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Revista Sistemas Familiares, año 21, nº 1

Adicciones/ Gabriela María Richard

Tejido social (TS) y Grupos ProSalud (GPS). Abordaje integral de


adicciones a sustancias psicoactivas en jóvenes*
Gabriela María Richard**

(2009) Revista Sistemas Familiares, año 21, nº 1. Buenos Aires, Argentina.

Resumen
En un contexto sujeto a cambios vertiginosos, lo problemático se
modifica y los modos de abordarlo también deben hacerlo. El
movimiento se impone naturalmente, expresándose en múltiples
dimensiones correspondientes a tecnología, ecología, organización
social y familiar, relación entre procesos simbólicos y consumo,
función asignada al consumo de sustancias psicoactivas, entre
otras, todo lo cual abre nuevos interrogantes acerca de las
competencias de las disciplinas que trabajan con estas cuestiones.
El problema de las adicciones, dada su creciente gravedad,
complejidad y nivel de incidencia, genera un desafío frente al cual
se proponen la curiosidad y la circularidad como recursos
habilitadores de innovación en el ejercicio del rol profesional. En
esa búsqueda, el modelo Tejido Social y Grupos ProSalud (TS/GPS)
crea un escenario que pone en foco las redes sociales y lo
saludable, ubicando al equipo de salud en una perspectiva útil al
desarrollo con intervenciones multidimensionales eficaces, y
desde donde las personas con problemas, activan cambios en su
modo de vincularse con los otros y con las sustancias psicoactivas.

Palabras clave: Juventud – cambio – salud – red social – consumo


– sustancias – rol profesional – multidimensional___

__________________________________
 Agradezco a Elina Dabas, quien con sus conocimientos, perseverancia y actitud
redante me facilitó ver el campo de las redes sociales.
** Licenciada en Psicología, Directora de la Fundación para la Promoción de la Salud
Humana, Santa Rosa 1564, Alberdi (5000). Córdoba, Argentina. Tel: (54-351)
4896363, www.fundacionprosalud.org, flr7@arnet.com.ar

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Los profesionales de la salud en el entramado del fenómeno


adictivo
“El único que no percibe el agua ni recapacita sobre ella,
porque vive inmerso en ese elemento, es el pez.”
Marshall McLuhan1

Podría hablar de nosotros los terapeutas, los que realizamos


terapias para los que padecen. Sin embargo, para desarrollar un
modelo de abordaje que active los recursos de las personas que
están en problemas y los de las redes sociales donde viven,
entiendo que es más propicio hablar de profesionales de la salud.
Es desde este lugar, pensando lo saludable como proceso dialógico
que incluye tanto el bienestar como el conflicto, el dolor, la
frustración y el deterioro, entre otros aspectos, a través del cual
desarrollo una búsqueda orientada a promover el factor humano
en los planos individual y colectivo con el fin de superar la
problemática ligada a las adicciones.
En cuanto a las adicciones a sustancias psicoactivas,
entiendo que constituyen un problema con repercusiones en
distintas dimensiones de la trama social. La dinámica vincular, en
un sentido, hace que el desorden expresado en un individuo,
implique lo familiar, vecinal, laboral, educativo. Y en otro, desde
su correlato con lo productivo y comercial -industria del
entretenimiento incluida-, configura fáctica y simbólicamente el
entramado de vínculos, que a su vez condicionan la existencia de
fenómenos adictivos en casos individuales.
Este problema de larga data en la historia de las sociedades
en la primera década del siglo XXI ha adquirido un perfil novedoso,
caracterizado por el policonsumo, la irrupción de la tecnología en
la producción y comercialización de sustancias, el cambio
vertiginoso en las prácticas sociales devenido de la globalización,
con sus leyes de mercado que rigen también para el de las
sustancias psicoactivas (por ejemplo, las del marketing). En este
escenario, los profesionales, como formadores de opinión y
actores involucrados en la implementación de acciones que se
espera contribuyan a la solución del problema, aún estamos

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en Sinay 2006, pag. 15

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tratando de acomodar nuestro rol, que también se encuentra


movilizado frente a tanta novedad no fácil de procesar y
reorientar.

Expectativa social, lenguaje del déficit y cambio


Ante la complejidad del fenómeno adictivo, diversos nodos
que integran la red social habitualmente ensayan, con mayor o
menor éxito, respuestas para abordarlo. Por ejemplo, desde el
poder judicial a través de la aplicación o modificación del marco
legal vigente, las escuelas ofreciendo información, el sistema de
salud generalmente aportando dispositivos asistenciales, las
iglesias avanzando con propuestas de contención a veces con
perfil preventivo y otras asistencial, y las familias en las estrategias
que aplican para educar a los hijos. Todo ello en un marco dado
por las políticas de Estado no siempre coherentes, incluso a veces
superadas por la transculturación que deviene de la globalización.
Sin embargo, la actual división social del trabajo y su
correspondiente representación simbólica acaba depositando en
aquellos que se presentan como especialistas, la responsabilidad
de darle una solución a la cuestión adicciones. Esto plantea
básicamente dos situaciones: 1) el desafío a los profesionales de la
salud para hallar modos de intervención eficaces, según la
expectativa social a la cual debería corresponder la construcción
de su rol, y 2) el desentendimiento o desinvolucramiento de otros
actores sociales que no se perciben a sí mismos con competencias
para colaborar en la solución del problema, pese a tenerlas y ser
tan necesarios como los primeros para hacerlo.
Esta situación debilita la trama social, sobrecargando unos
nodos más que otros, tanto como el funcionamiento sinérgico a
modo de sistema promotor de salud.
Probablemente esto se vincule con el modelo médico asistencial
que impera en el sistema de salud y se constituye en referente
para otros ámbitos ligados a él, cuyo supuesto es “si hay algo
enfermo, habrá que atenderlo, y debería ser curado o resuelto por
un experto”. Esto se expresa también en las políticas de asistencia
que focalizan los déficit, pero sin reparar en el fortalecimiento de
recursos en el mediano y largo plazo de manera tal que hagan
sustentables los cambios logrados. Cunillera (2008, pág. 92) se

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refiere a este fenómeno como el origen de lo que denomina


terapias invalidantes, donde “… la relación con los otros está
enmarcada siempre en función de la variable problema y no en
función de otras múltiples facetas que tiene la persona que tiene
el problema…”, y por lo cual “…es preciso que en los tratamientos
con personas con problemas de alcoholismo -yo amplio,
adicciones en general- se vaya más allá del concepto de
enfermedad que sitúa a la persona en un callejón sin salida”.
También creo interesante ver cómo el origen de las
intervenciones tradicionales se encuentra por fuera del sistema
primario donde se inserta el caso entendido como problema a
resolver, que al desatender la complejidad de las redes sociales
que se autorregulan e inciden en el mismo desde la diversidad de
sus nodos, pierden eficacia.
Aun puede ocurrir que quienes acepten la invitación a
repensar y construir nuevos modos de insertarse
profesionalmente en la red donde ocurren los problemas ligados a
las adicciones, generalmente desarrollen mecanismos de
adaptación limitados por las fronteras descriptas, es decir, las del
campo de la clínica. Esto implica una articulación entre la
experiencia y lo simbólico que se puede expresar del siguiente
modo: un profesional frente a un paciente, en un ámbito físico
preestablecido para la función asistencial. Un profesional que
transcurre la mayor parte de su jornada de trabajo dentro de un
espacio físico cerrado donde recibe una tras otra a personas
provenientes de distintos barrios de la ciudad, barrios que tal vez
no conozca. Cuando realiza un abordaje grupal, también la
perspectiva es desde un lugar que le es propio al profesional, pero
que no cuenta necesariamente con el complemento de la
perspectiva que permite ubicarse en lugar del que “viene de
afuera”. Puede ocurrir que este profesional alterne su jornada de
trabajo con conversaciones ocasionales o reuniones de equipo con
sus pares que trabajan de igual manera. Los integrantes de este
equipo, cuando lo hubiera y según fuera su formación profesional,
como colectivo, también suelen acoplarse a este modo de
funcionamiento para operar desde la misma lógica asistencial.
Generalmente analizan e intervienen sobre “el caso”, pero pocas
veces reflexionan en términos de redes o sistemas sociales, en sus

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distintas dimensiones. Aun en las instituciones asistenciales con


internación que desarrollan políticas de puertas abiertas -
invitando a la comunidad a aceptar a la persona con problemas
psiquiátricos-, el mismo profesional para realizar su trabajo se
ubica generalmente en la parte de la escena correspondiente al
lado interno, “antes de la puerta”, reduciendo así su perspectiva
para intervenir sobre las redes sociales que se tejen desde adentro
hacia la vereda, las calles y/o toda la trama que se abre en el
mundo externo a la institución.
Mientras tanto, con lo que denomino desconocimiento o
indiferencia de las personas hacia la dinámica de funcionamiento
del sistema sanitario, paralelamente al mismo, se tejen redes
sociales favorables al consumo de sustancias y otras prácticas
sociales disociadas de lo saludable. Si bien este tejido resulta de la
interacción de múltiples factores, la influencia de la sociedad de
consumo a través de los medios de comunicación y los lazos que
devienen de la industria de la diversión, de ofertas para aumentar
la producción, y de trabajo (redes de narcotráfico) asociadas a
sustancias psicoactivas asumen cada vez más una función
marcadora en dicho proceso. Este marcaje es más potente que el
que tiene sobre la misma el sistema de salud, pues a modo de
“desconocimiento” del mismo, se observa en la población escaso
registro de información precisa y de valores saludables, tales que
pudieran impregnarla activando mecanismos protectores o de
resiliencia (individuales, familiares, grupales, institucionales,
comunitarios).
Probablemente, si pudiera plantear en términos de
“competencia” la relación entre las variables que favorecen o
dificultan el desarrollo del fenómeno adictivo, me atrevería a
arriesgar la hipótesis de que al replegarse el sistema de salud
sobre sí mismo y no trabajar también en ámbito de las redes
sociales, contribuye directa o indirectamente a la acentuación y
amplificación del fenómeno adictivo en toda su complejidad. En
definitiva y paradójicamente, esta crisis pasa a constituirse en
objeto de atención de las instituciones especializadas del sistema
de salud -ya saturadas por tanta demanda, pero donde la misma
opera como única llave para la cerradura individual disponible

