Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Vitaminas Diarias para El Espiritu PDF
Vitaminas Diarias para El Espiritu PDF
1. VITAMINAS INTRODUCTORIAS
Un ángel llamado Ildemar
A eso
Cuenta una escritora (3) que un día quiso Dios enviar a la tierra a un ángel llamado
Ildemar para que cumpliera una misión especial con tres viejitos que se reunían
todas las noches a jugar como amigos y tenían la costumbre de terminar el día con
una plegaria.
- ¿Qué quieres que haga, Señor?
- Quiero que les lleves Virtudes y Valores como regalo, porque deseo saber qué van
a hacer con ellos. Pero harás lo que te voy a decir... (Y le dijo en la oreja algunas
posas secretas, porque lo de Dios siempre es así, como en secreto y sólo se conoce
más tarde).
Entonces Ildemar cargó con la bolsa de Valores y Virtudes, pero se preocupó mucho
de la Fe, la Esperanza y el Amor (o Caridad). A estas virtudes que son las de Dios -
por eso se llaman teologales-, les puso toda la importancia posible.
Llegó a la tierra. Los amigos de siempre, estaban jugando. Tocó a la puerta. Se
disgustaron un poco, por la distracción que les hacían en su juego. Ildemar saludó
amablemente, se presentó como alguien que iba de camino y que tenía hambre y
sueño. Preguntó si podría pasar allí la noche.
________________
(3) Cf. María Inés Casalá. Diálogo 61.
Los viejitos le dieron de comer y le prepararon algo para que pudiera descansar,
mientras continuaban charlando alegremente. Le dijeron con curiosidad:
- Si se puede saber, ¿de dónde vienes?
- De donde el Diablo perdió su trono, contestó y no estaba mintiendo.
- ¿Y es buena la paga allá de donde vienes?
- Del otro mundo... y tampoco faltó a la verdad.
Así fueron charlando familiarmente hasta cuando llegó la madrugada sin que nadie
se diera cuenta. Al empezar a cantar los gallos, Ildemar dijo:
- Estamos muy bien, pero yo tengo que seguir.
- Y ¿a dónde vas ahora? le preguntaron cordialmente.
- A donde Dios quiera.
Metió la mano en la bolsa y dijo:
- Quiero dejarles algo, de recuerdo y agradecimiento, por esta noche tan bonita.
Entonces les dio, a cada uno, tres Virtudes. Se despidió y salió. Cuando llegó
nuevamente al cielo, el Señor le preguntó:
- Cuéntame cómo te fue.
El ángel Ildemar contestó enseguida:
- El primero de esos señores recibió las Virtudes y, al verlas, creyó que eran
monedas de oro y dijo: "Ahora mismo las llevaré al banco para hacer un buen
negocio...".
Dios contestó:
- Ese señor es un materialista. Es hombre práctico.
- El segundo, continuó diciendo el ángel, recibió las Virtudes y, cuando las vio pensó
que eran palabras bonitas. Dijo: "Con ellas voy a escribir hermosos discursos, libros
y hasta sermones...".
Dios contestó:
- Ese es un idealista... Pura espuma... ¿Y el tercero?
- Pues fue el que me pareció el más loco de los tres. Apenas recibió las Virtudes,
creyó que eran granos de trigo. Me dijo: "Hoy mismo los sembraré y esperaré hasta
la cosecha...".
Entonces Dios manifestó:
- i Ese es el Santo!
Esto significa que los Valores o Virtudes, especialmente los trascendentes, son los
que realmente merecen la pena cultivar, para que lenta, pero seguramente,
produzcan frutos de eternidad que son los únicos que nos acompañarán más allá de
la muerte.
Si en ese momento no los hemos cultivado, no habrá cosecha y el fracaso será de
por vida.
Cultivar valores significa sembrar, para que, en el silencio de la semilla que muere y
da la vida, se luche contra los antivalores que hoy abundan, y así lograr lo que la
recta y educada conciencia pide, en pro de sí, de los demás y de Dios.
(P. Humberto Agudelo c.)
A eso
A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente, de fijarte una meta y tener
que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y
tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no
llegar, a eso, no le llames Castigo, llámale ENSEÑANZA.
A eso de pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y
días de compañía, a eso, no le llames rutina, llámale EXPERIENCIA.
A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan y tu cerebro funcione y tus manos
trabajen y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta y tu corazón ame, a eso, no le
llames poder humano, llámale MILAGRO.
Envió: Cavalli A.
2. Vitaminas para el orden
Son muchos los que dicen con orgullo: "Yo quiero a mi ciudad, yo amo a mi ciudad,
yo doy todo por mi ciudad" y hasta ahí. No hay más compromisos y todo es de
labios para afuera, porque la realidad es otra. Si la amamos y la queremos,
entonces ¿por qué arrojamos los empaques de los dulces, los papelitos de notas,
empaques de drogas médicas o las bolsas del supermercado al piso?
¿Por qué enviamos o pagamos a personas para que la basura que no recogieron a
tiempo la arrojemos en la calle o, en el peor de los casos, a los lechos de nuestros
ríos o quebradas? ¿Por qué los residuos sólidos de construcciones, terminan cerca al
andén del vecino o en el lote cercano? ¿Por qué los cadáveres de animales en
estado de putrefacción no los sepultamos, sino al contrario, los llevamos a los sitios
mencionados?
Ahora sí podemos reflexionar sobre el amor que le tenemos a nuestra ciudad, si
incurrimos en alguno de estos comportamientos sobre ella y sobre nosotros mismos.
De ahí una frase célebre que le escuché a don Hernando Parra Casas: "En Colombia
lo que se requiere son Escuelas para Padres de Familia", Es que de la familia
depende todo y nosotros somos espejos de lo brindado en casa. Ahora sí, amemos
a Honda (Tolima, Colombia).
(Anónimo)
3. Vitaminas para la sinceridad
Abre tu corazón
En un colegio
Una madre de familia en un colegio, se acercó a las hermanas y con gran cortesía
les preguntó en qué más podría colaborar para el bazar: Que si en dulces,
emparedados, etc., que estaba a sus órdenes. La niña pequeña que la escuchaba,
respondió: "Mamá, tú dijiste en la casa: "¡Esas monjas sí que piden!".
(P. Humberto Agudelo c.)
Fábula china
Se cuenta que allá por el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región
norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él
debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las mucha-
chas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.
Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas
las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía
muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tris-
teza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el
príncipe.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella
quería ir a la celebración. Sin poder creerlo, le preguntó: "¿Hija mía, que vas a
hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate
esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el
sufrimiento se vuelva locura".
Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca.
Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar, por lo menos por
algunos momentos, cerca del príncipe. Esto me hará feliz".
Por la noche la joven llego al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas,
con las más hermosas ropas, con las joyas más caras y con las más determinadas
intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una
de ustedes una semilla. Deben cultivarla con amor y hacerla crecer. Aquella que me
traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, como esposa y
futura emperatriz de China".
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba
mucho la especialidad de cultivar algo, sean: Costumbres, amistades, relaciones,
etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de
la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si
la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el
resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía
pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más
profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su
esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las
circunstancias, ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para
estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes
tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y
colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente,
llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes
con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su
resultado.
Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes
tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido
justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma, el príncipe
explicó: "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en
emperatriz: La flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran
estériles".
"SI PARA VENCER, ESTUVIERA EN JUEGO TU HONESTIDAD, PIERDE. Y SERÁS
SIEMPRE UN VENCEDOR".
Envió: Fray Fernando Rodríguez, O.F.M.
Estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas cuando lo vio Aristipo, quien vivía
confortablemente a base de adular al rey. Y le dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser
sumiso al rey, no tendrías que comer lentejas". A lo que Diógenes replicó: "Si
hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
4. Vitaminas para la obediencia
Como todos los días, desde hace ya 6 años, me despertó mi madre esta mañana
para ir a la escuela. Había pasado mala noche, con pesadillas sobre monstruos y me
costaba trabajo levantarme. A los 10 minutos, mi madre volvió a despertarme esta
vez con más premura; se me estaba haciendo tarde. Me levanté como un bólido,
apenas si me lavé la cara, desayuné en un abrir y cerrar de ojos y ahí estaba mi
mamá diciéndome: Que comas despacio, que te vas a ahogar.
Con las prisas del momento, le contesté de mal talante: "Sí, ya lo sé. No empieces a
regañarme". Además, tuve que soportar las preguntas de rigor: "¿Llevas el
almuerzo? ¿te cepillaste los dientes?, ¿tienes listos los libros... ?" Yo, aún más
impaciente, le contesté levantando un poco la voz: "¡Ya te dije que sí!". Ella sonrió
suavemente y me dijo: "Anda, dale un beso a tu madre y ve con cuidado a la
escuela". Alcé los hombros con fastidio y le dije medio enfadado: "¡Mamá! ¡Ya es
muy tarde, no tengo tiempo para eso!" -"Está bien, hijo, ve de prisa, que Dios te
proteja".
Todavía retumban mis propias palabras en mi oído: "No tengo tiempo para eso...".
Con las prisas y el enfado me pasó por alto un leve destello de tristeza en su
mirada, mientras iba corriendo hacia la escuela. Estuve a punto de regresarme a
darle el beso a mi madre, sentía un nudo en el corazón, pero mis compañeros
comenzaron a llamarme y fui hacia ellos, ¿con qué excusa regresada? ¿que iba a
darle un beso a mi mamá? se hubieran reído de mí. De todas formas, al regresar a
casa, después de las clases vería a mi madre en la puerta de mi casa esperándome,
como siempre, temerosa de que me suceda algo, impaciente si tardo unos minutos,
ya que me he entretenido con los amigos.
El día se me pasó volando en la escuela, entre clase y clase, juegos y almuerzo, se
me había olvidado el incidente de la mañana, sin embargo, esta vez, apenas sonó el
timbre salí corriendo a mi casa sin entretenerme, desde la esquina esperaba divisar
la figura de mi madre en la puerta, pero no había nadie. Supuse que estaría adentro
ocupada con algo, pero extrañé de momento su presencia tan segura. Antes de
tocar el timbre salió a la puerta mi padre, ¿pero, era mi padre? aquel hombre era
mucho mayor de lo que siempre me había parecido, los hombros caídos, los ojos
hinchados y un profundo halo de tristeza lo rodeaba. Mi corazón empezó a latir
alocadamente, presintiendo algo, apenas me salió la voz para decir: "¿Qué pasa,
papá, mamá está bien?".
En un suspiro me contestó: "Tu madre sufrió un ataque al corazón esta mañana, su
muerte fue instantánea, nadie se enteró hasta que vinieron a visitarla y la
encontraron allí tendida en el pasillo, fue muy rápido, hijo, se fue nuestro ángel...".
Un sollozo salió de su garganta y no pudo continuar hablando.
¿Mi mamá? ¿mi mamá? la que todas las mañanas me despierta, la que por las
noches reza conmigo, me arropa y me da un beso de buenas noches, mi madre, a
la que esta mañana contesté de mal modo, a la que no le di el beso de despedida,
¿mi mamá? Dios, perdóname, dile que me perdone, aún soy un niño pretendiendo
ser un hombre, dile, por favor, que ella es lo que más quiero en esta vida, que sus
abrazos me han dado seguridad siempre y es ahí donde me he sentido más
protegido, dile que su suave sonrisa me acompañará toda la vida y que prometo
valorar a las personas que comparten conmigo mi existencia, no ponerme bravo con
ellas sin ningún motivo y que les daré mil besos, día a día, por todos los que no
pude darle a ella, a mis hijos, a sus nietos... Cuídala por mí, mi Dios, que ella es
muy buena y di le por favor, Dios mío, que cuando me toque la hora de partir de
este mundo venga a mi lecho y me arrope como siempre lo hizo.
Disfrutemos no sólo de este día, sino todos los días de nuestra vida... Nunca
sabremos hasta cuándo tendremos la dicha de su presencia. Y si ya no están con
nosotros, no te preocupes; una madre y un padre son muy necios y nunca te
dejarán solo.
Envió: Yamile Acuña.
5. Vitaminas para la generosidad
Nuestra familia siempre ha estado dedicada a los negocios. Mis seis hermanos y yo
trabajamos en el negocio de mi padre, en Mott, Dakota del Norte, un pequeño
pueblo en medio de las praderas. Comenzamos a trabajar haciendo diferentes
oficios, como limpiar el polvo, arreglar las repisas y empacar, luego progresamos
hasta llegar a atender a los clientes. Mientras trabajábamos y observábamos,
aprendimos que el trabajo era más que un asunto de supervivencia o para hacer
una venta.
Recuerdo una lección de manera especial. Era poco antes de Navidad, yo estaba en
el grado séptimo y trabajaba en las tardes, organizando la sección de los juguetes.
Un niño de cinco o seis años entró en la tienda, llevaba un viejo abrigo marrón, de
puños sucios y ajados, sus cabellos estaban alborotados, con excepción de un
copete que salía derecho de la coronilla, sus zapatos gastados, con un único cordón
roto, me corroboraron que el niño era pobre -demasiado pobre como para comprar
algo-. Examinó con cuidado la sección de juguetes, tomaba uno y otro, cui-
dadosamente los colocaba de nuevo en su lugar.
Papá entró y se dirigió al niño. Sus acerados ojos azules sonrieron y un hoyuelo se
formó en sus mejillas, mientras preguntaba al niño en qué le podía servir. Éste
respondió que buscaba un regalo de Navidad para su hermano. Me impresionó que
mi padre lo tratara con el mismo respeto que a un adulto. Le dijo que se tomara su
tiempo y mirara todo. Así lo hizo.
Era la reunión del domingo por la noche de un grupo apostólico en una iglesia de la
comunidad. Después de que cantaron los himnos, el sacerdote se dirigió al grupo y
presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya
entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el
púlpito y comenzó a contar esta historia:
"Un hombre, junto con su hijo y un amigo de éste, estaban navegando en un velero
a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra
firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero
de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación y las aguas del océano
arrastraron a los tres".
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que, por
primera vez, desde que comenzó la charla estaban mostrando interés y siguió
narrando:
“El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible
de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga.
Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen
cristiano y también que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era
mucho mayor que los embates de las olas.
Miró en dirección a su hijo y le gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MÍO! y le tiró la soga al
amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó al amigo halar hasta el velero volcado
en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la
noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo".
Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, las próximas palabras
que pronunciara el orador invitado. "El padre -continuó el anciano- sabía que su hijo
pasaría a la eternidad con Cristo y no podía soportar el hecho de que el amigo de su
hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo.
¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!".
Dicho esto, el anciano volvió a sentarse y hubo un tenso silencio. Pocos minutos
después dé concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el
anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente: "Esa fue una historia muy bonita, pero a
mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la
ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo",
“Tienes toda la razón”, le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por
el uso. Y, entretanto, sonreía, miró fijamente a, los dos jóvenes y les dijo: "Pero esa
historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a
su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo
de ese hijo era yo".
Envió: Yira Rodríguez
Cuando digas:
Si yo hubiera nacido en cuna de oro...
Si mis padres fueran más inteligentes...
Si yo ganara la lotería...
Si no hubiera tanta gente acaparando mi vida...
Si yo consiguiera un diploma sin tener que estudiar...
¿Por qué la gente lucha y sufre tanto en este "Valle de lágrimas"?
¿Otra queja más, todavía?
Entonces, recuerda:
El lugar donde Jesús nació era prestado;
el burrito que Él montó era prestado;
los panes y peces que Él multiplicó eran prestados;
la sala donde Él instituyó la Eucaristía era prestada;
la barca donde Él viajó era prestada;
el sepulcro donde Él fue sepultado era prestado:
¡SOLAMENTE LA CRUZ ERA DE ÉL!
Envió: Lucy González.
Celia Cruz
Dar de corazón
Hubo una vez un limosnero que estaba tendido aliado de la calle. Vio a lo lejos venir
al rey con su corona y capa. Pensó: "Le voy a pedir y seguramente me dará
bastante". Y cuando el rey pasó cerca, le dijo: "Su majestad, ¿me podría, por favor,
regalar una moneda?" Aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho
más. El rey le miró y le dijo: "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu
rey?".
El mendigo no sabía qué responder a la pregunta y dijo: "Pero su majestad, ¡yo no
tengo nada!". El rey respondió: "Algo debes tener. ¡Busca!". Entre su asombro y
enojo el mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un bollo de
pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle,
así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dio al rey.
Complacido, el rey dijo: "¡Ves cómo sí tenías!". Y le dio 5 monedas de oro, una por
cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces: “Su majestad, creo que acá tengo
otras cosas”, pero el rey no hizo caso y dijo: "Solamente de lo que me has dado de
corazón, te puedo yo dar".
Es fácil en esta historia reconocer cómo el rey representa a Dios y el mendigo, a
nosotros. Notemos que éste, aun en su pobreza, es egoísta. Ocasionalmente, Dios
nos pide que le demos algo para así demostrarle que Él es el más importante. Unas
veces nos pide ser humildes, otras ser sinceros o no ser mentirosos. Nos negamos a
darle a Dios lo que nos solicita, pues creemos que no recibiremos nada a cambio,
sin pensar en que Dios devuelve el ciento por uno.
No sé que te pida Dios en este momento... ¿Confianza? ¿sencillez? ¿humildad?
¿abandono en su voluntad? No lo sé. Solamente sé, que por lo que le des, te
devolverá mucho más y recuerda no darle solamente unos pocos granos, dale todo
lo que tengas, pues sinceramente, VALE LA PENA.
Envió: Fray Fernando.
El gusano y el escarabajo
Había una vez, un gusano y un escarabajo que eran amigos, pasaban charlando
horas y horas. El escarabajo estaba consciente de que su amigo era muy limitado
en movilidad, tenía una visibilidad muy restringida y era muy tranquilo comparado
con los de su especie. El gusano tenía muy clara la idea de que su amigo venía de
otro ambiente, comía cosas que le parecían desagradables y era muy acelerado
para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad con el gusano. ¿Cómo
era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano? A lo que él
respondió que el gusano estaba limitado en sus movimientos. ¿Por qué seguía
siendo amigo de un insecto que no respondía los saludos efusivos que el escarabajo
le enviaba desde lejos?
Esto era entendido por él, ya que sabía de su limitada visión, muchas veces ni
siquiera se daba cuenta si alguien lo saludaba y cuando sentía que lo saludaban, no
distinguía de quien se trataba. Sin embargo, calló para no discutir.
Fueron muchas las respuestas que buscaron en el escarabajo para cuestionar su
amistad con el gusano, al final, éste decidió poner a prueba su fidelidad alejándose
un tiempo para esperar que el gusano lo buscara.
Pasó el tiempo y la noticia llegó: El gusano estaba muriendo, pues su organismo no
soportaba tanto esfuerzo, cada día emprendía el camino para llegar hasta su amigo
y la noche lo obligaba a retornar hasta su lugar de origen.
El escarabajo decidió ir a verlo sin preguntar a su compañera qué opinaba. En el
camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por saber qué le había
pasado a su amigo. Le contaron de cómo se exponía día a día para ir al lugar dónde
él se encontraba, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió al
ataque de las hormigas y así sucesivamente.
Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando pasar a mejor
vida. Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la vida le daba le dijo cuánto le
alegraba que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo
sabiendo que nada malo le había pasado.
El escarabajo, avergonzado de sí mismo, par haber confiado su amistad en otros
oídos que no eran los suyos, había perdido muchas horas de regocijo que los
diálogos con su amigo le proporcionaban. Al final, entendió que el gusano, siendo
tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era su amigo, a quien
respetaba y quería, no tanto por la especie a la que pertenecía, sino porque le
ofreció su amistad.
El escarabajo aprendió varias lecciones ese día: La amistad está en ti y no en los
demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo. También
entendió que el tiempo no delimita las amistades, tampoco las razas o las limitantes
propias ni las ajenas. Lo que más le impactó fue que el tiempo y la distancia no
destruyen una amistad, son las dudas y nuestros temores los que más nos afectan.
Y cuando pierdes un amigo una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los
temores, las alegrías e ilusiones compartidas en el capullo de la confianza se van
con él.
El escarabajo murió después de un tiempo. Nunca se le escuchó quejarse de quien
mal le aconsejó, pues fue decisión propia el poner en manos extrañas su amistad,
sólo para verla escurrirse como agua entre los dedos.
Si tienes un amigo no pongas en tela de duda lo que es, pues sembrando dudas
cosecharás temores. No te fijes demasiado en cómo habla, cuánto tiene, qué come
o qué hace, pues estarás poniendo en una vasija rota tu confianza.
Reconoce la riqueza de quien es diferente de ti y está dispuesto a compartir sus
ideales y temores, pues esto alimenta el espíritu de supervivencia más que un buen
platillo.
La esencia del gusano y el escarabajo se volvió una en el plano que encuentra más
allá de este mundo, volviendo al regocijo que en esta vida habían encontrado.
Dijo la Madre Teresa: "Vaya pasar por la vida una sola vez, cualquier cosa buena
que yo pueda hacer o alguna amabilidad que pueda hacer a algún humano, debo
hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo por ahí".
Cuentan que a un pueblo lejano, un día llegó un hombre ya bien anciano. Dicen que
era sabio. Unos jóvenes universitarios decidieron probarlo. Fueron hasta él y le
preguntaron: "Si eres un sabio, entonces dinos quién es la mejor persona de este
pueblo".
Al día siguiente, se ubicó en una calle donde se dice que todos los ciudadanos
pasaban continuamente. Colocó un cartel que decía: "NECESITO ALGO DE USTED.
POR FAVOR, DÓNEME ALGUNA COSA".
La gran mayoría le dio dinero. Pero, cada vez que le daban dinero, él lo arrojaba a
otro mendigo que se encontraba a su lado. La gente se sorprendió con su actitud
Al día siguiente, de nuevo estaba él con el mismo cartel. Esta vez, muy pocos le
dieron dinero -que fue debidamente arrojado al otro mendigo- pero le trajeron
comida, de la mejor y de la peor. Nuevamente, el sabio dio toda la comida recibida
a otros mendigos cercanos y, al llegar la hora del almuerzo, comió de su propia
comida. Nadie entendió que quería realmente el sabio.
Llegó el tercer día, estaba él con el mismo cartel pero esta vez le regalaron menos
dinero que el día anterior y muy pocos le dieron comida y la que recibió la distribuyó
con los otros mendigos del lugar pero, un hombre se acercó al sabio, le preguntó
cómo estaba, le sonrió, conversó un rato con él y después se retiró. Cuando el
hombre se fue, el sabio abandonó el lugar.
Dos días después, los jóvenes preguntaron sobre lo que había sucedido. "Mis
jóvenes, la realidad es que tanto el dinero como la comida que me dieron no tenían
nada de especial. Simplemente cumplían con su deber, por tener algo, dando a los
que no tienen. Sin embargo, la persona que se acercó, me sonrió y conversó
conmigo es la mejor de todas, porque me dio la riqueza de la vida y la comida del
alma".
Siempre que busquen a alguien bueno, verifiquen que, junto con cualquier cosa
material que pueda dar, esa persona dé algo de sí misma, de lo bueno que cada
uno de nosotros llevamos dentro.
Envió: Z. Ibarra.
6. Vitaminas para la bondad
En cierta ocasión un hombre vino a nuestra casa y me dijo: "Aquí cerca hay una
familia hindú con ocho hijos que llevan mucho tiempo sin probar bocado", Al oírlo
tomé un puñado de arroz y salí a toda prisa para que pudieran comer aquella
noche.
En los rostros de aquellos ocho niños vi dibujadas las huellas del hambre, como
pocas veces las había visto. A pesar de ello, aquella madre tuvo el coraje de dividir
el arroz en dos porciones iguales y salió con una.
Cuando estuvo de vuelta pregunté: "¿A dónde has ido? ¿Qué has hecho?"
"¡También ellos tienen hambre!" contestó la señora. Una familia de religión
musulmana vivía en la casa de enfrente y tenía otros tantos hijos. Aquella madre
sabía que también ellos tenían hambre. Lo que me conmovió fue que ella fue
generosa hasta el heroísmo de la privación.
¡Esto es algo realmente hermoso! i Eso es amor de verdad! Aquella mujer dio con
dolor. ¡Tendrías que haber visto los rostros de aquellos pequeños! Ellos
comprendieron verdaderamente lo que su madre había hecho. El gesto de su madre
les enseñó lo que es el amor auténtico.
Sacerdote ahogado
El bombero Bob dijo: "Mire, podemos hacer algo mejor que eso. Tenga a su hijo
listo el miércoles, a las 7 de la mañana y lo haremos un 'Bombero Honorario'
durante todo el día. El puede venir con nosotros aquí a la estación, comeremos
juntos y saldremos cuando recibamos llamadas de incendios. Y, si usted nos da sus
medidas, le conseguiremos un uniforme de bombero, con un sombrero que lleve el
emblema de la Estación de Bomberos de Phoenix; no uno de juguete, sino el
emblema amarillo que nosotros llevamos y sus botas de hule. Todo eso es hecho
aquí en Phoenix, así que es fácil conseguirlo bastante rápido".
Tres días después, el bombero Bob recogió a Billy, le puso su uniforme de bombero
y lo condujo desde la cama del hospital hasta el camión bombero. Billy tuvo que
sentarse en la parte de atrás del camión y ayudar a conducirlo de regreso a la
estación. Se sentía como en el cielo.
Hubo tres llamadas en Phoenix ese día y Billy tuvo que salir en las tres. En tres
camiones diferentes. Fue en el microbús paramédico y también en el carro del Jefe
de bomberos, lo grabaron en video para pasarlo en las noticias locales de televisión.
Habiendo hecho realidad su sueño y con todo el amor y la atención que le fue dada,
Billy fue tocado tan profundamente en su corazón, que logró vivir tres meses más
de lo que cualquier médico pensó que viviría.
Una noche todas sus señales vitales comenzaron a decaer dramáticamente y el Jefe
de Enfermería, que creía en que nadie debe morir solo, comenzó a llamar a los
miembros de la familia para que vinieran al hospital.
Luego, recordó el día en que Billy había pasado como si fuera un bombero, así que
llamó al Jefe de la estación y le preguntó si era posible que enviara a un "bombero"
uniformado al hospital para que estuviera con Billy mientras entregaba su alma.
El Jefe le dijo: "Haremos algo mejor. Estaremos allí en cinco minutos. ¿Me hará un
favor? Cuando oigan las sirenas sonando y las luces centelleando ¿podría anunciar
por los altoparlantes que no hay ningún incendio, sino que es el Departamento de
Bomberos que va a ver a uno de sus más finos miembros una vez más? Y, por
favor, podría abrir la ventana de su cuarto?".
Cinco minutos más tarde, un gancho y la escalera del carro bombero, llegaron al
hospital y se extendieron hasta el tercer piso donde estaba la ventana abierta del
cuarto de Billy; 16 "bomberos" subieron por ella y entraron al cuarto. Con el
permiso de su mamá, cada uno de ellos lo abrazó y lo arrulló diciéndole cuánto lo
amaba. Con su aliento agonizante, Billy miró al Jefe de los Bomberos y dijo: "JEFE,
¿SOY VERDADERAMENTE UN BOMBERO AHORA?". El Jefe le respondió: "sí, BILLY,
LO ERES". Con esas palabras, Billy sonrió y cerró sus ojos por última vez...
Los seres humanos necesitamos el conocimiento y el amor de Dios manifestados a
través de nuestros semejantes.
(Cronista desconocido)
Respuestas infantiles que sorprenden
Al autor y orador Leo Buscaglia se le solicitó una vez que fuera parte del jurado en
un concurso. El propósito del concurso era encontrar al niño más cariñoso. El
ganador fue un niño de 4 años, cuyo vecino era un anciano, a quien recientemente
le había fallecido su esposa. El niño, al ver al hombre llorar, fue al patio de su casa,
se subió a su regazo y se sentó. Cuando su mamá le preguntó qué le había dicho al
vecino, el pequeño niño le contestó: "Nada, sólo le ayudé a llorar".
