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La Microbiología se puede definir, sobre la base de su etimología, como la ciencia que

trata de los seres vivos muy pequeños, concretamente de aquellos cuyo tamaño se
encuentra por debajo del poder resolutivo del ojo humano. Esto hace que el objeto de
esta disciplina venga determinado por la metodología apropiada para poner en
evidencia, y poder estudiar, a los microorganismos. Precisamente, el origen tardío de
la Microbiología con relación a otras ciencias biológicas, y el reconocimiento de las
múltiples actividades desplegadas por los microorganismos, hay que atribuirlos a la
carencia, durante mucho tiempo, de los instrumentos y técnicas pertinentes. Con la
invención del microscopio en el siglo XVII comienza el lento despegue de una nueva
rama del conocimiento, inexistente hasta entonces. Durante los siguientes 150 años su
progreso se limitó casi a una mera descripción de tipos morfológicos microbianos, y a
los primeros intentos taxonómicos, que buscaron su encuadramiento en el marco de
los "sistemas naturales" de los Reinos Animal y Vegetal.

El asentamiento de la Microbiología como ciencia está estrechamente ligado a una


serie de controversias seculares (con sus numerosas filtraciones de la filosofía e
incluso de la religión de la época), que se prolongaron hasta finales del siglo XIX. La
resolución de estas polémicas dependió del desarrollo de una serie de estrategias
experimentales fiables (esterilización, cultivos puros, perfeccionamiento de las
técnicas microscópicas, etc.), que a su vez dieron nacimiento a un cuerpo coherente de
conocimientos que constitituyó el núcleo aglutinador de la ciencia microbiológica. El
reconocimiento del origen microbiano de las fermentaciones, el definitivo abandono
de la idea de la generación espontánea, y el triunfo de la teoría germinal de la
enfermedad, representan las conquistas definitivas que dan carta de naturaleza a la
joven Microbiología en el cambio de siglo.

Tras la Edad de Oro de la Bacteriología, inaugurada por las grandes figuras


de Pasteur y Koch, la Microbiología quedó durante cierto tiempo como una
disciplina descriptiva y aplicada, estrechamente imbricada con la Medicina, y con un
desarrollo paralelo al de la Química, que le aportaría varios avances metodológicos
fundamentales. Sin embargo, una corriente, en principio minoritaria, dedicada a los
estudios básicos centrados con ciertas bacterias del suelo poseedoras de capacidades
metabólicas especiales, incluyendo el descubrimiento de las que afectan a la nutrición
de las plantas, logró hacer ver la ubicuidad ecológica y la extrema diversidad
fisiológica de los microorganismos. De esta forma, se establecía una cabeza de puente
entre la Microbiología y otras ciencias biológicas, que llegó a su momento decisivo
cuando se comprobó la unidad química de todo el mundo vivo, y se demostró, con
material y técnicas microbiológicas que la molécula de la herencia era el ADN. Con
ello se asiste a un íntimo y fértil intercambio entre la Microbiología, la Genética y la
Bioquímica, que se plasma en el nacimiento de la Biología Molecular, base del
espectacular auge de la Biología desde mediados de este siglo.
Por otro lado, el "programa" inicial de la Microbiología (búsqueda de agentes
infectivos, desentrañamiento y aprovechamiento de los mecanismos de defensa del
hospedador) condujeron a la creación de ciencias subsidiarias (Virología,
Inmunología) que finalmente adquirieron su mayoría de edad y una acentuada
autonomía.

Por último, la vertiente aplicada que estuvo en la base de la creación de la


Microbiología, mantuvo su vigencia, enriquecida por continuos aportes de la
investigación básica, y hoy muestra una impresionante "hoja de servicios" y una no
menos prometedora perspectiva de expansión a múltiples campos de la actividad
humana, desde el control de enfermedades infecciosas (higiene, vacunación,
quimioterapia, antibioterapia) hasta el aprovechamiento económico racional de los
múltiples procesos en los que se hallan implicados los microorganismos
(biotecnologías).

Así pues, la sencilla definición con la que se abrió este apartado, escondía todo un
cúmulo de contenidos y objetos de indagación, todos emanados de una peculiar
manera de aproximarse a la porción de realidad que la Microbiología tiene
encomendada. En las próximas páginas ampliaremos y concretaremos el concepto al
que hemos hecho rápida referencia. Realizaremos un recorrido por su el desarrollo de
la Microbiología a lo largo de su historia, que nos permitirá una visión concreta de
algunos de sus característicos modos de abordar su objeto de estudio; finalmente,
estaremos en disposición de definir este último, desglosado como objeto material y
formal.

