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Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA
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33. R. W. White - El yo y la realidad en la lisis
teoría psicoanalítica 63. J. Chasseguet-Smirgel - Los caminos
35. W. Reich - La función del orgasmo del anti-Edipo
36. J. Bleger - Simbiosis y ambigüedad 64. G. Groddeck - Conferencias psicoana-
37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder - El líticas para enfermos
paciente y el analista 65. M. A. Mattoon - El análisis funguiano
40. Anna Freud - Normalidad y patología de los sueños
en la niñez 66. D. Foulkes - Gramática de los sueños
41. A. Garma - El dolor de cabeza. Géne- 67. Anna Freud - El yo y los mecanismos
sis psicosomática y tratamiento psi- de defensa
coanal itico 68. Heinz Kohut - La restauración del sí-
42. S. Leciaire y J. D. Nasio - Desenm{ls- mismo
carar lo real. El objeto en psicoanálisis 69. W. Reich y otros - Escritos psicoana-
43. D. Liberman y D. Maldavsky - Psicoa- líticos fundamentales
nálisis y semiótica. Sentidos de reali- 70. Georges Amado - Del niño al adulio.
dad y categorizaciones estilísticas El psicoanálisis y el ser
44. l. Berenstein - Familia y enfermedad 71. J ean Guillaumin - Los sueños y el yo.
mental Ruptura, continuidad, creación en la
45. l. Berenstein - El complejo de Edipo. vida psíquica
Estructura y significación 72. l. Berenstein - Psicoanálisis de la es-
46. A. Armando - La vuelta a Freud. Mi- tructura familiar
to y realidad 7 3. M. A. Mauas - Paradojas psicoanalíti-
4 7. León Grinberg - Teoría de la identifi- cas
cación 74. M. Yampey-Psicoanálisisdelacultura
48. J. Bowlby - El vínculo afectivo 76. L. Grinberg - Psicoanálisis. Aspectos
4 9. J. Bowlby - La separación afectiva teóricos y clínicos
51. E. H. Rolla - Familia y personalidad 77. D. J. Feldfogel y A. B. Zimerman
52. M. Shepard - Fritz Peris. Lo terapia (comps.) - El psiquismo del niño en-
guestáltica ! ermo orgánico
53. León Grinberg (comp.) - Prácticas 78. C. G. Jung - Energética psíquica y
psicoanalíticas comparadas en las neu- esencia del sueño
rosis
(Continúa en la última página)
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DIALOGOS EN QUEBEC
SOBRE ADOPCION, PUBERTAD
Y OTROS TEMAS PSICOANALITICOS
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Buenos Aires
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o modificada, escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo,
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derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
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Defensa 599; Buenos Aires,
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Mariano Cubí 92; Barcelona
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Guanajuato 202; México \
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ISBN 950-12-4125-4
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AGRADECIMIENTOS
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es efecto de un desplazamiento: la preyención de los trastornos
de la infancia cede el paso a la atención prestada a los signos de
delincuencia, a medida que una sociedad se focaliza en lo
manifiesto, en el comportamiento de los individuos y no en su
ser.
·Otra particularidad de este seminario, que lo diferencia de
cualquier otra obra de Fran~oise Dolto, es que los participantes
presentan casos en forma pormenorizada; algunos dan ocasión
incluso a verdaderas sesiones de control con Fran~oise Dolto.
Todos dan lugar a un diálogo de trabajo.
Documento excepcional porque Fran~oise Dolto pone en él a
trabajar su escucha, transformando un caso a partir de un
significante que ella ha enfatizado o restablecido cuando no se lo
había mencionado en absoluto. Porque la vemos, en cada caso,
vertebrar el Edipo del sujeto, dar al síntoma su equilibrio en su
genealogía.
Como sabemos, para ella este trabajo no puede seguir
adelante sin la ética: sostener al niño en su deseo. El deseo "es
una pasión que no tiene contrario", afirmó Descartes en uno de
sus buenos momentos. Fran~oise Dolto suscribe esto . a su
manera, recordando "que no hay negativo para el inconsciente".
1
Por ello lo que en un sujeto 'da frutos", simbólicos o mortíferos,
escapa a toda consideración moral; el psicoanálisis nada tiene
que hacer con el Bien, pues su única misión es dar acceso al
sujeto, en la palabra, al Otro que él es para sí mismo.
]ean-Fra~ois de Sauvenac
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1. NIÑOS ADOPTADOS
11
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su mujer, el señor A. había caído en una depresión profunda que lo
había conducido al psicoanálisis. Al cabo de dos años tuvo que
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interrumpirlo debido a una operación en la columna vertebral, pues
sufría una hernia de disco. El señor A. quedó sumamente irritado con
su analista, quien no aceptó reservarle su hora salvo que pagara las
sesiones durante esos meses de ausencia.
1
El señor A. me relata todo esto en la primera entrevista, recono-
ciendo que su manera de considerar a su hijo adoptivo le viene de 1
~
problemas afectivos que él mismo ¡xzdece. En particular, ve a su hijo ~
~
"obeso", cuando éste es sólo regordete. En ese momento le aconsejo .
vivamente reanudar su análisis; no fo hace. Un año después pide verme
1
con urgencia: está decidido, quiere colocar a su hijo como sea para no
verlo nunca más, quiere abandonarlo. Su decisión es irrevocable y, si no 1¡
lo hacemos nosotros, él mismo lo llevará otra vez al Bienestar Social.1
¿A qué se debe esta resolución implacable y desesperada?
A esta altura debo proporcionar más elementos sobre la historia del 1
señor A. Tiene cuarenta y cinco años. Tiene un hermano mellizo. Al 1
nacer, el señor A. pesaba dos libras y su hermano tres. Estaba condena- \
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do a morir. En cambio, su hermano ,fue declarado viable. No bien se 1
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ponían azules, su madre los colocaba sobre la puerta del horno y,
cuando llegaban parientes, al mostrarles los niños les dedan que A. iba \
a morir de un día para otro mientras que su hermano cobraba cada vez 1
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Bienestar Social es en Quebec el equivalente de la Dirección
Departamental de Asuntos Sanitarios y Sociales en Francia.
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adopción. El mayor, jacques, tiene un mediocre rendimiento escolar y
presenta trastornos de conducta que no tardan en provocar su expul-
sión del colegio. Sin embargo, es muy querido por su padre. En cuanto
al segundo, Paul, el señor A. hubiese preferido adoptar en su lugar a
una niña, pero se sometió a la voluntad de su mujer: éste es el niño del
que hemos hablado; estudia bien y no plantea ningún problema de
disciplina.
Quisiera añadir aquí que el hermano mellizo del señor A., de
robusto que era se volvió francamente obeso. El odio que existe entre los
dos hermanos sólo es comparable con el que el señor A. siente por su
segundo hijo adoptivo. Para este hombre su familia ya no existe. Su
padre murió diez años atrás. En el entierro vio por última vez a su
madre y a sus hermanos.
De su esterilidad dice que en el fondo es una bendición, pues él sólo
hubiera engendrado "niños deficientes y mongólicos".
Cuatro años después de morir su padre, su mujer muere en pocos
días de un cáncer de pulmón. Antes de morir le hace saber que querría
hablar con él. Inquieto, el señor A. acude al hospital y pide al médico
que inyecte morfina a su mujer antes de que él la vea. Ella entra
entonces en un coma del que.ya no saldrá.
Desde ese momento su hija ]acques nunca vuelve a hablar de su
madre, mientras que Paul, el segundo, hablará de ella con su padre
todos los días durante tres meses. Seguidamente Paul, de alegre y
juguetón que era, se vuelve un niño hostil. El padre tiene la impresión
de que el niño lo hace responsable de la muerte de su madre. La
concubina del señor A. dejó a éste hace unos meses y, según él, por
culpa de Paul.
Este caso me impresiona mucho por su aspecto trágico. Una de las
preguntas que me ha.go es la siguiente: ¿este hombre que fue investido
como hijo muerto por su madre no intentará, con el abandono de su
propio hijo, reconciliarse con ella? ¿No habrá aquí un acto de repara-
ción en el que expulsa de sí al niño muerto para poder estar vivo él
mismo? Reparación que estaría simbolizada por el rechazo de su hijo
fuera de la familia.
Cuando A. volvió a mi consulta, hace algún tiempo, insistió en el
hecho de que esta vez venía por él. Dice usted con razón, señora Do/to,
que todo niño debe ser adoptado por sus propios padres. Me parece
que no sucedió así con este hombre, y que él repitió lo mismo con su
segundo hijo.
No es raro encontrar padres que, habiendo adoptado un hijo, unos
años después declaran que fueron engañados por la entidad de
13
•
adopción, que les entregó una mala mercancía. Al respecto viene a mi
mente la historia de una mujer que, aunque conseroó consigo al varón
que había tenido con un hombre de paso, tuvo hacia su hijo una actitud
de rechazo masivo comparable a la del señor A. A menudo deseó la
muerte del niño. Y su odio por los hombres es tal que se casó y obligó a
su marido a efectuarse una vasectomía, para adoptar después dos niñas
a las que ado~a como si fueran fruto de ella sola.
Las entrevistas del señor A. con la asistente social con motivo de la
colocación del niño nos suministran otros detalles interesantes. El
señor A. se casa en 1959 tras frecuentar a su futura esposa durante un
año. Como no ha concluido sus estudios, no desea tener hijos en forma
inmediata. Cuando la situación financiera mejora, la pareja considera 1
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que ha llegado el momento. Entonces A. se entera de que es estéril.
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Pasan ocho años de matrimonio hasta que la pareja decide adoptar su
primer hijo varón. l
Ya en esa época el señor A. teme perder su lugar junto a su mujer, l
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pero parece adaptarse a esta nueva vida. Consideran al primer hijo l'
como un niño brillante, los padres están orgullosos de él aunque, según
la escala de desarrollo que el propio padre me trajo, se sitúa en la media.
El segundo, Paul, adaptado dos años después, se anuncia mucho
más precoz que el primero; según el padre, tiene un cociente intelectual
de 140. Pero el señor A., frente a este bebé desenvuelto, muy mimado ¡
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por su madre y muy apegado a ella, se siente completamente abandona- i
l
do. Por lo demás, dice que su mujer era "más madre que esposa". 1
El señor A. confiesa a la trabajadora social que desde la muerte de
su mujer le hubiera gustado quedarse solo con su hijo mayor. Habría
tenido frecuentes fantasías de muerte o accidente respecto de Paul. Y la
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que dar a su hijo por el momento. No se contenta con someterlo a este
rechazo sino que le asegura que ]acques, su hennano, tampoco lo acepta
ni desea mantener ningún contacto con él.
Una de las primeras preguntas que nos hicimos fue la siguiente:
¿Qué hay en la base de un rechazo tan masivo? ¿Está ligado a la
imposibilidad de una filiación, porque el padre ve en su hijo a su
mellizo rival?
P.: Sí.
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En su hermano volvía a encontrar al representante de la placenta
que lo unía a su padre y a su madre.
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ayudarlo a repetir en su fantasma lo que su madre le había
hecho a él; ella no quería una ~ja, él quería una hermana. Pienso
que es eso.
'td Y creo, de todas maneras, que el problema planteado por
Paul, el hijo del señor A., este niño de once años, es el de su
adopción: ya es estupendo que lo hayan criado hasta los once
años. ¿Y por qué a los once años tendría necesidad de un padre
que lo ame? Ya a los ocho años un niño puede estar totalmente
desligado de sus padres. Gracias a una psicoterapia analítica, a
los tres años puede estar completamente desligado de la
dependencia de sus padres, si no los tiene: un niño abandonado
es mucho más fuerte que un niño que tiene a sus padres. El
cuerpo de estos niños abandonados funciona bien puesto que
hoy, podemos decirlo así, ya nadie tiene derecho a morir en la
Casa Cuna; pero en su psiquismo ya no están los elementos de la
comunicación. A los dieciséis, diecisiete meses, piden una
familia; pero a los tres años pueden negarse a una familia.
Necesitan la asistencia de los adultos pero, en su inconsciente,
.t tienen una familia interior que es la de su escena primaria; y ése
es el trabajo de la terapia analítica: dar al niño su familia interior,
su madre interior, su padre interior.
Hasta los tres años y desde la edad de dieciocho meses, un
niño puede automaternarse con tal de que cualquier persona
maternante le sirva de modelo a introyectar. Como estas
personas dependen siempre de un jefe, de la directora del
establecimiento, el niño se encuentra en una situación triangular
donde el jefe es un representante paternante, garante del
reglamento, al que la persona maternante está obligada a
obedecer para ocuparse de este niño: es la ley. Así pues, la
imagen paternante exterior permite al niño introyectar lo que yo
llamo el devenir autopaternante, el comportamiento que corres-
ponde tener a tal o cual edad, en tal o cual lugar.
Usted me dirá: ¡menudo será el problema en la época del
Edipo! En efecto, pues el Edipo debe hacerse en relación con el
padre introyectado y por la prohibición del incesto. En ese
momento estos niños alegan lo falso para saber lo verdadero;
., . dirán así a un padre adoptivo: "Eres mi padre ... " No sé si en
Canadá la situación es la misma -en Francia el caso es fre-
cuente-: los adultos jóvenes y los adolescentes que saben que
fueron abandonados, que ya no tienen padres (pueden conocer-
f los atando cabos), siempre están buscando saber dónde se los
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abandonó, dónde nacieron; y evitan los encuentros amorosos en
su lugar de nacimiento para evitar un incesto. Si uno de ellos
desea casarse con una muchacha de su n;Jsma región de origen,
temerá que sea su hermana; asimismo, las chicas tienen miedo
de llegar a casarse con su hermano. Por eso estos jóvenes desean
casarse en una región donde creen no tener ningún riesgo de
conocer a alguien que les esté prohibido por la interdicción del
incesto. El Edipo está profundamente inscripto en el ser
humano; nos damos cuenta con mucha mayor claridad en estos
casos que en las familias corrientes; realizarlo sería antivida. El
Edipo debe ser y seguir siendo un fantasma; un fantasma muy
poderoso, ya que estos jóvenes tienen miedo de encontrar a su
hermano o hermana en cualquier persona; para poder vivir, este
fantasma del incesto J de su prohibición es necesario, y en todas
partes. A estos niños les es difícil tener una amistad casta con
alguien que podría ser su hermano o su hermana; este problema
no aparece en absoluto durante el período de latencia sino en la
época de la pubertad; les resulta muy difícil de soportar.
Sin embargo, los niños abandonados que tienen la oportu-
nidad de un psicoanálisis son mucho más sólidos que los. otros;
su terapia es además mucho más fácil que la de los niños que
tienen a sus padres; porque ellos tienen todo lo que les hace
falta, sin lo cual estarían muertos. Lo psíquico es la metáfora del
equilibrio del cuerpo, una metáfora de la comunicación; el
cuerpo se comunica con el mundo exterior para absorber y
expulsar lo que le es necesario para mantener su homeostasís: el
psiquismo funciona igual. Si viven, entonces es que estos niños
tenían con qué, de lo contrario no hubieran sobrevivido. Desde
el momento en que lo sabemos y en que les hablamos de su
deseo en este sentido, progresan de una manera fantástica.
Supongamos que un niño, Paul, cuyo padre es Pierre, sueña
con un padre que sería como Jules, un tío o el padre de un
compañero. "Esto quiere decir que Jules es el modelo que tienes
dentro de ti, aquel que tienes que llegar a ser. Al menos por
ahora. Y no te preocupes si dentro de unos meses piensas en ser
otro hombre. Esto significa que guardas en ti muchas posibili-
dades; y entonces cambiarás de modelo porque habrás encontra-
do algún otro; hasta el día en que, de modelo en modelo, sepas
que no hay modelo sobre la tierra. De quien tienes que soste-
nerte es de ti mismo, y tú eres aquel que eligió nacer el día en
que te pusiste en la semilla de vida materna que se había
18
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t
encontrado con la semilla de vida paterna." El psicoanalista no
puede enraizar al niño sino en su escena primaria, que le da
fantasmas de aicanzar tal o cual modelo. Si el modelo del que el
1 niño habla no lo es realmente para él, se vendrá abajo; en
psicoterapia a veces habla de él como queriendo provocar; a
veces, al contrario, se trata auténticamente de un modelo. Pero
con un niño de once años nos movemos por un terreno resba-
ladizo, ya que ese modelo está caduco: "¿Qué esperas todavía de
ese señor que ya ha hecho mucho por ti? ¿Que te permitió vivir,
tener una familia, ir a la escuela? Ahora te toca jugar a ti; ¡y hasta
la vista! Ya no necesitas de este padre."
P.: Quería recordar que la consulta pedida por el padre de Paul fue
motivada por un robo para comprar los elementos de béisbol para un
equipo.
P.: Después el padre acaba por robar el lugar del niño en la preocu-
pación del terapeuta. Creo que es la clase de situaciones que nos lleva
tiempo comprender, cuando hay robo de lugar; en esta historia el robo
circula por todas partes. ¿Está usted de acuerdo en que formulemos el
problema así: que la función del terapeuta es prohibir ese robo, decir al
padre: "Usted no tiene derecho a robar el lugar de su hijo"?
19
rato, es decir, reprimida. Ahora bien, la placenta sigue todo el
tiempo presente. ''Tierra" es también "callar""' ; es lo que no se
dice. En francés son muy ricos los significantes combinados, los
homófonos ... Como sucede en muchos mellizos, uno está identi-
ficado con las pulsiones activas y el otro con las pulsiones
pasivas. Quien dice "pulsiones pasivas" no quiere decir "nada 11
;
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adoptara una niña sino un varón, así como había tenido que
admitir que su madre tuviera un nenito en lugar de una nena. El
señor A. se vio a sí mismo en este segundo hijo adoptado, Paul.
Con este niño recuperó su posición respecto del deseo de su
propia madre. Es, pues, como si hubiera elegido una mujer que
tuviera el mismo deseo que su madre, prefiriendo el último al
grande, o el menor a los mellizos. Si él mismo deseaba una hija
es porque ésta lo habría librado precisamente de su identifica-
ción femenina. ·
Paul era cabalmente el representante de su .padre adoptivo,
el señor A. Segundo hijo como él, Paul ocupaba el lugar que
debió ser el del señor A. si éste hubiera sido amado por su
madre. Pero el señor A. se encontró con que, al crecer, la madre
amaba a su hijo por él mismo. Paul pasaba a ser su rival y el de
su hermano, que así pasó a ser el preferido del señor A.
El momento dramático de esta historia es aquel en que este
hombre hace callar a su mujer con la morfina. Quizá lo que ella
le hubiese dicho entonces lo habría liberado; porque no obstante
él necesitó hacer una depresión tras la muerte de su mujer. Con
la morfina lo que él mató no fue su cuerpo; ya lo había matado
en su fecundidad obligando a su mujer a adoptar niños, pues
ella habría podido recurrir a la fecundación artificial, por
ejemplo. En realidad, este hombre no quería ser padre, y esto
desde el principio, desde la adopción del primero. Este hombre
está profundamente afectado, y hasta que no comprenda los
celos que siempre sintió por su hermano menor, no saldrá de
aprietos; porque en este momento es homosexual con Jacques,
quien lo toma por "mamá-papá", mientras que el segundo es su
chivo emisario.
En cuanto a Paul, no tiene nada que ver con este hermano ni
con este padre, ¡nada! Entonces, para vivir en sociedad, roba;
este robo es un gesto sano, patológico para el Estado pero no
para la ley: además, jurídicamente, el robo familiar no es un
robo; sólo significa, en este caso, que al sujeto le ha llegado la
hora de marcharse de esta familia que no le enseña a vivir en
sociedad. Lo que no impide que, si se roba en familia, se robará
en todas partes, a los once años. Así pues, es necesario que un
niño no siga en su familia a partir de este momento. De lo
contrario va a chocar con deseos de venganza infantiles, en vez
de hacer morir al pequeño que hay en él y de hacerse cargo de sí
mismo según las leyes de la sociedad.
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P.: ¿Coincide usted con la necesidad de la colocación en este caso?
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dones del tipo: "¡Es terrible, un padre que rechaza a su hijo!"
Mientras que, a los once años, la separación entre el padre y el
hijo debió tener lugar desde hacía tres. Esto habría podido
· producirse, efectivamente, si Paul hubiese podido decir: "Papá
es insoportable, pero el tío Fulano es formidable". En cambio el
chico intentó atraer la atención de su padre, imitó al hermano
mellizo de éste diciéndose: "Bueno, si imito al hermano que
papá no quiere, al menos habrá una relación entre papá y yo."
Al comienzo de su exposición usted recordó la frase de Freud
sobre la indiferencia como IÓ contrario del amor. Pero para este
hombre no se trata de indiferencia; se trata de un sufrimiento: él
sufre a este niño2. Este niño le robó algo para el equipo de
béisbol. En "béisbol" tenemos ''besar"• . Por otra parte, todos los
juegos de pelota son juegos con el feto, siempre. Por eso no son
juegos de mujeres. Ellas no necesitan jugar a simular, ellas no se
lo pasan unas a otras. Mientras que los hombres se pasan los
niños de las mujeres; y cuando uno de ellos mete la pelota en el
arco, se queda de lo más contento: "¡Ah, he hecho un
niño!" t
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Después los jugadores se abrazan, de a cuatro, felices de que uno
de ellos hava
_, hecho un niño. (Risas.) Es verdad, el inconsciente
que hay en esos juegos está ahí.
Pero nunca será quitándole la razón a un señor o a una
señora sobre su modo de comportarse con su hijo como ayudará
usted al niño; nunca. Esta puede ser función de un pedagogo
exterior, pues frente a ese objeto parcial para la sociedad que es
un niño, es preciso tomar una decisión. En el caso presente, hay
que decir a Paul: "Aquí tienes dos soluciones igualmente malas;
¿cuál eliges tú?" Porque las soluciones son todas malas, mientras
no se haya comprendido qué pasa realmente. ''Ya no necesitas de
tu padre. El día que robaste para hacerte amigos, mostraste que
eras capaz de vivir en sociedad y que ya no necesitabas de tu
papá. ¿Qué prefieres: que te coloquen en una pensión o en una . ¡
familia? Que al menos tu padre deje de verte; ya que él se
engañó al adoptarte y tú te engañaste al adoptarlo. Era un
engaño de los dos lados, pero finalmente esto les permitió vivir.
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que va a dar soy yo." Una segunda acotación referida al concepto de
escena primaria que usted mencionó varias veces: en la escena
primaria, que yo sepa, hay dos participantes.
F.D.: Tres.
P.: ¿Tres? Entonces hay uno del que nunca hemos hablado, el padre
del señor A.
26
pequeño. En cuanto a los ocho años de matrimonio que prece-
dieron a la primera adopción, corresponden a la edad de ocho
años, edad en que, como cualquier otro niño, el señor A. debió
separarse de sus padres.
P.: ¿Cómo llega usted a pensar que a los once años un niño es
capaz de asumirse?
27
padre tan venido abajo. Esa pérdida debió de ser un momento
muy difícil para él, que había sido muy amado por su madre.
Ahora bien, ella murió en el momento en que él se hacía
'1
deseante físicamente, lo cual, por cierto, la madre no podía
~
tolerar. Esto es lo que no se trabajó con el chico, su relación
arcaica con su madre; ni siquiera sabemos qué edad tenía
cuando ella murió ...
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r :?aul, ¿a quién ama en este hombre? Ama a aquel que ama al
,
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otro, Jacques, el hermano. Ahora bien, el señor A. ama a Jacques
no como un padre sino como una madre no destetada de su hijo;
por lo tanto, Paul ama en su padre a aquel que ama a su
hermano, como su propia madre adoptiva lo amaba cuando era
pequeño. Este niño tiene que salir de este atolladero, de lo
contrario se expone, al hacerse hombre, a "terminar mal".
• • •
29
conflictos disminuyeron, pero Dominique reconoce que siempre tuvo
una relación privilegiada con su madre.
]udith, su mujer, procede de una familia de doce hijos, de los que
sobrevivieron diez. Prefería su padre a su madre. Dice: "Mi madre no
era yo, yo no era ella. Mi padre es la vida; mi madre, el razonamiento".
Habla de su aguda rivalidad con la madre. En los últimos embarazos de
ésta, ]udith ansiaba que diera a luz fuera del hogar para quedarse sola
con su padre. A los siete, ocho años, se conducía como una adulta.
Recuerda que limpiaba la casa, trataba de preparar las comidas. Hacia
los seis, siete años, le gustaba estar con su padre en la cama de éste. Sin
embargo no había juegos sexuales entre ellos.
Hacia los veinte años, ]udith conoce a Dominique. Su padre se
muestra muy celoso: "Quieres más a Dominique que a mí", le dice.
Dominique y ]udith se casan a los veintitrés años. Después Judith
cae en una depresión. Dice, en particular: "No sabía quién era. Toda mi
vida viví como una muchacha-niña". Tres años después, los vínculos
entre ella y su familia se rompen porque ha osado albergar a una de sus
hermanas, a espaldas del padre. Pasados otros catorce años, no hubo
reconciliación entre ellos. Cuando se produce esta ruptura con su
familia, es decir, tres años después de casarse, la joven desea tener hijos.
Dominique accede a esta demanda, sobre todo para alcanzar la imagen ·
social del hombre casado.
El quería una niña, mientras que a ella le daba más seguridad la
idea de tener un varón. Ahora bien, durante su embarazo, f udith
padece una gran angustia, tiene miedo al parto. Los cursos prenatales
la tranquiliz.an. Tras nacer el niño, Dominique y ]udith comprueban
hasta qué punto divergen sus ' métodos educativos. Dominique es un
hombre disciplinado, f udith trata de responder a las necesidades del
niño. Dominique reacciona enérgicamente contra la dependencia de la
madre respecto de los recién nacidos. Louis ocupa cada vez más espacio
y el padre se borra.
Al nacer el seF-undo hijo, Dominique se encuentra, pues, con un
segundo varón, siendo que él deseaba una niña. Sufre entonces una
depresión con resurgimiento de problemas psicosomáticos, crisis
asmáticas.
Cuando recibo a ambos por primera vez, los esposos se comunican
pero se inclinan a hacerse reproches; la entrevista está marcada, pues,
por la agresividad. Dominique se ha retraído de la vida de pareja y de la
vida de familia. Con frecuencia está ausente de la casa. Cuando sus
amigos vienen a visitarlo, baja al subsuelo con ellos, dejando a su
esposa sola con los niños. Al inicio de la entrevista declara no amar a
30
1
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t.
1 su esposa, sin buscar por ello otras relaciones. Idealiza a las mujeres
f
t" desconocidas, no encuentra ninguna cualidad particular en su esposa
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salvo que es una buena madre. ·
Este hombre está muy preocupado por la cuestión de sus orígenes.
t
i Habla de su falta de raíces y de su deseo de reencontrarse con su madre.
f
f Cabe añadir que cuando no alcanza los criterios de perfección que posee
r
0 cuando se ve tocado en su propia estima, llega a expresarse verbal-
mente con violencia. Incluso llega a tomarla con los objetos.
Por lo que respecta a ]udith, comprueba que no ha resuelto sus
conflictos. Muestra una actitud voluntaria frente a esta situación y
espera que algo pase. Dedica todo su tiempo libre a los niños.
En las entrevistas con la familia, Louis quiere captar la atención;
J
¡ grita, cambia los temas de discusión, provoca constantemente a su
1 hermanito. Cuando su padre toma la palabra, reacciona con violencia.
1
{
Por su lado, los padres dirigen a los dos chicos numerosos dobles
r
mensajes 3.
Quisiera plantear tres cuestiones principales. Primero, ¿cuáles son
i las dificultades parentales con que chocan personas que tienen una
¡
vivencia carenciada, es decir que, siendo niños, cambiaron varias veces
de hogar durante sus tres primeros años de vida? ¿Cree usted que un
hombre que ha sufrido tanta carencia afectiva en su tierna edad puede
t desempeñar un día confortablemente su papel de padre? Al nacer el
segundo hijo, Dominique tuvo una depresión y una crisis de asma. ¿No
cree usted que así daba pruebas de una dificultad para ser padre? ¿Era
una manera de entrar en rivalidad con sus hijos para solicitar a su
mujer la atención de una madre?
¡' Voy a mi segunda pregunta. Durante las entrevistas, el padre
i expresó el deseo de reencontrarse con su madre biológica. Ahora bien,
~
lf desde diciembre de 1982 la ley 89 del Canadá no permite esa búsqueda
t ni esos reencuentros más que en los casos de coincidencia" es decir si
11
I
r
~ el padre y el niño han hecho los dos la petición, cada uno por su lado.
r
¿Cree usted que para recobrar el orgullo de estar en el mundo es
f
¡
necesario reencontrarse con los padres de origen? ¿Es esto aconsejable
cuando un sujeto no conoce nada de sus orígenes? ¿Cree que lo
f
¡ ayudará a resolver algunos de sus problemas?
{
Y aquí va mi tercera pregunta: la enuresis de Louis disminuyó
considerablemente cuando hicimos con los padres terapia de pareja
'
¡
r.
í.
1
¡
¡
(cabe observar que nunca nos ocupamos directamente de ese síntoma);
f
31
f
1
·qué vinculo podemos establecer entre el retraimiento del padre respec-
fo de la vida familiar y el síntoma de enuresis en el niño?
F.D.: Como usted ha señalado, el cambio de familia sustituta
en los tres primeros años produjo cada vez un duelo en el niño,
todavía más difícil de soportar si no le fue verbalizado. En el
caso presente, varios de ustedes defienden el punto de vista del
Bienestar Social, muy diferente del punto de vista psicoanalítico.
El Bienestar Social pretende ayudar a ese objeto parcial para la
sociedad que es un niño pequeño, el cual no puede, aun siendo
un sujeto, manifestar su deseo de otro modo que sufriendo. Esto
es lo que pasa cuando un niño cambia de familia o cuando no se
encuentra bien en una familia. Se produce una disfunción
vegetativa. En estos casos el niño tiene diarrea o algún otro
síntoma. Entonces lo internan en el hospital. Luego, al salir,
como los padres sustitutos han recibido entre tanto otro niño, ya
no tienen lugar para él. Pero ignoro por qué motivo, en este país,
cambian a un niño que estaba en un hogar de crianza, es decir
que lo mantenía el Estado. ¿Por qué durante sus tres primeros
años lo cambiaron de familia tres veces, antes de que fuese
adoptado?
32
---··----
jiJ.
~
¡,
·f
t
~ enclave psicótico, porque con la segunda familia sustituta fue
~' É obligado a reiniciar todo su trabajo ~e estru~turación; después,
t¡ con la tercera familia, de nuevo se vio forzado a empezar todo
¡
~
~
desde cero. ¿Vio usted a los abuelos de Louis? Es la misma
~
¡ situación que en el caso precedente: puesto que Dominíque tuvo
padres adoptivos, su hijo tiene abuelos paternos. Ahora bien,
usted no los menciona. Los abuelos de un niño cuyo padre fue
adoptado tienen una enorme importancia para él; porque son
ellos los que pueden decir a su nieto: "Tu padre era de tal
manera a tal edad, cuando lo conocimos".
¿Supo Louis de entrada que su padre era un hijo adoptado?
No. El padre no está tan interesado en hablar de sus orígenes.
Sin embargo, esto es lo que Louis busca; su origen. La enuresis
siempre viene de ahí, incluso en los niños que tienen a sus
padres; es la pregunta: "¿Para qué sirve el pene?" La enuresis del
varón es muy particular, puesto que es la interrupción de la
erección por la micción durante el sueño, y no de día: el chico no
se hace pipí en el calzón, sino sólo en la cama, cuando duerme.
Por lo común, después de tres años el ser humano no hace estas
regresiones. Ahora bien, tres años es la edad de saber que el
coito inicial de la vida .!S asunto de padre, es decir, asunto de
varón; y que el nacimiE"lto de un niño no es sólo asunto de una
madre, es del padre, gracias al funcionamiento eréctil de la
verga, que con ello resulta ennoblecida a los ojos del niño. Pero
entre los veintiocho y los treinta meses el chico ya no puede
orinar en erección; esto se produce o bien de un día para el otro
-o bien en dos o tres días o en ocho, diez días. Es así y -lo verá
usted en los niños que conoce-- siempre hay una vez en que se
exhiben en ese momento, en que se muestran a los invitados:
muestran su sexo porque buscan una explicación: o bien signifi-
can mediante un cuestionamiento no verbal que quieren saber
por qué hay ahí algo que los inquieta. Entonces, desgraciada-
mente, muchas madres, no conociendo todo lo que concierne al
desarrollo de su hijo, le dicen: "Ve a hacer pipí." ¡Pero para los
niños las mamás lo saben todo! Entonces se disponen a hacer
pipí, pero, como están en erección, ¡no pueden! En este momento
existe el riesgo de que intenten forzar el veru montanum, órgano
que se desarrolla hacia los veintiocho a treinta meses. La laringe
del varón cambia en la pubertad como su aparato genital cambia
hacia los veintiocho o treinta meses, haciendo imposible la
micción durante la erección. Entonces hay que explicarle:
33
j
"
.: :~. .
~ -1
;
34
¡:f
l
~
1
j d de él ya estaba, ¡pues en la familia que lo adoptó a los tres
''
l ?n no creeremos que él tenía tres años! El tenía tres años de
anos,
edad civil, pero retomo, su ex1stenc1a,
. . su v1·da ps1qmca
· ·
por 1o
T
r~
!,~
35
. ,. ue encama la ambigüedad de los valores
personaje mitico q ·e de ''Pasionaria" política. Se trata de la
. s· una espec1
femenino ' 1 asesinato del otro. "Dominique" no es
' . .dad que llega a
:.emmei biguo, puesto que cuando se oye pronunciar este
menos am . s1. es d e un varon
se requiere precrsar , o d e una n1na.
.-
no mb re los tres anos,
Hasta - Dorruruque
. . no sab'ia s1. convertirse
. en
ngendrador era ser hombre o ser mujer; como todo niño,
:demás. Y por eso -repito- hay que decir a los varones que
aunque las mujeres parezcan omnipotentes para tener hijos, si
no se los da el padre no los tendrán nunca. Y si no viene de este
padre vendrá de otro (aun cuando se trate de fecundación artifi-
cial). Hay que decirle al niño que el germen de esa fecundidad
está contenido en las dos bolsas que hay debajo de la verga.
"¡Quédate tranquilo, soltará el jugo de nuevo cuando tengas
once, doce años!" Pero la característica de ''soltar jugo" apuntan-
do, es la característica masculina, que se ve afectada en profun-
didad en el niño varón en la época en que se hace imposible una
micción simultánea en la erección. Lo que es propio del placer
urogenital del varón cuando es pequeño, el orgullo de su libido,
hasta el día en que la. micción resulta imposible en estado de
erección, pasa a ser entonces un problema grave para él: "¿Qué
quiere decir esto?"; y sobre todo cuando obedecer a mamá
obliga al niño a forzar el veru montanum, cosa que puede afectar
al niño fisiológicamente. En general el efecto de la represión, a lo
largo del día, del interés erótico por el objeto sexual que es el
pene, se manifiesta durante la noche: el "sí" a la erección es un
"sí-no". Hay que orinar rápido antes de que la erección sea
firme; para permanecer en estado' de 5emierección.
Es posible que el problema del matrimonio Dominique-
Judith sea éste: que ella sea frígida porque él sufre de eyacula-
ción precoz. Es un síntoma del que un hombre sufre con su
mujer legítima y no con una mujer que no es su esposa. Conocí
un médico rural -hoy tendría ciento veinte años- que me
hablaba de su experiencia (fue en Normandía). Era interesante,
porque había visto aparecer este fenómeno de eyaculación
precoz en su clientela después de la guerra del 14; mientras que
antes no había visto en su práctica ni rastros de ella, por decirlo
así. Y como se interrogó sobre eso, se las arregló muy bien para
devolver su potencia a los hombres jóvenes que la perdían al
casarse. "¡Te atrevías a mucho, tú, con tu novia! -Sí. Pero
después ya no pude".
36
~
1 ·~r:r1•r ? · ----~
f '.
~
~;
'
~ Como todos esos médicos rurales, preguntaba entonces a
f.<
~
sus pacientes: ¿Pe~o qué sucede en el momento ~ulminante?"
/1
37
Yo pude observar los efectos de la guerra del 39. Existió la
"guerra fantasma"•, dramática para los parisienses pero no para
los pobladores del campo. Las escuelas de París se cerraron de
un día para el otro: todos los niños fueron evacuados, junto con
sus maestras, a los pueblos de la periferia, a treinta y hasta cien
kilómetros de la capital. Se los alojaba en los salones del
ayuntamiento.
Podría hablar de los efectos de los traumatismos que
afectaron a los niños de esa época. Habría que considerarlos a lo
largo de un período de veinte años. Primero y principal: los
padres prisioneros, la ocupación alemana, el ejército francés
desmoviiizado. Pues bien, de un día para el otro los consultorios
de los hospitales de niños fueron invadidos por el pipí en la
cama de chicos varones que sabían prisionero a su padre. Y, en
ginecología, la desaparición de la menstruación en las mujeres.
No duró, pero fue la reacción al choque: "Ya no soy mujer,
porque mi marido está prisionero y no volverá". Era un lenguaje
somático inconsciente.
En cuanto a las niñas, su falismo se había ex~cerbado.
Mandaban sobre los varones.
Nunca se consulta por una niña fálica salvo si fastidia con
trastornos del carácter. Pero se consulta por el varón demasiado
pasivo porque se lo querría ver más expansivo, mientras que a
veces corre menos peligro que un niño turbulento pero que,
interiormente, tiene una imagen de mujer y no de hombre. Lo
que importa no es el comportamiento visible del niño sino lo que
sucede dentro de él; ¡y el niño que durante la guerra orinaba en
la cama tenía razones de sobra para hacerlo! De lo contrario,
hubiera sido el hombre de la casa. Así, él impedía su erección, la
apagaba. Corno ustedes saben, los últimos sueños de los niños
que curan de una enuresis son sueños de extinción de incendio.
En el niño que pasa de la enuresis a la continencia esfinteriana
nocturna sucede lo mismo. "Soñé que la casa ardía y que yo
apagaba la casa", dice el niño, y la mamá, un tanto al corriente
en materia de psicoanálisis, piensa: "Pronto dejará de orinarse
en la cama".
Por otra parte, la enuresis nocturna desaparece a más tardar
38
----------- --
eses después de la interrupción de la enuresis diurna.
tres mdo el niño ya no se h ace p1p1
· , en el ca1zon
' d e d'ia, tres meses
ed uanués a lo sumo, cesa d e hacerse pJpt. , en 1a cama, s1. uno no se
39
i¡
l' '
abuelo y la abuela paternos adoptivos, que son los padres
.,,
simbólicos de su padre, Dominique. Por otra parte pienso que,
, ,
en la vida de esta pareja, Judith siempre fue muy frígida. ¿Lo
preguntó usted?
P.: No.
P.: No, había diez hijos. Ella era la séptima, y después de ella
nacieron dos mellizos.
F.D.: Pero ¿por qué resultó ser la preferida del padre? ¿Qué
puesto tenía entre las hijas? Hay que considerar su lugar en la
fratría 4 , entre las hijas; pues reacciona como si fuera una
segunda mayor. Parecería que tomó el lugar de la madre anal,
hacia 19s siete u ocho años, en el hogar. Su padre, visiblemente,
colocaba en otra parte su deseo sexual, pero a esta hija él la
maternaba; su niñera-niña era ella. Entonces nos preguntamos,
¿a quién tenía el padre como concubina del corazón? Pues él
toleraba que su hija Judith viniese a su cama y posteriormente
tuvo celos de su marido: es decir que él pensaba que ella
seguiría siendo una buena hermana en el hogar. Ella era la
asistente materna de reemplazo, cuando la madre no podía
hacer su trabajo. Entonces, o bien este padre amaba, deseaba a
su mujer, o bien deseaba a una hija mayor, de la que por otra
40
J parte Judith no habla. Para el padre, Judith. no oc:upaba el lugar
de concubina sexuada. Para ella, en cambio, él Jugaba los dos
~
i
roles, el de padre y el de amante. Bie~ hubiera querido que su
adre le hiciese el amor, como postenormente esperará que su
~arido le haga el amor, como si esto fuera signo de que se ama;
t
~-
41
1¡
'
.
la que da sentido a la función sexual. Por eso tantos niños
varones se ven lesionados en su función sexual porque piensan
que "la procreación es asunto de mujeres".
En el niño, llega un momento en que "honrar'' pasa a ser lo
contrario de amar y dejarse amar. Judith, cuando era pequeña,
volvía una y otra vez al lecho de su padre; en estos casos no
sirve estrictamente de nada decir a los padres que no reciban al
niño, que esto es malo para él. En cambio, lo que produce efecto
es preguntar al niño delante de sus padres: "¿Hasta cuándo
dejarás creer a tu madre que puedes desempeñar el papel de
bebé, o de marido?" Porque las niñas también pueden
desempeñar el papel de marido, de yo auxiliar; Judith hacía de
yo auxiliar en el hogar, y su nombre la predisponía a ello.
En cuanto a Louis, yo diría que no tiene nada que ver con las
complicaciones de pareja de sus padres; él eligió esa pareja para
nacer, pareja que tiene con qué, al menos frente a un niño de tres
años, es decir la edad que tiene cuando duerme. Cuando está
despierto, tiene ocho, nueve años, no más. ¿Qué espera para
hacer amigos? No se sabe. Aún está luchando contra su
hermano, mientras que hace muchísimo tiempo que debió
decirse: "¡Tanto mejor! presa para la madre, la cola del lagarto
que uno deja para salvarse es el hermano".
Todo esto porque la madre, en su manera de amar al último
en nacer, mete a la vez lo sexual, lo maternal, lo que toca a la
condición de hermana. Porque su propio padre no la formó para
ser mujer, demasiado satisfecho con tener a domicilio una buena
hermana que pasara la escoba. El la deformó en su femineidad.
Vemos que aquí los abuelos maternos no tienen mucho que
hacer por el chiquillo; es posible que el padre de Judith, si aún
vive, ame a su nieto, puesto que amó a su hija como ser neutro.