---------------------------*
--------------------------*
Nueva York, en un frío día de diciembre: Un niño de 10 años estaba parado frente a
una tienda de zapatos, estaba descalzo, apuntando a través de la ventana y
temblando de frío. Una señora se le acercó y le dijo: "Mi pequeño amigo, ¿qué estás
mirando con tanto interés en esa ventana?" "Le estaba pidiendo a Dios que me
diera un par de zapatos", fue la respuesta. La señora lo tomó de la mamo y lo llevó
adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de calcetines
para el niño. Preguntó si podría darle un recipiente con agua y una toalla. El
empleado rápidamente le trajo lo que pidió. Ella se llevó al pequeño a la parte
trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies y se los secó con la toalla.
Llegó el empleado con los calcetines. La señora le puso un par al niño y le compró
un par de zapatos. Juntó el resto de calcetines y se los dio al niño. Lo acarició en la
cabeza y le dijo: "¡No hay duda, pequeño amigo, que te sientes más cómodo
ahora!"... Mientras ella daba la vuelta para irse, el niño la alcanzó de la mano,
mirándola con lágrimas en los ojos, contestó con estas palabras: "¿Es usted la
esposa de Dios?".
(Anónimo)
Y Dios dijo...
Un rey recibió, como obsequio, dos pequeños halcones y los entregó al maestro de
cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro le informó al rey
que uno de los halcones estaba perfectamente adiestrado, pero que al otro no sabía
qué le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día en que
llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie
pudo hacerla volar. Al día siguiente, el monarca decidió comunicar a su pueblo que
ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. En la mañana, lo
vio volando ágilmente por los jardines.
El rey le dijo a su corte: "Traedme al autor de este milagro". Su corte le llevó a un
humilde campesino. El rey le preguntó: "¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo
hiciste? ¿Eres acaso un mago?" Intimidado, el campesino le dijo al rey: "Fue fácil,
mi Señor, sólo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta de que tenía alas y
empezó a volar".
¿Sabes que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te estás agarrando? ¿De
qué no te puedes soltar?
Envió: Fernando Macías Valadez.
Éxito
Envió: Yali.
Ganador y perdedor
Ante la tormenta
Cuando los niños aprenden que la felicidad no se encuentra en lo que una persona
tiene, sino en lo que ella es.
Cuando aprenden que dar y perdonar es más gratificante que quitar y vengarse.
Cuando aprenden que el sufrimiento no se mitiga con autocompasión, sino que se
supera con determinación interior y fuerza espiritual.
Cuando aprenden que no pueden controlar al mundo a su alrededor, pero que son
los maestros de sus propias almas.
Cuando aprenden que las relaciones mejoran si valoran más la amistad que el ego,
el compromiso que el orgullo, escuchar que aconsejar.
Cuando aprenden a no odiar a una persona cuya diferencia temen, sino a temer a
ese tipo de odio.
Cuando aprenden que hay placer en la fuerza de motivar a otros, no en la falsa
fuerza de humillar.
Cuando aprenden que el elogio de otros es halagador, pero sin sentido si no se
conjuga con el respeto a sí mismo.
Cuando aprenden que el valor de una vida se mide mejor, no por los años
dedicados a acumular posesiones, sino por los momentos dedicados a dar de sí
mismo, compartiendo sabiduría, inspirando esperanza, secando lágrimas y
conmoviendo corazones.
Cuando aprenden que la belleza de una persona no se ve con los ojos sino con el
corazón y que, aunque el tiempo y las penurias puedan destruir nuestra coraza
exterior, nos pueden mejorar el carácter y la perspectiva.
Cuando aprenden a abstenerse de juzgar sabiendo que todas las personas están
dotadas de cualidades y defectos y que la aparición de unas u otras depende de la
ayuda ofrecida o el daño infligido por otros.
Cuando aprenden que a todas las personas se les ha dado el don de tener un YO
único y que el propósito de la vida es compartir lo mejor de ese don con el mundo.
Cuando los niños aprenden estos ideales, ¡ya no son niños! son una bendición para
quienes los conozcan y valiosos modelos para todo el mundo:
(David R. Weatherford)
El fabricante de lápices
Juan trabajaba en una empresa hace dos años. Siempre fue muy serio, dedicado y
cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que en 2 años
nunca recibió una amonestación. Cierto día buscó al Gerente para hacerle un re-
clamo:
- Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto
con mi puesto, pero siento que he sido postergado. Mire, Fernando ingresó a un
puesto igual al mío hace sólo 6 meses y ya ha sido promovido a Supervisor.
- Uhmm! -Mostrando preocupación, le dice el Gerente-. Mientras resolvemos esto,
quisiera pedirte que me ayudes a resolver un problema. Quiero dar fruta al personal
para la sobremesa del almuerzo de hoy. En la bodega de la esquina venden fruta.
Por favor, averigua si tienen naranjas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y en 5 minutos estaba de vuelta.
- Bueno, Juan, ¿qué averiguaste?
- Señor, tienen naranjas para la venta.
- ¿Y cuánto cuestan?
- ¡Ah! No pregunté por eso.
- Bien. ¿Pero viste si tenían suficientes para todo el personal?
(Preguntaba serio).
- Tampoco pregunté por eso, señor.
- ¿Hay alguna otra fruta que pueda sustituir la naranja?
- No sé señor, pero creo...
- Bueno, siéntate un momento.
Y tú... ¿haz hecho hoy tu mejor esfuerzo? Por eso, haz tu mejor esfuerzo, aún con
las tareas más sencillas, ya que de otra forma nadie nos confiará tareas de mayor
importancia.
(Anónimo)
Envió: Marlén Sánchez.
Riesgos
Siempre tienes que dar, amar y entregar a los demás, más de lo que recibes, para
no correr el riesgo de morir sin haber vivido y vivir para siempre en Dios y en el
recuerdo de los que te conocieron.
El lente de contacto
Brenda era una joven mujer que fue invitada a escalar rocas. Aunque esto le
causaba mucho temor, fue con su grupo a un tremendo risco de granito. A pesar de
su miedo, se colocó el equipo, tomó un extremo de la cuerda y comenzó a enfrentar
la roca. En determinado momento, llegó a un borde, donde pudo tomar un respiro.
Mientras estaba ahí, la cuerda de seguridad golpeó contra un ojo de Brenda y le
sacó su lente de contacto. Bueno, ahí estaba ella en el borde de la roca, con cientos
de metros por debajo y cientos de metros sobre ella. Por supuesto que buscó y
buscó, esperando que hubiera caído en el borde, pero simplemente no estaba el
lente. Ahí estaba ella, lejos de casa, con su vista borrosa.
Estaba desesperada y comenzó a enfadarse, por lo que oró al Señor para que la
ayudara a encontrar su lente. Cuando llegó a la cima, un amigo examinó su ojo y su
ropa buscando el lente, pero no lo pudieron encontrar. Ella se sentó, desalentada,
con el resto de la gente, esperando a que los demás llegaran al alto.
Miró a través de las montañas, pensando en el verso de la Biblia que habla sobre los
ojos del Señor que observan alrededor de toda la tierra. Pensó: "Señor, Tú puedes
ver estas montañas. Tú conoces cada piedra y cada hoja y Tú sabes exactamente
dónde está mi lente de contacto. Por favor, ayúdame".
Finalmente, bajaron. Al pie de la montaña había un nuevo grupo de alpinistas
comenzando a enfrentar el risco. Uno de ellos gritó: "Oigan, jóvenes! ¿Alguien
perdió un lente de contacto?". Bueno, esto hubiera sido suficientemente
inquietante, pero... ¿Sabes cómo el alpinista vio el lente de contacto? Una hormiga
se movía lentamente a través de la roca, cargando el lente.
Brenda me dijo que su padre era caricaturista. Cuando ella le contó esta increíble
historia de la hormiga, la oración y el lente de contacto, él dibujó una caricatura de
una hormiga cargando un lente de contacto, diciendo: "Señor, no sé por qué Tú
quieres que yo cargue esta cosa. No puedo comérmela y está extremadamente
pesada. Pero si eso es lo que Tú quieres que yo haga, yo la cargaré para Ti".
Creo que probablemente nos haría bien a algunos de nosotros decir
ocasionalmente: "Señor, no sé por qué quieres que yo lleve esta carga. No veo
nada bueno en ello y es bastante pesada. Pero si Tú quieres que yo la cargue, lo
haré".
Envió: Sandra C. Castillo R.
El peso de la cruz
Esta era una vez un hombre que quería seguir a Jesús y alcanzar, a través de este
servicio, el Reino de los Cielos. En un sueño profundo, aquel hombre quiso
entrevistarse con nuestro Señor y le indicaron el camino del bosque. A poco andar,
encontró a Jesús y le expuso sus intenciones. Nuestro Señor lo miró con inmensa
ternura, luego sacó del suelo un árbol joven pero alto y le dijo: "Recorre el camino
de tu vida con esta cruz al hombro y así alcanzarás el Reino de los Cielos",
El hombre inició su camino con gran entusiasmo y lleno de buenas intenciones, pero
rápidamente cayó en cuenta que la carga era demasiado pesada y lo obligaba a un
paso lento y en algunos momentos doloroso. En una de las oportunidades en que se
dispuso a descansar se le apareció el mismísimo demonio, quien le regaló un hacha,
ofreciéndosela convincentemente sin condiciones. Él la aceptó, pensando que
cargarla no constituía un mayor esfuerzo y considerándola una herramienta de
mucha utilidad en su, cada vez, más difícil camino.
Pasó el tiempo y el hombre mantenía su propósito, aunque nublado por el cansancio
y angustiado por la lentitud de su marcha. Entonces, bajo otra forma, volvió a
aparecer el demonio y, aparentando buena disposición de ayuda, lo convence de
usar el hacha para recortar un poco las ramas. ¡Qué distinta se sentía la carga, qué
sensación tan agradable experimentó el hombre al reducirla!
Al pasar algún tiempo, volvió a sufrir el peso agobiante de su cruz y pensó que si
recortara otro poco la carga no cambiaría en nada su gran misión y, más aún, con
ello apresuraría su llegada al encuentro con Jesús; así que volvió a usar su hacha.
De allí en adelante continuaron los recortes, hasta que el árbol se transformó en
una hermosa cruz preciosamente tallada que colgaba de su cuello y causaba la
admiración de todos. La cruz no tardó en convertirse en una moda, luego vino la
fama y el reconocimiento y, adicionalmente, un caminar de gacela hasta el Reino de
los Cielos.
Alcanzado el final del camino el hombre muere. En medio del esplendor celestial,
distingue un hermoso castillo, desde una de cuyas torres Jesús, en Gloria y
Majestad, se dispone a recibirlo. El hombre dice: "Señor, he esperado mucho tiempo
este momento. Señálame la entrada". Jesús le responde: "Hijo, para entrar al Reino
deberás subir hasta donde estoy, usando el árbol que te entregué cuando iniciaste
el camino hacia mí". El hombre, lleno de vergüenza, reconoció haberlo destruido y
lloró amargamente su error.
Despertó entonces de su profundo sueño y agradecido con el Señor, regresó al
bosque aquel para tomar su cruz y llevarla entera al Reino de los Cielos.
Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebé,
hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararse para una
nueva etapa en su vida. Supieron que iba a ser una niña. Día y noche Michael le
cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. Se estaba encariñando con su
hermanita, desde antes de conocerla.
El embarazo de Karen progresó normalmente. A tiempo empezó su labor de parto,
pronto los dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una
complicación se presentó de repente y Karen tuvo horas de labor de parto.
Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero
en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la
Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Mary, en Knoxville,
Tennessee.
Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle,
finalmente, a los padres las terribles palabras: "Hay muy pocas esperanzas,
prepárense para lo peor".
Karen y su esposo contactaron al cementerio local para apartar un lugar para su
hijita. Habían organizado un cuarto nuevo para ella y ahora se encontraban
haciendo arreglos para un funeral. Sin embargo, Michael les rogaba a sus padres
que le dejaran ver a su hermanita. "Quiero cantarle", decía una y otra vez.
Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes
de que acabara la semana. Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su
hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de niños a dicha
sección. De pronto Karen se decidió. Llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la
dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva
nunca.
Ella le puso un overol inmenso y lo llevó a Terapia Intensiva, Michael parecía una
enorme canasta de ropa sucia. Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era
un niño y se enfureció. "¡Saquen a ese niño ahora mismo! No se admiten niños
aquí". El carácter de Karen afloró y, olvidándose de sus lindos modales de dama,
que siempre la habían caracterizado, miró con ojos de acero a la enfermera, sus
labios eran una sola línea y con firmeza dijo: "Él no se va hasta que le cante a su
hermanita" y levantó a Michael y lo llevó a la cama de su hermanita.
Miró a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un
momento, empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres
años. Michael le cantó: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tú me haces feliz cuando el
cielo es gris ". (Conocida canción en inglés "You're my sunshine").
Instantáneamente, la bebé pareció responder al estímulo de la voz de Michael, su
pulso se empezó a volver normal.
"Sigue cantando, Michael", le pedía desesperadamente su mamá con lágrimas en
los ojos. Y el niño seguía: "Tú no sabrás nunca, querida, cuánto te amo, por favor,
no te lleves mi luz del sol...".
Al mismo tiempo que Michael cantaba, la bebé se movía y su respiración se volvía
tan suave como la de un gatito cuando lo acarician. "Sigue cantando, cariño", le
decía su mamá y él continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita
estaba en el vientre de su madre. "La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que
te abrazaba en mis brazos..." seguía cantando el niño.
La hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador que
parecía que la mejoraba por segundos. -"Sigue cantando Michael",.. Ahora era la
voz de la enfermera que, con lágrimas en los ojos, no dejaba de pedirle al niño que
continuara.
"Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol...". Al día
siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa. La revista
"Woman's Day" lo llamó "El Milagro de la canción del Hermano". Los doctores le
llamaron simplemente un milagro. Karen le llamó "El Milagro del amor de Dios".
Confía en que Dios sabe que estás exactamente donde debes estar. Nunca olvides
las infinitas posibilidades que nacen de la Fe.
Un pastor tenía dos ovejas y estaba contento porque las dos habían parido y eran
dueñas de unos hermosos y juguetones corderitos. Durante la noche, el pastor
encerraba a sus dos ovejas en un corral que tenía muy cerca de la casa. Así se
aseguraba que los lobos y los zorros no las mataran.
En las horas del día, las soltaba para que fueran a pastar por los cerros. Y aquella
mañana las soltó, como siempre y dejó a los corderitos en el corral. Es muy riesgoso
liberarlos tan pequeños. Las dos ovejas cruzaron el río caminando sobre su firme
lecho de piedras. Las aguas del río eran poco profundas y ellas lo cruzaban a diario.
Pero, al poco tiempo, se desató un temporal muy fuerte y la lluvia fue repentina y
torrencial. Las aguas descendieron de los cerros, se volcaron torrentosas en los
pequeños arroyos y llegaron turbias al cauce del río y se desbordó.
El pastor salió hasta la orilla, porque sabía que se acercaba la hora en que sus
ovejas regresarían, para amamantar a sus críos y pasar la noche en el corral y vio
que sería imposible cualquier intento por cruzar aquel torrente de aguas, sin
exponerse a ser arrollado y golpeado contra las piedras.
Una oveja se puso a pastar paciente en la orilla, esperando que las aguas bajaran,
la otra se impacientó y comenzó a lamentarse: "Esta agua no descenderá y mis
hijitos se morirán de hambre, aquí nos sorprenderá el lobo y nos moriremos", La
compañera trató de calmarla: "No te impacientes, recuerda que ya vimos muchas
crecientes en el río y siempre vimos las aguas descender, no nos pasará nada grave
y mañana amamantaremos a nuestros hijos".
De nada valieron sus reflexiones, la oveja se arrojó al agua. El pastor la miraba
impotente desde la orilla opuesta. La pobre oveja avanzó un par de metros, pero las
aguas la vencieron y la arrastraron río abajo. El pastor y la compañera vieron cómo
el cuerpo de la desdichada era llevado por la corriente, que lo golpeaba contra
todas las rocas salientes.
Al anochecer, las aguas ya habían descendido bastante. Pastor y oveja se miraban
desde las dos orillas; el pastor que conocía bien los pasos menos riesgosos, entró al
agua y lenta y cuidadosamente, llegó hasta la otra orilla, ató una cuerda al cuello de
su oveja y ambos volvieron a cruzar el río. Los corderitos balaban en el corral. El
pastor hizo que los dos huerfanitos mamaran de la oveja sobreviviente, que se
constituyó en su madre adoptiva.
Sin esperanza es imposible tener paciencia, porque nadie espera lo imposible y la
esperanza más hermosa es la que nace en situaciones más desesperantes. La
impaciencia, con la que quieren alcanzarlo todo hoy, es la que te hace perder la
oportunidad de alcanzarlo mañana.
Por un tiempo
Te prestaré, por un tiempo, a unos padres para que los ames mientras vivas.
Podrán ser 10, 20, 30 años o más, hasta que los llame. Te pregunto: ¿Podrás
cuidarlos? Quiero que aprendas a vivir con ellos, les he buscado unos hijos y te he
elegido a ti.
No te ofrezco que se quedarán contigo para siempre, sólo te los presto. Ellos te
darán ternura y te darán alegría por tenerte. El día que los llame no llorarás ni me
odiarás porque los regresé a mí. Su ausencia corporal quedará compensada por el
amor y por los muchos y agradables recuerdos. Ten presente que si algo te
entristece, que si el golpe del dolor te hiere algún día, tu pena es mía y, así, con
todo esto, tu luto será más llevadero y habrán de decir con agradecida humildad:
¡Hágase, Señor, tu voluntad!
Envió: R. Falcón
Resistencia
En la antigüedad fue muy famoso el caso de uno de los sabios de Grecia. Cuando
era joven le oyó decir a un anciano: "Si quieres llegar a tener una personalidad
debes ejercitarte en ser insultado y tratado mal sin responder ni una sola palabra".
"¿Pero, cómo lograrlo?", le preguntó el joven. "Soporta todo lo que entre familiares
y conocidos te puedan insultar y así te vas ejercitando en no responder", le dijo el
anciano. Y así lo hizo el joven. Por medio de terceras personas pagó a unos
maleducados para que lo insultaran al pasar él por la calle. Y se fue acostumbrando
a no responder insultos y a callar y tener paciencia.
Después se fue a una famosa escuela de personalidad en Atenas y allí el maestro
para probar qué tanto carácter poseía su nuevo discípulo, lo recibió con un regaño
tremendo e injusto. Pero mientras el maestro lo insultaba, el joven sonreía. ¿Cómo
se explica -le preguntó el director- que mientras yo te regaño e insulto, tú sonríes
alegremente? Ah, mi buen preceptor-respondió el alumno- es que en mi tierra tenía
que pagar para que me insultaran y aquí me insultan gratis. Estoy ahorrando
dinero.
No olvidemos: Mientras más nos ejercitemos en saber resistir y aguantar las
contrariedades de la vida, mayor personalidad estamos adquiriendo. Y mientras
mayor sea nuestra capacidad de resistencia para rechazar nuestras inclinaciones
hacia la ira, a la sensualidad y a la pereza, más personalidad habremos conseguido.
Envió: Edwin Valdés.
Quien tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la
incansable solicitud de sus cuidados.
Una mujer que, siendo joven, tiene la reflexión de una anciana y, en la vejez,
trabaja con el vigor de la juventud.
Una mujer que, si es ignorante, descubre con más acierto los secretos de la vida
que un sabio y, si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños.
Una mujer que, siendo pobre, se satisface con los que ama y siendo rica, daría con
gusto sus tesoros, por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud.
Una mujer que, siendo vigorosa, se estremece con el llanto de un niño y, siendo
débil, se reviste a veces con la bravura de un león.
Una mujer que, mientras vive, no la sabemos estimar, porque a su lado todos los
dolores se olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que poseemos por
mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar
un solo acento de sus labios.
De esa mujer no me pidas el nombre, si no quieres que empape en lágrimas el
pañuelo... esa mujer yo la vi por el camino. ¡Es mi madre!
Parábola
Iba un hombre caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo: "Levanta
unos puñados de piedritas, mételos a tu bolsillo y mañana te sentirás a la vez triste
y contento".
Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de piedritas y se lo metió en
el bolsillo. A la mañana siguiente, vio que las piedritas se habían convertido en
diamantes, rubíes y esmeraldas. Y se sintió feliz y triste. Feliz por haber recogido las
piedritas; triste, por no haber recogido más.
(William Cunningham)
Envió: Guillermo Lora Santos.
Juan Pablo II no hubiera llegado a ser Papa si, en el año 1945 en Cracovia, un
oficial de la Armada Roja de la Unión Soviética, culto y amante de la historia, no
hubiera decidido salvar la vida, a pesar de las órdenes de Stalin, a un joven
seminarista llamado Karol Wojtyla, que le había ayudado a traducir libros sobre la
carda del Imperio Romano. Este episodio, hasta ahora inédito de la vida del Papa,
ha sido narrado al semanario italiano “Famiglia Cristiana” por el protagonista, el
Mayor Vasilyj Sirotenko, a quien Juan Pablo II le ha mandado una felicitación por su
cumpleaños. Sirotenko, profesor de historia medieval, formó parte de la 59ª Armada
del General Ivan Stepanovich Konev que arrebató a los alemanes Cracovia el17 de
enero de 1945.
Al día siguiente, el soldado se encontraba entre los hombres que ocuparon una
mina de piedra de la empresa Solvay, a unos cincuenta kilómetros de la ciudad.
"También allí los alemanes se rindieron y escaparon casi inmediatamente -recuerda-
Los obreros polacos se habían escondido: Cuando llegamos comenzamos a gritar:
sois libres, salid, salid, estáis libres. Cuando los contamos, eran ochenta. Poco
después descubrí que 18 de ellos eran seminaristas".
La guerra de Stalin no era un banquete de gala. Los soldados robaban lo que
podían: Dinero, relojes, ropa... Los primeros rusos que entraron a Cracovia lo único
que buscaban era comida. Sirotenko, sin embargo, causó en más de alguna risa: Él
buscaba libros en latín y alemán. Por este motivo, al ver a los seminaristas se puso
muy contento. "Llamé a uno de ellos y le pregunté si era capaz de traducir del latín
y del italiano -revela Sirotenko-. Me dijo que no era muy bueno en estas materias,
que había estudiado poco. Estaba aterrorizado e inmediatamente añadió que tenía
un compañero muy inteligente y capaz para los idiomas. Un cierto Karol Wojtyla.
Entonces di la orden de encontrar a ese tal Karol, -continúa diciendo el antiguo
soldado-. Descubrí que era bastante bueno en ruso pues su madre era una
'russinka', es decir una 'ukrainka' con raíces rusas. Por eso, le hice traducir también
documentos del ruso al polaco".
Vasilyj se hizo amigo de Karol y pidió que le tradujera también artículos sobre la
caída del Imperio Romano, que era fruto de todo tipo de interpretaciones por parte
de Stalin. Fueron tan amigos que un día el comisario político Lebedev convocó al
oficial soviético: "Camarada Mayor, ¿qué hace usted con ese seminarista? ¿Piensa
ignorar las órdenes de Stalin? ¿La disposición del 23 de agosto de 1940 sobre los
oficiales, maestros y seminaristas polacos no le convence?".
Sirotenko respondió: "No puedo fusilarlo. Es demasiado útil. Sabe idiomas y conoce
la ciudad". Y añade: "El comisario sabía que era verdad, pero no quería correr
riesgos. De modo que me dijo que la responsabilidad era mía". Después, salieron los
primeros carros de prisioneros hacia Siberia, personas que no volverían nunca más.
Los seminaristas de la cantera Solvay estaban entre los primeros de la lista.
Sirotenko, sin embargo, les salvó la vida. La misma excusa volvió a convencer a
Lebedev.
Ahora, al Mayor no le gusta reconocer que sabía lo que significaba partir al
destierro. "Escribí una orden en la que, por exigencias relativas a las operaciones
militares que tenían lugar en Cracovia, Wojtyla y los demás no deberían ser
deportados". Cuando en 1978 fue elegido Papa un cierto Karol Wojtyla, Sirotenko
era el único que conocía ese nombre en Rusia, a excepción del KGB. El 6 de marzo
pasado recibió una carta del Papa en la que le felicitaba por sus 85 años. El viejo
profesor de historia y antiguo oficial de la Armada Roja mira la carta y dice: “Los
dos hemos tenido una vida muy intensa”.
(Anónimo)
La alegría de servir
Sirve la luna,
sirve el viento,
sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé tú el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones,
las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo.
Pero hay, sobre todo, la hermosa,
la inmensa tarea de servir.
¡Qué triste sería el mundo,
si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar
una empresa que emprender!
No sólo se hace mérito con los grandes trabajos,
hay pequeños servicios:
Adornar una mesa, ordenar unos libros...
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Y tiene fijos los ojos en nuestras manos
Y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy?
(Gabriela Mistral)
Risas de Diógenes
El ruido de la carroza
Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y acepté con
placer.
Se detuvo en una curva, y después de un pequeño silencio, me preguntó:
- Además del cantar de los pájaros, ¿qué más escuchas?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:
- Estoy escuchando el ruido de una carroza.
- Eso es -dijo mi padre-. Es una carroza vacía.
Pregunté a mi padre:
- ¿Cómo sabes que es una carroza vacía, si aún no la vemos?
Entonces mi padre respondió:
- Es muy fácil saber cuando una carroza está vacía, por causa del ruido. Cuanto más
vacía la carroza, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado,
interrumpiendo la conversación de todo el mundo, inoportunamente, presumiendo
de lo que tiene (y lo más seguro no tiene nada), de sentirse prepotente y
minusvalorando a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
"Cuanto más vacía la carroza, mayor es el ruido que hace".
Envió: Claudia Páez.
Memorando
De: Dios
Para: Ti
Hoy, YO, DIOS, estaré manejando todos tus problemas. Por favor, recuerda que no
necesito tu ayuda. Si te enfrentas a una situación que no puedes manejar, no
intentes resolverla. Te pido amablemente que la coloques en la bandeja (AQSDPH)
"Algo que sólo Dios puede hacer". Me encargaré del asunto en Mi tiempo, no en el
tuyo. Una vez que hayas depositado tu problema en dicha bandeja no te aferres
más a él o pretendas retirarlo de allí. El aferrarte o retirar tu problema, sólo hará
que se retrase la solución del mismo.
Si fuera una situación que tú consideres que puedes manejar por ti mismo, te pido,
no obstante que, por favor, lo consultes conmigo en oración, para que puedas
asegurarte de que tomarás la decisión adecuada, debido a que yo no duermo nunca
ni me adormezco jamás.
No hay razón por la cual tengas que perder tu sueño en la madrugada a causa de
las preocupaciones. Descansa en mí.
Si deseas contactarme, estoy a la distancia de una oración. Además considera lo
siguiente: Sé feliz con lo que tienes. Si encuentras difícil el dormir por las noches,
recuerda a las familias desamparadas que no tienen un lecho dónde dormir. Si te
encuentras atorado en el tráfico, no desesperes. Hay gente en este mundo para
quienes tan sólo manejar es un privilegio. Quedo de ti, tu amigo de siempre... ¡Dios!
Envió: Roberto Magni Silvano
Esto hace pensar en las familias y el hogar, ante tremendos desafíos que los
abaten:
1. ¿Cómo se planea el futuro de la casa y de cada uno de sus miembros?
Ante los hijos que terminan sus estudios de bachillerato y se encuentran en
búsqueda, cuando hablan de su posible carrera o profesión, automáticamente
sienten el peso de respuestas y opiniones de este tipo: - "¡Eso no da! ¡Eso no
produce!".
Como si el mundo de hoy no avanzara y la tecnología continuara estancada y lo que
aparentemente hoy proporciona alguna ganancia económica, posiblemente en corto
tiempo, tal vez ya no. Ejemplos abundan en los profesionales que conducen taxis en
las ciudades. Pero, lo más importante: El criterio fundamental para elegir carrera,
¿necesariamente tiene que ser el económico?
