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CARLOS MARX

Carlos Marx nació el 5 de mayo de 1818 en el seno de una familia de judíos conversos afincada en
Tréveris. Su padre, un hombre bondadoso y práctico a quien Marx veneró toda la vida, era magistrado de
Audiencia y ocupaba una notable posición social en la pequeña ciudad del palatinado. Su madre, oriunda de
una familia de comerciantes judío-holandeses, era de carácter duro y no fue nunca amada por Marx, que
con el transcurso del tiempo llegó a aborrecerla abiertamente por su avaricia y su vulgaridad.

Los primeros años de la existencia del futuro fundador del comunismo moderno transcurrieron sin
particularidades dignas de mención, aunque a esa temprana edad se manifestaron ya en él algunos de los
rasgos psicológicos que más tarde formarían parte esencial de su personalidad. Sus hermanas le
recordarían más tarde como un pequeño tirano acostumbrado a imponer siempre su voluntad; en la
escuela, sus condiscípulos le temían por su predisposición a escribir Sátiras y filípicas contra sus
enemigos. Sus notas en le Gymnasium de Tréveris –al que asistió de 1830 a 1835- no fueron descollantes.

Cursado el bachillerato, Marx se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad de Bonn, ciudad


en la que sólo permaneció un año. Durante su breve estancia en ella, llevó la típica vida del estudiante
alejado de su familia. Su tiempo libre lo pasaba bebiendo, alborotando y recitando versos con sus
compañeros de estudios. Aunque no es seguro, parece ser que tomó parte de alguno de los duelos que en
aquella época eran habituales entre los estudiantes. En cierta ocasión fue castigado a veinticuatro horas
de calabozo por «embriaguez y escándalo público».

A principios de 1836 se prometió secretamente con su futura esposa, Jenny von Westphalen, hija del
consejero de Estado y aristócrata Karl von Westphalen. Los prometidos eran vecinos y se conocían desde
niños. Aunque ambas familias mantenían relaciones amistosas y el padre de Jenny sentía un gran aprecio
por su futuro yerno, hubo que vencer algunas resistencias y reservas antes de que Karl von Westphalen
diera su aprobación. Un año más tarde, el noviazgo fue anunciado formalmente.

En otoño de 1836 Marx se trasladó a Berlín para continuar allí sus estudios. En la capital alemana llevo al
principio una vida retirada, asistiendo apenas a las clases de la Universidad. Durante el primer curso
estudió Antropología con Steffens y Derecho con Savigny y Gans. Encerrado en su habitación, se pasaba
las horas leyendo y emborronando cuartillas. Al año de su llegada a Berlín había leído las obras completas
de Hegel y las de la mayoría de sus discípulos. A consecuencia de sus excesos de lectura, cayó enfermo y
tuvo que trasladarse al campo para reponer fuerzas. A su regreso ingresó en el club de los Doctores
conoció e intimó en parte con las figuras más representativas de lo hegelianos de izquierda, como Bruno
Bauer, Kóppen y Rutenberg. Además de debatir en el club de los Doctores y de asistirá las clases de la
Universidad, estudiaba ávidamente filosofía, como testimonian las recopilaciones y cuadernos de notas
que en esta época escribió Aristóteles, Spinoza, Leibniz y otros clásicos.

En 1838 falleció su padre. Su amigo Bruno Bauer, que ocupaba entonces una cátedra en Bonn, le instó a
que terminase pronto sus estudios y se trasladase a la ciudad renana como docente. Marx dudaba entre
seguir ese plan o fundar una revista de filosofía. Concluidos sus estudios en Berlín, Marx envió el 6 de
abril de 1841 a la Universidad de Jena su disertación doctoral, que llevaba por título «Diferencia entre la
filosofía de la naturaleza de Demócrito y de Epicuro». Nueve días más tarde, recibía el diploma de doctor
en filosofía.
Obtenido su título académico, siguió trabajando durante algunos meses en su tesis doctoral, con la
intención de publicarla. Pero Marx no era de una naturaleza inclinada al sosiego de una vida dedicada a la
erudición, y no podía permanecer indiferente a los acontecimientos políticos que le rodeaban. Así, entre
enero y febrero de 1842, escribió para los «Anales Alemanas» de Arnold Ruge un artículo sobre la
censura prusiana, que por su carácter virulento no pudo ser publicado hasta el año siguiente, en Suiza. La
decisión de adoptar una actitud de abierta oposición contra Prusia fue sin duda influida por su amigo
Bruno Bauer, que después de una violenta confrontación con las autoridades académicas había
abandonado, en abril de 1842, su cátedra de Bonn.

