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DEMOCRACIÁ

MOVIMIENTOS SOCIALES
Y PODER POLITICO*

Orlando Fais Borda**

Ei despertar contem poráneo de ios movimien­ ricos —pues éstos no dejaron “ g o tear” mucho
tos sociales y populares en el Tercer Mundo los recursos hacia las clases productoras infe­
tiene más de dos décadas. Ya no son “ nuevos” riores —, agudizaron la explotación y la depen­
y están adquiriendo otras m odalidades. dencia que venían de atrás con el ham bre, la
miseria y la ignorancia. Se trata de un ciclo
Para la América Latina, éste ha sido un extra­ activo todavía en evolución porque estos pro­
ordinario ciclo de acción y discusión, intensifi­ blema? básicos de los pueblos no se han resu el­
cado hacia 1964 cuando cayó el presidente Joáo to a su favor. En respuesta, millones de perso­
Goulart en el Brasil. Algunos de sus brotes se nas subordinadas y olvidadas por los poderosos
vieron desde antes (1). m ientras que el fen ó ­ han logrado articular expectativas propias y
meno europeo —-también con antecedentes realizar luchas independientes por soluciones
no tab les-- pasó a prim er plano cuatro años dem ocráticas. Con ello se ha dem ostrado una
después por motivos y razones diferentes de vez m ás la fuerza del impulso creador del hom ­
angustia y cultura. Nosotros respondimos acá bre y de ia m ujer y su capacidad de resistencia
(como todavía lo hacemos) a¡ autoritarism o a rte las injusticias.
militar, a las intervenciones externas, a la mar-
ginalidad de las m asa? y a las desenfocadas, La mayoría de los observadores de estos movi­
políticas llam adas de “ desarrollo económico y m ientos los ha visto con buenos ojos y les ha
social’’ im puestas por p.dsc-s ricos y oligar­ deseado buena suerte. Estiman que los movi­
quías consulares. m ientos han asumido la necesaria función his­
tórica de articulación para la protesta Los
Estas políticas tecnocráticas, que m ás que todo movimientos todavía alim entan la esperanza
produjeron subdesarrollo y enriquecieron a los del progreso real en las com unidades, ven la
posibilidad de construir un nuevo orden social
* E ste articulo, resultado del trabajo realizado en el Instituto
más equitativo y próspero con paz y justicia,
durante el presente año, fue con algunas revisiones y red u c­ para contribuir a resolver las contradicciones
ciones de texto, la Conferencia Inaugural del VII Congreso del capitalismo y enm endar las inconsistencias
Nacional de Sociología en Barranquilla, octubre 11-14 de éticas do la democracia burguesa.
1989, por invitación de la Asociación Colombiana de Sociolo­
gía.
** Sociólogo. Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Por eso no sorprende encontrar argum entos
Relaciones Internacionales. so ore todos estos aspectos en la abundante
1. Cf. Gino G erm ani, P olítica y so cied ad e n a n a ép o ca d e t r a n ­
literatura pertinente. No es éste el lugar para
sición, Buenos Aires, Paidós, 1962. revisarla totalm ente: sólo destaco algunas de
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las que me han sido m ás orientadoras, desde nales preocupaciones como científico social
las prim eras dram áticas descripciones de 1979 que siente que no puede quedarse con los b ra­
del Bhoomi Sena de la India, hasta el útil hur- zos cruzados o silencioso ante los procesos que
gam iento de Tilman Evers sobre la “ identidad está viviendo.
oculta” de los movimientos (1986), los dinám i­
cos análisis de D. L. Sheth (1982), Rajni Kotha-
ri (1984) y Luis Alberto Restrepo (1987, 1988), I
las posibilidades tácticas que ofrecen los movi­
m ientos según André Gunder Frank y M aría
Fuentes (1988), sus relaciones con el socialis­ ANALISIS
mo y la democracia según David Slater (1989) y
Redefiniendo lo político:
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), hasta
de lo micro a lo macro y viceversa
la “ prom esa global” de tales movimientos pos­
tulada por Richard Falk (1987) (2). Los analis­
Dos de los aspectos prácticos de los movimien­
ta s europeos, en general y como ha sido su cos­
tos sociales y populares que m ás curiosidad
tum bre, desconocen la naturaleza diferente de
—y expectativa— han suscitado entre los estu­
los fenómenos del Tercer Mundo y tienden a
diosos son: 1) su perm anencia en el tiem po; y
globalizar o unlversalizar con base en su propia
2) su expansión en el espacio territorial o socio-
y lim itada experiencia (3). Pero hay un balance
m ás bien positivo, debidam ente crítico, a veces geográfico. Ambos aspectos son im portantes
porque constituyen índices de debilidad o fuer­
con dosis convenientes de escepticism o, ro­
za en los movimientos, porque inciden en el
manticismo y visión utópica (4).
componente político, y porque crean “ cultura
política” . Esto es muy significativo, por cuanto
Con el fin de interpretar lo que ha venido ocu­
rriendo con los movimientos en América Latina la política ha sido una actividad para la cual los
y colocarlos en una perspectiva amplia, en este movimientos nunca se sintieron listos, espe­
trabajo intento presentar dos aspectos: uno cialm ente durante los prim eros años. Por el
analítico, prim ero, derivado de mis observacio­ contrario, siem pre hubo en ellos, o en su perso­
nes y experiencias directas de los últimos vein­ nal dirigente y orientador, una gran descon­
fianza por todo lo que oliera a la politiquería
te años; y otro proyectivo o interpretativo en el
tradicional, desconfianza por lo dem ás justifi­
que, basado en lo anterior, expreso mis perso-
cada.

