Matricula: 100488631. CONTENIDO POR UNIDAD 4: LA ECONOMÍA DOMINICANA EN EL CONTEXTO DEL RÉGIMEN TRUGILLISTA. 1.- Fortalecimiento de las bases del desarrollo capitalista. La consolidación del Estado. Base material de la economía. El aparato productivo, la primera etapa y su característica. Desde el surgimiento de la sociedad moderna se han debatido en la teoría y las luchas políticas diversas nociones acerca de los beneficios y perjuicios del capitalismo. El mercado como espacio de generación de riqueza es uno de sus atributos; la explotación de la mano de obra es su mancha indeleble. En los últimos 150 años la economía mundial ha experimentado una gran expansión capitalista, y al inicio de este siglo, en vez de desaparecer, el capitalismo ha resurgido con más bríos. Sólo China bastará para escribir nuevos tratados sobre el desarrollo del capitalismo a principios del siglo XXI. Una de las transformaciones más importantes de las sociedades capitalistas desarrolladas a mediados del siglo XX fue la incorporación de demandas públicas que extendieron beneficios socioeconómicos a amplios sectores de la ciudadanía. En los países más industrializados, con democracias electorales y burocracias más eficientes, se mejoraron sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores con mejores salarios y otros beneficios laborales, y la expansión de servicios públicos de mayor calidad. Se expandió la clase media y se consolidó una burguesía que aumentó sus ganancias, no por la sobreexplotación de la mano de obra, sino por un aumento en la productividad y la modernización tecnológica. Europa Occidental, Estados Unidos y Japón tipificaron este tipo de capitalismo. En los llamados países en vías de desarrollo, como la Republica Dominicana, la situación es diferente. Ni el mercado ni el Estado han cumplido con su cometido de aumentar significativamente la producción de riqueza y mejorar su distribución. Ha predominado un capitalismo concentrador de riqueza, donde un pequeño grupo empresarial y político captura amplios beneficios. El obstáculo inicial para la expansión capitalista en países como la República Dominicana fue la carencia de una revolución liberal que transformara la clase terrateniente, obligándola a producir más y mejor, para con el excedente apoyar la transformación industrial. El capitalismo agrario perduró con atraso tecnológico y social hasta el día de hoy, y por eso depende tanto de la mano de obra barata haitiana. Con un sector agrario rezagado, la industrialización tardía dominicana se impulsó mediante un fuerte proteccionismo estatal en perjuicio de los sectores trabajadores. Las leyes de incentivos fiscales, cambiarios y salariales han constituido un paquete de generosa ayuda pública al empresariado dominicano desde la década de 1960, beneficiándose fundamentalmente las grandes empresas familiares dominicanas o el capital transnacional. Durante los últimos 50 años estos grupos económicos han incidido de manera determinante en el diseño de políticas económicas que les benefician y han sido copartícipes de la corrupción pública vía la evasión fiscal y las prebendas, imposibilitando el desarrollo de una economía más competitiva, eficiente y distributiva. Indispuesta para desarticular este capitalismo concentrador e impulsar un Estado-Nación de cobertura más democrática, la clase política dominicana, que se aloja en sus cada vez más desteñidos partidos políticos, ha optado por desfalcar sistemáticamente al Estado con el fin de construir su propia base económica y consolidar su poder político. Así, la corrupción y el clientelismo han sido herramientas esenciales de los políticos dominicanos para acumular riqueza y establecer su relación de poder con el empresariado y la población. Como resultado, en el país no se ha forjado una burocracia estatal que se interese más por el Estado como ente organizador del desarrollo capitalista. Con Pacto Migratorio o sin él, en la República Dominicana hay muchos haitianos no solo porque están mal en su país, sino también porque aquí los emplean con bajos salarios en la agricultura y la construcción. 