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EPÍLOGO.

LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

HEMOS LLEGADO AL TÉRMINO de este recorrido por cinco siglos de historia de


Sinaloa. En 11 capítulos hemos recordado los cambios trascendentes en la vida
de los habitantes de esta tierra, desde el siglo anterior a la conquista de los
españoles hasta la Revolución de 1910 y sus secuelas. Para terminar haremos
algunas reflexiones sobre la Sinaloa contemporánea que se configuró durante el
último siglo, desde la era de Cañedo hasta nuestros días. Lo que sobre ella diré
no es una historia en todo el rigor de la palabra; por el momento, sólo presento la
información que conocemos con suficiente seguridad, aunque no cubra muchas
de las facetas de las ricas y variadas formas de vida de los sinaloenses del
presente.

El mar, las tierras bajas y sus ríos son el sustento de las actividades económicas
más importantes de la Sinaloa contemporánea: en las llanuras al norte del Río
Quelite y hasta la línea divisoria con Sonora se desarrolla la agricultura intensiva
de riego, mientras que en los municipios del sur prosperan, principalmente, la
pesca, la acuacultura y el turismo. Veamos, pues, aunque de manera esquemática,
la evolución de estas actividades económicas a partir de 1940.

La agricultura

El parteaguas de la historia de la agricultura sinaloense es la reforma agraria de


1934 a 1940, porque eliminó el latifundio, protegió la pequeña propiedad y abrió
una nueva vía para el desarrollo agrícola: el ejido colectivo. Ejidatarios y
pequeños propietarios fueron los protagonistas de esta historia cuya narración
tomamos, principalmente, de las obras del investigador Hubert Carton de
Grammont que están reseñadas en la bibliografía.

Con el presidente Cárdenas también empezó otro capítulo en la historia de la


agricultura sinaloense, pues se abrió la era de las cuantiosas inversiones del
gobierno federal en obras de infraestructura hidráulica. En 1939 se inició la
construcción de la presa Sanalona sobre el Río Tamazula, que fue terminada en
1948 y aumentó la superficie irrigada de 31 000 a 94 000 hectáreas en el Valle de
Culiacán. Durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho (1940-1946)
continuaron las obras de construcción y se excavaron tres grandes canales: el de
Bamoa, en Guasave, el Antonio Rosales, en el Valle de Culiacán, y el SICAE, en
el valle del Río Fuerte. Durante el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952) la

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Comisión Nacional de Irrigación se transformó en la Secretaría de Recursos
Hidráulicos, lo que dio mayor coherencia a la política de irrigación a nivel
nacional. Se inauguró la presa Sanalona, se construyó una presa derivadora sobre
el Río Culiacán, se renovaron los canales de Guasave y se creó la Comisión del
Río Fuerte para la construcción de la presa Miguel Hidalgo y del sistema
hidráulico del mismo río. En el periodo gubernamental de Adolfo Ruiz Cortines
(1952-1958) se amplió la capacidad de la presa Sanalona, se inició la
construcción de la presa sobre el Río Humaya y de una presa derivadora en el
Río San Lorenzo. En 1956 se inauguró la presa Miguel Hidalgo, la de mayor
capacidad en Sinaloa.

A lo largo de las gestiones de los presidentes Adolfo López Mateos (1958-1964)


y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se construyó y se puso en operación la presa
del Río Humaya, se elevó la cortina de la presa Miguel Hidalgo y se construyó la
presa Josefa Ortiz de Domínguez sobre el arroyo de Álamos. Por estas fechas, la
superficie irrigada alcanzó la cifra de 413 944 hectáreas. Durante los sexenios de
Luis Echeverría (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982) se redujo
notablemente la inversión federal en Sinaloa, pero no se suspendió. Con los
presidentes Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-
1992) se intensificaron las obras de riego. Entre 1970 y 1990 se duplicó la
superficie irrigada gracias a la construcción de otras presas: la de Bacurato
(Gustavo Díaz Ordaz), sobre el Río Sinaloa, el Sabinal (ingeniero Guillermo
Blake Aguilar) en el Río Ocoroni, el Comedero (José López Portillo) en el Río
San Lorenzo, y se inició la construcción de otras presas como la de Huites,
Eustaquio Buelna, Vinorama, El Salto, Santa María y El Tamarindo, como se
aprecia en el mapa I.2.