P.: Pienso que a una hennana mayor, pues ella era la séptima y
después de ella había dos varones mellizos.
42
P.: ]udith describe a su padre como un hombre autoritario; y como
~
esta hermana quiso salir del dominio familiar, ]udith la recibió en su
casa.
P.D.: Sin duda, pero ¿con qué motivación quería esta
hermana escapar al poder familiar? ¿Para trabajar o para lograr
una libertad sexual?
43
·ere usted decir que si sus padres llegaran a ser sexuados y
X.: ¿ QUt , 1
a amarse, Louis se curarta.
f.D.: ¡De ninguna manera! A él hay que decirle: "¡La relación
de tus padres no es cosa tuya! Ellos no pueden, eso es asunto de
ellos. Tú los elegiste para nacer, esto significa que ellos tenían con
qué hacer un hijo vivo. Pero tú, ¿qué haces con tu Vida?"
Este chico no vive según la regia de los chicos de su edad;
siempre está luchando por ocupar el lugar del padre, o el de la
madre para el padre, o el de su hermanito para los dos. ¡Todo el
tiempo está ocupando el lugar de otro, siendo que el suyo es
muy bueno! Además, se llama Louis ("el oído")•, ¡lo oye todo!
La simbólica del nombre es importantísima.
Este niño comprende la situación pero no sabe qué hacer con
ella. Sólo sabe objetivar esta situación errónea, porque hubo
error.
P.: Cuando está con sus amigos disputa constantemente con ellos,
. siempre quiere ser el jefe.
44
---- ------ - - -··-- ·---
R
ic
f
i.
terapeuta el niño se deshace de sus padres, bien está: se autono-
~ miza. Pero no debe hacerlo tomándolo a uno, en la terapia, por
sustítuto de su madre. Está en pleno Edipo y sus padres siguen
siendo para él los modelos de los que poco a poco deberá
desprenderse, para parir en sí un modelo que es el suyo: su
modelo para hacerse hombre, o su modelo para hacerse mujer,
con vistas a tal o cual relación con las mujeres o a tal o cual
relación con los hombres. Al comienzo del Edipo, esta autono-
mía se conquista para el niño tanto en relación con lo receptivo
como con lo fálico; pero esto no debe ocurrir con el terapeuta.
No puede ser efecto de una seducción; es al revés, inclusive.
Por esto en las terapias de niños se me impuso esta regla: el
niño debe pagar con una piedrita, un dibujito, un papel ...
Algunos traen un supuesto sello de correos. Dicen: "Hoy traigo
uno azul; es un sello para papá". Y sabemos que van a hablar de
su relación con su padre. O bien: "Es un sello para mamá".
"¿Cuándo traerás un sello para ti? -Cuando termine de
hablar de papá, de hablar de mamá". Es muy importante que, el
día en que no trae su pago simbólico, se le haga notar esto al
niño diciéndole: ''Yo estaba dispuesta a recibirte pero tú vienes
con una careta. No vienes como cliente, vienes por otra cosa; de
lo contrario me pagarías con tu papel. Así que hoy no te recibo.
Pero está bien".
Siempre hay que felicitar al niño que no paga, siempre: es la
base de su relación con su deseo. El sujeto no quiere una relación
falsa; ahora bien "hoy, era una relación falsa". La relación que no
se paga no es sino una relación erotizada. En negativo o en
positivo.
uNo te pago, no quiero mi sesión.
-Tienes razón, yo tampoco; no quiero darte una sesión si tú
no la quieres tener. ¿Pero quién pagará? Si paga la institución,
entonces voy a ver a la matemante o al educador, porque ellos
pagaron.
-¡Ah, no, no quiero que los veas!
-Los veré igual. No eres tú quien no quiere que los vea. Es
el que hizo una tontería esta semana. Es el moi, no el je"·.
45
El niño echa a reír; se queda en la sesión y saca su pago, su
piedrita:
"Es para ti."
El niño más pequeño que me pagó tenía, para mi estupefac-
ción, nueve meses. Era una bebita retraída, en duelo total de
vivir, con los ojos semicerrados, apagados. Dejó de crecer, hada
meses que no aumentaba de peso. La observación del servicio
pediátrico había descartado la hipótesis de una causa orgánica
como origen de su estado depresivo. Me la envió la Casa Cuna.
Yo sentí a una niña profundamente perturbada. La primera vez
la acompañaban tres personas. Hablé a la niña:
"Entiendo muy bien que las personas que se ocupan de ti
para ayudarte a vivir estén alarmadas; pero no estoy nada
segura de que tú misma estés alarmada; me pregunto, por el
contrario, si no eres tú quien no quiere vivir, porque lamentas
tanto que tu mamá no pueda criarte."
En ese momento se puso en opistótonoss, y gritó tanto que la
matcrnante dijo:
"La sacaré", para que ella no perturbara nuestra conver-
sación.
Entonces dije:
"¿Qué? ¿Sacar a Isabelle? Pero si nos está hablando."
Isabelle se calló inmediatamente.
"Isabelle está diciendo que quisiera nacer a otra Isabelle de
la que era."
El opistótonos quiere decir eso. Es lo que hace parir al útero.
Por eso se les baja la cabeza a los ni!tos para que nazcan, porque
la yerguen hasta tal extremo que podrían no nacer: ¡la cara
primero es muy malo!
Así pues, ella demostraba que quería nacer a alguien que le
hablaba por fin de su deseo de no vivir. Y como ya no necesitaba
mimar este deseo, berreó como un niño que nace.
La situación analítica es eso. Las tres señoras que la habían
traído se quedaron con la boca abierta al ver que se calló cuando
yo dije: "Yo quiero hablar contigo, Isabelle. Pero no estoy segura
de que tú quieras a la señorita Fulana, a la señorita Y... " Como
46
-
---- ·-
hacen turnos de ocho horas (ignoro si en Quebec es igual), por lo
general la que acompaña a los niños es una maternante una vez
cada tres. Nunca son, por lo tanto, las mismas personas.
"Estoy de acuerdo en ocuparme de ti aquí, pero tendrás que
traenne una piedrita."
Se lo digo a cada niño, pero cuando son muy pequeños y se
olvidan les digo: "Eras demasiado pequeño para comprender... "
La vez siguiente, la maternante que traía a la niña me dijo:
"Esta mañana no pude lavarle las manos porque [por
sincinesia6, seguramente] tenía los dos puños cerrados. Y en uno
de los puños había una piedrita."
Ahora bien, esta maternante ignoraba lo del pago simbólico
porque no había asistido a la sesión precedente. La niña debió de
recoger el día anterior una piedrita en el jardín de la Casa Cuna,
y durmió conservándola en la mano. Yo estaba un poco retrasa-
da y tuve que ver a otro niño antes. Cuando le llegó el turno, la
maternante me dijo:
"Lo que tenía en la mano, la piedrita, recién la arrojó."
Entonces dije a la niña:
"lsabelle, estabas muy decepcionada porque vi a otro niño
antes que a ti."
Esta niña de nueve meses se hallaba totalmente recogida en
sí misma, vivía tan mal como es posible vivir en una de esas
Casas Cuna donde se cuida del cuerpo sin intentar entablar la
menor relación; sus dos ojos apuntaban a su nariz.
"Sí, estuve mal, me retrasé, es culpa mía. Te pido perdón.
¡Deseabas tanto tu sesión, aun sin la piedrita que habías traído!
Marianne no sabía que yo te había pedido que trajeras una
piedrita." ,
Marianne, ia maternante, quedó pasmada al ver que yo le
hablaba a una niña que todavía no hablaba. Repetí:
"Es duro que tu mamá no haya podido criarte."
La maternante se llevó a la niña pero golpeó la puerta,
molesta:
"Creo que quiere algo."
Entonces la pequeña me tendió sus puños. Puse mis manos
en cuenco:
47
"¿Ah, te parece que hemos tenido una sesión y que hay que
pagarla?"
Puso en mi mano la piedrita que sostenía y después se
marchó sonriente.
¡Nueve meses! Hasta entonces, el niño más pequeño que
había pagado tenía dieciséis. Me pregunto a partir de qué edad
un niño puede dar así. Encontramos en los niños autistas una
inteligencia semejante, una inteligencia muy superior a la
nuestra, ¡nosotros que siempre somos tan artificiosos! Esta niña
entraba en el autismo. Realmente es preciso hablar a un sujeto de
su deseo y permitirle manifestarlo.
Me llevó tiempo, por supuesto, comprender la necesidad del
pago simbólico. Lo instauré hace sólo veinticinco años: una
piedrita, un dibujo, por ejemplo, es un pago. El terapeuta no le
presta atención: "Has pagado tu sesión, te escucho como
psicoanalista". Eso es todo. Lo cual puede limitarse a no hacer
nada, a no decir nada, a estar presente.
No hago pagar la primera vez, salvo a los autistas, porque
son más listos que nosotros. Así, cuando todo el mundo
demanda el tratamiento de un niño que está dispuesto a morir,
hay que decirle: Acepto ocuparme de ti si tú no quieres vivir y
/1
48
-----
49
descalificarlos es descalificar al niño que se tiene en terapia.
F.D.: Sucede. ¡Los padres y los niños no piden otra cosa! Los
niños la llaman a usted "mamá".
"¿Por qué me llamas mamá?
-Porque quisiera que fueses mi mamá.
-¡Pero entonces no estarías aquí!
-¿Porqué?
-Porque si yo fuera tu mamá, te habría tenido con mi
marido; ¡entonces tú no serías tú!"
El análisis de la transferencia es eso; análisis que es preciso
hacer desde el principio. Asimismo, basta con explicar al niño
que la maestra está al servicio de la enseñanza, de la formación;
ella transmite saber (no tiene que atracar al niño con lo que no le
interesa). En cualquier caso, la maestra no está para amar a los
alumnos.
Ese es el trabajo del psicoanalista por su manera de estar, de
dar su lugar al niño entre dos padres tal como son, pues hasta
los tres años cumplidos ellos son los modelos de su devenir
sexuado.
50
inconsciente en una dinámica, al servicio de un sujeto, para que
éste pueda "obrar con ello".
• ••
En lo referente a la ley 89 de este país, puedo hacerles
algunas aclaraciones: en París existe un organismo, el Derecho
de los Pupilos del Estado a sus Orígenes (DPEO).
¿Por qué considerar, el). efecto, delincuente a una persona
que abandona su hijo a la sociedad? Siendo que, para el niño, el
hecho de que lo hayan abandonado sólo es signo de que su
madre era incapaz de criarlo. Lo que da testimonio de la
impotencia de una madre no puede dar lugar a un juicio peyora-
tivo a su respecto. El abandono es doloroso, sin duda. Es quizás
una desgracia, pero quizás una suerte, si redunda en la dicha de
los padres adoptivos.
¿Por qué tapar el acto de abandono con un no-dicho y, lo
que es más, ocultar a un sujeto sus orígenes durante toda su
vida? Se afirma que así debe ser para que la madre de nacimien-
to no pueda volver sobre su decisión y perturbar el desarrollo
del niño. Pero a la mayoría de edad la cuestión deja de
plantearse. El DPEO permite justamente a una persona que fue
abandonada darse a la tarea de reencontrar a sus genitores, no
bien es mayor de edad.
Cuento con declaraciones de dos mujeres que, habiendo sido
criadas en la Asistencia Pública, lo que aquí llaman ustedes
Bienestar Social, se ocupan de los derechos, de quienes fueron
abandonados, de reencontrar a sus padres. Son personas social-
mente valoradas, ya que una es licenciada en letras y la otra
diplomada en enseñanza superior. Esta última facilitó la encues-
ta sobre el punto porque es esposa de un alto funcionario. Está al
tanto de las leyes y, sobre todo, tiene acceso al Registro Civil. En
, __/ la legislación francesa no hay nada que impida a un niño
abandonado conocer a la persona que lo abandonó, salvo -caso
excepcional- cuando la madre ha impuesto la condición de que
nunca se revele su identidad; pero esto es muy infrecuente, es un
caso sobre cien.
Esta persona advirtió que es la Dirección Departamental de
Asuntos Sanitarios y Sociales (DDASS) la que pone obstáculos a
los niños abandonados que quieren conocer su origen, aunque
oficialmente no tiene derecho a hacerlo. Y tiene que ser la mujer
51
funcionario la que se interponga y diga: "¿Con qué
de unha lt? o. Muéstreme que e l exped 1en
' t e 11eva esa s1g
. 1a.,,, (E s
d erec 0 • 1 eda. )
decir, una mención prohlb'iendo toda b usqu
'
Una de las dos mujeres a que me refiero encontró a su
madre, de setenta y seis años, en un asilo de ancianos. Ella
conservaba un excelente recuerdo de una nodriza que la había
criado en su primera infancia, antes de ir. a la pensión de la
·Asistencia Pública donde completó su escolaridad. Había hecho
siete años de análisis, a raíz de espantosas angustias nocturnas:
su marido la despertaba de un sueño muy profundo en el que
ella gritaba debatiéndose. Al día siguiente estaba extenuada. El
análisis yuguló sus pesadillas, pero todavía las tenía ocasional-
mente. Además era una mujer muy activa en su trabajo; tenía
dos hijas con las que no tenía particulares conflictos. Su marido
era un hombre "estupendo", decía. Ella había proyectado sobre t'
él que era a la vez una buena madre, un buen padre, que era '
absolutamente bueno. Es cierto que recordaba haber tenido una
buena nodriza, en una región donde había sido muy feliz, hasta
que entró en la pensión de los "Horribles", a los tres años.
Así oues, encontró a su madre. Sucedió de la manera más
i
52
del Mediodía donde había estado retirado, todo el mundo le
di. : .
JO "¡Ah, de quien él hablaba era de usted, una hija que tendría
tal edad! Reñía todo el tiempo con su madre; algunas veces fue a
verla a usted a la institución donde estaba colocada. Siempre
decía: ¡Ah, ella tendría tal edad!"
El fantaseaba sobre su hija.
Ella vio su lápida sepulcral y su nombre escrito sobre la
lápida. Tomó un anisado con aquellos ancianos que le hablaban
de ella misma.
Yo le pregunté:
"¿Qué cambió eso en su vida?"
Esta mujer no se había psicoanaliz.ado.
"Sé que suena raro pero, a partir de entonces, me sentí
realmente la mujer de mi marido.
-¿Y sus hijos?
-Por suerte tengo un buen marido, porque en ciertos
momentos yo le decía: Escucha, ocúpate de ellos, ¡ya no sé
quiénes son!"
Nunca volvió a sucederle a partir del momento en que
reencontró a su padre en la palabra de los que lo habían conoci-
do. Y si nunca había tenido conflictos con sus hijas, probable-
mente se debía a la buena relación que había tenido con su
nodriza. Llegó a ser profesora y después dejó su trabajo, al nacer
sus hijos.
Estas dos mujeres encabez.an el movimiento abiérto, a partir
de los dieciocho años, a todos los pupilos de la Asistencia
Pública, adoptados o no, que deseen buscar a sus padres. Su
organización efectúa los trámites y, cuando aparece la pista de
un padre, se avisa,al peticionan te; una persona de la Obra, salida
también ella de la Asistencia, lo acompaña a ver al padre o a la
madre.
Dije a estas dos mujeres:
"Hacen ustedes muy bien; reencontrar las propias raíces
biológicas no puede ser sino una ayuda para la gente; no lo hace
todo pero es mucho."
La que se había analiz.ado me dijo una vez: "Mire, a veces
una se indigna. ¡Es increíble! Hacemos lo imposible por
encontrar a los padres de esas personas y, cuando lo lograrnos,
recibimos una carta injuriosa donde dicen: Yo no les pedí que lós
encontraran".
53
Esta mujer convocó a una de esas personas que le escribían
sandeces; le mostró su petición escrita. Y la otra le contestó:
"¡Bah, era en broma! Estaba segura de que usted no los encon-
. traria".
¿Por qué? Porque los padres que esta mujer había encontra-
do no eran ricos. No eran burgueses acomodados, sino simples
jubilados. La que había hecho la petición, esperando sacar
provecho de ello, de pronto se imaginó que estos padres podrían
pedirle dinero a ella.
Suele ocurrir que quienes han sido abandonados hagan esta . ¡
....,,
e:;-
2.PSICOSIS
}.
\
'
56
La tarde está dispuesta según un modelo análogo. Los periodos en
que el niño, desorganizado, fragmentado, tiene una relación individual
con el terapeuta, le permiten vivir descansando de las exigencias de la
í' realidad. No hay, pues, otros puntos de referencia que el espacio y el
fiemPO; aquí se acepta el absurdo en todas sus fonnas, si el niño lo
demanda. El niño es dueño de su tiempo y de sus juegos: unos son
regresivos (balancearse, hacerse mecer, jugar con arena), los otros son
más simbólicos (jugar a los bomberos, a los policías, al doctor).
La estabilidad de los horarios permite que el niño utilice las fuerzas
de su yo, cualquiera que sea el nivel de que se trate, tanto en el plano
relacional como en el cognitivo y social. Dentro de este marco, el adulto
le impone reglas que tienen una función estructurante y valor de
castración, formulando demandas que lo enfrentan con la realidad del
otro, sean cuales fueren los conflictos que ello suscite en él. De este
modo induce al niño a identificarse con su grupo de pertenencia y a
realizarse a través de sus producciones. Como en estas actividades
siempre hav presentes dos terapeutas, el niño hace en ellas la experien-
cia de la triangulación.
La psicoterapia individual sólo se prescribe a ciertos niños de la
mañana, y en general es asumida por un terapeuta en clínica externa.
En cambio, todos los niños de la tarde están en terapia individual, y en
el centro de día. El encuentro individual que un niño de la mañana
puede tener con un terapeuta se sitúa más en el nivel del yo, de la
realidad.
57
Michel se identifica con el último en marcharse, utilizando su
lenguaje, imitando su comportamiento. Cuando en el hogar pierde a su
gato, se identifica con él y maúlla.
Las preguntas que nos fonnulamos giran en torno de esta realidad
propia de la institución: ¿qué palabras podemos decirnos en estas
situaciones? ¿Cómo instaurar una permanencia del equipo y construir,
dentro de este marco, un medio terapéutico?
X.: Estos niños son enviados al centro de día después de· una
consulta en clínica externa. Son los padres quienes formulan la
demanda de que su hijo sea atendido en consulta; y si se considera que
será conveniente para el niño ser recibido en un centro de día, lo envíen
a él.
En el centro, los padres se ven periódicamente con los terapeutas.
Y quienes_lo piden son atendidos por un terapeuta en clínica externa.
X.: No.
58
madre. Es necesario que la sociedad se haga cargo de los niños
e sean echados de todos lados; pero no veo qué hay de
q~alítico en el funcionamiento institucional del que ustedes
~ablan. Ningún psicoanálisis puede tener lugar con estos niños
tuera de la presencia de sus padres, pues estos niños hablan por
sus padres, e inversamente, están en sus padres: sus síntomas
son la expresión de la imposibilidad en que se hallan, como sus
padres, de aceptar la castración de las pulsiones orales y anales
(pulsiones que no están castradas porque la propia madre no fue
destetada de su hijo). Pero nunca será separando físicamente al
niño de su madre como se lo ayudará a resulver psíquicamente
esta separación: la separación por la fuerza no hace más que
reforzar su vínculo fusiona!, imaginario, con la madre. De lo que
el niño padece es de falta de palabras. Sólo hablando de este
vínculo con su hijo podrá la madre dejar de mirarlo como a un
objeto parcial de sí misma, y concebirlo como un otro real. Se
trata, pues, de dar la castración del lado del niño y del lado de la .
madre. Sólo la castración permite al niño~la identificación con el
individuo del mismo sexo exclusivamente, dando acceso al
Edipo.
Cuando una madre desteta a su hijo, éste pasa a ser para ella
como el pecho; entonces ella suprime o no su propia necesidad
de boca-a-bebé; si está todo el tiempo "mamándolo", besándolo,
cuando el propio niño todavía no sabe besar, éste no alcanzará
ninguna simbolización del amor por su madre, pues ella
continúa tomándolo por un biberón. Los bebés saben mamar y
morder, pero no saben besar. Besar es una simbólica que sólo
llega a producirse si el adulto ha aceptado el destete y habla su
amor. Besar es lenguaje, no una mímica, como la acción de
mamar. La mímica no es un código, es la reproducción de un
gesto. Cuando la madre besa a su pequeño, él cree que se trata
de una mimica y no de un lenguaje de amor. Al menos es así
como él lo siente; a veces incluso como canibalismo. El niño es
tratado entonces como objeto, ya que él no pide que lo besen.
Para estos niños ustedes juegan un papel de camaleón, y sin
significárselo. De este modo, el pequeño que se identifica con el
objeto que se ha marchado, o con el gato -como si no supiera
que él es un ser humano--, se identificaría también con una
mesa, si ésta despareciera, o con el suelo o con el aire. ¿Pero
cómo significárselo, si eso forma parte de lo que él vive, tanto en
casa de sus padres como en vuestro centro? Es perfectamente
59
posible que su padre, al nacer, haya servido de sustituto de un
gato para una abuela, que después murió; el padre habría
conservado en sí este enclave psicótico, y el hijo lo habría
heredado; no sé, pues de su historia nada conocemos. Sabemos
que un niño, antes de la edad en que se resuelve el Edipo, no
puede ser separado de sus padres en lo que ha de ser dicho en
su familia. Más aun cuando el niño expresa a su manera lo que
los padres esconden hablando con palabras.
Lo interesante de los niños psicóticos es que, cuando entran
en lo que nosotros llamamos psicosis, se sumen en algo que les
sucede a todos los niños normales cuando permanecen una hora,
o media hora ante un problema que no saben resolver. Por
suerte, esto no provoca, en el padre, en la madre o en ambos,
una zona de sombra en el campo de las pulsiones que están en
juego para ello. Así pues, los niños pueden superar la dificultad.
En cambio, los niños psicóticos no pueden franquear ese
obstáculo que todos los niños normales superan en un momento
dado, en la vida fetal, en la vida oral o en la vida anal; es decir,
en las edades dominadas por estas diferentes eróticas. A mi
entender, la erótica fetal se caracteriza por una ética humana que
es la del vampirismo; para vivir bien, cuando se es un feto, el
colmo de la virtud individual es hincharse de sangre, en i
61
sobre el acunamiento de los niños, en la sala de guardia le
tomaron el pelo, porque acunar a los niños parecía completa-
mente "retro", anacrónico. Era volver doscientos años atrás...
La doctora Guiton señalaba que era una lástima que la Asisten-
cia Pública tuviera unas camas tan pesadas; así era imposible
acunar, cosa que, asociada con una cancioncita o con ciertos
fonemas, contribuye a devolver la viabilidad a un niño, quizá,
con más eficacia que las prescripciones médicas, o químicas. Este
trabajo tenía un tinte analítico pero aún no había llegado el
momento de reconocer que el ritmo de dos tiempos del
acunamiento es una metáfora del corazón pendular del niño,
cuyo duelo éste debe hacer en el momento del nacimiento. Al
nacer, en efecto, hacemos el duelo de este corazón pendular, ya
no tenemos corazón, pues el que oíamos era el de nuestra madre.
Cuando ponemos al niño sobre la almohada, él ya no oye la
palpitación, ese ritmo asimétrico que los médicos reconocen en
la onomatopeya "tum-ta". Cuando lo acunamos, hacemos algo
"pendular", lo que le recuerda el ritmo fetal; durante el sueño de
la madre, que para un feto es muy largo, éste juega y goza con
esos ritmos al mismo tiempo que succiona, viviendo de su
vampirismo. El acunamiento devuelve al sujeto el deseo, la f
i
}
relación, la seguridad de aquella época anterior; restablece la t
comunicación entre el espíritu del ser humano en estado de feto
y el del adulto que se hace cargo de él.
El acunamiento confirma al niño en la sensación: "Estoy
bien; soy yo, soy el otro y el mismo; soy él-yo". Es un asegura-
miento de su ser profundo, fuera de los intercambios sólido-
líquido. El acunamiento restaura esta base de seguridad del
narcisismo. El niño oía in utero las modulaciones de la canción,
de la voz de la madre, puesto que, aunque la pared del abdomen
deforme los sonidos cercanos, el niño percibe sus modulaciones,
que son "caricias-nacimientos" y le dan la certeza de que su -¡
\
'ño muy brillante, era un mordedor de cuidado. Esta mujer se
~Haba desbordada, pobre matalón abatido ante la violencia de
ªte hijo con la boca siempre abierta, en puro vampirismo
esspecto del mundo entero; este niño era una maravillosa criatu-
: humana pero muy difícil de tolerar y, naturalmente, lo recha-
zaban en todas partes.
La madre tuvo otro hijo al que amamantó. Y sólo al ver
cómo lo hacía comprendí lo que sucedía con el mayor. La madre
era tan masoquista que el chico vivía en la fase anal, casi en una
fase uretral, este período, dramático para los otros, de su fase
oral todavía vampírica. Siendo que aún se hallaba en la fase
anal, siguió siendo vampírico caníbal, chocándolo y
hundiéndolo todo; tenía las actitudes fálicas de todos los
estadios pero· sin castración. Además, no hablaba. Su madre era
irlandesa; en la época en que él comenzaba a hablar (a los nueve
meses) fue a pasar tres meses a Irlanda, entre adultos para
quienes él era el punto de mira pues era el único descendiente
de toda una estirpe que se detenía en viejos solterones y
solteronas. El niño había sido canibalizado por todos esos ojos,
al ser la alegría de la familia.materna. ·
Sus fuerzas eran tan fantásticamente ricas que le negaban la
entrada a los negocios, a los parques, y las madres protegían de
él a sus hijos. El segundo tenía más suerte, pues este hermano
mayor lo arrancaba a su madre y lo llevaba a cuestas. El grande
era un peligro público, especialmente para su hermanito, pero
felizmente la madre lo dejaba hacer. Pues si hubiera reprimido la
intensa energía del mayor habría producido una psicosis en los
dos.
Veamos cómo se conducía ella con el bebé: lo alimentaba sin
decir una palabra, pellizcándolo por todas partes. Unas veces
recorría con el dedo el cuenco de su oreja, otras le sobaba los
mechones del pelo. Imaginen ustedes que están comiendo y que
todo el tiempo, sin parar, su madre les crea bocas por todas
partes (más aun cuando, al pecho, el bebé está, como la madres,
muy desvestido). Porque esto es lo que ella hacía, ella canibaliza-
ba al bebé tocándolo por todas partes. Ella no significaba al niño
la diferencia entre la necesidad y el deseo. En un amor de
canibalismo psíquico y físico, placer y necesidad se mezclaban
inextricablemente, sin salida posible.
Me admiró que esta mujer fuese tan masoquista, aunque
secundariamente, pues ante todo era sádica, sin saberlo, en su
63
manera de alimentar a los niños. Tanta era su necesidad de dar
de mamar al niño, por todas partes: mientras el pequeño
succionaba su leche, ella lo succionaba con su tactilidad. Pero
posteriormente, sin dejar de mostrarse muy depresiva, toleró la
violencia del mayor. Desde el momento en que le llegó la
palabra, este niño se calmó; pues cuando es posible hablarles de
su ·madre se puede sacar a estos niños de la psicosis que dejan
presagiar.
"Ella tenía necesidad de tocarte y tú creías que estaba bien; y
creías que, cuando uno ama a los demás, tiene que morderlos y
comerlos ... " Siento que este ejemplo no está a la altura de lo que
quisiera comunicarles respecto de esta cuestión, pero quisiera
decirles que los efectos de este tipo de comportamiento, míni-
mos en algunos, se hacen gigantescos en otros, porque de la
relación madre-hijo, que fue pervertida, nada se habrá dicho.
Los psicóticos son niños pervertidos por una relación inocente-
mente perversa con los padres. No recibieron la castración
porque los propios padres no aceptaron la castración de tener un
hijo que ya no fuese su cosa, su objeto, y ... cada vez que ·'
pueden, intentan nuevamente convertirlo en su objerto.
Si los niños confunden los cuidados del cuerpo y la relación,
es porque son muy pequeños y todavía no han adquirido la
motricidad y su independencia; pero nosotros debemos evitar
caer en esta confusión. Ahora bien, esto es sin embargo lo que les
ocurre a ciertos psicoanalistas que confunden materialidad y
relación interpsíquica espiritual, la cual es sutil y no de orden
sensorial, como lo es una cosa líquida o sólida; gracias a la
palabra, en el aire, hay visión y audición. Acariciar es tocar
apenas, pero esto es aun demasiado si la caricia acompaña a las
necesidades, induciendo confusión entre el deseo y la necesidad;
el niño hace esta confusión al comienzo, pero nosotros los
adultos debemos hacer constantemente la diferencia entre la
necesidad de satisfacer las necesidades indispensables del niño y
la exigencia de no satisfacer nunca sus deseos; de los deseos hay
que hablar, satisfacerlos un poquito, pero explicando que jamás
podrán ser satisfechos totalmente. Quienes creen que los deseos
de los niños deber ser satisfechos por completo, que todo debe
ser estupendo todo el tiempo, hacen educaciones malogradas,
que producen efectos psicóticos sobre dos generaciones.
Pues, en la psicosis de un niño -y he aportado esta preci-
sión-, hay que analizar las relaciones orales, anales y edípicas
64
d los padres con sus propios padres. La psicosis de un niño se
. e tala incluso antes de lo oral y de lo anal, en las relaciones de
~":padres con sus padres. Es el caso, por ejemplo, de una madre
: un padre que tuvieron que ~frontar. u~ duelo q~e no fue
hablado. Sin embargo hay que mtroduar aertos matices, pues
he visto niños que se hicieron psicóticos a causa de la guerra, de
choques psíquicos o físicos que experimentaron de muy peque-
ños.
El origen de una psicosis es muy complejo. Supongan
ustedes un linaje Durand y un linaje Dupont: madre, Durand,
padre, Dupont; la abuela real, Durand, integra un linaje de
mujeres con la madre del niño; el padre Dupont integra un linaje
de hombres con el abuelo Dupont; si el niño Dupont se vuelve
psicótico, es que habrá habido en él, en el momento de la fase
oral, encuentro de dos zonas de sombra que tocan a las
pulsiones orales de sus padres: es decir, por ejemplo, que
frustraciones orales en ia madre, que ésta s!ntió a la misma edad
que su hijo y que nunca fueron habladas, interfirieron con un no-
dicho comparable del lado del padre. Así pues, la intersección de
estas dos zonas de sombra lesiona la sublimación de las
pulsiones orales en los dos padres. La sombra se proyecta
entonces sobre el niño, afectado en su posibilidad de atravesar
un destete de efecto simbólico, es decir, de entrar en la palabra.
El efecto simbólico del destete es dar acceso a la comuni-
cación a distancia por una palabra, por el lenguaje, que no se
reduce a la palabra hablada; es asimismo en el niño una mímica,
un decir a través de todo su comportamiento. Cuando digo
"palabra" lo hago aquí en el sentido de "verbo", en el sentido
general de comunicación. Más adelante les daré un ejemplo de lo
que es, a mi entender, la palabra de un niño que pasa por mudo.
Con el análisis de niños que habían sufrido traumatismos
muy precoces durante la guerra, comprendí que el significante
abuela, que para muchos remite a una persona real, existente,
podía representar para algunos "la parte que en mí engendró el
amor actual que tengo por mi madre". Este signiticante es en
cierto modo la respuesta a la pregunta: "¿De qué modo, antes
del tiempo de ahora, amaba yo a mi madre (o a mi padre)?" Así
pues, esta abuela es una modalidad de amor arcaico, un resto de
amancia, de la edad fetal, respecto de un padre tal como se lo
ama en el presente. Este significante representa el amor que un·
niño, llegado al estadio anal, tenía por su madre cuando era
65
fetal. Cabe distinguir, por lo tanto, entre una abuela que se
constituyó en el niño como madre de su madre, y por otra parte
el significante abuela como representante del antepasado en él de
su relación con su madre.
He visto curarse a niños psicótiros, relativamente; pues cuanto
más tarde llega la curación más retraso conservan comparados t
t
con los demás. Pero son seres libres y con actividades. [
66
El niño había retomado a la edad oral del feto. El acuario era
para él como una mamada, y fue en esta relación oral donde
percibió a su abuelo fascinado por los peces en el agua. Era,
pues, una suerte de invaginación de su propia estructura: se
había convertido en "abuelo". "Abuelo" era el antepasado en él
de su mamá.
Todos los niños me han enseñado el psicoanálisis, pero éste
me enseñó mucho por las etapas que recorrió: hizo el duelo del
abuelo; aceptó no ser el abuelo materno; pues, evidentemente,
para un chico es maravilloso 5er el padre de su madre. En el
deseo de un chico, ser el genitor de su madre es mucho mejor
que ser su hijo, porque sin tener relación sexual con ella, algo se
hace con el propio poder de chico varón. Cuando comprendí lo
que había ocurrido se lo expliqué, no recuerdo bien cómo, y él
comprendió; en esta transferencia se identificó, pues, con el
perro, tras haberse identificado primero conmigo, que quería
salvarlo, porque él quería salvar al mundo entero. Se curó
completamente; los padres, contentísimos, decían: "¡Qué
estúpida la maestra al creer que no podía seguir en la escuela!"
Pues así sucede cuando se cura a un niño de una psicosis: ¡es tan
natural que este niño parezca igual a los demás!
En un niño psicótico se producen transformaciones intensas
cuando se lo trata, y por esta razón no siempre se llega al
tratamiento; éste remueve demasiado la libido de .quienes lo
rodean, siendo la madre o el padre, los mediadores, las personas
más intensamente afectadas. Los padres de este niño eran gente
muy simple. No se dieron cuenta -afortunadamente, creo-- de
que se encaminaba a una marginación completa mientras no se
comprendiera que -por inteligencia y por amor a su abuelo, por
identificación con él- pensaba que éste no podía haberlo
abandonado sino por lo que estaba bajo el agua, es decir, los
peces.
67
desatendido, pues todo cuando pudieron decir al encontrarlo,
tras estar cuatro horas al lado de su abuelo muerto, fue
"·Pobrecito!"
l
Hablaba usted de un niño que se identifica con el gato que
se marchó. El duelo que un niño hace de un animal, por ejemplo,
es una etapa normal de su desarrollo.
De lo contrario, hay que analizar con él las razones que
imposibilitan este duelo.
Esto me recuerda el caso de un niño que, durante un viaje al
extranjero, había sido confiado por sus padres a una persona,
muy cordial por lo demás, que sólo hablaba la lengua de ese
país. Así pues, el niño, que era entonces muy pequeño --Oebía
de tener dos años y medio, quedó ocho días con esta mujer, sin
entender nada de lo que ella decía: un baño de palabras, radical-
mente otras. En ausencia de sus padres, el gato con el que estaba
encariñado murió estrangulado en una ventana de guillotina;
quedó colgado. .
Vi a este niño a los seis, siete años. Después de este suceso se
había identificado con el gato, que para él había sido igualmente
abandonado por sus padres. Cayó entonces en un estado
epiléptico subintrante. Es muy probable que el gato haya tenido
convulsiones antes de morir. Desde entonces, para el niño los
padres no eran ya otra cosa que "matadores". Me decía en
sesión: ''Para empezar, no quiero hablar con usted. No sé por qué
me traen. -Tus padres quieren que vengas porque tienes crisis.
-¡Pues bien, mala suerte! ¡Si les fastidia, que se joroben!"
Según la madre, cuando estaba por tener una crisis sus ojos
giraban siempre hacia un mismo lado. Sin embargo, observó que
en la sesión conmigo el niño daba vuelta los ojos para el otro.
Dije al niño: "Es para no ver a tu madre".
Los médicos, los especialistas, habían confirmado a los
padres que estas crisis epileptoides no tenían ninguna causa
orgánica y que eran totalmente psicógenas.
No obstante el padre, que era totalmente organicista, se dejó
convencer por alguien de que interrumpiera el tratamiento, con
el pretexto de que se hacía con "la Madre Dolto''. A pesar de eso
reconocía que durante el tratamiento conmigo el número de
crisis empezó a disminuir; el niño tenía sólo una cada cinco días,
en vez de tres diarias como al principio. Cuando comenzaban,
gemía. Y los medicamentos a que lo embotaban nunca habían
impedido la aparición de las crisis. Este niño, muy inteligente,
68
muy brillante ~~taba dos cursos adelantad<:-, encontraba a
todo el mundo 1d10ta. Trataba a su padre de imbécil. Su sufri-
f miento era impresionante. Un caracterial como he visto pocos.
f' Por supuesto, a este traumatismo de la muerte del gato se ·
¡
¡ sumaron otros: el desasosiego de ser abandonado en el extran-
jero, y luego el de ver llegar muy pronto, sin aviso, un hermani-
to. Todo esto contribuyó a una extrañeza fecunda. Lo singular es
que la madre de este niño, que tenía con él un elevado nivel de
conversación, adoraba a los gatos y no tenía con su hijo ninguna
clase de relación táctil o de cuerpo con cuerpo. El era típica-
mente histérico.
La dificultad intrínseca a las psicosis es que los psicóticos
han sido portadores de un fruto antihumano hacia el cual se
volvieron las pulsiones; éstas ardieron, se consumieron en él. No
se puede deshacer una alienación, la alienación escapa a la
castración. Un niño se creía perro, encontró alguien que lo
bautizó perro, él lleva un cachorro; él mismo será cachorro en
cuanto padre, o será padre de cachorro. Es un enclave en él: está
alienado, al mismo tiempo que una parte de su libido lo
humaniza. En este caso, la ·castración es incompleta, habiéndose
satisfecho una parte de las pulsiones, en un momento dado, en
una identidad que no es humana.
Si ustedes abordan como educadores al niño que se ha
identificado con un gato, pueden jugar con él, ¿por qué no? Pero
más bien deberían decirle: "¿Por qué no hablar de ello con tu
psicoanalista?" Es decir, con alguien que no sepa nada de lo que
sucede en el centro diurno y que vea a los padres y al niño sin
ocuparse en absoluto de las cuestiones educativas.
La educación no es competencia del psicoanalista, quien,
estando a la escucha de un sujeto en su regresión al deseo
inconsciente -quizá de sus dieciocho meses-, no tiene que
enfatizar ante él las exigencias de la realidad ni del presente. No
le toca al analista asumir el deseo consciente de una maestra de
enseñar al niño a escribir; no se puede estar a ia vez en un
proyecto pedagógico y ser psicoanalista. Se puede tener una
formación psicoanalítica y hacer psicoanálisis con niños que uno
no conoce en la realidad. Con niños que uno conoce en la rea-
lidad, no es posible. Y sólo se puede psicoanalizar a un niño que
lo desea; me preocupó un tanto el hecho de que, en vuestro
centro, todos los niños estén obligados a hacer una terapia, al
menos los de la mañana. ¿Quién decide?
69
Por otra parte, me pregunté si hacer síntesis en presencia del
niño no allanaría a lgunas de las dificultades que ustedes han
mencionado. En Francia, hay dos lugares donde se ocupan de
niños psicóticos practicando este método y funciona muy bien.
En vez de decir: /iEsta tarde es la síntesis de tal o cual niño, por
ejemplo, Jean", se dice: "Esta tarde Jean va a hablar con nosotros".
F.D.: Creo que no los hay, y que las que juegan son nuestras
resistencias. Si no tenemos éxito con todos los niños es porque
nosotros mismos tenemos una estructura que en ciertos
momentos nos impide entrar en resonancia con las pulsiones del
ser humano, que frente a nosotros, necesita decir, aunque le
falten las palabras, algo que nosotros no sentimos. Es una
cuestión de nivel de resonancia: frente a algunos de estos casos,
ciertos analistas tienen resistencias, otros no.
70
]··, ..
iempre pido a los padres que hablen delante de sus hijos, si ellos
5
stán de acuerdo y los niños también: si los niños quieren
~archarse, la puerta queda entreabierta; si se quedan, es que
quieren escuchar; si entonces los padres hablan, es que pueden
tolerar hacerlo en presencia del niño. Y yo permanezco tan
atenta a lo que el niño me dice con su ser como a las palabras de
Jos padres. Así vemos que los niños están siempre atentos a lo
que dicen sus padres, y que lo oyen todo.
La madre me cuenta que antes de nacer la niña sufrió varios
abortos y por eso esta chiquilla le es tan querida. Con posteriori-
dad, desgraciadamente su marido y ella no pudieron tener más
hijos. Entre tanto yo veía que la pequeña revolvía en la canasta,
sacaba las muñecas. Trajo entonces, entre sus dos padres que
estaban sentados, una muñeca repugnante, que una vez había
dejado ahí un niño psicótico, toda embadurnada, con un ojo
· saltado, los dedos cortados, en suma el representante de un ser
martirizado hasta la médula; esta muñeca, todavía vestida,
estaba en el fondo de la canasta; ningún niño la tocaba nunca. La
pequeña llega con la muñeca, la acaricia, la pone en los brazos
de su padre, que me hablaba sin prestar atención a la proeza que .
había realizado la pequeña. Después ella aprieta de nuevo la
muñeca contra sí y, en lugar de ponérsela en los brazos, la coloca
en la parte superior de los muslos de su madre y la hace caer al
suelo.
Nadie, aparte de mí, prestaba atención a lo que estaba
haciendo. Da una vuelta, y irealiza tres veces la misma película
con la muñeca. En ese momento digo a la madre: "¡Después de
nacer su hija, usted tuvo un aborto!"
La madre ríe, mira a su marido, con ojos alborozados, y me
dice:
"¡Usted adivina las cosas!
-No, su hija acaba de mostrar que vivió cómo salió de
usted un hijo muerto.
-¡Es imposible que pueda acordarse!
-¿Por qué? ¿Entonces es que sucedió?"
Llamo a la pequeña quien, en ese momento, nos mira con
expresión muy intensa. Yo digo:
"Es posible; usted dice que hubiera deseado tanto un niño
después de su nacimiento; ¿quizá se trata de eso?
-¿Se lo podemos decir?", pregunta la madre.
Eran personas muy católicas, habían venido porque sabían
71
f-·" '
ue yo había hablado del problema. Ahora bien, la mujer había
1
I·
.
dudado en decirme que quedó encinta teniendo su hija tres
f meses. Entonces su médico le había aconsejado: 'lfrágil como ha
estado usted, con tantos abortos antes de esta niña a la que está
amamantando, sería más prudente interrumpir el embarazo".
