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INSTITUCIÓN EDUCATIVA ALIANZA PARA EL PROGRESO

GUÍA #6 CIENCIAS RELIGIOSAS GRADO 11


DOCENTE: IVIS FIGUEROA.
CARACTERISTICAS Y PRIORIDADES DE UNA NUEVA SOCIEDAD

Para construir una nueve sociedad que lleve a la Civilización del Amor, debemos aceptar la
existencia de un ser viviente creador de todo, con identidad propia e independencia a todo lo que
existe. Él es Dios. Esto no es algo caprichoso.

Loa tiempos actuales exigen una propuesta distinta de vida, se requieren voluntarios para construir
una nueva sociedad, que conduzca a la civilización del amor, en la que todos tengan un espacio
digno y sean reconocidos en lo que cada uno es.

Son varias las características que pueden definir la sociedad que entre todos debemos ir
conformando y que determina nuestra realidad social. Vivimos en una sociedad organizada
políticamente en sistemas democráticos, que para aspirar a ser justa debe avanzar en la eliminación
de desigualdades y marginación existentes.

Casi todas las sociedades actualmente se mueven económicamente en un modelo neoliberal que
se rige por el principio del máximo beneficio en la libertad de mercado, además estamos inmersos
en la poderosa influencia de los medios de comunicación social con la multitud de expectativas que
abre, pero también con todas las restricciones y dificultades que provoca.

Estas realidades sociales, junto a la creciente situación de confluencia de culturas y razas, exigen
a la sociedad pautas de comportamiento que generen respuestas solidarias hacia los menos
favorecidos, en un clima de tolerancia y respeto mutuos.

Habría que analizar a la sociedad desde distintos puntos de vista, no sólo lo económico, habría que
pensar también en lo espiritual, lo ético, lo cultural.

Constantemente la Iglesia por medio de sus pastores ha venido insistiendo en el trabajo de conjunto
que debemos adelantar para llegar a una construir una nueva sociedad, enfocada hacia la
civilización del amor, en la que todos aportemos y en la que todos tengamos igualdad de
oportunidades.

Desde Pablo VI hasta nuestros días, a través de SS. Juan pablo II, el Espíritu Santo ha estado
diciéndole a la Iglesia: “Ha llegado la hora de construir la Civilización del Amor” ¡Que palabras tan
importantes y a le vez, tan desatendidas!

Todo este siglo, que pronto terminará, y los tiempos actuales, se han caracterizado por una clara
decadencia en la fe y consecuentemente, en la moral. Todo este derrumbe de las estructuras que
un día sostenían nuestra cultura, ha traído consecuencias graves a la vida del individuo, de la
familia, de la sociedad, de las naciones y de la Iglesia. Esto me hace recordar una palabra profética
que el Señor dio durante la clausura Eucarística de la Conferencia Internacional de la Renovación
Carismática en Roma, en 1975: “…tiempos difíciles y de oscuridad vendrán sobre el mundo.
Estructuras que hoy están, no lo estarán más”. Creo que es un hecho que las estructuras religiosas,
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sociales, morales e incluso civiles, que siempre han sostenido a la humanidad, se han ido
derrumbando por la acción evidente del demonio y los espíritus malignos, como también por la
absurda pretensión del hombre de creerse que puede sobrevivir en amor, orden, justicia, paz,
fraternidad y cordura, sin tener a Dios en el centro de su vida.

Ante nuestros ojos hemos visto desarrollarse lo que el Papa Juan Pablo II ha llamado: “La cultura
de la muerte”; que consiste en la desvalorización total del don de la vida. Esta desvalorización se
manifiesta de muchas formas: el aborto, el suicidio, la eutanasia, guerras, bombas nucleares,
pobreza ocasionada por la injusticia, violencia familiar, abuso de los niños, martirio… Pareciera que
las palabras de Nuestro Señor, en Mateo 24, 18, estuvieran describiendo la realidad dolorosa de
nuestros tiempos: “Al crecer cada vez más la inquietud, la caridad de la mayoría se enfriara”.

NUEVA SOCIEDAD Y CIVILIZACION DEL AMOR

La primera comunidad cristiana es ejemplo de nueva sociedad, en la que se construía la civilización


del amor, compartían todo, la oración, la palabra, el pan, los bienes, estaba impulsada y asistida
por el Espíritu Santo que Jesús les envió en Pentecostés, pronto se hace fraterna y solidaria: Vivian
unidos y tenían todo en común. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que tenían
posesiones, las vendían y el importe se repartía a cada uno según su necesidad.