2. Tilman Evers, “ Identidad: La faz oculta de los nuevos movi­ Ha habido suficientes explicaciones de esa pri­
mientos sociales en América Latina” , Procesos y políticas m era reacción negativa, por lo m enos en Amé­
sociales, Bogotá, 1986; D. L. Sheth, “ Alternative Develop­ rica Latina. En efecto, recordem os que los
ment as Political Practice” , Alternatives, XII, 1987, pp. 155-
171; Rajni Kothari, “The Non-Party Political Process” , Eco­ movimientos surgieron casi espontáneam ente
nomic and Political Weekly, XIX, No. 5, febrero de 1984; desde las bases y periferias sociales, en sitios
Luis Alberto Restrepo, “ El protagonismo politico de los mo­ específicos y por necesidades concretas. Sus
vimientos sociales” , Revista Foro, No. 8, 1987, pp. 33-43;
Luis Alberto Restrepo, “ Los movimientos sociales, la demo­
dirigentes eran personas preocupadas por el
cracia y el socialismo” , Análisis Político, No. 5, septiembre- estancam iento económico y el militarismo,
diciembre de 1988, pp. 56-67; André Gunder Frank y Maria frustradas por la verticalidad y el sectarism o de
Fuentes, “ Para una nueva lectura de los movimientos socia­ grupos vanguardistas revolucionarios; éram os
le s” , Nueva Sociedad, No. 93, enero-febrero de 1987; David
Slater, “ Nuevos movimientos sociales y viejas politicas” , académicos y m aestros que desertábam os de
Revista Foro, No. 8, febrero de 1989, pp. 4-19; Ernesto La­ colegios y universidades incapaces de respon­
clau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: der a los desafíos de los tiem pos; eran visiona­
Towards a Radical Democratic Politics, Londres, Verso,
1987; Richard Falk, “ The Global Promise of Social M ove­
rios críticos de la religiosidad que querían
ments: Explorations at the E dge of Time” , Alternatives, XII, construir una Nueva Jerusalén. H abitábam os
1987, pp. 173-196. entonces en el reino de lo micro y cotidiano, el
3. Cf. Zsuzsa H egedus, “ Social M ovem ents and Social Change
in Self-Creative Society: New Civil Initiatives i n th e In te r­
de los cortos pasos cuidadosos, en cuyo contex­
national A rena” , International Sociology, IV, No. 1, m arzo to coyuntura! se realizaban, como se hace toda­
de 1989, pp. 19-36. vía, tanto los actos de protesta y rebeldía como
4. Cf. Ruth C. L. Cardoso, “ M ovimentos sociais na América
L atina” , Revista Brasileira das Ciencias Sociais, II, No. 5, las búsquedas de identidad cultural, ecorregio-
1987, pp. 27-37. nal, social, étnica, de género, artística, etc.,
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como medios naturales de autodefensa. Casi zás por la profundidad y gravedad de la cri­
todas esas actividades quedaban aparte de es­ sis socioeconómica de nuestros países, y por
tructuras -partidistas u organism os estableci­ la dinámica misma de los problemas reales
dos. confrontados, se fueron despejando ante los
movimientos otras rutas prácticas distintas de
Juzgando según la experiencia histórica, espe­ la protesta específica. Sobresalió entre esas
cialm ente la del ciclo anterior de movimientos posibilidades la de actuar contra el poder coer­
del siglo XIX, era de esperarse que los de n u es­ citivo externo y superior cuyo peso lim itante en
tra época fueran tan cortos como las coyuntu­ las luchas no podía ignorarse. Constataron
ras en que surgieron. O que sus líderes resulta­ entonces que el accionar de los movimientos
ran igualm ente cooptables por los políticos y por el progreso local y la justificación de su
cayeran víctimas de la represión oficial. Así continuación como factores democráticos de
ocurrió en muchísimos y dolorosos casos, des­ cambio eran, en últim as, de naturaleza política
de Tlatelolco hasta los M apuches. No obstante, y m acroestructural. Su foco estaba en el Estado
empezó a crearse una concatenación de conflic­ desarrollista tecnocrático, autoritario y mono-
tos que obligaron a ligar una protesta o lucha pólico, así como en los pactos sociales que le
por derechos y servicios con otra, a buscar alia­ habían dado vida y legitim idad. Hacia allí de­
dos firmes de diferentes orígenes sociales y a bían dirigirse entonces los esfuerzos de cam ­
conformar redes de apoyo mutuo y coordinado­ bio, con la m ism a o quizás mayor intensidad
ras a varios niveles. Un mecanismo ágil y efi­ que en las anteriores luchas, articulando un
caz fue el de los foros, encuentros o festivales nuevo “ contrapoder” .
por tem as específicos. Tales tendencias al
autoexam en y a la afirmación interna y externa Esta nueva cultura política obligó a muchos
fueron ampliando el espacio de la confrontación movimientos locales y a sus dirigentes a des­
y el nivel del reconocimiento propio, prolongan­ bordar su visión cotidiana original, a descartar
do la vida y mejorando la eficacia de buen los restos de su lim itante sectarism o, a expan­
núm ero de movimientos. Llevó a articularlos dirse en varias direcciones y a asociarse en
para la acción política, social y cultural en frentes unidos de acción. Pasaron así de lo mi­
ám bitos m ayores, especialm ente en la “ re ­ cro a lo macro, de la protesta a la propuesta. Al
gión” concebida sociogeográficamente. Se hacerlo rompieron las dos condiciones iniciales
sentaron de esta maulera los fundam entos para m encionadas: su coyunturalismo reducido en
una cultura política ciudadana diferente, una el tiem po y su localismo territorial; y estable­
educación para la democracia auténtica. cieron canales de doble vía, de las bases hacia
arriba y desde arriba hacia las bases, en nuevas
En m uchas partes, esta prim era y esquem ática y m ás sim étricas m odalidades de intercam bio.
coordinación funcional rompió aquellas resis­ En esta nueva etapa de expansión y equilibrio
tencias iniciales internas que luchaban contra han venido funcionando en varios países desde
la formalización y, de m anera paradójica, llevó hace cerca de un lustro. No es mucho tiempo,
a institucionalizar los mismos movimientos. pero que esté ocurriendo puede ten er un signi­
Ello no implicó establecer ninguna jerarquía ni ficado trascendental para los pueblos.
m andos centrales, ni hubo predominio de buro­
cracias, aunque con el paso del tiempo apare­ En general, no puede ser visto sino como algo
cieron servicios profesionales calificados. Se extraordinario el que los movimientos sociales
aplicaron principios sobre democracia interna, y populares se hayan sostenido contra viento y
participación de las bases, cabildos abiertos, m area durante estos veinte años de graves con­
colectivización y rotación del liderazgo y abso­ flictos y violencias m últiples. Han sobrevivido
luta transparencia adm inistrativa, es decir, a partidos y agrupaciones políticas fundados
hubo automedicina y autocontrol. En esta for­ durante este mismo lapso según reglas clásicas
m a se obtuvo una continuidad de acción im pen­ de organización, que muy pronto sucum bieron.
sada antes, y se expandieron los límites de los En cambio, a pesar de las inevitables fisuras,
trabajos m ás allá de la comunidad local. tensiones e inconsistencias internas, a pesar de
asesinatos y prisiones y torturas, los movi­
Parecía como si se contradijera la razón de m ientos han persistido y se han extendido a las
ser específica de los m ovimientos; pero qui­ regiones sociogeográficas a través de las redes
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y coordinadoras m encionadas (asociaciones de ideas y m etas generales sin perder su identi­


