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LA ORACION ES LA LLAVE

Mateo 7:7-8.

 
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá.

 La oración es un asunto de gran importancia en la vida espiritual


del creyente.

Todo cristiano genuino es consciente de esto y por eso ora. Sin


embargo, aunque algunos hijos de Dios pasan tiempo orando por
numerosos asuntos, sus oraciones no parecen tener mucho efecto.

Es como si no hubiesen encontrado la manera correcta de orar. Esto


se debe a que aún no han descubierto que la oración es la llave.

En la palabra encontramos hombres y mujeres que entendieron que la


oración es la llave, pasando tiempo en la presencia de Dios, allí a
puerta cerrada.

Por eso vemos el respaldo de Dios en el trascurrir de sus vidas y en el


desarrollo de su ministerio porque el que busca al señor en secreto lo
encontrara.

 Mateo 7 habla de los principios relacionados con la oración, uno de


los cuales es: “El que busca, halla” (v. 8).

Buscar requiere un esfuerzo. Todo el que busca sin interés ni


seriedad, no hallará nada. Buscar implica tener paciencia y
perseverancia, y a menos que seamos minuciosos, no hallaremos lo
que buscamos.
Cada vez que Dios no responda a nuestras oraciones, debemos ser
pacientes y buscar diligentemente la llave de la oración. En el pasado,
Dios respondió las oraciones de muchos santos porque poseían la
llave de la oración.

En la oración, las palabras son indispensables, pero nuestras


palabras deben ir al grano; deben ser palabras que toquen el
corazón de Dios y lo conmuevan de tal forma que no tenga más
alternativa que conceder nuestras peticiones.

Las palabras específicas son la llave de la oración, pues concuerdan


con la voluntad de Dios, y Él no puede evitar responderlas. Veamos la
llave de la oración en algunos ejemplos de las Escrituras.

1. La Oración de Abraham por Sodoma

Génesis 18:16-33.

Cuando Dios le comunicó a Abraham que estaba a punto de ejecutar


Su juicio sobre Sodoma y Gomorra, por la maldad de dichas ciudades,
Abraham esperó delante de Él. Luego comenzó a orar por Sodoma. Él
no se limitó a decir: “¡Oh

¡Dios, ten misericordia de Sodoma y de Gomorra!” Tampoco le suplicó


a Dios con gran vehemencia, diciendo: “¡Prohíbe que Sodoma y
Gomorra sean destruidas!”

Abraham se aferraba al hecho de que Dios es un Dios justo 

(Gn.18:25). Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el


impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El
Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?

Esa era la llave de su oración. En profunda humildad y con gran


sinceridad, procedió a hacerle una serie de preguntas a Dios. Sus
preguntas fueron sus oraciones. A medida que oraba, permaneció
firme sobre la base de la justicia de Dios.

Finalmente dijo: “No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente


una vez: quizá se hallarán allí diez” (v. 32). Después de esto, no
continuó haciendo más peticiones. Después de que Dios le respondió,
se nos dice que “Jehová se fue”.

Abraham no trató de aferrarse a Dios ni tampoco insistió con su


oración. El regresó a su lugar.

Algunos tal vez piensan que Abraham debió haber continuado


suplicándole a Dios y que no debió haberse detenido con tan sólo diez
justos. Sin embargo, las Escrituras muestran que Abraham conocía a
Dios y conocía la llave de la oración. El escuchó al Señor decir: “El
clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado
de ellos se ha agravado en extremo… El clamor… ha venido hasta mí”
(vs.20-21).

Si no hubiesen ni siquiera diez justos en una ciudad, ¿qué clase de


ciudad es ésa? El Señor ama la justicia y aborrece la
iniquidad (Hb.1:9). Él no puede encubrir el pecado y abstenerse de
ejercer Su juicio. La destrucción de Sodoma y Gomorra era la terrible
consecuencia de su pecado y era la manifestación de la justicia de
Dios.

Cuando Dios destruyó esas ciudades, no cometió ninguna injusticia en


contra de ningún hombre justo; El “rescató al justo Lot, oprimido por la
conducta licenciosa de los inicuos” (2 P. 2:7). La oración de Abraham
fue concisa y recibió respuesta. No hubo injusticia en Dios. El no
hizo morir al justo con el impío (Gn.18:25). Nosotros lo adoramos y lo
alabamos por esto.

2. Las Oraciones del Señor Jesús.


Juan 12:27-28. 

