Está en la página 1de 17

Despojo territorial y devastación ambiental de los pueblos

originarios en un contexto de urbanización: el norte de la cuenca

Hernán Correa Ortiz


Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Tenemos derecho de ser iguales cuando la diferencia nos


apabulla… Tenemos derecho de ser diferentes cuando la
igualdad nos ignora.
Boaventura de Souza Santos, Derecho y
emancipación.

En abril de 2019 apareció la versión pública del estudio de manifestación de


impacto ambiental del proyecto de Aeropuerto Internacional de Santa Lucía
(AISL), el cual, en pocas palabras, tiene como propósito minimizar, o de plano
obliterar las afectaciones que tendría esta obra en su entorno regional, ya que no
aborda el norte de la Zona Metropolitana del Valle de México en su dimensión
regional, cabalmente comprendida, ni cómo esta región pasará a ser un nuevo polo
de desarrollo urbano, uno poderosísimo.1
Además del terreno de 2 331 hectáreas que actualmente posee la base aérea,
el cual fue expropiado a diversos ejidos en 1952, se necesita adquirir 1 284
hectáreas adicionales para áreas de amortiguamiento acústico y seguridad, lo que
afectará, directamente, el territorio de cuatro comunidades agrarias: ejido de San
Lucas Xolox (353 hectáreas), ejido de Xaltocan (304 hectáreas), ejido de Santa Ana
Nextlalpan (245 hectáreas), ejido de Ozumbilla (38 hectáreas), además de una parte
del parque estatal Sierra Hermosa y propiedades privadas en el municipio de
Tecámac. Sin embargo, el hecho más relevante es que el informe citado minimiza
las principales afectaciones de esta obra y no las considera en función de una
región que, ampliamente comprendida, integran el pueblo de Zumpango y sus
barrios, San Pedro de la Laguna, San Sebastián, municipio de Zumpango; San
Andrés Jaltenco, municipio de Jaltenco; San Miguel Xaltocan, Santa Ana

1 Manifestación de impacto ambiental modalidad regional, del proyecto «Construcción de un aeropuerto mixto
civil / militar con capacidad internacional en la Base Aérea Militar No. 1 (Santa Lucía, Estado de México), su
interconexión con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y reubicación de instalaciones
militares. Informe final. México: Secretaría de la Defensa Nacional, Escuela Militar de Ingenieros,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Ingeniería, abril de 2019: 905 pp.

1
Nextlalpan y sus barrios, Santiago Atocan, San Mateo Acuitlapilco, San Pedro
Miltenco, San Juan Atenanco, San Francisco Molonco y San Esteban Ecatitlan,
municipio de Nextlalpan; Santa María Tonanitla, municipio de Tonanitla; San
Pedro Atzompa, Santa María Ozumbilla, San Pablo Tecalco, Santa Cruz Tecámac,
San Jerónimo Xonacahuacan, San Pedro Pozohuacan, Santa María y Santo
Domingo Ajoloapan, Reyes Acozac, San Lucas Xolox y San Juan Pueblo Nuevo,
municipio de Tecámac; San Pablo de las Salinas, municipio de Tultitlán; Tultepec y
sus barrios, y Santiago Teyahualco, del municipio de Tultepec; San Francisco
Tenopalco y Visitación, del municipio de Melchor Ocampo; y porciones
significativas de los municipios de Coyotepec, Teoloyucan, Cuautitlán, Coacalco y
Ecatepec, para no extender más esta lista (ver figura 1).
Entre las afectaciones que minimiza, o de plano no atiende el mencionado
estudio de impacto ambiental, deben mencionarse las siguientes:
1) El núcleo del proyecto está asentado, en su gran mayoría, sobre «suelo
lacustre» que perderá su capacidad de retención y amortiguación de inundaciones
estacionales. Parece no comprender que cubrir de cemento casi la totalidad de
estas tres mil 600 hectáreas no sólo afectará a la obra y su entorno inmediato, en
tanto que tendrá que convivir, inevitablemente, con el riesgo de hundimientos
diferenciales del suelo, sino que afectará a la hidrología de la cuenca de México en
su conjunto, y parece no aceptarse que esta fue una de las razones por las cuales se
ha exigido la cancelación del proyecto de aeropuerto en el vaso de Texcoco.
2) La distancia, el costo y los impactos complementarios que se puedan
generar para obtener el volumen de agua requerido para la operación de dicho
aeropuerto, así como las obras para tratamiento de aguas residuales, se sumarán a
los viejos problemas que aquejan actualmente a las comunidades en dicha región:
por si no se conocían: acceso al agua potable y tratamiento de aguas residuales.
3) Sumado a lo anterior, no queda expresado qué tipo de obras se tendrán
que llevar a cabo «para solventar la problemática de la presencia del Cerro de
Paula» ―por encontrarse en la trayectoria de despeje de la pista tres―. Lo anterior
es preocupante porque la devastación del cerro condenaría no sólo a quienes allí
viven y trabajan la tierra, sino que destruiría las posibilidades de recarga de un
acuífero que surte de agua potable no sólo a las poblaciones aledañas, sino también
a la Ciudad de México, mediante la batería de pozos Reyes-Lechería.
4) En síntesis, la falta de una consideración regional de un área que hasta el
presente se ha conservado reservada del crecimiento urbano, como es el vaso
lacustre Xaltocan-San Cristóbal, impide ver la importancia que esta tiene para la
preservación de formas de vida silvestre, especialmente avifauna, y para la
recreación de cuerpos de agua estacionales.
2
FIGURA 1. Geología lacustre del norte de la cuenca de México

Fuente: Elaboración propia con base en las cartas geológicas del INEGI: Zumpango
(E14B19), Tizayuca (E14B11), Cuautitlán (E14A29), y Texcoco (E14B21).