Tras la dimisión de Bruno Bauer, Marx tuvo que renunciar a su proyecto de presentar su candidatura para
una cátedra en Bonn. Por estas fechas entró en contacto con el «Rheinische Zeitung», periódico que un
grupo de banqueros, industriales y literatos progresistas –en su mayor parte judíos- había fundado en
Colonia el primero de enero de 1842. La empresa estaba financiada en lo esencial por la banca de salomón
Oppenheim. El primer artículo escrito por Marx para el «Rheinische Zeitung» fue publicado el 5 de mayo
de 1842. A partir del 15 de octubre del mismo año, pasó a ser redactor-jefe.

Durante este período se produjo la ruptura entre Marx y sus antiguos compañeros del club de los
Doctores. Comprometido por su situación concreta de director de un periódico burgués y temiendo la
reacción de la censura prusiana, Marx se negó a publicar los artículos incendiarios que Bruno Bauer, Edgar
Bauer y otros hegelianos de izquierda le enviaban. Mientras sus amigos predicaban la «crítica absoluta»,
Marx era entonces partidario de «los hombres prácticos que han asumido la penosa tarea de conquistar,
paso a paso, la libertad en el marco de la monarquía constitucional». Pero su actitud –mezcla de realismo y
de oportunismo- se manifestó muy pronto como ilusoria. El 31 de marzo de 1843 apareció el último
artículo del «Rheinische Zeitung», cuya publicación había sido suspendida un mes por el gobierno prusiano.

Durante sus funciones de redactor-jefe del Rheinische Zeitung, Marx, obligado a opinar sobre
acontecimientos sociales cotidianos, empezó a ocuparse de la literatura socialista de la época, que
procedía casi exclusivamente de Francia. Entre otros autores, leyó a Proudhon, Considérant, Leuroux y
Dezamy. Sus ideas fueron influidas por Moritz Hess, que formaba parte de la redacción del «Rheinische
Zeitung», y propugnada un comunismo mezcla de Proudhon y de Hegel. En este período conoció a Federico
Engels. El primer encuentro entre ambos fue más bien frío, pues Engels estaba entonces vinculado a los
círculos ultraizquierdistas de Berlín y tenía una opinión desfavorable de su futuro amigo.

Una vez suspendido el «Rheinische Zeitung», Marx tuvo que reconocer que su idea de combatir la
reacción prusiana a través de un periódico burgués legal, había fracasado. A partir de ese momento
empezó a comprender que la revolución sólo podía triunfar si se apoyaba en las masas. A fines de 1843
escribió sus famosas palabras: «el arma de la crítica no puede sustituir la crítica de la armas; el poder
material tiene que ser derribado por medio del poder material. La teoría sólo se convertirá en poder
material cuando sea comprendida por las masas».

Poco después de la suspensión del «Rheinische Zeitung», Arnold Ruge, el director de los «Anales
Alemanes», propuso a Marx proseguir en el extranjero la publicación de la revista, que también era
objeto de persecución en Alemania. Marx aceptó en seguida la oferta y se trasladó a Dresde para
formalizar el contrato. A su regreso a Tréveris contrajo matrimonio.
A finales de octubre de 1843 se dirigió a París para hacerse cargo de la publicación de los «Anales
Franco-alemanes». Su intento de ganar como colaboradores a los escritores socialistas de Francia
fracasó completamente. Los consultados –Lemannais, Lamartine, Louis Blanc, Leroux, Cabet, Considérant,
Proudhon- declinaron. Es posible que esta decepción contribuyera a incubar en el subconsciente de Marx
la francofobia que más tarde se desarrollaría en él de una manera abierta. Los «Anales» fueron un
fracaso. El primero y único número apareció en febrero de 1844 y contenía dos ensayos de Marx: «Sobre
el problema judío» y «Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel». Arnold Ruge, insatisfecho de la
orientación que Marx quedaría dar a los «Anales», se negó a seguir financiando la revista, lo que poco
después condujo a una ruptura total y definitiva entre ambos.