2. ¿Qué efectos se producen en esos posibles genios que hoy conviven en sus
casas, cuando se les prohíbe soñar? ¿Se ha analizado con qué criterios o
fundamentos se llegan a esas expresiones que, en lugar de impulsar y dinamizar a
los sabios del futuro, al contrario, se les estanca?
Los dogmatismos conscientes o inconscientes de los mayores hacen que los jóvenes
se cierren al diálogo, cuando más lo necesitan estas personas próximas a ir a una
carrera universitaria o, por lo menos, al sentirse bachilleres. Tal vez serviría mucho
más, el escuchar a los adolescentes en sus inquietudes, dentro del entorno que ellos
manejan, para ayudarles, más desde la experiencia dialogada, que de la simple
imposición.
3. ¿Se busca algo de prospectiva, (al estilo de los chinos en mención) para planear
desde el futuro y no solamente para el aquí y el ahora? ("Gaviota que ve lejos,
vuela alto...").
Los jóvenes inconscientemente buscan respuestas a interrogantes profundos que
difícilmente se les ayuda a aclarar. Cuando se trata de la orientación profesional
tienen el peligro de hallarse a la deriva de lo que más propaganda o publicidad
tenga, cuando no depende de la situación estrictamente económica del hogar.
Subjetivamente el joven quisiera tener la transparencia meridiana para no ir por
caminos que no deseara tomar, al lanzarse a la universidad. Desearía tener total
certeza, pero las dudas e inexperiencia le impiden optar en medio de todo lo que
quisiera.
En la búsqueda de respuestas, lo primero que debería hacer el joven, sería enfocar,
como en forma resumida se plantea, al hacerse un cuestionamiento existencial:
¿Cómo servir más y mejor?
Cuando la chica o el muchacho se confronten con este interrogante, de acuerdo con
sus aptitudes, características, cualidades y potencialidades y pueda encontrar una
respuesta suya, propia y bien pensada, es por ahí por donde debería lanzarse en la
construcción de su futuro.
Es por allí por donde necesita el apoyo, aunque, aparentemente no sea negocio
para la familia en el día de hoy, pues los pioneros del futuro son aquellos que desde
"el allá y el entonces" se preparan en "el aquí y el ahora".
Entonces sí, adelantándose al tiempo, con el perfil que se desea haber obtenido 5 o
10 años después, se podrá intentar buscar el éxito, desde ahora, en plena lid, con el
estudio, la investigación, el aprendizaje, la formación permanente, para lograr una
educación integral enfocada hacia la consecución de lo que se propone, con la
ayuda de quienes lo aman y la ayudan a proporcionar lo que ansía y sus talentos le
permiten, hacia la meta propuesta, como una utopía que se proyecta y se trabaja
"hoy más que ayer, pero menos que mañana".
Semillas o balas
Uno puede ofrecerle sus ideas a otro como balas o como semillas. Puede dispararlas
o sembrarlas; pegarle en la cabeza a la gente con ellas, o plantarlas en sus
corazones. Las ideas usadas como balas matarán la inspiración y neutralizarán la
motivación. Usadas como semillas, echarán raíces, crecerán y se volverán realidad
en las vidas que fueron plantadas.
El único riesgo en usarlas como semillas: Una vez que crece y se convierte en parte
de aquellos en quienes fueron plantadas, es probable que nunca te reconozcan el
mérito de haberlas ideado. Pero si uno está dispuesto a prescindir del crédito...
¡recogerá una rica cosecha!
(Anónimo)
Envió: Elisa Mattos.
11. Vitaminas para la gratitud
La protección de Dios
Tengo en mis manos dos cajas que Dios me ha dado para que sostenga. Él me dijo:
"Pon todas tus penas en la negra y todas tus alegrías en la dorada". Yo escuché sus
palabras y en ambas cajas guardé mis alegrías y mis tristezas. Pero la dorada se fue
poniendo más pesada y la negra estaba tan liviana como antes. Con curiosidad abrí
la caja negra para saber por qué seguía tan liviana y encontré, en el fondo de la
caja, un hueco por el cual se habían caído todas mis tristezas.
Mostré a Dios el hueco y reflexioné en voz alta: "¿Me pregunto a dónde habrán ido
mis penas?". Él me sonrió: "Hijo mío, todas tus penas están conmigo". Le pregunté:
"Señor, ¿por qué me has dado las cajas, por qué la dorada y la negra con un
hueco?". "Hijo mío, la dorada es para que cuentes tus bendiciones, la negra es para
que olvides todas tus penas".
Envió: Alejandra Flores.
Las mil canicas (4)
Entre más envejezco, más disfruto de las mañanas de sábado. Tal vez es la quieta
soledad que viene con ser el primero en levantarse, o quizá el increíble gozo de no
tener que ir al trabajo. De todas maneras, las primeras horas de un sábado son, en
extremo, deleitosas.
Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radioaficionado en el
sótano, con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra. Lo
que comenzó como una típica mañana de sábado, se convirtió en una de esas
lecciones que la vida parece damos de vez en cuando. Déjenme contarles.
Sintonicé mi equipo de radio a la porción telefónica de mi banda, para entrar en una
red de intercambio de sábado en la mañana. Después de un rato, me encontré con
un compañero que sonaba un tanto mayor, con buena señal y voz. Pueden imagi-
narse al tipo, se oía como si estuviese en el negocio de las comunicaciones. Él le
estaba diciendo a quien estuviese conversando con él algo acerca de "unas mil
canicas".
Quedé intrigado y me detuve para escuchar lo que tenía que decir. "Bueno, Tom, de
veras parece que estás ocupado con tu trabajo. Estoy seguro de que te pagan bien,
pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto
tiempo. Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar sesenta o
setenta horas a la semana para sobrevivir. Qué triste que te perdieras la
presentación teatral de tu hija". Conti
________________________
(4) Canica es una bola pequeña de cristal, con la que juegan los niños.
nuó: "Déjame decirte algo, Tom, lo que me ha ayudado a mantener una buena
perspectiva sobre mis propias prioridades". Y entonces fue cuando comenzó a
explicar su teoría sobre unas "mil canicas".
Ves, me senté un día e hice algo de aritmética. La persona vive unos setenta y cinco
años. Yo sé, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive
unos setenta y cinco años. Entonces, multipliqué 75 por 52 y obtuve 3.900 que es el
número de sábados que la persona promedio habrá de tener en toda su vida.
Mantente conmigo, Tom, que voy a la parte importante.
Me tomó hasta que casi tenía cincuenta y cinco años pensar todo esto en detalle -
continuó-, y para entonces, ya había vivido más de dos mil ochocientos sábados. Me
puse a pensar que si llegaba a los setenta y cinco, sólo me quedarían unos mil más
que disfrutar. Así que fui a una tienda de juguetes y compré las canicas que tenían.
Tuve que visitar tres tiendas para obtener 1.000 canicas. Las llevé a casa y las puse
dentro de un gran envase plástico, claro, junto a mi equipo de radioaficionado. Cada
sábado a partir de entonces, he tomado una canica y la he botado.
Descubrí que al observar cómo disminuían las canicas, me enfocaba más sobre las
cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver que se te
agota tu tiempo en la tierra para llevarte a ajustar tus prioridades. Ahora déjame
decirte una última cosa antes que nos desconectemos y lleve a mi bella esposa a
desayunar. Esta mañana, saqué la última canica del envase. Me di cuenta que si
vivo hasta el próximo sábado, entonces me habrá sido dado un poquito de tiempo
adicional. Y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo.
Me gustó conversar contigo, Tom, espero que puedas estar más tiempo con tu
familia y espero volver a encontrarnos aquí en la banda, el hombre de 75 años, este
es K9NZQ, cambio y fuera, ¡buen día!"
Uno pudiera haber oído un alfiler caer en la banda cuando este amigo se
desconectó. Creo que nos dio a todos bastante qué pensar. Había planeado trabajar
en la antena aquella mañana y luego iba a reunirme con unos cuantos
radioaficionados para preparar la nueva circular del club. En vez de aquello, subí las
escaleras y desperté a mi esposa con un beso. "Vamos, querida, te quiero llevar a ti
y los muchachos a desayunar fuera".
"¿Qué mosca te picó?" preguntó mientras sonreía. - "Oh, nada; es que no hemos
pasado un sábado juntos con los muchachos en mucho tiempo. Hey, ¿pudiésemos
parar en la tienda de juguetes mientras estamos fuera? Necesito comprar algunas
canicas".
Envió: Jenny Gaytán.
Ni siquiera merezco
Este hombre se llama Juan. Yo lo conozco bien, pues vive en el Potrero. Puedo decir
lo que hace cada día. Se levanta cuando no hay luz en el cielo todavía. Desayuna y
se va a la labor. Ahí trabaja una jornada dura, con el sol de plomo o frío que
congela. Su huerto es un jardín bien cultivado.
Esta mujer se llama Luisa. Es la esposa de Juan. Se afana, hora tras hora en sus
quehaceres. No sabe lo que, es descanso, pero sus 5 hijos andan limpiecitos y la
pequeña casa albea como una blanca sábana recién lavada.
Juan y Luisa me invitan a comer. La comida es pobre. La comida es rica. Al
terminarla, ambos se persignan y dicen la sencilla oración aprendida de sus padres:
"Gracias a Dios que nos dio de comer sin haberlo merecido. Amén".
¿Sin haberlo merecido? ¿Ellos? Entonces ¿qué puedo decir yo? Rezo también, pero
en mis labios la frase de acción de gracias es verdad. Yo sí que no he merecido esta
comida. Ni siquiera merezco rezar con ellos la oración...
(Armando Fuentes Aguirre)
Envió: Ángeles Mendoza de la Garza.
Un vaso de leche
Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar
sus estudios universitarios, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de
diez centavos y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin
embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió
la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.
Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche.
Él lo bebió despacio y entonces le preguntó:
- ¿Cuánto le debo?
- No me debes nada, -contestó ella-. Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca
aceptar pago por una caridad.
Él le dijo:
- Entonces, ¡te lo agradezco de todo corazón...!
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió más fuerte, sino que
también su fe en Dios y en los hombres era más madura. El había estado listo a
rendirse y dejar todo.
Años después esa mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban
confundidos. Finalmente le enviaron a la gran ciudad. Llamaron al Dr. Howard Kelly
para consultarle. Cuando éste oyó el nombre del pueblo de donde venía la paciente,
una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente el Dr. Kelly subió del vestíbulo del
hospital a su cuarto.
Vestido con su bata de doctor entró a verla. La reconoció enseguida. Regresó al
cuarto de observación determinado a hacer lo mejor posible para salvar su vida.
Desde ese día le prestó la mejor atención a este caso. Después de una larga lucha,
ella ganó la batalla...! Estaba totalmente recuperada! Como ya la paciente estaba
sana y salva el Dr. Kelly pidió a la oficina de Administración del hospital que le
enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. La revisó y firmó. Además,
escribió algo en el borde de la factura y la envió a la habitación de la paciente.
La cuenta llegó a ésta, pero temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de
su vida para poder pagar todos los gastos. Finalmente la abrió y algo llamó su
atención: En el borde de la factura leyó estas palabras: "Pagado por completo hace
muchos años con un vaso de leche". (Firmado) Dr. Howard Kelly. Lágrimas de
alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón oró así: "Gracias, Dios, porque tu amor
se ha manifestado en las manos y los corazones humanos".
Envió: Guillermo Hernández
El maestro
Pensaba que mi vida no estaba bien, hablé con Dios y: Me quejé de lo que me salió
mal en el trabajo, pero no agradecí mis manos para trabajar.
Me quejé de tener que soportar el ruido de mis hermanos, mas no agradecí por
tener una familia.
Me quejé cuando no había lo que más me gustaba para comer, pero olvidé
agradecer por tener qué comer.
Me quejé por mi salario, cuando miles ni siquiera tienen uno.
Me quejé porque no apagaban la luz de mi cuarto al buscar unos libros, pero no
pensé en que muchos no tienen hogar donde tener las luces encendidas.
Me quejé por no poder dormir 10 minutos más, olvidando a quienes darían todo por
tener su cuerpo sano para poder levantarse.
Me quejé por tener que trabajar al día siguiente, olvidando que muchos no tienen
trabajo que les permita llevar sustento a su familia.
Me quejé porque mi madre me reprendía, cuando millones desearían tenerla viva
para poder honrarla y abrazarla.
Me quejé pues tenía que dar una charla sobre Jesús a unos jóvenes, olvidando el
privilegio que es poder hablar a otros de Jesús.
Dios me mostró en aquel momento la verdad y entonces comprendí lo ingrato que
había sido con Él y comencé a agradecer por las cosas que había olvidado y, aún
más, aquellas por las que tanto me quejaba. Espero que tú no cometas el mismo
error que yo estaba cometiendo.
No acumules penas
Acostumbro tener un calendario del cual, diariamente, arranco la hoja del día
anterior. Algo bastante simple, excepto cuando dejé de hacerlo por un par de meses
y, al tratar de arrancar todas las hojas atrasadas no pude hacerlo, pues una a la vez
es fácil, pero todas juntas es muy diferente.
Lo mismo sucede con nosotros cuando no nos perdonamos día a día, o cuando
guardamos rencores o sufrimientos. Muchas veces nosotros mismos no nos
perdonamos errores y decidimos cargarlos en silencio, haciendo cada vez más difícil
la tarea de arrancarlos de nuestras vidas.
Pero no acumules más hojas de tu vida; decide hoy arrancarlas de ti y ser libre,
pues para eso fuiste hecho. No acumules tus penas y dáselas cada día a quien ya
pagó por todas y cada una de ellas en una cruz.
El auto
Un joven muchacho que estaba a punto de graduarse, hacía muchos meses que
admiraba un hermoso auto deportivo en una agencia y sabiendo que su padre
podría comprárselo, le dijo que ese auto era todo lo que él quería. Así llegó el día de
la graduación y su padre le llamó a que fuera a su privado. Le dijo lo orgulloso que
se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba. El padre tenía en
sus manos una hermosa caja de regalo.
Curioso y, de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que encontró fue
una hermosa Biblia con cubiertas de piel y con su nombre escrito en letras de oro.
Enojado, le gritó a su padre diciendo: "Todo el dinero que tienes y sólo me das esta
Biblia". Y salió de la casa.
Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios.
Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre que
ya era anciano estaba muy enfermo, pensó en visitarlo. No lo había vuelto a ver
desde el día de su graduación. Antes de que pudiera partir a verlo, recibió un
telegrama donde decía que su padre había muerto y le había heredado todas sus
posesiones, por lo que necesitaba urgentemente ir a la casa de su padre para
arreglar todos los trámites de inmediato.
Cuando llegó a la casa de su padre, su corazón se llenó de una gran tristeza y
arrepentimiento. Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre
tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión él le había dado. Con lágrimas la
abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre, cuidadosamente, había subrayado
un versículo en Mateo 7, 11: "Y si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a
sus hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan".
Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenía una
tarjeta de la agencia de autos donde había visto ese auto deportivo que tanto había
deseado. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras:
"TOTALMENTE PAGADO".
Cuántas veces hemos rechazado y perdido cosas tan hermosas porque no vienen
envueltas en "paquetes hermosos", como nosotros esperamos.
(Anónimo)
Envió: Alex Sánchez.
----------------------*
Abraham Lincoln dijo una vez: "La mejor forma de derrotar al enemigo es hacerlo tu
amigo". Por tanto, con ayuda de Dios, amemos a nuestros enemigos,
bendigámoslos, hagámosles bien y oremos por ellos. Igual que nuestro Señor,
estemos preparados para devolver bien por mal... ¡incluso a nuestros enemigos!
Año 2050
Acabo de cumplir los 40, pero mi apariencia es la de alguien de 55, tengo serios
problemas renales porque bebo muy poca agua. Creo que no me queda mucho
tiempo. Recuerdo cuando tenía 15 años: Todo era muy diferente. Había muchos
árboles en los parques, las casas tenían hermosos jardines y yo podía disfrutar de
un baño de ducha hasta por una hora, ahora usamos toallas empapadas en aceite
mineral para limpiar la piel; antes todas las mujeres lucían su hermosa cabellera;
ahora debemos afeitamos la cabeza para poder mantenerla limpia sin agua; antes
mi padre lavaba el auto con el chorro de la manguera, los niños de ahora ni siquiera
saben para qué sirve una manguera.
Recuerdo que había muchos anuncios que decían "cuida el agua" y aparecían en la
radio, la televisión, periódicos, pero nadie los tomaba en cuenta... Pensábamos que
el agua jamás se podía terminar. Pero ahora, todos los ríos, presas, lagunas y
mantos acuíferos están irreversiblemente contaminados o agotados; la cantidad de
agua indicada como ideal para beber era de ocho vasos al día por persona adulta;
yo sólo puedo beber medio vaso, la ropa es desechable, con lo que aumenta
grandemente la cantidad de basura. Hemos tenido que construir de nuevo letrinas,
como en el siglo pasado.
Yo vivía en el desierto cuando niño pero nos mudamos por la falta de agua; al
principio la llevaban de muy lejos en camiones cisterna, pero era muy costosa y sólo
los ricos podían pagarla. La gente de pocos recursos tomaba agua contaminada.
Muchísimos murieron de infecciones gastrointestinales, enfermedades de la piel y de
las vías urinarias.
No hay industrias, ni talleres, por tanto, hay desempleo. Son pocos los lugares para
trabajar, en las plantas desalinizadoras, donde algunos obreros prefieren recibir
agua potable en vez de salario. Existen asaltos con el único propósito de apoderarse
del aljibe con agua.
La tasa de mortalidad entre niños y ancianos es enorme, a causa de problemas
renales, deshidratación, enfermedades virales e infecciosas. Mis padres y dos de mis
hijos ya no están conmigo por esas causas: Murieron.
La comida es 80% sintética. Por la resequedad de la piel una joven de 20 años luce
como de 35. Los científicos investigan, pero no hay solución posible. No se puede
fabricar agua, el oxígeno también se ha degradado por falta de árboles, lo que ha
disminuido el coeficiente intelectual de las nuevas generaciones. Se ha alterado la
morfología de espermatozoides de muchos individuos. Como consecuencia: Niños
con insuficiencias, mutaciones y deformaciones.
El gobierno, incluso, nos cobra por el aire que respiramos: 137 m 3 por día por
habitante adulto. La gente que no puede pagar es arrojada de las "zonas
ventiladas" que están dotadas de gigantescos pulmones mecánicos que funcionan
con energía solar; no es de buena calidad pero se puede respirar. La edad promedio
es de 40 años.
En algunos países quedan manchas de vegetación con su respectivo manantial que
es fuertemente custodiado por el ejército. El agua se ha vuelto un tesoro muy
codiciado, más que el oro o los diamantes. Aquí, en cambio, no hay árboles porque
casi nunca llueve y cuando llega a registrarse una precipitación, es de lluvia ácida.
Las estaciones de año han sido severamente transformadas por las pruebas
atómicas que se hicieron en el siglo XX, entre otras causas.
Se advirtió entonces que había que "cuidar el medio ambiente". Cuando mi hija pide
que le hable de cuando era joven le describo lo hermoso que eran los bosques, le
hablo de la lluvia, de las flores, de lo agradable que era bañarse y poder pescar en
los ríos y embalses, beber toda el agua que quisiera, lo saludable que era la gente;
ella me pregunta: "Papá, ¿por qué se acabó el agua?".
Entonces, siento un nudo en la garganta, no puedo dejar de sentirme culpable,
pertenezco a la generación del derroche, hasta hace apenas 25 años se nos advirtió
"gota a gota, el agua se agota" y no quisimos tomarlo en serio. Ahora nuestros hijos
pagan un alto precio. Por favor, cuidemos el agua y la energía, ¡hagámoslo por y
para nuestros hijos! El mensaje está firmado: ¡Por mi hija!
Y uno aprende
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y
encadenar un alma, que el amor no significa acostarse y una relación no significa
seguridad. Uno comienza a aprender que los besos no son contratos y los regalos
no son promesas y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos
abiertos. Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno
de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo, uno aprende que si es demasiado, hasta el calorcito del sol
quema. Que hay que plantar su propio jardín y decorar su propia alma, en lugar de
esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que
uno vale y que en cada día... uno aprende.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro,
significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.
Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin
pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estás aliado de esa persona sólo por
compañía a tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que
cualquier cantidad de dinero.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados y que el que no
lucha por ellos, tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira, pueden
seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar, cualquiera lo hace, pero, perdonar, es sólo
de almas grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy
probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es
irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano,
tarde o temprano, sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al
cuadrado.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen
ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el
momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que, aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás
terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas,
decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo ante una
tumba ya no tiene ningún sentido.
Pero, desafortunadamente... sólo con el tiempo.
Envió: María V. Bernal.
El te reconocerá
Miguelito estaba sucio. Las manos negras, el cuello café oscuro y la cara mugrosa.
Pero sus brillantes ojos azules se llenaron de lágrimas cuando su profesora lo
regañó por estar tan desaseado. Lo mandó a lavarse y al regresar se dio cuenta de
que estaba llorando a grito abierto, avergonzado y humillado.
Inclinándose hacia él, le dijo afablemente: "Niño, deja de llorar. Tú sabes que no
podía dejarte regresar a casa tan sucio. Porque ni siquiera tu mamá te reconocería".
"Ah sí, por supuesto que ella sí me reconocería -sollozó el niño-. Ella vería mi abri-
guito verde y con seguridad que me dejaría entrar".
Siempre puedes estar seguro de que Dios te reconocerá. Él nunca deja de quererte
a pesar de las muchas veces que tú te vuelvas contra Él. Escóndete, huye,
retrocede, desespérate, cambia tu identidad. Él siempre te buscará y volverá a tu
corazón, tan pronto como vea el menor indicio de que quieres que Él esté allí.
Si nunca…
Si nunca rompes un racimo de uva en el lagar, nunca tendrás un vaso de vino sobre
tu mesa.
Si nunca te arriesgas a perder, nunca te darás la oportunidad de ganar.
Si nunca afrontas la pena de partir, nunca conocerás la alegría del regreso.
Si nunca sufres muriéndote en la siembra, nunca te gozarás renacido en la cosecha.
Si nunca te dueles bajo el peso de tu culpa, nunca saborearás el alivio del perdón.
Si nunca mueles los granos de tu trigo, nunca conocerás el sabor del pan.
Si nunca afrontas el miedo de dejar de ser como eres, nunca descubrirás la alegría
de ser como puedes ser.
Si nunca estás dispuesto a dejar todo lo que tienes, nunca sentirás que lo tienes
libremente.
Si nunca estás dispuesto a morir por una causa, nunca sabrás para qué vives.
Si nunca encaras tu pena y dejas de reír para llorar, nunca conocerás la dicha del
que deja de llorar para reír.
Si nunca te arriesgas a cruzar el río, nunca sabrás lo que te aguarda en la otra
orilla...
Envió: J Puello.
Wallis no as al único en despertar del coma después de años. Patricia White Bull,
una india siux del suroeste de Estados Unidos estuvo 16 años en coma y despertó.
La mujer entró en ese estado cuando se le formó un coágulo de sangre en el
pulmón mientras daba a luz, por cesárea, a su cuarto hijo. El coágulo le impidió
respirar durante unos instantes. Los médicos la reanimaron pero la falta de oxígeno
le provocó un daño severo en el cerebro.
En marzo de 1997, un joven inglés que había sido víctima de una avalancha en la
cancha de fútbol de Hillsborough, en Sheffield, salió de un coma después de 8 años.
Andrew Devine había sufrido un daño cerebral. Un año antes, en Estados Unidos, el
oficial Gary Dockery se despertó de un coma, luego de siete años.
Dos amigos
Dice una leyenda árabe, que dos amigos viajaban por el desierto y en un
determinado punto del viaje discutieron y uno le dio una bofetada al otro. El otro,
ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: "Hoy, mi mejor amigo me pegó
una bofetada en el rostro". Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde deci-
dieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse,
siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una
piedra: "Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida".
Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué, después de que te lastimé, escribiste en la
arena y ahora escribes en una piedra?". Sonriendo, el otro amigo respondió:
"Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento
del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo, por otro lado, cuando
nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón,
donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo".
Una profesora universitaria inició un nuevo proyecto entre sus alumnos. A cada uno
les dio cuatro moños de color azul, con la leyenda: "Eres importante para mí" y les
pidió que se pusieran uno. Cuando todos lo hicieron, les dijo que eso era lo que ella
sentía de ellos.
Luego les explicó de qué se trataba el experimento: Tenían que darle un moño a
alguna persona que fuera importante para ellos, explicándoles el motivo y dándole
los otros moños para que ellos hicieran lo mismo. El resultado esperado era ver
cuánto podía influir en las personas ese pequeño detalle. Todos salieron de esa
clase dialogando a quiénes darían sus moños; algunos mencionaban a sus padres;
otros, a sus hermanos o a sus amigos.
Pero entre aquellos estudiantes, había uno que estaba lejos de casa. Este muchacho
había conseguido una beca para esa universidad y, al estar lejos de su hogar, no
podía darle ese moño a sus padres o sus hermanos. Pasó toda la noche pensando a
quién daría ese moño, pero al otro día muy temprano tuvo la respuesta. Tenía un
amigo, un joven profesional que lo había orientado para elegir su carrera y muchas
veces lo asesoraba cuando las cosas no iban también como él esperaba.
¡Esa era la solución! Saliendo de clases se dirigió al edificio donde su amigo
trabajaba y en la recepción pidió verlo. A su amigo le extrañó, ya que el muchacho
lo iba a ver después de que él salía de trabajar, por lo que pensó que algo malo
estaba sucediendo. Cuando lo vio en la entrada, sintió alivio de que todo estuviera
bien, pero a la vez le extrañaba el motivo de su visita.
El estudiante le explicó el propósito de su visita y le entregó tres moños, le pidió
que se pusiera uno y le dijo que "al estar lejos de casa, él era el más indicado para
llevarlo"; el joven ejecutivo se sintió halagado, no recibía ese tipo de
reconocimientos muy a menudo y prometió a su amigo que seguiría con el
experimento y le informaría de los resultados.
El joven ejecutivo regresó a sus labores y, casi a la hora de la salida, se lo ocurrió
una arriesgada idea: Le quería entregar los dos moños restantes a su jefe. El jefe
era una persona huraña y siempre muy atareada, por lo que tuvo que esperar a que
estuviera "desocupado".
Cuando consiguió verlo, su jefe estaba inmerso en la lectura de los nuevos
proyectos de su departamento, la oficina estaba repleta de reconocimientos y de
papeles. El jefe sólo gruñó: "¿Qué desea?". El joven ejecutivo le explicó
tímidamente el propósito de su visita y le mostró los dos moños. El jefe, asombrado,
le preguntó: "¿Por qué cree usted que soy el más indicado para tener ese moño?".
El joven ejecutivo le respondió que él lo admiraba por su capacidad y entusiasmo en
los negocios, además que de él había aprendido bastante y estaba orgulloso de
estar bajo su mando. El jefe titubeó, pero recibió con agrado los dos moños, no
muy a menudo se escuchan esas palabras con sinceridad estando en el puesto en el
que él se encontraba.
El joven ejecutivo se despidió cortésmente del jefe y, como ya era la hora de salida,
se fue a su casa. El jefe, acostumbrado a estar en la oficina hasta altas horas, esta
vez se fue temprano a su hogar. En la solapa llevaba uno de los moños y el otro lo
guardó en el bolsillo de su camisa. Se fue reflexionando mientras manejaba rumbo
a su casa.
Su esposa se extrañó de verlo tan temprano y pensó que algo le había pasado;
cuando le preguntó si sucedía algo anormal, él respondió que no pasaba nada, que
ese día quería estar con su familia. Ella se sorprendió, ya que su esposo
acostumbraba llegar de mal humor. El jefe preguntó: "¿Dónde está nuestro hijo?".
La esposa sólo lo llamó, ya que estaba en el piso superior de la casa. El hijo bajó y
el padre sólo le dijo: "¡Acompáñame!".
Ante la mirada extrañada de la esposa y del hijo, ambos salieron de la casa... (el
jefe era un hombre que no acostumbraba gastar su "valioso tiempo" en su familia
muy a menudo). Tanto el padre como el hijo se sentaron en el porche de la casa. El
padre miró a su hijo, quien a su vez lo miraba extrañado. Le empezó a decir que
sabía que no era un buen padre, que muchas veces se perdió de aquellos
momentos que sabía eran importantes.
