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SOCIEDADES DE PERSONA
Sabemos que, conforme al artículo 1.444 del Código Civil, son de la esencia de un contrato
aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno o degenera en otro contrato
diferente.
El Artículo 2053 del mismo Código Civil, por otra parte, define la sociedad o compañía
diciendo que es un contrato “en que dos o más personas estipulan poner algo en común con
la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provenga”.
De acuerdo con esta definición y la doctrina, son elementos esenciales del contrato de
sociedad: el aporte, la repartición de beneficios y la intención de formar sociedad. Respecto
de este último elemento, la doctrina no es unánime en afirmar que se trata de un elemento
de la esencia, como veremos más adelante.
Siendo la sociedad un contrato, no está demás señalar que es necesario para que ella exista
que concurran, en primer término, las condiciones o elementos de todo contrato. Pero,
además, para que la sociedad sea válida, estos requisitos o condiciones no deben presentar
ningún vicio que pueda dar origen a su nulidad. En consecuencia, para que el contrato de
sociedad sea válido, es necesario que él reúna las condiciones de validez de todo contrato:
Consentimiento de las partes que se obliga; capacidad para contratar; un objeto
determinado que constituya la materia del compromiso, y una causa lícita en la obligación.
En cuanto al número máximo de socios que puede tener una compañía, nuestra ley no
establece límites, salvo el caso de la sociedad de responsabilidad limitada que solo puede
constar de 50 socios como máximo (art. 2°, inciso 2° Ley 3.918), y la limitación a tres
accionistas de que trata el inciso primero del artículo 498 del Código de Comercio,
referente a las sociedades en comanditas por acciones. Sin embargo, el número de
accionistas de las sociedades anónimas tiene importancia para calificar una sociedad
anónima de abierta o cerrada, de acuerdo a lo que señala el artículo 2° de la Ley 18.046.
El aporte, es lo que cada socio lleva o se compromete a llevar a la masa común. Este aporte
puede consistir en bienes de cualquier clase, corporales e incorporales, y de cualquiera
cantidad y aun, como veremos, puede consistir en el trabajo o industria personal. En
resumen, pueden consistir en cualquier cosa apreciable en dinero y que sea de utilidad para
la sociedad. Que sea apreciable en dinero significa que la cosa aportada tenga
objetivamente un valor de mercado, o que al menos sea susceptible de tenerlo. Si una cosa
de transa en el mercado necesariamente tiene un precio. Lo único que se exige es que cada
socio aporte algo a la masa común, a los fines comunes. Si se permitiera a algún socio
formar parte de la sociedad, sin contribuir con aporte alguno, no habría a su respecto
contrato de sociedad, habría donación o cualquier otra convención; pero no sociedad.
Como decimos, la ley sólo exige que se haga aporte. Pero en lo que respecta a la naturaleza,
cuantía y calidad de los aportes la ley ha dado a las partes la más amplia libertad,
predomina en toda su amplitud, el principio de la libertad de contratar.
No es necesario que los socios contribuyan efectiva e inmediatamente con sus aportes;
basta que contraiga la obligación de hacerlos. Esto queda de manifiesto con la redacción del
artículo 2053 del Código Civil: “…es un contrato en que dos o más personas estipulan
poner algo en común”.
En suma, en nuestro Derecho constituye un elemento necesario de la sociedad que todos los
socios le hayan aportado o se obliguen a aportar una cosa apreciable en dinero, o sea,
susceptible de valorización. Además, los aportes prometidos sólo deben contener una
obligación de dar o hacer. Tales requisitos deben cumplirse al momento de constituirse la
sociedad.
2. El beneficio como elemento esencial de la sociedad
El artículo 2053 del Código Civil expresa: “La sociedad o compañía es un contrato en que
dos o más personas estipulan poner algo en común, con la mira de repartir entre sí los
beneficios que de ello provenga”, es decir, que los socios se unan con la mira de obtener un
beneficio, y que a todos ellos corresponda alguna participación en este beneficio.
“El ayuntamiento de dos omes o de mas, que es fecho con entención de ganar algo…
“(Título X, Libro I, Siete Partidas).
Nuestro Código requiere, como elemento indispensable de la sociedad, que los socios al
constituirla persigan beneficios y que éstos puedan ser de cualquier orden siempre que
tengan un carácter pecuniario, entendiendo por tales los que sean apreciables en dinero y
que no tengan un carácter puramente moral.
Es precisamente este fin de lucro lo que constituye la característica de toda sociedad, sea
civil o comercial, y cualquiera que sea su tipo. No basta un fin cualquiera de beneficio que
no sea el dinero, y como dice el inciso 3° del artículo 2055, “no se entiende por tal el
puramente moral, no apreciable en dinero”.
Sin embargo, no basta solamente que se persiga este fin de lucro pecuniario; es necesario,
además, que todos los socios tengan derecho a esas utilidades (art. 2053). Y se recalca
todavía más esta idea por lo dispuesto en el inciso 2° del artículo 2055 que dice que
“tampoco hay sociedad sin participación en beneficios”.
Si un socio aporta algo sin que se le reconozca derecho a tomar parte en las utilidades, no
habrá sociedad; podrá haber comisión u otro contrato cualquiera, pero no sociedad.
Ripert, expresa al respecto que “todos los socios deben tener derecho a una parte de los
beneficios, sin el cual la sociedad sería nula por contener una cláusula leonina” (sociedad
“leonina”, es un término sacado de la fábula de Fedro, en la que un león se asociaba con
otros animales, obteniendo para sí toda la ganancia social).
Los socios tienen la más amplia libertad para fijar la distribución de los beneficios. Es
preciso dejar establecido, desde luego, que no hay ninguna relación entre los aportes y la
cuantía de beneficios; podrá estipularse que los beneficios se repartan a prorrata de los
aportes, pero ello no es obligatorio y la ley no pone cortapisa alguna con tal que se respete
este principio. Tanto el Código Civil como el Código de Comercio, establecen la
proporción de esa participación sólo en caso de silencio de las partes.
3. Contribución por todos los socios a las pérdidas
Todos los socios deben tener derecho a una parte de los beneficios, así como deben
participar en las eventuales pérdidas. Esto no se encuentra establecido expresamente en la
ley y hay que deducirlo de diversos preceptos y de los principios generales. No dice el
artículo 2053, ni tampoco el 2055, que todos los socios deban tener participación en las
pérdidas, por lo cual podría decirse que éste no es un requisito esencial, sino un requisito de
la naturaleza del acto o contrato. Sin embargo, es éste un requisito esencial, la ley no lo
consignó expresamente, debido a que en el artículo 2053 se trata de los fines de la sociedad,
y lógicamente no podrían considerarse allí las pérdidas, porque nadie se asocia para
repartirse las pérdidas, y además porque la contribución en las pérdidas es una
consecuencia lógica de la participación en las utilidades.
4. Affectio societatis
“El ayuntamiento cuando se fase entre alguno omes buenos e leales, se socorren los unos a
los otros, bien assi como si fuesen hermanos “ (Título X, Libro I, Siete Partidas).
La tesis francesa sobre la affectio societatis no fue recogida por el derecho anglosajón, ni
por el alemán. Aún en Francia la tesis tiene detractores. Los fundamentos que se esgrimen
para rechazar esta teoría, en primer lugar, que tal requisito no estaría establecido en la ley;
además, se considera que la affectio societatis concebida como el equivalente a la
intención de constituir una sociedad se confunde con el consentimiento y, por tal motivo,
sería innecesario estimarla un elemento esencial.
