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Propuestas Didácticas
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Montserrat Fons
1. Introducción .............................................................................................. 3
2. Usos de la lengua escrita.......................................................................... 3
3. Leer y escribir............................................................................................ 4
3.1. ¿Qué es leer? ..................................................................................... 4
3.2. ¿Qué es escribir? ............................................................................... 5
1. Introducción .............................................................................................. 7
2. Objetivos didácticos.................................................................................. 8
3. Selección y secuenciación de contenidos ............................................... 9
4. Orientaciones metodológicas ................................................................... 10
4.1. El adulto lee delante de los niños .................................................... 10
4.2. El adulto mira libros juntamente con los niños ............................... 10
4.3. El adulto lee para los niños .............................................................. 11
4.4. El adulto escribe delante de los niños ............................................. 12
4.5. El adulto escribe para los niños ....................................................... 12
4.6. El adulto interpreta las producciones de los niños ......................... 13
D. Recursos ..................................................................................................... 27
Bibliografía ............................................................................................... 27
1. INTRODUCCIÓN
La enseñanza del lenguaje escrito en Educación Infantil tiene una larga historia
de defensores y detractores. En un extremo se ubican los defensores de las
enseñanzas precoces que abogan por una enseñanza sistemática de la lectura
desde el primer año de vida y en el otro extremo los que consideran que tal enseñanza
no es propia de esta etapa y no debe programarse hasta más allá de los 6 años.
Desde un punto de vista globalizador, y tomando como teoría de aprendizaje el
constructivismo, debemos tener en cuenta que el niño se interesa y construye
conocimiento sobre todo aquello que percibe (mira, toca, siente, interacciona, etc.)
de su alrededor y especialmente de los seres más queridos.
La cultura escrita forma parte de ese entorno o sociedad, en el seno del cual el
niño va a crecer y a desarrollarse. Por ello la cultura escrita está, o debería estar,
presente y viva en la escuela de Educación Infantil, ya que la escuela infantil es
elemento integrante de esta misma sociedad.
Sin embargo, que la cultura escrita sea un elemento definitorio de nuestra socie-
dad occidental, no significa que esté presente o, simplemente, aparezca, en las rela-
ciones entre el niño y sus familiares. En algunos casos porque los padres son
analfabetos funcionales y en otros porque, aunque estén altamente culturalizados,
ven muy poco a sus hijos, y el poco tiempo que les dedican lo concretan en jugar,
comer y hablar, pero no en leer cuentos, o escribir mensajes conjuntamente. Así,
es posible que algunos niños nunca, o casi nunca, hayan visto como sus progeni-
tores leen o escriben. Por ello es interesante que educadores y maestros valoren y
muestren al niño las manifestaciones de la cultura escrita que ellos mismos utili-
zan, porque así se amplían las posibilidades de que el niño vea, escuche, pregunte
e interaccione con seres queridos, próximos a ellos, que leen y escriben como
parte integrante de su modo de hacer.
Dentro de este planteamiento, la atención que merece el lenguaje escrito en la
escuela de Educación Infantil se justifica por la necesidad de crear ambientes que
aseguren a los niños un contacto directo con el lenguaje escrito y un uso de este
lenguaje con propósitos similares a los que tiene la escritura fuera de la escuela. La
riqueza de las interacciones, que se suscitan a partir de este uso, entre el niño y
los adultos alfabetizados que están a su cargo, determinarán la calidad de los apren-
dizajes que realizarán los niños.
Analizamos a continuación para qué usan la lengua escrita las persones alfabe-
tizadas con la finalidad de orientar de manera coherente la presencia de la cultura
Uso práctico . Comprende todos aquellos usos de la lengua escrita que tienen
por objeto solucionar cuestiones de la vida cotidiana, tales como rellenar un impreso,
accionar un cajero automático o usar el transporte público. Desde esta perspectiva,
la lectura y la escritura son consideradas como instrumentos para poder adaptarse
a la sociedad y vivir autónomamente. El uso práctico del texto escrito persigue, pues,
la utilidad inmediata de lo que se lee o se escribe.