Con muchas vacilaciones -pero para el buen Dios y con el
asentimiento de su confesor (risas)- se hizo·practicar un aborto.
Yo dije a la pequeña:
"Es muy importante lo que viviste entonces, pues es como si
tu mamá te hubiese dicho: las niñas deben prestar atención,
cuando van con los señores, a fin de no tener siempre, hijos."
En ese momento la madre se puso a llorar sobre el hombro
de su marido, diciendo que hubiese querido tener ese hijo, y la
pequeña tiró de su padre para llevárselo, y soltando:
''Ven, papá, ¡esta señora es una latosa!"
Su padre me miró y yo le dije:
"¡Como ve, ella habla!"
''Ven, papá, dejemos a mamá."
Yo dije a la niña:
"¡De ninguna manera! Tu padre no dejará a mamá. Tú
habrías querido tener un hijo con papá. Sin embargo eras muy
pequeña; parece que sólo tenías tres meses, pero debiste de oír
que tu madre deseaba otro hijo."
Esta niña hablaba, pues, completarnente; pero hablaba ya
con ese gesto que me hizo pensar que no se trataba de un aborto
anterior a su nacimiento, pues ella sabía que eso salía de entre
las piernas; si la madre hubiese tenido un aborto antes de nacer
la pequeña, ésta no lo hubiera sabido; no más que en el caso de
que se hubiera sentido amenazada de muerte, cuando su madre
estaba embarazada de ella. Era una niña hiperprecoz, como
todos los niños que tienen síntomas tan graves que podemos ..' .
F.D.: No, ¡son los niños los que aportan la clave! En este caso
yo ignoraba si mi hipótesis era acertada. Pero me dije: Esta niña
11
• • •
X.: Quisiera presentarle el caso de Simón, que hoy tiene seis años.
Desde el principio cada vez que vuelven de las vacaciones los padres
quieren interrumpir el tratamiento. Ultimamente la madre quiso
llamar al centro de día para informar que el niño no seguiría concu-
rriendo, pero se equivocó y marcó el número de la clínica externa;
atendí yo, que soy la psicoterapeuta del niño. Su hijo, me dice, emplea
ahora frases completas, de lo que dudo pues la última vez que vi a
Simón, sólo soltaba una jerigonza.. Su profesor, agrega la madre, no
entiende por qué razón concurre al centro diurno. Con tono firme, me
73
advierte que su marido llamará al centro para confirmar su decisión. El
¡0 hace, pero dos días después cambian una vez más de opinión.
Cada vez que los padres quieren· retirar a su hijo del centro les
preguntamos cuáles son los moíivos. Recientemente fue una crisis de
agresividad del niño con la cuidadora, al regresar del centro. Nosotros
interpretamos esta crisis a los padres diciéndoles que Simón contaba
con encontrar a su madre al regresar, como de costumbre.
Interpretar así el comportamiento del niño, ¿no significará
culpabili7.ar a los padres? ¿No implica, para nosotros, usurpar la ley
del padre en la prosecución del tratamiento? Me preguntó además hasta
qué punto este niño sufre su estado; en efecto, a veces tengo la
impresión de que es plenamente feliz. Sin embargo quisiera presentarle
su patalogía para que usted me ayude a aclarar tanto las resistencias de
sus padres como las suyas propias.
Simón tiene un solo hermano, de ocho años, que por su parte
concurrió al centro de día durante dos años. La relación de los padres
con el mayor siempre fue difícil, incluso perturbada. En su infancia este
niño vivió con sus abuelos matemos. Los padres desearon a su segundo
hijo, a través del cual esperaban reparar una herida narcisista. Después
de su primer embarazo la madre deseaba una hija a quien pudiese
mimar; ella se había sentido rechazada por su propia madre, que
prefería a sus dos hermanos. Siendo adolescente fi-le violada por su
hermano mayor. Conserva un fuerte resentimiento contra este hermano
y contra su madre.
Su segundo embarazo transcurre sin dificultades particulares, pero
su deseo de tener su hija no se cumple. A diferencia de su hermano,
Simón es un bebé agradable, calmo, que come normalmente. Las
dificultades aparecen en el momento de la marcha; se vuelve desobe-
diente, dice la madre. Nos inclinamos a creer que ella misma, que fue
una niña sumisa, se vuelve intolerante ante las manifestaciones de
autonomía de su hijo, y se siente desbordada por ellas. Se produce en
Simón una regresión del lenguaje; sus hábitos higiénicos son inestables;
se vuelve cada vez más agresivo y sus padres consideran que su
hermano Paul ejerce una mala inf1uencia sobre él.
La primera vez que lo recibimos no tolera bien separarse de su
madre; tiene en ese momento tres años. \luelve a emplear algunas
palabras y, tiempo después, recupera sus hábitos de higiene. Pese a su
lenguaje restringido, consigue provocar la culpabilidad de su madre
soltando juramentos.
A esa edad su hermano presentaba perturbaciones similares. Pero
74
t padres, y sobre todo el padre, niegan los trastornos de Simón. Hace
t los . años que todos los miembros de esta familia siguen una terapia.
I,, van 05cuando comenzamos el tratamiento· de Simon,
· ' de una entremsta· a
i otra estudiamos los feed-back en la espera de una eclosión del
1
J
;
¡:nguaje, pues en ese momento no pensábamos que su patología fuese
l t n severa. Este tratamiento da resultados hasta que se lo hospitaliza a
;usa de unas otitis repetitivas que han exigido una interoención
quirúrgica. Esta nueva regresión se asocia a la interrupción del
tratamiento y a los efectos agresivos que provocan las hospitalizaciones
y las enfermedades. Ahorü bien, la regresión persiste varios meses
después del restablecimiento del niño. Está muy angustiado cuando
debe separarse de su madre, cubre la pared con sus heces y vuelve a su
mutismo. Por eso demandamos entonces, aparte de la prosecución de la
psicoterapia, la admisión del niño en el centro de día.
Aprehendemos la reacción de los padres, ya muy decepcionados con
su hijo mayor, confrontados una vez más con su sensación de ser malos
padres. ¿Qué destino tendrá su deseo de que este hijo sea su objeto .
reparador?
El padre, irritado, nos pide una entrevista y en ella nos cuenta su
propia historia. Cuando era pequeño, su madre sufrió varias hospita-
lizaciones psiquiátricas. Su padre era más bien depresivo. El tuvo que
asumir, pues, un papel protector respecto de su madre y hacerse adulto
antes de tiempo. Detesta la dependencia y dedica todas sus energías a
ignorar la suerte económica de su familia.
Simón es su hijo preferido; con él se muestra permisivo. Después
de su rechazo inicial a todo tratamiento, acaba por aceptar la entrada de
Simón al centro de día y la psicoterapia. Pero seguirá desconfiado y
ambivalente respecto de este tratamiento.
Quisiéramos presentarle brevemente nuestra acción terapéutica
con este niño. El tratamiento comenzó el año pasado, en septiembre.
Durante varias semanas, y en cada una de las entrevistas, Simón pide
la presencia de su madre. Al final de cada entrevista su rostro se
ilumina y recobra su alegría. Se presenta ante mí con los dibujos hechos
en el centro de día: son unos minúsculos redondeles muy juntos. Me
los muestra, los pone sobre la mesa de trabajo. A veces se marcha sin
recogerlos; no sé si me los da intencionalmente o no.
Permanece mudo durante toda la sesión, mirando edificios en
construcción por la ventana. Transcurren varias semanas antes de que
se estableua una alianza terapéutica (no podría decir si se trata de una
transferencia). Después, Simón sale un poco de su mutismo, habla en
su jerga; aparecen juegos simbólicos. Al comienzo de cada entrevista
75
pide la "pupine": un camión que se encuentra en un despacho vecino.
"Pupine" en argot, significa "pene". °1:rante su terapia, Simón tuvo
1
76
q: ·--·.:-
·'~ ..., f.D.: Hizo una regresión porque, llegado a la fase anal,
,r. davía no había podido simbolizar el placer de la fase
t~ente; por lo tanto, no puede pasar al estadio siguiente. Lo
pue no comprendo es por qué este niño, que sufre cuando se
~para de su madre, no tiene sus sesiones en presencia de ésta.
El necesitaba la situación fusional con su madre para entrar en
terapia. Su hermano también. Usted misma dice que el hermano
tiene dificultades en la etapa del estadio anal, que es el de la
motricidad, porque la madre no tolera las pulsiones fálicas
orales de sus hijos; ahora bien, ese lobo que llora, que sufre, son
las pulsiones fálicas de Simón pero también de Paul; el lobo
puede ser igualmente una imagen de la madre, sobre la cual el
niño proyecta sus pulsiones. Simón está haciendo el análisis de
raul, de su padre y de su madre. Cuando todo PStá así intrinca-
do, no es fácil. Mientras que, si su madre está presente en sus
sesiones, llegará un día en que él mismo la pondrá en la puerta;
como todo niño que se desprende de su madre para hacer una
psicoterapia, él hará su tratamiento para él solo. ¡No hemos de
creer que en este momento está en psicoterapia! No está motiva-
do. Está sin duda en una fase donde erotiza al analista como otra
madre (u otro padre); pues, cualquiera que sea su sexo, si el niño
oercibe al analista como activo lo ve como un hombre. Si
durante la sesión espera que usted se mueva, él es pasivo
mientras usted es el padre activo. Tengo la impresión de que lo
que busca es el pene del padre. ¿De qué tamaño es el camión?
j
77 1
f
1
que te haya dicho eso; haces muy bien en mostrármelo". Usted
está entonces en relación constante con el niño.
El auto es muy importante. Ustéd habla de '1lemorragias del
frenillo", pero, ¿qué representan las idas y venidas del camión?
¿La masturbación o el coito parental? No podemos saber. ¿Se
trataba de una situación in utero, donde él no era la hembra más
que en el momento gozoso del coito con papá? Tal vez es un
niño "sí-no". Ahora, lo que triunfa en él es el sí; la regresión es
un '"sí-no, sí-no". El niño no puede avanzar. Está, como todos
los psicóticos, en un barco, por decirlo así. Como todos los niños,
por lo demás: se pasan dos horas o dos días en regresión y sólo
salen porque se los distrae. Los psicóticos permanecen en ella
porque nadie ha venido a distraerlos, ni siquiera una
enfermedad, por ejemplo, surgida en el momento preciso para
romper el círculo vicioso que comienza a instalarse. Parecería
que Simón le significó esto desde el principio cuando se acostó,
chupándose el pulgar en una oralidad fusiona!: era él-mamá,
pero también él-papá cuando jugaba a masturbarse en mamá.
Representó un coito, sea in utero, sea de la época en que él estaba
al pecho de su madre y el padre se ocupaba vagamente de su
mujer al lado de él.
78
parte de su libido es capaz de aceptar lo uretral, sin lo cual no
desparramaría sus excrementos por todas partes. Esto es lo que
hacen los niños en el momento de lo pregenital uretral o anal,
para revestirse con el olor de su trasero, para preguntar sobre el
trasero que los cuestiona. Viven en pleno amor de su trasero,
j.'-.
parque su madre odia, o ama su trasero -para el niño es igual-
cuando no son del sexo que quieren. Entonces quedan
enganchados en lo anal, porque mientras se está en lo anal se
vive en la reunión de los dos sexos. Mientras sólo se está
ocupado en los excrementos, no se está todavía en el momento
de gozar con ser penetrado o con penetrar; todavía se está en
algo que emite por abajo y que plantea, sin decirlo, el problema
del sexo y como uno tiene un trasero, no hace más que rodearse
de excrementos, de olores.
Hay una imagen que ilustra muy bien la regresión, la de la
barca en el puerto, libre de toda relación. Está amarrada por
delante, lastrada por detrás con un "cuerpo muerto", una masa
de hormigón atada a una cadena. Se d~sengancha la parte
delantera -el trabajo eón el terapeuta- y se dice: "¡Boga la
galera!" Sí, pero el cuerpo muerto retiene la barca. ¡Es preciso
"obrar con" la regresión! La vida del psicótico es eso: está
retenido en el fondo de sí mismo, en su líquido amniótico, en la
fetalidad.
Simón está retenido por el deseo de ser mujer para su
madre. Habría que saber por qué ella, siendo mujer, quería una
mujer. Usted dice que el hermano de esta mujer era violento ...
79
h
11
I!
u adres no piden nada. Ser psicoanalista es decir: "¿Qué
·ene usted ademand arme.?" s·1 d'icen que una escue1a no acepta
~
I·
ii sus P
l:. 1
; su hijo, hay que darles direcciones de otras escuelas, por
'i ejemplo. Si después vuelven y lloran: "¡Sólo quiere tomarlo un
hospital de día¡", siendo que ellos no quieren ponerlo en un
hospital, díganles: ''Tienen razón: quéjense". Esto no impide que
si el padre quiere sacar a su hijo de dificultades éste siga una
psicoterapia analítica.
Sin embargo, no veo cómo se puede tomar en tratamiento a
niños pequeños --o incluso,. en algunos casos, a niños de seis o
siete años- sin que los padres estén presentes en las sesiones
todo el tiempo que los niños los deseen. De todas formas, me
parece inhumano tomar a un niño en psicoterapia sin que sus
padres estén al corriente de ese considerable trabajo que se
cumple en su inconsciente. Se debe respetar su libertad, aun si
temporariamente toma la forma de una fobia a separarse de sus
padres. Los niños varones, cuando están más acá de la castración
edípica, aún se hallan bajo la dependencia del deseo homosexual
respecto de la madre, que también les es todavía exterior. Estos
niños, que no saben automaternarse ni autopatemarse, son
psicóticos. El niño neurótico sí sabe autornatemarse y autopater-
narse.
Sabe lo que está prohibido o no prohibido; lo que es sano o
malsano para él: no tragará matarratas por inadvertencia; no se
dejará morir de hambre si tiene comida cerca. No conozco otra
definición de la ausencia de psicosis. Las pulsiones pregenitales
están entonces al servicio de la supervivencia individual del
cuerpo y de la vida en el grupo social cuyas reglas de conducta
el niño ha integrado. Por el contrario, los psicóticos no pueden
vivir libres, unos porque ignoran de modo crónico estos princi-
pios de supervivencia y de vida en sociedad, otros porque los
olvidan por intermitencias mientras que en general parecen
conocerlos: lo que saca a un psicótico de su saber habitual es la
parte irreductible de su subjetividad. Es peligroso para sí mismo
o para los demás: ésta es la definición del psicótico. En esto
difiere de un marginal. Los marginales saben automatemarse,
pero a veces tienen códigos de conducta desconcertantes para
sus vecinos; suscitan en los otros proyecciones de peligro. Sin
embargo, tienen potencialidades creadoras que a menudo los
otros no poseen. Si su neurosis se descompensa, será más bien
del lado de la perversión; y si se toman dañinos para alguien,
80
será más bien en situaciones eróticas. Raramente son psicóticos.
por otra parte, mientras que los neuróticos se angustian, los '~I~·
'1
f,
rnarginales no lo hacen necesariamente.
En lo que concierne al niño. neurótico, queda por saber u
¡,
t
)·
~
y
además si se autoprotege, como varón, como niña, o como
cachorro; pero cuando uno sabe alimentarse, acostarse solo,
vestirse para no tener frío -aunque se ponga el suéter al
t¡ revés-, en síntesis, automaternarse, se ha entrado en una
~ neurosis edípica. Y uno sabe cómo hacer para no ser atropellado
en la calle, uno sabe relativamente conducirse en relación con la
conducta de otro, autopaternarse. Pero todavía no hay prohibi-
ción del incesto, se masturba uno sin parar, muerde al vecino ...
El niño que habla y se automaterna puede entrar en una
psicosis debido a que no admite el sexo que tiene. Este tipo de
neurosis posee aspectos psicóticos, sobre todo si se la toma por
una psicosis, si no se interroga al niño sobre lo que es: ¿varón o
niña? Si no lo sabe, entonces se trata de psicosis; hay que
interrogar el deseo de los padres que denegaron el sexo que él
tiene. Así aparece el malestar de un niño a partir de los tres años,
mientras que a los dieciocho meses parecía normal. Los dos
niños de que usted habla, Simón y su hermano, parecen haber
tenido un desarrollo normal hasta la época del aseo. El mayor
concibe el parto como una producción anal, mágica, de las
mujeres; la presencia de este "niño-caca" lo dispensa de despa-
rramar caca por todas partes. Todo depende aquí de la edad que
tiene un niño al nacer otrp.
F.D.: Sin duda, éste no quería oír algo. Para ilustrar el punto,
le contaré una breve historia acerca de las otitis. Una mujer a
quien conozco me telefonea muy alarmada, desde el campo, y
me dice que la hija de su amiga presenta desde hace media hora
una otitis con fiebre. Le digo que la niña debió de oír algo y quE
se trata probablemente de una otitis psicosomática. Esta persona
me dice que la niña estaba alegre como unas castañuelas al dejar
la casa, y que al llegar al mercado notaron su afección. Yo le
pregunto:
"¿De qué hablaba usted con su amiga?
Caroline me estaba hablando del hombre con quien segura-
mente se casará -está separada del padre de su hija, Marie- y,
81
cuando cruzamos el puente, dijo a Marie, que tiene dos años y
medio: ¡Mira! estamos cruzando el puente de tu papá y de tus
abuelos. En efecto, el padre de la pequeña Marie es de origen
italiano y este puente se llama Puente de los Italianos.
-Es eso, no hay otra cosa. Su amiga Caroline remite su hija,
Marie, a su genitor, el primer hombre del pasado para ella, así
como a sus abuelos, mientras que ella misma declara que se va a
casar con otro hombre, del que la pequeña Marie está por cierto
enamorada como una Mesalina. Ya que están cerca de París es
mejor que vuelvan; pero traten de explicar a la niña lo que
sucedió en el momento en que se declaró la otitis."
La muchacha me llama algo más tarde y me dice que la
pequeña, después que ella le explicó lo que ya había dicho, se ¡
~.
durmió como un plomo, y mientras le decía que sin duda estaba
muy triste de que su mamá y su amigo se casaran para tener un
bebé Marie le hundía las uñas en la mano. Cuando volvieron, la
otitis congestiva había desaparecido.
¿Qué significa la fiebre en este caso? Creo que se trata de
una regresión umbilical. Pues cuando pasamos bruscamente de
una temperatura a otra, en ese momento pasarnos de la vida
uterina a la vida exterior. En eso pensé frente a las fiebres de
emoción, de nerviosismo, al tener que dar un examen. Ciertas
personas que en el momento de nacer sintieron un peligro
alrededor del cordón umbilical, pueden conservar una fragilidad
y una inquietud psicológicas. Están marcadas psicológicamente
por la febrilidad emocional, aunque no parezcan alteradas;
tienen un síntoma: una fiebre emocional o, en estas personas, el
contorno de la nariz y de la boca se pone oscuro. Sería intere-
sante averiguar, en la anamnesis, si no hubo algún incidente en
el momento de ligarse el cordón, por ejemplo temor del médico
de que hubiese infección. Si nos hacemos todo un mundo de
estas fiebres emotivas, haremos de estos niños unos achacosos.
Di la clave a algunos pediatras, que me quedaron reconocidos.
Todo el mundo se alarma ante esta fiebre repentina, y no es más
que el estilo que han adoptado las emociones -una pequeña
histeria, si les parece- de esa época precocísima del cambio de
temperatura en que quienes rodeaban al recién nacido se
angustiaron. Cuando el niño se angustia, traduce "frío súbito" y
responde con "calor súbito".
Hay una infinidad de cosas corno éstas que estarnos
empezando a comprender. Por eso hay que observar a los niños
82
l!t
f.
1¡
;.,.
sanos que parecen tener rasgos psicóticos; como estos dos niños,
l\u
ll..
Simón y su hermano mayor, que, hasta entonces aparentemente lí1:
sanos, entran en trastornos del carácter a los dieciocho meses lt
Porque la madre no tolera el falismo de la edad anal. Además,
!l
¡' ,
¡[,
parece que no soporta mejor el falismo de la edad oral; en cuanto
al falismo de la edad fetal no lo tolera en absoluto, ¡ya que
Simón debía ser niña! Esta mujer es "antihombre". Pero su
"¡¡il
marido, tal como ella lo eligió, ¿es hombre o está marcado por el
I!
¡11
signo que él no sabe si entra o si sale, si eyacula o no?
11:
El niño manifiesta aquí algo que sus padres no dicen. Es el
11
analista de sus padres. Por eso no hay que separarlo de ellos
hasta el momento en que él mismo lo pida. Queda entonces por
¡¡
saber si el niño pagará por él o si sólo vendrá a ver a una buena 'ij
señora, a un estupendo señor, por erotismo. Por eso hay que
hacer pagar a los niños, pues ellos comprenden que ustedes no
están a su servicio si ellos no pagan. Es un trabajo disponerse a
oír todo lo que se dice con palabras -con gestos y también con
mímicas-, con tal que no salgamos de los límites de la escucha.
En su medio de vida, los niños juegan a cualquier cosa; si en
terapia hacen lo mismo ustedes no podrán comprender de qué
se trata. Es mejor que no jueguen y que se encuentren en una
situación de receptividad, mientras que ustedes esperan que
surja de ellos una expresión. (Recuerdan entonces al niño la
razón por la que se encuentra allí: "Has venido porque eres
desdichado; puedes dibujar''.) Esto es mejor que llenarles las
manos de juguetes -que es más fácil-, sin que ustedes
comprendan lo que hacen con ellos.
Así como el niño debe pagar por él, también su madre, si se
la atiende por su lado, debe pagar. No se puede hacer un
tratamiento gratuito. No hay sesión posible si el analista no le
dice al que no quiere pagar simbólicamente: "No lo recibo por
que usted no me paga. No quiero atenderlo". Hay que observar
entonces toda la irritación del paciente que quiere fastidiar a
todo el mundo sin conseguirlo: tiene un efecto positivo. Pienso
por ejemplo en el caso de una mujer delirante cuya analista
controlaba conmigo. Una psicótica a la que su marido internaba
todo el tiempo en el hospicio. Era una vietnamita, masoquista,
casada con un hombre de quien decían que era un verdugo con
las mujeres. Había tenido cuatro niños, al ritmo de uno cada dos
años. Clamaba contra su marido, a quien la policía citó después f'
83
usted en el juego de esta paciente, que goza haciendo prohibir
par la policía las pulsiones fálicas de su marido dirigidas sobre
ella! Esta mujer querría un marido que fuera una madre y no un tf.
hombre. Tienes que explicárselo". 1
¡
La paciente se había fijado a su terapeuta de una manera '(
ho:;.-nosexual, sin que esto se advirtiera. No pagaba, ya que la
consulta es gratuita. Pedí que pagara.
Lo interesante es que el marido se desplazó para venir a
reconocer sus errores, confesar él mismo a la terapeuta que era
un hombre muy difícil de soportar, pidiendo que su mujer fuese
ayudada gratuitamente. La analista le dijo que en el dispensario
había otros terapeutas, pero que ella, por su parte, no continua-
ría el tratamiento si la mujer no pagaba el costo de una ficha de
subterráneo. "¡El precio de una ficha de subterráneo, usted no se
da cuenta de lo que es!" Este hombre era un paranoico, muy
inteligente. "¡Un franco con veinticinco más un franco con
veinticinco, a la larga es mucho! -Pues sí, es un tratamiento".
Durante este diálogo la mujer, por su parte, se admiraba de su
marido disputando con la terapeuta; estaba encantada con Ja
situación triangular en que veía a la mujer-terapeuta; estaba
frente a una madre-señor, su marido, quien no osaba hacerle
frente. Y se marcharon del brazo; todo el equipo quedó estupe-
facto al ver a este hombre mostrarse tan tierno con su mujer. Sólo
se habían comprendido las aristas más filosas de su sadismo, sin
sospechar nunca el fondo maternante que él también tenía. Es
cierto que un hombre muy maternante tiene necesidad de ejercer
violencias sobre su mujer para penetrarla, de lo contrario es
imposible; como con su mujer juega el rol de una mamá, para
que se le atiese necesita atiesarse por todas partes. No estando
castrado a nivel uretral se halla entonces bajo el dominio conjun-
to de pulsiones anales, uretrales y genitales. Por lo demás, este
hombre y esta mujer querían mucho a sus hijos.
Es cierto que para una familia pobre el precio de una ficha
de subterráneo tiene importancia; pero lo que ellos querían era
hacer escenas. Nosotros los terapeutas no nos servimos lo
bastante de esa necesidad de violencia que tiene la gente contra
nosotros, y que haya que provocar, por algún atajo. Ahora bien,
¿cómo provocar cuando el tratamiento es gratuito? Al no hacerla
pagar, explotamos a esa gente. ¡Parecemos personas amables
pero somos unos violadores, pues tenemos un deseo que
84
querernos impone.rles! Har que d;<lrles: "Yo no pido atenderlo.
5¡ quiere que lo atienda, pagueme . .
Para una psicoterapia en hospital psiquiátrico, es indispen-
sable que traigan algo como pago. En este caso el contrato
~
I¡
,
1i
85
cuando se ha hecho un progreso, el analiz.ante querría dejamos
plantados; al mismo tiempo está apegado a nosotros y vuelve
atrás porque, a no dudarlo, transfiere sobre nosotros una parte
de lo que yo llamo "cuerpo muerto". Aquí también interviene el
análisis de la transferencia. Así, es muy peligroso tomar a un
niño en situación edípica o que se está haciendo edípico, y
superponer esta situación a aquella en la que él se encuentra a
solas con una persona; porque revive entonces lo fusional de su
madre, lo oral, lo anal que I)O debe ser revivido con nosotros; él
debe revivirlo con su madre, y a nosotros nos toca interpretar lo
que pasa, lo que la madre no liquidó de su infancia y que impide
liquidar al niño. Esto vale también para el padre, si a él le es
imputable el problema del niño.
No creo que podamos servir de sustituto edípico de los
padres antes de que el Edipo esté resuelto. Sólo podemos servir
de sutituto de madre-pecho o de madre-brazo. El niño va hacia
ustedes para que hagan algo; es preciso decirle con palabras que
él quiere que ustedes lo hagan, pero sobre todo no hacerlo. De lo
contrario, jugarían el rol de la madre que hace lo que él quiere.
Díganle: "Querrías que te mostrara con mis manos cómo armar
tu camión, como lo hace tu mamá. Pero eres lo suficientemente
listo como para servirte de tus propias manos". A veces ¡
\
86
A algunos los vemos merodear por ahí, sin entrar en su sesión. Y
otros dicen entonces: "¿Y yo, y yo? -No. Tú a las cinco y media,
Pierre era a las cinco. Su hora es hasta las cinco y media". Es
fantástico el efecto que produce sobre un niño volver a terapia al
cabo de cinco semanas y enterarse por otros de que nadie ocupó ¡,
j'
su lugar; después de haber plantado al analista que vino a ¡
;¡
esperarlo, en una institución, todas las veces que faltó. Esto hay ·¡
que analizarlo. El niño quería entrampar al analista en un juego
donde otro tomaría su lugar; a menos que él mismo haya
tomado el lugar de otro en su fratría.
¡1
··
Hay que ser muy estrictos con las reglas: el pago, el tiempo l._
lf
concedido al niño.. . La gente puede volverlos locos con la
cuestión del tiempo, hasta que se haya podido analizar lo que su I~
comportamiento significa. Esto me hace acordar del caso de una
persona que con el tiempo llegó a ser psicoanalista. Estaba en el
límite de la psicosis, en una pasividad total. Se analizó seis años
conmigo; después se marchó al extranjero, se formó en análisis y
volvió a hacer un pequeño tramo antes de empezar a trabajar. Es
muy buena analista; cuanto más próximo a la psicosis haya
estado uno en la vida, mejor analista es, pues se toleran mejor
los fantasmas de los psicóticos. La muchacha hizo su primer
tratamiento conmigo, pagado por sus padres. En esa época yo
todavía no hacía pagar a quienes, como los adolescentes, no
podían hacerlo, pero habíamos establecido el contrato siguiente:
que la mitad del tratamiento se consideraría corno adelanto de
herencia, en un papel firmado, estipulando que si antes de la
muerte del padre la suma no era reembolsada, sería deducida de
la herencia. El procedimiento pone sobre el tapete la muerte de
los padres e informa a los hermanos de ese adelanto de herencia.
No comencé el tratamiento de la adolescente hasta que el padre
aceptó la cláusula. El padre no advirtió a su escribano, pero
informó a sus otros hijos; de lo contrario se expone uno a servir
de pretexto a los hermanos, que amenazan con reclamar el
derecho a una psicoterapia paga, en la pubertad, o la suma
equivalente. Con los jóvenes de catorce años yo procedía de este
modo pero sin hacer un tratamiento regular. En cada sesión les
preguntaba: "¿Cuándo quiere usted volver?" Y demoraba cosas.
Cuando me decían: "Quisiera volver una vez por semana", yo
decía: "Pues bien, pondremos tres veces al mes". Yo frenaba,
hasta el momento en que veía que se interesaban en· el
tratamiento. En ese momento les explicaba: "Usted tendría que
87
N hay razón para que sean sus padres los que pagan su
pa~e~to. Dé el mínimo, ya que está a cargo de otra persona".
~~:que mientras no pagan, el "adelanto de herencia" les importa
un ardite, son tan sólo palabras. Después, yo cobraba de su
dinero de bolsillo. En cualquier caso, si están interesados en su
tratamiento, deben pagar. La gratuidad es muy positiva para la
escolaridad pero no para la terapia. La terapia no puede ser
¡
gratuita. ~
t·
Volviendo a la muchacha de marras, le di su primera cita a ,
88
3. SEXUALIDAD Y LIBIDO
!
L
!I
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:!
:1.1
¡~
89
estás tan vivo." Asimismo, es importantísimo que un niño pueda
reconocer, porque se le dice, que la mamá de un compañerito no
actúa como la suya. De este modo puede relativizar su creencia y
admitir que las mamás no son todas idénticas.
Pues el deseo del niño es comunicar, a raíz de algo que lo ha
puesto sobre aviso (el comportamiento de otra madre, por
ejemplo), que teme no ser como otro, cuando piensa que todo el
mundo debería ser igual. Ahora bien, los psicoanalistas somos
tal vez un tanto culpables de dejar creer que pueden existir
directivas, como si todo el mundo debiera ser educado de la
misma manera. Tengo que decirlo: en materia de prevención, no
hay normas; sólo etapas sucesivas en el desarrollo de un niño,
etapas que no hay que quemar. Las madres hacen compara-
ciones y dicen: "A tal edad hay que tener dos dientes", pero esto
no es cierto; lo importante es que un niño se comunique y
descubra lo nuevo. No hay normas del desarrollo; en la
naturaleza hay sin duda vegetales que dan flores o frutos
precoces y otros que dan frutos tardíos. Aun si el cuerpo de un
ser humano padece a veces frenazos debidos a enfermedades
ambientales contra las cuales debe vacunarse, lo importante es
que el sujeto permanezca constantemente en comunicación con
la madre: éste es el pináculo de la vida viva, que nos guía mejor
en materia de prevención.
Por eso al niño hospitalizado hay que evitarle separaciones ¡
demasiado largas de la madre. Y, si ella no puede ir, hay que l
hablarle de ella, para que él pueda gritar su sufrimiento de no i
'
verla. Cuanto más sufre un niño de un deseo no satisfecho,
mejor reconocido está ese deseo, ya que se le permite sufrir de él.
Prevenir no es evitar el sufrimiento a un niño, sino poner
palabras sobre aquello de lo que sufre y reconocer piadosamente
que sufre de ello. Querer evitarle el sufrimiento equivale a
cubrirlo con una zona de sombra que va a producir un trauma-
tismo. Si a un niño que está separado de su madre no se le habla
de ella, en su inconsciente es como si su madre no lo amara en
cuanto ser sufriente. En cambio, si le otorgamos el derecho a
sufrir en su propio interior la ausencia de su madre, le darnos la
posibilidad de aceptar que otro sufra; pues el sufrimiento se
humaniza cuando se lo comunica, cuando el otro no se desmo-
rona porque le comuniquemos el nuestro.
El sufrimiento del hambre es muy diferente. Durante la
guerra vi niños al borde de morirse de hambre y que llegaban al
hospital en grave estado ~e deshidratación. Y era extraordinario
ver el avance que hab1an hecho desde el punto de vista
relacional, pues a los tres años tenían una mirada y una expecta-
tiva de comunicarse propias de niños de siete u ocho años. Pero
si se los dejaba en el hospital sin que pudiesen ver nuevamente a
su madre, retrocedían otro tanto. A medida que se recuperaban
fisiológicamente, retrocedían con síntomas corporales; y era muy
desfavorable que hiciesen esta regresión con el personal hospita-
lario, cuando hubieran podido hacerla refugiándose en su madre
y recuperando su motricidad jÚnto a ella. Cuando se los podía
atender en forma ambulatoria o la madre los visitaba lo más a
menudo posible, este tipo de regresión que deja huellas no se
producía. Se comprendió entonces que el niño tiene necesidad del
olor, del ritmo del cuerpo de su madre, del ritmo de su palabra a
su alrededor, y no de quedar aislado en un compartimiento desde
donde la ve con sus ojos pero sin sentirla con su cuerpo.
Antes de la marcha confirmada, el niño que fue hospitaliza-
do necesita recobrar los ritmos regulares de su madre, sus
mimos. Y si no, hay que hablarle, para que ponga palabras a su
sufrimiento y no se olvide a sí mismo olvidándola. Es necesario
que haya en la realidad sufrimientos de castración: que las
pulsiones del niño sean habladas. Se trata de contemporizar, de
suerte que este sufrimiento logre consuelo de cuando en cuando,
para que el deseo continúe existiendo en cuanto tal; de lo
contrario va a cambiar de nivel, va a hipertrofiarse, transforman-
do a estos pequeñines en adultos precoces de ocho años,
enfermos de haber perdido el deseo de su edad. Por esta razón,
cuando el deseo es reprimido en parte, es menester que sea
hablado, que su existencia quede justificada por el hecho mismo
del dolor padecido.
Entonces el niño encontrará otro medio para satisfacer sus
pulsiones reprimidas, pero legitimadas en su existencia,
especialmente como medio social de expresión, puesto que se le
habrá dado la herramienta de la palabra, que es el modelo
mismo de la vida simbólica. Transferirá sobre otras personas los
medios para hacer reconocer su deseo, reconocido entonces
como válido, aunque no haya quedado satisfecho en la forma en
que él lo reclamaba antaño; pues la validez del deseo deriva de
que sea reconocido, sin ser por ello satisfecho. Esa es la base de
la educación; satisfacer la necesidad; no satisfacer el deseo, pero
reconocerlo y hablarlo. El destete es el momento en que la madre
91
dice al niño: "Se terminó. Siempre podrás recostarte contra mí
para sentir mi olor, pero mi leche no te la daré más. -¿Por qué?
-Porque ya no tengo ganas."
Al ver que esta privación no frustra a su madre, el niño está
maduro para ir a pasar algunas horas en casa de otra persona
que tiene otros niños, para soportar la separación y simbolizarla
teniendo otras relar.iones con un adulto que no es su madre.
X.: Acaba usted de hacer, señora Dolto, una apología del deseo no
satisfecho y de su fuerza creativa. Estoy de acuerdo con usted, pues si
no existieran deseos insatisfechos no existirían catedrales románicas,
por ejemplo. Lo que usted dice es cierto, desde luego, en un cuadro
nonnal. Pero ¿qué sucede cuando se pierde a los padres? ¿O cuando la
madre es psicótica o muy neurótica? En nuestra práctica chocamos ti
muy a menudo con niños en quienes la insatisfacción de las necesidades
y de los deseos ha creado perturbaciones.
tt
F.D.: Acaba de decir usted una frase que lo mezcla todo: las ¡
necesidades y los deseos. Si el niño no ha visto satisfechas sus t~
necesidades se enferma, en efecto, físicamente. Pero si la i
sociedad quiere hacer frente a sus carencias nutritivas no lo
logrará declarando que la madre se comportó mal; no es culpa
ti
i
de esta mujer sino de la educación que ella recibió. A los
psicoanalistas nos toca permitir que el niño pueda amar a una
madre que no supo criarlo, integrando la imagen de una madre
que sabrá criarlo. \ l
í
Desde 1976 sólo me ocupo, como analista, de niños aban-
\
donados. Traen a los niños demasiado tarde, cuando están \
involucionando y volviéndose psicóticos, porque precisamente \
!
la ausencia de su madre nunca les fue dicha. También aquí sólo 1
l
la palabra los ayuda a sufrir este abandono; si conocemos la
razón de éste, se la decimos; el niño sí la conoce, aun cuando a
los cuatro meses no pueda decimos con palabras lo que pasó !
entre él y su madre, entre su madre y su padre ... El ha vivido
esta separación, y su vida es fruto de lo que ha vivido. Hay que \
hablarle de lo que no ha muerto en el abandono de la relación con
esa madre (cuyo nombre felizmente casi siempre conocemos):
"Esa mamá en cuyo vientre has crecido antes de nacer y de
l
¡
!
l '
respirar, puesto que sobreviviste, es ella la que tienes en tu !
1
interior, como recuerdo; y la pondría muy orgullosa ver que
ahora has superado el duelo de esa madre real que ella fue, y a la f
\
92
\
!
!
ue no volverás a ver porque se ha perdido su dirección y ella
q
no sabe d'onde est'as tú'" .
Entonces el niño se pone a aullar de dolor ante las mater-
nantes aterradas, siendo que se había convertido en una cosa
que ni siquiera lloraba, comía mal y no dormía. Ahora bien, a
veces a partir de la primera sesión recupera el sueño; pero
después, por más que grite al llegar, no faltaría a una sesión por
nada del mundo; la prueba está en que trae la piedrita o el
pedazo de papel, el signo demandado en pago. El niño se
construye sobre su sufrimiento, que le permitimos decir y
comprender. Y se desarrolla muy bien, lo sabemos, puesto que
ahora podemos realizar el seguimiento de estos niños hasta los
ocho años.
Todo ser humano representa a sus padres, por lo tanto no
necesita de ellos sino de una tutela inteligente que satisfaga sus
necesidades. Si la madre no es lo bastante vigilante respecto de
las necesidades de su hijo, por supuesto que éste puede morir. Si
no supo comprender sus deseos y hablárselos, es una lástima;
pero es preferible que no los haya satisfecho a que haya intenta-
do satisfacerlos.
Por otra parte, haya sido abandonado o no, para que un niño
se reconozca en una identidad humana es preciso que se sepa
inscripto en un linaje donde dos personas del mismo sexo que él
lo han precedido, en el orden de las generaciones. De lo
contrario el niño es como un cachorro cuyo pedigree se conoce
pero que no está representado por personas que viven en· un
lugar real y tienen una identidad social. En las familias
legítimas, que sin embargo tienen su pedigree, si no se habla de
un abuelo -con el pretexto de que el padre está enemistado con
él, por ejemplo-, en el niño se producen trastornos, pues no
puede situarse, por falta de una perspectiva de tres personas.
Que un padre diga que su propio padre era terrible es preferible
a no hablar nunca de él a su hijo; es peor no decir nada que
hablar mal. Si habla mal de su propio padre es porque quedó
capturado en una relación negativa con su genitor; pero, para el
inconsciente, lo negativo es positivo. He aquí otro elemento para
la prevención: para el inconsciente, no hay más negativo que la
ausencia de simbolización, la ausencia de palabras, de deseo. El
amor y el odio se inscriben igualmente, en el inconsciente, como
deseo. Corresponden a lo positivo. El único verdadero negativo
para el inconsciente es la indiferencia, la no percepción.
93
Desde el momento en que un padre o una madre pueden
soportar el sufrimiento de habla:: mal de su padre o de su madre
-lo que hasta entonces se habían prohibido hacer-, el niño, al
que el terapeuta quizá no haya visto siquiera, comienza a andar
mejor. Como ustedes saben, a los tres años el niño debe conocer
su sexo; de los tres a los cinco años está en el Edipo, que se
resuelve de los cinco a los siete años. Para hacerse edípico tiene
que ser situado en un linaje, y para resolver su Edipo es preciso
que se represente que su propio padre tuvo un padre, y su
madre una madre. En cuanto a la niña, su padre tiene que poder ..
hablar de su propia madre aunque ésta lo haya abandonado; de l
!'
lo contrario, a los ojos de su hija es como si el padre hubiese
nacido por generación espontánea; ella misma no puede sentirse
humanizada, ya que ningún lazo social existe para ella aguas
arriba, lazo del que sea posible hablar, bien o mal.
X.: Ciertas madres eligen ahora tener un hijo solas y vivir sin
hombre. La ley les concede el derecho de transmitir su apellido. ¿Esta
situación traerá un cambio en el enfoque terapéutico de los niños del
mañana?
l
Cada cual tiene un padre genitor. Y un hombre y una mujer
1
podrán hacer todos los ejercicios que quieran, pero el que
considera que tiene que nacer es el niño. Por nuestra parte, l
nosotros estamos al servicio de esa vida que prosigue y sufre. La \
ayuda terapéutica a la que usted se refiere es, en realidad,
educación. Pues, como usted sabe, la psicoterapia comienza por \
la mañana, si uno vive solo, cuando le hablamos al vendedor de
diarios: se trata del intercambio con el otro. La cura analítica
sirvió para establecer métodos terapéuticos, pero sólo ella
1
permite a un niño de tres años revivir su vida fetal. Cuando el
94
'\ l
t
niño ha revivido la castración del nacimiento y después la del
destete, ya no necesita del análisis; las castraciones del compor-
:~.
tamiento podrá vivirlas con los educadores.
Los analistas, en cambio, están al servicio del sujeto, para
.-.¡,
que saque frutos de un pasado muerto; pues si nada de éste se
fonnula, continuará llevando sus frutos mortíferos en todos los
períodos ulteriores de la vida. .
Respondiendo a la pregunta, no creo que la psicoterapia
vaya a cambiar, pero es evidente que las madres cambian.