Y luego le expresó que había decidido cambiar, que quería pasar más tiempo con
ellos, ya que su madre y él eran lo más importante que tenía. También le mencionó
lo de los moños y su joven ejecutivo. Le dijo que lo había pensado mucho, pero
quería darle el último moño a él, ya que era lo más importante, lo más sagrado,
para él. Que el día que nació, fue el más feliz de su vida y que estaba orgulloso de
él. Todo esto, mientras le prendía el moño que decía: "Eres importante para mí".
El hijo, con lágrimas en los ojos, le dijo: "Papá, no se qué decir... mañana pensaba
suicidarme porque pensé que no te importaba. Te quiero papá, perdóname...".
Ambos lloraron y se abrazaron, el experimento de la profesora dio resultado, había
logrado cambiar no una, sino varias vidas, con sólo expresar lo que sentía...
Ese es el poder de uno... Expresar lo que sientes y darle valor a los detalles de la
gente que te ama. Por eso tú para mí... "¡Eres muy importante!". Se necesita sólo
de un minuto para que te fijes en alguien. Una hora para que te guste. Un día para
quererlo... ¡Pero se necesita de toda una vida para que lo puedas olvidar!
(Anónimo)
17. Vitaminas para la sociabilidad
La Malamadre
¡Nunca un nombre tan mal puesto! Existe una planta que se multiplica en forma
exótica: Nunca da semillas, sino que, al final de cada una de sus ramas, produce
una matica en miniatura: No solamente con hojitas, sino con raicitas. Llega un día
en el que las planticas, hijas suyas, se desprenden de la madre, caen al suelo, se
radican, crecen y se defienden en la vida, porque ya llevaban todo lo necesario para
sobrevivir. La Malamadre.
Envió: P. Antonio Silva, S. J.
No es mi problema...
El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo
evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración
durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran
destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro regresó las pinturas
al alumno, el cuadro había cambiado notablemente.
El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de
mediocre a sublime. Casi con reverencia, le dijo al maestro:
- ¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado
tanto el cuadro?
- Es que en esos pequeños detalles está el arte, contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los
grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que, a veces, nos impiden ver esos
pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se
abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que,
al sumarse, pueden hacer diferente nuestra existencia.
Todas las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistadse basan en detalles.
Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí
que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest
para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos, cuando sabes
que está enfermo.
Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de
forma heroica su amor por alguien. Lo triste es que, mientras esperan esa gran
ocasión, dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar la
vida sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, aunque se
quedó esperando que le devolvieras la llamada.
Se piensa a veces que la felicidad es como sacarse la lotería, un suceso majestuoso
que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una llena de dicha.
Esto es falso, en verdad la felicidad se afianza en pequeñeces, en detalles que sa-
zonan día a día nuestra existencia.
Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. No
desestimes jamás el poder de las cosas pequeñas: Una flor, una carta, una palmada
en el hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas
éstas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son insignificantes.
En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que
une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se marchitará,
las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de ambas permanecerá
durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las recibió.
¿Qué esperas, entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, levanta el teléfono. Hazlo
ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. No lo dejes para después por parecerte
poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente existen las que se
hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones...
(Néstor Amstrong)
Envió: Felicidad Garza G.
Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una
noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado
momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se
da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú, ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...
Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles
de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a
mí... No sólo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso
para que otros puedan también servirse de ella.
Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por
otros, aunque uno aparentemente no lo necesite. Alumbrar el camino de los otros
no es tarea fácil... Muchas veces, en vez de alumbrar, oscurecemos mucho más el
camino de los demás... ¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el
desamor, el odio, el resentimiento... ¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos los
caminos de los demás!
(Anónimo)
El próximo otoño, cuando veas los gansos dirigiéndose hacia el sur para el invierno,
fíjate que vuelan formando una "V". Tal vez te interese saber lo que la ciencia ha
descubierto acerca del por qué vuelan en esa forma. Se ha comprobado que cuando
el pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que
va tras él. Volando en "V", la bandada completa aumenta, por lo menos, un 71 %
más de su poder que si cada pájaro volara solo. Las personas que comparten una
dirección común y tienen sentido de comunidad pueden llegar a donde deseen más
fácil y rápidamente porque van apoyándose mutuamente.
Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia
del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su
formación para beneficiarse del poder del compañero que va adelante. Si nosotros
tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con aquellos que se
dirigen en nuestra misma dirección.
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro
ganso toma su lugar. Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo
los trabajos difíciles. Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van
adelante y mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes
beneficios.
Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos
gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan
acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que
muere y, sólo entonces, los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a
otro grupo. Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos,
uno aliado del otro, apoyándonos y acompañándonos.
La tierra en miniatura
Amor de madre
Si yo cambiara...
Se cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos,
decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó
la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía andar bien en su vida,
muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.
Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba y que sentía compasión por su
situación difícil, le comentó:
- Realmente es muy extraño que, justamente después de haber decidido volverte un
hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar
tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado.
El herrero no respondió enseguida, él ya había pensando en eso muchas veces, sin
entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al
amigo sin respuesta, comenzó a hablar y terminó por encontrar la explicación que
buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:
- "En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar y debo transformarlo en
espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? Primero, caliento la chapa de acero a un
calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo; enseguida, sin ninguna piedad, tomo
el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la
forma deseada, luego la sumerjo en un balde de agua fría y el taller entero se llena
con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio
de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta,
una sola vez no es suficiente.
El herrero hizo una larga pausa y siguió:
- A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El
calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese
momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de
espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de hierro viejo que ves a la
entrada de mi herrería".
Hizo otra pausa más y el herrero terminó:
- Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los
martillazos que la vida me da y, de vez en cuando, me siento tan frío e insensible
como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío,
no desistas hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de
la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas
en la montaña de hierro viejo de las almas.
Oración de la mañana
Señor, en el silencio de este día que nace, vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo,
humilde, suave y bueno. Ver detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves Tú
mismo, para, así, poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda
murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que sólo los pensamientos
que bendigan permanezcan en mí.
Quiero ser tan bien intencionado y justo que todos los que se acerquen a mí,
sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día,
yo te refleje.
Amén.
Envió: Cristina Caffarena.
10 Consejos
(Thomas Jefferson)
Envío: Edwin Valdés.
19. Vitaminas para el respeto a sí mismo
El banquero y el pescador
La conocí en mi oficina, era una muchacha con unos años menos que yo y sin ser
una belleza, no era fea; además, con una bonita figura, simpática y muy atractiva.
También gozaba de gran inteligencia. Yo la admiraba porque también era muy
eficiente en su trabajo. Nunca pasó por mi mente el tener algo que ver con ella.
Adicionalmente, nunca había sido infiel a mi esposa, quizá porque siempre he sido
del tipo hogareño.
Sin embargo, las circunstancias se dieron cuando las cosas del trabajo cambiaron y
lo que pareció un resbalón accidental de ella, que ahora pienso no fue tan
accidental, nos obligó a afianzarnos uno al otro. De ahí en adelante se abalanzaron
ciertas ideas en mi mente que, poco a poco, se fueron haciendo realidad, hasta que
un día, cegados por la locura, ni yo ni ella nos detuvimos.
Un par de semanas más tarde me informó del posible embarazo y, poco después, lo
confirmábamos con los contundentes análisis clínicos. Empezó la zozobra para
determinar qué hacer. Finalmente, llegamos a la decisión del aborto. Me atreví a
consultar solamente a dos personas, un amigo y un sacerdote; el amigo no apoyó
esa decisión pero me informó en dónde había un consultorio que, con menos
riesgos, podría efectuarse. El sacerdote me advirtió de las consecuencias morales de
tal medida; sin embargo, nos dimos prisa y la decisión se llevó a la práctica.
Desconozco si anteriormente ella ya había hecho lo mismo, pero lo dudo porque vi y
sentí lo tremendamente traumático que le resultó; tardó en reponerse y yo contribuí
en lo que pude en su recuperación psíquica. Cuando acudí a confesarme, el sacer-
dote estaba bastante triste por lo sucedido y, claro, me hizo comprometerme a que
ya no la seguiría viendo.
De veras que lo intenté haciendo trámites para que alguno de los dos fuese
trasladado profesional mente. En lugar de cambiamos, por las nuevas condiciones
de trabajo, se nos dieron mayores facilidades de estar juntos.
Por entonces investigué un poco y supe que ella se veía también con otra persona.
Le hablé para decirle que no nos veríamos más. Para mi sorpresa no lo aceptó; al
contrario, prometió dejar al otro y expuso muchas razones; me dejé convencer. No
estaba enamorado de ella, ni siquiera sé cómo llamarlo, creo que estaba enredado.
De manera que el verla y tratarla, era un formidable disfrute para mí, pero en mi
interior se desgarraba mi mente y mi espíritu.
Después de ella hubo otras mujeres: El tabú se había roto... y parece que era un
vicio, igual que otros difíciles de dejar. Ahora no sé qué decirme ni a mí mismo en
mis propias tribulaciones, que no son pocas. Estoy bastante seguro si digo que no
pasa un día sin que me acuerde de esa decisión y lo lamente y me lo recrimine y
pido perdón a Nuestro Señor.
La relación actual con mi esposa nunca fue peor y aunque mis hijos me siguen
respetando y escuchando, sé que ahora lo hacen por lo que les enseñamos antes.
Son escasas las personas que disfrutan de una conversación conmigo, sólo lo
ordinario. Y me pregunto: ¿Por qué habrá quienes, incluso siendo médicos, ven el
engaño como algo perfectamente normal? Cómo lamento que ya no tenga yo la
capacidad de dar consejos. Cómo añoro esa tranquilidad Interior que me hacía
sentir tan bien aun en las situaciones más difíciles. Cómo me duele haber tenido y
perdido asa paz interior que me hacía sentir y gozar la intensidad de la vida y del
amor. ¡Creo que estoy describiendo la pérdida de la gracia! Esto equivale a perder
una parte del corazón y de la existencia. Y lo peor ¡aún no encuentro cómo reparar
ese daño! Todo tiene su precio, ¡lo sabía! y ahora ya lo estoy comprobando. Tenía
el Cielo en la tierra y lo perdí.
(Anónimo)
Envió: Fernando Macías Valadez.
Aprendí y decidí
Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar...
Decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas; decidí ver cada
problema como la oportunidad de encontrar una solución; decidí ver cada desierto
como la oportunidad de encontrar un oasis; decidí ver cada noche como un misterio
para resolver; decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades y que
en éstas, está la única y mejor forma de superamos, aquel día dejé de temer a
perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo el mejor y que quizás
nunca lo fui, me dejó de importar quién ganara o perdiera, ahora me importa
simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a
alguien "Amigo".
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, "el amor es
una filosofía de vida".
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi
propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a
iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas...
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad, desde aquel
día ya no duermo para descansar...
Ahora simplemente duermo para soñar.
Envió: Alberto Mata Medina.
La visita de la catedral
Hola, mami, ¿cómo estás? Yo, muy bien, gracias a Dios hace apenas unos días me
concebiste en tu estomaguito. La verdad no te puedo explicar lo contento que estoy
de saber que tú vas a ser mi mamá. Otra cosa que también me llena de orgullo es
el ver con el amor con el que fui concebido... ¡Todo parece indicar que vaya ser el
niño más feliz del mundo!
Mami, ha pasado ya un mes desde mi concepción y ya empiezo a ver cómo mi
cuerpecito se empieza a formar. No estoy tan bonito como tú, pero dame una
oportunidad. ¡Estoy muy feliz! Pero hay algo que me tiene un poco preocupado...
Últimamente me he dado cuenta de que hay algo en tu cabecita que no me deja
dormir, pero bueno, ya se te pasará, no te apures.
Mami, ya pasaron dos meses y medio y, la verdad, estoy contento con mis nuevas
manitas y de veras que tengo ganas de utilizarlas para jugar. Dime qué te pasa,
¿por qué lloras tanto todas las noches? ¿Por qué cuando papi y tú se ven, se gritan
tanto? ¿Ya no me quieren o qué? Vaya hacer lo posible para que me quieran.
Han pasado ya 3 meses. Mami, te noto muy deprimida, no entiendo qué pasa, estoy
muy confundido. Hoy en la mañana fuimos con el doctor y te dio una cita para
mañana. No entiendo, yo me siento muy bien... ¿Acaso te sientes mal, mamita?
Mami, ya es de día, ¿a dónde vamos? ¿Qué pasa, mami ¿por qué lloras? No llores,
no va a pasar nada...
Oye mami, no te acuestes, apenas son las 2 de la tarde, es muy temprano para irse
a la cama, no tengo nada de sueño, quiero seguir jugando con mis manitas. ¡Ay,
ah! ¿Qué hace ese tubito en mi casita? ¿A poco es un juguete nuevo? ¡Oigan! ¿Por
qué están succionando mi casa? ¡Mami! ¡Esperen! Esa es mi manito! Señor, ¿por
qué me la arrancan? ¿No ve que me duele? iMami, defiéndeme! ¡Mamá... ayúdame!
¿no ves que todavía estoy muy chiquito y no me puedo defender? ¡Mami, mi
piernita, me la están arrancando! Por favor, diles que ya no sigan, te lo juro que ya
me voy a portar bien, ya no te vuelvo a patear. ¿Cómo es posible que un ser
humano me pueda hacer esto? Va a ver cuando sea grande y fuer... ah... te…
¡Mami, ya no puedo más, me...! ¡Ay... mami... mami... ayúdame...!
- Mami, han pasado ya 17 años desde aquel día, y yo, desde aquí, observo que
todavía te duele esa decisión que tomaste. Por favor, ya no llores, acuérdate de que
te quiero mucho y te estoy esperando con muchos abrazos y besos. Te quiere mu-
cho,
Tu bebé
(Anónimo)
El poder de las palabras
(Anónimo)
20. Vitaminas para la tolerancia
La aguja de oro
Existió una señora que desconfiaba mucho de todas las personas, siempre estaba
culpándolas por cualquier cosa, así que ella vivía sola, pero tenía de ayudante a una
muchachita. Una de las cosas que más quería esa señora era una aguja de oro con
la que cosía todas las tardes, hasta que un día, por más que la buscaba no la
encontraba; acusó muy duro a la muchacha y le dijo que ella era la que le había
robado su aguja de oro, así que la despidió.
Una tarde, la señora decidió ir al patio y encontró un lindo nido el cual le llamó la
atención, subió a ver los pajaritos y ¡qué sorpresa! encontró que su aguja de oro
estaba ahí durante todo ese tiempo. La señora se sintió muy mal por haber
despedido a la única persona que en verdad la cuidaba y quería.
Envió: Fátima Mariel Arana.
Una noche clara y serena, subía un vaporcito, la corriente del Potomac, en América
del Norte. La naturaleza estaba en calma y sólo el ruido de la máquina de vapor
quebrantaba el silencio de la noche.
- Cantad alguna cosa, señor Sankey, dijeron algunas personas al célebre compañero
y amigo de Moody, quien estaba a bordo.
(Anónimo)
Hoy
He aprendido que no tenemos que cambiar a los amigos si entendemos que los
amigos cambian.
He aprendido que no importa qué tan bueno es un amigo; te van a lastimar en
algún momento y los debes perdonar por eso.
He aprendido que la amistad verdadera continúa creciendo, más allá de la distancia.
Lo mismo pasa con el amor.
He aprendido que puedes hacer algo, en un instante, que te causará dolor de por
vida.
He aprendido que me está tomando mucho tiempo llegar a ser la persona que
quiero ser.
He aprendido que siempre debes dejar con palabras de amor a las personas que
quieres. Puede ser la última vez que las veas.
He aprendido que puedes seguir adelante mucho después de que no puedas.
He aprendido que somos responsables por lo que hacemos, no importa cómo nos
sintamos.
He aprendido que si no controlas tu actitud ella te controlará a ti.
He aprendido que sin importar qué tan excitante es una relación al principio, la
pasión desvanece y más vale que haya otra cosa que tome su lugar.
He aprendido que los héroes son las personas que hacen lo que se debe, cuando se
necesita hacerla, sin importar las consecuencias.
He aprendido que el dinero es una pésima forma de mantener el marcador.
He aprendido que mi mejor amigo y yo podemos hacer cualquier cosa o no hacer
nada y pasar el mejor tiempo.
He aprendido que a veces las personas que esperas que te pateen cuando estás
derrotado, son las que te ayudarán a levantarte.
He aprendido que a veces, cuando estoy enojado y aunque tenga derecho para
estarlo, eso no me da el derecho de ser cruel.
He aprendido que por el hecho de que una persona no te quiera como tú quisieras
que lo hiciera, no significa que no te quiera con todo lo que tiene.
He aprendido que la madurez tiene más que ver con las experiencias que has tenido
y lo que has aprendido de ellas, que con el número de cumpleaños que has
celebrado.
He aprendido que no siempre es suficiente ser perdonado por los demás. A veces
tienes que aprender a perdonarte a ti mismo.
He aprendido que no importa qué tanto está roto tu corazón, el mundo no se
detiene por tu pena.
He aprendido que nuestro pasado y nuestras circunstancias pueden haber
influenciado en quiénes somos, pero somos responsables por quien llegamos a ser.
He aprendido que el hecho de que dos personas discutan no significa que no se
quieran el uno al otro. Y el hecho de que no discutan, no significa que sí se quieran.
He aprendido que no debes insistir tanto en encontrar un secreto. Podría cambiar tu
vida para siempre.
He aprendido que dos personas pueden ver exactamente la misma cosa y ver algo
totalmente diferente.
He aprendido que tu vida puede ser cambiada en cuestión de horas por personas
que ni siquiera te conocen.
He aprendido que aun cuando piensas que no tienes más que dar, cuando un amigo
te llora, encontrarás la fuerza para ayudarlo.
He aprendido que los títulos en la pared no te hacen una persona decente.
He aprendido que las personas por las que más te preocupas en la vida se van
demasiado pronto.
La escalera
Un carpintero se puso un día a construir una escalera. Pasó un vecino, vio lo que
estaba haciendo y le dijo: "Si me regalas un pedacito, me servirá mucho y a tu obra
casi no le perjudicará, ¿pudieras regalarme un tramo de tu escalera?". El carpintero
se rascó la cabeza y se lo dio. El vecino se lo agradeció y se fue contento.
Después vino otra persona y le explicó que, permitiéndole usar unos peldaños,
trabajaría y alimentaría a sus hijos. El carpintero accedió y le regaló unos peldaños.
El hombre se retiró contento y agradecido. El carpintero continuó trabajando en su
obra. Pasó por allí una pobre mujer y le pidió que le regalara un pedazo de madera,
puesto que era urgente arreglar una pared de su casa por la que se colaba el
viento. Él accedió. La mujer se alejó contenta y agradecida.
El caleidoscopio
Existía un hombre que, a causa de una guerra en la que había peleado de joven,
perdió la vista. Este hombre, para poder subsistir y continuar con su vida, desarrolló
una gran habilidad y destreza con sus manos, con lo cual pudo destacarse como un
estupendo artesano; sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el
mínimo sustento.
En cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había
conocido más juguetes que los trastos del taller de su padre con los que fantaseaba
reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle, con sus propias ma-
nos, un hermoso caleidoscopio como alguno que él tuvo en su niñez. Por las noches
fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes,
pedazos de espejos, vidrios, metales...
Al cabo de la cena de Noche Buena pudo, finalmente, imaginar, a partir de la voz
del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el precioso regalo. El niño no cabía en sí
de la dicha y la emoción que aquella increíble Navidad le había traído de las manos
de su padre ciego.
Durante los días y las noches siguientes, el niño fue a todo sitio llevando el preciado
regalo y con él, regresó a sus clases en la escuela del pueblo. En el receso, entre
clase y clase, el niño exhibió y compartió, lleno de orgullo, su juguete con sus
compañeros que se mostraban fascinados con aquella maravilla.
Uno de aquellos pequeños, tal vez el mayor del grupo, finalmente se acercó al hijo
del artesano y le preguntó con mucha intriga: "Oye, qué maravilloso caleidoscopio
te han regalado... ¿dónde te lo compraron? no he visto jamás nada igual en el
pueblo...". Y el niño, orgulloso de poder revelar aquella verdad emocionante desde
su pequeño corazón, le contestó: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo
hizo mi papá". A lo que el otro pequeño replicó con cierto tono incrédulo: "¿Tu
padre?.. imposible... ¡si tu padre está ciego!".
Nuestro pequeño amigo se quedó mirando a su compañero y al cabo de una pausa
de segundos, sonrió como sólo un portador de verdades absolutas puede hacerla y
le contestó: "Sí... mi papá está ciego... pero de los ojos... SOLAMENTE DE LOS
OJOS...".
El amor sólo se puede ver con el corazón... "LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS
OJOS".
Un viajero que se aproximaba a una gran ciudad le preguntó a una mujer que se
encontraba a un lado del camino:
- ¿Cómo es la gente de esta ciudad?
- ¿Cómo era la gente del lugar de donde vienes? le inquirió ella a su vez.
- Terrible -respondió el viajero-. Mezquina. No se puede confiar en ella. Detestable
en todo los sentidos.
-¡Ah!, -exclamó la mujer- Encontrarás lo mismo en la ciudad a donde te diriges.
Apenas había partido el primer viajero cuando otro se detuvo y también preguntó
acerca de la gente que habitaba en la ciudad cercana. De nuevo, la mujer le
preguntó al viajero por la gente de la ciudad de donde provenía.
- Era gente maravillosa, honesta, trabajadora y extremadamente generosa.
Lamento haber tenido que partir, -declaró el segundo viajero-.
La sabia mujer le respondió:
- Lo mismo hallarás en la ciudad a donde te diriges.
En ocasiones no vemos las cosas como son, las vemos como somos.
¡Presente!
Los Rogers eran católicos devotos que habían formado una familia fuerte. El padre
se interesaba especialmente por el estado espiritual de cada uno de sus hijos y con
frecuencia les hacía pruebas para estar seguro de que se salvarían. Un día le tocó el
turno a Jimmy, de siete años, de expresar cómo sabía que tendría vida eterna.
Jimmy les contó su versión:
- Creo que el cielo va a ser algo así: Un día, cuando nos vayamos al cielo será hora
de que el ángel grande lea, en un enorme libro, los nombres de toda la gente que
va a estar allí. Vendrá hasta donde está la familia Rogers y dirá: "¿Papá Rogers?", y
papá dirá: "Presente". Luego el ángel llamará: "¿Mamá Rogers?", y mamá dirá:
"Presente". Entonces el ángel bajará para llamar a Susie Rogers y a Marvis Rogers y
ambos contestarán: "Presente".
Hizo una pausa, respiró profundamente y continuó:
- Por último, ese ángel grande va a leer mi nombre, Jimmy Rogers y como soy
pequeño y a lo mejor no alcanza a verme, voy a saltar y a decir bien fuerte:
"¡Presente!", para asegurarme que sabe que estoy ahí.
Apenas unos días después, hubo un trágico accidente. Un auto arrolló a Jimmy
cuando éste salía a tomar el autobús de la escuela. Fue llevado en ambulancia al
hospital a donde acudió toda la familia. El pequeño grupo familiar se reunió
alrededor de la cama, donde Jimmy yacía sin moverse, inconsciente y ya perdida
toda esperanza de que se recuperara. Los médicos habían hecho todo lo que estaba
a su alcance.
La familia oraba y esperaba. Tarde esa noche, el niño pareció moverse un poco.
Todos se acercaron. Vieron que movía los labios; sólo dijo una palabra antes de
pasar a la otra vida. Pero qué palabra tan consoladora y llena de esperanza para la
familia apesadumbrada que dejaba atrás: Con su clara voz de niño, nítida y fuerte
para que todos pudieran oírla y entenderla, el pequeño Jimmy Rogers dijo una
palabra: "¡Presente!". Y luego partió a esa otra vida, más allá de este mundo, donde
un gran ángel leía los nombres ahí anotados.
(Tomado de: Moments for Mothers)
Envió: Rosa Bolaños.
Con 25.000 habitantes, esta ciudad fue destruida en pocas horas, cuando un_
avalancha producida por un volcán que derritió el Nevado del Ruiz, produjo horror,
angustia, muerte y total desolación, desde sus faldas, hasta el cauce del río
Magdalena, lugar en el que estaba ubicada la población ya mencionada, la cual
dormía plácidamente, sin sospechar que no llegaría a ver la luz del día siguiente.
En tan breve tiempo, lo que fueron sus calles, algunas empedradas y otras
pavimentadas, el sitio que ocupó su gran templo parroquial y las casas y edificios...
de todo aquello no quedó sino un desierto totalmente plano y arrasado, de tal
manera que hasta las bases de acero y hormigón, fueron llevadas por la marea,
como si hubieran sido cortadas con sierras o aparatos eléctricos, dejando un campo
solo, sin señales de haber existido una ciudad. Soledad y barro se fueron secando,
dando lugar a un desierto, sin carreteras, ni caminos, como si nunca hubiera habido
por allí civilización alguna.
De lugares aledaños, por fin, aparecieron algunos pocos labriegos que, transidos de
dolor, pero confiando en el futuro, comenzaron a sembrar arroz sobre aquellas
nuevas tierras que parecían abonadas por la lava y las cenizas del volcán. Y, ¡oh
sorpresa!, a los pocos meses, todo aquello volvió a la vida, con los prados verdes de
arrozales que llegaron a brindar otra forma de esperanza y de consuelo, en medio
de la total desolación. Sobre las ruinas de muerte, con constancia y esperanza, hoy
ha surgido la vida, a través del coraje y la superación de personas campesinas
entrenadas en sufrir...
Avanza
Contaban que un par de marineros habían bebido durante toda la noche en una isla
cercana al puerto. En la madrugada, salieron muy tomados y en la oscuridad.
Subieron a su bote al cual apenas pudieron llegar. A duras penas empezaron a
remar durante la madrugada y, al amanecer, uno de ellos se dio cuenta de que no
habían desamarrado el bote.
Cuántas veces nosotros tratamos de hacer esfuerzos para mejorar nuestras vidas,
pero sin embargo dejamos de lado el hecho de que para avanzar requerimos más
que buena voluntad. Necesitamos soltar amarras que nos atan al puerto para poder
seguir adelante. Hay muchas amarras que nos pueden retrasar. Odio, rencor, dolor,
tristeza, apatía, pereza o tantas otras cosas a las que estamos expuestos cada día.
Si queremos avanzar, debemos soltamos de todas esas cosas que, de una forma, u
otra evitan que nos acerquemos a Dios.
No desgastes tus fuerzas remando sin haber soltado tus amarras, usa todas tus
fuerzas para perdonar, levantarte, animarte y luego usa todas tus fuerzas para
avanzar.
Y si sientes, desde hace mucho, un deseo en tu corazón de que hay algo que falta
en tu vida, algo que deseas haber hecho, pero todavía no y no sabes qué es.
Búscalo, llévalo a cabo.
Si sientes que tienes tal vez trabajo, familia, auto y hasta prosperidad pero, a pesar
de todo eso, sientes que algo te falta, ese es Dios que te llama a servirle. Ese es
Dios que te llama a avanzar hacia Él. No esperes más, busca hoy mismo la Iglesia y
el servicio a Dios. Busca un grupo, una parroquia y empieza a ser pleno llenando
ese espacio que solamente Dios puede llenar en tu vida. Y serás entonces
totalmente pleno. Vamos, AVANZA.
Envió: Ramón Mitre.
Canción de optimismo para seres humanos y, de paso, para alguno que otro
maestro.
"El optimismo es la única actitud rigurosa...
En cuanto educadores, no nos queda más remedio que ser optimistas, ¡ay! Educar
es creer en la perfectibilidad humana, en que los hombres podemos mejorarnos
unos a otros.
Los pesimistas pueden ser buenos domadores pero no buenos maestros.
El valor de educar, en el doble sentido de acción valiosa y válida y de acto de
coraje, es la tarea más sujeta a desalentada fatiga, acompañada por la sensación de
sufrir abandono en una sociedad exigente pero desorientada.
