Está en la página 1de 263

'

;
•>
SO::)l.LI1VNVO:)ISd SVWH.l SONl.O A.
GV1.N3:Hnd 'NOI:)dOGV ffiIHOS
J3:RHno NH SOD01VIQ
'· .-
Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA

Algunos títulos publicados:


20. A. Garma -Psicoanálisis de los sueños 54. León Grinberg (comp.)- Prácticas psi-
21. O. Fenichel - Teoría psicoanalítica de coanalíticas comparadas en las psicosis
las neurosis 55. León Grinberg (comp.)- Prácticas psi-
22. Marie Langer - Maternidad y sexo coanalíticas comparadas en niños y
24. Hanna Segal - Introducción a la obra adolescentes
de Melanie Klein Só. l. Berenstein - Psicoanálisis y semióti-
25. W. R. Bion -Aprendiendo de la expe- co de los sueños
riencia 57. Anna Freud - Estudia psicoanalíticos
29. C. G. Jung - Psicología y simbólica 58. P. L. Assoun - Freud: la filosofía y
del arquetipo los filósofos
30. A. Garma - Nuevas aportaciones al 59. O. Kernberg - La teoría de las relacio-
psicoanálisis de los sueños nes objetales _
61. M. Sapir, F. Reverchon, J. J. Prévost 1
31. Arminda Aberastury - Aportaciones
al psicoanálisis de niños y otros - La relajación. Su enfoque
32. A. Garma - El psicoanálisis. Teoría , psicoanalítico
clínica y técnica 62. W. R. Bion - Seminarios de psicoaná-

¡
1
33. R. W. White - El yo y la realidad en la lisis
teoría psicoanalítica 63. J. Chasseguet-Smirgel - Los caminos
35. W. Reich - La función del orgasmo del anti-Edipo
36. J. Bleger - Simbiosis y ambigüedad 64. G. Groddeck - Conferencias psicoana-
37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder - El líticas para enfermos
paciente y el analista 65. M. A. Mattoon - El análisis funguiano
40. Anna Freud - Normalidad y patología de los sueños
en la niñez 66. D. Foulkes - Gramática de los sueños
41. A. Garma - El dolor de cabeza. Géne- 67. Anna Freud - El yo y los mecanismos
sis psicosomática y tratamiento psi- de defensa
coanal itico 68. Heinz Kohut - La restauración del sí-
42. S. Leciaire y J. D. Nasio - Desenm{ls- mismo
carar lo real. El objeto en psicoanálisis 69. W. Reich y otros - Escritos psicoana-
43. D. Liberman y D. Maldavsky - Psicoa- líticos fundamentales
nálisis y semiótica. Sentidos de reali- 70. Georges Amado - Del niño al adulio.
dad y categorizaciones estilísticas El psicoanálisis y el ser
44. l. Berenstein - Familia y enfermedad 71. J ean Guillaumin - Los sueños y el yo.
mental Ruptura, continuidad, creación en la
45. l. Berenstein - El complejo de Edipo. vida psíquica
Estructura y significación 72. l. Berenstein - Psicoanálisis de la es-
46. A. Armando - La vuelta a Freud. Mi- tructura familiar
to y realidad 7 3. M. A. Mauas - Paradojas psicoanalíti-
4 7. León Grinberg - Teoría de la identifi- cas
cación 74. M. Yampey-Psicoanálisisdelacultura
48. J. Bowlby - El vínculo afectivo 76. L. Grinberg - Psicoanálisis. Aspectos
4 9. J. Bowlby - La separación afectiva teóricos y clínicos
51. E. H. Rolla - Familia y personalidad 77. D. J. Feldfogel y A. B. Zimerman
52. M. Shepard - Fritz Peris. Lo terapia (comps.) - El psiquismo del niño en-
guestáltica ! ermo orgánico
53. León Grinberg (comp.) - Prácticas 78. C. G. Jung - Energética psíquica y
psicoanalíticas comparadas en las neu- esencia del sueño
rosis
(Continúa en la última página)

l
F
. . .
___:_,
.

l 1
~
f! u

i Franc;oise ·Dolto
l

DIALOGOS EN QUEBEC
SOBRE ADOPCION, PUBERTAD
Y OTROS TEMAS PSICOANALITICOS
. .

Edición realizada con la colaboración


de ]ean-Fran~ois de Sauverzac

'
PAIDOS
Buenos Aires
Barcelona
Méxíco
¡

Título original: Dialogues québécoís


Editions du Seuil, París
j
© Editions du Seuil, 1987 1
ISBN 2-02-009605-6 i
1
f
Traducción de Irene Agoff
1

Cubierta: Gustavo Macri


Impresión de tapa: Talleres Gráficos JC
Carlos María Ramírez 2409, Buenos Aires

1a. edición, 1988

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina


Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

·La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica
o modificada, escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo,
impreso, fotocopia, fotodu;>licación, etc., no autorizada ~r los editores, viola
derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
__/

i
© Copyright de todas las ediciones en castellano by
Editorial Paidós SAICF
Defensa 599; Buenos Aires,
Ediciones Paidós Ibérica S.A.
l1
Mariano Cubí 92; Barcelona
Editorial Paidós Mexicana S.A.
l
Guanajuato 202; México \
f
l
ISBN 950-12-4125-4
.·rt\~.· "· '
.~,~
1-:-:"o• C .l
, ~
~ !''''i
; l 't
-~
i INDICE
i
¡.f

Agradecimientos ........................................ ~ ................................. . 6


1.. Niños adoptados ............................~······································· 11
2. Psicosis ................................................................................... . 56
3. Sexualidad y libido ............................................................... . 89
4. Padres delincuentes. Incesto ...................................•............ 116
. ,,
5. Deseo y repet1c1on ................................................................. 134
6. Niños perversos .................................................................... . 148
7. El sujeto, no el objeto ............................................................. . 167
8. Sobre la pubertad ............................................... :.................. . 178
~
1
9. Procesos. Tests ....................................................................... . 195
10. El dibujo en psicoanálisis de niños..................................... 226
1 Lista de los casos presentados por los participantes ................. . 260
Lista de los principales casos y ejemplos clínicos de F. Dolto ... 261

l
~
l 1

5
AGRADECIMIENTOS

Agradezco a Marie-Franc;oise Elkhouri, psicóloga; Gisele


Laine Ammara, psicóloga; Gaston Brosseau, jefe del Servicio de
Psicología del Hospital Maisonneuve-Rosemont; Claude
Desjardins, director general del Hospital Maisonneuve-
Roseniont, y Reginald Deshayes, director del Servicio
Hospitalario de Maisonneuve-Rosemont, quienes me
permitieron venir a Quebec y trabajar con ellos en septiembre de 1
¡
1983. i
\
\

F.D. 1

1•

,•
'l
1
1
l

.\
'
'l
¡
1
1
.;.
i
i

- -

---·----· ... ----- ·------~- - -


1
·j

'
1
1
l
¡
f
l

· En 1983, psicólogos del Hospital de Maisonneuve-Rosemont,


de Montreal, invitaron a Fran~oise Dolto a un coloquio cuyo
tema era ... Fran~oise Dolto.
Fue un acontecimiento de la dimensión de una transferencia.
Porque además, utilizando una expresión que ella suele emplear
--con referencia a los niños que se encuentran en la etapa del
1
Edipo-, Frarn;oise Dolto, por su lado, "clavó un sello", el del
psicoanálisis freudiano, en una configuración que podríamos
llamar "ideológica". ·
En Quebec, efectivamente, la orientación de la psicoterapia
institucional de niños se enrola con gran frecuencia en la línea de
un ideal de buenos sentimientos que encuentra su mejor sostén
en la detección del "objeto malo". Los pertrechos de las figuras .¡
imaginarias del kleinismo, rebajadas por una psicología de la
conducta a la función de abrelatas, con fines de evaluación y 1

diagnóstico, sumen a muchos terapeutas en la perplejidad.


Fran~oise Dolto aporta en este aspecto una cartografía
' ~ diferente, la de lo simbólico; y, cosa hasta entonces inusitada en
Quebec, una ética del sujeto.
Preciso es señalar que los participantes, psicólogos,
psicoterapeutas -a menudo no analizados si exceptuamos a
algunos psicoanalistas-, abogados, trabajadores sociales y
educadores se ocupan, en una esfera o en otra, de jóvenes
1 delincuentes, de niños psicóticos rechazados por la competencia ¡
l
{ psiquiátrica. Así pues, en un sentido estos "psi" son dejados de
lado, al igual que aquellos de quienes tienen que ocuparse. De
ahí la considerable demanda de saber dirigida a Fran~oise Dolto
por un auditorio cuya heterogeneidad nunca borra lo real de los
-"
1 interrogantes que lo acucian. Fran~oise Dolto responde a ellos ..
7
con su escucha. La escucha de lo que ya casi no se oye del deseo
de un niño en presentaciones de casos donde el legajo jurídico
da primero la razón a la neurosis de alguno de los padres, al
imaginario social de una instancia preocupada por la
preeminencia de la norma. Y si bien la variedad de su auditorio
la conduce a refrescar los fundamentos de la práctica, Fran\oise
Dolto brinda el pináculo de su experiencia clínica sin
preocuparle las diferencias de su público ni con intención
pedagógica alguna.
Aquí, la condición de los "psi'~ de institución no difiere
esencialmente de la de otros, en otros ámbitos. De ahí el valor
ejemplar de estos diálogos.
A esta situación se suman, en Quebec, los efectos de una
solidaridad"' activa, nacional por decirlo así, que hace cierto
tiempo se convirtió en paracaídas de una ley singular que
dispensa al psicoterapeuta del secreto profesional y, por tanto,
de asumir sólo el decir y los fantasmas de su paciente. El tiene la
obligación de denunciar, llegado el caso, su peligrosidad a los
servicios de Bienestar Social, a la justicia y aun a la policía. Esta
delación de inconsciente produce un resultado indiscutible: lo
deniega, confundiendo fantasma con proyecto; de hecho, hace
imposible cualquier terapia. Es manifiesto que fos participantes .
esperaban del Otro, en este caso Fran~oise Dolto, que se lo
significara. Más aun cuando los mismos que enfatizan su r
carácter coactivo admiten no conocer verdaderamente su
contenido. Como si la ignorancia de una ley fuera la mejor
garantía de no infringirla o, por el contrario, la seguridad de
padecerla más. Preciso es añadir que esta ley se enlaza con otra
disposición: es el juez el que prescribe una psicoterapia en lugar
. de una colocación, por ejemplo. Estos son los dos cerrojos que en
Quebec encierran al terapeuta en el espacio institucional, como
cómplice forzado de la justicia o del asistente social. Condición
que, a buen seguro, constituye uno de los aspectos cruciales de
estos diálogos.
Fran\oise Dolto fue particularmente requerida para responder
sobre los problemas dé los adolescentes. Ahora bien, como ella
demuestra a las claras, lo que podría hacer creer que éstos son
con más frecuencia "terapizados" en Quebec que en otras partes

.. Véase capítulo 6 y págs. 193-194.

- ~ ~ , ___ -- ----
. - - - - - - - - - ""- - - - - - - - - .- -

. - .
\

r . .
~
f -,-
t~: ~ ~

~
es efecto de un desplazamiento: la preyención de los trastornos
de la infancia cede el paso a la atención prestada a los signos de
delincuencia, a medida que una sociedad se focaliza en lo
manifiesto, en el comportamiento de los individuos y no en su
ser.
·Otra particularidad de este seminario, que lo diferencia de
cualquier otra obra de Fran~oise Dolto, es que los participantes
presentan casos en forma pormenorizada; algunos dan ocasión
incluso a verdaderas sesiones de control con Fran~oise Dolto.
Todos dan lugar a un diálogo de trabajo.
Documento excepcional porque Fran~oise Dolto pone en él a
trabajar su escucha, transformando un caso a partir de un
significante que ella ha enfatizado o restablecido cuando no se lo
había mencionado en absoluto. Porque la vemos, en cada caso,
vertebrar el Edipo del sujeto, dar al síntoma su equilibrio en su
genealogía.
Como sabemos, para ella este trabajo no puede seguir
adelante sin la ética: sostener al niño en su deseo. El deseo "es
una pasión que no tiene contrario", afirmó Descartes en uno de
sus buenos momentos. Fran~oise Dolto suscribe esto . a su
manera, recordando "que no hay negativo para el inconsciente".
1
Por ello lo que en un sujeto 'da frutos", simbólicos o mortíferos,
escapa a toda consideración moral; el psicoanálisis nada tiene
que hacer con el Bien, pues su única misión es dar acceso al
sujeto, en la palabra, al Otro que él es para sí mismo.

]ean-Fra~ois de Sauvenac

9
1. NIÑOS ADOPTADOS

El Edipo de los niños abandonados - Enraizar al niño en su


escena primaria - Un mellizo es la placenta del otro - Un robo
sano - Sobre la colocación - El inconsciente ·no es "gentil" -
¿Quién bombea el aire del padre asmático? - La eyaculación
precoz - La enuresis, prudencia inconsciente del niño varón -
Pago simbólico de una niña de nueve meses - Cuestión prelimi-
nar a toda terapia: "¿Quién sufre?" - Búsqueda de los padres
biológicos y yo ideal. ·

PARTICIPANTE: A modo de presentación del caso que voy a


exponer, quisiera recordar esta conocida cita de Freud: "Lo contrario
del amor no es el odio, sino la indiferencia."
Se trata de un padre, viudo desde hace cinco años, que consulta por
su hijo adoptivo, de once años, quien le ha robado una suma relativa-
mente importante, setecientos dólares canadienses. El muchllcho utilizó
el dinero para comprar un equipo para sus amigos del conjunto de
béisbol. El padre, llamémoslo señor A., considera al niño como un
delincuente y desea que lo tomemos en psicoterapia. Aunque traté a
este niño cerca de un año, no es de él de quien hablaré principalmente,
sino del padre.
Después de algunas entrevistas, el hijo tomó conciencia de que el
robo era tan sólo una forma de castigar a su padre, cuya concubina
había robado, a los ojos del niño, el lugar de su madre. Ahora bien, pese
a que su conducta mejoró y a que menguó su interés en continuar una
relación terapéutica, su padre lo obligaba a venir, haciendo caso omiso
de su deseo.
Creo que comprendí, desde el comienzo, que el señor A. se hallaba
sumido en un estado de desesperación que sólo conseguía superar por
procuración: su hijo venía a terapia en su lugar. A raíz de la muerte de

11
f t-·
su mujer, el señor A. había caído en una depresión profunda que lo
había conducido al psicoanálisis. Al cabo de dos años tuvo que
tl1-
interrumpirlo debido a una operación en la columna vertebral, pues
sufría una hernia de disco. El señor A. quedó sumamente irritado con
su analista, quien no aceptó reservarle su hora salvo que pagara las
sesiones durante esos meses de ausencia.
1
El señor A. me relata todo esto en la primera entrevista, recono-
ciendo que su manera de considerar a su hijo adoptivo le viene de 1
~
problemas afectivos que él mismo ¡xzdece. En particular, ve a su hijo ~
~
"obeso", cuando éste es sólo regordete. En ese momento le aconsejo .
vivamente reanudar su análisis; no fo hace. Un año después pide verme
1
con urgencia: está decidido, quiere colocar a su hijo como sea para no
verlo nunca más, quiere abandonarlo. Su decisión es irrevocable y, si no 1¡
lo hacemos nosotros, él mismo lo llevará otra vez al Bienestar Social.1
¿A qué se debe esta resolución implacable y desesperada?
A esta altura debo proporcionar más elementos sobre la historia del 1
señor A. Tiene cuarenta y cinco años. Tiene un hermano mellizo. Al 1
nacer, el señor A. pesaba dos libras y su hermano tres. Estaba condena- \
'i
do a morir. En cambio, su hermano ,fue declarado viable. No bien se 1
i
ponían azules, su madre los colocaba sobre la puerta del horno y,
cuando llegaban parientes, al mostrarles los niños les dedan que A. iba \

a morir de un día para otro mientras que su hermano cobraba cada vez 1
l.

más fuerzas. El señor A. afirma incluso que a su hermano le pusieron el (


nombre que tenían previsto, en tanto que el suyo fue elegido al a7.ar. t
-~

Sin embargo, contra lo esperado, A. sobrevive. A diferencia de su


hermano, sigue siendo un chico endeble. Están juntos hasta los trece
años. Luego se produce una ruptura porque A. decide ir al colegio para
iniciar estudios clásicos; su hermano, en cambio~ opta por una carrera
científica. A. es tratado entonces de "marica", mientras que su 1j
~

hermano pasa a ser un "patotero". La madre desaprueba y denigra 1


l
constantemente todo lo que hace A. Se marcha de su casa a los
veintitrés años. 1
Pocos años después vuelve con su futura esposa. Su madre no hace
más que criticar su elección. Se marcha de nuevo y regresa a los tres
años, con el primer hijo que su mujer y él han adoptado. La madre de
l
¡
1
¡
A. no se cansa de decir: "¡Es terrible, un hijo del pecado!"
.. El señor A.
1
es, en efecto, estéril, y la pareja adoptó, con dos años de intervalo, dos 1
¡
niños varones; ambos tenían. cinco semanas en el momento de la !

1
Bienestar Social es en Quebec el equivalente de la Dirección
Departamental de Asuntos Sanitarios y Sociales en Francia.

12

S:.Ji4WJfi9$!i!l!!t .M QS-W::.-d . Q PM4 MLWáé(é&©t ..a 4 4 5 w ,. . ~.;z :YM.AI , St.#®.$vk.4 AJ;tl@,l.!QXJk#Q.JAfUQJf ttWJt3- W . 2-.@ ..0b@ . XCJCRUN

- - ~ -----_ -----------' -------- - ~- --

- . '
adopción. El mayor, jacques, tiene un mediocre rendimiento escolar y
presenta trastornos de conducta que no tardan en provocar su expul-
sión del colegio. Sin embargo, es muy querido por su padre. En cuanto
al segundo, Paul, el señor A. hubiese preferido adoptar en su lugar a
una niña, pero se sometió a la voluntad de su mujer: éste es el niño del
que hemos hablado; estudia bien y no plantea ningún problema de
disciplina.
Quisiera añadir aquí que el hermano mellizo del señor A., de
robusto que era se volvió francamente obeso. El odio que existe entre los
dos hermanos sólo es comparable con el que el señor A. siente por su
segundo hijo adoptivo. Para este hombre su familia ya no existe. Su
padre murió diez años atrás. En el entierro vio por última vez a su
madre y a sus hermanos.
De su esterilidad dice que en el fondo es una bendición, pues él sólo
hubiera engendrado "niños deficientes y mongólicos".
Cuatro años después de morir su padre, su mujer muere en pocos
días de un cáncer de pulmón. Antes de morir le hace saber que querría
hablar con él. Inquieto, el señor A. acude al hospital y pide al médico
que inyecte morfina a su mujer antes de que él la vea. Ella entra
entonces en un coma del que.ya no saldrá.
Desde ese momento su hija ]acques nunca vuelve a hablar de su
madre, mientras que Paul, el segundo, hablará de ella con su padre
todos los días durante tres meses. Seguidamente Paul, de alegre y
juguetón que era, se vuelve un niño hostil. El padre tiene la impresión
de que el niño lo hace responsable de la muerte de su madre. La
concubina del señor A. dejó a éste hace unos meses y, según él, por
culpa de Paul.
Este caso me impresiona mucho por su aspecto trágico. Una de las
preguntas que me ha.go es la siguiente: ¿este hombre que fue investido
como hijo muerto por su madre no intentará, con el abandono de su
propio hijo, reconciliarse con ella? ¿No habrá aquí un acto de repara-
ción en el que expulsa de sí al niño muerto para poder estar vivo él
mismo? Reparación que estaría simbolizada por el rechazo de su hijo
fuera de la familia.
Cuando A. volvió a mi consulta, hace algún tiempo, insistió en el
hecho de que esta vez venía por él. Dice usted con razón, señora Do/to,
que todo niño debe ser adoptado por sus propios padres. Me parece
que no sucedió así con este hombre, y que él repitió lo mismo con su
segundo hijo.
No es raro encontrar padres que, habiendo adoptado un hijo, unos
años después declaran que fueron engañados por la entidad de

13


adopción, que les entregó una mala mercancía. Al respecto viene a mi
mente la historia de una mujer que, aunque conseroó consigo al varón
que había tenido con un hombre de paso, tuvo hacia su hijo una actitud
de rechazo masivo comparable a la del señor A. A menudo deseó la
muerte del niño. Y su odio por los hombres es tal que se casó y obligó a
su marido a efectuarse una vasectomía, para adoptar después dos niñas
a las que ado~a como si fueran fruto de ella sola.
Las entrevistas del señor A. con la asistente social con motivo de la
colocación del niño nos suministran otros detalles interesantes. El
señor A. se casa en 1959 tras frecuentar a su futura esposa durante un
año. Como no ha concluido sus estudios, no desea tener hijos en forma
inmediata. Cuando la situación financiera mejora, la pareja considera 1
t
que ha llegado el momento. Entonces A. se entera de que es estéril.
l'¡
Pasan ocho años de matrimonio hasta que la pareja decide adoptar su
primer hijo varón. l
Ya en esa época el señor A. teme perder su lugar junto a su mujer, l
l
pero parece adaptarse a esta nueva vida. Consideran al primer hijo l'
como un niño brillante, los padres están orgullosos de él aunque, según
la escala de desarrollo que el propio padre me trajo, se sitúa en la media.
El segundo, Paul, adaptado dos años después, se anuncia mucho
más precoz que el primero; según el padre, tiene un cociente intelectual
de 140. Pero el señor A., frente a este bebé desenvuelto, muy mimado ¡

/"
por su madre y muy apegado a ella, se siente completamente abandona- i
l

do. Por lo demás, dice que su mujer era "más madre que esposa". 1
El señor A. confiesa a la trabajadora social que desde la muerte de
su mujer le hubiera gustado quedarse solo con su hijo mayor. Habría
tenido frecuentes fantasías de muerte o accidente respecto de Paul. Y la
!
~
¡

idea de una colocación está presente en él desde hace largo tiempo.


Incluso no quiere pagar más el colegio de su hijo ni recibir ninguna
llamada de él. Es un niño muerto. De momento, no se nos ha ocurrido
renunciar a la colocación de este niño. Contamos no obstante con el . l
1
análisis del señor A. a fin de que, con el tiempo, mire a su hijo de otra ~
manera.
En la segunda entrevista con la trabajadora social, a la que se le
pidió concurrir con Paul, muestra una actitud dnica, desvaloriz.ante y
despreciativa hacia su hijo. Su tono es permanentemente colérico.
Cuando el niño se entera de que su padre ha tomado la firme decisión
de colocarlo, prorrumpe en lágrimas y le suplica que por lo menos lo
deje en el colegio, el único lugar donde se siente cómodo, donde tiene
una familia.
El señor A. se opone enérgicamente y declara no tener nada más -
i

14

----- ~
que dar a su hijo por el momento. No se contenta con someterlo a este
rechazo sino que le asegura que ]acques, su hennano, tampoco lo acepta
ni desea mantener ningún contacto con él.
Una de las primeras preguntas que nos hicimos fue la siguiente:
¿Qué hay en la base de un rechazo tan masivo? ¿Está ligado a la
imposibilidad de una filiación, porque el padre ve en su hijo a su
mellizo rival?

FRAN<;OISE OOLTO: La pregunta que me estuve haciendo


todo el tiempo es: ¿tuvien:m los mellizos un hermano, nacido
después de ellos?

P.: Sí.

F.D.: El problema está ahí: el nudo de este conflicto no es el


mellizo del señor A. sino el nacimiento de otro hermano
después.

P.: El nunca habló de ese hennanito.

F.D.: Claro. Si nunca habló, eso es lo problemático. A., ese


niño débil al que llamándolo "marica" se lo designaba como la
"niña" en relación con su mellizo, el "macho", cuando estaba en
el colegio todavía se hallaba enteramente dominado por
pulsiones receptivas: para él, aprender era "tomar", mientras
que para su hermano era una cuestión de técnica: se trataba de
"hacer". La oposición entre ellos era la de lo oral y lo anal. Ahora
bien, al nacer el menor, evidentemente A. se hallaba aún en la
lactancia. La llegada de este último niño le impidió
masculinizarse. Siendo adulto quiso adoptar una niña, así como,
cuando era pequeño, hubiera querido una hermanita; como
quizá también lo quería su madre: ahora bien, el nacimiento del
menor lo obligó demasiado pronto a continuar siendo el mellizo
del mellizo en vez de ser un mellizo que alcanza su autonomía
-aunque sea débil comparado con el otro- como puede
alcanzarla cualquier mellizo, si se lo sabe criar, sobre todo a
partir de la marcha o a lo sumo en la época del Edipo. Para
quedarse en la escena primaria (que es siempre la base enrique-
cedora del narcisismo), A. permaneció enganchado a su
hermano mellizo, que era el garante vivo de su escena primaria.

15
En su hermano volvía a encontrar al representante de la placenta
que lo unía a su padre y a su madre.

P.: Así que el odio que siente por su hermano ...

F.D.: Es un canibalismo interno. El habría querido estar


encinta de una hermanita pero, como nació un hermanito, quería
hacerlo desaparecer. Comerlo primero, y después, por decirlo
así, cagarlo. Además, este hombre debió de padecer trastornos
digestivos, porque niega a su hijo Paula la manera digestiva. Lo
niega por no haber podido incorporarlo, meterlo dentro de sí. Su
mujer quería a Paul, pero él no podía quererlo. Tras morir su
mujer no pudo expulsarlo verdaderamente, cagarlo, lo cual
hubiera aliviado a los dos. Al menos intentó hacerlo mandán-
dolo a terapia y procurando que la continuara.
En este caso sólo vemos el lado del padre, porque la madre
está muerta, ¡vaya si está muerta! ¡Una mujer que, no siendo
estéril, tuvo que adoptar dos niños! Y además, ¿es tan seguro?
¿Qué historia es ésa de su primer hijo? ¿Qué es lo que necesitaba
confesar a su marido antes de morir y que él le prohibió decir?
Porque era él el que no podía decir nada ... Por otra parte, ¿qué
significa el hecho de que el mayor, Jacques, no volviera a hablar
de su madre tras su muerte y que invistiera a su padre como
madre? Como tenía un hermanito, debió de sufrir como su padre
había sufrido el nacimiento del menor. Lo que sucedió en la
historia de la madre no lo sabremos nunca, pero Jacques repitió
la historia del padre -los celos respecto del que lo seguía-,
invistiendo al padre como tal y como representante de la madre.
Por eso Jacques quería sin duda también él una hermanita, como
la había querido el padre. ¿Por qué razón la mujer del señor A.
se negó a adoptar una niña?
En la otra historia que por obra de su inconsciente usted
mezcló con ésta, una mujer hizo esterilizar a su marido para
asegurarse de tener hijas mujeres sin faltar a la fidelidad; pues
habría podido tener una hija de otro hombre, si hubiera estado
segura de que era hombre de tener hijas mujeres. Así pues, esta
mujer se negó a tener varones, quería niñas para tener la certeza,
probablemente, de no tener un varón nacido de otra mujer, como ""
pudo producirse en su familia. ¿Por qué, por su parte, la mujer
del señor A., un hombre estéril, se negó a tener una niña? Es
como si hubiese estado sometida a su marido hasta el punto de

16
---------·"

--·. ------------ -

- .

'
~
ayudarlo a repetir en su fantasma lo que su madre le había
hecho a él; ella no quería una ~ja, él quería una hermana. Pienso
que es eso.
'td Y creo, de todas maneras, que el problema planteado por
Paul, el hijo del señor A., este niño de once años, es el de su
adopción: ya es estupendo que lo hayan criado hasta los once
años. ¿Y por qué a los once años tendría necesidad de un padre
que lo ame? Ya a los ocho años un niño puede estar totalmente
desligado de sus padres. Gracias a una psicoterapia analítica, a
los tres años puede estar completamente desligado de la
dependencia de sus padres, si no los tiene: un niño abandonado
es mucho más fuerte que un niño que tiene a sus padres. El
cuerpo de estos niños abandonados funciona bien puesto que
hoy, podemos decirlo así, ya nadie tiene derecho a morir en la
Casa Cuna; pero en su psiquismo ya no están los elementos de la
comunicación. A los dieciséis, diecisiete meses, piden una
familia; pero a los tres años pueden negarse a una familia.
Necesitan la asistencia de los adultos pero, en su inconsciente,
.t tienen una familia interior que es la de su escena primaria; y ése
es el trabajo de la terapia analítica: dar al niño su familia interior,
su madre interior, su padre interior.
Hasta los tres años y desde la edad de dieciocho meses, un
niño puede automaternarse con tal de que cualquier persona
maternante le sirva de modelo a introyectar. Como estas
personas dependen siempre de un jefe, de la directora del
establecimiento, el niño se encuentra en una situación triangular
donde el jefe es un representante paternante, garante del
reglamento, al que la persona maternante está obligada a
obedecer para ocuparse de este niño: es la ley. Así pues, la
imagen paternante exterior permite al niño introyectar lo que yo
llamo el devenir autopaternante, el comportamiento que corres-
ponde tener a tal o cual edad, en tal o cual lugar.
Usted me dirá: ¡menudo será el problema en la época del
Edipo! En efecto, pues el Edipo debe hacerse en relación con el
padre introyectado y por la prohibición del incesto. En ese
momento estos niños alegan lo falso para saber lo verdadero;
., . dirán así a un padre adoptivo: "Eres mi padre ... " No sé si en
Canadá la situación es la misma -en Francia el caso es fre-
cuente-: los adultos jóvenes y los adolescentes que saben que
fueron abandonados, que ya no tienen padres (pueden conocer-
f los atando cabos), siempre están buscando saber dónde se los

17
abandonó, dónde nacieron; y evitan los encuentros amorosos en
su lugar de nacimiento para evitar un incesto. Si uno de ellos
desea casarse con una muchacha de su n;Jsma región de origen,
temerá que sea su hermana; asimismo, las chicas tienen miedo
de llegar a casarse con su hermano. Por eso estos jóvenes desean
casarse en una región donde creen no tener ningún riesgo de
conocer a alguien que les esté prohibido por la interdicción del
incesto. El Edipo está profundamente inscripto en el ser
humano; nos damos cuenta con mucha mayor claridad en estos
casos que en las familias corrientes; realizarlo sería antivida. El
Edipo debe ser y seguir siendo un fantasma; un fantasma muy
poderoso, ya que estos jóvenes tienen miedo de encontrar a su
hermano o hermana en cualquier persona; para poder vivir, este
fantasma del incesto J de su prohibición es necesario, y en todas
partes. A estos niños les es difícil tener una amistad casta con
alguien que podría ser su hermano o su hermana; este problema
no aparece en absoluto durante el período de latencia sino en la
época de la pubertad; les resulta muy difícil de soportar.
Sin embargo, los niños abandonados que tienen la oportu-
nidad de un psicoanálisis son mucho más sólidos que los. otros;
su terapia es además mucho más fácil que la de los niños que
tienen a sus padres; porque ellos tienen todo lo que les hace
falta, sin lo cual estarían muertos. Lo psíquico es la metáfora del
equilibrio del cuerpo, una metáfora de la comunicación; el
cuerpo se comunica con el mundo exterior para absorber y
expulsar lo que le es necesario para mantener su homeostasís: el
psiquismo funciona igual. Si viven, entonces es que estos niños
tenían con qué, de lo contrario no hubieran sobrevivido. Desde
el momento en que lo sabemos y en que les hablamos de su
deseo en este sentido, progresan de una manera fantástica.
Supongamos que un niño, Paul, cuyo padre es Pierre, sueña
con un padre que sería como Jules, un tío o el padre de un
compañero. "Esto quiere decir que Jules es el modelo que tienes
dentro de ti, aquel que tienes que llegar a ser. Al menos por
ahora. Y no te preocupes si dentro de unos meses piensas en ser
otro hombre. Esto significa que guardas en ti muchas posibili-
dades; y entonces cambiarás de modelo porque habrás encontra-
do algún otro; hasta el día en que, de modelo en modelo, sepas
que no hay modelo sobre la tierra. De quien tienes que soste-
nerte es de ti mismo, y tú eres aquel que eligió nacer el día en
que te pusiste en la semilla de vida materna que se había

18

--- - - - - -- - - - ---- --
-

t
encontrado con la semilla de vida paterna." El psicoanalista no
puede enraizar al niño sino en su escena primaria, que le da
fantasmas de aicanzar tal o cual modelo. Si el modelo del que el
1 niño habla no lo es realmente para él, se vendrá abajo; en
psicoterapia a veces habla de él como queriendo provocar; a
veces, al contrario, se trata auténticamente de un modelo. Pero
con un niño de once años nos movemos por un terreno resba-
ladizo, ya que ese modelo está caduco: "¿Qué esperas todavía de
ese señor que ya ha hecho mucho por ti? ¿Que te permitió vivir,
tener una familia, ir a la escuela? Ahora te toca jugar a ti; ¡y hasta
la vista! Ya no necesitas de este padre."

P.: Quería recordar que la consulta pedida por el padre de Paul fue
motivada por un robo para comprar los elementos de béisbol para un
equipo.

F.D.: Así es, para una sociedad.

P.: El niño se compra una familia para crear una sociedad.

F.D.: En efecto, y esto desde los ocho años.

P.: Después el padre acaba por robar el lugar del niño en la preocu-
pación del terapeuta. Creo que es la clase de situaciones que nos lleva
tiempo comprender, cuando hay robo de lugar; en esta historia el robo
circula por todas partes. ¿Está usted de acuerdo en que formulemos el
problema así: que la función del terapeuta es prohibir ese robo, decir al
padre: "Usted no tiene derecho a robar el lugar de su hijo"?

F.D.: ¡De ninguna manera! Creo que desde el momento en


que usted prohíbe algo, no puede seguir hablando. No, no se
trata en absoluto de prohibir. Al contrario: "¿Quién le robó su
lugar, señor A.?" El hermano menor del que no habla.

P.: ¿Y que él pone en el lugar de su hermano mellizo?

F.D.: No, en absoluto. El desplazó sobre su hermano mellizo


su odio al padre y a la madre, pero sobre todo a la madre.
Porque para él el hermano mellizo contenía la escena primaria.
El caso particular de los mellizos es que el otro representa la
permanencia de la placenta que debería estar enterrada hace

19
rato, es decir, reprimida. Ahora bien, la placenta sigue todo el
tiempo presente. ''Tierra" es también "callar""' ; es lo que no se
dice. En francés son muy ricos los significantes combinados, los
homófonos ... Como sucede en muchos mellizos, uno está identi-
ficado con las pulsiones activas y el otro con las pulsiones
pasivas. Quien dice "pulsiones pasivas" no quiere decir "nada 11
;

las pulsiones pasivas no son estériles. Además, sin duda este


hombre no es estéril; a los noventa años tendrá un hijo. El era
· estéril, el esperma no está vivo ahora, pero espere, ¡llegará
seguramente un hijo! ¡Lo formidable en ustedes los hombres
-tienen suerte ustedes- es que son fecundos hasta después de
morir! (Risas.)
Usted estuvo a punto de decir al padre: "No tiene derecho a
tomar el lugar de su hijo"; ¿pero en nombre de qué? ¡Mientras
que para él es sagrado rechazar a este niño! (Por sagrado entien-
do lo que toca a la dinámica del sujeto en lo que tiene de más
esencial.) Y además la madre murió por ello, porque para ella
también era sagrado amar a este niño y no querer una hija mujer.
Ella no se quiso mujer; ahora bien, muere en la época en que sus
hijos se hacen púberes ... Es una pareja en la cual cada uno
adolecía de infantilismo afectivo; ella, de rebote a su fijación a su
marido: ella, mujer fecunda que había aceptado adoptar. En fin,
· ¿qué tenía este hombre de tan seductor para que ella lo amara
hasta el punto de renunciar a su fecundidad? Era seductor por
su estado de tensión y de necesidad; por eso ella lo amó. Sin
embargo, la sexualidad de esta mujer tenía que ser vivida; y se
vivió sobre ese segundo hijó, Paul, porque él representaba a su
marido cuando éste era pequeño. Ella amó a ese pequeño
porque era el segundo, después del "malo".
En la época de su matrimonio, el señor A. aún debía de
hablar de su mellizo llamándolo el "malo". Su mujer le tomó la
palabra. Estaban entonces ei "fuerte" y el "débil". Cuando dos
niños están separados por no más de dos años, el de más edad
no pasa verdaderamente por el mayor sino por el "fuerte", en
relación con el segundo. Así pues, esta mujer defendía al débil
contra el fuerte, a Paul contra Jacques.
Ahora bien, el señor A., cuando nace su hermano menor,
debió aceptar que su madre no tuviera una hija mujer. Esta
situación se repitió con su esposa: él consintió en que ella no

"'Terre (tierra) y taire (callar) son términos homófonos. [T.]

20
adoptara una niña sino un varón, así como había tenido que
admitir que su madre tuviera un nenito en lugar de una nena. El
señor A. se vio a sí mismo en este segundo hijo adoptado, Paul.
Con este niño recuperó su posición respecto del deseo de su
propia madre. Es, pues, como si hubiera elegido una mujer que
tuviera el mismo deseo que su madre, prefiriendo el último al
grande, o el menor a los mellizos. Si él mismo deseaba una hija
es porque ésta lo habría librado precisamente de su identifica-
ción femenina. ·
Paul era cabalmente el representante de su .padre adoptivo,
el señor A. Segundo hijo como él, Paul ocupaba el lugar que
debió ser el del señor A. si éste hubiera sido amado por su
madre. Pero el señor A. se encontró con que, al crecer, la madre
amaba a su hijo por él mismo. Paul pasaba a ser su rival y el de
su hermano, que así pasó a ser el preferido del señor A.
El momento dramático de esta historia es aquel en que este
hombre hace callar a su mujer con la morfina. Quizá lo que ella
le hubiese dicho entonces lo habría liberado; porque no obstante
él necesitó hacer una depresión tras la muerte de su mujer. Con
la morfina lo que él mató no fue su cuerpo; ya lo había matado
en su fecundidad obligando a su mujer a adoptar niños, pues
ella habría podido recurrir a la fecundación artificial, por
ejemplo. En realidad, este hombre no quería ser padre, y esto
desde el principio, desde la adopción del primero. Este hombre
está profundamente afectado, y hasta que no comprenda los
celos que siempre sintió por su hermano menor, no saldrá de
aprietos; porque en este momento es homosexual con Jacques,
quien lo toma por "mamá-papá", mientras que el segundo es su
chivo emisario.
En cuanto a Paul, no tiene nada que ver con este hermano ni
con este padre, ¡nada! Entonces, para vivir en sociedad, roba;
este robo es un gesto sano, patológico para el Estado pero no
para la ley: además, jurídicamente, el robo familiar no es un
robo; sólo significa, en este caso, que al sujeto le ha llegado la
hora de marcharse de esta familia que no le enseña a vivir en
sociedad. Lo que no impide que, si se roba en familia, se robará
en todas partes, a los once años. Así pues, es necesario que un
niño no siga en su familia a partir de este momento. De lo
contrario va a chocar con deseos de venganza infantiles, en vez
de hacer morir al pequeño que hay en él y de hacerse cargo de sí
mismo según las leyes de la sociedad.

21
P.: ¿Coincide usted con la necesidad de la colocación en este caso?

F.D.: Eso depende de lo que el niño le haya dicho. Es él


quien debe decidir. A los once años no se puede hacer otra cosa
que estar en otra parte; no se puede depender de otro, así sea de
los padres. ¿Qué quiere decir "colocado"? ¿Por qué no
"abandonado"? ¿A la sociedad? ¿A la Asistencia Pública? Creo
que lo único que hay que hacer es pregunta.rle: "¿Quieres conser-
var el aoellido de tu padre, el apellido de tu familia adoptiva, o
1

quieres elegir otro?" El no es el hijo engendrado de este hombre;


el que lo recogió y lo apadrinó le permitió vivir cierto tiempo, ya
es bastante. Un hijo adoptivo que no es introducido en la
tradición de la familia del padre ni de la madre todavía no está
adoptado. Un niño sólo es verdaderamente adoptado por dos
familias adoptantes. Está muy claro; en las adopciones de niños,
lo que hay que considerar no es a los seudogenitores, sino a los
padres adoptivos, primer relevo, primeros padres tutelares, no
por rol, sino de hecho. Los educadores, en cambio, desempeñan
roles. "Señora, ¿están contentos su padre y su madre de que
usted adopte? Señor, ¿están de acuerdo su hermano, su
hermana, con su proyecto de adopción?" Esto es lo que hay que
preguntar a los padres eventuales, en vez de taladrarlos para
saber si están o no maduros para tener un hijo. Lo que cuenta es
la familia en su conjunto, sus linajes. Un niño es adoptado por
una familia, no por dos personas. También los padres biológicos
tienen que adoptar a su hijo, pero cuando no son capaces de ello,
los que sirven de reievo son sus propios padres. Para un niño
adoptado la situación es exactamente la misma. La adopción no
es el reemplazo de la escena primaria por una célula familiar; el
niño tiene su escena primaria dentro de sí. La adopción es la
familia que cada uno de los padres da al niño, un lugar en los
dos linajes, un iugar en lo simbólico. Ahora bien, visiblemente,
en el caso del que estamos hablando ni uno ni otro de estos hijos
tiene tradiciones, ni del lado de la madre ni del lado del padre.
Por lo tanto todavía no están adoptados; fueron criados por
crianza, pero no tienen educación. La educación son las
tradiciones que se cruzan, que se casan en un niño, según la
dialéctica que es propia de él.
Es preciso que un niño pueda situarse como el tercero de un
linaje, que tenga un padre al mismo tiempo que la referencia a ·
aquel a quien su padre tomaba por modelo y amaba; de lo

22

--- -
.
- -- -

--------
- ---------

~~

contrario, no se educa al niño para que se haga hombre. Asimis-


mo, no se lo educa para saber elegir una mujer si su madre no
tuvo a su vez una madre por modelo. Esto no implica necesaria-
mente que la madre haya amado a su madre. Pero basta que
hable de ella para poner puntos de referencia en el tiempo. Lo
cual significa que no hay que introducir nada de "gentil", sino
una referencia a partir de la cual el sujeto se construye; ahora
bien, esta referencia puede hallarse tanto en la vertiente de la
hostilidad como en una relación positiva; en un ca~..y en otro, el
sujeto es situado en relación con la ley y con el tiempo, en un
equilibrio social.
El señor A. siempre está buscando formar dúo con una niña
o con un varón, busca tener un otro que no sea su mellizo, en el
sentido de un ser real que habría estado ligado a la misma
placenta, sino un representante del doble, del referente, del que
todos necesitamos. "Bueno, Pierre, ¿no es Paul?" como dicen
todos los niños que se dirigen a su otro; este otro gracias al cual
uno se siente ser es el camarada preferido, que comienza a
adquirir valor para el niño de tres años: en el momento de soltar
a mamá, en el momento en que se la introyecta, se encuentra un
compañero, generalmente del mismo sexo; sólo después del
Edipo se convierte en un amigo posible, en un garante: "Se lo
voy a contar, voy a ver lo que me dice, si está de acuerdo o no";
él es el otro que sirve de yo ideal referente. Pero en el caso del
señor A. no se trata de yo ideal sino de un doble que le es
necesario para sobrevivir; el señor A. es un hombre herido, que
no fue capaz de soportar el destete cuando su madre tuvo,
después de él y de su hermano mellizo, un hijo del mismo sexo
que él.

X.: Hace un momento usted dijo que en el fondo el señor A. no


tenía "nada que hacer con ese hijo". El desplazamiento que hizo el
terapeuta sobre el padre, ¿no significa que el hijo igualmente no tenía
nada que hacer con ese padre?

F.D.: En efecto; esta demanda de terapia tenía dos aspectos:


un padre que sufría, un hijo que sufría. Era posible ocuparse de
cada uno de ellos: ¿por qué no? Pero con la condición de
comprender los procesos propios de cada uno. Ahora bien, esto
viró a la observación del caso sin que ni siquiera se haya iniciado
una terapia con el niño. No es una actitud analítica hacer proyec-

23
dones del tipo: "¡Es terrible, un padre que rechaza a su hijo!"
Mientras que, a los once años, la separación entre el padre y el
hijo debió tener lugar desde hacía tres. Esto habría podido
· producirse, efectivamente, si Paul hubiese podido decir: "Papá
es insoportable, pero el tío Fulano es formidable". En cambio el
chico intentó atraer la atención de su padre, imitó al hermano
mellizo de éste diciéndose: "Bueno, si imito al hermano que
papá no quiere, al menos habrá una relación entre papá y yo."
Al comienzo de su exposición usted recordó la frase de Freud
sobre la indiferencia como IÓ contrario del amor. Pero para este
hombre no se trata de indiferencia; se trata de un sufrimiento: él
sufre a este niño2. Este niño le robó algo para el equipo de
béisbol. En "béisbol" tenemos ''besar"• . Por otra parte, todos los
juegos de pelota son juegos con el feto, siempre. Por eso no son
juegos de mujeres. Ellas no necesitan jugar a simular, ellas no se
lo pasan unas a otras. Mientras que los hombres se pasan los
niños de las mujeres; y cuando uno de ellos mete la pelota en el
arco, se queda de lo más contento: "¡Ah, he hecho un
niño!" t
J
Después los jugadores se abrazan, de a cuatro, felices de que uno
de ellos hava
_, hecho un niño. (Risas.) Es verdad, el inconsciente
que hay en esos juegos está ahí.
Pero nunca será quitándole la razón a un señor o a una
señora sobre su modo de comportarse con su hijo como ayudará
usted al niño; nunca. Esta puede ser función de un pedagogo
exterior, pues frente a ese objeto parcial para la sociedad que es
un niño, es preciso tomar una decisión. En el caso presente, hay
que decir a Paul: "Aquí tienes dos soluciones igualmente malas;
¿cuál eliges tú?" Porque las soluciones son todas malas, mientras
no se haya comprendido qué pasa realmente. ''Ya no necesitas de
tu padre. El día que robaste para hacerte amigos, mostraste que
eras capaz de vivir en sociedad y que ya no necesitabas de tu
papá. ¿Qué prefieres: que te coloquen en una pensión o en una . ¡
familia? Que al menos tu padre deje de verte; ya que él se
engañó al adoptarte y tú te engañaste al adoptarlo. Era un
engaño de los dos lados, pero finalmente esto les permitió vivir.

2 Alusión a una expresión de un niño esquizofrénico (véase más


adelante, pág. 171 ).
• Juego con la homofonía aproximada entre base, de base-hall
(béisbol) y baiser, ''besar", pero asimismo término vulgar que designa el
acto sexual. [T.]

24

- - - - -- -
~ -

---------~
"'~·"•

u,,
.,

Quizá te has engañado al encamarte; de todos modos estás aquí,


es mejor seguir viviendo."
Ya lo ve, se trata de tomar al sujeto en su deseo. Lo que no
) quiere decir que uno seguirá su deseo. De esta manera, el niño
va a arreglárselas; apoyándose en algo que no es del todo lo que
él quiere; pero vive, es dinámico, avanza. Ese es nuestro papel:
sostener la dinámica de un sujeto para que avance en su vida,
para que llegue más lejos; no se trata de conformarlo; se trata de
justificar su deseo con palabras y de soportar sus reproches.
Desde ese momento hará lo que pueda. Pero mientras dependa
de una tutela, está forz.ado a padecer lo que ella propone, que
nunca es adecuado a lo que él querría; felizmente además, de lo
contrario ya no tendría vida, ¡todo se estancará en una depen-
dencia regalona!