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como oferta del sistema tal como está planteado-, perpetuando


un ciclo no virtuoso.
Como aporte a la reflexión de la influencia de este modelo
de abordaje centrado en lo patológico, vale observar el tipo de
vínculos que se establecen en los grupos de Alcohólicos Anónimos
(AA), donde todos se consideran enfermos (por causa del alcohol),
en el presente y para siempre. Si bien el poder ayudarse
mutuamente constituye un método efectivo para superar el
problema, en este contexto de enfermedad, cercena ciertas
posibilidades de cambio, y tal vez limita la inclusión de algunas
personas que lo padecen. De hecho, resultan de interés los
comentarios de miembros activos de esta organización a los que
solemos convocar para dar a conocer a diversos públicos su modo
de funcionamiento. Ellos expresan su gratitud por ser invitados y
tener la posibilidad de interactuar con “gente sana”: algo poco
frecuente para quienes han hecho de este AA (según palabras de
los protagonistas) su espacio social de pertenencia y referencia
casi exclusivo.
En conclusión, la formación académica que influye en la
estructuración del rol, en general a partir de la lógica asistencial,
sumada a los aprendizajes posibles en la etapa de ejercicio de este
rol realizado desde la misma lógica, definen una frontera
simbólica, un horizonte conceptual que hace que el profesional,
frente al deseo de de proponer lo novedoso, no pueda descubrir
fácilmente más alternativas que las ubicadas dentro de este
marco. Selekman (1993) plantea esto con claridad cuando habla
de la creatividad en la construcción del espacio de trabajo del
agente de salud e identifica al lenguaje del déficit como uno de los
principales obstáculos que deben sortearse. Para ello, cita a
Goolishian, (Selekman, 1993, pág. 31), quien sostiene que “[…] el
lenguaje del déficit creó un mundo de descripciones que solo
comprende lo que está mal, lo que falla, lo que está ausente o lo
que es insuficiente… un mundo de la salud mental comparable a
un agujero negro del que es muy difícil escapar, seamos clínicos,
teóricos o investigadores. Al usar la metáfora del agujero negro,
trato de capturar la esencia de un sistema de significados cuyas
fuerzas son tan poderosas que es imposible huir de él hacia otras
realidades”.

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Un paradigma de salud para abordar las adicciones a sustancias


psicoactivas

En un intento de configurar un escenario facilitador del


cambio, entiendo que las alternativas se hacen visibles desde un
paradigma que privilegie el registro de lo saludable por encima de
lo enfermo o deficitario, el cual puede ser aplicado a todos los
niveles de intervención, desde el clínico, pasando por el
preventivo hasta el de promoción de la salud. Imaginar
interrogantes al respecto, facilita abrir caminos para el cambio
(Selekman, 1993) Por ejemplo: ¿Podríamos pensar nuestro rol en
un escenario donde hubiera más hechos saludables que dañados?
¿Habría posibilidades de imaginar que nuestro rol está involucrado
con cuestiones sociales, tecnológicas, educativas y judiciales,
además de las tradicionalmente atribuidas a lo sanitario?
Creo que en un mundo cada vez más globalizado, los
profesionales que trabajamos con el factor humano, también
debemos “globalizarnos”, lo que implica un nivel de complejidad
que estimula a la vez que genera intranquilidad, siendo esta,
quizás, una de las razones para el statu quo. El enfoque del
pensamiento complejo implica la ecología de las relaciones y
debería emerger en un producto que abra el ejercicio del rol de los
agentes de salud a un horizonte integrador. Integrador en cuanto
contemple las distintas dimensiones que convergen en cada foco
de análisis, y también en cuanto permita entender al profesional
como parte de la dinámica que observa, analiza y diagnostica. Esto
implica recibir y emitir mediante roles que se intercambian
continuamente, retroalimentación que impregna lo fáctico y lo
simbólico al mismo tiempo. De hecho, entiendo que las creencias
de una persona sobre cómo es el mundo determinan su manera
de percibir y de actuar en el mundo, al mismo tiempo que su
manera de percibir y actuar determinan sus creencias acerca de la
naturaleza del mundo, según una línea argumental ya planteada
por Bateson en 1972.
Advertir esta pertenencia a la trama que se estudia y sobre
la que se planea intervenir configura un escenario pleno de
posibilidades para recrear el ejercicio del rol y abrir oportunidades

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donde amplificar lo saludable o alentar el cambio en aquello que


se constituye en objeto del mismo.

Instrumentación de la subjetividad: las Lentes de Beleaves (LB)


Como contribución al armado de este escenario, y de
acuerdo a la experiencia de trabajo en nuestro equipo de
Fundación ProSalud, invito a usar un recurso al que denomino
“Lentes de Beleaves” (Richard, 2007). Estas “lentes” conforman un
dispositivo metodológico mediante el cual propongo registrar la
subjetividad no siempre expresa –ligada a nuestra historia
personal, a nuestras creencias, tanto como a nuestra formación
académica–, desde la cual investigadores y analistas adoptamos o
diseñamos instrumentos, los aplicamos, generamos conclusiones y
construimos el conocimiento que orienta prácticas profesionales
y/o políticas públicas. Según este constructo, no es posible el “ojo
desnudo”, pues todos usamos uno o varios tipos de lente,
simultánea y/o sucesivamente. Los conflictos suelen emerger, no
por las lentes en sí mismas, sino por la falta de reconocimiento de
que “se las está usando”. De este modo condicionan nuestro acto
de observar, y en consecuencia, las actitudes y los cursos de
acción que luego desarrollamos hacia lo observado, incluida la
producción de sentido que de ella emerge.
Recordar “el uso” que se hizo de estas lentes al inicio y en
cada etapa del proceso facilita reconocer el sesgo del
conocimiento producido, con su capacidad de generar sentido a
nuestro hacer, y de este modo, hacerlo más permeable a lo
distinto o novedoso.
Si bien otros autores ya han trabajado ideas afines a la aquí
presentada usando distintas denominaciones para hacerlo, intento
con las LB generar una variante operativa, cuya aplicación aporte
la posibilidad simbólica de “sacarlas y ponerlas”,
“intercambiarlas”, “modificarlas”, o “diseñarlas” (Richard, 2007), y
con ello registrar, por ejemplo, si nuestras LB corresponden al
modelo asistencial, al salubrista u otro.
Entiendo que este ejercicio imaginario es conveniente para
reflexionar sobre nuestra inserción como profesionales en el
contexto donde actuamos, así como para desarrollar una mayor
comprensión de lo diferente, útil a la comunicación que sustenta

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nuestras prácticas, constituyéndose en una contribución


metodológica aplicable también a la prevención de adicciones y la
promoción de la salud.

Innovar y hacer viable la innovación

La prevención y la promoción de la salud son las hermanas


pobres del modelo asistencial dominantes, en tanto deberían ser
las principales protagonistas por los resultados capaces de ofrecer
a gran escala y con bajo costo. Sin embargo, la segunda opera a
nivel individual, en tanto la primera lo hace sobre la gran trama
social, y eso le otorga un nivel de complejidad para el cual los
profesionales, además de tener déficit de formación por lo
mencionado más arriba, no encontramos fácilmente nichos donde
volver económicamente viable este tipo de prácticas. El sistema de
salud está organizado en torno al lucro que se logra desde las
prestaciones asistenciales, lo que junto a otras variables, colabora
a la estructuración del rol. De este modo, planear innovaciones,
supone dos rupturas: una en el plano de la revisión de los recursos
teóricos y técnicos disponibles, y otra, en el plano económico, en
cuanto pudiera hacer viable el cambio en las prácticas.
A pesar de ello, es el mismo factor económico, entre otros
tantos, quien en la actual coyuntura genera la crisis que también
mueve a crear y a evaluar la viabilidad de nuevas modalidades de
abordar el problema.
En este contexto, vuelvo sobre el interrogante acerca de
nuestro rol, de cómo lo construimos. Si lo hacemos de manera
funcional al sistema que está propiciando procesos adictivos (en
cuanto déficit que justificarán nuestra actuación profesional) o si
logramos generar una duda acerca de nuestro modo de
insertarnos en dicho sistema y un espacio para instituir con
nuestras prácticas nuevas modalidades de funcionamiento que
permitan una situación superadora del estado inicial. En un
mundo cambiante, nuestro rol como agentes de salud ¿es
permeable a los cambios que le permitan colaborar a desarrollar
más y mejor lo saludable? ¿Colabora para que la salud y la
prevención se posicionen socialmente como valores que deben ser

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trabajados o continúa analizando, diagnosticando, cuantificando lo


enfermo que justifica el ejercicio del rol según el viejo modelo?
Para poner en perspectiva este planteo, citaré un ejemplo
tomado del proceso de elaboración del Presupuesto Participativo
llevado a cabo por Juntas de Participación Vecinal (JPV), Ciudad de
Córdoba, Prov. de Córdoba, Argentina. Las JPV se organizan
territorialmente según diez áreas de la ciudad donde se localizan
los Centros de Participación Comunal (CPC), y están integradas por
vecinos que representan, o no, a instituciones tales como
escuelas, centros vecinales, iglesias, organizaciones de la sociedad
civil, etcétera. Las autoridades de cada CPC son las responsables
de hacer la convocatoria y acompañar este proceso participativo
que implica una sucesión de reuniones donde los mismos vecinos
describen los problemas locales, por votación los priorizan, y luego
evalúan posibles soluciones, para finalmente proponer la
distribución de la partida presupuestaria disponible.
El armado del Presupuesto Participativo responde a políticas
públicas de incipiente implementación a nivel local, muy bien
recibidas por la sociedad en su conjunto, y con cuya evaluación
continua se espera en el mediano plazo optimizar la aplicación del
modelo.
Tal como lo mencioné más arriba, en las diez áreas
mencionadas los vecinos discuten acerca de problemas que les
preocupan. En este caso estudiado, el resultado obtenido fue, que
en 9 de las 10 áreas el tema adicciones fue referido por los vecinos
como muy grave, pero solo en 4 de esas 9, los vecinos lograron
estructurar una propuesta que lo incluyera expresamente a la
hora de definir acciones a llevar a cabo para ofrecer soluciones.
Cuando no se define una propuesta de solución, el problema
identificado queda con pocas posibilidades de acceder a medidas
que contribuyan a su solución pues al cabo del proceso no se
afecta presupuesto alguno para ello. Entonces, en el caso de las
adicciones aún cuando inicialmente se reconoció el problema
como muy grave, probablemente por corresponder a la esfera de
lo intangible, dado que los modos de abordarlo son poco
conocidos o difíciles de mensurar por el común de la gente, y que
este en el imaginario social solo se refiere a la asistencia de las
personas adictas (a lo cual sería muy complejo asignar