2    DESARROLLO HISTÓRICO DE LA MICROBIOLOGÍA.

La Microbiología, considerada como una ciencia especializada, no aparece hasta


finales del siglo XIX, como consecuencia de la confluencia de una serie de progresos
metodológicos que se habían empezado a incubar lentamente en los siglos anteriores,
y que obligaron a una revisión de ideas y prejuicios seculares sobre la dinámica del
mundo vivo.

Siguiendo el ya clásico esquema de Collard (l976), podemos distinguir cuatro etapas o


periodos en el desarrollo de la Microbiología:

1. Primer periodo, eminentemente especulativo, que se extiende desde la


antigüedad hasta llegar a los primeros microscopistas.
2. Segundo periodo, de lenta acumulación de observaciones (desde l675
aproximadamente hasta la mitad del siglo XIX), que arranca con el
descubrimiento de los microorganismos por Leeuwenhoek (l675).
3. Tercer periodo, de cultivo de microorganismos, que llega hasta finales del siglo
XIX, donde las figuras de Pasteur y Koch encabezan el logro de cristalizar a la
Microbiología como ciencia experimental bien asentada.
4. Cuarto periodo (desde principios del siglo XX hasta nuestros días), en el que
los microorganismos se estudian en toda su complejidad fisiológica,
bioquímica, genética, ecológica, etc., y que supone un extraordinario
crecimiento de la Microbiología, el surgimiento de disciplinas microbiológicas
especializadas (Virología, Inmunología, etc), y la estrecha imbricación de las
ciencias microbiológicas en el marco general de las Ciencias Biológicas. A
continuación se realiza un breve recorrido histórico de la disciplina
microbiológica, desglosando los períodos 3º y 4º en varios apartados temáticos.
Barón Justus von Liebig (Darmstadt, 12 de mayo de 1803-Múnich, 18 de abril de 1873) fue
un químico alemán, considerado uno de los pioneros en el estudio de la química orgánica.1
Descubrimientos y aportaciones de Liebig
Inicialmente se dedicó a la química orgánica, y, con Gay-Lussac, estudió los
fulminatos, cuya analogía química con los cianatos reconoció; fue uno de los
primeros casos de isomería (fenómeno por el cual dos o más compuestos tienen
fórmulas químicas idénticas pero estructuras moleculares diferentes), que
observó también Wöhler. Descubrió el ácido hipúrico, el cloroformo y el cloral, y
estudió los compuestos del ácido úrico, los alcaloides, los aminoácidos y las
amidas. Cabe mencionar aquí asimismo la larga colaboración de Liebig
con Friedrich Wöhler, iniciada con las investigaciones sobre el radical benzoilo.
Defendió la exactitud de la teoría de los radicales en la interpretación de las
reacciones orgánicas, y admitió la presencia del radical etilo, que dedujo de las
fórmulas del éter, el alcohol, el cloruro de etilo y el éter benzoico.

En una segunda fase de su trayectoria profesional, Justus von Liebig se centró


en la química fisiológica o bioquímica (es decir, la química de los procesos
vitales). Clasificó los alimentos en tres grandes grupos (grasas, proteínas e
hidratos de carbono), y, tras haber construido los primeros aparatos que
permitían absorber el anhídrido carbónico expulsado en el proceso de la
respiración, se halló en condiciones de demostrar que el calor del cuerpo (y, en
general, la energía vital) es el resultado de la combustión de grasas e hidratos
de carbono (o sea, de los alimentos digeridos en el interior del organismo). Al
hilo de estas investigaciones sobre el cuerpo humano y los alimentos, Liebig
ideó un método para obtener extractos de carne que se utilizó en todo el mundo
hasta mediados del siglo XX.

Se le debe, además, la aplicación de la química al estudio de la agricultura:


entre otros progresos, experimentó con éxito en el campo de los fertilizantes
artificiales e introdujo el empleo de los abonos minerales. Sugirió que las
plantas transforman la materia inorgánica de la tierra y de la atmósfera en
materia orgánica. Su obra Química orgánica y su aplicación a la agricultura y a la
fisiología (1840) revolucionó la ciencia agraria y enunció la teoría química de la
fermentación.
Lazzaro Spallanzani (Scandiano, provincia de Reggio Emilia, Italia, 1729 - Pavía, 1799) fue
un naturalista y sacerdote católico que ejerció como profesor de física y matemática en
la Universidad de Reggio Emilia en 1757,1 y de lógica, griego y metafísica en Módena.