En marzo de 1844 Marx recibió 1.000 táleros de los antiguos accionistas del «Rheinische Zeitung».
Teniendo asegurado su presupuesto familiar para los próximos meses, Marx se entregó con su celo
habitual al estudio de la economía política, leyendo a Jean Baptiste Say, Adam Smith, Ricardo y otros
economistas de renombre. Al mismo tiempo, empezó a buscar contacto con los numerosos artesanos y
obreros alemanes residentes en París, especialmente con los miembros de la liga de los justos. aunque
Marx simpatizaba con el espíritu revolucionario de esta sociedad, se abstuvo al principio de ingresar en
ella, entre otras cosas porque no compartía el fondo cristiano de su comunismo. Mantenía también
relaciones con Proudhon, Louis Blanc, Bakunin y otros socialistas franceses y extranjeros.

A partir de agosto de 1844 empezó a colaborar en el «Vorwärts», un periódico de lengua alemana editado
por un aventurero llamado Börnstein, en el que escribían también Bakunin, Heinrich Heine, Engels y otros
emigrantes. El «Vorwärts», que solía publicar artículos muy virulentos contra Prusia, fue prohibido a
principios de 1845 por el gobierno francés a instancias de Berlín. Marx, además, recibió la orden de
abandonar Francia.

El 5 de febrero de 1845 llegó a Bruselas con el propósito de instalarse en la capital belga por una larga
temporada. Antes de abandonar París, Marx había firmado un contrato con un editor de Darmstadt
comprometiéndose a escribir en plazo breve un tratado de economía política en dos tomos. Dándose
cuenta de que sus conocimientos en esa materia no alcanzaban para escribir una obra seria, pospuso la
redacción del manuscrito y se puso a estudiar a Sismondi, A. Blanqui, Buret, Ure, Pecchio, Rossi y otros
economistas. En el verano de 1845 se fue a pasar una temporada a Manchester para leer a Petty, Tooke,
Thompson, Cobbett y otros autores difíciles de hallar en Bruselas. A la vez que acumulaba notas sobre
sus lecturas, Marx escribió, en colaboración con Engels, entre 1845 y 1846, La ideología alemana, libro en
el que ambos rompían con el idealismo alemán y sentaban las bases de su concepción materialista de la
historia.

Durante su estancia en Inglaterra, en el verano de 1845, había entrado en contacto, a través de Engels,
con Weitling, Moll, Bauer, Schapper y otros dirigentes de la asociación de obreros alemanes de Londres,
organización legal bajo la que se camuflaba la liga de los justos. Este grupo de comunistas alemanes
mantenía relaciones epistolares con obreros emigrados o residentes en otros países, que enviaban a
Londres cartas informando sobre lo que veían a su alrededor. Marx decidió convertir esta práctica
informal en una institución permanente, y en la primavera de 1846 fundó un comité de correspondencia,
con sede en Bruselas. Su intención era, al principio, la de posibilitar de esta manera el intercambio de
ideas entre los socialistas y comunistas de todo el mundo. Para dar a su proyecto un carácter
internacional, requirió la colaboración de varios escritores socialistas extranjeros, entre ellas la de
Proudhon, que declinó la propuesta, como la mayoría de los consultados. Pero si Marx fracasó en su
intento de fundar un centro de correspondencia mundial, logró en cambio, a través de su Comité,
introducirse en la liga de los justos y utilizar su «correspondencia» para «depurar» a los líderes obreros
alemanes que postulaban un comunismo «primitivo». Lo que se proponía ser un centro de comunicación y de
dialogo se transformó pronto en un instrumento de censura contra rivales incómodos.

