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Teresita de Jesús Rodríguez Anza 4º G

Preparatoria número 7 Profesora: Greysi Marizol León Alfaro


NOCTURNOS
Todos lo saben, no es un secreto. Susurros se escuchan, gritos se acallan, las
miradas se desvían, las cabezas se agachan. Nadie lo admitirá, no es asunto s
uyo y no se entrometerán.
El silencio y temor impregna el aire, la noche ha llegado, ellos tratarán de dormi
r, fingir que no sucede nada, encerrarse en sus casas y salir hasta el alba. Sus
hogares son pequeños y oscuros, alineados frente a la gobernante del pueblo, l
a Mansión de las Luces, que es tan grande y dominante que opaca a las choza
s que constituyen al pueblo, con una luz que nadie sabe de donde proviene y pr
ovoca una bruma de diversos colores que envuelve la construcción, separándos
e, cambiando y volviéndose a unir, formando una rosa tan exótica que maravilla
tanto como intimida.
Noche tras noche el mismo espectáculo se realiza, los humanos se ocultan con
el sol y la bruma danzarina indica un nuevo mundo que se acaba de despertar.
La música armónica resuena en las paredes de la mansión, comienza desde los
cuartos al nivel del suelo y se propaga hasta el salón principal, poco a poco, co
nforme la canción avanza, las siluetas aparecen. Primero es una pareja vestida
de forma elegante que comienza a bailar en el centro, después una multitud qu
e se dispersa en el salón, unos bailan, otros hablan y otros simplemente observ
an con una sonrisa en su cara. Sus cuerpos son traslúcidos, su vestimenta antic
uada, por ellos surcan heridas que le dieron fin a su vida mortal, unas tan pronu
nciadas que impactan al espectador y otras tan minúsculas que pasan desaperc
ibidas. Ven su existencia como una forma de seguir, no conocen otra cosa y lo f
estejan.
La puerta principal es abierta de golpe, un viento impacta a los huesos de los g
uardias calavera, no se mueven, reconocen lo que sucederá en un momento. L
a bruma colorida se asoma y un hombre con un traje negro y piel blanca como l
a leche entra, saluda a los guardias y se dirige al salón, donde sonríe mostrand
o sus dos colmillos afilados capaces de destrozar a su presa, pero ahora sólo si
rven como distinciones a su especie, se acerca a las multitudes y se disuelve e
n las conversaciones. Una manada de lobos de gran tamaño irrumpe en el baile
, nadie es sorprendido, sólo se giran para ver la transformación de los animales
en humanos, un temblor sacude al macho alfa y el aire cercano a él cambia, se
llena de energía, una luz blanca lo cubre y cuando la intensidad disminuye deja
a la vista a un hombre de mediana edad con rasgos salvajes, vestido con ropa s
imple y sin florituras, los otros lobos siguen su ejemplo y la luz los cubre a todos
.
En el exterior, objetos voladores se acercan a la mansión a gran velocidad, se d
etienen en la bruma y se deleitan con su rose, bailando con cada curva y cambi
o de tono, en el centro se detienen y tres mujeres en escobas son rebeladas, su
s cabellos son revueltos con el aire y sus vestidos ligeros son mecidos, se sonrí
en de forma felina y bajan en picada, a tres metros del suelo brincan y con una
pirueta aterrizan, se ríen a carcajadas e ingresan al baile.
Desde la torre más alta de la Mansión de las Luces, una mujer alta y con un ros
tro que no demuestra emociones observa el pequeño pueblo oscuro, frunce los
labios y se gira a ver a su asistente, la futura mediadora de especies, su predec
esora. Los ojos de la muchacha expresan tristeza y desesperación.
--¿Por qué los humanos siguen sin asistir, maestra?-- preguntó la joven--No lo e
ntiendo, nos mostramos respetuosos y no causamos daños.
-- Porque tienen miedo, se aferran a su normalidad y no dejarán de estar en su
círculo seguro. Nosotros somos extraños y nos evitarán a cualquier costo.
-- Pero, ¿algún día cambiarán, cierto?--ella frunce el seño--¿Nos aceptarán?
-- No sé, es lo mismo que me he preguntado durante siglos.

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