II

Siete años atrás, el 8 de julio de 2012 fui testigo de cuando se realizó en la plaza
cívica de San Pablo Tecalco, municipio de Tecámac, Estado de México, un foro que
consideré como un punto de partida en la lucha de este pueblo ante al despojo de
su territorio. Se trató del foro «Urbanismo Salvaje, Impacto Ambiental y Pueblos
Originarios», el cual intentaba tener un acercamiento crítico, desde la academia y la
sociedad, a las problemáticas de este pueblo frente a la enajenación de una porción
de su ejido a fin de ser urbanizado. También se intentaba analizar cómo los
«pueblos originarios» podrían enfrentar el desbordamiento avasallador de ese
fenómeno que se denominó «urbanismo salvaje».
El foro fue realizado conjuntamente por una selección de académicos de
diferentes disciplinas, que desde tiempo atrás había venido buscando nuclear, a

3
partir de sus intereses y preocupaciones, un grupo muy participativo de vecinos
del pueblo indígena de San Pablo Tecalco. Este conjunto de académicos estuvo
integrado por una experta en geo hidrología, un geógrafo, unos biólogos, unos
antropólogos, unos historiadores, y una abogada. De hecho, la premisa que se
presentaba era la necesidad de conjuntar esfuerzos en la tarea de situarse ante la
defensa jurídica ante los daños y deterioros ambientales que se asomaban en el
cerro de Chiconauhtla. Para ello era necesario tomar en cuenta las entonces muy
recientes reformas al artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos (CPEUM): párrafo 5º (reformado en febrero de 2012) que aludía al
derecho «a un medio ambiente sano», previendo que el «daño y deterioro
ambiental generará responsabilidad», y párrafo 6º (adicionado en febrero de 2012)
que declaró el «derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua», y que a su
vez prevé la «participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines».2
Me parece muy destacable que desde un pueblo originario se hiciera este
llamado a cuestionar el deber de cumplimiento del estado en materia de los
derechos fundamentales, toda vez que el pueblo veía avanzar el proceso de
enajenación de parte de sus tierras ejidales para construir un fraccionamiento de
viviendas, en una zona de recarga de los acuíferos subterráneos, y en una situación
en donde el pueblo adolecía de agua potable, por causa del abatimiento del pozo
que surte a este pueblo. Esto hizo que fuera necesario que se turnara la mirada al
campo de los derechos humanos y la historia del derecho constitucional.
Este ciclo histórico inició en 1992, cuando se aprobó una reforma
constitucional que insertaba un primer párrafo al artículo 4º, la cual introducía la
idea de la composición pluriétnica de la nación, «sustentada en sus pueblos
indígenas». Esta reforma, fue el antecedente de la posterior reforma al artículo 2º
constitucional de 2001, que, por su parte, desarrollaba y extendía una concepción
sobre los derechos y garantías que emanan de la pluralidad cultural.
Sin dejar de tener el anterior contexto de reformas constitucionales, el
fenómeno social concreto que se presentaba ante nuestros ojos en 2012 era un
conjunto de problemáticas generadas y agravadas por la urbanización, que
involucran en su conjunto a otras problemáticas inherentes a la transformación de
la propiedad ejidal, pero también a la degradación del medio ambiente, como
también a la inexistencia de políticas públicas en un marco de equidad para los
pueblos y la falta de reconocimiento por parte del estado de los pueblos como
sujetos de los derechos establecidos en la constitución.

2Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. Texto vigente. Última reforma publicada: DOF 24 febrero de 2017. Los destacados son
nuestros. Consultado en la red: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_240217.pdf

4
Esta situación se podía anticipar en cuanto que ya había ocurrido en otros
municipios más cercanos a la ciudad, como Ecatepec, desde los años cincuenta,
pero que en Tecámac no había afectado a los núcleos ejidales antes de los noventa,
justo cuando se reformó el texto constitucional y la legislación agraria para
permitir el pleno dominio de las parcelas ejidales.
Como fenómeno histórico contingente, la urbanización en Tecámac es un
proceso relativamente reciente, que apenas empezó a mostrar los primeros signos
de transformación a partir de la década de los setenta, y que se intensificó y se
tornó dramáticamente masiva a finales de los noventa. Para mencionar un par de
datos: la población total del municipio era de 20 mil habitantes, según el censo de
1970, y alcanzó los 450 mil habitantes, según el conteo de 2015; lo anterior en gran
medida porque entre 1998 y 2018 se urbanizaron dos mil 500 hectáreas en Tecámac,
de las cuales el 55 por ciento eran suelo de propiedad social.
Para comprender verdaderamente la problemática actual de los pueblos, a la
luz de sus derechos colectivos, es necesario retomar el reto planteado por el pueblo
de San Pablo: es decir, analizar las diferentes caras del problema con el apoyo de
diferentes disciplinas científicas y sociales. Yo presenté en dicho foro un estudio
referido a las transformaciones agrarias a partir de los pueblos de Tecámac. Los
esfuerzos que por entonces había reunido sólo alcanzaban para mirar los
expedientes de los diez núcleos agrarios del municipio de Tecámac, todos ellos
sujetos al régimen ejidal. Con base en esa documentación me parecía posible
esbozar los ciclos dentro de los últimos cien años de historia agraria, el cual es
quizás un proceso semejante al que se podría presentar en otros casos de la región
de los lagos del norte. Más allá de lo anterior he podido cruzar la información de
archivo con la realidad percibida por el pueblo lo que ha enriquecido mi
perspectiva, comparado con el análisis que expuse en 2012. 3
En el presente contexto es innegable que se han dado diversas reacciones a
dicha ola de desarrollo, como es el caso la transformación política y cultural, para
mencionar aquí sólo lo más evidente. Ahora bien, empezaba a quedar manifiesto
que era necesario explorar, con otras herramientas, un contexto territorial
determinado, y trata de indagar cómo se han «considerado» desde los pueblos los
efectos del desarrollo urbano. Asimismo, se hacía necesario tratar de interrogar