Las tierras irrigadas se distribuyeron entre los ejidatarios y los agricultores


privados en proporción aproximada de 40% para el sector privado y 60% para el
ejidal, En 1975 había 37 284 ejidatarios en los distritos de riego, con una
superficie cultivable de 8.56 hectáreas por ejidatario en promedio; los pequeños
propietarios eran 9 621, con una superficie promedio de 24.4 hectáreas por
persona. En tierras de temporal, tanto en la planicie como en la sierra, había 73
015 ejidatarios que disponían de 7.35 hectáreas, en promedio, cada uno, y
también había 15 379 pequeños propietarios con 23.9 hectáreas por persona.

La competencia por la propiedad de la tierra produjo en Sinaloa violentos


enfrentamientos entre el sector ejidal y el de los agricultores privados, aunque
ambos, por su filiación política, eran afines al estado: los ejidatarios integrados
en la Confederación Nacional Campesina (CNC) y los agricultores privados
afiliados a la Confederación Nacional de la Pequeña Propiedad (CNPP).Los
principales momentos de esta lucha fueron 1958, 1967-1968 y, principalmente,
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los años de 1972 a 1976. La lucha de 1958 surgió con motivo de la apertura de la
presa El Varejonal, que irrigaría 125 000 hectáreas en el valle del Río Culiacán.
Aquí intervino una organización campesina no gubernamental, la Unión General
de Obreros y Campesinos de México (UGOCM),encabezada por Jacinto López,
cuyos afiliados invadieron las tierras que serían abiertas al cultivo. El gobierno
federal, aunque prefería impulsar la agricultura privada, se vio obligado a
favorecer a los agraristas, pero no a los de la UGOCM,sino que trasladó campesinos
michoacanos, afiliados a la CNC, para dotarlos de tierras ejidales. En 1967 ocurrió
la invasión del predio El Alhuate, propiedad de la familia Redo, con 10 000
hectáreas de extensión, aunque fraccionado en 81 lotes con certificados de
inafectabilidad expedidos durante el gobierno de Miguel Alemán. La Suprema
Corte de Justicia de la Nación falló en favor de los 81 pequeños propietarios,
pero los campesinos, apoyados por el gobernador Leopoldo Sánchez Celis,
insistieron en sus demandas, y la familia Redo entregó el predio al presidente
Gustavo Díaz Ordaz para que se repartiera.

Hacia 1970 se agudizaron las tensiones entre los sectores campesino y privado.
Los propietarios particulares subdividieron legalmente sus tierras para prevenir
cualquier afectación, aunque algunas subdivisiones encubrían latifundios.
También por estas fechas se generalizó el acceso de los agricultores privados a
las tierras ejidales, por renta o por asociación en participación, que consistía en la
asociación de un ejidatario con un agricultor privado para la explotación común
de la tierra, con un contrato por el que el ejidatario aportaba tierra y trabajo y el
agricultor ponía tierra y capital. Esta asociación fue legalizada por la Ley de
Fomento Agropercuario de 1980. La renta de tierras ejidales fue ilegal hasta la
reforma del ejido de Carlos Salinas de Gortari en 1992.

