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Introducción

Guatemala existen empresas en los cuales han hecho del medio ambiente una
destrucción tales como la siembre de palmas africanas en Chisec, como ellos
tiene influencia tanto poder político y económico no han podido reducir la
destrucción y contaminación ambiental es uno de los problemas que afecta este
municipio, es una de las zonas que más perdidas de bosque ha sufrido.

Aunque la industria chiquibul niega que se haya deforestado esta área para
introducir palma africana, argumentando que esos terrenos ya no tenían árboles
cuando fueron adquiridos.
Contaminación y la vulnerabilidad que realizan las inversiones extranjeras a
los pueblos indígenas a causa de los monocultivos tales como la palma
africana.
A la izquierda se ve un bosque de mangle deteriorado, dividido y poco frondoso. A
la derecha todo lo contrario. Lo que diferencia uno del otro es su frontera: el
primero pertenece a Guatemala, el segundo a Belice.
Los árboles parecen abrazarse unos con otros, sus ramas cruzadas se aferran al
terreno pantanoso entre la tierra y el agua. Este bosque de mangle es la clave
para que el Lago de Izabal, el más grande del país, no muera pronto y que
tampoco termine la economía de un lugar que depende un 80% de él.
A pesar de ser tan necesario está siendo depredado frente a la mirada de las
autoridades. El narcotráfico, la minería y el monocultivo como la palma africana,
han dejado amordazados a los pobladores que no denuncian por miedo y ven
cómo, poco a poco, el sustento de sus antiguas generaciones se desaparece.
Los pescadores sin peces
La lancha brinca con más fuerza a las 2 de la mañana, hora en que los López
salen a buscar peces. En una oscuridad cegante salen a probar suerte con sus
redes. A veces, cuando son días buenos, encuentran una cantidad decente de
peces, lo suficiente para que coma la familia. Otros días regresan con las manos
vacías a casa.
Los López han sido por tradición una familia pesquera. Pero la contaminación del
agua, la pesca ilegal y la depredación del sistema manglar (donde inicia el 80% de
la vida marina) han hecho que no puedan subsistir solo con esto.
Cervando Eduah, un poblador de Sarstún, coincide con los López: Ya no se puede
vivir de la pesca. Explica que han denunciado en varias ocasiones a las
camaroneras que operan en Izabal.
La pesca camaronera es agresiva, cuenta Eduah, tienen redes que “parecen
coladores”, donde incluso, las especies más pequeñas son atrapadas.
Este tipo de pesca es ilegal, según el artículo 80 de la Ley General de Pesca y
Acuicultura, pero la Dirección de Normatividad de Pesca y Acuicultura (Dipesca),
del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), no sanciona
estas prácticas agresivas a pesar de que interrumpen el ciclo de reproducción de
los peces. Además de ello tampoco hay sentencias o multas por depredar el
mangle.

Oscar Santos, investigador de biología del Centro de Estudios Conservacionistas


(CECON) de la Universidad de San Carlos de Guatemala, expone que en el
mangle comienza la vida marina. La estructura de este ecosistema ayuda a que
los peces se reproduzcan en el lugar, pues no permite la entrada de especies
grandes, que suelen ser las depredadoras. Es acá donde pasan la primera etapa
de su vida, hasta que son lo suficientemente grandes para salir al mar.
Hay un esfuerzo por cambiar la situación por parte de los comunitarios de Barra
Cocolí, una comunidad a 45 minutos de Livingston, Izabal, en el Caribe
guatemalteco.
Hace un año, con un poco de financiamiento, lograron comenzar un proyecto de
turismo, esto les ha permitido subsanar su problema económico, y a la vez
recuperar lo que han perdido con el tiempo: una pesca regular.
Dentro de su proyecto buscan reforestar el mangle que había en su comunidad.
Fernando López, residente de Cocolí, cuenta que reforestar el mangle no es una
cosa fácil. Él y los otros 25 habitantes del lugar han recibido muchos cursos y aún
así han fracasado con frecuencia.
El mangle es una planta compleja, pero sobre todo cara para reforestar, pues es a
base de prueba y ensayo. La misma técnica que se usó en un lado puede que no
funcione en otro.
Destrucción de la barrera natural
El ecosistema manglar es una barrera en muchas formas: además de ser un
excelente protector contra los tsunamis, también evita la erosión de las costas.
Limpia el aire más que cualquier otro árbol. Entre sus funciones en la naturaleza
está el ser un filtro para el agua que llega al ecosistema y sobre todo es el refugio
y lugar de nacimiento de más del 80% de las especies marinas.
A pesar de su importancia, las municipalidades de Livingston y Puerto Barrios no
tienen planes que protejan este ecosistema. Nómada intentó comunicarse con
ambos alcaldes y ninguno quiso atender la entrevista.
Monocultivos en Guatemala
La vertiente del Pacífico de Guatemala está compuesta por unas 17 cuencas
hidrográficas. La mayoría de los ríos de esta región tienen un recorrido corto de
unos 100 kilómetros de largo, desde su nacimiento en la parte alta de las
montañas y en la cadena volcánica hasta su desembocadura. Uno de estos ríos
es el Coyolate, que nace en las montañas del departamento de Chimaltenango,
atravesando varios municipios y comunidades. En la parte media de la cuenca se
encuentran extensas áreas de monocultivos y ganadería.
La caña de azúcar y la palma africana se han asentado desde hace décadas en la
región, debido a la fertilidad de los suelos de origen volcánico y la disponibilidad
de agua. Pero el sistema de producción de caña y palma, como muchos otros
monocultivos, necesita de grandes cantidades de agua, las cuales utilizan
desviando parcial o totalmente los ríos hasta sus cultivos. Esto lo hacen
construyendo una serie de bordas y diques los cuales forman canales que
transportan el agua, para luego distribuirla e irrigar las plantaciones. Esto genera
una situación dramática para las comunidades locales; en época seca los ríos
pueden quedar totalmente sin agua, afectando a los medianos y pequeños
productores de ganado, a los agricultores locales y a las más de 15,000 personas
que habitan la zona del río Coyolate y utilizan sus aguas.

