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MOVIMIENTOS SOCIALES
Y PODER POLITICO*
Ei despertar contem poráneo de ios movimien ricos —pues éstos no dejaron “ g o tear” mucho
tos sociales y populares en el Tercer Mundo los recursos hacia las clases productoras infe
tiene más de dos décadas. Ya no son “ nuevos” riores —, agudizaron la explotación y la depen
y están adquiriendo otras m odalidades. dencia que venían de atrás con el ham bre, la
miseria y la ignorancia. Se trata de un ciclo
Para la América Latina, éste ha sido un extra activo todavía en evolución porque estos pro
ordinario ciclo de acción y discusión, intensifi blema? básicos de los pueblos no se han resu el
cado hacia 1964 cuando cayó el presidente Joáo to a su favor. En respuesta, millones de perso
Goulart en el Brasil. Algunos de sus brotes se nas subordinadas y olvidadas por los poderosos
vieron desde antes (1). m ientras que el fen ó han logrado articular expectativas propias y
meno europeo —-también con antecedentes realizar luchas independientes por soluciones
no tab les-- pasó a prim er plano cuatro años dem ocráticas. Con ello se ha dem ostrado una
después por motivos y razones diferentes de vez m ás la fuerza del impulso creador del hom
angustia y cultura. Nosotros respondimos acá bre y de ia m ujer y su capacidad de resistencia
(como todavía lo hacemos) a¡ autoritarism o a rte las injusticias.
militar, a las intervenciones externas, a la mar-
ginalidad de las m asa? y a las desenfocadas, La mayoría de los observadores de estos movi
políticas llam adas de “ desarrollo económico y m ientos los ha visto con buenos ojos y les ha
social’’ im puestas por p.dsc-s ricos y oligar deseado buena suerte. Estiman que los movi
quías consulares. m ientos han asumido la necesaria función his
tórica de articulación para la protesta Los
Estas políticas tecnocráticas, que m ás que todo movimientos todavía alim entan la esperanza
produjeron subdesarrollo y enriquecieron a los del progreso real en las com unidades, ven la
posibilidad de construir un nuevo orden social
* E ste articulo, resultado del trabajo realizado en el Instituto
más equitativo y próspero con paz y justicia,
durante el presente año, fue con algunas revisiones y red u c para contribuir a resolver las contradicciones
ciones de texto, la Conferencia Inaugural del VII Congreso del capitalismo y enm endar las inconsistencias
Nacional de Sociología en Barranquilla, octubre 11-14 de éticas do la democracia burguesa.
1989, por invitación de la Asociación Colombiana de Sociolo
gía.
** Sociólogo. Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Por eso no sorprende encontrar argum entos
Relaciones Internacionales. so ore todos estos aspectos en la abundante
1. Cf. Gino G erm ani, P olítica y so cied ad e n a n a ép o ca d e t r a n
literatura pertinente. No es éste el lugar para
sición, Buenos Aires, Paidós, 1962. revisarla totalm ente: sólo destaco algunas de
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las que me han sido m ás orientadoras, desde nales preocupaciones como científico social
las prim eras dram áticas descripciones de 1979 que siente que no puede quedarse con los b ra
del Bhoomi Sena de la India, hasta el útil hur- zos cruzados o silencioso ante los procesos que
gam iento de Tilman Evers sobre la “ identidad está viviendo.
oculta” de los movimientos (1986), los dinám i
cos análisis de D. L. Sheth (1982), Rajni Kotha-
ri (1984) y Luis Alberto Restrepo (1987, 1988), I
las posibilidades tácticas que ofrecen los movi
m ientos según André Gunder Frank y M aría
Fuentes (1988), sus relaciones con el socialis ANALISIS
mo y la democracia según David Slater (1989) y
Redefiniendo lo político:
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), hasta
de lo micro a lo macro y viceversa
la “ prom esa global” de tales movimientos pos
tulada por Richard Falk (1987) (2). Los analis
Dos de los aspectos prácticos de los movimien
ta s europeos, en general y como ha sido su cos
tos sociales y populares que m ás curiosidad
tum bre, desconocen la naturaleza diferente de
—y expectativa— han suscitado entre los estu
los fenómenos del Tercer Mundo y tienden a
diosos son: 1) su perm anencia en el tiem po; y
globalizar o unlversalizar con base en su propia
2) su expansión en el espacio territorial o socio-
y lim itada experiencia (3). Pero hay un balance
m ás bien positivo, debidam ente crítico, a veces geográfico. Ambos aspectos son im portantes
porque constituyen índices de debilidad o fuer
con dosis convenientes de escepticism o, ro
za en los movimientos, porque inciden en el
manticismo y visión utópica (4).
