Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A AL
,
E CAPROFESION
s
L D
e
I A P
r
ESENCLIZACION
ia
R
l
I P
fam iSEM
li
INARI
c a s
O SEM Y ACTUA
io n e s s pú b c ió n
lac c a
Re polít interv Social
i e n
e rabajo
d el T
i
el Mallard
Manu
C im arosti
Marta
Módulo I
Trabajo Social y Familia
¿Qué familia?
Reproducción social
y configuraciones familiares
en la sociedad contemporánea
Instituto de Capacitación
y Estudios Profesionales
Autoridades del Colegio
de Trabajadores Sociales
de la provincia de Buenos Aires
CONSEJO SUPERIOR
Mesa Ejecutiva:
Presidente: MARIA JOSE CANO
Vicepresidente: MANUEL WALDEMAR MALLARDI Vocales Distrito Moreno - Gral. Rodriguez:
Secretario: MARCELA PATRICIA MOLEDDA Titular: MARCELO ANIBAL ECHAZARRETA
Tesorero: MARIA DOLORES APRAIZ Suplente: MARIANO EDUARDO COLOMBO
TRIBUNAL DE DISCIPLINA
Introducción
Problematizar las configuraciones familiares contemporáneas se torna de sustantiva importan-
cia para el Trabajo Social en la actualidad, principalmente por dos razones. La primera hace refe-
rencia a la centralidad que asume la familia en los discursos hegemónicos para explicar las pro-
blemáticas económicas, sociales, políticas y culturales de la sociedad capitalista contemporánea.
Asistimos a una sucesión de discursos que con menor o mayor énfasis en algún aspecto particular
sostienen que la sociedad en la que vivimos está en crisis por una supuesta y extendida crisis de
la familia. Así, en un proceso simultáneo de invisibilización de las determinaciones estructurales
de la crisis societal se pondera excesivamente la responsabilidad de tales fenómenos en la
familia. La “familia está en crisis”, la “familia corre riesgo”, “la familia debe ser protegida”
escuchamos en discursos religiosos y/o políticos que tienen como sustrato la moralización de
las relaciones familiares y la negación absoluta de cualquier proceso que tienda a democratizar
y pluralizar a “la familia”.
La segunda razón se vincula a la relación del Trabajo Social con las relaciones familiares en
su trayectoria histórica, la cual con distintas aristas y dimensiones, implica centralmente dos
cuestiones: por un lado, las familias se ubican en el horizonte de los procesos de intervención
profesional, sea que se la considere en su totalidad o se trabaje con algunx de sus integrantes.
Por otro lado, y resultado de esta relación, la familia se ha constituido como objeto de reflexión
del colectivo profesional, razón por la cual se ha aportado al debate desarrollado en el campo de
las Ciencias Sociales a la dinámica que adquieren las configuraciones familiares en la sociedad
capitalista. En este proceso, las aproximaciones que se han desarrollado se caracterizan por
expresar el pluralismo existente en las Ciencias Sociales, por lo cual es necesario reconocer la
presencia de distintas perspectivas teórico-metodológicas en el estudio de familias1.
Sobre esta base, el presente texto pretende brindar algunos elementos iniciales que permitan
potenciar el debate en torno a la aprehensión analítica que realizamos sobre las configuraciones
familiares en los procesos de intervención profesional.
1 Para una aproximación a este debate en las Ciencias Sociales ver Cicchelli y Cicchelli, 1999, en el campo del Trabajo
Social, algunos elementos de este debate se encuentran en Gianna, 2015 y Cavalleri, et. al., 2017.
Sobre los elementos abordados en dicho texto, nos resulta oportuno recuperar algunas di-
mensiones de análisis a fin de utilizarlas de ejemplo de lógicas y tendencias generales. Así, por
ejemplo, cuando se observan las caracterizaciones de la inserción de los sujetos en el mundo
del trabajo, se hallan miradas y discursos que, en gran parte, se distancian del plano analítico y
encuentran refugio en descripciones pormenorizadas de los ingresos económicos, donde se im-
brican y naturalizan: a) relaciones sociales de producción, referidas específicamente, a la venta
de la fuerza de trabajo, y b) el acceso a recursos de subsistencia: mediante políticas sociales
asistenciales y/o redes de ayuda mutua.