En época lluviosa, los canales abiertos son la vía por la cual el agua entra e
inunda a las comunidades generando situaciones de emergencia, evacuaciones y
pérdidas. El desvío y el uso abusivo de las aguas del Coyolate modifica y altera la
dinámica natural del río, afectando a las personas y a los ecosistemas de los
cuales dependen. Esta situación va acompañada por otros impactos generados
por el cultivo de caña de azúcar: las fumigaciones aéreas con productos químicos
para la maduración de la caña afectan también a los cultivos de frijol, maíz, coco,
chile, entre otros.
La necesidad de expansión del cultivo ha llevado a los ingenios y fincas
azucareras a talar grandes cantidades de árboles, los cuales son utilizados como
combustible en las calderas. Los bosques de ribera también resultan afectados por
la deforestación y por el impacto de la erosión de los suelos; los cauces cada vez
son más frágiles y no soportan las modificaciones abruptas y en general el mal
uso de los suelos.
El Coyolate además transporta y abastece de agua a un sistema de manglares en
su desembocadura; al quitarle el agua al río ésta no llega hacia los manglares, lo
que representa una posible muerte sistemática del ecosistema manglar.
El caso del río Coyolate ilustra lo que sucede en casi todos los ríos de la costa sur
guatemalteca, donde los denominadores comunes son la explotación irracional de
los recursos del territorio y de las aguas y la contaminación generalizada en los
procesos de producción de las agroindustrias.

Comunidades afectadas, como Santa Odilia, han denunciado esta situación por
años, sin tener una solución real a sus problemas; están cansados de recibir
ayudas humanitarias – la que agradecen- pero la solución a sus problemas es que
las agroindustrias respeten el río, que no lo desvíen, que usen el agua necesaria
sin dejar a quienes viven en la parte media y baja de la cuenca sin ella, viviendo
en situaciones de calamidad.
El desvío de los ríos y la degradación ambiental que generan las empresas de
palma y de banano, también ha sido denunciado por organizaciones como el
Comité de Unidad Campesina –CUC- parte de la Vía Campesina, quienes han
interpuesto denuncias y enviado memoriales a las autoridades correspondientes
del gobierno de Guatemala, para que atiendan los casos de desvío de ríos en las
zonas de Ocós y Coatepeque, municipios de San Marcos. Debido a esas
demandas se creó una Comisión de Alto Nivel que ha participado en acciones de
monitoreo en las plantaciones de las empresas Bananera Sociedad Anónima y
Palma del Horizonte. El Comité de Unidad Campesina solicita a la Comisión de
Alto Nivel que emita con urgencia el informe de las inspecciones y que sea un
informe objetivo, imparcial y justo. Exige que se propongan las alternativas más
idóneas para solucionar dicha problemática.
Recientemente, una delegación de la RECOMA (Red Latinoamericana contra los
Monocultivos de Árboles) visitó la comunidad de Santa Odilia y recabó testimonios
de los pobladores. Junto con la RECOMA, la comunidad elaboró una carta que
será enviada a delegados del gobierno.
Los pobladores quieren que la comunidad internacional, especialmente quienes
participan de las negociaciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, tomen conocimiento del impacto que tienen a nivel local las
falsas soluciones que se promueven como combustibles limpios o
“biocombustibles”, como es el caso de la palma aceitera.
El gobierno de Guatemala debe responder rápidamente ante esta situación que
afecta a miles de ciudadanas y ciudadanos guatemaltecos, y que viola sus
derechos humanos más elementales. Las comunidades locales piden firmemente
que se salve el río, porque salvando al río se salva a miles de personas.