El jurista francés Georges Ripert, señala que la affectio societatis, concebida como un
propósito de colaboración entre los socios conlleva la existencia de una especie de
confraternidad entre ellos, el jus fraternitatis, pero sin constituir un elemento esencial de la
sociedad. No obstante, reconoce que la existencia o no de tal elemento interno puede tener
importancia, especialmente en las sociedades de personas, para su vida armónica.
En nuestro medio, el Profesor Alvaro Puelma, que sigue al autor francés, estima que la
affectio societatis, entendiendo por tal el espíritu y propósito de colaboración entre socios,
no es ni puede ser considerada elemento esencial de toda sociedad. Sin embargo, agrega
que no obstante deba reconocerse que es importante en toda relación de tracto sucesivo,
especialmente en una asociación, que los socios se guarden mutuo respeto y reine entre
ellos la armonía. Si ella falta, especialmente en las sociedades de personas, puede provocar
situaciones que aconsejen poner término a la sociedad en ciertos casos, o ser causal de
exclusión de un socio, entre otros efectos. También la ausencia de colaboración entre los
socios puede hacer procedente, en ciertas circunstancias, el pago de indemnizaciones de
perjuicios por el infractor a la sociedad y sus consocios.
Antes de estudiar los diversos tipos societarios que acepta nuestro ordenamiento jurídico,
estimamos pertinente referirnos a ciertas materias que son atinentes, cualquiera sea el tipo
social, esto es, la capacidad en el contrato de sociedad y el objeto y causa en la sociedad.
Norma General
En materia de sociedades son aplicables, normalmente, las reglas generales sobre capacidad
del derecho común. En consecuencia, quienes tienen capacidad para obligarse y celebrar
contratos, tienen capacidad (aptitud) para celebrar el contrato de sociedad, sea ésta civil o
comercial.
La capacidad plena se adquiere con la mayoría de edad; a partir de entonces pueden las
personas naturales constituir sociedad. Situación especial se presenta en el caso de los
menores de edad, cuando el contrato social prevé su incorporación a la muerte del socio, de
la mujer casada, y cuando se trata del menor adulto.
El contrato social puede establecer que la sociedad continuará, en caso de sobrevenir la
muerte de un socio, con los herederos del difunto o sin ellos (art. 2103, inc. 1°, del Código
Civil).
En caso de que se prevea en el contrato social que la sociedad continuará con los herederos
del difunto, de haber menores de edad ellos concurrirán a la sociedad por medio de sus
representantes legales, según la regla del art. 2105 del Código Civil.
Normas especiales.
Artículo 349 del Código de Comercio: “Puede celebrar el contrato de sociedad toda persona
que tenga capacidad para obligarse.
“El menor adulto y la mujer casada que no esté totalmente separada de bienes necesitan
autorización especial para celebrar una sociedad colectiva.
“La autorización del menor será conferida por la justicia ordinaria, y la de la mujer casada
por el marido”.
Menores de edad
Regla especial se prevé para el menor adulto en el Código de Comercio para constituir una
sociedad colectiva mercantil. Dice el artículo 349 que para celebrar el contrato de sociedad
el menor adulto necesita autorización de la justicia ordinaria
Mujer casada
Cuando son sociedades colectivas comerciales, el artículo 349 del Código de Comercio
establece que la mujer casada que no esté totalmente separada de bienes necesita
autorización especial para celebrar una sociedad colectiva. La autorización será conferida
por su marido.
Pero aquí el problema es otro, el aporte que debe efectuar a la sociedad, pues sus bienes
propios los administra el marido.
“La mujer casada y separada parcialmente de bienes, siempre que la separación sea
convencional, y la que ejerza un empleo, oficio, profesión o industria con arreglo al artículo
150 del Código Civil, no requerirán la autorización especial de que trata el artículo 349 del
Código de Comercio para celebrar una sociedad comercial de responsabilidad limitada”.
De este modo, en este tipo de sociedades, la ley permite que la mujer casada, separada
parcialmente de bienes por convención, y la que ejerce un empleo, oficio, profesión o
industria separado de su marido, con arreglo al artículo 150 del Código Civil, puedan
constituir sociedad comercial de este tipo sin autorización del marido, con relación al
patrimonio reservado que separadamente administra.
En caso del menor adulto y de la mujer casada no separada totalmente de bienes, precisan
autorización de la justicia
3. Personas jurídicas
Las personas jurídicas tienen asimismo la capacidad para celebrar el contrato de sociedad,
no existiendo ninguna regla específica limitativa de ese derecho.
El artículo 2053 del Código Civil alude en general a “personas”, comprendiendo, por
consiguiente, a las naturales y a las jurídicas.
Cualquiera persona jurídica puede, entonces, formar parte de una sociedad civil o
comercial, en cuanto ello sea compatible con su finalidad u objeto. Las personas jurídicas
tienen una capacidad limitada al cumplimiento de la finalidad u objeto para el que fueron
constituidas.
II.- El objeto de la sociedad. Hay que distinguir el objeto del contrato de sociedad del
objeto social.
El objeto del contrato social hay que entenderlo como objeto de las obligaciones de los
socios, esto es, los aportes. Aportar o poner algo en común es esencial al concepto de
sociedad. La aportación es la prestación que efectúa el socio como medio para la
consecución del fin común que la sociedad persigue a través del ejercicio de la actividad
propia de su objeto. En principio, cualquier tipo de colaboración que contribuya al fin
común vale como aportación. Esta tiene, además, que ser adecuada a la formación del
patrimonio social según el tipo de sociedad y cumple una función de garantía que adquiere
mayor relieve en las sociedades en las que los socios no responden de las deudas sociales.
Puede hacerse aportación de bienes, en el sentido más amplio, o de <<industria>>, es decir,
aportaciones de actividad personal. Se puede aportar a título de uso o de dominio. La
aportación ha de ser lícita, posible y determinada.
Deben estimarse con objeto ilícito las sociedades que persigan objetivos contrarios a la
moral, el orden público y a la seguridad del Estado, conforme lo previene para el caso de
las asociaciones el N° 15 del artículo 19 de la Constitución Política de la República. Al
respecto habría que agregar, en obedecimiento a lo prescrito en el artículo 1462 del Código
Civil, que adolecerían de objeto ilícito las sociedades que contravengan el Derecho Público
chileno, como por ejemplo aquellas cuyo objeto tienda a limitar la libre competencia. Al
respecto, habría que citar el artículo 9° de la Ley 18.046, que establece que la sociedad
anónima podrá tener por objeto cualquier actividad lucrativa que no sea contraria a la ley, a
la moral, al orden público o a la seguridad del Estado.
III.- La causa de la sociedad. La aplicabilidad de las normas sobre la causa lícita establecida
en el Código Civil como requisito de existencia y validez de todo acto jurídico al contrato
de sociedad presenta problemas complejos.
Brunetti, sostiene que la sociedad se constituye para el ejercicio de una actividad que
proporcione unas ganancias. La causa de la sociedad consistiría en la obtención del
beneficio común al que deben tener derecho todos los socios. Para este autor la causa ilícita
se reduce a considerar que existe tal vicio en una sociedad leonina en la que algún socio no
tenga derecho a la utilidad y en situaciones similares.
Para algunos autores, la causa de la obligación de un socio radicaría en los diversos aportes
enterados o prometidos por los otros socios, o sea, la causa para los socios estaría
constituida por las obligaciones de los demás.
“Es sociedad colectiva aquélla en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo”.