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presupuesto de este tipo de partidas), ante una diversidad de


cuestiones a resolver, los vecinos acabaron planificando y
asignando el presupuesto a otros rubros que cuentan con una
solución más concreta y visible tales como alumbrado público,
bacheo, desmalezamiento, etcétera.
Efectivamente, de los cuatro CPC mencionados, solo dos
destinaron presupuesto suficiente como para trabajar en
cuestiones sociales ligadas a las adicciones –en uno de ellos se
hizo referencia a haber promovido la reflexión acerca de la
conexión entre lo “tangible” como el mantenimiento de espacios
públicos y lo “intangible” que implica al factor humano–, en tanto
que en los otros dos, el presupuesto asignado a este rubro
aparece proporcionalmente pequeño en relación con la magnitud
del problema identificado. Es interesante observar que uno de
estos últimos corresponde a los barrios donde se radican gran
cantidad de productores, acopiadores, distribuidores y
vendedores de sustancias, que dado su número e inserción social,
son referentes de agrupaciones vecinales, que también integran
las JPV donde se discute el Presupuesto Participativo.
Analizando este caso, entiendo que si la noción de
prevención y las prácticas preventivas integraran el repertorio de
instancias previstas para afrontar problemas sociales, si estuvieran
visibilizados e identificados los actores con capacidad de
ejecutarlas, y si dicha acción fuera comprendida como algo que
puede resolverse también con cierta inversión de presupuesto en
el ámbito social, el proceso descrito probablemente podría activar
otras alternativas de solución. De hecho, el devenir del mismo está
condicionado por quienes participan del mismo, y su particular
modo de hacerlo, según las LB que usan.
En este breve relato se destaca el papel desempeñado por
los referentes institucionales que contribuyen a poner en foco la
asociación entre lo tangible y lo intangible (adicciones), o bien el
de aquellos vecinos implicados en la comercialización de
sustancias que probablemente alentaron con que el tema
adicciones fuera postergado en la lista de prioridades.
El tejido social constituye el escenario natural donde se
implementarían los dispositivos preventivos y asistenciales, que
para pensarlo e instrumentarlo, en el caso descrito lo defino

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didácticamente como un rizomatris (rizoma triste, expresión que


remite a una cualidad afectiva evitando clasificaciones
convencionales), en cuanto red que se expande sin aportar al
desarrollo saludable individual y colectivo, por contraste con el
rizomasa (rizoma saludable), que es el tipo de trama que también
existe y se constituye en objeto de promoción a partir de nuestras
prácticas como agentes de salud en general, desde el proyecto
TS/GPS en particular, aspecto que se enfocará en que el presente
trabajo.
En relación a la noción de rizomatris que propongo, Rossana
Reguillo (2008) señala que el narcotráfico está forjando en México
una “paralegalidad” que desarrolla “no un orden ilegal, sino un
orden paralelo que genera sus propios códigos, normas y rituales e
ignora olímpicamente a las instituciones”. En una metáfora infantil
podríamos decir que el juego de policías y ladrones está agotado y
que el nuevo juego consiste en la disputa entre ladrones en un
mundo propio en el que la policía es una figura accesoria. La
cuestión es que este “mundo propio” está lejos de ser el mundo
ideal que se autoabastece, y permite que todos vivan felices.
Cuando la droga funciona como una suerte de motor económico
local, se construye un escenario propicio para configurar un orden
simbólico que propicia una lógica social cerrada y parasitaria,
paralela a las de los ejercicios democráticos de la estructura social
donde se inserta.
Una de las reflexiones posibles sobre la actual situación
corresponde a la carencia de ofertas preventivas estructuradas
por parte de los cuerpos académicos, técnicos vinculados a las
políticas públicas, tales que puedan ser incorporadas en el bagaje
simbólico de la opinión pública –no solo como noción sino
también como paquete de acciones concretas posibles, y con
referentes capaces de implementarlas–, y puedan ser previstas,
identificadas como faltantes, solicitadas y/o instrumentadas
cuando fuera necesario.
Otra se vincula con la posibilidad de que las políticas
públicas, sensibles a la problemática social y conocedoras de los
procesos sociales vinculados a la cuestión del consumo de
sustancias, se pudieran adelantar a la emergencia de la demanda y
formularan planes para desarrollar factores protectores y

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preventores preventivos específicos de los problemas asociados a


este consumo, o bien colaboraran a construir la demanda
temprana junto a la red social donde se insertan quienes
consumen sustancias y evitar de este modo que se produzca
mayor deterioro. Evitar los problemas implica en el mediano plazo
liberar presupuesto que debería invertirse en su atención y dejarlo
disponible para un amplio rubro de cuestiones.
En este cuadro de situación, como responsable institucional
de una organización que eligió llamarse Fundación para la
Promoción de la Salud Humana (ProSalud), asumí como desafío
junto a un equipo de profesionales el desarrollo de un modo de
abordar la cuestión de las adicciones con estrategia salubrista y
preventiva, de ahí su denominación Tejido Social (enfoca el tejido
social en su conjunto) y Grupos ProSalud (TS/GPS).

Construcción de un modelo de abordaje con acople eficaz al


contexto actual

Los pobres resultados obtenidos desde el tradicional


enfoque clínico asistencial se expresan con resignación en un
porcentaje de éxito de los tratamientos estimado en el 30%, es
decir, 3 de cada 10 personas que lo inician logran solucionar su
problema (sin incluir en esta evaluación todos los casos fallidos
que ocurren en lo que este modelo de abordaje denomina
reinserción social). Estos datos nos obligaron a cuestionar el actual
estado de cosas, investigar, crear con la posibilidad que nos otorgó
el hacerlo desde una institución gestada especialmente para
promover la salud y prevenir enfermedades con atención al marco
social donde ocurren, y no para ofrecer asistencia.
De hecho, las prácticas que ligaron progresivamente al equipo con
la problemática de las adicciones son dos: 1) el Servicio de
Información y Orientación Telefónica sobre el tema SIDA creado
en 1998 con el apoyo de Proyecto LUSIDA, y que al año siguiente a
pedido del público debió ser ampliado al tema adicciones, y 2) un
programa integral para trabajar con jóvenes en barrios de la
periferia de la ciudad iniciado en el año 2000 (Programa de
Atención a Grupos Vulnerables), donde los temas eje eran

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sexualidad y convivencia, no adicciones. Vale la pena destacar que


el Servicio mencionado es conocido como Línea Red Vida y opera
como referente en la provincia de Córdoba en la sede de
Fundación ProSalud, ofreciendo la difusión de mensajes
preventivos en medios masivos de comunicación (canales de aire,
radios y prensa escrita). Acerca de los temas sida y adicciones, e
invitando a empezar a hablar de ellos de manera anónima y
confidencial usando un número de llamada gratuita (132). Un
equipo técnico especializado atiende consultas de los mismos
interesados o de persona allegadas a ellos, ofreciendo contención,
orientación acerca de estrategias para fortalecer el sistema
familiar donde deberá anclar la solución al problema, información
y promoción de lazos con instituciones locales en condiciones de
acoger cada caso en particular. El registro de cada consulta es
cargado en una base de datos cuya sistematización permite
retroalimentar el servicio y orientar prácticas preventivas o
comunicacionales en general. De la sistematización de estas
prácticas, una vez que se integró el tema adicciones al abordaje
institucional de la cuestión juvenil, se desarrolló un conocimiento
que dio sustento al desarrollo en el área de prevención
secundaria.
El cuadro correspondiente al análisis de consultas recibidas
en la Línea Red Vida presentado más abajo, da cuenta de esto. Allí
se puede observar la comparación entre el perfil de consumidor
identificado de modo indirecto a través de sus familiares con el de
aquel que consulta de manera directa por su problema de
adicciones, que revela la dificultad para registrar como
problemático el consumo de sustancias por parte del sujeto o bien
de efectivizar un pedido de ayuda relativo a esa cuestión, aún
cuando su mismo entorno lo observa y padece.
El promedio de tiempo que este proceso demanda al consumidor
es de aproximadamente diez años, en tanto que su entorno en el
primer o segundo año ya identifica la disfuncionalidad, condición
necesaria para iniciar un cambio.
El tipo de sustancias usadas y el acceso al espacio laboral
también son variables que estarían indicando el agravamiento de
los casos por falta de orientación en fases más tempranas del

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proceso adictivo. La pregunta que emerge de este análisis es si


esto podría evitarse y cómo hacer para lograrlo.
De este modo, los antecedentes mismos del modelo de abordaje
que presento a continuación –que fluye con el propósito de
actualización continua– expresan la búsqueda y puesta en valor de
prácticas que permitan conjugar los recursos disponibles en la red
social, incluidos los de aquellos que son referenciados como
especialistas, para enraizar saludablemente sobre el territorio
donde, también como un rizoma, crece el fenómeno adictivo.

Cuadro comparativo del perfil del consumidor de sustancias


psicoactivas según el modo de efectivizar las consultas al Servicio
de Orientación Telefónica de Fundación ProSalud (Línea Red
Vida).

Se denomina consulta directa a aquella que realiza la misma


persona que consume sustancias, e indirecta a la efectuada por un
familiar o amigo de quien tiene este tipo de consumo.

Campo Consulta Directa Consulta Indirecta


Variable % Variable %
Sexo del Masculino 50,8 Masculino 80,1
consumidor Femenino 46,4 Femenino 12,8
Edad del 35 a 50 30,9 16 a 20 años 29,0
consumidor años
Trabaja Sí 28,2 Sí 34,5
Estudia No 28,2 No 32,4
Sustancia de Cocaína 23,0 Marihuana 32,4
consumo Alcohol 22,1 Alcohol 22,0
Tiempo de consumo 10 años o 26,4 1 a 2 años 15,8
más
Frecuencia de Todos los 38,2 Todos los 25,6
consumo días días
Contacto con la No 30,9 No 24,2
policía Sí 7,3 Sí 16,7

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El marco teórico como escenario simbólico


Una de las hipótesis que acompañaron el diseño del TS/GPS
corresponde a la viabilidad del modelo salubrista, como
alternativa al clínico, incluyendo en el mismo el enfoque de redes
sociales. En el presente, nuestro equipo técnico está investigando
esta aplicación al fenómeno adictivo ligado a sustancias
psicoactivas, tomando como referentes del marco teórico a
Enrique Saforcada, Elina Dabas, Mirta Videla y Hugo Miguez.
Todos conocedores de nuestra realidad local, dato fundamental
cuando es muy frecuente apreciar cierta inclinación por las
denominadas “culturas del primer mundo” que ocurre en nuestra
sociedad argentina, y que en ocasiones suma como aporte, pero
en otras, cuando domina el estilo de imitación, coarta la
creatividad e impide respuestas efectivas adecuadas a la propia
idiosincrasia.
Aún así, dado que tal como se citó al inicio lo único continuo
parece ser el cambio, para evitar la disociación entre mapas
conceptuales y redes vitales, elegimos la pregunta como aliada.
Asumimos el riesgo de plantear la mayor cantidad de
interrogantes posible para activar alternativas de construcción en
los planos teórico y fáctico, que, en cierto sentido, se relaciona
con indagar acerca de las Lentes de Beleaves que usamos
habitualmente o para ciertos fenómenos y su relación con los
resultados obtenidos. Pese a que tales interrogantes son los que
permiten iniciar el proceso de construcción, volveré sobre esto al
final del artículo, luego de las conclusiones.