La Lucha por el espacio y los desarraigos


El azúcar, el café y el aceite son tres de los detonadores más potentes para la
discusión ambiental y social de Guatemala. Los monocultivos que abanderan
orgullosos los cuantiosos aportes en el rubro de las exportaciones del país,
ocultan diligentes las críticas que generan. Raúl Maas, Investigador del Instituto de
Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA) hace una revisión histórica y
un análisis profundo de las repercusiones que tiene el que el sistema agrícola y
económico se sostenga por la lógica de los monocultivos.
Raúl Maas es ingeniero agrónomo en recursos naturales renovables por la USAC,
con una maestría en manejo integrado de recursos naturales con énfasis en
manejo y conservación de biodiversidad del Centro Agronómico de Investigación y
Enseñanza (CATIE) en Turrialba, Costa Rica; otra maestría en Estudios
Estratégicos de la URL y estudia el doctorado en política y sociología de la
Universidad Pontificia de Salamanca en Guatemala. Ha sido director del
Departamento de Áreas Protegidas del Instituto Nacional de Bosques (INAB);
Director Técnico General del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP).
Ahora, en el IARNA aporta con sus investigaciones para el Perfil Ambiental, un
complejo estudio que da potentes luces sobre la realidad ambiental del país.
El café, el azúcar, el algodón, la palma. Ya es una tradición para Guatemala que el
modelo agrícola sea el de los monocultivos.
Con la llegada de los españoles y el modelo colonial, se implantó en el país esta
lógica productiva. La han desarrollado sobre dos o tres cultivos: fue el añil y el
cacao en tiempo de la colonia, pero por imposición de la monarquía no pudimos
ser exportadores de cacao porque decidieron que iba a ser Ecuador el exportador
para Europa. Después se parqueó el café y, entonces entra el algodón que se
impulsó en el gobierno de Arévalo y se queda una buena temporada hasta que
colapsa por los impactos ecológicos que ellos mismos generaron y por el
surgimiento de los tejidos sintéticos. La caña también, volvió a tomar el auge
porque ya había entrado en época de la colonia. Cae la caña y surge el algodón,
cae el algodón, entra la ganadería, se cae ésta y surge la caña de azúcar que es
el más evidente de los monocultivos.
La lógica es responder a un modelo económico.
A la lógica de exportación, como el único vínculo que tenemos para conectarnos a
las cadenas productivas comerciales mundiales. En los ochenta empiezan otros
cultivos, los no tradicionales, más allá del café y de la caña, el cardamomo, los
mini vegetales que alcanzan un dinamismo bastante intenso, pero que siguen la
misma lógica: atender las demandas de los mercados mundiales, como no
tenemos nada más que generar o producir. Nunca fuimos un país minero como las
colonias de México o Perú. De hecho, un ejemplo de lo poco que significaba
nuestra contribución monetaria a la corona es que nuestra independencia fue
prácticamente sin guerra. Y siempre hemos dependido de esas relaciones, de
alguien que nos eche la mano.
Y seguimos intentando con el mismo modelo.
Pero, ¿con qué lógica? Eso nos obliga a apostarle a algunos recursos básicos, los
productos agrícolas. Y siempre en diferentes periodos de la historia, ha destacado
alguno de ellos. Hoy está el boom de la palma africana. Pero el otro, del que casi
no se habla, es el de la exportación de personas y del impacto de las remesas en
la economía nacional. Empieza también el boom de la minería, pero con sus
impactos sociales y ambientales y con una crítica muy fuerte…