ju n tas comunales y m ingas, cooperativas de. dad, integridad, liderazgo y autonomía como
vivienda popular y de “ pueblos jóvenes” , cam ­ movimientos, los m ás adelantados de éstos se
pañas de educación popular, etc.). Y así, de están con virtiendo, o ya se han convertido en
esta forma siguen resistiendo las tentacio­ varias partes, en alternativas políticas de con­
nes de la instrum entación izquierdista radical, sideración. Son alternativas que tienden a
así como los em bates de la cooptación y la re­ afianzarse por el vacío político aludido, por la
presión que ejercen sobre ellos y sus líderes ios crisis del desarrollism o y de los organism os o
partidos y gobiernos existentes. instituciones existentes. Por eso, a diferencia
de lo ocurrido en épocas pasadas, muchos mo­
vimientos im portantes no han reforzado ni
Es cierto que ha habido deserciones y transfe­
rencias de “ m añas” politiqueras en el seno de dado origen a partidos como los hemos conoci­
movimientos. Pero como muchos de los orga­ do, puesto que éstos se ven como fórmulas
nismos del “ Establecim iento” afectan un obsoletas de organización política o, peor,
inmenso desprestigio, ingresar a ellos, im itar como fom entadores de violencia, corrupción y
sus prácticas reaccionarias o inm orales, o re­ abuso de poder. Muchos de los movimientos
forzarlos en otras formas ya no se ve como un adelantados han empezado a asum ir el papel
paso adelante para las personas decididam ente de los partidos tradicionales de m anera más
involucradas en los movimientos. M uchas ins­ directa y eficaz, delimitando un campo mayor
tituciones dom inantes, como los partidos tradi­ de participación democrática.
cionales. se han deslegitim ado ante los pue­
blos, entre otras razones, porque han perdido Esta actitud crítica hacia los partidos está cum ­
su capacidad de actuar como m ediadores y sus­ pliendo la im portante función de desm itificar­
tentadores de los intereses de los grupos des­ los. Muchos activistas han descubierto, como
protegidos o perseguidos y han tolerado la des­ Marx en su época, que los partidos no son las
composición social, como ocurre en Colombia únicas formas posibles de organización para la
con la Violencia y el actual terrorism o. acción política; que nacieron en Europa en un
contexto histórico y cultural específico del siglo
XVIII; que no han sido fundam entales para
En m uchas partes la deslegitim ación de los acceder al poder (casos Cuba y Nicaragua); que
partidos y de los gobiernos por su tolerancia de se convierten en peso negativo para el cambio
los abusos ha creado un vacío de poder. Los cuando se exceden en jerarquización y vertica­
movimientos sociales, en su evolución expansi­ lidad, por los intereses creados de grupo o de
va, han venido llenando ese vacío local y regio­ clase social a que se ven reducidos, por su fre­
nalm ente a su m anera, como viene dicho, al cuente idealización de la fuerza e im plementa-
plantear propuestas alternativas de sociedad y ción de la violencia, por la manipulación y d e­
de contrato social en que puedan confluir des­ gradación que m uchas veces toleran. En cam­
de sus diversas actividades y puntos de arran ­ bio, en los movimientos se tra ta de realizar una
que inicial. Ahora, a través de las redes afirm a­ búsqueda creadora de formas alternativas de
das y otros mecanismos ya m aduros de coordi­ organización y acción política. Todavía no han
nación regional, muchos de ellos em piezan a cristalizado. Pero el desafío a los partidos tra ­
proponer o exigir cambios program áticos o dicionales en cuanto a su organización, inspira­
estructurales para toda la sociedad. Estos han ción y m oralidad es cada día más rotundo (5).
constituido una vanguardia nacional o supra-
regional de acción y compromiso para el cam ­
bio, m ientras que los otros movimientos van
5. Así ha ocurrido en ciclos anteriores de d esp ertar de movi­
quedando reducidos a las tareas reivindicativas m ientos, cuando lo político se ha redefinido por su acción.
de los prim eros años del ciclo actual de reacti­ Recordem os, por ejem plo, el caso del Cartism o inglés (1838-
vación. 1848), tram polín del Partido Laborista, o el de los m ovimien­
tos cam pesinos, indígenas, sindicales y estudiantiles de Co­
