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“Las pesadillas con sueños, que se van convirtiendo en reflejos exactos de la vida.


Pedro R. Rguez A.

Hace algunas horas me he levantado


atormentado por una pesadilla, he
encendido la luz y he recorrido cada
rincón de la casa.
La noche esta muy tranquila, a lo lejos
solo oigo el cantar de los grillos.
Me ubico en el sofá y medito sobre ese
sueño morboso, intento hallar una imagen
clara hasta que lo consigo.
Cierro mis ojos y veo mejor las cosas. Una
casa de campo a lo lejos, el trigo
meneándose de un lado hacia el otro, un
molino quieto y algunas montañas.
Comienzo a caminar en dirección del
viento, hacia la casa, me acerco cada vez
mas y en cuento llego a la puerta dudo en
golpear. Respiro hondo unas cuantas veces
hasta que consigo dar golpes algo
silenciosos, pero sin embargo siento que
alguien toma el picaporte y lo jala una
serie de veces. En mi cuerpo corre una
electricidad que describiría como
escalofrió pero no lo noto así, es mas bien
como un calor que me quema la espalda,
como un hierro caliente atravesándome.
Vaya sorpresa al ver a la niña que me
atiende, lleva hecha dos trenzas color ceniza y un sombrero de paja. No lleva ropa y deja
notar su blanco cuerpo algo rasguñado.

Hola Ernesto. - dice con voz fina y clara.


Miro hacia los costados porque su voz repica en el silencio y se transforma en un eco que
va desapareciendo.
¿Estas sola aquí?- pregunto tomando su mano.
Mami dice que debo estar sola, que le doy miedo. – me replica la niña con voz de ángel.
¿Hay alguien más ahí dentro? - señalo hacia adentro.

De repente ella hecha a correr hacia el interior y comienza a llamarme:


Erneeeesto, ven, vamos a jugar.
No se que pensé entonces pero sentí que alguien tomaba mi mano y me comenzaba a
arrastrar hacia adentro.
Pude ver algunos candelabros colgando del techo, alfombras de buena calidad y unos
cuantos retratos. Observando uno vi a esta niñita, con un vestido rojo junto a una señora.
La casa me resultaba algo familiar, la atravesé en un instante y al salir por la puerta
trasera vi tal escena que temblando describiré.
De un poste colgaban tres sogas y de ellas una señora, un niñito y un hombre desnudo.
De espalda a mi la niña los observaba y reía a carcajadas que me taladraban una y otra
vez.
Quede inmóvil, la niña giro sobre el lugar y dijo:
Te toca a ti, Ernesto.

Rápidamente trate de despertar de tal horror pero por mas que lo intentaba no lo
conseguía, la niña seguía riendo y yo duro de miedo sudaba sangre.
Vuelvo a despertar precipitado y agitado noto que la casa del sueño era la misma que en
la que hoy estoy pasando mi primer noche, será mejor que hable con los de la
inmobiliaria.

“Cuando se siente miedo, lo único que se debe hacer es enfrentarlo.”


Pedro R. Rguez A.

Pedro R. Rguez A.
prrodriguez@estudiantes.uci.cu

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