En el caso de los monocultivos, se tiene que hablar obligadamente de la


concentración de la propiedad de la tierra.
Es justamente el modelo colonial. Cuando vienen los españoles, en un contrato de
la corona con empresas de conquistadores a los que se les paga con tierras y con
gentes, “yo me embarco en la aventura como conquistador, tomo las tierras, me
quedo con la tierra y con la gente que vive allí”. Los famosos repartimientos, que
luego le llaman encomiendas, y “aparte me encargaron que los cristianizara”,
marca claramente el ritmo de la apropiación de la tierra.
Si se sigue repitiendo el patrón, ¿Quién es la corona ahora?
Es la pregunta del millón, ese quiebre se da en la independencia. Son justamente
los españoles terratenientes y sus descendientes y una nueva clase social de
criollos o mestizos. Con tal de no perder el control le apuestan a la independencia
para seguir manteniendo las prebendas, la tierra y el control de la mano de obra.
Recordemos que hasta 1945 con la emisión del Código de Trabajo todos los
pueblos indígenas estaban obligados a trabajar de manera gratuita y obligatoria
las tierras que no eran de ellos.
Ha pasado poco tiempo de aquello.
Hablamos de tres generaciones, todas las generaciones anteriores por lo menos
de la base social de la población, tenían que trabajar las tierras que no eran de
ellos. Complicado porque aparte de tributar a la corona y a la Iglesia, había que
trabajar de gratis las tierras y para los líderes comunitarios y encima trabajar el
alimento para tu propia familia. Como dice Severo Martínez “hasta los esclavos
estaban en mejor posición”, porque el esclavo era una inversión y había que
alimentarlo y mantenerlo bien para que produzca, pero ni siquiera llegaban a eso.
¿Cómo funciona la figura del líder comunitario en el proceso agrícola?
Es justamente un cambio en las disposiciones de la corona a raíz de las luchas y
negociaciones. Con Fray Bartolomé cambian algunas normas de cómo administrar
a los pueblos indígenas, la misma corona decide que tendrá tierras para los
españoles y para los indígenas para que se aseguren sus propios alimentos y
puedan generar algunos tributos para la corona. Se crean las tierras comunales,
territorios donde pueden vivir y por lo general poner a ciertos grupos a dirigir y
coordinar esos territorios. Dicen los teóricos que eran miembros de las elites
dirigenciales indígenas previo a la llegada de los españoles. Estos señores
administran cómo se reparten las tierras, la producción y fundamentalmente cómo
se organizan para ir a trabajar a las otras tierras.
Se sigue replicando, de alguna manera, con los subcontratistas, o jaladores o
coyotes de las fincas de monocultivos.
Siempre ha funcionado gente que subía con camiones a las aldeas del Altiplano a
enganchar trabajadores para la corte de caña y café. Y sigue funcionando, son
esos intermediarios, los contratistas, ahora con otros espacios de participación.
Antes del 45 había una elite que decidía quién iba a trabajar y obviamente quienes
decidían no iban a trabajar, eso genera espacio para otras elites locales con
ciertas cuotas de poder y de influencia. Es parte de estratificación social
guatemalteca.
Lo que podría estar cambiando de ese sistema colonial es el de las tierras de
monocultivo que absorben las tierras comunales, ¿cierto?
Volvemos con el referente histórico, se hace el repartimiento: una buena parte
queda en manos de los españoles o los encomendadores, otra parte en manos de
los pueblos indígenas y una buena parte queda en manos de la corona española,
tres modelos de tenencia. Durante muchos gobiernos, luego de la independencia,
las tierras de la corona pasan a ser tierras de la nación, fueron la salida para hacer
los nuevos repartimientos. Los ofrecimientos de Justo Rufino Barrios, de (Manuel)
Estrada Cabrera para traer extranjeros y desarrollar la economía nacional y las
tierras de la iglesia que era el gran posesionario. (Jorge) Ubico, Estrada Cabera y
Justo Rufino Barrios quitan a la iglesia y todavía había tierra para dar. Pero en los
70 se abren los espacios de colonización al Petén, ya el gobierno se queda sin
tierras para repartir. La última gran adjudicación, en los 90, cuando se otorgan las
concesiones forestales en Petén, 500 mil hectáreas que se dan por el
requerimiento de los Acuerdos de Paz y quedan saldados.
El punto es que ahora ya no hay, quedan muy pocas fincas nacionales y cada vez
en disputa más cerrada. En Fontierras (Fondo Nacional de Tierras) el gobierno
compra tierras para darle a los campesinos, cualquier proceso de expansión se
tiende a quedar en la búsqueda de quién está dispuesto a vender.
Ahora bien, los análisis muestran que hay un proceso de reconcentración de la
tierra. El último censo agrícola de 2002, que no hay otro, tiene evidencias del
proceso, pero ya no son las enormes extensiones de los 60, son fincas de dos o
tres caballerías a nombre de sociedades anónimas. Ya no son aquellos grandes
territorios que tenía una de las familias más poderosas desde la punta del volcán
de Fuego hasta la orilla del mar, otorgados por el rey.
Ahora vienen los procesos de reconcentración, es un tema aparte, pasa por
compra directa o negociación, “tú tienes tierra yo te la compro”; amenazas “te
compro a ti o le compro a tu viuda”, o el “posesionamiento” “llego y tomo posesión
y no importa quién sea el dueño. Llego con mi pequeño ejército y obligo a la gente
a negociar y vender a pesar de no querer hacerlo”.
¿Ha sido más agresivo el proceso de tenencia de tierra de la palma que otros
sistemas de monocultivo?
Son igualmente agresivos. Es la misma lógica. Es una lucha por espacio, sin
importar a qué costo “yo quiero ese espacio, punto”. Por ejemplo, las comunidades
de la Costa están sumamente preocupadas porque ya no tienen espacios para
cultivar, los lugares que antes les arrendaban los dueños de las fincas para maíz,
frijol y cultivos de subsistencia, están cooptados por la caña de azúcar que llega a
la orilla del mar.
¿Qué van a hacer las comunidades sin tierras?
Es un tema del que casi no se habla, pero la gente que trabaja con ellos está
lanzando esas señales a grupos que están siendo desplazados por la expansión
de los monocultivos, en Petén. Es un poco lo que pasó en San Marcos con la mina
Montana: empiezan a comprar tierra -donde tienes maíz, frijol y algunos
melocotones- hasta Q.4,000 ofrecían por cuerda, cuando normalmente allí costaba
Q1,000; fueron comprando y comprando. Los que no querían vender se fueron
quedando aislados y se vieron obligados a vender, y una vez los intermediarios
compraron resultó que una mina de oro es la propietaria. Te queda la sensación
amarga, como propietario, de que te engañaron, de que no era por cuatro mil que
