss, “La escultura en el campo
expandido”, en: Hal Foster (ed.), La posmodernidad, Barcelona, Paidós, 2008, pp. 59-74; para hacerlo
extensivo a la gráfica, como lo utiliza Silvia Dolinko, “Apuntes sobre una gráfica expandida”, Rinoceronte,
nº 8, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2017, pp. 3-4; entre otros autores.
6
Boris Groys, Volverse Público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea, Buenos Aires,
Caja Negra, 2014.
7
Nicolas Bourriaud, Postproducción, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2009, p. 7.
8
Rodrigo Alonso, “Reactivando la esfera pública”, Revista Lucera, nº 3, Rosario, 2003, pp. 10-15.
9
Idem.
Teniendo en cuenta estos aspectos, son objetivos de este trabajo indagar sobre los
modos de lo colectivo presentes en diferentes dimensiones del Festival. Estos modos
atraviesan desde la propia organización del grupo gestor, las temáticas y procedimien-
tos de producción y circulación de las imágenes, la búsqueda de variadas modalidades
de intercambio y las exploraciones sobre las formas de autoría colectiva y el trabajo
colaborativo. Así como las redes que tienden hacia diferentes artistas y grupos que tra-
bajan con la gráfica. De forma particular se analizarán dos ediciones correspondientes
a los años 2015 y 2016. El análisis comparativo permitirá observar algunas similitudes
y diferencias, determinadas en parte por el contexto político nacional, en las formas de
entender y proponer el hacer colectivo en el marco del desarrollo del Festival.
10
Dalia Haymann, “Introducción al mercado del arte”, Boletín Gestión Cultural, nº 12, Chile, Portal
Iberoamericano de Gestión Cultural, julio 2005, s/p. http://www.gestioncultural.org/boletin/2005/
bgc12-mercadodelarte.htm, (acceso: 5/07/2018).
11
María José Herrera, “Gestión y discurso”, en: AA.VV., TRAMA. Programa de cooperación y confrontación
entre artistas, n° 2, Buenos Aires, Fundación Espigas, 2003, pp. 100-111.
12
Idem.
13
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
14
Historiadora del arte e investigadora argentina del campo del grabado.
15
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
A partir de la edición 2014 dejaron de lado el archivo físico de estampas, decisión mo-
tivada por diferentes causas. Por un lado debido a las dificultades que implicaba su
conservación y almacenamiento (cabe mencionar que Presión es un proyecto indepen-
diente y autogestionado que no recibe subsidios ni financiamiento de ningún tipo); por
otro lado por el interés en generar un medio que permitiera mayor participación de
artistas de diferentes lugares del mundo; y finalmente, por la búsqueda de formatos
que discutieran el rol pasivo del espectador y promovieran prácticas participativas y
autorías colectivas. A su vez, la idea de festival implicaba una mayor cantidad de ac-
tividades y para la edición 2014 dejan Casa Inqui,16 el espacio donde realizaron el 1º
Encuentro, y se mudan a dos espacios culturales de la ciudad: Azul un Ala17 y el Galpón
de Encomiendas y Equipajes18 del colectivo La Grieta.
El festival se desarrolla a lo largo de dos o tres días al año en el mes de noviembre con
el despliegue de diversas actividades alrededor de la gráfica artística que se organizan
en tres ejes: la convocatoria de imágenes, que se realiza previamente pero que tiene
su espacio de intercambio y exhibición durante el transcurso del festival;19 los talle-
res, foros y conversatorios; y el espacio de feria con presentación de proyectos y venta
sin intermediarios. (Fig. 1) Además, los días previos suelen realizar alguna actividad,
como un workshop abierto, a modo de adelanto de lo que va a ser el festival.
16
Casa abierta que promueve actividades culturales ubicada en Avenida 1 entre 60 y 61 de la ciudad de
La Plata.