Estas palabras no pretenden más que acompañar a quienes se lanzan valientemente
a este mar perplejo de la enseñanza".
Pido disculpas públicas a Fernando Savater por utilizar partes del texto de su libro
"El Valor de Educar". Espero y sé que sabrá comprenderlo. Gracias.
Se cuenta que estalló una bomba en una calle bogotana, el 9 de abril de 1948. Por
supuesto, volaron vidrios, se rompieron ventanales de droguerías, joyerías y
almacenes de esta zona central de la capital colombiana y rebotaron toda clase de
esquirlas, como es de suponer. Varios peatones cayeron al suelo y se vio sangre en
casi todos ellos.
Un joven se levantó, ayudó a los que pudo y corrió a su casa. Su madre angustiada,
vio la sangre de su hijo que corría por uno de sus brazos. Al instante quiso extraerle
el vidriecito que se le había incrustado y ¡oh sorpresa!, dicho cristalito verde,
¡resultó ser una esmeralda!
(Historia narrada por el P. Antonio Silva, S. J.)
El Mesías disfrazado
Tanto, que un día el Padre Prior fue a visitar a un famoso sabio con fama de santo,
quien, después de oírle y reflexionar, le dijo: "La causa, hermano, es muy clara. En
vuestro monasterio habéis cometido todos un gran pecado: Resulta que entre voso-
tros vive el Mesías camuflado, disfrazado y ninguno de vosotros se ha dado cuenta".
El buen Prior regresó preocupadísimo a su monasterio porque, por un lado, no
podía dudar de la sabiduría de aquel santo, pero, por otro, no lograba imaginarse
quién, de entre sus compañeros, podría ser ese Mesías disfrazado.
¿Acaso el maestro de coro? Imposible. Era un hombre bueno, pero era vanidoso,
creído. ¿Sería el maestro de los novicios? No, no. Era también un buen monje, pero
era duro, irascible. Imposible que fuera el Mesías. ¿Y el hermano portero? ¿Y el
cocinero? Repasó, uno por uno, la lista de sus monjes y a todos los encontraba
llenos de defectos. Claro que -se dijo a sí mismo- si el Mesías estaba disfrazado,
podía estar disfrazado detrás de algunos defectos aparentes, pero ser por dentro, el
Mesías.
Al llegar a su convento, comunicó a sus monjes el diagnóstico del santo y todos sus
compañeros se pusieron a pensar quién de ellos podía ser el Mesías disfrazado y
todos, más o menos, llegaron a las mismas conclusiones que su Prior. Pero, por si
acaso, comenzaron a tratar mejor a sus compañeros, a todos, no sea que fueran a
ofender al Mesías. Y comenzaron a ver que tenían más virtudes de las que ellos
sospechaban. Y, poco a poco, el convento fue llenándose de amor, porque cada uno
trataba a su vecino como si el otro fuera Dios mismo. Y todos comenzaron El ser
verdaderamente felices amando y sintiéndose amados.
(José Luis Martín Descalzo)
Envió: Anahf Guerra.
Envejeciendo
El primer día de clase nuestro profesor se presentó a los alumnos y nos desafió a
que nos presentásemos a alguien que no conociésemos todavía. Me quedé de pie
para mirar alrededor cuando una mano suave tocó el hombro. Miré hacia atrás y vi
una pequeña señora, viejita y arrugada, sonriéndome radiante, con una sonrisa que
iluminaba todo su ser. Dijo:
- Hola, buen mozo. Mi nombre es Rosa. Tengo ochenta y siete años de edad...
¿Puedo darte un abrazo?
Me reí y respondí:
- ¡Claro que puede!
Y ella me dio un gigantesco apretón.
- ¿Por qué está usted en la facultad en tan tierna e inocente edad? pregunté.
Respondió juguetona:
- Estoy aquí para encontrar un marido rico, casarme, tener una casa llena de hijos y
entonces jubilarme y viajar.
- Está bromeando, le dije.
Yo estaba curioso por saber qué la había motivado a entrar en este desafío con su
edad y ella dijo:
- ¡Siempre soñé con tener estudios universitarios y ahora estoy teniendo uno!
Después de clase, caminamos hasta el edificio de la unión de estudiantes y
dividimos un pastel de chocolate. Nos hicimos amigos instantáneamente. Todos los
días, en los siguientes tres meses, teníamos clase juntos y hablábamos sin parar. Yo
quedaba siempre extasiado oyendo aquella "máquina del tiempo" compartir su
experiencia y sabiduría conmigo.
En el curso de un año, Rosa se volvió un ícono en el campus universitario y hacía
amigos fácilmente dondequiera que Iba.
Adoraba vestirse bien y se reflejaba en la atención que le daban los otros
estudiantes. Estaba disfrutando la vida... Al final del semestre, invitamos a Rosa a
hablar en nuestro banquete de fútbol. Fue presentada y se aproximó al podio.
Cuando comenzó a leer su charla preparada, dejó caer tres de las cinco hojas al
suelo. Frustrada, tomó el micrófono y dijo simplemente:
- Discúlpenme, ¡estoy tan nerviosa! Nunca conseguiré colocar mis papeles en orden
de nuevo, así que déjenme apenas hablar a ustedes sobre aquello que sé.
Mientras reíamos, ella despejó su garganta y comenzó:
- No dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de
jugar. Existen solamente cuatro secretos para que continuemos jóvenes, felices y
obteniendo éxito: Se necesita reír y encontrar humor en cada día. Se necesita tener
un sueño, pues cuando se pierde, uno muere... ¡Hay tantas personas caminando
por ahí que están muertas y ni siquiera sospechan! Hay una enorme diferencia
entre envejecer y crecer... Si usted tiene diecinueve años de edad y se queda tirado
en la cama por un año entero, sin hacer nada productivo, terminará con veinte
años...
Si yo tengo ochenta y siete años y me quedo en la cama por un año y no hago cosa
alguna, quedaré con ochenta y ocho años... Cualquiera consigue quedar más viejo.
Eso no exige talento ni habilidad... La idea es crecer a través de la vida y encontrar
siempre oportunidad en la novedad. Los viejos generalmente no se arrepienten por
aquello que hicieron, sino por aquellas cosas que dejaron de hacer. "Las únicas
personas que tienen miedo de la muerte son aquellas que tienen remordimientos"…
Al fin de ese año, Rosa terminó el último año de la facultad que comenzó tantos
años atrás. Una semana después de graduarse, Rosa murió tranquilamente durante
el sueño. Más de dos mil alumnos de la facultad fueron a su funeral en tributo a la
maravillosa mujer que enseñó, a través del ejemplo, que "nunca es demasiado
tarde para ser todo aquello que uno puede probablemente ser". "ENVEJECER ES
OBLIGATORIO, CRECER ES OPCIONAL".
(Anónimo)
Que tengas:
Para su deleite
(Humorista anónimo)
El sufrimiento y la felicidad
Cierto día, Suda, sentado sobre la flor del loto, enseñaba la necesidad de suprimir el
sufrimiento para alcanzar la felicidad. El dolor, al oírlo, se quedó muy triste, porque
ya nadie lo querría. Poco después pasó por allí un joven lleno de caridad y viendo
llorar al dolor se le enterneció el corazón, lo tomó de la mano y lo convirtió en su
amigo inseparable. Ese joven se llamaba Jesús.
Cuando Jesús comenzó a predicar, los oyentes se contagiaron de su felicidad. Por
primera vez en la historia, el dolor se alegraba viendo que él también podía dar
algún fruto, pues Jesús decía que no habría felicidad sin cruz. Incluso murió en ella
abrazado a su amigo, el dolor, pero con el corazón inmerso en la alegría. Suda se
asombró al constatar que Jesús y él buscaban lo mismo: La felicidad. Sin embargo,
mientras él eliminaba el sufrimiento por la vía de la renuncia y de la meditación,
Jesús lo asumía para sanar el pecado y traer la salvación. Al final, ni uno ni otro
erradicaron el dolor del mundo. Suda no pudo; Jesús no quiso. Hoy, la felicidad
toma la mano del sufrimiento para que no se encuentre solo; por eso los místicos
son felices, pase lo que pase.
(P. José Alcázar Godoy)
Un dilema
Estás conduciendo tu carro en una noche de tormenta terrible. Pasas por una
parada y ves a tres personas esperando el bus:
1. Una anciana que parece a punto de morir.
2. Un viejo Amigo que te salvó la vida una vez.
3. El hombre perfecto o la mujer de tus sueños.
¿A cuál llevarías, sabiendo que sólo puedes llevar a un pasajero en tu automóvil?
Piensa antes de seguir leyendo... Piensa... Piensa... Este es un dilema ético-moral
que una vez se utilizó en una entrevista de trabajo.
Podrías llevar a la anciana, porque va a morir y, por tanto, deberías salvarla
primero; o podrías transportar al amigo, ya que él te salvó la vida una vez y esta
sería la oportunidad perfecta de devolverle el favor. Sin embargo, tal vez nunca
vuelvas a encontrar al hombre o mujer de tus sueños... Piensa antes de seguir
leyendo... Piensa... Piensa...
El aspirante que fue contratado (de entre 200 aspirantes) no dudó al dar su
respuesta. Me encantó y espero poder utilizarlo después en alguna entrevista. ¿Qué
dijo? Simplemente contestó: "Le daría las llaves del coche a mi amigo y le dejaría
que llevara a la anciana al hospital. Yo me quedaría y esperaría el autobús con la
mujer de mis sueños". Debemos superar las aparentes limitaciones que nos
plantean los problemas y aprender a pensar creativamente.
El secreto de la felicidad
Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio de quien se decía que guardaba,
en un cofre encantado, un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los
aspectos da su vida y que, por eso, se consideraba el hombre más feliz mundo.
Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero y hasta intentaron robarlo para
obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras más lo intentaban, más infelices
eran, pues la envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años y el sabio era cada
día más feliz. Un día llegó ante él un niño y le dijo:
- Señor, yo también quiero ser inmensamente feliz como tú. ¿Por qué no me
enseñas qué debo hacer para conseguirlo?
El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo:
- A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención.
En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son: Mi
mente y mi corazón. Y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes
seguir a lo largo de la vida.
El primero es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas y, por tanto,
debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes y por todo lo que te
pasa.
El segundo, es que debes quererte a ti mismo y todos los días al levantarte y al
acostarte, debes afirmar: Yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente,
soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer. Este
paso se llama autoestima alta.
El tercero, es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres; es decir, si
piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz
lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que
no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y
lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
El cuarto pasó, es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es,
cada cual alcanzó su meta; logra tú las tuyas.
El quinto paso es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese
sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú...
Perdona y olvida.
El sexto paso es no tomar las cosas que no te pertenecen. Recuerda que, según las
leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
El séptimo paso, es no maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos
derecho a que se nos respete y se nos quiera.
Y, por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu
alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo
afortunado que eres al tener todo lo que tienes. Ayuda a los demás, sin pensar que
vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades
y ofréceles el secreto para triunfar para que, de esta manera, puedan ser felices.
Y como pueden ver, lo que los reyes y poderosos ansiaban, lo tenían al alcance de
su mano.
Envió: Ramón Mitra.
22. Vitaminas para la humildad
Lo que somos
Ahí va Raúl
en ese ataúd.
Gastó su vida haciendo plata,
gastó su plata en su salud
y, ahora, sin plata y sin salud,
ahí va Raúl,
en ese ataúd...
"Si Usted se cree muy importante, dese un paseíto por el cementerio y estudie
todas las lápidas y verá que todos los grandes han sido reemplazados y el mundo
sigue igual. No se desespere".
Cerebro y pensamientos
Uno de estos días perderás la paciencia y les gritarás a tus hijos lo siguiente:
"¡Cuándo van a crecer y dejar de actuar como criaturas!". Y la verdad es que lo
harán. Tal vez les grites: "Salgan de la casa, vayan afuera a jugar! ¡Procuren no
lastimarse y no cierren la puerta tan fuerte!". Y ya no lo harán.
Ordenarás sus dormitorios hasta que todo esté limpio y en su lugar, los juguetes
sobre los estantes, los peluches sobre la cama y todos sus vestidos bien colgadas en
el ropero. Los llamarás y les dirás: "Ahora quiero que esto se quede así". Y así se
quedará.
Prepararás la cena perfecta, la ensalada llegará a la mesa en buen estado, sin que
les falte nada. El pastel estará perfecto, sin marcas de deditos, porque lo probaron
en la cocina y dirás: "¡Por fin! Esta es una comida que se podrá servir a los
invitados". Y comerás sin ellos.
Cuando suene el teléfono, gritarás: "¡No levanten la otra línea cuando estoy
hablando! Quiero privacidad y dejen de gritar... ¿Me escucharon?" Y nadie te va a
contestar. En tu casa ya no habrá manchas en el mantel de la mesa y ni un vaso
con flores del jardín traídas con un besito. Ya no tendrás que coser los agujeros de
los pantalones y nunca más te romperás las uñas tratando de desatar los nudos de
los cordones de sus zapatitos. Nadie va a entrar en tu casa con lodo en las botas y
van a desaparecer todas esas ligas para atar cabellos que siempre llenaban tu baño.
¡Imagínate! Nadie estará usando tu lápiz labial para escribir por las paredes. Ya no
tendrás que buscar una niñera para ir a las Fiestas de Año Nuevo. No tendrás que
asistir a las reuniones de padres en la escuela ni asistir a esas obras donde tu hijo
hace el papel de árbol. No tendrás que preocuparte por el transporte escolar,
músicas que rompen tus tímpanos o viajes extras al colegio porque tu hijo olvidó su
merienda en la casa.
¡Imagínate! En Navidad ya no recibirás más regalos hechos de palillos de helados.
Se habrán terminado los besitos mojados después del desayuno por la leche que
aún tienen en sus labios. Nunca más tendrás que preocuparte por los dientes que
caen y los nuevos que tienen que salir. No escucharás las voces que siguen
hablando después de haberse apagado las luces, no tendrás rodillas raspadas que
besar, ni deditos sucios que limpiar. Sólo habrá una voz diciendo: "¿Cuándo será
que crecerán y dejarán de actuar como criaturas?".
El silencio te responderá: "Ya lo hicieron...".
(Felipe Hutsell)
Envió: Zunny Fretes.
Necesitamos…
Un borrador, para borrar de nuestra historia todo lo que nos haga daño.
Un detergente, para quitar las manchas de las máscaras que usamos a diario.
Unas tijeras, para cortar todo aquello que nos impide crecer.
Un pájaro, para que nos enseñe a volar alto y cantar con libertad.
Una tinaja, para añejar el cariño y la madurez del amor.
Un frasco transparente, para conservar las sonrisas y sin tapa para escuchar su
alegre sonido.
Unos lentes, correctores de la visión de la vida, que nos permitan observar con
amor al prójimo y a la naturaleza.
Una ardilla, que nos indique cómo trepar por las ramas del árbol de la sabiduría.
Unas agujas grandes, para tejer sueños e ilusiones.
Un cofre, para guardar todos los recuerdos que construyen y dan vida.
Un cierre, que permita abrir la mente cuando se desee encontrar respuestas, otro
para cerrar nuestra boca cuando sea necesario y otro para abrir nuestro corazón.
Un rebobinador de películas, para recordar los momentos más felices en nuestras
vidas.
Un reloj, para darle todo el tiempo al amor y al amar.
Los zapatos de la ética y la moral, para pisar firme y seguro por donde quiera que
vamos.
Una balanza, para pesar todo lo vivido Y todo lo experimentado. Un espejo, para
admirar una de las obras más perfectas de DIOS...
Una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos soñaban en
grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos. El primer arbolito miró hacia las
estrellas y dijo:
- Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras
preciosas. Yo seré el baúl de tesoros más hermoso del mundo.
El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en su camino hacia el mar y dijo:
- Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mí.
Yo seré el barco más importante del mundo.
El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos
infortunios, fruto de sus pecados y dijo:
- Yo no quiero jamás dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que
cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levanten su mirada al cielo y
piensen en Dios. Yo seré el árbol más alto del mundo.
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en
majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El
primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!" y con la
arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir
en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.
Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto
para mí!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora
deberé navegar mares inmensos -pensó el segundo árbol-. Deberé ser el barco más
importante para los reyes más poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó
en él. Se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró
hacia arriba y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la
arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la
tristeza. El carpintero lo convirtió en un pesebre para alimentar las bestias. Aquel
árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solamente
usado para poner el pasto.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero
no estaba junto al mar sino a un lago. No había por allí reyes, sino pobres
pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de él
una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano.
Allí quedó en el lago, con los pobres pescadores, que nada de importancia tienen
para la historia.
Pasó el tiempo. Una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada.
Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera
haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la
mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente
dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso", dijo
ella y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro más grande
del universo.
Pasaron los años y, una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con
unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se
quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago.
De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El
segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre
barca en que se había convertido.
A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus
tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba! ¡Qué dolor, pues no servía ni para un
lago! Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba, cuando el Maestro, sereno, se
levantó y, alzando su mano, dio una orden: “¡Calma”. Al instante, la tormenta le
obedeció y dio lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol, convertido
en la barca de Pedro, supo que llevaba a bordo al Rey del cielo, tierra y mares...
El tercer árbol fue convertido en sendos leños y por muchos años fueron olvidados
como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria
inútil; qué lejos le parecía su sueño de juventud! De repente, un viernes en la
mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer
árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido
golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la
mirada de todos.
Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedó
colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, sólo rezaba a su Padre
mientras su sangre se derramaba sobre los maderos.
El tercer árbol se sintió avergonzado, pues no sólo se sentía un fracasado, se sentía
además cómplice de aquel crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos
blasfemos ante la víctima levantada. Pero el domingo en la mañana, cuando al
brillar el sol, la tierra se estremeció, el tercer árbol comprendió que algo muy
grande había ocurrido. De repente todo había cambiado.
Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y
supo que era el árbol más valioso que había existido o existirá jamás, pues aquel
hombre era el Rey de Reyes y se valió de él para salvar al mundo!
La cruz era trono de gloria para el Rey Victorioso. Cada vez que la gente piense en
él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre
el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán,
convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar más digno de iglesias y hogares.
Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse
su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el más alto del mundo y, al mirarlo,
todos pensarán en Dios.
(Anónimo)
La hormiga y la mosca
Discutían una mosca Y una hormiga cuál de ellas tenía más honor. Decía la mosca a
la hormiga:
- Tú no puedes compararte conmigo. Te llevo ventaja en todo: Allí donde haya un
plato sabroso, yo lo gusto. Lo mismo me poso en la cabeza del rey que en su mesa.
¡Hasta beso a las damas importantes y guapas! Tú no puedes hacer nada de esto...
- Tú -le respondió la hormiga- eres una sinvergüenza: ¿Te invitan y te desean en
todos esos sitios que dices? Eres enojosa a todos y tan pronto como llegas te
echan. Vives sólo en verano; cuando llega el frío te desmayas o mueres. Pero yo, en
todo tiempo me conservo y vivo bien, mientras que a ti, con el cazamoscas, te
espantan y te matan.
(Esopo)
23. Vitaminas para la audacia
¿Cuál es tu naturaleza?
Había una vez un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando.
Decidió sacar al animalito del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Ante el
dolor lo soltó, por lo que el animal de nuevo se estaba ahogando... entonces intentó
sacarlo y otra vez lo volvió a picar. La escena se repitió varias veces: Sacarlo del
agua, ser picado y soltarlo.
Alguien que observaba, le dijo: "¡Cómo es de terco! ¿No entiende que cada vez que
lo saque del agua lo va a picar?". Entonces el maestro oriental le respondió: "La
naturaleza del alacrán, que es picar... no va a cambiar mi naturaleza, que es
ayudar".
¿Cuál es tu naturaleza?
Envió: Karla Manuel.
Juzga tú
Nunca te detengas
Hubo una vez, en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el
rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una
reunión urgente con todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón
humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.
Cuando estuvieron todos habló el ODIO y dijo: "Los he reunido aquí a todos porque
deseo, con todas mis fuerzas, matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el ODIO que estaba hablando y él
siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí, ¿quién
sería tan difícil de matar para que el ODIO los necesitara a todos? "QUIERO QUE
MATEN AL AMOR", dijo. Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno le tenía
ganas.
El primer voluntario fue el MAL CARÁCTER, quien dijo: "Yo iré y les aseguro que en
un año el AMOR habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y, al escuchar el reporte del MAL CARÁC-
TER, quedaron muy decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo; pero cada vez que
yo sembraba una discordia, el AMOR la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la AMBICIÓN que, haciendo alarde
de su poder, dijo: "En vista de que fracasó, iré yo. Desviaré la atención del AMOR
hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la
AMBICIÓN el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida, pero
después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y
triunfó de nuevo.
Furioso el ODIO por el fracaso de la AMBICIÓN envió a los CELOS quienes, burlones
y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al
AMOR y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el AMOR confundido,
lloró y pensó que no quería morir y, con valentía y fortaleza, se impuso sobre ellos y
los venció.
Año tras año, el ODIO siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros,
envió a la FRIALDAD, al EGOÏSMO, a la INDIFERENCIA, a la POBREZA, a la
ENFERMEDAD y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el "AMOR"
se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerzas y todo lo superaba.
El ODIO, convencido de que el AMOR era invencible, les dijo a los demás: "Nada
que hacer, el AMOR ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo
logramos". De pronto, de un rincón del salón, se levantó un sentimiento poco
conocido que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su
rostro y no lo dejaba ver; su aspecto era fúnebre como el de la muerte, "YO
MATARÉ AL AMOR", "YO MATARÉ AL AMOR", dijo con seguridad. Todos se
preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El
ODIO dijo: "¡VE Y HAZLO!".
Tan solo había pasado algún tiempo cuando el ODIO volvió a llamar a todos los
malos sentimientos para comunicarles que, después de mucho esperar, por fin
ELAMOR HABÍA MUERTO. Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el
sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego el AMOR totalmente muerto
y destrozado". Y sin decir más se marchó. "Espera -dijo el ODIO-, en tan poco
tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para
vivir, ¿quién eres?". El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
"SOY... LA RUTINA".
(Anónimo)
Envió: Julia Maritza Omaña. Serviestudiantes Col Rosario-Bogotá.
El crédito
Una mujer, pobremente vestida, con el rostro que reflejaba derrota, entró a una
tienda. La mujer se acercó al dueño y, de la manera más humilde, le preguntó si
podía llevarse algunas cosas a crédito. Con voz suave le explicó que su esposo
estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños y necesitaban
comida. El dueño le gritó y le pidió que abandonara su tienda. Viendo la necesidad
que estaba pasando su familia, la mujer continuó:
- i Por favor, señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda.
El dueño le dijo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta en su tienda.
De pie, cerca del mostrador, se encontraba un cliente que escuchó la conversación.
Se acercó y le dijo al dueño que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para
su familia. De una manera muy tosca, preguntó a la mujer:
- ¿Tiene usted una lista de compra? La mujer dijo:
- Sí, señor.
- "Está bien -dijo el dueño-. Ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, le
daré yo en comestibles.
La mujer titubeó por un momento y, cabizbaja, buscó en su cartera un pedazo de
papel y escribió algo en él. Puso el pedazo de papel en la balanza todavía con la
cabeza mirando hacia el suelo. Los ojos del dueño y el cliente se llenaron de
asombro cuando la balanza se fue hasta lo más bajo y se quedó así. El dueño
entonces, sin dejar de mirarla y, de mala gana, dijo:
- i No lo puedo creer!
El cliente sonrió y el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza.
La balanza no se movió, por lo que continuó poniendo más y más comestibles hasta
que no aguantó. El almacenista se quedó allí parado con gran disgusto. Finalmente,
agarró el pedazo de papel y lo miró con mucho más asombro... No era una lista de
compra, era una oración que decía: "Querido Señor, tú conoces mis necesidades y
yo voy a dejar esto en tus manos".
El dueño de la tienda le dio los comestibles que había reunido y quedó allí en
silencio. La mujer le agradeció y abandonó su tienda. El cliente le entregó un billete
de cincuenta dólares al dueño y le dijo:
- Valió cada centavo de este billete.
Sólo Dios sabe cuánto pesa una oración.
(Anónimo)
Envió: Marlén Sánchez Yaso.
Estaba caminando en una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché
unos gritos que trataban de ser silenciados, que venían de atrás de un grupo de
arbustos. Alarmado, disminuí mi velocidad para escuchar y me aterroricé cuando me
di cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles sonidos de una
lucha: Fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A sólo unos metros
de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada. ¿Me debería involu-
crar?
Yo estaba asustado por mi propia seguridad y me maldije a mí mismo por tener que
decidir repentinamente el tomar una nueva ruta a casa esa noche. ¿Y si me
convertía en otra estadística? ¿No debería tan sólo correr al teléfono más cercano y
llamar a la policía? Aunque me pareció una eternidad, las deliberaciones en mi
cabeza habían tomado sólo segundos y los chillidos ya habían aumentado poco a
poco.
Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Cómo podría alejarme de esto? No,
finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aunque esto
significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No
sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez que había
decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente transformado.
Corrí detrás de los arbustos y empujé al asaltante lejos de la mujer. Forcejeando,
caímos al piso, donde luchamos durante unos minutos, hasta que el atacante se
puso en pie de un salto y escapó. Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad
y me acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En
la oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla
temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a
distancia.
"Está bien -dije en tono tranquilizador-. El ladrón huyó, estás a salvo ahora". Hubo
una prolongada pausa y entonces oí las palabras, pronunciadas maravillosa y
sorprendentemente: “¿Papi, eres tú?". En aquel momento, de atrás del árbol, salió
caminando mi hija más joven, Katherine...
Dios tiene la manera de permitimos estar en el lugar adecuado en el momento
indicado.
Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia
con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa para tal prole, el padre y jefe de la
familia trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de oro y en cualquier otra cosa
que se le presentara.
A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Albrecht
Durer tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien
sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la
Academia.
Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un
acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para
pagar los estudios del que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría
entonces los estudios al que quedara en casa, con las ventas de sus obras o como
fuera necesario. Lanzaron al aire la moneda, un domingo, al salir de la Iglesia.
Albretch Durer ganó y se fue a estudiar a Nuremberg.
Albert comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por
los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano quien, desde el
primer momento, fue la sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus
tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus
profesores y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar
considerables sumas con las ventas de su arte.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durer se reunió para una cena
festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su
lugar de honor en la mesa y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto
se había sacrificado para hacer de sus estudios una realidad. Sus palabras finales
fueron:
- Y ahora, Albert, hermano mío, es tu turno. Ahora tú puedes ir a Nuremberg a
perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti.
Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que
ocupaba Albert, quien tenía el rostro empapado en lágrimas y movía de lado a lado
la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: "No... no... no...". Finalmente, Albert
se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de aquellos
seres queridos y se dirigió luego a su hermano y, colocando su mano en la mejilla
de aquel, le dijo suavemente:
- No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro
años de trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mis manos se
ha roto al menos una vez y, últimamente, la artritis en mi mano derecha ha
avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis...
mucho menos podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino y no
podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano... para mí ya es tarde.
Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy día los grabados, óleos, acuarelas,
tallas y demás obras de Albretch Durer pueden ser vistos en museos alrededor de
todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo re-
cuerde uno. Lo que es más, hasta tenga uno en su oficina o en su casa. Un día,
para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, Albretch Durer dibujó las
manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al
cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente: "Manos", pero el mundo entero
abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre por el de:
"Manos que oran".
La próxima vez que vea una copia de esa creación, mírela bien. Permita que sirva
de recordatorio, si es que lo necesita, de que nadie, nunca, ¡triunfa solo!
Envió: Claudia Resendiz.
La flor carísima
Mi madre siempre contaba una historia así: Había una joven muy rica, que tenía de
todo. Un marido maravilloso, hijos perfectos, un empleo que le daba buena
remuneración, una familia unida. Lo extraño es que ella no conseguía conciliar todo
eso. El trabajo y los quehaceres le ocupaban todo el tiempo y su vida siempre la
sentía débil en algún área.
