Profesor: Raúl Sánchez A. Estudiantes: Juan Cabrera y Benjamín Rivera Meza. 30 septiembre 2020 Presentación del autor Arantxa Robles Santana es Licenciada en Historia, con especialidad en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid en el año 2008. Asimismo, obtuvo el Premio Extraordinario del Máster en Género, Identidad y Ciudadanía, Universidad de Cádiz (2010). Es miembro del Grupo de Investigación de la Universidad de San Cristóbal de la Laguna en España: «Género, Ciudadanía y Culturas: aproximaciones desde la teoría feminista».
Cuenta con publicaciones de divulgación científica con temática de género,
feminismos indígenas, feminización de migraciones y Derechos Humanos, etc. Se destacan entre sus títulos: «Mujer y género en el discurso indiano del siglo XVI en Costa Rica», «El silencio en las fuentes. Mujer y género en las crónicas de descubrimiento, conquista y colonización de Costa Rica» y «Sexo cultural. ¿Qué le supone el género a la mujer? Analizando la invisibilización de la mujer desde la Antropología y la Historia».
Resumen
La mujer, en cuanto a sujeto invisibilizado, ha encontrado muchas veces a través de
la investigación historiográfica un papel secundario. A propósito de lo anterior, Robles Santana, mediante este breve ensayo, intenta reivindicar al género femenino, examinando su rol en el desarrollo y configuración de las culturas en la América prehispánica y sobre todo en las confederaciones del Tahuantinsuyo y mesoamericanas. La autora utiliza la fuente primaria, como cerámicas y crónicas, para responder ciertas cavilaciones; ¿se ocuparon solamente de labores atribuidas al denominado sexo débil?, ¿de qué manera su figura se vincula con el poder?, ¿qué influencia ejercía su opinión?, ¿qué posibilidades de visibilizar a la mujer precolombina tenemos al día de hoy? Estas son las principales interrogantes que Arantxa Robles busca responder. Conclusiones
I. El papel que desempeñó la mujer en la prehistoria americana.
¿Cuál es el rol en que vemos a la mujer en esta etapa histórica? En la época
prehistórica de América, la mujer se encargará de producir alimentos e instrumentos, además del cuidado de infantes. No obstante, al tratarse de individuos nómades, tanto hombres como mujeres llevarán una vida dinámica para lograr la supervivencia. ¿Acaso son las mujeres las responsables de iniciar la agricultura en la época de la Revolución Neolítica? Al estar los hombres dedicados a la caza y recolección, la autora asegura que, en efecto, ellas se encargaron de la siembra, cosecha y conservación de alimentos, siendo fundamental en el reconocimiento de los ciclos biológicos de la tierra. De igual manera, en este permanente contacto con la naturaleza, utilizarían las fibras de las plantas silvestres para elaborar productos textiles, tales como prendas de vestir o redes para la pesca. Una prueba fehaciente de aquello son momias de mujeres encontradas con instrumentos para tejer. También habrían capitalizado, en un primer momento, la generación de cerámicas, con la finalidad de preservar víveres. ¿Qué otros elementos encontramos? En la zona andina, existían sistemas de descendencia matrilineal, es decir, un sujeto es parte de un grupo por parentesco femenino. En estos casos, se consideraría a la abuela materna como fundadora de un linaje. Por lo mismo, en los Ayllus, el Consejo de Matronas era quien elegía al jefe del clan. Asimismo, las mujeres en el periodo aborigen del continente americano no siempre llevarían a cabo las tareas domésticas o generalmente consideradas como femeninas, puesto que, en Cartagena, Chimitao, Dairén o Santa Marta, en palabras del cronista Francisco López de Gomara, éstas «guerreaba(n) al igual que el hombre». El autor, también asegura que en la zona de Nicaragua, se dedicaban al comercio. Incluso, en aquel lugar algunas mujeres tenían la potestad de escoger con quien casarse. ¿Qué podemos decir del grado de dependencia o independencia de las mujeres con respecto al varón en torno a su sexualidad? En cuanto a la sexualidad de las mujeres, López de Gomara en su Historia general de las Indias, comenta que de manera general los hombres preferían que sus esposas no llegaran vírgenes al matrimonio. Las ofrecían antes de la boda para quitarles la virginidad, y es en este contexto donde uno de los encargados de aquella labor sería el sacerdote, el cual, mediante el coito, aseguraría un ubérrimo porvenir a la pareja. En Panamá el aborto no estaba cercano a la prohibición, sino que era usual, debido a que «las mujeres no querían dejar sus placeres» (p.98). Por su parte, en Nicaragua existía la prostitución. Nos encontramos ante una sociedad que valora la libertad sexual, absolutamente distante a la existente tras la introducción del catolicismo europeo en América. Un personaje fundamental será la mujer en los siglos posteriores, verbigracia, en la consolidación del Tahuantinsuyo, donde al lado del soberano Inca, con un importante poder, se encontrará su esposa, Coya. Sin embargo, lo anterior, no nos debe hacer pensar que las libertades de la mujer y su visibilidad se daban en todos los territorios, y que el patriarcado no estaba presente, cuestión que explicaremos a continuación al hablar de los incas, aztecas y mayas.