componente político, y porque crean “ cultura
política” . Esto es muy significativo, por cuanto
Con el fin de interpretar lo que ha venido ocu
rriendo con los movimientos en América Latina la política ha sido una actividad para la cual los
y colocarlos en una perspectiva amplia, en este movimientos nunca se sintieron listos, espe
trabajo intento presentar dos aspectos: uno cialm ente durante los prim eros años. Por el
analítico, prim ero, derivado de mis observacio contrario, siem pre hubo en ellos, o en su perso
nes y experiencias directas de los últimos vein nal dirigente y orientador, una gran descon
fianza por todo lo que oliera a la politiquería
te años; y otro proyectivo o interpretativo en el
tradicional, desconfianza por lo dem ás justifi
que, basado en lo anterior, expreso mis perso-
cada.
2. Tilman Evers, “ Identidad: La faz oculta de los nuevos movi Ha habido suficientes explicaciones de esa pri
mientos sociales en América Latina” , Procesos y políticas m era reacción negativa, por lo m enos en Amé
sociales, Bogotá, 1986; D. L. Sheth, “ Alternative Develop rica Latina. En efecto, recordem os que los
ment as Political Practice” , Alternatives, XII, 1987, pp. 155-
171; Rajni Kothari, “The Non-Party Political Process” , Eco movimientos surgieron casi espontáneam ente
nomic and Political Weekly, XIX, No. 5, febrero de 1984; desde las bases y periferias sociales, en sitios
Luis Alberto Restrepo, “ El protagonismo politico de los mo específicos y por necesidades concretas. Sus
vimientos sociales” , Revista Foro, No. 8, 1987, pp. 33-43;
Luis Alberto Restrepo, “ Los movimientos sociales, la demo
dirigentes eran personas preocupadas por el
cracia y el socialismo” , Análisis Político, No. 5, septiembre- estancam iento económico y el militarismo,
diciembre de 1988, pp. 56-67; André Gunder Frank y Maria frustradas por la verticalidad y el sectarism o de
Fuentes, “ Para una nueva lectura de los movimientos socia grupos vanguardistas revolucionarios; éram os
le s” , Nueva Sociedad, No. 93, enero-febrero de 1987; David
Slater, “ Nuevos movimientos sociales y viejas politicas” , académicos y m aestros que desertábam os de
Revista Foro, No. 8, febrero de 1989, pp. 4-19; Ernesto La colegios y universidades incapaces de respon
clau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: der a los desafíos de los tiem pos; eran visiona
Towards a Radical Democratic Politics, Londres, Verso,
1987; Richard Falk, “ The Global Promise of Social M ove
rios críticos de la religiosidad que querían
ments: Explorations at the E dge of Time” , Alternatives, XII, construir una Nueva Jerusalén. H abitábam os
1987, pp. 173-196. entonces en el reino de lo micro y cotidiano, el
3. Cf. Zsuzsa H egedus, “ Social M ovem ents and Social Change
in Self-Creative Society: New Civil Initiatives i n th e In te r
de los cortos pasos cuidadosos, en cuyo contex
national A rena” , International Sociology, IV, No. 1, m arzo to coyuntura! se realizaban, como se hace toda
de 1989, pp. 19-36. vía, tanto los actos de protesta y rebeldía como
4. Cf. Ruth C. L. Cardoso, “ M ovimentos sociais na América
L atina” , Revista Brasileira das Ciencias Sociais, II, No. 5, las búsquedas de identidad cultural, ecorregio-
1987, pp. 27-37. nal, social, étnica, de género, artística, etc.,
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como medios naturales de autodefensa. Casi zás por la profundidad y gravedad de la cri
todas esas actividades quedaban aparte de es sis socioeconómica de nuestros países, y por
tructuras -partidistas u organism os estableci la dinámica misma de los problemas reales
dos. confrontados, se fueron despejando ante los
movimientos otras rutas prácticas distintas de
Juzgando según la experiencia histórica, espe la protesta específica. Sobresalió entre esas
cialm ente la del ciclo anterior de movimientos posibilidades la de actuar contra el poder coer
del siglo XIX, era de esperarse que los de n u es citivo externo y superior cuyo peso lim itante en
tra época fueran tan cortos como las coyuntu las luchas no podía ignorarse. Constataron
ras en que surgieron. O que sus líderes resulta entonces que el accionar de los movimientos
ran igualm ente cooptables por los políticos y por el progreso local y la justificación de su
cayeran víctimas de la represión oficial. Así continuación como factores democráticos de
ocurrió en muchísimos y dolorosos casos, des cambio eran, en últim as, de naturaleza política
de Tlatelolco hasta los M apuches. No obstante, y m acroestructural. Su foco estaba en el Estado
empezó a crearse una concatenación de conflic desarrollista tecnocrático, autoritario y mono-
tos que obligaron a ligar una protesta o lucha pólico, así como en los pactos sociales que le
por derechos y servicios con otra, a buscar alia habían dado vida y legitim idad. Hacia allí de
dos firmes de diferentes orígenes sociales y a bían dirigirse entonces los esfuerzos de cam
conformar redes de apoyo mutuo y coordinado bio, con la m ism a o quizás mayor intensidad
ras a varios niveles. Un mecanismo ágil y efi que en las anteriores luchas, articulando un
caz fue el de los foros, encuentros o festivales nuevo “ contrapoder” .
