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Cuerpos y emociones en riesgo en el Siglo XXI

PRESENTACIÓN

Adrián Scribano
CONICET
Juan A. Roche Cárcel
Universidad de Alicante

Cuando se inició el proyecto de monográfico sobre “Cuerpos y emociones en


riesgo en el Siglo XXI” nunca pensamos que pudiera producirse una crisis sani-
taria, social y política tan potencialmente devastadora como la actual. Sin embar-
go, aquí estamos introduciendo este número monográfico sobre los cuerpos y las
emociones en riesgo, en contextos de profundo aislamiento social. Si hace dos
años hubiéramos siquiera imaginado la centralidad de los afectos, la importancia
del contacto físico, el lugar de piedra angular del otro como prójimo, tal vez,
nuestra propuesta hubiese sido otra. Sin embargo, en la que hicimos entonces,
los amores, las muertes, las distancias, el individualismo, los alejamientos, la
desconfianza y la confianza están presentes. Tal vez, pre-sentimos que las estruc-
turas que hoy vemos derruidas ya dejaban ver sus primeras grietas.
Este número desea abordar los cambios en la concepción del cuerpo y en las
estructuras afectivas en la actual sociedad del riesgo y de la individualización,
reflexionando sobre diversas problemáticas sociales (la religión, el género, la
familia, el arte, el consumo, la salud, las migraciones…) y en el ámbito de los
cuerpos y de las emociones. Hace treinta y dos años Ulrich Beck publicaba Ri-
sikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne, un texto que tuvo gran
impacto en los medios académicos, y dio comienzo a una larga lista de interven-
ciones de los sociólogos más citados de aquellos años, desde Niklas Luhmann,
hasta llegar a Zygmunt Bauman, pasando por Anthony Giddens.
El desafío lanzado por Beck, en esa obra, comprendía un conjunto de ejes
problemáticos que marcaron los años finales del siglo XX: fiabilidad/confianza,
amenaza/riesgo, individuación/individualización, precariedad/incertidumbre,
modernidad pesada/reflexiva o líquida, etc. Beck se centraba en todas las aristas
de la sociedad que venía y de los procesos de estructuración que se habían ini-
ciado después de la Segunda Guerra Mundial. Trataba de analizar una sociedad
que debía aprender a gestionar la tensión fiabilidad/riesgo (según Giddens) y la
constitución de una subjetividad en torno a otro modo de ser individuo (U. Beck,
Z. Bauman y S. Lash), y al tiempo obligado y libre.
En libros posteriores –La sociedad del riesgo global, 2000, con Elisabeth
Beck-Gernsheim: La individualización: el individualismo institucionalizado

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y sus consecuencias sociales y políticas, 2003; y La metamorfosis del mundo,


2015-, U. Beck ampliaba y sistematizaba sus ideas, concretándolas aún más en
temáticas como el cambio climático, el mundo digital, la política, la pluralidad
de tipos maternos, la manufacturación médico-tecnológica de la vida humana,
la decadencia del Estado-nación, la transformación de los modelos familiares y
de los estilos de vida. Y todo ello en el contexto de la globalización y de la so-
ciedad de la individualización. En efecto, ambos aspectos estaban produciendo
una auténtica “metamorfosis” con profundas consecuencias para el planeta, la
sociedad y los individuos, aunque no conozcamos muy bien hacia donde nos
conducen todas estas transformaciones. En cualquier caso, ello nos obliga y
estimula a pensar reflexivamente en el mundo en el que habitamos y a hacerlo
no con pesimismo -como él advierte en reiteradas ocasiones-, sino mediante un
“catastrofismo emancipador”, es decir, siendo conscientes de los problemas, pero
adaptándonos y solventándolos creativamente.
Como no podía ser de otra manera, la Sociedad del Riesgo –y de la Indivi-
dualización- afecta a la conceptualización y a la metamorfosis del cuerpo y de
las emociones en la sociedad contemporánea: ¿En qué escenarios se construyen
los cuerpos y las emociones y con qué geometrías y gramáticas diversas? ¿Cómo
viven la vida de la precariedad y del instante? ¿Cómo responden o se adaptan a
los riesgos, las contingencias y las incertidumbres? ¿Qué grado de soledad o de
aislamiento pueden soportar? y, en relación con esto, ¿Qué tipo de afectividad
y de lazos sociales están requiriendo? Éstas y otras muchas preguntas apare-
cen hoy o siguen vigentes por estímulo de la sociedad de la individualización
y del riesgo y nos abren múltiples posibilidades de investigación acerca de la
depredación y la desposesión de los bienes comunes (en especial, de la energía
corporal); de las consecuencias del consumo, de la alimentación y de la calidad
de vida (las intervenciones nanotecnológicas y genéticas en los alimentos y en
los cuerpos humanos, así como la influencia en ellos de la contaminación del
aire y del agua) y de los cientos de productos y substancias como los disruptores
endocrinos (desde cremas para las manos hasta el plástico de los juguetes de los
niños) que alteran la configuración hormonal e inmunológica de nuestros cuer-
pos; de las profundas transformaciones en la incertidumbre laboral y migratoria;
del impacto de las nuevas tecnologías en los cuerpos y en las emociones (los
selfies, los wasaps, los ordenadores, la genética, la medicina, la nanotecnología,
la neurociencia…), en el contexto del espacio y del tiempo virtual (cyborgs,
pothumans, avatares, robots, replicantes…) y en las nuevas maneras de nacer y
de asumir la maternidad o la paternidad y de morir y, por consiguiente, de definir
la vida y sus límites; de las metamorfosis en las estructuras afectivas (estéticas,
religiosas, económicas, culturales y políticas); de las discriminaciones de género,
pobreza, raza, etnia, religión, de la marginación de los trabajadores, de los mi-
grantes, de los exiliados y de las segregaciones socio-espaciales; de los cambios
en las nuevas formas amorosas y familiares y en los estilos culturales de vida;
y, por último, y más recientemente, de los efectos del cambio climático y de las
pandemias globales.