17
Espacio cultural autogestionado ligado a las artes visuales, donde participan varios profesores de la
Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Está ubicado en calle 69 entre 12 y 13
de la ciudad de La Plata.
18
Espacio cultural autogestionado emblemático de la ciudad, ubicado en la esquina de 18 y 71 en lo
que fue uno de los galpones del Ferrocarril Provincial, con un amplio trabajo en el barrio ferroviario de
Meridiano V. Vinculado a la literatura (tienen una biblioteca infantil La chicharra y publicaron una revista
homónima durante varios años) y a las artes visuales (cuentan con un taller de grabado entre otros es-
pacios), en los últimos años fueron sumando también propuestas relacionadas con la danza y el teatro.
19
De la edición 2014 se editó un catálogo con todas las imágenes participantes (que fue reeditado al año
siguiente), y a partir de la edición 2015 se sumó la disponiblidad de las imágenes en la web.
20
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
En esa línea Florencia Basso, otra integrante del colectivo, destaca “[…] eso tiene
Presión de bueno, somos todos, es un espacio de mucho respeto, y en general con el
espíritu se tiende a abrir más que a cerrar, entonces si alguien viene con algo si están
las ganas se hace”.21
El nombre de cada edición “[…] intenta direccionar qué se está planteando, una postura
político-ideológica que siempre es amplia, y cuál es el lugar que ocupa el arte”,22 men-
ciona Florencia. A su vez, el nombre refiere también al procedimiento de elaboración
de las imágenes. La edición 2015 se denominó Gráfica a la mano/Remixado gráfico. Con
Gráfica a la mano querían dar cuenta de las discusiones del colectivo respecto a la de-
mocratización de las imágenes:
[…] en el 2015 todas las discusiones que había en las reuniones previas de
Presión los temas de discusión tenían que ver con qué tipo de gráfica se plan-
teaba, cómo democratizar las imágenes […]. El grabado tiene esa cosa de la
multiplicidad, del original múltiple y el bajo costo. La fotocopia que es muy
económica, o una calcomanía que puedo hacer en serigrafía de forma artesa-
nal, lo mismo con el afiche. Son cosas que la gráfica habilita.23
Los foros de esta edición contaron con la presencia de referentes locales de la gráfica
de los años ochenta y noventa y cuyas producciones abarcaban el arte correo, las publi-
caciones y la intervención con afiches en la vía pública. Participaron entre otros Susana
Lombardo, Carlos Pamparana, Gustavo Larsen y el colectivo Tu K.K. & Pelu S.A. Por
otra parte, el Remixado gráfico hacía referencia al procedimiento para crear esas imá-
genes de manera colaborativa. “Teníamos esas reflexiones de cómo una imagen puede
21
Florencia Basso. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 10 de agosto 2018.
22
Idem.
23
Idem.
Las nuevas imágenes llevaban los nombres tanto del autor o autores de las imágenes
iniciales como del que realizó la nueva versión. En cuanto a los derechos de imagen
los organizadores aclaraban en la convocatoria que el juego funcionaba con criterios
de licencia Creative Commons,30 y que “[…] el proyecto se enmarca en conceptos como
obras culturales libres y copyleft”.31 Para ello se solicitaba al autor al momento de
enviar las imágenes que explicitara su conformidad con el libre uso de las mismas.
Además del remixado vía internet, realizaron un taller abierto previo al desarrollo del
festival, que consistió en un remixado presencial, para lo cual las personas eran convo-
cadas a descargar e imprimir las imágenes que quisieran para realizar el reversionado
24
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
25
Alejandro Piscitelli, “La fusión producción/consumo. Dj, programadores y artistas en la era de la
reapropiación cultural”, Filosofitis, Buenos Aires, 16 de julio 2005. http://www.filosofitis.com.ar/2005/07/16/
la-fusion-produccionconsumo-dj-programadores-y-artistas-en-la-era-de-la-reapropiacion-cultural/,
(acceso: 5/04/2018).
26
Bourriaud, op. cit., p. 55.