Uso científico. Comprende todas aquellas prácticas de la lengua escrita que tie-
nen por objeto acceder a nueva información y potenciar el conocimiento en su
sentido más amplio. Debe entenderse que el conocimiento no se amplía únicamente
leyendo sino también escribiendo. El hecho de escribir obliga a un procesamiento
de la información de alto nivel. La manera específica de pensar para poder escribir
es un factor que puede modificar los conocimientos de quien escribe. El uso cientí-
fico de la lectura y de la escritura confiere, pues, poder a la persona. El poder que
da la información y el conocimiento de las distintas realidades.
Uso literario. Se refiere a los aspectos relativos a la belleza literaria. Contempla
esencialmente la vertiente retórica, poética y estética del lenguaje. Desde esta
perspectiva no se acentúa la capacidad de ser autónomo, ni de acceder o controlar
la información, sino que aprecia la capacidad de expresar sentimientos, de provo-
car ambigüedades y de crear mundos imaginarios a partir de la palabra escrita. Per-
mite el acceso al placer estético y da categoría de erudita a la persona que lo usa.
3. LEER Y ESCRIBIR
Puesto que la concepción que el maestro tiene sobre el objeto que enseña
determina en gran manera el modo de orientar las prácticas educativas, es intere-
sante reflexionar sobre qué entendemos por leer y por escribir.
1. INTRODUCCIÓN
– Pertenencia de objetos (uso del nombre propio para identificar enseres perso-
nales: bolsa o cartera, abrigo, producciones, etc.).
– Control de asistencia (asistencia a clase, a los rincones o talleres, etc.).
– El nombre de los grupos (el nombre de la clase, el nombre de los grupos por
mesas, el de los grupos por talleres, etc.).
– Rotulación de los distintos espacios (secretaría, dirección, aulas, el mismo
nombre de la escuela y también dentro del aula: rincones, cajas de materiales,
etc.).
– Organización de tareas y responsabilidades (distribución de cargos para lim-
piar las mesas, vaciar la papelera, regar las plantas, etc.).
– El calendario y la fecha.
– El menú de la escuela.
– Materiales impresos del entorno (etiquetas de productos, folletos de propa-
ganda, carteles para anunciar espectáculos, etc.).
– Mensajes breves a las familias, a la secretaría, a otros grupos, entre los mis-
mos niños y niñas, etc.
– Listas de materiales, juegos y actividades.
– Asamblea de clase: propuesta de temas y acuerdos pactados.
c) Situaciones de uso de la lengua escrita para apreciar el valor estético: Uso lite -
rario.
2. OBJETIVOS DIDÁCTICOS
– El nombre propio escrito para – Identificación, reconoci- – Interés por descubrir el sig-
identificar las propias perte- miento y reproducción del nificado (leer) de las etique-
nencias. nombre de pila propio y el de tas de los objetos que usa.
– El lenguaje escrito como algunos compañeros y com- – Implicación en las activida-
medio de comunicación y de pañeras. des de uso de la lengua
placer. – Elaboración de hipótesis de escrita.
– Conexiones entre el lenguaje lectura en un contexto dado. – Placer y curiosidad por cono-
oral y el lenguaje escrito. – Distinción entre libros de cer distintos tipos de libros.
– Aspectos formales de la escri- cuentos y libros de conoci- – Cuidado y respeto por los
tura: linealidad, direcciona- mientos. libros.
lidad, organización del – Familiarización con diversi-
espacio gráfico, manteni- dad de libros de cuentos y de
miento del libro erguido conocimientos.
mientras se lee, pasar las – Audición de distintos tipos de
páginas de una en una. textos leídos por personas
– Aproximación al valor arbi- alfabetizadas.
t ra r i o y c o nve n c i o n a l d e – Uso de vocabulario específico
algunos elementos del para hablar del texto escrito:
código: las sílabas, las letras. letra, sonido, palabra y texto.
– Utilización de algunos cono-
cimientos convencionales de
la escritura: linealidad, orien-
tación izquierda-derecha,
posición y organización del
papel, etc.