lombia, Perú y otros países durante la década de 1920, que
Al dar el salto de lo micro a lo macro y conside­ reforzaron y reorientaron al liberalism o. M ovimientos m adu­
ros como el fem inista, el del sufragio universal, el gandhiano
rar tam bién la vía inversa en estas formas es­ hindú, hasta el de los trabajadores, tuvieron el mismo efecto
tructurales; al encontrarse en el plano de las retador y renovante en los partidos existentes.
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No se tra ta sólo de una cuestión de términos: lar; ello dio bases para la subsiguiente alianza
partido o movimiento, aunque ello pueda tener “cardenista” que hizo tam balear al antes
efectos prácticos. El hecho de que por ley toda­ im batible PR Í. Fuerzas políticas nuevas del
vía deba haber “ partidos” , como ocurre en Perú (Izquierda Unida), Bolivia, Venezuela y
Chile y México, 110 oculta el reto a fondo que otros países no habrían avanzado sin el apoyo
los movimientos adelantados les han hecho en de movimientos sociales coordinados o sin el
sus concepciones, estructuras y procedim ien­ de las organizaciones propias de! pueblo. La
tos: tienen que cam biar si quieren sobrevivir. Nicaragua Sandinista tiene mucho que ense­
De otra parte, los movimientos como tales pue­ ñarnos sobre este particular.
den seguir siendo alternativas políticas, ya que
aqui hay campo suficiente para la imaginación En Colombia, el Movimiento Inconformes, ini­
y la creatividad adaptadas a nuestra especial ciado en 1980 por profesores, sindicalistas y
historia, cultura y medio am biente. Tendrán trabajadores de la cultura, es hoy la segunda
que seguir dem ostrando cómo son las nuevas fuerza política del departam ento de Nariño,
formas necesarias de hacer política, especial­ con alcaldes, concejales, diputados y una filo­
m ente para resolver problem as agudos como sofía participativa de acción. Este movimiento,
los de la pobreza, la injusticia y la violencia. La el m ás im portante de una decena de fuerzas
experiencia sigue siendo una buena m aestra, sim ilares que han surgido en las regiones co­
de modo que conviene analizar algunos de los lombianas (Tolima, Sucre, Santander, Cauca,
casos actuales que parecen pertinentes. Llanos, Cesar, Boyacá, Putumayo, Antioquia),
ha dem ostrado en la práctica cómo avanzar de
El Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil lo micro a lo rnacro, de las bases hacia arriba,
(aunque se designe “ p a rtid o '', no lo es en la desde las periferias hacia los centros, y vice­
práctica, según lo reconocen sus fundadores y versa, para conformar redes, coordinadoras y
directivos) (6) no es por lo menos un partido otros organism os de contrapoder popular. Otro
como los otros: ha sido el resultado de un pro­ caso local interesante es el del Movimiento
ceso organizador totalizante con sectores de Peñolita, establecido como fuerza cívica en
trabajadores, líderes comunales y religiosos, 1980 en el pequeño municipio de El Peñol,
intelectuales orgánicos (entre ellos Paulo Frei- Antioquia. que fue organizando frentes comu­
re, el educador), que desarrollaron un progra­ nales, de vivienda popular y culturales; en
ma común de acción po'ítica, económica, social 1986 llegó al Concejo Municipal, hoy tiene al­
y cultural que desbordó lo gremial y local y calde propio, ha desplazado del poder a los
cubre ahora a toda la sociedad brasileña (7). gam onales tradicionales de los dos partidos
(liberal y conservador) y empieza a coordinarse
La persistencia y el extenso impacto abierto y con los diez municipios de su provincia.
subterráneo de los movimientos sociales, edu­
cativos y sindicales de Chile fueron factores Siguiendo estos ejem plos, en los resquicios
decisivos para el “ No” a Pinochet. La recons­ que los conflictos dejan en la Colombia des­
trucción de Ciudad de México después del com puesta que tenem os se han realizado en ­
terrem oto de 1985 descubrió cuán sólida era la cuentros, foros y talleres, se ha marchado por
infraestructura oculta de los movimientos so­ las carreteras, se han hecho paros, agitado
ciales y cívicos locales que fueron capaces de ideas y movilizado recursos para exigir un nue­
suplantar al Estado con su propio poder popu- vo pacto social entre los colombianos.

