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ANTROPOLOGÍA FILÓSOFICA

I. DEFINICIÓN.-
El término “antropología” precede de las voces griegas “anthropos”: hombre y
“logos”: estudio, tratado, investigació n, etc. Etimoló gicamente significa: “estudio o
investigació n del hombre”. La antropología filosó fica es una disciplina de la filosofía
que gira entorno a investigar la esencia del hombre, su significado, la finalidad de su
existencia suposició n en el cosmos, etc. El problema del hombre, se constituye en el
verdadero centro y culminació n del filosofar.
II. EL HOMBRE COMO SER NATURAL Y COMO SER ESPIRITUAL.-
Para poder comprender en cierto modo al hombre, observamos algunos rasgas
específicos tanto en su conformació n bioló gica como social:
1. El Hombre como ser Natural.-
Tiene como sustento los principios de las ciencias naturales por lo que el hombre
está constituido al igual que los demá s organismos vivos. Consideran al hombre
como una especie incluida dentro del orden zooló gico de los primates. Reafirman
que su conformació n bioló gica es producto de la evolució n tal como de las demá s
especies que han surgido unas de otras (hipó tesis evolutivas). Es importante
recalcar que el hombre posee una originalidad bioló gica que lo diferencia de los
otros seres, tales como:
- Poseer unidad dinámica en función a surgimiento evolutivo; es decir, rasgos
como posició n vertical, erecta, constitució n y uso de la mano como ó rgano
prensor cara pequeñ a en relació n con el volumen del crá neo, cerebro
excepcionalmente grande y ó rganos de fonació n especiales; los cuales tomados en
su conjunto y considerando su funcionamiento correlacionando son
específicamente importantes cada uno de ellos está vinculado con los otros en su
surgimiento evolutivo.
- Su proceso de maduración es lento y gradual por su elección biológica,
debido a la maduració n necesaria para el cerebro, el desarrollo prioritario del
sistema nervioso, que conlleva al hombre a vivir en grupos sin el cual no podría
sobrevivir; este proceso de maduració n es alcanzado en forma completa con la
educació n.
- El lenguaje, considerando como la universal aptitud bioló gica del hombre.
El hombre es un ser natural en un cuádruple sentido:
a) Su cuerpo está constituido por elementos de los cuales está hecho el
mundo material: carbono, hierro, etc.
b) Su cuerpo está sujeto a las leyes del mundo natural, es decir, está sujeto al
cambio propio de la materia orgá nica e inorgá nica.
c) Necesita para su supervivencia el consumo del mundo natural.
d) Tiene una estructura genética que determina muchas conductas naturales.
2. El Hombre como ser Espiritual.-
Como ser natural el hombre es una especie en el reino animal. Pero el hombre tiene
otro lado, que no lo disponen los animales. Es el lado espiritual que es lo propiamente
humano. Y se puede señ alar algunas de las características específicas:
a. El hombre es un ser que lo transforma todo:
El hombre transforma en alimento elementos minerales, vegetales, o animales.
Cualquier pedazo de tierra lo transforma en su casa, con piedras, madera, barro,
no se queda en un solo tipo de vivienda. Transforma las cosas en sustitutos de sus
ó rganos. Martillos, tenazas, hachas, sogas, hondas, anteojos, microscopios,
telescopios, etc. Algo muy importante es la trasformació n de sí mismo. Aumenta
sus capacidades y sus necesidades. El hombre de Pekín no tiene las mismas
capacidades ni necesidades que el griego, y el griego antiguo no tiene las mismas
capacidades ni necesidades que el contemporá neo.
b. El hombre es un ser social:
El hombre no trasforma solo, no trabaja solo, no actú a solo, no vive solo. El
hombre vive en grupo. La historia ha registrado al hombre siempre en tribus,
hordas, grupos, sociedades, culturas o civilizaciones. En la vida diaria se le ve en
clubes, círculos, familias que es el grupo familiar. Necesita apropiarse de las ideas,
creencias, costumbres y de la lengua del grupo. Desde que nace comienza este
proceso de integració n al grupo. Sin la vida del grupo moriría irremediablemente.
c. El hombre es un ser consciente:
El hombre es un ser que se da cuenta de lo que hace, de lo necesita, de lo que
aspira, de lo que tiene, de lo que transforma y construye. Esto só lo le pasa al
hombre. Es capaz de separar lo que él es y lo que le rodea como mundo. Así como
distingue el mundo, también distingue la historia, su pasado y su futuro.
La conciencia proyecta el futuro, predice lo que puede ocurrir lo que puede venir.
Y al final de todo separarse de todo y ensimismarse en el propio rincó n de su
autoconciencia.
d. El hombre es un ser libre:
Ser libre es tener la oportunidad de elegir, de optar entre por lo menos dos cosas.