por tem as específicos. Tales tendencias al
autoexam en y a la afirmación interna y externa Esta nueva cultura política obligó a muchos
fueron ampliando el espacio de la confrontación movimientos locales y a sus dirigentes a des
y el nivel del reconocimiento propio, prolongan bordar su visión cotidiana original, a descartar
do la vida y mejorando la eficacia de buen los restos de su lim itante sectarism o, a expan
núm ero de movimientos. Llevó a articularlos dirse en varias direcciones y a asociarse en
para la acción política, social y cultural en frentes unidos de acción. Pasaron así de lo mi
ám bitos m ayores, especialm ente en la “ re cro a lo macro, de la protesta a la propuesta. Al
gión” concebida sociogeográficamente. Se hacerlo rompieron las dos condiciones iniciales
sentaron de esta maulera los fundam entos para m encionadas: su coyunturalismo reducido en
una cultura política ciudadana diferente, una el tiem po y su localismo territorial; y estable
educación para la democracia auténtica. cieron canales de doble vía, de las bases hacia
arriba y desde arriba hacia las bases, en nuevas
En m uchas partes, esta prim era y esquem ática y m ás sim étricas m odalidades de intercam bio.
coordinación funcional rompió aquellas resis En esta nueva etapa de expansión y equilibrio
tencias iniciales internas que luchaban contra han venido funcionando en varios países desde
la formalización y, de m anera paradójica, llevó hace cerca de un lustro. No es mucho tiempo,
a institucionalizar los mismos movimientos. pero que esté ocurriendo puede ten er un signi
Ello no implicó establecer ninguna jerarquía ni ficado trascendental para los pueblos.
m andos centrales, ni hubo predominio de buro
cracias, aunque con el paso del tiempo apare En general, no puede ser visto sino como algo
cieron servicios profesionales calificados. Se extraordinario el que los movimientos sociales
aplicaron principios sobre democracia interna, y populares se hayan sostenido contra viento y
participación de las bases, cabildos abiertos, m area durante estos veinte años de graves con
colectivización y rotación del liderazgo y abso flictos y violencias m últiples. Han sobrevivido
luta transparencia adm inistrativa, es decir, a partidos y agrupaciones políticas fundados
hubo automedicina y autocontrol. En esta for durante este mismo lapso según reglas clásicas
m a se obtuvo una continuidad de acción im pen de organización, que muy pronto sucum bieron.
sada antes, y se expandieron los límites de los En cambio, a pesar de las inevitables fisuras,
trabajos m ás allá de la comunidad local. tensiones e inconsistencias internas, a pesar de
asesinatos y prisiones y torturas, los movi
Parecía como si se contradijera la razón de m ientos han persistido y se han extendido a las
ser específica de los m ovimientos; pero qui regiones sociogeográficas a través de las redes
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No se tra ta sólo de una cuestión de términos: lar; ello dio bases para la subsiguiente alianza
partido o movimiento, aunque ello pueda tener “cardenista” que hizo tam balear al antes
efectos prácticos. El hecho de que por ley toda im batible PR Í. Fuerzas políticas nuevas del
vía deba haber “ partidos” , como ocurre en Perú (Izquierda Unida), Bolivia, Venezuela y
Chile y México, 110 oculta el reto a fondo que otros países no habrían avanzado sin el apoyo
los movimientos adelantados les han hecho en de movimientos sociales coordinados o sin el
sus concepciones, estructuras y procedim ien de las organizaciones propias de! pueblo. La
tos: tienen que cam biar si quieren sobrevivir. Nicaragua Sandinista tiene mucho que ense
De otra parte, los movimientos como tales pue ñarnos sobre este particular.