El crecimiento en el poder local y regional


6. Francisco C. W effort. “ Democracia y revolución” , Cuader­ independiente, a pesar de la Violencia, tuvo
nos Políticos. No. 56, enero-abril de 1989, pp. 5-18. una clara expresión en Colombia con la puerta
7. Un proceso sim ilar es el ocurrido con el M ovimiento Solidari­ entreabierta de la prim era elección popular de
dad, de P olonia, hoy entrando a cogobem ar el país, y con los
del Poder Popular en Filipinas y Haití en la prim era época alcaldes en marzo de 1988, cuando para sorpre­
postdictatorial. O tros, como los de D efensa de Derechos sa general un respetable núm ero de tales fun­
Hum anos y del Medio A m biente (Verdes) y A ntinucleares cionarios, concejales m unicipales y diputados
han em ergido de Europa para adquirir dim ensiones in te rn a ­
cionales. Síntom as de este no-partidism o se observan en ia departam entales resultó estar por fuera de
India, en la Unión Soviética y en otros países socialistas. los partidos tradicionales. Las tendencias han
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m adurado desde cuando se intentó por esas Civilismo-Autonomía-Pluralismo


fuerzas independientes una prim era Conver­
gencia en Funza, Cundinam arca, en junio de Las características m ás prom inentes que po­
1984, otra en Chachaguí, Nariño, en enero de drían perm itir la continuidad y reforzamiento
1987 (8). En junio de 1989 se dio un paso m ás de los movimientos sociopolíticos democráticos
con una coalición inicial de 37 agrupaciones y m ás avanzados son: su naturaleza civilista y
movimientos m enores, bajo un gran paraguas pacífica; su empeño descentralizador y autonó­
democrático, pluralista y no-violento, bautiza­ mico; y su tolerancia pluralista ante la diversi­
do Movimiento Colombia Unida, de oposición dad cultural y hum ana. E stas características
al monopolio bipartidista gobernante, que cul­ han pasado a ser preocupaciones fundam enta­
minó el 3 de septiem bre del mismo año con una les para construir su estructura, conformar su
convención constitutiva de m ás de 150 agrupa­ ideología y darles una visión coherente y diná­
ciones de todos los departam entos y secciones mica que las acerque a un nuevo tipo de demo­
del país. cracia de índole participativa y directa. Son una
respuesta positiva, una salida a la Violencia y
Así, h asta en Colombia con su violento terroris­ al terrorism o actuales (10).
mo, o quizás por ello mismo, m uchos movi­
m ientos sociales, cívicos, regionales, étnicos y En prim er lugar, el civilismo de tales movi­
culturales han estado durante estos años re- m ientos adelantados se expresa como una
definiendo lo político, creando otra cultura reacción ante la frustración de las vías violen­
política en sus propios térm inos y deslegiti­ tas para acceder al poder estatal, sea en la for­
m ando al actual Estado desarrollista y autorita­ m a revolucionaria socialista de los años 20, o
rio (9). Lo han hecho con cierto espontaneísm o, en la m odalidad guerrillera de los años 60, que
quizás sin darse cuenta, ofreciendo salidas persiste aún en varios países. En este sentido
constructivas a la Violencia y los otros proble­ han aprendido una im portante lección: que la
m as estructurales que padecem os en tan tas tom a del poder como tal no es ninguna pana­
partes. Pero hoy, con la acumulación de expe­ cea; que si no se prepara de m anera amplia,
riencias en esta azarosa dirección y con la sum a aquel acto corre el riesgo de continuar la vio­
de sus caudas y redes coordinadas, los movi­ lencia anterior o reproducir indefinidam ente
m ientos m ás avanzados se encuentran ante las tendencias bélicas del proceso de lucha. El
otro umbral de cambio que les plantea un gra­ espejism o jacobino de la tom a del Palacio de
ve dilema: como se dijo antes, o persisten en la Invierno de Petrogrado, como condición de
acción política amplia y creadora que ya em ­ revolución exitosa, se ha desvanecido b astan ­
prendieron, es decir, sin claudicar como movi­ te.
m ientos ni tenerle miedo o repugnancia a plan­
tear visiones políticas com partidas; o pasan a Por eso se insiste en poner en práctica formas
ser partidos nuevos o a reforzar algunos de los dem ocráticas de participación auténtica desde
existentes al inducir la necesaria renovación de ahora mismo, con la filosofía vivencial de la
éstos. Sobra indicar que m e parece m ás consis­ alteridad, dentro de los propios rangos hum a­
ten te con la historia y justificado por la práctica nos, en lo cotidiano y en las relaciones de géne­
persistir en la prim era opción —la propia de los ro. Es otra forma de ver, entender y enfrentar
m ovim ientos— que ceder a la fatigada trad i­ la vida. En el fondo, se tra ta de un plantea­
ción partidista. miento ético de profundas implicaciones: el
maquiavelismo de la fuerza y la m aniobra, las
excusas hegelianas a los abusos de los grandes
hom bres, la tesis de justificar los medios con
los fines, entre ellos el poder en sí mismo, que­
dan cuestionados.
8. Jairo Chaparro, “ Los movimientos políticos regionales: un
aporte para la unidad nacional” , en Gustavo Gallón Giraldo
(ed.), Entre movimientos y caudillos: 50 años de bipartidis-
mo, izquierda y alternativas populares en Colombia, Bogotá,
Cinep-Cerec, 1989, pp. 208-226. 10. Cf. Orlando Fals Borda, ‘‘Ocho tesis para una opción demo­
9. Cf. Norbert Lechner (ed.), ¿Qué significa hacer política?, crática participativa” , Vía Democrática, No. 1, febrero de
Lima, Deseo, 1982. 1989, pp. 31-35.
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De la m ism a m anera, la fuerte reacción des­ y etnocèntrica que ha acompañado a nuestro