P.: Debo decir que el propio Paul fue a la dirección de su colegio


para explicar su caso y pedir que le dejaran continuar sus estudios.

F.D.: En ese sentido se identificaba con su padre, que quería


estudiar.

P.: Pero, ya lo subrayé, de todos modos Paul tiene recursps; él


mismo hizo una elección, a pesar del abandono de la familia.

F.D.: O quizás, ¡sostenido por ese abandono! Es muy posible


que dentro de veinte años, si volvemos a ver a estos dos chicos,
uno no haya dado nada, el mayor, porque el padre se fusionó
con él; mientras que el segundo, Paul, quizá haya podido salir
airoso después de este sufrimiento momentáneo, si encuentra
personas que lo ayuden a hablar de su dificultad, sin tenerle
lástima.

P.: Podemos proponer la hipótesis de que Paul aún busca recibir


algo de su padre.

F.D.: Seguro; pero nos corresponde a nosotros, a la sociedad,


decirle: "Se terminó; a la edad que tienes, a ti te toca dar a tu
padre, no a él. Debes dar a tu padre interior."

P.: Para poder dar, tendría que haber recibido lo suficiente. No sé si


recibió lo suficiente de ese padre para decir, a los once años: "Ahora, el

25
que va a dar soy yo." Una segunda acotación referida al concepto de
escena primaria que usted mencionó varias veces: en la escena
primaria, que yo sepa, hay dos participantes.

F.D.: Tres.

P.: ¿Tres? Entonces hay uno del que nunca hemos hablado, el padre
del señor A.

F.D.: ¡Yo no estoy hablando de la escena primaria del señor


A.! Hablo de la del hijo, Paul, pues es de él de quien se trata.

P.: En esta historia tenemos muchos elementos sobre la madre del


señor A., sobre su hermano mellizo, ¿pero qué hay de su padre?

F.D.: El señor A. vio por última vez a su familia al morir su


padre y después nunca más. El señor A. tenía cierta relación con
el padre, ya que, para un mellizo, el padre es ya un abuelo,
estando representado el genitor, en este caso, por el engendrado )
masculino. El mellizo, sea niña o varón, representa para el otro el
acto genitor, el recuerdo viviente de la vida uterina. Representa a
los dos genitores, la escena primaria. El mellizo del señor A. era
el compañero de la placenta. El mellizo es la placenta, la parte de
la placenta que siguió viva, ése es el problema de los mellizos.

P.: Uste_d subrayó el hecho de que el señor A. había reproducido en


su propia familia el modelo de sus padres. Por lo tanto podemos decir
que su mujer intentó reparar lo que su madre nunca le había dado; ella
lo aceptó, lo mimó durante ocho años; están listos para tener hijos;
ahora bien, él dice que en ese momento perdió a su mujer. Por lo tanto,
en ningún momento,acepló los esfuerzos que ella hacía por él.

F.D.: Pero a su mujer él no la había perdido antes de la


adopción del segundo; nada semejante se había producido con la
adopción del primero, sobre el cual él se proyecta tanto,
mientras que, al parecer, por los tests del bebé no había tanto
motivo; mientras que al segundo, que es más rico, que tiene un
cociente intelectual de 140, lo mimaba su madre; sólo ahí, ante el
amor que el señor A. ve que ella siente por este hijo, tiene la
sensación de haber perdido a su mujer. Para el señor A. fue'
como el nacimiento de su hermano menor, cuando él mismo era

26
pequeño. En cuanto a los ocho años de matrimonio que prece-
dieron a la primera adopción, corresponden a la edad de ocho
años, edad en que, como cualquier otro niño, el señor A. debió
separarse de sus padres.

· X.: Lo llamativo es la reproducción del modelo. En la familia del


señor A. hay una línea directa entre el mellizo y la madre; en la
segunda familia, hay también . un lazo directo entre el segundo hijo,
Paul, y la madre, debido al apego que los unía. Hay por tanto reproduc-
ción sorprendente de un mismo modelo. Mi temor es que si ese proyecto
de separación, o ese rechazo no es trabajado con Paul, él siga
reproduciendo este modelo, que se transmitiría a través de las genera-
ciones. Lo cual se induce a preguntar por qué usted no pensó en
ningún momento en trabajar con el padre y el hijo juntos.

F.D.: No con un chico de once años. El padre podría seguir


una terapia por su lado; ¿por qué no, si sufría? El chico, además,
quería dejar la terapia; lo que para la sociedad significó un
j
síntoma, su robo, había expresado su necesidad de insertarse en
ella gracias a algo que le venía de su familia, y de llegar a ser a
su turno un adoptante de un grupo exterior: dio dinero para ser
un padre-madre en el equipo. En ese momento, él firmó por ...

P.: ¿Cómo llega usted a pensar que a los once años un niño es
capaz de asumirse?

F.D.: ¡A fuerza de haberlo visto! Es la experiencia.

P.: ¿Y cuando son niñOs que vienen de Casas Cuna?

F.D.: Depende de la manera en que se les hable. De todas


formas, la palabra que se dirige al sujeto suscita en él la toma en
consideración de su yo. Lo importante es que el niño sienta que
no querernos ejercer poder a su respecto, sino que queremos
ayudarlo a salir de sus dificultades y que necesitamos su colabo-
ración. Hablar es hacer un intercambio con el otro para poder
tomar un lugar en la sociedad, y ello según las reglas, es decir
según las castraciones que hay que aceptar. El pequeño Paul es
un niño que tiene dificultad para aceptar la castración, en
realidad, desde la muerte de su madre adoptiva, frente a un

27
padre tan venido abajo. Esa pérdida debió de ser un momento
muy difícil para él, que había sido muy amado por su madre.
Ahora bien, ella murió en el momento en que él se hacía
'1
deseante físicamente, lo cual, por cierto, la madre no podía
~
tolerar. Esto es lo que no se trabajó con el chico, su relación
arcaica con su madre; ni siquiera sabemos qué edad tenía
cuando ella murió ...

P.: Cinco años.

F.D.: En cuanto a la concubina, evidentemente la quiso. Ella


robó el lugar de la madre; ahora bien, ¡ahí precisamente la quiso!
No se trabajó su amor edípico por la concubina del padre.

P.: Para él, la concubina era una rival ...

F.D.: ¡Aparentemente! Una rival en la homosexualidad de


este chico respecto de su padre, en ese momento, puesto que en \

el momento del Edipo la homosexualidad es tan fuerte como la (


heterosexualidad. De todas formas, siempre hay uno de los
padres que puede hacer de rival... El padre es rival de la madre
para la heterosexualidad, y la madre es rival del padre para la
homosexualidad del niño. En ese punto, entre los cinco y los
ocho años, se vive el Edipo. Ayudado por la palabra, el niño sale
de él diciéndose, como Paul: "Ellos hacen lo ·que tienen que
hacer. Todavía necesito de estos padres porque todavía no
conozco las leyes de la sociedad para entrar en el grupo de
béisbol, o en un grupo cualquiera. Doy algo a cambio de lo que
ellos me dan; y hago honor al padre que tengo en mí, que no es
este padre adoptivo, este padre exterior; hago honor a la madre
que tengo en mí, 'que no es la concubina de mi padre, la cual es
una intermediaria entre yo y la sociedad. Es preciso tolerar que
ellos mismos tengan su deseo, y que lo vivan, pero el mío está
fuera de la familia".
A partir de los ocho años el deseo está fuera de la familia,
cuando es sano. Evidentemente, en muchos queda pegado a la
familia, con la ambigüedad que producen las neurosis. El
Decálogo está arraigado en cada ser humano: "Honra a tu padre
y a tu madre" no significa de ningún modo que haya que
amarlos, a veces es incluso lo contrario. En el caso presente, para
honrar a su padre, el hijo no debe amarlo en absoluto. Además

28

- ---

------------ . ·-
---------···~ ------·

------

-~

r
l
r :?aul, ¿a quién ama en este hombre? Ama a aquel que ama al

,
f
otro, Jacques, el hermano. Ahora bien, el señor A. ama a Jacques
no como un padre sino como una madre no destetada de su hijo;
por lo tanto, Paul ama en su padre a aquel que ama a su
hermano, como su propia madre adoptiva lo amaba cuando era
pequeño. Este niño tiene que salir de este atolladero, de lo
contrario se expone, al hacerse hombre, a "terminar mal".

• • •

P.: Quisiera hablarle del caso de un niño enurético en el que los


padres observan tres problemas principales: busca exacerbadamente
llamar la atención, muestra intolerancia respecto de las figuras de
autoridad, ejerce una fuerte manipulación sobre los demás para
procurarse todo lo que desea. Supe, mucho después, que hasta los cinco
años la enuresis diurna era abundante. Desde el comienzo de la terapia
de la pareja la enuresis nocturna disminuyó mucho; pasó de cinco veces
) por semana a dos veces por quincena. Su intolerancia a las frustra-
ciones iba acompañada de pasos al acto, fenómeno que no parece haber
alterado a los padres. Estos niegan que el niño esté celoso del benjamín,
aunque reconocen que ambos chicos riñen constantemente. En cuanto
al padre, la madre y su vida conyugal, lo que sé es lo siguiente:
El padre, Dominique, vivió sucesivamente en tres hogares sustitu-
tos, desde su nacimiento hasta los tres años. En ese momento es adopta-
do por padres de cuarenta y tres años, casados desde hace cinco y que
no tienen hijos. La madre es tuberculosa. Menos de dos años después,
adoptan otro hijo varón. Cuando Dominique tiene seis, siete años, la
madre sufre una hemiplejía. Como él es más turbulento que el segundo
hijo adoptivo, lo mandan al orfanato. Hace una y mil barrabasadas para
volver a casa de sus padres adoptivos, y lo consigue. Su relación con el
padre se caracteriza entonces por una gran rivalidad. El padre acusa a
la madre de prestar demasiada atención a Dominique, que aún hoy
recuerda frases que el padre decía a la madre: "Es el tuyo"; "¡O gano
yo, o nos divorciamos!" Ahora bien, éstas son las m·ismas palabras que
Dominique profiere hoy respecto de su hijo Louis, ese chico enurético de
once años. Dominique había vivido la relación con su propio padre
como tiránica. A los trece años es enviado al orfanato a causa de estos
conflictos. Allí tiene una relación homosexual. Cuenta entonces esta
experiencia a su padre quien de tirano que era, se transforma en figura
protectora. Dominique retorna al domicilio familiar. Después los

29
conflictos disminuyeron, pero Dominique reconoce que siempre tuvo
una relación privilegiada con su madre.
]udith, su mujer, procede de una familia de doce hijos, de los que
sobrevivieron diez. Prefería su padre a su madre. Dice: "Mi madre no
era yo, yo no era ella. Mi padre es la vida; mi madre, el razonamiento".
Habla de su aguda rivalidad con la madre. En los últimos embarazos de
ésta, ]udith ansiaba que diera a luz fuera del hogar para quedarse sola
con su padre. A los siete, ocho años, se conducía como una adulta.
Recuerda que limpiaba la casa, trataba de preparar las comidas. Hacia
los seis, siete años, le gustaba estar con su padre en la cama de éste. Sin
embargo no había juegos sexuales entre ellos.
Hacia los veinte años, ]udith conoce a Dominique. Su padre se
muestra muy celoso: "Quieres más a Dominique que a mí", le dice.
Dominique y ]udith se casan a los veintitrés años. Después Judith
cae en una depresión. Dice, en particular: "No sabía quién era. Toda mi
vida viví como una muchacha-niña". Tres años después, los vínculos
entre ella y su familia se rompen porque ha osado albergar a una de sus
hermanas, a espaldas del padre. Pasados otros catorce años, no hubo
reconciliación entre ellos. Cuando se produce esta ruptura con su
familia, es decir, tres años después de casarse, la joven desea tener hijos.
Dominique accede a esta demanda, sobre todo para alcanzar la imagen ·
social del hombre casado.
El quería una niña, mientras que a ella le daba más seguridad la
idea de tener un varón. Ahora bien, durante su embarazo, f udith
padece una gran angustia, tiene miedo al parto. Los cursos prenatales
la tranquiliz.an. Tras nacer el niño, Dominique y ]udith comprueban
hasta qué punto divergen sus ' métodos educativos. Dominique es un
hombre disciplinado, f udith trata de responder a las necesidades del
niño. Dominique reacciona enérgicamente contra la dependencia de la
madre respecto de los recién nacidos. Louis ocupa cada vez más espacio
y el padre se borra.
Al nacer el seF-undo hijo, Dominique se encuentra, pues, con un
segundo varón, siendo que él deseaba una niña. Sufre entonces una
depresión con resurgimiento de problemas psicosomáticos, crisis
asmáticas.
Cuando recibo a ambos por primera vez, los esposos se comunican
pero se inclinan a hacerse reproches; la entrevista está marcada, pues,
por la agresividad. Dominique se ha retraído de la vida de pareja y de la
vida de familia. Con frecuencia está ausente de la casa. Cuando sus
amigos vienen a visitarlo, baja al subsuelo con ellos, dejando a su
esposa sola con los niños. Al inicio de la entrevista declara no amar a

30

1
........
------- '
F
§
f
t.
1 su esposa, sin buscar por ello otras relaciones. Idealiza a las mujeres
f
t" desconocidas, no encuentra ninguna cualidad particular en su esposa
t

~
salvo que es una buena madre. ·
Este hombre está muy preocupado por la cuestión de sus orígenes.
t
i Habla de su falta de raíces y de su deseo de reencontrarse con su madre.
f
f Cabe añadir que cuando no alcanza los criterios de perfección que posee
r
0 cuando se ve tocado en su propia estima, llega a expresarse verbal-
mente con violencia. Incluso llega a tomarla con los objetos.
Por lo que respecta a ]udith, comprueba que no ha resuelto sus
conflictos. Muestra una actitud voluntaria frente a esta situación y
espera que algo pase. Dedica todo su tiempo libre a los niños.
En las entrevistas con la familia, Louis quiere captar la atención;
J
¡ grita, cambia los temas de discusión, provoca constantemente a su
1 hermanito. Cuando su padre toma la palabra, reacciona con violencia.
1
{
Por su lado, los padres dirigen a los dos chicos numerosos dobles
r
mensajes 3.
Quisiera plantear tres cuestiones principales. Primero, ¿cuáles son
i las dificultades parentales con que chocan personas que tienen una
¡
vivencia carenciada, es decir que, siendo niños, cambiaron varias veces
de hogar durante sus tres primeros años de vida? ¿Cree usted que un
hombre que ha sufrido tanta carencia afectiva en su tierna edad puede
t desempeñar un día confortablemente su papel de padre? Al nacer el
segundo hijo, Dominique tuvo una depresión y una crisis de asma. ¿No
cree usted que así daba pruebas de una dificultad para ser padre? ¿Era
una manera de entrar en rivalidad con sus hijos para solicitar a su
mujer la atención de una madre?
¡' Voy a mi segunda pregunta. Durante las entrevistas, el padre
i expresó el deseo de reencontrarse con su madre biológica. Ahora bien,
~
lf desde diciembre de 1982 la ley 89 del Canadá no permite esa búsqueda
t ni esos reencuentros más que en los casos de coincidencia" es decir si
11
I
r
~ el padre y el niño han hecho los dos la petición, cada uno por su lado.
r
¿Cree usted que para recobrar el orgullo de estar en el mundo es
f
¡
necesario reencontrarse con los padres de origen? ¿Es esto aconsejable
cuando un sujeto no conoce nada de sus orígenes? ¿Cree que lo
f
¡ ayudará a resolver algunos de sus problemas?
{
Y aquí va mi tercera pregunta: la enuresis de Louis disminuyó
considerablemente cuando hicimos con los padres terapia de pareja

'
¡
r.
í.
1
¡
¡
(cabe observar que nunca nos ocupamos directamente de ese síntoma);

3 Referencia a la "doble coacción" de Bateson.

f
31
f
1
·qué vinculo podemos establecer entre el retraimiento del padre respec-
fo de la vida familiar y el síntoma de enuresis en el niño?
F.D.: Como usted ha señalado, el cambio de familia sustituta
en los tres primeros años produjo cada vez un duelo en el niño,
todavía más difícil de soportar si no le fue verbalizado. En el
caso presente, varios de ustedes defienden el punto de vista del
Bienestar Social, muy diferente del punto de vista psicoanalítico.
El Bienestar Social pretende ayudar a ese objeto parcial para la
sociedad que es un niño pequeño, el cual no puede, aun siendo
un sujeto, manifestar su deseo de otro modo que sufriendo. Esto
es lo que pasa cuando un niño cambia de familia o cuando no se
encuentra bien en una familia. Se produce una disfunción
vegetativa. En estos casos el niño tiene diarrea o algún otro
síntoma. Entonces lo internan en el hospital. Luego, al salir,
como los padres sustitutos han recibido entre tanto otro niño, ya
no tienen lugar para él. Pero ignoro por qué motivo, en este país,
cambian a un niño que estaba en un hogar de crianza, es decir
que lo mantenía el Estado. ¿Por qué durante sus tres primeros
años lo cambiaron de familia tres veces, antes de que fuese
adoptado?

P.: Lo que él dice es que recuerda haber sido muy turbulento,


agresivo, hacia los tres años, y que él mismo provocaba la ruptura.

F.O.: A esa edad no caben dudas, pero ¿antes? Parecería que


en el momento de las dos castraciones fue rechazado tres veces
por las familias, como si el destete lo hubiera excluido, en todo,
del cuerpo a cuerpo; como si el ponerse de pie, la adquisición de
la motricidad autónoma hubiese dispensado a los padres de
toda ayuda a su·respecto. El comienzo del Edipo debió de haber
producido los mismos efectos; desligados los padres de sus
responsabilidades para con Dorninique, éste se encontró pro-
bablemente cada vez más solo, en vez de ser parte integrante de
la familia, por el lenguaje y gracias al afecto.
Creo que esto es típico de los niños a quienes no se les ha
contado lo que sucedió cuando ellos tenían unos pocos meses.
No se les dijo que su madre los entregó y que no intentó volver-
los a ver. Si no se conoce la razón del abandono, hay que deciries
que se la ignora, pero es preciso hablarles de su historia. El no
decir nada predispone a la psicosis. Dornínique parece tener un

32
---··----

jiJ.
~
¡,
·f
t
~ enclave psicótico, porque con la segunda familia sustituta fue
~' É obligado a reiniciar todo su trabajo ~e estru~turación; después,
t¡ con la tercera familia, de nuevo se vio forzado a empezar todo
¡
~
~
desde cero. ¿Vio usted a los abuelos de Louis? Es la misma
~
¡ situación que en el caso precedente: puesto que Dominíque tuvo
padres adoptivos, su hijo tiene abuelos paternos. Ahora bien,
usted no los menciona. Los abuelos de un niño cuyo padre fue
adoptado tienen una enorme importancia para él; porque son
ellos los que pueden decir a su nieto: "Tu padre era de tal
manera a tal edad, cuando lo conocimos".
¿Supo Louis de entrada que su padre era un hijo adoptado?
No. El padre no está tan interesado en hablar de sus orígenes.
Sin embargo, esto es lo que Louis busca; su origen. La enuresis
siempre viene de ahí, incluso en los niños que tienen a sus
padres; es la pregunta: "¿Para qué sirve el pene?" La enuresis del
varón es muy particular, puesto que es la interrupción de la
erección por la micción durante el sueño, y no de día: el chico no
se hace pipí en el calzón, sino sólo en la cama, cuando duerme.
Por lo común, después de tres años el ser humano no hace estas
regresiones. Ahora bien, tres años es la edad de saber que el
coito inicial de la vida .!S asunto de padre, es decir, asunto de
varón; y que el nacimiE"lto de un niño no es sólo asunto de una
madre, es del padre, gracias al funcionamiento eréctil de la
verga, que con ello resulta ennoblecida a los ojos del niño. Pero
entre los veintiocho y los treinta meses el chico ya no puede
orinar en erección; esto se produce o bien de un día para el otro
-o bien en dos o tres días o en ocho, diez días. Es así y -lo verá
usted en los niños que conoce-- siempre hay una vez en que se
exhiben en ese momento, en que se muestran a los invitados:
muestran su sexo porque buscan una explicación: o bien signifi-
can mediante un cuestionamiento no verbal que quieren saber
por qué hay ahí algo que los inquieta. Entonces, desgraciada-
mente, muchas madres, no conociendo todo lo que concierne al
desarrollo de su hijo, le dicen: "Ve a hacer pipí." ¡Pero para los
niños las mamás lo saben todo! Entonces se disponen a hacer
pipí, pero, como están en erección, ¡no pueden! En este momento
existe el riesgo de que intenten forzar el veru montanum, órgano
que se desarrolla hacia los veintiocho a treinta meses. La laringe
del varón cambia en la pubertad como su aparato genital cambia
hacia los veintiocho o treinta meses, haciendo imposible la
micción durante la erección. Entonces hay que explicarle:

33

j
"
.: :~. .
~ -1
;

''Tienes un pitito", cuando la verga está fofa, y 11tienes un sexo,


qu~ honra al hombre", cuando está en erección. Esto le basta; y
después él hace otra pregunta y, de pregunta en pregunta,
aprende que son los hombres los que les hacen los niños a las
mujeres, y no a la inversa. Comprende que si un hombre no le
hace un niño a una mujer, ella no lo tendrá. ¡Hasta ahí, los niños
varones creen que la fálica es la mujer, en todo! En el cuerpo, en
la afectividad, en el gobierno del hogar. Por el contrario, verá
usted muy pocos niños enuréticos en las familias donde el
marido le pega a su mujer. En esos hogares los niños no son
enuréticos, están muy orgullosos de papá. Después habrá gresca,
pero cuando son pequeños encuentran que su padre es un
hombre que está a la altura de su condición; porque para ellos, si
están en erección es para pegar.; ¡entonces el que pega es un
verdadero papá! Comprenden por qué están en erección. Esto
nos permite comprenderlo el psicoanáiisis.
Entonces, ¿sufre Louis a causa de su pipí en la cama? Si
sufre, es a él a quien hay que atender efectivamente. Pero ¿por
qué razón aceptó este niño verse con usted?

P.: Al principio me dije que, como los padres no formaban una


pareja, era importante comenzar trabajando con ellos.

F.D.: ¿Por qué no? Al principio, pero ¿y después? ¿Y por qué


aceptó Louis? ¿Qué lo motivaba a él? ... Sigue motivado, ya que
actualmente está en terapia.

P.: Al principio yo lo sentía ambivalente; ahora lo siento muy


próximo. Lo que él dice es que su padre no está bastante presente; que
no le presta la atención que él desea, y yo siento en él un enorme deseo
de acercarse a su padre.

F.D.: Bueno. Voy a responder a sus preguntas. En primer


lugar, respecto de las carencias de la infancia. ¿Qué significan las
crisis de asma del padre sino, probablemente, que el segundo
hijo varón le succiona el aire? Pero no de&."llbriremos por qué el
segundo hijo varón y no el primero si no le hacemos esta
pregunta: "¿No será que en. una de sus familias sustitutas lo
excluyeron a causa de un hermano que le succionaba el aire?"
Un hermano legítimo del hogar de crianza quizá; o bien puede
tratarse de un hermano que habría llegado al hogar adoptivo

34
¡:f
l
~
1
j d de él ya estaba, ¡pues en la familia que lo adoptó a los tres
''
l ?n no creeremos que él tenía tres años! El tenía tres años de
anos,
edad civil, pero retomo, su ex1stenc1a,
. . su v1·da ps1qmca
· ·
por 1o
T
r~

!,~

nos nueve meses antes de nacer; eso depende de la madre


me ·- s·_1 una
adoptiva y del mom~nto en .~ue. proy~t'o t ener u1~ ru~o.
adre adoptiva no dice al runo mmed1atamente: ¡Que fehz me
n:'ento -puesto que tu madre biológica no pudo hacerlo- de
:~cargarme de tu crianza! ¡Qué feliz la haría a ella verte criado
así!", si no le da con palabras su madre de nacimiento, no le da
su edad, sus tres años. Ella le da menos nueve meses. Ella lo pare,
proyectando sobre él el fantasma de un hijo con menos nueve
meses.
El padre también, quizá, proyecta de la misma manera. No
se sabe cuál de los dos adopta a su hijo, qué cumpleaños le
celebran; hay padres adoptivos que celebran los dos aniversa-
rios: el de la fecha de nacimiento del niño y el de la fecha de su
adopción. Es formidable; en este caso no hay necesidad de
análisis pues los padres permiten a este hijo tener su aniversario
de familia genitora y su aniversario de familia adoptiva. Le dan,
pues, sus dos raíces, la raíz biológica y la raíz simbólica~ Es
evidente que un niño que a los once años todavía se hace pipí en
la cama es un niño que, cuando duerme, tiene menos de tres
años. Como usted sabe, en el curso de un análisis puede
producirse una micción nocturna cuando se están analizando los
estadios más precoces. Es el signo de que no todas las pulsiones
del niño habían sido sublimadas en aquella época y que al
provocar el retomo de lo reprimido se liberan pulsiones ante-
riores a la edad de tres años, que necesitan vivirse en la transfe-
rencia con el analista. Todo es psicosomático, la salud y los
trastornos; hay trastornos que se producen debido a un
desajuste entre la edad civil y la edad fisiológica, debido a una
relación que se fijó más acá del momento en que uno sabe que es
varón o niña; por lo tanto, antes de saber si, en el porvenir de la
fecundidad, uno se ve mujer o se ve hombre.
La situación se complicó evidentemente por el hecho de que
este hombre que tiene un nombre doble, Dominique•, se casó
con Judith. ¡Combinan muy bien! Judith evoca la imagen de una
mujer voluntariosa y temible, eventualmente asesina. Es un
,.
Dominique es nombre de mujer tanto como de varón. [T.]

35
. ,. ue encama la ambigüedad de los valores
personaje mitico q ·e de ''Pasionaria" política. Se trata de la
. s· una espec1
femenino ' 1 asesinato del otro. "Dominique" no es
' . .dad que llega a
:.emmei biguo, puesto que cuando se oye pronunciar este
menos am . s1. es d e un varon
se requiere precrsar , o d e una n1na.
.-
no mb re los tres anos,
Hasta - Dorruruque
. . no sab'ia s1. convertirse
. en
ngendrador era ser hombre o ser mujer; como todo niño,
:demás. Y por eso -repito- hay que decir a los varones que
aunque las mujeres parezcan omnipotentes para tener hijos, si
no se los da el padre no los tendrán nunca. Y si no viene de este
padre vendrá de otro (aun cuando se trate de fecundación artifi-
cial). Hay que decirle al niño que el germen de esa fecundidad
está contenido en las dos bolsas que hay debajo de la verga.
"¡Quédate tranquilo, soltará el jugo de nuevo cuando tengas
once, doce años!" Pero la característica de ''soltar jugo" apuntan-
do, es la característica masculina, que se ve afectada en profun-
didad en el niño varón en la época en que se hace imposible una
micción simultánea en la erección. Lo que es propio del placer
urogenital del varón cuando es pequeño, el orgullo de su libido,
hasta el día en que la. micción resulta imposible en estado de
erección, pasa a ser entonces un problema grave para él: "¿Qué
quiere decir esto?"; y sobre todo cuando obedecer a mamá
obliga al niño a forzar el veru montanum, cosa que puede afectar
al niño fisiológicamente. En general el efecto de la represión, a lo
largo del día, del interés erótico por el objeto sexual que es el
pene, se manifiesta durante la noche: el "sí" a la erección es un
"sí-no". Hay que orinar rápido antes de que la erección sea
firme; para permanecer en estado' de 5emierección.
Es posible que el problema del matrimonio Dominique-
Judith sea éste: que ella sea frígida porque él sufre de eyacula-
ción precoz. Es un síntoma del que un hombre sufre con su
mujer legítima y no con una mujer que no es su esposa. Conocí
un médico rural -hoy tendría ciento veinte años- que me
hablaba de su experiencia (fue en Normandía). Era interesante,
porque había visto aparecer este fenómeno de eyaculación
precoz en su clientela después de la guerra del 14; mientras que
antes no había visto en su práctica ni rastros de ella, por decirlo
así. Y como se interrogó sobre eso, se las arregló muy bien para
devolver su potencia a los hombres jóvenes que la perdían al
casarse. "¡Te atrevías a mucho, tú, con tu novia! -Sí. Pero
después ya no pude".

36
~

1 ·~r:r1•r ? · ----~

f '.
~
~;
'
~ Como todos esos médicos rurales, preguntaba entonces a
f.<
~
sus pacientes: ¿Pe~o qué sucede en el momento ~ulminante?"
/1

una vez, por eJemplo, uno de ellos le contesto:


-Vea usted, en ese momento se cae el cuadro de mi
madre ... ¡cae sobre mi verga! (Risas.)
-¿Y dónde está el retrato de tu madre?
-Pues, encima de la cama.
- ·Muy bien, entonces cambia de sitio el retrato de tu madre!
En su lugar pon el de tu padre; ¡así, él te envidiará!
Su paciente lanzó una carcajada formidable y el síntoma
desapareció. La cosa terminó así. Sin saberlo, este médico decía
cosas que influían en el Edipo de sus pacientes. A otro le
preguntaba:
"¿Qué cambió desde la época en que era tu novia?
·-Bueno, ¡que es mi mujer! ¿Qué podría haber cambiado?"
El hombre no daba con nada; después agregó:
"Bueno, es que se llama señora de Martin, porque estamos
casados.
-¿Y cómo se llama tu madre?
-¡Ah, sí, se llamaba señora de Martin!
-Pues bien, ¡tú no coges a tu madre, coges a tu mujer! Ella
se llama Julie, no Adele ... "
Tenía así entrevistas que permitían superar el Edipo o la
prohibición uretral de satisfacer a la madre, haciendo posible el
devenir genital.
Este es el trabajo que hay que hacer frente a la enuresis para
permitir el desarrollo de la maduración y el orgullo de la
erección. Pues el orgullo de un chico de treinta meses termina de
un día para otro, puesto que ya no puede lanzar un chorro que
se le aparezca como la prolongación de su verga en erección.

P.: ¿Y a qué se debe que este fenómeno de eyaculación precoz se


haya manifestado precisamente después de 1914?

F.D.: Según este médico, porque los chicos habían vivido un


período sin padre y a raíz de esto habían ganado mucha autori-
dad; las mujeres, las madres, también; durante la guerra,
muchos administraban la granja o la pequeña empresa; así que
el regreso de los hombres fue un problema, pues ellas ya no eran
las mismas. Y los chicos habían tomado como modelo de virili-
dad a las mujeres, a las madres.

37
Yo pude observar los efectos de la guerra del 39. Existió la
"guerra fantasma"•, dramática para los parisienses pero no para
los pobladores del campo. Las escuelas de París se cerraron de
un día para el otro: todos los niños fueron evacuados, junto con
sus maestras, a los pueblos de la periferia, a treinta y hasta cien
kilómetros de la capital. Se los alojaba en los salones del
ayuntamiento.
Podría hablar de los efectos de los traumatismos que
afectaron a los niños de esa época. Habría que considerarlos a lo
largo de un período de veinte años. Primero y principal: los
padres prisioneros, la ocupación alemana, el ejército francés
desmoviiizado. Pues bien, de un día para el otro los consultorios
de los hospitales de niños fueron invadidos por el pipí en la
cama de chicos varones que sabían prisionero a su padre. Y, en
ginecología, la desaparición de la menstruación en las mujeres.
No duró, pero fue la reacción al choque: "Ya no soy mujer,
porque mi marido está prisionero y no volverá". Era un lenguaje
somático inconsciente.
En cuanto a las niñas, su falismo se había ex~cerbado.
Mandaban sobre los varones.
Nunca se consulta por una niña fálica salvo si fastidia con
trastornos del carácter. Pero se consulta por el varón demasiado
pasivo porque se lo querría ver más expansivo, mientras que a
veces corre menos peligro que un niño turbulento pero que,
interiormente, tiene una imagen de mujer y no de hombre. Lo
que importa no es el comportamiento visible del niño sino lo que
sucede dentro de él; ¡y el niño que durante la guerra orinaba en
la cama tenía razones de sobra para hacerlo! De lo contrario,
hubiera sido el hombre de la casa. Así, él impedía su erección, la
apagaba. Corno ustedes saben, los últimos sueños de los niños
que curan de una enuresis son sueños de extinción de incendio.
En el niño que pasa de la enuresis a la continencia esfinteriana
nocturna sucede lo mismo. "Soñé que la casa ardía y que yo
apagaba la casa", dice el niño, y la mamá, un tanto al corriente
en materia de psicoanálisis, piensa: "Pronto dejará de orinarse
en la cama".
Por otra parte, la enuresis nocturna desaparece a más tardar

"' Traducción aproximada de dróle de guerre, nombre dado a la


guerra de 1939-1945 en su primera fase, debido a la calma que reinaba
en el frente francés. [T.]

38

----------- --
eses después de la interrupción de la enuresis diurna.
tres mdo el niño ya no se h ace p1p1
· , en el ca1zon
' d e d'ia, tres meses
ed uanués a lo sumo, cesa d e hacerse pJpt. , en 1a cama, s1. uno no se

0 ~~ª de ello; pero si prosigue, entonces está comprometido en


na dialéctica de deseo, porque se ha hecho entrar el
~uncionamiento urinario en el lenguaje de la relación, y en
ambio se trata de una función fisiológica. El sexo habla por
~edio de la erección, es un comienzo de habla, y el habla puede
perseguirse por el efec to producido sobre el otro. En ese
momento aparecen tartamudeos: para no tartamudear de la
verga, el chico tartamudea del faiismo oral; o bien comienza algo
y para; hay niños que comienzan a orinar, paran, prosiguen,
paran de nuevo. Hay que hacerles preguntas sobre este tipo de
comportamiento. Al niño le podemos hablar del pipí, de la
comida, de todos los órganos, en vez de dejarlo vivir como ser
fisiológico, como un mamífero siguiendo tranquilamente sus
ritmos. En el ser humano, la enuresis a los once años significa
que el niño se vive como antes de sus tres años.
Pienso que este niño, Louis, está enganchado a su padre y
que, como muchos niños, hace el análisis de su padre; es
probable que con este síntoma esté hablando de los tres años de
su padre. El padre se ha identificado con su hijo, como todo
padre, y esto el niño lo sufre. Por eso todo el trabajo consiste en
desprender al niño de sus padres, desde los ocho años. Hizo
usted muy bien al recibir a los padres primero. Sin embargo, el
síntoma del hijo expresa un comportamiento que su padre, de
pequeño, no podía manifestar. ¿Por qué, en efecto, no ocuparse
del padre?
Pero de todas maneras hace falta saber por qué un niño
acepta venir a una terapia. Pues Louis ayudaba a su padre,
viviendo así. Por lo que usted dice, yo siento en Dominique a un
hombre muy viril que fue aplastado por sus tres adopciones
pero sobre todo por la última; creo que fue la madre adoptiva de
Dominique la que le impidió hacerse verdaderamente viril, y
cuando tenía tres años lo era. Además, sólo gracias a esta
primera identificación viril se curó muy bien en su devenir de
hombre; fue a causa de este carácter de virilidad aue lo i

adoptaron, porque en las otras familias ya no querían saber más


nada de él; pero entonces su padre adoptivo se mostró más
homosexual que viril en su educación.
El problema de Louis debía ser elucidado en telas;i<:l!! con el
~:::.::~~]

39

l' '
abuelo y la abuela paternos adoptivos, que son los padres
.,,
simbólicos de su padre, Dominique. Por otra parte pienso que,
, ,
en la vida de esta pareja, Judith siempre fue muy frígida. ¿Lo
preguntó usted?

P.: No.

F.D.: Cuando se ve a una pareja con este tipo de dificultades,


lo primero que hay que preguntar es: u¿ Cuándo fue el acto
sexual un placer físico entre ustedes? ¿O es que nunca hubo
placer?"

P.: En realidad, se trató el tema. /udith decía reclamar relaciones


sexuales a su marido. El se negaba o bien le decía: "Hago el amor
contigo por costumbre, no porque te quiera".

F.D.: ¿Ella era la mayor de las hijas?

P.: No, había diez hijos. Ella era la séptima, y después de ella
nacieron dos mellizos.

F.D.: Pero ¿por qué resultó ser la preferida del padre? ¿Qué
puesto tenía entre las hijas? Hay que considerar su lugar en la
fratría 4 , entre las hijas; pues reacciona como si fuera una
segunda mayor. Parecería que tomó el lugar de la madre anal,
hacia 19s siete u ocho años, en el hogar. Su padre, visiblemente,
colocaba en otra parte su deseo sexual, pero a esta hija él la
maternaba; su niñera-niña era ella. Entonces nos preguntamos,
¿a quién tenía el padre como concubina del corazón? Pues él
toleraba que su hija Judith viniese a su cama y posteriormente
tuvo celos de su marido: es decir que él pensaba que ella
seguiría siendo una buena hermana en el hogar. Ella era la
asistente materna de reemplazo, cuando la madre no podía
hacer su trabajo. Entonces, o bien este padre amaba, deseaba a
su mujer, o bien deseaba a una hija mayor, de la que por otra

4 La palabra fratrie no existe en francés, pero su uso se impone por


cuanto fraternité [fraternidad] ya no designa al grupo de los hermanos y
hermanas sino únicamente sus relaciones. Phratrie [fratría] no sería
conveniente pues este término se aplica en otro terreno, el de los clanes
y la división de tribus.

40
J parte Judith no habla. Para el padre, Judith. no oc:upaba el lugar
de concubina sexuada. Para ella, en cambio, él Jugaba los dos
~
i
roles, el de padre y el de amante. Bie~ hubiera querido que su
adre le hiciese el amor, como postenormente esperará que su
~arido le haga el amor, como si esto fuera signo de que se ama;
t
~-

sin embargo, ellos no se encuentran ni en el amor físico ni en la


palabra. Entonces, ¿qué sucede?
Por eso hace un momento asocié con esos chicos que, sabien-
do que iban a permanecer solos con sus madres, por prudencia
no eran más que meadores de cama. Esto es lo que había que
explicarles. Y mi función en Trousseau fue aclarar a todos esos
meadores de cama los deseos que traducían en sus dibujos. Yo
les decía: "Esté tu padre aquí o no, nunca serás el marido de tu
mamá, aun si mamá te dice: Ahora, tú eres el padre en la casa".
Muchas madres actuaron así: "Mientras tu padre no esté, te
sientas ahí". Entonces el chico ocupaba el lugar del padre en la
mesa familiar, se tomaba por el padre: si en el registro oral uno
es papá, lo será en todas partes... Ahora bien, esto es precisa-
mente lo que disolvía la espuma y hacía mearse en la cama, por
prudencia; quiero decir que el niño dejaba de ser agresivo,
insolente con la madre, y esto por represión del deseo incestuoso
y no porque la prohibición del incesto le hubiera sido formulada
con claridad. Este síntoma es efecto de una prudencia
inconsciente: el chico desea a su madre en forma ambigua y se
tranquiliza siendo irnpotente; sólo puede orinar. Evita así tanto ;. .
la representación imhginaria de la penetración de su madre
como la de la fecundación, y al mismo tiempo, la castración
edípica. Todo esto es el niño, por supuesto, inconsciente, y debe
seguir siéndolo.
'No hay necesidad de prudencia: nunca serás el marido de
tu madre. Si no tenías derecho a poseer a tu madre no era
porque tu padre estaba, sino porque eres su hijo. Si jamás podrás
entrar en ella con tu pene es porque ella te llevó en su panza".
Esta es la prohibición, en el momento del Edipo; pero si al
niño no se le ha explicado el coito no se le puede formular la
prohibición. Por eso hay que explicarle progresivamente el papel
sexual del pene. Y si queremos que los niños varones compren-
dan la dignidad de la sexuación, es preciso que estén al corriente
del sentido simbólico que tiene la erección en la procreación.
Porque si bien nosotros sabernos que la función sexual no se
limita a la función procreadora, para los niños es la procreación

41

'
.
la que da sentido a la función sexual. Por eso tantos niños
varones se ven lesionados en su función sexual porque piensan
que "la procreación es asunto de mujeres".
En el niño, llega un momento en que "honrar'' pasa a ser lo
contrario de amar y dejarse amar. Judith, cuando era pequeña,
volvía una y otra vez al lecho de su padre; en estos casos no
sirve estrictamente de nada decir a los padres que no reciban al
niño, que esto es malo para él. En cambio, lo que produce efecto
es preguntar al niño delante de sus padres: "¿Hasta cuándo
dejarás creer a tu madre que puedes desempeñar el papel de
bebé, o de marido?" Porque las niñas también pueden
desempeñar el papel de marido, de yo auxiliar; Judith hacía de
yo auxiliar en el hogar, y su nombre la predisponía a ello.
En cuanto a Louis, yo diría que no tiene nada que ver con las
complicaciones de pareja de sus padres; él eligió esa pareja para
nacer, pareja que tiene con qué, al menos frente a un niño de tres
años, es decir la edad que tiene cuando duerme. Cuando está
despierto, tiene ocho, nueve años, no más. ¿Qué espera para
hacer amigos? No se sabe. Aún está luchando contra su
hermano, mientras que hace muchísimo tiempo que debió
decirse: "¡Tanto mejor! presa para la madre, la cola del lagarto
que uno deja para salvarse es el hermano".
Todo esto porque la madre, en su manera de amar al último
en nacer, mete a la vez lo sexual, lo maternal, lo que toca a la
condición de hermana. Porque su propio padre no la formó para
ser mujer, demasiado satisfecho con tener a domicilio una buena
hermana que pasara la escoba. El la deformó en su femineidad.
Vemos que aquí los abuelos maternos no tienen mucho que
hacer por el chiquillo; es posible que el padre de Judith, si aún
vive, ame a su nieto, puesto que amó a su hija como ser neutro.

X.: ¿A cuál de sus hennanos o hennanas redbió Judith en su casa


causando la ruptura con su padre?

P.: Pienso que a una hennana mayor, pues ella era la séptima y
después de ella había dos varones mellizos.

F.D.: A priori, podemos suponer que se trataba de alguien


que estaba buscando su libertad sexual; libertad que Judith, de
pequeña, no había tenido.

42
P.: ]udith describe a su padre como un hombre autoritario; y como
~
esta hermana quiso salir del dominio familiar, ]udith la recibió en su
casa.
P.D.: Sin duda, pero ¿con qué motivación quería esta
hermana escapar al poder familiar? ¿Para trabajar o para lograr
una libertad sexual?

P.: Es que no podía encontrar su identidad mientras viviera en ese


hogar donde el padre lo controlaba todo.

P.D.: Pudo haber sido ella la que ocupó sexualmente al padre


durante una época, en el lugar de la madre. Sería interesante
saberlo, porque ¿qué representa esta hermana para Judith? Todo
lo que ella reprimió y quiso salvar en su hermana. En suma, en
la pareja Judith-Dominique está prohibido sobre todo darse
placer juntos. Prohibición que debería tener el efecto de que cada
uno encontrara algún otro con quien tener relaciones sexuales.
El, Dominique, baja al sótano. ¡Mejor sería que fuera a pasear!
¿Que es responsable del hogar? ¡Y bueno! Sigue siéndolo, tiene
sentido del deber, inculcado probablemente por su padre adopti-
vo. Pero no tiene vida sexual, es neutro. Y en cuanto a Judith, ¿a
qué viene esa constante reivindicación deque él le haga el amor,
si es visible que no lo ama, que no lo desea? Ella quiere satisfac-
ciones sexuales; pero eso no es desear a un hombre, a este
hombre.
Es una pareja desde un punto de vista formal, legal; pero
resulta evidente la fragilidad sexual de esta mujer. En realidad es
ella más bien la que sufre ...
En cuanto al niño, se lo puede atender perfectamente; la que
marca el paso es la enuresis. El espera que los mayores del
grupo, los padres, se pongan en marcha para avanzar él a su vez.
Pero en esta familia todos están en la época del pipí en la cama;
todos ignoran qué hacer con su sexo. "Funciona", pero no es
sexo; ella encuentra que no funciona bastante; él piensa que no
es el sexo lo que hace a una pareja; pero no saben lo que tienen
entre las piernas, ni uno ni otro. "Eso" ha hecho dos hijos, pero
el cuadro resulta más bien complicado: los niños devuelven a los
padres la imagen de su infantilismo.

43
·ere usted decir que si sus padres llegaran a ser sexuados y
X.: ¿ QUt , 1
a amarse, Louis se curarta.
f.D.: ¡De ninguna manera! A él hay que decirle: "¡La relación
de tus padres no es cosa tuya! Ellos no pueden, eso es asunto de
ellos. Tú los elegiste para nacer, esto significa que ellos tenían con
qué hacer un hijo vivo. Pero tú, ¿qué haces con tu Vida?"
Este chico no vive según la regia de los chicos de su edad;
siempre está luchando por ocupar el lugar del padre, o el de la
madre para el padre, o el de su hermanito para los dos. ¡Todo el
tiempo está ocupando el lugar de otro, siendo que el suyo es
muy bueno! Además, se llama Louis ("el oído")•, ¡lo oye todo!
La simbólica del nombre es importantísima.
Este niño comprende la situación pero no sabe qué hacer con
ella. Sólo sabe objetivar esta situación errónea, porque hubo
error.

P.: Cuando está con sus amigos disputa constantemente con ellos,
. siempre quiere ser el jefe.

F.D.: Trata de estar eréctil. Me pregunto si en esta historia el


padre no será sexualmente impotente y la madre ávida de
relaciones sexuales, porque todavía no sabe verdaderamente qué
son.
Tenemos aquí dos casos de niños que, si ellos lo desean, son
susceptibles de una psicoterapia personal. Bastaría con oír dos o
tres veces a los padres y decir al niño, fuera de la presencia de
éstos, claro está: "¿Qué tienes tú que pedir? -¿Yo? Nada.
-Bueno, entonces, hasta la vista". Decir entonces a los padres:
1
"Ustedes sufren a causa de su hijo, pero él no sufre", y a él: 'Si
un día sufres, puedes volver''. ·
Pero no hay que ocupar el lugar del niño, no hay que
escuchar a los padres por ellos mismos. Con los niños pequeños,
antes de los tres años, hay que hacer efectivamente una psicote-
rapia en presencia de los padres; hasta el día en que el niño
ponga a sus padres de patitas en la calle. Quedará por saber si
realmente quiere ser escuchado por él mismo o sólo en una
transferencia de seducción. Cuando en el consultorio del
.. Aquí se alude a la homofonía entre Louis (Luis) y l'ouie (el oído).
IT.J

44
---- ------ - - -··-- ·---

- -.. .-----=- -, ~·-

R
ic
f
i.
terapeuta el niño se deshace de sus padres, bien está: se autono-
~ miza. Pero no debe hacerlo tomándolo a uno, en la terapia, por
sustítuto de su madre. Está en pleno Edipo y sus padres siguen
siendo para él los modelos de los que poco a poco deberá
desprenderse, para parir en sí un modelo que es el suyo: su
modelo para hacerse hombre, o su modelo para hacerse mujer,
con vistas a tal o cual relación con las mujeres o a tal o cual
relación con los hombres. Al comienzo del Edipo, esta autono-
mía se conquista para el niño tanto en relación con lo receptivo
como con lo fálico; pero esto no debe ocurrir con el terapeuta.
No puede ser efecto de una seducción; es al revés, inclusive.
Por esto en las terapias de niños se me impuso esta regla: el
niño debe pagar con una piedrita, un dibujito, un papel ...
Algunos traen un supuesto sello de correos. Dicen: "Hoy traigo
uno azul; es un sello para papá". Y sabemos que van a hablar de
su relación con su padre. O bien: "Es un sello para mamá".
"¿Cuándo traerás un sello para ti? -Cuando termine de
hablar de papá, de hablar de mamá". Es muy importante que, el
día en que no trae su pago simbólico, se le haga notar esto al
niño diciéndole: ''Yo estaba dispuesta a recibirte pero tú vienes
con una careta. No vienes como cliente, vienes por otra cosa; de
lo contrario me pagarías con tu papel. Así que hoy no te recibo.
Pero está bien".
Siempre hay que felicitar al niño que no paga, siempre: es la
base de su relación con su deseo. El sujeto no quiere una relación
falsa; ahora bien "hoy, era una relación falsa". La relación que no
se paga no es sino una relación erotizada. En negativo o en
positivo.
uNo te pago, no quiero mi sesión.
-Tienes razón, yo tampoco; no quiero darte una sesión si tú
no la quieres tener. ¿Pero quién pagará? Si paga la institución,
entonces voy a ver a la matemante o al educador, porque ellos
pagaron.
-¡Ah, no, no quiero que los veas!
-Los veré igual. No eres tú quien no quiere que los vea. Es
el que hizo una tontería esta semana. Es el moi, no el je"·.