las debiste haber vendido. El argumento de oferta y demanda dice que la vendiste
bien, la sensación de que jugaron con tus intereses te obliga a ver si se puede
conseguir un mejor precio. Pero la lógica del mercado dice que ya vendiste.
Y la lógica también es “le compro la tierra, se queda sin ella, pero le doy trabajo”.
En Guatemala la posesión de la tierra tiene una significación no sólo por su valor.
Tiene un significado cultural, de estatus, de arraigo al territorio. Te pueden dar
empleo, pero te cortaron la identidad y el arraigo, pasas a ser empleado y no
dueño, y eso tiene complicaciones severas para el comportamiento de las
conductas humanas. Te pueden ofrecer el salario, pero te quitaron la base de tu
sobrevivencia, el bien que se hereda, porque el empleo no lo puedes heredar.
Son temas muy complicados. Por ejemplo, en Petén le compran a una familia la
parcela, lo primero que hace el jefe de familia es comprarse un picop y viven en el
picop y cuando se termina se quedan desarraigados. La política de gobierno de
dar tierra y titular y catastrar que se invierte una buena cantidad de dinero, se
desvirtúa porque vuelven otra vez a donde estaban 20 a 25 años atrás. “Vamos a
buscarnos tierra”. ¿A dónde, si no hay? La solución es salir, es migrar a las áreas
protegidas de la biósfera.
Y se repite la historia…
Traslada el conflicto, tienes un montón de comunidades reclamando que se
legalice su tierra. Ya habían tenido esa oportunidad por parte del gobierno central,
pero las condiciones de esa insistencia del intermediario para que venda y
convence a algunos, pero los que dijeron “no”, se ven obligados a vender y migrar,
por las buenas o por las malas. Se han visto comunidades que han desaparecido,
los propietarios desaparecieron y ya no están allí, los territorios que han ido
ocupando las industrias de palma.
¿Les llamaría desplazados?
No tengo adjetivo. Les llamaría desarraigados.
No quedan espacios para la vida social.
El concepto de comunidad se destruye porque no hay escuela, el centro de
convivencia, el campo de fut, el salón comunal, la iglesia… ahora está todo
cubierto de palma, entonces él decide vender. Si deciden voluntariamente, porque
tampoco en estos sistemas productivos hay trabajo para todos, para unos cuantos
y no son los mejor calificados porque sus habilidades motrices y académicas son
limitadas, se ven obligados a cambiar de territorio…
Y en algunos casos a territorios no legales…
Porque legalmente el Estado no puede legalizar, ni debe hacerlo, porque hubo una
apuesta previa de legalizar y formalizar la propiedad en país. Y que este territorio,
las áreas protegidas, iban a ser destinados para otros usos, la ley del noventa le
da ese estatus a la biosfera maya, para ser usada en otra lógica, no en el de las
comunidades.
¿Cómo conciliar el hecho de que estas personas no tienen dónde estar, pero a la
vez están en áreas protegidas?
Porque supuestamente en el noventa y antes te había dado tu parcela. ¿Cómo
jugamos con eso? De hecho, Petén en sus inicios es dos fincas estatales escritas
en el registro de propiedad inmueble del país. Son tierras de la nación y se decide
que del paralelo 17.10 al norte será área protegida y para abajo se va a repartir
todo lo demás, y se legaliza y catastra.
¿Fue una repartición correcta la de Petén?
No creo. Igual hay zonas donde los repartos fueron muy a dedo. Ha habido un
mercado de tierras muy dinámico en la zona petenera. El Petén está totalmente
catastrado, al 2005 ya se sabía quién era el dueño de qué. Sigue siendo territorio
de la nación y para abajo es repartido. Creo que no fue bien hecho, personas que
eran parte de las instituciones llegaban y decían: estoy aquí, y sobre los planos se
hacía repartimiento, las primeras eran las que tenían agua y eran planas. Pero hay
una decisión de Estado de limitar el uso de cierto territorio y ese es el territorio
protegido.
Alberto Arce, en su reportaje, cita a algunas fuentes que sugieren un pulso entre
palmeros, narcos y algunos diputados. ¿Están jugando una especie de Monopoly
con las tierras de Petén?
Yo creo que sí, porque al final de cuentas uno de los instrumentos para el lavado
de la plata es la ganadería, la única forma de hacer ganadería es tener tierra y son
transacciones que se realizan al margen de la formalidad jurídica: “llego, re-
compro, tomo posesión y es mío en la medida que lo reconozcan los vecinos. Yo
me voy a encargar de que eso se conozca como mío, ¿Cómo? Con la presencia
de mi gente”.
Hay áreas muy extensas en manos de narcotraficantes al extremo que me han
contado, no te puedo asegurar de que sea cierto, que hay unas tierras donde el
arreado del ganado lo hacen con helicóptero. Luego está la otra ofensiva, de parte
de los sectores industriales que están promoviendo la expansión agrícola, ellos sí
van mucho en el tema de la legalidad, van comprando pequeñas parcelas y a cada
parcela le hacen todo los trámites jurídicos, para formalizar, ellos están en el ojo
del huracán y se cuidan más.
¿Estas propiedades que van comprando de a pocos, son registradas por una sola
empresa o se va fraccionando la propiedad de manera que es difícil rastrear quién
es el propietario?
Yo creo que van haciendo agregaditos, como cuando te compras una fila del
monopolio, esa es tuya, pertenece a tal consorcio, luego te compras otra fila al
otro lado del monopolio y pertenece a tal consorcio. Entonces tienes 3 o 4
consorcios, pero al final todas la parcelitas van siendo tuyas, aunque les vayas
cambiando nombres. Creo que esa es la lógica, eso hace que no se refleje mucho
en términos de la contabilidad en la propiedad de la tierra, que las unidades no
son tan grandes, pero cuando sumamos ya o cuando le quitamos el velo a las
sociedades anónimas y vamos a ver quién en realidad es el dueño, ya podría
tomarse una dimensión más concreta de cuánto pertenece a quien. Pero del otro
lado eso no está registrado, del lado de los narcos, eso es posesión. No hay
arreglos jurídicos.
Entran en conflicto los propietarios de tierra, ¿los palmeros y los narcos?
O en asocios, porque finalmente es ese capital gris que le dicen ahora, cuando se
mezcla el capital negro con el capital blanco. Ya hay narcos que están empezando
a entrar en el negocio de la palma, pero de eso sólo son sospechas.
La palma es un negocio en expansión.
Por ejemplo, en los años noventa se consumían 900 gramos de aceite de palma
per cápita en el mundo, para el 2000 eso andaba en 3 kilogramos por persona y
su pico lo piensan en encontrar 4 kilogramos por persona, por las propiedades que
tiene, comparados con otros aceites vegetales, se asimila más rápido por el
organismo humano, genera menos problemas de colesterol y todos esos temas
relacionados con los aceites. El de palma lleva más ventaja comparado con los
otros, como el de ajonjolí.