La idea expresada en el artículo 2061 del C.C. se encuentra reforzada por el artículo 385 del
C. de C., que dice: “La administración corresponde de derecho a todos y cada uno de los
socios, y éstos pueden desempeñarla por sí mismos o por sus delegados, sean socios o
extraños”.
En ningún caso podrán los socios derogar por pacto la solidaridad en las sociedades
colectivas”.
El inciso 2° de este artículo nos está haciendo ver que la solidaridad es uno de los requisitos
de la esencia de la sociedad colectiva comercial. No siendo lo mismo en la sociedad
colectiva civil y para dar cuenta de ello basta comparar este artículo con el 2095 del Código
Civil, que dice:
No se entenderá que los socios son obligados solidariamente o de otra manera que, a
prorrata de su interés social, sino cuando así se exprese en el título de la obligación, y ésta
se haya contraído por todos los socios o con poder especial de ellos”.
En resumen, tenemos que en toda sociedad colectiva (sea civil o comercial) la
responsabilidad de los socios es indefinida, ilimitada, porque no se concreta al valor de lo
que el socio haya aportado a la sociedad, sino que éste es responsable con todos sus bienes
a los acreedores sociales. En la sociedad colectiva civil esta responsabilidad pesa sobre
cada uno de los socios a prorrata de su cuota; pero en la sociedad colectiva comercial, esta
responsabilidad a más de ser indefinida, es solidaria y esa solidaridad es uno de los
requisitos esenciales de la sociedad colectiva mercantil.
En la sociedad colectiva civil sólo puede haber solidaridad en caso de estipulación expresa
de los socios; en cambio, en la sociedad colectiva comercial ello ocurre de pleno derecho.
Similares conceptos dan los autores Alvaro Puelma y Carlos Gilberto Villegas.
Señalábamos que en nuestra legislación existen dos subtipos de sociedad colectiva, la civil
y la comercial, regidas cada una de ellas por los respectivos códigos.
Para distinguir entre los dos subtipos, se aplica la regla establecida en el art. 2059 del
Código Civil, que dispone que son comerciales las sociedades que se forman para realizar
actos de comercio. Las otras son civiles. Las sociedades de giro mixto son mercantiles; ya
que si uno cualquiera de los negocios que constituyen su giro es comercial, ello
mercantiliza la compañía, acorde con lo expresado en el precepto citado.
Las normativas del Código Civil y del Código de Comercio sobre sociedad colectiva son
similares en muchos aspectos. Las diferencias fundamentales entre las de uno y otro
Código, las señalamos a continuación:
1°. En cuanto a la responsabilidad de los socios por las deudas sociales.- Como ya lo hemos
repetido tantas veces, en las colectivas civiles, los socios responden ilimitadamente, pero la
deuda se divide entre todos a prorrata de sus aportes (art. 2095 C.C.), mientras que en las
comerciales los socios responden ilimitada y solidariamente, no pudiendo renunciar a esta
solidaridad que es de la esencia del contrato (art.370 C.de C.). Esto responde a un principio
general del Derecho Comercial que tiende siempre a establecer mayores garantías que en el
Derecho Civil, de contribuir así a aumentar el crédito social de estas sociedades, el que está
estrechamente ligado al crédito individual de cada socio.
DE LOS APORTES
1. FONDO SOCIAL
Los aportes constituyen el fondo social o dicho de otro modo, el capital con que la sociedad
va a llevar a efecto el fin para el cual las partes se asocian. El artículo 375 nos dice que “el
fondo social se compone de los aportes que cada uno de los socios entrega o promete
entregar a la sociedad”.
Puede ser objeto de aportes todas las cosas comerciables capaces de prestar alguna utilidad.
Puede, pues, serlo el trabajo y el crédito personal. La ley solo exige que el aporte tenga para
la sociedad un valor pecuniario y esté dentro del comercio lícito (art.376).
Los cargos públicos aun cuando reditúen dinero no pueden ser objeto de aporte, según esto.
Así, un notario no podría aportar a una sociedad, su Notaría (art.377).
El trabajo puede ser objeto de aporte. Pero en la sociedad en comandita, según el art. 478,
no se acepta que su capacidad, crédito o industria pueda ser aporte de un comanditario. La
ley quiere así evitar que este aporte haga aparecer al socio comanditario con la calidad de
socio gestor.
Los aportes pueden hacerse en propiedad y en usufructo (art.2082 Código Civil), es decir,
la sociedad puede adquirir el pleno dominio de las cosas aportadas o sólo el dominio útil
que surge del derecho real de usufructo .
“Si se aporta la propiedad, el peligro de la cosa pertenece a la sociedad según las reglas
generales, y la sociedad queda exenta de la obligación de restituirla en especie.
“Si este consiste en cosas fungibles, en cosas que se deterioran por el uso, en cosas tasadas,
o cuyo precio se ha fijado de común acuerdo, en materiales de fábrica o artículos de venta
pertenecientes al negocio o giro de la sociedad, pertenecerá la propiedad a ésta con la
obligación de restituir al socio su valor.
“Este valor será el que tuvieron las mismas cosas al tiempo del aporte; pero de las cosas
que se hayan aportado apreciadas, se deberá la apreciación” (art. 2084 del Código Civil).
Se aplica, simplemente, el principio de que las cosas perecen para su dueño. En el caso del
inciso final, se refiere al valor que los bienes tienen al tiempo del riesgo.
Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de poner en común las
cosas o industria a que se ha obligado en el contrato, los otros tendrán derecho para dar la
sociedad disuelta (artículo 2.101 C.C.).
Esta facultad no es sino la aplicación del principio general que el artículo 1489 del Código
Civil consagra para todos los contratos bilaterales. Eso sí, que en este caso la resolución
recibe el nombre especial de disolución y produce también efectos especiales.
La disolución de la sociedad no produce efectos retroactivos como la resolución de los
demás contratos, de manera que aunque el vínculo se destruye, subsisten los efectos que el
contrato produjo en el paso.
Art. 379: “El retardo en la entrega del aporte, sea cual fuere la causa que lo produzca,
autoriza a los asociados para excluir de la sociedad al socio moroso o proceder
ejecutivamente contra su persona y bienes para compelerle al cumplimiento de su
obligación.
En uno y otro caso el socio moroso responderá de los daños y perjuicios que la tardanza
ocasionare a la sociedad”.
Se dice aquí que se puede dirigir contra “su persona y bienes”. La primera expresión no
tiene hoy explicación, porque desde el año 1868, se suprimió la ejecución sobre la persona
del deudor, no se admite, entre nosotros, la prisión por deuda como medio compulsivo de
pago de las obligaciones, ahora sólo puede procederse contra los bienes del deudor.
ADMINISTRACION DE LA SOCIEDAD
1. Generalidades
La sociedad como persona jurídica entra en relaciones con sus propios socios y con
terceros. Las relaciones con sus propios socios conciernen fundamentalmente al régimen de
administración para llevar a cabo la consecución del fin social. Las vinculaciones de la
sociedad con los terceros consisten en los actos y contratos que ella ejecuta o celebra
mediante el uso de la razón social y en las consecuencias que de ellos derivan, esto es, la
circunstancia qu8e queda obligada frente a los acreedores sociales y el hecho que surge la
responsabilidad solidaria de los socios colectivos, si se agota el patrimonio de la compañía
sin satisfacer la deuda social.