27
Paso 1 para descargar las imágenes http://presiongrafica2015paso1.blogspot.com.ar/, (acceso:
5/04/2018).
28
Paso 2 donde subían las nuevas versiones http://presiongrafica2015paso2.blogspot.com/, (acceso:
5/04/2018).
29
http://presiongrafica2015.blogspot.com.ar/, (acceso: 5/04/2018).
30
“[…] set de herramientas legales estandarizadas que se basan en el derecho de autor y sirven para
llevar la postura extrema de ‘Todos los derechos reservados’ hacia una más flexible, de ‘Algunos derechos
reservados’ o, en algunos casos, ‘Sin derechos reservados’. Estas licencias se pueden utilizar en casi
cualquier obra creativa siempre que la misma se encuentre bajo derecho de autor y conexos, y pueden
utilizarla tanto personas como instituciones”. http://www.creativecommons.org.ar/faq#p1-01, (acceso:
5/04/2018).
31
Flyer con las instrucciones para participar del Remixado Gráfico, juego gráfico internacional. http://4.
bp.blogspot.com/-HSMCRApMbvA/Vaw180rSZBI/AAAAAAAABO0/hbQz7m1w54U/s1600/basesweb.jpg,
(acceso: 20/04/2018).
en vivo mediante procedimientos manuales como cortar, pegar, rallar, pintar, repetir,
anular, entre otros.32
Como reflejo de esas discusiones el lema de la edición 2016 fue El año de la pelea grá-
fica: lo individual vs. lo colectivo y el diseño de la imagen fue armado de forma colectiva.
(Fig. 3) Como describe Florencia “[…] estaba esta idea de lo colectivo, la pelea gráfica,
porque estábamos en un año complicado, que sentíamos que debíamos pelear”.34 En
la imagen libran esta batalla una mujer boxeadora, que busca mostrar el lugar de una
mujer más activa, vs. un monstruo/dinosaurio que representa al individualismo.
32
Flyer convocatoria taller de “Remixado Gráfico”. https://www.facebook.com/349022015255939/
photos/a.523805767777562.1073741836.349022015255939/523806774444128/?type=3&theater, (acceso:
20/04/2018).
33
Florencia Basso. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 10 de agosto 2018.
34
Idem.
35
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
Conclusiones
Por un lado, el Remixado Gráfico realizado en la edición 2015 propuso, según Leticia,
“[…] una instancia para compartir imágenes entre personas que no se conocían y ahí
involucrábamos a lo colectivo. Pero lo que nucleaba eran las imágenes”.37 En ese sen-
tido la apuesta de esa edición se orientó principalmente al intercambio entre creadores
de imágenes de diferentes procedencias, formaciones y poéticas, de manera tal de ha-
bilitar un espacio, tanto físico como virtual, que permitiera la convivencia y creación de
imágenes entre desconocidos. A su vez, la incorporación de tecnologías digitales y pla-
taformas web en esa edición se presentó como un recurso favorable para ampliar los
modos de producción y los ámbitos de circulación de la imagen gráfica. El desdibuja-
miento de la autoría individual y la apropiación horizontal de las imágenes se alejan de
los mecanismos de apropiación propios del mercado del arte. Lo mismo ocurre con la
feria como espacio de venta de impresos sin intermediarios. Los modos de lo colectivo
estaban pensados así desde la producción gráfica y sus circuitos de circulación y venta.
36
Florencia Basso. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 10 de agosto 2018.
37
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
38
Florencia Basso. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 10 de agosto 2018.
Presión puede entenderse también en una doble inscripción, desde la gráfica colabo-
rativa y desde un contexto local particular, donde el trabajo colectivo y en red es pre-
ponderante en una ciudad universitaria con una escena cultural y artística con circuitos
39
Silvia Dolinko, “Cooperativa gráfica: un recorrido por algunos colectivos de la Argentina”, Estampa
11, vol. 3 y 4, Universidad Nacional de Cuyo, Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado, agosto de 2013,
p. 45.