Desde el foco sobre el joven con problemas hacia el que incluye


la red de instituciones y personas: Tejido Social y Grupos
ProSalud
Aplicando sucesivos enfoques con zoom (Najmanovich,
2006), en diversas dimensiones del fenómeno de las adicciones,
comenzó a configurarse un dispositivo semiestructurado para
ofrecer contención y orientación a personas y sistemas con
problemas asociados a él: jóvenes con diversos grados de

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Revista Sistemas Familiares, año 21, nº 1

Adicciones/ Gabriela María Richard

dependencia al consumo de sustancias psicoactivas, familiares e


instituciones donde desarrollaban sus vínculos las personas con
este problema. Así, lo que se inició con una mirada centrada en
jóvenes consumidores, fluyó hacia un sistema donde se destacan
tres áreas o canales de entrada y salida destinados al mismo
joven, a la familia y/o a la institución educativa de referencia
(escuela, centro de minoridad, etc.), con atención a su red social
de pertenencia.
Entiendo que un problema complejo precisa un modelo de
abordaje complejo y dinámico a la vez: la población local que ya
está complicada por el consumo de sustancias tiene derecho a
acceder al sistema de salud por vías no convencionales, que
superen la linealidad de la estructuración tradicional de la
demanda –presentación espontánea ante el referente sanitario
designado, proceso de admisión, desintoxicación, terapia
individual-grupal, terapia familiar, reinserción social.
En consecuencia, las puertas deberían –y así ocurre en este
dispositivo– abrirse simultáneamente para el mismo caso, o
alternativamente, según sean las características propias del
proceso que desarrolla cada sistema. No obstante, las tres áreas
identificadas en el sistema se conjugan y potencian mutuamente,
operando sobre los niveles de prevención primaria y secundaria al
mismo tiempo, y se insertan en el contexto mayor del tejido social
donde alternan su función como nodos vinculados entre sí.
Para instalar la mirada de conjunto en el equipo, tal como lo
adelanté más arriba, denominamos a este modelo de abordaje
preventivo Tejido Social (TS), consumo de sustancias y Grupos
ProSalud (GPS), simplificado como TS/GPS.
Las tres áreas y canales de acceso a este dispositivo son: 1)
Red/ES, 2) GPS/FoA y 3) GPS.
1) Red/ES: La red social como Escenario (Dabas, 2006) general
donde se tejen lazos promotores de salud (como alternativa a los
lazos no saludables) y se llevan a cabo las acciones específicas. En
ella se distinguen tres niveles:
a. Red/ES socio comunitaria: Recursos socio institucionales locales,
afines a la promoción de actividades saludables para la población
objetivo.

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Adicciones/ Gabriela María Richard

b. Red/ES sanitario asistencial: Recursos de centros de atención


primaria de la salud y especialistas del ámbito público y privado
con capacidad de complementar un abordaje en materia de
adicciones. Entre ellos se destaca el Servicio de orientación
telefónica especializado en el tema adicciones conocido como
Línea Red Vida que cité más arriba. Este servicio cuenta con un
dispositivo específico, denominado Mirarse, que permite que los
consumidores de sustancias psicoactivas, de manera anónima
puedan trazar una línea de consumo para “mirar” si es efectivo el
control que ellos dicen ejercer sobre el mismo, cuáles son los
beneficios obtenidos por sostener dicho consumo y cuales los
inconvenientes.
c. Red/ES (intra)Institucional: Principal institución de referencia,
que generalmente corresponde a la escuela donde el/la joven
cursa sus estudios o una institución correspondiente al sistema de
minoridad del estado. La misma debe estar sensibilizada respecto
del tema adicciones, y organizada para llevar a cabo acciones
preventivas asociadas, que permitan intervenir en el plano
simbólico y vivencial.

2) GPS/FoA: Grupo ProSalud para Familiares (padres, madres,


hermanos parejas o tutores) o Amigos de jóvenes con problemas
por consumo de sustancias psicoactivas, donde pueden encontrar
contención y orientación.

3) GPS: Grupo ProSalud para jóvenes de 14 a 24 años con


problemas por consumo de sustancias.

La estructuración de ambos grupos, GPS/FoA y GPS, en su


origen tuvo en cuenta las experiencias de AA (Alcohólicos
Anónimos) y GIA (Grupos Institucionales de Alcoholismo,
Pellegrini, 1992), y comparte con las mismas el modo en que se
nutren de la dinámica de los vínculos entre pares, adultos o
jóvenes respectivamente, introduciendo como elemento distintivo
la coordinación que realizan los técnicos que combina
estratégicamente elementos de ritual e innovación, aportando
respectivamente previsibilidad y sorpresa a cada encuentro.

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Adicciones/ Gabriela María Richard

Este encuadre, entre otros aspectos, quita el rótulo de


enfermo de por vida a quienes tienen problemas por consumo de
sustancias psicoactivas, acordando en esto con experiencias de
numerosas instituciones locales dedicadas al tratamiento que
también instrumentan esta noción como estrategia para el
cambio.
Me referiré a cada una de estas áreas del dispositivo más
adelante. Para hacerlo considero necesario describir el proceso
que nos llevó a situarnos en una perspectiva que nos facilitara
pensarlo como tal.
Desde el Servicio de Orientación Telefónica que ofrece
ProSalud, observamos la dificultad de las personas para pedir
ayuda: cuando finalmente lo hacen por esta vía, espacio que es
anónimo y confidencial, generalmente refieren que hace tiempo (a
veces varios meses) que conocen el servicio, pero recién en ese
momento se han decidido a efectivizar la consulta. Quienes
consumen porque no lo consideran un problema, y quienes tienen
un allegado con este problema, porque suelen dejar pasar el
tiempo con la esperanza de que se solucione solo.
De este modo comenzamos a preguntarnos acerca de los
modelos de abordaje en uso y cómo podían ser superadas las
dificultades que estos planteaban. En ese camino, y tomando en
cuenta las opiniones de diversos actores, surgió la duda acerca de
si estas podrían responder a resistencias al cambio propias de los
supuestos beneficiarios, de sus familias, del modo de definir el
problema, de los agentes de salud que operan según modelos
tradicionales derivados de la clínica médica, de los modos en que
se tejen las redes socio institucionales o de alguna otra variable
que no estuviéramos en condiciones de identificar. No obstante, a
la hora de avanzar sobre posibles soluciones, decidimos definir el
campo de estudio respecto de variables que estuvieran a nuestro
alcance modificar, pues de lo contrario, si los ajustes debieran
hacerse únicamente en un campo por fuera del mismo,
entendíamos que el análisis quedaría en una cuestión meramente
retórica. Al respecto, coincido con Cunnillera (2008, pág. 92),
quien sostiene que según cual sea el planteamiento, suele ocurrir
que “si hay fracaso nunca se atribuye a la ineficacia de un fármaco
o a la mala práctica del profesional, sino –por ejemplo– a la poca

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voluntad de la persona con problemas de alcoholismo”, y entiendo


que esto no abre a círculos virtuosos de creatividad y superación
en relación con el problema del consumo de alcohol, pero
tampoco lo hace con el de otros consumos que generan
dependencia.
En consecuencia, sin desconocer la complejidad, si los
cambios propuestos debían ser viables, decidí que estos deberían
iniciarse en un campo donde la intervención pudiera garantizarse:
el de nosotros mismos, los agentes de salud. Para ello, recupero
los conceptos de Cecchin (1987, pág. 14), quien sostiene que “[…]
la responsabilidad del terapeuta comienza con ver su propia
posición en el sistema”. Este autor opina que “cuando las hipótesis
dejan de ayudarnos a formular preguntas circulares o no nos
ayudan a mantener el sentido de curiosidad, probablemente
hemos tropezado con una hipótesis en la que estamos muy
dispuestos a creer y aceptar… y nos hemos convertido en
controladores sociales. Si somos curiosos, cuestionamos las
premisas –las nuestras y las del sistema con el que trabajamos–.
Para evitar la trampa de sobre simplificar la idea de neutralidad,
propongo describirla como la creación de un estado de curiosidad
en la mente del terapeuta (o estratega en el campo de la trama
vincular, agrego yo). La curiosidad lleva a la exploración e
invención de puntos de vista y movimientos alternativos, y los
diferentes puntos de vista y movimientos, engendran curiosidad”.
Puesto en cuestión nuestro modo de ejercer el rol (pensando
ahora como equipo, que es como llevamos a cabo la tarea),
utilizando para ello la metáfora de las Lentes de Beleaves,
pensamos en la población objeto de nuestras intervenciones, y en
caso de desarrollar algún dispositivo alternativo a los que
conocíamos con qué franja estaríamos en mejores condiciones de
trabajar.