Está regulado en los artículos 385 y siguientes del Código de Comercio y descansa en los
siguientes principios básicos:
a) La administración corresponde de derecho a todos y cada uno de los socios (art. 385);
c) Gracias al mandato legal, cada uno de los socios puede hacer válidamente todos los actos
y contratos comprendidos dentro del giro ordinario de la sociedad o que sean necesarios o
conducentes a la consecución de los fines sociales (art. 387).
d) La existencia de un derecho de oposición a los actos proyectados por otro socio. Ejercido
ese derecho, se suspende la ejecución del acto proyectado hasta que la mayoría numérica de
los socios decida sobre la conveniencia económica de llevarlo o no a cabo (arts. 388, 389,
390 y 391).
Las res hipótesis indicadas, como requieren convención expresa, pasan a ser parte
integrante del contrato de sociedad, de manera que no pueden alterarse si no es mediante
modificación de dicho contrato. Solo cuando el nombramiento consta en otra escritura
pública distinta de la que contiene el estatuto, no es necesario modificar la sociedad.
Por último, la sociedad colectiva puede ser administrada por otras sociedades. Esta
alternativa es posible, sea la sociedad administradora socia o extraña, conforme a las reglas
generales contenidas en el artículo 384 del Código de Comercio.
Por otra parte, es preciso considerar que la renuncia y revocación están prohibidas en las
sociedades que se han contratado por tiempo fijo o para un negocio de duración limitada,
por las mismas razones señaladas precedentemente. Conforme al principio de la autonomía
de la voluntad, nada impide que los socios estipulen o reglamenten la renuncia o revocación
en el estatuto social. Con todo, esta situación presenta el inconveniente de dejar incierta la
existencia y funcionamiento legal del órgano de administración, sobre todo en su función
de representación frente a terceros, quienes no podrán imponerse con certeza sobre la
situación del actual administrador y si le están afectando o no las causales que configuren
en la realidad la renuncia o revocación del mismo, con el consiguiente efecto en la vigencia
de su designación. En consecuencia, no es conveniente que la renuncia y revocación de los
administradores sociales queden reguladas por el contrato de sociedad.
Por excepción, en las sociedades de duración ilimitada la renuncia está permitida, basado
en que no es posible mantener a un socio unido a la sociedad toda la vida.
b) Mandatarios sociales. Se trata de personas a las cuales los administradores les encargan
la ejecución de ciertos actos o contratos mediante un mandato general o especial. Estos son
los factores o gerentes, cuya legitimidad proviene del mandato que le confieren los
administradores y no del estatuto social, como ocurre con estos últimos. Los mandatarios
sociales pueden ser revocados y renunciar conforme a las normas del mandato civil.
Finalmente, en caso de conflicto entre sociedad y gerente o factor, en primer término, rigen
las normas de los artículos 325 y siguientes del Código de Comercio y subsidiariamente las
del Código Civil.
Según lo previsto por el artículo 402 del Código de Comercio, el administrador delegado
por socio o extraño, tiene la competencia que le señala su mandato y en lo que estuviere allí
determinado tiene sólo las facultades comprendidas en el giro de la sociedad, “o que sean
necesarias o conducentes a la consecución de los fines que ésta se hubiere propuesto”
(artículo 387, Código de Comercio).
En consecuencia, el administrador, por regla general, sólo tiene facultades para actuar
dentro del objeto social o giro ordinario de la misma y además tendrá únicamente las
facultades que designe su título (artículos 394 y 397 Código ce Comercio y 2.077 Código
Civil), pero con la limitante en este último caso de que en el ejercicio de sus facultades los
administradores delegados también deben enmarcarse dentro del mismo objeto social o giro
ordinario de la sociedad (artículo 352 número 5 del Código de Comercio), ya que la ley del
ramo dispone que la sociedad no es responsables de los documentos suscritos con la razón
social cuando las obligaciones que los hubieren causado no le conciernan (artículos 370,
374, 393 397 del Código de Comercio).
Las facultades del administrador tienen, por ende, dos límites: uno de ellos está
representado por las facultades que designe su título o mandato, de manera que todo acto
que exceda ese mandato no obliga a la sociedad; y el otro, por el ejercicio de la función
administradora, que siempre debe quedar comprendido dentro de las operaciones que
constituyen el giro ordinario de la sociedad, sea mediante facultades otorgadas o sin ellas.
De ello sigue que al contratar con una sociedad colectiva es preciso examinar atentamente
las facultades contenidas en el poder otorgado al administrador, para comprobar si el acto o
contrato que se trata de ejecutar o celebrar coincide con la facultad específica que a éste se
le ha conferido y, además, si dicho acto o contrato queda comprendido en el objeto social o
que se trata de un acto necesario o conducente a la consecución de los fines sociales. Es
importante definir cuándo un acto está destinado al cumplimiento del objeto social y
cuándo no lo está. Un criterio restrictivo admite que el acto está encaminado a la
consecución del fin social cuando se trata de actos de administración interna, de operación
o de explotación y cuando se trato de actos o contratos ejecutados o celebrados con terceros
que directamente conforman el objeto de la sociedad. En esta concepción restringida no son
actos dirigidos al cumplimiento del objeto social aquellos que son accesorios o
complementarios del objeto social. Una concepción más amplia reconoce que son actos
destinados al cumplimiento del objeto social todo acto que ejecute una sociedad por medio
de sus administradores, a menos que estén expresamente prohibidos, dándose cabida a la
noción de órgano de administración que expresa la voluntad social.
En caso de conflicto, todo se circunscribe a un problema de prueba, de manera que quién
contrata con la sociedad exigirá que el administrador tenga la facultad específica para
celebrar el acto o contrato de que se trata o bien que se extienda el giro social para que éste
quede comprendido dentro de él.
Frente a esta grave dificultad que plantea la administración de las sociedades colectivas
comerciales y en general las sociedades de personas, consistentes en la inoponibilidad del
acto frente a la sociedad y en la posibilidad de que ella misma resulte ineficaz como
estructura jurídica de la empresa colectiva, un autor postula que: “no debería existir
inconveniente a lo menos para extender al régimen de administración de las sociedades de
personas el contenido del artículo 328 del Código de Comercio, que si bien se encuentra
ubicado en el contrato de comisión, en las disposiciones comunes a los factores y
dependientes de comercio la naturaleza de los factores y de los administradores de las
sociedades de personas por una parte, y por otra, la situación que contempla dicha
disposición, son semejantes, destacando que ello es posible, con mayor razón desde el
momento que la misma disposición menciona el establecimiento que administran y bien
sabemos que este último forma parte del objeto social genérico”.
“El artículo 328 señala: “…… se entenderá que los han ajustado (los contratos) por cuenta
de sus comitentes en los casos siguientes:
1º Cuando tal contrato corresponda al giro ordinario del establecimiento que administran;
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté comprendido en el
giro ordinario del establecimiento:
“De esta manera, dar cabida al artículo 328 del Código de Comercio, sobre todo en los
casos a que se refieren los número 2º, 3º y 4º mencionados, significa ampliar el ámbito de
acción de los administradores de la sociedad, aun concebidos éstos en los términos clásicos
de simples mandatarios de la sociedad”.
Creemos que la solución apropiada en tanto no se legisle sobre la materia dándoles a los
administradores de las sociedades colectivas facultades legales como las que el artículo 40
de la Ley número 18.046 entrega al directorio de la sociedad anónima.
En los textos legales las facultades de los administradores se encuentran en los artículos
2.077 del Código Civil, 395, 396, 397, 398, 400 y 402 del Código de Comercio, a los que
hay que remitirse para mayor detalle.