El hombre es libre como lo es una paloma para volar por el aire. Una paloma
puede volar adonde quiera a condició n imprescindible del aire. Sin el aire no hay
vuelo. Así también el hombre es libre para hacer lo que quiera pero dentro del
aire o de sus aires, es decir, dentro de las condiciones imprescindibles en que vive.
Está limitado por el tiempo y espacio, por el medio geográ fico y los grupos
sociales en los que vive. Esto es que hay que elegir siempre en situaciones
concretas, dentro de limitaciones concretas. El hombre desde que nace no tiene
un ser definido de una vez y para siempre su ser se va haciendo
permanentemente. En esto se distingue del animal. Por eso el animal no tiene
historia.
CONCEPCIONES QUE EXPLICAN LA NATURALEZA HUMANA
I. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS
Existen tres concepciones sobre la esencia humana que se han ensayado a través
de la historia: la concepció n espiritualista, que tiene como su má ximo representante a
Plató n en la antigü edad y de cuyos lineamientos bá sicos no se han salido los
espiritualistas modernos; la concepció n naturalista que tiene como uno de sus
iniciadores a Aristó teles, le sigue Hobbes, el Marxismo y toda la ciencia moderna; la
concepció n Cristiana, que de alguna manera busca una salida intermedia entre las dos
concepciones precedentes. A continuació n estudiaremos cada una de ellas desde la
perspectiva de sus principales representantes: Plató n, de Aristó teles, Tomá s de
Aquino.
1. EL ESPIRITUALISMO.
Plató n desarrolla una teoría muy compleja sobre el ser humano y su naturaleza,
cuyo influjo en toda la antropología occidental y, sobre todo, en la cristiana, persiste
hasta hoy.
El dualismo platónico; puesto que su concepció n sobre el mundo es dualista (lo
divide en dos: Mundo de las Ideas y Mundo de las cosas), también lo es su concepció n
del ser humano, en el que distingue claramente alma y cuerpo. La superioridad del
Mundo de las Ideas sobre el de las cosas se traduce en el contexto antropoló gico en
una prioridad absoluta del alma sobre el cuerpo, hasta el punto de afirmar que «el
hombre es su alma». Alma y cuerpo forman una unidad accidental, precaria, en un
sentido parecido a como afirmamos que un jinete está unido a su caballo.
El cuerpo: Es la cá rcel del alma, algo así como el caparazó n que lleva dentro a la
ostra.
- Supone un obstá culo negativo para el alma, pues le crea
necesidades, enfermedades, deseos, temores, pasiones y sensaciones que le
obstaculizan la bú squeda de la verdad.
- Es un estorbo del que el alma tiene que liberarse poco a poco,
del que tiene que purificarse para poder acceder a la contemplació n de las Ideas.
El cuerpo inclina al alma a poseer cada vez má s, a ser ambiciosa, al
comportamiento violento y a la guerra, a los placeres sensibles.
El alma: Es muy superior al cuerpo. Es la que constituye nuestro yo.
- Representa lo má s auténtico del ser humano, y al lado de ella el
cuerpo es só lo una sombra, una apariencia.
- El alma racional salió de las manos del Demiurgo, quien hizo el
mundo tomando como modelo las Ideas eternas (Timeo, 41).
- El alma obtuvo sus conocimientos mientras estuvo en contacto
con las Ideas, en su primera existencia (Fedro, 245).
Con esta concepció n, Plató n deja abierto un profundo abismo entre el mundo
material -el mundo de lo sensible, de lo físico- y el mundo de lo espiritual, de las Ideas
y de lo mental. Esta oposició n tajante entre materialismo y espiritualismo hará del
hombre un ser dividido, imperfecto, incapaz de conseguir unidad y auténtica
armonía.
Las partes del alma: Plató n habla de tres partes, que en algunos textos parecen almas
independientes má s que partes de un alma ú nica.
• Alma racional (noûs, lógos), de naturaleza divina y situada en el cerebro, es
inmortal e inteligente. Se dedica al pensamiento puro y busca la contemplació n de la
verdad.
• Alma irascible (thymós), fuente de pasiones nobles, situada en el tó rax e
inseparable del cuerpo, mortal.
• Alma concupiscible o apetitiva (epithymía), situada en el abdomen. De ella
proceden las pasiones má s bajas y los sentimientos innobles.
