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DESDE ALTAS MONTAÑAS

F. NIETZSCHE
¡Oh cenit de la vida! ¡Tiempo festivo!
¡Oh jardín estival! ¿Me dais la espalda? -Oh, corazón bastante has
Inquieta dicha de durar, de escuchar, de esperar: soportado,
dispuesto aguardo al amigo día y noche. firme fue siempre tu esperanza.
¿Dónde estáis amigos? ¡Venid, ya es hora, ya es ¡Abre tus puertas a nuevos amigos!
hora! ¡Abandona a los antiguos! ¡Abandona el recuerdo!
Una vez fuiste joven y ahora -¡lo eres aún mejor!
¿No se adornó hoy para vosotros con rosas el
grisáceo glaciar? Lo que antaño nos unió, el lazo de una esperanza
El arroyo os busca, ansiosos de persiguen, se ¿Quién lee las señales
agolpan que, ahora borrosas entonces escribiera el amor?
viento y nubes más altos hoy en el azul Al pergamino que la mano no osa tocar lo
para acecharos desde una altura más lejana. comparo,
como él oscurecido y consumido.
Para vosotros dispuse mi mesa en lo más alto.
¿Quién habita tan cerca de las estrellas, No más amigos, son -¿cómo diría yo?-
quién al borde de las terribles profundidades del únicamente amigos espectrales
abismo? que de noche aún llaman a mi ventana y a mi
Mi reino -¿qué otro reino abarcó más? corazón,
Y mi miel -¿Quién la ha gustado? que me miran y dicen: ¡Sí, éramos nosotros!
¡Oh marchita palabra, la fragancia de las rosas!
Ahí estáis, amigos -¡lástima no ser yo a quien
buscáis! ¡Ansia de juventud, incomprendida, que yo anhelé
Vaciláis, os asombráis -¡Ah, cuánto mejor si os que como yo próxima y cambiante imaginé!
enojarais! Se hicieron viejos los amigos y ella los abandonó:
Yo -¿ya no soy yo? ¿Cambiado tengo mano, sólo quien se transforma me es afín.
paso, rostro?
Y lo que soy, para vosotros amigos -¿no lo soy? ¡Oh cenit de la vida! ¡Segunda juventud! ¡Oh jardín
estival!
¿Otro fui? ¿Extraño a mí mismo? ¿De mí mismo ¡Inquieta dicha de durar, de escuchar, de esperar!
evadido? Dispuesto aguardo al amigo día y noche,
¿Un luchador que demasiado a menudo ¡al nuevo amigo! ¡Ven, ya es hora, ya es hora!
a sí mismo se ha vencido?
¿Demasiado a menudo opuesto a su propia Cesa este canto -el más dulce grito de nostalgia
fuerza, murió en la boca:
herido y derrotado en su propia victoria? un mago lo hizo, el amigo de la hora justa,
¿Busqué un lugar donde más fuerte el amigo del mediodía -¡no!, no preguntéis quién
soplara el viento? es,
¿Aprendí a vivir Fue a mediodía, de uno se hizo dos.
donde no habita nadie, en lúgubres zonas de osos
polares, Ahora festejemos, seguros de la victoria conjunta,
olvidé hombre y Dios, maldición y plegaria? la fiesta de las fiestas:
¿Me convertí en fantasma que deambula vino el amigo Zaratustra, ¡huésped de huéspedes!
por los glaciares? Ahora ríe el mundo, se alza el tétrico telón
la luz y las tinieblas se han unido
¡Viejos amigos! ¡Mirad! Pálidos miráis ahora,
llenos de amor y de odio.
¡No, marcháos! ¡No os enojéis!
Aquí vosotros no podríais vivir.
Aquí, en el más lejano dominio
del hielo y de la roca
aquí hay que ser gamo y cazador.

¡Un malvado cazador he sido! ¡Mirad qué tenso


está mi arco!
Quién así lo tensó, era el más fuerte:
pero ¡cuidado! Peligrosa como ninguna
es esta flecha. ¡Fuera de aquí!, por vuestro bien.
DESDE ALTAS MONTAÑAS
F. NIETZSCHE
DESDE ALTAS MONTAÑAS
F. NIETZSCHE

Friedrich Hölderlin: FANTASIA DE LA TARDE


Ante su choza el labriego descansa
a la sombra, mientras humea su modesto fogón.
Y el tañido de la campana del anochecer
acoge, hospitalario, al caminante.

También los lancheros vuelven al puerto.


En lejanas ciudades se apaga, dichoso,
el clamoreo del mercado. La comida
está servida y luce bajo la enramada
para los amigos reunidos. 

¿Pero yo, adonde iré? Los mortales viven


del salario y del trabajo, y son felices
alternando labor y descanso.
¿Por qué en mi pecho anida
este aguijón que no descansa nunca? 

En el crepúsculo florece una primavera


de innúmeras rosas, y el mundo
se adormece en una paz dorada. ¡Oh, llevadme,
nubes de púrpura, y que en lo alto puedan

fundirse mi amor y mi pena en el aire y la luz!


Pero como espantado por mi loca súplica
el sortilegio se borra. Oscurece. Y yo,
como siempre, solo bajo los cielos.

¡Ven, dulce sueño! Demasiado deseo hay


en mi pecho. Mas tú terminarás por aplacarlo,
juventud. ¡Oh inquieta, oh soñadora!
¡Tras la que viene, calma y serena, la vejez!

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