Aquí se puede observar una predominancia de aspectos descriptivos que grafican la situación
laboral de los sujetos, naturalizando procesos de informalidad, inestabilidad y precariedad labo-
ral, adjudicándolos a meras situaciones individuales escindidas de las relaciones estructurales y
el contexto socio–económico particular. Además, aparece desde una lógica de convalidación de
la información, los discursos de los referentes familiares, donde subyace la idea que el “trabajo
dignifica y ordena la vida cotidiana”, es así que desde el plano del deber ser, se rescatan per-
cepciones ideológicas propias de los valores morales tradicionales que determinan un modo de
ordenamiento social funcional a las clases dominantes.
Esto se vincula a las consideraciones que se realizan en torno a las prácticas de cuidado al
interior de las unidades familiares. En tales reflexiones, aparece como común denominador, la
convergencia de miradas a priori desde un plano que refrenda los roles tradicionales asignados
al hombre (sea este abuelo, padre, hijo, hermano) y a la mujer (sea esta abuela, madre, hija,
hermana) al interior de la unidad familiar. Por tanto, distan de ciertos análisis pormenorizados
que busquen desandar las prácticas del cuidado como una actividad reservada al espacio privado,
lugar donde la mujer está llamada a cumplir el rol central.
Es así que esta dimensión se presenta regularmente en los informes, a través de un razona-
miento maternalizador de las prácticas de cuidado, donde quien no se ajuste a los parámetros
definitorios de la funcionalidad materna, aparecerá vinculado a algún tipo de anomia, donde
gran parte de los profesionales del Trabajado Social proponen resolver este problema mediante
acciones que responsabilicen a la mujer en torno a los cuidados domésticos.
Finalmente, otro elemento que nos resulta válido retomar refiere a las consideraciones en torno
a las condiciones de vida de las unidades familiares. En la particularidad de la elaboración de
informes sociales su consideración tiende a realizarse sobre la base de dos tendencias claramen-
te articuladas. En primer lugar, adquiere preponderancia la enumeración de características de
la vivienda, dando énfasis al carácter descriptivo de las condiciones de vida. En segundo lugar,
sobresale la valorización subjetiva e individual del profesional que se traduce en el uso de ad-
jetivos calificativos basados en la dicotomía bueno/malo. En relación al énfasis otorgado a la
enumeración de las condiciones de la vivienda, el carácter descriptivo de las aproximaciones a las
particularidades de las condiciones de vida se asocia a la enumeración de ambientes, la mención
a los materiales de construcción, en algunos casos se llega a la identificación de las magnitudes
de los espacios, y los servicios disponibles en el ámbito de vida de la unidad familiar. En segundo
lugar, en torno a las reflexiones que realizan las profesionales sobre las condiciones de habita-
bilidad y la disposición, o no, de bienes materiales necesarios para la reproducción cotidiana,
aparecen centralmente valoraciones realizadas sobre la base de dicotomías subjetivas, tales
como adecuada/inadecuada, ordenada/desordenada, suficiente/insuficiente, acorde/no acorde,
precario/no precario, entre otras
La familia pasa a ser definida, entonces, como institución3, célula básica u órgano de la
sociedad; definiciones que, con menor o mayor énfasis, suponen un proceso de abstracción de
la misma de la totalidad en la cual forma parte, la sociedad. En este proceso, el pensamiento
hegemónico tiende a abstraer a la familia de sus determinaciones sociohistóricas y avanza en un
proceso de naturalización y cosificación.
3 Claramente la mayoría de las aproximaciones que recurren a esta categoría no remiten a los análisis del institucio-
nalismo francés.
Una rápida lectura de la bibliografía especializada sobre familia en la actualidad permite apre-
ciar el reconocimiento de su pluralidad, razón por la cual en lugar de discutir familia se reconoce
la presencia de familias, cuyas configuraciones se han ido construyendo históricamente. En gran
parte de dicha bibliografía resulta llamativo el momento histórico que se constituye como refe-
rencia para asumir y/o reconocer la presencia dicha pluralidad, pues generalmente se comienzan
las reflexiones a partir de la denominada familia nuclear monogámica y sólo se reconocen las
diversas expresiones que surgen posteriormente a su consolidación.