3 Hernán Correa Ortiz, Tierra, agua y comunidad: una historia etnográfica de los Pueblos Originarios de la
periferia urbana. Tecámac, Tecalco y el norte de la Cuenca de México. Tesis presentada para obtener el
título de Doctorado en Estudios Latinoamericanos (Estudios de la Diversidad Cultural). Director
Andrés Medina Hernández. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Posgrado de
Estudios Latinoamericanos, 2019. Inédito.

5
cuáles han sido los significados que ha producido este desarrollo, y la manera en
que se percibe si dicho crecimiento ha beneficiado o perjudicado a los pueblos.

III

Para comprender las transformaciones urbanas contemporáneas desde la dinámica


espacial es necesario comprender ciertas ideas o conceptos que sirvan para
enriquecer la clave metodológica expuesta por Fernand Braudel, en el sentido de
cómo la historia puede ser vista a través del espacio, lo cual sólo será posible si la
investigación que conjuga varias disciplinas científica ―reto que siempre se
distinguió como uno de los centros de las reflexiones del notable historiador
francés― llega a acordar un vocabulario «base».4
Conceptos sobre paisaje, territorio humanizado, espacio socio-cultural,
dimensión regional del poder, deben ser leídos con atención y debatidos con
seriedad, desde diversas aproximaciones científicas, sociales y ambientales. La
dimensión cultural del territorio es de capital importancia para entender, por
ejemplo, la territorialidad étnica, que aparece recientemente como un nuevo
componente en la constitución mexicana. La literatura es muy extensa, pero aquí lo
que importa es que esta región es parte de la cuenca de México, en la porción
norte, a la que corresponden los dos principales cuerpos lacustres septentrionales
del Anáhuac: los lagos de Zumpango, y el vaso Xaltocan-San Cristóbal.
En este contexto deben mencionarse los estudios de Armando Sánchez
Albarrán, sobre lo que él denomina la «región Zumpango». En primer lugar, hay
que declarar que son escasos los estudios con perspectiva regional, como el de
Armando Sánchez Albarrán que, situado en un conjunto regional determinado que
él denomina «región Zumpango», y que incluye casi toda la porción lacustre del
norte de la cuenca de México, pretende construir una sociología política a partir de
la tensión o relación entre el sistema político o estructura de poder regional (nivel
estatal) y la diversidad de tipos de cultura política o actores locales (nivel local). 5
Sánchez Albarrán toma en consideración factores tales como la significación
de «cultura política local o regional» como el estudio de los micro espacios de la
política; así como los efectos del auge industrial junto a lo que él llama la
«modernización política en el sistema político autoritario»; y otros factores
relacionados con el sistema político como el «caciquismo» y el «corporativismo», y

4 Fernand Braudel, «Unidad y diversidad de las ciencias del hombre», en: F. Braudel, La historia y las
ciencias sociales. Traducción de Josefina Gómez Mendoza. Madrid: Alianza Editorial, 1970: 201-214.
5 Armando Sánchez Albarrán, Cultura política y procesos políticos en la región Zumpango. México:

Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Plaza y Valdés, 2014.