La inmortalidad del alma: Fue una de las doctrinas filosó ficas importantes de
Plató n má s novedosas en su momento. Plató n afirma que las almas salen de las
manos del Demiurgo, todas iguales, eternas y atemporales; después se encarnan
espacio-temporalmente en cuerpos materiales concretos. Se trata de la primera
encarnació n. Después de la muerte, el alma permanece peregrina durante unos mil
añ os, encarná ndose sucesivamente en diferentes cuerpos, eligiendo su destino. Cada
vez que se encarna en un cuerpo nuevo elige también un nuevo género de vida, y esta
elecció n encierra muchos peligros, porque muchos eligen destinos aparentemente
ideales que luego se revelan terribles. No son los dioses, sino nosotros, los que
elegimos nuestro destino. Los dioses no son responsables de que algunos hombres
elijan destinos que les aparten de la verdad. Pero lo importante es que la parte
racional del alma domine y controle sus tendencias irracionales, sus pasiones, sus
deseos y sentimientos, para que tras sucesivas reencarnaciones pueda llegar a la
contemplació n de la verdad (así lo explica con el mito del carro alado en el Fedro,
386).
2. EL NATURALISMO.
Esta Concepció n se hace má s evidente en la teoría aristotélica sobre el alma. En
un primer período Aristó teles defiende una visió n dualista del ser humano,
compuesto de alma racional inmortal y de naturaleza muy parecida a las Ideas. En un
segundo período abandona el dualismo y adopta una especie de instrumentalismo
mecanicista. Aunque todavía habla de cuerpo y alma como dos cosas distintas, ya no
son antagó nicas (opuestas), sino perfectamente adaptadas la una a la otra. En el
tercer período aplica su teoría hilemó rfica (materia-forma) al ser humano y considera
la psicología como parte de la física. Ahora es cuando escribe su famoso tratado
“Sobre el alma”, donde se contienen sus nociones antropoló gicas má s importantes.
Parte del estudio del ser humano como un organismo vivo completo, porque las
actividades que normalmente se atribuyen al alma no podría realizarlas sin el cuerpo.
Por lo tanto, rechaza considerar el alma como algo separado del cuerpo. Cualquier ser
vivo (animal o vegetal) debe ser estudiado como un todo completo.
«Hay que considerar sustancias sobre todo a los cuerpos naturales, algunos de los
cuales está n vivos (se alimentan, crecen y perecen por sí mismos) y otros son
inanimados. Por eso todo cuerpo natural vivo es una sustancia compuesta [de
materia y forma]. Puesto que se trata de un cuerpo vivo, el cuerpo será el sustrato o la
materia, y el alma la forma de ese cuerpo natural que posee la vida en potencia. Por lo
tanto, si hay que formular una definició n general del alma, que se aplique a toda
especie de alma, diremos que el alma es el acto [enteléchia] primero de un cuerpo
natural organizado. Así, ya no es necesario preguntarse si el alma y el cuerpo son una
misma cosa, como tampoco se hace en el caso de la cera y el sello sobre ella. El alma,
por tanto, no es separable del cuerpo.
Todos los vegetales parecen poseer en sí mismos una facultad o un principio gracias
al cual pueden crecer. El alma es el principio de las funciones, y se define por ellas, a
saber, por las facultades motriz, sensitiva y de pensamiento. Así el alma es, en sentido
primordial, aquello por lo que vivimos, percibimos y pensamos. Es esencia y forma,
no materia o sustrato. No puede existir sin un cuerpo, pero no es un cuerpo: no es
cuerpo, sino algo del cuerpo» (De Anima, II, 1 y 2).
Por lo tanto, cuerpo y alma constituyen una única sustancia, y guardan entre sí la
misma relació n que la materia y la forma. El alma es la forma del cuerpo, pero de un
cuerpo organizado (un «organismo estructurado de un modo muy particular»). Esto
le lleva a considerar absurda la doctrina de la reencarnació n: el alma no puede ser
forma de cualquier cuerpo. Un cuerpo sin alma dejaría de ser un animal o un
organismo vivo. Y un alma sin cuerpo no sería nada. Queda excluida, por tanto, la
preexistencia del alma o su existencia má s allá de la muerte. Su teoría admite la
mortalidad del alma.
Mientras Plató n distinguía tres partes en el alma, Aristó teles defiende la unidad del
alma y la sitú a por todo el cuerpo, no en partes concretas. La insistencia en la unidad
total del ser vivo implica que no es el alma la que siente o piensa, sino todo el ser
humano gracias al alma. Pero sí le asigna funciones al alma: [1] Funció n nutritiva o
vegetativa (incluye las funciones de crecimiento, nutrició n y reproducció n); [2]
Funció n sensitiva (superior, de la que derivan la funció n apetitiva, los deseos, las
percepciones y la funció n motriz); [3] Funció n pensante (tiene la capacidad de pensar
y entender. Incluye dos principios, uno activo [entendimiento agente] y otro pasivo
[entendimiento paciente]. El alma vegetal posee só lo la primera, el animal también la
segunda, y el alma intelectiva humana las tres.
