país no podrían dar cabida a la
Hace más de dos mil años nació un
hombre de manera diferente a las
leyes de la vida. Este hombre vivió
en el anonimato. No hizo grandes
viajes. Solamente en una ocasión
cruzó el límite del país en donde
vivía. No tuvo riquezas ni influencia.
Sus familiares eran gente común y
no recibió preparación ni educación
formal.
Durante la infancia hizo estremecer
a un rey, en la niñez dejó
asombrados a los doctores de la
Ley, en su edad adulta gobernó el
curso de la naturaleza, camino
sobre las aguas como si fueran
pavimento y aquietó el
embravecido mar. Sanó a las
multitudes sin medicina y no cobró
por sus servicios.
Nunca escribió un libro y, sin
embargo, todas las bibliotecas del
filósofos y teólogos, han venido y se
cantidad de libros que se han
escrito respecto a él. Nunca escribió
una canción y, sin embargo, él ha
provisto tema para más canciones
que todos los autores y
compositores juntos. Nunca fundo
un colegio, pero todas las escuelas
reunidas no pueden jactarse de
tener tantos estudiantes. Nunca
dirigió un ejército ni enroló un
solado ni disparó un fusil; sin
embargo, nunca un líder ha tenido
más voluntarios que, bajo sus
órdenes, hayan hecho que más
rebeles amontonen sus armas y se
rindan. Nunca practicó la
psiquiatría; sin embargo, ha sanado
más corazones quebrantados que
todos los doctores que existan y
hayan existido.
Los nombres de los orgullosos
estadistas, de los científicos,
han ido. Pero el nombre de este
hombre se engrandece cada vez
más.
Aun cuando el tiempo ha
derramado más de dos mil años
entre la gente de esta generación y
la escena de su crucifixión, el vive.
Herodes no pudo destruirlo y la
tumba no pudo retenerlo.
Él se mantiene en lo más alto y
sublime de la gloria celestial,
proclamando por los ángeles,
adorado por los creyentes y temido
por los demonios, como el Cristo
viviente y personal, nuestro Señor y
Salvador.
¿Vamos a estar para siempre con él
o para siempre sin él?
Fue precisamente el Cristo
incomparable, quien preocupado
por nuestra triste condición de
alejados de Dios, dijo: “He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y abre la puerta, entraré
a él y cenaré con él y él conmigo”
(Apocalipsis 3:20).
“Yo soy el camino, la verdad y la
vida; nadie viene al sino por mi”
(Juan 14:6).
¿Y esto por que? “Porque hay un
solo Dios y un solo mediador entre
Dios y los hombres, Jesucristo
hombre” (1 Timoteo 2:5).
Entonces, ¿aceptarás el
ofrecimiento que Dios te hace?
Cristo derramó su sangre en la cruz
para cubrir tu pecado, y para
ofrecerte una nueva vida. Hoy
mismo arrepiéntete de tus pecados,
acepta su perdón y pídele que entre
a tu corazón como el Señor y
Salvador y tu vida será
transformada. Tendrás su compañía
cada día y dará sentido a tu
existencia. CRISTO
INCOMPARABLE
Más información en: Centro
Familiar Cristiano (Ave.
Central No. 141)