Cuando, además de mirar un libro conjuntamente, se lee para el niño, éste, que
aprende a escuchar y a comprender el texto escrito, muestra interés por observar
las hojas de donde procede el texto que se lee y, si se le deja, intenta girar las pági-
nas cuando toca. La participación del niño en la lectura de libros es bien distinta si
se trata de libros de cuentos y de textos narrativos en general, de si se trata de
libros de conocimientos y de textos expositivos en general, puesto que sus funcio-
nes también son distintas.
En los primeros se entra en un juego de imaginación. A partir del título, de la des-
cripción de un personaje, de una situación, etc., se promueve que los niños ela-
boren hipótesis sobre lo que pasará, sobre cómo se imaginan que es determinado
personaje, sobre los sentimientos que les provoca una determinada acción, sobre
cómo actuarían ellos, etc.
En los segundos se entra en un diálogo sobre cómo son y cómo se relacionan
los seres y objetos de la vida real. A partir de la fotografía o del dibujo, se esta-
blece un diálogo sobre el conocimiento que se tiene de las cosas. Los nombres de
los seres y de sus partes, las explicaciones de cómo funcionan y las interpretacio-
nes del porqué son así las cosas.
Leer en voz alta textos que interesen a los niños y niñas es una de las mejores
fórmulas para introducir, potenciar, desarrollar y mejorar la lectura de los menos
expertos de cualquier edad.
Cuando el adulto lee para los niños se crea una relación afectiva importante, ya
que leerles significa sentarse a su lado y dedicar un precioso tiempo del adulto a
compartir una historia, un relato, un texto, de manera agradable. Así, gracias a este
contacto, el niño va construyendo experiencias positivas de lectura.
Estas experiencias tienen una influencia tan decisiva en el posterior desarrollo
de la lectura que leer para los niños y niñas no debería ser considerada una activi-
dad «de relleno», para los tiempos muertos, sino que debería ocupar un horario
específico dentro de la programación semanal de clase.
Así como es muy probable que, alguna vez, los niños vean a los adultos que tie-
nen a su alrededor, cómo leen (desde la propaganda del supermercado, la fecha de
caducidad de un producto, el recibo del gas, los anuncios televisivos, hasta al perió-
dico y la novela, por poner distintos ejemplos y niveles de lectura), no sucede lo
mismo con la escritura. Si reflexionamos sobre las oportunidades que tienen los niños
de ver a los adultos más próximos escribir usando papel y lápiz, se puede llegar a
la conclusión de que esas oportunidades son muy escasas por no decir nulas.
Los adultos tienen poca o nula necesidad de escribir en la vida cotidiana, como
máximo anotan algo en su agenda, dejan un mensaje para alguien ausente, hacen
listas pera recordar lo que deben hacer, rellenan algún impreso para solicitudes y
firman los recibos de la tarjeta de crédito. Hoy en día, la escritura está muy ligada
a las necesidades profesionales, para lo cual el adulto no usa el papel y el lápiz
sino el ordenador. Con todo ello se quiere advertir de que, en general, los niños y
niñas tienen pocas oportunidades de estar en contacto con personas que escriben,
como en la escuela, con papel y lápiz y por eso la función del maestro como modelo
de escritor experto adquiere más relevancia.
La maestra escribirá notas para las famílias, recordatorios en su agenda, propuestas
de los niños que quiere recordar, etc., en silencio, delante de los niños, porque es
como suele hacerse y es como pueden percibir la necesidad de concentración nece-
saria para realizar este acto. El alumnado debería percatarse de cómo el escrito se
hace y rehace tantas veces como el autor considera necesario. Tachar, borrar o empe-
zar de nuevo un escrito es una práctica que los niños tienen pocas oportunidades
de ver a su alrededor y, en cambio, es una de las características más significativas
del texto escrito, que lo diferencia del oral.
La maestra también escribirá para los alumnos, cuando surja una necesidad. Por
ejemplo, cuando debe escribir el nombre de un alumno en una hoja de trabajo o
cuando necesita recordar algo para sus padres, o cuando se decide escribir una carta
para concertar una visita, etc. La participación del niño puede ser en todos y en cual-
Cuando el niño empieza a producir palotes sobre el papel, diciendo que escribe
su nombre; y empieza a pronunciar frases imaginarias pero relativas al texto escrito
que mira, diciendo que lee, empieza a participar activamente de la cultura escrita.