Como señalamos, el más grave de los conflictos por la propiedad de la tierra lo


libraron los agricultores sinaloenses durante el régimen del presidente Luis
Echeverría, entre 1972 y 1976, porque se radicalizó el movimiento campesino en
Sinaloa y Sonora. Para legitimarse ante los campesinos, en 1973 el presidente
decidió afectar tierras de agricultores de ambos estados, lo que provocó fuertes
reacciones del sector particular. El gobierno alentó la invasión de 50 000
hectáreas de riego en el valle del Río Culiacán. Los agricultores respondieron con
paros y con una intensa campaña de propaganda, a nivel nacional, por medio de
la cual consiguieron el apoyo de la burguesía. de todo el país. El 18 de noviembre
de 1976, 12 días antes de terminar su periodo, Echeverría expropió 37 131
hectáreas de riego y 65 655 hectáreas de agostadero en el valle del Yaqui; los
agricultores de Culiacán ofrecieron 13 500 hectáreas para su distribución entre
los campesinos, cosa que el gobierno aceptó. Los agricultores sinaloenses
salieron mejor librados que los sonorenses, en cuanto a la pérdida de tierras, pero
ambos adquirieron mayor fuerza política y se ligaron a las organizaciones
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cupulares de la burguesía nacional. En esta lucha destacó como líder de los
agricultores sinaloenses el ingeniero Manuel de Jesús Clouthier, quien llegó a las
más altas esferas políticas y participó como candidato del PAN en las elecciones
presidenciales de 1988.

Otro cambio muy importante en el sector agrícola sinaloense después de 1940 fue
la aparición de la empresa agrícola, una compleja organización muy tecnificada,
con fuertes requerimientos de inversión de capital para la producción masiva de
frutos agricolas. La agricultura se transformó en un negocio, como los demás del
sistema capitalista, cuyo objetivo principal es la producción de utilidades, más
que de alimentos. Este cambio ocurrió, principalmente, entre los productores de
hortalizas para la exportación, todos ellos del sector privado. El censo de 1970
indica que había 100 empresas exportadoras de hortalizas, de las cuales ocho
podían ser consideradas grandes empresas capitalistas. Pero no todos los
productores privados se transformaron en empresarios, y muchos de ellos
continuaron como productores en pequeña escala y en forma tradicional, sin
inversiones de consideración. En el sector ejidal también hubo empresarios
agrícolas, aunque en su mayor parte fueron pequeños productores. El mismo
censo de 1970 indica que el sector privado absorbió 79% del total de las
inversiones agrícolas, y que la mayor parte de éstas se dedicaron a la producción
de hortalizas para la exportación.

En el periodo posterior a 1940 hubo también algunas innovaciones que afectaron


directamente el sector agrícola o que repercutieron sobre él. Un importante
avance fue la llamada "revolución verde", que aumentó la productividad de
algunas especies vegetales. Otros fueron el mejoramiento de las técnicas para el
cultivo del algodón, la introducción de nuevos cultivos como el sorgo, el cártamo
y el tomate de vara, y en otro sentido la construcción de la carretera Guadalajara-
Nogales, terminada en 1952, que permitió comunicaciones más rápidas hacia los
Estados Unidos y al centro del país.

La banca

La banca sinaloense del periodo posrevolucionario se desarrolló ligada al


crecimiento de la agricultura. Hacia 1929 Manuel J. Esquer, prestamista de
Culiacán, fundó la Casa Manuel J. Esquer, que llegó a ser el Banco de Culiacán.
Por estas mismas fechas aparecieron otras casas crediticias locales, como la de
José H. Rico, José C. Castellot y la de la familia Coppel de Mazatlán. Como los
agricultores necesitaban créditos para impulsar sus empresas, el gobierno
favoreció la creación de estos bancos locales, sobre todo a partir de 1933. Desde

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entonces aparecieron el Banco del Noroeste y El Banco de Culiacán, S. A,
especializado en otorgar créditos para la agricultura, que incrementó
notablemente su capital social y sus operaciones hasta 1974, cuando estuvo al
borde de la quiebra. Por su parte, el Banco del Noroeste de México, S. A. de C.
V., creado en 1939 con la participación de agricultores de Guamúchil, Guasave,
Angostura y Mocorito para financiar a los productores y exportadores agrícolas,
creció y estableció sucursales en las principales ciudades del estado. En 1980
había incrementado su capital social a 250 millones de pesos.