II. Mujeres inca
¿Qué rol jugó la mujer dentro del Imperio Inca? ¿podemos decir que su actividad fue, verdaderamente, visibilizada? O más bien, ¿lo que conocemos pertenece a las altas esferas de la jerarquía dominante del poder incásico? De acuerdo al texto comentado, la situación de la mujer en el Imperio Inca se asocia- en primer término- a la imagen de las reinas Coya, en el rol de esposa y madre, pero a la vez gobernante en los casos que, por circunstancias especiales, no le era posible gobernar al varón. Según afirma Robles Santana, “de las Coyas existe una gran documentación, gracias sobre todo al cronista indígena Guaman Poma de Ayala” (p.99), con lo cual la invisibilidad de la figura femenina incaica no es absoluta. En el texto, se menciona a distintas figuras femeninas que destacaron por razones diversas: Mana Huaco, “que gobernaba más que su marido (...y) que enseñó a las mujeres las labores domésticas y de campo” (p.99), reflejando con ella la función educativa y regente de algunas mujeres incas, en particular las denominadas Coyas. A la mujer inca se le muestra también como solidaria, colaboradora con los pobres, y como consejera, tanto de sus maridos como de sus hijos. Los asuntos de estado no eran un tema vedado para estas mujeres, como es el caso de Mama Uaco, Mama Ocllo y Mama Anahuarque, referidas por la autora. Sin embargo, es posible notar que los relatos están asociados a la mujer del Inca, a las reinas Coya, por lo cual no nos muestra con total visibilidad cuál era el estado general de la mujer incaica. Este es un aspecto relevante, toda vez que nos podría inducir a pensar que todas las mujeres de esta época estaban dotadas de similares condiciones, cuestión que no podemos acreditar. La reina Coya era vista como descendiente de la Luna, ejercía dominación sobre las demás mujeres, al punto que podía elegirles el marido. Una vez al año había celebraciones en su honor, el “Coya Raymi”, una manera de valorar la jerarquía a la cual pertenecía. Una mención especial requiere las Acllas o Vírgenes del Sol, las esposas del Sol. Era el Inca quien escogía a estas mujeres para que cumplieran el rol de esposas del Dios Sol, y conforme se nos señala “podían ser asignadas a las divinidades imperiales, ser concubinas del Inca o esposas de quien él eligiera” (p.101). Si bien da cuenta del importante rol de la mujer en este contexto, deja en evidencia -a la vez- el rol dependiente de la figura masculina. Como sabemos, las mujeres desarrollaban labores de sacerdotisas, eran adoradas y reverenciadas, pero para ello era necesaria la figura del varón que las elegía en alguna etapa de sus vidas. Finalmente, bien cabe mencionar a las “Amazonas”, nombre atribuido por los conquistadores a las mujeres de la zona del río que lleva el mismo nombre, las mujeres de la selva, y que presentaron resistencia al invasor español. La asociación del nombre la hicieron con las amazonas de la mitología griega, guerreras, luchadoras y defensoras de sus territorios. Esta representa otra de las facetas de la mujer incaica, y que ha sido posible registrar y visibilizar como parte de su historia. Como argumento a la visibilidad de la mujer incaica, la autora nos señala que, cuando el Imperio estuvo asentado y por lo tanto, las labores se orientaron más bien a su sostenimiento, “la mujer no dejó de participar en tareas agrícolas, domésticas o económicas” (p.100), interviniendo activamente en el comercio y percibiendo tributos por los tejidos que confeccionaba, con lo cual da a entender sobre la existencia de un amplio abanico de actividades ejercidas por la mujer en este periodo y que la relacionaban directamente con la actividad económica del Imperio.