Este proceso es el habitual entre los niños que están en contacto con la cultura
escrita, miran lo que hacen los adultos y hacen como ellos, los imitan. Pero este
hacer va a constituir un largo proceso de construcción hasta convertirse en perso-
nas totalmente alfabetizadas. Para avanzar en este proceso necesita reflexionar sobre
lo que hace, necesita que alguien le ayude a comprender lo que produce. Ésta es
la clave, no necesita que le enseñen primero la letra i, después u y el resto de
vocales y consonantes una a una. Necesita que alguien interprete los palotes que
produce y sepa valorarlos en claves del proceso de adquisición de la escritura para
afianzar lo que conoce bien y ofrecer la pregunta, el reto o la orientación necesa-
ria para dar el siguiente paso.
1.er nivel: escribir como reproducción del acto de escribir de la persona alfabe-
tizada.
Se reproducen los gestos del acto de escribir y algunas de las características grá-
ficas formales, como la ausencia de elementos figurativos, la linealidad y la sepa-
rabilidad de los elementos gráficos. Las producciones que consiguen en este acto de
imitación de la escritura adulta son del tipo: círculos, palos y ganchos.
En este nivel, los niños atribuyen a la escritura la función de designar. Para ellos,
el escrito es el nombre del objeto. Así cuando se les pregunta: –¿Qué has escrito?–
responden con un nombre: –pelota, coche, etc.–. En esta etapa, la relación entre
los signos escritos y el nombre del objeto al que se refieren opera de manera glo-
bal y las unidades gráficas producidas para escribir este nombre no son diferencia-
bles ni analizables.
• Hipótesis de cantidad: considera que debe haber una cantidad mínima de carac-
teres, normalmente tres, para que un escrito diga algo.
• Hipótesis de variedad interna : considera que debe haber variación en el
repertorio de caracteres porque muchas letras iguales no sirven para designar.
• Hipótesis de variedad externa: considera que debe haber diferencias objetivas
(cambio en el orden de los signos gráficos o cambio de signos) entre escrituras
para que digan cosas diferentes, puesto que a iguales signos igual significación.
1.º Que los niños y niñas aprendan una de las funciones de la escritura de su
nombre propio: identificar sus pertenencias.
2.º Que los niños y niñas vayan identificando, reconociendo y reproduciendo
el propio nombre y el de sus compañeros.
Descripción de la actividad
En la vida del grupo que forma una clase es necesario identificar a
quién pertenece cada uno de los objetos personales que se usan. En una
sociedad alfabetizada como la nuestra dicha identificación se realiza a
través de la escritura del nombre. Así, los niños vienen a la escuela con
su anorak, su cartera, su babero, su ropa, etc., con su nombre marcado, escrito por
la familia. De la misma forma, en la escuela también identificamos las produccio-
nes de los niños y niñas, los percheros, las carpetas, las taquillas, etc., con la escri-
tura de su nombre.
La actividad que proponemos consiste en aprovechar todas aquellas situaciones
de la vida cotidiana en que el uso del nombre propio sea necesario, para que el niño
participe en la medida que pueda de esta escritura. Así, irá creciendo en un
entorno que le posibilitará darse cuenta de cómo se escribe su nombre, para qué
sirve e irá apropiándose de su conocimiento.
a) Leer el nombre propio. En un primer momento el niño verá cómo el maestro
o maestra busca la etiqueta y lee el nombre escrito en el objeto determinado (abrigo,
cartera, etc.) para poder saber de quién es, dejando intencionadamente que el niño
vea qué es lo que está haciendo y comentando en voz alta lo que hace. Por ejem-
plo, mientras busca de quién es un abrigo extraviado dice «Para saber de quién es
este abrigo, voy a ver dónde está escrito el nombre... ¡Mira!, ¡aquí tiene las letras!,
¡pone María!