El Banco Provincial de Sinaloa, S. A. se inauguró en 1940 con un fondo de 500


000 pesos aportado por horticultores de Culiacán, para financiar a productores
agrícolas y ganaderos; más tarde se hizo filial del Banco Nacional de Comercio
Exterior y se especializó en el financiamiento de la horticultura para la
exportación. En 1977 su capital social ascendía a 60 millones de pesos.

El Banco Agrícola Sinaloense, S. A., menor que los anteriores, fue fundado por
agricultores de Culiacán con la intención de financiarse ellos mismos, según el
plan trazado por el presidente Calles. Empezó a funcionar en 1933 y se
especializó en otorgar créditos a pequeños agricultores. Tuvo serios problemas
por mala administración, hasta que fue adquirido por la familia Sáenz en 1970 y
se transformó en el Banco Regional del Pacífico, S. A.

La nacionalización de la banca en 1982 afectó las instituciones sinaloenses y


provocó un nuevo distanciamiento entre el gobierno federal y los agricultores
privados, cuyas relaciones estaban deterioradas desde el conflicto con el
presidente Echeverría. Fue entonces citando los agricultores privados del país
fundaron el Consejo Nacional Agropecuario (1984) con los auspicios de las más
altas organizaciones de la burguesía nacional. Los agricultores de Sinaloa, por
medio de su asociación, la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado
de Sinaloa (CAADES), se integraron al Consejo Nacional.

Pesca, acuacultura y turismo

La pesca, la acuacultura y el turismo, las tres relaciones con el mar, se


desarrollaron en todo el litoral sinaloense, pero de manera especial en el sur de
nuestro territorio, donde se localizan los municipios de Mazatlán, el Rosario y
Escuinapa. Fue hacia 1928 cuando se fundaron las primeras sociedades
cooperativas dedicadas a la pesca, a raíz de un decreto presidencial que otorga
concesiones a grupos de trabajadores organizados para pesca en los esteros, que,
preferentemente, explotaban el camarón. En 1930 empezó a operar en Escuinapa

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la Cooperativa de Pescadores dedicada a la captura de camarón entre los ríos
Cañas y Baluarte. Luego se fundaron muchas más cooperativas y se intensificó la
captura de camarón de estero, de modo que actualmente Sinaloa aporta más de la
tercera parte del camarón que se captura en el país. Con la tecnificación de la
actividad pesquera y de la construcción de naves, la pesca sinaloense se extendió
a mar abierto para capturar atún y sardina, especies en las que el mar sinaloense
es muy rico. Al incrementarse la pesca, se desarrollaron las plantas congeladoras,
empacadoras y deshidratadoras de productos marinos que hoy se encuentran a lo
largo del estado.

En fechas más recientes se empezó a practicar la acuacultura comercial en


Sinaloa, gracias a que el litoral cuenta con 100 000 hectáreas de lagunas, esteros
y albuferas aptas para el cultivo del camarón, del langostino y de otras especies.
Las principales granjas acuícolas se localizan en los municipios de Escuinapa,
Mazatlán y el Rosario.

A partir de 1960 creció el sector de servicio de la economía sinaloense y se


desarrolló al grado de ocupar a 40 de cada 100 trabajadores, casi tantos como los
empleados en el sector agropecuario. Dentro de este sector ocupó importante
lugar el desarrollo de los centros turísticos para paseantes nacionales y
extranjeros. En el puerto de Mazatlán se concentra lo más granado de los
servicios turísticos ya que 60% de estos establecimientos atendieron en 1990 a
casi un millón de turistas en todo el estado. Las playas y los deportes acuáticos
son los principales atractivos que ofrece Sinaloa.

En nuestros días, la economía sinaloense se apoya en tres puntales principales. El


primero y más importante es la horticultura de exportación, el segundo lo forman
la pesca y la acuacultura, y el tercero es el turismo.