legitim adora contra instituciones y gobiernos subdesarrollo; y han corregido a aquellos parti­
desarrollistas y tecnocráticos se dirige espe­ dos y agrupaciones dogm áticas de la vieja iz­
cialm ente contra los m ás centralistas y autori­ quierda que se ufanaban de ser vanguardias o
tarios, i.e., los monopolizadores de decisiones. custodios de la verdad revolucionaria, creencia
Esto parece natural en vista de los orígenes con la que en cambio castraron el potencial de
locales de los movimientos, que siguen muy sus ideales.
celosos de su identidad y autonomía como for­
m as de supervivencia física. Un aspecto intere­ En térm inos generales, los movimientos socia­
sante del momento actual de redefinición de lo les y populares m ás avanzados prefieren plan­
político es la insistencia en fragm entar el poder te ar negociaciones, diálogos y salidas razona­
existente y modificar las reglas del juego para bles a los conflictos existentes; arm ados o no,
abrir campo a varias orientaciones novedosas: rechazan la violencia desenfocada o ritual, y
1) estim ular formas de control e intervención acuden a elecciones. Algunos han recuperado a
por ciudadanos sobre gobernantes (poder Gandhi y M artin Luther King como exponentes
popular, cabildos abiertos, plebiscitos, refe- de formas adecuadas de resistencia civil. Otros
rendos); 2) propiciar formas territoriales dife­ recuerdan a Camilo Torres, la insistencia en el
rentes de gobierno o de régim en (como el E sta­ pluralism o de su “ Frente Unido” como ideolo­
do-Región); y 3) crear formas m ás eficientes y gía política, y en la transform ación participante
descentralizadas de organización adm inistrati­ de la Iglesia liberadora. E l reciente auge del
va (como provincias y distritos autónomos) interés por el rescate de la historia oral y regio­
para establecer una regionalización ecológico- nal, la cultura y el arte populares, así como por
cultural que refleje la dinámica real de la vida el respeto al legado indígena y negro son otras
com unitaria. E stas tendencias descom ponedo­ consecuencias de esta positiva actitud política.
ras de la territorialidad actual ponen en entre­
dicho las estructuras de unidades de poder, por II
ejemplo, las circunscripciones electorales de
caciques y caudillos ahora vistas como anticua­
das o inconvenientes. Porque los territorios son PROYECCIONES
lugares de conflicto y apropiación donde se
hace o deshace el Estado.
Reinventar el Poder y el Estado
Por último, el énfasis en el pluralismo y en la
tolerancia es una de las grandes lecciones Tales énfasis en el civilismo por la vida, la
aprendidas por los movimientos sociales y autonomía descentralizada con la fragm enta­
populares durante estas dos décadas. En ver­ ción regional del poder estatal m ediante nue­
dad, las reglas éticas y altruistas de la apertura vos pactos y la apertura pluralista y ética (jun­
hacia “ el Otro” , las del respeto amistoso al to a otros elem entos de democracia participati-
derecho a ser diferente, valorar la diversidad va que tam bién m erecen discutirse) pueden
ideológica, artística, cultural y social, y recono­ servir para reorganizar la sociedad con m ode­
cer la relatividad de la historia, han permitido los democráticos y altruistas que detengan los
la sobrevivencia de los movimientos. Son el desastrosos torrentes de la violencia y del sub­
secreto moral de su resistencia. A parte de gru­ desarrollo explotador. Han llevado igualm ente
pos étnicos oprimidos (negros e indígenas), en a algunos observadores a pensar que ciertos
esto han jugado mucho dos grupos m arginales movimientos sociopolíticos contem poráneos,
que en una u otra forma defienden y afirman entre ellos los m ás avanzados, se acercan a un
raíces culturales propias: los jóvenes y las cierto tipo de anarquism o. Así lo sugerimos
m ujeres. Ambos han dejado sentir su intuición Frank, Falk y el presente autor (11), entre
creadora de un nuevo ethos, de un tipo mejor otros.
de sociedad y de relaciones sociales en las que
pueda haber unidad pacífica respetando las 11. Orlando Fals Borda, "El nuevo despertar de los movimien­
diferencias. Con ello han dado valiosas leccio­ tos sociales” , Revista Foro, No. 1, septiembre de 1986,
nes a la violenta tradición m achista, patriarcal pp. 76-83.
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Por supuesto, no nos referimos a la vertiente Clastres refuerza estas tesis con la de que el
roja de discípulos de Mijail Bakunin, ni a la poder existe no sólo como dimensión social,