• Ambos términosse traducen en castellano por "yo". Je siempre


cumple función de sujeto. Moi puede desempeñar, según los casos, el
papel de complemento o el de sujeto atributo e integrar formas
compuestas. Cabe interpretar que, en el contexto de esta frase, moi

45
El niño echa a reír; se queda en la sesión y saca su pago, su
piedrita:
"Es para ti."
El niño más pequeño que me pagó tenía, para mi estupefac-
ción, nueve meses. Era una bebita retraída, en duelo total de
vivir, con los ojos semicerrados, apagados. Dejó de crecer, hada
meses que no aumentaba de peso. La observación del servicio
pediátrico había descartado la hipótesis de una causa orgánica
como origen de su estado depresivo. Me la envió la Casa Cuna.
Yo sentí a una niña profundamente perturbada. La primera vez
la acompañaban tres personas. Hablé a la niña:
"Entiendo muy bien que las personas que se ocupan de ti
para ayudarte a vivir estén alarmadas; pero no estoy nada
segura de que tú misma estés alarmada; me pregunto, por el
contrario, si no eres tú quien no quiere vivir, porque lamentas
tanto que tu mamá no pueda criarte."
En ese momento se puso en opistótonoss, y gritó tanto que la
matcrnante dijo:
"La sacaré", para que ella no perturbara nuestra conver-
sación.
Entonces dije:
"¿Qué? ¿Sacar a Isabelle? Pero si nos está hablando."
Isabelle se calló inmediatamente.
"Isabelle está diciendo que quisiera nacer a otra Isabelle de
la que era."
El opistótonos quiere decir eso. Es lo que hace parir al útero.
Por eso se les baja la cabeza a los ni!tos para que nazcan, porque
la yerguen hasta tal extremo que podrían no nacer: ¡la cara
primero es muy malo!
Así pues, ella demostraba que quería nacer a alguien que le
hablaba por fin de su deseo de no vivir. Y como ya no necesitaba
mimar este deseo, berreó como un niño que nace.
La situación analítica es eso. Las tres señoras que la habían
traído se quedaron con la boca abierta al ver que se calló cuando
yo dije: "Yo quiero hablar contigo, Isabelle. Pero no estoy segura
de que tú quieras a la señorita Fulana, a la señorita Y... " Como

designaría al individuo que actúa y je al sujeto en un sentido más


genérico. [T.}

5 Contractura muscular de la cabeza, hacia atrás.

46

-
---- ·-
hacen turnos de ocho horas (ignoro si en Quebec es igual), por lo
general la que acompaña a los niños es una maternante una vez
cada tres. Nunca son, por lo tanto, las mismas personas.
"Estoy de acuerdo en ocuparme de ti aquí, pero tendrás que
traenne una piedrita."
Se lo digo a cada niño, pero cuando son muy pequeños y se
olvidan les digo: "Eras demasiado pequeño para comprender... "
La vez siguiente, la maternante que traía a la niña me dijo:
"Esta mañana no pude lavarle las manos porque [por
sincinesia6, seguramente] tenía los dos puños cerrados. Y en uno
de los puños había una piedrita."
Ahora bien, esta maternante ignoraba lo del pago simbólico
porque no había asistido a la sesión precedente. La niña debió de
recoger el día anterior una piedrita en el jardín de la Casa Cuna,
y durmió conservándola en la mano. Yo estaba un poco retrasa-
da y tuve que ver a otro niño antes. Cuando le llegó el turno, la
maternante me dijo:
"Lo que tenía en la mano, la piedrita, recién la arrojó."
Entonces dije a la niña:
"lsabelle, estabas muy decepcionada porque vi a otro niño
antes que a ti."
Esta niña de nueve meses se hallaba totalmente recogida en
sí misma, vivía tan mal como es posible vivir en una de esas
Casas Cuna donde se cuida del cuerpo sin intentar entablar la
menor relación; sus dos ojos apuntaban a su nariz.
"Sí, estuve mal, me retrasé, es culpa mía. Te pido perdón.
¡Deseabas tanto tu sesión, aun sin la piedrita que habías traído!
Marianne no sabía que yo te había pedido que trajeras una
piedrita." ,
Marianne, ia maternante, quedó pasmada al ver que yo le
hablaba a una niña que todavía no hablaba. Repetí:
"Es duro que tu mamá no haya podido criarte."
La maternante se llevó a la niña pero golpeó la puerta,
molesta:
"Creo que quiere algo."
Entonces la pequeña me tendió sus puños. Puse mis manos
en cuenco:

6Movimiento involuntario simétrico: aquí se cerraban los ·dos


puños en lugar de uno solo.

47
"¿Ah, te parece que hemos tenido una sesión y que hay que
pagarla?"
Puso en mi mano la piedrita que sostenía y después se
marchó sonriente.
¡Nueve meses! Hasta entonces, el niño más pequeño que
había pagado tenía dieciséis. Me pregunto a partir de qué edad
un niño puede dar así. Encontramos en los niños autistas una
inteligencia semejante, una inteligencia muy superior a la
nuestra, ¡nosotros que siempre somos tan artificiosos! Esta niña
entraba en el autismo. Realmente es preciso hablar a un sujeto de
su deseo y permitirle manifestarlo.
Me llevó tiempo, por supuesto, comprender la necesidad del
pago simbólico. Lo instauré hace sólo veinticinco años: una
piedrita, un dibujo, por ejemplo, es un pago. El terapeuta no le
presta atención: "Has pagado tu sesión, te escucho como
psicoanalista". Eso es todo. Lo cual puede limitarse a no hacer
nada, a no decir nada, a estar presente.
No hago pagar la primera vez, salvo a los autistas, porque
son más listos que nosotros. Así, cuando todo el mundo
demanda el tratamiento de un niño que está dispuesto a morir,
hay que decirle: Acepto ocuparme de ti si tú no quieres vivir y
/1

si puedes demostrármelo". Sin embargo yo estaba atónita, pues


no esperaba que Isabelle me diera su piedrita; pero, al igual que
un niño que se siente amenazado de muerte, ella tenía ya el
pensamiento de un niño de dieciocho meses, de dos años;
mientras que con su cuerpo se había convertido en la "cosa"
enfermiza de la Casa Cuna.
La detección de la demanda es importantísima en los niños
ya grandes. En los pequeños no tiene la misma importancia
porque, casi siempre, sus síntomas hablan de los problemas de
sus padres y no de los propios; sobre diez neurosis infantiles,
ocho conciernen a los padres; se trata de colocar a éstos en
condiciones de dar la castración; permitir a una madre el destete
del niño: que deje de cortarle la carne, de darle de comer; que el
niño no se sirva solo en la mesa, que no le pasen el plato, que no
se sirva antes que el padre, situaciones todas éstas abei:rantes
para un niño de tres años. Hay que elaborar todas estas
cuestiones con los padres, con la madre, antes de pensar en una
terapia para el niño.
Para ubicarnos en medio de todas las demandas, demandas
de no sabemos todavía qué, hay que hacerse una pregunta:

48
-----

quién sufre? El médico, cuando se encuentra con alguien que no


;ufre, se dice: "Es otro chiflado, yo no tengo nada que ver; a los
~ chiflados los mando a otra parte". El maestro declara: "Este niño
i altera al grupo". Pero esto no quiere decir que el niño esté
enfermo· Quizá tiene un simple retraso, lo cual de ningún modo
exige recurrir a una psicoterapia. Un retraso simple sólo exige
un sostén. Puede deberse sólo a un cambio de medio para el
niño, a una coqueluche, a un alejamiento de su familia. El niño
hace una regresión y después vuelve a arrancar, se injerta de
nuevo. Evidentemente, si tuvo que reinjertarse muchas veces ya
no tendrá fuerzas para rehacerse; entonces hay que restituirle su
energía.
Los padres sufren a veces de su hijo imaginario mientras que
el hijo real no sufre. Este hijo imaginario no corresponde al hijo
real. Por eso los padres pueden ir a ver al terapeuta sin el niño.
"¿Quién sufre?" es siempre la pregunta que hay que hacerse
y hacérsela con carácter prioritario. Muchas personas son
derivadas al terapeuta por la escuela, el médico, otros parientes.
"¿Pero usted, si no le hubieran dicho que viniera por su hijo, lo
habría hecho? -¡De ninguna manera! -Entonces, sepa
únicamente que el día que su hijo le preocupe, puede volver."
Remontamos la pendiente al proceder así, al no retener a
padres teleguiados por otros mientras que ellos mismos todavía
no se habían percatado de que su hijo tenía un problema. Pero
puesto que los han enviado, hay que aprovechar para hablar con
ellos, sin tomarlos en terapia: vemos con ellos la historia del
desarrollo del niño, su lugar en la fratría, los escuchamos. Les
explicaremos: "Este es un centro que presta servicio a los padres
si ellos lo necesitan. Quienes lo saben son ustedes, los padres de
su hijo. ¿Pide su hijo algo?" Si el niño está presente, díganle:
"Hazme un dibujo". Y si no le interesa dibujar algo: "Tienes
mucha razón", y "hasta la vista".

·~~ O bien advertimos, pues él nos quita a la salida el dibujo que


nos había dado, que no estaba en terapia, que todavía no estaba
motivado. Pero estas personas volverán; seis meses, un año
después.

X.: ¿Cree usted que en determinados momentos un terapeuta


puede descalificar a los padres, incluso en forma involuntaria?

F.D.: Nunca. Puesto que el niño ha elegido a estos padres,

49
descalificarlos es descalificar al niño que se tiene en terapia.

X.: Lo que quería decir es si esto puede suceder.

F.D.: Sucede. ¡Los padres y los niños no piden otra cosa! Los
niños la llaman a usted "mamá".
"¿Por qué me llamas mamá?
-Porque quisiera que fueses mi mamá.
-¡Pero entonces no estarías aquí!
-¿Porqué?
-Porque si yo fuera tu mamá, te habría tenido con mi
marido; ¡entonces tú no serías tú!"
El análisis de la transferencia es eso; análisis que es preciso
hacer desde el principio. Asimismo, basta con explicar al niño
que la maestra está al servicio de la enseñanza, de la formación;
ella transmite saber (no tiene que atracar al niño con lo que no le
interesa). En cualquier caso, la maestra no está para amar a los
alumnos.
Ese es el trabajo del psicoanalista por su manera de estar, de
dar su lugar al niño entre dos padres tal como son, pues hasta
los tres años cumplidos ellos son los modelos de su devenir
sexuado.

X.: ¿Qué entiende usted por "manera de estar del psicoanalista"?

F.D.: La manera de estar del analista es no responder a la


demanda, sino responder en la transferencia. Esto no sólo es
cierto con los niños; pero los niños intuyen las actitudes de los
adultos como un lenguaje de relaciones. Al analista le toca hacer
comprender que lo que se dice no se actúa, al contrario de lo que
sucede en la vida corriente. El analista es receptivo, atento, no
cómplice. Es cooperador en la comprensión del inconsciente,
pero no en los fantasmas. No le da un beso a un niño que le pide
que lo haga. Un niño cuyos padres están separados sentirá que
su analista no adhiere a los diferendos del uno ni del otro, que
no se pone en el lugar del juez. El analista analiza las emociones
de cada uno tal como ellos se expresan, pero él mismo no está
afectivamente comprometido. En este sentido, la fórmula de la
"neutralidad benevolente" es ambigua, porque se trata menos
de una neutralidad benevolente que de la escucha del

50
inconsciente en una dinámica, al servicio de un sujeto, para que
éste pueda "obrar con ello".

• ••
En lo referente a la ley 89 de este país, puedo hacerles
algunas aclaraciones: en París existe un organismo, el Derecho
de los Pupilos del Estado a sus Orígenes (DPEO).
¿Por qué considerar, el). efecto, delincuente a una persona
que abandona su hijo a la sociedad? Siendo que, para el niño, el
hecho de que lo hayan abandonado sólo es signo de que su
madre era incapaz de criarlo. Lo que da testimonio de la
impotencia de una madre no puede dar lugar a un juicio peyora-
tivo a su respecto. El abandono es doloroso, sin duda. Es quizás
una desgracia, pero quizás una suerte, si redunda en la dicha de
los padres adoptivos.
¿Por qué tapar el acto de abandono con un no-dicho y, lo
que es más, ocultar a un sujeto sus orígenes durante toda su
vida? Se afirma que así debe ser para que la madre de nacimien-
to no pueda volver sobre su decisión y perturbar el desarrollo
del niño. Pero a la mayoría de edad la cuestión deja de
plantearse. El DPEO permite justamente a una persona que fue
abandonada darse a la tarea de reencontrar a sus genitores, no
bien es mayor de edad.
Cuento con declaraciones de dos mujeres que, habiendo sido
criadas en la Asistencia Pública, lo que aquí llaman ustedes
Bienestar Social, se ocupan de los derechos, de quienes fueron
abandonados, de reencontrar a sus padres. Son personas social-
mente valoradas, ya que una es licenciada en letras y la otra
diplomada en enseñanza superior. Esta última facilitó la encues-
ta sobre el punto porque es esposa de un alto funcionario. Está al
tanto de las leyes y, sobre todo, tiene acceso al Registro Civil. En
, __/ la legislación francesa no hay nada que impida a un niño
abandonado conocer a la persona que lo abandonó, salvo -caso
excepcional- cuando la madre ha impuesto la condición de que
nunca se revele su identidad; pero esto es muy infrecuente, es un
caso sobre cien.
Esta persona advirtió que es la Dirección Departamental de
Asuntos Sanitarios y Sociales (DDASS) la que pone obstáculos a
los niños abandonados que quieren conocer su origen, aunque
oficialmente no tiene derecho a hacerlo. Y tiene que ser la mujer

51
funcionario la que se interponga y diga: "¿Con qué
de unha lt? o. Muéstreme que e l exped 1en
' t e 11eva esa s1g
. 1a.,,, (E s
d erec 0 • 1 eda. )
decir, una mención prohlb'iendo toda b usqu
'
Una de las dos mujeres a que me refiero encontró a su
madre, de setenta y seis años, en un asilo de ancianos. Ella
conservaba un excelente recuerdo de una nodriza que la había
criado en su primera infancia, antes de ir. a la pensión de la
·Asistencia Pública donde completó su escolaridad. Había hecho
siete años de análisis, a raíz de espantosas angustias nocturnas:
su marido la despertaba de un sueño muy profundo en el que
ella gritaba debatiéndose. Al día siguiente estaba extenuada. El
análisis yuguló sus pesadillas, pero todavía las tenía ocasional-
mente. Además era una mujer muy activa en su trabajo; tenía
dos hijas con las que no tenía particulares conflictos. Su marido
era un hombre "estupendo", decía. Ella había proyectado sobre t'
él que era a la vez una buena madre, un buen padre, que era '
absolutamente bueno. Es cierto que recordaba haber tenido una
buena nodriza, en una región donde había sido muy feliz, hasta
que entró en la pensión de los "Horribles", a los tres años.
Así oues, encontró a su madre. Sucedió de la manera más
i

simple. Su madre le dijo:


'No hubo un solo día en mi vida en que no pensara en ti. ¡
1
-Ya ves, he tenido hijos; ¿quieres ver su fotografía? Mamá, \,

quisiera saber quién era mi papá.


-¡Ah, tu padre! (sonrió de una manera maravillosa). Era
hermoso, pasamos una nóche juntos. Era zuavo. Tuve un desliz,
fue terrible. Ni un sólo día dejé de pensar en ti.
-¿No necesitas nada?
-No, ahora estoy contenta de conocerte.
-¿Quieres conocer a las niñas?
-No, no vale la pena.
-¿Quieres que vuelva a verte?
-No, no vale la pena."
Así fue su reencuentro con su madre. Y esta mujer me dijo:
"Lo asombroso es que yo estaba feliz". En uno de los primeros
sueños que había tenido durante su análisis, su nodriza tenía la
cara de su madre tal como ella la encontró.
La otra mujer era madre de cuatro hijos, dos de ellos
varones. No pudo ver a su madre, que había muerto, pero sí
encontró huellas de su padre, fallecido un año atrás. En la región

52
del Mediodía donde había estado retirado, todo el mundo le
di. : .
JO "¡Ah, de quien él hablaba era de usted, una hija que tendría
tal edad! Reñía todo el tiempo con su madre; algunas veces fue a
verla a usted a la institución donde estaba colocada. Siempre
decía: ¡Ah, ella tendría tal edad!"
El fantaseaba sobre su hija.
Ella vio su lápida sepulcral y su nombre escrito sobre la
lápida. Tomó un anisado con aquellos ancianos que le hablaban
de ella misma.
Yo le pregunté:
"¿Qué cambió eso en su vida?"
Esta mujer no se había psicoanaliz.ado.
"Sé que suena raro pero, a partir de entonces, me sentí
realmente la mujer de mi marido.
-¿Y sus hijos?
-Por suerte tengo un buen marido, porque en ciertos
momentos yo le decía: Escucha, ocúpate de ellos, ¡ya no sé
quiénes son!"
Nunca volvió a sucederle a partir del momento en que
reencontró a su padre en la palabra de los que lo habían conoci-
do. Y si nunca había tenido conflictos con sus hijas, probable-
mente se debía a la buena relación que había tenido con su
nodriza. Llegó a ser profesora y después dejó su trabajo, al nacer
sus hijos.
Estas dos mujeres encabez.an el movimiento abiérto, a partir
de los dieciocho años, a todos los pupilos de la Asistencia
Pública, adoptados o no, que deseen buscar a sus padres. Su
organización efectúa los trámites y, cuando aparece la pista de
un padre, se avisa,al peticionan te; una persona de la Obra, salida
también ella de la Asistencia, lo acompaña a ver al padre o a la
madre.
Dije a estas dos mujeres:
"Hacen ustedes muy bien; reencontrar las propias raíces
biológicas no puede ser sino una ayuda para la gente; no lo hace
todo pero es mucho."
La que se había analiz.ado me dijo una vez: "Mire, a veces
una se indigna. ¡Es increíble! Hacemos lo imposible por
encontrar a los padres de esas personas y, cuando lo lograrnos,
recibimos una carta injuriosa donde dicen: Yo no les pedí que lós
encontraran".

53
Esta mujer convocó a una de esas personas que le escribían
sandeces; le mostró su petición escrita. Y la otra le contestó:
"¡Bah, era en broma! Estaba segura de que usted no los encon-
. traria".
¿Por qué? Porque los padres que esta mujer había encontra-
do no eran ricos. No eran burgueses acomodados, sino simples
jubilados. La que había hecho la petición, esperando sacar
provecho de ello, de pronto se imaginó que estos padres podrían
pedirle dinero a ella.
Suele ocurrir que quienes han sido abandonados hagan esta . ¡

gestión sólo porque quieren encontrar a los padres de sus


sueños, no a seres reales.
Esto me recuerda el caso de una muchacha de quince años
que estaba en un Instituto Médico Profesional a causa de serias
dificultades escolares. Se libró totalmente de estos problemas al
ver a sus genito~es. Su educador, que concurría a mi seminario,
un día me preguntó:
"¿Le parece que sería nefasto que llevara a la niña a ver a sus
padres? Todo el mundo sabe dónde están, además. Son
vagabundos que viven en U'n remolque junto a un río, no lejos de
un pueblo."
Le respondí:
"¿Por qué no? Siempre que no la obligue a hablar con ellos,
si ella no lo desea."
Así que él la llevó; y ella dijo:
"¡Es mamá! ¡Es papá!" viéndolos de lejos.
Sólo añadió:
"Estoy contenta de haberlos visto. Ahora voy a trabajar."
La muchacha vio que los padres de sus sueños, aquellos en
cayos brazos hubiera querido precipitarse, eran sólo unos
marginales que vivían completamente fuera de la realidad. No
correspondían en absoluto a lo que se había construido como yo
ideal a través de sus educadores y educadoras. Esto desinfló por
completo todo lo que le hacía imposible asumirse mientras no
viera a sus padres. Fue como si siempre se hubiese sentido
culpable de no verlos; no se sabe.
' : 'l
El educador me agradeció que le hubiera dado valor para
ayudarla en esta circunstancia, pues temía sentirse en falta frente
al establecimiento educativo. De lo contrario se hubiesen necesi-
tado toda clase de autorizaciones y sin duda la del fiscal.
En estas historias, el fantasma de los orígenes a recobrar es
...
54
lo que sostiene un yo ideal todavía infantil en su estructura. (El
yo ideal es siempre infantil, en todos.)
Al percatarse de que sus genitores habían rehecho su vida
sin experimentar la necesidad o el deseo de reencontrar a su hija,
el sujeto se da cuenta de que desearía hallar un tope para sus
fantasmas, en la realidad.
Esta muchacha repitió después que había visto con sus propios
ojos a sus padres: expresión ciertamente portadora de toda la
significación que el acontecimiento había tenido para ella.
Conocí otro ejemplo: un hombre que era hijo adulterino y a
quien acosaba el afán de conocer a su padre. Tenía un padre
legal pero que en esa época ya había muerto. Su madre le había
explicado la situación pero sin querer revelarle la identidad de
su genitor. El sólo quería verlo. Ni hablar con él ni molestarlo;
más aun cuando este genitor nunca supo que había engendrado
un hijo.
Saber de quién había nacido, ver a quien lo había engendra-
do, también significaba poner un tope a sus fantasmas. Es un
proceso que debe tocar al yo ideal.

....,,
e:;-
2.PSICOSIS

}.
\
'

No hay psicoanálisis posible en institución sin un contrato que


funde la transferencia - La ética vampírica del feto - Madre que
canibaliza a su hijo durante la lactancia - En el origen de las
pulsiones, una zona de sombra que toca a las pulsiones de los
padres - El significante abuela, representante del amor arcaico
por la madre - ''Yo cuando abuelito murió" - Un niño hístero-
epiléptico - ''Esa señora es una latosa" - "¿La 'pupine' de
quién?" - El "cuerpo muerto" en la regresión - Una otitis
psicosomática - La cuestión del pago simbólico en una
masoquista psiquiatrizada - La mujer que llegaba cada vez más
tarde a sus sesiones.

P.: A fin de poder interrogarla sobre el estilo de intervención


terapéutica que podemos practicar en un centro de día, querríamos
exponerle el tipo de funcionamiento existente en la institución donde
trabajamos. En este centro un equipo· multidisciplinario se hace cargo
de niños que presentan una patología grave en su desarrollo. Está
abierto a una población cuya edad varía entre los tres y los siete años
aproximadamente. Puede. recibir a unos quince niños. En general,
concurren cuatro medias jornadas por semana.
Por la mañana nos ocupamos de las neurosis graves, y por la tarde
de los casos de autismo y de psicosis. Cada grupo está dividido en dos
subgrupos de tres a cinco años. El equipo se divide igualmente en dos
grupos que comprenden cada uno tres terapeutas de disciplinas
diferentes: cada unidad tiene la responsabilidad clínica y práctica de
dos subgrupos de niños, uno de la mañana y el otro de la tarde.
La mañana se organiza en dos períodos planificados de dos horas y
cuarto cada uno, y dos períodos de tiempo libre, al comienzo y al final;
en el medio, una pausa. l
¡

56
La tarde está dispuesta según un modelo análogo. Los periodos en
que el niño, desorganizado, fragmentado, tiene una relación individual
con el terapeuta, le permiten vivir descansando de las exigencias de la
í' realidad. No hay, pues, otros puntos de referencia que el espacio y el
fiemPO; aquí se acepta el absurdo en todas sus fonnas, si el niño lo
demanda. El niño es dueño de su tiempo y de sus juegos: unos son
regresivos (balancearse, hacerse mecer, jugar con arena), los otros son
más simbólicos (jugar a los bomberos, a los policías, al doctor).
La estabilidad de los horarios permite que el niño utilice las fuerzas
de su yo, cualquiera que sea el nivel de que se trate, tanto en el plano
relacional como en el cognitivo y social. Dentro de este marco, el adulto
le impone reglas que tienen una función estructurante y valor de
castración, formulando demandas que lo enfrentan con la realidad del
otro, sean cuales fueren los conflictos que ello suscite en él. De este
modo induce al niño a identificarse con su grupo de pertenencia y a
realizarse a través de sus producciones. Como en estas actividades
siempre hav presentes dos terapeutas, el niño hace en ellas la experien-
cia de la triangulación.
La psicoterapia individual sólo se prescribe a ciertos niños de la
mañana, y en general es asumida por un terapeuta en clínica externa.
En cambio, todos los niños de la tarde están en terapia individual, y en
el centro de día. El encuentro individual que un niño de la mañana
puede tener con un terapeuta se sitúa más en el nivel del yo, de la
realidad.

X.: En el centro de día se plantean además los problemas propios de


esta modalidad terapéutica particular: dificultades entre los terapeutas,
dificultades para unificar los elementos de la situación de vida, para
crear un marco terapéutico, dificultades para reconocerse como un
participante acorde consigo mismo, bajo la mirada de los demás. Cabe
añadir los problemas de pérdida, de duelo, causados por la partida de
terapeutas o de niños, por la ausencia regular de las personas que
trabajan a tiempo parcial. El equipo se ve continuamente enfrentado a
un deseo de fusión cuyo duelo debe hacer, lo que engendra muchos
conflictos. En los niños, estas situaciones intensifican reacciones de
retraimiento o de regresión a las que ya están inclinados por su
dinámica.
]ean-Yves, por ejemplo, tras la pérdida de su terapeuta, que se
marchó a raíz de un conflicto de equipo, perdió toda su agresividad,
pero también su lugar de palabra; deambula por el centro con aspecto
de zombi.

57
Michel se identifica con el último en marcharse, utilizando su
lenguaje, imitando su comportamiento. Cuando en el hogar pierde a su
gato, se identifica con él y maúlla.
Las preguntas que nos fonnulamos giran en torno de esta realidad
propia de la institución: ¿qué palabras podemos decirnos en estas
situaciones? ¿Cómo instaurar una permanencia del equipo y construir,
dentro de este marco, un medio terapéutico?

F.D.: Me es muy difícil responderles, pues no tengo en


absoluto esa modalidad de experiencia. También yo solo puedo
hacerme preguntas. Primeramente, ¿por qué razones llevan a
estos niños a vuestro centro? Todavía no se habló de sus padres
y, por lo que ustedes dicen, estos niños no están aún en la edad
del Edipo; no han sido destetados, ya que se crea a su alrededor
una especie de medio que los coloque en una situación presunta-
mente triangular. Mientras que su triangulación, la primera, la
única, es la que se ha hecho con sus padres. ¿Qué sucede con sus
padres?

X.: Estos niños son enviados al centro de día después de· una
consulta en clínica externa. Son los padres quienes formulan la
demanda de que su hijo sea atendido en consulta; y si se considera que
será conveniente para el niño ser recibido en un centro de día, lo envíen
a él.
En el centro, los padres se ven periódicamente con los terapeutas.
Y quienes_lo piden son atendidos por un terapeuta en clínica externa.

F.D.: ¿Pero no en presencia del niño?

X.: No.

F.O.: No sé muy bien qué decirles, porque todo esto me


desconcierta muchísimo. No hay psicoanálisis posible en estas
condiciones, puesto que no hay contrato en el cual se entable la
transferencia, con una sola persona. Lo que hay es un medio
escolar, tolerante, tal vez terapéutico ... Un medio donde,
además, el niño no trata con niños llamados normales. Pero
tengo la impresión de que los niños de los que ustedes hablan
giran en redondo. Puede ser que un buen día, gracias al buen
Dios, salgan adelante; porque haya muerto una abuela, porque
el padre haya tenido una úlcera, o le hayan sacado el útero a la

58
madre. Es necesario que la sociedad se haga cargo de los niños
e sean echados de todos lados; pero no veo qué hay de
q~alítico en el funcionamiento institucional del que ustedes
~ablan. Ningún psicoanálisis puede tener lugar con estos niños
tuera de la presencia de sus padres, pues estos niños hablan por
sus padres, e inversamente, están en sus padres: sus síntomas
son la expresión de la imposibilidad en que se hallan, como sus
padres, de aceptar la castración de las pulsiones orales y anales
(pulsiones que no están castradas porque la propia madre no fue
destetada de su hijo). Pero nunca será separando físicamente al
niño de su madre como se lo ayudará a resulver psíquicamente
esta separación: la separación por la fuerza no hace más que
reforzar su vínculo fusiona!, imaginario, con la madre. De lo que
el niño padece es de falta de palabras. Sólo hablando de este
vínculo con su hijo podrá la madre dejar de mirarlo como a un
objeto parcial de sí misma, y concebirlo como un otro real. Se
trata, pues, de dar la castración del lado del niño y del lado de la .
madre. Sólo la castración permite al niño~la identificación con el
individuo del mismo sexo exclusivamente, dando acceso al
Edipo.
Cuando una madre desteta a su hijo, éste pasa a ser para ella
como el pecho; entonces ella suprime o no su propia necesidad
de boca-a-bebé; si está todo el tiempo "mamándolo", besándolo,
cuando el propio niño todavía no sabe besar, éste no alcanzará
ninguna simbolización del amor por su madre, pues ella
continúa tomándolo por un biberón. Los bebés saben mamar y
morder, pero no saben besar. Besar es una simbólica que sólo
llega a producirse si el adulto ha aceptado el destete y habla su
amor. Besar es lenguaje, no una mímica, como la acción de
mamar. La mímica no es un código, es la reproducción de un
gesto. Cuando la madre besa a su pequeño, él cree que se trata
de una mimica y no de un lenguaje de amor. Al menos es así
como él lo siente; a veces incluso como canibalismo. El niño es
tratado entonces como objeto, ya que él no pide que lo besen.
Para estos niños ustedes juegan un papel de camaleón, y sin
significárselo. De este modo, el pequeño que se identifica con el
objeto que se ha marchado, o con el gato -como si no supiera
que él es un ser humano--, se identificaría también con una
mesa, si ésta despareciera, o con el suelo o con el aire. ¿Pero
cómo significárselo, si eso forma parte de lo que él vive, tanto en
casa de sus padres como en vuestro centro? Es perfectamente

59
posible que su padre, al nacer, haya servido de sustituto de un
gato para una abuela, que después murió; el padre habría
conservado en sí este enclave psicótico, y el hijo lo habría
heredado; no sé, pues de su historia nada conocemos. Sabemos
que un niño, antes de la edad en que se resuelve el Edipo, no
puede ser separado de sus padres en lo que ha de ser dicho en
su familia. Más aun cuando el niño expresa a su manera lo que
los padres esconden hablando con palabras.
Lo interesante de los niños psicóticos es que, cuando entran
en lo que nosotros llamamos psicosis, se sumen en algo que les
sucede a todos los niños normales cuando permanecen una hora,
o media hora ante un problema que no saben resolver. Por
suerte, esto no provoca, en el padre, en la madre o en ambos,
una zona de sombra en el campo de las pulsiones que están en
juego para ello. Así pues, los niños pueden superar la dificultad.
En cambio, los niños psicóticos no pueden franquear ese
obstáculo que todos los niños normales superan en un momento
dado, en la vida fetal, en la vida oral o en la vida anal; es decir,
en las edades dominadas por estas diferentes eróticas. A mi
entender, la erótica fetal se caracteriza por una ética humana que
es la del vampirismo; para vivir bien, cuando se es un feto, el
colmo de la virtud individual es hincharse de sangre, en i

detrimento de lo que existe alrededor y que tiene sangre, es decir \


que sustenta la vida. Es injertarse, para succionar la vida. l

Después del nacimiento, lo que se succiona es aire. Han
visto ustedes el caso de Dominique, un hombre a quien su hijo,
al nacer, le succionó el aire. Este hombre reaccionó como un feto
en relación con el aire de su hijo. La ética del feto es el vampiris-
mo. Para que la vida del feto termine, es necesario que haya
terminado también para el padre y la madre. Porque cuando un
padre se enfurece porque su hijo es de tal o cual sexo o porque
su cabello es de tal o cual color, lo que sucede es que no acepta
que haya salido de la vida fetal. Hay una laguna en el padre,
como un imposibilidad para aceptar "obrar con" la realidad. Es
distinto de un fantasma. De este modo, el padre o la madre
pueden negarse a la realidad de la castración fetal del hijo. Por lo
tanto se obliga al hijo a negarse en parte a su castración fetal, que
es la cesura del cordón umbilical y la ruptura total con el estilo
de ética de la vida fetal.
Si ha pasado bien la difícil prueba del nacimiento, prueba · ¡
¡
que puede psicoti.zar a ciertos niños dejándoles un enclave que ¡
~
1
'
60
lo se descubre posteriormente, ¿qué ética se de~rrolla en él?
s6 de las pulsiones orales, carubales. Es un organismo que no
La más que devolver tanto aire como absorbe; por otra parte,
~s nosotros tenemos un mismo cordón umbilical que nos liga
t nuestra última placenta: la atmósfera, el aire que respiramos.
~l niño entra en .re~aciones sensorial~s, auditivas, visuales,
táctiles, que le delmutan un bolsa de piel; y esta bolsa de piel
contiene zonas erógenas, entonces dominadas por la ética oral:
agarrar, raptar para hincharse; y, para no estallar -pues el
estallido lleva de nuevo a la vida fetal peligrosa-, hay que
expulsar. Hay dos polos, el polo oral de las pulsiones centrípe-
tas, del exterior hacia el interior, y el polo de las pulsiones
centrífugas, con la emisión de lo sólido y lo líquido hacia abajo,
Por la salida de esta bolsa, por identificación con los adultos que
están de pie. La expulsión de la orina y las heces forma una
imagen en Y invertida para el niño, imagen que no tiene nada de
erótica, mientras que en los fantasmas de la fálica los genitales
están constantemente eréctiles. Lo erótico es estar en intercambio
con el otro: es, mientras se toma o da al otro un elemento
substancial (alimento, excrementos), mientras se puede tener con
él un intercambio sutil, lo que constituye el espacio mismo del
deseo. En la ocasión de la satisfacción de la necesidad, el deseo
seda lugar.
Siendo yo muy joven, vi una experiencia extraordinaria en el
servicio del doctor Ribadeau-Dumas, que estaba a cargo de la
sala de niños de un hospital (yo me había psicoanalizado). Este
médico había decidido que las enfermeras que se ocupaban de la
sala para niños físicamente enfermos debían pasar obligatoria-
mente cinco minutos, por la mañana y por la tarde, hablando
con ellos, sin tocarlos ni brindarles ninguna asistencia. Debían
hablarles en tono amable, insertando entre la ola de palabras sus
nombres, "papá", "mamá", y los nombres de sus hermanos y
hermanas. Cosa que, para unas enfermeras que. siempre deben
estar haciendo algo, era revolucionario. Ahora bien, después de
una experiencia de un mes, la mortalidad infantil en este servicio
disminuyó visiblemente. Simplemente, había que estar junto a
los niños y hablarles, en lugar de vendarlos, cambiarlos o
ponerles el termómetro. Esto sucedía en 1932, y la experiencia no
fue reiniciada porque todo el mundo la tomó a risa.
Cuando la doctora Micheline Guiton, que trabajaba con la
señora Aubry, publicó en una revista médica de París un trabajo

61
sobre el acunamiento de los niños, en la sala de guardia le
tomaron el pelo, porque acunar a los niños parecía completa-
mente "retro", anacrónico. Era volver doscientos años atrás...
La doctora Guiton señalaba que era una lástima que la Asisten-
cia Pública tuviera unas camas tan pesadas; así era imposible
acunar, cosa que, asociada con una cancioncita o con ciertos
fonemas, contribuye a devolver la viabilidad a un niño, quizá,
con más eficacia que las prescripciones médicas, o químicas. Este
trabajo tenía un tinte analítico pero aún no había llegado el
momento de reconocer que el ritmo de dos tiempos del
acunamiento es una metáfora del corazón pendular del niño,
cuyo duelo éste debe hacer en el momento del nacimiento. Al
nacer, en efecto, hacemos el duelo de este corazón pendular, ya
no tenemos corazón, pues el que oíamos era el de nuestra madre.
Cuando ponemos al niño sobre la almohada, él ya no oye la
palpitación, ese ritmo asimétrico que los médicos reconocen en
la onomatopeya "tum-ta". Cuando lo acunamos, hacemos algo
"pendular", lo que le recuerda el ritmo fetal; durante el sueño de
la madre, que para un feto es muy largo, éste juega y goza con
esos ritmos al mismo tiempo que succiona, viviendo de su
vampirismo. El acunamiento devuelve al sujeto el deseo, la f
i
}
relación, la seguridad de aquella época anterior; restablece la t
comunicación entre el espíritu del ser humano en estado de feto
y el del adulto que se hace cargo de él.
El acunamiento confirma al niño en la sensación: "Estoy
bien; soy yo, soy el otro y el mismo; soy él-yo". Es un asegura-
miento de su ser profundo, fuera de los intercambios sólido-
líquido. El acunamiento restaura esta base de seguridad del
narcisismo. El niño oía in utero las modulaciones de la canción,
de la voz de la madre, puesto que, aunque la pared del abdomen
deforme los sonidos cercanos, el niño percibe sus modulaciones,
que son "caricias-nacimientos" y le dan la certeza de que su -¡

soledad no es una soledad de cosa sino una soledad animada,


entre seres que se comunican.
En la Casa Verde1 vimos a una madre cuyo hijo mayor, un

1 La Casa Verde, en París, es un iugar abierto, no una institución,


donde los niños de hasta tres años vienen con sus padres. Los psicoana-
listas que trabajan allí concurren cada uno un día por semana. Véase, en
particular, F. Dolto, La Cause des enfants (trad. cast.: La causa de los niños,
Buenos Aires, Paidós, 1986) y Séminaire de psycJzanalyse d 'enfants 2.
¡
'
\
1
62 1

\
'ño muy brillante, era un mordedor de cuidado. Esta mujer se
~Haba desbordada, pobre matalón abatido ante la violencia de
ªte hijo con la boca siempre abierta, en puro vampirismo
esspecto del mundo entero; este niño era una maravillosa criatu-
: humana pero muy difícil de tolerar y, naturalmente, lo recha-
zaban en todas partes.
La madre tuvo otro hijo al que amamantó. Y sólo al ver
cómo lo hacía comprendí lo que sucedía con el mayor. La madre
era tan masoquista que el chico vivía en la fase anal, casi en una
fase uretral, este período, dramático para los otros, de su fase
oral todavía vampírica. Siendo que aún se hallaba en la fase
anal, siguió siendo vampírico caníbal, chocándolo y
hundiéndolo todo; tenía las actitudes fálicas de todos los
estadios pero· sin castración. Además, no hablaba. Su madre era
irlandesa; en la época en que él comenzaba a hablar (a los nueve
meses) fue a pasar tres meses a Irlanda, entre adultos para
quienes él era el punto de mira pues era el único descendiente
de toda una estirpe que se detenía en viejos solterones y
solteronas. El niño había sido canibalizado por todos esos ojos,
al ser la alegría de la familia.materna. ·
Sus fuerzas eran tan fantásticamente ricas que le negaban la
entrada a los negocios, a los parques, y las madres protegían de
él a sus hijos. El segundo tenía más suerte, pues este hermano
mayor lo arrancaba a su madre y lo llevaba a cuestas. El grande
era un peligro público, especialmente para su hermanito, pero
felizmente la madre lo dejaba hacer. Pues si hubiera reprimido la
intensa energía del mayor habría producido una psicosis en los
dos.
Veamos cómo se conducía ella con el bebé: lo alimentaba sin
decir una palabra, pellizcándolo por todas partes. Unas veces
recorría con el dedo el cuenco de su oreja, otras le sobaba los
mechones del pelo. Imaginen ustedes que están comiendo y que
todo el tiempo, sin parar, su madre les crea bocas por todas
partes (más aun cuando, al pecho, el bebé está, como la madres,
muy desvestido). Porque esto es lo que ella hacía, ella canibaliza-
ba al bebé tocándolo por todas partes. Ella no significaba al niño
la diferencia entre la necesidad y el deseo. En un amor de
canibalismo psíquico y físico, placer y necesidad se mezclaban
inextricablemente, sin salida posible.
Me admiró que esta mujer fuese tan masoquista, aunque
secundariamente, pues ante todo era sádica, sin saberlo, en su

63
manera de alimentar a los niños. Tanta era su necesidad de dar
de mamar al niño, por todas partes: mientras el pequeño
succionaba su leche, ella lo succionaba con su tactilidad. Pero
posteriormente, sin dejar de mostrarse muy depresiva, toleró la
violencia del mayor. Desde el momento en que le llegó la
palabra, este niño se calmó; pues cuando es posible hablarles de
su ·madre se puede sacar a estos niños de la psicosis que dejan
presagiar.
"Ella tenía necesidad de tocarte y tú creías que estaba bien; y
creías que, cuando uno ama a los demás, tiene que morderlos y
comerlos ... " Siento que este ejemplo no está a la altura de lo que
quisiera comunicarles respecto de esta cuestión, pero quisiera
decirles que los efectos de este tipo de comportamiento, míni-
mos en algunos, se hacen gigantescos en otros, porque de la
relación madre-hijo, que fue pervertida, nada se habrá dicho.
Los psicóticos son niños pervertidos por una relación inocente-
mente perversa con los padres. No recibieron la castración
porque los propios padres no aceptaron la castración de tener un
hijo que ya no fuese su cosa, su objeto, y ... cada vez que ·'
pueden, intentan nuevamente convertirlo en su objerto.
Si los niños confunden los cuidados del cuerpo y la relación,
es porque son muy pequeños y todavía no han adquirido la
motricidad y su independencia; pero nosotros debemos evitar
caer en esta confusión. Ahora bien, esto es sin embargo lo que les
ocurre a ciertos psicoanalistas que confunden materialidad y
relación interpsíquica espiritual, la cual es sutil y no de orden
sensorial, como lo es una cosa líquida o sólida; gracias a la
palabra, en el aire, hay visión y audición. Acariciar es tocar
apenas, pero esto es aun demasiado si la caricia acompaña a las
necesidades, induciendo confusión entre el deseo y la necesidad;
el niño hace esta confusión al comienzo, pero nosotros los
adultos debemos hacer constantemente la diferencia entre la
necesidad de satisfacer las necesidades indispensables del niño y
la exigencia de no satisfacer nunca sus deseos; de los deseos hay
que hablar, satisfacerlos un poquito, pero explicando que jamás
podrán ser satisfechos totalmente. Quienes creen que los deseos
de los niños deber ser satisfechos por completo, que todo debe
ser estupendo todo el tiempo, hacen educaciones malogradas,
que producen efectos psicóticos sobre dos generaciones.
Pues, en la psicosis de un niño -y he aportado esta preci-
sión-, hay que analizar las relaciones orales, anales y edípicas

64
d los padres con sus propios padres. La psicosis de un niño se
. e tala incluso antes de lo oral y de lo anal, en las relaciones de
~":padres con sus padres. Es el caso, por ejemplo, de una madre
: un padre que tuvieron que ~frontar. u~ duelo q~e no fue
hablado. Sin embargo hay que mtroduar aertos matices, pues
he visto niños que se hicieron psicóticos a causa de la guerra, de
choques psíquicos o físicos que experimentaron de muy peque-
ños.
El origen de una psicosis es muy complejo. Supongan
ustedes un linaje Durand y un linaje Dupont: madre, Durand,
padre, Dupont; la abuela real, Durand, integra un linaje de
mujeres con la madre del niño; el padre Dupont integra un linaje
de hombres con el abuelo Dupont; si el niño Dupont se vuelve
psicótico, es que habrá habido en él, en el momento de la fase
oral, encuentro de dos zonas de sombra que tocan a las
pulsiones orales de sus padres: es decir, por ejemplo, que
frustraciones orales en ia madre, que ésta s!ntió a la misma edad
que su hijo y que nunca fueron habladas, interfirieron con un no-
dicho comparable del lado del padre. Así pues, la intersección de
estas dos zonas de sombra lesiona la sublimación de las
pulsiones orales en los dos padres. La sombra se proyecta
entonces sobre el niño, afectado en su posibilidad de atravesar
un destete de efecto simbólico, es decir, de entrar en la palabra.
El efecto simbólico del destete es dar acceso a la comuni-
cación a distancia por una palabra, por el lenguaje, que no se
reduce a la palabra hablada; es asimismo en el niño una mímica,
un decir a través de todo su comportamiento. Cuando digo
"palabra" lo hago aquí en el sentido de "verbo", en el sentido
general de comunicación. Más adelante les daré un ejemplo de lo
que es, a mi entender, la palabra de un niño que pasa por mudo.
Con el análisis de niños que habían sufrido traumatismos
muy precoces durante la guerra, comprendí que el significante
abuela, que para muchos remite a una persona real, existente,
podía representar para algunos "la parte que en mí engendró el
amor actual que tengo por mi madre". Este signiticante es en
cierto modo la respuesta a la pregunta: "¿De qué modo, antes
del tiempo de ahora, amaba yo a mi madre (o a mi padre)?" Así
pues, esta abuela es una modalidad de amor arcaico, un resto de
amancia, de la edad fetal, respecto de un padre tal como se lo
ama en el presente. Este significante representa el amor que un·
niño, llegado al estadio anal, tenía por su madre cuando era

65
fetal. Cabe distinguir, por lo tanto, entre una abuela que se
constituyó en el niño como madre de su madre, y por otra parte
el significante abuela como representante del antepasado en él de
su relación con su madre.
He visto curarse a niños psicótiros, relativamente; pues cuanto
más tarde llega la curación más retraso conservan comparados t
t
con los demás. Pero son seres libres y con actividades. [

Pienso en un caso de psicosis, el de un niño de siete u ocho '<



años que vi en Trousseau durante la guerra y que me dijo:
"Cuando yo abuelito murió".
r'
Al producirse este hecho tenía dieciocho meses. La madre
había confiado el niño por un tiempo a sus abuelos; y el abuelo
iba todos los días al campo a pasear con su nieto y un perrito.
Un buen día, el perro volvió solo. Se hacía tarde, partieron en su
búsqueda y encontraron al abuelo con la cabeza en un lago;
había sufrido un ictus; y el pequeño estaba al lado de él, desde
hacía tres o cuatro horas. No parecía traumatizado pero, poco a
poco, en la escuela, fueron advirtiendo que no se adaptaba.
Dijeron que había que ponerlo en un internado, que era un niño
con dificultad para vivir; pero la familia no se daba cuenta. Era
una familia en la que había otros niños; le decían: "Cállate.
Come. Dame el pie, dame el brazo", fragmentándolo en palabras
como se fragmenta a un niño al vestirlo.
Era el hijo corriente de una familia corriente, en la cual las
personas no tienen relaciones; quieren a sus hijos, y eso es todo.
Así que no prestaron atención al. hecho de que éste se había
identificado con el abuelo y que había muerto el mismo día que
él.
Este niño vivía sólo con peces; sus dibujos no representaban
más que peces; pensé, desde luego, en el feto (los psicoanalistas
tienen esa clase de manías); traté de descubrir, hablando con la
madre, si había pasado algo en la vida fetal de este niño. ¡Pero
no era eso en absoluto! El abuelo había quedado tan fascinado
por la visión de los peces que fue a verlos "con su cabeza", decía
el niño, olvidando a su nieto; éste se había identificado con el
abuelo que miraba a los peces: su cabeza estaba en un acuario.
Claro, con la cabeza en un acuario no podía andar en la escuela
primaria. Ahí tenemos un psicótico. La forma en que curó puede
parecer curiosa, pues pasó por un eslabón intermedio
tomándose por el perro. Lo cual después de todo no tiene nada
de asombroso, ya que fue el perro el que alertó a la familia.