Industria

La industria sinaloense proviene de los productos agrícolas y pesqueros,


empezando por el procesamiento de la caña dulce para la fabricación de azúcar y
de subproductos como el alcohol y las melazas; el empaque de frutas y hortalizas
de exportación es otra actividad muy extendida. Hay plantas procesadoras de
frutas y verduras que producen pasta de tomate, jugos y verduras enlatadas. Los
productos marinos se congelan o se deshidratan. La industria sinaloense también
produce café tostado y soluble, algodón en pluma, arroz pulido, harina de trigo,
aceites vegetales, tabaco en rama y labrado, cerveza y otras bebidas purificadas.

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Las plantas industriales no emplean tecnología avanzada, es poco el grado de
transformación que operan sobre la materia prima y, en su mayor parte, fabrican
productos de consumo inmediato. La industria sinaloense se concentra en los
municipios de Culiacán, Mazatlán, Ahome, Navolato y Guasave. La industria de
transformación es el sector menos desarrollado de la economía de Sinaloa.

La sierra sinaloense

Hay una Sinaloa marginada del progreso que no recibió los beneficios de los
cambios que hemos reseñado: la zona serrana de nuestro estado.

La región de los altos comprende los municipios de Choix, El Fuerte, Sinaloa,


Mocorito, Badiraguato, Cosalá y parte de Culiacán, de Elota y de San Ignacio. En
esta área se localiza la mitad de las tierras ejidales y 40% de la población del
estado. La principal actividad económica es la agricultura de temporal y los
cultivos más extendidos son el maíz y el sorgo.

En la década de los años setenta el gobierno del presidente Luis Echeverría


empezó a ocuparse de esta abandonada región de Sinaloa. Se intensificó el
reparto agrario, aunque no se logró la organización del ejido colectivo, sino
aquella forma en que cada ejidatario organiza su trabajo de manera individual. Se
impulsó la formación de núcleos ejidales de población, con escuelas, clínicas,
energía eléctrica y otros servicios. Se promovió también la mecanización de las
labores agrícolas en donde el terreno lo permitía; se procedió a desmontar
campos, a desempedrarlos, destroncarlos y nivelarlos para que se pudiera usar la
maquinaria agrícola, de modo que el empleo del tractor se ha extendido entre
estos campesinos. Esto se ha llevado a cabo con financiamiento de diversas
instituciones del gobierno federal, las cuales, además de prestar ayuda a los
campesinos, sirven también como instrumentos para el control político de las
comunidades serranas.

Cada año, en los meses de otoño e invierno, muchos de los campesinos de los
altos emigran a la planicie para contratarse como trabajadores de los
horticultores; luego regresan a sus tierras para atender a la siembra y cosecha de
temporal. Estos migrantes se desplazan por la necesidad de lograr otro ingreso
que les ayude a paliar la penuria de la vida campesina. Algunos de estos
migrantes llevan a la familia y todos sus miembros trabajan con los horticultores;
otros hombres se desplazan solos, lo que causa desintegración familiar en la
sierra.

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Las tierras altas donde antaño floreció la minería hoy se mencionan como el
lugar donde se producen estupefacientes para el mercado internacional de
narcóticos. Este fenómeno no se originó en nuestro estado, sino que vino por
influencia del mercado estadunidense, pues en este país se concentra el mayor
número de consumidores de drogas que, en 1988, se calculaba en 30 millones de
adictos, y en 100 000 millones de dólares anuales sus utilidades.

A pesar del esfuerzo de las autoridades, la historia del cultivo de drogas en la


sierra de Sinaloa ha seguido las fluctuaciones del mercado internacional, que ha
cambiado sus demandas a la mariguana, a la heroína y a algún otro alcaloide. La
mariguana es el producto que actualmente más se demanda a la sierra de Sinaloa.
La lucha del gobierno mexicano contra el narcotráfico también ha seguido los
dictados del gobierno estadunidense, de modo que es inequitativa porque es
tolerante con los consumidores de las drogas y muy drástica con quienes la
cultivan y la ofrecen. Este problema parece no tener fin, porque el mercado no se
agota por las utilidades que reditúa a los principales traficantes y por la miseria
que priva en la sierra de Sinaloa.