La primera víctima de la depuración fue Weitling, que desde principios de 1846 se hallaba en Bruselas. El
30 de marzo de ese año, Marx invitó a Weitling a participar en una reunión de comité de correspondencia,
a la que asistieron, entre otros, sus amigos Engels y Moses Hess, su cuñado Edgard von Westphalen, su
editor Weyde-meyer, el periodista Heilberg, el pasante de abogado Seiler. La mayoría de los presentes
eran judíos pertenecientes a los estratos de la «intelligentsia», como Marx mismo. Oficialmente, la
reunión había sido convocada para discutir la mejor manera de realizar propaganda comunista en
Alemania. En realidad, su verdadero objeto era el de condenar a Weitling. Poco después de comenzada la
reunión, Marx, dirigiéndose al autor de Las garantías, le preguntó bruscamente: «Díganos usted, Weitling,
¿con qué argumentos defiende usted su agitación social-revolucionaria y sobre qué bases piensa fundarla
en el futuro?» Antes de que Weitling hubiera podido exponer su punto de vista, Marx, dando un puñetazo
sobre la mesa, le interrumpió y le acusó de ser un charlatán que despertaba falsas ilusiones en el
proletariado. La excomulgación oficial y definitiva de Weitling se produjo unas semanas más tarde con
motivo de un conflicto surgido entre Marx y Hermann Kriege, un comunista alemán que en los Estados
Unidos editaba el periódico «Volkstribun». El 16 de mayo de 1846, Marx dirigió, en nombre del comité de
Bruselas, a los comités de Londres, Alemania, París y Nueva York, una «carta confidencial» atacando
violentamente a Kriege y exigiendo su expulsión de la liga de los justos. Weitling no sólo se negó a poner
su firma en la circular de Marx, sino que escribió un artículo tomando posición a favor de Kriege, lo que
condujo a su expulsión inmediata de la liga de los justos.

En abril de 1847 empezó a colaborar en el «Deutschen Brüsseler Zeitung», un periódico publicado en la


capital belga por un agente provocador y confidente llamado Bornstedt. En julio de ese año apareció su
panfleto Miseria de la filosofía, en el que Marx respondía, de una manera brutal y desconsiderada, al libro
de Proudhon Filosofía de la miseria. Un año antes, Marx había escrito a Proudhon pidiéndole su
colaboración para el comité de correspondencia de Bruselas; de pronto, y sin apenas transición, acumulaba
insultos contra el socialista más popular del continente. ¿Cuál era el motivo de ese cambio súbito? La
negativa de Proudhon de colaborar en el comité de correspondencia, había sin duda herido el amor propio
de Marx, pero por sí sola no explica el panfleto virulento de este último. Mazzini, que tuvo ocasión de
conocerle, diría de él: «Marx es un hombre de talento agudo pero destructivo, dominante, celoso de la
influencia de otros, sin convicciones filosóficas y religiosas profundas y, según me parece, con más odio
que amor en el corazón».

En otoño de 1847 Marx se trasladó a Londres para asistir al congreso de la liga de los justos. a su
regreso a Bruselas redactó, en colaboración con Engels, el «Manifiesto Comunista», que había de
constituir la base programática de esa organización, convertida ahora en liga de los comunistas.

El 3 de marzo de 1848 recibió la orden de abandonar Bélgica en el plazo d 24 horas. Ese mismo día había
llegado una carta de su viejo amigo Flocon invitándole a trasladarse a París, que desde el 25 de febrero
se hallaba en poder del pueblo. El 4 de marzo Marx llegaba a la capital francesa.

Los emigrantes alemanes residentes en París habían decidido organizar una legión armada con el objeto
de penetrar en Alemania y conquistar militarmente el país. Marx combatió desde el primer momento ese
plan, por lo que durante un tiempo fue calificado de cobarde y traidor por la mayoría de sus compatriotas.
A la vez que Marx, ayudado por Engels, expulsaba de la liga de los comunistas a los miembros que se
solidarizaban con la legión armada de poeta Herwegh, daba conferencias sobre economía política en el
«Club de los trabajadores alemanes», fundado por él.

La controversia entre Marx y los legionarios de Herwegh fue interrumpida por los acontecimientos
políticos de Alemania. La Revolución Francesa de febrero de 1848 había dado un gran impulso a las
fuerzas democráticas y socialistas alemanas, que habían empezado a luchar abiertamente contra la
monarquía prusiana. El 10 de abril de 1848 Marx llegó a colonia acompañado de Engels. El movimiento
obrero y revolucionario de la ciudad renana estaba dominado totalmente por el médico Andreas
Gottschalk y el ex teniente de artillería Augusto von Willich, ambos miembros de la liga comunista.
Gottschalk era judío, como Marx, y amigo de Blanqui; Willich, un aristócrata prusiano. Este último,
perseguido por el gobierno de Prusia, tuvo que abandonar Colonia en el mes de marzo, de manera que
La dirección del movimiento obrero había pasado a manos de Gottschalk.