40
Idem.
41
Leticia Barbeito. Entrevista realizada por la autora, La Plata, 7 de marzo 2018.
Introducción
Este breve trabajo se propone realizar una lectura, de otras tantas posibles, del Manifesto
for a Ludic Century del game designer Eric Zimmerman,1 con el fin de reflexionar en
torno a los videojuegos como expresiones artísticas.
1
Eric Zimmerman, “Manifesto for a Ludic Century”, Kotaku, 9 de septiembre de 2013.
https://kotaku.com/manifesto-the-21st-century-will-be-defined-by-games-1275355204, (acceso:
18/04/2019).
2
Carlos Mangone y Jorge Warley, El manifiesto. Un género entre el arte y la política, Buenos Aires, Biblos,
1994, pp. 74-75.
3
Daniela Szpilbargy y Ezequiel Saferstein, “De la industria cultural a las industrias creativas. Un análisis
de la transformación del término y sus usos contemporáneos”, Estudios de Filosofía Práctica e Historia
de las Ideas, vol. 16, nº 2, 2014, pp. 99-112. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5718866,
(acceso: 18/04/2019).
4
Armand Mattelart y Jean Marie Piemme, “Industria(s) cultural(es). Génesis de una idea”, en: AA.VV,
Industrias culturales: el futuro de la cultura en juego, México D.F., Fondo de Cultura Económica/UNESCO,
1982, pp. 62-75.
5
Lev Manovich, El lenguaje de los nuevos medios de comunicación. La imagen en la era digital, Buenos
Aires, Paidós, 2005.
6
Ramón Zallo, Economía de la comunicación y la cultura, Madrid, Akal, 1988.
7
Romina Gala, “Entre el arte y la industria: una aproximación a los videojuegos artísticos en el AMBA
(2009-2017)”, en: IX Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani,
Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2017.
8
Felan Parker, “An Art World for Art Games”, Loading: The Journal of the Canadian Game Studies Association,
vol. 7, nº 11, 2012, pp. 41-60. http://journals.sfu.ca/loading/index.php/loading/article/view/119/160,
(acceso: 18/04/2019).
9
Henry Jenkins, “Games: the New Lively Art”, 2009, p. 3. http://web.mit.edu/~21fms/People/henry3/
GamesNewLively.html, (acceso: 18/04/2019).
Los límites entre arte e industria cultural son difusos. Tiia Naskali, Jaakko Suominen
y Petri Saarikoski estudian la introducción de los videojuegos en los museos. Los au-
tores sostienen:
Los juegos digitales han inspirado a muchos artistas y sus producciones, y los
juegos en sí mismos pueden ser considerados arte. La relación entre arte y
juegos digitales puede ser percibida en atención a cuatro perspectivas dife-
rentes: 1) los juegos como arte, 2) rasgos artísticos en los juegos, 3) temas
relacionados con el juego en el arte e 4) interactividad y otras características
lúdicas en el arte.11
Desde 1997, el Computerspiele museum en Berlín ofrece una muestra dedicada al entre-
tenimiento digital. Desde 2011 cuentan con una exhibición permanente de videojuegos
llamada Computer games. The evolution of a medium. En dicho año, el Fondo Nacional de
las Artes en Estados Unidos creó una nueva categoría artística dedicada a los medios
interactivos, entre los que se incluye a los videojuegos. Un año después, el Museo de Arte
Moderno de Nueva York (MoMa), una de las instituciones museísticas con mayor legitimi-
dad en el circuito artístico global, incorporó a su colección una serie de 14 videojuegos,
incorporando seis más al año siguiente y una consola de juego. Entre ellos han adquirido
juegos comerciales como Pong (1972) y Pacman (1980). Otro de los museos de renombre
internacional que han adquirido videojuegos como parte de su acervo es el Smithsonian
American Art Museum, entre ellos, “Flower”, un videojuego de That Game Company, ca-
talogado como videojuego artístico y distribuido por Sony Interactive Entertainment.