Pero la ley admite que en su gestión el o los administradores puedan ejecutar actos que
adolezcan de vicios o que produzcan perjuicios manifiestos a la masa común. A la primera
situación corresponden los actos y contrato que el administrador programe o contemple
ejecutar o celebrar con fraude, caso en el cual la ley permite a los demás socios no
administradores que se opongan a la consumación del acto o contrato de que se trata
(artículo 400 inciso 1º). La idea de fraude comprende cualquier engaño que implique faltar
a la verdad y que afecte a los socios en cuanto víctimas del mismo.
Asimismo la facultad de administrar, ejercida por los socios o sus delegados, sena éstos
socios o extraños, es intransmisible a los herederos del administrador. El problema puede
plantearse cuando en conformidad con el artículo 2.013 del Código Civil, la sociedad haya
de continuar por el acto constitutivo entre los socios sobrevivientes y los herederos del
difunto, de manera que si el socio administrador designado en el estatuto social fallece y la
sociedad continúa, no pudiendo ser reemplazado el administrador, o ejercido el cargo por
otros, en virtud de la misma estipulación contractual, la sociedad se disuelve por “grave
motivo”, consistente en “la perdida de un administrador inteligente…..” (Artículo 2.108
Código Civil), salvo que por reforma de los estatutos convenida por todos los socios,
comprendidos los herederos del socio fallecido, se acuerde otra cosa.
Dada la naturaleza intuito personae de la sociedad colectiva que se organiza cuando los
socios se tienen entre sí mucha confianza, se prohíbe hacerse sustituir en el desempeño de
la función de administrador. Tal prohibición está prevista en el artículo 404 número 3 del
Código de Comercio. La dificultad estriba en precisar el alcance de la prohibición frente a
la estipulación contractual que permite al administrador delegar el todo o parte de sus
facultades especialmente otorgadas, sobre todo cuando el administrador delega la totalidad
de sus facultades enumeradas en el contrato. En este caso la delegación importaría
desconocer la prohibición, por cuanto la delegación se transformaría en una sustitución en
el desempeño de las funciones de la administración. Gracias al principio de la autonomía de
la voluntad que informa a todos los contratos y en particular al de sociedad, tal estipulación
tendría valor. Otro argumento a favor del valor de la delegación total de las facultades de
administración se encuentra el artículo 404 número 3º, inciso 2º, del Código de Comercio,
según el cual tal convención no es nula si es autorizada por todos los socios y tal
autorización se encontraría dentro de las facultades otorgadas al administrador delegante.
La autorización que todos los socios confieren para hacerse sustituir en las funciones de
administración, no requiere reforma del contrato social, porque la ley no la exige
específicamente y porque la cláusula relativa a la gestión social no es de la esencia del acto
fundacional de la compañía. Con todo, para que sea oponible a los terceros creemos que
debe formalizarse a través de escritura pública y anotarse al margen de la inscripción de la
sociedad en el Registro de Comercio.
9. Nombramiento de coadministrador
DE LA RAZON SOCIAL
1. Generalidades
La sociedad es una persona jurídica que se da a conocer y entra en relaciones jurídicas con
terceros mediante la razón social. La razón social es el nombre que la sociedad tiene como
sujeto de derecho. Es el distintivo externo que tiene la sociedad y el medio de que dispone
para entrar en relaciones de derecho o de negocios con terceras personas.
Según el artículo 365 “La razón social es la fórmula enunciativa de los nombres de todos
los socios o de alguno de ellos, con la agregación de estas palabras: “y compañía” (estas
palabras comprenden genéricamente a los socios cuyos nombres no se han incluido en la
razón social).
Por su parte, el artículo 366, agrega que “Sólo los nombres de los socios colectivos pueden
entrar en la composición de la razón social. El nombre del socio que ha muerto o se ha
separado de la sociedad será suprimido de la firma social”.
Sólo los nombres de los socios pueden figurar en la razón social; de ningún modo podrá
incluirse en ella el nombre de un tercero, porque ello podría inducir a error a otras personas,
quienes podrían considerar como socio a ese tercero que efectivamente no lo es y que no
responde de las deudas sociales. Así lo dispone el Artículo 368: “El que tolera la inserción
de su nombre en la razón de comercio de una sociedad extraña, queda responsable a favor
de las personas que hubieren contratado con ella”.
De manera que si se viola esta prohibición, pueden derivarse consecuencias tanto para los
socios como para terceros. Si su nombre se ha incluido sin su conocimiento, es evidente
que no tiene responsabilidad alguna; pero si ha tolerado esa situación, es responsable de las
deudas sociales, en la misma forma que cualquier otro socio.
Artículo 367: “El uso que se haga de la razón social después de disuelta la sociedad,
constituye un delito de falsedad, y la inclusión en aquélla del nombre de una persona
extraña es una estafa.
La sociedad como sujeto de derecho que es tiene su vida limitada en el tiempo. De ahí que
el artículo 367 diga que el uso que se haga de la razón social después de disuelta la
sociedad, constituye un delito de falsedad. La razón de esto está en que si después de
disuelta la sociedad se usara la razón social para contratar se engañaría a los terceros, pues
ellos creerían que contratan con la sociedad.
La sociedad, no se acaba, no muere con su disolución sino que subsiste como persona
jurídica a través de todo el proceso de su liquidación durante el cual se le nombra un
gerente que recibe el nombre de liquidador.
Si la sociedad subsiste como persona jurídica aún después de disuelta necesita una razón
social, y si bien las funciones del liquidador no son las mismas que las del gerente, es cierto
que el liquidador está representando a la sociedad. Podría, pues, usar de la razón social sin
incurrir en delito, ya que la disposición del art. 367 hay que interpretarla de acuerdo con la
finalidad que persigue y no más. Durante la liquidación se agrega a la razón social las
palabras: “en liquidación”.
Hay que distinguir entre los efectos frente a la sociedad y los efectos frente a terceros:
a) Frente a la sociedad.
“El uso de la razón social puede ser conferido a una persona extraña a la sociedad. El
delegatario deberá indicar en los documentos públicos o privados que firma por poder, so
pena de pagar los efectos de comercio que hubiere puesto en circulación, toda vez que la
omisión de la antefirma induzca en error acerca de su cualidad a los terceros que los
hubieren aceptado” (art. 372).
“Si un socio no autorizado usare la firma social, la sociedad no será responsable del
cumplimiento de las obligaciones que aquél hubiere suscrito, salvo si la obligación se
hubiere convertido en provecho de la sociedad. La responsabilidad, en este caso, se limitará
a la cantidad concurrente con el beneficio que hubiere reportado la sociedad” (art. 373).
En este artículo la ley está haciendo una aplicación específica de la regla en virtud de la
cual para que una persona obligue a otra es necesario que esté facultada para representarla,
a menos que esta última se enriquezca, pues entonces queda obligada hasta el monto del
provecho reportado. Hay aquí en realidad un caso de aplicación de la actio de in rem verso.
Puede suceder que un socio autorizado para usar la razón social se haya excedido en sus
poderes celebrando un acto no comprendido en las facultades administrativas ni
conducentes al fin de la sociedad. Por ejemplo, vende un inmueble de la sociedad, para lo
cual necesita un poder especial, salvo que la sociedad se haya constituido para esta clase de
negocios. En este caso, el acto del socio no afecta a la sociedad, a menos que ésta lo
ratifique y sin perjuicios de la acción de in rem verso (art. 2054 C. C.).
Puede ocurrir también que el socio administrador celebre un acto que esté dentro de la
órbita de sus facultades, pero que no concierne a la sociedad. En este caso, de acuerdo con
el art. 374, la sociedad no es responsable cuando el tercero conocía esa circunstancia. Dice
este artículo: “La sociedad no es responsable de los documentos suscritos con la razón
social, cuando las obligaciones que los hubieren causado no le conciernan y el tercero los
aceptare con conocimiento de esta circunstancia”.