Tras su llegada a Colonia, Marx se unió al grupo de Gottschalk, pero su marcha en común duró escasos
días. Mientras Gottschalk era partidario de luchar por una república socialista, Marx predicaba la
necesidad de que el proletariado alemán pospusiese sus reivindicaciones de clase y se limitase a apoyar a
la burguesía. Convencido de que la revolución alemana sólo podía ser de momento una revolución
democrática, empezó a combatir el maximalismo de Gottschalk. Para propagar sus ideas, fundó la
asociación Democrática y el periódico «Neue Rheinische Zeitung». Al mismo tiempo disolvió, por cuenta
propia, la liga de los comunistas.

Durante varios meses, el «Neue Rheinische Zeitung» proclamó uno y otro día que el objeto de la
revolución alemana era el de derribar la monarquía y establecer una república democrática. Para no
asustar a los burgueses de Colonia –que financiaban su periódico-, Marx decidió no ocuparse ni de los
problemas obreros ni del abismo que separaba al proletariado de la burguesía. El 3 de julio de 1848 fue
detenido Gottschalk.

Marx aprovechó los meses que su rival permaneció en la cárcel para apoderarse poco a poco de los hilos
del movimiento obrero de colonia. Tras la detención de Gottschalk, la Asociación de trabajadores de
colonia había pasado a ser dirigida por Josef Moll y Schapper, dos amigos y partidarios de Marx que
fueron, a su vez, detenidos el 25 de diciembre de 1848. A partir de ese momento, Marx fue nombrado
presidente de la Asociación de trabajadores, convertida entretando en un adminículo de la asociación
democrática fundada por aquél tras su llegada a colonia.

Una vez recobrada la libertad, a principios de 1849, Gottschalk reanudó la lucha contra Marx a quien
acusaba de haberse aprovechado de su ausencia para apoderarse de la dirección de la asociación de
trabajadores y embrutecer a los obreros con su propaganda capitulante y proburguesa. Al convocarse las
elecciones de 22 de febrero, Marx se pronunció contra la candidatura de diputados obreros. Tres días
más tarde, en una carta abierta dirigida a Marx, Gottschalk escribía: «¿Para qué una revolución? ¿Qué
sentido tendría para nosotros, los hombres del proletariado, bañarnos de sangre si, como usted nos
anuncia, señor predicador, para librarnos del infierno de la edad media deberíamos arrojarnos
voluntariamente al purgatorio de una decrépita dictadura del capital y alcanzar desde allí el nebuloso
cielo de su credo comunista?» Gottschalk, que postulaba la «revolución permanente» (die Revolution im
permanenz) hasta la victoria completa del proletariado sobre la monarquía y la burguesía, representaba la
misma actitud que más tarde iba a defender Trotski frente a Lenin, partidario, como Marx, de pasar
primero por la fase «democrática» de la revolución. La confrontación entre Marx y Gottschalk terminó de
una manera inesperada y trágica: al producirse en colonia la epidemia de cólera de septiembre de 1849, el
líder comunista se entregó en cuerpo y alma a visitar los barrios pobres afectados por la enfermedad.
Contagiado él mismo, murió el 8 de septiembre.

El 16 de mayo de 1849, las autoridades prusianas comunicaron a Marx que debía abandonar colonia en el
más breve plazo. Dos días después aparecía el último número del «Neue Rheinische Zeitung». Mientras
Engels –que tenía una naturaleza combativa- se incorporaba en Badén a las tropas revolucionarias de
Willich, Marx, un hombre de gabinete poco dotado para la lucha armada, se dirigió a París. Pero esta
nueva estancia en la capital francesa no iba a ser larga. Declarado persona «non grata», Marx tuvo que
abandonar la ciudad. El 24 de agosto cruzaba el canal de la mancha y llegaba al país en el que, con breves
intervalos, iba a pasar el resto de su vida. Una vez arribado a Londres, reanudó su contacto con la liga de
los comunistas, reorganizada desde principios de 1849. Entre los líderes comunistas residentes en la
capital inglesa se hallaba Augusto von Willich, el caudillo revolucionario que tras haber combatido con las
armas en la mano al frente de sus partidas de hombres, se había visto obligado a abandonar el territorio
alemán. Entre Willich y Marx surgió pronto el mismo conflicto que se había producido en colonia entre
este último y Gottschalk.