6
sus probables transformaciones en tiempos recientes; hace un recuento de las
elecciones locales, tanto en lo que hace a ayuntamientos, como a elecciones de
diputados locales, federales y elecciones presidenciales, atendiendo especialmente
a los fenómenos de «alternancia», especialmente a partir de 1996; hace un rastreo
de casos específicos en donde existen conflictos políticos municipales e inter-
municipales; y finalmente hace un diagnóstico de la percepción o la valoración
política entre los actores locales, lo cual es una aportación importante en la medida
que da a conocer las voces de los actores políticos dentro de las localidades.6
En muchos sentidos este libro es una base fundamental para el estudio de la
cultura política en la región, en el periodo comprendido entre 1980 y 2000, con una
combinación metodológica de geografía, etnografía y análisis político. Sin
embargo, la aportación que aquí destacaremos es la propuesta en términos
espaciales, al proponer una «región Zumpango», como marco analítico espacial.
El territorio sirve como marco donde se vinculan instituciones y prácticas
culturales localizadas, donde transcurren las pautas del comportamiento o del
parentesco, las fiestas del ciclo ritual anual, los rituales específicos que acompañan
el ciclo de la vida, las danzas, las formas de comer y de vestir, las formas de hablar
y de sentir, estos rasgos que podemos denominar de tipo etnográfico, abren el
campo de la territorialidad cultural. La región lacustre del norte está por ser
conocida y es un reto para los investigadores antropólogos, historiadores y demás
ciencias sociales, poder dar cuenta de todo lo que comprende esta diversidad.
Un ejemplo poderoso que coincide con esta línea interpretativa es la obra
dedicada al paisaje ritual en la cuenca de México, lo que quiere decir: un conjunto
de estudios que parten de la combinación de observación geográfica y
astronómica, los cuales realizan una apreciación interdisciplinaria que combina la
arqueología, la historia y la etnografía. Los escasos trabajos existentes refieren la
importancia arqueológica y etnohistórica de los cerros que se ubican al norte y al
sur del municipio de Tecámac: es decir los cerros de Xoloc y Chiconauhtla,
respectivamente. Volviendo a la coyuntura actual, cuando aún no se ha terminado
de reconocer la importancia arqueológica que tienen todos los cerros de la cuenca
de México, aparece en la Manifestación de Impacto Ambiental del Aeropuerto
Internacional de Santa Lucía una mención sobre el cerro de Paula como un
«problema» u «obstáculo» para la operación de la pista tres, por interferir con su
cono de despeje.7

6Sánchez Albarrán, Ibid., 2014: 43-48; 107-114; 128-140; 141-202; 203-253; 268-344.
7Johana Broda, «Introducción Parte II. El paisaje ritual en la cuenca de México», en: J. Broda, S.
Iwaniszewski, A. Montero, La montaña en el paisaje ritual. Segunda edición. México: Universidad

7
La centralización del México moderno está sustentada en el poder sin
límites del presidencialismo, el cual puede entenderse como un constructo
histórico que se expresa en el control que se ejerce sobre un partido, sobre los
poderes legislativo y judicial, así como las gubernaturas y las legislaturas estatales.
Ahora que se vuelve a invocar el derecho de gentes, en particular el derecho a
decidir sobre el tipo de desarrollo que se debe seguir en el territorio propio, no se
ignora que la figura presidencial ejerce el gobierno directo sobre los siguientes
pilares: las fuerzas armadas, la Comisión Nacional del Agua, CONAGUA, y la
Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, SEDATU.
En este contexto, a partir de la elección de 2018, el poder presidencial
irrumpió en la escena regional, mediante una cuestionable encuesta, cuya
metodología aún hoy es desconocida, y que tenía por objetivo legitimar un
proyecto aeroportuario que se «justificaba» por ser la vía de entrada a la movilidad
y a la globalización económica. Dicha encuesta, se dirigía en parte a sustentar la
negativa a continuar con la construcción del proyecto de aeropuerto en el lago de
Texcoco, y servía como válvula de escape a la «presión de la globalización», sin
que para ello hubiera la menor preocupación por el territorio y por las
subjetividades de la población concentrada en dicho espacio. Estas poblaciones
sabrán permanecer, seguramente, pero inevitablemente serán transformadas bajo
la nueva configuración urbana a la que quedarán supeditados, de llevarse a cabo la
construcción del nuevo aeropuerto en Santa Lucia.

IV

Uno de los elementos en donde debería centrarse la discusión pública en torno a la


realización de este proyecto de infraestructura es la noción de «desarrollo». A la
vez, es necesario decir que aquí caben muchas preguntas y faltan respuestas: ¿qué
es desarrollo?, ¿qué tipo de desarrollo se pretende lograr en la actualidad ?, ¿a
quiénes beneficia determinado tipo de desarrollo?, ¿en qué forma ese desarrollo
también nos perjudica?, ¿cómo lograr, en cambio, un desarrollo independiente, o
pactado con las comunidades?, ¿cómo lograr un desarrollo en armonía con el
medio ambiente?, y ¿qué tipo de desarrollo merecen las sociedades urbanas
contemporáneas, masificadas y complejas?
Una visión posible del desarrollo la encontramos en estado puro en el
análisis de Peter Ward, México megaciudad, donde su autor logra un sistema de

Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, Instituto Nacional de


Antropología e Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2007. Primera edición, 2001.