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Estos son algunos de los rasgos emergentes de una sociedad que construye
los cuerpos y las emociones de los individuos y de las colectividades de una
manera acelerada y casi omnipotente sin que todavía sepamos muy bien hacia
dónde se conduce todo esto. Eso sí, parece que existen ciertos indicios que nos
hacen pensar que caminamos hacia una realidad corporal posthumana (Rosi
Braidotti, Lo Posthumano, 2015), o inhumana, como si nuestros cuerpos fueran
cada vez más robots o cyborgs y como si nuestras emociones fueran enlatadas,
digitalizadas y virtualizadas, antes que cultivadas y fusionadas con la inteligen-
cia.
Este número monográfico está compuesto de seis artículos, estructurados en
dos bloques, el primero está dedicado a los escenarios de violencia y de margi-
nación contra los cuerpos y las emociones presentes en las ciudades del sur en
los medios de comunicación, en los procesos económicos del capitalismo, en las
migraciones, en el medio ambiente y en el trabajo. Consta de tres artículos, en
el primero: Surgimiento y expansión de los “Death-Seekers”, de Maximiliano
E. Korstanje, se discute críticamente el fin de la sociedad del riesgo como mo-
delo analítico, para sentar unas bases que nos permitan comprender los cambios
recientes en materia de cultura, política y economía. En la consideración del
autor, la sociedad del riesgo, tal y como fue imaginada por Beck, Giddens y
los sociólogos postmodernos ha desaparecido completamente, y en su lugar ha
emergido una nueva y más refinada versión que llama “capitalismo mortuorio”.
En contraste con el riesgo que igualaba las condiciones de los ciudadanos, el
capitalismo mortuorio se fundamenta en el sufrimiento de los otros como una
condición necesaria para maximizar el placer. Y es el terrorismo el que provee la
materia prima esencial al sistema, y el que crea una situación paradójica, ya que
las audiencias globales quedan impactadas por las imágenes de guerras civiles,
ataques terroristas y miseria en todo el mundo, pero no pueden resistirse a seguir
consumiéndolas adictivamente.
El segundo trabajo: “Cuerpos Precarios”: Habitar, respirar y trabajar en el
sur global. una mirada desde la sociología de los cuerpos/emociones”, de Ana
Lucía Cervio, Pedro Lisdero y Victoria d’ Hers, se concentra en los procesos
colectivos ligados al habitar, al trabajo y al ambiente, para hallar las maneras en
las que el riesgo y la incertidumbre moldean los “cuerpos precarios” en la actual
fase de acumulación capitalista. Ellos, son resultado de la experiencia de habitar
en condiciones de extrema privación, de vivir en la contaminación y/o de con-
vivir con el miedo y la amenaza permanente que obligan a “seguir y seguir”. En
este marco, los conflictos analizados muestran que el riesgo no es un “estado”
que configura a las sensibilidades y subjetividades, sino un “rasgo” estructural-
estructurante de las sociedades contemporáneas neocoloniales.
Y, el tercero, Testimonios y emociones narradas y fotografiadas en la Enci-
clopedia de los Migrantes, de Ángel Belzunegui-Eraso y Juan Antonio Roche
Cárcel, analizan una selección de cartas escritas por migrantes y de imágenes
fotográficas realizadas a ellos y recogidas en la obra Enciclopedia de los Mi-
grantes, fruto de una investigación y de la creación artística financiada por la
UE, y elaborada simultáneamente en 8 ciudades de Francia, España, Portugal

