Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EN Bergel 284 PDF
EN Bergel 284 PDF
Aquello que Eric Hobsbawm llamó Gran Guerra, adviene una serie de
«la era del Imperio», la etapa que se mutaciones políticas y conceptuales.
despliega entre 1870 y 1914, se encon- Ya en 1919, mientras el presidente nor-
tró relativamente pronto frente a sus teamericano Woodrow Wilson –des-
propios límites. Si el reparto de Asia de el teatro global que eran las nego-
y África entre las grandes potencias ciaciones de paz que se daban cita en
que se consuma en el periodo tenía Versalles– consagra el principio de
en la tesis de los propósitos civiliza- autodeterminación nacional, simul-
dores y progresistas de la empresa táneamente estallan rebeliones an-
imperialista su principal argumento ticoloniales en países como China,
justificatorio, desde comienzos del Egipto, Corea o la India (bajo lide-
siglo xx tímidamente, y a partir de razgo de Gandhi)20. Ese conjunto de
la Guerra del 14 de modo desembo- procesos trajo aparejada la creencia,
zado, sobrevino una reacción que el abonada desde distintos puntos del
historiador Michael Adas condensó globo, de que se asistía a un «desper-
bajo la figura de un «asalto a la ideo- tar de Oriente».
logía de la misión civilizatoria»18. Ya
antes de la contienda bélica intelec- Desde América Latina, la visuali-
tuales de la India como Swami Vive- zación de ese fenómeno impulsó
kananda o Rabindranath Tagore po- un quiebre en las representaciones
nían en duda la correlación entre el geoculturales que resultaría decisivo
progreso material promovido por las para el desarrollo futuro en la región
potencias occidentales y sus benefi- de un discurso sobre el Tercer Mun-
cios culturales y espirituales (de un do. Favorecida por la expansión en
modo análogo al uruguayo José En- los años 1920 de un imaginario anti-
rique Rodó en su clásico Ariel), pero imperialista, comienza a ser frecuen-
la guerra dio rotundo asidero a esa tada por la prensa y por una zona
disociación al tornar evidente que del espacio intelectual la posibili-
los adelantos científicos y tecnológi- dad de pensar un «nosotros» común
cos en los que los países imperialis- que anudaría al continente con las
tas habían respaldado su superioridad luchas anticoloniales emprendidas
habían conducido a una hecatombe por movimientos de países asiáticos
material y moral sin precedentes. Ese
proceso, sostiene Adas, tuvo como
18. M. Adas: «Contested Hegemony: The Great
efecto «el primer intercambio genuina- War and the Afro-Asian Assault on the Civi-
mente global (…) entre pensadores de lizing Mission Ideology» en Journal of World
History vol. 15 No 1, 2004.
las Américas, Europa, África y Asia»19. 19. Ibíd., p. 61.
Así, en el escenario de crisis civiliza- 20. Erez Manela: The Wilsonian Moment: Self-
Determination and the International Origins of
toria y reacomodamiento de las jerar- Anticolonial Nationalism, Oxford up, Nueva
quías culturales que se acelera con la York, 2007.
137 Ensayo
Futuro, pasado y ocaso del «Tercer Mundo»
Así, la lógica nacional que primó motivo directo del texto original de
cada vez más en los movimientos Comunidades imaginadas»40. La primacía
tercermundistas tendió a galvanizar sin residuo de la lógica del nacionalis-
diferencias internas, subordinando mo, capaz de transformar en enemigos
a su mando –a menudo de modo au- a quienes hasta la víspera despertaban
toritario– a grupos étnicos y sociales sentimientos de fraternidad –y de im-
heterogéneos. Como señala Prashad, pulsar por ello un estudio tan influ-
fue también común que los núcleos yente sobre su naturaleza como el de
dirigentes de los países emergentes Anderson–, anunciaba el crepúsculo
se enquistaran en sus respectivos Es- del ciclo tercermundista.
tados, dieran la espalda a las deman-
das de las clases populares, y «co- V. Recapitulemos y concluyamos. He-
menzaran a verse a sí mismos como mos argumentado que, a diferencia de
elites, y no como parte del proyecto las visiones que reconstruyen la his-
[tercermundista]»39. El itinerario po- toria del concepto de Tercer Mundo
lítico de muchos líderes identificados desde su emergencia en 1952, como
inicialmente con el Tercer Mundo es efecto directo del escenario mode-
a ese respecto ilustrativo. Todavía lado por la Guerra Fría41, una pers-
más: desinflado el horizonte revolu- pectiva que se proponga explicar
cionario que las aunaba, debilitadas su marcha victoriosa y proliferante
las conexiones y solidaridades trans- debe reparar en una serie de proce-
nacionales que las enlazaban, las re- sos políticos y conceptuales que pre-
laciones internacionales de muchas cedieron a su momento estricto de
naciones asiáticas y africanas se en- aparición. Asimismo, y contra lo que
friaron y hasta algunas de ellas se se desprende del trabajo de Kalter, el
vieron involucradas en contien- triunfo global de la noción debe con-
das bélicas que las enfrentaron en- siderarse a la luz de sus orígenes po-
tre sí. Benedict Anderson señalaba licéntricos –aquellos que remitían a
al inicio de su clásico libro Comuni- trazos previos producidos desde lo-
dades imaginadas, escrito a comienzos caciones tan distantes como China o
de la década de 1980, que «las gue- el Uruguay–, que inadvertidamente
rras recientes entre Vietnam, Cam- favorecieron el éxito de la operación
boya y China (…) tienen una impor-
tancia histórica mundial porque son
39. V. Prashad: ob. cit., p. xviii.
las primeras que ocurren entre regí- 40. B. Anderson: Comunidades imaginadas. Re-
menes de independencia y creden- flexiones sobre el origen y la difusión del naciona-
lismo, fce, Ciudad de México, 1991, pp. 17 y 11.
ciales revolucionarias innegables». 41. Tal es la perspectiva adoptada reciente-
Esos conflictos armados, reafirmaba mente por el historiador Jason Parker para dar
cuenta de la incorporación de América Latina
en el prólogo a la segunda edición a la esfera comprendida por el campo semán-
casi diez años después, «fueron el tico del tercermundismo. Ver J. Parker: ob. cit.
143 Ensayo
Futuro, pasado y ocaso del «Tercer Mundo»