8
explicación donde se entrecruzan diversas formas de investigar, desde de la
historia, los procesos de producción ideológica y cultural, las dimensiones política,
económica, geográfica, urbanística, demográfica, en fin, sociológica, que se
conjuntan con las ciencias ambientales y de la tierra. El trabajo de Ward es un
referente básico para quienes interesa el diseño de políticas públicas que logren un
planeamiento integrado, y está dedicado al tema de las «áreas metropolitanas», o
conurbaciones, cuyo diseño político-administrativo conjuga varias jurisdicciones y
competencias del nivel municipal, estatal, y supra estatal, como es el caso de la
Zona Metropolitana del Valle de México. A lo largo de su obra Ward analiza los
problemas relacionados con la administración metropolitana y la normatividad
urbanística, así como los retos que implican para la planeación urbana. Dentro de
los problemas que señala están los mecanismos que impiden la representación
política desde la base y la organización de la participación ciudadana. Quizás por
ello otorga una gran importancia al análisis de la geografía electoral.8
Por otra parte, la cuestión principal a la que apuntan Peter Ward y otros
autores, en un trabajo comparativo sobre la complejidad del desarrollo urbano
regional, está enfocado a observar cómo se transforma el espacio urbano en el área
periurbana de la ciudad de México, habida cuenta la «multi jurisdiccionalidad»
política, el flujo de migración del centro a la periferia urbana, y el análisis de las
tasas de crecimiento expansivo en términos de uso de suelo y de población, que
constituyen a su modo de ver, el conjunto de factores determinantes para la
comprensión del famoso fenómeno de «megaciudad».9
El problema que subyace a esta obra es el de atender ambas dimensiones: la
reproducción del capital bajo la forma urbana y el cruce de competencias entre los
niveles de gobierno que intervienen en la constelación de las megaciudades. En el
caso de México megaciudad no es ajeno el hecho de que a partir de 1997 irrumpió
una fase de aparente ampliación democrática en la Ciudad de México. Ward
asume que sería posible asegurar un desarrollo integral con equidad si hubiese un
fortalecimiento estatal, lo que se traduce en la formulación de políticas públicas
con participación de las localidades, las sub-municipalidades, no adheridas al
control político del estado corporativo.

8 Peter M. Ward, México megaciudad: desarrollo y política, 1970-2002. Anexo sobre los municipios
conurbados de Alfonso X. Iracheta. Segunda edición. México: El Colegio Mexiquense, Miguel Ángel
Porrúa, 2004. Primera edición, 1991.
9 Adrián G. Aguilar, Peter M. Ward, C. B. Smith, «Globalization, regional development, and mega-

city expansion in Latin America: Analyzing Mexico’s city peri-urban hinterland», en: Cities. The
international Journal of Urban Policy and Planning, 20, 1. Londres: Elsevier, 2003: 3-21.

9
Ejemplo de ello podrían ser los caminos que han tomado los pueblos en
ejercicio de su autonomía, haciendo un diagnóstico de las problemáticas
ambientales en torno a las inclemencias del desarrollo urbano en el norte de la
cuenca de México, en particular del acceso, disponibilidad y manejo del agua,
desde la perspectiva de los pueblos originarios en la periferia urbana. Casos en esta
región los hay de sobra: la lucha del sistema autónomo de agua de Coyotepec, pero
también la de todos los sistemas autónomos de agua potable de Tecámac,
Zumpango, Ecatepec que resisten a las múltiples presiones, la lucha de
Temascalapa contra el basurero nuclear, el hartazgo de las comunidades a lo largo
y lo ancho del territorio de la cuenca por la explotación de minas de materiales
pétreos a cielo abierto, la persistente autonomía de Zitlaltepec, los movimientos
emergentes en Tultepec y Melchor Ocampo, y tantas otras organizaciones
pequeñas que aún no conocemos a plenitud, y a quienes seguramente no les es
indiferente la puesta en marcha del proyecto de nuevo aeropuerto civil / militar.

El concepto de «desarrollo» fue un importante referente en la historia de la


segunda mitad del siglo XX. En efecto, posterior a la devastación sufrida en Europa
y en medio de la reconfiguración política y económica del capitalismo, fue
necesario una idea que sustentara el proyecto económico delineado por el gran
ganador de la guerra: Estados Unidos. El concepto de «desarrollo» fue elegido
como esa «idea fuerza» que se expandió por el mundo, y en particular por toda
América Latina. Al respecto, Immanuel Wallerstein menciona que «[el concepto de
desarrollo] es producto de la geopolítica de la era posterior a 1945 en el sistema
mundo. Y evidentemente es cierto que desde 1945 el concepto como doctrina se ha
aplicado de manera más extensa y con mayor legitimación social que nunca».10
Uno de los autores que ha contribuido al debate en torno al desarrollo, es el
antropólogo colombiano Arturo Escobar. La tesis central de este autor, es que
como conjunto de ideas y prácticas, el «desarrollo» ha funcionado históricamente a
lo largo del siglo XX como un mecanismo para el dominio colonial y neocolonial
del Norte sobre el Sur. En la práctica, señala Escobar que quienes usaron el término

10Immanuel Wallerstein, Impensar las ciencias sociales: límites de los paradigmas decimonónicos. México:
Siglo XXI Editores, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1998: 116.