66
El niño había retomado a la edad oral del feto. El acuario era
para él como una mamada, y fue en esta relación oral donde
percibió a su abuelo fascinado por los peces en el agua. Era,
pues, una suerte de invaginación de su propia estructura: se
había convertido en "abuelo". "Abuelo" era el antepasado en él
de su mamá.
Todos los niños me han enseñado el psicoanálisis, pero éste
me enseñó mucho por las etapas que recorrió: hizo el duelo del
abuelo; aceptó no ser el abuelo materno; pues, evidentemente,
para un chico es maravilloso 5er el padre de su madre. En el
deseo de un chico, ser el genitor de su madre es mucho mejor
que ser su hijo, porque sin tener relación sexual con ella, algo se
hace con el propio poder de chico varón. Cuando comprendí lo
que había ocurrido se lo expliqué, no recuerdo bien cómo, y él
comprendió; en esta transferencia se identificó, pues, con el
perro, tras haberse identificado primero conmigo, que quería
salvarlo, porque él quería salvar al mundo entero. Se curó
completamente; los padres, contentísimos, decían: "¡Qué
estúpida la maestra al creer que no podía seguir en la escuela!"
Pues así sucede cuando se cura a un niño de una psicosis: ¡es tan
natural que este niño parezca igual a los demás!
En un niño psicótico se producen transformaciones intensas
cuando se lo trata, y por esta razón no siempre se llega al
tratamiento; éste remueve demasiado la libido de .quienes lo
rodean, siendo la madre o el padre, los mediadores, las personas
más intensamente afectadas. Los padres de este niño eran gente
muy simple. No se dieron cuenta -afortunadamente, creo-- de
que se encaminaba a una marginación completa mientras no se
comprendiera que -por inteligencia y por amor a su abuelo, por
identificación con él- pensaba que éste no podía haberlo
abandonado sino por lo que estaba bajo el agua, es decir, los
peces.

X.: ¿Supo usted qué pasó luego con él?

F.D.: Quedó totalmente curado. Porque se lo tomó en


tratamiento a tiempo. La madre cooperó, me contó estos sucesos
que fueron dialectizados después por el niño, muy dotado. Si él
no era abuelo muerto, ¿qué podía ser en este pequeño trío: el
perro-el abuelo-él, sino el perro? Esta alternativa fue un
momento nodal del renacimiento del niño a un sentido; lo había

67
desatendido, pues todo cuando pudieron decir al encontrarlo,
tras estar cuatro horas al lado de su abuelo muerto, fue
"·Pobrecito!"
l
Hablaba usted de un niño que se identifica con el gato que
se marchó. El duelo que un niño hace de un animal, por ejemplo,
es una etapa normal de su desarrollo.
De lo contrario, hay que analizar con él las razones que
imposibilitan este duelo.
Esto me recuerda el caso de un niño que, durante un viaje al
extranjero, había sido confiado por sus padres a una persona,
muy cordial por lo demás, que sólo hablaba la lengua de ese
país. Así pues, el niño, que era entonces muy pequeño --Oebía
de tener dos años y medio, quedó ocho días con esta mujer, sin
entender nada de lo que ella decía: un baño de palabras, radical-
mente otras. En ausencia de sus padres, el gato con el que estaba
encariñado murió estrangulado en una ventana de guillotina;
quedó colgado. .
Vi a este niño a los seis, siete años. Después de este suceso se
había identificado con el gato, que para él había sido igualmente
abandonado por sus padres. Cayó entonces en un estado
epiléptico subintrante. Es muy probable que el gato haya tenido
convulsiones antes de morir. Desde entonces, para el niño los
padres no eran ya otra cosa que "matadores". Me decía en
sesión: ''Para empezar, no quiero hablar con usted. No sé por qué
me traen. -Tus padres quieren que vengas porque tienes crisis.
-¡Pues bien, mala suerte! ¡Si les fastidia, que se joroben!"
Según la madre, cuando estaba por tener una crisis sus ojos
giraban siempre hacia un mismo lado. Sin embargo, observó que
en la sesión conmigo el niño daba vuelta los ojos para el otro.
Dije al niño: "Es para no ver a tu madre".
Los médicos, los especialistas, habían confirmado a los
padres que estas crisis epileptoides no tenían ninguna causa
orgánica y que eran totalmente psicógenas.
No obstante el padre, que era totalmente organicista, se dejó
convencer por alguien de que interrumpiera el tratamiento, con
el pretexto de que se hacía con "la Madre Dolto''. A pesar de eso
reconocía que durante el tratamiento conmigo el número de
crisis empezó a disminuir; el niño tenía sólo una cada cinco días,
en vez de tres diarias como al principio. Cuando comenzaban,
gemía. Y los medicamentos a que lo embotaban nunca habían
impedido la aparición de las crisis. Este niño, muy inteligente,

68
muy brillante ~~taba dos cursos adelantad<:-, encontraba a
todo el mundo 1d10ta. Trataba a su padre de imbécil. Su sufri-
f miento era impresionante. Un caracterial como he visto pocos.
f' Por supuesto, a este traumatismo de la muerte del gato se ·
¡
¡ sumaron otros: el desasosiego de ser abandonado en el extran-
jero, y luego el de ver llegar muy pronto, sin aviso, un hermani-
to. Todo esto contribuyó a una extrañeza fecunda. Lo singular es
que la madre de este niño, que tenía con él un elevado nivel de
conversación, adoraba a los gatos y no tenía con su hijo ninguna
clase de relación táctil o de cuerpo con cuerpo. El era típica-
mente histérico.
La dificultad intrínseca a las psicosis es que los psicóticos
han sido portadores de un fruto antihumano hacia el cual se
volvieron las pulsiones; éstas ardieron, se consumieron en él. No
se puede deshacer una alienación, la alienación escapa a la
castración. Un niño se creía perro, encontró alguien que lo
bautizó perro, él lleva un cachorro; él mismo será cachorro en
cuanto padre, o será padre de cachorro. Es un enclave en él: está
alienado, al mismo tiempo que una parte de su libido lo
humaniza. En este caso, la ·castración es incompleta, habiéndose
satisfecho una parte de las pulsiones, en un momento dado, en
una identidad que no es humana.
Si ustedes abordan como educadores al niño que se ha
identificado con un gato, pueden jugar con él, ¿por qué no? Pero
más bien deberían decirle: "¿Por qué no hablar de ello con tu
psicoanalista?" Es decir, con alguien que no sepa nada de lo que
sucede en el centro diurno y que vea a los padres y al niño sin
ocuparse en absoluto de las cuestiones educativas.
La educación no es competencia del psicoanalista, quien,
estando a la escucha de un sujeto en su regresión al deseo
inconsciente -quizá de sus dieciocho meses-, no tiene que
enfatizar ante él las exigencias de la realidad ni del presente. No
le toca al analista asumir el deseo consciente de una maestra de
enseñar al niño a escribir; no se puede estar a ia vez en un
proyecto pedagógico y ser psicoanalista. Se puede tener una
formación psicoanalítica y hacer psicoanálisis con niños que uno
no conoce en la realidad. Con niños que uno conoce en la rea-
lidad, no es posible. Y sólo se puede psicoanalizar a un niño que
lo desea; me preocupó un tanto el hecho de que, en vuestro
centro, todos los niños estén obligados a hacer una terapia, al
menos los de la mañana. ¿Quién decide?

69
Por otra parte, me pregunté si hacer síntesis en presencia del
niño no allanaría a lgunas de las dificultades que ustedes han
mencionado. En Francia, hay dos lugares donde se ocupan de
niños psicóticos practicando este método y funciona muy bien.
En vez de decir: /iEsta tarde es la síntesis de tal o cual niño, por
ejemplo, Jean", se dice: "Esta tarde Jean va a hablar con nosotros".

Y.: Quisiera pedirle, a usted que ha mostrado tan bien el poder de


la palabra y de la interpretación, que nos diga unas palabras sobre los
límites de la una y de la otra.

F.D.: Creo que no los hay, y que las que juegan son nuestras
resistencias. Si no tenemos éxito con todos los niños es porque
nosotros mismos tenemos una estructura que en ciertos
momentos nos impide entrar en resonancia con las pulsiones del
ser humano, que frente a nosotros, necesita decir, aunque le
falten las palabras, algo que nosotros no sentimos. Es una
cuestión de nivel de resonancia: frente a algunos de estos casos,
ciertos analistas tienen resistencias, otros no.

Y.: Sin embargo tengo la impresión de que ciertos niños no han


llegado todavía a la palabra ...

F.D.: No se trata de la palabra verbal. Quisiera darle un


ejemplo que ilustra la forma en que un niño puede hablar sin
palabras. Un día veo llegar a una pareja con una niña de cinco
años, muda desde los diecisiete o dieciocho meses. Hasta
entonces había producido efectos sonoros, había sonorizado, y
poco a poco, los padres no podían decir cómo entró en el
mutismo total. Ellos pensaron que con otros niños, en la
guardería, las cosas iban a arreglarse, pero no había caso. Se
realizó entonces la primera sesión, y fue la única. Sin embargo,
salió de ella hablando como usted y corro yo, es decir que, en
realidad, había hecho sola este camino de la palabra durante
años, pero nadie se había percatado.
Esta niña hablaba, pero en mímicas. Yo me dije: "¿Qué pasa
con esta niña que no es loca, ni retardada ni muda?" La madre
me habla, sin tapujos. Junto a nosotros había una canasta llena
de muñecas, cuerdas, autitos, pequeños objetos traídos por los
niños, que nunca utilizaba en los tratamientos pero que yo tenía
ahí para ocuparlos mientras los padres hablaban. Porque

70
]··, ..
iempre pido a los padres que hablen delante de sus hijos, si ellos
5
stán de acuerdo y los niños también: si los niños quieren
~archarse, la puerta queda entreabierta; si se quedan, es que
quieren escuchar; si entonces los padres hablan, es que pueden
tolerar hacerlo en presencia del niño. Y yo permanezco tan
atenta a lo que el niño me dice con su ser como a las palabras de
Jos padres. Así vemos que los niños están siempre atentos a lo
que dicen sus padres, y que lo oyen todo.
La madre me cuenta que antes de nacer la niña sufrió varios
abortos y por eso esta chiquilla le es tan querida. Con posteriori-
dad, desgraciadamente su marido y ella no pudieron tener más
hijos. Entre tanto yo veía que la pequeña revolvía en la canasta,
sacaba las muñecas. Trajo entonces, entre sus dos padres que
estaban sentados, una muñeca repugnante, que una vez había
dejado ahí un niño psicótico, toda embadurnada, con un ojo
· saltado, los dedos cortados, en suma el representante de un ser
martirizado hasta la médula; esta muñeca, todavía vestida,
estaba en el fondo de la canasta; ningún niño la tocaba nunca. La
pequeña llega con la muñeca, la acaricia, la pone en los brazos
de su padre, que me hablaba sin prestar atención a la proeza que .
había realizado la pequeña. Después ella aprieta de nuevo la
muñeca contra sí y, en lugar de ponérsela en los brazos, la coloca
en la parte superior de los muslos de su madre y la hace caer al
suelo.
Nadie, aparte de mí, prestaba atención a lo que estaba
haciendo. Da una vuelta, y irealiza tres veces la misma película
con la muñeca. En ese momento digo a la madre: "¡Después de
nacer su hija, usted tuvo un aborto!"
La madre ríe, mira a su marido, con ojos alborozados, y me
dice:
"¡Usted adivina las cosas!
-No, su hija acaba de mostrar que vivió cómo salió de
usted un hijo muerto.
-¡Es imposible que pueda acordarse!
-¿Por qué? ¿Entonces es que sucedió?"
Llamo a la pequeña quien, en ese momento, nos mira con
expresión muy intensa. Yo digo:
"Es posible; usted dice que hubiera deseado tanto un niño
después de su nacimiento; ¿quizá se trata de eso?
-¿Se lo podemos decir?", pregunta la madre.
Eran personas muy católicas, habían venido porque sabían

71
f-·" '
ue yo había hablado del problema. Ahora bien, la mujer había
1

.
dudado en decirme que quedó encinta teniendo su hija tres
f meses. Entonces su médico le había aconsejado: 'lfrágil como ha
estado usted, con tantos abortos antes de esta niña a la que está
amamantando, sería más prudente interrumpir el embarazo".
Con muchas vacilaciones -pero para el buen Dios y con el
asentimiento de su confesor (risas)- se hizo·practicar un aborto.
Yo dije a la pequeña:
"Es muy importante lo que viviste entonces, pues es como si
tu mamá te hubiese dicho: las niñas deben prestar atención,
cuando van con los señores, a fin de no tener siempre, hijos."
En ese momento la madre se puso a llorar sobre el hombro
de su marido, diciendo que hubiese querido tener ese hijo, y la
pequeña tiró de su padre para llevárselo, y soltando:
''Ven, papá, ¡esta señora es una latosa!"
Su padre me miró y yo le dije:
"¡Como ve, ella habla!"
''Ven, papá, dejemos a mamá."
Yo dije a la niña:
"¡De ninguna manera! Tu padre no dejará a mamá. Tú
habrías querido tener un hijo con papá. Sin embargo eras muy
pequeña; parece que sólo tenías tres meses, pero debiste de oír
que tu madre deseaba otro hijo."
Esta niña hablaba, pues, completarnente; pero hablaba ya
con ese gesto que me hizo pensar que no se trataba de un aborto
anterior a su nacimiento, pues ella sabía que eso salía de entre
las piernas; si la madre hubiese tenido un aborto antes de nacer
la pequeña, ésta no lo hubiera sabido; no más que en el caso de
que se hubiera sentido amenazada de muerte, cuando su madre
estaba embarazada de ella. Era una niña hiperprecoz, como
todos los niños que tienen síntomas tan graves que podemos ..' .

creer en un inicio de psicosis.


No sé qué es precocidad. No sé hasta qué edad óvica hay
que remontarse para encontrar el conocimiento del amor y del
deseo, que parecen estar ahí desde el primer día de vida, con tan
pocos medios disponibles para significárselo a los adultos. Creo
que hay pasiones precoces intensas en los niños de tres semanas,
o de tres meses, hacia personas que, como sus padres, le están
prohibidas a causa del orden de la procreación. Los padres de
esta chiquilla habían consultado con #logopedas", quiero decir
con ortofonistas, que me habían enviado a la niña porque no
nseguían nada. Lo que había que hacer era hablar a esta
c~iquilla de la tristeza de la madre, tristeza -que ésta denega-
t
~:
~- de haber tenido que abortar un hijo que ella le habría
trecido. Quizás el bebé hubiera sido viable, pero en cualquier
t
t
~
t
ºaso la hubiera obligado a destetar brutalmente a la pequeña.
~omo había fracasado en sus embarazos precedentes, quería
ocuparse de su hija como una mujer concienzuda. Al decidir el
aborto la pareja había asumido su responsabilidad. Pero el no
duelo en el inconsciente de la madre impedía a la niña encamar
el verbo en su palabra. A partir del momento en que la madre
pudo vivir su tristeza, la niña tuvo derecho a Ser hija edípica,
amando a su padre y hablando con él.

Y: No quiero clasificar a los niños en categorías, pero existen niños


muy autísticos, muy encerrados en sí mismos, que durante años
intentamos llevar a la palabra. Y cuando veo la suma de esfuerzos que
hacen los padres en las terapias en las que participan con los hijos, para
conseguir unos resultados puramente mediocres, y la oigo hablar de
niños curados con la interpretación ...

F.D.: No, ¡son los niños los que aportan la clave! En este caso
yo ignoraba si mi hipótesis era acertada. Pero me dije: Esta niña
11

me cuenta algo que no es anterior a su vida".

Y.: Pero usted le permitió contarlo.

F.D.: Creo que no se observa suficientemente lo que un niño


dice con su comportamiento.

• • •
X.: Quisiera presentarle el caso de Simón, que hoy tiene seis años.
Desde el principio cada vez que vuelven de las vacaciones los padres
quieren interrumpir el tratamiento. Ultimamente la madre quiso
llamar al centro de día para informar que el niño no seguiría concu-
rriendo, pero se equivocó y marcó el número de la clínica externa;
atendí yo, que soy la psicoterapeuta del niño. Su hijo, me dice, emplea
ahora frases completas, de lo que dudo pues la última vez que vi a
Simón, sólo soltaba una jerigonza.. Su profesor, agrega la madre, no
entiende por qué razón concurre al centro diurno. Con tono firme, me

73
advierte que su marido llamará al centro para confirmar su decisión. El
¡0 hace, pero dos días después cambian una vez más de opinión.
Cada vez que los padres quieren· retirar a su hijo del centro les
preguntamos cuáles son los moíivos. Recientemente fue una crisis de
agresividad del niño con la cuidadora, al regresar del centro. Nosotros
interpretamos esta crisis a los padres diciéndoles que Simón contaba
con encontrar a su madre al regresar, como de costumbre.
Interpretar así el comportamiento del niño, ¿no significará
culpabili7.ar a los padres? ¿No implica, para nosotros, usurpar la ley
del padre en la prosecución del tratamiento? Me preguntó además hasta
qué punto este niño sufre su estado; en efecto, a veces tengo la
impresión de que es plenamente feliz. Sin embargo quisiera presentarle
su patalogía para que usted me ayude a aclarar tanto las resistencias de
sus padres como las suyas propias.
Simón tiene un solo hermano, de ocho años, que por su parte
concurrió al centro de día durante dos años. La relación de los padres
con el mayor siempre fue difícil, incluso perturbada. En su infancia este
niño vivió con sus abuelos matemos. Los padres desearon a su segundo
hijo, a través del cual esperaban reparar una herida narcisista. Después
de su primer embarazo la madre deseaba una hija a quien pudiese
mimar; ella se había sentido rechazada por su propia madre, que
prefería a sus dos hermanos. Siendo adolescente fi-le violada por su
hermano mayor. Conserva un fuerte resentimiento contra este hermano
y contra su madre.
Su segundo embarazo transcurre sin dificultades particulares, pero
su deseo de tener su hija no se cumple. A diferencia de su hermano,
Simón es un bebé agradable, calmo, que come normalmente. Las
dificultades aparecen en el momento de la marcha; se vuelve desobe-
diente, dice la madre. Nos inclinamos a creer que ella misma, que fue
una niña sumisa, se vuelve intolerante ante las manifestaciones de
autonomía de su hijo, y se siente desbordada por ellas. Se produce en
Simón una regresión del lenguaje; sus hábitos higiénicos son inestables;
se vuelve cada vez más agresivo y sus padres consideran que su
hermano Paul ejerce una mala inf1uencia sobre él.
La primera vez que lo recibimos no tolera bien separarse de su
madre; tiene en ese momento tres años. \luelve a emplear algunas
palabras y, tiempo después, recupera sus hábitos de higiene. Pese a su
lenguaje restringido, consigue provocar la culpabilidad de su madre
soltando juramentos.
A esa edad su hermano presentaba perturbaciones similares. Pero

74
t padres, y sobre todo el padre, niegan los trastornos de Simón. Hace
t los . años que todos los miembros de esta familia siguen una terapia.
I,, van 05cuando comenzamos el tratamiento· de Simon,
· ' de una entremsta· a
i otra estudiamos los feed-back en la espera de una eclosión del
1
J
;
¡:nguaje, pues en ese momento no pensábamos que su patología fuese
l t n severa. Este tratamiento da resultados hasta que se lo hospitaliza a
;usa de unas otitis repetitivas que han exigido una interoención
quirúrgica. Esta nueva regresión se asocia a la interrupción del
tratamiento y a los efectos agresivos que provocan las hospitalizaciones
y las enfermedades. Ahorü bien, la regresión persiste varios meses
después del restablecimiento del niño. Está muy angustiado cuando
debe separarse de su madre, cubre la pared con sus heces y vuelve a su
mutismo. Por eso demandamos entonces, aparte de la prosecución de la
psicoterapia, la admisión del niño en el centro de día.
Aprehendemos la reacción de los padres, ya muy decepcionados con
su hijo mayor, confrontados una vez más con su sensación de ser malos
padres. ¿Qué destino tendrá su deseo de que este hijo sea su objeto .
reparador?
El padre, irritado, nos pide una entrevista y en ella nos cuenta su
propia historia. Cuando era pequeño, su madre sufrió varias hospita-
lizaciones psiquiátricas. Su padre era más bien depresivo. El tuvo que
asumir, pues, un papel protector respecto de su madre y hacerse adulto
antes de tiempo. Detesta la dependencia y dedica todas sus energías a
ignorar la suerte económica de su familia.
Simón es su hijo preferido; con él se muestra permisivo. Después
de su rechazo inicial a todo tratamiento, acaba por aceptar la entrada de
Simón al centro de día y la psicoterapia. Pero seguirá desconfiado y
ambivalente respecto de este tratamiento.
Quisiéramos presentarle brevemente nuestra acción terapéutica
con este niño. El tratamiento comenzó el año pasado, en septiembre.
Durante varias semanas, y en cada una de las entrevistas, Simón pide
la presencia de su madre. Al final de cada entrevista su rostro se
ilumina y recobra su alegría. Se presenta ante mí con los dibujos hechos
en el centro de día: son unos minúsculos redondeles muy juntos. Me
los muestra, los pone sobre la mesa de trabajo. A veces se marcha sin
recogerlos; no sé si me los da intencionalmente o no.
Permanece mudo durante toda la sesión, mirando edificios en
construcción por la ventana. Transcurren varias semanas antes de que
se estableua una alianza terapéutica (no podría decir si se trata de una
transferencia). Después, Simón sale un poco de su mutismo, habla en
su jerga; aparecen juegos simbólicos. Al comienzo de cada entrevista

75
pide la "pupine": un camión que se encuentra en un despacho vecino.
"Pupine" en argot, significa "pene". °1:rante su terapia, Simón tuvo
1

hemorragias en el frenillo del pene y fue preciso operarlo (tenía


entonces seis años). Podemos imaginar su angustia ante esas hemorra-
gias.
Por mediación de la trabajadora social, pedimos al padre que
tranquiliz.ara a su hijo acerca de su pene, cosa que él hizo, pero el
fantasma de castración persistió.
Tras apropiarse de la "pupine" Simón se tiende en el suelo,
chupándose el pulgar y haciendo avanz.ar y retroceder el camión con su
mano libre. El pulgar, evidentemente, cumple el papel de objeto parcial.
Yo interpreto su actitud como el miedo de quedarse solo con su madre.
Después se sienta en mi silla y me pide que lo empuje por la habitación,
remedando a un pequeño lactante paseado en cochecito por su madre.
Me dirige en diversas direcciones, en el interior de mi despacho. El
lactante se despierta súbitamente y de inmediato se duerme: Simón
disfruta inmensamente con este juego. Deseo de quedarse solo, deseo de
regresar a un estado fusiona/ con su madre.
Toma una marioneta, un oso -estos juegos simbólicos aparecieron
a fines del año pasado-, y elige el rol de madre: acaricia, mece, atiende
al oso, que se pone a llorar; le habla en su jerga con voz tierna y
consoladora. Es visible su capacidad para consolar y maternar.
Después toma el lobo; yo señalo en voz alta que el lobo tiene unos '

gruesos dientes en punta. Acto seguido lo arroja al suelo; yo interpreto l


su cólera; se vuelve hacia mí e, inquieto, me dice: "¿Tú enojada?"
En una sesión posterior toma el lobo: el lobo está enfermo. Simón
lo atiende, pero el lobo se enferma otra vez. Creo comprender que
sangra, pero, ¿por qué en ese lugar? Asocio con. las hemorragias de su
pene. Simón prosigue con sus cuidados, pero nunca alcanz.an para
curar al lobo.
Tres sesiones después -fue en mayo ·. último- Simón hace una
nueva regresión. Se pone· muy defensivo. Ya no pronuncia ninguna
palabra comprensible, ni siquiera usa su jerigonz.a. Se torna agresivo y
disfruta destruyendo sus producciones y las de los demás. Los juguetes
de los despachos vecinos ya no atraen su atención. En el despacho
donde lo recibo entra con reticend..a; una vez ahí, pide que la puerta
quede abierta y se pone a contemplar de nuevo por la ventana los
edificios
, en construcción.
La primera pregunta que nos hicimos a modo de síntesis era ésta:
¿qué esconden estas regresíones repetitivas que no podemos compren-
der?

76
q: ·--·.:-
·'~ ..., f.D.: Hizo una regresión porque, llegado a la fase anal,
,r. davía no había podido simbolizar el placer de la fase
t~ente; por lo tanto, no puede pasar al estadio siguiente. Lo
pue no comprendo es por qué este niño, que sufre cuando se
~para de su madre, no tiene sus sesiones en presencia de ésta.
El necesitaba la situación fusional con su madre para entrar en
terapia. Su hermano también. Usted misma dice que el hermano
tiene dificultades en la etapa del estadio anal, que es el de la
motricidad, porque la madre no tolera las pulsiones fálicas
orales de sus hijos; ahora bien, ese lobo que llora, que sufre, son
las pulsiones fálicas de Simón pero también de Paul; el lobo
puede ser igualmente una imagen de la madre, sobre la cual el
niño proyecta sus pulsiones. Simón está haciendo el análisis de
raul, de su padre y de su madre. Cuando todo PStá así intrinca-
do, no es fácil. Mientras que, si su madre está presente en sus
sesiones, llegará un día en que él mismo la pondrá en la puerta;
como todo niño que se desprende de su madre para hacer una
psicoterapia, él hará su tratamiento para él solo. ¡No hemos de
creer que en este momento está en psicoterapia! No está motiva-
do. Está sin duda en una fase donde erotiza al analista como otra
madre (u otro padre); pues, cualquiera que sea su sexo, si el niño
oercibe al analista como activo lo ve como un hombre. Si
durante la sesión espera que usted se mueva, él es pasivo
mientras usted es el padre activo. Tengo la impresión de que lo
que busca es el pene del padre. ¿De qué tamaño es el camión?

X.: Tiene un voleador.

F.D.: Yo habría preguntado inmediatamente: "¿Pupine de


quién?"

X.: Pero él no responde.


L
r..

F.D.: ¡No importa! No responde con palabras, pero responde


siempre. "¿De quién es la 'pupine'? ¿Tuya? " Silencio. "¿De
Paul?" Silencio. "¿De papá?" En ese momento lo agarra o lo tira.
"¡Ah! 'Pupine' de papá, no la quiero. " Todo debe entrar en
coloquio, inmediatamente. Usted hace una pregunta; o bien no
significa nada para él, en cuyo caso no encuentra eco, o bien es
verdadera para él y él emite un signo cualquiera. "No te gusta
1

j
77 1
f
1
que te haya dicho eso; haces muy bien en mostrármelo". Usted
está entonces en relación constante con el niño.
El auto es muy importante. Ustéd habla de '1lemorragias del
frenillo", pero, ¿qué representan las idas y venidas del camión?
¿La masturbación o el coito parental? No podemos saber. ¿Se
trataba de una situación in utero, donde él no era la hembra más
que en el momento gozoso del coito con papá? Tal vez es un
niño "sí-no". Ahora, lo que triunfa en él es el sí; la regresión es
un '"sí-no, sí-no". El niño no puede avanzar. Está, como todos
los psicóticos, en un barco, por decirlo así. Como todos los niños,
por lo demás: se pasan dos horas o dos días en regresión y sólo
salen porque se los distrae. Los psicóticos permanecen en ella
porque nadie ha venido a distraerlos, ni siquiera una
enfermedad, por ejemplo, surgida en el momento preciso para
romper el círculo vicioso que comienza a instalarse. Parecería
que Simón le significó esto desde el principio cuando se acostó,
chupándose el pulgar en una oralidad fusiona!: era él-mamá,
pero también él-papá cuando jugaba a masturbarse en mamá.
Representó un coito, sea in utero, sea de la época en que él estaba
al pecho de su madre y el padre se ocupaba vagamente de su
mujer al lado de él.

Y.: Hace usted interpretaciones.

F.D.: No son interpretaciones, son preguntas. Y la


interpretación viene de la forma en que la respuesta dada por el
niño se encadena con la hipótesis. Recién lo he mostrado, me
interrogo y traduzco mi pregunta al niño. Así trabajo yo. Y
pienso que toda · interpretación es una pregunta. Nunca
afirmamos nada. Cuando se trata de una interpretación más
global, la expresamos en los términos de lo que conocemos como
verdadero: ''Tu papá -si el padre ha pronunciado realmente estas
palabras- dice que fuiste al hospital porque te salía sangre del
pi tito". "El pitito -utilizamos las palabras de los niños- es
muy valioso, es lo que hace que seas un hombre. Tú eres un
hombre y por eso tienes un pitito. Por desgracia, tu mall)á nos
dijo que hubiese querido que nacieras mujer, es decir, sin pitito."
Cuando se le habla así, el niño abre mucho los ojos. Es que
hallándose en la edad de lo uretral vive todavía en la edad oral_,
o fetal. Es una interpretación que corresponde a su nivel de
edad, y si abre los ojos de ese modo es porque ha entendido; una

78
parte de su libido es capaz de aceptar lo uretral, sin lo cual no
desparramaría sus excrementos por todas partes. Esto es lo que
hacen los niños en el momento de lo pregenital uretral o anal,
para revestirse con el olor de su trasero, para preguntar sobre el
trasero que los cuestiona. Viven en pleno amor de su trasero,
j.'-.
parque su madre odia, o ama su trasero -para el niño es igual-
cuando no son del sexo que quieren. Entonces quedan
enganchados en lo anal, porque mientras se está en lo anal se
vive en la reunión de los dos sexos. Mientras sólo se está
ocupado en los excrementos, no se está todavía en el momento
de gozar con ser penetrado o con penetrar; todavía se está en
algo que emite por abajo y que plantea, sin decirlo, el problema
del sexo y como uno tiene un trasero, no hace más que rodearse
de excrementos, de olores.
Hay una imagen que ilustra muy bien la regresión, la de la
barca en el puerto, libre de toda relación. Está amarrada por
delante, lastrada por detrás con un "cuerpo muerto", una masa
de hormigón atada a una cadena. Se d~sengancha la parte
delantera -el trabajo eón el terapeuta- y se dice: "¡Boga la
galera!" Sí, pero el cuerpo muerto retiene la barca. ¡Es preciso
"obrar con" la regresión! La vida del psicótico es eso: está
retenido en el fondo de sí mismo, en su líquido amniótico, en la
fetalidad.
Simón está retenido por el deseo de ser mujer para su
madre. Habría que saber por qué ella, siendo mujer, quería una
mujer. Usted dice que el hermano de esta mujer era violento ...

X.: En la adolescencia. Ella tenía quince años ·y él unos veinte.


Después, supe que había estado en hospitales psiquiátricos. Pero a esta
mujer no la veo con regularidad.

F.D.: Es eso, ella no pudo decirle mucho al respecto, y por lo


tanto usted no pudo hablarle de ello al niño. Ahora bien, ella
tiene el fantasma de que los varones son incastrables, para
siempre. Simón le dice: "Pues sí, mira, mi verga sangra, ¡o sea
que estoy castrado!" Este niño intenta constantemente consolar a
su madre. Se lo pasa diciéndole: "Soy varón, pero soy mujer,
puesto que sangro de ahí; no soy peligroso ... " El es el psicote-
rapeuta de la familia, como todos los psicóticos, pero lo es sobre
todo de la madre.
En cambio, no comprendo que usted coloque al niño cuando

79
h
11
I!
u adres no piden nada. Ser psicoanalista es decir: "¿Qué
·ene usted ademand arme.?" s·1 d'icen que una escue1a no acepta
~

ii sus P
l:. 1
; su hijo, hay que darles direcciones de otras escuelas, por
'i ejemplo. Si después vuelven y lloran: "¡Sólo quiere tomarlo un
hospital de día¡", siendo que ellos no quieren ponerlo en un
hospital, díganles: ''Tienen razón: quéjense". Esto no impide que
si el padre quiere sacar a su hijo de dificultades éste siga una
psicoterapia analítica.
Sin embargo, no veo cómo se puede tomar en tratamiento a
niños pequeños --o incluso,. en algunos casos, a niños de seis o
siete años- sin que los padres estén presentes en las sesiones
todo el tiempo que los niños los deseen. De todas formas, me
parece inhumano tomar a un niño en psicoterapia sin que sus
padres estén al corriente de ese considerable trabajo que se
cumple en su inconsciente. Se debe respetar su libertad, aun si
temporariamente toma la forma de una fobia a separarse de sus
padres. Los niños varones, cuando están más acá de la castración
edípica, aún se hallan bajo la dependencia del deseo homosexual
respecto de la madre, que también les es todavía exterior. Estos
niños, que no saben automaternarse ni autopatemarse, son
psicóticos. El niño neurótico sí sabe autornatemarse y autopater-
narse.
Sabe lo que está prohibido o no prohibido; lo que es sano o
malsano para él: no tragará matarratas por inadvertencia; no se
dejará morir de hambre si tiene comida cerca. No conozco otra
definición de la ausencia de psicosis. Las pulsiones pregenitales
están entonces al servicio de la supervivencia individual del
cuerpo y de la vida en el grupo social cuyas reglas de conducta
el niño ha integrado. Por el contrario, los psicóticos no pueden
vivir libres, unos porque ignoran de modo crónico estos princi-
pios de supervivencia y de vida en sociedad, otros porque los
olvidan por intermitencias mientras que en general parecen
conocerlos: lo que saca a un psicótico de su saber habitual es la
parte irreductible de su subjetividad. Es peligroso para sí mismo
o para los demás: ésta es la definición del psicótico. En esto
difiere de un marginal. Los marginales saben automatemarse,
pero a veces tienen códigos de conducta desconcertantes para
sus vecinos; suscitan en los otros proyecciones de peligro. Sin
embargo, tienen potencialidades creadoras que a menudo los
otros no poseen. Si su neurosis se descompensa, será más bien
del lado de la perversión; y si se toman dañinos para alguien,

80
será más bien en situaciones eróticas. Raramente son psicóticos.
por otra parte, mientras que los neuróticos se angustian, los '~I~·
'1
f,
rnarginales no lo hacen necesariamente.
En lo que concierne al niño. neurótico, queda por saber u
¡,

t

~
y
además si se autoprotege, como varón, como niña, o como
cachorro; pero cuando uno sabe alimentarse, acostarse solo,
vestirse para no tener frío -aunque se ponga el suéter al
t¡ revés-, en síntesis, automaternarse, se ha entrado en una
~ neurosis edípica. Y uno sabe cómo hacer para no ser atropellado
en la calle, uno sabe relativamente conducirse en relación con la
conducta de otro, autopaternarse. Pero todavía no hay prohibi-
ción del incesto, se masturba uno sin parar, muerde al vecino ...
El niño que habla y se automaterna puede entrar en una
psicosis debido a que no admite el sexo que tiene. Este tipo de
neurosis posee aspectos psicóticos, sobre todo si se la toma por
una psicosis, si no se interroga al niño sobre lo que es: ¿varón o
niña? Si no lo sabe, entonces se trata de psicosis; hay que
interrogar el deseo de los padres que denegaron el sexo que él
tiene. Así aparece el malestar de un niño a partir de los tres años,
mientras que a los dieciocho meses parecía normal. Los dos
niños de que usted habla, Simón y su hermano, parecen haber
tenido un desarrollo normal hasta la época del aseo. El mayor
concibe el parto como una producción anal, mágica, de las
mujeres; la presencia de este "niño-caca" lo dispensa de despa-
rramar caca por todas partes. Todo depende aquí de la edad que
tiene un niño al nacer otrp.

X.: ¿Qué podemos pensar de las otitis de Simón?

F.D.: Sin duda, éste no quería oír algo. Para ilustrar el punto,
le contaré una breve historia acerca de las otitis. Una mujer a
quien conozco me telefonea muy alarmada, desde el campo, y
me dice que la hija de su amiga presenta desde hace media hora
una otitis con fiebre. Le digo que la niña debió de oír algo y quE
se trata probablemente de una otitis psicosomática. Esta persona
me dice que la niña estaba alegre como unas castañuelas al dejar
la casa, y que al llegar al mercado notaron su afección. Yo le
pregunto:
"¿De qué hablaba usted con su amiga?
Caroline me estaba hablando del hombre con quien segura-
mente se casará -está separada del padre de su hija, Marie- y,

81
cuando cruzamos el puente, dijo a Marie, que tiene dos años y
medio: ¡Mira! estamos cruzando el puente de tu papá y de tus
abuelos. En efecto, el padre de la pequeña Marie es de origen
italiano y este puente se llama Puente de los Italianos.
-Es eso, no hay otra cosa. Su amiga Caroline remite su hija,
Marie, a su genitor, el primer hombre del pasado para ella, así
como a sus abuelos, mientras que ella misma declara que se va a
casar con otro hombre, del que la pequeña Marie está por cierto
enamorada como una Mesalina. Ya que están cerca de París es
mejor que vuelvan; pero traten de explicar a la niña lo que
sucedió en el momento en que se declaró la otitis."
La muchacha me llama algo más tarde y me dice que la
pequeña, después que ella le explicó lo que ya había dicho, se ¡
~.
durmió como un plomo, y mientras le decía que sin duda estaba
muy triste de que su mamá y su amigo se casaran para tener un
bebé Marie le hundía las uñas en la mano. Cuando volvieron, la
otitis congestiva había desaparecido.
¿Qué significa la fiebre en este caso? Creo que se trata de
una regresión umbilical. Pues cuando pasamos bruscamente de
una temperatura a otra, en ese momento pasarnos de la vida
uterina a la vida exterior. En eso pensé frente a las fiebres de
emoción, de nerviosismo, al tener que dar un examen. Ciertas
personas que en el momento de nacer sintieron un peligro
alrededor del cordón umbilical, pueden conservar una fragilidad
y una inquietud psicológicas. Están marcadas psicológicamente
por la febrilidad emocional, aunque no parezcan alteradas;
tienen un síntoma: una fiebre emocional o, en estas personas, el
contorno de la nariz y de la boca se pone oscuro. Sería intere-
sante averiguar, en la anamnesis, si no hubo algún incidente en
el momento de ligarse el cordón, por ejemplo temor del médico
de que hubiese infección. Si nos hacemos todo un mundo de
estas fiebres emotivas, haremos de estos niños unos achacosos.
Di la clave a algunos pediatras, que me quedaron reconocidos.
Todo el mundo se alarma ante esta fiebre repentina, y no es más
que el estilo que han adoptado las emociones -una pequeña
histeria, si les parece- de esa época precocísima del cambio de
temperatura en que quienes rodeaban al recién nacido se
angustiaron. Cuando el niño se angustia, traduce "frío súbito" y
responde con "calor súbito".
Hay una infinidad de cosas corno éstas que estarnos
empezando a comprender. Por eso hay que observar a los niños

82
l!t
f.


;.,.
sanos que parecen tener rasgos psicóticos; como estos dos niños,
l\u
ll..
Simón y su hermano mayor, que, hasta entonces aparentemente lí1:
sanos, entran en trastornos del carácter a los dieciocho meses lt
Porque la madre no tolera el falismo de la edad anal. Además,
!l
¡' ,
¡[,
parece que no soporta mejor el falismo de la edad oral; en cuanto
al falismo de la edad fetal no lo tolera en absoluto, ¡ya que
Simón debía ser niña! Esta mujer es "antihombre". Pero su
"¡¡il
marido, tal como ella lo eligió, ¿es hombre o está marcado por el
I!
¡11
signo que él no sabe si entra o si sale, si eyacula o no?
11:
El niño manifiesta aquí algo que sus padres no dicen. Es el
11
analista de sus padres. Por eso no hay que separarlo de ellos
hasta el momento en que él mismo lo pida. Queda entonces por
¡¡
saber si el niño pagará por él o si sólo vendrá a ver a una buena 'ij
señora, a un estupendo señor, por erotismo. Por eso hay que
hacer pagar a los niños, pues ellos comprenden que ustedes no
están a su servicio si ellos no pagan. Es un trabajo disponerse a
oír todo lo que se dice con palabras -con gestos y también con
mímicas-, con tal que no salgamos de los límites de la escucha.
En su medio de vida, los niños juegan a cualquier cosa; si en
terapia hacen lo mismo ustedes no podrán comprender de qué
se trata. Es mejor que no jueguen y que se encuentren en una
situación de receptividad, mientras que ustedes esperan que
surja de ellos una expresión. (Recuerdan entonces al niño la
razón por la que se encuentra allí: "Has venido porque eres
desdichado; puedes dibujar''.) Esto es mejor que llenarles las
manos de juguetes -que es más fácil-, sin que ustedes
comprendan lo que hacen con ellos.
Así como el niño debe pagar por él, también su madre, si se
la atiende por su lado, debe pagar. No se puede hacer un
tratamiento gratuito. No hay sesión posible si el analista no le
dice al que no quiere pagar simbólicamente: "No lo recibo por
que usted no me paga. No quiero atenderlo". Hay que observar
entonces toda la irritación del paciente que quiere fastidiar a
todo el mundo sin conseguirlo: tiene un efecto positivo. Pienso
por ejemplo en el caso de una mujer delirante cuya analista
controlaba conmigo. Una psicótica a la que su marido internaba
todo el tiempo en el hospicio. Era una vietnamita, masoquista,
casada con un hombre de quien decían que era un verdugo con
las mujeres. Había tenido cuatro niños, al ritmo de uno cada dos
años. Clamaba contra su marido, a quien la policía citó después f'

de una indagación. Dije a la terapeuta de esta mujer: "¡No entrará ~

83
usted en el juego de esta paciente, que goza haciendo prohibir
par la policía las pulsiones fálicas de su marido dirigidas sobre
ella! Esta mujer querría un marido que fuera una madre y no un tf.
hombre. Tienes que explicárselo". 1
¡
La paciente se había fijado a su terapeuta de una manera '(
ho:;.-nosexual, sin que esto se advirtiera. No pagaba, ya que la
consulta es gratuita. Pedí que pagara.
Lo interesante es que el marido se desplazó para venir a
reconocer sus errores, confesar él mismo a la terapeuta que era
un hombre muy difícil de soportar, pidiendo que su mujer fuese
ayudada gratuitamente. La analista le dijo que en el dispensario
había otros terapeutas, pero que ella, por su parte, no continua-
ría el tratamiento si la mujer no pagaba el costo de una ficha de
subterráneo. "¡El precio de una ficha de subterráneo, usted no se
da cuenta de lo que es!" Este hombre era un paranoico, muy
inteligente. "¡Un franco con veinticinco más un franco con
veinticinco, a la larga es mucho! -Pues sí, es un tratamiento".
Durante este diálogo la mujer, por su parte, se admiraba de su
marido disputando con la terapeuta; estaba encantada con Ja
situación triangular en que veía a la mujer-terapeuta; estaba
frente a una madre-señor, su marido, quien no osaba hacerle
frente. Y se marcharon del brazo; todo el equipo quedó estupe-
facto al ver a este hombre mostrarse tan tierno con su mujer. Sólo
se habían comprendido las aristas más filosas de su sadismo, sin
sospechar nunca el fondo maternante que él también tenía. Es
cierto que un hombre muy maternante tiene necesidad de ejercer
violencias sobre su mujer para penetrarla, de lo contrario es
imposible; como con su mujer juega el rol de una mamá, para
que se le atiese necesita atiesarse por todas partes. No estando
castrado a nivel uretral se halla entonces bajo el dominio conjun-
to de pulsiones anales, uretrales y genitales. Por lo demás, este
hombre y esta mujer querían mucho a sus hijos.
Es cierto que para una familia pobre el precio de una ficha
de subterráneo tiene importancia; pero lo que ellos querían era
hacer escenas. Nosotros los terapeutas no nos servimos lo
bastante de esa necesidad de violencia que tiene la gente contra
nosotros, y que haya que provocar, por algún atajo. Ahora bien,
¿cómo provocar cuando el tratamiento es gratuito? Al no hacerla
pagar, explotamos a esa gente. ¡Parecemos personas amables
pero somos unos violadores, pues tenemos un deseo que

84
querernos impone.rles! Har que d;<lrles: "Yo no pido atenderlo.
5¡ quiere que lo atienda, pagueme . .
Para una psicoterapia en hospital psiquiátrico, es indispen-
sable que traigan algo como pago. En este caso el contrato
~

,
1i

estableció una tapita de gaseosa en lugar de una ficha de


subterráneo; la paciente trajo una vez un tapón de otro tipo; la
terapeuta se mostró inflexible: ''Dije una tapita de gaseosa". No
hubo nada que hacer, esa vez no le dio su sesión. El enfermero
1
que acompañaba a la enferma se indignó ante esta psicoanalista 1
l
que se negaba a recibir a una persona que no le traía exactamente
lo que ella le había ·pedido. Pero no se podría hacer otra cosa, 1fi
hubiese significado dejar sin efecto el contrato. Un día, como la
paciente no venía, la terapeuta preguntó dónde estaba: "Fue a
trabajar a la vendimia".
Esto es lo que tienen de extraordinario las terapias de
psicóticos: cuando algo ha encontrado su cohesión, se produce
un efecto en la realidad. La enferma volvió tres meses después;
en la vendimia padeció de algún delirio pero ganó tres mil
francos que depositó en la Caja de Ahorros; y tras retomar unas
veces más al hospital, prácticamente se restableció. Posterior-
mente no volví a tener noticias de ella.
Cuando volvía al hospital, en vez de hablar con su terapeuta
lo hacía con el personal que la rodeaba. Un día llegó a sesión
queriendo romper el cristal de una ventana en vez de hablar. Ya
había roto uno, sin lastimarse. Entonces la terapeuta le dijo:
"Probablemente usted qüiera romper la burbuja en la que está
metida, hablando con personas que no pueden escucharla". Ese
día se desmoronó: "¡Es tan profundo, nunca podré!" Pero habló
como una neurótica. Su terapeuta le dijo: "¡No necesita decirlo
todo! Diga muy poquito cada vez, es suficiente; si tiene deseos
de decirlo todo, con eso basta, aunque no lo diga". Esto la alivió:
"¡Pues me habían dicho que tenía que decirlo todo!"
Para la gente es una cosa terrible creer que tienen que decirlo
todo. ¡De ninguna manera! ¡Hace falta que puedan decirlo todo!
Evidentemente, no pueden decirlo todo, ¡es imposible! Y
nosotros, los psicoanalistas, no necesitamos saber todo lo que
ellos tienen que decir; el día en que están en condiciones de
decirlo ya no necesitan de nosotros: ese día están en camino a la
salud.
En cambio, lo que sí se necesita es que puedan aban-
donamos, y esto es lo que hacen en determinados momentos.