2-Empresas manufacturas, infraestructura Económica. Instituciones Financieras, sector externo. Durante la época de la segunda guerra mundial, el crecimiento industrial dominicano se vio estimulado por los ingresos en divisas generados por el aumento de la demanda de azúcar y melazas en Inglaterra y los estados unidos, y por la escasez de manufactura importadas debido a los controles de exportación impuestos por los estados unidos. El aumento del azúcar y la melaza produjo un ligero mejoramiento en la distribución del ingreso entre los trabajadores de la industria azucarera, los cuales demandaban más productos manufacturados en una época en que las mayorías de las importaciones se encontraban severamente restringidas. Pero lo más importante para el desarrollo industrial dominicano fue una nueva convención con los estados unidos firmada en 1940 para poner fin a las limitaciones impuestas por la convención dominico-americana de 1924. esta nueva convención, que fue llamada por el gobierno “tratado Trujillo-hull”, brindo al gobierno dominicano la oportunidad de estimular directamente el desarrollo industrial mediante el otorgamiento directo de convenciones especiales tales como exoneración de impuestos a la importación de materias primas, maquinarias y equipos, y exenciones en el pago de los impuestos al consumo de las manufacturas locales. El tratado Trujillo-hull marco el principio de la independencia financiera dominicana luego de casi 40 años de dominio y control fiscal por parte de los oficiales norteamericanos que administraban la receptoría dominicana de aduanas. En virtud de este acuerdo la administración de las aduanas dominicanas como las rentas internas retornaron a manos del gobierno dominicano y la republica dominicana recobro su capacidad de imponer o modificar sus impuestos de importación y exportación y de elaborar independiente mente sus propias políticas fiscales. En resumen, el tratado Trujillo-hull significo el comienzo del fin del arancel aduanero de 1919. Estos cambios se reflejaron en la nueva constitución de la republica dominicana, aprobada en 1924, la cual, entre otras innovaciones, otorgaba congreso el poder de conceder exenciones de impuestos a empresas privadas que beneficiaran la economía nacional y que probaran ser un instrumento para atraer la inversión de nuevos capitales. El artículo 90 de esta nueva constitución señalaba que el sector privado solamente podría obtener exenciones de impuesto mediante una legislación aprobada por el congreso o por contratos especiales ratificados por dicho organismo. El mismo artículo 90 indicaba además que aquellos a quienes se les otorgaran las concesiones especiales disfrutarían de ellas de manera irrevocable mientras durante el periodo de validez aprobado por el congreso. Esta disposición constitucional marco la culminación de los esfuerzos realizados por los gobiernos tanto de Vásquez como de Trujillo para encontrar una fórmula que permitiera al Estado Dominicano promover la inversión industrial. Gracias a ella, el gobierno dominicano finalmente pudo formular su propia política industrial, aunque al principio esta no quedo claramente delineada. Primeramente, el gobierno trato de enfrentar el problema de la escasez de importaciones ocasionado por el estallido de la segunda guerra mundial prohibiendo la exportación de ciertos productos manufacturados localmente. Poco después, prohibió la exportación y reexportación de todos aquellos productos o manufacturas consideradas como esenciales, tales como vehículos de motor y repuestos, ganado, carne, aves, botellas vacías, jabones, fósforos, tabacos y medicinas. Durante los años de la guerra esta lista sufrió muchos cambios según las necesidades nacionales, y en varias ocasiones el gobierno nombro comisiones especiales para regular la oferta y distribución de aquellas manufacturas industriales que el país podía producir o importar. Trujillo acrecentó aún más su fortuna vendiendo muchos productos importados tales como gomas de automóviles, gasolina, repuestos, ropas y zapatos a precios de monopolio, o cobrando comisiones a cambio de conceder licencias de importación. Los cuantiosos ahorros realizados por Trujillo durante esos años despertaron aún más su deseo de invertir en nuevos proyectos industriales de sustitución de importaciones. Cuando estalló la guerra en 1939, ya él era un industrial incipiente con varios años de experiencia habiendo estado involucrado en la construcción de una refinería de grasas vegetales y una procesadora de carnes, y en adquisición de una fábrica de cerveza. Los años de depresión enseñaron a Trujillo las ventajas de la sustitución de importaciones, pero las trabas impuestas por la convención Dominica-Americana