En la Casa Verde, las madres solteras suelen confesar que no
saben qué decir a .su hijo respecto del padre. Les preguntamos
qué pasó y cuentan cosas corrientes; una dice que vivió cuatro
años con el padre del niño, quien se fue a vivir con otra mujer. El
niño da vueltas a nuestro alrededor. Yo le digo:
"Ya ves, tu madre está diciendo que tú le haces preguntas
sobre tu padre y que ella no sabe qué responderte. Es muy
simple, tu padre se quedó cuatro años con tu madre, antes de
que fueras concebido [al niño hay que decirle las palabras exactas] y
de que eligieras nacer.
-¿Cómo se llamaba?, pregunta el niño refiriéndose a su .
padre.
-No puedo decírtelo, responde la madre.
-¿Qué, ya no lo sabes?"
La madre ríe. Yo pregunto:
"¿Lo sabe usted, señora?
-Sí.
-¿Y por qué no quiere decírselo?
-Me molesta.
-Ya ves, no vamos a forzarla, ella quiere guardarse su
secreto. Lo quiere tanto que es un pequeño nombre nada más
que para ella."
El niño, atónito, mira a su madre que quiere el nombre de su
papá ... A los quince días, o después, ella se lo dirá. Pero se han
soltado a hablar. Ella vuelve una vez más: "¿Sabe? He recupera-
do a mi nene. Es amable de nuevo y como de pasada me habla
de su padre, sin mirarme demasiado".
Es tan simple como el huevo de Cristóbal Colón; hay que
decir la verdad simple, pero la gente no se da cuenta.
Un día vemos llegar a un encantador niño mestizo, acom-
pañado por su madre, una mujer bellísima, de raza blanca. Digo
a la mujer:
95
"¡Qué mestizo tan hermoso tiene usted!
-¡Esa palabra no hay que pronunciarla!
-¿Por qué? ¿Le da miedo esa palabra?
-Esa palabra no es buena.
-¿Pero qué palabra querría decir?
-El no sabe que es mestizo.
-Ah, bueno ... "
El niño se acerca entonces a nosotras; inconscientemente
había seguido la conversación de su madre. Yo le digo:
"Estábamos hablando de ti. ¡Qué bello eres!
-¿Sabes?, dice a su madre, los otros me preguntan por qué
soy moreno.
-Espero que sabrás responder, dice la madre.
-Sí. Dije lo que me habías dicho."
La madre se queda en silencio; yo espero.
"Dije que me llevaste a la montaña, que me puse moreno y
que no perdí el color."
Se va y luego vuelve.
"¿Pero por qué me llaman 'negro' "? [sus cabellos eran cres-
pos].
-¡Porque son unos maleducados!", responde la madre.
El niño se va a jugar. Digo a esta mujer:
"Usted acaba de contarme que amó mucho a su padre, con
quien vivió seis años, y le dice a su hijo: 'No necesitas de tu
padre, tienes a tus tíos y a tu abuelo maternos' ... "
De acuerdo con lo que ella pretendía, este niño no conocía a
su padre, aun cuando pasaba diez días con él dos veces al año,
cuando este hombre venía a Europa. Era un ciudadano impor-
tante en su país; tenía cuatro mujeres, razón por la cual no
quería que su mujer francesa, a la que amaba, fuera a vivir a
Africa. Habían preparado juntos la licenciatura, se querían
mucho; el hombre amaba a la familia de esta mujer, y ella no
tenía en su vida más hombre que él.
"¿Por qué no le dice que es su padre?
-Porque irá a contarlo.
-¿Pero su familia lo acepta?
-Es un hombre extraordinario."
Y vuelve a cantar loas a este hombre al que arna.
"Estoy convencida de eso. ¿Por qué no se lo dice a su hijo?
-Está en una situación tan extraña ...
-¡No más que usted!
96
-Es cierto."
Las cosas se arreglaron; el niño comenzó a esperar a su
padre: "Vendrá a buscarme a la escuela", deóa. ¿Por qué razón
este niño que no llevaba el apellido de su padre debía ignorar
que era el fruto de los amores de su madre con un hombre
negro, que era un padre real, un padre afectivo y un padre
simbólico?
Eso es la prevención: hablar con palabras justas. Sólo vi a
esta mujer una vez más, pues en la Casa Verde, donde el equipo
de acogida está presente sólo una vez por semana, puede
suceder que no volvamos a ver a la gente. Y está bien, porque ;,. - ~:
.,
ellos tienen la Casa y el personal a su servicio, están en su casa.
En la Casa Verde hablamos con las madres y las ayudamos a
hablar con sus hijos, eso es todo. Una vez que estas madres
~
¡¡
97
caso habrá habido que luchar para salir adelante y la lucha es
estructurante.
Aquí tiene una respuesta a su pregunta sobre las madres
solas. ff
'•
X.: Vuelvo a mi pregunta precedente: usted parece decir que un
deseo no satisfecho es preferible a un deseo satisfecho ...
i
'
F.D.: Yo no he dicho que la no satisfacción sea preferible.
¿Para quién, además? ¿En términos absolutos?
Los deseos de todo sujeto buscan satisfacerse, y se satisfarán
de una u otra manera, los satisfagamos o no nosotros, los demás .
.Conozco a alguien que sobrevivió a los campos de concen-
tración. Este hombre sobrevivió contando todas las mañanas,
durante el pase de lista, que duraba dos horas, el menú de una
comida formidable. Los prisioneros que lo rodeaban vivían de lo
que él les contaba. "Debía cuidar de no repetir con demasiada
frecuencia una salsa determinada, de lo contrario refunfuñaban,
diciendo que eso ya io habíamos tenido ayer y que necesitaban
platos variados." El porcentaje de supervivencia en su grupo era
más elevado, pues aunque la necesidad llevara a esta gente a la r
í
muerte, su deseo estaba sostenido por la palabra que mantenía
entre ellos el único lazo social que les quedaba, esa gran
¡
civilización de la cocina, gracias a este expositor de menús que ¡
¡
l
pero el deseo de la cocina se satisface con la palabra y con el
placer compartido con otros. Cuando la necesidad no se satisface
~·
pcdemos morir; pero uno puede pasarse la vida comiendo mal,
movido por el sabor que la palabra inventa y que ella permite
compartir con el otro.
Sólo el deseo humaniza nuestros sufrimientos y nuestros 1
it"
placeres, pues un placer no dicho no es perfectible. La ll f
1
perfectibilidad, en efecto, nace para cada uno del encuentro con \
el otro y de compartir con él los matices del decir, a los que cada
cual aporta los suyos.
• ••
X.: En un contexto médico hospitalario, ¿cómo decir a un niño que
va a morir, cuando manifiesta su deseo de saberlo?
99
1
!1
r
1l
1
-Le daría demasiada pena.
íj
-Si murieras de veras, de todos modos ella sentiría pena.
i
1 ¿Qué querrías que le dijera en ese momento?"
l Si tenemos miedo de morir es por angustia de culpabilidad;
~
}
en cambio la muerte ejerce una atracción, la de saber qué hay
1' después de ella. La pulsión epistémica es un fenómeno
importantísimo en el ser humano. Todos los niños preguntan
dónde estaban antes de nacer. ¿Qué quiere usted responderles?
"Sabes de ello tanto como yo. ¿Qué piensas tú?
-¿Y dónde estaré después de mi muerte?
-Lo sabrás más pronto que yo, si mueres antes que yo.
Nadie lo sabe.
-Sin embargo hay gente que dice ... ¡
-Sí, todo el mundo puede decir. Pero tú, ¿qué dirías?" }
¡
Si tiene ocasión de ir a París, vaya a ver a Ginette Raimbault, '
que es una psicoanalista especialista en niños con enfermedades
que todavía no sabemos curar. Ella escribió al respecto y su
experiencia es cotidiana; la mía es sólo indirecta.
Cuando estos niños afectados por enfermedades que
empeoran por etapas exdaman, en un momento de tregua: "Qué
11
lindo es vivir'', hay que responderles: Pues sí, aprovecha, ya
que en este momento te sientes bien."
Piensen además que un niño con el que hayamos podido
hablar ayudará mucho más a sus padres.
"No hay que decírselo a mamá.
-Yo no se lo diré, pero quizá tú podrías llegar a decirle lo
que sientes.
-Oh, no, no quiero causarle pena.
-No es posible vivir sin causar pena a nuestra madre. El día
en que naciste ella estaba muy contenta y, sin embargo, en ese
momento, parir le dolía mucho. Todas las madres están
contentas de la pena que les causan sus hijos, de lo contrario no
sabrían lo que es la alegría."
La culpabilidad de morir tiene su raíz en que se culpabilizó
al niño cuando se lastimaba. En la calle, por ejemplo, si un niño
estuvo a punto de que io atropellara un coche -y puede ser
culpa del automovilista-, su madre le dará una paliza porque
es ella la que está ansiosa. Por suerte los niños tienen filosofía ...
Se les inculca que son culpables de poner su cuerpo en peligro
de muerte, o de correr el riesgo de lastimarse; pero esto no ·está
ni bíen ni mal; es doloroso o triste, nada más. Si está mal", no es
11
100
parque "me hace mal". A los niños les es difícil no confundir
estas escalas de valor, sobre todo cuando las confundimos
nosotros mismos.
X.: ¿Piensa usted que el deseo de una madre de tener un hijo varón
se debe a que una hija seria su propia réplica como mujer?
F.O.: Aquí nos hallamos ante la ambigüedad del término
"desear". El objeto de un deseo consciente puede ser tanto una
heladera, un yate como un niño nacido en el momento oportuno,
cuando el presupuesto lo permite; éste no es el deseo
inconsciente. El deseo inconsciente de una mujer es, en efecto,
tener un hijo varón; de lo contrario se desearía a sí misma.
Desearse a sí mismo es, en el último extremo, el suicidio, ya sea
que se desee positiva o negativamente. Narciso se deseó y se
ahogó. Sólo porque uno se odia o se ama no puede vivir más.
Uno se da muerte para ser feliz; porque está harto de vivir con
eso, con ese cuerpo. Ya no queremos esta -manifestación de vida
que él representa. Lo comprendemos escuchando a aquellos a
quienes se les impidió matar5e: sufren por la pena que habrían
causado a los otros al desaparecer. Ellos no viven por placer, sino
por un motivo negativo. Otros esperan un goce de la muerte,
quieren sentir un placer, esperan una liberación. Es lo que
podemos llamar lo positivo en el deseo de la propia muerte para
un sujeto. Es visible la diferencia entre el que se droga y el que se
mata de un disparo. Para el drogado se trata de gozar, más allá
de la vida del organismo y de sus posibilidades; no quiere ser
atendido ni curarse, sólo gozar.
Para una mujer, desear conscientemente una hija es querer
reproducir el comportamiento que su propia madre tuvo a su
respecto. Desear un varón es desear lo nuevo, pues una mujer
sólo tiene con su padre un lazo indirecto, a través de su madre.
Tener una relación de cuerpo con un varón es una sensación
nueva, y por lo tanto deseante. Pues la necesidad es repetitiva y
el deseo es deseo de lo nuevo. El deseo se abre a lo desconocido,
1 -es sorpresa y riesgo. Por eso una mujer corre el riesgo de desear
un hijo varón mientras que, inconscientemente, con su hija
mujer no arriesga nada; además, el hijo varón puede debilitar a
la pareja y excluir al padre, si la madre se aferra demasiado al
deseo, a la libido del niño, que es tanto más poderosa si éste
tiene una edad en que no puede pensar más que en su madre, si
101
dido ninguno de sus peones en las castraciones
aún ~o ha_t:~ 0 se debe el que una madre dé más difícilmente a
su~ivas.rón la castración de su deseo por ella.
su hí)O va
• • •
X.: ¿Qué podemos hacer frente a un niño que ya no tiene a sus
padres y cuyo comportamiento, especialmente co_n su madre adoptiva,
es inaceptable?: lo rompe todo, desparrama caca por todas partes.
102
excrementos es porque no tiene nada más interesante con que
jugar, nadie con quien intercambiar placeres sutiles. Si se le
impide jugar con lo que sea, incluso con st¡s cubos, a fuerza de
''·No toques, no toques!", finalmente no le queda otra cosa que
Jo;;f
s~ cuerpo. Se le ha negado hasta la necesidad de tocar los objetos
b.~·
~:·;t¡
que lo rodean, para explorarlos. La encopresis es un fenómeno
:1
secundario que aparece tras meses de privación de objetos que ~ R·•..
representen un interés táctil y una posibilidad de intercambio de
placer. Es un comportamiento enteramente obsesivo. Corno las 1
pulsiones anales de los obsesivos están constantemente
prohibidas, no les queda más que su cuerpo y algunos objetos de
su ambiente, que ellos reordenan constantemente. Es un placer
I;
para uno solo, sin intercambio con el otro. Ellos han interioriza- 1"'
do una madre "rabiosa" que lo hace desaparecer todo. No entran ~
103
t'
104
humano y para él todo debe pasar por la palabra. La incontinen-
cia esfinteriana de los seres humanos es ya un lenguaje. Para el
niño es una manera de decir: "Me falta un saber simbólico para
hacerme humano", al mismo tiempo que una reivindicación de
orden sexual de un nivel arcaico, regresión a una época en que
no era conflictivo ser el objeto de los cuidados de la madre.
• • •
X.: En La sexualidad femenina, usted dice que la madre es
"matriz viviente que sabe cómo, por quién y para quién esa vida que
ella contiene posee un sentido. Este sentido que ella no puede expresar,
el niño que en ella se desarrolla lo manifiesta. Un niño es una vida, y
una vida encarnada es una palabra desconocida, verdadera, viviente,
envuelta en carne".
Para comprender los problemas ligados al cumplimiento de esta
vocación, como la esterilidad o la repulsa del embarazo, ¿existen para ·
usted referentes en la ·Vida de la mujer? ¿Referentes que nos
permitirían evaluar los proyectos que se nos demanda caucionar, ya sea
la adopción o el aborto, que nos ayudarían a reconocer los puntos
fuertes de las lagunas del deseo de una mujer?
105
animal; es la necesidad de un cuerpo sin relación afectiva con el ~
otro. Por el contrario, la relación psíquica entre dos seres posee
la intensidad de una conversación amorosa. En los seres
humanos, como en los mamíferos, existe una sexualidad en
estado bruto; pero en los humanos se encuentra en las pulsiones,
que siempre son retomadas por la libido. Puede suceder que
haya retomo a una sexualidad sin libido; pero no podría haber
libido sin sexualidad. Así pues, la soledad puede ser una trampa
donde el sujeto se ve apresado por una frustración que llega
hasta hacerle odiar su cuerpo.
106
•
'
'
pulsiones orales y anales, pero no las vio más que como fantas-
mas. El niño pequeño no se siente fragmentado por sus fan-
tasmas; se construye por ellos. Es la madre la que está fragmen-
tada para él, o la que es fragmentante, como también puede
serlo otro niño que lo empuja y lo hace caer al suelo. Entonces
vemos cuán difícil le resulta rearmarse. La madre puede
reunificarlo cuando él está así, como un rompecabezas desar-
mado.
No es por cierto el deseo del Otro el que lo fragmenta, ya
que es precisamente en este deseo donde él busca afirmarse,
encontrar su unidad; se trata sólo de la manera en que el Otro va
a responderle; la que puede fragmentarlo es por ejemplo la
experiencia de la satisfacción del Otro, pero no la suya propia.
Por eso es importante reconocer como legítimo el deseo que
expresa un niño, incluso cuando no se lo puede satisfacer o es
irrealizable, pues el deseo es el signo de la unidad del sujeto.
Usted intenta juzgar acerca del deseo de una mujer a través
de los fantasmas que sus palabras le hacen llegar, pero éstos no
son fantasmas auténticos, inconscientes; son fantasmas cons-
cientes puesto que ella puede decirlos, o mejor dicho precons-
cientes, pues se hacen conscientes a medida que esta mujer habla
de ellos; no difieren de los fantasmas de tipo masturbatorio que
se le aparecen a la gente cuando está sola. Totalmente diferente
es la relación de intercambio creativo entre dos interlocutores en
ciertos encuentros auténticos de lenguaje, que hacen nacer ideas
nuevas que ninguno de los dos habría formulado por sí solo. Lo
mismo sucede en la fecundidad genital de una pareja que desea
un hijo. El fantasma es siempre del pasado; lo actual es la vida;
vida en palabras, en sentimientos, en afectos: éstos dejan un
recuerdo, que pasa a ser un fantasma; pero nadie puede determi-
nar con qué deseo y qué fantasmas fue concebido un niño si la
madre misma no analiza sus propios sueños. Ignoramos sobre
qué represión de deseo quedó desde pequeña. Por eso he escrito
que la madre sabe para quién, por quién, con quién la vida que
ella lleva en su seno tiene un sentido, sentido que ella no puede
expresar. Cuando se dice: ''Tengo hambre, comería cualquier
cosa", poco le importa al cuerpo que sea esto o aquello; pero
cuando se concibe un hijo es el deseo el que fructifica una
relación que no ha dicho su nombre; deseo que quizás ha
permanecido en el estado de deseo infantil de tener un hijo de
otro. Pues el deseo de tener un hijo existe tanto en el niño como
107
en la niña, desde su propia concepción; sin lo cual ellos mismos
no habrían nacido.
Pero a esta altura de nuestro diálogo me pregunto si se trata
de formación psicoanalítica o de información sobre el
psicoanálisis. Pues yo puedo informarlos sobre la teoría
psicoanalítica, no puedo formarlos en el análisis. Fundamental-
mente, la información no sirve para nada; en cualquier caso, no
para comprender los efectos de los actos de los que ella habla. La
información no da más que... informaciones. No hay aconte-
cimiento en sí para el inconsciente. Lo que importa es la manera
en que un sujeto se construye un lenguaje a partir de un aconte-
cimiento, no el acontecimiento mismo. La formación psico-
analítica cada cual la adquiere solo en el esfuerzo de un trabajo,
gracias a la cura; · es decir, gracias a la transferencia sobre el
psicoanalista, que sostiene al paciente en su orden regresivo,
entre cuatro paredes; el analista, por su parte, no hace regresión,
no responde al deseo y deja al analizante servirse de las proyec-
ciones que hace sobre su persona para reactualizar imaginaria- \
'~
mente el pasado reprimido. Pero este imaginario no sirve para
nada si el propio analizante no lo simboliza en las palabras que
le permitan decir tal o cual relación, sufriente por no haber sido
simbolizada.
Ahora bien, la simbolización de una relación de pareja es un
hito, y no solamente la palabra. Es la palabra que se encama en
un hijo vivo, palabra genitora de la libido que en el deseo -en el
amor, a veces- de dos seres cómplices se abre a las potenciali-
dades libidinales de un tercero. No se trata en absoluto del nivel
de la sexualidad, que es sólo necesidad de hijos. Como se dice de
una mujer, en el campo: El doctor dice 'tiene que coger' ".
11
108
interesa no es el fruto de sus pulsiones pasivas sino la comuni-
cación de sus ideas y afectos. Para lograrla, debe entrar en un
código. En cuanto a este código, diremos groseramente que si él
quiere apropiárselo es por "celos", cuando ve a la madre
comunicarse con el padre, siendo tal para cual para comunicarse con
alguien. Y el niño quiere "ser tal para cual" para dar frutos de
comunicación. Quiere hacer pareja. Con este juego de palabras
quiero hacerles comprender- qué es el acoplamiento fecundo. La
fecundidad es una situación triangular. Decir palabras que van a
ser comprendidas: ahí está la fertilidad de las pulsiones orales
pasivas y activas que, al cruzarse, producen el deseo de hablar y
de ser comprendido. ¿Pero por quién? No es un deseo del
cuerpo solamente, es el deseo de tener una relación. Por eso el
mutismo de un niño, a la edad en que su sistema sensorial le
permite discriminar los sonidos, es una esterilidad. Es indispen-
sable, pues, respetar este síntoma si queremos que el psicoanálisis
de este niño sea posible, sin hacerle remedar sonidos que harán ·
creer a los otros que él habla mientras que se lo reforzará más
aun en su mutismo si no habla de verdad. Ahora bien, el hablar de
verdad es el de todos los niños, el primer día, desde que nacen, a
través de sus expresiones. Si su expresión no es exacta ellos se
dan cuenta, porque no es comprendida, y sufren por ello. Está
muy bien sufrir por no ser comprendidos, si la madre reconoce
que sufren y se lo dice; que no es lo mismo que tratar de com-
prenderlos.
Usted me pregunta: "'¿Cómo comprender a una madre?",
pero la que tiene que comprenderse es ella misma. Si usted
quiere comprender en qué etapa de su historia libidinal aparece
una mujer encinta, pregúntese por qué desea ella un hijo, tiene
usted derecho. Por mi parte, no me preocupa comprender esto
sino más bien saber si ella es capaz de asumir la responsabilidad
de este hijo. Los seres humanos desplazan a la expresión lo que
no los satisface en el plano de la necesidad. ¿Cómo decir que una
mujer asumirá llevar un hijo de la necesidad? Nadie puede
determinar dónde se ubica un niño en el deseo de su madre,
porque el sujeto que se encama en un ser humano dice cosas
fantásticas a la madre que lo lleva y al padre que ama a esta
mujer. Son tres desde el momento del coito fecundo, y son tres
todos los días de la vida.
El psicoanálisis no interpreta los sueños como lo hacen los
onirománticos. El sueño, en la transferencia, no concierne más
109
r
que al psicoanalista y al analiz.ante. Por eso los psicoanalistas
piden a sus pacientes que no cuenten sus sueños a cualquiera, al
menos antes de hablar de ellos en la sesión; por mi parte, yo
pido que no se hable del propio psicoanálisis con nadie. El
verdadero psicoanalista es el analiz.ante; es él quien se convierte
en su propio analista, ayudado por un psicoanalista de oficio al
que paga para eso, según un contrato; fuera del psicoanálisis,
hay que vivir plenamente en la realidad.
En apariencia, la cura psicoanalítica de un esquizofrénico lo
vuelve, a causa de la transferencia, cada vez más loco. En sesión,
entre las cuatro paredes, él revive las pulsiones anales no
castradas de la época en que tenía dos años; pulsiones cuya
sublimación ha de tener el efecto de no dañar su propio cuerpo
ni dañar a otro, ni destruir sus objetos. Todo se vive en la
transferencia: el decir con palabras no es un acto, es la expresión
de un fantasma. El análisis permite comprender al sujeto que,
cuando habla a su analista y éste lo oye en la transferencia, a
quien se dirige es a la persona que lo frustraba cuando era
pequeño; persona por la que no se sentía comprendido y que no
reconocía su deseo. Pero ésta no hacía mal en no comprender al
niño, como tampoco el analista no hace mal en no comprenderlo,
ya que su oficio no es comprender sino permitir comprenderse al
analizante, expresándose libremente.
Y mientras que este niño esquizofrénico está ahora comple-
tamente adaptado a la escuela, en cuanto llega a sesión se
revuelca por el suelo y babea, hasta el día en que, por ejemplo, al
verlo medio ahogado, nos enteramos de que estuvo a punto de
morir estrangulado por el cordón. Y si no hubiera podido
librarse de esta impresión traumática en análisis puede que
hubiese tenido, quince años después, el impulso de estrangular a
cualquiera, sin saber por qué; un impulso loco, al margen de su
psicología; resurgimiento de pulsiones intensas que fructifi-
caron. Pues si un niño así sufrió la estrangulación mortífera del
cordón umbilical con cada puja que hacía por nacer, en el
momento en que va a soltar a su analista -en las últimas
sesiones-, revivirá esa sensación primera, ese momento en que,
para vivir, corrió el riesgo de morir. Esto es horriblemente
angustiante y es lo que él revive en el consultorio; pero cuanto
más se estrangule diciendo: "¡Es culpa suya, ya lo ve!", mejor
podrá decir: "Usted me hace vivir, puesto que me amenaz.a de
muerte". Aquí es cuando podemos preguntarle: "¿En qué le hace
110
pensar esa sensación de ser estrangulado? -Es como si usted
~- lf
1
me pasara una cuerda. .. -¿No habría sentido usted una
amenaza de muerte en el momento de nacer? ¿Fue usted
reanimado?" Algunos retornan así al momento de su nacimien-
to; interrogan a su madre o al médico de la familia. A menudo
los padres han olvidado el suceso; a veces la madre no supo de
él. Mediante la hipótesis que propone, el analista pone en
palabras la angustia reencontrada por el paciente, lo libera del
peso de ese no dicho referido a ese primer peligro vivido, que
fue casi tan grande como su necesidad de respirar y su deseo de 1.
amar. Pues no hablar al niño es no reconocerlo como humano. !,
Entonces queda desarraigado de sí mismo. Después, es como si
cada vez que tiene la necesidad imperiosa de afirmarse debiera
afrontar un peligro de muerte: "Corres el riesgo de morir, y, si
sobrevives, es gracias a alguien, no a ti; tú no eres el sujeto de tu
historia, eres el objeto de los otros". Es como si el acontecimiento
original hubiera sentado jurisprudencia y luego hubiese consti-
tuido ley.
En alguno de estos niños pudo producirse, por ejemplo, una
ligera anoxia de ciertas células; deficiencia superada, reparada
lentamente por el cuerpo de la necesidad, puesto que sobrevivió;
pero el sujeto del deseo, ¿qué reclamaba? Quería encontrar la
vida y, para lograrlo, encontrar la estrangulación. La posibilidad
de simbolizar lo hizo sobrevivir en lo imaginario. Si la
simbolización es imposible, este acontecimiento fructificará en el
encuentro significante con un animal, por ejemplo. Ciertos niños
que estrangulan a los animales lo hacen por sadismo (el de las
pulsiones anales). Conocí chiquillos estranguladores de
animales, y Dios sabe cuánto nos desconciertan al no saber cómo
actuar con ellos. Gozaban de excelente salud y tenían una fuerza
pulsional anal fantástica. No es al animal al que querían dañar l"
estrangulándolo sino, por transferencia, a la granjera a quien
detestaban, por ejemplo, porque representaba para ellos el
sustituto de la madre que los había abandonado. Se trata, como
siempre, de una transferencia de transferencia. Otros lo hacían
porque no querían al recién nacido, otros aun a causa de un
aborto del que no se les había hablado; pues si hubiesen sabido,
no habrían estrangulado a las crías; ahora bien, lo hacían con un '!-1
111
tal como el sujeto la vive, hay estratos diferentes. Ahora bien, la
repetición de lo que se jugó en tal o cual nivel de la libido es
sagrada para el sujeto porque fructificó en vida. Este "fructi-
ficar" no es ni bueno ni malo. Lo que fructifica designa
únicamente aquello sin lo cual el sujeto no habría podido vivir
como ser deseante. Hasta el peligro de muerte fructifica, si le
permite resistir y sobrevivir.
Si un hombre estrangula a otro, la jus,ticia intervendrá sin
duda y lo pondrá a la sombra, pues es peligroso; pero él mismo
no sabe por qué ha hecho ·eso; sólo sabe que obedeció a una
vitalidad sagrada en él, que no fue habituado a refrenar en su
primera infancia. "Cada vez que algo me hace vivir como lo hizo
mi madre, tengo que vivir el estrangulamiento de muerte gracias
al cual me salvé." Pues poder pasar a una actitud agresiva hacia
otro, aun si lo convierte a uno en un delincuente, es salvarse.
¿Pero en nombre de qué podríamos juzgarlo como alguien que
ha querido hacer un daño? Puede que sea el caso, puede que no.
'
L
112
salf?" Todavía tenía el fantasma de penetrar a su madre, del que 1
aún no había sido castrado por el padre; así pues, él mismo era
el padre en análisis. Este no le había dado la clave de su 1:
nacimiento, limitándose a explicarle que los cachorros nacen de
las perras; como si su mujer fuera una perra. Claro que este niño,
a la edad que tenía, quería saber más. Del "no es delicado"
acabamos en la olfacción, después en el gusto, que le servía para
representar lo prohibido; tenía fobia a ser envenenado y su
madre debía probar todos sus platos. Este niño no tenía derecho
a su propio sentido del gusto, pues el gusto se había hecho
incestuoso a causa de su padre, que lo mantenía en un estado
animal.
Respondiendo a su pregunta, no veo para qué puede servir
conocer los pensamientos de una mujer que desea un hijo.
Antes de tomarla en análisis no sabemos por qué razones
una mujer bebe; si, por ejemplo, de ese modo se identifica con su
madre. No se trata de impedirle beber, sino de obrar para que no
desee hacerlo; para que admita que debe vivir por ella misma
sin parecerse a sus padres, honrándolos, no amándolos. Amar
implica "identificarse con", en algo; y a los seres humanos les
cuesta aceptar que no hay que amar tanto a sus padres como
honrarlos, lo cual a veces es incluso lo contrario del amor.
Ustedes conocen la diferencia que hay en inglés entre to lave y to
like, pero "like" significa igualmente "como". Ser "como" aquel a
quien se ama puede ser esterilizante. Ser alcohólica puede
significar para una mujer permanecer fiel a su madre destilando
la muerte a su feto gota a gota; ella no se da cuenta de que su
propia madre se comportó de la misma manera con ella,
intoxicándola cuando ella era tan sólo un feto y dándose así una
muerte dulce. En otro tiempo había en los cafés un cartel muy
conocido: "¡EL ALCOHOL MATA! ¡PERO EL LEGIONARIO NO
TEME A LA MUERTE!" De la misma manera, la mujer en
situación de desamparo bebe para desvivir. No puede vivir a
través de su libido actual, pues se halla sin respuesta ante la
realidad. Para "obrar con", frente a sus cargas, toma el consuelo
del biberón que la acerca, en el interior de ella misma, al amor
narcisista de su madre, haciendo sin saberlo una regresión arcaica
homosexual. Todo lo que es alcoholismo, toxicomanía, pertenece
al orden de la homosexualidad-sin-saberlo; no con alguien, sino
de una manera narcisista. Pero saber esto no le sirve de nada al
sujeto fuera del trabajo transferencia! con un analista.
113
¡¡
Me es difícil determinar con ustedes estos elementos. Sólo
quisiera subrayar que ser psicoanalista no es una función supe-
rior, sino que se trata de otra cosa. Por eso, su trabajo de
educadores, háganlo en cuanto tales. No todo el mundo está
hecho para ser analista, la prueba está en que muchos de los que ¡
practican lo que llaman "terapias analíticas" no son en absoluto l
;.
analistas. Son terapeutas esclarecidos por el psicoanálisis, no
analistas. Además es peligroso para el paciente que un terapeuta
mezcle el análisis con la moral. Pues la dinámica del deseo no
tiene nada que hacer con la moral, ya que el inconsciente ignora
la oposición del Bien y el Mal. Hay solamente dinámica o
ausencia de dinámica, fecundidad o esterilidad, pero de ninguna
manera "Bien" o "Mal". El Bien o el Mal atañen a la vida en
sociedad, que no sería posible si no nos respetáramos los unos a
los otros. No es casual que en la Biblia Caín sea el fundador de
las ciudades. Sólo porque pagó muy cara la transgresión al tabú
del asesinato, por el drama humano de la pérdida de su
hermano-amigo, pudo ser nombrado por Dios fundador de lo
que organiza la convivencia. La convivencia puede ser también,
desde luego, la de un pequeño grupo contra el gr..ipo malo al
que hay que matar; nuestra civilización conoce cada vez más
estos enfrentamientos entre grupos; es el caso de los que quisie-
ran constituir una nación única y se encuentran con la traba de
los obstáculos lingüísticos. Algo de esto saben en Quebec; pues
el lenguaje es sexualidad, es un fruto incestuoso. Sin duda,
aceptamos ser incestuosos con los nuestros, pero no con los que
son incestuosos de otra manera que nosotros, en otra lengua.
No les he echado toda esta perorata sino para mostrarles que
la libido y la sexualidad son completamente diferentes. En cuanto
a saber, extralúcidos, cómo se conducirá una mujer con su hijo,
no lo podemos decir: el niño, que tiene algo que decir, lo
cambiará todo. Y como ser deseante es tan poderoso al nacer
como a los treinta años; sólo sus medios evolucionan. ¡Un niño
cambia extrañamente a una mujer! Tuve en análisis a una mujer
que, según afirmaba, nunca quedaría encinta y no volvería a
acostarse con un hombre. Había hecho la experiencia: "Los
hombres creen que todo les está permitido, decía; cuando se han
acostado con una mujer imaginan ser sus dueños. ¡Por el placer
que da él, un hombre! ¡Una mujer da otro tanto! Un objeto
penetrante, con una mujer que nos quiere, es mucho más
agradable que el cuerpo penetrante de un hombre. Un hombre,
sí de vez en cuando ... " De vez en cuando, cuando ella estaba
ebria, se encontraba con un hombre. Era una mujer muy bella, que
gustaba. Su libido se creía homosexual. Vino a verme porque no
lograba decidir cómo ganarse la vida. Era artista; ahora bien,
cuando subía al escenario, engordaba. Después adelgazaba
rápidamente, pero no bien reiniciaba ese trabajo que le gustaba
volvía a simular que estaba encinta. Ser vista la ponía encinta;
estaba encinta de esas miradas. Era feminista hasta la médula (¿y
Por qué no, si hay mujeres que no pueden acoplarse con un
hombre sin inferiorizarse?). Ahora bien, esta mujer se enamoró de
un hombre. El medio feminista le hacía escenas cuando su amigo
venía a buscarla a la salida de las reuniones. En síntesis, quedó
embarazada, después fue una madre y una esposa notable. Estaba
apabullada por este cambio. A partir del momento en que deseó a
un hombre, su imaginario cultural se cruzó con el de su com-
pañero: no actuar más en teatro, por ejemplo, ya no era renunciar
a su libertad sino, por el contrario, ocupar su libertad en la tarea
que realmente le gustaba: ocuparse de su hijo. Por eso a las
preguntas: con quién y para quién una mujer desea un hijo, no hay
respuestas más que en el inconsciente de la propia mujer. Si una
mujer tiene un hijo, evidentemente no es el que esperaba de su
padre solo, en sus fantasmas. De lo contrario hubiera sido estéril.
¿Y para quién tiene ella un hijo? Para nadie. Sólo para que llegue a
ser un hombre o una mujer. No se tienen hijos "para complacer al
marido", esto no quiere decir nada. Un hijo es el placer que se
encama, pero no es "para"' otro. Por quién se ha hecho la media-
ción es importante, en cambio, decírselo al niño; así se le da su
padre verdadero. El hijo es dado al hombre por su mujer, y
recíprocamente. Ella es quien le dice: ''Es tu hijo".
Hay una diferencia tan grande entre las preguntas de
ustedes y la manera en que, como psicoanalista, yo siento la
autenticidad del deseo de hijo en una mujer, que me es difícil
responderles. Nada se puede decir del deseo de la madre antes
de que el niño esté ahí. Sólo después hay que analizar el
resurgimiento de las emociones que esta llegada ocasiona en
ella, en su propio "like'', en su "como" o "no como" mamá. Uste-
des hablan de una persona "cualquiera". Yo no puedo respon-
derles nada referido a una generalidad. Yo no puedo hablar sino
en el interior de esa ciencia nueva de las pulsiones, introducida
por Freud, que es un conocimiento del sujeto y no de un simple
espécimen de la especie.
115
4. PADRES DELINCUENTES. INCESTO
¡
Una madre que "rompía" a su hija - La idea perversa de los ¡
psicólogos sobre la identiñcación - La "mismidad" de ser - Las t
parroquias rusas - "El anillo de compromiso de la maestra" -
La pequeña agorafóbica que se lo pasaba dibujando gallinas - La
hija-mona y el padre paranoico.
¡
116 \
\
i
tnisrn<>· La confusión suele deberse a la creencia de que identifi-
carse con el padre, por ejemplo, sería no tener otros deseos para
sí mismo que los que el padre tenía para él. Si para un niño la
quintaesencia de la virtud fuera identificarse de este modo con
sus padres, seguiríamos viviendo en la época de Cro-Magnon.
Ahora· bien, es evidente que los hijos del hombre de Cro-
Magnon hallaron a su padre un tanto "atizador''; descubrieron el
fuego y salieron de las cavernas. Si la humanidad progresó fue
Porque los hijos siempre pensaron que tenían que descubrir otra
cosa que lo que habían hallado sus padres.
Se piensa que los hijos de padres delincuentes tienen que ser
criados de una manera aséptica. Se les dice: "Papá está de viaje",
o: '~stá en el hospital"; o bien se les explica que sus padres se
han divorciado porque no se entendían, siendo que mientras su
marido estaba en la cárcel la madre tomó un compañero, porque
esta mujer debe poder vivir; y esto no está ni bien ni mal. Pero
sobre esta experiencia de vida se construye el niño siempre que
le sea formulada con palabras justas. Lo desestructurante es lo
no dicho. Los padres tienen un efecto estructurante sobre sus
hijos cuando dicen lo que hacen y hacen lo que dicen; y cuando
asumen sus debilidades, si no pueden corregirlas. ·
118
como su hijo: se lo devolvieron cuando se lo confió a la guarda
de un educador, lo que le permitía ir y venir y hasta escapar de
su casa, por la ventana [por suerte vivían en la planta baja]".
Este chico de ocho años, maravillosamente inteligente, quiso
venir al consultorio con su madre para ver si el juez cedía y le
devolvía a su hermanita, a quien quería mucho. Yo le dije:
"¡Tienes un cabello bien extraño [era rubio de un lado y pelirrojo
del otro]!
-¡Son cosas de mujeres!, me respondió. Es mamá que
prueba sus tinturas conmigo.
-¿Y esto, también es cosa de mujeres? ¿No te lo puedes
sacar [tenía las uñas pintadas de todos los colores]?
-Es que le gusta tanto; ¡como no tiene a mi hermana, algo
tiene que hacer!
-¿Y contigo, no hay más broncas ahora?
-A veces sí, con Ahmed o con Alí [su madre era una
bellísima mujer francesa que vivía con magrebinos sucesivos].
-¿Son buenos?
1,
¡.
119
madre la afligía muchísimo pegarle. La madre era incapaz de
educar a su hija en las pequeñas frustraciones del tipo: uLa niña
se acuesta; ahora es la hora de los padres". La pequeña ocupaba
todo el espacio en la homosexualidad arcaica virulenta de la
. madre hacia sus dos hijos. Esta mujer tenía necesidad de hijos
como una chiquilla necesita muñecas. Hacía muchas cosas para
su hija, especialmente vestiditos que traía al hospital; imagina-
riamente amaba muchísimo a su hija pero en la realidad no '¡
¡
X.: Habló usted de los abusos físicos, pero también existen abusos
psicológicos. Ciertos niños son colocados y después vuelven a su casa y
así sucesivamente, en un ir y venir tal que a los quince años habrán
conocido catorce hogares. Frente -a una situación como ésa, ¿cómo
pueden identificarse con aquellos que podríamos llamar sus padres
psicológicos, si por otra parte 1w quieren ser despojados de las imágenes
idealizadas de sus verdaderos padres?
121
comprensión libresca, psicológica de la identificación. Mientras
que la identificación es un proceso dialéctico, estructurante, que
permite a un sujeto asumir su deseo dentro de la ley que rige a
los humanos, tanto a su padre como a los demás. El Edipo es el
punto crucial de ese proceso, ya que el sujeto llega hasta a desear
tener relaciones sexuales con su madre, como las que el padre
tiene con ella. Ahora bien, esto haría del niño un animal en lugar
de un ser humano. Su padre no se casó con su propia madre (la
abuela paterna del niño). De pronto éste comprende que su
deseo de actuar como papá y acostarse con mamá es una ilusión, '
·l
't
para estos niños-pelotas de ping-pong, mucho más simbólica
que corporal. Se puede paliar el riesgo de que se transformen en
arlequines restituyéndoles la seguridad que tienen dentro de su
yo, que les viene de su historia. El narcisismo es una
"mismidad" de ser, reconocida en el espacio y el tiempo. De este
modo, un niño puede tener destellos de recuerdos -en sus
sueños- de los lugares por los que pasó, pero no están enlaza-
dos con su vida consciente. Si no se le cuenta su historia, le falta
poder reencontrar su continuidad. Inscriptos en una sucesión y
un orden temporales, sus recuerdos cobrarán sentido para él.
Diré, con riesgo de que caiga mal: puesto que un niño ha
sobrevivido físicamente, se lo puede ayudar a vivir en su
psiquismo a través de los lazos simbólicos e imaginarios ·que
puede crear hablando con un psicoterapeuta. Este nada puede
cambiar en los hechos sucedidos, pero permite al niño
reordenarlos en su historia, por medio de la palabra. Restituirle \
122
\¡
su historia es devolverle su identidad, librándolo de tod
identi'f'1cac10nes
· ·
sucesivas d e cama1eon.
· as sus
X.: ¿Es el juez. el que debe decidir si uno de los padres es más
idóneo para hacerse cargo de un niño, en caso de separación o de
divorcio?
ción de los padres, una jurisdicción preveía a priori que los niños ¡
1
debían quedarse con un matrimonio de la familia materna que 1
tolerara bien las visitas del padre; pero nunca eran confiados a la
i
exclusiva guarda de la madre. Para un varón de más de siete 1
¡
años, se elegía un matrimonio de su familia paterna que ya 1
1
123 1
1~
ser la mujer de un hombre". Pues la que podía enseñar a vivir no
era necesariamente una persona de la familia. Todo esto. me lo
contó mi marido, que era ruso.
Para un hijo varón es terrible ser el objeto primero de la
ocupación de su madre y contar más para ella que su cónyuge.
Una mujer que teme que su segundo marido no se ocupe de su
hijo varón, dirá que es porque no es su padre. "Llévelo entonces
con la familia de su padre. - ¡Pero soy su madre! -Sí, pero
usted no quiere que lo críen como un varón y que un hombre
cobre autoridad sobre él." De lo contrario se sostiene la idea
perversa de los psicólogos sobre la educación: que para ser viril
bastaría con ejercer sobre uno mismo -para autogobernarse-
la autoridad de una madre, de una mujer. Pues el niño interio-
riza entonces una conciencia de mujer que cobra autoridad sobre \
el hombre como sobre él mismo, sin dar el ejemplo del respeto
por la autoridad de un hombre al que ama. Así pues, el niño no \
tendrá más que una virilidad femenina. Este es el efecto de la
neurosis obsesiva, muy frecuente, de las mujeres que quieren
tener poder sobre las cosas, sobre objetos internos exterioriza-
dos, como los excrementos en que para ellas se han convertido
sus hijos. Con su hombre son frígidas. Son marimachos· que
1l
emasculan a su hijo varón y castran de su femineidad a su hija
mujer. Se jactan más de ser madres que mujeres, lo que es
\
singular, pues los hombres no se jactan de ser más trabajadores \i
que amantes.
l
Esto es cuanto puedo decirles sobre este punto, como \
psicoanalista que ha visto a qué desastre se conduce a los niños
que viven su Edipo de manera perversa, sin ser castrados jamás
por el padre, y esto a instigación de la madre.