Además de compartir sus bienes, cada uno ponía al servicio de los demás los dones, aptitudes,
cualidades…, que el Espíritu Santo les había concedido para la edificación de la comunidad, una
comunidad de amor y servicio. Todos estaban dispuestos a cumplir el mandamiento primero y
principal de su Maestro, el del amor. El mismo Jesús les había dicho: “En esto conocerán que son
mis discípulos: en que se amen los unos a los otros.

La primera comunidad cristiana es para nosotros modelo de vida en sociedad, de compromiso social
y de entrega a los demás. Los tiempos actuales exigen una propuesta distinta de vida, se requieren
voluntarios para construir una nueva sociedad, que conduzca a la civilización del amor, en la que
todos tengan un espacio digno y sean reconocidos en lo que cada uno es.

EL MANDAMIENTO DEL AMOR

El amor cristiano sobrepasa las categorías de todos los regímenes y sistemas, porque trae consigo
la fuerza insuperable del Misterio Pascual, el valor del sufrimiento de la cruz y las señales de victoria
y resurrección. El amor produce la felicidad de la comunión e inspira los criterios de la participación.

La justicia, como se sabe, es un derecho sagrado de todos los hombres, conferido por el mismo
Dios: Esta insertada por la fe, es fuente perenne de descernimiento para nuestra conducta ética.
Expresa las formas auténticas de una vida digna. La libertad es un don precioso de Dios.
Consecuencia de nuestra condición humana y factor indispensable para el progreso de los pueblos.

La civilización del amor repudia la violencia, el egoísmo, el derroche, la explotación y los desatinos
morales. A primera vista, parece una expresión sin la energía necesaria para enfrentar los graves
problemas de nuestra época. Sin embargo, os aseguramos: no existe palabra más fuerte que ella
en el diccionario cristiano. Se confunde con la propia fuerza de Cristo. Si no creemos en el amor,
tampoco creemos en aquel que dice: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los uno a los
otros como yo os he amado”.
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La civilización del amor propone a todos la riqueza evangélica de la reconciliación nacional e
internacional. No existe gesto más sublime que el perdón. Quien no sabe perdonar no será
perdonado.

En la balanza de las responsabilidades comunes, hay mucho que poner de renuncia y de


solidaridad, para el correcto equilibrio de las relaciones humanas. La meditación de esta verdad
llevaría a nuestros países a la revisión de su comportamiento frente a los expatriados con su secuela
de problemas, de acuerdo con el bien común, en caridad y sin detrimento de la justicia. Existen en
nuestro continente innumerables familias traumatizadas.

La civilización del amor condena las divisiones absolutas y las murallas psicológicas que separan
violentamente a los hombres, a las instituciones y a las comunidades nacionales. Por eso, defienden
con ardor la tesis de la integración de América Latina. En la unidad y en la variedad, hay elementos
de valor continental que merecen apreciarse y profundizarse mucho más que los intereses
meramente nacionales. Conviene recordar a nuestros países de América Latina, la urgente
necesidad de conservar e incrementar el patrimonio de la paz continental, porque seria, de hecho,
tremenda responsabilidad histórica el rompimiento de los vínculos de la amistad latinoamericana,
cuando estamos convencidos de que existen recursos jurídicos y morales para la solución de los
problemas de interés común.

La civilización del amor repele la sujeción y la dependencia perjudicial a la dignidad de América


latina. No aceptamos la condición de satélite de ningún país del mundo, ni tampoco de sus
ideologías propias. Queremos vivir fraternalmente con todos, porque repudiamos los nacionalismos
estrechos e irreductibles. Ya es tiempo de que América Latina advierta a los países desarrollados
que no nos inmovilicen; que no obstaculicen nuestro propio progreso; no nos exploten; al contrario,
nos ayuden con magnanimidad a vencer las barreras de nuestro subdesarrollo, respetando nuestra
cultura, nuestros principios, nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestros recursos naturales. En
ese espíritu, creceremos juntos, como hermanos de la misma familia universal.

Otro punto que nos hace estremecer las entrañas y el corazón es la carrera armamentista que no
cesa de fabricar instrumentos de muerte. Ella entraña la dolorosa ambigüedad de confundir el
derecho a la defensa nacional con las ambiciones de ganancias ilícitas. No es apta para construir
la paz.

Al terminar nuestro mensaje, invitamos respetuosa y confiadamente a todos los responsables del
orden político y social a la meditación de estas reflexiones extraídas de nuestras experiencias, hijas
de nuestra sensibilidad pastoral.