Muy pronto, el o la maestra invitará a los niños a participar en esta actividad de
reconocimiento de las etiquetas de los nombres que indican a quién pertenece un
objeto determinado. Desde la simple búsqueda de la etiqueta ¿Me ayudas a buscar
la etiqueta del nombre? a la lectura del nombre ¿Puedes leer de quién es este abrigo?
existe una amplia gama de posibilidades de participación e implicación de
acuerdo con las posibilidades de cada niño y de cada grupo de alumnos. Así, por
ejemplo, la maestra puede introducir preguntas como: ¿ Cómo podemos saber de
– Todos los espacios donde niños y niñas guardan sus enseres personales: per-
cheros, taquillas, etc., son lugares propios para identificar con el nombre. Mientras
se hace uso de ellos se puede propiciar que se reflexione sobre: la función de los
nombres escritos, las letras que los componen, si son cortos o largos, en qué se pare-
cen, etc. Muchas veces, el uso del nombre en estos espacios –especialmente en el
primer ciclo de la Educación Infantil– se acostumbra a reforzar con la fotografía
del alumno para facilitar la identificación. La fotografía puede ser un buen recurso,
pero nunca debe sustituir el nombre escrito, en todo caso acompañarlo.
– Cuando un niño trae a la escuela un objeto que no tiene el nombre mar-
cado es una buena ocasión para reflexionar sobre la necesidad de reconocer
objetos parecidos y de cómo lograr su identificación. Después, el maestro
delante del niño –o el mismo niño si lo pide o si se le sugiere–, puede escribir el
nombre en el objeto.
– Cuando queremos recordar de quiénes son cada una de las producciones (dibu-
jos, manualidades, etc.) realizadas por los niños en la clase. La maestra escribe el
nombre de los alumnos en cada una de las producciones y poco a poco va
dejando que los alumnos participen en ello. Cuando se debe escribir el nombre en
un trabajo de un niño se puede hacer que el niño vea cómo el adulto realiza la
acción de escribir y sienta cómo este mismo adulto va explicando y dando sentido
a lo que realiza: piensa lo que debe escribir, lo escribe y da un vistazo para revisar
si ha quedado bien escrito.
– Cuando repartimos algún tipo de material (circulares, cartas, trabajos realiza-
dos en clase, etc.) que lleva el nombre de los alumnos escrito, es una buena oca-
sión para mostrar cómo la lectura de los nombres ordena la distribución de dicho
material. Del mismo modo que en los casos anteriores, los niños y niñas, mientras
presencian este uso de los nombres, podrán implicarse más o menos en la activi-
dad de acuerdo con sus posibilidades y con la voluntad de la maestra de dedicar
Edades sugeridas
0 a 6 años
Materiales
– Etiquetas autoadhesivas.
– Rotuladores permanentes.
– Lápices o rotuladores.
– Fotografías de cada alumno (especialmente para el primer ciclo).
Comentarios y sugerencias
Estas actividades parecen tan cotidianas que tienen el obstáculo de rea-
lizarse rutinariamente y de la manera más rápida posible, no dejando
tiempo a que los niños y niñas puedan vivir plenamente experiencias de
uso de los nombres propios escritos. Además, muchas de estas activida-
des se acumulan al final del día: usar los percheros, repartir circulares, solucionar
problemas de objetos perdidos, etc., por lo cual es del todo necesario planificar un
tiempo para poder desarrollar con tranquilidad el hecho que la maestra pueda «entre-
tenerse» a mostrar, dialogar, dar explicaciones, hacer preguntas, etc., acerca de los
nombres que se usan, de acuerdo con las circunstancias de cada grupo de alum-
nos.
1.º Que los niños se den cuenta de que las etiquetas nos dan información.
2.º Que muestren interés para saber leer las etiquetas de las cajas de guardar
los juguetes.
3.º Que sean capaces de elaborar hipótesis de lectura en un contexto dado.
Descripción de la actividad
Desde la puerta de entrada a la escuela, hasta la última caja de material
de la clase, los niños y los adultos pasamos diariamente ante buena
cantidad de rótulos que ayudan a identificar los espacios de la escuela.