El primer videojuego que popularizó el término Art Game fue Passage, de Jason Rohrer.
Fue presentado en 2007 en la Fiesta Gamma 256, organizada por el colectivo Kokoromi,
un grupo de desarrolladores indie y curadores que persiguen la promoción de los
videojuegos como forma de arte, incentivando la experimentación con el medio y la
mecánica del juego. Actualmente, Passage forma parte de la colección de Videojuegos
del MoMA.12 En 2016 se llevó a cabo por primera vez, dentro del circuito artístico, una
retrospectiva dedicada a un desarrollador de videojuegos. Fue en el Davis Museum del
Wellesley College Science Center y estuvo dedicada a Rohrer.13
En 2009 nace “la primera y única exposición de arte y videojuegos de Argentina Game
On! El arte en juego”, organizada por la productora Objeto A. La muestra, que se realiza
10
Brett Martin “Should Videogames Be Viewed As Art?”, en: Andrew Clarke y Grethe Mitchell (eds.),
Videogames and Art, London, The Cromwell Press, 2007, p. 205. http://www.lee-web.net/pdfs/330/
martin_should_videogames_be_veiwed_as_art.pdf, (acceso: 18/04/2019).
11
Tiia Naskali, Jaakko Suominen y Petri Saarikoski, “The Introduction of Computer and Video Games
in Museums – Experiences and Possibilities”, en: International Conference on History of Computing (HC),
London, junio de 2013, p. 232. https://hal.inria.fr/hal-01455255/document, (acceso: 18/04/2019).
12
Parker, “An Art Worl…”, op. cit.
13
Lujan Oulton, “Arte y videojuegos: inicio de la partida”, Coliseo, 2018. https://www.academia.
edu/37163922/Arte_y_videojuegos_inicio_de_la_partida, (acceso: 26/01/2020).
14
Lujan Oulton, “Guión curatorial”, Game on! El arte en juego, diciembre 2017. http://www.gameon2017.
com/curatorial/, (acceso: 20/10/2019).
15
Daniel Simons, “¿Qué es Bildo?” [Archivo de video], 16 de octubre de 2016 [3:24 minutos]. https://www.
youtube.com/watch?v=AmhMSTxEgbI, (acceso: 20/10/2019).
16
http://www.storyteller-game.com/, (acceso: 20/10/2019).
Otro de los artistas referentes de la escena local es Agustín Pérez Fernández,17 quien
ganó el Premio Innovar en 2008 y más tarde fue seleccionado para presentar su juego
Mantra en el Experimental Gameplay Workshop, en el marco de la Game Developers
Conference 2011. Sobre su juego El beso, Gustavo Ajzenman señala:
En el guión curatorial de la 5ta Edición Internacional Game On! El arte en juego (Buenos
Aires, 2017) se menciona que hay videojuegos que “se proponen como nuevas herra-
mientas de activismo social”.21 En este sentido, resulta interesante mencionar, a modo
de ejemplo, que en el marco del debate sobre la legalización del aborto (Argentina,
2018), se identificó el desarrollo de dos videojuegos: Doom Fetito y Onda Verde. Con estas
creaciones, sus desarrolladores participaron en la esfera pública apoyando la lucha a
favor del aborto legal y habilitando nuevos canales para la expresión del debate social.
Como todo nuevo medio, los videojuegos están vinculados a narrativas de medios pre-
existentes. Especialmente se los ha trabajado en sus vínculos con el cine, en tanto am-
bos son considerados industrias audiovisuales y han compartido más de una historia
y personaje. Sin embargo, a lo largo de su novel historia, los videojuegos, como se ha
señalado brevemente, han buscado constituirse como un campo de producción cultu-
ral específico, y complejo, que reclama autonomía. Es justamente en este punto donde
se plantea este trabajo.
