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- Todo lo que esperaba de ellos era su disposición. Los atraería a Él, los
entrenaría, los dotaría y les daría poder para servirle.
- Quizás una de las razones de Jesús para seleccionar y llamar a este grupo
particular haya sido que en su mayor parte, ya se llevaban bien los unos con los
otros. De todas form as,
después de haber escogido a Pedro, Andrés y Juan, Jesús localizó y llamó a Felipe,
oriundo de la mism a aldea de la que había llamado a Pedro y Andrés.
- Era un hombre de hechos y números, un hombre práctico que se guiaba por las
reglas, y no era propenso a pensar en lo que estaba por delante. Era la clase de
persona que tiende a ser el
aguafiestas del grupo, un pesimista, un individuo de visión estrecha, a veces
incapaz de ver el cuadro global y a menudo obsesionado por identificar las razones
por las que las cosas no
se pueden hacer, en lugar de encontrar nuevas formas de hacerlas. Su predisposición
era hacia el pragmatismo y el cinismo, y a veces hacia el derrotismo en lugar de
ser un visionario.
- Nos damos cuenta de que Felipe tenía un corazón anhelante por la forma en que
respondió a Jesús. «Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a
aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo
de José, de Nazaret» (Juan 1.45).
- Felipe ya había estudiado la palabra de Dios y por eso sus oídos, sus ojos y su
corazón ya estaban abiertos, y él estaba preparado para seguirlo.
- Por la gracia de Dios, él había sido fiel y un verdadero buscador. Era dedicado a
la Palabra de Dios y creía en la promesa del Antiguo Testamento de que vendría un M
esías.
Ahora lo había encontrado o, más bien, Él lo había encontrado a él.
- Felipe no solo tenía un corazón que buscaba, sino que tam bién tenía el corazón
de un evangelista personal.
- Permítanme decirles que estoy convencido de que la amistad provee el terreno más
fértil para la evangelización. Tal dinámica se ve en el instinto espontáneo de
Felipe de ir a
buscar a su amigo Natanael y hablarle del Mesías. Juan 1:45-46
- Eso, francam ente, no corresponde al carácter de Felipe, y revela hasta qué grado
el Señor había preparado su corazón. Su tendencia natural debió haber
sido refrenarse, dudar, hacer preguntas, y esperar y ver.
- Juan 6.5 dice: «Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él una gran
m ultitud, dijo a Felipe: ¿De dónde com prarem os pan para que coman
éstos?» ¿Por qué la pregunta únicamente a Felipe? Juan dice: «Pero esto decía para
probarle; porque él sabía lo que había de hacer» (v. 6 )
- Era el tipo de persona que en cada reunión dice: «N o creo que podamos hacer eso
»; el maestro de lo im posible. Y, aparentemente, en lo que se refería a él,
casi cada cosa caía dentro de esa categoría.
- Estaba probando a Felipe de modo que Felipe pudiera tener una revelación de cómo
era él mismo. Por eso fue que Jesús se dirigió a Felipe, la
clásica personalidad administrativa, y le preguntó: «¿Cómo te propones alimentar a
toda esta gente?»
- «Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno
de ellos tomase un poco» (Juan 6.7).
- En lugar de pensar ¡Qué ocasión más sublim e! Jesús va a enseñar a esta multitud.
¡Qué tremenda oportunidad para el Señori, lo que Felipe vio en su
pesimism o fue la imposibilidad de la situación.
- Estaba tan obsesionado con esta difícil situación temporal que no se daba cuenta
de las posibilidades trascendentales que se encontraban en el poder de Jesú s.
- Por tres años, Felipe había contemplado la faz misma de Dios y aun no veía las
cosas con claridad. Su pensamiento terrenal, su materialismo, su
escepticismo, su obsesión con los detalles mundanos, su preocupación con los
asuntos adm inistrativos y su pequeña mentalidad lo habían privado de una
comprensión plena de Aquel cuya presencia había disfrutado.
- «que lo necio del mundo escogió D ios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del m undo y
lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin deque
nadie se jacte en su presencia» (1 Corintios 1.27-29).