poco convincente posición antiestatista radical sino tam bién corno calidad separada de la vio-'
de “ acabar con todo gobierno” ; tampoco pro­ lencia y de las jerarquías. De la m ism a m anera
clamamos adhesión incondicional a la conver­ distingue entre coerción y poder , para sostener
gente doctrina m arxista del m architam iento que “ el poder coercitivo [del Estado] no es la
del Estado. N uestra versión es la inspirada en única forma de poder” sino una entre varias,
la “ ley de la ayuda m utua” y la experiencia aquélla adoptada por el Occidente que hoy se
autonómica siberiana del príncipe Peter Kro- tom a como pauta o modelo dom inante. Es una
potkin. Se trata m ás bien de una forma diferen­ fórmula para sociedades históricas; otras,
te de concebir y entender el poder, como lo como las arcaicas (C'f. la maya), desarrollaron
sugieren algunos movimientos, todavía con formas colectivas muy diferentes de poder,
timidez. Es un neoanarquism o hum anista que m uchas de las cuales todavía cobijan a inm en­
está en trance de articular mejor su pensa­ sas porciones de la hum anidad, por ejemplo,
miento. Quizás encuentre inspiración adicional entre los grupos tribales de la India o con los
en la lectura de algunos textos herm enéuticos, consejos indígenas de ancianos de América. En
como los de Michel Foucault, Pierre C lastres y cambio, la jerarquía o autoridad formal es la
otros críticos contem poráneos que tienden a que crea el lazo politico m oderno. Por eso la
desem polvar la función de cemento ideológico violencia tiene su últim a y más com pleta forma
que ha cumplido y cumple la sociedad civil en en el Estado centra! impositivo, homogenei-
la estructuración de los Estados-Naciones zante y monopólico (14).
contem poráneos.
E stas ideas no sólo explican situaciones para­
Se ha dicho en formas diversas que conviene dójicas que muchos movimientos sociopolíticos
analíticam ente distinguir entre el Estado como confrontan cuando quieren im pulsar el poder
aparato de coerción y el poder como categoría popular y combatir violencias e injusticias, sino
cultural conformada por nodos de relaciones que arrojan luz sobre los efectos concretos que
sociales. Foucault lo ha explicado de una m a­ los Estados tienen sobre la sociedad para
nera que se acerca a lo sentido en la práctica em peorar situaciones o intensificar conflictos
por muchos movimientos, cuando éstos sostie­ hasta llegar al terrorism o. Es el caso, por ejem ­
nen que todo poder “ em ana” del pueblo. En plo, de los Llanos O rientales colombianos don ­
efecto, el investigador francés ha escrito que de el Estado ha sido el principal generador de
“ el poder debe analizarse como algo que circu­ violencia, sem brándola doquiera se hizo pre­
la o que funciona como una cadena... se em ­ sente per prim era vez; con razón surgieron allí
plea y ejerce a través de una organización pare­ enseguida las guerrillas por una parte, una le ­
cida a una re d ” (12). El poder, es obvio, no gislación autónoma de las bases movilizadas y
reside sólo en el Estado, sino que hay que bus­ un movimiento regional de reconstrucción so­
car sus fuentes m ás allá, porque aquél “ con cial, por otra (15). Lo mismo se ve en aquellas
toda la omnipotencia de sus aparatos, no puede regiones étnicas que han sido arbitrariam ente
ser capaz de ocupar todo el campo real de las divididas por fronteras políticas, como entre
relaciones de poder y porque el Estado no pue­ los guaraníes de Paraguay y Argentina, los
de funcionar sino con base en otras relaciones guajiros de Colombia y Venezuela o los mayas
de poder previam ente existentes... [El meta- de Yucatán, Guatem ala y El Salvador.
poder resultanteJ, con sus prohibiciones, sólo
se asegura donde hay toda una serie de relacio­ No es de sorprenderse, por lo mismo, que en
nes de poder m últiples e indefinidas que !e muchos movimientos actuales Lneoanarquis-
sum inistran la fuerza necesaria para ejercer
formas de poder negativas” (13). 14. Pierre Clastres, Society Against the State: Essays in Poüti-
cal Anthropology, New York, Zone Bcoks, 1987.
15. Reinaldo Barbosa E.. Centauros de Guadalupe o la insu­
rrección llanera, 1946-1366, Bogotá, Universidad Nacional
de Colombia, Tesis de Grado, Departamento de Historia.
12. Michel Foucault. Power/Knowledge. New York, Pantheon Datos similares son presentados por Alfredo Molano, Yo le
Books 1980, p. 98. digo una de las cosas... Bogotá, FEN y Corporación Arara-
13. Ibid., p. 122. cu ara, 1989.
M O V IM IEN TO S SO CIA LES Y PO D ER PO LITICO . O. FA LS 57