La gente que nos hizo pensar el enfoque TS/GPS: Elección y


caracterización de la población objetivo

Dado que la historia institucional siempre estuvo vinculada


al trabajo con jóvenes, nuestras fortalezas se han desarrollado en

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el trabajo con este grupo etáreo. Al mismo tiempo, entendemos


que su vulnerabilidad es elevada y las intervenciones oportunas
pueden obtener resultados auspiciosos, por lo que decidimos
centrarnos en la franja de jóvenes –mujeres y hombres– de 14 a
24 años con problemas por consumo de sustancias psicoactivas.
Con estas hipótesis avanzamos en la realización de talleres
en escuelas de nivel medio, y junto a los mismos jóvenes
construimos un cuadro donde poder reflejar los motivos por los
cuales “los jóvenes con problema por consumo de drogas o
alcohol” no lograban solucionarlos.
Los resultados se reflejan en el listado presentado a
continuación, donde se incluyen registros de relatos de los jóvenes
que han participado o participan del proyecto:
1. Percepción del consumo compulsivo de sustancias como algo
natural, falta de motivación y/o resistencia ante la propuesta de
tratamiento.
2. Vergüenza de admitir que se tiene este problema, a ser llamado
“drogón”.
3. Negativa a iniciar un proceso terapéutico asociada a no
reconocer su nivel de consumo correspondiente al de un
“drogadicto” (según esquemas terapéuticos tradicionales) y/o al
temor a ser identificado como tal por los padres, los empleadores,
la escuela, etcétera.
4. Temor a la condena de los pares que consumen por iniciar un
tratamiento –en algunos casos el temor se refiere a los que le han
“dado” droga para consumir, pero luego no logran pagar,
endeudándose y debiendo someterse a las reglas de sus
proveedores para no ser agredidos–, o al aislamiento en el caso
que se dejara de lado las prácticas ligadas al consumo.
5. Desaliento causado por el fracaso de tratamientos previos,
propios o ajenos. (“Vi como quedó después de hacer el
tratamiento, ahora está peor y yo no quiero eso para mi”.)
6. Escasa permeabilidad –por resignación, desinformación o
temor– de la trama social próxima, para orientarlos a aproximarse
a espacios promotores del cambio.
7. Escasos espacios de contención y orientación para familiares,
parejas o amigos de las personas consumidoras de sustancias. Los
que están disponibles generalmente admiten los relacionados con

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Adicciones/ Gabriela María Richard

personas que han pasado la etapa de admisión y ya están bajo


tratamiento.
8. Localización no siempre accesible de los lugares destinados al
tratamiento. Excesiva centralización de los servicios.
9. Sistemas de admisión complejos y lentos, que suelen operar
como expulsivos para quienes no logran construir su demanda o
no se adecuan al ritmo institucional. (“Tendrá que tocar fondo y
aprender –solo– a pedir ayuda.”)
10. Sistemas educativo y de atención primaria de la salud
desprovistos de dispositivos para identificar tempranamente los
casos de consumidores incipientes de sustancias y motivarlos para
iniciar oportunos procesos de cambio de actitudes conductas.
11. Desarticulación entre los agentes de salud integrantes del
Sistema sanitario para brindar contención y guía a personas con
problemas de consumo.
12. No identificación de grupos de pertenencia y referencia que
operen como alternativa a la presión del grupo de pares y
vendedores de sustancias que alientan su consumo.
13. Mayor vinculación simbólica del proceso adictivo con la
asistencia y el control policial o legal que con la prevención.
14. Dificultades para identificar mecanismos preventivos o
promotores de salud específicos, con capacidad de ser aplicados
en personas, familias, grupos o instituciones.
15. Oferta asistencial escasamente diversificada y generalmente
estructurada para abordar casos de adicción en estadios
avanzados. Lo único considerado novedoso, se introduce con el
enfoque de reducción de daños, en lugar de avanzar sobre la
identificación temprana del problema, cuando aún no se ha
consolidado y potenciando recursos saludables para evitar su
agravamiento.
16. Difusión progresiva del enfoque de reducción de daños que
induce a interpretaciones confusas o erróneas acerca del umbral
de riesgo por consumo de sustancias y cuestiona el valor de la
abstinencia al consumo.
17. Procesos de cambio en personas que tienen problemas por
consumo de sustancias cuestionados por el avance de redes
sociales atravesadas por vínculos afectivos con personas

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dedicadas a la venta de sustancias o con consumidores


compulsivos crónicos que se deterioran paulatinamente.

Cuestiones administrativas y de infraestructura que inciden en el


TJ/GPS

En esta descripción de la génesis del TS/GPS deseo destacar


el papel de dos variables claramente observables: el
financiamiento del trabajo profesional que crea este modelo de
abordaje y el espacio físico disponible. Ambas variables, que en
una perspectiva podrían haberse vivido solo como
obstaculizadoras, fueron tomadas simplemente como parte del
escenario en el que había que desempeñarse, y entiendo que
desde su reconocimiento y aceptación fue posible diseñar este
dispositivo de abordaje.
Antes de avanzar, cabe destacar que la referencia a estas
variables que configuran el escenario del TS/GPS no responde a un
objetivo de descripción exhaustiva, sino al de aportar al análisis
diferencial de escenarios posibles que facilitan determinadas
prácticas, sean estas de corte promotor de salud, preventivo,
asistencial, combinado, etcétera.
Dado que, tal como he indicado más arriba, ProSalud es una
institución dedicada desde su creación al desarrollo de programas
preventivos y no asistenciales, su lógica de financiamiento se
corresponde a la de ejecución de proyectos anuales cuya
continuidad depende de los resultados obtenidos al final de cada
etapa, y no solo de la cantidad de casos atendidos. Por lo tanto,
los indicadores que usamos para evaluar se refieren a cuestiones
organizativas, productos comunicacionales, logros individuales,
grupales e institucionales, acciones realizadas con instituciones o
grupos, nivel de satisfacción, etc., procurando el equilibrio entre
calidad de las prestaciones y cantidad de usuarios de las mismas.
Cuando diseñamos el proyecto TS/GPS, las entidades que lo
apoyaron inicialmente debieron evaluarlo desde una perspectiva
diferente a la que estaban habituadas, y realizar un esfuerzo de
adaptación a su perfil innovador –pues combinaba (y continúa
haciéndolo) prevención primaria y secundaria, siendo esta última
a menudo interpretada como asistencia o rehabilitación–.

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Considero interesante el conocer que de las dos entidades del


Estado que acompañaron el desarrollo de este trabajo, aquella de
nivel nacional especializada en el tema adicciones que cuenta con
áreas separadas (casi incomunicadas entre sí) para abordar la
cuestión preventiva y asistencial, lo promovió en su fase inicial
como proyecto preventivo. Al finalizar esta etapa de un año de
duración, pese a la evaluación positiva que la Institución hizo del
proyecto, su estructura operativa impidió darle continuidad, tal
como lo hace desde el área asistencial con el sistema de becas
para el tratamiento convencional que prestan la mayoría de las
instituciones abocadas a este tema (no es el caso de ProSalud).
Según esos códigos, no era asistencia, entonces era prevención,
pero no estaba previsto financiar proyectos de esta área de
manera reiterada (criterio en conflicto con la evidencia que
obtenemos a diario en cuanto a la necesidad de sostener en el
mediano y largo plazo las intervenciones de prevención primaria y
secundaria de las adicciones para consolidar pautas de
autocuidado). Todo ello generó complicaciones al sostenimiento
de los servicios puestos en marcha con el proyecto (que
afortunadamente y no sin esfuerzo se solucionaron con el apoyo
desde otra área del Estado correspondiente a la provincia de
Córdoba, la MuNAF) y recién tres años después, la misma
institución, atravesando un lento proceso de evaluación del
desfavorable contexto socio institucional actual, retomó el análisis
sobre el modo de incluirlo entre las modalidades de atención
disponibles. En rigor, esta revisión a nivel nacional fue posible por
la mediación del recientemente creado Programa Provincial de
Adicciones, en conocimiento de los antecedentes de articulación
institucional (MuNAF/ProSalud) abierto a investigar nuevas
estrategias de abordaje para contener la grave problemática local.
Para facilitar el entendimiento entre las partes durante el
mencionado proceso, se buscaron coincidencias en el significado
asignado al lenguaje con el que se designaban ciertos aspectos del
tratamiento convencional, por lo que cuando se hablaba de
hospital de día, en el TS/GPS, se pensaba en el Red/ES y en
GPS/FoA, y cuando se hacía referencia al proceso de reinserción
social, en lugar de ubicarlo al final del proceso de cambio, se lo
instalaba en el mismo inicio del plan de trabajo, asociado a cada

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Adicciones/ Gabriela María Richard

uno de los espacios donde los jóvenes tienen la posibilidad de


ejercitar modos de vincularse alternativos a aquellos que dieron
lugar a los consumos. Asimismo, cuando unos hacían referencia a
la rehabilitación, nosotros enfocábamos al trabajo que se realiza
en el mismo GPS para jóvenes.
La comunicación es clave para avanzar en acciones
innovadoras, y para ello, resulta de gran valor poder reflexionar
acerca del sentido otorgado a las palabras, en la medida que
pueden facilitar u obturar procesos.
La otra institución que apoya el proyecto citada es la
Secretaría de Mujer Niñez, Adolescencia y Familia del gobierno de
Córdoba (MuNAF), dedicada a la población de niños y
adolescentes, con un enfoque integral. Pese a su trayectoria de
prestaciones en general de corte asistencial, esta institución creó
interés y activó recursos adaptativos al mismo con mayor agilidad
que la anterior, y hasta el presente lo acompaña anualmente.
En cuanto a la variable referida al espacio físico, cabe señalar que
las instalaciones de Fundación ProSalud están ubicadas en
dependencias del Hospital Nacional de Clínicas, de la Universidad
Nacional de Córdoba, usadas a modo de préstamo desde 1998.
Son salas de dimensiones reducidas pero según sean los
requerimientos de las actividades a realizar, existe la posibilidad
de articular con las cátedras o servicios que tienen lugar
disponible.
Esta condición, y la necesidad de facilitar el acceso de los
dispositivos preventivos al público en general, gestó la lógica de
programación centralizada y ejecución descentralizada, por lo que
la mayoría de las acciones que se llevan a cabo, ocurren en
instituciones localizadas en las áreas donde se han ido tejiendo
redes a lo largo de los años. En el caso del proyecto en cuestión,
actualmente se trabaja en tres áreas diferentes, tomando como
instituciones base al mismo Hospital y a dos escuelas públicas de
nivel medio.