Otros aspectos de la sociedad sinaloense

En el último cuarto del siglo XX el estado de Sinaloa vive interesantes fenómenos


demográficos, como el crecimiento de su población con una tasa superior al
promedio nacional, aunque los habitantes tienden a concentrarse en los
municipios de Culiacán, Mazatlán, Ahome, Guasave, Salvador Alvarado y
Navolato y los municipios de la sierra se despueblan. Se trata, además, de una
población joven, pues 65% es menor de 25 años,

También alberga nuestro estado a una numerosa población migratoria que, en las
etapas del ciclo agrícola que requieren abundante mano de obra, proviene de los
estados de Oaxaca, Durango, Michoacán, Zacatecas, Guanajuato, Jalisco y del
mismo Sinaloa, como ya dijimos al tratar de las tierras altas. Estos trabajadores
emigran junto con sus familias y se trasladan de una a otra comarca, según la
oferta de trabajo. Por lo general viven en precarias condiciones de habitación,
salubridad, alimentación y vestido. Entre 1977 y 1983, principalmente en el valle
de Culiacán, los trabajadores migratorios se organizaron, formaron sindicatos y
presionaron a los patrones para que les pagaran salarios justos y las prestaciones
que marca la ley laboral. Aunque sufren aún muchas penurias, han logrado
mejorar sustancialmente sus condiciones de vida en los campos sinaloenses.

CUADRO 1. Población del estado de Sinaloa, 1980-2000

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Al ritmo acelerado con que crece la población del estado también ha crecido el
sistema educativo, tanto el federal, como el estatal y el privado. A pesar de los
muchos esfuerzos por incrementar la educación básica, todavía quedan niños
sinaloenses sin acceso a las aulas, sobre todo en la región serrana y en las
comunidades alejadas de los centros urbanos. La educación superior continúa
encabezada por la Universidad Autónoma de Sinaloa, institución que sufrió una
grave crisis entre 1972 y 1977, pero que ya recuperada influye en la formación de
los profesionistas del estado, además de impulsar una intensa vida cultural. El
sector de la educación superior ha crecido, también, con instituciones federales y
de la iniciativa privada.

Los principales problemas de salud pública que se han presentado en el periodo


posterior a 1940 son el sarampión, que causaba estragos en la población infantil,
la lepra y el paludismo. Las intensas campañas de vacunación y de difusión de
hábitos higiénicos han logrado controlar la incidencia del sarampión, de la
poliomielitis, de la viruela y de algunas fiebres intestinales. En 1956 se llevó a
cabo una vigorosa campaña antipalúdica que logró detener la propagación de este
mal, pero no erradicarlo. En 1985 se identificó el primer caso de sida en Sinaloa,
y desde entonces la enfermedad se ha extendido.

Los servicios médicos del sector salud y la medicina privada han logrado
notables avances en Sinaloa. La medicina social se practica en el Instituto
Mexicano del Seguro Social, el ISSSTE, la Secretaría de Salud, el DIF, el
gobierno del estado y las secretarías de Marina y de la Defensa Nacional. Sinaloa
cuenta con grandes hospitales en Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, además de
numerosas clínicas rurales y urbanas. Las mayores carencias en materia de salud

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se localizan en las tierras altas, pero poco a poco se progresa en la solución de
este problema. En términos generales, podemos decir que de cada 100
sinaloenses, 64 están protegidos por los servicios médicos del sector social.

En el aspecto político la sociedad sinaloense ha avanzado hacia la estabilidad,


bajo el control del partido oficial. El último hecho violento en la sucesión
gubernamental fue la muerte del coronel Rodolfo T. Loaiza, el 21 de febrero de
1944, a 10 meses de concluir su gestión. Este asesinato, como tantos otros
crímenes políticos, quedó sin una investigación convincente. El general Pablo
Macías Valenzuela gobernó del 1º de enero de 1945 al 31 de diciembre de 1950,
cuando el periodo se amplió a seis años. El humanista Enrique Pérez Arce fue
electo para los años 1951-1956, pero renunció en febrero de 1953 y el doctor
Roberto Aguilar Pico concluyó el sexenio. A partir de entonces los periodos
gubernamentales se han sucedido sin alteración. Actualmente, la toma de
posesión se efectúa el 1º de enero y concluye el 31 de diciembre.