de 1924 y arancel de 1919 le habían impedido moverse en esa dirección. En noviembre de 1944, fue aprobada por el Congreso la firma del primer contrato amparado en el Articulo 90 de la Constitución. Este documento se convirtió rápidamente en modelo para muchos otros contratos de inversión industrial en la Republica Dominicana. En vista de que en esa década no existían leyes específicas para promover la creación de industrias dedicadas a la sustitución de importaciones, es necesario examinar dichos contratos para entender la forma en que el gobierno dominicano ejecuto su política industrial luego de la Segunda Guerra Mundial. Como nadie ha estudiado hasta ahora dichos contratos ni la política industrial subyacente en ellos, conviene analizarlos a continuación para describir el proceso de industrialización de la Republica Dominicana de 1944 a 1961. La Textilera Dominicana, C. por A. fue la primera de las plantas de sustitución de importaciones de la familia Armenteros. Tras el inicio de sus operaciones, otros comerciantes españoles y libaneses vieron cuan ventajoso resultaría transferir una parte de sus capitales a la industria manufacturera ya que los importadores de textiles habían estado en crisis desde en crisis desde el inicio de la guerra. Pero no fue sino hasta septiembre de 1949 fecha en que Jesús Armenteros Seis dedos, fundador de Textilera Dominicana, C. por A., firmo un nuevo contrato para un periodo adicional de cinco años de exoneraciones para su empresa, cuando otros comerciantes competidores de la familia Armenteros solicitaron también concesiones especiales del gobierno y se incorporaron al sistema de contratos. Otro contrato para la producción de textiles similar al de la Textilera Dominicana fue firmado en enero de 1950 por José Antonio Najri, otro comerciante de origen libanés. Este contrato fue hecho a favor de la Algodonera, C. por A. una importante casa comercial que operaba una pequeña fábrica en Santo Domingo desde 1930 y se especializaba en la confección de camisas y medias para el mercado local. Al examinar los contratos aprobados por el Congreso para el establecimiento de empresas estatales, se puede observar como la política industrial fue llevada a cabo pragmáticamente por el dictador. Conviene no olvidar que, tras la aprobación de los contratos por el Congreso, estos requerían la autorización del Presidente de la Republica que era de Trujillo mismo. Existen cuatro contratos firmados en los años de postguerra que deben ser mencionados: el primero para la instalación de una destilería de alcohol, el segundo para la creación de una fábrica de chocolate, el tercero para la construcción de una fábrica de cemento y el cuarto para la expansión de la fábrica de aceites vegetales. El Estado también se comprometió a construir el sistema de agua y alcantarillado, calles y otras estructuras requeridas para la operación de la fábrica y por supuesto, a exonerar a la compañía del pago de impuestos de importación sobre maquinarias, repuestos, equipos y materiales de construcción requeridos para la fabricación de la planta o para las futuras expansiones y reparaciones, todo esto “de acuerdo con las provisiones contenidas en el Artículo 90 de la Constitución de la Republica”. Este contrato fue modificado y renovado en dos ocasiones en 1949, y la fábrica efectivamente se instaló, pero como la República Dominica tenía asegurado un suministro continuo de combustible desde las Antillas Holandesas, los planes de producción de gasohol fueron abandonados. Eventualmente, el Estado vendió la Destilería Universidad, C. por A., en 1952, después de haber tratado de arrendarla a una firma norteamericana por $250,000 anuales. La Destilería Universal fue comprada por una nueva compañía formada por los tres mayores productores de ron y licores del país, la casa Bermúdez, la casa Brugal y Cochón Calvo y Cía. Estos empresarios pagaron por la destilería $400,000, es decir, 50,000 dólares menos que su costo de construcción original. La chocolatera y la fábrica de cemento también fueron instaladas con fondos del Estados a través de contratos especiales con firma construcciones extranjeras y más tarde fueron transferidas a compañías privadas en las que Trujillo, sus familiares y sus más cercanos colaboradores eran accionistas, tanto directamente como a través de testaferros. La fábrica de cemento, que comenzó sus operaciones en 1947, fue puesta bajo la administración de un consejo de directores y vendida por $2,500,000 a algunos de sus miembros varios meses después, luego de que estas personas formaron una compañía llamada Fabrica Dominicano de cemento, C. por A. 3.