85
cuando se ha hecho un progreso, el analiz.ante querría dejamos
plantados; al mismo tiempo está apegado a nosotros y vuelve
atrás porque, a no dudarlo, transfiere sobre nosotros una parte
de lo que yo llamo "cuerpo muerto". Aquí también interviene el
análisis de la transferencia. Así, es muy peligroso tomar a un
niño en situación edípica o que se está haciendo edípico, y
superponer esta situación a aquella en la que él se encuentra a
solas con una persona; porque revive entonces lo fusional de su
madre, lo oral, lo anal que I)O debe ser revivido con nosotros; él
debe revivirlo con su madre, y a nosotros nos toca interpretar lo
que pasa, lo que la madre no liquidó de su infancia y que impide
liquidar al niño. Esto vale también para el padre, si a él le es
imputable el problema del niño.
No creo que podamos servir de sustituto edípico de los
padres antes de que el Edipo esté resuelto. Sólo podemos servir
de sutituto de madre-pecho o de madre-brazo. El niño va hacia
ustedes para que hagan algo; es preciso decirle con palabras que
él quiere que ustedes lo hagan, pero sobre todo no hacerlo. De lo
contrario, jugarían el rol de la madre que hace lo que él quiere.
Díganle: "Querrías que te mostrara con mis manos cómo armar
tu camión, como lo hace tu mamá. Pero eres lo suficientemente
listo como para servirte de tus propias manos". A veces ¡
\

podemos decir: "El que te mostraría bien cómo hacer es tu papá; \


pero como hoy no está aquí, acepto mostrártelo en su lugar. Ya
ves, la parte hembra y la parte macho se juntan". Deshacemos el
\ 1¡.
t
armado y se lo damos. El niño está furioso, quiere que lo
hagamos de nuevo. ''No, ya te lo mostré. Tú tienes unas manos ,
tan hábiles como las mías y pronto serán tan hábiles como las de
tu padre."
Los analistas estamos ahí, con respecto al padre y a la madre,
para que el niño ·se enc1:1entre en ellos. Pero no para que nos
encuentre a nosotros en su lugar... Sólo mucho después podemos
ser los sustitutos de los padres, en los analistas de adultos en que
se viven residuos de las pulsiones del pasado en la transferencia;
pero esto nunca es "verdad", no hay que representar la realidad;
y su síntoma se resuelve porque han sido ellos quienes pagaron
al anaiista y no sus padres. Ellos saben que el analista no es
reponsable de ellos. Por eso el niño ·tiene que pagar.
¡Si el niño paga, no atiendan a otro en su lugar! Igualmente
en los centros, si el niño falta a su cita con el analista, nunca hay
que atender a otro en su lugar con el pretexto de que él no vino.

86
A algunos los vemos merodear por ahí, sin entrar en su sesión. Y
otros dicen entonces: "¿Y yo, y yo? -No. Tú a las cinco y media,
Pierre era a las cinco. Su hora es hasta las cinco y media". Es
fantástico el efecto que produce sobre un niño volver a terapia al
cabo de cinco semanas y enterarse por otros de que nadie ocupó ¡,
j'
su lugar; después de haber plantado al analista que vino a ¡

esperarlo, en una institución, todas las veces que faltó. Esto hay ·¡
que analizarlo. El niño quería entrampar al analista en un juego
donde otro tomaría su lugar; a menos que él mismo haya
tomado el lugar de otro en su fratría.
¡1
··
Hay que ser muy estrictos con las reglas: el pago, el tiempo l._

lf
concedido al niño.. . La gente puede volverlos locos con la
cuestión del tiempo, hasta que se haya podido analizar lo que su I~
comportamiento significa. Esto me hace acordar del caso de una
persona que con el tiempo llegó a ser psicoanalista. Estaba en el
límite de la psicosis, en una pasividad total. Se analizó seis años
conmigo; después se marchó al extranjero, se formó en análisis y
volvió a hacer un pequeño tramo antes de empezar a trabajar. Es
muy buena analista; cuanto más próximo a la psicosis haya
estado uno en la vida, mejor analista es, pues se toleran mejor
los fantasmas de los psicóticos. La muchacha hizo su primer
tratamiento conmigo, pagado por sus padres. En esa época yo
todavía no hacía pagar a quienes, como los adolescentes, no
podían hacerlo, pero habíamos establecido el contrato siguiente:
que la mitad del tratamiento se consideraría corno adelanto de
herencia, en un papel firmado, estipulando que si antes de la
muerte del padre la suma no era reembolsada, sería deducida de
la herencia. El procedimiento pone sobre el tapete la muerte de
los padres e informa a los hermanos de ese adelanto de herencia.
No comencé el tratamiento de la adolescente hasta que el padre
aceptó la cláusula. El padre no advirtió a su escribano, pero
informó a sus otros hijos; de lo contrario se expone uno a servir
de pretexto a los hermanos, que amenazan con reclamar el
derecho a una psicoterapia paga, en la pubertad, o la suma
equivalente. Con los jóvenes de catorce años yo procedía de este
modo pero sin hacer un tratamiento regular. En cada sesión les
preguntaba: "¿Cuándo quiere usted volver?" Y demoraba cosas.
Cuando me decían: "Quisiera volver una vez por semana", yo
decía: "Pues bien, pondremos tres veces al mes". Yo frenaba,
hasta el momento en que veía que se interesaban en· el
tratamiento. En ese momento les explicaba: "Usted tendría que

87
N hay razón para que sean sus padres los que pagan su
pa~e~to. Dé el mínimo, ya que está a cargo de otra persona".
~~:que mientras no pagan, el "adelanto de herencia" les importa
un ardite, son tan sólo palabras. Después, yo cobraba de su
dinero de bolsillo. En cualquier caso, si están interesados en su
tratamiento, deben pagar. La gratuidad es muy positiva para la
escolaridad pero no para la terapia. La terapia no puede ser
¡
gratuita. ~

Volviendo a la muchacha de marras, le di su primera cita a ,

las nueve de la mañana; le venía bien, dijo. La primera semana


llegó a las nueve y media. Como yo siempre daba una hora de
sesión, se quedaba media hora más. Ahora bien, al cabo de seis
meses, aunque en ningún momento habíamos cambiado la hora
de su cita, acabé recibiéndola a las seis de la tarde. Cuando al
principio vi que llegaba a las nueve y media escribí en mi
agenda "nueve y media", después "diez'', etc. Nunca hablamos '
del cambio de su hora. Un día, hacia el final del tratamiento, me
t
preguntó: "¿Cómo fue que llegamos a las seis de la tarde? -Así
es, ¿cómo? Haga memoria-. Recuerdo que no quería venir. .¡.
Llegaba tarde esperando que usted no me recibiera. Pero ustéd
me recibió siempre". \
Había hecho un solo dibujo: se había representado a sí .
misma, decía, sentada, en opistótonos. Había una silla y una
persona que no podría estarse sentada, permaneciendo arquea-
da. Su historia era la siguiente: sus padres, gente de fortuna,
antes de nacer ella habían acosado a los médicos para lograr un
parto provocado, que por tal causa tuvo lugar con un mes de
adelanto; como su abuela materna, antes de quedar embarazada,
había estado sin reglas mucho tiempo, se temía que con su
madre se reprodujese el mismo fenómeno y que tuviera un
embarazo prolongado. Mi paciente nació, deseada por sus
padres, un mes antes de tiempo, y con su madre temiendo llevar
en su seno un hijo muerto. De ahí la obsesión del retraso en su
vida. Ella misma reconoció ulteriormente, a través de su expe-
riencia con psicóticos, hasta· qué punto el tiempo y las
condiciones del embarazo eran determinantes para ellos.
Es muy importante obtener de los padres una anamnesis
bien precisa de lo que sucedió en el momento del parto, de las
angustias del nacimiento en cada uno. Es un inicio vital del
tratamiento. ·

88
3. SEXUALIDAD Y LIBIDO

!
L
!I
,¡I
:!

:1.1
¡~

Necesidad y deseo - No hay normas en materia de prevención lt


- El sufrimiento del hambre - "¿Por qué me llaman 'negro'?" - ,.i1
1
Un Mozart de la cocina, superviviente de los campos de concen-
tración - La culpabilidad de morir - Encopresis y obsesívidad
- La sexualidad es el individuo en la especie; la libido, el sujeto
arraigado en su historia, en camino a su muerte - La que está
fragmentada es la madre, no el niño- El esquizofrénico: para
vivir, arriesgar la muerte - La ética es el sujeto, la moral es del yo
- "Entré en la cosita de mamá" - Identificación: like to like, to
love- Una homosexual cambiada por la maternidad.
"
1
X.: ¿Qué se puede hacer con un niño que se queja de haber sido
abandonado por su madre y que la necesita?

F.D.: Ese niño no necesita a su madre, la desea. Y el deseo se 1


>
habla, es la sal de la vida. El que su deseo no haya sido satisfe-
cho lo hizo más fuerte que otro cuyo deseo sí ha sido satisfecho. 1
1
1
Hay que sostener al niño en su deseo, sin susurrarle: "¡Claro l

que sí, tu deseo ya está un poco satisfecho!" Cuando un niño


dice a su madre: ''No me quieres", en lugar de responderle:
"Pues mira todo lo que hago por ti", ella puede decirle: "¡Tienes
razón! Pero, ¿por qué me has elegido como madre? ¿Por qué te
has engañado?" El se queda' pasmado.
Los niños necesitan no estar conformes. El deseo tiene
formas de prensión y de rechazo, a imagen de lo que sucede de
un modo alternante en nuestro cuerpo. Para vivir bien debemos
tomar y luego rechazar lo que ya no nos es necesario. Por eso la
madre es oral y anal por turno. El niño tiene a veces una mamá
que querría comerse, y otras una mamá de la que dice: "Está
bien, no quiero más." ¿'Eres mala -Tienes razón, quizá por eso

89
estás tan vivo." Asimismo, es importantísimo que un niño pueda
reconocer, porque se le dice, que la mamá de un compañerito no
actúa como la suya. De este modo puede relativizar su creencia y
admitir que las mamás no son todas idénticas.
Pues el deseo del niño es comunicar, a raíz de algo que lo ha
puesto sobre aviso (el comportamiento de otra madre, por
ejemplo), que teme no ser como otro, cuando piensa que todo el
mundo debería ser igual. Ahora bien, los psicoanalistas somos
tal vez un tanto culpables de dejar creer que pueden existir
directivas, como si todo el mundo debiera ser educado de la
misma manera. Tengo que decirlo: en materia de prevención, no
hay normas; sólo etapas sucesivas en el desarrollo de un niño,
etapas que no hay que quemar. Las madres hacen compara-
ciones y dicen: "A tal edad hay que tener dos dientes", pero esto
no es cierto; lo importante es que un niño se comunique y
descubra lo nuevo. No hay normas del desarrollo; en la
naturaleza hay sin duda vegetales que dan flores o frutos
precoces y otros que dan frutos tardíos. Aun si el cuerpo de un
ser humano padece a veces frenazos debidos a enfermedades
ambientales contra las cuales debe vacunarse, lo importante es
que el sujeto permanezca constantemente en comunicación con
la madre: éste es el pináculo de la vida viva, que nos guía mejor
en materia de prevención.
Por eso al niño hospitalizado hay que evitarle separaciones ¡
demasiado largas de la madre. Y, si ella no puede ir, hay que l
hablarle de ella, para que él pueda gritar su sufrimiento de no i
'
verla. Cuanto más sufre un niño de un deseo no satisfecho,
mejor reconocido está ese deseo, ya que se le permite sufrir de él.
Prevenir no es evitar el sufrimiento a un niño, sino poner
palabras sobre aquello de lo que sufre y reconocer piadosamente
que sufre de ello. Querer evitarle el sufrimiento equivale a
cubrirlo con una zona de sombra que va a producir un trauma-
tismo. Si a un niño que está separado de su madre no se le habla
de ella, en su inconsciente es como si su madre no lo amara en
cuanto ser sufriente. En cambio, si le otorgamos el derecho a
sufrir en su propio interior la ausencia de su madre, le darnos la
posibilidad de aceptar que otro sufra; pues el sufrimiento se
humaniza cuando se lo comunica, cuando el otro no se desmo-
rona porque le comuniquemos el nuestro.
El sufrimiento del hambre es muy diferente. Durante la
guerra vi niños al borde de morirse de hambre y que llegaban al
hospital en grave estado ~e deshidratación. Y era extraordinario
ver el avance que hab1an hecho desde el punto de vista
relacional, pues a los tres años tenían una mirada y una expecta-
tiva de comunicarse propias de niños de siete u ocho años. Pero
si se los dejaba en el hospital sin que pudiesen ver nuevamente a
su madre, retrocedían otro tanto. A medida que se recuperaban
fisiológicamente, retrocedían con síntomas corporales; y era muy
desfavorable que hiciesen esta regresión con el personal hospita-
lario, cuando hubieran podido hacerla refugiándose en su madre
y recuperando su motricidad jÚnto a ella. Cuando se los podía
atender en forma ambulatoria o la madre los visitaba lo más a
menudo posible, este tipo de regresión que deja huellas no se
producía. Se comprendió entonces que el niño tiene necesidad del
olor, del ritmo del cuerpo de su madre, del ritmo de su palabra a
su alrededor, y no de quedar aislado en un compartimiento desde
donde la ve con sus ojos pero sin sentirla con su cuerpo.
Antes de la marcha confirmada, el niño que fue hospitaliza-
do necesita recobrar los ritmos regulares de su madre, sus
mimos. Y si no, hay que hablarle, para que ponga palabras a su
sufrimiento y no se olvide a sí mismo olvidándola. Es necesario
que haya en la realidad sufrimientos de castración: que las
pulsiones del niño sean habladas. Se trata de contemporizar, de
suerte que este sufrimiento logre consuelo de cuando en cuando,
para que el deseo continúe existiendo en cuanto tal; de lo
contrario va a cambiar de nivel, va a hipertrofiarse, transforman-
do a estos pequeñines en adultos precoces de ocho años,
enfermos de haber perdido el deseo de su edad. Por esta razón,
cuando el deseo es reprimido en parte, es menester que sea
hablado, que su existencia quede justificada por el hecho mismo
del dolor padecido.
Entonces el niño encontrará otro medio para satisfacer sus
pulsiones reprimidas, pero legitimadas en su existencia,
especialmente como medio social de expresión, puesto que se le
habrá dado la herramienta de la palabra, que es el modelo
mismo de la vida simbólica. Transferirá sobre otras personas los
medios para hacer reconocer su deseo, reconocido entonces
como válido, aunque no haya quedado satisfecho en la forma en
que él lo reclamaba antaño; pues la validez del deseo deriva de
que sea reconocido, sin ser por ello satisfecho. Esa es la base de
la educación; satisfacer la necesidad; no satisfacer el deseo, pero
reconocerlo y hablarlo. El destete es el momento en que la madre

91
dice al niño: "Se terminó. Siempre podrás recostarte contra mí
para sentir mi olor, pero mi leche no te la daré más. -¿Por qué?
-Porque ya no tengo ganas."
Al ver que esta privación no frustra a su madre, el niño está
maduro para ir a pasar algunas horas en casa de otra persona
que tiene otros niños, para soportar la separación y simbolizarla
teniendo otras relar.iones con un adulto que no es su madre.

X.: Acaba usted de hacer, señora Dolto, una apología del deseo no
satisfecho y de su fuerza creativa. Estoy de acuerdo con usted, pues si
no existieran deseos insatisfechos no existirían catedrales románicas,
por ejemplo. Lo que usted dice es cierto, desde luego, en un cuadro
nonnal. Pero ¿qué sucede cuando se pierde a los padres? ¿O cuando la
madre es psicótica o muy neurótica? En nuestra práctica chocamos ti
muy a menudo con niños en quienes la insatisfacción de las necesidades
y de los deseos ha creado perturbaciones.
tt
F.D.: Acaba de decir usted una frase que lo mezcla todo: las ¡
necesidades y los deseos. Si el niño no ha visto satisfechas sus t~
necesidades se enferma, en efecto, físicamente. Pero si la i
sociedad quiere hacer frente a sus carencias nutritivas no lo
logrará declarando que la madre se comportó mal; no es culpa
ti
i
de esta mujer sino de la educación que ella recibió. A los
psicoanalistas nos toca permitir que el niño pueda amar a una
madre que no supo criarlo, integrando la imagen de una madre
que sabrá criarlo. \ l
í
Desde 1976 sólo me ocupo, como analista, de niños aban-
\
donados. Traen a los niños demasiado tarde, cuando están \
involucionando y volviéndose psicóticos, porque precisamente \
!
la ausencia de su madre nunca les fue dicha. También aquí sólo 1
l
la palabra los ayuda a sufrir este abandono; si conocemos la
razón de éste, se la decimos; el niño sí la conoce, aun cuando a
los cuatro meses no pueda decimos con palabras lo que pasó !
entre él y su madre, entre su madre y su padre ... El ha vivido
esta separación, y su vida es fruto de lo que ha vivido. Hay que \
hablarle de lo que no ha muerto en el abandono de la relación con
esa madre (cuyo nombre felizmente casi siempre conocemos):
"Esa mamá en cuyo vientre has crecido antes de nacer y de
l
¡
!

l '
respirar, puesto que sobreviviste, es ella la que tienes en tu !
1
interior, como recuerdo; y la pondría muy orgullosa ver que
ahora has superado el duelo de esa madre real que ella fue, y a la f
\
92
\
!
!
ue no volverás a ver porque se ha perdido su dirección y ella
q
no sabe d'onde est'as tú'" .
Entonces el niño se pone a aullar de dolor ante las mater-
nantes aterradas, siendo que se había convertido en una cosa
que ni siquiera lloraba, comía mal y no dormía. Ahora bien, a
veces a partir de la primera sesión recupera el sueño; pero
después, por más que grite al llegar, no faltaría a una sesión por
nada del mundo; la prueba está en que trae la piedrita o el
pedazo de papel, el signo demandado en pago. El niño se
construye sobre su sufrimiento, que le permitimos decir y
comprender. Y se desarrolla muy bien, lo sabemos, puesto que
ahora podemos realizar el seguimiento de estos niños hasta los
ocho años.
Todo ser humano representa a sus padres, por lo tanto no
necesita de ellos sino de una tutela inteligente que satisfaga sus
necesidades. Si la madre no es lo bastante vigilante respecto de
las necesidades de su hijo, por supuesto que éste puede morir. Si
no supo comprender sus deseos y hablárselos, es una lástima;
pero es preferible que no los haya satisfecho a que haya intenta-
do satisfacerlos.
Por otra parte, haya sido abandonado o no, para que un niño
se reconozca en una identidad humana es preciso que se sepa
inscripto en un linaje donde dos personas del mismo sexo que él
lo han precedido, en el orden de las generaciones. De lo
contrario el niño es como un cachorro cuyo pedigree se conoce
pero que no está representado por personas que viven en· un
lugar real y tienen una identidad social. En las familias
legítimas, que sin embargo tienen su pedigree, si no se habla de
un abuelo -con el pretexto de que el padre está enemistado con
él, por ejemplo-, en el niño se producen trastornos, pues no
puede situarse, por falta de una perspectiva de tres personas.
Que un padre diga que su propio padre era terrible es preferible
a no hablar nunca de él a su hijo; es peor no decir nada que
hablar mal. Si habla mal de su propio padre es porque quedó
capturado en una relación negativa con su genitor; pero, para el
inconsciente, lo negativo es positivo. He aquí otro elemento para
la prevención: para el inconsciente, no hay más negativo que la
ausencia de simbolización, la ausencia de palabras, de deseo. El
amor y el odio se inscriben igualmente, en el inconsciente, como
deseo. Corresponden a lo positivo. El único verdadero negativo
para el inconsciente es la indiferencia, la no percepción.

93
Desde el momento en que un padre o una madre pueden
soportar el sufrimiento de habla:: mal de su padre o de su madre
-lo que hasta entonces se habían prohibido hacer-, el niño, al
que el terapeuta quizá no haya visto siquiera, comienza a andar
mejor. Como ustedes saben, a los tres años el niño debe conocer
su sexo; de los tres a los cinco años está en el Edipo, que se
resuelve de los cinco a los siete años. Para hacerse edípico tiene
que ser situado en un linaje, y para resolver su Edipo es preciso
que se represente que su propio padre tuvo un padre, y su
madre una madre. En cuanto a la niña, su padre tiene que poder ..
hablar de su propia madre aunque ésta lo haya abandonado; de l
!'
lo contrario, a los ojos de su hija es como si el padre hubiese
nacido por generación espontánea; ella misma no puede sentirse
humanizada, ya que ningún lazo social existe para ella aguas
arriba, lazo del que sea posible hablar, bien o mal.

X.: Ciertas madres eligen ahora tener un hijo solas y vivir sin
hombre. La ley les concede el derecho de transmitir su apellido. ¿Esta
situación traerá un cambio en el enfoque terapéutico de los niños del
mañana?

F.D.: Como el psicoanálisis no es videncia, no le puedo decir


lo que sucederá dentro de veinte años. La verdadera cura
analítica es terapéutica en segundo lugar; su fin no es directa-
mente consolar o reparar; ella permite la simbolización de
deseos insatisfechos y del sufrimiento resultante.
En la vida corriente observamos la incomodidad de muchas
mujeres cuando tienen que decirles a sus hijos que no tienen
padre. "Ustedes son unos monstruos", declaran, cuando en
realidad tienen un padre y soportaron vivir con una madre sola,
sin fiador masculino fijo (cuando la madre tiene compañeros). ¡

l
Cada cual tiene un padre genitor. Y un hombre y una mujer
1
podrán hacer todos los ejercicios que quieran, pero el que
considera que tiene que nacer es el niño. Por nuestra parte, l
nosotros estamos al servicio de esa vida que prosigue y sufre. La \
ayuda terapéutica a la que usted se refiere es, en realidad,
educación. Pues, como usted sabe, la psicoterapia comienza por \
la mañana, si uno vive solo, cuando le hablamos al vendedor de
diarios: se trata del intercambio con el otro. La cura analítica
sirvió para establecer métodos terapéuticos, pero sólo ella
1
permite a un niño de tres años revivir su vida fetal. Cuando el

94
'\ l
t
niño ha revivido la castración del nacimiento y después la del
destete, ya no necesita del análisis; las castraciones del compor-
:~.
tamiento podrá vivirlas con los educadores.
Los analistas, en cambio, están al servicio del sujeto, para
.-.¡,
que saque frutos de un pasado muerto; pues si nada de éste se
fonnula, continuará llevando sus frutos mortíferos en todos los
períodos ulteriores de la vida. .
Respondiendo a la pregunta, no creo que la psicoterapia
vaya a cambiar, pero es evidente que las madres cambian.
En la Casa Verde, las madres solteras suelen confesar que no
saben qué decir a .su hijo respecto del padre. Les preguntamos
qué pasó y cuentan cosas corrientes; una dice que vivió cuatro
años con el padre del niño, quien se fue a vivir con otra mujer. El
niño da vueltas a nuestro alrededor. Yo le digo:
"Ya ves, tu madre está diciendo que tú le haces preguntas
sobre tu padre y que ella no sabe qué responderte. Es muy
simple, tu padre se quedó cuatro años con tu madre, antes de
que fueras concebido [al niño hay que decirle las palabras exactas] y
de que eligieras nacer.
-¿Cómo se llamaba?, pregunta el niño refiriéndose a su .
padre.
-No puedo decírtelo, responde la madre.
-¿Qué, ya no lo sabes?"
La madre ríe. Yo pregunto:
"¿Lo sabe usted, señora?
-Sí.
-¿Y por qué no quiere decírselo?
-Me molesta.
-Ya ves, no vamos a forzarla, ella quiere guardarse su
secreto. Lo quiere tanto que es un pequeño nombre nada más
que para ella."
El niño, atónito, mira a su madre que quiere el nombre de su
papá ... A los quince días, o después, ella se lo dirá. Pero se han
soltado a hablar. Ella vuelve una vez más: "¿Sabe? He recupera-
do a mi nene. Es amable de nuevo y como de pasada me habla
de su padre, sin mirarme demasiado".
Es tan simple como el huevo de Cristóbal Colón; hay que
decir la verdad simple, pero la gente no se da cuenta.
Un día vemos llegar a un encantador niño mestizo, acom-
pañado por su madre, una mujer bellísima, de raza blanca. Digo
a la mujer:

95
"¡Qué mestizo tan hermoso tiene usted!
-¡Esa palabra no hay que pronunciarla!
-¿Por qué? ¿Le da miedo esa palabra?
-Esa palabra no es buena.
-¿Pero qué palabra querría decir?
-El no sabe que es mestizo.
-Ah, bueno ... "
El niño se acerca entonces a nosotras; inconscientemente
había seguido la conversación de su madre. Yo le digo:
"Estábamos hablando de ti. ¡Qué bello eres!
-¿Sabes?, dice a su madre, los otros me preguntan por qué
soy moreno.
-Espero que sabrás responder, dice la madre.
-Sí. Dije lo que me habías dicho."
La madre se queda en silencio; yo espero.
"Dije que me llevaste a la montaña, que me puse moreno y
que no perdí el color."
Se va y luego vuelve.
"¿Pero por qué me llaman 'negro' "? [sus cabellos eran cres-
pos].
-¡Porque son unos maleducados!", responde la madre.
El niño se va a jugar. Digo a esta mujer:
"Usted acaba de contarme que amó mucho a su padre, con
quien vivió seis años, y le dice a su hijo: 'No necesitas de tu
padre, tienes a tus tíos y a tu abuelo maternos' ... "
De acuerdo con lo que ella pretendía, este niño no conocía a
su padre, aun cuando pasaba diez días con él dos veces al año,
cuando este hombre venía a Europa. Era un ciudadano impor-
tante en su país; tenía cuatro mujeres, razón por la cual no
quería que su mujer francesa, a la que amaba, fuera a vivir a
Africa. Habían preparado juntos la licenciatura, se querían
mucho; el hombre amaba a la familia de esta mujer, y ella no
tenía en su vida más hombre que él.
"¿Por qué no le dice que es su padre?
-Porque irá a contarlo.
-¿Pero su familia lo acepta?
-Es un hombre extraordinario."
Y vuelve a cantar loas a este hombre al que arna.
"Estoy convencida de eso. ¿Por qué no se lo dice a su hijo?
-Está en una situación tan extraña ...
-¡No más que usted!

96
-Es cierto."
Las cosas se arreglaron; el niño comenzó a esperar a su
padre: "Vendrá a buscarme a la escuela", deóa. ¿Por qué razón
este niño que no llevaba el apellido de su padre debía ignorar
que era el fruto de los amores de su madre con un hombre
negro, que era un padre real, un padre afectivo y un padre
simbólico?
Eso es la prevención: hablar con palabras justas. Sólo vi a
esta mujer una vez más, pues en la Casa Verde, donde el equipo
de acogida está presente sólo una vez por semana, puede
suceder que no volvamos a ver a la gente. Y está bien, porque ;,. - ~:
.,
ellos tienen la Casa y el personal a su servicio, están en su casa.
En la Casa Verde hablamos con las madres y las ayudamos a
hablar con sus hijos, eso es todo. Una vez que estas madres
~
¡¡

solteras han podido dar la verdad al niño, se terminó, están en la


prohibición del incesto y su hijo también. Puesto que se les ha
devuelto el padre de su hijo, ellas se vuelven madres; de lo
contrario son personas peligrosas a las que hay que evitar,
hembras autárquicas a las que hay que colmar.
En cuanto el niño sabe que su madre es madre, es decir que
lo concibió en un acto de amor, de deseo, aun pasajero, con un
hombre, acto con el que el deseo del niño se entremezcló para
tomar carne, se encuentra en la verdad simbólica. Tal vez sufrirá
por no haber conocido a su padre, o bien por ser el primero en la
generación de mestizaje; pero no conocerá graves enfermedades,
no será hemipléjico, simbólica o afectivamente, por haber sido
obligado a colmar a una madre extraña como, por ejemplo, la
que en cierto modo estaría casada con su propio padre o con sus
hermanos. Pues en este caso el niño es el producto de su madre y
de los machos de linaje materno.
El niño tiene necesidad de una palabra verdadera sobre la
primera triangulación en la que tomó cuerpo, lo que nosotros
llamamos escena primaria, corresponda o no a la situación legal
actual de su madre. En cambio, si se guarda silencio sobre su
origen, un traumatismo marcará a este niño o a otro de su
descendencia. Los psicoanalistas tenemos experiencia en esto: lo
que fue callado en la primera gen_eración, la segunda lo llevará
en su cuerpo. No se sabe cómo pero la verdad se carnaliza, pues
el ser ·humano es enteramente simbólico. En cambio, una carga
negativa para un sujeto, si es formulada, será quizá más positiva
que una carga de entrada positiva para otro; pues en el primer

97
caso habrá habido que luchar para salir adelante y la lucha es
estructurante.
Aquí tiene una respuesta a su pregunta sobre las madres
solas. ff
'•
X.: Vuelvo a mi pregunta precedente: usted parece decir que un
deseo no satisfecho es preferible a un deseo satisfecho ...
i
'
F.D.: Yo no he dicho que la no satisfacción sea preferible.
¿Para quién, además? ¿En términos absolutos?
Los deseos de todo sujeto buscan satisfacerse, y se satisfarán
de una u otra manera, los satisfagamos o no nosotros, los demás .
.Conozco a alguien que sobrevivió a los campos de concen-
tración. Este hombre sobrevivió contando todas las mañanas,
durante el pase de lista, que duraba dos horas, el menú de una
comida formidable. Los prisioneros que lo rodeaban vivían de lo
que él les contaba. "Debía cuidar de no repetir con demasiada
frecuencia una salsa determinada, de lo contrario refunfuñaban,
diciendo que eso ya io habíamos tenido ayer y que necesitaban
platos variados." El porcentaje de supervivencia en su grupo era
más elevado, pues aunque la necesidad llevara a esta gente a la r
í
muerte, su deseo estaba sostenido por la palabra que mantenía
entre ellos el único lazo social que les quedaba, esa gran
¡
civilización de la cocina, gracias a este expositor de menús que ¡
¡

sabía detallar el gusto de todos los ingredientes, y transmitirlo.


:'
Sentí una inmensa admiración por este hombre, que fue un
extraordinario terapeuta de su grupo de prisioneros. "Si usted
supiera, me decía, qué sostén era para mí la preocupación por el
menú que les contaría al día siguiente." Yo lo había conocido
antes de la guerra y era un refinado gourmet, gordo como un
tonel. Quedó como un esqueleto y luego volvió a ser un tonel; t
pero de una obesidad malsana, no estética como la primera. l
Había sufrido mucho durante la guerra y después tuvo que l
seguir un régimen. "Antes disfrutaba yendo a los restaurantes. !
Ahora sólo siento placer cuando encuentro, con mucho trabajo,
los menús que había inventado ahí", me decía. Este Mozart_de la \
cocina se convirtió en un Beethoven que componía música con
sus oídos interiores; escribe una cocina que no puede saborear, y
quizá algún día conoceremos sus variaciones.
Esto es lo que puedo decirle sobre la diferencia entre deseo y
necesidad. Comer es indispensable, de lo contrario morimos;
l t
f
98 \

l
pero el deseo de la cocina se satisface con la palabra y con el
placer compartido con otros. Cuando la necesidad no se satisface


pcdemos morir; pero uno puede pasarse la vida comiendo mal,
movido por el sabor que la palabra inventa y que ella permite
compartir con el otro.
Sólo el deseo humaniza nuestros sufrimientos y nuestros 1
it"
placeres, pues un placer no dicho no es perfectible. La ll f
1
perfectibilidad, en efecto, nace para cada uno del encuentro con \
el otro y de compartir con él los matices del decir, a los que cada
cual aporta los suyos.

• ••
X.: En un contexto médico hospitalario, ¿cómo decir a un niño que
va a morir, cuando manifiesta su deseo de saberlo?

F.D.: ¿Por qué decirle a un niño que va a morir? Si él tiene el


deseo de saberlo, es que ya lo sabe. Entonces, ¿qué es lo que
desea saber? Hay que dialogar con él, haciendo preguntas:
"¿Cómo te sientes?
-No me siento bien.
-¿Pero piensas que puedes mejorar o que vas empeorando?
-Que voy empeorando.
-¿Piensas que puedes morir?
-Sí.
-Es posible. En efecto, todos morimos. ¿Cuándo crees que
vas a morir?"
Lo que se debe decir a todo el mundo, pero sobre todo a un
niño, es que no está mal morir. Pues los niños se sienten
culpables de morir, a causa de sus padres y de las personas que
se ocupan de ellos y los aman. Los angustia la pena que f
causarían desapareciendo. El trabajo hospitalario de ustedes es
ayudar a estos niños a no sentirse culpables, si piensan que, en
efecto, pueden morir. Pero ¿cómo estar seguros? No lo están
ustedes más que el médico o el cirujano.
Hay sin duda noventa y nueve posibilidades de cien de que
este niño muera; pero nosotros no sabemos nada de la vida y de
la muerte; si aquel que la siente venir desea hablar de ello, dejen
que lo haga y sobre todo desculpabilícenlo:
"Si estoy muriendo, ¿tengo que hablar de eso con mamá?
f -¿Qué piensas?

99
1
!1
r
1l
1
-Le daría demasiada pena.
íj
-Si murieras de veras, de todos modos ella sentiría pena.
i
1 ¿Qué querrías que le dijera en ese momento?"
l Si tenemos miedo de morir es por angustia de culpabilidad;
~
}
en cambio la muerte ejerce una atracción, la de saber qué hay
1' después de ella. La pulsión epistémica es un fenómeno
importantísimo en el ser humano. Todos los niños preguntan
dónde estaban antes de nacer. ¿Qué quiere usted responderles?
"Sabes de ello tanto como yo. ¿Qué piensas tú?
-¿Y dónde estaré después de mi muerte?
-Lo sabrás más pronto que yo, si mueres antes que yo.
Nadie lo sabe.
-Sin embargo hay gente que dice ... ¡
-Sí, todo el mundo puede decir. Pero tú, ¿qué dirías?" }
¡
Si tiene ocasión de ir a París, vaya a ver a Ginette Raimbault, '
que es una psicoanalista especialista en niños con enfermedades
que todavía no sabemos curar. Ella escribió al respecto y su
experiencia es cotidiana; la mía es sólo indirecta.
Cuando estos niños afectados por enfermedades que
empeoran por etapas exdaman, en un momento de tregua: "Qué
11
lindo es vivir'', hay que responderles: Pues sí, aprovecha, ya
que en este momento te sientes bien."
Piensen además que un niño con el que hayamos podido
hablar ayudará mucho más a sus padres.
"No hay que decírselo a mamá.
-Yo no se lo diré, pero quizá tú podrías llegar a decirle lo
que sientes.
-Oh, no, no quiero causarle pena.
-No es posible vivir sin causar pena a nuestra madre. El día
en que naciste ella estaba muy contenta y, sin embargo, en ese
momento, parir le dolía mucho. Todas las madres están
contentas de la pena que les causan sus hijos, de lo contrario no
sabrían lo que es la alegría."
La culpabilidad de morir tiene su raíz en que se culpabilizó
al niño cuando se lastimaba. En la calle, por ejemplo, si un niño
estuvo a punto de que io atropellara un coche -y puede ser
culpa del automovilista-, su madre le dará una paliza porque
es ella la que está ansiosa. Por suerte los niños tienen filosofía ...
Se les inculca que son culpables de poner su cuerpo en peligro
de muerte, o de correr el riesgo de lastimarse; pero esto no ·está
ni bíen ni mal; es doloroso o triste, nada más. Si está mal", no es
11

100
parque "me hace mal". A los niños les es difícil no confundir
estas escalas de valor, sobre todo cuando las confundimos
nosotros mismos.

X.: ¿Piensa usted que el deseo de una madre de tener un hijo varón
se debe a que una hija seria su propia réplica como mujer?
F.O.: Aquí nos hallamos ante la ambigüedad del término
"desear". El objeto de un deseo consciente puede ser tanto una
heladera, un yate como un niño nacido en el momento oportuno,
cuando el presupuesto lo permite; éste no es el deseo
inconsciente. El deseo inconsciente de una mujer es, en efecto,
tener un hijo varón; de lo contrario se desearía a sí misma.
Desearse a sí mismo es, en el último extremo, el suicidio, ya sea
que se desee positiva o negativamente. Narciso se deseó y se
ahogó. Sólo porque uno se odia o se ama no puede vivir más.
Uno se da muerte para ser feliz; porque está harto de vivir con
eso, con ese cuerpo. Ya no queremos esta -manifestación de vida
que él representa. Lo comprendemos escuchando a aquellos a
quienes se les impidió matar5e: sufren por la pena que habrían
causado a los otros al desaparecer. Ellos no viven por placer, sino
por un motivo negativo. Otros esperan un goce de la muerte,
quieren sentir un placer, esperan una liberación. Es lo que
podemos llamar lo positivo en el deseo de la propia muerte para
un sujeto. Es visible la diferencia entre el que se droga y el que se
mata de un disparo. Para el drogado se trata de gozar, más allá
de la vida del organismo y de sus posibilidades; no quiere ser
atendido ni curarse, sólo gozar.
Para una mujer, desear conscientemente una hija es querer
reproducir el comportamiento que su propia madre tuvo a su
respecto. Desear un varón es desear lo nuevo, pues una mujer
sólo tiene con su padre un lazo indirecto, a través de su madre.
Tener una relación de cuerpo con un varón es una sensación
nueva, y por lo tanto deseante. Pues la necesidad es repetitiva y
el deseo es deseo de lo nuevo. El deseo se abre a lo desconocido,
1 -es sorpresa y riesgo. Por eso una mujer corre el riesgo de desear
un hijo varón mientras que, inconscientemente, con su hija
mujer no arriesga nada; además, el hijo varón puede debilitar a
la pareja y excluir al padre, si la madre se aferra demasiado al
deseo, a la libido del niño, que es tanto más poderosa si éste
tiene una edad en que no puede pensar más que en su madre, si

101
dido ninguno de sus peones en las castraciones
aún ~o ha_t:~ 0 se debe el que una madre dé más difícilmente a
su~ivas.rón la castración de su deseo por ella.
su hí)O va
• • •
X.: ¿Qué podemos hacer frente a un niño que ya no tiene a sus
padres y cuyo comportamiento, especialmente co_n su madre adoptiva,
es inaceptable?: lo rompe todo, desparrama caca por todas partes.

F.O.: Este niño se ha quedado en situación de imposibilidad


de hacer un duelo. La encopresis es un comportamiento que
significa que el duelo de la madre no se efectuó. La caca
representa el olor que hacía venir a la madre cuando el niño era
pequeño. Desparramar caca alrededor es, por lo tanto, difundir
un olor de él-mamá. Pone caca por todas partes para tratar de
interesar a esta nueva mamá.
La madre adoptiva no puede comprenderlo; tendría que
haberse psicoanalizado. Por eso es preciso que las personas de
acogida le digan: '1Jsted es una mamá buenísima", y que sepan
explicar al niño que no es cómodo que haga caca por todas
partes, como cuando era pequeño; como ya no tiene a sus
padres, hay que encontrar personas a las que se paga para que se
ocupen de él -hay que decirle la verdad-, pero si él quiere
cambiar continuamente de padres, entonces que siga
comportándose como un zombi. Un niño comprende muy bien
cuando se le habla así: "Se diría que estás diciendo: 'Quiero a mi
mamá de cuando era pequeño y no sabía contener mi caca.' Tu
madre no volverá". Es importante mostrarle que no estamos
conformes con ese comportamiento repitiéndole cada vez los
reglamentos y las prohibiciones, los obedezca él o no. Y diremos:
"Todavía no puedes conseguirlo, pero confío en que lo conse-
guirás pronto". Castigar no sirve para nada, pues es una
erotización, no es en absoluto la recordación de la infracción al
reglamento. Cuantas más palizas se le dan a un niño, más se fija
él a la persona que le pega. Y esto retrasará su evolución.
Todos los seres humanos son continentes; como todos los
mamíferos. Pero la educación, entre los seres humanos, se realiza
por identificación; es un código de comportamiento que permite
parecerse a las personas amadas. Cuando el niño es capaz de ser
continente, va al retrete como los adultos. Pero si juega con sus

102
excrementos es porque no tiene nada más interesante con que
jugar, nadie con quien intercambiar placeres sutiles. Si se le
impide jugar con lo que sea, incluso con st¡s cubos, a fuerza de
''·No toques, no toques!", finalmente no le queda otra cosa que
Jo;;f
s~ cuerpo. Se le ha negado hasta la necesidad de tocar los objetos
b.~·
~:·;t¡
que lo rodean, para explorarlos. La encopresis es un fenómeno
:1
secundario que aparece tras meses de privación de objetos que ~ R·•..
representen un interés táctil y una posibilidad de intercambio de
placer. Es un comportamiento enteramente obsesivo. Corno las 1
pulsiones anales de los obsesivos están constantemente
prohibidas, no les queda más que su cuerpo y algunos objetos de
su ambiente, que ellos reordenan constantemente. Es un placer
I;
para uno solo, sin intercambio con el otro. Ellos han interioriza- 1"'
do una madre "rabiosa" que lo hace desaparecer todo. No entran ~

en contacto con nadie. Durante la primera educación, mucho


antes de declararse la encopresis, el niño fue así limitado por
prohibiciones dirigidas a los juegos manuales y motores. Por
eso, si juega con sus materias, podemos decir que ya es algo: ¡es
mejor que no hacer nada!
El niño encoprético permanece en la época anterior al pesar
de la separación con su madre. Se rodea pues de ese olor para
colocar fuera de él a la . mamá introyectada. Como le faltan
interlocutores tan gozosos para él como la madre, de este modo
él los provoca para que se ocupen de él. Lo que quiere es hacer
volver a la madre por medio de sus excrementos, puesto que eso
interesa a una madre. Estos niños son, por lo demás, siempre
depresivos, siempre carentes. Hay que explicar a las personas de
acogida que un niño no hace esto contra ellas sino, al contrario, .
para adaptarse a ellas.
En cuanto un .niño es capaz de subir y bajar los peldaños de
una escalera, a las treinta y seis horas adquiere la limpieza. Esta
pruebita nos demuestra que se ha hecho dueño de su sensibili-
dad: en lo sucesivo posee todas las referencias sutiles, percepti-
vas, de los pequeños músculos de la planta de los pies; ahora
bien, el niño adquiere la sensibilidad neurológica del perineo al
mismo tiempo que la de los pies. Se vuelve, pues, capaz de
controlar el tránsito del bolo fecal por su cuerpo, pues entonces
tiene la representación simbólica de su trayecto gracias a la
posibilidad de subir y bajar una escalera.
Si un niño ha adquirido la limpieza a los nueve meses, es
inevitable que al entrar en la escuela se haga en los calzones.

103
t'

Hay que felicitarlo, pues esto significa que va a adaptarse a la


escuela muy rápido, y sobre todo sin hacer drama ante la madre.
Hay que explicar entonces que ello es prueba de que el niño no
puede repicar y anda en la procesión y que, cuando su mente
está muy atenta, no puede ocuparse de su bajo vientre. Esto
quiere decir que su limpieza era solamente artificial. En la
escuela, el niño ya no es yo-mamá, es yo-yo, yo-la maestra, yo-los
otros. Cuando es yo-los otros, primero le es preciso deshacerse de
un bajo vientre de mamá, para aprender a ser limpio en otras
condiciones. Por lo tanto, los pipís en la cama y las cacas en la
escuela son un óptimo signo, por desgracia frecuentemente
incomprendido. En París, a los niños que no son limpios los
mandan por ocho días a sus casas, en vez de disponer de unos
veinte calzones para el día del ingreso escolar.
Comer en la escuela algo que fue traído de casa es otro factor
de integración. Si los niños comen mamá en la escuela,
aprenderán muy rápido lo que dice la maestra, si ésta permite
que dejen sucia el aula. Todos limpiarán juntos; entonces la
escuela pasa a ser un lugar mamaizado por el alimento, por la
caca, gracias a una mamá inteligente que invita a pensar en lo
que se oye y dice y no en lo que se hace o no en el calzón. Y en
quince días el niño hace progresos que hubiera tenido que hacer
en un año. Fue retardado por una mamá que forzó demasiado
tempranamente la limpieza esfinteriana.
Cuando la educación está demasiado marcada por el exceso
de atención de la madre respecto de las necesidades del niño, se
lo retrasa en su desarrollo ulterior quemando etapas, pues un
día tendrá que hacer una regresión y, si no puede hacerla, hacia
los ocho o nueve años hará una neurosis obsesiva. El aseo
espontáneo de las niñas se sitúa a los diecinueve meses; el de los
varones, a los veintiuno; si tuvo lugar antes, esto significa que el
niño ha querido complacer a alguien. El aseo nocturno aparece
tres meses después del diurno, si las cosas suceden normalmente
y si se dice al niño: "Serás limpio cuando lo desees, entonces
harás lo que ios demás, irás al baño." ¡Sobre todo, nada de esos
orinales que se trasladan de un lado a otro, c~mpletamente
ridículos! ¿Le gustaría a usted que le hicieran eso? Entonces no
haga usted a sus hijos lo que lo humillaría a usted mismo. El
niño es muy sensible a la humillación, y no porque su cuerpo
está impedido a causa de la inmadurez de su sistema nervioso
hay que amaestrarlo como a un gato o a un perro. Es un niño

104
humano y para él todo debe pasar por la palabra. La incontinen-
cia esfinteriana de los seres humanos es ya un lenguaje. Para el
niño es una manera de decir: "Me falta un saber simbólico para
hacerme humano", al mismo tiempo que una reivindicación de
orden sexual de un nivel arcaico, regresión a una época en que
no era conflictivo ser el objeto de los cuidados de la madre.

• • •
X.: En La sexualidad femenina, usted dice que la madre es
"matriz viviente que sabe cómo, por quién y para quién esa vida que
ella contiene posee un sentido. Este sentido que ella no puede expresar,
el niño que en ella se desarrolla lo manifiesta. Un niño es una vida, y
una vida encarnada es una palabra desconocida, verdadera, viviente,
envuelta en carne".
Para comprender los problemas ligados al cumplimiento de esta
vocación, como la esterilidad o la repulsa del embarazo, ¿existen para ·
usted referentes en la ·Vida de la mujer? ¿Referentes que nos
permitirían evaluar los proyectos que se nos demanda caucionar, ya sea
la adopción o el aborto, que nos ayudarían a reconocer los puntos
fuertes de las lagunas del deseo de una mujer?

F.D.: Para poder responderle debo hacer de inmediato la


diferencia entre sexualidad y libido: la libido, que es el deseo, y
ia sexualidad, que forma parte de nuestra condición de
mamíferos superiores, en 1los cuales la fecundidad es la necesi-
dad de la especie en cada individuo anónimo. Volvemos a ser
este individuo en las pulsiones de muerte, es decir en el sueño
profundo, en el coma, en las ausencias epilépticas, situaciones en
que el cuerpo vive pero sin relación de intercambio con otro ser
humano ni con su cuerpo. Cuando estamos solos en nuestros
fantasmas permanecemos igualmente bajo el dominio de las
pulsiones de muerte sobre un determinado nivel de la libido.
Además éste es el aspecto nefasto de la soledad, ese refuerzo
narcisista, mórbido, de las pulsiones de muerte para el sujeto del
deseo. Pues o bien la libido se confunde entonces con una
sexualidad frustrada, o bien ya no hay libido y sólo queda
sexualidad. En tanto que la sexualidad pugna por vivir y la
libido se niega a ello, el sujeto ya no vive sino según sus
pulsiones, y no ya según el deseo del otro. Está como limpiado
de toda libido. La sexualidad sin libido es el equivalente del celo

105
animal; es la necesidad de un cuerpo sin relación afectiva con el ~
otro. Por el contrario, la relación psíquica entre dos seres posee
la intensidad de una conversación amorosa. En los seres
humanos, como en los mamíferos, existe una sexualidad en
estado bruto; pero en los humanos se encuentra en las pulsiones,
que siempre son retomadas por la libido. Puede suceder que
haya retomo a una sexualidad sin libido; pero no podría haber
libido sin sexualidad. Así pues, la soledad puede ser una trampa
donde el sujeto se ve apresado por una frustración que llega
hasta hacerle odiar su cuerpo.