 
Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta
hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
 
Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he
glorificado, y lo glorificaré otra vez.

Mateo 26:39-46.

Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo:


Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo
quiero, sino como tú.
40 
Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad
está dispuesto, pero la carne es débil.
42 
Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no
puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 
Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban
cargados de sueño.
44 
Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las
mismas palabras.
45 
Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad.
He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en
manos de pecadores.
46 
Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.

Las oraciones de nuestro Señor eran perfectas, y siempre tocaban


la llave de la oración. Cuando se rehusó a recibir a los griegos que lo
buscaban, dijo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?” (Jn.12:27).
El revertió el asunto cuidadosamente y pensó: “¿Qué diré? Padre,
sálvame de esta hora”. No, Él sabía que no podía orar de esa forma.
Él lo reconoció y por eso añade: “Mas para esto he llegado a esta
hora” (v.27); por lo tanto oró: “Padre, glorifica Tu nombre”.

Esta oración tuvo una respuesta inmediata. “Entonces vino una voz
del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (v.28). Si esta fue
la forma en que el Hijo de Dios, como el Hijo del Hombre, oró a Dios
mientras estaba en la tierra, ¿cómo entonces nos atrevemos en el
impulso del momento a abrir nuestros labios para hacer oraciones
apresuradas? Es esencial que descubramos la llave de la oración.

Esa noche en el huerto de Getsemaní nuestro Señor Jesús estaba


triste hasta la muerte. ¿Cómo oró en tales circunstancias? Dijo: “Padre
Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero,
sino como Tú” (Mt.26:39). El poseía la llave de la oración. No le
temía a la muerte, y aunque tenía libertad de hacer Su propia
voluntad, escogió no hacer su propia voluntad; El prefirió hacer la
voluntad de Su Padre. Así que oró por segunda vez: “Padre mío, si no
puede pasar de Mí esta copa sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad”
(v.42). Luego oró por tercera vez diciendo las mismas palabras (v.44).

Cuando tuvo la certeza de cuál era la voluntad de Su Padre, dijo a Sus


discípulos: “La hora está cerca… Levantaos, vamos” (vs.45-46). Si
nuestro Señor como un hombre sobre la tierra supo usar muy bien la
llave de la oración y se negó a Sí mismo a fin de procurar la voluntad
de Dios, ¿cómo podemos nosotros pronunciar negligentemente unas
cuantas palabras en oración y pensar que ya podemos discernir la
voluntad de Dios?

 3. La Oración de la Mujer Cananea

Mateo 15:22-28.

 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región
clamaba, diciéndole: !!Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! Mi
hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus
discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras
nosotros.
24 
El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de
la casa de Israel.
25 
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !!Señor, ¡socórreme!
26 
Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y
echarlo a los perrillos.
27 
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas
que caen de la mesa de sus amos.
28 
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe;
hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella
hora.

Cuando la mujer cananea estaba angustiada y en necesidad, clamó:


“¡Ten misericordia de mí, Señor, ¡Hijo de David!” (Mt.15:22). ¿Fue
sincera su oración?

Ciertamente lo fue. Pero es sorprendente que el Señor “no le


respondió palabra” (v.23). Los discípulos parecen haber sentido
lástima de ella, porque hablaron en favor de ella: “Despídela, porque
viene gritando detrás de nosotros” (v.23). Pero el Señor les respondió:
“No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”
(v.24).

La respuesta del Señor le dio a la mujer la llave para acercarse.


Ella vio que el Hijo de David solamente se relacionaba con la casa de
Israel, no con los gentiles. Así que ella vino y le adoró, diciendo:
“¡Señor, socórreme!” (v.25). Ella lo llamó “Señor”, y no “Hijo de David”.
Ella comprendió que sólo los Hijos de Israel tenían derecho a usar
este título; así que ella abandonó la base equivocada sobre la cual
estaba, y dirigió su oración refiriéndose a Él como “Señor”.
Esta oración provocó Su respuesta: “No está bien tomar del pan de los
hijos, y echarlo a los perrillos” (v.26). Aparentemente Su respuesta fue
muy fría; era como si el Señor la estuviera rechazando y humillando.
En realidad, Él estaba tratándole de mostrar dónde se hallaba ella
para que finalmente pudiera conocer el significado de la gracia.