Si el trabajo le consumía mucho tiempo, se lo quitaba a los hijos. Si surgían
problemas, dejaba de lado al marido... Y así, las personas que ella amaba eran
siempre dejadas para después. Hasta que un día, su padre, un hombre muy sabio,
le dio un regalo: una flor carísima y muy rara, de la cual sólo había un ejemplar en
todo el mundo. Y le dijo:
- Hija, esta flor te va a ayudar mucho. ¡Más de lo que te imaginas! Tan sólo tendrás
que regarla y podarla de vez en cuando y, a veces, conversar un poco con ella y te
dará, a cambio, un perfume maravilloso y unas preciosas flores.
La joven quedó muy emocionada. Al fin de cuentas, la flor era de una belleza sin
Igual. El tiempo fue pasando, los problemas surgieron, el trabajo consumía todo su
tiempo y, su vida que continuaba confusa, no le permitía cuidar de la flor. Llegaba a
casa, miraba la flor y todavía se encontraban en el mismo lugar; no mostraba señal
de flaqueza o muerte. Solamente permanecía linda, perfumada. Entonces pasaba de
largo. Hasta que un día, sin más ni menos, la flor murió.
Llegó a casa ¡y se llevó un susto terrible! Estaba completamente muerta, su raíz
estaba reseca, sus flores caídas y sus hojas amarillas. La joven lloró mucho y le
contó a su padre lo que había ocurrido. Él le respondió:
- Yo ya me imaginaba que eso ocurriría y no te puedo dar otra flor, porque no
existe otra igual a esa. Era única, al igual que tus hijos, tu marido y tu familia.
Todos son bendiciones que el Señor te dio, pero tú tienes que aprender a regarlos,
podarlos y darles atención, pues, al igual que la flor, los sentimientos también mue-
ren. Te acostumbraste a ver la flor siempre allí, siempre florida, siempre perfumada
y te olvidaste de cuidarla.
Envió: Caro de Tabeada.
Amor conyugal
(Ramón de Campoamor)
El autobús viajaba directo al sur. Una señora observó que el hombre sentado a su
lado se ponía cada vez más nervioso. Miraba a cada instante por la ventana, incapaz
de concentrarse en la revista que tenía en sus manos y que fingía leer. La señora,
finalmente, le preguntó si algo lo molestaba y él le contó la historia.
- Acabo de salir de una prisión del Estado de Nueva York, en libertad condicional,
después de haber cometido un asesinato. Mi esposa vive en Carolina del Sur y no
tengo noticias suyas desde hace tiempo. Espero que ella quiera recibirme, por eso
le pedí a un compañero mío que le enviara una postal para comunicarle que esta
semana tomaría el autobús. Si aún me ama, colgará un pañuelo amarillo del árbol
de nuestro jardín. Si no, seguiré mi camino y reharé mi vida en otra parte. Ahora
nos estamos acercando. Estoy muy nervioso para mirar. Vea usted y dígame si hay
algo; allí, a la vuelta de la esquina.
La mujer echó una mirada circunspecta por la ventana cuando el autobús volteó:
Sus ojos se iluminaron y abrazó al hombre, invitándolo con gozo a mirar. El árbol
estaba lleno de cintas de seda amarilla que ondeaban maravillosamente de cada
rama, como un enorme ramo de flores. Los ojos del hombre se llenaron de
lágrimas. "¡Me quiere! ¡Me ama!", dijo. Bajó del autobús y corrió con alegría y
confianza a los brazos de su esposa.
¿Dudó el hombre cuando vio las cintas? ¿Dudó del amor de su esposa? No.
Tampoco nosotros debemos hacerlo. Las cintas amarillas están en el árbol de Dios
siempre que queremos volver a casa, sin importar nuestras acciones (5).
__________________
(5) OBBARD, Elizabeth Ruth. Siete Días con Teresa de Lisieux. Bogotá: Comunicaciones sin
Fronteras, p 51.52.
25. Vitaminas para la comprensión
Accidente
Una tarde una pareja iba por la carretera cuando, de pronto, vieron a lo lejos a una
mujer en la mitad de la vía pidiendo que pararan. La esposa le dijo al esposo que
mejor no se detuviera porque podía ser peligroso. Él decidió ir despacio para no
quedarse con la duda de saber lo que pasaba... Al acercarse, observaron que la
mujer estaba golpeada en la cara y en los brazos. Entonces decidieron parar.
La mujer les pidió ayuda diciéndoles que había tenido un accidente en automóvil y
que el esposo y su hijo, un recién nacido, estaban dentro del carro bajo el barranco;
que el esposo estaba muerto pero que el bebé todavía se encontraba con vida.
El esposo decidió bajar a rescatar al niño y le pidió a la señora lastimada que se
quedara con su esposa dentro del carro. El bajó y vio a dos personas adelante del
vehículo, pero no le dio importancia y sacó rápidamente al bebé y subió a llevárselo
a su madre. Cuando llegó, no vio a la señora. Le preguntó a su esposa que en
dónde estaba, pero ella le contestó que la mujer herida se había ido tras él.
Cuando el señor decidió ir a buscarla al barranco, se fijó claramente que las dos
personas que estaban en los asientos de adelante se hallaban muertas. Eran un
señor y una señora con el cinturón puesto. Al fijarse bien en la señora, cayó en la
cuenta de que era la misma que les pidió auxilio al principio...
(Anónimo)
Después de la tormenta
Hay una leyenda que cuenta de un Barón Alemán que, en su castillo en el Rin,
tendió hilos por el aire desde una torre hasta otra, para que el viento los tratara
como un arpa eolia y, de esta manera, creara música cuando pasaba por ellos.
Pero, a pesar de que las suaves brisas circulaban alrededor del castillo, no
producían ninguna música.
Una noche, empero, se levantó una tremenda tormenta y el monte sobre el que
estaba asentado el castillo se vio atacado por la furia de un vendaval. El Barón miró
por la puerta aterrorizado por el viento y he aquí que el arpa eolia llenó el aire de
melodías que se oran por encima de la tormenta. ¡Hizo falta una feroz tormenta
para producir la música!
Todos hemos conocido personas cuya vida jamás ha producido ninguna música
agradable durante sus días de tranquila prosperidad pero que, cuando feroces
vientos pasaron por su vida, nos asombraron con el vigor y la hermosura de su
música.
Cuántas veces desde mi ventana,
vi caer la lluvia, lenta, interminable,
¡qué desesperante el oscuro velo!
¿Es que no se cansa de llorar el cielo?
Luego, fulgurante, con sus mil colores,
irrumpe en el cielo el arco del pacto;
las flores se alegran y las aves cantan,
justo ahora entiendo el porqué del llanto.
Siempre se puede confiar en que Dios hará el "después" de las dificultades mil veces
más rico y mejor que el presente, si las vencemos correctamente. "Al momento,
ninguna disciplina parece ser causa de gozo... pero después da fruto apacible de
justicia".
(Anónimo)
La lección de piano
Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que más me gustaba de ellos,
eran los animales. También a mí, como a otros, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza
descomunal...
Pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el
elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus
patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado
unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me
parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia
fuerza podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando
tenía cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi padre o a algún tío por el
misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba
porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No
recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del
misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con
otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante
sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del, circo no escapa porque ha
estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy
seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de
soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no lo logró. La estaca era ciertamente muy
fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvía a probar
y también al otro sin tener buenos resultados... hasta que un día, un terrible día
para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este
elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente
poco después de nacer. Y lo peor es que Jamás se ha vuelto a cuestionar
seriamente ese registro. Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra
vez...
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: Vamos por el mundo
atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un
montón de cosas "no podemos hacer", simplemente porque alguna vez probamos y
no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo “no puedo… no puedo y nunca podré”, perdiendo
una de las mayores bendiciones con las que puede contar un ser humano: la Fe. La
única manera de saber es intentar de nuevo, poniendo en ello TODO NUESTRO
CORAZÓN y todo nuestro esfuerzo, como si todos dependiera de nosotros, pero al
mismo tiempo, confiando totalmente en Dios como si todo dependiera de Él.
Envió: Bonnard Hernández Herrera.
Un mercader inglés llegó a una de las islas del Océano Pacífico. Un nativo se le
ofreció para llevarle el equipaje desde el bote hasta el hotel. Durante el camino
conversaron sobre los misioneros y su obra evangélica; el negociante, que además
era ateo, le preguntó con tono despectivo:
- ¿Qué bien le ha hecho a usted ser cristiano?
- Yo puedo resaltar algo bueno que le ha hecho "a usted" el que yo sea cristiano.
¿Ve allí aquella gran piedra plana?
- Sí, claro que la veo.
- Qué bien, porque si usted hubiese venido cuando yo era pagano, le habría
degollado sobre aquella piedra plana y, luego, mis amigos y yo nos lo habríamos
comido. En cambio, ahora, le ayudo a transportar su equipaje, muy contento de
servirle.
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban
tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por
vencida". Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema,
aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó El su lugar de trabajo. Allí llenó
tres ollas con agua y las puso sobre fuego fuerte.
Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra,
huevos y en la última, granos de café. Las dejó hervir, sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A
los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un
tazón. Sacó los huevos y los puso en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso
en un tercer recipiente.
Mirando a su hija, le dijo:
- Querida, ¿qué ves?
- Zanahorias, huevos y café.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que
estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de
sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Enseguida, le pidió que probara el café.
Ella sonrió, mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente, la hija preguntó:
- ¿Qué significa esto, padre?
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: Agua
hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua
fuerte, dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil,
fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su
interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había
endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos; después de estar en
agua hirviendo, habían cambiado al agua.
- ¿Cuál eres tú? -le preguntó a su hija-. Cuando la adversidad llama a tu puerta,
¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la
adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un
huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, ¿pero
después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto dura y rígida?
Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón
endurecidos?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que
le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor
sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas
mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. Y tú, ¿cuál de los tres eres?
Dicen que una vez, había un ciego sentado en un parque, con una gorra a sus pies
y un cartel en el que, escrito con tiza blanca, decía: "POR FAVOR AYÚDEME, SOY
CIEGO". Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas
pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso cogió el cartel, le dio vuelta, tomó
una tiza y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies
del ciego y se fue.
Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Ahora su
gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego, reconociendo sus pasos, le
preguntó si había sido él quien re-escribió su cartel y sobre todo, qué había escrito
allí. El publicista le contestó: "Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con
otras palabras". Sonrió y siguió su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo
cartel decía: "ESTAMOS EN PRIMAVERA Y YO NO PUEDO VERLA".
Cambia de estrategia cuando algo no te sale y verás que puede resultar mejor de
esa manera.
El pastel delicioso
Una hija le comentaba a su madre que en todo le iba mal. Había reprobado álgebra,
su novio terminó con ella y su mejor amiga había cambiado de ciudad. Mientras
dialogaban, su mamá estaba preparando un pastel y le preguntó a su hija:
- ¿Quieres comer algo?
- Claro mamá, ¿me pudieras dar de tu pastel?
- Ten, tómate este aceite.
- No entiendo, respondió la hija.
- ¿Qué tal un par de huevos crudos?
- ¡Que asco, mamá!
- Entonces, ¿quieres algo de harina? ¿O qué tal, bicarbonato?
- Mamá, ¡todo eso es asqueroso!
- Sí, todas esas cosas parecen malas en sí mismas. Pero cuando las unes, de la
manera adecuada, haces un pastel delicioso.
Así trabaja Dios. Muchas veces nos preguntamos por qué nos permite pasar por
tiempos tan malos y difíciles. Pero Dios sabe que cuando pone todas estas cosas en
orden, siempre trabajarán para nuestro bien. Sólo tenemos que confiar en Él y,
tarde o temprano, ¡estas cosas harán algo maravilloso!
A mis hijos
En un mundo de pañales
que quedó ya en el recuerdo
un rey mago fue a contarles
de sus viajes en camello...
La lección de amor
(Anónimo)
27. Vitaminas para la justicia
La mesa
El rey
Durante el invierno, el Rey Akbar paró en un lago para bañar sus manos y pies,
cerca al palacio. Al entrar en el lago, se dio cuenta de lo fría que estaba el agua y
dijo que daba una recompensa a quien se arriesgara a pasar una noche entera en
él.
Una persona de muy bajos recursos se ofreció a hacerla. Durante la noche, pasó
todo el tiempo dentro del agua, vigilado por los soldados del rey. Al día siguiente,
fue a reclamar su recompensa y los soldados confirmaron su hazaña. Sin embargo,
alguien que quería causar problemas, preguntó:
- Pero, cuéntame mi buen hombre, ¿qué hizo usted toda la noche?
- Bien, mientras estaba en el agua, miré hacia el palacio todo el tiempo.
- Es decir, a través de tu mirada fuiste capaz de obtener calor de la luz del palacio.
O sea, no has cumplido con tu parte, pues no has quedado en el agua helada
totalmente como se esperaba.
A pesar de lo injusto que sonó la afirmación, nadie se atrevió a cuestionarla, ni
siquiera el Rey. Birbal, su consejero, decidió corregir la injusticia. Así que invitó a
toda la corte a un almuerzo un día en su casa.
Después de muchas horas de espera y de preguntas, finalmente Birbal los llevó a
donde se cocinaba la comida. Vieron que la olla estaba colgada en un árbol... ¡a
cinco metros del fuego!
- Pero, ¿qué estás haciendo, Birbal?, le preguntó enojado el rey.
- Estamos cocinando. Por alguna razón, ha llevado más tiempo que de costumbre.
- Pero, ¡qué tontería! -comentó el cortesano; el mismo que había impedido la
recompensa al pobre hombre del lago- ¿Cómo es posible que una olla a cinco
metros de distancia reciba el calor del fuego?
- Bueno, si un hombre, a unos kilómetros de distancia, puede recibir el calor del
palacio, ¿no es lógico que esta olla también lo reciba?
Aclarado el punto, el rey mandó llamar al pobre hombre y le dio su merecida
recompensa.
La justicia es un don que tú tienes; ¿ya lo has desarrollado?
Envió: Víctor Escalante
No me den todo lo que les pido. A veces sólo pido para ver hasta cuánto podré
obtener.
No me griten, los respeto menos cuando me gritan y me enseñan a gritar a mí
también y yo no quisiera gritar.
No me den siempre órdenes y más órdenes, si a veces me pidieran las cosas yo lo
haría más rápido y con más gusto.
Cumplan sus promesas, buenas o malas. Si me prometen un premio, quiero recibirlo
y también si es un castigo.
No me comparen con nadie (especialmente con mi hermano), si me presentan como
mejor que los demás alguien va a sufrir y, si es lo contrario, seré yo quien sufra.
No cambien de opinión tan pronto sobre lo que debo hacer. Decídanse y mantengan
esa decisión.
Déjenme valerme por mí mismo. Si hacen todo por mí, nunca podré aprender.
Corríjanme con ternura.
No digan mentiras delante de mí, ni me pidan que las diga por ustedes, aunque sea
para sacarlos de un apuro. No es apropiado, me hace sentir mal y pierdo la fe en lo
que ustedes me dicen. Cuando hago algo malo no me exijan que les diga "por qué
lo hice". A veces ni yo mismo lo sé.
Si alguna vez se equivocan en algo, admítanlo; así se robustece la opinión que
tengo de ustedes y me enseñarán a admitir mis propias equivocaciones.
Trátenme con la misma amabilidad y cordialidad con que tratan a sus amigos. Por
ser familia, no significa que no podamos ser también amigos.
No me pidan que haga una cosa si ustedes no la hacen. Yo aprenderé a hacer todo
lo que hacen aunque no me lo digan, pero difícilmente haré lo que dicen y no
hacen.
Cuando les cuente un problema mío, aunque les parezca muy pequeño, no me
digan: "No tenemos tiempo ahora para esas bobadas". Traten de comprenderme,
necesito que me ayuden. Los necesito.
Para mí es muy necesario que me quieran y me lo digan. Lo que más me gusta es
escucharlos decir: "Te queremos".
Abrácenme, necesito sentirlos muy cerca de mí.
No se olviden que yo soy, ni más ni menos, un hijo.
Cuando Dios creó a los Padres, comenzó con una talla grande. Un ángel se le acercó
y le dijo: "¿Qué clase de Padre es ése? Si estás haciendo niños tan cerca del suelo,
¿por qué pones al Padre tan arriba? No podrá jugar canicas sin arrodillarse, arropar
a un niño en cama sin torcerse la espalda o besar a un niño sin encorvarse". Dios
sonrió y dijo: "Sí, pero si le hago del tamaño de un niño, ¿como quién tendrían que
crecer los niños?".
Y cuando Dios hizo las manos del Padre, éstas eran grandes. El ángel agitó su
cabeza y dijo: "Las manos grandes no pueden sujetar un pañal, abrochar botones
pequeños, poner una curita o quitar astillas a causa de jugar con un bate de
béisbol". De nuevo, Dios sonrió y dijo: "Lo sé, pero son lo suficientemente grandes
para sostener todo lo que un muchacho pequeño vacía de sus bolsillos y todavía
bastante pequeñas para acariciar la cara de un niño".
Entonces Dios amoldó piernas largas, delgadas Y hombros anchos. "¿Te has dado
cuenta que hiciste un Padre sin regazo?". El ángel lo dijo susurrando. Dios contestó:
"Una Madre requiere un regazo. Un Padre necesita hombros fuertes para tirar un tri-
neo, balancear a un muchacho en una bicicleta o sostener una cabeza soñolienta de
un pequeño como un gran malabarista".
Cuando Dios estaba en el medio de la creación se mostraron los pies más grandes
vistos hasta entonces. El ángel no pudo contenerse más: “Esto no es confiable.
¿Honestamente crees que esos pies van a llegar rápido a la cama del bebé cuando
llore en las mañanas o andar a través de una fiesta de cumpleaños sin pisar a los
huéspedes?". Y Dios dijo: "Trabajarán. Ya lo verás. Soportarán y tendrán la fuerza
para pedalear, con un niño, un paseo en bicicleta por la montaña o asustarán
ratones en una cabaña de verano y mostrarán al pequeño el desafío de llenar esos
zapatos".
Dios trabajó toda la noche, dio al Padre pocas palabras, pero una voz firme para
mostrar autoridad; ojos que ven todo, pero con calma y tolerancia. Finalmente,
agregó lágrimas. Entonces se volvió al ángel y le dijo: "¿Ahora estás satisfecho?
¡Puede amar intensamente como lo hace una Madre!". El ángel no dijo más.
Envió: Fernando Macías Valadez
Sé feliz
Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir
de aquel instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo
lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria y así fue
recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de
todo cuanto estaba al alcance de su mano.
En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo: "Estos
dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y da
vida con las personas que me rodean".
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que
en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que les dedicaba a los
demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto
había deseado. Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida
como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y
aceptarse así como se es; sentirse querido y valorado, pero también querer y
valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y
descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la
comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está
unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre
está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior.
Finalmente, descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que sólo
Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser ÉL: Amor, bondad, reconciliación,
perdón y donación total.
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco
que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos". Ser feliz es una
actitud.
Envió: Fernando Macias Valadez
Una oportunidad para ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente cuando voy a mi trabajo todos
los días. Llego a la casa y mi esposa sirve lo mismo de la comida para cenar, la cual
no me gustó mucho que digamos y tengo que comerla. Voy a entrar al baño y mi
hija, de apenas año y medio, no me deja porque quiere jugar conmigo, no entiende
que estoy cansado y quiero entrar a él.
Después, tomo mi revista para leerla en mi sillón y mi hija nuevamente quiere jugar
y que la arrulle entre mis brazos; yo quiero leer mi revista y sale mi esposa con su:
"¿Qué tal me veo? Me arreglé para ti"; le digo que bien, sin despegar mis ojos de mi
revista. Para variar, se enoja conmigo porque dice que no la comprendo y que
nunca la escucho, no sé por qué se enoja si le pongo toda mi atención; es más, aun
viendo la T.V. la atiendo; bueno, siempre y cuando haya malos comerciales... A
veces quisiera estar solo y no escuchar nada. Solamente quiero descansar.
Suficientes problemas tengo en el trabajo para escuchar los de mi casa.
Mi padre también me molesta algunas veces y, entre clientes, esposa, hija, padre,
me vuelven loco, quiero paz. Lo único bueno es el sueño, al cerrar mis ojos, siento
un gran alivio de olvidarme de todo y de todos.
- Hola, vengo por ti.
- ¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
- Me manda Dios por ti. Dice que escuchó tus quejas y tienes razón, es hora de
descansar.
- Eso no es posible, para eso tendría que estar...
- Así es. Sí lo estás; ya no te preocuparás por ver a la misma gente, ni por caminar,
ni de aguantar a tu esposa con sus guisos, ni a tu pequeña hija que te moleste. Es
más: Jamás escucharás los consejos de tu padre.
- Pero... ¿Qué va a pasar con todo? ¿Con mi trabajo?
- No te preocupes; en tu empresa ya contrataron a otra persona para ocupar tu
puesto y por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo.
- ¿Y mi esposa y mi hijita?
-A tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira por sus
cualidades que tú nunca observaste en ella y él acepta con gusto todos sus guisos
sin reclamarle nada, porque, gracias a Dios y a ella, tiene algo que llevarse a la
boca todos los días, a diferencia de otras personas que no tienen nada qué comer y
pasan hambres hasta por meses; y, además, se preocupa por tu hija y la quiere
como si fuera de él y por muy cansado que llegue del trabajo, le dedica tiempo para
jugar; son muy felices.
- No, no puedo estar muerto.
- Lo siento, la decisión ya fue tomada.
- Pero... eso significa que jamás volveré a besar la mejillita de mi hijita; ni a decirle
que amo a mi esposa; ya no veré a mis amigos para decirles lo mucho que los
aprecio; ni darle un abrazo a mi padre; ya no volveré a vivir, ya no existiré más, me
enterrarán en el panteón y ahí se quedará mi cuerpo cubierto de tierra. Nunca más
volveré a escuchar las palabras que me decían: "Amigo, eres el mejor"; "Hijo mío,
estoy orgulloso de ti"; "Cuánto amo a mi esposo"; "Hermano mío, qué bueno que
viniste a mi casa"; "Papito..."
- No, no quiero morir; quiero vivir, envejecer junto a mi esposa, no quiero morir
todavía...
- Pero es lo que querías, descansar, ahora ya tienes tu descanso eterno, duerme
para siempre.
- No, no quiero, no quiero. ¡Por favor, Dios!
- ¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una pesadilla? - dijo mi esposa, despertándome.
- No, no fue una pesadilla, fue otra oportunidad para disfrutar de ti, de mi bebé, de
mi familia, de todo lo que Dios creó. ¿Sabes?, estando muerto ya nada puedes
hacer y estando vivo tienes la oportunidad de hacer felices a los demás y hacer la
voluntad de Dios. Una vez cerrados tus ojos, nadie te garantiza volver a abrirlos.
(Anónimo)
Envió: Viannette Daisley.
¿Tacaña?
Elisa Vásquez: ¿La avara de Sevilla?.. Utilizaba buses. Nada de taxis. A pesar de su
ancianidad, no quiso vivir con nadie. La hicieron entrar en un asilo durante un mes,
lo que bastó para que no volviera por allí jamás. Nunca compraba nada para ella.
Cuando necesitaba ropa, iba a los almacenes de segunda y compraba ropa usada.
Vivía en uno de los barrios más pobres de Sevilla (España). Aunque movía dos
cuentas bancarias, nunca hizo gastos para ella... Una de esas cuentas, la "grande",
como la llamaba, era para los ahorros mayores, con el único deseo de construir,
algún día, un ancianato y ponerle el nombre de su esposo fallecido hacía años.
Murió al cumplir 90 años. Y dejó una fortuna de más de 1.800 millones de euros...
De su puño y letra se encontró su testamento en el que explicaba que, desde hacía
años, cualquier céntimo que ahorraba, lo hacía con ese exclusivo fin: ¡Para los
pobres!... ¿Tacaña...
El diablo se retira
Cierta vez corrió la voz de que el diablo se retiraba de los negocios y vendía sus
herramientas al mejor postor. En la noche de la venta, estaban todas las
herramientas dispuestas en forma que llamaran la atención y por cierto, era un lote
siniestro: Odio, celos, envidia, malicia, engaño... además de todos los implementos
del mal.
Pero un tanto apartado del resto, había un instrumento de forma inofensiva, muy
gastado, como si hubiese sido usado muchísimas veces y cuyo precio, sin embargo,
era el más alto de todos. Alguien le preguntó al diablo cuál era el nombre de la
herramienta. "Desaliento", fue la respuesta. "¿Por qué su precio es tan alto?", le
preguntaron. "Porque ese Instrumento -respondió el diablo- me es más útil que
cualquier otro; puedo entrar en la conciencia de un ser humano cuando todos los
demás me fallan y, una vez adentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa
persona lo que se me antoja. Está muy gastado porque lo uso casi con todo el
mundo y, como muy pocas personas saben que me pertenece, puedo abusar de
él"...
El precio de desaliento era tan, pero tan alto, que aún sigue siendo propiedad del
diablo... El desaliento es uno de los estados de ánimo contra el cual es
indispensable fortalecerse. Nos desalentamos con la situación económica, con
nuestro trabajo, con nuestra familia, con la necesidad de cambio, con los grupos de
amigos, con el engaño, con la mentira, con el desamor... Debemos mantenemos
alertas contra el desaliento. Si se presenta un tropezón o una caída no hay que
entregarse. Después de cada día se empieza, otra vez, desde un punto más alto.
Una ranita salió con una amiga a recorrer la ciudad, aprovechando los charcos que
dejara una gran lluvia. Ustedes saben que las ranitas sienten una especial alegría
luego de los grandes chaparrones y que esta alegría las induce a salir de sus
refugios para recorrer mundo.
Al pasar frente a una finca de las afueras, se encontraron con un gran edificio que
tenía las puertas abiertas. Llenas de curiosidad se animaron mutuamente a entrar.
Era una quesería. En el centro de la gran sala había una enorme tina de leche. Un
tablón permitió a ambas ranitas trepar hasta la olla grande, en su afán de ver cómo
era la leche.
Pero, calculando mal el último salto, se fueron las dos de cabeza dentro de la tina,
zambulléndose en la leche. Lamentablemente pasó lo que suele pasar: Caer fue una
cosa fácil; salir era el problema. Porque, desde la superficie de la leche hasta el bor-
de del recipiente, había como dos cuartas de diferencia. Y aquí era imposible
ponerse de forma vertical. El líquido no ofrecía apoyo ni para erguirse ni para saltar.
Comenzó el pataleo. Pero, luego de un rato, la amiga se dio por vencida. Constató
que todos sus esfuerzos eran inútiles y se tiró al fondo. Lo último que se le escuchó
fue: "Glu-glu-glu", que es lo que suelen decir los que se dan por vencidos.
Nuestra ranita, en cambio no se rindió. Se dijo a sí misma que, mientras viviera,
seguiría pataleando. Y pataleó, pataleó y pataleó. Tanta energía y constancia puso
en su esfuerzo que, finalmente, logró solidificar la nata que había en la leche y,
parándose sobre el pan de mantequilla, puso un pie y saltó hacia afuera.
(María Inés Casalá. Publicado en Diálogo 57)
¿Una mamá?
Dan las alas y enseñan a volar, pero no quieren verlos partir, aunque sepan que no
son de su propiedad.
Piensan con el corazón; actúan por la emoción y vencen por el amor. Aman
incondicionalmente.
Sonríen cuando quieren gritar; cantan cuando quieren llorar.
Lloran cuando están felices y ríen cuando están nerviosas.
Luchan por lo que quieren. No toman un "no" por respuesta cuando creen que hay
una mejor solución.
Andan sin zapatos nuevos para que sus hijos los puedan tener.
Experimentan miles de emociones en un solo día y transmiten cada una de ellas con
una sola mirada.
Saben que un beso y un abrazo pueden curar un corazón herido.
Andan buscando la perfección y viven tratando de buscar disculpas para los errores
de aquellos a quienes aman.