Deseamos la paz y para alcanzarla, es necesario eliminar los elementos que provocan las tensiones
entre el tener y el poder; entre el ser y sus más justas aspiraciones. Trabajar para la justicia, por la
verdad, por el amor y por la libertad, dentro de los parámetros de la comunión y de la participación,
es trabajar por la paz universal.

ACCIONES DE LA IGLESIA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

El evangelio de vida cuestiona nuestra conducta personal, comunitaria e institucional. Quizás nos
interesa solamente nuestro bienestar y nuestra vida. Todos podemos vivir y trabajar por algo más

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grande que nosotros que es la humanidad. Cuando nos portamos mal en nuestra familia, en el
trabajo y en la comunidad estamos apoyando la cultura del pecado y de la muerte.

Cada vez que apoyamos el desorden moral en la familia y en la sociedad, estamos cooperando en
la destrucción de la humanidad. Esta es un regalo de Dios para que la usemos en mejorarla con
actos positivos de gratitud.

En nuestra sociedad existen grandes atropellos a la dignidad humana. Por ejemplo, la borrachera,
la flojera, el abuso de los niños y la mujer, el odio, el uso de estupefaciente, el robo y la violencia.
Todo lo negativo y sus acciones son señales de muerte La pena capital, el aborto y la eutanasia
son otras formas de destruir la vida y no respetar a la humanidad.

Sin Dios la humanidad se autodestruye. Con Dios el hombre ama a la vida humana como su tesoro
y trabaja para construir una nueva sociedad. Cada persona debe examinar su conducta y cambiar
su vida para luchar por Dios y por una nueva humanidad.

Actualmente la humanidad se encuentra en un continuo cambio, caracterizado por una gradual


expansión, cambios profundos y rápidos que muchas veces no alcanzan a ser asimilados por la
persona.

Estas acciones de cambio, nacidas de la inteligencia y del trabajo creador de la persona, recaen
sobre ella misma, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y
de reaccionar ante las cosas y las personas, de ahí que se hable de una transformación social y
cultural. Ante todos estos cambios nuestra mirada de creyentes ha de ser la que nos inspira la
palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia al respecto.

El fin de todas las cosas esta cercano. Sean, pues, sensatos y sabios para darse a la oración. Ante
todo, tengan entre ustedes intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados. Sean
hospitalarios unos con otros sin murmurar. Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia
que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla,
sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para
que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponde la gloria y el poder por los
siglos de los siglos.

Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios. Existe una cierta semejanza entre la unidad de
las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el
amor.

MI COMPROMISO EN LA ACCION SOCIAL

Cuando pensamos en compromiso en la acción social, tenemos que pensar en la justicia, la paz y
la integridad de la creación considerando que la justicia, la paz y el cuidado de la creación tienen su
orientación en la acción, en anunciar y vivir el Evangelio. El sínodo de los obispos en 1971 nos
recuerda: “La acción a favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo nos
parece como una dimensión constitutiva del anuncio del Evangelio… en otras palabras, en la misión
Eclesial por la redención de la raza humana y su liberación de cada situación de opresión”. Toda
acción a favor de la justicia, la paz y la creación debe ser tarea constante en nuestra vida.

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La humanidad es cada vez más consciente de la dignidad de la persona humana, y aumenta el
número de aquellos que se comprometen con sus semejantes en la acción social productiva usando
el propio criterio y libertad responsables, guiados por la conciencia del deber y el compromiso social.

El amor, la solidaridad, la justicia, la paz, se traducen en acciones concretas, pero el amor, la


solidaridad, la justicia, la paz, se traducen en acciones concretas, que requieren de una fuerza
interior que vienen únicamente de Dios, presentes en nuestras vidas, que nos llaman, nos interpela,
nos interroga acerca del compromiso que tenemos con nuestros hermanos.

Lee detenidamente el texto y responde las siguientes preguntas en tu


cuaderno, las respuestas deben ir basadas en el texto anterior y contener
mínimo 10 líneas o renglones.
1.- ¿Explique las características de una nueva sociedad?

2.- ¿Explique el don de la muerte?

3.- ¿Explique la Civilización del amor?

4.- ¿Explique que es la primera comunidad cristiana para nosotros?

5.- ¿Explique el mandamiento del amor?

6.- ¿Explique lo que propone la civilización del amor?

7.- ¿Explique lo que condena la civilización del amor?

8.- ¿Explique lo que repele la civilización del amor?

9.- ¿Explique las acciones de la Iglesia para una nueva sociedad?

10.- ¿Explique los cambios de la humanidad?

11.- ¿Explique los compromisos en la acción social?

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