¿Cuál es la verdadera dimensión de la crítica que se hace que la palma africana


se utiliza para biocombustible y hurta tierra para los alimentos?
Es interesante, porque mucha de la resistencia que se le hizo a este proceso, era
que iban a usar el aceite para hacer biocombustible y no. Recientemente estuvo
con nosotros una investigadora inglesa que estaba haciendo su tesis doctoral
sobre agrocombustibles en Guatemala, estuvo como año y medio, y una de sus
conclusiones es que en Guatemala ni la palma ni el azúcar se están expandiendo
para hacer biocombustibles. Es decir, la palma africana va en la línea de aceites
vegetales, y la expansión azucarera es para seguir haciendo azúcar, del bagazo
que queda de la azúcar es para hacer etanol, como un subproducto. Hay un
aprovechamiento integral del producto. No se niega que es un producto en
expansión, en Guatemala lo del aceite es como un cartel en expansión, tiene esa
lógica.
¿Y las críticas sobre el uso del agua en los monocultivos?
Los estudios que hemos hecho en IARNA indican que el 60 por ciento del agua del
país se la tragan entre el café, la caña y la palma africana, que es un cultivo que
demanda bastante agua. Entonces esos son los temas que se requiere analizar,
más allá de la expansión, también los impactos ambientales de largo plazo que
tiene esto.
¿Podría el Estado ser regulador de esta lógica expansionista?
Lo que nosotros estamos diciendo en el IARNA, es que a esta sociedad le está
haciendo falta definir a dónde vamos. De pronto, hay sectores de la sociedad que
sí tienen fijado hacia donde van, pero en colectividad, no lo sabemos. Si no
sabemos hacia dónde vamos, hablar de otros elementos, como ordenamiento
territorial, no tiene sentido. Creo es importante definir dónde se puede sembrar
palma y dónde no, dónde se puede hacer minería, dónde no. La institucionalidad
gubernamental en este momento no tiene la capacidad de ordenarlas, no tiene el
poder de hacerlo, pero pasa justamente porque hay un link (enlace) muy fuerte
entre el sector económico y el sector político.
Se debería ordenar el país en función de un objetivo que se pretenda alcanzar en
25 o 50 años o con la lógica de los españoles (después de la caída de la dictadura
de Franco) y su arreglo (fiscal y político) de la Moncloa. Hacia dónde vamos y
cómo vamos a tener que ordenar para obtener esos objetivos. Y en el tema de los
monocultivos, son una fuente de trabajo de riqueza, no solo para el sector, sino de
alguna manera también los de los municipios; por ejemplo los de la Costa Sur que
muestran un indicador de bienestar social derivado de esa actividad productiva,
pero sí creo que hay que ordenar porque sino sí se generarán problemas.