Como alquimistas, transforman en luz y sonrisas los dolores que sienten en el alma,
solamente para que nadie lo note y aún tienen fuerzas para dar consuelo a quien se
acerca a llorar sobra su hombro.
Dan compasión e ideales, dan apoyo moral a sus hijos y familiares.
El corazón de una madre es lo que hace al mundo girar.
La gota de agua
"¿A que no saltas?", dijo una gotita a la otra. "¿Crees que tengo miedo? ¡Yo soy
bien valiente!", respondió la otra. "¡No, no es eso -dijo la primera-. Tú sabes que no
necesito ir sola, sino todas juntas, para que hagamos una buena lluvia. Y si
hacemos una buena lluvia, vamos a poner muy contentos a todos los cam-
pesinos...". Pero la segunda gota le replicó: "¡Qué tontería, todas juntas! Yo sola
puedo tirarme y lucir hermosa con el sol. Ya verán", Y la gota tomó impulso, juntó
las manos Y izas! se lanzó de cabeza al vacío. Las gotitas, todas, miraban
asombradas cómo su hermana descendía rápidamente hacia la tierra.
La gota que quería hacer ella sola la lluvia, llegó a la tierra sedienta y ni siquiera
alcanzó a mojar un pétalo de flor. Mientras tanto, arriba, en la nube, las gotitas
dijeron: ¡A la una, a las dos y a las tres, ya! Y todas juntas saltaron a la vez. ¡Qué
linda lluvia! La tierra se pintó de verde y las flores sonrieron. Las gotitas buscaron a
su hermana, la que quiso hacer la lluvia sola y no la encontraron. La tierra dijo:
"Una gotita loca cayó y murió, No sirvió para nada; en cambio, todas juntas: ¡Qué
aguacero! ¡Qué lluvia buena para mí!", Y ¡qué alegría para los campesinos!
(Anónimo)
Un verdadero hombre
Las ratas
Aceptar
En todos los juicios que yo hago sobre ti, ¿hay un juicio sobre mí mismo? Y ambos
son igualmente ciertos o falsos. Mientras piense que yo estoy en posesión de la
verdad y tú no lo estás, crearé separación, desigualdad y estableceré las bases para
que el sufrimiento se instale en mi vida. Lo mismo ocurre si pienso que tú posees la
verdad y yo no. La realidad es que ambos poseemos una parte de la verdad y una
parte de ilusión.
Cuando sentimos que la otra persona nos acepta tal y como somos, tenemos la
motivación para adaptamos el uno al otro. Adaptarse es hacerle al otro un lugar
junto a nosotros; es no imponerse ni que se nos impongan.
El amor es aceptación. Si pretendemos cambiar a quienes amamos surgen los
grandes conflictos, las discusiones, nace el dolor y, poco a poco, el amor muere. El
amor no muere de un día para otro, comienza a apagarse lentamente como las
luces del cine antes de comenzar la película.
Aceptar al otro con sus defectos, con sus virtudes, con su forma de ser que puede
ser diametralmente opuesta a la nuestra, es amarlo. El amor es un sentimiento que
no debe ser analizado, se siente y como tal debemos asumir lo que sentimos y
dejarnos llevar. Debemos enamoramos de las diferencias y no sólo de las
semejanzas porque AMOR son dos personas que comienzan a ser una, sin dejar de
ser ellas mismas.
(Anónimo)
Envió: Edwin Valdés.
31. Vitaminas diarias para la Fe
Los curas no son necesarios; son hombres como tú y como yo y lo que hago es
confesarme con Dios: Le cuento lo que me pasa, le pido perdón y listo.
- Es interesante -respondió su amigo-, ver lo inteligente que eres. La verdad, es
posible que tengas razón y que todos los demás seamos unos imbéciles, pero lo que
no me cabe en la cabeza es cómo un hombre de tu inteligencia se queda en la
mitad.
- ¿La mitad? No te entiendo, preguntó el otro.
- Sí, hombre -contestó-. Tú has comulgado y te has arrodillado ante el Sagrario.
Pues bien, dada tu mente inteligente y abierta, lo más lógico sería que fueras al
mercado y compraras un poco de pan, lo consagraras tú, comulgaras y te guardaras
el resto en una urna, ¿no? Pero, quedarte a medias...
- Yo no puedo consagrar. Ese poder Dios se lo concedió sólo a los sacerdotes y,
gracias amigo, me has hecho ver claro. Tengo suerte, aún hay un confesionario.
Un rey había ido de cacería y vio que sus perros perseguían a un pequeño conejo
blanco. Cuando el conejito vio que los perros ya estaban cerca de él, se dio un giro
y corrió en dirección contraria, arrojándose en brazos del cazador. Profundamente
conmovido por esta manifestación de confianza, el rey llevó consigo al conejo y lo
cuidó. No dejó que nadie lo molestara, sino que se ocupó de él y lo curó
personalmente.
Mira, cuando nos sentimos indefensos, sólo debemos arrojarnos en los brazos de
Dios. Entonces Él se conmoverá con nuestra confianza y podrá recompensar nuestro
acto de fe.
Envió: Elizabeth Ruth Obrad.
El sueño de María
No lo pude comprender, realmente no, pero creo que se trataba del nacimiento de
nuestro Hijo. Sí, creo que era acerca de esto. La gente estaba haciendo
preparativos con seis semanas de anticipación. Decoraba las casas y compraba
ropas nuevas. Salían muchas veces de compras y adquirían regalos. Era muy
peculiar, ya que los regalos no eran para nuestro Hijo. Los envolvían con hermosos
papeles y los ataban con preciosos moños, todo lo colocaban debajo de un árbol
adornado.
Sí, era un árbol, José, dentro de sus casas. Esta gente estaba decorando el árbol
también. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había una figura en
lo alto del árbol. Me parecía ver un ángel. ¡Oh! Era verdaderamente hermoso. Toda
la gente estaba feliz y sonriente. Todos estaban emocionados por los regalos, se los
intercambiaban unos con otros. José, lo triste es que no quedó un solo regalo para
nuestro Hijo.
Sabes, creo que ni siquiera lo conocen, pues nunca se les oyó que mencionaran su
nombre. ¿No te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para
celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Tuve la extraña
sensación de que si nuestro Hijo hubiera estado presente, en esa celebración
hubiese sido un intruso solamente. Todo estaba tan hermoso, José, todo el mundo
feliz; pero yo sentí ganas enormes de llorar.
Y así lo hice. Qué tristeza para Jesús, no querer ser deseado en su propia fiesta de
cumpleaños.
Me alegré al despertarme. Qué contenta me siento porque sólo fue un sueño. Pero
qué terrible José, si eso hubiese sido realidad.
(Anónimo)
Explicar a Dios
A los 20 años de edad, John Dee empezó a escribir su gran libro sobre Dios. Cuando
cumplió 30 años terminó el primer tomo. Pasaron cinco años más y concluyó el
segundo. Al llegar a los 40 dio cima al tercero. Se desesperaba el filósofo, pues su
obra debía tener 50 tomos. En menos no se podía definir a Dios.
Un día, John Dee salió de la biblioteca a respirar el aire mañanero. Una muchacha
que volvía del mercado lo miró al pasar. El resto de la historia es corto: Las historias
de amor son siempre cortas. Se enamoró John Dee de la muchacha y de aquel
amor nació un hijo. "Este es el libro de Dios -afirmaba John Dee mientras mecía en
sus brazos al pequeño-. Quizá después vendrán otros volúmenes, pero éste basta
para explicar a Dios".
Jesús conmigo
Había una pareja de ateos que tenían una niña; dichos padres jamás le hablaron de
Dios. Una noche, cuando la niña tenía 5 años, sus padres pelearon y el papá le
disparó a la mamá y después se suicidó. Todo esto sucedió delante de la niña. Lue-
go fue enviada a un hogar adoptivo. Su nueva mamá, Cristina, la llevó a la iglesia.
Ese día la mamá le explicó a la maestra de catecismo que la niña jamás había
escuchado hablar de Jesús y que, por favor, le tuviera paciencia.
La maestra tomó una figura de Jesús y le preguntó a los niños: "¿Alguno de ustedes
sabe quién es esta persona?". La pequeña niña respondió: "Yo sé, maestra, ¡ese es
el señor que estuvo tomando mi mano la noche en la que mis padres murieron!".
(Anónimo)
Envió: P. José Antonio Muguerza.
El muro
Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían
matarlo. Ingresó a una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por otras
cercanas a la que él se encontraba. Con tal desesperación elevó una plegaria a Dios,
de la siguiente manera: "Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la
entrada, para que no entren a matarme".
En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva y vio que apareció
una arañita. Empezó a tejer su tela en la entrada. El hombre volvió a elevar otra
plegaria, esta vez más angustiado: "Señor, te pedí ángeles, no una araña". Y
continuó: "Señor, por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la
entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme".
Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada y observó al animalito
tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva vecina a la
que se encontraba el hombro y éste se resignó a esperar su muerte. Cuando los
malhechores se detuvieron frente a la cueva en la que se encontraba el hombre, ya
la arañita había tapado toda la entrada, entonces se escuchó esta conversación:
Primer hombre: Vamos, entremos a esta cueva.
Segundo hombre: No. ¿No ves que hay telarañas? Nadie ha entrado en esta cueva.
Sigamos buscando en las demás cuevas.
"La fe consiste en creer que se tiene lo que no se ve. Perseverar en lo imposible".
"Si le pides a Dios un árbol te lo dará, en forma de semilla". Pedimos cosas que
desde nuestra perspectiva humana son lo que necesitamos, pero Dios nos da
aquellas con las cuales nos muestra que con cosas muy sencillas, Él puede hacer
mucho más. Si has pedido un muro y no ves sino una telaraña, recuerda que Dios
puede convertir las cosas... y confía en Él.
Envió: María del Carmen Reyes González.
El mantel
Una linda historia que confirma que las casualidades no existen. DIOS también se
apoya en nosotros. El nuevo sacerdote, recién asignado a su primer ministerio para
reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, Nueva York, llegó a comienzos de
octubre entusiasmado con sus primeras experiencias.
Cuando vio la iglesia se encontró que estaba en pésimas condiciones y requería de
mucho trabajo de reparación. Se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para
oficiar su primer servicio en la Nochebuena. Trabajó arduamente, reparando los
bancos, empañetando las paredes, pintando, etc. y para 18 de diciembre ya había
casi concluido con los trabajos, adelantándose a la meta trazada.
El 19 de diciembre cayó una terrible tempestad que azotó el área por dos días
completos. El 21 el Sacerdote fue a ver la iglesia. Su corazón se entristeció cuando
se dio cuenta que el agua se había filtrado a través del techo, dañando un área con-
siderable del pañete, de unos 20 pies por 8 pies que cayó de la pared frontal del
santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un hueco que empezaba como a
la altura de la cabeza.
El sacerdote limpió el desastre en el piso y no sabiendo qué más hacer, sino
posponer el servicio litúrgico de Nochebuena, salió para su casa. En el camino notó
que una tienda local estaba llevando a cabo una venta del tipo "mercado de pulgas"
o bazar, con fines caritativos y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso
mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos
colores y una cruz bordada en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para
cubrir el hueco en la pared frontal.
Lo compró y volvió otra vez hacia la iglesia. Estaba comenzando a nevar. Una mujer
mayor iba corriendo desde la dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús,
pero finalmente lo perdió. El Sacerdote la invitó a esperar en la iglesia donde había
calefacción, por el próximo autobús que tardaría 45 minutos más en llegar. La
señora se sentó en el banco sin prestar atención al pastor, mientras él buscaba una
escalera, ganchos, etc., para colocar el mantel como tapiz en la pared.
El sacerdote apenas podía creer lo hermoso que lucía y cómo cubría toda el área del
problema. Entonces miró a la mujer que venía caminando hacia abajo, desde el
pasillo del centro. Su cara estaba blanca como una hoja de papel. "Padre, ¿dónde
consiguió usted ese mantel?". El padre le explicó.
La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB
aparecían bordadas allí. Sí estaban. Estas eran las iniciales de la mujer y ella había
hecho ese mantel 35 años atrás en Austria. La mujer apenas podía creerlo cuando
el Pastor le contó cómo acababa de obtener el mantel. La mujer le explicó que
antes de la guerra ella y su esposo tenían una posición económica holgada en
Austria. Cuando los Nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la
semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su
esposo.
El sacerdote la llevó en el carro hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella
lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer. Se sentía muy agradecida,
pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día,
para un trabajo de limpieza de casa.
¡Qué maravilloso fue la liturgia de la Nochebuena! La iglesia estaba casi llena. La
música y el espíritu que reinaban eran increíbles. Al final de la celebración, el
sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían. Un
hombre mayor, que el pastor reconoció del vecindario, seguía sentado en uno de los
bancos mirando hacia el frente y el Padre se preguntaba por qué no se iba. El
hombre le preguntó dónde había obtenido ese mantel que estaba en la pared del
frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria,
antes de la guerra y ¿cómo podía haber dos manteles tan idénticos?
Él le relató al Padre cómo llegaron los Nazis y cómo forzó a su esposa a irse, para la
seguridad de ella y cómo él estaba dispuesto a seguirla, pero había sido arrestado y
enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni a su hogar en todos aquellos 35
años.
El pastor lo invitó a llevarlo con él a dar una vuelta. Se dirigieron en el carro hacia
Staten Island, hasta la misma casa donde el padre había llevado la mujer tres días
atrás. Le ayudó al hombre a subir los tres pisos de la escalera que conducían al
apartamento de la mujer, tocó a la puerta y presenció la más bella reunión de
Navidad que pudo haber imaginado.
Una historia real ofrecida por el padre Rob Reid. ¡Quién dice que Dios no trabaja en
formas misteriosas!
Estoy contigo
Juan 3, 16
(Ulrich Schalfer)
Pagado en su totalidad
Letrero en un templo
El Arca de Noé
El valor de la esperanza
La única diferencia entre los que "tiran la toalla" y abandonan lo que hacen y los
que utilizan su energía para reconstruir y seguir andando, se encuentra en la
palabra "esperanza".
Escuché con paciencia mientras el señor exteriorizaba todos sus problemas. En su
trabajo no iba bien. Algunos de sus hijos andaban por mal camino y estaba
preocupado por ellos. La gota que colmó el vaso fue cuando su esposa decidió
dejarlo. Allí estaba sentado, hundido por la desesperación. Fue la última frase de su
historia la que me alarmó. Dijo: "No tengo nada por qué vivir, he perdido toda
esperanza".
Comencé a decirle que la esperanza era algo que no podíamos damos el lujo de
perder. Estaba a punto de perder su negocio, su dinero y también su familia, pero
aún así, podría reiniciarse en la vida si mantenía la esperanza viva.
Si la esperanza es tan importante, ¿qué es? Tertuliano dijo: "La esperanza es la
paciencia con la lámpara encendida". La esperanza es aferrarse cuando las cosas de
alrededor comienzan a deslizarse. La esperanza es orar con expectativas cuando
aparentemente no hay respuestas.
G. Campbell Morgan cuenta de un hombre cuyo negocio se quemó durante un
incendio desastroso en Chicago. Llegó al lugar de las ruinas a la mañana siguiente,
llevaba una mesa. Puso la mesa en medio de los escombros acumulados y sobre
ella este cartel optimista: "Todo se ha perdido con excepción de la esposa, los niños
y la esperanza. Los negocios se reanudarán como es habitual, mañana por la
mañana".
Muchos hombres y mujeres se vuelven pesimistas frente a la vida por causa de las
circunstancias desafortunadas en las que se encuentran. Muchos abandonan. Otros
se han quitado la vida. ¿Qué es lo que hace la diferencia en los resultados? ¿El
talento? ¡No!
¿Qué hace la esperanza por la humanidad?
La esperanza es más brillante en las horas más oscuras.
La esperanza nos motiva cuando viene el desaliento.
La esperanza energiza el cuerpo cuando está cansado.
La esperanza endulza cuando la amargura nos muerde.
La esperanza canta cuando todas las melodías se han apagado.
La esperanza cree cuando la evidencia se elimina.
La esperanza escucha las respuestas cuando nadie habla.
La esperanza escala los obstáculos cuando nadie ayuda.
La esperanza permanece en las dificultades cuando nadie se preocupa.
La esperanza sonríe confiadamente cuando nadie se ríe.
La esperanza tiene respuestas cuando nadie pregunta.
La esperanza empuja hacia la victoria cuando nadie alienta.
La esperanza se anima a dar cuando nadie comparte.
La esperanza trae la victoria cuando nadie triunfa.
No queda otra cosa que enterrar a una persona cuando sus esperanzas se han ido.
Perder la esperanza habitualmente precede a la pérdida de la vida misma. Usted no
necesita un medio ambiente mejor, sólo necesita más esperanza. ¡Es la única cosa
que no puede faltamos para poder vivir!
(Tomado del libro: Prepara tu mañana de éxito, de John Maxwell, Editorial Peniel)
www.editorialpeniel.com.
33. Vitaminas para el amor
Despertamos vivos
Ama en vida
Había una vez un gran hombre que se casó con la mujer de sus sueños. Con su
amor, procrearon a una niñita. Era una pequeña brillante y encantadora y el gran
hombre la quería mucho.
Cuando era muy pequeñita, la alzaba, tarareaba una melodía y la hacía bailar por el
cuarto, al tiempo que le decía: "Te quiero, chiquita". Mientras la niña crecía, el gran
hombre solía abrazarla y decirle: "Te amo, chiquita". La hijita protestaba diciendo
que ya no era chiquita. Entonces el gran hombre se reía y decía: "Para mí, siempre
vas a ser mi chiquita".
La chiquita que ya-no-era-chiquita, dejó su casa y salió al mundo. Al aprender más
sobre sí misma, aprendió más sobre aquel hombre. Vio que era de veras grande y
fuerte, pues ahora reconocía sus fuerzas. Una de ellas era su capacidad para
expresar su amor a la familia. Sin importarle en qué lugar del mundo estuviera, el
gran hombre la llamaba y le decía: "Te amo, chiquita".
Llegó el día en que la chiquita que ya-no-era-chiquita, recibió una llamada
telefónica. El gran hombre estaba mal. Había tenido un derrame. No podía hablar y
no estaban seguros que pudiera entender lo que decían. Ya no podía sonreír, reír,
caminar, abrazar, bailar o decirle a la chiquita, que ya-no-era-chiquita, que la
amaba.
Entonces fue a ver al gran hombre. Cuando entró en la habitación y lo vio, parecía
más pequeño y ya, menos fuerte. Él la miró y trató de hablar, pero no pudo. La
chiquita hizo lo único que podía hacer. Se acercó a la cama junto al gran hombre.
Los dos tenían los ojos con lágrimas y ella rodeó con sus brazos los hombros
inmóviles de su padre.
Con la cabeza apoyada en su pecho, pensó en muchas cosas. Recordó los
momentos maravillosos que habían pasado juntos y cómo se había sentido siempre
protegida y querida por el gran hombre.
Entonces escuchó, el latido de su corazón. Ese corazón que siempre había
albergado música y palabras. El corazón seguía latiendo, desentendiéndose del
daño del resto del cuerpo. Y mientras ella descansaba allí, obró la magia. Oyó lo
que necesitaba oír.
Su corazón expresó las palabras que su boca ya no podían decir:
Te amo…
Te amo…
Te amo…
Chiquita...
Chiquita…
Chiquita…
Y se sintió confortada.
(Patty Hansen)
Envió: Roberto Azuero Valbuena.
El Padre Marianito
El nuevo Santo "Cura de Ars" colombiano trabajó entre campesinos. Un día, uno de
ellos vino a darle quejas por la forma como trataba el coadjutor a alguna chica. El
sacerdote le invitó a tomar agua fresca para que calmara la sed tropical. Al terminar
de tomarla el campesino, el Padre Marianito le dijo que se acercara a la llave por
donde estaba cayendo el refrescante líquido; que metiera los dedos en ella y se
diera cuenta cómo estaba el tubo por dentro. Así lo hizo su feligrés. Como los tubos
de la época eran metálicos, acumulaban mucho óxido. Sacó el dedo el campesino,
por supuesto, manchado del clásico color del óxido y se lo mostró a su Pastor.
Viendo esa escena, le dijo el Padre: "Por ese tubo sucio, oxidado, ha llegado el agua
pura que te tomaste y que tomamos. De la misma manera, a través de seres
humanos ha querido Dios llegar con su cariño a regalamos su amor y su amistad".
Sin amor
Las mujeres, nuestras madres, esposas, hermanas, amigas, han sido modelos
silenciosos de valores auténticos.
La "Madre Coraje"
Cuando le avisaron a la Doctora Gianna Beretta Molla que tenía cáncer, ("la
tendremos que someter a una intervención quirúrgica o, de lo contrario, su vida
corre riesgo") ella, como médica, ya lo sabía. Tenía un matrimonio ejemplar con
tres hijos. Manejaba su propio carro para ir y venir ante las personas que acudían a
ella, por sus propias enfermedades.
Pero lo más grave que se le presentaba ahora era que: O ella se veía abocada a
morir o debería efectuar un aborto de la hijita que esperaba y llevaba dentro de sí.
Era una alternativa en la que debía vivir o morir una de las dos.
__________________
(7) Alusión al sueño de Nabucodonosor y la interpretación que le hizo Daniel: Dan. 2, 31-39.
Hubiera sido más fácil efectuar un aborto, pues nadie conocía a su hija no nacida
todavía, pero, consciente del peligro que corría, aceptó dar la vida por quien llevaba
en su vientre.
El ingeniero Molla, su esposo, manifestó que "le habían aconsejado una
Intervención quirúrgica... Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El
aborto terapéutico y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante
tener otros niños. Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella".
Gianna falleció el 28 de abril de 1962, con 39 años de edad, una semana después
de haber dado a luz. La "Madre Coraje" la llamaron y prefirió ofrecer su vida antes
de aceptar la operación que le costaría la vida a la niña que llevaba, sin nacer
todavía...
Su esposo, admirado de tener una esposa santa y normal dijo: "Mis sentimientos
tienen múltiples matices, de sorpresa, casi de maravilla, de agradecimiento a Dios y
de aceptación jubilosa, ciertamente feliz y singular, de este don de la Divina
Providencia, que también considero un reconocimiento a todas las innumerables
madres desconocidas, heroicas como Gianna, en su amor materno y en su vida".
“Espero, dijo Pietro, que Gianna pueda descansar en el cementerio de su localidad
natal junto a su hija Mariolina y a las demás mamás que la llamaban con ternura
"nuestra doctora". Junto a las muchas mujeres que Gianna curó y a las cuales dio,
con amor, su tiempo y profesionalidad".
Los Molla-Beretta seguirán viviendo el ejemplo de santidad sencilla en la vida
cotidiana que les dejó Gianna. Su esposo ha dicho: "Para mí y para mis hijos,
Gianna seguirá siendo algo muy íntimo. Una espléndida esposa, una tiernísima
madre. Si alguien tiene que hablar, que hable la Iglesia...".
Transcurridos 32 años, después de muerta, el Papa Juan Pablo II la beatificó el 24
de abril de 1994 convirtiéndola en un Símbolo de la Defensa de la Vida. Al salir esta
edición se nos da la noticia que el mismo Pontífice canoniza a esta valiente “Madre
Coraje".
Esposa maltratada
Mónica nació en Tagaste (África del Norte), a unos 100 kms de la ciudad de
Cartago, en el año 332. Deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero
sus padres dispusieron que tenía que desposarse con un hombre llamado Patricio.
Era un buen trabajador, pero malgeniado y mujeriego, jugador y sin religión ni
gusto por lo espiritual. La hizo sufrir por treinta años y ella tuvo que aguantar sus
tremendos estallidos de ira, pues gritaba por el menor disgusto.
Tuvieron tres hijos: Dos varones y una mujer, Los dos menores fueron su alegría y
consuelo, pero el mayor, Agustín, la hizo sufrir por muchos años. Cuando le
preguntaban qué hacía para no pelear con su cónyuge, daba este consejo: "Es que,
cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio.
Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la
pelea, pues… no peleamos". . .
Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por él y, al fin, alcanzó de Dios la gracia de que
en el año 371 se hiciera bautizar, lo mismo la suegra, mujer terriblemente colérica
que, por meterse demasiado en el hogar de su nuera, le había amargado la vida.
Un año después de su bautismo, murió santamente Patricio, dejando a la pobre
viuda con el problema de su hijo mayor, el cual era extraordinariamente inteligente
y por eso lo enviaron a la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y
oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre solamente se interesara
por sus buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los
ejercicios físicos; en su vida espiritual no se metía, ni le ayudaba en nada. Y esto
fue fatal para él, pues fue cayendo, de mal en peor, en pecados y errores.
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica
noticias cada vez peores, que el joven llevaba una vida no cristiana. En una
enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y
propuso hacerse católico, pero al ser sanado de ella, abandonó el propósito.
Finalmente, se metió en una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el
mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica, que era bondadosa pero no
cobarde ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades
contra la verdadera religión, lo echó de la casa y le cerró las puertas, porque bajo
su techo no quería albergar a enemigos de Dios.
Sucedió que en esos días, Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un
bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le
acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía: "Tu hijo volverá contigo" y
enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo,
lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él.
Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá irá a donde su hijo, sino:
Tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien
más tarde la consideró como una inspiración del cielo.
Faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera. Cuando le contó a un obispo que
llevaba años y años rezando, le respondió: "Esté tranquila; es imposible que se
pierda el hijo de tantas lágrimas".
Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases. Ya era doctor. Mamá
se propuso marcharse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero
Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde).
Al llegar, junto al mar, le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras
iba a visitar a un amigo y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma,
dejándola sola, pero Mónica no era mujer débil para verse derrotada tan fácilmente.
Tomó otro barco y se dirigió a Roma y en Milán, Mónica se encontró con el Santo
más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él encontró un
verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes
consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la
poderosa personalidad de San Ambrosio. Empezó a escucharle con profundo cariño
y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.
Y sucedió que en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo sintió una
impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la
cual vivía en unión libre, dejó sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la
religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano a su tierra, en el
África y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había
conseguido todo lo que anhelaba en esta vida, que era ver la conversión de su hijo.
Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí, en una casa junto al mar, por
la noche al ver el cielo estrellado, dialogando con Agustín sobre cómo serán las
alegrías que tendrían en él, ambos se emocionaban, comentando y meditando los
goces celestiales que los podían esperar. En determinado momento exclamó
entusiasmada: "¿Ya mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi
gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de
Dios".
Poco después le invadió una fiebre y en pocos días se agravó y murió. Lo único que
pidió a sus dos hijos fue que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió
en el año 387 a los 55 años de edad.
Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa
Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos y han conseguido
cambios de vida admirables.
La mujer de lo imposible
Santa Rita de Casia (1381-1457) quería ser monja. Por obedecer a sus padres, se
casó. Su esposo le causó muchos sufrimientos, pero ella devolvió su crueldad con
oración y bondad. Con el tiempo él se convirtió, llegando a respetarla y a ser
temeroso de Dios. Rita sufrió cuando su esposo fue asesinado.
Descubrió que sus dos hijos estaban pensando en vengar el asesinato del padre.
Temiendo todo, le suplicó a Dios que se los llevara de esta vida antes de permitirles
cometer este gran pecado. Al poco tiempo, ambos murieron después de prepararse
para encontrarse con Dios.
Sin su esposo y sin sus hijos, Rita se entregó a la oración, penitencia y obras de
caridad. Pasado un tiempo, pidió ser admitida en el Convento Agustiniano en Casia.
No fue aceptada, pero al orarle a sus tres especiales santos patronos San Juan
Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino-logró entrar al convento.
Allí sobresalió por su gran caridad y severas penitencias. Sus oraciones obtuvieron
curaciones notables, liberación del demonio y muchos favores especiales de Dios.
Para que pudiera compartir en el dolor de su corona de espinas, Dios le permitió
una herida de espina en su frente. Fue muy dolorosa y expelía un olor
desagradable, pero ella lo consideraba una gracia divina.