La mujer vio su posición; ella pudo ver al Señor y también Su gracia y,


aferrándose de la llave de la oración, dijo: “Sí, Señor; también los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”
(v.27). Esto hizo que el Señor la elogiara, diciéndole: “¡Oh, mujer,
grande es tu fe!” (v.28). Ella había encontrado la clave de la oración, y
espontáneamente expresó fe.

En Marcos 7 el Señor dijo: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido


de tu hija” (v.29). La oración obtuvo respuesta “por esta
palabra”. Su palabra tocó la llave de la oración. Debemos aprender
de este caso.

Aunque oramos con frecuencia, nuestras oraciones se pierden como


una piedra que se lanza al océano; desaparece sin ninguna respuesta
de parte de Dios. No hemos hallado la llave correcta para abrir la
puerta; sin embargo, tampoco tratamos de descubrir la razón por la
cual Dios no responde nuestra oración. Hermanos y hermanas, ¿cómo
podemos esperar que Dios responda unas oraciones tan insensatas?
En todas nuestras oraciones debemos primero encontrar la llave;
solamente cuando hagamos esto podremos esperar obtener
respuestas de Dios.

Una vez examinados estos casos relacionados con la oración,


tengamos en mente que a medida que oramos, debemos prestar
atención a la voz interior y aprender a no ser gobernados por las
circunstancias, los pensamientos ni los afectos. Cuando
escuchemos esa suave y tierna voz interior que nos dice que oremos,
cuando en lo profundo de nuestro ser tenemos el sentir de que
debemos orar, entonces debemos hacerlo de inmediato.

Las circunstancias sólo deben ser un medio que nos lleve a la


presencia de Dios para allí esperar en El; ellas no deben regir nuestra
vida, y no debemos permitir que ellas nos impidan orar. Nuestra mente
sólo debe servir para organizar nuestro sentir interior, el cual debe ser
expresado en palabras; ella no debe ser donde se origine nuestra
oración. La oración es la expresión del sentir interior que pasa por la
mente, aunque no se inicia allí.

La oración conforme a la voluntad de Dios es solamente posible


cuando estamos en armonía con Su voluntad. No es el ejercicio de
forzar a Dios a que complazca las emociones de los hombres. Si
nuestras emociones no son disciplinadas, no podremos orar, ya que
nuestras oraciones no podrán hallar salida. Cada vez que estemos
bajo el control de nuestras emociones, oraremos de una manera
natural, según nuestros propios deseos, y nos será muy difícil orar
conforme a la guía interior. Por lo tanto, debemos tocar la llave de la
oración.

Cada vez que nos encontramos orando de manera ineficaz e


infructuosa, debemos primero pedirle al Señor que nos dé Su luz y
procurar descubrir cuál es la causa de que no hallemos
respuesta. Al consultar con el Señor, llegaremos al punto en que
sentiremos que hemos obtenido algo, que en nuestro interior algo se
activa, y escucharemos una suave y tierna voz que desde nuestro
interior nos dice: “¡Eso es!” Cuando esto suceda, habremos
encontrado la llave de la oración. A medida que usamos la llave
para continuar orando, podemos tener la certeza de que Dios
responderá nuestra oración.

En Isaías 62:6 dice: “Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto


guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás”. Estos
guardas son hombres de oración.

Ellos tienen que vigilar permanentemente a fin de ver si algo sucede, y


deben gritar cuando algo ocurra.

Un hombre de oración debe recordarle los asuntos al Señor


continuamente. Esta no es tarea de un individuo ni de unos cuantos;
es necesario que un grupo considerable de hombres ore de esta
forma. “Todo el día y toda la noche no callarán jamás”.
Esta son compañías que velan continuamente; juntos descubren algo,
y juntos oran sin cesar a Dios “hasta que restablezca a Jerusalén, y la
ponga por alabanza en la tierra” (v.7).

Debemos perseverar en oración hasta que el Cuerpo de Cristo


sea edificado. Dios necesita nuestras oraciones. Él quiere que
tengamos un espíritu de oración, un ambiente de oración y la llave de
la oración. Hermanos y hermanas, levantémonos de nuestra condición
y aprendamos a orar. Busquemos la llave de la oración para que
podamos satisfacer la necesidad de Dios hoy.
TEMA: BENDICIONES DE LA UNIDAD 

TEXTO: JUAN 17:22-23 NVI


22 
Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean
uno, así como nosotros somos uno: 
23 
yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la
perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú
me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has
amado a mí.