Al final se van generando esos cinturones de miseria en las periferias urbanas o


se van a meter a las áreas protegidas que le genera otro conflicto tremendo al
Estado.
La lógica del crecimiento económico que genera desarrollo se viene cuestionando
desde el mismo nacimiento de la propuesta, pero es el que sigue vigente. De
hecho si uno analiza la propuesta, el plan de gobierno del Patriota es generar
crecimiento económico. Entonces bajo esa lógica van a seguir expandiéndose y
que sigan expandiéndose y que tenga más territorios con palma y azúcar. Pero ¿y
la gente? Porque el ansiado derrame no llega.
La cuestión es cómo limitar esa expansión en función de las potencialidades
naturales de los territorios, cómo hacer que el desarrollo de la actividad no
contamine tanto. Y cómo hacer que el desarrollo de la actividad realmente genere
beneficios para la colectividad que se ven afectados en temas estructurales de la
sociedad como pobreza, desigualdad y racismo.

La palma africana en Guatemala


—La palma ahí está, ¿ve? —muestra Alfonso, apuntando con el brazo derecho un
terreno.
—Allá está, mire, verde, verde. Esto lo quieren poner también aquí. Eso es palma
—explica este líder comunitario.
Nos encontramos en el municipio de Chisec, al norte del departamento de Alta
Verapaz, un área de bosque tropical lluvioso fronterizo con el departamento de
Petén. Chisec es uno de los cinco municipios que conforman la Franja Transversal
del Norte, un área selvática y apenas habitada hasta los años 70, cuando
comenzó a colonizarse. Actualmente, aunque con la cobertura boscosa ya muy
mermada, constituye un corredor que conduce hacia la Reserva Biológica San
Román y la Reserva de Vida Silvestre Petexbatún, parques nacionales que llevan
a la Reserva de la Biósfera Maya.
La Franja Transversal del Norte fue la última área de Guatemala en ir perdiendo
cobertura boscosa en favor de los cultivos de palma africana. El área ubicada
entre Chisec y Raxruhá ha perdido 164 kilómetros cuadrados de cobertura
boscosa desde 2006. Foto: Sandra Sebastián.
Sin embargo, esta zona no ha logrado salvarse del avance del cultivo de palma
africana en Guatemala. Después de Sayaxché, en Petén, los municipios que
conforman la Franja Transversal del Norte, son los que mayor pérdida de árboles
nativos reportan por el ingreso de la palma.
La zona que más pérdida de bosque ha sufrido se encuentra entre los municipios
de Raxruhá y Chisec, en un valle ubicado al sur de la sierra de Chinajá. Estos
terrenos, ocupados por diferentes comunidades maya q’eqchi, comenzaron a
comprarse a partir de 2011 para expandir la palma africana por toda la llanura. Al
día de hoy se encuentran acaparados, casi en su totalidad, por este monocultivo.
La palmicultora que opera en el área se llama Industrias Chiquibul, que según
información proporcionada por la propia empresa, comenzó a acaparar parcelas
en esta área a partir de 2011. Según la revista guatemalteca El Observador, esta
compañía le pertenece a Suhel Abel Turjuman Miguel, presidente del Banco
Inmobiliario y de la empresa de fertilizantes Mayafer.