10
y a la fecha lo siguen utilizando acríticamente, de alguna manera están ayudando a
reproducir las relaciones neocoloniales de poder.11
Escobar también advierte que el desarrollo fue un concepto
«universalizador», que imponía la lógica de lo deseable y lo posible a todas las
sociedades en el mundo capitalista, y que dejaba de lado las experiencias
particulares de los pueblos, en este caso latinoamericanos, practicando lo que llama
una especie de exclusión o «fascismo social», dado que si no eras desarrollado te
encontrabas en la enorme masa de personas atrasadas y subdesarrolladas. En
consecuencia, Escobar reivindica la necesidad del rescate de experiencias
particulares en los pueblos indígenas, que no tienen una idea del desarrollo como
nos ha sido impuesta, y que de hecho ni siquiera manejan el concepto.
Arturo Escobar menciona cuáles son las características del discurso de
desarrollo. Como discurso histórico, el «desarrollo» surgió a principios del periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial, si bien sus raíces yacen en procesos
históricos más profundos de la modernidad y el capitalismo. Fue durante ese
periodo que todo tipo de «expertos» del desarrollo empezó a aterrizar
masivamente en Asia, África y Latinoamérica, dando realidad a la construcción del
«Tercer Mundo». El discurso del desarrollo hizo posible la creación de un vasto
aparato institucional a través del cual se desplegó el discurso, es decir, por medio
del cual se convirtió en una fuerza social real y efectiva transformando la realidad
económica, social, cultural y política de las sociedades en cuestión.
Por otra parte, el discurso del desarrollo ha operado a través de dos
mecanismos principales: primero, la profesionalización de los problemas del
desarrollo, lo que implica el surgimiento de conocimientos especializados para
lidiar con todos los aspectos del subdesarrollo; y segundo, la institucionalización
del desarrollo, acompañada por una vasta red de instituciones nacionales e
internacionales que lo imponen, de acuerdo a los lineamientos de los conceptos
capitalistas sobre la ciudad, la pobreza, la tierra, la agricultura, el medio ambiente,
etcétera, bajo la forma del «desarrollo urbano», «desarrollo social», «desarrollo
rural», «desarrollo regional», «desarrollo sustentable». El análisis de Escobar
destaca las formas de exclusión que conllevaba el proyecto general del
«desarrollo», en particular la exclusión de los conocimientos, las voces y
preocupaciones de aquellos quienes, paradójicamente, deberían beneficiarse de
desarrollo: los pobres de Asia, África y Latinoamérica.12

11 Arturo Escobar, La invención del tercer mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá:
Editorial Norma, 1996.
12 Escobar, Ibid., 1996: 19.

11
La noción de «desarrollo sostenible» implica, según la Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, «satisfacer las necesidades de las
generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para
atender sus propias necesidades». El término «desarrollo sostenible» empezó a
usarse en 1992, queriendo decir con ello que existen límites al crecimiento pero no
al desarrollo. El «desarrollo sostenible» no es, pues, un concepto teórico, sino más
bien ideológico y político. En ese contexto, los grandes logros del derecho
internacional son las declaraciones surgidas en el seno del sistema de Naciones
Unidas, como la Cumbre de Rio de 1992, una cumbre cuyos objetivos no han sido
cumplidos, o el Protocolo de Kioto, o la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, el cual es un acuerdo internacional que compromete a
países industrializados a estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero.
El protocolo de Kioto fue un grave error en su planteamiento, ya que se tomaron
en cuenta las emisiones de 1990, sin hacer previsiones de crecimiento, y su impacto
en el medio ambiente. Gran parte de la crítica que recibe ha sido gracias a que no
se planteó que las llamados economías emergentes como India o China crecerían
de una manera enorme, y no se les impuso la serie de limitaciones que recayeron
sobre otros países ya industrializados, cuyas emisiones actualmente son menores,
exceptuando el caso de Estados Unidos, país que no ratificó el protocolo. 13

VI

Más allá de la visión optimista del desarrollo, y mucho más allá de la crítica
poscolonial al desarrollo, los problemas del agua en particular y en general los
problemas ecológicos se presentan como un verdadero reto a la comprensión del
desarrollo regional desde la cuenca de México. Las problemáticas ambientales
deben ser atendidas en conjugación con otros derechos humanos: el derecho al
medio ambiente sano está junto con el derecho a la igualdad, y junto al derecho
humano al agua, se sitúan los derechos colectivos de los pueblos originarios, entre
ellos el derecho a la consulta previa, informada, de buena fe y culturalmente
adecuada. Si una sola parte faltara, la carta constitucional será letra muerta.
Por lo anterior se hace necesario volver a revisar la doctrina constitucional
mexicana en materia de autonomía y libre determinación de las comunidades y
pueblos indígenas, que están definidos como «aquellos que descienden de
poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización

13 Daniel de Poorter Vázquez, «Una crítica al ideario del desarrollo sostenible actual», en: Revista
Iberoamericana de Organización de Empresas y Marketing, número 1. Málaga: Universidad de Málaga:
diciembre 2014. En línea: www.eumed.net/rev/ibemark/01/desarrollo-sostenible.html

12
y que conservan sus propias instituciones [...] o parte de ellas». Lo siguiente es una
taxativa constitucional que, demostradamente, en ocasiones no es atendida ni
comprendida por los jueces de la república:
Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que
formen una unidad social, económica y cultural, asentada en un
territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus
usos y costumbres.

Siguiendo con el artículo 2º de la CPEUM, el apartado «A» reconoce y garantiza el


derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en
consecuencia, a la autonomía para: «conservar y mejorar el hábitat y preservar la
integridad de sus tierras»; acceder «al uso y disfrute preferente de los recursos
naturales de los lugares que habitan y ocupan las comunidades», y para «acceder
plenamente a la jurisdicción del Estado», con el fin de garantizar ese derecho.
Insistimos en que estos instrumentos de defensa de las comunidades no han
siquiera empezado a mostrar su eficacia. Por ello será necesario reiterar que el
mismo artículo constitucional establece que «las comunidades podrán asociarse»
para el cumplimiento de la ley.14
La doctrina sobre el derecho humano al agua y al saneamiento (DHAS) es
aún más reciente. La resolución A/RES/64/292, denominada «El derecho humano al
agua y el saneamiento», fue aprobada el 28 de julio de 2010 por la Asamblea
General de las Naciones Unidas. Este documento, decisivo en la formulación del
DHAS, reconoce que «el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho
humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos
humanos», y exhorta a los Estados y a la organizaciones internacionales a
establecer, como parte de sus obligaciones, el deber de proporcionar los recursos
financieros, apoyar la capacitación y la transferencia de tecnología a la población
que no tiene acceso al agua y al saneamiento.15
Durante los últimos 20 años se ha venido avanzando en el derecho
internacional en torno a lo que implica al agua como derecho humano: la relación
que guarda con el derecho a la salud, en tanto que muchas enfermedades están
relacionadas directamente con la vulnerabilidad de las fuentes de agua, los
problemas de escasez y deterioro de la calidad del agua; la relación que guarda con
los derechos de igualdad, el planteamiento de la participación social en la gestión
del agua, el papel de las mujeres en la protección del agua, la mitigación de la