125
que la niña había proyectado sobre la maestra. Como es lógico,
nunca hablé de esto con nadie.
Ahora bien, la niña no tenía ningún amiguito y una vez
li
abordé con ella esta cuestión. Me respondió:
"¡La que armaría mi hermano si yo tuviera un amiguito!
Una vez me dijo: Pfe vi salir de la escuela con Fulano. Pues bien,
nena, si lo vuelves a hacer no vendrás más a mi cama.'
-¿Por qué? ¿Acaso vas a la cama de tu hermano?
-Tengo que hacerlo.
-¿Por qué 'tengo'?
'i
t
\•
i
t
-Porque quiere mamá. Porque los miércoles papá y mamá
van al cine y mamá le dice a mi hermano: 'Lleva a tu hermana a
tu cama, no quiero que tenga miedo de estar sola' [cuando los
padres volvían del cine, los niños, muy contentos, simulaban
dormir. Así que eran muy conscientes de lo que hacían]. En la
1
cama somos marido y mujer.
-¿Qué quieres decir? 1
-Hacemos eso. \
¡
-Muéstrame con el modelado."
Y ella hace una representación de la penetración.
"Cómo se llama eso?
-Es su cosita, pero yo no sé dónde la mete.
\\
-¿Se lo preguntaste? 1
126
1
1
niño había llegado al máximo de sus posibilidades. y despué d
Semana Santa, el director me llamó para decirme que se ha~í;
equivocado: mi hijo había arrancado, y hubiera sido una lástima
que parara en el breve término que habían decidido para él". \
\
_En esta familia, de la que después tuve noticias, todo se puso l.
l
en su lugar a partir de la prohibición, no de juegos sexuales, sino ~¡
de la realización de un coito incestuoso. No sospechamos hasta 'L
~
127
f
128
todo el día, en la casa?-Llena sus cuadernos de dibujos". Dije a
la niña que me trajera sus dibujos, cosa que hizo.
Miro entonces sus cuadernos cuadriculados: en cada página
,¡--.- veo una gallina colorada o una gallina negra, abarcando toda la
'·
página. La pequeña se ocupaba de eso el día entero. Le pregunto
por qué tantas gallinas y ella me responde, muy seria, bajando la ;1
vista: ''Porque nunca vi a la gallina"' de papá. (Risas.) Mamá la ve
\f
por la ventana, pero yo corro a la ventana y no alcanzo a verla.
Quiero quedarme en casa porque parL-ce que ella está todo el
tiempo en la calle. Y cuando le pregunto a mamá dónde está, me
contesta: 'No pienses en eso, no es cosa tuya' ". Esta niña no
quería ir a la escuela porque creía que la "gallina de papá" era
un gallináceo. Tenía siete años.
Esto demuestra la importancia de los significantes para los
niños, así como para los adolescentes que han conservado un
vocabulario infantil, que no comprenden que el divorcio está
enlazado con una cuestión sexual; pues no quieren comprender-
lo. A veces se sienten culpables de la separación de sus padres
porque aún tienen sentimientos edípicos con respecto a su
madre; cuando en realidad son sentimientos narcisistas
homosexuales que pasan por heterosexuales. El padre se ha ido,
¡buen viaje! Están contentos con mamá. Para ellos es una
situación muy perjudicial si el juez no les habla de la realidad
del divorcio, si no les explica que desde ahora deben hacerse
dueños de su vida sin pasar a ser el galán o la sirvienta de su
madre. Sería preferible que fueran a una institución, a una edad
en que ya no tienen que quedar apresados en una situación dual.
"Salir", los adolescentes no hablan de otra cosa; mientras
que el que sale es el padre quien, desempeñando el rol de su
hijo, mina en éste el deseo de saiir. Lo que el padre hace es
revivir a través de su hijo o de su hija historias de adolescencia.
Teme ser incestuoso y entonces deja a la familia; o bien está
celoso de su hijo adolescente, a quien la madre da siempre la
razón y que parece ser la persona más importante de la casa. Es,
aunque con rasgos más violentos, lo que sucede cuando un niño
de siete años imprime su sello en la pareja de sus padres. La
adolescencia es una especie de Edipo generalizado.
129
X.: ¿Podría usted hablarnos de este problema del incesto e
indicarnos especialmente si en este caso hay que efectuar una terapia
común al niño y al progenitor o bien terapias distintas?
130
estas relaciones incestuosas. Cuando él volvía a su casa, adrede
tiraba al suelo el arroz, el café, para obligar a su mujer a limpiar.
Vaciaba todos los cajones de la casa. Pregunté a la madre si ella
sabía lo que pasaba y me contestó: "¡Yo protejo a la más chica!
-Pero su hija mayor, ¿es de este hombre? -No lo sé". Y me
contó que cuando se casó con este hombre estaba encinta sin
saber de quién. Ese era el drama que no fue dicho a la niña.
La más pequeña se dejó castigar y pegar por su padre, quien
la trataba con crueldad desde hacía largo tiempo, hasta el día en
que, habiendo llegado a la pubertad, actuó sobre ella corno
macho en celo. El era el padre de la segunda hija y de un varón.
Este chico llegó una vez a Trousseau y le dijo a la enfermera:
''No quiero seguir en mi casa. Es un infierno, ya no puedo
trabajar en clase; y si no dejo la casa, la semana que viene me
suicido".
La enfermera me avisa, hago venir a la madre y telefoneo al
padre, sin hablarle del incesto, por supuesto, y le digo que su
hijo pedía entrar en pensión:
"No pagaré nada, me responde.
-¿Y si entra en pensión sin que usted pague nada?
-Mi hijo me importa un bledo.
-¿Qué es lo que le interesa en su casa?
-Mi mujer. Quiero jorobarla."
Era un padre paranoico. Sin embargo, poco a poco salieron
de dificultades. La hija escapó y fue a pedir socorro a una
madrina (nunca llené un papel para la policía, ¡por suerte!).
Posteriormente me escribió pidiéndome la dirección de algún
terapeuta, informándome que su hermano había terminado el
bachillerato y pedía emanciparse. Se arreglaron sin que intervi-
niésemos. Pues es terrible que la sociedad se entrometa en los
incestos entre hija y padre. ¿Cómo hacer para evitarlos? Es muy
difícil, pues se ignora el alcance a largo plazo de lo que se
realiza; sin embargo, si se sostiene a la hija en la actitud de
hacerse cargo de sí misma para salir adelante, la ayudarnos de
verdad; pero nada podrá componerse si ponemos a la policía en
medio, con exámenes y verificaciones en el cuerpo de la hija
para saber si es "verdad". En cambio, lo que es verdad es que ya
no hay padre ni hija, sino una hembra desamparada, o cobijada,
con un hombre en celo sobre ella, sobre su hija: (simbólica en este
caso, pues la había reconocido). ¿Cómo quieren ustedes que los
niños se defiendan a tiempo si la prohibición no se formula? Más
131
aun cuando entra en juego la connivencia de u~ madre que -i1
quiere conservar a su hombre en el hogar a causa del salario. J.
~
t
t
~
X.: ¿Quiere decir usted que habría que hablar de esta prohibición
en clase, como una infonnación?
'!
¡
1
madre". f
¡
'
r
¡,
F.D.: "Es mi madre tutelar, desde que yo tenía dos años". Es
una verdadera madre, desde el punto de vista de la responsabili-
t
1
dad de la tutela, pero no es la madre que él había elegido para ~
nacer._
\
X.: ¡Tengo la impresión de estar oyendo a Sartre! ¡El niño no eligió ¡
nada! l
l'
¡
F.D.: ¡Sí que eligió, pues día tras día sobrevivió! Cuando un f
•
. l
132
--·-
133
.
5. DESEO Y REPETICION
134
--------
135
El Día de los Muertos, durante la pasada guerra, alumnos de
liceo fueron a la tumba del Soldado Desconocido llevando dos
cañas de pescar"', fueron condenados a muerte. Pues con este
juego de palabras mimado manifestaban ser partidarios de De
Gaulle. Fueron los primeros fusilados de París, y tenían de
catorce a dieciséis años. Sin embargo los alemanes aún no habían
comenzado a diezmar al pueblo francés con un procedimiento
consistente en fusilar diez rehenes por cada soldado alemán
muerto y cuyo ejecutor no fuera denunciado. Llegó a mis
t
manos el facsímil de las cartas que estos jóvenes habían dejado a ..
'
l
sus padres, y eran cartas escritas por gentiles adultos y dirigidas l
1
a pequeñines. Cada cual había escrito más o menos lo siguiente: 1
11
Queridos padres, pueden estar muy orgullosos de mí. Soy muy !
feliz en anunciarles que seré fusilado en nombre de Francia. No .;
i
tienen que abatirse. Ustedes son mis queridísimos pequeños, mis
padrecitos queridos. Pido a tío Fulano y a vuestros amigos tal y
t
cual que cuiden de ustedes. No sufran por mí". Ante las respon-
sabilidades que asumían, estaban alboroz.ados; se había produci-
do un vuelco. Incluso uno firmó dibujando su retrato y al pie 1t
una caña y un pececito. ·
Esto me recuerda el caso de un niño criollo.... al que conocí.
Era hijo de un cirujano y de una estudiante de medicina. La
1
guerra se deciaró durante las vacaciones y los padres estaban en l
í
Francia, mientras que el pequeño se hallaba con su familia de
Martinica, donde todos debían reunirse. Ahora bien, el padre es
movilizado y la madre, interna, queda sola en París. La
l
í
separación desune a la pareja; cuando este cirujano vuelve de la
guerra, conoce a otra mujer. Deja entonces a su primera esposa
sin odio y en términos amistosos. El niño, que estaba en Martini- \
ca desde 1939, vuelve a Francia en 1945. Sus padres lo reciben, '
cenan los tres juntos y el padre se marcha diciendo que volverá \
al día siguiente y que hablarán. En ese momento el niño no
¡
1
estaba informado de la separación de sus padres. Supe todo esto í
¡
en las primeras entrevistas por boca de la madre, quien hizo un
análisis conmigo. Al día siguiente, el padre entera al niño de la t
1
¡
136 ~
1
1
-·- -
-¿A tu madre?
-¡Hasta tenía tres! [se trataba de las hermanas y cuñadas de
sus padres].
-¿Y quién era tu padre?
-Fulano [su abuelo, a quien todo el mundo, él incluido,
llamaba 'Papá']."
La mujer me dijo: "¡No soy nada para este hijo!" Le dije que
1
explicara a su hijo lo que significaba "ser su madre". "¿Debo
decirle que nació en mi panza? -¿Por qué no? Pero es probable
que él lo dude. Dígale que su padre y usted se llevaban bien y
que él nació de ustedes dos, de la unión sexual de ustedes dos; y
que ésta es la razón por la que él es hijo de usted y de su padre.
De lo contrario, nunca comprenderá por qué lo sacaron ustedes
de su familia de Martinica."
Un día le dice ella a su hijo: "Sé que quieres volver allá, he
reflexionado sobre ello. Pero antes quiero que sepas por qué sólo
yo soy tu madre". Le explica entonces la unión sexual, le dice ·
que él entró vivo en ella, en el encuentro de dos células. Le ·
explica que por esta razón ella se siente, junto con su padre,
responsable de él; pero como no quiere coartar su libertad, le
declara que, si él quiere realmente partir, ella no se lo impedirá.
Me cuenta que mientras le hablaba de ese modo, él, sin mirarla,
hojeaba maquinalmente unas revistas. Ahora bien, de pronto,
soltando estas revistas, el niño se precipita hacia ella diciéndole:
"Pero entonces tú eres mi mami chiquita, chiquita, chiquita. Y él
es mi papi chiquito, chiquito, chiquito. ¡Pero los quiero! No
quiero volver allá". En un instante, este niño saltó de los tres a
los ocho años.
Cuando a un niño se le hace una revelación semejante sobre
su origen, humanamente, es decir, con palabras, sin ilustrarle
nada, sin tocarlo, inmediatamente surge el "papi chiquito" o la
137
"mami chiquita". Esto es lo que son los padres biológicos para
él: están más allá de los padres afectivos, lo que no impide sus
relaciones con ellos. El sujeto debe sentirse en esta situación de
igualdad con los padres desde la pubertad, para poder pasar esa
etapa, para hacerse a su vez madre o padre. De lo contrario, más
adelante el joven padre se aterrará al tener un hijo-monstruo, un
gigante, puesto que éste, no siendo su igual, se hará superior a
él. Es vital que se establezca la igilaldad ·con los genitores, en
términos de valor humano; ahora bien, esta igualdad sólo puede \
l
existir referida a la escena primaria,. es decir, no sólo al deseo de ¡
los padres sino al del sujeto de haberse convertido en su hijo. Al
niño hay que pronunciarle estos términos de "unión
sexual"-pues todas las lecciones sobre la fornicación son 1
perfectamente inútiles-, explicándole que en la unión de una
célula de la madre y una célula del padre se preparó un niño,
que era él. El deseo de los padres está ligado al de un hijo que t
quiere nacer; desde este momento se encuentra él en la ley del
deseo. Esto es tan cierto en el momento de la pre-vida como en el 1
momento de la muerte. Quienes se ocupaban de los condenad0s \
a muerte en la cárcel me dijeron que en el último momento estas
personas demostraban un gran amor paterno por sus "peque-
ños" padres, y pedían que se consolara a éstos por su muerte.
1
i
\
Así pues, Deborah quería actuar mejor que su madre 1
biológica, pero al saber que al nacer ella ésta era todavía una
niña, comenzó a amarla profundamente; pues ella eligió ser
madre para nacer. Se convirtió en la igual de su madre natural 1
en el plano del deseo. Pues sólo asumiendo su deseo, desde su
concepción, un ser humano pasa de la no vida, del no deseo, al \
deseo de vivir. ¡
Me interesé mucho además, durante su exposición, en el ¡
hecho de que la madre adoptiva tuviera conocimiento de la edad
de su madre real. Quizá se trataba de un fantasma.
P.: Por eso dije que la madre adoptiva tuvo una intuición extraor-
dinaria del momento al revelar este hecho a Deborah, aunque lo
estuviera inventado involuntariamente.
138 1
l
-~"':'
--
¡
·1
-·
-
139
detuviera para hacerle alguna pregunta. Hizo un alegato vivísimo,
quedé KO. Hay que añadir que esta mujer colaboró benéficamente en
Grossesse-Secours* y que estaba hecha pedazos por la gestión que hacía
para su hija: pedir un aborto. ·
Jane, en efecto, hizo cuanto pudo para quedar encinta. Primera-
mente, a los dieciséis años una o dos veces intentó tener relaciones
sexuales, pero se echó atrás: era demasiado pronto. Siguió a los diecio-
cho años con una serie de fugas; el comienzo de su embarazo se sitúa en
la más prolongada, que duró un mes. Dejó a su madre todos los indicios
posibles para que comprendiera que estaba embarazada, incluido un
calendario de sus menstruaciones. La madre terminó entendiendo y, a
su regreso, le preguntó qué pensaba hacer. Jane no quería abortar y no
reaccionó a las conminaciones de su madre. Entonces la madre tomó \
una cita para su hija con la trabajadora social, quien sometió el caso al
comité: me pidieron que las recibiera a las dos. Cuando veo a Jane, ha \
¡
cambiado de idea y pide un aborto, habiéndole manifestado su madre
que no la ayudaría porque la consideraba todavía inmadura. Jane y yo
no hablamos de aborto sino de su discapacidad, que hizo de ella una
experta en comunicación ... Al oír esto se sonrió. En efecto, ella 1
manipula a su capricho la perilla de su aparato auditivo. Ahora bien,
durante la entrevista le hablé sin elevar el volumen de mi voz; Jane no
utilizó su aparato y sólo una vez me hizo repetir. Ueva los cabellos muy ¡
'\
cortos, para gran desasosiego de su madre quien declara que con los
cabellos tan cortos no podrá llevar su aparato. La madre mencionó la
sexualidad de Jane, asombrada de oír decir a su hija que la sexualidad le
repelía. Tampoco entiende que Jane, cuando sale con muchachos, les
diga inmediatamente que es hipoacúsica. La madre piensa que ésta es la
mejor forma de espantarlos. Esta mujer no había comprendido hasta
entonces que era, por el contrario, la mejor forma de conseguir que le
hablaran al oído. Por otra parte, Jane nunca habla de sus reglas con su
madre; sí, en cambio, habla con su padre, a quien llama a la oficina para
pedirle que le traiga compresas. Por su lado, Jane me habló de sus
dificultades con su madre. De pronto me pregunta: "¿Es posible que
una hija que tiene problemas como los míos pueda llegar a tener una 1
1¡
relación normal con su madre yéndose de casa?" Esta es la gran
esperanza que el embarazo representaba para ella. Después me cuenta 1·
la historia de una prima de su padre que vivió la misma situación.
Veo después a los padres y les anuncio que, con su autorización,
ella acepta el aborto. A la madre le cuesta creer que Jane haya tomado
140
Po' sí sola esta decisión; está convencida de que fui yo quien la indujo a
cambiar de idea. Yo no había tenido nada que ver, sin embargo. Además
no traté de convencer a la madre de que su hija, cuando abandonaba el
hogar familiar, se acercaba a ella; primero porque Jane no me había
autorizado -y me faltaban elementos-, después porque yo ignoraba lo
que iba a hacer la madre con esa información.
Volví a ver a Jane el día del aborto. Estaba muy serena, mucho más
de lo que lo están las muchachas en estas circunstancias. Como estaba
en la decimotercera semana, la anestesiaron y le practicaron un raspado
por dilatación. Le pedí que me telefoneara una semana después para
fijar una cita.
Pero a los pocos días la que me telefonea es la madre, pregun-
tándome si su hija me ha llamado. Le contesto que no, que debe hacerlo
en esa semana. La madre me dice entonces que si su hija no llama, ella
tomará gustosa su lugar. Quería venir a que le explicaran cómo llevarse
bien con su hija ...
Quisiera saber cómo hubiera actuado usted, señora Dolto. Todavía
me pregunto por qué no le dije a la señora que su hija quería acercarse a
ella a través del embarazo, que ése era su deseo profundo.
P.: No.
141
no dice. El caso de Jane me hace pensar en el de una muj_er que
tuve en análisis y que había hecho su quinto aborto espontáneo,
todos ellos a los tres meses. Su ginecólogo, que no descubrió
ninguna causa orgánica, le dijo: "Aunque no creo en el psico-
análisis, no veo otra solución que un análisis para que pueda
usted tener un hijo". El marido de esta mujer, que era médico, no
se opuso.
He aquí su historia: a los diecinueve años ~ puso de novia
l
¡'
l
por primera vez. El muchacho fue a pedirla oficialmente a sus !
:
padres. Ahora bien, ella no lo vio salir de nuevo de la casa. Lo
esperó afuera, en vano; llegada la noche, volvió a entrar; y la
madre, que estaba frenética, no dijo nada. Desde ese día, el
muchacho no volvió a dar señales de vida. La chica estaba
trastornada y la madre se negaba a contestar a sus preguntas,
prohibiéndole telefonear a su novio. Un día el padre se decidió a
decirle que ese muchacho no podía casarse con ella: aunque era
mayor de edad, no quería alzarse contra la voluntad de sus
padres; se había alistado y había partido a Africa, como un
fugitivo, pues sus padres le habían prohibido casarse con una
hija adoptada; ahora bien, ella misma ignoraba que lo era. Su
madre adoptiva, que parecía gozar de una excelente salud, en
l
seis meses, desde la fecha de la confesión, falleció de un cáncer 1\
de útero. No pudo reponerse de haber tenido que confirmar a
esa muchacha que no era su hija. Ahora bien, durante toda su
infancia su madre no se cansó de repetirle: "¡Suerte que llegaste!
Porque antes de ti tu ve siete abortos espontáneos [lo que era
completamente falso]. Tú me has hecho feliz".
Cuando la madre murió, la joven se sintió terriblemente
triste. Hada la misma época se enteró por su mejor amiga de que
en la escuela todo el mundo sabía de largo tiempo atrás que era
una hija adoptiva. Yo le dije que era imposible que nunca
hubiese tenido el menor indicio. Me contesó que no hubiera
podido encontrarlo puesto que su madre le recordaba sin cesar
su dicha de haberla tenido, después de tantos fracasos en su
maternidad, mostrándole ropitas y objetos de bebé que supues--
tamente eran los suyos. En efecto, las madres adoptivas suelen
tener ese fetichismo de los primeros escarpines. No es el caso de
las madres biológicas, las que sólo conservan entre sus alhajas
los primeros mechones de pelo y los dientes de leche. En
síntesis, durante su análisis esta mujer pudo hablar con su ·
padre, ahora viudo, quien le proporcionó la clave de su
\
1
142 l
\1
adopción. (Nos preguntamos realmente por qué le había sido
escondida.)
t'
Su padre adoptivo le indicó el nombre de una partera que ~
dirigía una pequeña clínica de partos. Así había nacido mi
paciente. Su genitor era médico. Prisionero en Alemania, conoció
en cautiverio a un oficial que le habló de su mujer. Cuando el
médico, liberado antes que su compañero, visitó a esta mujer,
pasó lo que tenía que pasar. Embarazada, la futura madre de mi
paciente no quiso imponer a su marido, el oficial, el fruto de una
unión pasajera. Buscó un matrimonio que quiso elegir ella 1
misma, cosa que hizo observrr do en la clínica a los que iban a
ser los padres adoptivos de rfü anal~te. Les confió su hija, 1
manteniendo oculto su propio nombre.
Al igual que su madre biológica, mi paciente se casó con un
médico. Y siempre tenía sus abortos a los tres meses, es decir, a
la edad en que fue dada en adopción.
Sólo una vez que comenzó a analizarse se atrevió a pedir
opinión a su padre sobre la ruptura ~de su noviazgo. El le
contestó que había tenido suerte de no casarse con ese mucha-
cho, cuya familia era realmente tan estúpida. (Porque casarse
con un hombre es también inscribirse en un linaje.) Después de
su boda con el médico, rápidamente quedó encinta. Como
muchos hijos adoptados, quiso ver la clínica donde había nacido
y conocer a la persona que la había cuidado durante sus
primeros tres meses de vida. No buscó a su madre de nacimien-
to, quien, según su expresión, le había "dado todo"; sólo quería
encontrar una mujer que pudiera hablarle de su madre en
cuanto mujer. Ahora bien, quien le habló de ella fue su padre. En
cambio, nunca pudo encontrar la pista de la partera. Lloró
mucho durante varias sesiones, por no haber podido hallar a esa
partera quien había sido la mediadora entre su madre real y sus
padres adoptivos.
Esta mujer venía desde muy lejos a hacer su análisis en
París. Intentaba atraer a todos los hombres que veía en el tren.
Me decía: ''No sé a qué estoy jugando, pero quisiera pasar una
noche en un hotel con un hombre". Ella lo deseaba, sin pasar
nunca al actuar. Provocaba a los hombres pero tenía miedo de
que al llegar a la estación la siguieran. Decía: "Lo quiero, sin
quererlo". Un día formuló la hipótesis de que quizá estaba
reproduciendo el encuentro de su madre de nacimiento con .su
genitor, el amigo del oficial. De origen meridional, buscaba
141
hombres del mismo tipo que ella, completamente distinto del de
su marido. En este período de su análisis era como una chiquili-
. na buscando un ser. Me decía: "¡Usted no sabe los mohínes que
puedo hacerle a un hombre en el tren! Abro la cartera, sonrío ... "
Yo le dije que parecía ser testigo de todos sus gestos. Ella se daba
cuenta. En suma, nunca, siendo pequeña, había jugado a seducir
a su padre.
144
~
145
11
Y.: Dice que estuvo muy enfenna durante el embarazo, que tenía
ausencias. Lo cierto es que tuvo un chiquito que murió a los diecinueve
días.
F.O.: ¿Cuándo?
146
if'..~
.~(
el útero de ésta; pues él es el curador del vientre de su hija hasta
~- el momento en que permite a un señor ser aquel que va a dar
?.~"':~~'. ~;
147
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t
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6. NIÑOS PERVERSOS
148
-
1
~>t1 que el joven, caracterial al comienzo, se hace francamente delincuente; !
!~
r~ y cabe preguntarse si a través de todas estas chicanas no se incita a la
./f.J,,¡_.
delincuencia, so pretexto de querer proteger al joven. ¡
P.D.: ¿Esa ley se aplica a los jóvenes hasta qué edad? 1
1~
P.: Hasta los dieciocho años; pero puede haber prolongación. Es
válida en casos de divorcio, o cuando el propio joven reclama la ley de
protección de la juventud porque encuentra a sus padres demasiado
if~
f
severos; una much.tJChita de catorce años, por t]emplo, vino a reclamar
la aplicación de la ley porque sus padres le impedían salir hasta las tres
de la mañana.
Sucede así que, recurriendo a esta misma ley, los integrantes del
aparato despojan a los padres de su papel de educadores.
149
Todo contribuye a impedir que uno se interese por el sujeto, porque
sólo se pretende saber si es delincuente o no. No se presta atención a la
persona sino al medio que la rodea. Como los centros de acogida no
tienen otro objetivo que el de proponer diagnósticos, yo tengo que
aplicar las técnicas exi-gidas sin saber bien a quién tengo delante de mí. 1
l
El delegado ante la Protección de la Juventud controla los
intercambios entre todos los participantes. Puede suceder que acumule
t!
¡
esta función con la de trabajador social encargado de la familia; y esto
contra su voíuntad, pues a veces está en la obligación de actuar en \
conformidad con la ley y en oposición a la terapia. En conflicto consigo
mismo, deja las cosas como están y se desinteresa del caso. Se comunica
entonces cada vez menos con la familia, y prácticamente se despreocupa
por las visitas del joven a su familia, arrinconado entre su pa-pel de
vigilancia y su papel de terapeuta.
'
150 i
\
i
\
t
P.: Traigo ahora el caso de D., que elegí porque entró en terapia
hace poco, después de pasar por numerosas instituciones. l
l
Su familia es oriunda del este de Quebec. A los once años, hace uno
y medio que lo conocen en el Centro de Asistencia Social por sus inasis- f
tencias a la escuela, sus robos, repetidos frecuentemente, de bicicletas y
autos, y por otras infracciones cometidas en grupo entrando a las
viviendas. 1
En el plano escolar, como repetía todos los cursos llevaba un
retraso de tres años. A pedido de su madre, en julio de 1980 lo admiten
¡
en un centro de acogida de Montreal. Vive esta colocación como un 1
castigo. Entre julio y septiembre se fuga dos veces. Su madre, viuda del !
\
señor B., i.-ivía con el señor C., a quien dejará a fines de 1982 para irse a
vivir con el señor X. y regresar a la región de Amkoui. Este retorno a
sus fuentes es importante para ella, ya que al mismo tiempo es el
l
l
!
11;. ,
i ¡
i '
retorno al lugar de su primera relación con un hombre, el señor B. Lo ¡
·que había motivado su traslado fue un incendio en la granja que habita- 1
ban en Amkoui; había partido a Montreal como para borrar totalmente ¡
su lugar familiar.
P.: Pero en el centro nadie consigue más con él. Dicen que no
progresó, que las intervenciones no sirven para nada, que su caso es .·
151
psiquiátrico [siendo ésta la última defensa de todos frente a él]. El
psiquiatra externo declara que no se trata de un caso pSiquiátrico y
remiten a D. al centro de acogida. El ya no sabe a quién pertenece, qué
lugar puede ser su referente. ¿Por qué se comprometería en la terapia,
si yo también soy alguien de paso?
D. parece mayor de catorce años, se diría que tiene dieciocho. En
nuestro primer encuentro, tras un breve instante de apartamiento y
desconfianm, se puso locuaz; mezclando ficcióK y realidad, habló de un
lugar en el que vivió y después de un robo que iba a cometer para
procurarse una carabina de caño recortado. Pues siente una gran
atracción por las carabinas.
En su discurso el sí mismo y el otro se mezclan. A veces pregunta:
"¿Le hablo de usted? ¿De mi madre? ¿De mi padre? - De ti -.
Ah ... " Confunde a los educadores. Describe de buen grado y con
inocencia su forma de proceder cuando roba fusiles, por ejemplo; habla
también de lo que consigue con el producto de sus robos. Después hace
una rapidísima alusión a la muerte de su padre, ocurrida en un
accidente automovilístico. Sitúa este suceso hacia sus cinco o seis años,
siendo que su padre murió cuando él tenía dos. Seis años es la edad que
tenía al entrar en la escuela, donde iba a encontrarse, como he dicho, 1
con muchas dificultades. Es también la época de su primera separación l1
de su mundo familiar; por último, la edad en que a él mismo lo
atropelló un coche; o sea que el chico desplaza este último acontecimien-
to, situándolo a los dos años. Aquí puede verse que se confunde con su 1
padre. Su propio accidente es fuente de buen número de fantasías e
incertidumbres, habiendo olvidado parcialmente los hechos reales. Con \
el recuerdo de su accidente mezclará al amigo de su padre, "que tuvo l
un accidente al mismo tiempo": "Estábamos los dos en la ambulancia,
y sangrábamos, sangrábamos"; siendo que en realidad D. se rompió un \
l
brazo. El accidente del padre se coaguló en imágenes para la madre, y
muchas fabulaciones de D. se incorporan al discurso de ésta.
La madre viene a la primera entrevista acompañada por su hija
mayor, pues dice que se pierde en la ciudad. Tímida y reservada, habla
de sus hijos con tono maternal, rxzrece haberse ocurxzdo mucho de ellos;
la hija mayor parece tener en la familia atributos maternos, aunque está
casada y tiene hijos. La señora B. rxzrece mucho más joven de lo que es,
tiene aspecto de adolescente. D. habla con mucha admiración de la
belleza de su madre y de sus largos cabellos, después abandona la
habitación con mirada borrosa. Ella se expresa con facilidad, cuenta
sueños. Yo trato de hacerla hablar de su hijo, pero ella habla de sí 1
152
misma. En esa familia donde todo el mundo habla de esoterismo, la
comunicación de los fantasmas y miedos parece cosa corriente.
Cuando D. comenzó a tener problemas con la Protección de la
Juventud, hacía seis años que su madre vivía con el señor C. Las cosas
no andaban muy bien porque, según ella, el señor C. habría tenido
relaciones incestuosas con la hija de ella.
D. es el cuarto de cinco niños. En esta familia hay un hijo, casado,
la hija mayor de la que acabo de hablar, una hija de diecisiete años que
vive en Montreal, D., que tiene catorce años, y una hija, /., que tiene
ocho, habida en la relación de la señora B: con el señor C.
La señora B. nos informa que el parto siempre fue para ella muy
doloroso, especialmente cuando se trataba de varones. Riendo, agrega:
"Yo los odiaba durante dos años. Después, las cosas andaban bien". Es,
pues, al entrar ella verdaderamente en relación con su hijo -que tiene
entonces dos años- cuando se produce el accidente que causa la
muerte del padre.
D. habría sido alérgico a la leche hasta los tres meses; lo
hospitalizaron en varias ocasiones a causa de -serias gastroenteritis. No
habría tenido dificultades en la época del aprendizaje del aseo, cosa que
dudo porque cuando trabaja ·con arcilla siempre dice que tiene que :,~~
lavarse. ·
La señora B. nos describe a su marido del siguiente modo: "Era un
buen chico, siempre que no estuviera borracho. Pero no solía estar en
ayunas". Aunque su relación con su marido había sido insatisfactoria,
sobre todo al final, su fallecimiento sumió a la señora B. en un profundo
desánimo; tenía la sensación de que su vida estaba tenninada. Le llevó
un año reponerse. "Me encerraba en mi habitación. ¡No era posible!"
Esta es la época en que la hija mayor se hace cargo de los otros niños,
especialmente de D.
En la familia de la señora B. sólo había mujeres. A través de ese
¡
padre que quiere dar hoy a sus hijos, está buscando un padre para ella 1
¡.
misma. De su madre habla muy poco: "Usted sabe, es una mujer como
las demás. Casi no me acuerdo de ella, me fui de casa a los dieciséis
años", como si este hecho justificara el que no conociera realmente a su ¡f ,
madre. l
153
¡
i'
Reconoce que desde la muerte de su marido dejó poco espacio a los
T
J
hombres con los que vivió, el señor C. y luego el señor X. Alegando que
los cuatro primeros hijos eran de ella, no permitió a ninguno de estos
l
dos hombres intervenir en su educación. Todo tenía que pasar por ella y t
a ambos les prohibió rega'ñarlos. \
Nos cuenta que al nacer su última hija, D. habría estado primero
celoso, disgustado por perder su posición de benjamín. Pero ella lo
tranquilizó diciéndole que]. y él no eran de la misma familia. El seguía 1
siendo, pues, su bebé exclusivo.
Los mensajes que transmite á su hijo-bebé muestran ser contradic- 1
torios. En efecto, a menudo se manifestó cómplice de sus robos. Cuando
la primera vez él robó un buñuelo de un camión estadonado frente a la 1
casa, el dueño del camión lo llevó del cuello hasta su madre quien, al
ver a su hijo suspendido por el cuello y al hombre blandiendo el
buñuelo con la otra mano, sonrió. Fue una consagración para D. haber \
hecho sonreír a su madre. Permaneció fijado a la sonrisa de ese robo.
Desde entonces, para él, "robo= sonrisa de mi madre".
En la sesión de psicodrama en la que D. tuvo que reproducir ese 1
primer robo, el participante que desempeñaba el rol de la madre no 1
sonrió en absoluto; por el contrario, dio la razón al vendedor de 1
t
buñuelos. Entonces D. entró realmente en cólera, revolcándose por el ¡
\
suelo y gritando: ''¡No fue así, no hay que hacerlo así! Ahora debes reír, 1
í
porque yo te hago reír". Hacer reír a su madre era vital, era sacarla de
la depresión. El es portador de esta misión; del placer de su madre. Por
lo tanto siguió robando. 1
!¡
Su madre reaccionaba una y otra vez diciendo que no era tan
grave: "Mire, D. es muy goloso; así que toma cosas sin pedir permiso". \
Como había sacado a su madre de la depresión, por lo tanto tenía 1¡
más mérito que su padre, que la había hecho llorar. Para él, era como si
l
su madre hubiera sonreído por primera vez desde la muerte del padre. 1
l
F.D.: Aquí lo importante es que, con el buñuelo, D. traía un
hombre a su madre. En el psicodrama no existió esa posibilidad;
i¡ .
así que el hombre era él; el rol de su madre lo desempeñó un
hombre, lo cual desvirtuaba la reactualización de las pulsiones.
Sin embargo -y tiene usted razón-, el incendio es
importante para ella, ese incendio del deseo, que lo destruye
todo; asimismo, es verdad que para D. es importantísimo sacar a
su madre de su depresión, pero trayéndole un hombre.
¡
¡
P.: Sin embargo, en esa época la mujer vivía ya con otro hombre, el . 1
154
1
\
-
continúan, los voy a meter en la cárcel [pues para ella el centro es una
cárcel]", les decía.
En algunos de sus libras habla usted de la noción de doble: ¿cree
11
F.D.: ¿El doble? ¿En qué ~ntido? Esta mujer reconoce ahora
su impotencia, ya que quiere delegar la educación de sus hijos a
una instancia mientras que impidió a su concubino desempeñar
el rol paterno que ella sí ostenta. Ella introyectó a su padre pero
no a su madre.
Esta~ mujer no pudo evolucionar después de la adolescencia;
en ese momento fue capaz de marcharse, embarazada, con un
hombre al que amaba. No se puede decir que fuera anormal; era
l una muchacha de muy rica imaginación; y, a los dieciséis años,
no hizo trampas con ese hombre, puesto que se casaron; sólo al
nacer el cuarto, D., no pudo dar la cara, al producirse el
incendio. ¿No se sabe nada de las causas del incendio?
1
P.: Cada vez que pregunté sobre el origen de ese incendio no obtuve
1 ninguna respuesta.
1
F.D.: Hasta aquí, en lo que ella le dijo no se ve todavía nada
de patológico, ni en ella ni en sus hijos, aunque los dos últimos
hayan vivido profundamente la pérdida narcisista de su padre.
155
Es posible que el varón no desee una terapia, mientras que t
su madre desea un tratamiento para ella misma; y de hecho lo ha
comenzado, vista la transferencia que se ha establecido entre
ustedes. ¿Por qué no decidió usted ocuparse de ella, diciendo a 1
D. que no estaba motivado para una terapia? '
El niño y su madre están aquí fijados a un mismo trauma- i
tismo, que tuvo lugar al nacer éste. Los recuerdos encubridores t
que le cuenta son completamente sanos: es normal que, por i
confusión, haya introducido al amigo de su padre en el recuerdo
de su accidente, en el cual se rompió el braz.o, a los cinco años; sí
l
·1
para este niño hay un doble, se sitúa en este punto: cuando t
coloca a su padre, acompañado por un amigo, en el recuerdo de
su propio accidente. A los dos años, O. todavía estaba identifica-
do con su madre, todavía era el amigo de su padre: por eso
transfirió este recuerdo al de su fractura del brazo a los cinco
años.
F.O.: Es más que evidente que esta mujer está en análisis con \!
usted.
1
P.: Es cierto que mi deseo sería más bien tomar en análisis a la 1
madre, ya que D. sólo parece venir a terapia para complacer a su
educador. En determinado momento me pregunté si no traía también a
la terapia al educador, pues durante una sesión de psicodrama en que se
l
puso a golpear el suelo en un lugar preciso, dijo: "Esto se parece a una
tumba", y su educador replicó que era sólo "una baldosa", negando esa
l 1
(
156
imagen de muerte. La reacción del educador había sido tan intensa que
yo le dije que sin duda en ese momento lo había sacudido una emoción
importante. El lo negó, pero poco después volvió y me contó su historia; :r t
su propio padre había abandonado el hogar, dejándolo como a D. Identi-
ficado con D. en esta pérdida del padre, era él el que negaba la muerte,
la partida. Por eso me pregunté si no era el deseo de terapia del · -:r..
·educador el que prevalecía sobre el de D. Estos son los problemas que
plantea la coterapia. Por ejemplo, la trabajadora social que se ocupa de
la señora B. considera que no es útil que ésta se vea conmigo.
F.O.: Dígale a D.: "Su madre vino a hablar conmigo y, con los
dramas que ocurrieron cuando estaba embarazada de usted,
comprendió que necesitaba hacer ~n trabajo para ella misma. Si
es usted el que quiere hacer ese trabajo, lo recibiré, pero sin su
educador''. Si D. ha hablado de "tumba", esto significa que ha
llegado a un punto en que ~ebe hacer morir en él al hijo inces-
., • 1'
tuoso, homosexual. Aparte de eso, ¿por qué asiste el educador a
las sesiones?
157
padre en el interior de ella misma y supo dar un padre a sus
hijos. Era pues bastante equilibrada, al comienzo. Fue el trauma-
tismo de ese incendio el que los dejó a todos desarmados,
sumiendo al padre en una tremenda culpabilidad. 1
A continuación esta mujer sufrió una herida narcisista
genital al no poder hacer frente a la responsabilidad de sus hijos.
Este es el punto en el que usted debe renunciar a la coterapia y
dejarla que reviva su infancia con la trabajadora social,
diciéndole que usted se ocupa de su hijo, que ella podrá escribir-
le cuando quiera y que usted le responderá. Ella no habría
podido lanzarse a una terapia antes de haber conocido a un
psicoanalista, pero ahora, estando iniciado su psicoanálisis,
puede continuarlo con cualquiera. El analizante debe entender
que el trabajo que hace lo hace para él mismo; y si en la persona
a la que encuentra no da con la escucha que puede esperar, como
en el caso de la señora B. frente a la trabajadora social, siempre
puede escribir a la persona que le indicó ese terapeuta y
decírselo. No hay ninguna necesidad, evidentemente, de recurrir
al juez que indicó la terapia.
Pues, en análisis, el que está en peligro nunca es el
analizante, en cuanto él es su propio analista. Cada paciente
pasa a ser su propio analista. Nuestro papel es provocar en
nuestros analizantes, que nos pagan el tiempo de palabra del
contrato, esa aptitud para convertirse en su propio analista.
Cuando un adolescente habla en presencia del que lo trajo,
el amigo asociado para él a la madre o al padre, y este último,
que representa para él un yo auxiliar, declara, como en el caso
presente: "No es una tumba", usted puede decirle al muchacho:
"Ya ves, para ti es una tumba y para él no". La coterapia sería
l
eso: ayudarlo a asumir la posibilidad de interpretar de otro
modo que su vecino. En definitiva, parece que D. querría hacer
una terapia, puesto que le habla. 1
P.: Sin duda, ya que en determinado momento tomé un espejo y él 1
dijo: "Usted, detrás del espejo, tengo algo que decirle".
En lo referente a la madre no tengo otras informaciones que las que 1
!
1
!
porque encontró un hombre que la llevó de nuevo a un lugar
que ya no es peligroso para ella, aunque en otro tiempo haya
ardido. !f
P.: La presencia de este hombre es igualmente importante para D.,
'
pues en una sesión me dijo: "Marc no es mi padre, pero es como mi
padre". Sobre todo si representa un lado bueno del padre.
'
F.D.: El padre no es ni bueno ni malo; es aquel que corta el
camino que lleva a la madre y que suprime en el niño la necesi-
dad de hacerla sonreír o llorar; es el padre el que se ocupa de las í
q
emociones de la madre; él es el dispensador actual de los
placeres y penas de su mujer. Ejerce, de dP.recho, un poder
dinamizante sobre la madre. El padre es la persona sobre la cual
' el niño puede proyectar su propia virilidad, en vez de reservarla
1 de manera infantil para su madre. Ese padre no es el padre
1
1
l
muerto.