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y Gibraltar. Las cartas están dirigidas a una persona que quedó en su tierra de
procedencia y explican sus vivencias personales, sus emociones, sentimientos y
percepciones, en relación al proceso migratorio. Las imágenes, por su parte, fue-
ron realizadas por un fotógrafo artístico bajo la premisa de que tanto el escenario
como los objetos retratados fueran elegidos por la propia persona migrante. Pues
bien, textos e imágenes evidencian que el proyecto migratorio, como uno de los
momentos decisivos en la vida, es un fenómeno complejo y ambivalente, pues
no está necesariamente asociado a un sentimiento de pérdida, sino que puede ser
vivido como un tiempo de crecimiento personal, como una oportunidad vital,
de libertad; como una experiencia que lleva a que puedas sentirte de muchos
lugares distintos, a la vez que integrado en ellos. Además, las emociones y sen-
timientos de miedo, zozobra e incertidumbre no están ausentes, pero las emocio-
nes positivas también están presentes en las cartas y en las fotografías, aunque la
soledad y la nostalgia acompañen inseparablemente a la felicidad y el bienestar.
El segundo bloque de artículos está centrado en el futuro de los cuerpos y de
las emociones, particularmente del amor y de la felicidad, en un entorno propi-
ciado por las nuevas tecnologías y por las interrelaciones entre generaciones. El
primero de los artículos: Las disputas sobre los futuros de la naturaleza humana.
Perspectivas Sociológicas, de Maya Aguiluz Ibargüen y Josetxo Beriain, se cen-
tra en las disputas producidas en los campos de las Ciencias y las Humanidades,
a partir de las narrativas -humanismo, transhumanismo y poshumanismo- que
pugnan por preservar o transgredir los límites de lo humano. De estas dos úl-
timas, la primera propugna una transición desde el humanismo en la que el ser
humano se ubica entre su reconocimiento como tal y la transgresión limitada que
mejora sus capacidades, y todo ello para adaptarse a los novedosos y cambian-
tes entornos. La segunda narrativa intenta ir “más allá” de lo humano negando
el discurso humanista y dando un salto hacia el “exhombre” o el “no-hombre”
(androide). En este sentido, el artículo llama la atención sobre las limitaciones de
la narrativa humanista frente a los desafíos que plantean las tecnologías conver-
gentes e invita a que nos tomemos en serio algunas de las propuestas presentes
y futuristas de la narrativa transhumanista, en medio de las cuales ya vivimos.
El amor filial como práctica intersticial: Una etnografía digital, de Adrián
Scribano, considera que la felicidad, la reciprocidad y el amor, como prácticas
sociales, permiten una visión diferente del proceso de estructuración social
global. Concretamente, el trabajo visibiliza un conjunto diverso y complejo de
«prácticas del querer», asociadas al amor filial, que se presentan en América La-
tina (México, Guatemala, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina) como respuesta a
la desaparición de personas, el femicidio, la discriminación, la violencia estatal
y muchos otros tipos de conflicto actuales. Así, registra un conjunto de prácticas
basadas en el amor que reconfiguran el mapa de las acciones colectivas y las
zonas de rechazo contra la normalización globalizada.
Finalmente, “¿Son las personas mayores tan felices como las jóvenes?
Limitaciones metodológicas de los análisis de regresión”, de Eduardo Bericat,
propone una panorámica de las desigualdades de felicidad existentes en Europa
entre las diferentes categorías de edad. Para ello, trata de responder a dos impor-

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tantes preguntas: ¿Son las personas mayores tan felices como los jóvenes? ¿Cuál
es la relación entre la edad y la felicidad? Y, frente al actual consenso académico
que considera que la relación entre la edad y la felicidad adopta la forma de una
curva en U, defiende que la relación entre la edad y la felicidad no adopta esta
forma, sino más bien la de una “S” tumbada. Y es que el bienestar emocional
es alto durante la juventud (15-35); desciende durante la edad adulta (35-54);
repunta en la madurez (55-74), pero sin alcanzar los niveles de la juventud; y
vuelve a descender en la última etapa de la vida, esto es, a partir de los 75 años
de edad.
Al hilo de los artículos parece claro que en el contexto de pandemia actual,
para las personas aisladas, para las que no tienen con qué lavarse las manos, para
las que por meses no pueden ver a los seres queridos, para las que día y noche
curan y guardan los enfermos, para las que mueren solas, el amor sigue siendo la
única vía para retomar las utopías donde las dejamos meses atrás, para alcanzar
una hipotética búsqueda de felicidad que siempre guía la existencia. Pues no
debe olvidarse que el amor y la felicidad, emociones básicas de la naturaleza
humana tratadas aquí, son necesarias para seguir siendo humanos y para profun-
dizar en nuestra humanización y, por consiguiente, para exorcizar los riesgos y
peligros inherentes a los cuerpos y las emociones en la modernidad, con su cami-
no creciente y dominante de economización y tecnificación. Sin olvidar que esas
emociones, expansivas, cálidas, fusionadoras, suavizan los maltratos y las vio-
lencias que asolan a los cuerpos, pueden romper su aislamiento y marginación,
así como encontrar el puente de conexión entre los individuos y las sociedades,
una vez roto en el contexto de la sociedad de la individualización.

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