El predominio del partido oficial ha sido evidente en el ambiente político de


Sinaloa, pues sólo hasta 1985 presentó una competencia electoral la oposición,
representada por el Partido Acción Nacional. El PAN ha ganado fuerza electoral
sobre todo en los municipios de Culiacán, Mazatlán y Ahome, que son los más
poblados del estado, así que en el futuro próximo se espera una competencia más
reñida entre estos partidos políticos.

CUADRO 2. Gobernadores del estado de Sinaloa, 1957-1992.

FUENTE: Estado de Sinaloa, Monografía 1990. Gobierno del Estado de Sinaloa.

Durante el gobierno de Francisco Labastida Ochoa se trabajó intensamente para


aumentar la capacidad portuaria de Topolobampo; las obras se inauguraron el día
1º de junio de 1992. Este proyecto fue concebido en el marco de la Cuenca del
Pacífico, que es un vasto programa comercial destinado a relacionar las naciones
ribereñas e insulares del Océano Pacífico, entre las que se encuentran economías
muy poderosas como los Estados Unidos, Japón, Canadá, Corea, China, Taiwan
y otras, de modo que en conjunto forman un mercado de 21 800 millones de

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consumidores. En este contexto, Topolobampo fue concebido como un puerto
capaz de recibir y dar salida a las mercancías de una gran región formada por el
sur de Sonora, norte de Sinaloa, Chihuahua y centro-sur de los Estados Unidos,
algo así como lo que Albert Kimsey Owen imaginó en 1872. Aún está por verse
si Topolobampo desempeñará este papel en la Cuenca del Pacífico, pero lo que
no puede dudarse es que Sinaloa debe aprovechar mejor sus recursos marítimos.
El mar es parte integrante de Sinaloa y este recurso debe aprovecharlo de la
mejor manera.

La última reflexión sobre esta historia de Sinaloa es que muchos de sus hechos
principales también aparecen en la mayor parte de las historias de los diferentes
estados que forman nuestra República, en especial en los más cercanos, como
Sonora y las Californias. En efecto, en todas estas historias encontramos un
pasado indígena cuyo principio se pierde en la noche de los tiempos; después, los
españoles sometieron, por medio de una conquista violenta, a las sociedades
autóctonas. En estas historias hay un periodo colonial que impuso una religión,
una lengua, una forma de gobierno y un sistema de organización económica y
social. Durante tres siglos de dominación las diversas regiones recibieron las
profundas repercusiones de la cultura española, que permaneció aun después de
que se extinguieran los lazos políticos y económicos que las ligaban a la
metrópoli. Las regiones, ya independientes, hicieron un pacto para federarse y
constituir una sola nación, que poco a poco se ha ido logrando luego de dos
siglos de convivencia. Todas estas regiones libraron la guerra contra los
franceses, que tanta destrucción causó pero que impulsó la formación de una
conciencia nacionalista, que se consolidó con la Revolución de 1910 al crear
lazos fuertes y duraderos.

Es muy importante considerar que este pasado con procesos históricos comunes
es compatible con las distintas circunstancias regionales: la manera como los
sinaloenses vivieron estos hechos no fue la misma de los jaliscienses o
tabasqueños, pero la diversidad no rompió el sustrato cultural común a todas las
sociedades locales que hoy nos reconocemos como mexicanas. Tenemos un
pasado común aunque lo hayamos vivido en diferentes formas; tenemos la
conciencia de ser mexicanos junto con la conciencia de ser sinaloenses,
jaliscienses o poblanos: no hay oposición sino complemento de ambas
conciencias. Las historias de los estados mexicanos nos ayudan a entender cómo
formamos una sola nación conservando nuestras peculiaridades regionales; nos
enseñan cómo se ha formado lo que tenemos en común y cuáles son las
peculiaridades de nuestras regiones.

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