Oraba "Oh amado Jesús, aumenta mi paciencia en la medida en que aumentan mis
sufrimientos". La herida duró por el resto de su vida. Santa Rita falleció un 22 de
mayo de 1457 a la edad de 76 años. La gente se agolpó al convento a manifestar
sus últimos respetos. Innumerables milagros tuvieron lugar a través de su
intercesión y la devoción hacia ella se extendió por todas partes.
Su cuerpo fue conservado perfectamente por varios siglos y, a veces, daba una
fragancia dulce. Según se cuenta, en la ceremonia de beatificación, el cuerpo de la
Santa se elevó y abrió sus ojos.
Dios ha escuchado las oraciones de Santa Rita, en innumerables ocasiones y
ciertamente ella estará feliz de interceder una vez más, a nombre de aquellos que
acuden a su mediación ahora. Es la Patrona de los Imposibles.
Isabel de Hungría (1207-1231), hija de Andrés II, rey de Hungría. Desde niña, como
princesa, quiso huir de todo el lujo cortesano y deseó ser amiga de los
menesterosos, con quienes compartía lo que tenía.
Muy jovencita, a los 14 años, fue prometida a Luis, hijo de Herman I, de Turingia.
En medio de una dote sin igual y con unas fiestas fastuosas, se casó en el año
1221, en Wartburg de Turingia. Y, de esta manera la princesa, nacida en un país
lleno de sol y de abundancia como era Hungría, vino a parar a la dura y pobre tierra
germánica.
La pobreza del pueblo estimuló más aún la caridad de la princesa Isabel. Todo lo
parecía poco para remediar a los necesitados: El dinero de sus arcas, las alhajas
que trajo como dote y hasta sus propios alimentos vestidos. Aprovechando las
sombras de la noche, dejaba el palacio y visitaba una a una las chozas de los
vasallos más pobres para llevar a los enfermos y a los niños, bajo su manto, un
cántaro de leche o un pedazo de pan. Y hasta el propio manto lo entregó un día de
mucho invierno a una pobre mendiga que temblaba de frío a la vera del camino. No
faltó quien acusó a la princesa, ante el propio duque, de estar dilapidando los
caudales públicos y dejar pobres los graneros y almacenes.
Su suegra, la duquesa viuda Sofía, no miraba a Isabel con buenos ojos. El celo de
los pobres y sus sacrificios por ellos, no los dejaba notar ante su esposo. Pero no
pudo conciliar la pobreza con la riqueza y lujo de los cortesanos. Isabel vino a ser
una viviente acusación contra una corte, un tanto licenciosa, que empezó a
conspirar contra la princesa extranjera.
Su marido se fue a rescatar el Santo Sepulcro en una cruzada. Poco después, Isabel
recibió la noticia de que había muerto, víctima de una epidemia. De esta manera,
quedó viuda a los 20 años, desamparada, en una corte extranjera y hostil y
comenzó su calvario.
Su cuñado Herman, acusó a Isabel de ser demasiado generosa y era verdad que
ella había entregado hasta el fondo de su arca lo que tenía, para remediar la miseria
del pueblo en el temible "año del hambre" que Europa entera atravesaba.
Las acusaciones de Herman encontraron eco en la corte y la princesa
Isabel, expulsada del palacio, tuvo que buscar refugio con sus tres hijos y la
compañía de dos sirvientas en Marburgo, la patria de su madre.
Por intermedio del Papa se consiguió que la princesa fuera indemnizada con una
importante suma y se le asignasen unas posesiones, pero ella ya nada tenía que la
ligara al mundo y renunció a sus bienes, vistió el hábito de la Tercera Orden y se
consagró enteramente y de por vida, a practicar heroicamente la caridad.
Por aquel entonces regresaban los cruzados de los Santos Lugares ardiendo en
fiebre y enfermos de lepra y a ellos dedicaba Isabel sus más amorosos cuidados, en
recuerdo de su marido, muerto muy lejos del alcance de sus manos.
Isabel, firme en su propósito de dedicar su vida a los pobres y enfermos, buscando
en ellos al propio Jesucristo, rechazó una y otra vez la llamada de su padre, el rey
de Hungría que, valiéndose de nobles emisarios y hasta de la autoridad episcopal,
trataba de convencerla de que regresara a su país. En cambio, sí acudió solícita a la
llamada del Señor, pues solamente a los veinticuatro años, en 1231, murió para ir al
cielo a recibir el premio merecido por haber dado de beber al sediento, comer al
hambriento, vestir al desnudo, curar al herido, consolar al oprimido y pensar en los
pobres.
Fue canonizada el 27 de mayo de 1235, en presencia de su propio padre, Andrés II
de Hungría. Su fiesta: El 17 de noviembre.
Santa Luisa de Marillac nació el año 1591, hija de una familia noble. Huérfana de
madre muy joven, su padre le proporcionó una formación extraordinaria en todas
las ramas del saber. Era piadosa y ejemplar.
A los quince años quiso entrar en un convento, pero la disuadieron por su delicada
salud. Murió su padre y, a instancias de sus parientes, se casó con el señor Le Gras.
En el proceso de beatificación se lee: "Fue un dechado de esposa cristiana. Con su
bondad y dulzura logró ablandar a su marido que era de carácter poco llevadero,
dando el ejemplo de un matrimonio ideal en que todo era común, hasta la oración".
Tuvieron un hijo al que Luisa le tenía un amor sin límites. Quedó viuda a los treinta
y cuatro años. El señor Le Gras murió santamente, en sus brazos. Desde entonces
decidió entregarse totalmente a Dios y a las buenas obras.
Francia estaba enredada en guerras de religión en el siglo XVI. Luisa recorría los
pueblos, reanimaba las cofradías, visitaba a los enfermos y todo quedaba renovado.
Hacían falta más brazos para atender a tantas necesidades. La miseria imperaba en
ciertas regiones, donde, según informe al Parlamento "los aldeanos se ven
obligados a comer la hierba a manera de las bestias".
Junto a Vicente de Paul, no descansa. Amplían su radio de acción. Otras muchas
jóvenes se unen a Luisa para atender a tantos necesitados. Después de un tiempo
de noviciado, Luisa y sus compañeras pronuncian sus votos, en la fiesta de la
Anunciación de 1634, fecha en que luego renovarán sus votos en todo el mundo las
Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Desde entonces, se multiplican las obras en favor de "sus señores, los pobres",
como gusta llamarlos. Visita a hospitales, acoge a niños abandonados. Atiende a las
regiones en guerra. Su acción se extiende a Flandes, Polonia y, luego, a todo el
mundo. Fundan asilos para pobres, establecimientos para enfermos mentales. No
hay dolencia sin remedio para Luisa y sus compañeras.
A principios del año 1655 queda canónicamente erigida la Congregación de las Hijas
de la Caridad. San Vicente leyó las Reglas y les dijo: "De hoy en adelante, llevarán
el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título, que es el más hermoso que
pueden tener".
La actividad desarrollada por Santa Luisa era sobrehumana, a pesar de su débil
constitución. Murió el15 de marzo de 1660. Vicente, también enfermo, no pudo
acompañarla a la hora de la muerte. Le envió este recado: "Usted va delante,
pronto la volveré a ver en el cielo". Poco tiempo después, ser iría a acompañarla. Su
fiesta se celebra el 15 de marzo.
Santa Teresita del Niño Jesús, jovencita francesa, criada en una familia acomodada,
nació en el año 1873 y en 1897, con sólo 24 años, murió.
En tan poco tiempo en la tierra, llegó a ser Patrona:
● De las Misiones en general. (Junto con San Francisco Javier).
● De las Obras Católicas de Rusia.
● De las Misiones de África.
● De los Enfermos de SIDA.
● De los Pilotos de Aviación.
● De los Floristas y Jardineros.
●. De Francia, junto con Santa Juana de Arco.
●De los enfermos de los pulmones.
●. De la restauración de la libertad religiosa y, como si fuera poco,
●Doctora de la Iglesia. (La más joven de los 33 Doctores que tiene la Iglesia).
¿Por qué llegó a ser la "Santa más grande de los tiempos modernos", como dijo otro
Santo: El Papa Pío X? Porque, ante todo, tuvo unos padres cristianos
comprometidos y ejemplares que serán beatificados próximamente también y ellos
se dedicaron a formar a sus nueve hijos en la mejor forma que pudieron. Cinco de
sus hijas fueron religiosas, como consecuencia de esa educación recibida.
Su vida fue normal, pero a los 15 años, después de haberlo meditado y orado
mucho, luchó por ir al convento. Incluso, visitó al Papa León XIII para pedir su
licencia. Él, prudentemente, lo dejó en manos de Dios, del Obispo y de la Superiora
del convento.
Cuando, por fin, logró su cometido, se propuso ser santa con decisión y conciencia.
Dijo: "Dios no inspira deseos imposibles. No tengo que hacerme más de lo que soy,
sino aceptarme tal como soy, con todas mis imperfecciones".
Buscando los caminos más directos para llegar a Dios, se encontró con la sencillez
de los niños, tan alabada por Cristo en el Evangelio y logró ver un sendero
aparentemente fácil y aparentemente difícil: El amor.
A través de un camino hacia la santidad, fundamentado en la naturalidad y
perfección en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, se fue convirtiendo en el
ideal de muchos cristianos. Dentro del convento, trabajó por la vida comunitaria a
través de su entrega y servicio caritativo para con sus hermanas, especialmente con
aquellas que le hacían la vida imposible.
Los hechos que narra en su autobiografía llamada "Historia de un Alma", han
dejado huella en todos los que la leen. Allí afirma que el éxito de una vida no
consiste en la importancia, ni en el éxito de las obras que hayamos realizado, sino
en el valor del amor con el que nos hemos entregado a todas esas actividades.
Así, en la sencillez y en el abandono al servicio de Dios y en el perfecto
cumplimiento de los pequeños deberes, día tras día, fue acercándose más y más a
los consejos evangélicos que valoró y puso en práctica con rectitud de conciencia.
El amor mostrado en los Evangelios la fue convirtiendo en alguien que consideró la
total disponibilidad puesta al servicio de Cristo con pensamientos que se
adelantaron a su época: "En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor" y
se ofreció cada vez más con mayor esfuerzo, para sostener los padecimientos de los
misioneros, a quienes acompañó con la plegaria, los sacrificios y sus cartas.
Más aún, prometió: "Pasaré en el cielo regando rosas sobre la tierra, hasta el fin del
mundo", como lo ha cumplido desde entonces. Enferma de tuberculosis, ofreció sus
dolores y su vida por la Iglesia, por los misioneros y por los que aún no encuentran
a Dios. En medio de sus fatigas, con una gran esperanza, murió diciendo: "No
muero, voy a la vida".
Edith Stein nació en una familia judía compuesta por 11 hermanos, en 1891, en
Breslau (Alemania). Su madre, de profunda vida religiosa, quedó viuda cuando Edith
cumplió 2 años. Su hija, a los 15, abandonó todas sus creencias.
Buscando la verdad y defendiendo a la mujer, se sintió feliz, hasta cuando estudió
filosofía en Breslau. En Gotinga se encontró con el padre de la Fenomenología,
Edmund Husserl, hombre sincero y preocupado en la búsqueda de la verdad
científica, hizo que Edith fuera su discípula más querida, precisamente por ese amor
a la verdad.
Un día de 1922, leyó, por casualidad la autobiografía: "Vida de Santa Teresa de
Avila". Llegó a la conclusión de que ese camino es la Verdad e, inmediatamente,
compró un Catecismo y un misal, fue por primera vez en su vida a una Eucaristía y
se hizo bautizar en el año nuevo de 1923, haciéndose poner el nombre de Teresa.
En 1934 entra en el Convento Carmelita de Colonia, con el nombre de "Sor Teresa
Benedicta de la Cruz". Fue un tiempo de nazismo terrible, por lo que sus superiores
la mandaron al convento de Echt, en Holanda.
En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y los alemanes invadieron ese
pequeño país, los Obispos publicaron una pastoral condenando estos abusos, por lo
cual los nazis decidieron deportar también a los católicos holandeses de procedencia
judía.
La GESTAPO llegó al convento de Echt buscando a la "monja judía" y Edith fue
llevada al campo de concentración de Auschwitz, ese "calvario del hombre
contemporáneo", como lo llamó Juan Pablo II, entre el 8 y el11 de agosto de 1942.
En su beatificación, realizada el 1 de mayo de 1987, el Papa expresó en su homilía
lo siguiente:
(...) “Cuando llegó la hora de abandonar el Carmelo, Edith se limitó a tomar a su
hermana de la mano, diciéndole: “Ven, vamos a ofrecernos por nuestro pueblo". En
virtud de su seguimiento de Cristo y dispuesta por ello al sacrificio, vio incluso, en
su aparente impotencia, un modo de prestar un último servicio a su pueblo.
Algunos años antes se había comparado a sí misma con la Reina Ester en el palacio
persa durante el exilio de los judíos, antes de Jesús. En una de sus cartas leemos lo
siguiente: 'Confío en que el Señor haya aceptado mi vida por todos (los judíos).
Pienso continuamente en la Reina Ester, que fue tomada de su pueblo precisamente
para presentarse ante el rey por el pueblo. Yo soy una pobre y pequeña Ester impo-
tente, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso"'.
(...) "Edith Stein se encontró con Cristo y este encuentro la llevó, paso a paso, a la
clausura del Carmelo. En el campo de exterminio murió como hija de Israel "para
gloria del Nombre Santísimo (de Dios)" y, al mismo tiempo, como hermana Teresa
de la Cruz, es decir, bendecida por la cruz".
(...) "Encontró la cruz por la primera vez en la viuda de un compañero de estudios,
mujer fuerte en la fe, para quien la trágica muerte de su marido no fue ocasión de
duda, sino que, en esa circunstancia, sacó fuerza y consuelo de la cruz de Cristo.
Edith Stein escribirá más tarde sobre este hecho: "Fue mi primer encuentro con la
cruz y la fuerza que Dios da a quienes la llevan... En ese momento, mi incredulidad
cayó por tierra... y resplandeció Cristo: Cristo en el misterio de la cruz".
(...) A la afirmación de su madre de que también se podía ser piadosa siendo judía,
respondió ella: "Cierto; pero cuando no se ha conocido otra cosa".
(...) Ella estaba convencida de que, a quien entra en la vida religiosa, "los suyos no
la pierden, sino que la ganan; pues nuestra vocación es precisamente estar ante
Dios por todos".
Culminaba su homilía el Papa, en el estadio de Colonia, diciendo: "Bendita sea Edith
Steln, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, una verdadera adoradora de Dios, en
espíritu y en verdad". Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz, se reunió con
Jesucristo en una cámara de gas.
Juana de Lestonnac nació en Burdeos, Francia, en 1556, hija de padres nobles (él,
francés y ella, castellana). En su familia encontró resistencias para su fe, desde su
propia madre hasta filósofos como su tío Miguel de Montaigne, quien la llamó: "bella
princesa, albergada en magnífico palacio".
Halló la ayuda de Guy, el mayor de sus hermanos varones quien, con sus charlas
fraternales, le dio a conocer lo que aprendía en el colegio que dirigían los Padres
Jesuitas.
De esta manera fortaleció su fe y su devoción a la Virgen, en un ambiente
combatido por la herejía. El barón de Landirás y de la Mothe le rogó que fuera su
esposa. Ello oró, pidiendo discernimiento y claridad para ese paso y aceptó. 24 años
estuvo en el baronesado de Landirás, buscando perfección en todo. Tuvo 8 hijos y
pronto murieron los 3 primeros.
Con sus dos varones y tres mujeres más, pudo vivir a plenitud su vocación de
madre y de santa, atendiendo a sus colonos, dando hospitalidad a los mendigos,
entregándose de tal manera a los demás que, años más tarde, le dieron el título de:
"Honor y Gloria de Francia y de la Iglesia".
En el año 1597 murió su querido esposo, por lo que tuvo que tomar las riendas del
hogar. En 1604 muere el heredero del baronesado. Su otro hijo, Francisco, también
fundó su hogar. Las hijas María y Magdalena, entraron a las Anunciatas de Burdeos.
Sólo le quedaba su pequeña Juanita, a quien dejó a cargo de Francisco y su esposa,
para poder ingresar en la comunidad de las Fuldenses, en Tolosa, pues deseaba
entregarse plenamente al Señor.
Juanita, la pequeña de la casa, no la quería dejar partir pero, sobreponiéndose, la
dejó, con gran dolor, para irse a cumplir lo que pensaba que era su vocación.
Cuando tomó el hábito, inició una vida llena de penitencias rigurosas, de tal manera
que la superiora la invitó a volver a su castillo de Landirás.
Entonces buscó la manera de cumplir la voluntad de Dios. Soñó con muchas jóvenes
que se iban al abismo y, como fondo, veía a la Virgen María que procuraba salvar a
la juventud. Esa noche, comenzó su esfuerzo por lograr hacer la voluntad de Dios y
aceptar lo que fuera más conveniente para ello.
Vivió la caridad en su palacio, pero continuó pensando, buscando y pidiendo ayuda
para algo mejor. Los Jesuitas Bordes y Raymond le ayudaron a escribir Reglas con
la mentalidad de Ignacio de Loyola, con el objetivo de fundar una comunidad, que
respondiera a sus inquietudes. El 11 de mayo de 1608, tomaron hábito las 5
primeras religiosas en la Compañía de la Virgen. En 1610, son nueve las que se
entregan en forma total, luego de vicisitudes planteadas por un Cardenal que las
quería ver dentro de las Ursulinas.
Tuvo que sufrir muchas cruces, como los desprecios de Lucía de Teula, fundadora
frustrada de Tolosa y la traición de una de sus hijas, entre las primeras religiosas
que tuvo, quien por envidia y ambiciones hizo llegar falsas acusaciones ante el
Prelado Superior.
"La parte que Jesús nos da de su cruz nos hace conocer cuánto nos ama", repetía
esta Santa. Continuó así, dando ejemplo de humildad, al preocuparse por las niñas
más pobres. ¿De dónde sacaba fuerzas? De la Eucaristía y la devoción al Ángel de la
Guarda y a la Virgen a la que consagró la Compañía fundada por ella.
Ejemplo de caridad, en épocas de epidemias, ayudó a los mendigos y necesitados;
vivió pendiente de la Providencia en todas sus empresas. El 2 de febrero de 1640,
en sólo dos días de enfermedad, murió repitiendo los nombres de Jesús, María y
José, dejando organizadas 40 casas del instituto.
Durante la Revolución Francesa, fueron profanados sus restos, enterrándolos junto
a los de un caballo. La madre Duterrail, cuando terminó dicha conmoción, logró
encontrar sus restos y después de 300 años, Pío XII la elevó a la gloria de los
altares el15 de mayo de 1949.
Hoy sus hijas están regadas por todo el mundo y pasan de 115 casas de la Orden
de la Compañía de María Nuestra Señora que procuran vivir el carisma de quien les
enseñó a: "Trabajar o morir por la mayor gloria de Dios".
Heroína de la caridad
María Ráfols obtuvo ese título, conferido por la ciudad de Zaragoza que la acogió y
en la que se santificó ayudando a hacer lo mismo a otras mujeres jóvenes.
Nació el 7 de noviembre de 1781 en Villafranca del Penedés (Barcelona) en una
familia cristiana que la puso a estudiar, movidos por su ingenio y precocidad. Se
encontró con el P. Juan Bonal al organizar una expedición a Zaragoza para ir a
trabajar en un gran Hospital, junto a la Virgen del Pilar, desde el 28 de diciembre de
1804.
Con caridad paciente en exceso, logró transformar un hospital lleno de desidia y
desorden en una vida religiosa apostólica que la condujo a la envidia e intolerancia
por parte de las autoridades que habían administrado dicho centro. En 1806, la
Madre Ráfols se presentó a examen de Flebotomía, para poder practicar la
operación de sangría, tan frecuente en la medicina de su tiempo.
Durante los dos sitios de Zaragoza organizados por parte de los franceses que la
tomaron, la madre Ráfols y sus Hermanas de la Caridad ayudaron a enfermos y
pobres, sin fijarse en nacionalidades, siendo las personas que vivieron los derechos
humanos, sin tomar en cuenta para nada, ni la raza, el idioma o la nacionalidad,
arriesgando la vida entre balas y bombardeos. En 1808 quedó Instalado el Hospital
de Convalecientes.
Se presentó valientemente ante el general Lannes, jefe francés, buscando alimentos
y la forma de curar heridos, logrando salvar muchas vidas. En 1811 fue reconocida
la Hermandad y llegó otra etapa dura. Busca el indulto o huída de los prisioneros
maltratados y hasta los oficiales presos en el castillo también le solicitan su servicio
y su generosa caridad.
Por las fiebres murieron numerosas hermanas jóvenes, pero continuaron ejerciendo
el servicio de la caridad. Cuando los franceses se fueron, se dedicaron a los niños
abandonados. Su mayor sufrimiento: Ver morir a los niños en sus brazos. Visita las
familias que tienen niños en "custodia" para ver si están bien atendidos; su corazón
traspasa los muros del Hospital.
El trienio de 1820 al 23 de radical anticlericalismo prohibe vestir hábito y obligan a
secularizarse a los religiosos de ambos sexos. El 15 de julio de 1824, por fin, les
fueron aprobadas sus Constituciones por el Vicario General y trece Hermanas
pronunciaron sus 4 votos de Pobreza, Castidad, Obediencia y Hospitalidad.
La Madre Ráfols se dedicó entonces, con mayor tiempo, a los pequeños sin hogar.
Cuando se declaró la guerra carlista, la Madre Ráfols fue encarcelada y,
posteriormente, desterrada, a pesar de ser declarada inocente. Fue detenida el 11
de mayo de 1834 y trasladada a la antigua cárcel de la Inquisición, destinada para
presos políticos. Allí, junto a otras mujeres, se ocupó de hacer todo el bien posible
durante dos largos meses que finalizaron con el pago de una fianza.
Continuó en ese sitio llamado la Inclusa, esperando la sentencia que llegaría un año
más tarde, declarándola inocente, aunque para sorpresa de todos, se la obligó a
salir de Zaragoza siendo exiliada en Huesca. Allí fue recibida con cariño por las
hermanas que 7 años antes había ido a visitar con permiso de la Sitiada.
Cuando finalizó la guerra carlista, la Madre María vuelve a su querido Hospital de
Zaragoza y junto a los niños de la Inclusa. El número de niños abandonados siguió
aumentando al igual que los que morían. La junta decidió colocar a otras dos
hermanas para que le ayudaran.
El 30 de marzo de 1845 llegó su jubilación en atención a su avanzada edad y fue
sustituida por la hermana Teresa Periú. Una vez más, la Madre María resultó de
difícil sustitución por lo que la junta decidió que siguiera a cargo de la Inclusa.
Sufrió una parálisis progresiva, hasta el límite de sus fuerzas y cayó en cama. "De
los últimos momentos de su vida poco puede decirse, porque horas antes de morir
perdió el habla. Sólo observaron que, momentos antes de expirar, miró a todas con
mucho cariño y, sonriente, entregó, con gran paz, su alma al Señor".
Así, a la edad de setenta y un años y cuarenta y nueve de vida religiosa, el día 30
de agosto de 1853 dejaba su legado: "Servir a todos, principalmente alas más
pobres y necesitados con una Caridad sin fronteras".
Hoy la siguen, en esos caminos, más de 3.000 hermanas, en diversos países del
mundo. En este año 2004 han cumplido su segundo centenario. Nos unimos,
alegres, a esta efemérides.
(Cf. www.padrínos.org)
En 1908 emprendió su primer viaje misionero. Fundó las "Obras de los Indios" y la
Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena,
para llegar hasta donde no llegan los sacerdotes.
En 1914 organizó un grupo de señoritas consagradas al servicio de Dios y de los
hermanos más necesitados, dando vida a la congregación que con los años se
extendió a varios países de América Latina.
Defensora de los derechos del indígena y símbolo de la mujer fuerte, la Madre Laura
murió el21 de octubre de 1949 en Medellín. Está considerada como una figura
ejemplar para la historia religiosa de su país.
Envió: Feviva.
La madre, la muerte y el ángel
En pleno día -por tiempo y por edad-la mujer vestía de noche. La oscuridad de su
pena hacía juego con la suelta cabellera, los ojos insondables y la túnica. Cansada
de llamar a la Muerte que bajó la caperuza, tapó sus oídos y vagó por el mundo sólo
por no oírla, acudió al Ángel.
- Señor: He perdido a mi hijo. ¡Era tan pequeño que cabía exactamente en la cuna
de mis brazos! En vano llamé a la Muerte para que me lo devolviera. ..
- ¿No sabes, Mujer, que la muerte no devuelve nada...?
- Le rogué que me llevara junto a él. No fui escuchada. No tengo paz ni consuelo.
Toda yo soy una estéril lluvia de lágrimas.
- Resignación, Mujer.
- Lo soñé con amor. Lo engendré con amor. Lo esperé con amor. Lo di a luz con
amor... Y me fue arrebatado. No tiene sentido.
- Busca las palabras de la resignación y de la fe -dijo el Ángel y desapareció.
La Mujer cerró sus desolados ojos. Cuando los volvió abrir estaba en una Iglesia que
destilaba esplendor. En los murales, pintores de clara estirpe idealizaron hasta el
arrebato místico, los rostros de vírgenes y santos.
Se arrodilló ante el sacerdote.
- Padre: He perdido a mi hijo. No tengo paz ni consuelo. En vano he llamado a la
Muerte. Vivo en martirio.
- Bienaventurados los que sufren porque de ellos será el reino de los cielos... Dios
da y Dios quita. Tu criatura, mujer, es un ángel grato a los ojos del Señor.
Resignación, hija mía, resignación.
Cubierta con su cabellera como un manto, fue a una sinagoga. Refulgían la estrella
de David y los candelabros de siete brazos. Se arrodilló ante el rabino.
- Señor: He perdido a mi hijo. Lo engendré con alegría. No tengo calma, ni
consuelo, ni encuentro sentido a mi vida. Soy un dolor.
- Un Rabí perdió a su hija recién nacida y, en su acompañamiento, iba alegre...
Cuando le preguntaron el motivo, repuso: "Me alegra devolver a Dios un alma tan
pura como cuando Él me la dio...". Dios da y Dios quita. Resignación, hija mía,
resignación.
Envuelta en la oscuridad de su cabellera y de su pena, la mujer entró en la
mezquita.
La filigrana de la piedra reproducía, hasta el infinito, el nombre de Alá. Se hizo un
ovillo a los pies del Imán.
- Señor: He perdido a mi hijo. Era tan pequeño que mis brazos le bastaban. Lo
amaba y lo perdí. No tengo consuelo.
- La verdadera tumba de los mortales no está en la tierra sino en el corazón de los
hombres... Tu hijo está vivo en tu corazón. Vida y muerte no nos pertenecen, Dios
da y Dios quita. Resignación, hija mía, resignación.
Arrebujada en el manto vivo de su cabellera, la madre entró en una capilla
evangelista. Las paredes eran grises y desnudas. Sólo un crucifijo fino, de madera
negra. En lo alto, los fragmentados colores de un vitral. Dobló su torturada
humanidad ante el Pastor.
- Señor: He perdido a mi hijo. Era tan pequeño y tan grande mi dolor. Vivo penando
y sin consuelo.
- En el día del juicio final veremos los rostros de él y de los seres que amamos. Dios
da y Dios quita. Resignación, hija mía, resignación.
En lágrimas, ya sin fuerzas, la madre era una figura oscura, espasmódicamente
sacudida por los sollozos y el viento. Ajena a la vida que pasaba a su alrededor, sólo
recordaba al hijo que tuvo entre sus brazos y se perdió como en un sueño... El
Portero Celestial, con infinita pena le alzó el rostro.
- Mujer, levántate. Vaya llevarte ante quien comprenderá tu dolor.
Por un instante, la madre abandonó su oscuridad de cuerpo y espíritu.
- ¡Señora...! -suplicó ante la augusta figura. Tú que perdiste a tu Hijo, dime, ¿cuál
es la fórmula del consuelo...?
Entonces, a dos mil años del hecho, los ojos de la virgen María se llenaron de
lágrimas…
(María Inés Casalá. Publicado en Diálogo 56)