14Carbonell, Constitución Política..., Op. cit., 2017: 7-9.


15Organización de las Naciones Unidas. Resolución A/RES/64/292. «El derecho humano al agua y el
saneamiento», Asamblea General. 2010: 3 pp.

13
pobreza; y la relación con los derechos ambientales: las causas en el equilibrio
negativo del ciclo del agua, la contaminación por descargas de aguas residuales en
entornos urbano industriales, el uso del agua para la producción agrícola y el
medio rural, y la protección contra los desastres naturales relacionados con los
desequilibrios climáticos.
En México, si bien existe una regulación positiva en materia de agua desde
la época colonial, el derecho humano al agua y al saneamiento fue establecido
recientemente, mediante la reforma al artículo 4° de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos publicada el 8 de febrero del 2012. Este artículo quedó
inserto en la médula de la doctrina constitucional mexicana sobre los derechos de
igualdad, quedando asentado en el párrafo sexto de dicho artículo, que fue
adicionado, junto al párrafo quinto, y que juntos establecen el precepto del derecho
a un medio ambiente sano y al agua:
[Párrafo quinto] Toda persona tiene derecho a un medio ambiente
sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a
este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad
para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley.
[Párrafo sexto] Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y
saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma
suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este
derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el
acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos,
estableciendo la participación de la Federación, las entidades
federativas y los municipios, así como la participación de la
ciudadanía para la consecución de dichos fines. 16

La relación que tiene el derecho al agua con otros tipos de derechos es clave para
entender que su acceso o privación es determinante para que exista paz social. Por
ejemplo, no existe aún doctrina jurídica que distinga o que establezca la relación
entre el derecho al agua como derecho individual, o como derecho colectivo. Sin
embargo, la parte más débil de los instrumentos en materia de derechos ligados al
medio ambiente está en la pobreza de las obligaciones jurídicas que adquieren los
Estados en torno a esa necesidad básica.
No es necesario volver aquí sobre la importancia que tiene el agua en la
cosmovisión mesoamericana. Basta señalar la importancia con que los pueblos y
comunidades indígenas asumen el agua como un factor clave para su existencia. El
agua, no está explícitamente aludida dentro de los derechos colectivos invocados
en el artículo 2º de la Constitución Política de la Estados Unidos Mexicanos, el cual

16 Carbonell, Constitución Política..., Op. cit., 2017: 10.

14
garantiza la autonomía de los pueblos indígenas para «acceder [...] al uso y disfrute
preferente de los recursos naturales de los lugares que habitan y ocupan las
comunidades, salvo aquellos que corresponden a las áreas estratégicas».17
Se debe volver sobre el hecho obvio de que el acceso y disfrute del agua, así
como la gestión del líquido, son factores clave para la conservación y reproducción
de los pueblos indígenas. Pero al crear reglas y límites para la utilización del agua,
el manejo colectivo de este «recurso» queda supeditado a la presión que existe
sobre los «recursos naturales», o sobre la definición de «áreas estratégicas», aunque
se imponga la visión de desarrollo de las empresas, sobre la de los pueblos. Esto es:
el poder económico en conjunción con los poderes ejecutivo, legislativo y judicial,
definiendo unilateralmente la utilidad y el interés público.
Con la profundización de la urbanización en la periferia de la cuenca de
México se ha venido erosionado la propiedad de los pueblos originarios sobre eso
que se ha considerado «recursos naturales». Muchos de los sistemas tradicionales
mediante los que se recolectaba agua, es decir, los jagüeyes, los manantiales y los
cauces estacionales, ahora se encuentran en estado de deterioro. De los 26 jagüeyes
o represas de agua de escorrentías que pertenecían a los pueblos de Tecámac a
principios del siglo XX, ahora, en pleno siglo XXI, sólo quedan seis. Por otra parte,
de los 12 sistemas de agua potable que se formaron a mediados del siglo XX, sólo
seis se conservan como entes autónomos.
Esta paradoja ya había sido señalada para el caso de la India, por parte de
Vandana Shiva, quien señalaba que la irrupción del método de extracción
mediante pozos profundos está aparejada a nuevos problemas como son el
encarecimiento en el costo de extracción, su eventual agotamiento o abatimiento, y
la pérdida del control de las comunidades a expensas de la explotación privada. 18
El agua es considerada, desde el punto de vista económico, como un factor
de producción necesario. La economía del agua la reduce a un problema «técnico»,
«financiero» y «administrativo», que consiste en calcular los precios y cantidades
para su abastecimiento, medir la «eficiencia» y buscar cómo obtener el mayor
«valor», siempre en términos monetarios. Desde esta perspectiva, se entiende por
«sustentabilidad» la capacidad de preservar los ecosistemas con el fin de mantener
los niveles requeridos para el desarrollo económico.
Sin embargo, esta visión, cuantitativa, mecánica y reduccionista, ha sido
criticada al estar centrada en variables monetarias, a cambio de una comprensión
del agua como un activo social o comunal, es decir, como un patrimonio

Carbonell, Ibid., 2017: 7.