17
https://itch.io/profile/tembac, (acceso: 20/10/2019).
18
Gustavo Ajzenman, “Cuando el videojuego es una expresión artística”, Página 12, Buenos Aires, 18 de
enero de 2011. https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-20515-2011-01-18.
html, (acceso: 20/10/2019).
19
Junto a Hormeche y R. Palavecino.
20
https://shakethatbutton.com/orpheus-quest/, (acceso: 20/10/2019).
21
Oulton, “Guión curatorial...”, op.cit.
En 2013, kotaku.com22 publicó el Manifesto for a Ludic Century del game designer Eric
Zimmerman. El mismo fue publicado por The MIT PRESS un año más tarde en el libro The
Game ful World. Approaches, Issues, Applications, editado por Steffen P. Walz y Sebastian
Deterding. El libro propone una indagación en los desafíos claves de la gamificación y
ludificación de la cultura.
El título del manifiesto nos sitúa en una caracterización del siglo actual como el siglo
lúdico. La ludología, desde una perspectiva multidisciplinar, hace del juego su objeto de
estudio. Johan Huizinga fue el primer académico en estudiar el fenómeno lúdico. Para
el holandés, el juego precede a la cultura, aunque juego y cultura están implicados
mutuamente: “la cultura se desarrolla en el juego y como juego”.23 Desde esta mirada,
el juego es fundamento de la cultura. Huizinga lo define, en términos generales, como
una acción libre que ocurre dentro de ciertos límites espaciales y temporales, a través
de reglas que son obligatorias pero libremente aceptadas. El fin del juego está en la
acción en sí misma, acción que se distingue conscientemente del resto de la vida y que
provoca sentimientos de tensión y/o alegría. En su análisis sobre las formas lúdicas
del arte Huizinga sostiene que en las artes plásticas: “[…] no encontramos el elemen-
to lúdico en la realización de la obra de arte, tampoco aparece en su contemplación y
goce. No existe ninguna acción visible”.24 Sin embargo, el elemento lúdico se sugiere
en los vínculos entre arte y culto –como en las culturas arcaicas–, la ornamentación y
las competencias/concursos.
Hans-Georg Gadamer afirma que “el juego es una función elemental de la vida huma-
na, hasta el punto de que no se puede pensar en absoluto la cultura humana sin un
componente lúdico”.25 Para Gonzalo Frasca, diseñador de videojuegos y pionero de la
ludología, “el juego es la primera estrategia cognitiva del ser humano y como tal, una
herramienta increíble para explicar y entender el mundo”.26
En las primeras líneas del manifiesto, Zimmerman da cuenta de su concepción de lo
lúdico inscribiéndolo en el conjunto de prácticas culturales, y por tanto simbólicas, que
nos distinguen como seres humanos: “Como hacer música, contar historias o crear
imágenes, jugar juegos es parte de lo que significa ser humano”.27
Marshall McLuhan considera a los juegos como forma de arte, o medios de comunicación
interpersonal, que cambian al ritmo de los cambios en la cultura de la cual son expresión:
22
Sitio web y blog actualmente perteneciente a Univision Communications inc.: https://kotaku.com/ma-
nifesto-the-21st-century-will-be-defined-by-games-1275355204, (acceso: 18/07/2020).
23
Johan Huizinga, Homo Ludens, Madrid, Alianza, 2007, p. 220.
24
Ibid., p. 211.
25
Hans-George Gadamer, “El elemento lúdico en el arte”, en: La actualidad de lo bello. El arte como juego,
símbolo, fiesta, Barcelona, Paidós, 1991, p. 31.
26
Gonzalo Frasca, “Simulation versus Narrative: Introduction to Ludology”, en: J.P. Wolf, M. y Perron,
B. (eds.), Video/Game/Theory, London, Routledge, 2003, p. 43. https://ludology.typepad.com/weblog/arti-
cles/VGT_final.pdf, (acceso: 18/04/2019).