¡
'
P.: Cuando hablo de "objeto bueno" quiero decir que D. ha tenido
con el padre, en este caso Marc, una relación grata a través de la
música.
159
mundo. Es el caso de D., quien, por razones sagradas, para la
continuación del sujeto en su cuerpo, que no es más que pre-
sujeto, tuvo que negarse a aquello que en él estaba asociado a
una fuente de angustia; reaccionó, con esos dos revestimientos
que son la piel y la mucosa, a las ondas de angustia que su
madre difundió cuando él estaba in utero, en el momento de
producirse ese incendio y de la partida en que derivó. Fue
llevado por una madre que vivía en la angustia, por lo tanto le
hace falta vivir a su vez constantemente en la angustia para
sentirse vivir, mientras no se lo desembarace de ese afán de vivir
como un feto. La castración es simbolígena, mientras que la
frustración es mutilante; pues bien, este chico no fue castrado.
Por esa razón reaccionó así cuando usted habló del rifle 22, pues
lo que para nosotros es mutilación, en realidad para él es una
fuerza; una fuerza real que confiere ese fusil que, cuanto más
corto es, mejor se puede esconder.
Los casos de intolerancia a la leche que conocí en el hospital
provenían casi siempre de la angustia de la madre al dar al niño
un alimento diferente. Pues la alergia a la leche no es la negativa
a alimentarse, a ingerir· otros alimentos. Además, D. no era
intolerante a la leche de su madre, sino a la del biberón. La
alergia a la leche materna es muy rara. Usted sabe que la madre
tiene una leche diferente para cada hijo; parece que el progreso
de la gestación consiste en producir, en la madre, leche inces-
tuosa; es como si el feto estuviese casado con la madre.
Durante cuatro o cinco años conduje un seminario para
pediatras y me dejó asombrada el que algunos de ellos no supie-
ran que una vaca no podía tener leche durante toda su vida, que
era preciso que tuviera un ternero para tener leche y que,
agotada su leche, debía tener otro ternero para volver a tener
leche. No creo en la existencia de neurosis colectivas, sin
embargo quedé atónita ante la negativa neurótica a ver las cosas
tal como son, en médicos dedicados a la biología humana. Al
igual que los niños, ellos creían que las vacas tenían leche por
naturaleza, que esto era inherente al ser-vaca. (Risas.)
El comportamiento de una madre que, por su propio deseo
desviado, falsea la sexuación de su hijo, repercute sobre este ser
humano, pero esto no significa que tenga efectos patógenos para
el futuro si el niño tiene posibilidades de sublimación. En
nuestra sociedad, la sublimación de las pulsiones pasivas
dominantes se produce en el arte, especialmente en la música, 1
162
puesto. que la música involucra. una faculta~ de receptivid~d; la
emisividad del placer, en camb10, pone en Juego a las puls10nes
activas. En el ser humano todo es cuestión de apertura a la
sublimación, por la cual el sufrimiento debido a la castración
revela ser, a largo plazo, simbolígeno; cuanto más intenso y
agudo es ese sufrimiento, pero portador para el sujeto de la
esperanza de salir de él a través de la sublimación, mayor será
1
¡1.1
163
obligatorio incesto con el que su padre agonizante lo cargó: uSé
el hombre de tu madre, no hay otro más que tú".
Realicé un trabajo de prevención con médicos clínicos que 1
con mucha frecuencia reciben niños-tromba, que ponen todo el 1
consultorio patas para arriba. Es muy importante que estos
médicos hombres puedan decir a la madre: ''Vuelva sin su hijo", 1
o al niño, en presencia de la madre: "Haces esto para ayudar a tu 1
madre; tienes razón, porque si no fueras insoportable ella caería
en un estado de depresión". El niño representa a perpetuidad el
papel de electrochoque del pobre para que ella no se deprima. 1
Basta con atender a la madre -y se lo consigue en poco 1
tiempo-para que rápidamente el niño comience a mejorar. Si se
porta así desde hace mucho, seguro que se encontrará deprivado
al ver que sus contorsiones ya no conmueven a su madre; puede
bastar entonces con que una persona en quien él confía, el
médico por ejemplo -pues los clínicos pueden hacer mucho en 1
la prevención de los trastornos neuróticos de los niños- le diga
dos o tres verdades para que ese niño reciba una castración; pero
nunca, nunca se da una castración culpabilizando; únicamente
impidiendo al sujeto darse un gusto. Por otra parte, si a estas
mujeres se las separa de su hijo, inmediatamente se derrumban.
De este modo el niño puede desempeñar hasta los siete años el
1
papel de antidepresor de la madre si el padre, por tal o cual
t
razón no pudo desempeñar el suyo. Si en cambio éste juega al
padre Latigazo, la madre se deprime todavía más, pues tiene
i
miedo de que lesione al niño. Lo que hay que analizar es el juego
de las pulsiones que llegan hasta el deseo de muerte en la
madre, extenuada por no ser sacada a flote por la dicha de
desear a su hombre y de ser deseada por él. Son parejas que ya
no tienen relaciones sexuales, o bien, por el contrario, que practi-
can juegos de camaleón sobre la manta; la mujer, extenuada,
orgullosísima de tener un hombre tan potente y de no ser de las
que se refugian en la frigidez. ll
Cada situación libidinal de los padres ha de ser estudiada
según la edad del niño. Este adolescente del que hablamos, D.,
se ha quedado en una edad de sexuación de dos años en sus 1
1
relaciones con los demás; pero en este caso no será el tratamiento
de la madre el que liberará al niño de su angustia; sin duda, se lo
desculpabilizará diciéndole: "Has hecho todo lo que has podido,
desde que eres pequeño, sin darte cuenta, viviendo cabeza abajo;
ahora que tu madre está en tratamiento te toca trabajar para ti
164
mismo, para lo que quieres ser más adelante". Cabe pensar que
saldrá airoso, aunque la sociedad le haga las cosas tanto más
difíciles cuanto que todo el mundo está fascinado por él.
En Francia pasó lo mismo con ese niño de nueve años que
robaba camiones y que jamás tuvo un accidente. ¡Alguien
sugirió entonces que se le confiara el camión del colegio, para
que pudiera darse el gusto de conducir pesos pesados! Claro que
sería criminal por parte de los adultos dejarlo conducir
camiones, más aun cuando, sin la presión debida al deseo de no
¡¡
dejarse pillar, sería muy posible que tuviera accidentes, !l
justamente. Por el contrario, seguro que habría podido ~·1
acompañar una que otra vez a algún camionero, lo cual hubiera ~j
suministrado una mediación a su deseo.
165
la estabilidad hasta los dieciocho meses; una vez ·despertada la
marcha, qué importa la persona que tiene a su lado; que camine
sobre la madre prueba que puede abandonarla. El suelo es una
simbolización de la madre; lo ven ustedes en las playas: un niño,
todavía incapaz de caminar sobre el suelo, camina sobre su
madre; pisoteando un cuerpo blando, cualquiera se caería; pero
los niños pequeños, hasta los dos o tres años, lo hacen con toda
facilidad. Uno camina sobre su madre y después la deja detrás;
por eso, cuando la madre corre siempre detrás de él, ya no sabe
por dónde caminar y se inmoviliza en un estado que puede
llegar a la catatonía, cuando puede sublimar por medio del
suelo, bajo sus píes, a la madre de la que escapa; pierde el gusto
de explorar, vuelve a la madre, parte de nuevo ... Es por lo tanto
la etapa en que ya no es perjudicial para el niño abandonar su
primer objeto de identificación. La segunda se sitúa a los tres
años, cuando ya no necesita de su padre ni de su madre, sino l
166
: 7. EL SUJETO, NO EL OBJETO
e
it
¡§
.1
!
'
La palabra corno objeto transicional - Suicidio de un niño tras la
11
'
167
~
¡
¡
F.D.: ¡Cuando se empieza a adquirir el lenguaje, sí! Cuando ¡
el niño repite la palabra todo el tiempo y garantiza con ella, la l
palabra es un objeto transicional. Un niño de cuatro años repetía 1
!
en una oración jaculatoria: "¡Alex y Zavatta, vengan,
ayúdenme!" cada vez que se hallaba ante una dificultad. Esta
invocación le hacía compañía. En el fondo se trataba de ideas-
l
palabras. Antes de hacerse totalmente simbóiica, la palabra
puede no ser más que un fetiche, a causa meramente de sus \
propiedades sonoras. Los nombres de estos dos clowns habían 1
tornado el relevo, para el niño, de nombres de personas que él í
í
pronunciaba cuando tenía dos años (los de un cerrajero y un
carpintero). Los invocaba compulsivamente cuando veía un
árbol fulminado o un animal muerto en el campo, porque no 1
soportaba nada que estuviera "herido". Ellos representaban para
él el poder mágico de los reparadores, es decir, el del seno l
materno.
Las fórmulas mágicas, jaculatorias, de los obsesivos tienen el 1
mismo origen. Tampoco aquí se trata de una alegoría. El objeto-
fetiche sonoro debe conjurar una situación de peligro, de 1
ruptura. l
X.: ¿Pero la fámula del obsesivo no anuncia también la amenaz.a, el
riesgo de una catástrofe? Píenso en el hombre de las ratas.
168
-- ------- --
,'!,
original en un adolescente, ¡pero mientras el sujeto no se sienta
molesto, que soporten los padres la originalidad de su hijo! Sólo
el sufrimiento puede inducir al sujeto a hacer un· trabajo para
liberarse de un síntoma arcaico que lo estorba en su vida actual.
¡Pero permítasele al niño conservar originalidades, pequeñas
debilidades, si ellas no lo hacen sufrir! Es muy grave hacer una
psicoterapia a pedido de un profesor, cuando ni los padres ni el
niño sufren de sus trastornos.
Cuando me iniciaba como psicoanalista fue una dura prueba
para mí tomar en tratamiento a un niño a pedido de su escuela, a
raíz de que los tests daban resultados caóticos. Habiendo
alcanzado un CI de 120, el niño quiso seguir en terapia; pero ni
los padres ni la escuela comprendían que fuese necesario, ya que
.el niño se había puesto a nivel de la clase. Quitarle bruscamente
la posibillidad de la transferencia provocó en él una reacción de
tensión agresiva en clase; se decidió entonces colocarlo en una
· escuela para niños caracteriales. El personal estaba encantado de
recuperar un alumno brillante; pero a él lo deprimió separarse
de sus padres y un día preguntó a su profesor de natación: Si 11
169
Í'
siente culpable, pero esto pesa menos que ser culpable frente a sí
mismo por haber cerrado sus posibilidades de agresividad, de
amistad en el exterior. Cuando un niño oye el año entero:
"Prepara tu porvenir", está claro que, como nunca tuvo presente, 1
tampoco tendrá futuro. Su futuro es un futuro psiquiátrico, hasta
el momento en que un análisis pueda sacarlo del horror de tener 1
que preparar su porvenir a perpetuidad.
El que tiene que ir a hablar de su sufrimiento es el que sufre,
y no el que tiene un síntoma. Porque el síntoma es precisamente l
aquello gracias a lo cual no sufre. El tartamudeo no tiene
ninguna importancia si no molesta al que lo padece. El actor
l
Roger Blin tartamudeaba; pero en cuanto recitaba un texto, es
decir que no tenía que expresar directamente sus propias 1
emociones, era un actor maravilloso. Un día le pregunté si el
tartamudeo le había molestado y me respondió, tartamudeando:
"En absoluto; hasta es divertido". (Risas.) ¿Hubiera tenido que
hacer una psicoterapia? Por cierto que no. Un niño de cuatro
años tartamudea cuando ya no tiene ese objeto que él llama su
"chacha". ¿Pero por qué no lo tiene más? ¿Qué pasó alrededor
de ese momento traumático? Esta es la cuestión que hay que
trabajar, en vez de intentar saber únicamente lo que ese "chacha" 1
representa.
1
X.: ¿Hay que hablarle a un niño de sus tics? \
F.D.: Desde luego que no. Sólo hay que preguntarle si lo
hacen sufrir y decirle que podría librarse de ellos hablando con
alguien. Que no sufra por ellos no excluye que quizá se convier-
ta en un neurótico irreversible; pero todos nosotros somos
170
neuróticos. Lo que importa es que esa neurosis sea fecunda para
el futuro. Es un error reprochar a un niño los síntomas de su
neurosis, pues él sufriría suprimiéndolos. Los tics son efecto de
una tensión de las células nerviosas del cerebro que no logran
descargarse en el circuito neuromuscular por medio de una
~
representación mental adecuada. Son representaciones-fines
inhibidas que no encuentran salida satisfactoria. En lugar del ::>}
171
- Pero iba a su consultorio a hacer dibujos.
- ¡Ah, sí! Mi madre me había dicho que era un persona que
quería a los niños. Entonces le di el gusto a mi mamá, me vi con
esa señora pero nunca le hablé."
Este niño se preguntaba si era el hijo de su padre. Hizo tres 1¡
veces la pregunta, en su análisis conmigo. Es probable que no lo
fuera (nunca lo supimos). Su padre padecía una enfermedad
genética, hereditaria, que sólo se transmite de padre a hijo varón,
no a hija mujer. Este hombre lo supo cuando ya había engendra-
do una hija. Sin embargo, pese a la decisión de la pareja de no 1
correr riesgos, el padre deseaba un varón. La madre me reveló
únicamente que consultó a un médico que le declaró: "Si usted
quiere otro hijo, sería mejor que no fuese de su marido". De ahí
la pregunta del niño, a quien la madre respondía que, por
supuesto, él era hijo de su padre. El niño no llevaba más lejos su
curiosidad; pero lo que lo inquietaba era la posibilidad de ser
enfermo como el abuelo paterno. Más aun cuando su tía, del
lado paterno, había fallecido bruscamente a la edad que tenía el
abuelo cuando se declaró su enfermedad: esta tía tenía los ''¡
!
mismos síntomas, lo que hace pensar que el proceso se desató en
ella por histeria. Este niño hizo progresos considerables y fue t
capaz de asumirse. ·Cuando lo vi al principio estaba completa-
mente ausente; parecía flotar, diciendo: "¿Ah?" o "¿Eh?", como
l
si no oyera. Estaba disociado. Lo único que lo ponía un poco
expresivo era hablar de su hermana, que era un fastidio; la
hermana estaba en la realidad. Al padre lo vi sólo una vez. A él
también le dolía su hijo, le dolía su fecundidad.
El niño era un zombi, ciertamente, pero el diagnóstico de
esquizofrenia era aquí un diagnóstico de evolución; este niño
vivía en la realidad, sin dejar de vivir fuera de la realidad, como
"el Distraído" de La Bruyere o como el matemático Poincaré,
que podía salir con zapatos de pares diferentes. Es absurdo l
esperar que todo el mundo siga la norma, incluso si la instruc-
ción pública cuenta con reducir a todos los niños a la medida
común. Hay que sostenerlos en su originalidad, si no los hace
sufrir; los que tienen dificultad para soportar el sufrimiento del 1
niño, que vayan a hablarlo con alguien. \
172
ll
,
-------=.. - --= - ··- ---=-=--- -----
173
1
~
la forma de este tuteo, en la palabra de la madre. El empleo
prolongado del tú para designarse, es en los niños signo de una
entrada en la psicosis: "Tú quieres comer" significa entonces, en
boca del niño, que él tiene hambre. Mientras un niño no posea el
uso de la primera persona, donde ''Toto quiere" significa que
''Yo quiero", todavía no es sujeto.
Otros niños hablan en infinitivo. Pues están, por decirlo así,
en infinitivo: "Toto agarrar eso". El niño todavía no es sujeto, es
un rey. No se trata de un "se"; en cierto modo es el equivalente
de "el Estado soy yo". Se trata entonces no de un je sino de un
moi*, que quiere cubrir a todos los otros. Sin embargo, este
empleo del infinitivo en tercera persona es bastante raro en los
niños. Se lo encuentra más bien en los adultos que se expresan
incorrectamente en una legua extranjera, como Tarzán.
Jamás hay que construir un objeto interno - ¡afortunada-
mente para el sujeto!-, pues el objeto interno es una locura. Es
el sujeto del deseo el que debe construirse para alguien, con
alguien, por alguien. El deseo jamás se satisface fuera de la
presencia de alguien, presencia a veces alucinada, como sucede
con los psicóticos que tienen la ilusión de oír la voz de .la
persona amada. Sólo la palabra de un tercero presentifica, para
un sujeto, a una persona ausente. Hay una presencia que sólo es
restituida exclusivamente en el lenguaje, pero siempre por un r
tercero. Vemos así chiquillos que se vuelven psicóticos al oír
voces en una radio donde no hay nadie. Es que aún no tienen la
1
edad de identificar una ·v,oz que habla o que canta: es la máquina
la que habla. Entonces eilos mismos se convierten en máquinas.
Asimismo, como la televisión pone en el mismo plano las
imágenes dramáticas del noticiero y las de las películas de
aventuras, el niño no puede distinguir entre los que reciben un 1
pago por fingir que los matan y los que realmente mueren.
Ahora bien, la humanización jamás puede efectuarse sólo
sobre la base del objeto parcial, así fuese la voz o la mirada. Por
eso cabe preguntarse qué sucederá con las generaciones que van 1
a tener por yo ideal a la computadora o el robot, máquinas
lógicas desprovistas de sensibilidad. La cibernética puede ser, es 1
cierto, un modelo de lo simbólico, pero a condición de no estar ¡;
desconectada de la otra estructura, que es la de la sensibilidad '
propia de los humanos.
174
·~
175 1
1
'
'
<
'" 1
176
' Pues hubiera podido creer, por ejemplo al ver el pitito de su
hermano, que no ser trisomía 21 era eso. (Risas.)
A partir de los dos años y medio dejó de crecer durante un
't
período de seis meses a lo largo del cual su hermano estaba en
caml?io en pleno desarrollo. Al final de este período le dije,
delante de sus padres: "Es posible que no puedas crecer pues
eres trisomía 21; pero como también veo todo lo que haces para
llamar la atención de tus padres e impedirles que miren a tu
hermano, me pregunto si lo que te hace quedar pequeñita no son
los celos que sientes por· tu hermano; pues ahora él tiene tu
estatura. -¡Mierda, mierda, mierda!" Así salió, dando un
portazo. (Risas.) Pasados los meses de verano ya había recupera-
do un crecimiento normal.
En la escuela, era la primera vez que se veía a una mongólica
sacar 10 sobre 10 en los tests de lógica. Sin embargo, como todos
los mongólicos, necesitaba un reposo compensador en clase: en
ciertos momentos paraba de trabajar y decía a la maestra:
"fengo que descansar un poco", y después recomenzaba. Es un
fenómeno característico de los mongólicos -lo observé en
' sesión con ellos--, no se trata de una resistencia; tampoco es una
ausencia. Hay en ellos una necesidad de recuperarse con más
frecuencia que los demás. Por lo tanto, hay que respetar su
ribno.
Esta niña se desarrolla perfectamente bien; y su madre, en la
región en que vive, ayuda hoy a los padres que acaban de tener
un hijo trisomía 21 a superar su angustia. Es indudable que en la
familia de que les hablo encontré un respeto extraordinario por
el sujeto que hay en su hija. Y la madre me dijo que al explicarle
que era trisomía 21, ella le había dado la condición de otro, de un
otro al que ella amaba, y que la sonrisa de la niña había sellado
su comunicación. Si un niño es feliz en estado simbiótico, no hay
que entrometerse.
177
8. SOBRE LA PUBERTAD
l
'
178
--- - -~--~---~
d
i
¡Cuántas fugas apasionadas en las que no pasa nada genital!
'¡
1
Además, si los padres invitaran a almorzar al muchacho con
l{ quien su hija se "escapó", verían qu~ no existe entre ellos nada 11
'
más que el deseo violento de estar solos juntos. La pubertad es la
i edad en que varones y chicas tienen necesidad de encuentros !
f reales, para salir de la angustia de la masturbación, ligada a la
l
presión de las pulsiones que, en la soledad, acaban por no hallar
más salida que en lo imaginario. Ahora bien, estas pulsiones l
¡
deben pasar a la experiencia social real y no permanecer
mantenidas en lo imaginario, en el dormitorio; deben encontrar
la experiencia afectiva de otros jóvenes, en grupo, sin los padres.
¿Por qué? Porque es la edad de la reorientación de la prohibición
del incesto. Y si los padres se mezclan en una historia amorosa
1¡
de su hijo, esa historia queda entonces teñida de incesto.
1
Los padres deberían saber que muchos de estos momentos
estructurantes para los hijos son vividos por éstos con culpabi- 1
lidad, mientras que son perfectamente sanos; pues esa culpabili- l !
dad de los adolescentes, que procede de los celos que los padres
sienten por ellos, los arrastra a querer ser castigados o a realizar
sus amores por sendas donde se darán de narices. Por el
contrario, si se los deja vivir una primera relación tendrán
abierto el camino a otras experiencias que aportarán penas de
'1
amor, al mismo tiempo que la estructura del niño se formará
gracias a un confidente, sea quien fuere: psicólogo escolar, 1
enfermera del colegio secundario, padrino o madrina; pero este
confidente no puede ser uno de los genitores. Esto supone que .lj
dichos genitores confíen en quienes rodean a su hijo y lo aman, y
por lo tanto que el niño esté en relación con ellos, antes de la
pubertad. Cuando un niño se ha criado en un árculo familiar
cerrado y asfixiante, en la pubertad seguirá siendo un pequeño
que siempre quiere complacer a sus padres, con las consecuen-
cias resultantes.
La pubertad es igualmente la revelación para los jóvenes de
su violín de Ingres, a menudo sumamente inesperado. El
ejemplo más asombroso que los libros me hayan proporcionado
es el de Wagner, que no pertenecía a una familia de músicos;
llegado a la pubertad, se encontró como el alucinado auditivo de
una música desconocida; quería escribirla, pero corno no sabía
nada de composición ni de escritura musical, dibujaba su música
más que escribirla: cantándola. Después fue a ver a un director
de orquesta y le pidió que tocara su música. Este le aconsejó que
179
hiciera como todo el mundo, es decir, en particular, que anotara f
la parte de cada instrumento. Así aprendió Wagner el solfeo. y
por eso, aun cuando no existe música más apasionada y fogosa
que la suya, sus manuscritos parecen impresos, de tan minuciosa
!
¡
¡
que es la caligrafía por ese afán que tenía de ser legible. En la '
¡
\
pubertad, tanta era la necesidad de Wagner de escribir su música
para no volverse loco, que se aplicó a ello del modo que acabo
de describir.
Muchos padres estrictos, racionalistas, quedan estupefactos
cuando sus hijos, en la pubertad, se hacen miembros de una
secta. No entienden nada y se enloquecen, mientras que se trata
del mismo fenómeno que el de hacerse músico; cuando no
sucede que el joven, bajo el dominio de una crisis mística, corre
ei peligro de caer bajo la férula de alguien; riesgo tanto mayor
cuanto que los padres se paralizan al ver que los afectos inexpli-
cables de su hijo hallan un garante en lo imaginario de un
folklore de secta falsamente místico (pues la verdadera mística
nunca consiste en lograr ascendiente sobre otro para disfrutar
del propio poder). No se puede explicar esto al adolescente que
precisamente acaba de encontrar, en la disciplina fundada sobre
la relación imaginaria con un Maestro, la fuerza para salir de la
culpabilidad que lo empujaba a obedecer a sus padres. Debemos
saber que en la pubertad un adolescente descubre en su interior
una pasión por un modo de afectos y de representaciones que
hasta entonces no tenía; trátese de la pintura, la escultura, la
. música; el deporte; los padres, a veces, se oponen a su deseo de
practicar tal o cual disciplina, pretextando que no tienen dinero
para eso. Lo importante no está aquí. La vida afectiva y sexual
del adolescente ya no les concierne; simplemente tienen que
sostener su impaciente deseo de abandonar las materias
escolares por el teatro o la ópera, de inscribirse en la sociedad.
Esa pasión puede ser duradera o sólo una efímera llamarada, en
cuyo caso se apagará sola. De cualquier manera, hay que dejar
que este deseo sea vivido, de lo contrario se transformará en
fantasmas masturbatorios, en deseo de un imposible. No hay
que evitar que un niño fracase, sino apoyarlo cuando ha fracasa-
do; en el caso de un amor imposible es lo mismo.
El adolescente es siempre Polyeucte: debe quemar lo que ha
adorado. Si su padre es muy conservador, él puede hacerse
terrorista y pagar con su pellejo la elección de su padre. Mientras
tenga con quien hablar de ello, puede mantener sus pulsiones a
180
distancia, en vez de pasar al acto. Rebelarse con palabras o en la
manera de vestirse, esto es lo que lo ayudará pasar laa
pubertad. Sin embargo, la mayoría de las veces los padres toman
fantasmas por realidad y no dejan expresarse al niño. Entonces
que lo dejen libre para hablar con otro. Además es la época en
que el niño debe dejar a sus padres. Quiere "salir": ''No me
dejan salir". Los padres quieren controlarlo todo,. mientras que
tienen la posibilidad de expresar sus temores ante los peligros
-;;.~
que su hijo no conoce, y a veces de proponerle que elija una
institución educativa. "Me angustias demasiado", pueden
decirle los padres. En general, en ese momento el adolescente se
modera, pues al fin y al cabo está muy contento de permanecer
con los padres y de no ir a exponerse a otro tipo de control.
El niño querría trabajar: "Ah no, a los doce años no se puede
trabajar, es un delito". Cuando yo era joven esto no era en
absoluto un delito. Los padres lamentaban que su hijo no
siguiera la escuela, pero no era un pecado entrar en la vida
laboral para ganar dinero a los doce años. Incluso se le podía dar
dinero a la madre si el padre, por ejemplo, bebía y no traía el
suficiente. Ahora los jóvenes se encuentran en una sociedad
cuyas reglas ya no permiten actualizar de manera lícita las
pulsiones fálicas, vectores de responsabilidad. Todos nosotros
enfrentamos esta gran dificultad actual; yo pienso que es
importantísimo que el sentimiento de responsabilidad del niño
pueda desarrollarse sin que sus padres piensen que es un
delincuente. Es conveniente que la justicia sea la justicia, el
terapeuta, un terapeuta y los hospitales, hospitales.
Si un muchacho frecuenta a otra familia porque hay una
chica que le interesa, no lo hace para convertirse verdadera-
mente en su amante sino en una suerte de hermano; él es el
amante de una hermana que se ha elegido. Al tiempo que
L.
empieza a sentirse genitalizado, sigue siendo infantil, ya que el
hecho de ir a acostarse con una chica en la casa de ésta mientras
los padres lo siguen manteniendo no le permite desarrollarse y
asumirse completamente.
¿Qué sentido tiene que una chica de dieciséis años se acueste
con un muchacho sin aceptar las consecuencias, que siga siendo
una niña con todas las ventajas que esto supone y al mismo
tiempo disfrute, supuestamente, de los placeres del adulto?
Ahora bien, es nuestra sociedad la que empuja a los jóvenes a
vivir estas situaciones. En el momento de la eclosión genital, se
181
1
i
obliga a los jóvenes a jugar a "tocar la cosita", como si tuvieran
seis o siete años, y como si esto no produjera efectos en su
r
corazón. !
¡
Siempre se puede sublimar una frustración con la ayuda de 1
l
alguien. Solo, no es posible. Desde el momento en que un yo '
auxiliar momentáneo permite analizar las dificultades en que
uno se encuentra, es posible salir de ellas. Sólo la soledad lleva a
elegir soluciones delictivas en relación con la sociedad; o en
relación con la salud, ya que la enfermedad continua es
delincuencia para con uno mismo.
El adolescente corre mucho menos peligro con padres que
viven en la realidad lo que tienen que vivir a su edad. Una
madre culpabiliza al padre de conseguirse una amante en el
momento en que su hija o su hijo está en edad de salir de casa.
"¡Nunca está!" dice refiriéndose a su marido. Sí, pero ¿por qué?
En vez de ocultarlo, el padre debe decir que su mujer ya no es su
mujer y que le es preciso encontrar una, sin lo cual todo el
mundo estaría chalado. La madre se frustra como mujer, pero
¿qué ha hecho para retenerlo?
De lo contrario la angustia del niño entra en resonancia con
la del adulto frustrado, con la cual sin embargo no está vincula-
da. Evidentemente, lo que estoy diciendo no es muy moral: que
hay que sostener la dinámica de una familia y al cónyuge que
vive su vida en otra parte, porque esto es menos peligroso a
largo plazo para la sexualidad del joven; aun cuando a corto
plazo parezca más nocivq que el padre no esté en casa. A partir
de los siete años, el n iño pone su sello en la pareja,
desempeñando su rol edípico. Nuestro papel de terapeutas es
sostener la dinámica real del niño y no esas historias fangosas de
moral aparente, pues en ello se juega su sexuación, su devenir
otro con respecto a sus padres. Sólo asumiendo su sexualidad se
hará operante en sociedad, en vez de permanecer encerrado en
la sexualidad de sus padres frustrados.
182
.í :
17-'f
}:..
adolescentes. Lo mismo se puede decir de los niños que no
i-
r., . habrían pensado en dar matarratas a su hermanita. El fantasma
, í~
L
f ...
t.
de suicidio verbalizado es el signo' de que el adolescente debe
matar en su interior a aquel en quien él piensa que se convertiría
al tomar como modelo a su padre, su madre o cualquier adulto
articulado por él al padre o a la madre de antaño. Lo que debe
t
desaparecer es el yo ideal. En cambio, el ideal del yo que el
t
t sujeto conservará toda su vida no puede encararse en una
i persona; de lo contrario, es la marca de un retraso en el desarro-
llo, semejante al que puede producirse en la fase de la resolución
1 del Edipo y aun en el período de latencia, es decir en la época en
1 que el niño todavía cree que el padre es un hijo estupendo, hasta
i el día en que se da cuenta de que es como todo el mundo, de que
pertenece a un linaje. Ahora bien, en este linaje, el que tiene que
1 tomar el relevo es el adolescente. La idea de suicidio es por lo
tanto importantísima para liquidar el deseo de parecerse a
modelos. ¿Cómo diferenciar entonces entre los fantasmas de
suicidio y el proyecto real? Porque del ~proyecto de suicidio no se
habla nunca. El adolescente que va a suicidarse es percibido casi
siempre por los demás como un ser aparentemente cómodo
consigo mismo. No ha entendido que debía morir en su interior
aquel que creían que él era. Permanece en un parecer que lo hace
ser bien visto por los demás. El que realmente quiere suicidarse,
1 en el último momento siempre llama a alguien; es importante
!
comprenderlo más allá de su parecer. Pero el que habla de esto,
1 aun estando deprimido, no se halla en la misma situación de
1
1 urgencia. Ignoro si comparten ustedes mi opinión, pero aquellos
i
i cuyo suicidio nos ha dejado desolados son casi siempre aquellos
de los que no estuvimos bastante cerca, o frente a los cuales no
1 fuimos lo suficientemente lúcidos como para comprender que,
detrás de esa fachada perfecta, se preparaba un duelo de la
l infancia tal que arrojaron al niño junto con el agua del baño.
1
Ellos mismos eran el niño que había que matar, pues no podían
1 decepcionarse hasta el extremo de cambiar bruscamente. Esto se
'
produce con frecuencia en el momento del abandono de un
amigo o una amiga; insisto en recordar esto pues muchos
adolescentes se creen homosexuales; ahora bien, cuando caen en
la aflicción de haber perdido su yo auxiliar, que era un amigo,
una amiga, en espejo, en dúo, ya no existe nadie, y piensan con
horror que son homosexuales. De este modo, un chico se creerá
homosexual porque se excita por un tenorio. Los adolescentes no
183
se atreven a hablar con nadie de estos temores; mientras que lo
que está en juego es la vergüenza de pulsiones homosexuales
que datan de la infancia. Ahora bien,· esta homosexualidad
infantil es indispensable, en el plano afectivo, al producirse la
declinación del Edipo; como es indispensable la heterosexuali-
dad idealizada hasta el momento de la pubertad. En la pubertad
los chicos descubren que las chicas existen en la realidad, e
inversamente. Hasta entonces, el varón, por ejemplo, había
trasladado su idealización del padre al primer compañero.
Entonces una persona lateral puede mostrarle que él había
colocado en una persona algo que la haáa parecer distinta de lo
que era, sin ser por ello homosexual. Este suicidio provocado
por la obsesión de ser homosexual, pero felizmente a menudo
malogrado, proviene sin duda de la falta de lucidez de los
adultos en lo que respecta al inconsciente de los adolescentes l
1
que, equivocándose sobre el sentido de su atracción por otro del
mismo sexo, experimentan una terrible culpabilidad. \
!
X.: Muchos suicidas de diecinueve a veinticinco años dejan cartas •f
en las que dicen: "Les pido perdón, discúlpenme". En vida se mostra""
ban, por el contrario, arrogantes y despreciativos. ¿Cómo explicar esta
contradicción?
morir; pero siente que no haber hecho nada con su vida es una
manera de no haber honrado a los padres que llevaba dentro de
sí. Honrar a los padres no significa amarlos, sino hacer en la vida
por lo menos el bien que ellos han hecho por nosotros y que nos
enorgullece. El joven que se suicida honra pues a sus padres en
el momento en que es dueño de su vida, pero precisamente es en
ese momento cuando muere ... Se siente culpable ante sí mismo
de no haber hecho nada con su genitalidad naciente, que le
exigía asumir la responsabilidad de una obra venidera. Esto es lo
que hoy se olvida fácilmente; uno tiene responsabilidades
respecto de sí mismo, y por lo tanto de sus padres, lo que no
significa, lo repito, amarlos ni complacerlos. Se trata de hacer
honor a su linaje. Toda criatura sexuada lleva en sí la ley de "dar ¡
vida". Ahora bien, esa vida que hay que dar no es necesaria- \·
1
184
mente camal; puede ser una vida afectiva, una vida espiritual. Y
esto es lo que hacen ustedes, trabajadores sociales, al querer dar
una vida afectiva a niños en los que ella cojea; volver a darles el
derecho a una vida portada por su deseo. La genitalidad y su
sublimación son eso. El joven que se ha suicidado cedió cuando
i
¡.
r
tuvo que asumir la responsabilidad de sí mismo para vivir, ¡
!
renunciando completamente al placer que creía representar para
1 sus padres o tener que brindarles. ¡
Cuando un joven da su vida por una causa que siente
t valedera, no pide perdón. El deseo de morir por una causa es tan
185
>~
f
1
r
&
hijo está él mismo en edad de decidirse por un modo de
relaciones sexuales y afectivas. Para un padre, la adolescencia de t
su hijo varón es un momento difícil; la homosexualidad es para f
él una salida, un medio de evitar el incesto. Este momento no
dura nunca para el padre si su mujer lo ama con esta dificultad,
y si los hijos son puestos al corriente de la situación. No hay
nada de trágico en tener un padre homosexual; por otra parte, el
l
¡
1
hecho de que haya engendrado hijos prueba que no lo es !
completamente. Conocí hombres que se declararon homosexua-
les para poder divorciarse, pues ésta era la única forma que
't ¡
1
tenían de deshacerse de su mujer. Asimismo, vemos mujeres !
engañadas que no experimentaron ninguna falta hasta el día en \
que descubrieron que su marido necesitaba ofrecerse además a
otra mujer. Se molestan de pronto por no haber advertido que l~
venían siendo engañadas desde dos o tres años atrás, pues
mientras tanto eran muy felices con su marido. No están l
l
privadas de nada; están frustradas. Es como si debieran aceptar
ser dos mujeres diferentes. Creo por otra parte que con ellas
sucede lo mismo que con el niño que descubre la sexualidad de 1
sus padres. Ustedes saben que la bigamia de los hombres es
problema de las mujeres, pues ellas son monoandrias; en
cualquier caso, nunca tienen más de un amante a la vez; son
muy pocas las mujeres pluriandrias. Cierto es que el hombre no
tiene más que una mujer en su vida, pues aunque mantenga !í '
relaciones con otras mujeres, éstas siguen siendo exteriores para
ellos. La mujer siempre tiene que tomar un hombre; espera algo l
de él que fructifique en ella. ¡Ustedes, señores, son polígamos
potenciales permanentes, es maravilloso! Los admiro, pues l
nosotras las mujeres no somos capaces de eso. (Risas.) Así pues,
cuando se explica a los hijos que su padre decidió vivir con un 1
hombre y que de ese modo no tendrá más hijos, éstos se 1
tranquilizan de inmediato, pues los alarma -sobre todo a las F
186
-----~- ~ - -~- - - --
187
familia; el niño lo veía como un parásito. Cuando supo que este
T
1
padrino, que tenía un oficio, pagaba su parte en la casa, y que
por lo tanto se trataba de una comunidad de dos hombres y una ~
~
~
mujer, el niño salió de su regresión. Pues era lo no dicho sobre ¡
esta situación lo que impedía al muchacho adquirir los recursos
de un buen rendimiento escolar.
l
Sólo la verdad, puesta en palabras, alivia a todo cuanto
debió permanecer oculto. De lo contrario, el niño no puede 1
t
F.D.: Es fatal.
X.: ¿Qué pasa con las mujeres que nunca han hecho esa experien-
cia? ¿Quedan fijadas al periodo de latencia?
190
F.D.: Tengo la experiencia de tres mujeres que siguieron
siendo enuréticas aun siendo amadas por sus esposos; y no eran
,..
frígidas en absoluto. Una, en particular, madre de dos niños,
vino a verme por su hija de once años, totalmente equilibrada al
igual que ella. Su marido me dijo después que, cuando la corteja-
ba, era tan tímida y vergonzosa que él le preguntó a qué se debía
esa forma de ser; y ella tuvo el valor de confesarle su síntoma. El
'
quedó profundamente impresionado, pero la amaba en demasía;
y además pensaba que el tener una vida sexual cambiaría las
cosas. Pero las cosas no cambiaron, con o sin urólogo. Este
hombre me dijo: "Es curioso, pero cuando uno ama a alguien, lo
acepta con sus defectos". Esta mujer se hallaba en armonía con
sus dos hijos, aceptaba su problema como hubiera aceptado
cojear. Sin embargo, una psicoterapia analítica puso fin a la
enuresis de su hija. Pedí a la madre que informara a su hija de su
propia insuficiencia. La niña no era bastante fálica, era demasia-
do "madrecita" con sus compañeras. Percibía la agresividad de
los demás y no sabía defenderse. Hablando, poco a poco,
desarrolló un comportamiento autodefensivo; ese defecto (que
apuntaba a dar muestras de una uretralidad viril que además
ella no poseía en absoluto) se curó al mismo tiempo que su
t¡
1 ~i
pasividad. 'i
191
adultos que son sublimaciones homosexuales o heterosexuales,
cuando no hay contacto corporal. Para el adulto, es una subli-
mación en amor materno o paterno; es un amor casto, que sin
embargo constituye una trampa para el adolescente si él cree que
esta persona lo ama, en el pleno sentido del término. Por lo
tanto, el adolescente tiene que saber que este adulto tiene su
vida sexual, y en otra parte. La verdadera amistad, como el
verdadero amor, nunca es puesta en peligro por un psicoanálisis.
Lo que queda en peligro es lo falso. Al contrario, cuanto más se
analizan los lados negátivos o ambivalentes más se afirma como
tal el sentimiento verdadero. La amistad es el amor casto, sin
celos ni posesividad. Por eso, cuando se hace un análisis, se es
más libre de amar. El psicoanalista debe explicar que, si se lo
toma por alguien que ama, esto no es cierto, puesto que se le
paga; que él se interesa en la evolución del analizante pero no lo
ama, y que, una vez cerrada la puerta, no piensa en él. No bien
se establece una relación privilegiada con un adolescente ya no
es posible ser su terapeuta. Se puede ser su "asistente", como
usted dice, es decir una persona impedida por la interdicción
adulto/niño, pero no impedida para el amor.
Puede ser que oír esto le resulte chocante, pero subrayo este
punto: usted no hace el análisis de la transferencia; usted se sirve
de la transferencia del niño para dirigirlo, lo que es completa-
mente diferente del psicoanálisis, el cual es el análisis de la
transferencia, operando la diferencia entre la ilusión de una
relación y la realidad de una relación. La ilusión de una relación
es, por ejemplo, trasladar sobre una persona una carencia de la
primera infancia. Con el analista es con quien se debe revivir el
deseo de colmar las carencias de la primera infancia. En un
psicoanálisis, justamente, sea hombre o mujer, el analista debe
significar al paciente que él traslada sobre su persona las
carencias de su relación con su madre, por ejemplo. En la terapia
de asistencia afectiva, la elucidación no llega hasta ese punto.
Pero de todas formas una relación privilegiada, en este dominio,
es una relación casta. Se lo puede sentir cuando se aprecia a
través de un joven a sus padres. Por eso un trabajador social no
puede tolerar que de la madre de un niño del que él se ocupa se
diga que es indigna, de lo contrario no es un trabajador social.
Ninguna madre es indigna_, aun si su comportamiento con sus
hijos ha sido un comportamiento delictivo. Quizás sea neurótica
o incluso psicótica, pero en cuanto madre no puede ser indigna.
192
1 Si esto es lo que piensa el terapeuta, significa que él no ama al
niño del que se ocupa, al tiempo que erotiza la relación que tiene
1 con él. Ciertos educadores caen en un amor homosexual por un
;oven. Pues los jóvenes, los niños, son seductores. Precisamente
porque son seducidos, ciertos educadores que no habían elegido
1 este oficio con ese propósito ceden a su deseo genital y hacen
una regresión en el cuerpo a cuerpo. Pero no todos son
"homosexuales" posesivos. Los hay que verdaderamente no
tienen otra preocupación que el porvenir de un joven.