tas?, ¿postm odernistas?, ¿etnoculturales?) se Un reto intelectual y profesional


em piece a hablar de tem as antes tabú, como el
de “ reinventar el poder” y el de “ demoler ¿Será posible articular esos nodos del poder
mitos existentes” . Por ejemplo, descubren que colectivo en nuevos pactos sociales p ara im pe­
la repetición del modelo leninista de revolución dir la concentración jerárquica de la fuerza y el
en realidad ha sido excepcional, y que el de los monopolio de la decisión por unos pocos? ¿Po­
partidos, antes indiscutido, ahora está dudoso. drá ejercerse el poder formal de puertas para
Ven que la tom a del poder por asalto frontal, afuera, sin los principios de secreto o razón de
como queda dicho, no implica cambios radica­ Estado, con pleno glasnost? ¿Será posible con­
les en el quehacer político. cebir Estados sin fronteras como expresiones
dem ocráticas de participación reíd e intercam ­
Por supuesto, no es dable descartar la lucha bios ciudadanos directos, las formas del poder
por el control del Estado actual, aunque se le popular auténtico? ¿Convendrá alejam os de
deslegitim e, y se pueden seguir aprovechando Marx y Lenin con sus tesis sobre monopolios
algunos mecanism os de la democracia liberal o de clase social sobre los Estados y acercarnos
representativa, así como los derechos civiles m ás bien a Gramsci para definir el sentido plu-
form alm ente consagrados. Por eso muchos de riclasista de nuevas hegem onías políticas m ás
los movimientos avanzados, desesperados por generosas? ¿Tendrán aplicación entre nosotros
la ineficacia estatal, han dado el paso conver­ las recom endaciones filosóficas que han hecho
gente de lo micro a lo macro y se articulan hoy estudiosos de la violencia estatal como Paul
como fuerzas políticas alternativas. Ricoeur (incidencia de la reconciliación entre
los hombres) (16) o W alter Benjamin (forma­
Sería insensato no reconocer el desafío moral ción de un nuevo derecho para las fuerzas nue­
que implica para todos el ver la continuación vas)? (17).
del monopolio de los recursos estatales en
m anos m uchas veces tan ineptas, tan corrup­ E stas son algunas de las preguntas “ científi­
tas, tan ensangrentadas. Pero la cuestión de c a s” que se hacen hoy en los colectivos de los
fondo radica en la concepción filosófica del movimientos m ás adelantados que buscan la
nuevo poder popular que alim entaría a ese otro paz con justicia social, que quieren extender la
Estado en las etapas de reconstrucción de la dem ocracia en direcciones participativas y di­
sociedad. Para ello pueden servir ias ideas de rectas, y construir formas alternas de Estado,
Foucault y de C lastres, entre otros autores ex­ como el Estado-Región, revelando, reconstru­
traños y propios: se discuten y estudian porque yendo y reforzando el poder difuso que corres­
se siente que hay que sem brar desde ahora ponde a los ciudadanos. La organización eficaz
mismo en toda la sociedad civil la semilla ideo­ de esos nodos de poder, llevándolos hacia for­
lógica del respeto por la vida, el am biente y la m as autonómicas de concepción y acción no
diversidad cultural que fructifique en m ejores violentas, d istin tas de las Naciones-Estados y
bases sociales y m ás consistentes dirigentes de de los partidos como los hemos conocido, está a
movimientos, sin esperar a que éstos se ‘‘to­ la orden del día.
m en el poder” .
Por eso es im portante la función analítica y
Cae de su peso la im portancia que tiene para cognoscitiva de los intelectuales y profesiona­
todas las fuerzas políticas de esa dispareja so­ les comprometidos con estas posibilidades po­
ciedad civil —desde las progresistas y de iz­ líticas, los llamados “ agentes de cam bio” .
quierda hasta las de derecha y param ilita- Para concebir los nuevos pactos se hace nece­
re s — el volver a conceptualizar el poder y el sario equilibrar las actuales tendencias reduc­
Estado, desmitificarlos, considerarlos bajo otra cionistas y arrogantes de la ciencia y tecnología
luz menos autoritaria y am enazante, y m ás éti­ cartesianas, las que llevan a la deformación de
ca y altruista que la idea hobbesiana legada por valores esenciales, el endiosam iento de la vio-
los creadores de nuestras nacionalidades. Ello
es especialm ente útil para limitar los efectos
16. Paul Ricoeur, The State and Coercion, Ginebra, John Knox
deletéreos o violentos del darwinismo social y House, 1967.
del fascismo que de nuevo levantan cabeza 17. Walter Benjamin, Angelus novus, Buenos Aires, Eudeba,
entre nosotros. 1965.
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lencia como principal explicación histórica, la He aquí un reto teórico-práctico que hay que
degradación del hombre-objeto y la destruc­ asum ir para que los movimientos sociales y
ción del medio am biente, como lo he analizado políticos independientes de hoy no se acaben ni
detalladam ente en otros trabajos (18). Ese se dejen asim ilar por los partidos como vienen,
equilibrio se alcanzaría m ediante la utilización sino que sigan resistiendo y cumpliendo por
reconocida de formas alternativas de produc­ mucho m ás tiem po su bienvenida función como
ción de conocimientos antes despreciados sujetos históricos protagónicos. Porque tales
como no científicos, tales como el popular y el movimientos son la parte sana que queda de
cotidiano del sentido común que tienden a ser nuestro lacerado cuerpo social. En buena m e­
culturalm ente m ás ricos, m ás respetuosos de la dida, de ellos depende nuestro futuro como
vida y de la naturaleza, m ás civilizados. Al eje­ naciones y como pueblos.
cutar una síntesis vivencia] de esos saberes
diferentes, como se lo propone la investiga-
ción-acción participativa (IAP), los intelectua­
les y los agentes de cambio podrían dirigir el
conocimiento así enriquecido hacia la demoli­
ción de estructuras de fuerza inconsulta, domi­
nio y explotación inadm isibles y hacia la re ­
construcción social y económica. Se converti­
rían en pedagogos de la transform ación pacífi­
ca al colaborar para que las clases subordina­
das y oprim idas conozcan mejor lo que ya cono­
cen a partir de su práctica, y para que amplíen
sus conocimientos y participen en la tarea crea­
dora y productiva de la nueva sociedad.

Con esa apertura participativa a los anhelos


colectivos, con ese desalienante acercam iento
de las ciencias sociales a nuestros pueblos y
sus culturas, queda justificada la continuada
existencia de los movimientos populares y se
logra formular el problem a intrínseco del nue­
vo poder democrático que les corresponde
construir por la paz y el progreso colectivos y la
satisfacción de necesidades básicas. Para ello
no conviene ni es necesario traducir Constitu­
ciones o tratados de politología del francés,
inglés o alemán, que responden a tradiciones
culturales diferentes y que resultan republica­
n as sólo en la letra. Ya ha habido entre noso­
tros lejanos y recientes destellos de esa bús­
queda de autonom ía creadora y participativa
con pactos endógenos, sobre los cuales seguir
reinventando el poder en nuestros propios té r­
minos, en formas m ás hum anas, m ás controla­
bles por el común, m enos crueles y violentas.

18. Orlando Fals Borda, Ciencia propia y colonialismo intelec­


tual: Los nuevos rumbos, Bogotá, Carlos Valencia Editores,
1988. De allí también la importancia que adjudico a la cam­
paña continental sobre educación popular y democracia
participante que impulsa la mayor red de redes no guberna­
mentales de nuestro hemisferio, el Consejo de Educación
de Adultos de América Latina (CEAAL).

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