En este caso hay sólo una obligación válida entre el socio y el tercero. La sociedad es
extraña al contrato y para que resulte deudora es necesario que el socio haya cedido al
tercero sus acciones en contra de ella.
Se entiende que el socio contrata en su propio nombre siempre que en el contrato no se diga
expresamente que actúa por la sociedad o que esto no aparezca manifiesto por
circunstancias inequívocas. En caso de duda se entiende que contrata por él (art.2094,
inc.2° C.C.).
Las obligaciones sociales comprometen no sólo el fondo social sino también los bienes de
los socios. En la sociedad colectiva civil, los socios colectivos responden en forma
indefinida, pero a prorrata de sus aportes, y la cuota del socio insolvente grava a los otros
(art. 2095 C.C.).
La solidaridad de los socios está establecida a favor de los terceros y es solidaridad pasiva
(de deudores y no de acreedores). No es solidaridad activa y, en consecuencia, los socios no
tienen derecho cada uno de ellos para cobrar a los deudores de la sociedad los créditos que
tengan contra ellos.
Además, del hecho de que la solidaridad esté establecida a favor de terceros y no de los
socios significa que el socio que haya pagado, tiene acción para pedir la restitución del
exceso a sus demás consocios.
¿Los acreedores sociales deben dirigirse primero contra la sociedad y después contra los
socios? La cuestión es de gran importancia práctica. Los socios son solidariamente
responsables entre sí y no contra la sociedad, de manera que los acreedores sociales
necesariamente tienen que dirigirse primero contra la sociedad y sólo en caso que ésta no
pague podrán dirigirse contra los socios.
a) Extraer del fondo común mayor cantidad que la asignada para sus gastos particulares. Es
frecuente que en la escritura social se deje establecido qué cantidad de dinero puede retirar
mensualmente los socios para sus gastos, con cargo a futuras utilidades. Cuando un socio
infringe esta prohibición, la mera extracción autoriza a los consocios del que la hubiere
verificado para obligar a éste al reintegro o para extraer una cantidad proporcional al interés
que cada uno de ellos tenga en la masa social. Esta segunda solución puede traer aparejado
el riesgo de descapitalización para la sociedad.
b) Aplicar los fondos comunes a sus negocios particulares y usar en éstos la firma social. Se
trata en el hecho de dos prohibiciones: una, la de emplear los fondos sociales en negocios
particulares del socio, y la otra en usar en éstos la razón o firma social.
El socio que hubiere violado esta prohibición llevará a la masa común las ganancias, y
cargará él solo con las pérdidas del negocio en que invierta los fondos distraídos, sin
perjuicio de restituirlos a la sociedad e indemnizar los daños que ésta hubiere sufrido.
En cuanto a la primera situación, el hecho de que la ley prohíba a los socios colectivos
ceder su parte de interés en la sociedad, es una consecuencia del hecho de que la sociedad
colectiva sea una sociedad de personas, donde la consideración del individuo es un
elemento dominante en las relaciones de los socios entre sí. Sea que la cesión de la parte de
interés se haga a un tercero extraño, sea que se haga a otro socio, en ambos casos la ley no
distingue: ella está prohibida.
Ahora bien, si no obstante la prohibición se efectúa la cesión, el socio que cede sus
derechos no se exonera de su responsabilidad, en el sentido de que los acreedores puedan
perseguirlo por las deudas sociales como si fuera socio. La cesión no afecta, no produce
valor para los socios ni para terceros.
Para que tenga valor la cesión de parte social debe ser aceptada unánimemente por los
demás socios. En estas condiciones constituye una modificación del contrato; por tanto,
debe reducirse a escritura pública y cumplirse las formalidades de publicidad, o sea, la
inscripción del extracto en el Registro de Comercio correspondiente al domicilio de la
sociedad.
e) Explotar por cuenta propia el ramo de industria en que opere la sociedad, y hacer sin
consentimiento de todos los consocios operaciones particulares de cualquier especie cuando
la sociedad no tuviere un género determinado de comercio.
La competencia desleal que los socios hagan a la sociedad a la cual pertenecen puede
configurar un caso de abuso del derecho. De acuerdo con el artículo 405 del Código de
Comercio, los socios industriales o capitalistas pueden realizar todo tipo de operaciones
mercantiles, siempre y cuando soliciten autorización de sus consocios, quienes están en
principio obligados a concederla, debiendo fundamentar su negativa en caso contrario.
“Los socios que contravengan a estas prohibiciones serán obligados a llevar al acervo
común las ganancias y a soportar individualmente las pérdidas que les resultaren” (art. 404
inc. Final).
DE LA DISOLUCION DE LA SOCIEDAD
La sociedad colectiva puede disolverse por razones contenidas en el texto de la ley, en los
estatutos sociales, por la voluntad común de los socios o por una decisión de los tribunales
de justicia. La disolución de la sociedad puede ser entonces legal, estatutaria, voluntaria o
judicial.
1. La expiración del plazo o por el evento de la condición que se ha prefijado para que
tenga fin (Art. 2098)
La disolución opera aquí de pleno derecho y para que la sociedad pueda prorrogarse es
necesario el consentimiento unánime de todos los socios.
Una particularidad que se olvida con frecuencia en la práctica, es la de que la prórroga debe
acordarse antes que expire el plazo, porque una vez vencido éste puede considerarse que la
sociedad ha muerto y como no puede prorrogarse algo que ya no existe, resultaría que ya no
quedaría otra cosa que cumplir con todas las formalidades necesarias para constituir una
nueva sociedad.
La prórroga debe hacerse con todas las formalidades de una modificación de la sociedad;
escritura pública inscrita en el Registro de Comercio.
Hay un caso sí, en que la prórroga no necesita de estas formalidades. Ello ocurre cuando en
el mismo contrato de sociedad se diga que se entiende prorrogada una vez expirado el
término si ninguno de los socios manifiesta su voluntad en contrario. Esto es lo que recibe
el nombre de “prórroga automática”. Así se dice “la sociedad durará cinco años a contar
desde esta fecha; pero si dos meses antes del vencimiento del plazo ninguno de los socios
manifiesta su intención de retirarse, se entenderá prorrogada la sociedad por un período
igual”. A ello se refiere el artículo 350 inciso final: “No será necesario cumplir con dichas
formalidades (escritura pública inscrita en el Registro de Comercio) cuando se trate de la
simple prórroga de la sociedad que deba producirse de acuerdo con las estipulaciones que
existan al respecto en el contrato social. En este caso la sociedad se entenderá prorrogada
en conformidad a las estipulaciones de los socios, a menos que uno o varios de ellos
expresen su voluntad de ponerle término en el plazo estipulado mediante una declaración
hecha por escritura pública y de la cual deberá tomarse nota al margen de la inscripción
respectiva en el registro de comercio antes de la fecha fijada para disolución”.
2. La finalización del negocio para que fue contraída
Art. 2099: “La sociedad se disuelve por la finalización del negocio para que fue contraída”.
Es ésta una causal de muy poca aplicación, porque generalmente estas sociedades no se
constituyen para explotar un negocio determinado, por importante que él sea.
3. La insolvencia de la sociedad
La insolvencia es el estado en que se halla una persona que no le permite cumplir sus
compromisos económicos, tiene incapacidad de pagar.