17
18Vandana Shiva, Las guerras del agua. Privatización, contaminación y lucro. Traducción de Susana
Guardado. Segunda edición. México: Siglo XXI Editores (Ambiente y Democracia), 2007: 28-30.

15
económico, ecológico y social. El agua y la tierra son mucho más que un «factor de
producción», que un «recurso natural», o un objeto de transacción mercantil. Una
nueva concepción de la tierra y el agua deberá trascender la apropiación privada y
situarse como patrimonio, derecho colectivo, o bien común de la humanidad.

VII

La presencia de pueblos originarios o comunidades indígenas en las grandes


ciudades no es un fenómeno extraño o marginal, sino común a muchos centros
urbanos latinoamericanos, lo que se explica por el peculiar proceso de
urbanización colonial y su desarrollo histórico posterior a la Independencia. La
necesidad de comprender las problemáticas realidades de los pueblos originarios,
exige un pensamiento crítico y desde muchas disciplinas, donde la ciencia se
refuerce mediante una cultura humanística que fortalezca las capacidades de
imaginación y de independencia del criterio de los pueblos.
Como afirma la filósofa norteamericana Martha Craven Nussabaum, el
peligro de no pensar lleva a la manipulación y a la imposición de cualquiera de las
reglas de conducta vigentes en una sociedad. Mantenernos en la pasividad elude
nuestras responsabilidades y permite que un estado burocratizado organice
nuestras vidas, soslayando nuestras obligaciones como ciudadanos. Por ello la
importancia de impulsar una ciudadanía activa, que ha de venir desde la cuestión
ética de hacernos cargo de nuestras acciones o inacciones.19
La integración del conocimiento puede fomentar una cultura de respeto a
los derechos humanos. Por ejemplo, relacionar el «desarrollo» (la economía) con la
«ética» (la filosofía política), implica dejar de ignorar a los excluidos, a los
indígenas, a los pobres, a las mujeres. Pero llegar a esta posición ciertamente
requiere una mente flexible, abierta y creativa, un «pensar para la libertad».
Ya por último, será necesario subrayar la cultura del diálogo como
característica de los pueblos y las comunidades. Puedo decir como una percepción
muy particular, que el aprendizaje obtenido en estos últimos años, ha surgido del
diálogo con jóvenes, adultos, mayores y niños de los pueblos, en discusiones que
han girado en torno a la necesidad de volver nuestra atención al entorno o medio
ambiente. Es necesario reclamar la incorporación de este rasgo cultural en la
definición de los pueblos originarios en tanto que, como dice Nussbaum, el

19Martha Craven Nussbaum, «Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las
humanidades», en: Revista Enfoques, volumen 10, número 16. Santiago de Chile: Universidad
Central de Chile, Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, 2012.

16
pensamiento crítico se demuestra, entre otros aspectos, con el florecimiento de las
siguientes capacidades:
―La aptitud de interesarse en la vida de los demás;
―La aptitud para imaginar una variedad de cuestiones complejas
que afectan la vida humana en desarrollo;
―La aptitud para emitir juicios críticos sobre los dirigentes políticos,
desde una perspectiva realista y apreciando las posibilidades de
acción que tienen;
―La aptitud para pensar en el bien común de nuestro país,
considerado como un todo y no desde la perspectiva de un grupo
interesado solo por las relaciones locales.20

Es posible que esté en pie de construcción un bloque histórico que anteponga como
fundamento el sentir-pensar que la Tierra es nuestra madre, que nos ama y respeta,
de donde resulta que nosotros la amamos y la respetamos. Este tiene un
fundamento histórico milenario, sin duda, anidado y desarrollado por las
cosmovisiones religiosas mesoamericanas, pero sobre todo resurge en respuesta a
las señales de agotamiento de la perspectiva dominante según la cual la Tierra es
una mercancía que, conforme a la ley, se puede comprar y vender.
Varias fuentes nutren esta perspectiva. Por un lado una política-filosofía-
gramática del nosotros, como lo aseverara el lingüista alemán Carlos Lenkersdorf,
inspirada en un pluralismo radical que trasciende lo humano, y por lo tanto la
dicotomía naturaleza/sociedad. Y por otra parte, la constitución de un nuevo
sujeto plural y respetuoso de todas las formas de vida, que es la idea que sostiene
esa rama de la ciencia llamada «ecología política». Sabemos, como apuntó Antonio
Gramsci, que la única validación posible de esta filosofía del nosotros y de la
ecología política es la validación histórica. Y en ese sentido todos estos
planteamientos no tendrán vigencia alguna si no se sustentaran en un sentimiento-
reflexión-acción vivido y actuado por una comunidad de Pueblos Originarios
dispuesta a jugársela por la defensa de la Madre Tierra.

20 Nussbaum, «Sin fines de lucro...», Ibid.: 146-147.

17

También podría gustarte