27
Zimmerman, “Manifesto for a…”, op. cit., s/p.
Como hemos mencionado, la sociedad actual se ha visto transformada a raíz del pro-
ceso de digitalización de la información y la cultura. Siendo que los juegos cambian si
las culturas lo hacen, en el manifiesto el autor plantea que “las tecnologías digitales
le han dado a los juegos una nueva relevancia”.29 Siguiendo esta línea, los videojuegos
adquieren importancia como artefactos culturales que son expresión –y medio– de la
cultura actual. Como también señala McLuhan, los juegos reflejan algo de la vida coti-
diana de los individuos de una sociedad.30
Si bien Zimmerman centra su discurso en los juegos y no hace explícito el término vi-
deojuegos, el contexto del manifiesto nos sitúa en dicho universo. El texto se ancla en
la sociedad del siglo xxi, entendiéndola como un paso más, o posterior, a la revolución
de la información del siglo xx y entendiéndola como una época en la cual la información
se ha puesto en juego, caracterizada por las redes digitales de corte flexible y orgánico.
En consonancia, y como ya se ha mencionado, los videojuegos, en tanto bienes cultura-
les digitales, emergen en el contexto de expansión de las tecnologías informáticas y la
digitalización de la cultura. Entrado el siglo xxi, el mundo de los videojuegos se expande
y complejiza, al ritmo de la expansión de las PC y la masificación del acceso a Internet.
Nuevas formas de jugar, nuevos soportes y/o controladores de juego, nuevos géneros
de juego son solo algunos ejemplos de esto.
Las líneas siguientes del manifiesto se proponen definir las diferencias entre el siglo
xx y el siglo xxi, siempre enunciado desde la primera persona del plural, dando cuenta
de sus especificidades para luego avanzar en una caracterización del siglo actual y de
por qué lo considera el siglo lúdico. Será recién en ese momento que Zimmerman co-
menzará con un bloque de ítems de tipo propositivos que se organizan en torno a dos
propuestas: por un lado, interpelar al destinatario a adquirir cierta actitud y ciertas
habilidades; y por otro, avanzar en su mirada sobre el valor estético de los juegos.
Con respecto al destinatario del manifiesto, al que Zimmerman interpela desde la pri-
mera del plural, debe decirse que somos, en principio, todas y todos; y es por ello que
habla de nuestro siglo y convoca desde un nosotros: “Debemos pensar como diseña-
dores”. Siendo él un game designer, sostiene, excluyéndose, que “En el siglo lúdico
todos serán game designers”.31 Es en este punto que el manifiesto ha sido criticado. En
28
Marshall McLuhan, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, Barcelona,
Paidós, 1994, p. 244.
29
Zimmerman “Manifesto for a…” op. cit., s/p.
30
Marshall McLuhan, op. cit., p. 247.
31
Zimmerman “Manifesto for a…”, op. cit., s/p.
Ahora bien, ¿por qué sostiene que debemos pensar como diseñadores? Zimmerman
considera que nuestra sociedad es un sistema y los juegos también lo son: sistemas
dinámicos o “máquinas de inputs y outputs que son habitadas, manipuladas y explora-
das”.33 Para el autor, no es suficiente el entender a los sistemas desde miradas analíti-
cas. Sostiene que el ser diseñadores nos permitirá reconocer cómo y por qué se crean
los sistemas y de ahí se deriva la posibilidad de mejorarlos.34
32
Ibid.
33
Ibid.
34
Ibid.
35
Manuel Castells, “La cultura de la virtualidad real: la integración de la comunicación electrónica, el fin
de la audiencia de masas y el desarrollo de las redes interactivas”, en: La era de la información, Madrid,
Alianza, 1997, pp. 359-408.
36
Zimmerman “Manifesto for a…”, op. cit., s/p.
37
Idem.