Cuando una sociedad está insolvente, es decir, tiene más deudas que bienes, es lógico que
los socios puedan pedir la disolución, porque la insolvencia de ella les está perjudicando,
porque no solo perderán los bienes aportados, sino otros, pues ellos responden con su
patrimonio personal de las obligaciones sociales.
Art. 2100: “La sociedad se disuelve….., por la extinción de la cosa o cosas que forman su
objeto total”.
Puede también suceder que aún cuando la destrucción no sea total, las cosas que subsistan
no sean suficientes para que la sociedad pueda continuar útilmente su actividad. Siguiendo
con el ejemplo, si una sociedad tenía en explotación dos fundos, uno de 500 y otro de 10
hectáreas, y si el predio de 500 hás es reivindicado, la sociedad no podrá subsistir, pues su
organización se montó para trabajar fundos extensos y no una pequeña parcela. La
apreciación de si hay o no utilidad, y de si la sociedad puede o no continuar su giro, queda
entregada al criterio de los socios, pues es una regla establecida en su propio interés, y en
su desacuerdo por el juez. Los socios pueden provocar judicialmente la disolución
probando que con las cosas que quedan, la sociedad no puede continuar útilmente sus
actividades. Esta regla no es sino una aplicación de la causal general de disolución judicial
del art. 2108 que faculta pedir la disolución siempre que haya grave motivo.
Los socios que desean formar la sociedad prometen poner algo en común con la mira de
repartir los beneficios que de ella provengan. Frente al incumplimiento de la obligación de
enterar el aporte, la sociedad puede exigir el cumplimiento forzado de ella (embargo de
bienes y venta de los mismos) o excluir al incumplidor de la misma. En ambas hipótesis no
se produce la disolución de la sociedad, pero nada impide que los socios puedan pedirla de
acuerdo con el artículo 2101 del Código Civil que expresa:
Art. 2.101: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de poner en
común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato, los otros tendrán derecho
a dar la sociedad por disuelta”.
Art. 2.102: “Si un socio la aportado la propiedad de una cosa, subsiste la sociedad aunque
esta cosa perezca, a menos que sin ella no pueda continuar útilmente. Si sólo se ha aportado
el usufructo, la pérdida de la cosa fructuaria disuelve la sociedad, a menos que el socio
aportante la reponga a satisfacción de los consocios, o que éstos determinen continuar la
sociedad sin ella”.
Si un socio ha aportado la propiedad de una cosa, subsiste la sociedad, aunque esta cosa
perezca, a menos que sin ella no pueda continuar útilmente.
1era. situación: Un socio lleva a la sociedad el dominio de una cosa; si ésta perece después
que la tradición fue hecha, la pérdida es de la sociedad, puesto que las cosas perecen para
su dueño, y la sociedad lo es. En estos casos, la sociedad no podrá exigir al socio que la
reemplace por otra, porque el aporte fue cumplido.
En esta situación, la sociedad como contrato va a subsistir, pero hemos visto que cuando la
pérdida de la cosa es total, se disuelve, y si es parcial, y no puede subsistir útilmente, los
socios pueden provocar la disolución.
2da. situación: La sociedad recibió una cosa en usufructo. La nuda propiedad la conserva el
socio aportante, de manera que si la cosa fructuosa perece o se destruye durante el contrato,
la pérdida la soporta el socio, salvo que la destrucción se deba a culpa de la sociedad.
En este caso, el socio debe reemplazar la cosa por otra semejante, o soportar la acción de
los socios que piden la disolución de la sociedad.
A pesar de que la ley dice que la pérdida de la cosa fructuaria disuelve la sociedad, la
verdad es que la disolución no se produce de pleno derecho; el Código sólo da la facultad a
los socios de pedir la disolución, tanto más cuando el propio artículo indica que la
disolución puede evitarse, bien cuando el socio reemplazó la cosa, o cuando los socios
acordaren continuar sin ella.
La sociedad colectiva es una sociedad de personas y puede que los socios no tengan en los
herederos del fallido la misma confianza que en éste tenían; por eso, la muerte de
cualquiera de los socios produce ipso jure, de pleno derecho, la disolución de la sociedad.
Sin embargo, no hay ningún inconveniente para que los socios estipulen expresamente que
la sociedad no se disolverá por el fallecimiento de uno de ellos. Esta estipulación podrá
hacerse de dos maneras. En primer lugar, estableciendo que la sociedad continúe con los
herederos del fallido; en este caso, no hay cuestión, y si el socio fallecido es uno de los
administradores, no se transmite a éstos la facultad administrativa que a su causante le
correspondía.
Artículo 401: “La facultad de administrar es intransmisible a los herederos del gestor, aún
cuando se haya estipulado que la sociedad haya de continuar entre los socios sobrevivientes
y los herederos del difunto”.
Según lo dispone el art. 2105 del Código Civil: “Los herederos del socio difunto que no
hayan de entrar en sociedad con los sobrevivientes, no podrán reclamar sino lo que tocare a
su autor, según el estado de los negocios sociales al tiempo de saberse la muerte, y no
participarán de los emolumentos o pérdidas posteriores sino en cuanto fueren consecuencia
de las operaciones que al tiempo de saberse la muerte estaban ya iniciadas”
En este caso, es claro que no habrá una división material de los bienes sociales, porque ello
sería incompatible con la subsistencia de la sociedad. Por tanto la liquidación va a ser ideal,
es decir, se hará una valorización de los distintos bienes del activo y una estimación de las
deudas del pasivo, para ver cuanto vale la cuota del socio muerto que debe entregarse a sus
herederos.
Si se produce disputa respecto del momento en que se tuvo noticias de la muerte, el juez
resolverá y dirá cuando se produjo la disolución de la sociedad.
Si la sociedad ha de continuar con los herederos del difunto, tendrán derecho para entrar en
ella todos, exceptuándose solamente aquellos que por su edad o sexo o por otra calidad
hayan sido expresamente excluidos en la ley o el contrato.
Fuera de este caso los que no tengan administración de sus bienes concurrirán a los actos
sociales por medio de sus representantes legales”.
De acuerdo con la norma, los incapaces deben concurrir a los actos sociales por intermedio
de sus representantes legales.
Como esta incorporación de los herederos a la sociedad en que formaba parte su causante,
es un acto de heredero, estos responderán de las obligaciones que su causante tenía para con
la sociedad y, a menos que hayan aceptado la herencia con beneficio de inventario,
responderán no sólo con los bienes sociales, sino con los propios. Si la herencia la aceptan
con beneficio de inventario, no concurrirán con sus bienes propios a las obligaciones
pendientes en el momento de deferirse la herencia. Pero, respecto a las obligaciones
posteriores, éstas son personales, y comprometerán su patrimonio.
Estas causales son la aplicación del principio “intuito personae” que inspira el contrato de
sociedad colectiva. Si uno de los socios se vuelve demente y es declarado en interdicción,
los consocios tendrán que tratar con su curador que puede no merecerles confianza, por
consiguiente, no va a existir el mismo interés en seguir asociado, y es justo que se conceda
el derecho a pedir que se deshaga la sociedad en este caso.
Este derecho está establecido en el interés privado de los socios. Por tanto, éstos podrán o
no alegarla. Así los dispone el art. 2106 en su inciso segundo: “Podrá, con todo, continuar
la sociedad con el incapaz o el fallido, y en tal caso el curador o los acreedores ejercerán
sus derechos en las operaciones sociales. El marido como administrador de la sociedad
conyugal, representará de la misma manera a la mujer que siendo soletera se casare”.
No es pues una causal de disolución que opere de pleno derecho, ya que la sociedad puede
seguir subsistiendo si los socios lo desean.