Y.: ¿úi libído, o el amor en el sentido más amplio, implica siempre


a su entender la relación del sujeto con otro, mientras que la sexualidad
puede vivirse en el cuerpo solamente?

F.D.: Sin duda. La sexualidad es exponer la propia fecundi-


dad como individuo de la especie.

Y.: ¿No sostiene Freud, después de introducir la pulsión de muerte


en su obra, que precisamente sexualidad y libido están del mismo lado,
del lado de las pulsiones 'fie vida, afirmando que si bien la pulsión
sexual está básicamente fragmentada es sin embargo, en cierto modo, el
fundamento de la libído?

F.D.: Lo que Freud no conocía, en su época, es ese deseo que


se expresa desde el nacimiento, deseo de comunicación psíquica
con el otro, anterior a la fragmentación de las puisiones sexuales.
En este momento la libido no es quizá todavía una unidad, pero
ella asegura la identidad. Tiene su fuente en la sexualidad sin
estar por eso referida a ella; únicamente la manifiesta. A mi
juicio, la libido representa al sujeto enraizado en su historia de
ser humano, en la de sus padres, que van hacia su muerte. La
sexualidad es el individuo en la especie, está del iado del
esquema corporal. La libido está en la imagen del cuerpo; es
organizada por la búsqueda de un encuentro con otro psiquis-
mo. Lo vemos en el recién nacido que reacciona, que responde a
la pronunciación de su nombre; y no a cualquier persona: sólo
responde a la voz de su madre.
Por otra parte la oralidad, la analidad no son para el niño
fantasmas de fragmentación (lo que en cambio sí ocurre con los
fantasmas de adultos, descriptos por Freud). Freud nombró a las

106


'
'
pulsiones orales y anales, pero no las vio más que como fantas-
mas. El niño pequeño no se siente fragmentado por sus fan-
tasmas; se construye por ellos. Es la madre la que está fragmen-
tada para él, o la que es fragmentante, como también puede
serlo otro niño que lo empuja y lo hace caer al suelo. Entonces
vemos cuán difícil le resulta rearmarse. La madre puede
reunificarlo cuando él está así, como un rompecabezas desar-
mado.
No es por cierto el deseo del Otro el que lo fragmenta, ya
que es precisamente en este deseo donde él busca afirmarse,
encontrar su unidad; se trata sólo de la manera en que el Otro va
a responderle; la que puede fragmentarlo es por ejemplo la
experiencia de la satisfacción del Otro, pero no la suya propia.
Por eso es importante reconocer como legítimo el deseo que
expresa un niño, incluso cuando no se lo puede satisfacer o es
irrealizable, pues el deseo es el signo de la unidad del sujeto.
Usted intenta juzgar acerca del deseo de una mujer a través
de los fantasmas que sus palabras le hacen llegar, pero éstos no
son fantasmas auténticos, inconscientes; son fantasmas cons-
cientes puesto que ella puede decirlos, o mejor dicho precons-
cientes, pues se hacen conscientes a medida que esta mujer habla
de ellos; no difieren de los fantasmas de tipo masturbatorio que
se le aparecen a la gente cuando está sola. Totalmente diferente
es la relación de intercambio creativo entre dos interlocutores en
ciertos encuentros auténticos de lenguaje, que hacen nacer ideas
nuevas que ninguno de los dos habría formulado por sí solo. Lo
mismo sucede en la fecundidad genital de una pareja que desea
un hijo. El fantasma es siempre del pasado; lo actual es la vida;
vida en palabras, en sentimientos, en afectos: éstos dejan un
recuerdo, que pasa a ser un fantasma; pero nadie puede determi-
nar con qué deseo y qué fantasmas fue concebido un niño si la
madre misma no analiza sus propios sueños. Ignoramos sobre
qué represión de deseo quedó desde pequeña. Por eso he escrito
que la madre sabe para quién, por quién, con quién la vida que
ella lleva en su seno tiene un sentido, sentido que ella no puede
expresar. Cuando se dice: ''Tengo hambre, comería cualquier
cosa", poco le importa al cuerpo que sea esto o aquello; pero
cuando se concibe un hijo es el deseo el que fructifica una
relación que no ha dicho su nombre; deseo que quizás ha
permanecido en el estado de deseo infantil de tener un hijo de
otro. Pues el deseo de tener un hijo existe tanto en el niño como

107
en la niña, desde su propia concepción; sin lo cual ellos mismos
no habrían nacido.
Pero a esta altura de nuestro diálogo me pregunto si se trata
de formación psicoanalítica o de información sobre el
psicoanálisis. Pues yo puedo informarlos sobre la teoría
psicoanalítica, no puedo formarlos en el análisis. Fundamental-
mente, la información no sirve para nada; en cualquier caso, no
para comprender los efectos de los actos de los que ella habla. La
información no da más que... informaciones. No hay aconte-
cimiento en sí para el inconsciente. Lo que importa es la manera
en que un sujeto se construye un lenguaje a partir de un aconte-
cimiento, no el acontecimiento mismo. La formación psico-
analítica cada cual la adquiere solo en el esfuerzo de un trabajo,
gracias a la cura; · es decir, gracias a la transferencia sobre el
psicoanalista, que sostiene al paciente en su orden regresivo,
entre cuatro paredes; el analista, por su parte, no hace regresión,
no responde al deseo y deja al analizante servirse de las proyec-
ciones que hace sobre su persona para reactualizar imaginaria- \

'~
mente el pasado reprimido. Pero este imaginario no sirve para
nada si el propio analizante no lo simboliza en las palabras que
le permitan decir tal o cual relación, sufriente por no haber sido
simbolizada.
Ahora bien, la simbolización de una relación de pareja es un
hito, y no solamente la palabra. Es la palabra que se encama en
un hijo vivo, palabra genitora de la libido que en el deseo -en el
amor, a veces- de dos seres cómplices se abre a las potenciali-
dades libidinales de un tercero. No se trata en absoluto del nivel
de la sexualidad, que es sólo necesidad de hijos. Como se dice de
una mujer, en el campo: El doctor dice 'tiene que coger' ".
11

Nosotros somos también mamíferos que necesitamos fructificar


genitalmente, pero lo que nos distingue de ellos es la libido ..
Freud demostró que la libido nace de un desplazamiento en
relación con la necesidad. La libido es desplazamiento, tanto de
afectos, de representaciones como de objetos. Es el desplaza-
miento de los afectos el que engendra la cultura. Para la especie
humana hablar es un fruto, hablar es hijo de las pulsiones orales
pasivas y de las pulsiones anales pasivas que, al cruzarse en el
sujeto, desembocan en un falismo expresivo. Este falismo, en su
comienzo, es el grito, emisión de fonemas privados de sentido;
pero puesto que el ser humano es un ser "con, para y por'', él
quiere que sus fonemas sean comprendidos; pues lo que le

108
interesa no es el fruto de sus pulsiones pasivas sino la comuni-
cación de sus ideas y afectos. Para lograrla, debe entrar en un
código. En cuanto a este código, diremos groseramente que si él
quiere apropiárselo es por "celos", cuando ve a la madre
comunicarse con el padre, siendo tal para cual para comunicarse con
alguien. Y el niño quiere "ser tal para cual" para dar frutos de
comunicación. Quiere hacer pareja. Con este juego de palabras
quiero hacerles comprender- qué es el acoplamiento fecundo. La
fecundidad es una situación triangular. Decir palabras que van a
ser comprendidas: ahí está la fertilidad de las pulsiones orales
pasivas y activas que, al cruzarse, producen el deseo de hablar y
de ser comprendido. ¿Pero por quién? No es un deseo del
cuerpo solamente, es el deseo de tener una relación. Por eso el
mutismo de un niño, a la edad en que su sistema sensorial le
permite discriminar los sonidos, es una esterilidad. Es indispen-
sable, pues, respetar este síntoma si queremos que el psicoanálisis
de este niño sea posible, sin hacerle remedar sonidos que harán ·
creer a los otros que él habla mientras que se lo reforzará más
aun en su mutismo si no habla de verdad. Ahora bien, el hablar de
verdad es el de todos los niños, el primer día, desde que nacen, a
través de sus expresiones. Si su expresión no es exacta ellos se
dan cuenta, porque no es comprendida, y sufren por ello. Está
muy bien sufrir por no ser comprendidos, si la madre reconoce
que sufren y se lo dice; que no es lo mismo que tratar de com-
prenderlos.
Usted me pregunta: "'¿Cómo comprender a una madre?",
pero la que tiene que comprenderse es ella misma. Si usted
quiere comprender en qué etapa de su historia libidinal aparece
una mujer encinta, pregúntese por qué desea ella un hijo, tiene
usted derecho. Por mi parte, no me preocupa comprender esto
sino más bien saber si ella es capaz de asumir la responsabilidad
de este hijo. Los seres humanos desplazan a la expresión lo que
no los satisface en el plano de la necesidad. ¿Cómo decir que una
mujer asumirá llevar un hijo de la necesidad? Nadie puede
determinar dónde se ubica un niño en el deseo de su madre,
porque el sujeto que se encama en un ser humano dice cosas
fantásticas a la madre que lo lleva y al padre que ama a esta
mujer. Son tres desde el momento del coito fecundo, y son tres
todos los días de la vida.
El psicoanálisis no interpreta los sueños como lo hacen los
onirománticos. El sueño, en la transferencia, no concierne más

109

r
que al psicoanalista y al analiz.ante. Por eso los psicoanalistas
piden a sus pacientes que no cuenten sus sueños a cualquiera, al
menos antes de hablar de ellos en la sesión; por mi parte, yo
pido que no se hable del propio psicoanálisis con nadie. El
verdadero psicoanalista es el analiz.ante; es él quien se convierte
en su propio analista, ayudado por un psicoanalista de oficio al
que paga para eso, según un contrato; fuera del psicoanálisis,
hay que vivir plenamente en la realidad.
En apariencia, la cura psicoanalítica de un esquizofrénico lo
vuelve, a causa de la transferencia, cada vez más loco. En sesión,
entre las cuatro paredes, él revive las pulsiones anales no
castradas de la época en que tenía dos años; pulsiones cuya
sublimación ha de tener el efecto de no dañar su propio cuerpo
ni dañar a otro, ni destruir sus objetos. Todo se vive en la
transferencia: el decir con palabras no es un acto, es la expresión
de un fantasma. El análisis permite comprender al sujeto que,
cuando habla a su analista y éste lo oye en la transferencia, a
quien se dirige es a la persona que lo frustraba cuando era
pequeño; persona por la que no se sentía comprendido y que no
reconocía su deseo. Pero ésta no hacía mal en no comprender al
niño, como tampoco el analista no hace mal en no comprenderlo,
ya que su oficio no es comprender sino permitir comprenderse al
analizante, expresándose libremente.
Y mientras que este niño esquizofrénico está ahora comple-
tamente adaptado a la escuela, en cuanto llega a sesión se
revuelca por el suelo y babea, hasta el día en que, por ejemplo, al
verlo medio ahogado, nos enteramos de que estuvo a punto de
morir estrangulado por el cordón. Y si no hubiera podido
librarse de esta impresión traumática en análisis puede que
hubiese tenido, quince años después, el impulso de estrangular a
cualquiera, sin saber por qué; un impulso loco, al margen de su
psicología; resurgimiento de pulsiones intensas que fructifi-
caron. Pues si un niño así sufrió la estrangulación mortífera del
cordón umbilical con cada puja que hacía por nacer, en el
momento en que va a soltar a su analista -en las últimas
sesiones-, revivirá esa sensación primera, ese momento en que,
para vivir, corrió el riesgo de morir. Esto es horriblemente
angustiante y es lo que él revive en el consultorio; pero cuanto
más se estrangule diciendo: "¡Es culpa suya, ya lo ve!", mejor
podrá decir: "Usted me hace vivir, puesto que me amenaz.a de
muerte". Aquí es cuando podemos preguntarle: "¿En qué le hace

110
pensar esa sensación de ser estrangulado? -Es como si usted
~- lf

1
me pasara una cuerda. .. -¿No habría sentido usted una
amenaza de muerte en el momento de nacer? ¿Fue usted
reanimado?" Algunos retornan así al momento de su nacimien-
to; interrogan a su madre o al médico de la familia. A menudo
los padres han olvidado el suceso; a veces la madre no supo de
él. Mediante la hipótesis que propone, el analista pone en
palabras la angustia reencontrada por el paciente, lo libera del
peso de ese no dicho referido a ese primer peligro vivido, que
fue casi tan grande como su necesidad de respirar y su deseo de 1.
amar. Pues no hablar al niño es no reconocerlo como humano. !,
Entonces queda desarraigado de sí mismo. Después, es como si
cada vez que tiene la necesidad imperiosa de afirmarse debiera
afrontar un peligro de muerte: "Corres el riesgo de morir, y, si
sobrevives, es gracias a alguien, no a ti; tú no eres el sujeto de tu
historia, eres el objeto de los otros". Es como si el acontecimiento
original hubiera sentado jurisprudencia y luego hubiese consti-
tuido ley.
En alguno de estos niños pudo producirse, por ejemplo, una
ligera anoxia de ciertas células; deficiencia superada, reparada
lentamente por el cuerpo de la necesidad, puesto que sobrevivió;
pero el sujeto del deseo, ¿qué reclamaba? Quería encontrar la
vida y, para lograrlo, encontrar la estrangulación. La posibilidad
de simbolizar lo hizo sobrevivir en lo imaginario. Si la
simbolización es imposible, este acontecimiento fructificará en el
encuentro significante con un animal, por ejemplo. Ciertos niños
que estrangulan a los animales lo hacen por sadismo (el de las
pulsiones anales). Conocí chiquillos estranguladores de
animales, y Dios sabe cuánto nos desconciertan al no saber cómo
actuar con ellos. Gozaban de excelente salud y tenían una fuerza
pulsional anal fantástica. No es al animal al que querían dañar l"
estrangulándolo sino, por transferencia, a la granjera a quien
detestaban, por ejemplo, porque representaba para ellos el
sustituto de la madre que los había abandonado. Se trata, como
siempre, de una transferencia de transferencia. Otros lo hacían
porque no querían al recién nacido, otros aun a causa de un
aborto del que no se les había hablado; pues si hubiesen sabido,
no habrían estrangulado a las crías; ahora bien, lo hacían con un '!-1

buen fin, para permanecer en el la musical de la familia: actuar


como mamá, estrangular una pequeña vida. (
f
Lo que el psicoanálisis nos permite saber es que en la libido,

111
tal como el sujeto la vive, hay estratos diferentes. Ahora bien, la
repetición de lo que se jugó en tal o cual nivel de la libido es
sagrada para el sujeto porque fructificó en vida. Este "fructi-
ficar" no es ni bueno ni malo. Lo que fructifica designa
únicamente aquello sin lo cual el sujeto no habría podido vivir
como ser deseante. Hasta el peligro de muerte fructifica, si le
permite resistir y sobrevivir.
Si un hombre estrangula a otro, la jus,ticia intervendrá sin
duda y lo pondrá a la sombra, pues es peligroso; pero él mismo
no sabe por qué ha hecho ·eso; sólo sabe que obedeció a una
vitalidad sagrada en él, que no fue habituado a refrenar en su
primera infancia. "Cada vez que algo me hace vivir como lo hizo
mi madre, tengo que vivir el estrangulamiento de muerte gracias
al cual me salvé." Pues poder pasar a una actitud agresiva hacia
otro, aun si lo convierte a uno en un delincuente, es salvarse.
¿Pero en nombre de qué podríamos juzgarlo como alguien que
ha querido hacer un daño? Puede que sea el caso, puede que no.
'
L

Cuando un niño estrangula animales, ¿quiere dañarlos? Nada sé


de esto. ¿Es amor? Es posible. Y esto es lo que descubrimos en
análisis: un modo de amor dañino para el otro puede ser, para el
sujeto que lo actúa, el más grande amor que pueda dar, el que su
madre le dio al darle la vida, es decir, el riesgo. O quizás ella
mató delante de él, en una época en que ella era el modelo de los
modelos, a un animal con el que él se identificó.
La ética del ser humano, a medida que se va desarrollando,
lo mueve a identificarse con todos los seres de la creación. La
ética no es la moral. La moral es un código de conducta; la ética
sostiene una intención en su mira, es el deseo y el sentido que de
ella emana. La moral, se aplique en forma agradable o desagra-
dable, sea o no nociva para el otro, proviene de pulsiones. La
ética es asunto de sujeto, la moral es asunto de yo; el sujeto se
funda sobre lo simbólico, mientras que el yo está en lo
imaginario, al servicio del "funcionamiento".
Es cierto que "no es gentil" vivir, ya que siempre es matar a
alguien. Esto me recuerda a un niño que se planteó durante el
análisis la cuestión del nacimiento. Su padre le había explicado
el nacimiento de los cachorros y de las mariposas y después lo
despachó a su madre. Cuando el niño volvió, me dijo: "Le
pregunté a mi madre y ella me respondió: '¡Nacer, no es delica-
do!' " Eso yo nunca lo había escuchado. Y agregó: ''Vi la cosita
de mi mamá e incluso entré dentro. -¿Entré? ¿Querrás decir

112
salf?" Todavía tenía el fantasma de penetrar a su madre, del que 1
aún no había sido castrado por el padre; así pues, él mismo era
el padre en análisis. Este no le había dado la clave de su 1:
nacimiento, limitándose a explicarle que los cachorros nacen de
las perras; como si su mujer fuera una perra. Claro que este niño,
a la edad que tenía, quería saber más. Del "no es delicado"
acabamos en la olfacción, después en el gusto, que le servía para
representar lo prohibido; tenía fobia a ser envenenado y su
madre debía probar todos sus platos. Este niño no tenía derecho
a su propio sentido del gusto, pues el gusto se había hecho
incestuoso a causa de su padre, que lo mantenía en un estado
animal.
Respondiendo a su pregunta, no veo para qué puede servir
conocer los pensamientos de una mujer que desea un hijo.
Antes de tomarla en análisis no sabemos por qué razones
una mujer bebe; si, por ejemplo, de ese modo se identifica con su
madre. No se trata de impedirle beber, sino de obrar para que no
desee hacerlo; para que admita que debe vivir por ella misma
sin parecerse a sus padres, honrándolos, no amándolos. Amar
implica "identificarse con", en algo; y a los seres humanos les
cuesta aceptar que no hay que amar tanto a sus padres como
honrarlos, lo cual a veces es incluso lo contrario del amor.
Ustedes conocen la diferencia que hay en inglés entre to lave y to
like, pero "like" significa igualmente "como". Ser "como" aquel a
quien se ama puede ser esterilizante. Ser alcohólica puede
significar para una mujer permanecer fiel a su madre destilando
la muerte a su feto gota a gota; ella no se da cuenta de que su
propia madre se comportó de la misma manera con ella,
intoxicándola cuando ella era tan sólo un feto y dándose así una
muerte dulce. En otro tiempo había en los cafés un cartel muy
conocido: "¡EL ALCOHOL MATA! ¡PERO EL LEGIONARIO NO
TEME A LA MUERTE!" De la misma manera, la mujer en
situación de desamparo bebe para desvivir. No puede vivir a
través de su libido actual, pues se halla sin respuesta ante la
realidad. Para "obrar con", frente a sus cargas, toma el consuelo
del biberón que la acerca, en el interior de ella misma, al amor
narcisista de su madre, haciendo sin saberlo una regresión arcaica
homosexual. Todo lo que es alcoholismo, toxicomanía, pertenece
al orden de la homosexualidad-sin-saberlo; no con alguien, sino
de una manera narcisista. Pero saber esto no le sirve de nada al
sujeto fuera del trabajo transferencia! con un analista.

113

¡¡
Me es difícil determinar con ustedes estos elementos. Sólo
quisiera subrayar que ser psicoanalista no es una función supe-
rior, sino que se trata de otra cosa. Por eso, su trabajo de
educadores, háganlo en cuanto tales. No todo el mundo está
hecho para ser analista, la prueba está en que muchos de los que ¡
practican lo que llaman "terapias analíticas" no son en absoluto l
;.
analistas. Son terapeutas esclarecidos por el psicoanálisis, no
analistas. Además es peligroso para el paciente que un terapeuta
mezcle el análisis con la moral. Pues la dinámica del deseo no
tiene nada que hacer con la moral, ya que el inconsciente ignora
la oposición del Bien y el Mal. Hay solamente dinámica o
ausencia de dinámica, fecundidad o esterilidad, pero de ninguna
manera "Bien" o "Mal". El Bien o el Mal atañen a la vida en
sociedad, que no sería posible si no nos respetáramos los unos a
los otros. No es casual que en la Biblia Caín sea el fundador de
las ciudades. Sólo porque pagó muy cara la transgresión al tabú
del asesinato, por el drama humano de la pérdida de su
hermano-amigo, pudo ser nombrado por Dios fundador de lo
que organiza la convivencia. La convivencia puede ser también,
desde luego, la de un pequeño grupo contra el gr..ipo malo al
que hay que matar; nuestra civilización conoce cada vez más
estos enfrentamientos entre grupos; es el caso de los que quisie-
ran constituir una nación única y se encuentran con la traba de
los obstáculos lingüísticos. Algo de esto saben en Quebec; pues
el lenguaje es sexualidad, es un fruto incestuoso. Sin duda,
aceptamos ser incestuosos con los nuestros, pero no con los que
son incestuosos de otra manera que nosotros, en otra lengua.
No les he echado toda esta perorata sino para mostrarles que
la libido y la sexualidad son completamente diferentes. En cuanto
a saber, extralúcidos, cómo se conducirá una mujer con su hijo,
no lo podemos decir: el niño, que tiene algo que decir, lo
cambiará todo. Y como ser deseante es tan poderoso al nacer
como a los treinta años; sólo sus medios evolucionan. ¡Un niño
cambia extrañamente a una mujer! Tuve en análisis a una mujer
que, según afirmaba, nunca quedaría encinta y no volvería a
acostarse con un hombre. Había hecho la experiencia: "Los
hombres creen que todo les está permitido, decía; cuando se han
acostado con una mujer imaginan ser sus dueños. ¡Por el placer
que da él, un hombre! ¡Una mujer da otro tanto! Un objeto
penetrante, con una mujer que nos quiere, es mucho más
agradable que el cuerpo penetrante de un hombre. Un hombre,
sí de vez en cuando ... " De vez en cuando, cuando ella estaba
ebria, se encontraba con un hombre. Era una mujer muy bella, que
gustaba. Su libido se creía homosexual. Vino a verme porque no
lograba decidir cómo ganarse la vida. Era artista; ahora bien,
cuando subía al escenario, engordaba. Después adelgazaba
rápidamente, pero no bien reiniciaba ese trabajo que le gustaba
volvía a simular que estaba encinta. Ser vista la ponía encinta;
estaba encinta de esas miradas. Era feminista hasta la médula (¿y
Por qué no, si hay mujeres que no pueden acoplarse con un
hombre sin inferiorizarse?). Ahora bien, esta mujer se enamoró de
un hombre. El medio feminista le hacía escenas cuando su amigo
venía a buscarla a la salida de las reuniones. En síntesis, quedó
embarazada, después fue una madre y una esposa notable. Estaba
apabullada por este cambio. A partir del momento en que deseó a
un hombre, su imaginario cultural se cruzó con el de su com-
pañero: no actuar más en teatro, por ejemplo, ya no era renunciar
a su libertad sino, por el contrario, ocupar su libertad en la tarea
que realmente le gustaba: ocuparse de su hijo. Por eso a las
preguntas: con quién y para quién una mujer desea un hijo, no hay
respuestas más que en el inconsciente de la propia mujer. Si una
mujer tiene un hijo, evidentemente no es el que esperaba de su
padre solo, en sus fantasmas. De lo contrario hubiera sido estéril.
¿Y para quién tiene ella un hijo? Para nadie. Sólo para que llegue a
ser un hombre o una mujer. No se tienen hijos "para complacer al
marido", esto no quiere decir nada. Un hijo es el placer que se
encama, pero no es "para"' otro. Por quién se ha hecho la media-
ción es importante, en cambio, decírselo al niño; así se le da su
padre verdadero. El hijo es dado al hombre por su mujer, y
recíprocamente. Ella es quien le dice: ''Es tu hijo".
Hay una diferencia tan grande entre las preguntas de
ustedes y la manera en que, como psicoanalista, yo siento la
autenticidad del deseo de hijo en una mujer, que me es difícil
responderles. Nada se puede decir del deseo de la madre antes
de que el niño esté ahí. Sólo después hay que analizar el
resurgimiento de las emociones que esta llegada ocasiona en
ella, en su propio "like'', en su "como" o "no como" mamá. Uste-
des hablan de una persona "cualquiera". Yo no puedo respon-
derles nada referido a una generalidad. Yo no puedo hablar sino
en el interior de esa ciencia nueva de las pulsiones, introducida
por Freud, que es un conocimiento del sujeto y no de un simple
espécimen de la especie.

115
4. PADRES DELINCUENTES. INCESTO

¡
Una madre que "rompía" a su hija - La idea perversa de los ¡
psicólogos sobre la identiñcación - La "mismidad" de ser - Las t
parroquias rusas - "El anillo de compromiso de la maestra" -
La pequeña agorafóbica que se lo pasaba dibujando gallinas - La
hija-mona y el padre paranoico.

X.: ¿Podría usted hablarnos de las dificultades características de


los niños cuyos padres son delincuentes?

F.D .: Conocí niños cuyos padres se habían convertido en


auténticos ladrones para subvenir a las necesidades de su
familia. Los padres habían sido condenados a cinco, seis años de
cárcel. Los problemas del niño no se debían a que su padre
estuviera preso, si lo sabía y conocía la razón. El mayor, por
ejemplo, cumplía la tarea de ayudar a· su padre a vivir, sostenien-
do a los pequeños en su amor a este padre encarcelado. Lo que
altera a los niños y los impulsa a sublevarse es lo no dicho sobre
la ausencia del padre. .
Los juristas, los asistentes sociales afirman que en esta
situación hay que esconder la verdad al niño y no hablarle más
de su padre. Pero es todo lo contrario, pues sólo gracias al amor
que siente por el padre en prisión va a estructurar el niño sus
relaciones con la sociedad. Hay quienes hablan del peligro de
identificación, pero si lo hacen es porque caen en un error de
psicólogos. La identificación es estructurante para el niño hasta
los siete años, e incluso hasta un poco más, en el período de
latencia; si el niño persevera en una identificación alienante con
sus padres, es por no haberlos criticado; en tal caso jamás será él

¡
116 \
\
i
tnisrn<>· La confusión suele deberse a la creencia de que identifi-
carse con el padre, por ejemplo, sería no tener otros deseos para
sí mismo que los que el padre tenía para él. Si para un niño la
quintaesencia de la virtud fuera identificarse de este modo con
sus padres, seguiríamos viviendo en la época de Cro-Magnon.
Ahora· bien, es evidente que los hijos del hombre de Cro-
Magnon hallaron a su padre un tanto "atizador''; descubrieron el
fuego y salieron de las cavernas. Si la humanidad progresó fue
Porque los hijos siempre pensaron que tenían que descubrir otra
cosa que lo que habían hallado sus padres.
Se piensa que los hijos de padres delincuentes tienen que ser
criados de una manera aséptica. Se les dice: "Papá está de viaje",
o: '~stá en el hospital"; o bien se les explica que sus padres se
han divorciado porque no se entendían, siendo que mientras su
marido estaba en la cárcel la madre tomó un compañero, porque
esta mujer debe poder vivir; y esto no está ni bien ni mal. Pero
sobre esta experiencia de vida se construye el niño siempre que
le sea formulada con palabras justas. Lo desestructurante es lo
no dicho. Los padres tienen un efecto estructurante sobre sus
hijos cuando dicen lo que hacen y hacen lo que dicen; y cuando
asumen sus debilidades, si no pueden corregirlas. ·

X.: Quisiera saber qué piensa usted de las colocaciones de niños, ya


sea en centros de acogida o en un lugar exterior a su familia, en
general.

F.D.: No hay uen general". Ciertas colocaciones son benefi-


ciosas, otras son completamente nefastas. Y esto no tiene nada
que ver con la edad del niño. Me parecen muy mal las coloca- Ir¡
ciones para las que ni los padres ni el niño han sido preparados,
de suerte que no pueden considerarlas como el mal menor. 1.
Nunca es la buena solución, pero no es siempre la peor. Me
opongo a las medidas decididas por una instancia exterior a la 1
familia y que no fueron discutidas con ésta en presencia del
niño. Si el niño no expresa un cierto sufrimiento, no veo
por qué
habría que separarlo de su familia con el pretexto de que el .¡1
·medio exterior estima que su madre o su padre no son buenos
padres para él.
He llegado a intervenir en asuntos judiciales referentes a
¡·
padres verdugos de niños a quienes se quería separar de sus
hijos. El amor imaginario de estos padres es inmenso, y el amor,
11
117
I!
Ji1
en apariencia real, del niño por sus padres no lo es menos. Estos
niños sufren terriblemente la separación de su madre, por lo
mismo que casi nunca se les explica el porqué de esta
separación. Se les tiene que explicar: "Cuando vuelves con tu
madre ella te deja con el cuerpo roto; ya son cuatro veces que \
¡
vienes al hospital en esas condiciones; nosotros los doctores i
estarnos hasta la coronilla de reparar niños quebrados. Así que !
'l
irás a una pensión para que tu madre no te deje el cuerpo roto
[un niño de dos años lo comprende muy bien], hasta que
alcances la edad de impedir tú mismo que te lo haga".
Durante treinta y seis años, en mi consultorio de Trousseau,
que llevaba el rótulo de "neuropsiquiátrico" pero que no era ni
lo uno ni lo otro sino psicoanalítico, mi trabajo consistió en
escuchar al niño y a los padres, en verlos comportarse juntos. Vi
así a una madre con sus dos hijos; ella era un verdugo de niños
con el mayor, un chico que vivía en su casa y que el resto del
tiempo estaba bajo la protección de un educador; esta mujer
cambiaba de hombre.constantemente. La chiquilla hospitalizada
que me presentaron con su expediente -según el cual sufría de
fracturas por cuarta vez- había padecido serias lesiones por las
correcciones maternas. La madre suplicaba que le devolvieran la
¡
niña. La consulta tenía lugar en presencia de analistas que '\
'
estaban haciendo su formación en psicoanálisis de niños, obliga-
dos tanto como yo -los padres lo sabían- al secreto profesio-
nal. Tanto los niños como los padres podían optar por ver a otro
psicoanalista que no fuera yo, pero aceptaban la consulta
pública. Ahora bien, todo el mundo pudo observar que esta niña
estaba manifiestamente encariñada con su madre y encantada de
reunirse por fin con ella.
La mamá había traído una menudencia; habló de la ropa que
le había preparado: "Qué bien estaremos en casa. Te haré el flan
que tanto te gusta". Era el parloteo de una chiquilla a la rnuñeca-
hija que ama. Le pedí que imaginara cómo sería el regreso.
"Entrará, le haré su merienda, después ... después... a la hora de
ir a acostarse, la señorita no querrá acostarse. Si la ponen en la
cama la señorita se pondrá a gritar. Mi compañero se disgu~tará
y vendrá a decir: 'No valía la pena traerla de nuevo a casa'. Ya
ves cómo eres, así que te digo que te voy a dar una paliza ...
¡Tienen oue sacármela!" Pero va había ocurrido cuando le
¡ ~

sacaron a la niña. Después, me dijo: "Pues sí, doctora, ¿qué 5e


podría hacer para que todo fuera distinto? -Habría que hacer

118
como su hijo: se lo devolvieron cuando se lo confió a la guarda
de un educador, lo que le permitía ir y venir y hasta escapar de
su casa, por la ventana [por suerte vivían en la planta baja]".
Este chico de ocho años, maravillosamente inteligente, quiso
venir al consultorio con su madre para ver si el juez cedía y le
devolvía a su hermanita, a quien quería mucho. Yo le dije:
"¡Tienes un cabello bien extraño [era rubio de un lado y pelirrojo
del otro]!
-¡Son cosas de mujeres!, me respondió. Es mamá que
prueba sus tinturas conmigo.
-¿Y esto, también es cosa de mujeres? ¿No te lo puedes
sacar [tenía las uñas pintadas de todos los colores]?
-Es que le gusta tanto; ¡como no tiene a mi hermana, algo
tiene que hacer!
-¿Y contigo, no hay más broncas ahora?
-A veces sí, con Ahmed o con Alí [su madre era una
bellísima mujer francesa que vivía con magrebinos sucesivos].
-¿Son buenos?
1,
¡.

-Oh sí, todos los papás son buenos.


-¿Y tu mamá? 1
-Mamá siempre está armando lío."
f
Este niño, muy brillante en sus estudios, había regresado a
su casa a los siete años tras haberle sido retirado a la madre 1 1
como su hermanita. En este caso, por ejemplo, la colocación
había sido necesaria, aunque se omitió explicarle al chico la 1
razón; felizmente, las cosas anduvieron bien. La madre se
abusaba cuando le teñía el pelo y le pintaba las uñas, pero de 11
todos modos él se sentía bien. Y, gracias a su educador en medio
abierto, podía no volver a su casa cuando había gresca. Seguía
yendo a la escuela y viendo a su madre, asumiendo su amor por
ella. Era un niño que tenía mucho valor potencial. En cuanto a su
madre, no era tan mala como pensaban las enfermeras, quienes
no obstante se negaban a creer que era ella la que trataba tan
cruelmente a la chiquilla. Pero a esta niña había que explicarle ia
colocación, decirle que no sería eterna y que el día que pudiera
defender su propio cuerpo podría volver a ver a su madre.
Este es el tipo de educación que tenemos que dar a los niños,
con el objeto de que sepan que son responsables de su propio
cuerpo y que no tienen derecho a dejar que nadie atente contra
su integridad y su salud. Un niño tiene el sentido de esta moral,
a nosotros nos toca saber formulársela. La niña sabía que a su

119
madre la afligía muchísimo pegarle. La madre era incapaz de
educar a su hija en las pequeñas frustraciones del tipo: uLa niña
se acuesta; ahora es la hora de los padres". La pequeña ocupaba
todo el espacio en la homosexualidad arcaica virulenta de la
. madre hacia sus dos hijos. Esta mujer tenía necesidad de hijos
como una chiquilla necesita muñecas. Hacía muchas cosas para
su hija, especialmente vestiditos que traía al hospital; imagina-
riamente amaba muchísimo a su hija pero en la realidad no '¡
¡

soportaba que creciera, y no podía darle una educación tal que el i


deseo de la niña se detuviera a1lí donde el deseo de los adultos
debiera satisfacerse. Esta mujer formaba con su compañero una \
!
pareja simplona a nivel de las pulsiones; ella era violenta, él no,
pero estaba harto de que la gendarmería se ocupara todo el
tiempo de los niños. Pero como él no era el padre, se pensaba ¡
que el que los maltrataba era él. \
Respondiendo a su pregunta, le digo que la colocación es
beneficiosa con tal que se explique al niño que su madre es como
es: él la eligió para nacer. Al cabo de cierto tiempo, cuando se
hacen responsables de sí mismos, los hijos siempre encuentran la 1
\
manera de arreglárselas con su madre: la defienden, al mismo '
tiempo que defienden su propia vida en relación con ella. Para
esto necesitan la ayuda lateral de alguien que los deje hablar de
sus problemas y que les hable de ellos. Pero yo me opongo a esa
modalidad de colocación en que se retira al niño a su madre
como si fuera un objeto con el pretexto de que en ese momento
preciso es nociva para él: no lo fue siempre, de lo contrario él no
habría nacido como un ser viable; es una madre genitora que
trajo este niño al mundo, que lo amamantó hasta cierta época; no
es ni mala ni buena, en este momento ya no sabe cómo criar a su
hijo. La colocación es beneficiosa si el niño comprende que la
sociedad tiene deberes a su respecto y que él tiene para con la
sociedad el deber de protegerse de algo que lo haría morir antes
de tiempo. Hay que tomar en cuenta el riesgo de muerte física,
pero también de una muerte psíquica, moral, intelectual, en la
decisión de una colocación. Es perfectamente posible ayudar a
un niño por mediación de la palabra: a breve plazo será
doloroso, pero a largo plazo será mucho mejor para él. El niño
nunca es demasiado pequeño para que se le diga la verdad. Las
palabras permanecen siempre en su memoria inconsciente,
dando fe del respeto por su persona. Pero jamás debería decirse
a un niño que no volverá a ver a sus padres, que éstos están
despojados de sus derechos. Es una locura de la sociedad actuar
así. Ignoro si en vuestro país también existe el procedimiento de
caducidad de los derechos parentales..En Francia se recurre a él
cada vez menos, pues produce espantosos efectos de culpabi-
Uzación en la segunda generación. Y, en la tercera generación, los
nietos pagarán con una psicosis el precio de la caducidad legal
de un abuelo o una abuela. Hay que ver los problemas a largo
plazo. Y, por lo tanto, reconocer a los padres ineptos su dignidad
de padres genéticos. Si los niños no quieren verlos, tienen ¡
derecho a ello; pero no es la sociedad la que tiene que declarar a 1

los padres: "Nunca volverán a ver a su hijo, ya no tienen


derechos sobre él". Las soluciones a estos problemas nunca hay
que tomarlas sino a corto plazo, y deben ser sostenidas con
:·¡-ª
1; .' •:• '
flexibilidad, sin que se instale una separación definitiva entre un
niño y su familia, lo que no tiene más efecto que el de reforzar en
él la idealización del padre del que ha sido separado. Una vez
adulto tendrá miedo de engendrar o se avergonzará de no
albergar referentes dignos.

X.: Habló usted de los abusos físicos, pero también existen abusos
psicológicos. Ciertos niños son colocados y después vuelven a su casa y
así sucesivamente, en un ir y venir tal que a los quince años habrán
conocido catorce hogares. Frente -a una situación como ésa, ¿cómo
pueden identificarse con aquellos que podríamos llamar sus padres
psicológicos, si por otra parte 1w quieren ser despojados de las imágenes
idealizadas de sus verdaderos padres?

F.D.: Usted se está refiriendo a padres que deciden ellos


mismos colocar a sus hijos. Es el fenómeno de "hasta la coroni-
lla" de los padres; pero, no bien el niño se ha marchado, el
progenitor idealiza a su hijo e inversamente el hijo idealiza al
progenitor. Yo milito en favor de que se le hable al niño y se lo
ayude a encontrar él mismo su solución, dentro de la ley, a fin de
que se haga cargo de sí mismo; para que se suscite en él el deseo
de construirse según la ley, sin iqentificarse por ello con quien
fuere. ¿Qué sentido tiene que un niño tome cada día modelos
sucesivos? ¿Que un varón, después del Edipo, se identifique con
el progenitor sustitutivo en cuya casa vive? Hasta el final de su
vida será un camaleón, sin saber quién es. Hacer de camaleón en
función de las situaciones no es en absoluto del orden de la
identificación, es mimetismo. Usted está hablando de una

121
comprensión libresca, psicológica de la identificación. Mientras
que la identificación es un proceso dialéctico, estructurante, que
permite a un sujeto asumir su deseo dentro de la ley que rige a
los humanos, tanto a su padre como a los demás. El Edipo es el
punto crucial de ese proceso, ya que el sujeto llega hasta a desear
tener relaciones sexuales con su madre, como las que el padre
tiene con ella. Ahora bien, esto haría del niño un animal en lugar
de un ser humano. Su padre no se casó con su propia madre (la
abuela paterna del niño). De pronto éste comprende que su
deseo de actuar como papá y acostarse con mamá es una ilusión, '
·l

una equivocación. Pues él se halla dentro de la misma ley que su 1


l
t
padre, y no es una cuestión de edad; se halla en la prohibición !
l
del incesto. Lo que se inculca a un niño es la ley, no la manera de
vivir en relación con esa ley. Hay muchísimas maneras de vivir
dentro de la ley; a él le toca descubrir aquella en la que se sentirá 1
t
¡
más libre. Introyectar la ley de no matar, de no perjudicar al
prójimo, de no dañar el propio cuerpo conscientemente, de no
vivir como un parásito o en forma regresiva con respecto a su
edad, esto es lo que promueve la educación, que de ninguna
manera. implica la identifiéación con alguien. Pero los padres
que demandan a un hijo: "Haz esto para complacerme" son
1
perversos. Si un niño vi ve para complacer a sus padres·más allá \
de los siete años, hay perversión. Quien está ahí para complacer ¡

al padre es la madre, y el padre para complacer a la madre, no él. \¡


Lo que quisiera que comprendan es que la estabilidad es, ~

't
para estos niños-pelotas de ping-pong, mucho más simbólica
que corporal. Se puede paliar el riesgo de que se transformen en
arlequines restituyéndoles la seguridad que tienen dentro de su
yo, que les viene de su historia. El narcisismo es una
"mismidad" de ser, reconocida en el espacio y el tiempo. De este
modo, un niño puede tener destellos de recuerdos -en sus
sueños- de los lugares por los que pasó, pero no están enlaza-
dos con su vida consciente. Si no se le cuenta su historia, le falta
poder reencontrar su continuidad. Inscriptos en una sucesión y
un orden temporales, sus recuerdos cobrarán sentido para él.
Diré, con riesgo de que caiga mal: puesto que un niño ha
sobrevivido físicamente, se lo puede ayudar a vivir en su
psiquismo a través de los lazos simbólicos e imaginarios ·que
puede crear hablando con un psicoterapeuta. Este nada puede
cambiar en los hechos sucedidos, pero permite al niño
reordenarlos en su historia, por medio de la palabra. Restituirle \

122

su historia es devolverle su identidad, librándolo de tod
identi'f'1cac10nes
· ·
sucesivas d e cama1eon.
· as sus

X.: ¿Es el juez. el que debe decidir si uno de los padres es más
idóneo para hacerse cargo de un niño, en caso de separación o de
divorcio?

F.D.: Esto le tocaría más bien a una comisión asesora del


juez. La noción de "padre más idóneo para atender al niño" no
es intangible; más allá de los ocho años, el que tiene que atender-
se es el propio niño. Cuando hay divorcio hace una regresión,
para quedar como hijo de un adulto soltero; menos regresión 1
hace si el padre con el que va a vivir se une a una nueva
persona. A priori y en general, a partir de los cinco años un chico 1
debería vivir con su padre, y una chica con su madre. Es la edad 1 Ít.

en que un hijo varón sufrirá, sin neurosis, la separación de su


madre, y en cambio sufrirá la separación de su padre y se hará
neurótico. Por el contrario, si un hijo varón vive con su madre 1
sin que ella tenga un compañero, no tendrá la posibiiidad de 1'
desarrollarse en un devenir de.varón, es decir que no será castra-
1
do del placer de permanecer en una relación dual con su madre. ¡
Es interesante saber cómo se resolvían estos problemas en la !

Rusia anterior a la revolución, cuando quienes administraban el


1
estado civil eran los ministros del culto. Cuando había separa- 1

ción de los padres, una jurisdicción preveía a priori que los niños ¡
1
debían quedarse con un matrimonio de la familia materna que 1

tolerara bien las visitas del padre; pero nunca eran confiados a la
i
exclusiva guarda de la madre. Para un varón de más de siete 1
¡
años, se elegía un matrimonio de su familia paterna que ya 1
1

hubiese criado un chico de su edad, para evitarle una regresión.


En cualquier caso, nunca se lo confiaba a una pareja estéril. Al ¡
mismo tiempo, si el niño tenía una hermana quedaba separado
de ella. Una niña de siete años podía volver a vivir con su madre
si ésta se había vuelto a casar y el matrimonio parecía estable; el
¡:
!
hijo podía volver a casa de su padre bajo las mismas ¡ ~
condiciones. Si uno de estos recién casados no quería convivir ¡·~
con hijos de un primer matrimonio, él (o ella) lo hacía saber y 1.
todo el consejo de la parroquia discutía el asunto. La base estaba f.·.
en el código de la comunidad. A una niña, por ejemplo, se le
decía: "Quieres ir a casa de esa tía; pero ella no tiene hijos;. si
vives con una mujer que no tiene hombre, nunca aprenderás a 1
1•

123 1
1~
ser la mujer de un hombre". Pues la que podía enseñar a vivir no
era necesariamente una persona de la familia. Todo esto. me lo
contó mi marido, que era ruso.
Para un hijo varón es terrible ser el objeto primero de la
ocupación de su madre y contar más para ella que su cónyuge.
Una mujer que teme que su segundo marido no se ocupe de su
hijo varón, dirá que es porque no es su padre. "Llévelo entonces
con la familia de su padre. - ¡Pero soy su madre! -Sí, pero
usted no quiere que lo críen como un varón y que un hombre
cobre autoridad sobre él." De lo contrario se sostiene la idea
perversa de los psicólogos sobre la educación: que para ser viril
bastaría con ejercer sobre uno mismo -para autogobernarse-
la autoridad de una madre, de una mujer. Pues el niño interio-
riza entonces una conciencia de mujer que cobra autoridad sobre \
el hombre como sobre él mismo, sin dar el ejemplo del respeto
por la autoridad de un hombre al que ama. Así pues, el niño no \
tendrá más que una virilidad femenina. Este es el efecto de la
neurosis obsesiva, muy frecuente, de las mujeres que quieren
tener poder sobre las cosas, sobre objetos internos exterioriza-
dos, como los excrementos en que para ellas se han convertido
sus hijos. Con su hombre son frígidas. Son marimachos· que
1l
emasculan a su hijo varón y castran de su femineidad a su hija
mujer. Se jactan más de ser madres que mujeres, lo que es
\
singular, pues los hombres no se jactan de ser más trabajadores \i
que amantes.
l
Esto es cuanto puedo decirles sobre este punto, como \
psicoanalista que ha visto a qué desastre se conduce a los niños
que viven su Edipo de manera perversa, sin ser castrados jamás
por el padre, y esto a instigación de la madre.

X.: En estos casos, ¿cómo vuelve a reunirse la fratría? Hay mucha


dificultad para separar a los hennanos de las hermar'°-B; pero si, como
usted dice, se deja al varón vivir en casa del padre, ¿cómo se reunirán
después los hermanos y las hermanas? ¿Podrán hacerlo?