1. EL CRISTIANISMO.
En medio de estas dos posturas extremas encontramos una tercera, propuesta
por Santo Tomá s de Aquino, y seguida por la doctrina oficial de la Iglesia Cató lica, que
busca reivindicar tanto el cará cter corpó reo como el cará cter espiritual del ser
humano. Esta idea es semejante a la planteada por Spinoza al concebir que cuerpo y
alma son aspectos inseparables de una sola “sustancia”.
Para la escuela tomista, el alma no es una entidad separada del cuerpo y unida
accidentalmente a la materia. El alma es el "primer principio de la vida humana" y
forma una ú nica substancia con el cuerpo. El hombre no es solamente el alma, como
creían Plató n y Descartes, sino que constituye una unió n profunda de alma y cuerpo.
Tomá s recoge las ideas de Aristó teles, por eso toma del pensador griego la teoría de
la materia y la forma para explicar la relació n entre cuerpo y alma. Así como la forma
mantiene unida la materia para dar origen a los cuerpos, el alma como un principio
vital configura la materia y se constituye en la forma del cuerpo. Esta concepció n es
recogida por el Catecismo de la Iglesia Cató lica cuando afirma: "La unidad del alma y
el cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la forma del cuerpo, es
decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano
y viviente. En el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que
su unión constituye una única naturaleza."
Es bueno aclarar que Santo Tomá s utiliza el término latino "anima" en un sentido
amplio: todo lo que tenga vida posee un á nima. Así existen tres tipos de almas: almas
vegetativas para las plantas, almas sensitivas para los animales y almas racionales
para los seres humanos. Esto no quiere decir que en el hombre existan tres almas,
como pretendía Plató n, sino que el alma racional asume y supera las funciones de las
almas vegetativa y sensitiva. Esta visió n integral del ser humano, permite que Santo
Tomá s aprecie el cuerpo como un bien para el alma, separá ndose del monismo que ve
en el cuerpo una cá rcel o un mero instrumento del alma. Gracias al cuerpo, el alma
puede relacionarse con el mundo sensible, conocer las cosas y conocerse a sí misma,
ya que todo nuestro conocimiento se hace a partir de las impresiones del mundo que
obtenemos por medio de los sentidos. "Orígenes pensó , como Plató n, que el alma
humana es una substancia completa y que el cuerpo está unido a ella
accidentalmente. Pero como esto es falso, segú n se ha demostrado, el alma no está
unida al cuerpo en detrimento suyo, sino para la perfecció n de su propia naturaleza."
(Quaestio disputata de anima, 2 ad 14).
Con lo que hemos expuesto hasta aquí, se comprueba fá cilmente la superioridad
de la concepció n tomista frente al monismo espiritual. Si el alma está integrada al
cuerpo de manera sustancial no es de extrañ arnos que ciertos factores físicos afecten
nuestras facultades intelectuales. Aú n má s, los descubrimientos médicos, segú n los
cuales las operaciones racionales y las emociones corresponden a procesos
fisioló gicos, no rebaten sino que confirman el planteamiento de Tomá s: el alma es la
forma del cuerpo por eso existe una unidad entre los procesos bioló gicos y los
procesos intelectuales (unidad psicobiológica).
Hasta ahora hemos mostrado có mo cuerpo y alma constituyen una unidad
profunda, de modo que el cuerpo vive gracias al alma y el alma por naturaleza tiende
a unirse al cuerpo. Sin embargo, al llegar la muerte, el cuerpo y el alma se separan, se
diluye la unidad constitutiva del ser humano. Después de la muerte, el cuerpo, al
faltarle el principio vital, se corrompe y se descompone. Pero el alma, por constituir
un principio inmaterial, no se descompone, sino que pervive, aunque de manera muy
imperfecta, sin el cuerpo al que estaba unida. Recordemos que el alma, por sí sola, no
es un ser humano, sino un principio vital. Aunque este "Principio Vital" pueda
subsistir después de la muerte, es claro que necesita unirse a un cuerpo que es lo
propio de su naturaleza. Por eso, la filosofía tomista encaja muy bien con la fe
cristiana segú n la cual Dios restituirá al alma su cuerpo glorificado. Volvamos
sobre nuestro Catecismo "En la muerte, separació n del alma y el cuerpo. El cuerpo del
hombre cae en la corrupció n, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en
espera de reunirse con su cuerpo glorificado." Esta afirmació n es eco del Apó stol San
Pablo: "Todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora, pero este cuerpo será
transfigurado en un cuerpo de gloria." (1 Cor 15).

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