Al pactar sociedad las partes lo han hecho en consideración a que todos han de colaborar
para formar la responsabilidad de la sociedad que a más de descansar en el patrimonio
común descansa sobre la responsabilidad de los socios individualmente considerados. Esta
responsabilidad, en las sociedades colectivas comerciales es indefinida y solidaria, pero en
las relaciones entre los socios es a prorrata de sus aportes, salvo pacto en contrario.
Si hay un solio insolvente y otro u otros socios son obligados a pagar en virtud de su
responsabilidad solidaria, estos no podrán repetir contra aquél y su cuota los gravará. De
ahí que, ante la insolvencia de uno de los socios, sus consocios se pueden poner a cubierto
de las eventualidades perjudiciales que les pueda acarrear el hecho de estar asociados
colectivamente a un insolvente, pidiendo la disolución de la sociedad.
Al igual que la causal estudiada precedentemente, es una causal establecida en el interés
privado de los socios que no opera de pleno derecho, que puede no ejercerse por los socios,
y por tanto, continuar la sociedad con los acreedores del fallido.
Art. 2.107: “La sociedad podrá expirar en cualquier tiempo por el consentimiento unánime
de los socios”.
Este acuerdo que pone fin al contrato de sociedad antes de expirado el tiempo por el que se
celebró está sujeto a la solemnidad que establece el art. 350, inciso 2°, y que son escritura
pública e inscripción de su extracto en el registro de comercio. De ahí también que en el art.
364 nos diga que este acuerdo no produce efectos respecto de terceros mientras no se haga
la inscripción.
¿Qué pasa ahora, si uno de los socios se opone a la disolución anticipada? ¿Podría la
mayoría pasando por sobre la voluntad de este oponente, llevarla a cabo? Parece que no,
dado que el artículo 1545 del Código Civil dice que el contrato es ley para las partes
contratantes y sólo puede terminar por el mutuo consentimiento o por causas legales. Por lo
demás, los acuerdos de la mayoría sólo obligan a la minoría cuando recaen sobre un acto de
administración o sobre el fin de la sociedad, pero tratándose de la disolución es necesario la
unanimidad (art. 2054 C.C.).
Art. 2108: “La sociedad puede expirar también por la renuncia de uno de los socios”.
La sociedad puede terminar también por la renuncia de uno de los socios. Ella opera sólo en
dos casos:
La ley ha dejado abierta la posibilidad a los socios para que se retiren de la sociedad, ya que
no pueden estar formando parte de ella contra su voluntad.
Para que la renuncia produzca efectos (sociedad sin plazo o autorización en los estatutos)
deberá cumplir los siguientes requisitos:
a) Que se notifique a todos los socios;
b) Que se haga de buena fe
c) Que no se intempestiva.
La renuncia que se hace de mala fe no vale, cuando se hace, por ejemplo, con el propósito
de apoderarse de un negocio de la sociedad, como lo indica el artículo 2.111:
“Renuncia de mala fe el socio que lo hace por apropiarse una ganancia que debía pertenecer
a la sociedad; en este caso podrán los socios obligarse a partir con ellos las utilidades del
negocio, o a soportar exclusivamente las pérdidas, si el negocio tuviere mal éxito.
En estos casos, la sociedad sigue subsistiendo para los efectos de aplicar al socio las
sanciones que la ley establece.
Tiene relación con cuestión los N° 2° y 4° del artículo 404 del Código de Comercio, que
dicen:
“2°) Aplicar los fondos comunes a sus negocios particulares y usar en éstos la firma social.
El socio que hubiere violado esta prohibición llevará a la masa común las ganancias, y
cargará él solo con las pérdidas del negocio en que invierta los fondos distraídos, sin
perjuicio de restituirlos a la sociedad e indemnizar los daños que ésta hubiere sufrido.
Podrá también ser excluido de la sociedad por sus consocios.
4°) Explotar por cuenta propia el ramo de industria en que opere la sociedad, y hacer sin
consentimiento de todos los consocios operaciones particulares de cualquiera especie
cuando la sociedad no tuviere un género determinado de comercio.
Los socios que contravengan a estas prohibiciones serán obligados a llevar al acervo común
las ganancias y a soportar individualmente las pérdidas que les resultaren”.
En fin, no vale la renuncia que se hace intempestivamente, es decir, cuando el retiro puede
ser perjudicial para la sociedad. No se trata que el socio quiera dañarla, sino sólo de una
renuncia inoportuna sin intención dañina, pero que ocasiona perjuicios a la sociedad. En
este caso la renuncia que suspendida y la sociedad va a subsistir mientras sea necesaria la
presencia del renunciante en ella. Es lo que dice el artículo 2112: “Renuncia
intempestivamente el socio que lo hace cuando su separación es perjudicial a los intereses
sociales. La sociedad continuará entonces hasta la terminación de los negocios pendientes,
en que fuere necesaria la operación del renunciante.
Aun cuando el socio tenga interés en retirarse, debe aguardar para ello un momento
oportuno
Los efectos de la renuncia de mala fe indicados en el inciso final del artículo precedente, se
aplican a la renuncia intempestiva”.
La ley protege, pues, el interés del grupo que está por sobre el interés individual que, no
obstante la inoportunidad de su renuncia insiste en retirarse de la sociedad, las mismas
sanciones que impone al renunciante de mala fe.
Respecto del socio que se va sin renunciar, que abandona la sociedad, de hecho, el artículo
2113 aplica la misma regla que a los renunciantes.
La sociedad puede expirar también por graves motivos. Existen motivos graves, como, por
ejemplo, 1) la inejecución de las obligaciones de un socio; 2) la pérdida de un
administrador inteligente que no pueda reemplazarse entre los socios; 3) enfermedad
habitual del renunciante que lo inhabilite para las funciones sociales; 4) mal estado de los
negocios por circunstancias imprevistas, u otros de igual importancia (art.2.108 C.C.).
A estos motivos graves, calificados por la ley, es decir que comprobados obligan al juez a
pronunciar la disolución.
Disuelta la sociedad procederá a la liquidación por la persona que al efecto haya sido
nombrada en la escritura social o en la escritura de disolución. Producida la disolución
social, se originan los siguientes efectos:
De ser así, se producirían importantes consecuencias, como por ejemplo, se crearía entre los
socios un estado de comunidad, y esto traería, a su vez, como consecuencia que los
acreedores sociales perderían su privilegio para pagarse sobre el patrimonio social y
quedarían pospuestos a los acreedores particulares de los socios. Por otra parte, los
acreedores personales de los socios podrían embargar los bienes de éstos en la sociedad.
En las sociedades colectivas civiles, esta liquidación se practica en la misma forma en que
se haría la liquidación de una comunidad o una herencia, o sea, por árbitros (C.O.T.). En
cambio, en las sociedades colectivas comerciales, la liquidación se efectúa por medio de
“liquidadores”. El árbitro es un juez, en cambio, el liquidador es un mandatario. que
representa a los socios y que se encarga de llevar a cabo este conjunto de operaciones
constitutivas de la liquidación; sólo en caso de que se produzcan dificultades entre los
socios y nada hayan estipulado o nada digan al respecto el contrato social, podrán
someterse estas divergencias al conocimiento de un compromisario.
Facultades del liquidador. Los poderes del liquidador se encuentran detallados en el acto
jurídico de su nominación (escritura social o escritura de disolución), quien deberá
conformarse estrictamente a las facultades que le han sido conferidas.
Las obligaciones de liquidador están señaladas en el artículo 413 del Código de Comercio.