Gracias a sus investigaciones,le dieron el nombre de "biólogo de biólogos".4 Según Emilio López


Caballero, fue "el más claro predecesor de Pasteur."4 Era una persona de múltiples intereses
científicos que investigó:

 el origen de la vida;
 la generación espontánea;
 la respiración y otras funciones del ser humano;
 la ecolocalización de los murciélagos.

El objeto de la investigación consistía en ensayar los experimentos con otro


animal para comprobar las observaciones hechas por Haller con la rana. Ni en la
minuciosa descripción anatómica pierde nunca de vista Spallanzani el problema
fundamental: el de las características del movimiento de la sangre, en relación
con las contracciones del corazón. Y consigue convencerse de que es el
movimiento del corazón el origen del movimiento de la sangre y de que la
velocidad de la sangre varía en vasos de calibre diverso, lo cual se desprende
de los desplazamientos de los elementos configurados de la sangre
(principalmente de los glóbulos rojos).

Junto a estas conclusiones principales, Spallanzani examinó en esta obra otras


cuestiones entonces discutidas, como, por ejemplo, el origen de las burbujas
gaseosas en la corriente sanguínea, que demostró que proceden siempre del
exterior a consecuencia de lesiones de las paredes de los vasos. De la acción del
corazón en los vasos sanguíneos fue una contribución fundamental al conocimiento de
la circulación sanguínea considerada como fenómeno microscópico, ya iniciado
por Anton van Leeuwenhoek y Marcello Malpighi. Un estilo incisivo y exacto caracteriza
este elegante escrito con el que Spallanzani, vivazmente polémico, se propone
"suprimir las falsas creencias, persuadiendo a los demás filósofos".
Mientras tanto, Spallanzani había pasado a desempeñar en la Universidad de
Pavía la cátedra de ciencias naturales, que ocupó hasta su muerte. En 1780 dio
a la luz Disertaciones de física animal y vegetal, donde puso de relieve la acción del
jugo gástrico en la digestión. La primera parte de esta obra está dedicada
al aparato digestivo de los animales y se halla dividida en seis disertaciones o
capítulos en los que se exponen los experimentos sobre la digestión de las
gallinas, ánades, palomos, cornejas, ranas, salamandras, culebras, víboras,
peces, caballos, bueyes, ovejas, águilas, perros, gatos y el hombre.

La segunda parte está dedicada al estudio de la "generación" (reproducción)


y es indudablemente la más importante. Una primera disertación está
consagrada a la descripción de la manera de reproducirse de algunos
anfibios (rana, sapo, salamandra); una segunda a la fecundación artificial del
sapo, la salamandra, la rana y el gusano de seda; finalmente, la tercera se
dedica a la reproducción de algunas especies vegetales.

Estas investigaciones, que se relacionan con las de la generación


espontánea, demuestran hasta qué extremo fue decisiva la contribución de
Spallanzani en la argumentación sobre el punto concreto de la necesidad del
contacto entre el líquido seminal masculino y el huevo para que la
fecundación de éste tenga lugar. De este modo destruyó la teoría del "aura
seminalis", según la cual el desarrollo del huevo era debido a una especie de
vapor que el líquido seminal emanaba, y no al contacto.

Spallanzani demostró asimismo que es suficiente una pequeña porción del


líquido seminal para que se efectúe la fecundación, y consiguió la
fecundación artificial con brillantísimas experiencias, adelantándose así a las
realizaciones del siglo XX. Sin embargo, Spallanzani no llegó a reconocer al
espermatozoo más que una función estimulante para hacer entrar en acción
los gérmenes del futuro organismo, contenidos en el huevo en potencia. El
error básico de estos trabajos nace de la convicción reformista que le hace
admitir que en el huevo se hallan presentes ya todas las partes del individuo
y que el líquido seminal no sirve más que para "estimular" el huevo.

Ya a una edad avanzada efectuó Spallanzani algunos viajes: visitó el Asia


Menor entre 1785 y 1787, y en verano y otoño de 1788 recorrió Campania,
Sicilia, Strómboli, las islas Lípari y las Eolias y distintas localidades del
Apenino de Módena. El motivo de este último viaje era recoger material para
el museo de Historia Natural de Pavía, que en aquel tiempo era
singularmente pobre en rocas y minerales volcánicos; las observaciones
naturalistas realizadas en el mismo quedaron recogidas en la obra Viaje a las
Dos Sicilias y algunas partes de los Apeninos, publicada entre 1792 y 1797.

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