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Por: PATRICIA CHAPPE MAYORGA

Pensar como siervo, actuar como siervo


Para el creyente, nacido de nuevo en Cristo, el servicio debe ser una conducta preponderante, ser
siervo como lo fue Jesús y como nos lo enseñó debe ser el fin primordial para mí como creyente.
Para llegar a tener una conducta de servicio, que es la actitud, primero, como requisito se encuentra
la manera de pensar y segundo, cumplir con los rasgos o características del siervo, sin excepción,
para recibir los beneficios que nos promete Jesucristo. Si se cumple la condición, se obtiene la
bendición como bien nos lo ha dicho nuestro Pastor Darío en toda ocasión.
Cuando se menciona la conducta del servicio no se habla de una sumisión a ciegas a un autoritarismo
que se ejerce a partir del miedo, el temor, la culpa y la indecisión. El servicio verdadero se da cuando
se toma la firme decisión por Cristo y nuestro único fin es alcanzar la mente de cristo paro lo cual el
medio es la renovación y transformación de la mente, este medio es un proceso de cambio,
verdadero y definitivo que nos conduce a una satisfacción sin igual.
En el proceso de renovación debemos vencer todo aquello que silencia la voz de Dios en nuestra
mente, que son las fortalezas que levantamos para impedir recibir la guía de su Espíritu, nuestra
mente se llena de mentiras y engaños que nos alejan de Su Verdad. Cuando no hacemos frente a las
fortalezas de nuestra mente desvirtuamos por completo el precio que pago Jesús por nuestra
libertad.
Jesús nos compró con el precio de su sangre, es nuestro nuevo propietario y desde ese momento
obtenemos la victoria sobre el mundo, porque Él ya venció al mundo. Si continuamos creyendo en
nuestra mente las mentiras de la carne, el mundo y satanás, no le entregamos el control de nuestra
vida a Dios como corresponde por el precio que el ya pagó por nosotros.
La entrega de Jesús, el Siervo por excelencia, es total. Así mismo debe ser la nuestra, sin esperar
nada a cambio de parte de los otros, que lo único que recibamos al servir sea placer y felicidad.
Entrega sin temores. Es mejor dar que recibir.
Cuando pensamos de esta manera en relación a dar, a la generosidad y el servicio vemos en nosotros
el cambio que tanto anhelamos. Sirviendo primeramente al prójimo, le estamos sirviendo a Dios. En
nuestro trabajo o empleo por ejemplo cuando servimos honramos a Dios, porque la escritura nos
dice que no trabajamos para darles honra a los hombres sino a Dios, que es autoridad sobre toda
autoridad. Servimos en el momento en que hacemos bien nuestro trabajo y hallamos gusto en lo
que hacemos, de esta manera obtenemos reconocimiento de nuestros patrones, pero ese
reconocimiento proviene directamente de Dios.
El cambio que surge en nosotros desde la transformación de nuestra mente nos hace diferentes y
nos da las características anunciadas por Cristo que son las condiciones para recibir la bendición, la
promesa, la bienaventuranza. Las bendiciones recibidas son satisfacción que perdura.
Cuando renuevo mi mente y decido servir con amor y regocijo, mi vida comienza a reflejar los rasgos
verdaderos del siervo: tener un corazón humilde que deposita toda su confianza en Dios; tener
compasión y preocupación por los demás, pero con aflicción verdadera para obtener la consolación;
tener una actitud de calma, paz, suavidad, cortesía, mas no de debilidad, es lo que nos da la herencia
de nuestro Padre; sentir aflicción por la corrupción e injusticias en el mundo, eso nos trae
contentamiento; tener misericordia por los necesitados, ayudar a los que sufren, “ponerse en sus
zapatos” y no ser simples observadores desde lejos, la falta de misericordia es falta de amor; actuar
sin hipocresía, ser auténticos, sin contaminación en el corazón y con las motivaciones correctas;

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Por: PATRICIA CHAPPE MAYORGA

tener tranquilidad interna, ser tolerantes; soportar los maltratos a causa de Cristo, porque somos
herederos del cielo e hijos de Dios.
Debo aplicar a mi vida todos estos rasgos y ser el tipo de persona con las características que Cristo
enmarcó en el Sermón del Monte. Después de conocer estos rasgos de servicio que ofrecen felicidad
eterna a mi vida, debo reflejar que soy verdaderamente diferente, que mi mente se ha renovado y
estoy dispuesta a cambiar en lo que sea necesario para cada día tener más el carácter de Jesús, su
mente, su actitud, servir sin medida como lo hizo Él.

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