den seguir siendo alternativas políticas, ya que
aqui hay campo suficiente para la imaginación En Colombia, el Movimiento Inconformes, ini
y la creatividad adaptadas a nuestra especial ciado en 1980 por profesores, sindicalistas y
historia, cultura y medio am biente. Tendrán trabajadores de la cultura, es hoy la segunda
que seguir dem ostrando cómo son las nuevas fuerza política del departam ento de Nariño,
formas necesarias de hacer política, especial con alcaldes, concejales, diputados y una filo
m ente para resolver problem as agudos como sofía participativa de acción. Este movimiento,
los de la pobreza, la injusticia y la violencia. La el m ás im portante de una decena de fuerzas
experiencia sigue siendo una buena m aestra, sim ilares que han surgido en las regiones co
de modo que conviene analizar algunos de los lombianas (Tolima, Sucre, Santander, Cauca,
casos actuales que parecen pertinentes. Llanos, Cesar, Boyacá, Putumayo, Antioquia),
ha dem ostrado en la práctica cómo avanzar de
El Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil lo micro a lo rnacro, de las bases hacia arriba,
(aunque se designe “ p a rtid o '', no lo es en la desde las periferias hacia los centros, y vice
práctica, según lo reconocen sus fundadores y versa, para conformar redes, coordinadoras y
directivos) (6) no es por lo menos un partido otros organism os de contrapoder popular. Otro
como los otros: ha sido el resultado de un pro caso local interesante es el del Movimiento
ceso organizador totalizante con sectores de Peñolita, establecido como fuerza cívica en
trabajadores, líderes comunales y religiosos, 1980 en el pequeño municipio de El Peñol,
intelectuales orgánicos (entre ellos Paulo Frei- Antioquia. que fue organizando frentes comu
re, el educador), que desarrollaron un progra nales, de vivienda popular y culturales; en
ma común de acción po'ítica, económica, social 1986 llegó al Concejo Municipal, hoy tiene al
y cultural que desbordó lo gremial y local y calde propio, ha desplazado del poder a los
cubre ahora a toda la sociedad brasileña (7). gam onales tradicionales de los dos partidos
(liberal y conservador) y empieza a coordinarse
La persistencia y el extenso impacto abierto y con los diez municipios de su provincia.
subterráneo de los movimientos sociales, edu
cativos y sindicales de Chile fueron factores Siguiendo estos ejem plos, en los resquicios
decisivos para el “ No” a Pinochet. La recons que los conflictos dejan en la Colombia des
trucción de Ciudad de México después del com puesta que tenem os se han realizado en
terrem oto de 1985 descubrió cuán sólida era la cuentros, foros y talleres, se ha marchado por
infraestructura oculta de los movimientos so las carreteras, se han hecho paros, agitado
ciales y cívicos locales que fueron capaces de ideas y movilizado recursos para exigir un nue
suplantar al Estado con su propio poder popu- vo pacto social entre los colombianos.
Por supuesto, no nos referimos a la vertiente Clastres refuerza estas tesis con la de que el
roja de discípulos de Mijail Bakunin, ni a la poder existe no sólo como dimensión social,
poco convincente posición antiestatista radical sino tam bién corno calidad separada de la vio-'
de “ acabar con todo gobierno” ; tampoco pro lencia y de las jerarquías. De la m ism a m anera
clamamos adhesión incondicional a la conver distingue entre coerción y poder , para sostener
gente doctrina m arxista del m architam iento que “ el poder coercitivo [del Estado] no es la
del Estado. N uestra versión es la inspirada en única forma de poder” sino una entre varias,
la “ ley de la ayuda m utua” y la experiencia aquélla adoptada por el Occidente que hoy se
autonómica siberiana del príncipe Peter Kro- tom a como pauta o modelo dom inante. Es una
potkin. Se trata m ás bien de una forma diferen fórmula para sociedades históricas; otras,
te de concebir y entender el poder, como lo como las arcaicas (C'f. la maya), desarrollaron
sugieren algunos movimientos, todavía con formas colectivas muy diferentes de poder,
timidez. Es un neoanarquism o hum anista que m uchas de las cuales todavía cobijan a inm en
está en trance de articular mejor su pensa sas porciones de la hum anidad, por ejemplo,
miento. Quizás encuentre inspiración adicional entre los grupos tribales de la India o con los
en la lectura de algunos textos herm enéuticos, consejos indígenas de ancianos de América. En
como los de Michel Foucault, Pierre C lastres y cambio, la jerarquía o autoridad formal es la
otros críticos contem poráneos que tienden a que crea el lazo politico m oderno. Por eso la
desem polvar la función de cemento ideológico violencia tiene su últim a y más com pleta forma
que ha cumplido y cumple la sociedad civil en en el Estado centra! impositivo, homogenei-
la estructuración de los Estados-Naciones zante y monopólico (14).
contem poráneos.
