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El Servidor se forma en el ejercicio

del discipulado
A la hora de identificar procesos de vida en el proyecto del Reino de Dios, y en el
momento de mirar etapas en el seguimiento del Señ or, caemos generalmente en el
error, de pensar que al “pasar” a otra etapa, ya se ha superado la anterior, o má s bien,
que ya no hacemos parte de ella. Pero a la hora de hablar de servicio, es justo y
necesario reconocer, que el servidor se hace en el seguimiento continuo del Señ or, es
decir, en el discipulado. Es decir, el servidor, nunca deja de ser discípulo. Pero si
miramos algunos ejemplos de la vida cotidiana, descubrimos que en el caso de un
estudiante, al ser egresado de su programa de estudios, el contacto que va a tener con
su docente, será muy poco, hablando en términos de formació n, porque
supuestamente, ya tiene todas las bases necesarias y los conocimientos, para
desarrollar ciertas funciones ya aprendidas. En el Proyecto del Reino de Dios, el
asunto es distinto, si el servidor, quiere producir fruto abundante, necesariamente
debe estar unido a la vid (cf. Juan 15, 5- 6), es decir, una de las características del
discípulo, es la de permanecer en Jesú s, a lo que Jesú s va a responder permaneciendo
de la misma manera en el discípulo.

En esta parte, los invito a revisar un numeral del documento de Aparecida, que nos
habla del itinerario formativo del seguidor de Jesú s, con base en este, se le pide a
usted, que en un texto no mayor a una pá gina, responda a la siguiente pregunta: ¿Cuá l
es el papel que juega en la vida del Servidor, el anuncio del Kerygma, no como etapa
sino como hilo conductor del proceso de maduració n del discípulo?

“El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica
de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su
nombre, y éstos lo siguen porque conocen su voz. El Señor despertaba las aspiraciones
profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. El seguimiento es fruto
de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida
plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo a quien reconoce como el
maestro que lo conduce y acompaña” (DA, 277)

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