El recurso humano que construye el TS/GPS

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Revista Sistemas Familiares, año 21, nº 1

Adicciones/ Gabriela María Richard

Para implementar el modelo TS/GPS, fue complejo el


armado del equipo técnico, que llevó algunos meses consolidar,
tuvo que adaptarse a sucesivas crisis y finalmente se acomodó a
las funciones que se debían cumplir. No obstante, la cuestión del
recurso humano calificado es una variable de evaluación
permanente, habida cuenta que no siempre las instituciones
formadoras se adaptan a la demanda con la agilidad que los
cambios estructurales lo hacen, y es la misma Fundación quien
debe desarrollar la especialización –en 2008 debió crear una
formación de post grado a tal fin–.
Si bien en esta etapa el equipo está formado por psicólogos
y trabajadores sociales, no nos referimos a ellos como terapeutas,
ni tampoco pacientes o clientes a las personas que participan en el
mismo. Unos se identifican como coordinadores o auxililares, y los
otros como personas con problemas asociados al consumo de
sustancias.
Las dificultades con las que lidiamos se refieren a la
formación profesional previa y a la discontinuidad del
financiamiento –que en el último período está adquiriendo
perfiles de previsibilidad–. De todos modos, ninguno de los
integrantes del equipo tiene estructurada su economía personal
en torno a esta actividad, y hasta el momento creemos que, por
razones de salud mental y desarrollo de perspectiva institucional,
es conveniente que sigua siendo así aún cuando se contara con
mayor presupuesto. Asimismo, si bien a nivel administrativo el
proyecto tiene un corte anual, y en algunos períodos ocurren
demoras en confirmar la aprobación de la continuidad de proyecto
–y el consiguiente financiamiento–, el nivel operativo no
interrumpe sus servicios, por lo que los procesos iniciados en
redes, instituciones e individuos gozan de continuidad.

Acerca del funcionamiento del TS/GPS


El proyecto TS/GPS en todas sus áreas (1, 2 y 3) opera
orientado por tres objetivos generales:
1- Incidir en las representaciones sociales –en tanto sistemas
simbólicos, que integran formas de representación no-verbal,
imágenes y figuras, opiniones, creencias, percepciones sociales,

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esquemas de pensamiento y dimensiones afectivas inconscientes


e irracionales– de los colectivos, a fin de desarrollar predisposición
hacia prácticas saludables (aplicable a todas las etapas del proceso
adictivo).
2- Facilitar escenarios donde los actores desarrollen sus recursos
saludables, tengan o no en el presente un problema por consumo
de sustancias psicoactivas, mediante actividades diferenciadas que
tengan en cuenta la diversidad de los procesos en relación a dicho
problema.
3-Desarrollar integralidad y sustentabilidad de las acciones,
mediante estrategias que promuevan la organización local.

A continuación, comentaré las características generales de


cada una de las tres áreas mencionadas: Red/ES, GPS/FoA y GPS.

Aspectos generales

Las tres áreas, que funcionan sin costo alguno para quienes
participan de ellas, pueden activarse de manera simultánea,
sucesiva o independiente, según lo requerido en cada caso. Por
ejemplo, una institución puede estar aplicando dispositivos de
prevención primaria propuestos por el TJ/GPS, sin que los jóvenes
que la integran participen del GPS, ni que los padres lo hagan en el
GPS/FoA. Pueden los jóvenes participar del GPS, y no estar
escolarizados en ese momento, y sus padres participar o no del
GPS/FoA, o bien, pueden adultos participar de este grupo, y sus
familiares aún no haber logrado construir su pedido de ayuda para
insertarse en un GPS u otra institución en condiciones de
colaborar a la solución del problema.
Esta diversidad de opciones responde a la variedad de
procesos, de tiempos en los que estos se gestan, y de las
características de los nodos –individuales, familiares o
institucionales- entre los que se tejen las redes sociales donde
tales procesos tienen lugar.
De este modo, se logra registrar un tejido social amplio (TS)
que incluye las tres áreas ya mencionadas más arriba a las que
asignamos nombres con el propósito de facilitar el registro de la

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diversidad. El enfoque facilita la aplicación de la metáfora del


zoom y el reconocimiento de matices entre el tejido en su
conjunto y los procesos de cada barrio, los que a su vez implican
intervenciones específicas por parte de los técnicos del equipo, sin
perder la mirada de conjunto sobre la trama que se va moviendo o
cuyo movimiento se pretende inducir.
Complementariamente, con esta perspectiva se facilita la
descentralización y circulación del poder atribuido
tradicionalmente a ciertos actores sociales calificados como
“expertos” para resolver casos, contribuyendo al elogio de la
responsabilidad y las habilidades del conjunto social como parte
de lo que Hugo Miguez (2008) denomina la “pedagogía del
afrontamiento“, alternativa de la “pedagogía de la retirada” propia
de la cultura adictiva.
Esto hace posible respetar los flujos particulares, y al mismo
tiempo promover que los jóvenes con problemas por consumo de
sustancias que asistan a las instituciones o sus padres, se acerquen
a los GPS correspondientes en busca de soluciones, tanto como
que las instituciones a las que asisten los jóvenes que participan
del GPS estén sensibilizadas y organizadas para generar acciones
capaces de contenerlos y activar en ellos habilidades y
competencias saludables útiles a superar su dependencia en sus
tres aspectos (química, psíquica y social).
En todos los casos, acompaña el proceso la institución de
referencia, Fundación ProSalud, lo que contribuye a la
construcción de sentido sobre el consumo de sustancias de
manera tal que predisponga al cambio de actitudes y prácticas,
sea cual fuere el nivel de gravedad asignado al problema.
Decidimos que si el nivel de fracaso de los tratamientos
convencionales es tan elevado como lo reportan informes locales,
(7 de cada 10), antes que sostener el abordaje lineal que se inicia
en la admisión, es preferible dar mayor dinamismo a estos
procesos facilitando a las personas, jóvenes, familiares, docentes,
etc. su ingreso al dispositivo preventivo desde otras posiciones
tales que les permitan enfocar su situación de nuevas maneras, y
con ellas, la gama de soluciones posibles.

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Adicciones/ Gabriela María Richard

Aspectos específicos de cada área

1) En el Red/ES se realiza un trabajo de sensibilización sobre el


tema adicciones, promoción de lazos e intercambio de
información, a fin facilitar la inserción del dispositivo y la
comunicación permanente que retroalimente el proceso de
cambio que se busca desarrollar en cada nivel.
El nivel Red/ES socio comunitaria busca identificar y
promover la articulación de recursos saludables disponibles en
centros vecinales, iglesias, escuelas, cooperativas, radios barriales,
etc., que puedan ser promovidos para que los jóvenes se integren
a ellos y faciliten el desarrollo de factores protectores del
problema adicciones, hayan iniciado o no el consumo de
sustancias.
En el nivel Red/ES socio sanitario se registra y actualiza
regularmente a las instituciones sanitarias –públicas y privadas–
con acciones que tocan en algún punto el tema. Esto es útil tanto
para estimular la detección temprana del proceso adictivo e
instrumentar acciones oportunas, como para construir redes de
sostén a aquellos casos de personas con problemas adictivos tales
que no puedan ser abordados satisfactoriamente en el GPS.
En el nivel Red/ES institucional se promueve el desarrollo de
proyectos institucionales para la promoción de la salud y la
prevención de las adicciones, sean estos referidos a instituciones
educativas, o a cargo de jóvenes en conflicto con la ley. Alentando
el involucramiento de todos los integrantes de la comunidad
educativa -directivos, docentes, preceptores, tutores auxiliares y
jóvenes, según el caso- a que se involucren, se procura intervenir
sobre el cotidiano, desplazando las asociaciones
prevención=charla, prevención=especialista o
adicciones=derivación a tratamiento para que otro se haga cargo
del problema. Teniendo en cuenta que actualmente en una misma
institución educativa habrá jóvenes con diversos grados de riesgo
en relación al consumo de sustancias –desde los que no han
consumido ni están predispuestos a hacerlo, hasta los que son
dependientes de este consumo y/o integran una red de
comercialización–, la gama de intervenciones deberá reconocer
esta heterogeneidad. Así, las intervenciones promoverán

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Revista Sistemas Familiares, año 21, nº 1

Adicciones/ Gabriela María Richard

condiciones que dificulten el consumo de sustancias psicoactivas,


como la auto percepción de riesgo cuando este consumo ya existe,
en tanto condición para activar el deseo de desarrollar conductas
saludables alternativas. Este escenario será relevante para avanzar
en el otro canal del dispositivo, el GPS.
Los resultados alcanzados en Red/ES son significativos
teniendo en cuenta que esta modalidad de trabajo no cuenta con
antecedentes locales, y que se ha desarrollado con carácter
instituyente. Las instituciones habituadas a activarse solo frente a
la detección “del caso” descubrieron que podían y debían realizar
aportes sobre el conjunto para fortalecer los recursos saludables
que en él existen. Asimismo, se observan avances en la
comprensión de que “el caso” identificado no se resuelve
expulsándolo de la institución o privándolo de libertad, sino
tendiéndole lazos saludables en un marco institucional
consolidado con pautas que expresen claramente lo inconveniente
del consumo de sustancias para el desarrollo de la autonomía
individual así como la integración del colectivo.
Entre algunas instituciones se ha establecido una
coordinación tal que les permite interactuar para realizar
actividades específicas, lo que constituye un refuerzo del aspecto
simbólico que empodera al mundo adulto para operar como
modelo de identificación saludable, y genera confianza entre los
jóvenes que conocen otros pares participando de espacios
saludables y los sustraen de la sensación de asilamiento que
podrían tener por no acogerse a los patrones de consumo de
moda.
El trabajo en esta área es de alta complejidad, habida
cuenta que cada institución tiene estilos y tiempos propios, están
muy atareadas con la difícil misión que tienen por cumplir, y
porque suelen ver el tema de las adicciones como algo periférico
que, en su imaginario, podrían llegar a “eliminar”. Sin embargo,
cuando encuentran la posibilidad de dialogar con alguien que les
devuelve una imagen de problema diferente, paulatinamente se
abren nuevas alternativas.
Un denominador común hallado en las instituciones
educativas es la desorientación acerca de qué hacer
concretamente en prevención primaria o secundaria. Ante esto,

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en la primera etapa de trabajo adoptamos una actitud de


receptividad a las iniciativas que esperábamos surgieran
espontáneamente de directivos, docentes o jóvenes, para que el
diseño de proyecto se adecuara a las características de cada una
de ellas. Sin embargo, de manera progresiva nos adentramos en la
convicción de la necesidad de proveer una propuesta semi
estructurada que contemple una serie de actividades básicas para
facilitar la implementación del proyecto, y luego dar lugar a las
adaptaciones que cada institución requiera, ya sea agregando o
quitando las que consideren necesarias. Estas incluyen desde
talleres de capacitación docente para promover uno o varios
adultos referentes institucionales, talleres para padres de carácter
obligatorio, talleres de capacitación para jóvenes para promover
un grupo con capacidad de hacer educación entre pares, la
instalación de un videojuego (La Salud en Juego) en los equipos de
computación de la institución, la participación en proyectos que
ProSalud organiza anualmente, un sondeo de opinión sobre
creencias ligadas a cuestiones de salud, hasta la organización de
actividades especiales con jóvenes de otras instituciones. En
general, la lógica de la propuesta se encuadra en el
fortalecimiento y organización de recursos locales para el
desarrollo de proyectos propios en cada institución.