- La segunda etapa de expansión y la crisis económica. Elementos que la determinan. Factores de orden económico, social y político que caracterizan la crisis. Debido a un conjunto de elementos favorables, a partir de 1969 se han venido registrando crecimientos en el Producto Interno Bruto (PIB) que corresponden a una tasa media anual de 7.5% por habitante. Las tasas de crecimiento de los últimos cinco años se presentan en el Cuadro 2-1. La expansión económica sustentada desde 1969 ha obedecido a una combinación de factores favorables, algunos de ellos derivados de circunstancias transitorias. En orden de importancia, en el impulso rápido de crecimiento influyeron la tasa de inversión pública en primer lugar, que aumento entre 1966 y 1974 a un promedio anual del 22%, y luego al crecimiento de las exportaciones. El alto nivel de ingresos reales determinó que la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto se elevara al 21.2% a precios corrientes en 1973. El mejoramiento de los términos de intercambio ha sido notable a pesar de la inflación mundial y los altos precios del petróleo. Por otra parte, el alto nivel de las inversiones privadas directas y las remesas de dinero de los dominicanos residentes en los Estados Unidos (cerca de US$ 30 millones al año), han contribuido notablemente a la aceleración experimentada en esta etapa del desarrollo. El componente de mayor trascendencia en la aceleración del crecimiento económico, por su impacto en el proceso del cambio, fue el mejoramiento de la administración pública y el uso más eficiente que el Gobierno ha hecho de los instrumentos del desarrollo. En realidad, la crisis final del régimen no la produjo la construcción de la Feria de la Paz, aunque la satisfacción de ese gusto haya impedido que esos recursos fueran utilizados en inversiones más reproductivas. Si se observan los indicadores económicos, la conclusión obligada es que la economía dominicana continuó produciendo un alto excedente de recursos financieros. Esos recursos fueron utilizados por el gobierno para continuar su plan de industrialización y su programa de obras públicas y, desde luego, para acrecentar la fortuna del dictador y enriquecer aún más a su familia y a la élite que lo rodeaba. Lo que realmente produjo la crisis fue el colapso del sector externo cuyo inicio coincide justamente con la inauguración de la Feria de la Paz en 1955, pero que tardó tres años en hacerse evidente. Este colapso coincidió con una crisis política internacional que por sus repercusiones terminó agravando las condiciones del sector externo y afectó el sistema político dominicano en el plano interno. Hasta entonces el país había gozado de una situación cambiaria envidiable. Había libre convertibilidad, había libre flujo de importaciones y exportaciones, y no había restricciones cambiarias de ningún tipo. El tipo de cambio reflejaba una solidez real basada en la existencia de reservas internacionales cada vez mayores, acumuladas, como hemos dicho, gracias al crecimiento del volumen y el valor de las exportaciones. Pero ahora, con las extraordinarias salidas de capital provocadas por los pagos de las empresas extranjeras nacionalizadas, por los gigantescos gastos en la compra de armas, y por una enorme fuga de capitales que se inició luego de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el gobierno, de común acuerdo con el FMI, se vio obligado a establecer restricciones cambiarias y el control de las importaciones. Para tener una idea del volumen de la salida de capitales, baste mencionar que las cuentas de la balanza de pagos registran, entre 1960 y 1961, una partida de 82 millones de dólares que salen del país como "capítulos no registrados" o como "errores u omisiones". Más adelante se constató que esos fueron dólares del sistema bancario otorgados a los familiares y allegados de Trujillo cuando el régimen se derrumbaba. La crisis de la balanza de pagos era seria, pero no grave. De acuerdo con los cálculos realizados por las autoridades económicas dominicanas y el FMI, el acuerdo stand-by convenido por un año era suficiente para equilibrar la economía. Se esperaba que los precios del azúcar subieran, como en efecto lo