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“Los complementos y alimentos funcionales son dos caras de la misma moneda, aunque
existen algunas diferencias. La primera tiene que ver con la forma farmacéutica, es
decir, el alimento funcional tiene que ser alimento, el nutracéutico o complemento no
porque se aporta en sobres, cápsulas, tabletas, en este sentido, la forma de presentación
es lo que marca cierta diferencia”, añade Morán.
“Otra diferencia que existe entre los alimentos saludables, funcionales y complementos
es su aplicación en los segmentos. En el caso de los complementos o nutracéuticos,
éstos fundamentalmente son los que contienen alto índice de omega 3 o glucosamina,
para cuidar la salud cardiovascular y articular, respectivamente. Regularmente, los
nutracéuticos también se encuentran en productos útiles para la mujer, los cuales se
pueden subdividir en embarazo-lactancia, menopausia y nutricosmética”, refiere.
“Por último, otra gran disimilitud tiene que ver con la necesidad. En la industria
alimentaria y, particularmente, en el sector donde se introdujeron alimentos funcionales
por primera vez fue en el lácteo, ya que era una necesidad de los consumidores. Con la
caída de los márgenes de venta, gracias a la entrada de diversas marcas de distribución,
la única salida que se tenía para sobrevivir, era dejar los productos que se vendían
menos, pero que tenían mayor margen, lo cual ha salvado a muchas empresas de
insumos y de lácteos. Por lo tanto, el factor necesidad no se aprecia tanto en el mercado
de complementos alimenticios, pues éste se encuentra de preferencia en manos de
empresas farmacéuticas”, señala Javier Morán.