III. Mujer mesoamericana
¿Podríamos decir que el rol de la mujer mesoamericana dista de la situación de la mujer incaica? ¿Tiene la mujer de esta zona y etapa cultural un rol relevante en la sociedad y ello está suficientemente expresado en los textos? En el caso de la mujer Azteca, se dice que “gozaban de igualdad en derechos jurídicos y económicos” (p.102), y uno de ellos era el “Calpulli” que vinculaba el parentesco con un territorio determinado, jugando la mujer un rol activo en las tareas productivas de la comunidad. En la cultura pre-azteca, inclusive, es posible ver figuras de autoridad cuya denominación conlleva elementos masculinos y femeninos, con lo cual daría cuenta que en esta etapa el poder de la mujer era aún más relevante. Es el caso del Tlacutlo o de la “mujer serpiente”, que -conforme señala la autora siguiendo la tesis de June Nash- podría dar cuenta “que las mujeres hubieran ejercido responsabilidades políticas antes de la dominación azteca y simbólicamente conservaran el título” (103) En esta cultura tenemos mujeres médicas, alfareras, sacerdotisas y comerciantes, todas actividades que “influyeron directamente en la formación del Imperio”. Con lo cual, la autora nos quiere hacer ver que la mujer no ha tenido roles secundarios en la cultura precolombina de Mesoamérica, sino todo lo contrario. Y que muchas veces, nuestra visión que usa categorías modernas tiende a subestimar dicha presencia, más aún cuando no es fácil encontrar testimonios de su accionar. Debemos reconocer, sin embargo, que la sociedad azteca era patriarcal, la figura masculina es central, sin perjuicio de lo cual, existían espacios que daban cierta libertad a la mujer, como es el caso de las normas que le permitían divorciarse, y por esa vía desarrollar actividades de un modo más independiente. El rol de sacerdotisas y sanadoras vuelve a aparecer en la cultura azteca, denominándose Cihuatlamacazque a las mujeres dedicadas al culto. La conservación de la virginidad era una condición para ejercer esta función sagrada, cuestión que se repetirá en distintas culturas precolombinas. ¿Por qué la virginidad es un valor que se quiere preservar en ciertas circunstancias? Junto con estar consagradas a la deidad, y desarrollar algunas labores artesanales, hacían ofrendas al ídolo y practicaban autosacrificio, con lo cual la entrega era total. De ahí que -entendemos- la imagen de una mujer que se entrega virgen simboliza la integridad, disposición necesaria para la figura sublime de un Dios. En el caso de la mujer Maya, éstas “no gozaron de muchos privilegios, pero sí contribuyeron enormemente a la economía” (p.104) Junto con valorar que las mujeres llegasen vírgenes al matrimonio, conservaban su nombre después de casarse. Conforme nos señala la autora, la mujer ejercía ciertas labores ceremoniales y otras de tipo doméstico, existiendo un rito de bendición de dichas actividades, con lo cual da a entender la importancia atribuida a sus labores, las que incluían el control del maíz, alimento clave en la cultura mesoamericana. Como en otras culturas de esta zona y época, la mujer era dependiente del hombre, sin embargo, se dice, que el mayor peso social asociado a la crianza y educación de los hijos recaía en ellas, cuestión que no ha sido suficientemente reconocida en los registros que constituyen las fuentes que han llegado hasta nosotros. De todo lo anterior, es posible observar que tanto el texto como la evidencia conocida nos habla fundamentalmente de mujeres de alta jerarquía y de algunas ofrecidas a los dioses de cada cultura, y por otra parte, pero con menos detalle en la descripción, de mujeres dedicadas a la labores de sustento y artesanales. Por ello, la visibilizarían de la mujer precolombina es todavía un camino por descubrir. Referencia Bibliográfica: Robles, Arantxa Una aproximación al rol de la mujer precolombina en América, Cuadernos del Ateneo N°32, pp. 92-109, 2014.