Como hemos visto, Zimmerman persigue la definición de una identidad propia de los
juegos digitales que los diferencia de las propuestas de los medios anteriores: los jue-
gos son sistemas de información interactivos y no lineales. Para el autor, estos medios
se condicen con la sociedad actual a la cual también considera como sistémica. En tal
sentido, sostiene que se ajustan de forma natural al tipo societario que habitamos y
(re)producimos. Lev Manovich señala que al
igual que sucede con todas las representaciones culturales, las de los nuevos
medios son también inevitablemente parciales. Representan y construyen al-
gunas características de la realidad física a expensas de otras; se trata de una
visión del mundo entre otras, de un sistema posible de categorías entre otros
muchos.39
38
Leonardo Murolo, “Nuevas Pantallas: un desarrollo conceptual”, Razón y Palabra, vol. 16, nº 80, 2012, p.
556. http://www.revistarazonypalabra.org/index.php/ryp/article/view/585/613, (acceso: 8/04/2019).
39
Manovich, El lenguaje de…, op. cit., p. 60.
40
Frasca, “Simulation versus Narrative…”, op. cit., p. 1.
Como hemos señalado, el manifiesto culmina enunciando sobre la estética de los jue-
gos digitales, colocando como ítem-título: “Los juegos son bellos. No necesitan ser
justificados”.42 El arte por el arte. Zimmerman los valoriza como formas culturales de
expresión en tanto los juegos revisten un valor estético:
Por sobre todas las cosas, los juegos no son valiosos porque pueden desarro-
llar en una persona una habilidad o pueden hacer del mundo un mejor lugar.
Como otras formas de expresión cultural, los juegos y el juego son importan-
tes porque son hermosos.
Apreciar la estética del juego –los bellos y significativos sistemas interactivos
que crean– es uno de los desafíos más gratos y enormes que enfrentamos en
este naciente Siglo Lúdico.43
Si bien desde los parámetros de la industria cultural los videojuegos se ciñen gene-
ralmente al entretenimiento como fin, existe todo un nuevo conjunto de categorías,
emprendidas principalmente por la industria independiente, que proponen juegos di-
gitales que discuten con las lógicas estéticas, las mecánicas de juego y las narrativas
propuestas por los juegos mainstream que se gestan desde las grandes productoras
de la industria cultural. Sin embargo, en el manifiesto de Zimmerman no surge ex-
plícitamente una distinción entre los videojuegos producidos como entretenimiento y
aquellos que buscan profundizar en aspectos vinculados a la exploración estética y/o
la creación de sentidos.
41
Zimmerman “Manifesto for a…”, op. cit., s/p.
42
Ibid.
43
Ibid.
Como puede verse de la cita anterior, los autores proponen, además, revalorizar el rol
del autor, característico de los discursos artísticos, y alejarse de las similitudes de este
medio con otros, como la televisión.
Reflexiones finales
Los videojuegos han logrado consagrarse como una de las expresiones culturales ca-
racterísticas de la época actual. Como nuevo medio, si acaso aún lo es, los videojuegos
expresan algo de nuestra sociedad contemporánea. Si bien suelen ser categorizados
como producto de la cultura popular, asociados al entretenimiento, la niñez y la ju-
ventud, los videojuegos han comenzado desde hace algunos años a reclamar para sí
el estatus cultural y artístico de sus obras. La institucionalización de eventos, ferias
y exposiciones sobre videojuegos en las que interactúan desarrolladores, curadores,
instituciones académicas, investigadores, agentes estatales, proveedores de hardware
(tanto para la producción como para el consumo del medio), jugadores y otras aso-
ciaciones, contribuye a la legitimación de los videojuegos como bienes culturales u
objetos artísticos.
44
Auriea Harvey y MichaëlSamyn, “Realtime Art Manifesto”, Tale of Tales, Athenas, 2006. http://www.
tale-of-tales.com/tales/RAM.html, (acceso: 18/04/2019).
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Dispositivos visuales y modos de conocimiento en el siglo xix | 253