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¿HASTA CUÁNDO HAS DE ABUSAR DE NUESTRA PACIENCIA,

{CONGRESISTA} CATILINA?

Catilina era un político Romano que buscó por todos los medios llegar a ser
Cónsul; utilizó el soborno, el asesinato, la conspiración y la sedición; en otras
palabras, ejerció la política en el campo de la ilegalidad. La última innoble
batalla que puso en marcha para alcanzar su objetivo fue descubierta por
Cicerón, a la sazón Cónsul, quien con cuatro discursos, conocidos como las
Catilinarias, expuso los delitos de Catilina en el Senado logrando aislarlo
políticamente y llevar a sus secuaces a la condena final, ya que el propio
Catilina al parecer se hizo asesinar en la batalla de Pistoria, luchando contra
las tropas leales a la república comandadas por Antonio.

En el congreso colombiano, una gran mayoría de parlamentarios (se


encuentran pocas excepciones) se ha venido comportando como el Catilina
romano; ha venido tejiendo, en su accionar político, algunos con presuntos
delitos que investigan las autoridades y otros con descaradas indelicadezas,
una conspiración para atentar contra la democracia del país. No son pocos los
escándalos que nuestro congreso en los últimos años ha incubado, llegando al
de los últimos días al conciliar una reforma a la Constitución que,
descaradamente, los hace ciudadanos con extraordinarios privilegios
judiciales, amén del clima de impunidad que se genera a funcionarios públicos
que cometan delitos en contra del Estado. Esto entre otras perlas.

Profanando la memoria de la oratoria de Cicerón, en relación con la


vergüenza que debemos sentir los colombianos de la llamada “Reforma
Judicial” que aprobó la “catilinaria” mayoría del parlamento, el reclamo que
los ciudadanos, y en particular del mío, pueden hacer al congreso encontraría
en sus Catilinarias una fuente de inspiración; en cuyo caso, poniendo entre
corchetes las palabras que se cambiarían por las que las suceden en las
originales de Cicerón - como en el título de esta nota-, se puede decir: ¿Hasta
cuándo has de abusar de nuestra paciencia, {Congresista}Catilina? ¿Cuándo
nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos sé arrojará tu
desenfrenada audacia?

La indignación de la opinión pública no puede ser inferior. Legislaron en


beneficio propio, llevando el derecho democrático de la inmunidad
parlamentaria- aquel que protege a un legislador de ser perseguido por su
ideología o por las acciones que realiza cumpliendo con los dictados de su
conciencia- al de la impunidad parlamentaria ante el delito. Bien, desde el
punto de vista bilógico, cualquier organismo superior enfermo genera sus
anticuerpos para sobrevivir, así mismo ese órgano legislativo, con sus tejidos
enfermos, generó su anticuerpo, una condición de impunidad que le permitiera
sobrevivir a sus mañas; crearon las condiciones para que el poder de las
justicia no los tocase. Ese cuerpo se conoce bien.

La reforma, aunque no quedó en el texto de la conciliación, traía un artículo


que en mi criterio dejaba a los ciudadanos comunes a merced de posibles
arbitrariedades judiciales, en un claro retroceso de los derechos ciudadanos, al
permitirle a la Fiscalía la detención de personas y la interceptación de
comunicaciones sin orden judicial. Hasta el momento, para garantizar los
derechos de los ciudadanos a la presunción de inocencia y a la defensa, un
juez de garantías es quien autoriza las ordenes de detención y otras acciones
de policía judicial; sí bien el desarrollo de estos derechos puede afectar la
velocidad de las investigaciones, el problema no está en los derechos sino en
los procedimientos, por lo tanto lo que se debe revisar son los mecanismos
para hacerlos eficaces y eficientes – si hace carrera esta visión, no faltará
alguien que se le ocurra la idea de que para que los procesos judiciales se
acorten se pueda partir de la presunción de culpabilidad de los imputados-.
Aunque al margen de la intención de este escrito, no puedo dejar de pensar en
el caso de Sigifredo López, con una investigación mal llevada que hoy,
después de conocer los resultados de las pruebas de voz y video realizadas por
el FBI que no concluyen que Sigifredo fuese el que aparece en el video de la
planeación del secuestro de los diputados del Valle, se puede observar que el
caso se convirtió en una cuestión de honor para la Fiscalía que hace pensar
que en lugar de buscar justicia propicia el linchamiento judicial y moral del
sindicado. Con estos antecedentes, este cambio que venía en la ley produce
miedo sobre todo cuando es cada día más palpable la debilidad de nuestras
instituciones a todo nivel.

Cicerón diría hoy frente a nuestro Catilina: Y tú, que por la conciencia de tus
maldades sabes el justo {desprecio} odio que a todos inspiras, muy merecido
desde hace tiempo, ¿vacilas en huir de la vista y presencia de aquellos cuyas
ideas y sentimientos ofendes? ... Pues la patria, madre común de todos
nosotros, te {desprecia} odia y te teme, y ha tiempo sabe que sólo piensas en
su ruina.

Como Catilina, los congresistas no atenderían a semejante llamado; a los


ciudadanos nos toca promoverlo. Si la masa de votantes que solo sufragan en
las presidenciales, aquella que se llama voto de opinión o voto no amarrado,
saliera a votar por una lista de ciudadanos independientes –libres de uribismo
y otras yerbas- que se aglutinen para darle una nueva cara a una institución
importante en la democracia en todo el mundo, como lo es el órgano
legislativo, matemáticamente se puede observar como la composición del
nuevo congreso que resultare podría darle una nueva cara, con una
probabilidad alta que esa nueva cara sea de decencia.

Para no seguir profanando la memoria de Cicerón: ¿Hasta cuándo Congreso?


Hasta que el ciudadano activo, trabajando con las herramientas de la
democracia, haga lo que tiene que hacer para cambiar a nuestra clase política.

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