Así, por ejemplo, el nombre de la escuela –que leemos desde la calle–,
los nombres de las salas del centro (dirección, cocina, botiquín, salas especiales,
etc.), los carteles de los paneles de anuncios, etc. También, dentro del aula pode-
mos hallar: el nombre de la clase, carteleras, rótulos de identificación de los rinco-
nes, etiquetas en las cajas para guardar las construcciones, los juguetes y los materiales,
etc.
La actividad que se propone consiste en usar de manera visible estas rotulacio-
nes, que por ser tan cotidianas pasan desapercibidas, pero que son básicas, ya que
ayudan a ubicarnos. Los adultos alfabetizados acostumbramos a fijarnos en estos
carteles el primer día que pisamos la escuela. Después pasan a ser carteles inte-
grados en nuestras rutinas diarias y es evidente que no necesitamos leer cada día,
ni el nombre de la escuela, ni el de las distintas salas para entrar en ellas. Sin embargo,
están allí porque estos rótulos ayudan a identificar el espacio, les dan nombre. Está
claro que si cambiamos la función de una sala, también le cambiaremos el rótulo.
Pues bien, se trata de dar a conocer a los niños la función de estos rótulos, usar-
los y dejarles tiempo para que puedan contemplarlos, comentarlos, formular pre-
guntas y reconocerlos.
Veamos el ejemplo de las etiquetas de las cajas para guardar los juguetes.
Parte de los juguetes de un aula se guardan en unas cajas de plástico todas igua-
les. Cada caja lleva una etiqueta con el nombre de los juguetes que guarda: casti-
llo, muñecas, coches, hospital, construcciones, etc.
En el momento de recoger, el maestro o maestra toma una caja y dice «a ver, aquí
pone coches, por favor, Alberto y María guardad los coches aquí dentro», y así suce-
sivamente va mostrando la etiqueta donde pone el nombre, lo lee en voz alta y va
organizando la recogida de los juguetes.
Bien seguro que después de unas cuantas veces de repetir esta lectura en el
momento de recoger, algún niño o niña vendrá arrastrando la caja para preguntar
¿qué pone aquí? Este momento es extraordinariamente importante para desarrollar
el aprendizaje del texto escrito, pues para el niño que se ha acercado a preguntar,
la lectura se le ha hecho imprescindible para solucionar un problema práctico en
la clase. Cuando el niño pregunta « ¿Qué pone aquí?» Es un buen momento para
fomentar la elaboración de hipótesis «¿Qué piensas que pone?» se le puede pedir.
A partir de su respuesta ahondaremos más o menos en el conocimiento del código.
Edades sugeridas
0 a 6 años
Materiales
– Las cajas que se usan para guardar los juguetes.
– Etiquetas.
Comentarios y sugerencias
Cuando el niño es capaz de preguntar qué pone aquí en el momento de
recoger los juguetes, manifiesta que sabe que los nombres de las etique-
tas dan información. La lectura de los nombres se le ha hecho impres-
cindible para solucionar una cuestión práctica.
Debe tenerse en cuenta que cuando pedimos al niño que haga una hipótesis sobre
qué pone en un texto, no le estamos pidiendo que acierte lo que está escrito, sino
que aventure una respuesta posible, razonable, para comprobar a través de las letras
si coincide con lo que hay escrito o hay que buscar otra posibilidad. La elabora-
ción de hipótesis es una manera de potenciar la comprensión del texto escrito, puesto
que el lector experto cuando lee entra en la dinámica constante de elaborar hipó-
tesis y comprobarlas.
Descripción de la actividad
Los libros de conocimientos sobre temas bien diversos (el cuerpo humano,
los animales, el espacio, los medios de transporte, etc.), ilustrados con
fotografías y esquemas científicamente correctos, son instrumentos al
alcance de los niños que potencian la lectura para buscar información
sobre una temática o resolver cuestiones concretas que se plantean en un
momento dado. Por otra parte, a los niños y niñas les gusta mirar una y otra vez
este tipo de libros y acostumbran a observar diferentes detalles cada vez que los
ojean. Otras veces, la curiosidad les lleva a fijarse en distintos aspectos, tanto del
tema, como de la forma de presentarlo, como de los textos escritos, y a comentar-
los y preguntar sobre ellos. Es por todo ello que este tipo de libros deben nutrir
también las bibliotecas de los más pequeños.