F.D.: También aquí es una cuestión de edad. Cuando son


pequeños, se justifica no separar a los hermanos de las 1
hermanas; pero df •ués, la pequeña de cinco años sufrirá de que \ 1

la separen de su hermano de siete años; entonces hay que


explicarle que su hermano es ahora demasiado grande para
\
\
\
124
\
\
permanecer con ella y que debe estar con los varones para seguir
f
educándose, pero que ella podrá verlo; no es bueno, por
supuesto, impedir verse a los niños, pero ellos no necesitan vivir
1
\
constantemente juntos, en el mismo lugar. Más aun cuando, \
\
como usted sabe, si viven como una parejita, se verán retrasados
en la integración de la prohibición del incesto entre hermano y
hermana, prohibición cuya función es muy importante. Antes de
l,¡' - .
t
~
ser psicoanalista yo ignoraba cuán frecuente es la esterilización 1:
f
.
P..

psíquica de los niños, impidiendo la sublimación de las


pulsiones orales y anales, es decir el tomar y el hacer, que resulta
no de juegos sexuales juntos sino de coitos.
1
Cierta vez una niña me dijo que tenía coitos con su hermano;
le pregunté si él sabía que no debía hacerlo y me contestó que
no; entonces le dije que le hablara de eso; después me comunicó
que su hermano había enrojecido y que, refiriéndose a nú, dijo:
"¡Me hará meter en la cárcel!" O sea que él sabía; y tenía doce
años. La niña no sabía leer ni escribir, había llegado al hospital
enviada por un juez y un abogado convencidos de que era ella la
que había robado el anillo de compromiso de su maestra. Así
comenzó la historia.
La directora de la escuela me explicó que la maestra había
mostrado a los niños su anillo de compromiso y que después del
recreo el anillo desapareció del cajón; como esta niña se apodera-
ba de las gomas y los lápices que siempre estaba necesitando
agarrar, pensaron que había sido ella; su desempeño escolar no
era satisfactorio, permanecía en el aula sin aprender nada.
Como no se debe repetir nada de lo que se dice en el consul-
torio del psicoanalista, me limité a declarar a la directora que me
sorprendía muchísimo que una maestra mostrara su anillo de
compromiso a los alumnos y lo hiciese circular entre ellos, como
para tentarlos, para finalmente meterlo en un cajón en vez de
ponérselo; era una provocación por parte de la maestra. Escribí
una nota a la directora con el fin de que esta historia sirviera de
lección a la maestra que había exhibido tanto su riqueza como el
amor de su novio por ella, representado por un anillo. Pues ante
el suceso ella había pedido a los padres una parte de la suma
que había costado el anillo, digamos 3500 francos.
Vi varias veces a la niña. Un día me dijo que al salir de la
escuela tiró el anillo a la alcantarilla: "Has hecho bien, pues si lo
hubieras conservado te habría quemado las manos. -Sí, me
quemaba." Este anillo era el representante del amor incestuoso

125
que la niña había proyectado sobre la maestra. Como es lógico,
nunca hablé de esto con nadie.
Ahora bien, la niña no tenía ningún amiguito y una vez
li
abordé con ella esta cuestión. Me respondió:
"¡La que armaría mi hermano si yo tuviera un amiguito!
Una vez me dijo: Pfe vi salir de la escuela con Fulano. Pues bien,
nena, si lo vuelves a hacer no vendrás más a mi cama.'
-¿Por qué? ¿Acaso vas a la cama de tu hermano?
-Tengo que hacerlo.
-¿Por qué 'tengo'?
'i
t
\•
i
t
-Porque quiere mamá. Porque los miércoles papá y mamá
van al cine y mamá le dice a mi hermano: 'Lleva a tu hermana a
tu cama, no quiero que tenga miedo de estar sola' [cuando los
padres volvían del cine, los niños, muy contentos, simulaban
dormir. Así que eran muy conscientes de lo que hacían]. En la
1
cama somos marido y mujer.
-¿Qué quieres decir? 1
-Hacemos eso. \
¡
-Muéstrame con el modelado."
Y ella hace una representación de la penetración.
"Cómo se llama eso?
-Es su cosita, pero yo no sé dónde la mete.
\\
-¿Se lo preguntaste? 1

-El me dijo: 'En tu culo.' t


-Dile a tu hermano que eso lo hacen los perros, no los niños 1
[fue a raíz de esto que él le habló de su miedo de ir a la cárcel]. 1
El sabía, pero tú no. Ahora sabes y le dirás: 'Se acabó, a eso no 1
jugamos más. Eramos unas criaturas, no sabíamos. Ahora \
sabemos.' " i1
La madre, que acompañaba a su hija a las sesiones, un día \
pide hablar conmigo. Le contesto que no, el tratamiento estaba !
iniciado ... "Entonces se lo diré delante de mi hija; le quería decir .¡'
1
i
lo contenta que estoy; ¿ella no se lo dijo? ¿Por qué no se lo dijiste t
t
a la señora? Está aprendiendo a escribir, sabe leer." La niña no ¡
me había hablado de eso y, por lo demás, no tenía por qué 1
1
decírmelo. En tres semanas esta niña había liberado grandes
posibilidades orales de absorber los conocimientos simbólicos;
se desarrolió después con gran rapidez.
En cuanto al hermano,· un día la madre viene a decirme:
"Nos llevamos una hermosa sorpresa con nuestro hijo. El año \1
pasado el maestro nos aconsejó limitar sus estudios porque el

126
1

1
niño había llegado al máximo de sus posibilidades. y despué d
Semana Santa, el director me llamó para decirme que se ha~í;
equivocado: mi hijo había arrancado, y hubiera sido una lástima
que parara en el breve término que habían decidido para él". \
\
_En esta familia, de la que después tuve noticias, todo se puso l.
l
en su lugar a partir de la prohibición, no de juegos sexuales, sino ~¡
de la realización de un coito incestuoso. No sospechamos hasta 'L
~

qué punto es cosa frecuente, más aun cuando ya no se formula la i


'.t¡
prohibición del incesto entre hermanos y hermanas. Esto sucedía
en 1947, yo trabajaba desde hacía dittz años y todavía no me f
había encontrado nunca una situación tan clara de este tipo. Se
sigue criando a los niños como cachorros, sin darse cuenta de si
conocen o no la prohibición del incesto. Desde luego, una
hermana puede dormir en la misma cama con su hermano, a
condición de que conozca la prohibición. Dormir no es realizar el
coito. Este niño era prepúber, su hermana tenía ocho años y las
cosas habían llegado a donde habían llegado. Lo que me
sorprendió fue que ella no tuviera compañeros: "¡La que se
armaría, si tuviera un amiguito!" ...
Cuando los padres se han separado y los niños permanecen
juntos, como arden en deseos de alzarse contra las nuevas
parejas, los hijos se cQnfabulan en una intimidad exclusiva que
puede bastar para prolongar una relación donde la hermana es
para su hermano el representante de la madre, y donde el
hermano es para la hermana el representante del padre. Se hacen
entonces amigos inseparables, lo cual es peligroso en la
prepubertad. Así se explica que no separar a los hijos a partir de
determinada edad pueda contribuir a mantenerlos en una
relación afectiva infantil en que el cuerpo, con sus exigencias,
hace de ellos seres ambiguos, carentes de cualquier relación
fuera de la fratría.
Pues para una niña, la liquidación del Edipo se enuncia del
siguiente modo: "Tu padre y tus hermanos te están impedidos
para el cuerpo a cuerpo de la relación sexual, no podrás casarte
con ellos ni tener hijos con ellos; pero puedes probar suerte con
todos los otros que te gusten". Y, para un niño: "Tu madre te está
prohibida, tus hermanas también, pero si otra niña te gusta, ·
¡prueba!" Esto es lo que permite a los niños vivir en sociedad y
los impulsa a buscarse amigos.
Conocen ustedes esas historias donde los niños se quitan
entre sí al mejor amigo: primero son tres, después dos, después

127
f

se vuelve una situación triangular y después reaparece la


situación dual, en esa fase de latencia en que se repiten estas
í
!.
i
relaciones con el yo auxiliar del mismo sexo; en el fantasma la l
niña se representa con otra niña y un varón; de igual modo, el
varón se imagina en compañía de otro varón y de una niña.
Cierta vez escuché un excelente programa de radio: un psicólogo
ll
había hecho una encuesta en una escuela y un chico de siete
años contaba que cuando a uno le gusta una nena, no hay que
decírselo al amigo porque, si no, éste empieza a ocuparse de ella.
1
Las chicas decían: "Si un 'compañero anda mal, se lo ayuda; si un
noviecito anda mal, se lo pincha, se lo hace rabiar. Cuando \
estamos tristes, a un compañero se lo mostramos; a un novio no,
de lo contrario irá con otra".
\
i
Estos pequeños hablaban maravillosamente del amor, en esa
época de la búsqueda, cuando hay que aferrarse a lo mejor de su
narcisismo, sin lo cual se va a encontrar no un enamorado sino
un compañero; las niñas, cuando se sienten enamoradas, se \t
muestran sádicas; los varones serían más bien como aquel de l
¡
siete años que pensaba que nunca más amaría como 'había l
l
amado en el jardín de infantes: había estado a punto de morir de \ ¡
amor, decía.
Cuando un adolescente estuvo ya enamorado, comprende \
muy bien todas las historias de pareja. Una situación grave, por t¡
ejemplo, es la de una adolescente que sale el domingo con su ¡
padre, que no tiene pareja. Pienso en un caso de este tipo que 1¡
acabó en suicidio; el de una chica que sufría porque en los
restaurantes la tomaban por la amante de su padre. Quizá la
actitud ambigua de su padre a su respecto era en ella un fantas-
ma; quizás era una realidad; pero según las costumbres france- \
sas, que ponen el mundo patas arriba, un padre que saca a sus l
hijas sin su concubina es más meritorio que el que lo hace con
ella. Hubiese sido preferible que la niña volviera a la casa
contando que había salido con su padre y una mujer, aun a
riesgo de que la madre reaccionara diciendo: "iQué dices! ¡Te
.1
sacó con su ramera! ¿Qué clase de padre es? ¡Se lo voy a decir a
mi abogado!"
¡Como si, por otra parte, la diferencia de edad entre un
t
padre y su hija pudiera ser una coartada! ¡
1

Vi en Trousseau una niñita que tenía, decían, fobia a la


escuela. Una agorafobia: no podía salir. Pregunté: "¿Y qué hace

128
todo el día, en la casa?-Llena sus cuadernos de dibujos". Dije a
la niña que me trajera sus dibujos, cosa que hizo.
Miro entonces sus cuadernos cuadriculados: en cada página
,¡--.- veo una gallina colorada o una gallina negra, abarcando toda la

página. La pequeña se ocupaba de eso el día entero. Le pregunto
por qué tantas gallinas y ella me responde, muy seria, bajando la ;1
vista: ''Porque nunca vi a la gallina"' de papá. (Risas.) Mamá la ve
\f
por la ventana, pero yo corro a la ventana y no alcanzo a verla.
Quiero quedarme en casa porque parL-ce que ella está todo el
tiempo en la calle. Y cuando le pregunto a mamá dónde está, me
contesta: 'No pienses en eso, no es cosa tuya' ". Esta niña no
quería ir a la escuela porque creía que la "gallina de papá" era
un gallináceo. Tenía siete años.
Esto demuestra la importancia de los significantes para los
niños, así como para los adolescentes que han conservado un
vocabulario infantil, que no comprenden que el divorcio está
enlazado con una cuestión sexual; pues no quieren comprender-
lo. A veces se sienten culpables de la separación de sus padres
porque aún tienen sentimientos edípicos con respecto a su
madre; cuando en realidad son sentimientos narcisistas
homosexuales que pasan por heterosexuales. El padre se ha ido,
¡buen viaje! Están contentos con mamá. Para ellos es una
situación muy perjudicial si el juez no les habla de la realidad
del divorcio, si no les explica que desde ahora deben hacerse
dueños de su vida sin pasar a ser el galán o la sirvienta de su
madre. Sería preferible que fueran a una institución, a una edad
en que ya no tienen que quedar apresados en una situación dual.
"Salir", los adolescentes no hablan de otra cosa; mientras
que el que sale es el padre quien, desempeñando el rol de su
hijo, mina en éste el deseo de saiir. Lo que el padre hace es
revivir a través de su hijo o de su hija historias de adolescencia.
Teme ser incestuoso y entonces deja a la familia; o bien está
celoso de su hijo adolescente, a quien la madre da siempre la
razón y que parece ser la persona más importante de la casa. Es,
aunque con rasgos más violentos, lo que sucede cuando un niño
de siete años imprime su sello en la pareja de sus padres. La
adolescencia es una especie de Edipo generalizado.

• Poule, gallina, en lenguaje popular significa zorra, ramera. [T.]

129
X.: ¿Podría usted hablarnos de este problema del incesto e
indicarnos especialmente si en este caso hay que efectuar una terapia
común al niño y al progenitor o bien terapias distintas?

F.D.: Le responderé a priori que el niño tendría que saber


que el incesto es un delito. Todos los niños en edad de ir a la
escuela deberían ser informados. Si hablamos del incesto padre-
hija, que es "contra cultura" pero no contra natura, ya que a
causa de su pasividad en el acto sexual la hija considera al padre
corno el amo, la cuestión es saber si la hija está o no al corriente
de la ley; si conoce la ley, entonces es ella la que permite a su
padre, en un momento en que éste deja de serlo, sustraerse a la
ley, en vez de ser ella la que se sustrae a él.
En Trousseau. a través de los modelados de una muchacha,
comprendí de qué modo se encontró reducida al estado de
mona: modelaba únicamente monas, caracterizadas por sus
larguísimos brazos, puestas en cuatro patas y mostrando su
trasero.
Esta muchacha tenía el rostro triste, de expresión concentra-
da. Era manifiesto que su comportamiento había sido reciente-
mente inhibido. Le pregunté si su padre sabía que con su hija no
tenía derecho a hacer eso y me respondió que él le había dicho
que ella no era su hija. Le pregunté si había hablado de esto con
su madre; ésta no contestó más que: "¡Ese mentiroso!" Su padre
vivía con su madre desde el año siguiente al nacimiento, y nadie
podía saber si era o no el genitor. Un día, la muchacha me
declaró: "Mi padre me dijo que lo hacía conmigo porque si lo
hacía con mi hermanita esto le haría muy mal".
Cuando se marchó de su casa, lo mismo le sucedió a su
hermana de trece años, en la semana de su primera menstrua-
ción.
1
l>
La madre había perdido a sus padres de muy pequeña y la .t
crió una madrina homosexual que vivía en pareja con una mujer. !
1
t
Las dos mujeres la habían adoptado, por decirlo así. Nunca se
había percatado de que formaban pareja. Después de ponerla en \!
un hogar se apresuraron a casarla, por intermedio de la !
t
;
parroquia, con este hombre completamente desequilibrado,
trastornado. Este padre violaba a la hija mayor con la bendición
de la madre: todas las tardes se encerraba dos horas con ella.
Tiempo después, ella se casó. El padre siguió pasando períodos
en el hospital: entraba, salía. La madre no quería saber nada de

130
estas relaciones incestuosas. Cuando él volvía a su casa, adrede
tiraba al suelo el arroz, el café, para obligar a su mujer a limpiar.
Vaciaba todos los cajones de la casa. Pregunté a la madre si ella
sabía lo que pasaba y me contestó: "¡Yo protejo a la más chica!
-Pero su hija mayor, ¿es de este hombre? -No lo sé". Y me
contó que cuando se casó con este hombre estaba encinta sin
saber de quién. Ese era el drama que no fue dicho a la niña.
La más pequeña se dejó castigar y pegar por su padre, quien
la trataba con crueldad desde hacía largo tiempo, hasta el día en
que, habiendo llegado a la pubertad, actuó sobre ella corno
macho en celo. El era el padre de la segunda hija y de un varón.
Este chico llegó una vez a Trousseau y le dijo a la enfermera:
''No quiero seguir en mi casa. Es un infierno, ya no puedo
trabajar en clase; y si no dejo la casa, la semana que viene me
suicido".
La enfermera me avisa, hago venir a la madre y telefoneo al
padre, sin hablarle del incesto, por supuesto, y le digo que su
hijo pedía entrar en pensión:
"No pagaré nada, me responde.
-¿Y si entra en pensión sin que usted pague nada?
-Mi hijo me importa un bledo.
-¿Qué es lo que le interesa en su casa?
-Mi mujer. Quiero jorobarla."
Era un padre paranoico. Sin embargo, poco a poco salieron
de dificultades. La hija escapó y fue a pedir socorro a una
madrina (nunca llené un papel para la policía, ¡por suerte!).
Posteriormente me escribió pidiéndome la dirección de algún
terapeuta, informándome que su hermano había terminado el
bachillerato y pedía emanciparse. Se arreglaron sin que intervi-
niésemos. Pues es terrible que la sociedad se entrometa en los
incestos entre hija y padre. ¿Cómo hacer para evitarlos? Es muy
difícil, pues se ignora el alcance a largo plazo de lo que se
realiza; sin embargo, si se sostiene a la hija en la actitud de
hacerse cargo de sí misma para salir adelante, la ayudarnos de
verdad; pero nada podrá componerse si ponemos a la policía en
medio, con exámenes y verificaciones en el cuerpo de la hija
para saber si es "verdad". En cambio, lo que es verdad es que ya
no hay padre ni hija, sino una hembra desamparada, o cobijada,
con un hombre en celo sobre ella, sobre su hija: (simbólica en este
caso, pues la había reconocido). ¿Cómo quieren ustedes que los
niños se defiendan a tiempo si la prohibición no se formula? Más

131
aun cuando entra en juego la connivencia de u~ madre que -i1
quiere conservar a su hombre en el hogar a causa del salario. J.
~
t
t
~
X.: ¿Quiere decir usted que habría que hablar de esta prohibición
en clase, como una infonnación?
'!
¡
1

F.D.: En efecto: en el jardín, en el preescolar y en los cursos


primarios; de suerte que si el incesto se produce, el niño es 1
¡

cómplice de él, lo habrá provocado. Pues en nueve casos sobre


diez basta con decir a la chiquilla: "Dile a tu padre que él es tu
papá y que no puede jugar a ser tu marido". No hay que mezclar \
a la madre en el asunto; es una historia entre esta hija mujer y su
padre; se trata del problema de la castración del uno y del otro. t.'
¡
'
1
X.: ¿Es correcto oponer el parentesco psicológico al parentesco
biológico? Lo que los niños adoptados saben o deben saber según usted,
en la mayoría de los casos, es: "No es mi verdadera madre pero es mi
l
1

madre". f
¡

'
r
¡,
F.D.: "Es mi madre tutelar, desde que yo tenía dos años". Es
una verdadera madre, desde el punto de vista de la responsabili-
t
1
dad de la tutela, pero no es la madre que él había elegido para ~

nacer._

\
X.: ¡Tengo la impresión de estar oyendo a Sartre! ¡El niño no eligió ¡
nada! l
l'
¡
F.D.: ¡Sí que eligió, pues día tras día sobrevivió! Cuando un f

. l

niño no tiene con qué sobrevivir con su madre biológica, entra 1


en una desvitalización biológica. Cuando no hay con qué vivir '
afectivamente, se produce una desvitalización afectiva o intelec-
tual. Si el niño renovó día tras día su deseo de vivir y "obró con
él", es porque tenía con qué. Si una madre biológica se interesa
de repente por su hijo, tal vez es que se siente capaz de criar a un
niño de más de cinco años, mientras que no podía ocuparse de ¡
f 1

un niño de menos de cinco años. ¿Por qué no? Ciertas madres no


pueden criar niños de tal edad a tal edad.
En cambio, si una madre no crió a su hijo y no lo conoce; es

132
--·-

muy diferente. Si de repente gana la Lotería nacional o quiere


recuperar a su hijo para cobrar los subsidios familiares, se le
puede decir que por el momento tiene que esperar; si su deseo es
auténtico, evidentemente. De lo contrario, no durará más que el
tiempo de una llamarada imaginaria.

133
.
5. DESEO Y REPETICION

"Mis pequef\os paáres" - El niño criollo que creía tener tres


madres - La mujer que tuvo cinco abortos sucesivos en el tercer
mes - El dibujo del primer rostro de la vida - "El útero de
papá" - La columna vertebral, falismo de la nif\a.

P.: .Quisiera presentarle. el caso de una muchacha de diecinueve


años, Deborah, bella, deportiva, que vive en conflicto abierto con su
madre adoptiva, la cual estuvo ya encinta sin haber dado a luz nunca.
En efecto, Deborah fue adoptada por una mujer cuyos tres embarazos
habían acabado en abortos espontáneos. Dos años después adoptó un
niño muy tranquilo, muy sumiso, al que Deborah no quiere mucho.
Deborah es muy activa, incluso impulsiva, de carácter independiente;
hada ya mucho tiempo que deseaba emanciparse de su madre; sus
altercados son frecuentes y a los dieciocho años se marcha. Se va a vivir
con su amigo y a veces pasa los fines de semana en casa de los padres de
éste. En ocasiones olvida llevar sus pz1doras. Con doce semanas de
embarazo Deborah pide, hecha polvo, un aborto, cuando quisiera actuar
mejor que su madre biológica conservando al niño en vez de darlo en
adopción. Pero el hecho es que su embarazo resultó de una contracon-
cepción fallida y el vínculo con el muchacho de diecinueve años con
quien vive es muy aleatorio. Este embarazo reivindicatorio se produjo
demasiado pronto. Ella y su amigo deciden no interrumpirlo; piden el
sostén de las dos familias. La madre adoptiva de Deborah le hace
entender claramente que no hay caso, que tiene que abortar. Ella no le
brindará ninguna ayuda, ni ahora ni después. Inteligente y sensata,
Deborah sabe que su embarazo no tiene nada que ver con una supuesta
venganza y, cediendo a las exigencias de su madre adoptiva, pide
hacerse un aborto. Ahora bien, la ecografía muestra que ha concebido

134
--------

trillizos. Conmovida, desbordada por aquello t!e lo que se ve capaz,


Deborah decide interrumpir todos los preparativos. "Un asesinato
quizá sería aceptable, pero tres de una vez no puedo." Regresa a su
casa.
Entre tanto su madre adoptiva, que había sufrido tres abortos
espontáneos, enterada de que la muchacha esperaba trillizos, le reveló,
sin odio ni cólera pero con intuición y oportunidad, que su madre
natural tenía sólo catorce años cuando la trajo al mundo. Al parecer, en
ese momento Deborah comprendió muchas cosas; cesando de dirigir
reproches a su madre biológica, renunciando a su venganza, consiente
finalmente el aborto, pues era impensable que pudiese hacerse cargo de
trillizos, cualesquiera que fuesen las subvenciones del Estado.
¡Cuántas fuerzas puestas en juego para desembocar en el fracaso de
la contraconcepción! ¿Habrá pensado ella, como yo, que si los aconte-
cimientos producidos veinte años antes hubiesen tenido lugar hoy, su
madre natural habría pedido un aborto -que sin duda le hubieran
concedido-? Nada me dijo de esto, pero abandonó el hospital
diciéndome que las relaciones con su compañero terminarían probable-
mente de aquí a un año.

F.D.: Se trata de un fenómeno de repetición. Dicho de otra


manera, ¿cómo se explica que la comunicación entre madre e
hijo sea tanto más estrecha cuanto que es el . cuerpo el que la
expresa, cuando no hubo simbolización entre las dos personas?
Es interesante observar que Deborah quería mostrar a su
madre biológica que podía hacer las cosas mejor que ella. Pero al
enterarse de que ésta era sólo una chiquilla de catorce años, ya
no necesitó brindarse esa prueba. Desde el momento en que la
joven adolescente, e incluso .la niñita de siete-ocho años, puede
decir: "Mami, maI_ni pequeñita", pasa a igualarse a su madre y
se muestra hasta maternal con ésta; por lo tanto ya no necesita
vengarse; y esto puede suceder aun antes: en cuanto el hijo se
entera de lo que son la filiación y la genética por la unión sexual
de sus padres. Al comprender que él es la pequeña semillita,
fruto de la unión de sus dos progenitores, dice: "Mami, mami
pequeñita" y "Papi, papi pequeñito"; entonces todos los
síntomas de lucha agresiva, de negación, se esfuman en él.
Porque el sujeto se ha hecho cargo de sí mismo y se encuentra en
situación de igualdad con sus padres que ya no se le aparecen
como unos monstruos superiores contra los cuales necesita
luchar. Este caso es una prueba más.

135
El Día de los Muertos, durante la pasada guerra, alumnos de
liceo fueron a la tumba del Soldado Desconocido llevando dos
cañas de pescar"', fueron condenados a muerte. Pues con este
juego de palabras mimado manifestaban ser partidarios de De
Gaulle. Fueron los primeros fusilados de París, y tenían de
catorce a dieciséis años. Sin embargo los alemanes aún no habían
comenzado a diezmar al pueblo francés con un procedimiento
consistente en fusilar diez rehenes por cada soldado alemán
muerto y cuyo ejecutor no fuera denunciado. Llegó a mis
t
manos el facsímil de las cartas que estos jóvenes habían dejado a ..
'
l
sus padres, y eran cartas escritas por gentiles adultos y dirigidas l
1
a pequeñines. Cada cual había escrito más o menos lo siguiente: 1
11
Queridos padres, pueden estar muy orgullosos de mí. Soy muy !
feliz en anunciarles que seré fusilado en nombre de Francia. No .;

i
tienen que abatirse. Ustedes son mis queridísimos pequeños, mis
padrecitos queridos. Pido a tío Fulano y a vuestros amigos tal y
t
cual que cuiden de ustedes. No sufran por mí". Ante las respon-
sabilidades que asumían, estaban alboroz.ados; se había produci-
do un vuelco. Incluso uno firmó dibujando su retrato y al pie 1t
una caña y un pececito. ·
Esto me recuerda el caso de un niño criollo.... al que conocí.
Era hijo de un cirujano y de una estudiante de medicina. La
1
guerra se deciaró durante las vacaciones y los padres estaban en l
í
Francia, mientras que el pequeño se hallaba con su familia de
Martinica, donde todos debían reunirse. Ahora bien, el padre es
movilizado y la madre, interna, queda sola en París. La
l
í
separación desune a la pareja; cuando este cirujano vuelve de la
guerra, conoce a otra mujer. Deja entonces a su primera esposa
sin odio y en términos amistosos. El niño, que estaba en Martini- \
ca desde 1939, vuelve a Francia en 1945. Sus padres lo reciben, '
cenan los tres juntos y el padre se marcha diciendo que volverá \
al día siguiente y que hablarán. En ese momento el niño no
¡
1
estaba informado de la separación de sus padres. Supe todo esto í
¡
en las primeras entrevistas por boca de la madre, quien hizo un
análisis conmigo. Al día siguiente, el padre entera al niño de la t
1

. separación, aclarándole que tuvo lugar sin hostilidad por parte 1

•En francés, gaule. IT.J


,.,. Créole: así se llama en Francia a la persona de raz.a blanca nacida
en las colonias. [T.] ¡

¡
136 ~

1
1
-·- -

de uno y otro. Declara igualmente a su hijo que vivirá con su


rnadre y podrá verlo cuando quiera.
El niño vive, pues, con su madre, va a la escuela, estudia
bien; pero le es imposible hablar con su madre. Entre ellos hay
una frialdad total. Cuando el padre lo visita, en cambio, el niño
se pone locuaz. A su madre le contesta con· monosílabos y se t ftí
,_,.
encierra en su habitación. Ahora bien, cierta vez en que ella le
pregunta si la situación durará mucho tiempo más, él le contesta: L~
"¡Es que no sé por qué estoy aquí! En Martinica tenía a mi
padre y a mi madre.
.
1
a•'\.·

-¿A tu madre?
-¡Hasta tenía tres! [se trataba de las hermanas y cuñadas de
sus padres].
-¿Y quién era tu padre?
-Fulano [su abuelo, a quien todo el mundo, él incluido,
llamaba 'Papá']."
La mujer me dijo: "¡No soy nada para este hijo!" Le dije que
1
explicara a su hijo lo que significaba "ser su madre". "¿Debo
decirle que nació en mi panza? -¿Por qué no? Pero es probable
que él lo dude. Dígale que su padre y usted se llevaban bien y
que él nació de ustedes dos, de la unión sexual de ustedes dos; y
que ésta es la razón por la que él es hijo de usted y de su padre.
De lo contrario, nunca comprenderá por qué lo sacaron ustedes
de su familia de Martinica."
Un día le dice ella a su hijo: "Sé que quieres volver allá, he
reflexionado sobre ello. Pero antes quiero que sepas por qué sólo
yo soy tu madre". Le explica entonces la unión sexual, le dice ·
que él entró vivo en ella, en el encuentro de dos células. Le ·
explica que por esta razón ella se siente, junto con su padre,
responsable de él; pero como no quiere coartar su libertad, le
declara que, si él quiere realmente partir, ella no se lo impedirá.
Me cuenta que mientras le hablaba de ese modo, él, sin mirarla,
hojeaba maquinalmente unas revistas. Ahora bien, de pronto,
soltando estas revistas, el niño se precipita hacia ella diciéndole:
"Pero entonces tú eres mi mami chiquita, chiquita, chiquita. Y él
es mi papi chiquito, chiquito, chiquito. ¡Pero los quiero! No
quiero volver allá". En un instante, este niño saltó de los tres a
los ocho años.
Cuando a un niño se le hace una revelación semejante sobre
su origen, humanamente, es decir, con palabras, sin ilustrarle
nada, sin tocarlo, inmediatamente surge el "papi chiquito" o la

137
"mami chiquita". Esto es lo que son los padres biológicos para
él: están más allá de los padres afectivos, lo que no impide sus
relaciones con ellos. El sujeto debe sentirse en esta situación de
igualdad con los padres desde la pubertad, para poder pasar esa
etapa, para hacerse a su vez madre o padre. De lo contrario, más
adelante el joven padre se aterrará al tener un hijo-monstruo, un
gigante, puesto que éste, no siendo su igual, se hará superior a
él. Es vital que se establezca la igilaldad ·con los genitores, en
términos de valor humano; ahora bien, esta igualdad sólo puede \
l
existir referida a la escena primaria,. es decir, no sólo al deseo de ¡
los padres sino al del sujeto de haberse convertido en su hijo. Al
niño hay que pronunciarle estos términos de "unión
sexual"-pues todas las lecciones sobre la fornicación son 1
perfectamente inútiles-, explicándole que en la unión de una
célula de la madre y una célula del padre se preparó un niño,
que era él. El deseo de los padres está ligado al de un hijo que t
quiere nacer; desde este momento se encuentra él en la ley del
deseo. Esto es tan cierto en el momento de la pre-vida como en el 1
momento de la muerte. Quienes se ocupaban de los condenad0s \
a muerte en la cárcel me dijeron que en el último momento estas
personas demostraban un gran amor paterno por sus "peque-
ños" padres, y pedían que se consolara a éstos por su muerte.
1
i
\
Así pues, Deborah quería actuar mejor que su madre 1
biológica, pero al saber que al nacer ella ésta era todavía una
niña, comenzó a amarla profundamente; pues ella eligió ser
madre para nacer. Se convirtió en la igual de su madre natural 1
en el plano del deseo. Pues sólo asumiendo su deseo, desde su
concepción, un ser humano pasa de la no vida, del no deseo, al \
deseo de vivir. ¡
Me interesé mucho además, durante su exposición, en el ¡
hecho de que la madre adoptiva tuviera conocimiento de la edad
de su madre real. Quizá se trataba de un fantasma.

P.: Por eso dije que la madre adoptiva tuvo una intuición extraor-
dinaria del momento al revelar este hecho a Deborah, aunque lo
estuviera inventado involuntariamente.

Y.: Esto me recuerda la historia de una paciente que, a los 1


veintitrés aff.os y hallándose embarazada, supo que había sido adoptada. I·
Me telefoneó trece años después porque sufría de depresión: desde hacía !
tres o cuatro años, el día de su cumpleaños la acometían ideas suicidas.

138 1

l
-~"':'

--

¡
·1

-

l :, cuando su madre murió ella estaba casada y llevaba tres meses de


P''" ,'f;:..:
...·,'."·
,,_;_•;;,.
embarazo. Mientras guardaba las cosas de su madre en una valija,
descubrió unos papeles bajo el fondo, que se había despegado, y uno de
'
1' ellos era un certificado de nacimiento que llevaba un nombre.
f
Contentísima, pensó que tenía una hermana. Pero examinándolo mejor
i vio que la fecha coincidía -con la de su propio nacimiento. Hoy, esta
i
!•
mujer niega que ésta sea la razón por la que desde entonces no quiso
tener más hijos. Tiene un hijo de trece años que anda estupendamente. 1
t
¡ Pero ella está muy deprimida y busca aún en su familia las pistas que
1
indicarían que fue adoptada por su madre, mientras que sería, piensa,
hija de una tía.
Yo le dije: "La vida en su casa debió de ser insoportable, con su
madre guardando semejante secreto". Ella respondió: "En efecto". Y en
ese momento comprendió por qué, en la época en que trabajaba como
secretaria reemplazando a una amiga , siempre necesitaba una cantidad
increfble de medias Secret [Secreto] (era la marca). Hoy vive todavía
con ese secreto que la madre se llevó a la tumba. Con el padre, obstinado
en guardar silencio, no puede hablar; lo cual confirma ?lra ella la teoría
según la cual habría sido adoptada, y por alguien de la familia.

P.: Ahora quisiera presentarle un segundo caso, el de Jane, de


dieciocho años, que fue adoptada por un matrimonio adinerado; en
varios años de casada la madre adoptiva sólo quedó embarazada una vez.
Este único embarazo acabó en un aborto espontáneo. Adoptaron a Jane
cuando tenfa seis meses. y, dos años después, adoptaron también un
niño, recién nacido. Cua¡uio Jane tiene diez años su madre queda
nuevamente encinta; y a los pocos meses este embarazo acabará
también en un aborto espontáneo. Jane y su medio hermano se llevaban
como perro y gato. El no tiene ningún problema en su vida salvo que
los padres se ocupan mucho más de su hermana que de él. Cuando Jane
tenía tres años, se descubrió que era hipoacúsica; de ahí la especial
atención de los padres hacia ella: visitas al hospital, reeducaciones
diversas, ortofonfa, tratamientos todos ellos relativamente poco eficaces
hasta que alguien hace notar que necesita más que jueguen con ella que
hacer ejercicios poco atractivos. De golpe Jane sale de su ensimis-
mamiento y participa en los juegos de los niños de su edad. En ese
momento tiene cinco años, la edad de entrar en la escuela. Comienza
entonces con la madre una batalla que en la actualidad continúa,
respecto de su ~rato auditivo.
Vi a sus padres en mi consultorio durante más de una hora y la
madre hablaba sin parar, salvo cuando yo le hacía señas de que se

139
detuviera para hacerle alguna pregunta. Hizo un alegato vivísimo,
quedé KO. Hay que añadir que esta mujer colaboró benéficamente en
Grossesse-Secours* y que estaba hecha pedazos por la gestión que hacía
para su hija: pedir un aborto. ·
Jane, en efecto, hizo cuanto pudo para quedar encinta. Primera-
mente, a los dieciséis años una o dos veces intentó tener relaciones
sexuales, pero se echó atrás: era demasiado pronto. Siguió a los diecio-
cho años con una serie de fugas; el comienzo de su embarazo se sitúa en
la más prolongada, que duró un mes. Dejó a su madre todos los indicios
posibles para que comprendiera que estaba embarazada, incluido un
calendario de sus menstruaciones. La madre terminó entendiendo y, a
su regreso, le preguntó qué pensaba hacer. Jane no quería abortar y no
reaccionó a las conminaciones de su madre. Entonces la madre tomó \
una cita para su hija con la trabajadora social, quien sometió el caso al
comité: me pidieron que las recibiera a las dos. Cuando veo a Jane, ha \
¡
cambiado de idea y pide un aborto, habiéndole manifestado su madre
que no la ayudaría porque la consideraba todavía inmadura. Jane y yo
no hablamos de aborto sino de su discapacidad, que hizo de ella una
experta en comunicación ... Al oír esto se sonrió. En efecto, ella 1
manipula a su capricho la perilla de su aparato auditivo. Ahora bien,
durante la entrevista le hablé sin elevar el volumen de mi voz; Jane no
utilizó su aparato y sólo una vez me hizo repetir. Ueva los cabellos muy ¡
'\
cortos, para gran desasosiego de su madre quien declara que con los
cabellos tan cortos no podrá llevar su aparato. La madre mencionó la
sexualidad de Jane, asombrada de oír decir a su hija que la sexualidad le
repelía. Tampoco entiende que Jane, cuando sale con muchachos, les
diga inmediatamente que es hipoacúsica. La madre piensa que ésta es la
mejor forma de espantarlos. Esta mujer no había comprendido hasta
entonces que era, por el contrario, la mejor forma de conseguir que le
hablaran al oído. Por otra parte, Jane nunca habla de sus reglas con su
madre; sí, en cambio, habla con su padre, a quien llama a la oficina para
pedirle que le traiga compresas. Por su lado, Jane me habló de sus
dificultades con su madre. De pronto me pregunta: "¿Es posible que
una hija que tiene problemas como los míos pueda llegar a tener una 1

relación normal con su madre yéndose de casa?" Esta es la gran
esperanza que el embarazo representaba para ella. Después me cuenta 1·
la historia de una prima de su padre que vivió la misma situación.
Veo después a los padres y les anuncio que, con su autorización,
ella acepta el aborto. A la madre le cuesta creer que Jane haya tomado

,. Aproximadamente, Ayuda a la Embarazada. [T.}

140
Po' sí sola esta decisión; está convencida de que fui yo quien la indujo a
cambiar de idea. Yo no había tenido nada que ver, sin embargo. Además
no traté de convencer a la madre de que su hija, cuando abandonaba el
hogar familiar, se acercaba a ella; primero porque Jane no me había
autorizado -y me faltaban elementos-, después porque yo ignoraba lo
que iba a hacer la madre con esa información.
Volví a ver a Jane el día del aborto. Estaba muy serena, mucho más
de lo que lo están las muchachas en estas circunstancias. Como estaba
en la decimotercera semana, la anestesiaron y le practicaron un raspado
por dilatación. Le pedí que me telefoneara una semana después para
fijar una cita.
Pero a los pocos días la que me telefonea es la madre, pregun-
tándome si su hija me ha llamado. Le contesto que no, que debe hacerlo
en esa semana. La madre me dice entonces que si su hija no llama, ella
tomará gustosa su lugar. Quería venir a que le explicaran cómo llevarse
bien con su hija ...
Quisiera saber cómo hubiera actuado usted, señora Dolto. Todavía
me pregunto por qué no le dije a la señora que su hija quería acercarse a
ella a través del embarazo, que ése era su deseo profundo.

F.D.: El padre cumplió un importante papel en la estruc-


turación de la feminidad de Jane. Pues la adopción del niño, en
cuanto ser neutro, era decisión de la pareja; pero, en cuanto hija,
el haber sido adoptada se lo debe al deseo del padre; la prueba
está en que era a él a quien ella le pedía que comprara sus
compresas higiénicas. Ai mismo tiempo, Jane necesitaba poner al
corriente a su madre de su calendario de reglas y del problema
que la aquejaba.

P.: Su deseo profundo era que su madre le permitiera acercarse a


ella, cosa que ésta no quiere. Además, la madre declaró: "Si Jane quiere
realmente conocer sus orígenes, tengo toda la información y se la puedo
dar".

F.D.: ¿Se lo dijo delante de Jane?

P.: No.

F.D.: Es interesante, pues la primera, Deborah, dejó de tener


conflictos cuando su madre le dijo lo que sabía, mientras que los
conflictos de la segunda, Jane, se deben a que la madre sabe pero

141
no dice. El caso de Jane me hace pensar en el de una muj_er que
tuve en análisis y que había hecho su quinto aborto espontáneo,
todos ellos a los tres meses. Su ginecólogo, que no descubrió
ninguna causa orgánica, le dijo: "Aunque no creo en el psico-
análisis, no veo otra solución que un análisis para que pueda
usted tener un hijo". El marido de esta mujer, que era médico, no
se opuso.
He aquí su historia: a los diecinueve años ~ puso de novia
l
¡'
l
por primera vez. El muchacho fue a pedirla oficialmente a sus !
:
padres. Ahora bien, ella no lo vio salir de nuevo de la casa. Lo
esperó afuera, en vano; llegada la noche, volvió a entrar; y la
madre, que estaba frenética, no dijo nada. Desde ese día, el
muchacho no volvió a dar señales de vida. La chica estaba
trastornada y la madre se negaba a contestar a sus preguntas,
prohibiéndole telefonear a su novio. Un día el padre se decidió a
decirle que ese muchacho no podía casarse con ella: aunque era
mayor de edad, no quería alzarse contra la voluntad de sus
padres; se había alistado y había partido a Africa, como un
fugitivo, pues sus padres le habían prohibido casarse con una
hija adoptada; ahora bien, ella misma ignoraba que lo era. Su
madre adoptiva, que parecía gozar de una excelente salud, en
l
seis meses, desde la fecha de la confesión, falleció de un cáncer 1\
de útero. No pudo reponerse de haber tenido que confirmar a
esa muchacha que no era su hija. Ahora bien, durante toda su
infancia su madre no se cansó de repetirle: "¡Suerte que llegaste!
Porque antes de ti tu ve siete abortos espontáneos [lo que era
completamente falso]. Tú me has hecho feliz".
Cuando la madre murió, la joven se sintió terriblemente
triste. Hada la misma época se enteró por su mejor amiga de que
en la escuela todo el mundo sabía de largo tiempo atrás que era
una hija adoptiva. Yo le dije que era imposible que nunca
hubiese tenido el menor indicio. Me contesó que no hubiera
podido encontrarlo puesto que su madre le recordaba sin cesar
su dicha de haberla tenido, después de tantos fracasos en su
maternidad, mostrándole ropitas y objetos de bebé que supues--
tamente eran los suyos. En efecto, las madres adoptivas suelen
tener ese fetichismo de los primeros escarpines. No es el caso de
las madres biológicas, las que sólo conservan entre sus alhajas
los primeros mechones de pelo y los dientes de leche. En
síntesis, durante su análisis esta mujer pudo hablar con su ·
padre, ahora viudo, quien le proporcionó la clave de su
\
1
142 l
\1
adopción. (Nos preguntamos realmente por qué le había sido
escondida.)
t'
Su padre adoptivo le indicó el nombre de una partera que ~
dirigía una pequeña clínica de partos. Así había nacido mi
paciente. Su genitor era médico. Prisionero en Alemania, conoció
en cautiverio a un oficial que le habló de su mujer. Cuando el
médico, liberado antes que su compañero, visitó a esta mujer,
pasó lo que tenía que pasar. Embarazada, la futura madre de mi
paciente no quiso imponer a su marido, el oficial, el fruto de una
unión pasajera. Buscó un matrimonio que quiso elegir ella 1
misma, cosa que hizo observrr do en la clínica a los que iban a
ser los padres adoptivos de rfü anal~te. Les confió su hija, 1
manteniendo oculto su propio nombre.
Al igual que su madre biológica, mi paciente se casó con un
médico. Y siempre tenía sus abortos a los tres meses, es decir, a
la edad en que fue dada en adopción.
Sólo una vez que comenzó a analizarse se atrevió a pedir
opinión a su padre sobre la ruptura ~de su noviazgo. El le
contestó que había tenido suerte de no casarse con ese mucha-
cho, cuya familia era realmente tan estúpida. (Porque casarse
con un hombre es también inscribirse en un linaje.) Después de
su boda con el médico, rápidamente quedó encinta. Como
muchos hijos adoptados, quiso ver la clínica donde había nacido
y conocer a la persona que la había cuidado durante sus
primeros tres meses de vida. No buscó a su madre de nacimien-
to, quien, según su expresión, le había "dado todo"; sólo quería
encontrar una mujer que pudiera hablarle de su madre en
cuanto mujer. Ahora bien, quien le habló de ella fue su padre. En
cambio, nunca pudo encontrar la pista de la partera. Lloró
mucho durante varias sesiones, por no haber podido hallar a esa
partera quien había sido la mediadora entre su madre real y sus
padres adoptivos.
Esta mujer venía desde muy lejos a hacer su análisis en
París. Intentaba atraer a todos los hombres que veía en el tren.
Me decía: ''No sé a qué estoy jugando, pero quisiera pasar una
noche en un hotel con un hombre". Ella lo deseaba, sin pasar
nunca al actuar. Provocaba a los hombres pero tenía miedo de
que al llegar a la estación la siguieran. Decía: "Lo quiero, sin
quererlo". Un día formuló la hipótesis de que quizá estaba
reproduciendo el encuentro de su madre de nacimiento con .su
genitor, el amigo del oficial. De origen meridional, buscaba

141
hombres del mismo tipo que ella, completamente distinto del de
su marido. En este período de su análisis era como una chiquili-
. na buscando un ser. Me decía: "¡Usted no sabe los mohínes que
puedo hacerle a un hombre en el tren! Abro la cartera, sonrío ... "
Yo le dije que parecía ser testigo de todos sus gestos. Ella se daba
cuenta. En suma, nunca, siendo pequeña, había jugado a seducir
a su padre.

X.: A propósito de la adopción, usted dice en uno de sus libros que


nunca debería mencionársela en·el cert~ficado de identidad del niño.

F.D.: La adopción pasa a ser oficial después de una duración


de cuatro años. La ley francesa es así: si una madre no ha visto a
su hijo durante un año y un día, éste es adoptable. Jugando con
este plazo, algunas madres ven a sus hijos sólo una vez al año; y
a veces los jueces se muestran demasiado débiles. Hace poco vi
en una Casa Cuna una niñita de casi tres años, aquejada de una
angustia y una inestabilidad preocupantes a esta edad, cuya
madre sólo iba a verla cada seis meses. La niña fue puesta en ¡
tratamiento a causa de su estado, que iba agravándose y más
bien en el sentido de la perversión. Dije a la pequeña que en
cierta fecha su madre sería recibida por el juez y que de esta
entrevista resultaría la decisión de que su madre la abandonara o
no. Luego nos enteramos de que el juez decidió retirar definiti-
vamente a la· niña de la responsabilidad de su madre. Hasta
aquí, en los dibujos de esta chiquilla no había el menor trazo de
límites. Ahora bien, conocida la decisión del juez, hizo un dibujo
extraordinario: los tres puntos de la primera cara de la vida, en
el interior de un redondel. Saben ustedes que en los primeros
dibujos de los niños estos puntos no están encerrados en una
forma. Sin embargo, ella los puso en el interior de una cara.
Clínicamente, era el signo manifiesto de que había salido de su
angustia y de que se estructuraba sanamente. Un niño muy
precozmente huérfano de madre (si tiene menos de catorce
meses cuando la pierde, o sea de todas formas antes de la
fijación oral) nunca hará esto. Un huérfano más tardío (de dos
años por lo menos), cuando hace el dibujo del hombrecito por
ejemplo, comienza a bosquejar la cabeza y dice: "Salió mal".
Después dibuja en otra parte de la hoja el personaje entero. Se
puede decir que este dibujo del primer rostro perdido que lo
estructuró es casi un signo patognomónico del huérfano. La

144
~

chiquilla a la que me refiero hizo el dibujo más bello que pueda 1~


hacer un niño que ha integrado a la madre arcaica.
En la última sesión antes de las vacaciones, expliqué a la
matemante que durante la semana precedente la niña había
vivido algo importantísimo. Y a la niña le dije: Ahora te has
/1

tranquilizado, porque no conocerás a tu madre en la realidad


pero ella está para siempre en tu corazón". Gracias a la decisión
del juez, una estructura se construyó por fin para esta pequeña,
sobre el futuro y sobre el pasado. La madre, que en la realidad se
las compon_ía para no ver nunca a su hija -eso duraba desde
hacía cinco años, con la complacencia de un juez que se
contentaba con palabras-, no se decidía a declarar por escrito
que abandonaba a su hija; pero lo significaba tan fuertemente !
con su comportamiento que lo que correspondía era apaciguarla
y decirle que ya no tenía que pedir ver a la niña una vez al año J
(¡para después no hacerlo!).
Cuando al poco tiempo vi de nuevo a la niña, le hablé una
vez más de su amor por su madre biológica, inscripto en su
dibujo, amor tanto más fuerte ahora cuanto que estaba interio-
rizado. Y le dije que, si era linda, ~ra porque su madre la había
amado mientras estuvo en su panza, de lo contrario habría
tenido algún defecto.
Pues la vida simbólica de un niño se despeja ya sea en el
abandono definitivo, ya sea en la responsabilidad asumida, pero
nunca en la irresolución de la ambigüedad.