Al principio Marx no se opuso a que Willich fuese nombrado miembro del directorio de la liga, entre otras
cosas porque no desconocía la popularidad que su rival gozaba entre la colonia de emigrantes. Marx era
también consciente de que, tras la capitulación de los demócratas alemanes frente a la reacción prusiana,
la liga había de pasar por una fase de izquierdismo. El primer documento publicado por el directorio fue
precisamente para criticar –sin nombrarles- la actitud derechoide que Marx y sus partidarios habían
mantenido en colonia, a quienes se acusaba de haber arrojado al proletariado en manos de la burguesía. En
dicha circular, además, se reivindicaba la «revolución permanente» propugnada en su día por Gottschalk.

Durante unos meses, Marx participo en las actividades conspirativas y secretas de la liga de los
comunistas, que en el curso de 1850 había establecido una alianza con los grupos blanquistas residentes
en Londres y fundado conjuntamente la «Société universelle des communistes révolutionnaires». Pero
Marx no descuidaba su labor teórica. En febrero de 1850 apareció en Hamburgo el primer número de la
revista «Neue Rheinische Zeitung», fundada por él. En junio del mismo año, obtuvo la tarjeta de lector de
British Museum, entregándose en seguida al estudio de la historia económica de Inglaterra. Con los datos
obtenidos de sus lecturas dio un ciclo de conferencias sobre economía política a los socios de la
asociación de trabajadores alemanes.

Entretanto, se había ido agudizando la rivalidad entre Marx y Willich. Mientras el primero había llegado a
la conclusión de que la acción conspirativa y putschista no era un medio adecuado para la liberación del
proletariado, Willich, como hombre de acción, consideraba que la propaganda teórica realizada por Marx
era completamente inútil para la revolución. Marx contaba con la mayoría dentro del directorio de la liga,
pero Willich era más popular que él entre los obreros, con los que convivía estrechamente.
Aprovechándose de su hegemonía en el seno del directorio, Marx logró, el 15 de septiembre de 1850, que
éste acordase trasladar la dirección de la liga a colonia. Willich y sus amigos fundaron entonces un nuevo
comité central, con lo que se consumaba la escisión definitiva. Tres semanas después, Marx declaraba
también como liquidada la «Sociedad universal de los comunistas revolucionarios».
A partir de ese momento empezó para él una fase de aislamiento político, que aprovecho para dedicarse a
sus estudios y redactar El capital. Tras la escisión de la liga de los comunistas, se dio de baja de la
asociación de trabajadores alemanes y del comité de ayuda para los fugitivos. Entre noviembre y
diciembre de 1852 interrumpió sus estudios de economía para denunciar en un folleto el proceso
celebrado en colonia contra los dirigentes de la liga comunista, detenidos un año antes.

El aislamiento de Marx no era sólo político, sino también intelectual. Su plan de resucitar desde
Hamburgo y Londres el «Neue Rheinische Zeitung» en forma de revista había fracasado a penas puesto
en práctica. La revista «Revolution», fundada en los Estados Unidos por su amigo Weydemeyer –en la que
Marx había sido invitado a colaborar-, tuvo que suspender su publicación a partir del segundo número. En
medio de ese aislamiento Marx recibió la oferta de colaborar en el «New York Tribune», un periódico muy
importante editado en Nueva York por un grupo de liberales. Pero los artículos que Marx escribía para
ese rotativo norteamericano no tenían, como es natural, repercusión alguna entre la clase trabajadora
europea. Sólo los órganos del rusófobo David Urquhart reproducían de vez en cuando en Inglaterra
algunos de los artículos que Marx escribía contra Rusia y contra Palmerston.

