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Familia de tierra

a toda la tribu
todas mis brujas de fuego y canto
todos mis hermanos de tierra y sangre

siempre de repente el temor de estarse yendo

algo me dice que esta estancia es demasiado temporal

que mi cuerpo está hecho para lo repentino y lo indescifrable

que de un momento a otro desapareceré en la espuma de lo sucedáneo

entonces, algún rostro aparece, y me dice

qué hay manito, qué dice mi deivid,

¿nos echamos un mambecito?

entonces, el alma me vuelve al cuerpo

y no es el dicho común

la palabra desgastada que resuma un hecho cotidiano

es mucho más

es sentir, literalmente, como el alma vuelve al cuerpo

como mis brazos y mis articulaciones vuelven a ganar fuerza

como me anclo a la tierra

y tengo otra vez la fortaleza para abrazar a mis hermanos


vivo por esto

vivo por ver a los míos tejiendo la palabra en una mesa

en un bar, en una esquina de la calle

vivo por todas las noches en que nos entregamos a un chin chin

como si fuera un santo, una guía, un camino

vivo por todas las tardes en que empezamos a compartir un tabaquito

como si en ese fuego y en esa ceniza estuviera la vida misma

como si fuéramos todas el mismo carbón ardiendo en la mutualidad

en este útero comunitario y revolucionario

alguna vez hablamos de cambiar los paradigmas

alguna vez citamos a Bakunin orgullosos de nuestra fiebre

sin darnos cuenta que estábamos reduciendo nuestra lucha a un libro

a una ideología, a tres palabras efervescentes que no decían nada

luego nos juntamos y el resultado fue distinto

fue sentir en la compañía un rubor conciso

percibir en la materialidad de los días otra oportunidad de reverdecer

construir jardines aéreos con Miguel

dejar brotar profundas raíces de cristal con Juan Pablo

fue desandar los trajines y abrir esta senda relámpago

fue la caricia y la deuda con nuestros hijos y nuestros abuelas

el compromiso de seguir acá, sin excusas, sin miedo y sin amargura


el pulso de un cuerpo naciente

como el de mi hija

que me mostró que en un vocablo y en un gesto todo es posible

que me enseño que todo lo leído no era nada

en comparación con nuestro espíritu ardiente

con la mano labradora y la pierna tranquila

con las rodillas besadoras del suelo

y esta barbilla que ahora se alza para contemplar el presente

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