193
!f
f
f
conocer a los responsables (al director de un centro, al juez, a la policía Í
inclusive) todo aquello que resulte apropiado para prevenir un peligro (
para un joven1. ¿Cuál es, según usted, la incidencia de esta situadón ~
en la terapia de los jóvenes? ¡
t
F.D.: El terapeuta debe respetar el secreto profesional, lo que :, ·
implica que no hable con nadie de lo que sucede en el tratamien- 1
to de un paciente. El adolescente, por ejemplo, no puede hablar f
confiadamente a un oído policiaco; ahora bien, esto es para él el !
terapeuta que debe informar de todo a un polida o a una instan-
cia judicial. Comprendo por qué, entre ustedes, los terapeutas
que trabajan en instituciones -no digo los que reciben en
consultorio-- están arrinconados. Si la regla de una institución
obliga al psicoterapeuta a informar sobre las manifestaciones de
un joven a una instancia cualquiera de poder, no hay psicote-
rapia posible. Saber que el terapeuta está obligado por el secreto
profesional no basta para decidir a una adolescente a emprender t
un tratamiento, pero es una condición indispensable para que
pueda desearlo. De lo contrario, el adolescente es cómplice y
víctima de una hipocresía, tanto más nefasta cuanto que puede
impedirle emprender, más adelante, en su propio nombre, una
psicoterapia que efectivamente necesita.
194
9.PRCX:ESOS.TESTS
195
lujoso departamento de quinientos dólares al mes, amueblado con
gusto. Trabaja en un restaurante como camarera. Birla a los clientes
tarjetas de crédito que no les devuelve y que utiliza para diversas
compras. Si la tarjeta lleva un nombre masculino se la da a su marido,
quien la utiliza en la misma forma. No obstante, a pesar de sus
diferentes fuentes de ingresos, esta mujer debe dinero por préstamos
usuranos.
Meryl dejó la escuela muy tempranamente a instancias de su
madre, sin gran esfuerzo . . pues no le gustaba estudiar. Comienza
entonces a ocuparse de sus hermanos más pequeños y luego, a los
quince años, se pone a trabajar. Ayuda a su madre contribuyendo al
presupueso de la casa y ocupándose de las tareas domésticas. La madre
solicita regularmente su servicio (acompañar a los niños al médico,
llevarlos a la escuela, cuidarlos mientras ella trabaja o sale de noche).
Cabe apuntar que los dos hijos menores, que ahora tienen dieciséis y
trece años, han acudido ya a consulta en psiquiatría infantil por
diversos motivos: negativa a ir a clase, somatizaciones, inhibición en
las relaciones interpersonales. Cuando sale, la madre lleva a Meryl
consigo. Ya a los trece años le presenta hombres. La hija queda encinta a
los dieciséis y, por consejo áe su madre, aborta. La madre cohabita con
un hombre de origen tunecino, de treinta y ocho años. Es la primera
vez que un hombre viene a vivir a su casa después de su divorcio.
Meryl no tarda en salir con el hermano del amante de su madre, diez
años menor que éste. La madre y la hija salen juntas, cada una
acompañada por su amante. Un año después de su aborto, Meryl queda
nuevamente embarazada, según lo confirma un tal doctor X. Pasan los
meses sin que Meryl informe a su madre de este embarazo, pues aún no
es mayor de edad y quiere tener el niño. La madre, informada por una
vecina del embarazo de su hija, le aconseja abortar. Par su parte, el
amante de la madre desaprueba a su hermano y le aconseja volver a su
país natal. Poco tiempo después, en efecto, este hennano se marcha, se
reencuentra en Túnez con una m_ujer que lo espera y con la cual se
casa.
El amante de la madre amenaza a ésta con abandonarla si su hija
no aborta. Pero ya es demasiado tarde para pensar en ello. La madre
invita entonces a su hija a abandonar al niño y entregarlo al Seroicio de
Adopción en cuanto nazca. Se pone en contacto con el doctor X. y le
pregunta si la ayudará a liquidar el problema. Este conoce un matrimo-
nio de origen italiano dispuesto a adoptar un niño de poca edad y a
entregar a la madre, en compensación, una suma de dinero. Meryl se
opone a este proyecto. La madre dice a Meryl que los problemas que le
196
causa la llevarán a la muerte y la intima a abandonar al niño, preten-
diendo que es inestable, inmadura ..Así, pues, Meryl seguirá trabajando
a jornada completa hasta quince días antes del parto. Cuando da a luz,
en el otoño de 1981, el doctor X. da a las enfermeras instrucciones
precisas de impedir que Meryl entre en contacto con su hijo, y de que lo
vean sus amigos y parientes. Todo esto sin el consentimiento de Meryl,
quien igno_ra las órdenes impartidas. Se entera luego de estas
maniobras y reacciona. Su madre anuncia el nacimiento al doctor X.,
quien a su vez avisa a la pareja receptora. Dos días después, este médico
pide a la joven madre que firme el consentimiento para el abandono del
niño. Ella se niega terminantemente. Al salir del hospital con el niño,
su madre le manifiesta que desde ahora las puertas de su casa estarán
cerradas para ella. Meryl se dirige entonces a su padre, quie11 vive en la
casa de su concubina, con quien además mantiene una relación conflic- .
tiva. Para colmo de desgracias, pocos días después la concubina echa al
padre de la casa. Meryl y su bebé, así como su padre, van a buscar
refugio en la de la hermana de la madre. Esta es aun más hostil que la
madre al proyecto de Meryl de quedarse con el niño. Cierto día de
octubre, Meryl llama al doc.tor X. para que venga a buscar al pequeño.
El doctor X. le hace firmar la declaración de consentimiento que le
había presentado anteriormente y pocos días después le trae la suma de
tres mil dólares, pagada por la pareja que adopta al niño.
A continuación, el estado de Meryl comienza a deteriorarse. Ya
antes sufría de bronconeumonía crónica. Ahora bien, en los meses
siguientes adelgaza quince kilos y hace una tentativa de suicidio.
Vuelve entonces con su madre por unas semanas y luego se instala en
un departamento con un amigo ocasional. Vive con él tres meses.
Los tres mil dólares fueron gastados con toda rapidez: Meryl tuvo
que pagar tres meses de alquiler por adelantado, recuperar sus muebles
de casa de su madre, muebles que sin embargo ya había pagado con el
dinero de su trabajo; por último, comprar los enseres del hogar. Ahora
bien, a finales de este mismo año comete dos delitos de fraude y uso de
documentación falsa, con una tarjeta de crédito hurtada por su madre
en una tienda de productos alimenticios. La primera vez compra treinta
y dos bolsas de vituallas y la segunda veintidós. Ella misma irá a
denunciarse a los pesquisidores.
A comienzos del año siguiente rompe con su amigo y se va a vivir
nuevamente a casa de su madre. Decide realizar gestiones para hallar a
su hijo y recuperarlo, tras escuchar un programa radiofónico sobre la
búsqueda de niños adoptados por parte de sus padres naturales. En ese
momento la madre es abandonada por su amante. El hijo de Meryl
197
aparece y los principales actores del drama comparecen ante la corte
superior. El tribunal formula tres preguntas:
-Primera: ¿se hallaba la madre, en el momento de renunciar a su
hijo, en un estado mental que no le permitía juzgar el alcance de sus
actos?
-Segunda: ¿manifiesta actualmente la madre natural una capaci-
dad mental necesaria y suficiente para hacerse cargo del niño?
-Tercera: considerando los fenómenos de encariñamiento y
separación, ¿se expone el niño a quedar traumatizado por el paso de la
pareja adoptiva a la madre natural?
Finalmente, el veredicto de la corte superior devuelve el niño a la
madre natural. Desde ese momento la joven madre se adapta muy bien
a su hijo, quien se encariña con ella rápidamente. Sin embargo, ha
recibido amenazas de chantaje por parte de los padres adoptivos, en las
primeras semanas que sucedieron al juicio. La madre de Meryl propone
a ésta quedarse con el niño cuando se va de compras o durante sus
salidas; incluso le sugiere que permita venir a verlo al matrimonio
italiano que había adoptado al niño, pago de por medio. Meryl se opone
a esta última propuesta. El expediente jurídico prevé la asistencia de
una trabajadora social para que Meryl pueda tomar distancia respecto.
de su madre. El niño no tiene ningún problema de lenguaje, habla bien
el francés y cuando su madre se hizo cargo de él no presentó ninguna
reacción depresiva o agresiva. Por lo demás, Meryl se encuentra -en
mejores condiciones físicas y psicológicas que antes. Quisiera formular
a Fran~oise Dolto, en relación con este caso, tres preguntas.
La primera: ¿cómo se puede explicar el deseo de Meryl de tener un
hijo, habida cuenta de su dinámica y de su historia familiar? Particu-
¡
larmente, ¿cómo comprender el abandono del niño a cambio de una·
1
suma de dinero, vista la relación de Meryl con su propia madre? l
}
La segunda: ¿qué impacto tiene sobre el niño, su transferencia en 1
el sentido local, del matrimonio adoptivo a la madre biológica? ¿Cuáles
pueden ser las incidencias de este cambio en el plano de la relación de l
1
objeto, del lenguaje, y teniendo en cuenta la presencia de un padre en l
198
bolsas de vituallas, pues Meryl es la tercera de una familia de
cinco hijos. Hay aquí algo simbólico en lo que ella se dejó tomar.
Podríamos asociar igualmente con "treinta y dos años-veintitrés
años", edades en las que la madre probablemente se dejó hundir
porque su marido revelaba ser impoténte. La historia de Meryl
es la de una mujer que no pudo hallar para su madre un marido fil·
conveniente para la feminidad de ésta. Es evidente que el padre
de Meryl necesitaba en su mujer una madre; era un hombre
inconscientemente homosexual; su esposa, en cambio, era una
mujer de nivel genital, que asumía sus responsabilidades. Lo
que hay que indagar en este caso es el papel, manifiestamente
muy importante, de la madre de la madre (la abuela materna de
Meryl). Pero nada sabemos de ella. Usted se plantea la cuestión
de la génesis de la relación madre-hija, mientras que estamos en
presencia de una tríada madre-tía-hija, ya que hay dos mujeres
en juego, la madre y su hermana, nacidas de una misma madre.
Esta abuela (y la pareja que formaba con su marido) es cierta-
mente el origen del enloquecimiento de estas dos mujeres ante el
amor que su descendiente dirige a su hijo. Observó usted
además que si el genitor de esta criatura aceptó regresar a su
país natal, fue porque necesitaba una mujer fálica, ya que se casó
inmediatamente, obedeciendo así a su hermano mayor; por lo
demás, había elegido a Meryl porque ésta se hallaba articulada
con la mujer de su hermano mayor. En consecuencia, su partida
fue para Meryl como la repetición de la relación de impotencia
de su padre frente a su madre. Ello en cuanto a lo que podemos
llamar la morfogenética de una situación que se transmitió a
Meryl a través de su madre, mujer de valor, femenina, pero mal
casada. Esta mujer enloqueció al ver a su hija en una situación
donde su libertad quedaba limitada por la incapacidad del
padre para asumir su papel. Meryl no supo decir a su amante:
"Me voy contigo a Túnez". Sin embargo, esta joven había accedi-
do a la feminidad, puesto que antes se había ocupado de sus
hermanitos. Pero ocuparse de los hijos del propio padre es
culpable, por incestuoso. Además esto fue confirmado por lo
que siguió: cuando regresó a casa de su padre, éste pasó a ser
como su marido, teniendo con ella un bebé; y la concubina no
quiso saber nada más con él, pues estaba celosa de la relación
que él tenía con el hijo de su hija. Esto jugó como una recorda-
ción de la prohibición del incesto. Ahora respondo a su pregun-
ta: Meryl estaba en condiciones de desear a su hijo, y lo deseaba
199
a través del amor auténtico que sentía por el genitor. Era un
amor edípico todavía, ya que se apoyaba en el hecho de que el 1
joven tunecino era el hermano del amante de la madre. En el i¡
amante de su madre Meryl veía por fin a un hombre conveniente r
P.: ¿Podemos decir que Meryl tuvo un hijo para poder separarse de
su madre?
P.: Creo sin embargo que Meryl sabía claramente que su madre rw
aceptaría que ella tuviese un hijo.
200
era una mujer. Además, ¿acaso son muchas las mujeres que se
f hacen madres sólo tras acabar con todos sus problemas? Siempre
1 es sólo a través de su primer hijo como una mujer logra acceso a
su verdadera potencia de mujer en relación con su madre. Es
muy raro que lo logre por el mero afán narcisista de mantenerse
a sí misma. Ahora bien, Meryl no se mantenía sólo a sí misma:
mantenía a su madre materialmente, la sostenía moralmente, se
ocupaba del hogar. Ocupaba pues el lugar de su abuela materna
y de su abuelo paterno, ya que pagaba con su persona y su
cuerpo en provecho de su madre. No hay que olvidar que su
1
madre le hizo matar a su primer hijo; esto es muy importante,
! porque este primer aborto le hizo sentir hasta dónde podía llegar
1
201
falta de amor, sino estrictamente por razones económicas; para
evitar también el peligro de tener a su cargo a su propio padre y
de reencontrarse· así en una posición incestuosa. Lo que su
madre le había hecho jugar respecto de sus hermanos la vida se
lo hizo jugar de nuevo respecto de su hijo; en efecto, este chiqui-
llo se tomaba peligroso porque, por su causa, el padre de Meryl
acabó despedido por su concubina. Pues para una hija mujer, en
el momento de la resolución del Edipo, si su padre y su madre
ya no se entienden no ~abe duda de que la culpa reaparece. La
ruptura entre el padre y la concubina la hizo sentir culpable de
haber ido a vivir a su casa, mientras que era nonnal dirigirse al
abuelo de su hijo, ya que su madre no quería recibirla. Como el
abuelo era un bebé y su concubina una arpía, en ese momento
Meryl en cierto modo manda a paseo a todo el mundo. El
¡"
matrimonio italiano, adoptando al niño, representa para ella no
sólo la posibilidad de instalarse en algún sitio sino sobre todo la
de liberarse de su padre y de su madre.
202
P.: El también cobró una suma.
f
F.D.: Personalmente nada tengo que objetar a que personas
'
1
J
l
que ayudan a una muchacha a tener un hijo reciban un pago. ¡Es
un regalo tan grande! Y, si el gesto es auténtico, pagarlo no
estropea las cosas. En Francia se opusieron a que madres
embarazadas fueran mantenidas por la pareja adoptante del
1 niño, con el pretexto de que eso sería una prima al embarazo
i comercial. Si el niño no quiere vivir en un embarazo comercial, ·
habrá aborto espontáneo. Si, por el contrario, se ajusta a esta
situación, es porque él tiene con qué vivir en este deseo, en este
amor de su madre gestante, sin perjuicio de que una vez instala-
do con la pareja adoptante no soporte las consecuencias del
trato. Suele olvidarse que el niño que sobrevive se halla en
armonía con las condiciones de su vida. Todo prueba que el hijo
de Meryl no tenía que quedarse con los padres adoptivos, ya que
su madre no reconoáa haberlo vendido en forma definitiva.
P.: La corte alegaba que el niño sólo había estado con su madre diez
días ...
203
posible que alguna vez los reencuentre, y que ellos mismos estén
aguardando a su presa... No se puede saber, con esta abuela
alcahueta. Pero el niño no es un caído de las nubes, sabe todo
eso, ama a su madre pues siente que ella lo ama, a la vez con
amor y con deseo; y que él fue fruto de un padre y de una madre
que se amaban.
Usted me pregunta: "¿Cuándo es un niño fruto del deseo?"
Cuando los padres de los que salió se amaban en el momento en
que lo concibieron. Mery~ ocultó a su madre su embarazo para
poder conservar al niño; es visible que ella y el joven tunecino se
amaban. ¿Qué lección sacar de esta historia? Tal vez decir a las
chicas, en la escuela, que cuando se conviertan en madres
podrán pedir emanciparse de su propia madre.
204
renovación del uno por el otro: una potencia desconocida para
ellos invita a un huésped a encamarse; el hijo del deseo es eso.
En cuanto al hijo del amor, ilegítimo, es aquel por el cual uno se
siente capaz de hacer lo mínimo que deben hacer los padres por
un hijo. Por eso hay padres que se ponen a robar: para subvenir
a las necesidades del hijo, pero sin poder sostener la ley de vida
de los hombres, que se les presenta como una mentira.
Por otra parte, ¿el nombre de este chico es francés o tiene
alguna resonancia magrebina?
205
,
,;,
,
'
X.: ¿En qué caso es patológico en una mujer el deseo de tener un 1'
hijo, aun si ha preparado el ajuar? i
1
F.O.: En el caso de que no haya conocido todavía el orgasmo
con un hombre; por lo tanto, cuando no es adulta. Una chica de t¡
cinco u ocho años, pero asimismo una mujer que se ha quedado
l
en esa edad, puede desear tener hijos como si se tratara de
muñecas, y prepararles una casa y ropitas de muñecas. Son los
¡
hijos de su narcisismo, naci.dos de un ser imaginario, productos
de una fecundación artificial o de un hombre-mamá o de un
tesorero-pagador. En cambio, cuando una mujer se comporta
verdaderamente como mujer con un hombre de su edad al
concebir un hijo, éste está a priori en las condiciones de un ser
sano, y por lo tanto con su libido en piena potencia y sin
haberles tomado nada a la madre ni al padre. No ha tomado más 1
que el excedente de su amor, es decir la pérdida de la conciencia l
¡
en el goce, momento en que las pulsiones de muerte se \
desintrincan de las pulsiones de vida. Pero si la madre no siente ¡
nada con su hombre, la hijita mujer será objeto del goce del r
!
padre, y ello no sólo en el momento de la concepción sino en los ¡
coitos que tengan lugar durante el embarazo. Y ésta es sin duda
una de las razones por las que los hombres son polígamos:
\
·~
í
porque pueden hacer el amor con dos mujeres a la vez, en una
misma persona, cuando lo hacen con su mujer, embarazada de
una niña. Es muy importante comprender las profundas diferen-
cias que existen entre la genitalidad de un hombre y la de una
mujer. Y saber -como lo vemos en los análisis- hasta qué
punto una hija mujer puede sentirse trabada toda su vida por la
culpabilidad de ser la mujer de su padre, en el lugar de su
madre. Sea verdadero o falso que una chiquilla experimenta in
utero el goce del orgasmo entre su padre y su madre, esto no
impide que en un recuerdo encubridor sea ésta la huella que ha
conservado, como aquella que dice: "Incluso antes de respirar el
aire, yo ya era la mujer de papá". De ahí la culpabilidad más
profunda de una hija, como si el propio Dios le prohibiera
casarse. Tuve ocasión de conocer a una monja que debió dejar el
convento a causa de una grave neurosis obsesiva. Para pronun-
ciar sus votos perpetuos tenía que elegir un versículo de la
Biblia. Podía elegir inclusive hasta dos versículos, pero ella
quería tres. Tres deseos de entrar en religión, esto estaba
prohibido por la Regla. Ahora bien, la monja no había podido
206
f· encontrar un versículo que representara él solo tres deseos. Así,
pues, se chifló; se consumía, no podía dormir, mientras que r.•;~t
X.: ¿Qué piensa usted de la distinción que hace Anna Freud entre
progenitor psicológico y progenitor biológico, en relación con las
madres que primero abandonan a su hijo y después lo vuelven a :. I
recoger? B-J
F.D.: Por el caso de Meryl habrá visto usted que esto es falso:
no porque dio su hijo en adopción esta madre no lo amaba, al
contrario. Esto es lo que además yo lamento en Anna Freud, a
quien conocí: ella no se ocupaba de la vivencia de la libido del
sujeto, sino sólo de la vivienda aparente. No sé si vio usted esa
película sobre niños judíos, ubicados un poco por todas partes
porque sus padres no habían podido ser hallados, y a los que
para consolarlos se los atiborraba de comida, convirtiéndolos en
obesos. Tenían entre cinco y diez años y a toda costa se pretendía
volver a sumirlos en una relación biológica de ni_ño pequeñito a
207
la madre, sin hablarles de la muerte de ésta. Fue quizás después
de ver esta película cuando Anna Freud pensó que no había que
rebajar a los niños a la relación ron sus padres biológicos, porque
de lo contrario se los convertía en inválidos.
• • •
P.: Voy a exponer un caso que suscitó buen número de interro-
gantes y posiciones encontradas en el Tribunal de la Juventud. Se trata
de Robert, un muchacho que pronto cumplirá quince a11os. La historia
comienz.a en 1983, en momentos en que la Dirección de Protección de
la Juventud (DPJ) recibe 1~na información según la cual el cónyuge de
la señora K., de nombre RÓger, tendría comercio sexual desde hace a11o
con el hijo de ésta, el joven Robert. Roger habría dado dinero al ni11o a
cambio de su silencio. La madre permanecería ignorante de esta
situación. La denuncia fue formulada oficialmente por Nelly, de dieci-
siete a11os, hija mayor de la señora K. Nelly se presentó a la DP/,
desesperada por la idea de volver a su casa y pidiendo se la colocara
fuera del hogar; el día anterior Robert le habría confirmado sus
sospechas en cuanto a las relaciones sexuales habidas entre su padrastro
y él. En efecto, un año atrás Nelly había alcanzado la certeza de que
Roger despertaba a Robert a medianoche, le daba a beber alcohol y
luego practicaba actividades sexuales con él. Las revelaciones de Nelly a
una trabajadora social obligaron a ésta, en conformidad con la ley 24, a
denunciar la situación a la DPJ, quien inició un sumario. Los padres
no se presentaron a la primera citación pero concurrieron a la segunda,
acompañados por Robert. Nelly también estaba presente. Informados de
208
las declaraciones de ésta, los padres y Roberl negaron tenninantemente
los pretendidos abusos sexuales. El adolescente expresó ante sus padres
una gran indignación contra su hermana. Estos explicaron que Nelly
siempre había traído problemas en la casa, que inventaba historias
' constantemente. ¿No había robado acaso unas alhajas en una casa
particular? Así pues los padres hacen un retrato muy negativo de
Nelly, por oposici~n a Robert, el cual los ayudaría mucho en el hogar.
Se niegan a llevarse a Nelly con ellos y solicitan que su colocación
continúe hasta el final del año escolar.
Dos meses después veo a la madre y ésta me declara que quiere dar
su hija en adopción a su ex familia política, a los abuelos paternos de
Nelly, tantas molestias les causa con sus acusaciones contra Roger, su
segundo marido.
Durante la primera entrevista se mencionó frecuentemente a los
tres hennanos de Roger y se decidió citarlos para la segunda entrevista.
Para mayor claridad de esta exposición diré cómo se compone la
constelación familiar: la señora K. tiene treinta y cinco años. Se casó a
los dieciocho con el señor K., de quien tuvo dos hijos, Nelly y Robert.
Tras seis años de matrimonio, el señor K. muere de cáncer. En ese
momento Robert tiene cuatro años. Al año siguiente la señora K.
contrae matrimonio con Roger, un primo hermano siete años menor
que ella (sus madres son hennanas). Dos años después, esta pareja tiene
una hija, Sophie, quien hoy cuenta siete años. No poseemos ninguna ·
información sobre los padres del señor K., salvo que quieren mucho a
Nelly y a Robert y que han seguido manteniendo contacto con ellos. La
señora K. (a la que seguiremos designando por la inicial del apellido de
su primer marido) trabaja desde hace varios años en seguros. De
apariencia masculina, se presentó a la entrevista muy segura de sí
misma, pretendiendo no poder entender las acusaciones y descargando
la responsabilidad sobre Nelly, a la que repudia con una indignación y
un menosprecio más que llamativos. Roger, su cónyuge, tiene veinti-
nueve años (tenía veinte cuando se casó con su prima, entonces de
veintisiete). Es el segundo de una familia de cinco hijos varones; en el
juicio se considera importante el papel cumplido por sus hennanos. Los
tres últimos, en particular, se presentan a pedir protección a la Corte
para evitar repercusiones en el fuero penal. lA fratría se compone del
~.l
siguiente modo: R., de treinta años, Roger, de veintinueve, Y., de
veintiséis, Rémi, de veinticuatro y S., de veintiuno. El de treinta años
se mantuvo ajeno al asunto, probando que había cortado por completo
con sus hermanos.
) Según los más jóvenes, los dos mayores, R. y Roger, habrían
209
sufrido las agresiones sexuales de su padre, y esto desde los cinco o seis
años. A su vez, Roger habría abusado sexualmente de sus hermanos,
muy tempranamente, forzando a Rémi, cuando éste tenía ocho años, a
tener contactos sexuales con él. Rémi, temeroso de la violencia de este
hermano mayor, no se atrevía a rehusarse. Así pues, Rémi habría tenido
relaciones sexuales con Roger hasta el casamiento de éste. S., el menor,
también habría tenido contactos sexuales con Roger, desde los siete
años, y la última vez en una fecha muy reciente. Por su parte, Roger
niega terminantemente haber mantenido la menor relación sexual con
sus hermanos con posterioridad a su matrimonio, celebrado nueve años
atrás. Afirma que su vida sexual con su mujer lo satisface, y que la vida
privada de sus hermanos, así como su orientación sexual, no es de su
incumbencia. Cabe apuntar que dos de los hermanos que testimoniaron
ante la Corte fueron a vivir hace dos años al piso inferior de la señora
K. y su marido, por invitación de éstos. Los tres hermanos confesaron
que en los últimos diez años habían tenido contactos sexuales tanto con
Roger como con Robert e incluso con Nelly; en fecha todavía más
reciente, con Sophie, quien entonces tenía seis años. Declaran tener
dificultades en el plano sexual; y se habrían pres~tado ante el tribunal
con ·1a esperanz.a de ayudar a· Robert. Si pidieron la protección de la
Corte es porque corrían el riesgo de ir a la cárcel. Los tres piensan que
su hermano Roger es un enfermo y que puede llegar a la violencia.
En cuanto a Robert, a los seis años habría comenz.ado a tener
relaciones sexuales tanto con sus tíos como con su padrastro, cosa que
el adolescente niega en gran parte. Admite que uno de sus tíos intentó
violarlo; la madre se enteró, afirma, pero no dijo nada. Declara además
que su padrastro, Roger, no es como sus tíos. Sin embargo dice: "A lo
mejor Roger hubiera querido, pero yo no". Añade: "¡Sin un padre como
e1 no se podría estar!" Roger habla en los mismos términos de su hijo
adoptivo: "Es el mejor chico del mundo, servicial, bueno, educado. No
es como Nelly".
Robert exhibe hacia Nelly la misma actitud de rechazo que su
madre. La señora K. afirma no haberse preocupado nunca por .saber si
su marido tenía relaciones homosexuales con Robert, ni siquiera si era
homosexual. Declara que sus relaciones sexuales con él son satisfacto-
rias. En cambio, sospecha que sus cuñados han tenido contactos
sexuales con su h~io, desde que sorprendió a uno de ellos, hace cuatro o
cinco años, arreglándose la r(J]Xl junto a la cama de Robert. Comunica
igualmente que Sophie le había revelado que otro tío le había quitado la
bombacha y se había desvestido delante de ella. Estos hechos no parecen
perturbar demasiado a la señora K.
210
}t'
211
y ''condena" retornan sin cesar en el TAT. Las relaciones interperso- j.
¡
nales son vistas sólo como fuente de conflictos, los cuales generalmente !
no encuentran más soludón que la muerte o el arresto de uno de los l
protagonistas. Puedo leerle algunas de las historias que Robert
suministró en el TAT. En la lámina "depresión", que representa a un
chico acostado junto a su cama con un fusil, Robert declara: "Es un
chico que ha cometido un crimen y que, en vez de escapar, se queda
donde está porque le resulta difícil. Quiere cambiar de vida, deja que lo
detengan; pero la condena no será grave y él no volverá a cometer
crímenes". En la lámina que representa una operación efectuada en la
espalda de un chico, asocia: "Es un muchacho que quiere tener dinero,
mata gente y quiere hacerse rico. Al final quiere dejar de cometer
crímenes y se va. Mata para conseguir dinero y para hacer daño.
Quiere dinero para ser importante y para demostrar que vale". En la
lámina de la relación madre-hijo, donde se ve a un chico de pie con su
madre, junto a la ventana: "Es una especie de inspector, o de policía,
que va a casa de una señora a comunicarle una mala noticia, la muerte
de su hiio
, o de su marido. El chico cometió un robo a mano armada; la
policía le disparó y él murió". Las lámina 7BM1 sería "un chico que se
presenta en la corte por senti'rse culpable de haber cometido fechorías,
robos y asesinatos. Va a la cárcel, y su abogado se disculpa por no haber
podido ayudarlo. El chico cambia completamente de vida, o bien vuelve
a las andadas". En la lámina 9BM, que muestra muchos hombres
acostados en una atmósfera de homosexualidad latente, haciendo la
siesta: "Es un chico que fue pescado por la polida; o dos que se
dispararon. Hay algunos muertos. Hubo juicios y condenas". La
lámina del chico subiendo por una cuerda: "Es un chico que quiere
cometer un robo en la casa de alguien que vive en el segundo o en el
tercer piso. Trepa por la cuerda y comete el robo. La policía abre un
sumario y lo busca. En este caso no lo van a encontrar, porque el
muchacho es un experto. A lo mejor intentará vender lo que robó".
1 B.M. (boy-man) para chico o para hombre. Las láminas para chica
o mujer se señalan con las letras G.W. (girl-woman).
212
11
l
~
'¡
r
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l robado en la vida fetal todo lo que precisaba. Ahora bien, él
L
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coloca lo que robó en.una vida interior y no en una vida social, 1!
donde sitúa, por el contrario, el asesinato por el que será casti- 1
Í i
gado. f'
!!
P.: Por otra parte, en ese momento no estaba triste. i!
tl
~
va a conciertos a Robert le gusta la música?
214
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215
P.: Después de los tests, quedé estupefacta al oínne a mí misma
decir a la corte que en lo que Robert expresaba había dos mensajes
¡
!
completamente diferentes: uno mediante el cual se protege diciendo: ¡
"No pasa nada, estoy espléndido, todo marcha bien. Más aun cuando '
mi hermana se ha largado", y otro que él deja traslucir en los tests.
Intenté trabajar con él este malestar durante unas entrevistas en las
que a pesar del calor que hacía en el despacho no se quitaba el abrigo;
l
permaneda sentado al borde de la silla ·y nunca se prestaba a comentar 1
l
nada. Después de haber realizado los tests dijo a sus padres: "¡Duró !
cuatro horas! Fue muy largo [en realidad los tests habían llevado dos], 1
me hizo decir estupideces todo el tiempo, me hizo dibujar. ¿Para qué
siroe todo eso?" Se puso muy defensivo. 1
¡
F.D.: Veamos, según usted ¿qué es lo que no marcha en este ¡
chico? ¿Ha visto usted tests de adolescentes normales? Tienen
los mismos fantasmas de violencia que Robert; por eso adoran la
películas de terror y de crímenes.
216
r.
1,,
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'l
L¡
por adultos para obtener dinero con que pagar sus estudios!
Prostituyen su cuerpo para ascender en la vida. Pero los que de
I¡!¡
pequeños tuvieron un padre, tuvieron una relación estructurante ¡i
con él; no son auténticos homosexuales, jamás se dejan penetrar 1¡
por un amante que los mantiene. Existen, es cierto, padres que al
llegar sus hijos a la pubertad revelan ser voyeuristas o celosos de ¡
los éxitos sexuales del niño. "Ven con ·tu amiguita, los miraré .tp
detrás de la puerta". Son padres que no han superado los juegos ¡,·l
sexuales de la infancia y que exactamente después del Edipo de ¡¡!¡
sus hijos hacen una regresión. Estos hijos no se vuelven necesa- l¡
ll
riamente perversos, pero de cualquier forma quedarán profun- p
damente perturbados. Tendrán posibilidades de sublimación, 1¡
pero no acceso a la genitalidad.
Cuando Robert habla de dinero se halla en la época de sus
i
cuatro años, como cuando estaba en edad de tener una potencia 11
anal. Ganar dinero es sublimar la pulsión anal. En cambio, él se
detuvo en el fantasma de haber matado, y por lo tanto en el 1
miedo de caer en manos de la policía y de quedar privado de
potencia. Por eso retrocedió hacia la muerte de su padre para
reinjertarse, con sana homosexualidad de muchachito, en su
padrastro; homosexualidad pasiva y sana respecto de un
hombre que, en efecto, puede pervertirlo. Pero si no hubo
sufrimiento físico, es decir penetración dolorosa ...
P.: Los tíos confinnaron haber sufrido una penetración por parte de
Roger.
11
F.D.: Los tíos es otra cosa.
ij
P.: El padre lo niega todo, Robert también; así que no podemos
saber.
217
'
padres. El comportamiento que puede causar alarma es el de l
Nelly, no el de Robert. Creo que la ambigüedad de Nelly \
proviene de la homosexualidad latente de la madre, que no
pudo soportar a su hija en el momento en que ésta se hallaba en
el Edipo, al morir su marido. ¿Vio usted fotos de la familia 1
anteriores a la muerte del padre?
P.: No. 1
218
111
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IÍ
hacía imposible la sublimación de su homosexualidad, en la 1¡
P.: Eso no significa que haya que alejar a este chico de su familia. 1
F.D.: ¡Le vendría muy bien!, si no se siente alejado afectiva-
mente. De todas formas, no hay que censurar a los padres. ~
P.: Lo apartaron de su casa diez días y se volvió loco. "Me daba
contra las puertas", decía. Su agresividad volvía a surgir, pues lo
~
ij
habían colocado en la casa de un hermano de su madre. Se hallaba en
un estado tan calamitoso que la trabajadora social decretó que tenía que
volver a su hogar. i
219
1
P.: La ley social va todavía más lejos que ella ... Pero cuando hay
"abuso sexual", situación de incesto ...
220
¡
1&·.
11
este primo que no' pedía más, seguro que era edípico tomar una
mujer cuyo marido había muerto. Como tenía veinte años, es
l
muy posible que ella haya sido su primera amante. El lo dice con
toda claridad: desde que se casó, no tiene relaciones sexuales con
sus hermanos.
1 221
cualquiera, con tal de tenerlos. No son mujeres todavía, pero son
femeninas para la maternidad, es decir que son anales pasivas. 1
No están en la genitalidad activa. Las muchachas genitales
activas tienen mucho miedo de los varones, temen acabar mal.
1
Se disfrazan para poder rechazarlos y ser más fuertes que ellos.
Pero el día en que un chico se muestra a su altura, en cinco
minutos esto las convierte en mujeres. La sexualidad femenina
'
'
222
l
1¡
l
¡
ignoramos lo que sucedió, mucho tiempo atrás, entre esta hija y
esta madre, y que se repite. Como no sabemos nada de la
evolución de esta mujer con su primer marido; en cuanto al 1
f. segundo, representa más un familión que un marido. ¡En fin!, ¡'
¡
ella hace el amor con él. Además, como los tíos no llevan el ~
1
~
P.: ¿Qué le hizo decir que no sería malo para Robert alejarse de su 1
casa?
P.: En efecto, además basta con observar los dibujos de Robert. "En
la escuela, el padre, la madre y él pasando la escoba ante la pequeña
Sophie, que mira."
224
sentado sobre un orinal, mientras mira televisión. De la pared
cuelga el retrato de un payaso. El niño sobre el orinal representa
la ley anal, el payaso un yo ideal, un ser que escapa a la ley de
los humanos, un ser que no ha pasado por la castración genital.
El payaso no tiene padre ni madre. Toda esta historia es, como
dije, una historia de payasadas preedípicas. Si esto hubiese sido
1 "de veras", Robert se habría sentido demasiado culpable para
representarlo así en su dibujo.
1
1
X.: ¿Y si todos los miembros de la familia se hubiesen puesto de !
1
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226
penúltimo. Perdi6 a su padre cuando tenía entre dos y tres años. La
madre no me parece haber hecho el duelo de su marido, sobre cuyo falle-
'¡ '
cimiento rehúsa hablar con claridad. E$ll vez creí entender que el padre
había muerto en un accidente automovilístico. Pero después, en el lugar
donde trabajo, oí a una persona hablar de la madre de Christian y del
sufrimiento que TJtldeció al acompañar a su marido en la fase terminal
de un cáncer de cerebro. ¿Dónde está la verdad? Lo ignoro. Pues
t
t
cuando, ulteriormente, invité discretamente a la madre a precisarme las
circunstancias de la muerte de su marido, no obtuve respuesta. Y me
¡
}
227
reflejol su vacilación, asegurándole que puede decinne lo que quiera,
que quedará entre nosotros; salvo que él mismo quiera hablar de ello
con otra persona.
Produce entonces un dibujo. Señalo al pasar que Christian trabaja
de una manera obsesiva, muy rígida. Cada vez que saca un lápiz del
estuche, antes de sacar otro lo vuelve a TJOner inmediatamente pero con
gran lentitud. Mientras dibuja yo intervengo mucho, con objeto de
establecer, o incluso forzar, una relación con él. El dibujo lo construye
así: primero una papa en el centro sin el sombrero que se ve a la
izquierda. Después dibuja la flor, la mariposa, el plato volador, el avión,
la nube, el sol; en ese momento intervengo pidiéndole que me explique
qué es; entonces escribe la palabra "papa"; yo reaccio_no diciendo:
"¡Vaya, vaya!" A continuación hace la torta y anota: "Cien años para
Papá"; yo reacciono con otro "¡Vaya, vaya!" Pregunto qué se ve arriba
del dibujo; él se pone a dibujar el fuego; después me muestra el trayecto
del plato volador, arriba a la izquierda, y escribe: "fuego". O sea que el
plato volador hace fuego sobre el avión y sobre la nube. Yo digo "¡Vaya,
vaya! Es un plato volador que está enojado con el avión, con la
nube ... "; dibuja entonces el caracol. Yo puntúo: "¡Vaya, vaya!" 1
Después hace el rayo partiendo de la nube, que oculta al sol,
dirigiéndose hada la flor; yo le digo: "¡Vaya, vaya! ¡La flor va a
reventar!"; dibuja entonces un paraguas sobre la flor, un paraguas 1r
sobre el caracol; el rayo queda así entre la nube y el paraguas, encima
del caracol. Le pregunto qué le sucede a la mariposa; si sube o si baja;
me hace entonces el camino en espiral, de la flor a la mariposa, y yo me
percato de que es una mariposa que está subiendo. Dibuja el pájaro;
pregunto también a dónde va. Responde haciéndome el pájaro en el
nido, sobre el árbol. Le digo: "Hay mucha circulación, pasan muchas
cosas,, puede haber accidentes: la mariposa, el pájaro, el plato volador,
¡hay mucho movimiento!" La sesión termina y yo tomo algunas notas.
228
P.: Tres. Notemos que la flor tiene raíces ...
229
i
f
f
el animal oye mal sin duda lo que sucede aquí, porque parece no tener
orejas sino solamente cuernos; le repito que tal vez se pregunte qué está
haciendo aquí, que quiz.á le parece que lo hago esperar demasiado
tiempo; o quizá él me está haciendo una pregunta. Pero por el momento
no sé qué responder.
A la semana siguiente, tras un segundo de vacilación, Christian
inicia este otro dibujo, magnífico como todos los ,que hace este niño de
seis años. Esta vez hay una mariposa, una oruga, césped, una flor.
Cuando le pregunto qué relación hay entre estos elementos, dibuja unos
huevos al pie del árbol a la izquierda de la página, y un capullo de
gusano sobre el tronco del árbol, a media altura. Yo le reflejo que hay
cosas que quieren o que van a cambiar, que cada cosa se vuelve distinta
de lo que es, señalándole la oruga y la mariposa; él me muestra
entonces el ciclo de reproducción: la mariposa va a poner sus huevos; el
huevo se convertirá en una oruga, que formará un capullo en el árbol
para dar nacimiento a otra mariposa. Por nacimiento, él que nació
tardíamente -ya que sus hermanos y hermanas podrían ser sus
padres-, pero no le reflejo su preocupación sobre él mismo,
pretextándome a mí mismo que el tiempo de sesión ha terminado.
En la sesión siguiente, después de su titubeo inicial y que quizá fue
un momento de reflexión, produce el dibujo de un muñeco de nieve que
lleva una bandera con los augurios de "Feliz Carnaval". (Estamos en
febrero, al comienzo del carnaval en Quebec.) Dibuja igualmente el
lápiz de color con el cual hizo el muñeco de nieve, agrega las nubes, el
sol, el pájaro, firma el dibuje y reproduce sobre la hoja el lápiz de color
que sirvió para dibujar cada elemento. Yo le reflejo que aquí cada lápiz
ha producido algo; y se sabe quién ha producido qué. Pero no llego a 1
verbalizar su interrogación sobre quién lo produjo a él. ¿Por qué no le ~
hablé de esto? ¿Resistencia? ¿Contratransferencia?
A la semana siguiente, en la sala de espera, la madre me tiende una
!
esquelita diciéndome que ha escrito algunas notas para mí. Me niego a 1
tomar la esquela y le significo que podemos hablar de ello los tres juntos
al final de la sesión o ahora mismo, si Christian está de acuerdo. Ella !
prefiere. esperar. En sesión, Christian permanece pensativo. Yo le reflejo
su vacilación, que relaciono con el deseo de su madre de hablar
conmigo. Fingiendo no escucharme, Christian se aboca a una serie ·de
multiplicaciones, lo que me deja perplejo y frio: no comprendo el
l
¡
~
sentido de este seudodibujo; me siento inquieto: todo esto me parece \
rígido, obsesivo, compulsivo; temo entonces -equivocadamente, sin
duda, pero era efecto de mi reacción subjetiva- una suerte de obsesio- !
,
~
230
nalización del tratamiento. Traduzco pues mi sentimiento a Cfzrisiian,
multiplicando mis preguntas sobre el sentido de esas multiplicaciones.
Estoy realmente fastidiado. Le digo que quizá tiene ganas de jugar a la
escuela o de demostrar que es bueno en matemática, mientras que su
madre quizá quiere decirme que algo no anda bien. Después resurge en
mí la intuición que experimenté ante su dibujo del ciclo de la reproduc-
ción, con la oruga y la mariposa; le hago notar entonces que las cifras,
cuando se juntan, cuando se reúnen, dan nacimiento a otra cifra.