Marx se pasaba las horas en el British Museum, buscando material informativo para su labor de
corresponsal y para sus estudios económicos. Sus únicos ingresos eran las dos libras esterlinas que el
«New York Tribune» le pagaba por artículo, más la ayuda económica que su amigo Engels le prestaba
desde Manchester. Desde junio de 1850 vivía con su familia en el Soho, donde murieron tres de sus hijos.
En 1856 fallecieron la madre y un tío de su mujer; la herencia dejada por ambos les permitió abandonar el
barrio del Soho y alquilar una casita en las afueras de la ciudad. Pero poco después, el «New York
Tribune» comunicó a Marx que sólo podía publicar un artículo por semana, lo que redujo sensiblemente sus
ingresos. Una parte de la herencia había sido destinada a pagar deudas y a recuperar los objetos
pignorados en el Monte de Piedad, de manera que Marx y su familia se vieron de nuevo amenazados por la
miseria. En el curso de 1857 se manifestaron en Marx los primeros síntomas de una grave afección
hepática. La única satisfacción obtenida por él en esta fase sombría de su existencia fue la publicación,
en enero de 1859, de su crítica de la Economía política, que no obstante pasó inadvertida.

Al producirse, en 1859, el conflicto armado entre Austria y Francia a causa de Italia –sojuzgaba por
Viena-, Marx tomó posición contra los franceses. Su actitud contrastaba con la de Lasalle y la mayoría de
la izquierda europea. Sus opiniones sobre política exterior estaban dictadas desde hacía tiempo por su
odio irracional hacia Rusia y hacia Francia. Sus ataques contra Luis Bonaparte eran, en el fondo, ataques
contra la nación francesa e, indirectamente, contra las tradiciones libertarias y proudhonianas, en las que
Marx veía, con razón, un obstáculo para el triunfo de sus teorías.

En la primavera de 1861 hizo un viaje a Holanda para visitar a un tío suyo, que le entregó 160 libras a
cuenta de la herencia de su madre. Marx aprovechó su desplazamiento al continente para pasar unos días
en Berlín, donde se entrevistó con Lasalle. A su regreso a Londres se vio aquejado por una plaga de
forúnculos y carbunclos, que le atormentarían durante varios años. En abril de 1862 cesó por completo su
colaboración en el «New York Tribune». Si Marx no sucumbió a la miseria en estos años fue gracias al
dinero que Engels le enviaba regularmente. En septiembre de 1862 intentó obtener un puesto de
escribiente en una oficina de los ferrocarriles ingleses, que no le fue concedido a causa de su pésima
caligrafía. En enero de 1863, al morir la esposa de Engels, Marx le escribió una carta cuyo tono frío y
seco estuvo a punto de truncar para siempre su vieja amistad. Una vez reconciliados, Engels le mandó 350
libras, suma con la que Marx pudo solventar sus cuotas materiales. En noviembre del mismo año murió su
madre, y en mayo de 1864 su amigo Guillermo Wolff. Su madre le legó una pequeña herencia y su
camarada 800 libras esterlinas. Con este dinero Marx pudo librarse de sus zozobras económicas y
dedicarse a la redacción definitiva de El Capital.

En el mismo momento que quedaban solucionados sus problemas domésticos, se fundaba en Londres la
Asociación Internacional de trabajadores. Marx no conocía al grupo fundador, con el que entabló contacto
a través de un joven emigrante francés llamado Le Lubez, que ejercía las funciones de enlace entre los
obreros de París y los sindicatos ingleses. Nombrado miembro del consejo central, Marx se convirtió
desde el primer momento del consejo central, Marx se convirtió desde el primer momento en la figura
dominante de la primera Internacional. Fue el quien redactó los estudios provisionales y el manifiesto
fundacional, y quien más tarde, elaboraría, en colaboración con Engels los documentos más importantes de
la AIT. Rodeado de un grupo de judíos alemanes y de obreros ingleses indiferentes a los asuntos del
continente, Marx se acostumbró pronto a ejercer una dictadura férrea sobre el consejo general, que
convirtió en un instrumento de sus intereses personales. Su influencia dentro de la internacional era
enorme, aunque él, por razones tácticas, prefería no asistir a los congresos generales ni mostrarse
demasiado en público.

A principios de 1867 apareció el primer tomo de El Capital, obra en la que había trabajado durante
diecisiete años en las más penosas condiciones. Pero como había ocurrido ya con la crítica de la economía
política, el libro fue ignorado por los críticos y por el público de los mil ejemplares impresos, el editor
apenas pudo vender doscientos.

