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EL ESCRITORIO DE JOSEPH BRODSKY

Podría ser tu cita, el que llamó a ese número de teléfono


listado en una página de internet. Confirmaría tu nombre,
la descripción que leí con anterioridad y después podríamos

concurrir a algún lugar mutuamente acordado. Te quedan


bien esos pantalones, negros, dibujando tu silueta. No hay
una visión al cruzar ningún puente, sino apenas el encuentro

en una esquina (en una ciudad de medio pelo en un país


que ya no lo es. La idea del orden en esta ciudad de clase media
dista mucho de lo que el arte contemporáneo ha sido capaz

de retratar en esas piscinas donde abundan los colores


en la espalda de un bañista. Aquí, por ejemplo, todos
fuman. Aquí por ejemplo la Guardia Civil sigue usando

los tricornios. Casi como adornar una casa con plafones ágiles.
Semejante a una noche que sólo necesita de las estrellas
para que nos alumbren, mientras caminamos, a nosotros.
Cuando dejemos de dar un paso después del otro
comprobaremos la eficacia de la publicidad en internet.
La leyenda según la cual, nueve meses después de su muerte,

el Dante se le apareció a uno de sus hijos pare revelarle


dónde encontrar los últimos trece cantos del Paraíso,
que hasta entonces se suponían que no había escrito.

Los círculos concéntricos de esta noche terminan en las paredes


de tu útero. Allí podríamos encontrarnos después de caminar
hasta el sitio donde recibes a tus visitas. Suponiendo

que hubiera sido yo el que te ha llamado. Suponiendo


que los faroles que te alumbran tienen la costumbre
de enamorarse de todo lo que se ponga debajo de ese cono

de luz, de pelo suelto y ordenado al mismo tiempo,


de anonimato aunque nos conociéramos desde siempre.
Las probabilidades de que nos volvamos a ver son exactamente
las mismas de que yo te haya llamado. Aquí no hay un bar
ni un espejo al frente de la barra, pero un vaso me vendría bien
para por lo menos brindar a tu salud. Si eso no fuera suficiente

podría preguntarme qué es una casa y disfariar como si fuera del sur.
Podría sacar a colación a las tres hijas de Lear, al Siglo de Oro español
y a una serie personajes extraídos de aquella película que hablaba

de nosotros sin que nos hubiéramos dado cuenta ni tampoco


pudiéramos admitirlo. A la salida del cine nos trenzamos
en una conversación sobre las posibilidades del Atlético

de Madrid de perder nuevamente una final. Acaba de sonar


tu teléfono como si fuera un llamado a la calma. Para algunos
todo el sentido se encuentra en un durazno, en ese huerto

donde los amantes rehúyen las miradas aunque no se encuentren


escondidos. Una escalera de metal no conduce necesariamente
al cielo. Por eso pregunta quién es aunque sepas la respuesta.

Ustedes también lo saben y se niegan a decírmelo, ustedes


también comprenden arameo y traducen del inglés
medieval las canciones de monjes borrachos

para que luzcan como canciones de protesta. Del otro lado


de la línea te voy a contestar aunque no te esté llamando.
La luz del farol te hace parecer como una Beatriz sin

Dante. Pero despreocúpate: a estas alturas todos tenemos


trece años y las luchas entre güelfos y gibelinos
nos trajeron a esta ciudad donde puede

que sean ustedes los que hayan nacido.


Pero en este tiempo y en esta edad
sólo nosotros podemos estar

de vuelta.

PETROGRADO, OCTUBRE 2017


La modernidad es un hoyo excavado en la tierra.
Perdón, pero tengo ganas de seguir escribiendo.
Cada vez que llueve estoy en otra ciudad. El metro
de Moscú es el único que ha sobrevivido a una guerra
con las mismas armas con que lo hicieran sus soldados.

La mujer que se acerca a la ventana para que los agentes la vigilen


también los está vigilando. El Alzheimer es una forma de autocensura.
Una conversación sobre poesía con el inspector municipal
puede significar el fin de la revolución. Nuestra

única alternativa es elegir entre los meseros o los garzones.


Los separatistas chechenos se pasean por los centros comerciales
cargando en sus mochilas con el peso de la historia.

Los retablos de madera que cuelgan de la catedral de san Basilio


tenían como función bendecir la gran empresa patria
de Iván el Terrible contra los kazajos.

Las fotografías de Rodchenko tenían la función de bendecir


la gran empresa patria en contra del ejército blanco
y sus esbirros.

Las sinfonías de Shostakovic tenían la función de bendecir


la gran empresa patria de Iosif Stalin en contra de los nazis.

Recién hicimos el amor como quien visita las guaneras


antes de que estalle la guerra entre los países

que dicen ser sus dueños: doscientos años después


los espejos se niegan a entregar la imagen que

los invitados tenían de ellos mismos.


Cada palacio es una noche (ese

verso refleja la influencia del objetivismo.

Las ratas que abundan en nuestro país de origen


aquí son símbolos de mal agüero. Mi mujer

todavía está desnuda: pero la próxima guerra del salitre


se peleará con piedras y palos, la fiebre tiene mucho

que decir a la hora de interpretar la lluvia que cae al final


de este verso, guardaba en los cajones de su escritorio

libros de las ciudades que admiraba y fotografías de los poetas


que habían escrito sobre ellas, los hojeaba muchos años después

cuando también le tocara escribir sobre la mismas


sin que nadie lo fotografiase en ellas. A veces le llegaban

cartas de los que antes las habían visitado. También desde


su ciudad, de aquellos que todavía querían visitarlas.

Entre unos y otros median setenta años, miles de millones


de muertos y los archivos donde se le acusa de vagancia,

de empuñar un arma cargada de futuro y esgrimirla


en uno de esos duelos que los poetas rusos tienen prohibidos.

Sólo aquí podría seguir escribiendo. Sólo aquí he vuelto a escribir.

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