E stas ideas no sólo explican situaciones para
Se ha dicho en formas diversas que conviene dójicas que muchos movimientos sociopolíticos
analíticam ente distinguir entre el Estado como confrontan cuando quieren im pulsar el poder
aparato de coerción y el poder como categoría popular y combatir violencias e injusticias, sino
cultural conformada por nodos de relaciones que arrojan luz sobre los efectos concretos que
sociales. Foucault lo ha explicado de una m a los Estados tienen sobre la sociedad para
nera que se acerca a lo sentido en la práctica em peorar situaciones o intensificar conflictos
por muchos movimientos, cuando éstos sostie hasta llegar al terrorism o. Es el caso, por ejem
nen que todo poder “ em ana” del pueblo. En plo, de los Llanos O rientales colombianos don
efecto, el investigador francés ha escrito que de el Estado ha sido el principal generador de
“ el poder debe analizarse como algo que circu violencia, sem brándola doquiera se hizo pre
la o que funciona como una cadena... se em sente per prim era vez; con razón surgieron allí
plea y ejerce a través de una organización pare enseguida las guerrillas por una parte, una le
cida a una re d ” (12). El poder, es obvio, no gislación autónoma de las bases movilizadas y
reside sólo en el Estado, sino que hay que bus un movimiento regional de reconstrucción so
car sus fuentes m ás allá, porque aquél “ con cial, por otra (15). Lo mismo se ve en aquellas
toda la omnipotencia de sus aparatos, no puede regiones étnicas que han sido arbitrariam ente
ser capaz de ocupar todo el campo real de las divididas por fronteras políticas, como entre
relaciones de poder y porque el Estado no pue los guaraníes de Paraguay y Argentina, los
de funcionar sino con base en otras relaciones guajiros de Colombia y Venezuela o los mayas
de poder previam ente existentes... [El meta- de Yucatán, Guatem ala y El Salvador.
poder resultanteJ, con sus prohibiciones, sólo
se asegura donde hay toda una serie de relacio No es de sorprenderse, por lo mismo, que en
nes de poder m últiples e indefinidas que !e muchos movimientos actuales Lneoanarquis-
sum inistran la fuerza necesaria para ejercer
formas de poder negativas” (13). 14. Pierre Clastres, Society Against the State: Essays in Poüti-
cal Anthropology, New York, Zone Bcoks, 1987.
15. Reinaldo Barbosa E.. Centauros de Guadalupe o la insu
rrección llanera, 1946-1366, Bogotá, Universidad Nacional
de Colombia, Tesis de Grado, Departamento de Historia.
12. Michel Foucault. Power/Knowledge. New York, Pantheon Datos similares son presentados por Alfredo Molano, Yo le
Books 1980, p. 98. digo una de las cosas... Bogotá, FEN y Corporación Arara-
13. Ibid., p. 122. cu ara, 1989.
M O V IM IEN TO S SO CIA LES Y PO D ER PO LITICO . O. FA LS 57
lencia como principal explicación histórica, la He aquí un reto teórico-práctico que hay que
degradación del hombre-objeto y la destruc asum ir para que los movimientos sociales y
ción del medio am biente, como lo he analizado políticos independientes de hoy no se acaben ni
detalladam ente en otros trabajos (18). Ese se dejen asim ilar por los partidos como vienen,
equilibrio se alcanzaría m ediante la utilización sino que sigan resistiendo y cumpliendo por
reconocida de formas alternativas de produc mucho m ás tiem po su bienvenida función como
ción de conocimientos antes despreciados sujetos históricos protagónicos. Porque tales
como no científicos, tales como el popular y el movimientos son la parte sana que queda de
cotidiano del sentido común que tienden a ser nuestro lacerado cuerpo social. En buena m e
culturalm ente m ás ricos, m ás respetuosos de la dida, de ellos depende nuestro futuro como
vida y de la naturaleza, m ás civilizados. Al eje naciones y como pueblos.
cutar una síntesis vivencia] de esos saberes
diferentes, como se lo propone la investiga-
ción-acción participativa (IAP), los intelectua
les y los agentes de cambio podrían dirigir el
conocimiento así enriquecido hacia la demoli
ción de estructuras de fuerza inconsulta, domi
nio y explotación inadm isibles y hacia la re
construcción social y económica. Se converti
rían en pedagogos de la transform ación pacífi
ca al colaborar para que las clases subordina
das y oprim idas conozcan mejor lo que ya cono
cen a partir de su práctica, y para que amplíen
sus conocimientos y participen en la tarea crea
dora y productiva de la nueva sociedad.