Frente a esta tendencia, la experiencia histórica permite apreciar que la pluralidad de expre-
siones en la familia es una de sus características constitutivas; aspecto cabalmente corroborado
en textos como los elaborados por Engels (2007), Lessa (2012), Lerner (1990), Hareven (1995),
Segalen (1992), Fedirici (2015), Arruza (2010), entre otros. Centralmente, estas producciones
nos brindan elementos fundamentales para, por un lado, recuperar el carácter socio-histórico de
la familia, quitándole su velo ahistórico y natural y, por el otro, asumir que la familia nuclear
monogámica es un hito en una larga historia que la trasciende.
De este modo, la familia patriarcal supone una organización familiar bajo el poder paterno del
jefe de ésta, con la privatización de la esfera de la reproducción, es decir, aquellas actividades
orientadas a garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo en el plano físico, mental y emo-
tivo (Arruzza, 2010). Consecuentemente, las mujeres fueron confinadas al ámbito doméstico,
en tanto que su trabajo se ligó a la reproducción biológica y social de la especie. Tales tareas
fueron consideradas como asuntos privados y un tipo de trabajo socialmente irrelevante, reves-
tidos ideológicamente como actos de amor (Ciriza, 2007). Este nuevo contrato sexual, sostiene
Fedirici (2015) definía a las mujeres como madres, esposas, hijas, viudas, negando su condición
de trabajadoras, mientras que daba a los hombres libre acceso a los cuerpos de las mujeres, a su
trabajo y al cuerpo y trabajo de sus hijos.
Es así que la familia nuclear monogámica, aquella llamada por el sentido común como familia
Si nos preocupamos por caracterizar la heterogeneidad que atraviesa a las familias contemporá-
neas, claramente se aprecia como el patrón normativo dominante ha sufrido importantes embates,
donde en las culturas occidentales se han ampliado los márgenes social y legalmente aceptados
por amplias mayorías de la sociedad. Así, la práctica cotidiana ha comenzado a instalar nuevas
configuraciones familiares que paulatinamente se han ido incorporando en la normativa vigente, lo
cual supone asumir que aún hay experiencias que no se han consolidado y extendido para tornarse
contrahegemónicas. Los márgenes de posibilidades se han ido ampliando, interpelando el complejo
categorial vigente y, por ende, exigiendo el mismo dinamismo que la realidad presenta.
Pensar la familia en la actualidad supone considerar la conformación de parejas del mismo sexo,
como así también expresiones asociadas a la presencia de múltiples identidades sexogenéricas.
Asimismo, implica asumir la coexistencia de trayectorias donde la conformación y disolución
de las familias permite la articulación de experiencias personales bajo modalidades complejas;
modalidades generalmente suelen definirse a partir del grado de cercanía o distanciamiento con
el patrón normativo tradicional: a la familia nuclear, se le agregan las familias ensambladas,
extendidas, monoparentales, homoparentales, muchas veces clasificadas a partir de la medición
de los grados de desviación de lo idealmente esperado4.
Sintetizando las transformaciones familiares actuales, Barg (2017) afirma que mientras que
han disminuido los casamientos y aumentados las uniones convivenciales, los vínculos de pareja
han perdido duración, como así también ha disminuido la fecundidad y el tamaño de los hogares.
En la misma línea, Binstock (2010) analiza los cambios en las pautas de formación de la familia
en Argentina y demuestra cómo éstos se encuentran vinculados a las trayectorias educativas y
laborales de las personas. Así, por ejemplo, las uniones de hecho o consensuales conviven social-
mente con el matrimonio, en algunos casos como decisión consciente producto de los cambios
valorativos en torno al matrimonio y en otros como “período de prueba”, camino al matrimonio.
Ahora bien, si bien es cierto que en la actualidad asistimos, al decir de Jelin (2010) a una cre-
ciente multiplicidad de formas de familia y de convivencia, se torna necesario avanzar en la con-
sideración de los rasgos de continuidad que estas expresiones de familia presentan. Al respecto,
Riveiro afirma que “si bien las formas que adoptan las relaciones familiares van transformándose
a lo largo de la historia, su razón de ser en el capitalismo permanece inalterable” (2015: 254).