Estamos viviendo en nuestros países tiempos de división,


podemos ver que hoy lastimosamente el mundo está dividido
por la política, por las religiones, por cuestiones raciales, por
las opiniones, etc.,  

Pero nuestro Señor Jesucristo nos permite conocer por medio


de su palabra cuál es su anhelo para su pueblo, para su
iglesia:

QUE TENGAMOS UNIDAD, QUE SEAMOS UNO, así como


nuestro Dios es perfecto en unidad, es decir que aun en este
tiempo de división y de falta de unidad, nuestro Dios quiere
que nosotros sus hijos estemos unidos, que como hijos de
Dios seamos agentes de unidad no de división

Este es el llamado que se nos hace como iglesia en el nuevo


testamento, que estemos unidos, que fomentemos la unidad

 (1 Corintios 1:10) NVI


 Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya
divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en
un mismo pensar y en un mismo propósito.

 La palabra de Dios nos muestra las bendiciones o beneficios


de la unidad: 

 En la unidad hay victoria (1 Crónicas 19:11-13) 

 11 y el resto de las tropas las puso al mando de su


hermano Abisay, para que enfrentaran a los amonitas. 
12 
A Abisay le ordenó: «Si los sirios pueden más que yo,
tú vendrás a rescatarme; y, si los amonitas pueden más
que tú, yo te rescataré. 
13 
¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por
las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el SEÑOR haga lo
que bien le parezca!»

 En la unidad hay avance (Nehemías 4:6) 

 6 Continuamos con la reconstrucción y levantamos la


muralla hasta media altura, pues el pueblo trabajó con
entusiasmo.

 En la unidad hay fortaleza (Eclesiastés 4:12)

 Uno solo puede ser vencido,


    pero dos pueden resistir.
¡La cuerda de tres hilos
    no se rompe fácilmente!

 En la unidad hay paz y bendición (Salmo 133:1 - 3) 


 ¡Cuán bueno y cuán agradable es
    que los hermanos convivan en armonía! Es como el
buen aceite que, desde la cabeza,
    va descendiendo por la barba,
por la barba de Aarón,
    hasta el borde de sus vestiduras.
 
Es como el rocío de Hermón
    que va descendiendo sobre los montes de Sión.
Donde se da esta armonía,[a]
    el SEÑOR concede bendición y vida eterna.

 En la unidad hay poder (Mateo 18:19) 

 » Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se


ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les
será concedida por mi Padre que está en el cielo.

Podemos darnos cuenta que como seres humanos hay


muchas motivaciones por las cuales nos unimos,
independientemente de la religión, denominación, afinidad
política, raza, pensamiento, etc. 

 NOS UNIMOS POR CAUSA DEL DOLOR. Si hay algo


que nos une a los seres humanos es el dolor, las familias
se unen por el dolor de la pérdida de un ser querido, por la
enfermedad, etc.

 NOS UNIMOS POR CAUSA DE LA


SOLIDARIDAD: Nos unimos por solidaridad a las
necesidades de los demás, por solidaridad a los que están
sufriendo, a los que están pasando escasez, a los que han
perdido todo, etc.

 NOS UNIMOS POR CAUSA DE LAS


INJUSTICIAS: Las personas se unen para levantar su voz
y protestar, para exigir, para señalar las injusticias que se
han cometido y pedir que se haga justicia, como lo hemos
visto estos últimos días en los Estados Unidos. 

REFLEXIÓN: ¿Porque tenemos que esperar a unirnos


cuando hay dolor, cuando pasan catástrofes o situaciones de
crisis, o cuando se cometen injusticias? Porque no decidimos
ser cada uno de nosotros AGENTES DE UNIDAD, 

¿Porque no decidimos nosotros comenzar a FOMENTAR LA


UNIDAD en nuestra familia, en nuestra comunidad, en
nuestro lugar de trabajo, y en nuestra iglesia?? ¿CÓMO LO
LOGRAREMOS? 

1. PROPONIENDONOS EN NUESTRO CORAZÓN


LOGRAR LA UNIDAD PRIMERAMENTE EN NUESTRA
FAMILIA

(MARCOS 3:25)
Y, si una familia está dividida contra sí misma, esa
familia no puede mantenerse en pie.