Cuando Marx se dio cuenta de que Bakunin estaba en condiciones de disputarle su hegemonía dentro de la
internacional, empleo todos los medios a su alcance para minarle el terreno y finalmente expulsarle. La
controversia con Bakunin era la repetición, a escala internacional, de las confrontaciones que había tenido
con Proudhon, Weitling, Gottschalk y Willing. Como antes también, las divergencias ideológicas y
estratégicas iban unidas a la realidad personal. Bakunin representaba la izquierda, Marx la derecha. Si
Marx contaba con una mayoría dentro del consejo general, Bakunin era más popular que él entre los
internacionalistas franceses, españoles, italianos, belgas, holandeses y suizo del jura. De ahí que cuando
Marx valiéndose de circulares confidenciales y de panfletos, calumnió de la manera más injusta a Bakunin
de las secciones tomasen posición a favor de este último con excepción de una minoría insignificante.
Aunque Marx creyese que al luchar contra la influencia de Bakunin estaba prestando objetivamente un
servicio a la clase obrera, de hecho, su actitud secretaria y despótica no hizo sino conducir a la escisión y
poco después, a la destrucción de la primera internacional.

Al estallar; en el verano de 1870, la guerra franco-prusiana, Marx tomó a la inversa de Bakunin, posición a
favor de Bismarck, como demuestra su correspondencia privada de esta época. El 20 de julio, escribía a
Engels: «Francia necesita una paliza. Si los prusianos vencen, la centralización del poder del Estado será
útil a la centralización de la clase obrera alemana; por otra parte, la hegemonía alemana trasladará el
centro de gravedad del movimiento obrero de la Europa occidental de Francia a Alemania. La hegemonía,
en el teatro mundial, del proletariado alemán sobre el francés significaría al mismo tiempo la hegemonía
de nuestra teoría sobre la de Proudhon.» tres días más tarde, Marx escribió, en nombre del consejo
general de Londres, un manifiesto en el que sostenía la tesis de que Prusia realizaba una «guerra
defensiva» contra Napoleón III. Cuando, tras la derrota de Francia y la caída de Napoleón III, Prusia
anunció su intención de anexionar la Alsacia y la Lorena, Marx no pudo naturalmente seguir sosteniendo
que Bismarck llevaba a cabo una «guerra defensiva». Su actitud fue, a partir de ese momento, ambigua: si
de una parte se pronunció en contra del expansionismo de Prusia, de la otra aconsejó a los obreros de
París que no se levantasen en armas contra la burguesía francesa, que acababa de firmar un armisticio
humillante para Francia. Ello equivalía, en realidad, a aconsejar a los trabajadores franceses que
aceptasen el «statu quo» impuesto a su país por las bayonetas prusianas. Al producirse más tarde el
levantamiento de la comuna, Marx dedicó a ésta un homenaje escrito, colmando de elogios a los mismos
obreros franceses que en su correspondencia privada había calificado durante años de cobardes,
fanfarrones y chovinistas.

Tras la derrota de la comuna, Marx concentró todas sus energías en preparar la caída de Bakunin, para lo
que convocó, en septiembre de 1871, la conferencia secreta de Londres. Al celebrarse, el año siguiente, el
congreso general de la Haya, Marx, en contra de su costumbre, asistió personalmente a los debates,
logrando que su odiado enemigo fuera expulsado de las filas de la internacional.

Conseguido este triunfo personal, su energía empezó a decrecer, Marx padecía de insomnio y de fuertes
dolores de cabeza. Para reponerse, tenía que realizar a menudo viajes a Karlsbad y otros balnearios.
Aunque seguía leyendo y tomando notas como siempre, sus facultades creadoras decrecían cada vez más.
Durante los últimos años de su vida escribió poco. Una parte de su tiempo la dedicaba a aprender ruso.
Marx no encontró las fuerzas necesarias para ordenar y pasar a limpio el segundo y tercer tomos de El
Capital, cuyos manuscritos fueron hallados por Engels en el más completo desorden.

Su muerte sobrevino al mediodía del 14 de marzo de 1883, como consecuencia de un tumor pulmonar. Su
cadáver fue enterrado en el cementerio de Hightate. Ante su tumba pronunciaron discursos Engels,
Lafargue y Karl Liebknecht.

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