"Juntas forman una cifra nueva", le digo nada más; no estableuo un
paralelo entre el ciclo de la reproducción, la multiplicación y la
generación. Su ausencia de reacción debió haberme invitado a conti-
nuar, a hablar claramente. Pero su mutismo, su impasibilidad ejerdan
sobre mí un efecto paralizante. Me sentía obligado a observar una
conducta prudente, por no decir defensiva.
La madre me señala en Christian un comienzo de tartamudeo que
parece coincidir con la iniciación de la terapia. Según ella, ésta sería la
tercera fase de tartamudeo vivida por Christian; la primera apareció
antes de los tres años, probablemente la hermana preferida de Christian,
la mayor, se ha ido recientemente de casa a estudiar en otra ciudad.
La sesión siguiente suministra un dibujo sobre el tema de la
familia, una vez más: un único progenitor pez, acompañado por los
hijitos peces. Dibuja primero cuatro peces de izquierda a derecha, cada
vez más grandes a medida que se acerca al centro de la hoja; luego, en
orden decreciente, 4, 3, 2, 1 pececitos encima de cada uno; agrega el
fondo del mar, algas, un caracol, un cangrejo. En ese momento le señalo
que dos peces tienen la boca abierta, y que tal vez parecen querer decir
algo, pero que yo no oigo y que quisiera comprender; entonces él añade
dientes al pez más grande; le hago notar que este pez parece enfadado y
como si quisiera morder; por primera vez en terapia Christian sonríe, 1
mordisqueándose los dedos para esconder su sonrisa. Al final de esta 1.
sesión tengo la sensación de que se ha entablado una relación transfe- 1
rencia[ -contratrasferencial, debería decir-. Me siento ligado a este
niño, en efecto, por motivos inconscientes que sólo descubrí hace muy l
poco tiempo. Creo que lo admiraba por su agresividad.
Una semana después Christian bosqueja el tema familiar: un 1
pájaro, un nido con flo res, pichones. Parece interrogarse sobre su
familia, sus orígenes. ¿Está promoviendo la cuestión de la rivalidad
¡ 1
232
Permanece impasible, paralizado hasta el momento en que, un minuto
antes del final, titubeando, traz.a una línea y me tiende la hoja para que
yo complete el dibujo. Yo le había propuésto este juego de squiggle de
Winnicott al comienm de la semana, cuando él permanecía con el lápiz
en suspenso y expresión fastidiada.
Como esta vez la sesión ha terminado, me niego a completar el
dibujo diciéndole que podremos proseguirlo la semana siguiente.
Después de este incidente Christian falta a la siguiente sesión. La
madre, conturbada, me telefonea por la tarde para excusar la ausencia
de su hijo, explicándome que quedó muy afligida por una contrariedad
sufrida por Christian la víspera, después de la clase. Unos alumnos,
impacientados por su silencio, la tomaron con él queriendo forzarlo a
hablar. Lo empujaron, lo pellizcaron, lo arañaron, lo abofetearon.
Después Christian declaró a su madre: "Mamá, he sido fuerte, no les
hablé". Esa misma noche, en la cama, llorando, dijo a su madre que no
quería ir más a sus sesiones porque yo no le enseño a hablar sino sólo a
dibujar. La madre le pide que haga un esfuerzo y decide no obligarlo a
concurrir a sesión. A la hora en que tenía que haber estado en mi
consuitorio, Christian dice a su madre: "Creo que volveré a ver al
señor".
La semana siguiente, habiéndolo acompañado su madre al salón de
terapia, a pedido de él, aprovecho para significar a Christian, delante de
ella, que su poder de hablar o de no hablar es de su exclusiva respon-
sabilidad; y que nadie, y mucho menos yo, lo forzará a hablar.
La madre no parece querer hablar a Christian del fallecimiento de
su padre. Parece no haber hecho el duelo de su marido. Por mi parte es
sólo una intuición. Pero todo parecería centrarse en Christian alrededor t
l
P.: Este tres años y medio me hace pensar que siempre firma sus
dibujos: "Christian X., seis años y medio"; "seis años y medio". Por lo
tanto, el medio es valiosísimo para e?.
234
igualmente a su hermana, que entonces pasó a ser una seudo-
madre para él; es decir que ell¡i no lo marcó con la castración y
así él siguió siendo su seudohijo, un hijo imaginario, incestuoso.
Su hermana siguió amándolo hasta ahora; pero al morir el padre
Christian ya no podía situarse en una triangulación, aunque sólo
fuese meramente imaginaria, pues ya no había un hombre que la
sostuviera. Christian se inscribió en otro trío. Madre-hermana-él.
El sabe que es el hijo real del padre muerto; pero este padre
muerto se ha convertido en un padre imaginario, lo cual oculta
para este niño la función simbólica del padre.
Por otra parte, cuando un niño, casi siempre de una familia
numerosa, inviste como suplente de un progenitor a una
hermana o hermano mayor, éstos no lo marcan con la prohibi-
ción del incesto pues ellos mismos permanecen sujetados a él
respecto de sus padres; identificándose con ellos, el niño no
corre el riesgo de rivalizar con ellos por la posesión del genitor o
la genitora. Por eso debió de afectarlo la reciente partida de su
hermana, al confrontarlo con este problema.
Desde el pago simbólico ya lo vio usted por lo tanto dos
veces. ¿Qué pasó entre ustedes respecto de ese pago?
P.: Veinte.
P.: No lo sé. En todo caso, cuando le dije: "¿Puede ser que te deba
el vuelto?", recibí como respuesta un leve cabeceo. Yo tenía nueve
céntimos. Amplia sonrisa de satisfacción; se los puso en el bolsillo.
pensó.
235
P.: Así es. El próximo pago es la semana próxima.
236
l
~
l
mente el papel de la madre, si ésta no le dice que ya no necesita
1 ayuda para criar al menor; y, de todas maneras, esto es suma-
mente nefasto para el pequeño.
J
<j
A través del dibujo usted trabajó como alguien que desearía
~
entrar en contacto con este niño; ¿por qué no? Ahora es cuando
i eso va a pasar a ser análisis: con la introducción del pago
simbólico. Antes era simplemente encontrarse con alguien. Por
lo demás -y usted lo ha comprobado-, el día en que llegó de
1 lo más contento porque creía estar entrando en la sala de espera,
no se sintió humillado sino que creyó haber cometido una falta;
pues éste es un niño perfeccionista; quiere ser "como los
grandes"; actúa pues en conformidad con el reglamento obsesi-
vo. ¡Usted le interpretó que tal vez no quería tener su sesión,
pese a que observó muy bien que estaba radiante!
237
la primera sesión el niño no lo conoce. Por lo tanto, hay que
decirle quién es usted y por qué aceptó verlo.
Lo que usted le dijo acerca def dibujo fue muy pertinente.
Que él le habla de sus sueños y ensoñaciones, ya que es él quien
efectúa el trabajo de comprender lo que hay en su interior. La
regla fundamental del análisis es hacer comprender al paciente
que quien trabaja es él. Hizo muy bien en aclararle que no le
repetiría a nadie lo que él le dijera. Además, desde la primera
entrevista, diga a los padres que no pregunten al niño lo que
sucede entre él y usted; y al niño, que es mejor no hablar de ello
con su madre. Si algo preocupa a los padres pueden escribirle
una notita; pero se les debe advertir que forma parte del juego el
que el niño les cuente falsedades acerca de lo ocurrido en sesión.
Yo publiqué El caso Dominique para que los padres comprendan
que el niño puede fabular; no sólo fabula sino que además tiene
derecho a ello.
Hable igualmente de la probación de tres o cuatro sesiones
durante la cual usted y él decidirán si se proseguirá o no el
trabajo en común. Durante estas sesiones preliminares se estu-
dian el uno al otro, antes de comenzar el tratamiento, para saber
si el modo de trabajo interesa al niño y si puede ser bueno para
él. Estas son, a mi entender, las mejores condiciones para iniciar
una terapia.
Ahora que usted introdujo el pago simbólico con Christian,
él debe respetarlo; apoye su deseo hablándole, pero sin darle el
vuelto de su moneda: ''Te gustaría darme nueve veces más", o
bien: "Quisieras que te devuelva nueve monedas por una. ¿Qué
quiere decir que 'te gustaría' eso?" Analice la transferencia, pero
no actúe según el del deseo del niño. Analizando también lo que
dice, usted tendría la posibilidad de recordarle la sesión en que
él hacía multipiicaciones lo que quizá signifique que querría que
sus fuerzas se multiplicaran para poder hablar cuando viene a
verlo. "Tú mismo decidirás si tus fuerzas se multiplican en
acuerdo contigo mismo: y estar de acuerdo contigo mismo es
igualmente estar en acuerdo con el contrato que has celebrado
conmigo, verbalmente: una moneda negra por sesión". Hay que
respetar estrictamente el pago convenido. Si Ie· trae un regalo,
por ejemplo un dibujo en lugar de la moneda negra, hay que
recordarle el contrato. Pues si quiere seducirlo con un regalo es
porque se encuentra en una situación agradable, pero que quedó
erotizada; no está en situación de análisis.
238
Creo que cuando Christian dijo a su madre refiriéndose a
usted: "No volveré a verlo", tanteaba el terreno, para saber si
tenía derecho a crecer o si debía seguir siendo pequeño. Aquí
"'
hay algo difícil de determinar, pues la madre, sin perjuicio de
l desear realmente que él reciba ayuda, oculta un secreto que toca
,¡ a las posibilidades de virilización de su hijo. Se diría que hubiera
l necesitado que el niño fuese mujer para quedar conforme. Se me
ocurrió ante el dibujo de los pájaros: cada uno tiene un bulto
negro en el vientre; no pone una pata en un charco de pipí; sólo
el pájaro azul, acurrucado, no tiene una placa negra en la panza;
pero su cuerpo es muy curioso: su cabeza sale de un cuello que
lleva una cruz.
F.D.: Pero éste es el único pájaro todo azul, mientras que los
otros tienen además rojo, y algo en el interior de la panza. De .
cada lado se ven dos pájaros acechando a este pájaro azul,
prontos a precipitarse sobre él.
Cuando yo trabajo con un niño sobre un dibujo le pido que .
me lo cuente. Nunca le describo lo que observo. Así nos lleva-
mos la sorpresa de oír a ciertos niños -pienso especialmente en
los traumatizados- contar una historia distinta de la figura en
su dibujo. Sólo en la sesión siguiente les cuentan la historia que
corresponde efectivamente al dibujo que habían hecho en la
sesión anterior. Pienso en el caso de un niño que, comentando un
dibujo, primero me explicó: "Eso es una iglesia y eso son señores
esquiando". En realidad se trataba del traumatismo que había
representado para él el anuncio de la muerte de su padre,
desaparecido en una grieta. Este acontecimiento estaba represen-
tado por los esquiadores buscando al padre. En la sesión
siguiente el niño dibuja de nuevo a los "señores esquiando", y
dice: ''Es la oración en la iglesia." Era la oración que habían
encomendado decir, todos los días, por el papá muerto. Ahora
bien, un día el padre volvió; y el niño se puso loco. El padre no
estaba muerto; había sobrevivido a una caída en la montaña
pero, herido, fue cuidado durante tres meses por un pastor. Al
llegar el deshielo lo llevaron al hospital, donde tuvieron que
volver a quebrarle la pierna, que había quedado mal soldada. El
niño oía hablar a su madre de las cartas que recibía , con noticias
de su marido, pero él se había fijado al traumatismo inicial de la
239
~
desaparición; de suerte que cuando el padre volvió, él se
escondió para no verlo. Después tuvo mucho miedo de su padre.
Al final del tratamiento, completamente curado, dijo: "Sé perfec-
tamente que es mi padre; pero el que volvió no es mi papá de
antes. Nunca será el mismo. -¿Por qué? -Porque mi papá
nunca llevaba casquette [gorra]". Me dejó con esta palabra, que
era sin duda una condensación de "casse-quéquette" [rompe-
pitito].
Durante la ausencia del padre este niño había tenido con su
madre una relación fálica muy intensa, puesto que para él el
padre estaba muerto. Y cuando después éste regresó, él quedó
completamente depreciado. La madre no se había dado cuenta
de nada, no advirtió que su hijo no reconocía a su padre.
Volvamos al dibujo de Christian. Yo no había observado que
los cuellos de los pájaros eran verdes; creía que eran negros. Es
importante que sean verdes, así como las colas, pues el verde es
un color de vida; o sea que, aunque de comportamiento obsesi-
vo, este niño no lo es en absoluto en su vida interior. Un
verdadero obsesivo no pintaría de verde zonas tan importantes
como las raíces, la cola, el cuello.
Sigo pensando que la madre deseaba que este niño fuera
una niña. Indudablemente, el problema se declaró en él en tomo
de la sexuación. Este dibujo me hace pensar en eso.
Ahora, mire éste: esta mariposa es negra, mientras que la
primera que vimos no estaba investida: la cabez.a no tenía color.
A través de esa mariposa negra él le está hablando evidente-
mente de la muerte de su padre. Vea que la mariquita también
tiene la cabez.a oscura. La mariposa parece un esqueleto; se ven
los huesos.
Su manera . de trabajar no es mala, ya que usted entra .en
relación con el niño por medio de la contratransferencia o, como
usted dice, por deseo de comunicarse con él; pero aprenderá
usted a callarse por completo. Mi manera de trabajar - que no
es la única- es la siguiente: sólo ·digo al niño: "Sin embargo tu
dibujo habla. ¿Tú ·quisieras que hable, sin que hable el que lo
hizo?" Si entonces dice algo, yo propongo: "¿Y si dijéramos que
alguien está en el dibujo, quién sería?" Se trata de dar vida al
dibujo sin reaccionar, como lo ·hace usted, con aquellos "¡Vaya,
· vaya!", por lo mismo que de este modo él le ha hecho tomar su
lugar. Pues cuando usted dijo "¡Vaya, vaya!", para él el que
quedó depreciado fue su caracol. Ahora bien, en el dibujo de un
240
' niño el caracol es la primera imagen motriz; y el suyo es
magnífico: este niño tiene una formidable dinámica de arranque.
Se lo ve en lo rendando del cascarón, en la exactitud matemática
de la espiral. La suya es perfecta -cosa muy rara de
encontrar-; además es·violeta, es decir sin sexo. Pues los colores
tienen un sentido para los niños, constituyen mensajes: ellos
mismos me lo enseñaron. Así, el violeta es el color preferido de
los niños de ambos sexos, en la primera edad.
Vuelvo a la técnica de la señora Morgenstem, que hacía
tratamientos de niños sin decir una palabra, durante un año
quizá. Uno toma sus dibujos, le dice solamente "Hasta la
próxima", hasta el día en que el niño se pone a hablar. Entonces
cuenta todo lo que dibujó desde el principio.
Tuve en control a una terapeuta que, como suele ocurrir en
París, es a la vez analista de niños y analista de adultos. Como
los análisis de niños son muy fatigosos, no constituyen más que
una quinta parte de la clientela. Los niños permiten al analista
analizarse profundamente; pero es un trabajo duro, que suscita
resistencias. La analista.a la que me refiero dio con un niño que
no decía una sola palabra; era su primer análisis de niños bajo
control. Para ella constituía toda una disciplina ascética, pues yo
le había pedido que en esta cura no profiriera una sola palabra
Y el niño se curó así; sin decir nunca nada él mismo. Venía
regularmente a su hora, trayendo siempre su pago simbólico.
Ahora bien, cierta vez, habiendo transcurrido los cuarenta
minutos de sesión; dijo: ff ¿Ya?'', tantas cosas habían pasado en su
interior. En control, el analista trae material para trabajar; ésta no
me traía más que su decepción. Yo le explicaba que el niño
estaba en tratamiento aunque ni ella ni yo comprendiéramos
11
nada. Sin embargo los pequeños detalles, como ese ¿ya?",
probaban hasta qué punto se estaba haciendo el trabajo en él.
Este niño vivía sus pulsiones pasivas en su analista. Habla
perdido a su madre a los tres años. Criado por su abuela
materna y casado su padre por segunda vez, en la escuela había
tenido problemas en el frenillo de la lengua y no podía entrar en
contacto con nadie. Estaba donúnado por sus pulsiones pasivas,
al igual que Christian, quien por culpabilidad de haber errado el
golpe dibujó la "papa". Christian erró el golpe, es decir que por
desgracia le salió bien, ya que hizo morir a su padre por efecto
de su pensamiento mágico. El niño ~ene necesidad de desear la
muerte pero sin que ella se produzca realmente. De lo contrario
241
para él es un traumatismo, pues se ve colocado ante un: ''Tienes
derecho a satisfacer tu deseo incestuoso". En el caso del niño del
11
aue acabo de hablarle, era: Tienes derecho a ser la mujer de
papá". Pues en lo.:: comienzos del Edipo el niño todavía es
ambiguo en sus elecciones; es frágil, asimismo, frente a la
realización de sus deseos, sean estos homosexuales o heterose-
xuales. Yo creo que si Christian le trajo la "papa" y el azul (color
preferido por las niñas pequeñas antes del Edipo) fue a causa de
esta culpabilidad. Pues escribió "papa" en verde pero la dibujó
en azul. Lo que usted dijo sobre el sentido de la expresión "hacer
papa" [/aire patateJ en Quebec, es también sumamente esclarece-
dor. Escribió "tres años" en vioieta, o sea que debido a la
indistinción de este color, probablemente representó la época
que precede a la sexuación y al Edipo. "Cien años" debe
entenderse, en su dibujo, también como "sintiendo"2*.
¿Podría ser la edad que tendría hoy el abuelo paterno? No lo
sabemos. El terapeuta, si puede, debe asociar: como el niño no
decía nada, usted no podía hacerlo. Por esto, con los "¡Vaya,
vaya!" usted se representa a sí mismo. Pues al puntuar así el
dibujo del caracol le está significando ·al niño que ha errado el
golpe.
La margarita, con una cara rebosante de contento en su
corazón rojo rodeado de azul, representa su narcisismo. Vemos
que su narcisismo era inicialmente muy positivo; es probable
que Christian se sintiera adorado por toda la familia, al ser el
únic~ niño entre tantas personas grandes. Es importante saber
de qué modo un niño comprende la muerte, incluso antes de
morir su padre. Cuando se trata de una muerte súbita, el padre
pasa de una vida de relaciones plenas al estado absoluto de cosa.
Pero puede ser que la madre de Christian no haya querido
hablarle a usted de la muerte de su marido a causa de su
decrepitud progresiva, que ella no habría soportado. Para un
niño, ver a su padre disminuido implica que éste muere, siendo
que es el sostén de las pulsiones activas. Yo pienso que Christian
frena sus pulsiones activas porque, para él, son éstas las que
hicieron morir a su padre. Si el padre declinó de manera
espectacular, dejó de ser para el niño el representante de las
242
pulsiones fálicas activas. Ahora bien, en la pareja bicéfala la
madre representa las pulsiones pasivas tan poderosamente como
el padre las pulsiones activas. Se lo repito, este niño se encuentra
dominado por enormes pulsiones pasivas.
P.: ¿Por qué la madre esperó tanto tiempo para traerlo a terapia?
Su marido era universitario; yo también lo soy. Hay sin duda una
correspondencia ...
~~
243
P.: Voy a presentarle un caso que también yo seguí a través del
dibujo: el de un niño al que atendí durante dos años hasta que él mismo
pidió la interrupción del tratamiento. Ahora tiene once años~
Le pedí autorización para hablar aquí de él y de lo que hemos
vivido juntos. Aceptó, preguntándome, cuando le expliqué el principio l
del secreto profesional, si él mismo podía elegir el nombre que lo 1
representaría. Me dijo: "Quisiera llamarme 'Kent Clark'". Por eso voy
a hablarle de Kent.
La madre de Kent se dirigió ~1 Centro de Seroicios Sociales donde 1;
soy consultante quejándose de la agresiVidad de su hijo. Un primer 1
contacto con la trabajadora social revela que Kent presenta otras 1
dificultades; dice sentirse desdichado por ser varón, se pone la ropa de
su madre o de su hermana y se siente rechaz.ado por sus com¡xiñeros de l1
escuela. La primera entrevista con la madre me aporta los elementos
siguientes: los ¡xidres se separaron cuando Kent tenía dos años. La
madre quedó sola con los dos hijos, Kent y su hermana, un año menor
que él. La madre tuvo que volver a trabajar. El ¡xidre siguió en contacto
con los niños, pero en forma irregular y con escasa frecuencia. Kent se
queja de no poder confiar en su padre. La madre lo describe como
agresivo para con ella y su hermana, intolerante a cualquier negativa.
Escribe cartas de amor a su madre y deja a la vista otras dirigidas a su
padre en las que se queja de los malos tratos que su madre le infligiría. 1
Quiere ser una niña y afirma que a los dieciocho años se hará operar r
para serlo. Se pavonea con los vestidos de su madre o de su hermana y f
adopta poses femeninas. En la escuela y el vecindario se burlan de él.
Su madre dice que tiene el sueño agitado y que todas las noches quiere 1
acostarse con ella. Kent reniega del apellido de su padre y querría llevar
el de su madre. Le pregunta con frecuencia por su divorcio, quiere saber
por qué no se vuelve a casar.
l
Ella me dice que Kent es desdichado y que necesita de ella. Le pido
que diga al niño que, si lo desea, puede encontrarse conmigo.
244
primer dibujo que aquí le muestro, explicándome que una niña de la
escuela se burla de él porque tiene los dientes amarillos. Me dice que la
culpa es del dentífrico que usaba cuando era pequeño, que seguramente
j
contenía algo malo. Tiene los dientes manchados; su propio padre se
i burla de e1 a causa de esto. Yo le digo que quiz.ás él piensa que su madre
l no hizo todo lo debido para quererlo, y que se pregunta si podré ayudar-
l
lo cuando se sienta manchado en su corazón. Conecta inmediatamente
f con un sueño: su madre lo echa de casa. Le pregunto entonces si conoce
las razones por las que su padre se marchó. Me responde que lo hizo
1 porque a su padre y a su madre no le gustaban los mismos programas
!
de televisión. Le digo que quWí teme que su madre lo eche, así como
echó a su padre, ya que él es muy diferente de ella; él lo niega. Luego
declara que me va a dibujar otra cosa que lo entristece: por las noches,
piensa en su abuela materna; si ella muriera, él ya no tendría deseos de
vivir. Esta abuela se ocupa mucho de él; le encarga pequeños trabajos ...
Al evocar todo esto Kent se pone muy triste. Al final de este primer
encuentro me dice, al marcharse, que detesta quedar a cargo de otra
persona; los jueves, sobre todo; como su madre trabaja hasta tarde, debe
quedarse a dormir en casa de la cuidadora .
.Quisiera comunicarle las hipótesis que se me ocurrieron tras dos
encuentros con Kent. La..primera es que el divordo de los padres viene a
complicar para él la resoludón del Edipo y el proceso de identificadón
masculina. Desde el comienzo de la entrevista se coloca en posición
triangular, mostrándome los fantasmas que lo habitan. Lo que redbió
de su madre es malo, y no puede ser reconocido por su padre como el
hijo del que éste se sentiría orgulloso. Me pregunté además por la
significación de los dientes manchados; ¿será la mancha el castigo a su
agresividad oral? Kent, en efecto, se coloca en posición de víctima, en
una actitud pasiva: se empeña en negar la existencia de su pene,
pidiendo que el otro también la niegue; al mismo tiempo fantasmatiza
su pene como desmesuradamente grande, a la medida de sus deseos
edípicos, como se puede ver en su segundo dibujo: vemos que la cerca
llega a la altura del pene; pero también puede servir como sustituto del
pene que esa cerca esconde superponiéndose a él. El sueño que me contó
expresaría su temor de que sus deseos sean rechazados por su madre,
como lo fueron los de su padre; ¿o se trata del deseo de que ella lo
rechace, para ser ayudado así a controlar la fuerza de sus deseos?
Comienzo la terapia con estos interrogantes, a razón de un encuen-
tro de cuarenta y cinco minutos por semana. En este tratamiento
identifiqué cuatro frases. Durante la primera, Kent expresa su
sentimiento de ser responsable del estallido familiar; cree que su padre
245
se marchó a causa de sus deseos edípicos, que e1 siente como malos. En
sus dibujos aparecen numerosos fantasmas de ataque sádico a la madre;
fantasmas en los que él es a la vez agresor y victima. Aquí tiene los
dibujos. A menudo dibuja este maniático, aquí, en el cuadradito negro,
que secuestra mujeres y les inflige malos tratos; las arroja al fuego y
luego a los cocodrilos para que las devoren; a la izquierda se ven
esqueletos de mujeres que ya han sido asesinadas. Después vienen dos
dibujos que relatan una única historia en tres episodios: un maniátü;o
persigue a mujeres que él identifica con Monique, una persona con
quien yo trabajo (en el extremo derecho) y con France, la trabajadora
social que entrevistó a su madre; él está en mis brazos, en la parte.
superior del dibujo, lo que me hace decir que es a la vez víctima y
agresor, pues cuando me hayan matado se quedará solo.
P.: En el centro donde trabajo todos los niños son admitidos por
mediación de una trabajadora social. En el momento en que la madre
pidió la colocación del niño, fue France la que tuvo contacto con ella.
246
enclavó toda su agresividad. Ocasión más para convencerse de
que no hay que ceder a ideas estereotipadas del tipo: ''un niño
no debe ser separado de su madre"; por el contrario, cuando ya
nada justifica vivir con una madre depresiva que impide vivir y
sublimar las pulsiones del niño, tal separación es positiva. En
vez de hacerse hombre, el niño conservó su agresividad hacia la
madre, empujado a transgredir el tabú de lo anal por el dañar-
destruir; como la depresión de su madre le imposibilitaba
soltarla, se volvió contra ella. La colocación era la verdadera
solución. Observe usted, a la izquierda del dibujo, la enorme.
espada fálica que sale del vientre de esa mujer, o que se le mete
dentro; o bien lo uno o bien lo otro. Es una bruja, tiene una
pierna de madera; es fálica, con esa cara de diablo.
¿Por qué piensa usted que sus dientes amarillos significan
un castigo al deseo de hacerse hombre como papá?
247
sus lindos ojos. Se pregunta también por la posibilidad de vivir con su
madre otra cosa que una relación peligrosa, e intenta controlar su
temor a ser destruido por ella. Digo eso porque arriba del dibujo ha.y
una madre dando caramelos al niño que tiene los dientes cariados;
abajo, la madre da al niño frutas y legumbres; éste tiene lindos dientes.
F.D.: El "para ser bello" afeó. Puede ser. Pero no sé por qué
usted lo asoció con algo que viene de la madre. El dentífrico no
viene de la madre, viene del comercio. La madre suscitó en él
una fuerza tan grande, para que él haya intentado sacarla así de
su depresión, que Kent no tenía ya freno contta sus pulsiones ni
recursos para humanizarse. Pues como usted sabe, una madre
depresiva necesita un hijo agresivo. Se trata de una necesidad no
de un deseo. Y el niño, por su parte, erotiza su agresividad, de
suerte que cualquier persona que se interponga entre su madre y
él impone a sus pulsiones una tensión muy penosa. Separarse de
su madre aliviaría a este niño, aun al precio de su sufrimiento.
Recobratja su equilibrio; es verdad que su madre se pondría más
depresiva todavía.
En este otro dibujo reaparece toda su agresividad primera:
en esa nube con el fuego abajo, el fuego del deseo. Frente a su
madre, él no podía hacer otra cosa que tratar de ser mujer, para
no caer en peligro de incesto: ser una amiga de su madre. Ser
travestista, para él, es ser viril a la manera anal, oral, pero no en
el sentido genital, ya que él quisiera volverse niña; "viril" no
tiene aquí un sentido sexuado; para él significa únicamente ser
complementario de su madre. Puesto que el padre no "comple-
menta" a la madre, a Kent le falta una imagen masculina que la
complemente. Obrar como el padre sería marcharse. Dejar el
lugar. Ser colocado.
248
~
'f? c,., ..
secuencias, que él intitula uLos asesinatos en Nueva York"; tres dibujos
representan tres asesinatos diferentes. Antes de comenzar me dijo:
u Pondré una pista en cada dibujo y tú tendrás que adivinar quién es el
asesino".
~·
F. D.: ¿Qué dijo él al respecto?
249 j
·.1
l
cuando tenía un año; aquí podría estar la causa de la identifi-
cación con una niña. No recibió explicación sobre este nacimien-
to, pero ulteriormente pudo colegir que el padre se había
marchado, precisamente, porque había tenido una hija.
250
F.D.: A los bebés se les dice "mont petit chat"**. Muchos niños
pequeños que todavía no han visto al recién nacido, al oírlo ·
llorar creen que es un gato maullando. El recién nacido es
~ espantoso para un niño; espera encontrar un compañero y le
asombra ver un ser tan impotente. La estupefacción sólo
desaparece cuando se le dice que él mismo ha sido así.
Pregúntele por qué no le gustaba ese chalet; por qué quería
que ardiera. ¿A quién pertenecía el chalet? Esto es importante.
¿Cómo reaccionó la madre al enterarse?
P.: Dije que fue antes pero en realidad fue más o menos al mismo
tiempo.
251
momento en que ya no lo es. Al reconocer haber sido el autor del
incendio demostró que podía diferenciar entre el sentimiento de
responsabilidad y una acción del pasado que en el presente
desaprueba. Lo que representa en su dibujo es un fantasma. Este
niño distingue entre fantasma y acto. Al terapeuta le toca no
confundir literatura con delincuencia.
Este dibujo tiene un reverso: toda esa sociedad en llamas;
este suplicante, aquí, en medio de todas esas monjas en el infier-
no, es él, Kent, visto del lado donde, como él dice, no puede
"hacer un chico". Salvo el ·chico, en el fuego no hay más que
mujeres. Por eso este dibujo es importantísimo respecto de lo
que él asl.Ullió con su confesión; ya que aquí se representó como
el hombre que hace arder a las mujeres.
252
es de orden oral; lo cree porque no se le dijo que los niños son
también hijos del padre. No pudo representarlo en el dibujo del
anverso; pero en el reverso lo dijo bien, a través de un fantasma:
él sabe que lo que las mujeres necesitan es deseo; deseo de un
hombre: el infierno3. Ignora que si el hombre le es necesario a la
mujer es para la fecundidad. Cree que ella traga un objeto oral
que sale por abajo, como si la madre no llevara en sí al hijo del
deseo del hombre. Es que no se le dijo que la mujer no tendría
hijos si el hombre no se los diera. El efecto de la castración ·
primaria para el varón es aceptar que las pulsiones anales y
orales no lo hacen fecundo. Ahora bien, los niños creen que las
mujeres tienen niños caca mágica; fantasma que aparece con
mucha frecuencia, al nacer el primer hijo, en muchos padres que
no han superado la castración primaria. La castración primaria,
para la niña, es reconocer que no tiene pene; pero la sobrecom-
pensa el hecho de que puede hacer bebés. Es una extravagancia,
además, que los adultos digan "hacer un bebé", pues no se trata
1 de hacer sino de concebir: "concebir " remite al padre, mientras
J que ''hacer'' evoca algo que parece provenir sólo de uno mismo:
es el registro anal. El pequeño Kent está en eso.
Preste mucha atención a la importancia de la castración
primaria, ella abre al niño a fantasmas que lo virilizan,
haciéndole tomar conciencia del papel esencial que desempeña
el hombre en la fecundidad de la mujer. En ese momento su
potencia se restablece. La niña se consuela de su castración
primaria, el varón no. Para él el drama se produce cuando ya no
puede orinar en erección. Es en ese momento cuando los
revólveres cobran tanta importancia para el chico, los revólveres
que "sueltan jugo", justamente. La niña, por su parte, tiene el
fantasma de la panza crecida, llena de caca mágica, producida
por alimento mágico. Muchas niñas imaginan que los niños se
hacen completamente en la panza. Para ellas son los hijos
imaginarios que tienen, en lo inconsciente, con el padre, e
incluso con la madre; niños homosexuales o heterosexuales,
pregenitales, preedípicos. Al llegar al Edipo, la niña dice que el
hombre le importa poco, ella quiere rúños. Hay muchas madres
para las cuales su marido es tan sólo el "funcionante" necesario
253
para dar vida a hijos anterógrados, concebidos en sus propios
fantasmas de la infancia, con el abuelo, la abuela o el padre.
En este dibujo Kent muestra a Medusa y dice: "Salí por su
vagina y había entrado por su boca". Tiene la creencia de que su
madre tragó un hongo negro ("negro" que puede significar
11
borracho")*. ¿Su padre lo concibió tal vez en el celo de la
ebriedad? A este hongo, Kent lo llamó python. Python es "ton
pis"**, el pene de mamá. No el falo, el pene. Aquí no hay falo:
Kent es impotente. Kent es, pues, el objeto parcial, salido del
cuerpo de la madre, bajo el agua, en las aguas amnióticas.
Aquí, escribió "Jupiterre". ¡Ya estamos! "Jus-pis-terre"**• el
momento en que ya no podía mear en erección. En esta palabra
condensó la historia de la erección que no cobra sentido. La
palabra pone en claro el drama de esta castración imaginaria del
varón, de no poder ser padre al mismo título por el que la madre
es madre; de no poder ser tan potente genitalmente, gené-
ticamente, como la madre. Ser hombre equivale a ser un pobre
_tipo comparado con la madre omnipotente. El hombre no puede
más que "hacer caramboia" agresivamente. He aquí de qué
modo se representa este niño la relación de un hombre y una
mujer; puesto que arriba escribió: "Jupiterre'', y puesto que el
''Python" negro es él, entrando por la boca (la vagina dentada)
de la madre, y saliendo por la "Vagina", palabra que escribió
abajo. Se trata, en los dos sentidos del término, de una "concep-
ción" digestiva, ya que en su dibujo la boca y el tubo digestivo
terminan en la vagina. La vagina es el pis de la mujer. Este niño
cree que los chicos son traídos al mundo excrementando. Este
caso es bellísimo.
Nunca hay que olvidarse de dar vuelta los dibujos de los
niños, pues a menudo tenemos la clave en lo que está represen-
tado en el reverso. En el reverso de este dibujo hay un galanteo.
El se llama "P'tit Poil" [Pelito] y flirtea con "Marina". Abajo,
"P'tit Poil" trae un trébol de tres hojas a "Marina", que queda
embelesada. No son más que mitades de cuerpos, y todo cuanto
pueden hacer es tomarse del pie. ¡Este dibujo es fantástico, al
dorso de la historia de "Jus-Pis-Terre"! El se puso en marcha con
este fantasma, porque usted le interpretó que quería volver a
254
tf,
}
';_ entrar en su madre. ¡Podemos decir que es estupendo que los
~ ' hombres quieran volver a entrar en las mujeres! ¿Pero por
dónde? No es "entrar todo", según la imagen que usted le
~! propuso; es entrar por el sexo. Lo que usted le sugirió lo hizo
lanzarse a esos fantasmas de colisiones múltiples de coches, que
dan la muerte. Aquí, él busca cómo dar la vida, y cómo asegurar
su ser-vivo, puesto que se representa como salido de una mujer
que lo dio a luz digestivamente, sin reconocer el papel del deseo
del hombre en la concepción. En este dibujo él expresa bien la
vertiente del amor, pero entre dos mitades de seres. Sus brazos
están enteros pero la parte inferior de sus cuerpos está incomple-
ta.
En este lugar escribió: ''No me gusta hablar de eso; me
fastidia. Le fu.n". ¿Qué quiere decir "le fu.n"?
255
lo saqué antes didéndole que no íbamos a romper eso. Quedó sorprendí:..
do y siguió dicendo que no éra lindo.
F.D.: ¿No contó nada sobre todas estas serpientes del árbol?
P.: No.
estaba "encinta ", pero él no lo cree pues sólo tiene dieciocho años y
nunca se acostó con nadie; salvo con su madre cuando tenf.a cinco. Le
propongo examinarlo y averiguar quéle está pasando.
256
±á ;,,
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)
¡ P.: Después dice que no quiere que le saquen unil radiografía. Va a
¡
! esconderse y hace un dibujo. Vuelve, se tiende en el suelo y pone el
dibujo sobre su vientre diciéndome: "Toma una foto". Simulo tomar
una foto e ir a revelarla; después vuelvo y le digo: "Efectivamente,
r
1
pienso que está encinta". El se enoja y pregunta de dónde viene eso.
1¡ Cuenta que ha ido al cine; a su lado estaba sentado un muchacho;
hablaron. El muchacho estaba triste porque había perdido a su madre en
el incendio de su casa. En ese incendio el padre quedó herido. Sigue
hablándome como si fuera una niña y me dice: "Lo traje a mi casa y nos
acostamos. ¿Será él el que me dejó encinta mientras dormía?" Se
levanta, finge telefonear al muchacho en cuestión y le pregunta: "¿Eres
tú el que se acostó conmigo la noche del cine?" Tras una pausa, dice:
"¡Puerco!" y cuelga. Vuelve hacia mí y dice: "Quiero abortar". La
entrevista está casi terminada, quedan uno o dos minutos. Le digo:
"Escuche, señor-señora, un aborto es una cosa seria que no se decide así
como así. Le doy una cita para la semana que viene y volveremos a
hablar de eso".
~ F.D.: Se las arregló usted muy bien, al final, gracias a ese
"señor-señora". Pues está muy claro que el aborto apareció
·desde el principio, en sus primeros dibujos.
1
1 P.: Además, concluyó la sesión diciendo: "Si es un varón, a lo
!
mejor me lo quedo". ·
Ahora bien, desp;,és de esta sesión ocurrió u~ suceso que descom-
paginó muchas cosas, para mí más que para él: en la escuela donde lo
veía se declaró una huelga, de manera que durante cinco semanas no
tuve sesiones con él. Tuve la sensación de que nuestra relación se había
deteriorado mucho y que ya nada ,andaba bien. Pero hace muy poco
comprendí que era yo la que no había tolerado esa ruptura, pues me
sentía responsable de haberlo abandonado.
257
maestra que los dejara venir, pues no les estaba permitido salir
de la escuela en horas de clase. Así pues, yo los veía cada cinco o
seis semanas. Y de este modo, preservada la transferencia, los
niños llegaban al final de su tratamiento. Pues hay que preservar
la transferencia.
258
+~
ll
1
!
cación que cometió Freud en el caso Juanito, equivocación
gracias a la cual inauguró el análisis de niños. Juanito pensaba
l que su pene iba a caer; y, en efecto, el deseo de la madre de
) }uanito cayó al nacer la hermanita. El padre sufría de no servir
1 ahora más que para traer dinero a casa; en ese punto Juanito ya
1 no tenía padre; éste no era más que un tesorero-pagador, agobia-
do de trabajo, mientras que su mujer vivía con el bebé y la
criada, tres mujeres juntas. En cuanto a Juanito, ya no existía
para su madre; ella le mintió, puesto que cuando él le preguntó:
"¿Tienes tú una cosita de hacer pipí?", ella le respondió: "¡Por
supuesto!" Por supuesto, ella tenía cómo hacer pipí, pero no
tenía una "cosita de hacer pipí". El preguntaba a su madre:
"¿Tienes tú un pene?", ella respondió: "Por supuesto, tengo
uno". Desde ese momento, para él, del lado de la madre quedó
instalado el engaño: como ella tenía un pene, no tenía ni necesi-
dad ni deseo de un hombre. Lo que Juanito temía era la
mutila¡;ión uretral, es decir, una operación que su cuerpo habría
padecido para que él naciera mujer; puesto que, en efecto, la
) madre prefería a las niñas.
En cuanto al padre, tenía lo que le hacía falta, pobre hombre,
pero no lo dejaban utilizarlo, pues su mujer ya no lo amaba. Por
1 lo demás, así se explica que el padre, Freud y Juanito se marcha-
(
ran por un lado, mientras que la madre se quedó con su hija y su
criada. En la neurosis de Juanito se trataba, por lo tanto; de la
mutilación del pene uretral y no de la castración edípica; no
había Edipo en juego. Juanito entraba entonces en el Edipo, pero
como los padres no eran el soporte de un amor genital el uno
para ei otro, él se detenía en: "Si no tuviera pene mi madre me
amaría más, pues llegar a ser como mi padre quiere decir: ser
abandonado". Sólo es posible que un chico se enorgullezca de su
sexo de varón si el padre, en la vida real de la familia, ocupa el
lugar del hombre, deseado por la madre. Lo mismo para la niña
en su relación con la madre.
Para que haya castración genital tiene que haber situación
triangular de tres personas: dos adultos y el niño que desea ser a
imagen del adulto de su propio sexo, cuando éste tiene una vida
genital satisfactoria. Para que un niño pueda integrar el Edipo es
preciso que esta condición se cumpla en la familia, de lo
contrario no recibe la prohibición del incesto, que se traduce por:
''Nunca haré tan bien como papá hace con mamá".
259
}
LISTA DE LOS CASOS PRESENTADOS
POR LOS PARTICIPANTES
260
J~.
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¡
1
1
~
¡
1
261
- - : Esquizofrénico: Un adolescente disociado y la cuestión
• J
Otros ejemplos
Un caso límite: Paciente que llegaba cada vez más tarde a sus
sesiones, 87-88.
El duelo de la madre arcaica: Primer dibujo del rostro de la vida
por una niña definitivamente retirada a su madre, 144-147.
Lo no dicho sobre la identidad: "¿Por qué me llaman 'negro'?", 95-
97.
- -: El niño criollo que creía tener tres mamás, 136-138.
Una otitis psicosomática: En una niña de dos años y medio, 81-83.
El pago simbólico: De una niña de nueve meses, 45-48.
- -: De una vietnamita psiquiatrizada, 83-85.
El comportamiento sadomasoquista: De una madre que amamanta
a su hijo, 62-64.
- - : De una madre que "rompía" a su hija y feminizaba a su
hijo, 117-120.
El yo ideal: Búsqueda de los padres biológicos, 51-55.
262
Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA
J
fj~:-·
'
t'
t
93. M. E. García Arzeno ·El síndrome de
la niña púber
94. C. D. Pérez - Un lugar en el espejo. El
Interpretación freudiana y psicoaná-
lisis
122. Hartmann, H.: La psicología del yo
~
~
Esta edición se terminó de imprimir
en los Talleres Gráficos Offsetcolor S.R.L.,
Olazábal 3920/26, Buenoc; Arres
en el mes de abril de 1988
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125