Al respecto, recuperando las prácticas que se suceden al interior de las familias se considera
oportuno problematizar este tipo de categorías que normativamente prescriben roles y funcio-
nes, para adentrarnos en la consideración de la funcionalidad que la familia posee en el marco
de la reproducción social.
Este modelo, producto de cambios económicos, culturales y políticos, ha sido interpelado, por
lo cual comienza a convivir con organizaciones familiares de dos proveedores, o, en algunos
casos a una reversión total de los roles de género, donde se pasa a una organización con una
única proveedora, aunque esto no altere su mayor responsabilización en las prácticas de cuidado.
“los maridos no participan nada o sólo muy poco de las actividades domésticas
cotidianas de la casa […] ellos se abstienen de cocinar, lavar los platos, hacer
las camas, poner la mesa, limpiar la casa, organizar la limpieza, lavar la ropa y
planchar. Todas ellas son ‘tareas marcadas por el género’, son no masculinas”
(Wainerman, 2005: 135).
“son mucho más las actividades rechazadas por los varones, es decir, no mascu-
linas, que las ejecutada en forma casi exclusiva por las mujeres, es decir, marca-
das como femeninas” (Wainerman, 2005: 141).
“existe una creencia generalizada que sostiene que las mujeres están natural-
mente mejor dotadas para llevar adelante el cuidado de los niños y niñas y, por
“queda claro a esta altura que no hay evidencias que sustenten este tipo de
afirmaciones, y que la especialización de las mujeres en las tareas de cuidado es
una construcción social, basada en las prácticas patriarcales hegemónicas. Este
proceso social y cultural de especialización de las mujeres en las tareas de cuidado
va de la mano de la separación de las esferas de la producción y reproducción, y de
la consecuente exclusión y segregación de las muj<eres en el mercado de empleo”
Fiscalizar la pobreza, para la lógica burguesa imperante, es demostrar que el sujeto que re-
quiere de la intervención profesional no puede afrontar determinadas situaciones por sus propios
medios, que se ha esforzado por hacerlo mediante la inserción en el mundo del trabajo y que, de
no poder hacerlo, el esfuerzo realizado justifica el accionar profesional y/o institucional.
En esta línea, el sujeto es sujeto trabajador y todas las demás dimensiones de su ser quedan
negadas o reducidas a la mínima expresión. El acceso, o no, a una determinada prestación o a
un servicio social particular se asocia, generalmente, a la posibilidad o imposibilidad de acceder
al mismo mediante la lógica mercantil. Quien no logra hacerlo, debe afrontar procedimientos
Controlar la vida cotidiana de las unidades familiares implica poder clasificarla, describirla
y caracterizarla según categorías o marcos clasificatorios estandarizados. Conlleva, enton-
ces, prácticas que articulan el control, la fiscalización y el disciplinamiento. Quién accede
a un servicio social debe saber, según el mandato hegemónico, que está haciendo un uso
indebido de recursos que no le pertenecen.
Sobre esta base, las aproximaciones a las relaciones familiares posicionadas en la trayectoria
del Trabajo Social crítico deben poder trascender las aproximaciones hegemónicas y los manda-
tos institucionales asociados a la estigmatización de la población. Por ello, se torna necesario
trascender aproximaciones que se preocupan por el estado de situación en la unidad familiar,
describiendo inserciones laborales, pasadas y presentes, condiciones de las viviendas, problemas
de salud e inserción, o no, en el sistema educativo, para avanzar hacia explicaciones que recu-
peren el significado socio-histórico del cotidiano de cada unidad familiar.
Explicar el cotidiano implica articular las trayectorias particulares de las personas involucradas
con determinaciones sociales, económicas, políticas, culturales e ideológicas con las cuales se
relacionan de manera dialéctica. Se trata de desentrañar las estrategias familiares de vida, sus
lógicas y sus fundamentos, con el fin de reconstruir el significado de las relaciones cotidianas
que se desarrollan entre los miembros de cada unidad familiar y entre cada uno de ellos y de la
familia en su conjunto con el resto de la sociedad.
Referencias bibliográficas