2) En el GPS/FoA. El Grupo ProSalud para Familiares o Amigos es


un espacio de recepción y contención para quienes están
vinculados a personas con problemas por consumo de sustancias
tales que no han logrado formular aún su pedido ayuda, lo han
hecho pero no saben a dónde ir, o ya están en tratamiento pero
necesitan orientación complementara para ejercer su rol de
padres. Ellos llegan por indicación de las instituciones en las que
están insertos los jóvenes, del Servicio de Orientación Telefónica
Línea Red Vida, de sus pares o de los coordinadores de los GPS
para jóvenes, entre otras opciones.
Este espacio no funciona con las características de un grupo
terapéutico, aunque genera cambios que algunos clasificarían
como terapéuticos, mediante reuniones quincenales de dos horas
cada una. En grupos no mayores a doce personas, se trabaja con
diversas dinámicas orientadas a informar, empoderar, esperanzar,

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innovar en técnicas de comunicación e investigar posibles


situaciones de codependencia. Asociado al objetivo de desarrollo
de autonomía establecido para las personas con problemas de
adicción, se promueve la autonomía en la gestión de proyectos de
vida de cada miembro de la familia, como principal sustento para
favorecer el cambio en el otro.
Los adultos que buscan ayuda pertenecen a una generación
que vivió en un contexto social muy diferente al actual, por lo que
se encuentra sin herramientas para abordar la educación de los
hijos: no reconocen ni distinguen las distintas sustancias, no se
animan a nombrarlas, descubren sus efectos cuando los ven en
sus seres queridos, en muchos casos creen que vasta con rezar
para que sus hijos dejen de consumir, en otros son víctimas de la
opinión de especialistas que les han indicado que el consumo de
ciertas sustancias es normal e inocuo en cierta etapa de la vida y
que no se tienen que preocupar (hasta que el paso del tiempo les
ha confirmado lo que la convivencia y el sentido común les
marcaba como un problema a resolver). También, los adultos
buscan ayuda pues se sienten impotentes en una sociedad de
consumo que cuestiona directa o indirectamente su autoridad,
ante lo cual, el aporte que puede hacer el profesional requiere
devolverles la confianza en ellos mismos, y en el valor de los
recursos que tienen para promover un cambio. Generalmente
llegan atrapados en una red tensada entre la culpa y el control,
que dificulta la comunicación necesaria para que quien está
tratando de tejer vínculos útiles a su proceso adictivo, pueda verse
a sí mismo/a de una manera diferente y crear un deseo de
cambiar.
A lo largo de los encuentros, la conformación del grupo
cambia permanentemente: algunos tienen asistencia perfecta –
generalmente los que tienen hijos que participan del GPS–; otros,
irregular pero con adherencia a la propuesta; otros llegan,
acceden a la información que necesitan y continúan el proceso en
otra institución –a veces participan simultáneamente de los
servicios que ofrecen una y otra–; otros participan solo una vez,
sin dejar datos que permitan evaluar la continuidad del proceso.
Ante esta diversidad, se plantea la pregunta acerca de la evolución
que hubieran tenido estos casos en cuanto sistemas atravesados

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por la cuestión de las drogas o el alcohol, de no mediar


intervención alguna, y en las alternativas a ofrecer para mejorar el
aporte que se realiza desde el TS/GPS. De cualquier modo,
considero que la elasticidad del modelo de trabajo es una de sus
principales virtudes, al crear un espacio donde se puede encontrar
casos muy diferentes de los que se nutren sus participantes.
Aproximadamente 6 de cada 10 personas que participan con
regularidad, refieren haber experimentado cambios en ellos
mismos, tales que los habilitaron a manejar mejor la situación y a
establecer un plan de acción para avanzar en la construcción de
una solución al problema presentado.
Como indicadores positivos del funcionamiento del
GPS/FoA, se tienen en cuenta la conformidad de quienes en él
participan –mediante diversas expresiones de gratitud hacia los
técnicos y hacia sus pares– por el hallazgo de este espacio abierto
para acogerlos en una situación que viven con un elevado nivel de
angustia y soledad, el que sea accesible (gratuito y sin
prerrequisitos complejos para participar por primera vez), el que
por su misma existencia, legitime la presunción que el de ellos es
un problema que merece ser atendido y para el cual existen
soluciones posibles, y el mismo hecho de poder corroborar
mejorías respecto de la situación que los motivó a pedir ayuda
inicialmente.

3) GPS. El Grupo ProSalud para jóvenes de 14 a 24 años es un


espacio grupal de recepción, contención y orientación para la
resolución de problemas de dependencia física, psíquica y social al
consumo de sustancias psicoactivas. Acuden por decisión
personal, o por indicación de sus padres (GPS/FoA), de los tutores
de programas especiales para adolescentes en conflicto con la ley
o de los directivos de las escuelas (Red/ES), lo que permite
conformar grupos heterogéneos que desafían la creatividad de los
coordinadores. De acuerdo a cada caso, se procura la participación
de familiares o parejas de estos jóvenes en los GPS/FoA, no siendo
esta una condición excluyente. Esto responde a que suelen
presentarse situaciones donde los jóvenes desean cambiar
precisamente para evitar confrontaciones con sus padres, y si son
mayores de edad, se respeta la confidencialidad; y otras, donde

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los familiares están enterados, pero presentan perfiles


disfuncionales que poco podrían aportar al trabajo que desean
realizar sus hijos o simplemente no desean colaborar.
Como ya se dijo, los GPS operan en dependencias facilitadas por
instituciones educativas públicas (2) y del Hospital Nacional de
Clínicas (1). Inicialmente, el criterio de admisión de estos jóvenes
debía respetar un nivel de consumo de riesgo leve o moderado,
sin embargo, con el correr de los años, el nivel de motivación
expresado por algunos de éstos jóvenes, nos llevó a ampliar este
margen a casos de mayor complejidad, obteniendo resultados
satisfactorios. La diferencia se establece no necesariamente por la
cantidad y tipo de sustancia que se consume, sino por el deseo de
modificar la conducta compulsiva, es decir de expandir los
márgenes de elección y desarrollo personal que presentan los
jóvenes. En el GPS no se trabaja con los rótulos de adictos,
toxicómanos, drogodependientes o “drogones”, por el contrario,
se registra la dimensión saludable que cada uno tiene y se trabaja
para ampliarla, cuestionando desde ese lugar las restricciones que
plantean ciertos patrones de consumo y las redes sociales que los
habilitan.
En general, los jóvenes llegan por primera vez acompañados
por algún familiar o amigo, expresando ambos o uno de ellos un
elevado nivel de angustia. Luego de una breve entrevista, donde
se les explica el encuadre y las condiciones de trabajo, cuando
estas son aceptadas, se los recibe en el grupo. Suelen presentarse
tres tipos de casos: 1) los que no se adecuan a esta modalidad y se
les propone como alternativa al GPS establecer un lazo –el uso de
esta palabra es deliberado, en sustitución del concepto de
derivación con que se trabaja habitualmente y que facilita el
abordaje en cuanto casos y no en cuanto personas integradas a
una red socio sanitaria (Richard, 2003)– con otra institución a
elegir entre un mínimo de tres opciones; 2) los que se adecuan
parcialmente –sea por la complejidad de su caso o por el nivel de
motivación–, ante lo cual se les propone un mes de trabajo
compartido para evaluar el proceso y posibles modos de darle
continuidad, sea en el mismo GPS o en otra institución; 3) los que
tienen deseo expreso de modificar su situación y se comprometen
con la propuesta.

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Para despejar si los jóvenes están en condiciones de


integrarse efectivamente al GPS o a otra institución, se disponen
las cuatro reuniones iniciales a lo largo de las cuales se evalúan
logros, obstáculos y recursos tanto individuales como de la red
social en la que se insertan. Estos cuatro encuentros se cuentan a
partir del momento de acogida inicial de cada nuevo integrante,
donde –luego de una entrevista individual– el/la jóven se
encuentra con el resto del grupo que ya está trabajando. Cada
grupo es heterogéneo: se conforma con jóvenes varones o
mujeres, consumidores de distintas sustancias, con distintas
historias de consumo y distintas edades. Dado que los encuentros
son semanales, con esta secuencia se cubre un período de un mes
de duración, que permite observar las acomodaciones que se han
producido o no tanto en el joven como en el/los sistemas de los
que forma parte, y con ello inferir la permeabilidad a la
metodología del TS/GPS. La duración de esta etapa no es rígida,
puesto que en ocasiones ya en la tercera reunión se registra un
perfil tal que requiere otro contexto de trabajo, o bien se negocia
la extensión de la misma a más de cuatro según objetivos fijados
de común acuerdo tal como lo señalo más adelante.
El resultado de la evaluación que se realiza en esta etapa
(evitamos el término diagnóstico deliberadamente) es presentado
al /la joven y a su familia, invitándolos a continuar en uno u otro
lugar el proceso iniciado. En ocasiones esta intervención opera
como factor motivacional que motiva por cuanto los jóvenes
pueden no desear dejar el grupo y aceptan reforzar su
compromiso y trabajo a cambio de permanecer allí, en cuyo caso
se les extiende condicionalmente el plazo. Por el contrario, cuando
se consensúa (generalmente con la familia) que no es posible
sostener la situación, el GPS funciona como acompañamiento en
el tiempo de espera que suele ocurrir en servicios públicos, entre
los momentos en que se solicita un turno y se efectiviza la primera
consulta.
En casi la totalidad de los casos, el problema cuenta con una
historia previa no menor a un año, por lo que el malestar que
traen ellos y/o las personas con las que conviven ha llevado a los
equipos técnicos a proponer este espacio como de tránsito
asegurado hacia una nueva etapa, sea en la institución que fuere:

