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Mario Molina

Sus padres fueron Roberto Félix Molina Pasquel (Veracruz, 1908) y Leonor Henríquez
(Veracruz). Su padre fue abogado, profesor en la UNAM y embajador de México en
Etiopía, Australia y Filipinas.
En 1960 ingresó a la Facultad de Química de la UNAM para estudiar ingeniería química.
En 1965, después de graduarse, prosiguió sus estudios de posgrado en la Universidad de
Friburgo en Alemania, donde pasó casi dos años investigando en cinética de
polimerizaciones. Entre 1967 y 1968, pasó algunos meses en París y en la Ciudad de
México. En 1968 ingresó al programa de doctorado en fisicoquímica de la Universidad de
Berkeley, California.
En Berkeley se incorporó al grupo de investigación del profesor George C. Pimentel.
Molina obtuvo el doctorado en 1972 y permaneció un año más en Berkeley, antes de
convertirse, en 1973, en investigador asociado en la Universidad de California, Irvine,
junto con el Profesor Frank Sherwood Rowland.
Mario Molina fue nombrado miembro del profesorado de Irvine en 1975, liderando sus
propias investigaciones a partir de entonces. Después de siete años en Irvine, Molina
decidió explorar la vida profesional extraacadémica y se unió al Jet Propulsion Laboratory,
en el grupo de física y química molecular.
Molina volvió a la academia en 1989, al incorporarse al Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) como profesor, y adquirió ciudadanía estadounidense. Desde 2005 es
profesor de la Universidad de California en San Diego.
Es miembro de El Colegio Nacional6 y es un miembro notable de la Pontificia Academia
de las Ciencias.
Molina fue electo asesor del equipo de transición del presidente estadounidense Barack
Obama para cuestiones del medio ambiente en noviembre del 2008. Desde abril de 2011 es
uno de los 21 científicos que forman parte del Consejo de Asesores de Ciencia y
Tecnología del presidente Barack Obama (PCAST).
Molina es presidente de honor de la Asociación Mares de México, constituida en el año
2009 y dedicada a la conservación de los mares.
Actualmente Mario Molina preside el Centro Mario Molina10 para Estudios Estratégicos
sobre Energía y Medio Ambiente.
Mario Molina y Pablo Badenio. Mario Molina junto con el ministro chileno. Ha realizado
diversas investigaciones en el ámbito de la química ambiental sobre el problema del
ambiente. En 1974, Rowland y Molina daban cuenta de los resultados de sus
investigaciones en un artículo publicado en la revista Nature. En él advertían de la
creciente amenaza que el uso de los gases CFC suponía para la capa de ozono, aviso que
en aquel momento fue criticado y considerado exagerado por un sector de investigadores.
Sin embargo, la tenacidad y el convencimiento que depositaron en sus propias teorías
conquistó las mentes más incrédulas. Tras arduas deliberaciones Molina y Rowland
consiguieron la aprobación a sus tesis en encuentros científicos internacionales y
estuvieron presentes en las reuniones en las que se fijaron los parámetros de control que
debía hacer cada país en la emisión de CFpo.
En 1989 Mario Molina pasó a trabajar en el Departamento de Ciencias Atmosféricas,
Planrias y del instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) como investigador y
profesor. Y en 1994 su trabajo le brindó, en este caso del presidente de Estados Unidos, que
le nombró miembro del comité que le asesora sobre asuntos de ciencia y otro
reconocimiento tecnológico, al que pertenecen 21 científicos.
El punto culminante de su trayectoria de trabajo y perseverancia en pro de su
preocupación por un problema que afecta a todo el planeta llegó el 11 de octubre de 1995.
Mario Molina recibió junto con Sherwood Rowland el Premio Nobel de Química por ser
los pioneros en establecer la relación entre el agujero de ozono y los compuestos de cloro y
bromuro en la estratosfera. El galardón también se concedió al holandés Crutzen, del
Instituto Max-Planck de Química de Mainz (Al), quien halló en 1970 que los gases
contaminantes tienen un efecto destructor en esa capa, sin descomponerse.
El 4 de diciembre de 1995, Molina, Rowland y Crutzen fueron premiados además por el
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) por su contribución
a la protección de la capa de ozono.
Molina posee también los premios Tyler (1983) y Essekeb (1987) que concede la American
Chemical Society, el Newcomb-Cleveland de la Asociación Estadounidense para el
Avance de la Ciencia (1987) por un artículo publicado en la revista Science que explicaba
sus trabajos sobre la química del agujero de ozono en la Antártida y la medalla de la
National Aeronautics and Space Administration (NASA) (1989) en reconocimiento a sus
logros científicos. Mario Molina ha señalado en alguna ocasión que cuando eligió el
proyecto de investigar el destino de los CFC en la atmósfera lo hizo simplemente por
curiosidad científica. No consideró las consecuencias que conllevarían sus estudios, pero
cuando se dio cuenta de la envergadura de su descubrimiento se sintió sobrecogido,
porque su aporte no sólo ha contribuido a la comprensión de la química atmosférica, sino
que además ha supuesto un profundo impacto en la conciencia ecológica de todo el
mundo. Actualmente es un activista en política de la ciencia.
El 15 de octubre de 2015 se inauguró el Edificio Mario Molina en la Ciudad Universitaria
de la UNAM, un espacio que vincula la investigación entre la Facultad de Química y la
Industria. Fue construido como parte de la celebración de los 100 años de la Facultad de
Química y está orientado a brindar soluciones a problemas relacionados con la protección
ambiental, el uso de energía y la prevención del cambio climático.

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