hicieron, y se esperaba que, al controlar la salida de capitales y restringir las exportaciones, la República Dominicana podría exhibir un superávit cambiario de unos 30 millones de dólares a finales de 1960, en contraste con el déficit de 28 millones con que cerró en 1959. Ahora bien, lo que nadie esperaba era que Trujillo intentaría asesinar al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt el 24 de junio de 1960 y que, a consecuencia de este hecho, la Organización de Estados Americanos (OEA) impondría al país severas sanciones políticas y económicas. Esas sanciones produjeron un estado generalizado de desabastecimiento, una dramática escasez de gasolina, lubricantes y combustibles, y un grave deterioro de la calidad de vida de los dominicanos. Todo ello aceleró la inestabilidad política interna pues estimuló varias conspiraciones para derrocar a Trujillo. Esas conspiraciones fueron rápidamente descubiertas y a partir de entonces el gobierno acentuó brutalmente la represión policial, el espionaje y sus sangrientos métodos de control. La ironía de esa crisis fue que a pesar del enorme desabastecimiento y las privaciones que sufrió la población a causa de las sanciones, la caída en el consumo contribuyó a la recuperación del equilibrio de la balanza de pagos a finales de 1960. Por ello el gobierno no tuvo necesidad de utilizar toda la línea de crédito de los 11.25 millones otorgados en virtud del acuerdo stand-by. Con todo, las sanciones y las restricciones previstas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ejercieron un impacto negativo sobre el resto de la economía, pues la producción industrial disminuyó sustancialmente. El turismo, entonces escaso, también disminuyó. Decreció el número de barcos que entraron al país con mercancías. Los permisos de construcción se redujeron en más de la mitad, aunque la producción de cemento creció para dar continuidad a la terminación de la autopista Duarte y para la exportación. Un excelente indicador de la depresión económica que sufrió el país durante el peor año de la crisis (1961) es el consumo de cerveza, bebida popular por excelencia, cuya producción disminuyó en más de 25 por ciento. Algo similar ocurrió con otros productos industriales. En general, el ingreso nacional per cápita a precios constantes, calculado con base en 1967, disminuyó en más de un tercio al descender el producto interno bruto y al verse obligado el gobierno a establecer numerosos impuestos al consumo interno en un desesperado esfuerzo por reunir fondos con que hacer frente a sus gastos de defensa. Esos impuestos fueron contabilizados en un llamado Fondo para la Defensa Nacional, pero más que para dotar de recursos sustanciales al gobierno sólo sirvieron para irritar políticamente a la población por el encarecimiento sustancial del costo de la vida. Al morir Trujillo a mediados de 1961, en medio del peor año de la crisis, la población estaba abrumada por los altos precios y la escasez de manufacturas importadas. La caída de la producción había obligado a muchas industrias al despido masivo y la situación se tornaba por ello sumamente explosiva. Cuando Trujillo fue asesinado, hacía ya meses que existía en el país un estado de notoria agitación política, caracterizado por un movimiento de resistencia en contra del gobierno. Ese movimiento era encabezado por miembros de la Iglesia Católica, y núcleos de profesionales de clase media a quienes el régimen persiguió, encarceló, torturó o asesinó sin piedad en el curso de esos dos años. La crisis se manifestaba visiblemente en el deterioro de calles y carreteras, en la falta de pintura de viviendas privadas y edificios públicos, en el desgaste de la ropa y del calzado de los dominicanos y, sobre todo, en un profundo pesimismo que se apoderó de los espíritus a medida que el gobierno se hacía más tiránico y represivo y las cárceles se llenaban de presos políticos. Como se ve, la crisis no fue solamente política, también fue financiera, económica y, sobre todo, social pues para entonces gran parte de la población dominicana se sentía sofocada por el régimen y aspiraba al derrocamiento de la dictadura. Aun cuando hemos dejado sin mencionar muchos detalles, ese era el contexto general de la crisis final del régimen. Este cuadro sirvió de escenario a los conspiradores que buscaban poner fin a la dictadura eliminando físicamente a Trujillo, lo cual ocurrió el 30 de mayo de 1961.