Tenemos que saber que uno de los principales objetivos de


satanás es la división de la familia, pues una familia dividida
contra sí misma es débil, y puede ser destruida más
fácilmente, y es por eso que como hijos de Dios y agentes de
unidad tenemos que procurar la unidad de nuestra familia, no
solamente vivir juntos, sino en unidad, en armonía. 

Tenemos que saber que para lograr la unidad de nuestra


familia no es algo fácil, ya que quizás habrá muchos
conflictos entre los miembros de la familia 
(Proverbios 18:19-20)

 Más resiste el hermano ofendido que una ciudad


amurallada;
 los litigios son como cerrojos de ciudadela.
 
Cada uno se llena con lo que dice
  y se sacia con lo que habla.

Pero tenemos que saber que ya el Señor nos ha dado lo


necesario para poder enfrentar y superar esos conflictos no
podemos seguir con una actitud de cobardía viendo como
nuestra familia se divide y se destruye, pues él nos ha dado el
poder del amor para perdonar, y del dominio propio para
pasar por alto la ofensa. 

(2 Timoteo 1:7) 
 
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de
poder, de amor y de dominio propio
Si tienes una familia enferma de división, de falta de unidad,
tienes que aplicar la mejor medicina que nuestro Dios nos ha
dejado (1 Pedro 4:8) EL AMOR. 
 
Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente,
porque el amor cubre multitud de pecados

2. TENEMOS QUE DEJAR DE SER EL “ESLABÓN


PERDIDO”
(1 CORINTIOS 12:19-21) 

 Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del


cuerpo? 
20 
Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo
es uno solo.
21 
El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni
puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito».

Primeramente, comprendamos que es un eslabón: Pieza que,


enlazada con otras, forma una cadena, Elemento necesario
para el enlace para realizar acciones, alcanzar objetivos. Etc.

Una cadena es muy útil, pero ¿de qué sirve un eslabón solo?
Hay muchos proyectos, y objetivos que como iglesia, como
familia, como comunidad podemos alcanzar, pero hay
muchos eslabones sueltos, hay muchas personas que
prefieren apartarse y trabajar solos por su cuenta, que no se
involucran, que prefieren criticar en lugar de participar, que se
dedican a desanimar en lugar de motivar. 

Tenemos que darnos cuenta que quizás nosotros somos


el ESLABÓN QUE FALTA para poder realizar un proyecto en
la comunidad, para poder ayudar a alguien que tiene
necesidad, para poder comenzar un nuevo ministerio en la
iglesia, para llevar la salvación a alguien, ¿PORQUE NO TE
UNES A LA CADENA DE BENDICIÓN? 

Tal como lo dice la letra de la alabanza “Señor hazme un


radical”: Yo solo soy un eslabón En el traer la salvación ¿Cuál
es la forma para mí, De pescar las almas para ti? 

Solo somos un eslabón, pero si ese eslabón no está,


¿Cuántas almas se pueden perder? ¿cuantos propósitos no
se cumplirán? ¿cuantos proyectos no se realizarán? 

3. TENEMOS QUE DEJAR DE SER AGENTES DE


DIVISIÓN Y TAMBIÉN IDENTIFICARLOS.

En la palabra de Dios se nos muestra dos tipos de personas


que son agentes de división, tanto en la familia, como en
nuestra comunidad o vecindario, en nuestros lugares de
trabajo y también en la iglesia, estos dos tipos de personas
son: 

 LOS ESCARNECEDORES Los escarnecedores no


fomentan la unidad sino la división donde quiera que llegan,
un escarnecedor es el que escarnece, se burla, rechaza,
ofende, ultraja, ridiculiza, insulta, calumnia o afrenta delante
de varias personas, es decir tiene que ver directamente con
nuestras actitudes. 

(PROVERBIOS 22:10) 

Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda,


Y cesará el pleito y la afrenta.

 LOS CHISMOSOS Los chismosos fomentan la división


porque llevan y traen chismes, crean conflictos, levanta
contiendas, no piensan en el daño que causan, 

(PROVERBIOS 26:20) 

Sin leña se apaga el fuego,


Y donde no hay chismoso, cesa la contienda.

Tenemos que reconocer con sinceridad si nosotros


tendremos algunas de esas características y también
identificar a ese tipo de personas en nuestras familias, en
nuestras comunidades, en nuestras iglesias y ministerios,
para frenar el daño que causan, para que ya no sigan
causando división. 

 
Tenemos que saber que la persona que causa división no
sirve al Reino de Dios, sino que se convierte en un
instrumento del enemigo.

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