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el solo hecho de haber tomado la decisión de acercarse a buscar


una solución antes no ensayada, opera como bisagra.
Cada grupo es diferente pues se integra por una cantidad que
puede oscilar entre 4 y 8 jóvenes, con edades comprendidas entre
los 14 y 24 años y con diversos perfiles a los que procuramos no
asignar una denominación en particular. Estos se vinculan con el
nivel educativo, habilidades personales desarrolladas y
estructuración del tiempo libre, recursos familiares y de la red
social de pertenencia, vinculación con el sistema judicial, etc., con
todo lo cual el equipo técnico elabora semanalmente una
planificación de la actividades a llevar a cabo en cada encuentro.
No se han desarrollado tipificaciones de perfiles pues se expresan
o modifican a modo de proceso multidimensional, y por el
momento esto no resulta necesario para llevar adelante el trabajo.
La variable vinculada a las sustancias y a la historia de consumo en
relación al nivel de vulnerabilidad está en estudio, pues existen
muchos matices entre los casos donde el proceso adictivo se
precipita vertiginosamente, provocando serios deterioros, y en
otros donde el mismo se produce paulatinamente. No obstante, el
criterio en cuanto al riesgo del consumo es parejo para todos los
casos, evitando la ambigüedad y confusión que genera el enfoque
de reducción de daños en quienes están considerando dejar atrás
el sistema de vínculos que generan dependencias a sustancias
psicoactivas.
Tal planificación tiene un carácter semiestructurado, pues se
ajusta a las novedades que plantea el grupo en cada reunión, y en
algunos casos, obliga a los coordinadores a rearmar el plan de
trabajo en el mismo curso del encuentro. La misma cuenta con
tres momentos centrales, con dinámicas propias para el
caldeamiento, socialización y el enlace con el trabajo previo, el
momento de siembra, y el cierre con la invitación al GPS virtual y
la aplicación del programa Mirarse (ProSalud, 2003). Este orden
responde a la necesidad de brindarles herramientas que colaboren
a su estructuración interior y de sus vínculos como alternativa a la
que les ofrece el ritual previo, durante y post consumo.
La planificación del momento de siembra se realiza sobre los ejes
proyecto de vida y habilidades para la vida, y su implementación
se vale de recursos varios que generalmente cuentan con soporte

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papel. Como resultado, la comunicación que se establece entre los


participantes no está centrada necesariamente en la cuestión de
las sustancias, sino en su organización vital, sus redes y recursos.
Es aquí donde el coordinador, luego de contribuir a configurar el
escenario, facilita el diálogo entre los jóvenes, quienes unas veces
se muestran desvalidos, enojados o alegres y otras solidarios y
colaboradores con sus pares, activando así sus resortes resilientes.
El camino que transitan los jóvenes desde que se integran al
GPS hasta que culmina su trabajo personal en relación al consumo
de sustancias tiene una duración de entre 8 y 20 meses. En ningún
caso quienes finalizan este proceso son invitados a trabajar como
operadores terapéuticos, sino por el contrario, se los alienta a
realizar actividades desligadas del tema adicciones.
Cuando hay una fuerte motivación para continuar
vinculados a la institución y se evalúa esto como positivo, se los
incluye en un programa de prevención primaria que se
implementa en espectáculos públicos, con el objetivo de facilitar la
transición hacia una autonomía progresiva en contextos que les
permitan poner en acción todo cuanto reporte a favor de su salud.

A modo de conclusión

Estoy convencida, pues lo corroboro junto al equipo con el


que llevamos adelante el proyecto TS/GPS, de que la plasticidad y
fortaleza del rizoma adictivo solo puede ser abordado con un nivel
mayor plasticidad y fortaleza que pueda desarrollar un rizoma
saludable. Los principales nutrientes de este rizoma serán nuestra
capacidad de asombro y la confianza en la habilidad de cada nodo
de la trama para desarrollar tesoros escondidos (Genijovich,
2003). Ubicados en nuestro lugar de profesionales de la salud,
creo que una muy buena estrategia para producir estos
nutrientes, podría ser la que se apoya en el arte de preguntar y
preguntarnos, por ejemplo, acerca del cambio que ocurre en las
redes sociales que vivimos y en el modo en que ejercemos nuestro
rol, con sus componentes saludables y los que no lo son.
La duda como método, proponía Descartes. El desafío está
servido.

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Cambio, contexto social e innovación profesional. Cuando cerrar


también puede significar abrir

Presento a continuación algunos de los interrogantes que


nutren la investigación que dio origen al proyecto presentado en
este artículo y que movilizan al equipo de trabajo de Fundación
ProSalud cotidianamente.
Lo que construimos como respuestas, en un contexto
diferente pueden dejar de serlo y otras, motivan un cambio en el
interrogante original. Pero en general, nos ayuda a poner en
perspectiva lo que hacemos, a cuestionarlo y a crear nuevas ideas
que pueden contribuir a su evolución.

Comparto con los lectores este material vinculado a la


experiencia de nuestro equipo, e invito a cuestionarlo,
modificarlo, ampliarlo, usarlo.

1. Contexto social general. Plano simbólico y fáctico


¿Qué significado le atribuye la cultura local al concepto adicción?
Según las diversas significaciones, ¿cuándo el consumo de
sustancias considerado un problema? ¿Quiénes contribuyen a
estructurar esa representación social? ¿Cuál es el papel de las
nuevas tecnologías, los carteles de venta, las unidades
académicas, los colegios profesionales, las religiones, la industria
de la diversión y los medios masivos de comunicación en este
proceso? ¿Esta representación social, influye en la predisposición
al consumo y en la auto percepción de riesgo en situaciones de
consumo? ¿Cuáles son los dispositivos registrados por el
imaginario social para hacer frente a los problemas asociados al
consumo de sustancias?
¿Qué actores sociales son los indicados por el imaginario social
para aplicar esos dispositivos?
¿Cuáles son los dispositivos disponibles realmente? ¿Qué perfil
tienen los recursos humanos que los implementan? ¿Quiénes los
capacitan y quiénes los monitorean? ¿Cuándo podemos decir que
alguien está capacitado? ¿Está prevista la contención y supervisión
de quienes trabajan con el fenómeno de las adicciones? ¿Desde

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dónde se construyen o se pueden construir soluciones a las


dificultades que pudieran observarse en este nivel?

2. Las políticas públicas: la práctica profesional debe ser


conciente del escenario donde se desarrolla, y si es funcional o
crítica respecto del mismo

¿Entienden que las adicciones son un problema que compete a un


área en particular (salud, educación, justicia, niñez, promoción
social), priorizan unas sobre otras o abordan el problema de
manera integral?
Estas políticas ¿son de carácter asistencial, preventivo o de
promoción de salud y calidad de vida? ¿Cuentan con objetivos de
corto, mediano o largo plazo? ¿La sociedad en su conjunto, las
identifica y las tiene como referentes o son percibidas solo por
aquellos que las implementan o por quienes ya tienen un
problema?
¿En qué marcos teóricos se apoyan las políticas públicas?
¿Están diseñadas haciendo foco en casos individuales y/o sobre
redes sociales?
¿Distinguen las distintas etapas en el proceso adictivo sobre las
que se puede intervenir? ¿Cuentan con dispositivos adaptados
para esta diversidad? ¿Las identifican como parte de un proceso
individual y/o perciben la influencia de la dinámica vincular y
social sobre el mismo? En esta dinámica, cuando es registrada
¿pueden distinguirse elementos facilitadores y obstaculizadores
del cambio saludable, o solo los segundos?
¿Las políticas de salud pública consideran que se debe esperar a
que se presente la demanda de asistencia espontáneamente?
¿Pueden o deben trabajar sobre etapas previas a la efectivización
de la demanda? En este sentido ¿llevan a cabo alguna práctica
efectiva?
¿Pueden incidir sobre procesos simbólicos a fin de facilitar un
umbral bajo de percepción de los problemas ligados al consumo,
que promueva un abordaje temprano de los mismos?

3. Red social más próxima y significativa: La trama familiar

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Los padres, madres o sustitutos, los hermanos o parejas, los tíos o


primos de las personas que tienen problema por consumo de
sustancias psicoactivas, ¿están adaptados al mal funcionamiento
familiar ligado al perfil de los consumidores o lo padecen?
En el caso de que lo padezcan, ¿creen que es necesario cambiar la
situación o la aceptan con resignación?
Cuando creen que es necesario un cambio, ¿están en condiciones
de emprenderlo solos? En su defecto, ¿encuentran quién los
ayude en este proceso?
Estos familiares ¿piensan que el cambio se iniciará y llevará a cabo
recién cuando la persona con problemas empiece un tratamiento
o ellas mismas creen poder buscar ayuda para promoverlo,
cambiando ellas también? Si fuera así, ¿encuentran un lugar
donde poder orientarse y fortalecerse para modificar la dinámica
vincular problemática?

4. Las personas que tienen problemas por consumo de sustancias


- Solicitar ayuda: ¿Por qué unas piden ayuda y otras no? ¿Para qué
lo hacen unas y otras?
- Las que piden ayuda: ¿encuentran quién las ayude?, ¿logran
solucionar sus problemas?
- Las que inician un proceso de cambio pero no logran terminarlo
con éxito, ¿en qué etapa lo abandonan?
-Las que terminan un tratamiento convencional con éxito: ¿logran
sostener en el tiempo los logros alcanzados?
- Las que han identificado el problema que tienen pero consideran
que pueden solucionarlo solas: ¿Logran detener el avance del
mismo? Si lo hicieran, cómo se caracteriza este logro?
- Las que tienen problemas pero no los reconocen como tales:
¿Cómo evolucionan los problemas que tienen? ¿Llegan alguna vez
a definir su situación como problemática? ¿Cuándo? ¿Qué impide
un desarrollo saludable (como vía para enfrentar sus problemas)?

5. El profesional de la salud como parte del sistema que activa u


obtura el cambio. Reconocimiento del enfoque de análisis:
cuestión final que invita a iniciar una nueva lectura de los
interrogantes planteados:

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¿Cuál es el paradigma de salud desde el cual usted, hoy ubicado/a


en el rol de lector/a, busca las respuestas?
¿La posición que ocupa en la red social y las prácticas que lleva a
cabo, configuran su manera de ver el mundo? ¿Se ha formado o
ha ensayado alguna práctica de carácter preventivo o de
promoción de salud? ¿Lo ha hecho a nivel grupal o individual?
¿Trabaja usted (en relación con su fuente de ingresos económicos)
ligado/a al ámbito público y/o privado; al estatal y/o de la
sociedad civil; al académico, es investigador y/o ejecutor de
modelos de abordaje de cuestiones ligadas a la salud de la
población?
¿Cree que estas cuestiones influyen en su particular modo de
abordar el fenómeno ligado al consumo de sustancias
psicoactivas?

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