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Vallejo en Europa:

El 17 de Junio de 1923 se embarca Vallejo rumbo a España, en el vapor Oroya, en

compañía de Julio Gálvez Orrego. Arriba a París el 13 de julio. Sus ingresos provenían del

periodismo. Escribía para el diario El Norte de Trujillo, y las revistas L'Amérique Latine de

París, España de Madrid y Alfar de La Coruña

En el año 1925 Vallejo comienza a trabajar en los grandes periódicos Ibeoamericanos, para

este destinatario va modelando la nueva escritura de sus crónicas. Renunció a su trabajo en

Los Grandes Periódicos Iberoamericanos en 1926 y conoció a su primera compañera

francesa, Henriette Maisse, años después entra en depresión al terminar su relación, estando

al borde del suicidio. En 1929 empezó a convivir con Georgette y junto con ella realizó un

segundo viaje a Rusia.

En 1930 viajó a Madrid a raíz de la publicación de su poemario Trilce, que señaló el

descubrimiento de su poesía en España, donde fue sometida a la crítica. Retorna a París,

pero al poco tiempo es expulsado, acusado de hacer propaganda comunista. Decidió

regresar a París en 1932, cuando es levantada la anterior restricción de ingreso. Al año

siguiente Vallejo escribió un extenso artículo, publicado por entregas en el Germinal de

París, titulado ¿Qué pasa en el Perú?

(Puccinelli J, 1987 Pág. 22)

«Lo conocí en el café de La Rotonda el último día de agosto de 1924. Había llegado un año

antes, en julio, tomado de una mano de la Señora Miseria y de la otra de la Santa

Enfermedad. Esa noche tenía algo de fiebre. Me impresionó su figura magra, su rostro

anguloso, su perfil fuerte y una voz como de metales rompiéndose.


Vallejo vivía aquí y allá en hoteles míseros. En las peores ocasiones dormía unas horas en

el metro hasta que lo cerraban a la una de la mañana y tenía que deambular por las calles

bajo las frías noches, y sentarse aterido aquí y allá, hasta la llegada de las primeras luces del

alba. Iba a veces a buscar trabajo en las usinas. Con los escasísimos fondos que le llegaban

del Perú por sus colaboraciones periódicas, con algo de la buena voluntad de amigos y de

pequeños préstamos de Pablo Abril de Vivero, sobrevivía en una existencia

perentoriamente humana. A través de Abril de Vivero comenzaba a tramitar en Madrid una

beca para estudiantes peruanos. Pero era incapaz de tocar puertas donde sentía que podían

rechazarlo. Jamás tuvo la menor habilidad ni el menor ánimo para la intriga o las posiciones

acomodaticias. Empezaba a cumplirse su vaticinio limeño de que no le importaría “comer

piedrecitas” con tal de ampliar su mundo. (...)»

(Campos, M. 2016)

César Vallejo deseaba viajar a Europa y lo hizo, siempre quiso dar sus pensamientos y

plasmarlos en sus escritos desde su perspectiva, por ello se ganó unos cuantos problemas

debido a esto es expulsado de París, acusado de hacer propaganda comunista.

Igualmente, que, con España, Vallejo se había reconciliado en el alma y en el corazón con

su patria. La imagen de deterioro y los recuerdos acerbos se habían serenado y dulcificado.

Si étnicamente hubiera podido definirse Vallejo habría respondido que era un

indoamericano. Yo diría mejor: un indoperuano. A América Latina sólo la conoció a través

de los latinoamericanos en París. Abnegadamente, construyó un Perú diminuto en el

perímetro del primer distrito y en el perímetro de Montparnasse, entre cafés antiguos, bares

desleídos, cuartos de hotel como hoyos negros, boîtes de nuit para pasar las sombras.

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