En esta actividad vamos a plantear el uso de los libros de conocimientos para la
búsqueda de una información determinada. Así, por ejemplo, cuando en la clase
surge la inquietud por saber «qué comen los conejos», o «cómo es la vida de los
leopardos», o «cuál es el planeta más grande», etc., es un momento adecuado para
utilizar con sentido los libros de conocimientos.
En primer lugar, potenciaremos la aportación a clase de libros que puedan
ser útiles para resolver la cuestión planteada. Pueden ser libros que procedan
de las familias, pero también de la biblioteca de la escuela y de la biblioteca
del barrio o pueblo. Mientras dure el trabajo sobre el tema podemos poner el
material reunido en un mismo estante, de fácil acceso para los niños a fin de
que puedan explorarlos, consultarlos, mirarlos y remirarlos siempre que lo
deseen.
Durante la recogida de material, ayudaremos a los niños y niñas a distinguir los
libros de conocimientos de los de ficción y los separaremos físicamente en dos apar-
tados. Tanto los unos como los otros, si se consideran infantiles, se les conoce popu-
larmente con el nombre de cuentos. Pero hoy día, la mayoría de libros de
conocimientos, aunque sean infantiles, tienen la suficiente calidad (fotografías, tex-
tos expositivos) para distinguirlos claramente. Mientras los libros de conocimientos
nos explican cómo es la realidad, los cuentos nos explican historias a veces irrea-
les, a veces posibles, muy bonitas, pero que no nos sirven para saber cómo son las
cosas (por ejemplo, Los cien y un dálmatas).
Una vez clasificados los materiales aportados, propondremos que en grupos de
dos o tres se miren y exploren los libros de conocimientos. Además, recordaremos
cuáles son las cosas que queríamos saber (por ejemplo: ¿qué comen los conejos?)
Edades sugeridas
4 a 6 años.
Materiales
– Libros de conocimientos sobre el tema escogido.
– Tiras de cartulinas.
– Lápices y papeles.
Descripción de la actividad
Esta actividad puede desarrollarse como actividad en la que participe
todo el grupo de la clase a la vez, o puede realizarse por grupos redu-
cidos en un rincón del aula. Tanto si se desarrolla de una manera como
de la otra, la secuencia de actividades que proponemos es la siguiente:
Edades sugeridas
2 a 6 años
Materiales
Libros suficientes para el número de niños que han de realizar la activi-
dad. Libros de todo tipo:
Observación: Durante mucho tiempo se ha creído que los libros que ofrecemos
Comentarios y sugerencias
Está muy arraigada la costumbre de realizar un dibujo después de leer un
cuento, esencialmente porque a los niños les gusta, porque es una manera
de organizar la clase: mientras todos están haciendo el dibujo, la maes-
tra puede ir pasando por las mesas atendiendo por grupos a los niños.
Más allá de estas consideraciones queremos apuntar que el dibujo sobre el cuento
leído no debería hacerse siempre de manera automática. Algunas veces podemos
leer el cuento y no hacer nada, simplemente dejar volar la imaginación. El dibujo,
la escritura del título pueden ser interesantes si no se hace de una manera rutina-
ria. Debería destacarse que leer es una actividad importante por sí misma y puede
producir satisfacción sin necesidad de actividades complementarias.
Sin embargo, es interesante comunicar las sensaciones producidas por el libro y
hacer cada cual su valoración personal. Si se quiere se puede señalar en un mural,
una ficha personal o en una tarjeta incorporada detrás de cada libro el grado de
satisfacción que ha causado el libro. El sistema de gomets siguiendo los criterios
del semáforo (rojo, naranja y verde) acostumbra a funcionar bien y en un momento
dado permite conocer qué libros gustan más en cada clase.
BIBLIOGRAFÍA