Los bosques perdidos


Aunque Industrias Chiquibul niega que se haya deforestado esta área para
introducir palma africana, argumentando que eran terrenos que ya no tenían
árboles cuando fueron adquiridos, las imágenes satelitales muestran cómo los
remanentes de bosque han ido desapareciendo desde la entrada de este
monocultivo.
En base a un análisis realizado por el Centro de Estudios Conservacionistas
(CECON) de la Universidad San Carlos y tomando como base dos imágenes
satelitales, una de 2006 y otra de 2017, se ha podido establecer que de los 1670
kilómetros cuadrados de bosques nativos que existían —en parte de Chisec,
Raxruhá y Sayaxché— se perdieron 164 kilómetros cuadrados. Y estos han sido
reemplazados, casi en su totalidad, por monocultivos de palma africana. Hablamos
de un espacio comparable con 64 campos de fútbol.
Pero el área de palma africana cultivada en esta extensión alcanza, en realidad,
los 225 kilómetros cuadrados, si tomamos en cuenta que un porcentaje de las
tierras ya habían sido transformadas años atrás por la actividad ganadera. El
análisis que hizo el CECON, sobre el cambio de uso de suelo entre el 2006 y
2017, muestra entonces que 225 kilómetros cuadrados han sido ocupados por
palma y añade a sus hallazgos 154 kilómetros cuadrados más que son tierras ya
despejadas y listas para cultivar.
La pérdida se ha registrado, sobre todo, en una llanura ubicada bajo la Sierra de
Chinajá, que alberga las aldeas de Xuctzul, Setzaj, Candelaria, las Mercedes y
Caoba. Estas se encuentran hoy ocupadas, casi en su totalidad, por plantaciones
de palma, tal como puede verse en las imágenes satelitales y comprobarse
visitando el área.
Otras comunidades cercanas, como Santa Rosa, Ranchón Carolina y Vista
Hermosa, están desde 2016 en conflicto con Industrias Chiquibul porque se

oponen a la tala de árboles en las tierras que ya han sido vendidas. Hay otras
aldeas como la de Canaan que, a pesar de haberse opuesto a la palma en un
inicio, finalmente optaron por firmar acuerdos de venta de sus tierras con
intermediarios de la palmera.

El problema de la falta de datos


Según informó a Mongabay Latam Pedro Silvestre, coordinador técnico del
Instituto Nacional de Bosques de Alta Verapaz, un 60 % del terreno ocupado
actualmente por Industrias Chiquibul en el área de Chisec y Raxruhá, ya había
sido convertido por la actividad ganadera antes del 2011, y un 40 % sí estaba
ocupado por bosques y cultivos. “Yo considero que entre un 40 o un 50 % de la
extensión de esos municipios de la Franja Transversal del Norte —Chisec,
Raxruhá, Chahal y Fray Bartolomé de las Casas—, ya está abarcada por la
palma”, señaló Silvestre.
El total de hectáreas ocupadas por palma africana en Guatemala no se encuentra
cuantificado desde el año 2012, cuando se publicó el último mapa de cobertura
forestal. Según información del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP),
en aquel momento 111 000 hectáreas de la superficie del país estaban ocupadas
por plantaciones de este monocultivo. Una superficie que se ha multiplicado por
cinco desde 2001.
En base al perfil ambiental de Guatemala 2010-2012, realizado por la Universidad
Rafael Landívar, en ese momento, de las 93 513 hectáreas destinadas en el país
para sembrar palma, un 25 % de esta extensión se habría deforestado desde el
2001 y un 65 % eran tierras que habían perdido superficie boscosa antes de 1991.
Sin embargo, estos mapas, debido a su antigüedad, impiden comprobar el avance
de la palma africana y la consiguiente tala de bosque en la Franja Transversal del
Norte. Industrias Chiquibul informó a Mongabay Latam que la cantidad de
hectáreas adquiridas es un dato confidencial. Por lo tanto, la única información con
la que se puede contar por el momento, es la brindada por los propios
comunitarios.
Según los líderes de estas comunidades, en Ranchón Carolina la empresa
Chiquibul compró un total de 40 manzanas (27.6 hectáreas) de terreno comunal,
en Vista Hermosa fueron 135 hectáreas. En el caso del caserío Setzaj fueron 99
caballerías comunales (4470 hectáreas). Y las comunidades Mercedes vendieron
12 caballerías.
Los comunitarios sostienen, además, y puede corroborarse en el Registro
Catastral, que esas parcelas no se compraron a nombre de la empresa y que esta
no figura como propietaria de ningún terreno en Chisec o Raxruhá. Lo que ocurrió,
señalan, es que esas tierras fueron adquiridas por terceras personas y que luego
Industria Chiquibul se encargó de trabajarlas, y de contratar al personal que labora
en el área.
Conclusión

Para la solución de este problema en Guatemala el gobierno debe de intervenir


para que las empresas tomen medidas en cuanto a la contaminación del medio
ambiente, el azúcar, el café y el aceite son tres de los detonadores más potentes
para la discusión ambiental y social de Guatemala.

Este problema seguirá surgiendo si no se encuentra una solución para que ya no


haya contaminación del medio ambiente especialmente en Chisec por la siembra
de palmas africanas.

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