Y.: Conozco una mujer cuya madre estuvo a punto de morir


cuando nació su hennana mayor, y que le repite sin parar que traer un
hijo al mundo es exponerse a un peligro de muerte. Esta mujer no se
cansa de hablar de su deseo de tener un hijo, al tiempo que realiza curas
adelgazantes para no parecer embarazada; y, por supuesto, evita tener
relaciones sexuales. Hemos hablado mucho -pues no say analista sino
psicoterapeuta- de ese miedo a la muerte que circula en la familia, y
de su relación con su marido, el único hombre que no le da miedo pero
al que no ama. Tiene treinta y seis años y empieza a sentirse urgida por
el tiempo, temerosa de correr un auténtico riesgo si un día encuentra a
alguien con quien desee tener un hijo. Le sugerí hacer un análisis.

F.O.: ¿Su madre no le explicó nunca a raíz de qué proceso


estuvo a punto de morir?

145

11
Y.: Dice que estuvo muy enfenna durante el embarazo, que tenía
ausencias. Lo cierto es que tuvo un chiquito que murió a los diecinueve
días.

F.O.: ¿Cuándo?

Y.: Entre las dos hijas.

F.D.: ¿También estuvo a punto de morir cuando dio a luz al


niño?

Y.: Según la madre, el padre la maltrataba cada vez que tenían


relaciones sexuales, forzándola a exponerse a un embarazo. Con cada
parto estuvo "a punto" de morir. Pero no murió.

F.O.: Lo que la madre teme, ella, es morir. Y no estar "a


punto de".

Y.: ¿Qué se puede hacer en este caso?

F.O.: No sé si se puede hacer mucho, dado que la mujer de la


que usted habla no ama a su marido; no lo desea. ¿Para quién,
entonces, tener un hijo? ¿Para qué? Ella parece amar a las
personas que le dan miedo, puesto que no le da miedo su
marido.

Y.: Es una mujer que nunca pudo conservar una espiral, y


aparentemente sin motivo.Además no soporta las pz1doras.

F.O.: Esta mujer· está en contradicción con su útero. Ella


quiere un hijo, pero el ·útero no lo quiere; el útero expulsa la
menor cosa que haya en su interior.
Pero tal vez algo podría ayudarla en su trabajo con ella.
Pídale que le hable de su padre, largamente. Pues al parecer hay
en la mujer dos partes del cuerpo que son fruto de su relación
con su padre: la columna vertebral y el útero. A tal extremo que
se podría decir: ''El útero para papá, de papá, por papá". La hija
se hace mujer por el hecho de que se identifica con la madre para
su padre. Pero a veces se aferra demasiado a esta identificación;
a veces, por el contrario, la identificación faltó. Cuando el padre
concede al futuro marido la mano de su hija, es como si le pasara

146
if'..~
.~(
el útero de ésta; pues él es el curador del vientre de su hija hasta
~- el momento en que permite a un señor ser aquel que va a dar
?.~"':~~'. ~;

~~;:: vida lícitamente a ese útero. A.hora bien, esta feminidad se ha


f\
f·'"
t.:t>- estructurado sobre la simbolización del deseo por el padre, sobre
f su transformación en amor y por la conservación del útero no en
11-7 cuanto objeto parcial sino como lugar de la feminidad de la
~; mujer para el hombre. El útero es el lugar de la feminidad
mucho más que la vagina, que es preconsciente. El útero . ~
pertenece al registro del inconsciente. t~
Y.: Su padre nunca la vio femenina, al contrario de su hennana
mayor.

F.O.: Entonces, háblele de la relación de su padre con su


propia madre, y de las mujeres del linaje paterno. De este modo
la ayudará más, formulándole preguntas y haciéndola asociar. t
Ella hará su análisis con usted; usted no comprenderá ·forzosa-
mente lo que le diga, pero ella sí lo comprenderá. Y esto moverá
un poco la fijeza de una relación petrificada sobre un padre que
no vio que su hija era mujer; de suerte que ésta no se da derecho
a serlo para nadie.
En cuanto a la columna vertebral, su desarrollo mejora o se
patologiza en función de la relación con el padre. Las hijas que
tienen escenas con su padre hacen luego un lumbago; cuando las
escenas son con su madre, sufren ataques de hígado. Es un
hecho de observación clínica y muy común en la vida corriente:
los que tienen tendencia a somatizar sus emociones no lo hacen
de la misma manera según que pongan en juego a la madre o al
padre. La columna vertebral vincula el cráneo con la pelvis y
hace de conexión entre el encéfalo y el perineo: es el único
falismo del cuerpo en la mujer y resulta afectada por las duras
pruebas que el padre -según que sea demasiado rígido o no lo
suficiente-- impone a su hija. La axialización de la columna
vertebral es, en ésta, una simbolización. En cambio, el hombre,
como el falismo está localizado además en su sexo, tiene otras
formas de somatizar: trastornos de la erección, alteración de su
eficacia.

147
I'
t
f
6. NIÑOS PERVERSOS

El sentido de una confusión de recuerdos encubridores - Hacer


morir dentro de sí al hijo incestuoso - Acerca de las "coterapias"
- "Los niños, cuanto más perversos, más fascinantes" - "El
padre no es ni bueno ni malo" - "Desde el punto de vista
psicoanalítico, nada es patológico" - "Se es alérgico siempre por
y para alguien" - El niño agresivo, electrochoque de la madre
depresiva - El psicoanálisis: escucha de un decir, que es ~ decir
sobre un decir.

P.: Pertenezco al servicio de psiquiatría infantil y juvenil de un


hospital. En ese servicio soy psicoanalista y en este carácter encuentro
ciertas dificultades, porque la gente está poco habituada al diálogo y a
la escucha psicoanalíticos, porque por otra parte chocamos con la ley 24
sobre la protección de la juventud. El caso que voy a exponer cae bajo
esta ley. Varios estamos asociados frente a este caso: el delegado ante la
Protección de la Juventud, que cumple un papel en la terapia, la
trabajadora social que se ocupa de la familia, el juez que ordena la
terapia, dos aboga_dos, el del joven en cuestión y el del Centro de
Asistencia Social, y por último los educadores del centro de acogida. El
servicio clínico, que forma a estos educadores, a veces también
interviene. Puede intervenir también una persona más, un experto en
psicología adscripto al tribunal.
Ante semejante aparato a veces nos preguntamos quién es respon-
sable de la terapia. ¿El juez, que la ha ordenado? ¿Los abogados, que
trajinan ante el tribunal para saber si debe haber o no tera,r.a? ¿La
familia, apartada a menudo por habérsela declarado inepta, y a la que
generalmente se priva de su poder r.atural? Los adolescentes juegan a
menudo a través de las mallas de esta red, y se comprueba que la ley 24
puede reforzar los rasgos caracteriales de algunos. A la larga se advierte

148
-

1
~>t1 que el joven, caracterial al comienzo, se hace francamente delincuente; !
!~
r~ y cabe preguntarse si a través de todas estas chicanas no se incita a la
./f.J,,¡_.
delincuencia, so pretexto de querer proteger al joven. ¡
P.D.: ¿Esa ley se aplica a los jóvenes hasta qué edad? 1
1~
P.: Hasta los dieciocho años; pero puede haber prolongación. Es
válida en casos de divorcio, o cuando el propio joven reclama la ley de
protección de la juventud porque encuentra a sus padres demasiado
if~
f
severos; una much.tJChita de catorce años, por t]emplo, vino a reclamar
la aplicación de la ley porque sus padres le impedían salir hasta las tres
de la mañana.
Sucede así que, recurriendo a esta misma ley, los integrantes del
aparato despojan a los padres de su papel de educadores.

F.O.: ¿Qué dicen los artículos de esa ley?



P.: No los conozco bien.
1

P.D.: Sin embargo sería· interesante que la conocieran todos fl


los adolescentes y todos los ciudadanos. l

P.: Como repetidamente manifesté al juez que el joven en cuestión


no quería hacer una terapia, él incluyó mi nombre en la ordenanza y
tengo que presentar un informe.

P.D.: ¿Violar el secreto profesional?

P.: En cierto modo sí. Y se da el caso de que el abogado muestra ese


informe al interesado; pues la defensa dispone de todas las piezas de
convicción. A menudo tenemos la impresión de que la disputa jurídica
es una batalla familiar: los abogados se arrancan al niño como si fueran
padres, mientras que la familia propone que le sea devuelto. El joven
suele negarse a volver con sus padres. El asunto pasa así al tribunal
cada tres meses.
La dificultad de la coterapia se debe también a que no todos los
participantes tienen el mismo objetivo. El centro de acogida debe
trabajar sobre los rasgos delictivos de un joven, mientras que éste puede
presentarlos en apariencia sin ser un delincuente de verdad. En
determinado centro se pretende aplicar modelos terapéuticos o
educativos que no son válidos para otro.

149
Todo contribuye a impedir que uno se interese por el sujeto, porque
sólo se pretende saber si es delincuente o no. No se presta atención a la
persona sino al medio que la rodea. Como los centros de acogida no
tienen otro objetivo que el de proponer diagnósticos, yo tengo que
aplicar las técnicas exi-gidas sin saber bien a quién tengo delante de mí. 1
l
El delegado ante la Protección de la Juventud controla los
intercambios entre todos los participantes. Puede suceder que acumule
t!
¡
esta función con la de trabajador social encargado de la familia; y esto
contra su voíuntad, pues a veces está en la obligación de actuar en \
conformidad con la ley y en oposición a la terapia. En conflicto consigo
mismo, deja las cosas como están y se desinteresa del caso. Se comunica
entonces cada vez menos con la familia, y prácticamente se despreocupa
por las visitas del joven a su familia, arrinconado entre su pa-pel de
vigilancia y su papel de terapeuta.

F.D.: ¿Así que puede hacer las dos cosas?

P.: Como los datos psicológicos personales del delegado tienen


preeminencia, generalmente la terapia pasa al segundo plano. Puede
verse obligado a entablar contacto con alguien que vive lejos, por
ejemplo a doscientos kilómetros, para obtener un feed-back sobre lo
que pasa 4el lado del joven cuando está con su familia. No obtiene,
desde luego, ninguna información utilizable. Dividido entre dos
funciones, el delegado escoge la menos implicante, que consiste simple-
mente en observar la leu.,, .
En cuanto a la terapia individual, cuando un joven se ve obligado
a entrar contra su voluntad a un servicio de psiquiatría, espera que
corra el tiempo en el centro e inevitablemente esta actitud de defensa
pasiva va a suscitar conflictos.

X.: Hay que aclarar un punto: cuando se instauró la ley 24 se


siguió una corriente de "desjudiciarización". De buena fe, se pretendía
aumentar las posibilidades de psicoterapia para los niños. Sin embargo,
es ta ley tiene el vicio de forma de imponer esa terapia a priori. El
mismo escollo surgió en el sistema penitenciario de las peroersiones
sexuales, cuando se quiso establecer un puente entre el sistema
carcelario y la cura. Atendí a un individuo que aceptó la terapia porque
así ganaba un año de prisión; cuando su estrategia quedó al descubier-
to, interrumpí la terapia.

'
150 i
\
i
\
t
P.: Traigo ahora el caso de D., que elegí porque entró en terapia
hace poco, después de pasar por numerosas instituciones. l
l
Su familia es oriunda del este de Quebec. A los once años, hace uno
y medio que lo conocen en el Centro de Asistencia Social por sus inasis- f
tencias a la escuela, sus robos, repetidos frecuentemente, de bicicletas y
autos, y por otras infracciones cometidas en grupo entrando a las
viviendas. 1
En el plano escolar, como repetía todos los cursos llevaba un
retraso de tres años. A pedido de su madre, en julio de 1980 lo admiten
¡
en un centro de acogida de Montreal. Vive esta colocación como un 1
castigo. Entre julio y septiembre se fuga dos veces. Su madre, viuda del !
\
señor B., i.-ivía con el señor C., a quien dejará a fines de 1982 para irse a
vivir con el señor X. y regresar a la región de Amkoui. Este retorno a
sus fuentes es importante para ella, ya que al mismo tiempo es el
l
l
!
11;. ,
i ¡
i '
retorno al lugar de su primera relación con un hombre, el señor B. Lo ¡
·que había motivado su traslado fue un incendio en la granja que habita- 1
ban en Amkoui; había partido a Montreal como para borrar totalmente ¡
su lugar familiar.

F.D.: ¿Qué edad tenía el chico en el momento del incendio?

P.: Su madre estaba embaraZJ.Zda de él. Al presente, D. conoció seis


colocaciones en centros de acogida, en el espacio de tres años. En los
infonnes se habla de él como de un zombi que toma el color de las
paredes según el momento. !v!udo, sólo nombra a las personas por la
tarea o el objeto que les está asociado. Al educador que juega cort él lo
llama "la Pelota", al de la noche lo llama "el Educador-Acostarse",
siendo que antes llamaba a las personas por su nombre. Puede volverse
muy violento con las personas o los objetos. En un centro arrancó un
lavabo, destruyó su colchón, encendió fuego en su habitación. El fuego '
tiene una gran importancia para él, como para su madre, pues fue a
causa del fuego que ella tuvo que dejar su hogar. Fue sometido a dos L,
1.
evaluaciones psiquiátricas y psicológicas. En Alévi, habiéndole pregun- ¡
1 •·
tado el psiquiatra si quería conocer su nombre, D. le preguntó a cambio !
si lo volvería a ver; el psiquiatra le contestó que no y D. dijo que no i
¡
valía la pena.
l
F.D.: Eso es inteligente, y además nada regresivo.

P.: Pero en el centro nadie consigue más con él. Dicen que no
progresó, que las intervenciones no sirven para nada, que su caso es .·

151
psiquiátrico [siendo ésta la última defensa de todos frente a él]. El
psiquiatra externo declara que no se trata de un caso pSiquiátrico y
remiten a D. al centro de acogida. El ya no sabe a quién pertenece, qué
lugar puede ser su referente. ¿Por qué se comprometería en la terapia,
si yo también soy alguien de paso?
D. parece mayor de catorce años, se diría que tiene dieciocho. En
nuestro primer encuentro, tras un breve instante de apartamiento y
desconfianm, se puso locuaz; mezclando ficcióK y realidad, habló de un
lugar en el que vivió y después de un robo que iba a cometer para
procurarse una carabina de caño recortado. Pues siente una gran
atracción por las carabinas.
En su discurso el sí mismo y el otro se mezclan. A veces pregunta:
"¿Le hablo de usted? ¿De mi madre? ¿De mi padre? - De ti -.
Ah ... " Confunde a los educadores. Describe de buen grado y con
inocencia su forma de proceder cuando roba fusiles, por ejemplo; habla
también de lo que consigue con el producto de sus robos. Después hace
una rapidísima alusión a la muerte de su padre, ocurrida en un
accidente automovilístico. Sitúa este suceso hacia sus cinco o seis años,
siendo que su padre murió cuando él tenía dos. Seis años es la edad que
tenía al entrar en la escuela, donde iba a encontrarse, como he dicho, 1
con muchas dificultades. Es también la época de su primera separación l1
de su mundo familiar; por último, la edad en que a él mismo lo
atropelló un coche; o sea que el chico desplaza este último acontecimien-
to, situándolo a los dos años. Aquí puede verse que se confunde con su 1
padre. Su propio accidente es fuente de buen número de fantasías e
incertidumbres, habiendo olvidado parcialmente los hechos reales. Con \
el recuerdo de su accidente mezclará al amigo de su padre, "que tuvo l
un accidente al mismo tiempo": "Estábamos los dos en la ambulancia,
y sangrábamos, sangrábamos"; siendo que en realidad D. se rompió un \
l
brazo. El accidente del padre se coaguló en imágenes para la madre, y
muchas fabulaciones de D. se incorporan al discurso de ésta.
La madre viene a la primera entrevista acompañada por su hija
mayor, pues dice que se pierde en la ciudad. Tímida y reservada, habla
de sus hijos con tono maternal, rxzrece haberse ocurxzdo mucho de ellos;
la hija mayor parece tener en la familia atributos maternos, aunque está
casada y tiene hijos. La señora B. rxzrece mucho más joven de lo que es,
tiene aspecto de adolescente. D. habla con mucha admiración de la
belleza de su madre y de sus largos cabellos, después abandona la
habitación con mirada borrosa. Ella se expresa con facilidad, cuenta
sueños. Yo trato de hacerla hablar de su hijo, pero ella habla de sí 1
152
misma. En esa familia donde todo el mundo habla de esoterismo, la
comunicación de los fantasmas y miedos parece cosa corriente.
Cuando D. comenzó a tener problemas con la Protección de la
Juventud, hacía seis años que su madre vivía con el señor C. Las cosas
no andaban muy bien porque, según ella, el señor C. habría tenido
relaciones incestuosas con la hija de ella.
D. es el cuarto de cinco niños. En esta familia hay un hijo, casado,
la hija mayor de la que acabo de hablar, una hija de diecisiete años que
vive en Montreal, D., que tiene catorce años, y una hija, /., que tiene
ocho, habida en la relación de la señora B: con el señor C.
La señora B. nos informa que el parto siempre fue para ella muy
doloroso, especialmente cuando se trataba de varones. Riendo, agrega:
"Yo los odiaba durante dos años. Después, las cosas andaban bien". Es,
pues, al entrar ella verdaderamente en relación con su hijo -que tiene
entonces dos años- cuando se produce el accidente que causa la
muerte del padre.
D. habría sido alérgico a la leche hasta los tres meses; lo
hospitalizaron en varias ocasiones a causa de -serias gastroenteritis. No
habría tenido dificultades en la época del aprendizaje del aseo, cosa que
dudo porque cuando trabaja ·con arcilla siempre dice que tiene que :,~~

lavarse. ·
La señora B. nos describe a su marido del siguiente modo: "Era un
buen chico, siempre que no estuviera borracho. Pero no solía estar en
ayunas". Aunque su relación con su marido había sido insatisfactoria,
sobre todo al final, su fallecimiento sumió a la señora B. en un profundo
desánimo; tenía la sensación de que su vida estaba tenninada. Le llevó
un año reponerse. "Me encerraba en mi habitación. ¡No era posible!"
Esta es la época en que la hija mayor se hace cargo de los otros niños,
especialmente de D.
En la familia de la señora B. sólo había mujeres. A través de ese
¡
padre que quiere dar hoy a sus hijos, está buscando un padre para ella 1
¡.
misma. De su madre habla muy poco: "Usted sabe, es una mujer como
las demás. Casi no me acuerdo de ella, me fui de casa a los dieciséis
años", como si este hecho justificara el que no conociera realmente a su ¡f ,
madre. l

F.D.: ¿Y de su padre, qué dice?


pi
!~
P.: Habla de él como de un ser importante, ¡úes era él quien daba l '
sustento a la familia. De ahí la imagen que tiene de sí misma, la de !' r..·
1'
alguien que no puede dar sustento a su propia familia. ¡

153
¡
i'
Reconoce que desde la muerte de su marido dejó poco espacio a los
T
J
hombres con los que vivió, el señor C. y luego el señor X. Alegando que
los cuatro primeros hijos eran de ella, no permitió a ninguno de estos
l
dos hombres intervenir en su educación. Todo tenía que pasar por ella y t
a ambos les prohibió rega'ñarlos. \
Nos cuenta que al nacer su última hija, D. habría estado primero
celoso, disgustado por perder su posición de benjamín. Pero ella lo
tranquilizó diciéndole que]. y él no eran de la misma familia. El seguía 1
siendo, pues, su bebé exclusivo.
Los mensajes que transmite á su hijo-bebé muestran ser contradic- 1
torios. En efecto, a menudo se manifestó cómplice de sus robos. Cuando
la primera vez él robó un buñuelo de un camión estadonado frente a la 1
casa, el dueño del camión lo llevó del cuello hasta su madre quien, al
ver a su hijo suspendido por el cuello y al hombre blandiendo el
buñuelo con la otra mano, sonrió. Fue una consagración para D. haber \
hecho sonreír a su madre. Permaneció fijado a la sonrisa de ese robo.
Desde entonces, para él, "robo= sonrisa de mi madre".
En la sesión de psicodrama en la que D. tuvo que reproducir ese 1
primer robo, el participante que desempeñaba el rol de la madre no 1
sonrió en absoluto; por el contrario, dio la razón al vendedor de 1
t
buñuelos. Entonces D. entró realmente en cólera, revolcándose por el ¡
\
suelo y gritando: ''¡No fue así, no hay que hacerlo así! Ahora debes reír, 1
í
porque yo te hago reír". Hacer reír a su madre era vital, era sacarla de
la depresión. El es portador de esta misión; del placer de su madre. Por
lo tanto siguió robando. 1

Su madre reaccionaba una y otra vez diciendo que no era tan
grave: "Mire, D. es muy goloso; así que toma cosas sin pedir permiso". \
Como había sacado a su madre de la depresión, por lo tanto tenía 1¡
más mérito que su padre, que la había hecho llorar. Para él, era como si
l
su madre hubiera sonreído por primera vez desde la muerte del padre. 1
l
F.D.: Aquí lo importante es que, con el buñuelo, D. traía un
hombre a su madre. En el psicodrama no existió esa posibilidad;
i¡ .
así que el hombre era él; el rol de su madre lo desempeñó un
hombre, lo cual desvirtuaba la reactualización de las pulsiones.
Sin embargo -y tiene usted razón-, el incendio es
importante para ella, ese incendio del deseo, que lo destruye
todo; asimismo, es verdad que para D. es importantísimo sacar a
su madre de su depresión, pero trayéndole un hombre.
¡
¡
P.: Sin embargo, en esa época la mujer vivía ya con otro hombre, el . 1

154
1
\
-

señor C. Por otra parte, el vendedor de buñuelos, que llevaba a D. del


cuello, ocupaba un verdadero lugar de padre. Si ella no hubiera reído ...
f:
F.D.: Habría ocupado el lugar de la madre que corresponde,
l ante un padre.

f P.: Es como si D. hubiera escindido el lugar del padre, ya que


haciendo sonreír a su madre recibía la prenda de que ella era sólo suya.
Cuando habla de su madre, "tan joven y tan linda", está cautivado
por ella. La ve como su enamorada adolescente. Y si digo que su madre
1 es cómplice de sus robos, es porque ella sabía que, desde que tenía nueve
años, él huía de la casa por la ventana y regresaba a las dos o tres de la
mañana. Ella sabía cuando D. faltaba a la escuela, y no ignoraba que él
jugaba con un rifle 22 en su habitación.
Finalmente, la única forma que tenía esta mujer de intervenir ante
las dificultades de su hijo era amenazarlo con una colocación. Esto es lo
que ya había hecho con su hija, que es bailarina en Montreal. Si 11

continúan, los voy a meter en la cárcel [pues para ella el centro es una
cárcel]", les decía.
En algunos de sus libras habla usted de la noción de doble: ¿cree
11

que esta noción se puede aplicar al caso presente?

F.D.: ¿El doble? ¿En qué ~ntido? Esta mujer reconoce ahora
su impotencia, ya que quiere delegar la educación de sus hijos a
una instancia mientras que impidió a su concubino desempeñar
el rol paterno que ella sí ostenta. Ella introyectó a su padre pero
no a su madre.
Esta~ mujer no pudo evolucionar después de la adolescencia;
en ese momento fue capaz de marcharse, embarazada, con un
hombre al que amaba. No se puede decir que fuera anormal; era
l una muchacha de muy rica imaginación; y, a los dieciséis años,
no hizo trampas con ese hombre, puesto que se casaron; sólo al
nacer el cuarto, D., no pudo dar la cara, al producirse el
incendio. ¿No se sabe nada de las causas del incendio?
1
P.: Cada vez que pregunté sobre el origen de ese incendio no obtuve
1 ninguna respuesta.
1
F.D.: Hasta aquí, en lo que ella le dijo no se ve todavía nada
de patológico, ni en ella ni en sus hijos, aunque los dos últimos
hayan vivido profundamente la pérdida narcisista de su padre.

155
Es posible que el varón no desee una terapia, mientras que t
su madre desea un tratamiento para ella misma; y de hecho lo ha
comenzado, vista la transferencia que se ha establecido entre
ustedes. ¿Por qué no decidió usted ocuparse de ella, diciendo a 1
D. que no estaba motivado para una terapia? '
El niño y su madre están aquí fijados a un mismo trauma- i
tismo, que tuvo lugar al nacer éste. Los recuerdos encubridores t
que le cuenta son completamente sanos: es normal que, por i
confusión, haya introducido al amigo de su padre en el recuerdo
de su accidente, en el cual se rompió el braz.o, a los cinco años; sí
l
·1
para este niño hay un doble, se sitúa en este punto: cuando t
coloca a su padre, acompañado por un amigo, en el recuerdo de
su propio accidente. A los dos años, O. todavía estaba identifica-
do con su madre, todavía era el amigo de su padre: por eso
transfirió este recuerdo al de su fractura del brazo a los cinco
años.

P.: Es interesante señalar que el señor C., el compañero actual de la


señora B., era un amigo de su marido, con el cual éste hacía música;
este hombre queda identificado ·con el lado bueno de su marido. El fue,
l
¡
t
además, el que llevó a la señora B. a su región de origen, Amkoui; ella t
lo conoció cuando D. estaba colocado. t
\
F.O.: En la hijita, J., que ella tuvo con el señor C., debe de
reencontrarse como hija de su padre; y me pregunto si la muerte
¡
de su padre no tuvo lugar alrededor del momento del
incendio ...

P.: No es superfluo que diga que el nacimiento de los varones es t
más difícil, y que haya sido a causa de un varón por lo que tuvo que t
abandonar la casa paterna.

F.O.: Es más que evidente que esta mujer está en análisis con \!
usted.
1
P.: Es cierto que mi deseo sería más bien tomar en análisis a la 1
madre, ya que D. sólo parece venir a terapia para complacer a su
educador. En determinado momento me pregunté si no traía también a
la terapia al educador, pues durante una sesión de psicodrama en que se
l
puso a golpear el suelo en un lugar preciso, dijo: "Esto se parece a una
tumba", y su educador replicó que era sólo "una baldosa", negando esa
l 1
(

156
imagen de muerte. La reacción del educador había sido tan intensa que
yo le dije que sin duda en ese momento lo había sacudido una emoción
importante. El lo negó, pero poco después volvió y me contó su historia; :r t
su propio padre había abandonado el hogar, dejándolo como a D. Identi-
ficado con D. en esta pérdida del padre, era él el que negaba la muerte,
la partida. Por eso me pregunté si no era el deseo de terapia del · -:r..
·educador el que prevalecía sobre el de D. Estos son los problemas que
plantea la coterapia. Por ejemplo, la trabajadora social que se ocupa de
la señora B. considera que no es útil que ésta se vea conmigo.

F.O.: Dígale a D.: "Su madre vino a hablar conmigo y, con los
dramas que ocurrieron cuando estaba embarazada de usted,
comprendió que necesitaba hacer ~n trabajo para ella misma. Si
es usted el que quiere hacer ese trabajo, lo recibiré, pero sin su
educador''. Si D. ha hablado de "tumba", esto significa que ha
llegado a un punto en que ~ebe hacer morir en él al hijo inces-
., • 1'
tuoso, homosexual. Aparte de eso, ¿por qué asiste el educador a
las sesiones?

P.: Debido a los conflictos entre los centros de acogida y el medio .


terapéutico, el centro exigió la presencia de uno de sus representantes,
el educador tutor, durante la terapia. Por eso elegimos el sisterr.a del
psicodrama analítico, que permite integrar a los diferentes partici-
pantes. Pedí al jefe de servicio evitar estas formalidades, pero fue
imposible.

F.O.: Entonces, lo que usted llama aquí coterapia es, en


realidad, la terapia de varias personas al mismo tiempo.
Mientras que la madre de D. está en una coterapia de otro estilo,
ya que es atendida .por otra mujer y por usted mismo. Su papel
es centrarla en una sola persona, y esa persona no puede ser
usted, ya que usted se está ocupando de su hijo.
¡Todo el mundo está fascinado por el caso de este niño!
Cuanto más "perversos" -y éste es un gran perverso- son los
niños, más fascinantes resultan. De nada sirve castigarlos; a la
que hay que atender es a su madre, esa madre a la que él mismo
atendió durante toda su infancia. Hay que explicarle que su
madre, desde ahora, puede ser tomada a cargo y que él puede
descansar de ella; ¡esta madre que es maravillosa! Pues esta
mujer me parece de una enorme calidad. A los dieciséis años·
hizo lo que deseaba, tenía necesidad de un macho, poseía a su

157
padre en el interior de ella misma y supo dar un padre a sus
hijos. Era pues bastante equilibrada, al comienzo. Fue el trauma-
tismo de ese incendio el que los dejó a todos desarmados,
sumiendo al padre en una tremenda culpabilidad. 1
A continuación esta mujer sufrió una herida narcisista
genital al no poder hacer frente a la responsabilidad de sus hijos.
Este es el punto en el que usted debe renunciar a la coterapia y
dejarla que reviva su infancia con la trabajadora social,
diciéndole que usted se ocupa de su hijo, que ella podrá escribir-
le cuando quiera y que usted le responderá. Ella no habría
podido lanzarse a una terapia antes de haber conocido a un
psicoanalista, pero ahora, estando iniciado su psicoanálisis,
puede continuarlo con cualquiera. El analizante debe entender
que el trabajo que hace lo hace para él mismo; y si en la persona
a la que encuentra no da con la escucha que puede esperar, como
en el caso de la señora B. frente a la trabajadora social, siempre
puede escribir a la persona que le indicó ese terapeuta y
decírselo. No hay ninguna necesidad, evidentemente, de recurrir
al juez que indicó la terapia.
Pues, en análisis, el que está en peligro nunca es el
analizante, en cuanto él es su propio analista. Cada paciente
pasa a ser su propio analista. Nuestro papel es provocar en
nuestros analizantes, que nos pagan el tiempo de palabra del
contrato, esa aptitud para convertirse en su propio analista.
Cuando un adolescente habla en presencia del que lo trajo,
el amigo asociado para él a la madre o al padre, y este último,
que representa para él un yo auxiliar, declara, como en el caso
presente: "No es una tumba", usted puede decirle al muchacho:
"Ya ves, para ti es una tumba y para él no". La coterapia sería
l
eso: ayudarlo a asumir la posibilidad de interpretar de otro
modo que su vecino. En definitiva, parece que D. querría hacer
una terapia, puesto que le habla. 1
P.: Sin duda, ya que en determinado momento tomé un espejo y él 1
dijo: "Usted, detrás del espejo, tengo algo que decirle".
En lo referente a la madre no tengo otras informaciones que las que 1
!

ella me dio en la primera entrevista. Yo no estay en terapú!. con ella.

F.D.: Usted, quizá, pero ella· sí; y esto desde el primer


momento; ella pudo hacer una transferencia porque estaba
desprendida de su hijo, que ahora era adolescente; y sobre todo
1
158

1
!
porque encontró un hombre que la llevó de nuevo a un lugar
que ya no es peligroso para ella, aunque en otro tiempo haya
ardido. !f
P.: La presencia de este hombre es igualmente importante para D.,
'
pues en una sesión me dijo: "Marc no es mi padre, pero es como mi
padre". Sobre todo si representa un lado bueno del padre.
'
F.D.: El padre no es ni bueno ni malo; es aquel que corta el
camino que lleva a la madre y que suprime en el niño la necesi-
dad de hacerla sonreír o llorar; es el padre el que se ocupa de las í
q
emociones de la madre; él es el dispensador actual de los
placeres y penas de su mujer. Ejerce, de dP.recho, un poder
dinamizante sobre la madre. El padre es la persona sobre la cual
' el niño puede proyectar su propia virilidad, en vez de reservarla
1 de manera infantil para su madre. Ese padre no es el padre
1
1
l
muerto.
¡
'
P.: Cuando hablo de "objeto bueno" quiero decir que D. ha tenido
con el padre, en este caso Marc, una relación grata a través de la
música.

F.D.: Usted quiere decir que mantenía con él una buena


relación homosexual sublimada. Esto es, en efecto, un modelo
sano para hacerse varón, para ser castrado y hacerse viril en la
sociedad, en lugar de permanecer ambiguo frente a sus padres
reales y sin responsabilidades. Hacerse responsable de una
mujer y de los hijos de ésta es una sublimación en el sentido de
la paternidad.
,,t

P.: Quisiera que nos explicara lo que representa el caño cortado.

F.D.: No es una representación, es una realidad: un fusil de


caño recortado es más destructivo que un fusil normal. De
ninguna manera quiere decir "pene castrado", sino, al contrario,
"pene reforzado por esa mutilación aparente". Si D. parece tener
dieciocho años, la imagen de él que usted debería restituirle es
justamente que él no es un caño recortado. Quizá sufrió de que
se lo tomara, debido a su aspecto, por más responsable de lo que
era. Cuando los niños parecen mayores de lo que son, siempre
están en equilibrio inestable, pues se espera que tengan un

159
mundo. Es el caso de D., quien, por razones sagradas, para la
continuación del sujeto en su cuerpo, que no es más que pre-
sujeto, tuvo que negarse a aquello que en él estaba asociado a
una fuente de angustia; reaccionó, con esos dos revestimientos
que son la piel y la mucosa, a las ondas de angustia que su
madre difundió cuando él estaba in utero, en el momento de
producirse ese incendio y de la partida en que derivó. Fue
llevado por una madre que vivía en la angustia, por lo tanto le
hace falta vivir a su vez constantemente en la angustia para
sentirse vivir, mientras no se lo desembarace de ese afán de vivir
como un feto. La castración es simbolígena, mientras que la
frustración es mutilante; pues bien, este chico no fue castrado.
Por esa razón reaccionó así cuando usted habló del rifle 22, pues
lo que para nosotros es mutilación, en realidad para él es una
fuerza; una fuerza real que confiere ese fusil que, cuanto más
corto es, mejor se puede esconder.
Los casos de intolerancia a la leche que conocí en el hospital
provenían casi siempre de la angustia de la madre al dar al niño
un alimento diferente. Pues la alergia a la leche no es la negativa
a alimentarse, a ingerir· otros alimentos. Además, D. no era
intolerante a la leche de su madre, sino a la del biberón. La
alergia a la leche materna es muy rara. Usted sabe que la madre
tiene una leche diferente para cada hijo; parece que el progreso
de la gestación consiste en producir, en la madre, leche inces-
tuosa; es como si el feto estuviese casado con la madre.
Durante cuatro o cinco años conduje un seminario para
pediatras y me dejó asombrada el que algunos de ellos no supie-
ran que una vaca no podía tener leche durante toda su vida, que
era preciso que tuviera un ternero para tener leche y que,
agotada su leche, debía tener otro ternero para volver a tener
leche. No creo en la existencia de neurosis colectivas, sin
embargo quedé atónita ante la negativa neurótica a ver las cosas
tal como son, en médicos dedicados a la biología humana. Al
igual que los niños, ellos creían que las vacas tenían leche por
naturaleza, que esto era inherente al ser-vaca. (Risas.)
El comportamiento de una madre que, por su propio deseo
desviado, falsea la sexuación de su hijo, repercute sobre este ser
humano, pero esto no significa que tenga efectos patógenos para
el futuro si el niño tiene posibilidades de sublimación. En
nuestra sociedad, la sublimación de las pulsiones pasivas
dominantes se produce en el arte, especialmente en la música, 1
162
puesto. que la música involucra. una faculta~ de receptivid~d; la
emisividad del placer, en camb10, pone en Juego a las puls10nes
activas. En el ser humano todo es cuestión de apertura a la
sublimación, por la cual el sufrimiento debido a la castración
revela ser, a largo plazo, simbolígeno; cuanto más intenso y
agudo es ese sufrimiento, pero portador para el sujeto de la
esperanza de salir de él a través de la sublimación, mayor será
1
¡1.1

su creatividad. Lo vemos en esos seres, quizás un tanto "raros"


en la vida corriente, pero cuya delincuencia aparente es compen-
sada por el descubrimiento del poderoso deseo de trabajar sus
pulsiones para que ellas fructifiquen simbólicamente. Pienso por
ejemplo en Louis de Broglie, de quien cuando tenía entre ocho y
once años se temía que con su química -que él llamaba
"física"- hiciera estallar el castillo familiar. Sólo podía hacer sus
experiencias en el armario de ropa blanca estilo Renacimiento de
su madre, armario que conservó las huellas de las explosiones
porque, desde luego, él no las hacía en la habitación que le
estaba reservada. ¿Era esto patológico o no? En cualquier caso,
se trataba de un adolescente en busca de su genio. Mucho
tiempo después solía verlo pasar por la calle de la Sorbona; uno
se preguntaba cómo no se caía al suelo; arrastrando los pies, los
ojos hacia el cielo, era el sabio Cosinus. Cuando se intentaba
entrar en relación con él era un hombre encantador, pero todo el
tiempo restante no salía de sus divagaciones. Era ciertamente
muy esquizoide. No quiere decir nada estar todo el tiempo con
explosivos. ¿Según qué modelo? ¿Para ser quién? La norma-
lización de los niños, día tras día, puede ser una esterilización
para su futuro. Aquel que no soporta la leche no tiene que ser
normalizado: tiene sus razones, que hay que respetar.
Una madre puede además ayudar a su hijo cuando éste
permanece en una relación de amor con ella que es ordenadora
para su libido. Pero D. está en una edad en que el gozar de esta
relación pasa a ser un obstáculo para su desarrollo. Ahora está
en la edad en que el encuentro ordenador de su libido puede
tener lugar en el cuerpo a cuerpo genital con una muchacha,
pero ciertamente más con su madre. Sería más beneficioso para
él reencontrar en una muchacha cualidades de su madre que lo
conmueven, cualidades que sólo son perceptibles para él. En el
trabajo con un analista (cuyo sexo importa poco en este caso),
este niño revivirá sus pulsiones, en la búsqueda de su historia, y
comprenderá que se mantuvo, para .:1lvar a su madre, en un

163
obligatorio incesto con el que su padre agonizante lo cargó: uSé
el hombre de tu madre, no hay otro más que tú".
Realicé un trabajo de prevención con médicos clínicos que 1
con mucha frecuencia reciben niños-tromba, que ponen todo el 1
consultorio patas para arriba. Es muy importante que estos
médicos hombres puedan decir a la madre: ''Vuelva sin su hijo", 1
o al niño, en presencia de la madre: "Haces esto para ayudar a tu 1
madre; tienes razón, porque si no fueras insoportable ella caería
en un estado de depresión". El niño representa a perpetuidad el
papel de electrochoque del pobre para que ella no se deprima. 1
Basta con atender a la madre -y se lo consigue en poco 1
tiempo-para que rápidamente el niño comience a mejorar. Si se
porta así desde hace mucho, seguro que se encontrará deprivado
al ver que sus contorsiones ya no conmueven a su madre; puede
bastar entonces con que una persona en quien él confía, el
médico por ejemplo -pues los clínicos pueden hacer mucho en 1
la prevención de los trastornos neuróticos de los niños- le diga
dos o tres verdades para que ese niño reciba una castración; pero
nunca, nunca se da una castración culpabilizando; únicamente
impidiendo al sujeto darse un gusto. Por otra parte, si a estas
mujeres se las separa de su hijo, inmediatamente se derrumban.
De este modo el niño puede desempeñar hasta los siete años el
1
papel de antidepresor de la madre si el padre, por tal o cual
t
razón no pudo desempeñar el suyo. Si en cambio éste juega al
padre Latigazo, la madre se deprime todavía más, pues tiene
i
miedo de que lesione al niño. Lo que hay que analizar es el juego
de las pulsiones que llegan hasta el deseo de muerte en la
madre, extenuada por no ser sacada a flote por la dicha de
desear a su hombre y de ser deseada por él. Son parejas que ya
no tienen relaciones sexuales, o bien, por el contrario, que practi-
can juegos de camaleón sobre la manta; la mujer, extenuada,
orgullosísima de tener un hombre tan potente y de no ser de las
que se refugian en la frigidez. ll
Cada situación libidinal de los padres ha de ser estudiada
según la edad del niño. Este adolescente del que hablamos, D.,
se ha quedado en una edad de sexuación de dos años en sus 1
1
relaciones con los demás; pero en este caso no será el tratamiento
de la madre el que liberará al niño de su angustia; sin duda, se lo
desculpabilizará diciéndole: "Has hecho todo lo que has podido,
desde que eres pequeño, sin darte cuenta, viviendo cabeza abajo;
ahora que tu madre está en tratamiento te toca trabajar para ti

164
mismo, para lo que quieres ser más adelante". Cabe pensar que
saldrá airoso, aunque la sociedad le haga las cosas tanto más
difíciles cuanto que todo el mundo está fascinado por él.
En Francia pasó lo mismo con ese niño de nueve años que
robaba camiones y que jamás tuvo un accidente. ¡Alguien
sugirió entonces que se le confiara el camión del colegio, para
que pudiera darse el gusto de conducir pesos pesados! Claro que
sería criminal por parte de los adultos dejarlo conducir
camiones, más aun cuando, sin la presión debida al deseo de no
¡¡
dejarse pillar, sería muy posible que tuviera accidentes, !l
justamente. Por el contrario, seguro que habría podido ~·1
acompañar una que otra vez a algún camionero, lo cual hubiera ~j
suministrado una mediación a su deseo.

X.: Cuando un adolescente, en lo que dice, indica la falta de su


madre en él, podemos sentir la necesidad de reemplazar ese soporte
materno. H
;(

F.D.: Eso no es terapia, es trabajo social. Si la madre se queja


de no tener al que ella quiere, entonces tiene lo que hace falta
para superar esa falta, si se la ayuda a hablar de ello. Pregunta-
mos al niño: "¿A qué se debe, a tu parecer, que tu madre no haya
comprendido que todavía necesitabas de su sostén? ¿Tú te
explicas la forma en que criaron a tu madre? ¿Cómo puede ser
que tenga confianza en ti hasta el punto de creer que puedes
arreglártelas sin ella, sier(do que no puedes? Si quieres entender-
lo, háblame de tu madre". Hay niños que nos describen una
madre que no existe en la realidad: "Mi madre es muy delica-
da ... ", pues cuando la encontramos por casualidad en el
corredor chocamos con un marimacho. Pero lo que importa es el
decir del niño, no comparar su decir con la realidad sino lo que él
dice de ella; aquí está toda la dimensión del psicoanálisis: la
escucha de un decir, que es un decir sobre un decir. Y si un niño
es verdaderamente escuchado, ya no necesita quejarse. ¡Me
espanta ver cómo han desvirtuado la teoría psicoanalítica con
ideas educativas según las cuales habría que mantener una
estabilidad de relaciones con las mismas personas, la vida
entera! ¡De ninguna manera! Durante una etapa determinada
hace falta cierta estabilidad; pero una vez que esa etapa ha sido
sellada por la castración, cualquier otro hará las cosas
igualmente bien para el niño, el cual necesita verdaderamente de

165
la estabilidad hasta los dieciocho meses; una vez ·despertada la
marcha, qué importa la persona que tiene a su lado; que camine
sobre la madre prueba que puede abandonarla. El suelo es una
simbolización de la madre; lo ven ustedes en las playas: un niño,
todavía incapaz de caminar sobre el suelo, camina sobre su
madre; pisoteando un cuerpo blando, cualquiera se caería; pero
los niños pequeños, hasta los dos o tres años, lo hacen con toda
facilidad. Uno camina sobre su madre y después la deja detrás;
por eso, cuando la madre corre siempre detrás de él, ya no sabe
por dónde caminar y se inmoviliza en un estado que puede
llegar a la catatonía, cuando puede sublimar por medio del
suelo, bajo sus píes, a la madre de la que escapa; pierde el gusto
de explorar, vuelve a la madre, parte de nuevo ... Es por lo tanto
la etapa en que ya no es perjudicial para el niño abandonar su
primer objeto de identificación. La segunda se sitúa a los tres
años, cuando ya no necesita de su padre ni de su madre, sino l

que necesita modelos tutelares de los dos sexos complementa- i


rios, que no hacen ni dicen las mismas cosas (pues si las dos l
agujas mostraran juntas el norte, el norte ya no existiría). El niño !
necesita de dos personas diferentes cuya resultante permite la
acción, porque esas personas no opinan igual. Es lo contrario de
lo que la psicología presenta como la quintaesencia de la presun-
ta buena pareja educadora, en la cual los dos progenitores
deberían pensar y actuar similarmente frente a sus hijos.

166
: 7. EL SUJETO, NO EL OBJETO

e
it
¡§

.1
!
'
La palabra corno objeto transicional - Suicidio de un niño tras la
11
'

interrupción de su terapia - "Vivir para complacer a los padres


es perversión" - El síntoma evita el sufrimiento - Tartamudeo,
tics - Un niño esquizofrénico y la cuestión del padre- El sujeto ¡1
¡
se construye en la palabra del Otro - No hay humanización
1
posible basada sólo en el objeto parcial - "Soy trisornía 21."

X.: Antes de ir a las preguntas sólo quisiera decir que si Inglaterra


se enorgullece de tener a Winnicott, el psicoanálisis francés no tiene ·¡
nada que envidiar a nadie; tiene a Fra~oise Dolto.
¡]
F.D.: ... que admira 1nucho a Winnicott. Además me gustaría
hacer una observación . a propósito del objeto transicional.
Cuando Winnicott habla' de la colchita que el niño ha perdido,
dice a los padres que no exageren, que no se inquieten con el
pretexto de que el niño ha abandonado su objeto transicional. A
mi entender, el mejor objeto transicional es, al fin y al cabo, la
palabra. Porque las palabras cambian todos los días. Desde este
punto de vista el cantito de ciertos juegos es un objeto transi-
cional tanto como lo es una colcha. Las palabras no se pierden
como los otros objetos, ya que al pronunciarlas es posible
intercambiarlas con los demás. Por otra parte, el objeto transi-
cional es un objeto narcisista relacionado con el olfato, el gusto,
el tacto: interesa, pues, a toda zona comprendida entre los labios
y la nariz, recordando la tacticidad anterior al destete.

X~:Sin embargo, la palabra no tiene las prapiedades sensoriales que


Winnicott atribuye al objeto transicional.

167
~
¡
¡
F.D.: ¡Cuando se empieza a adquirir el lenguaje, sí! Cuando ¡
el niño repite la palabra todo el tiempo y garantiza con ella, la l
palabra es un objeto transicional. Un niño de cuatro años repetía 1
!
en una oración jaculatoria: "¡Alex y Zavatta, vengan,
ayúdenme!" cada vez que se hallaba ante una dificultad. Esta
invocación le hacía compañía. En el fondo se trataba de ideas-
l
palabras. Antes de hacerse totalmente simbóiica, la palabra
puede no ser más que un fetiche, a causa meramente de sus \
propiedades sonoras. Los nombres de estos dos clowns habían 1
tornado el relevo, para el niño, de nombres de personas que él í
í
pronunciaba cuando tenía dos años (los de un cerrajero y un
carpintero). Los invocaba compulsivamente cuando veía un
árbol fulminado o un animal muerto en el campo, porque no 1
soportaba nada que estuviera "herido". Ellos representaban para
él el poder mágico de los reparadores, es decir, el del seno l
materno.
Las fórmulas mágicas, jaculatorias, de los obsesivos tienen el 1
mismo origen. Tampoco aquí se trata de una alegoría. El objeto-
fetiche sonoro debe conjurar una situación de peligro, de 1
ruptura. l
X.: ¿Pero la fámula del obsesivo no anuncia también la amenaz.a, el
riesgo de una catástrofe? Píenso en el hombre de las ratas.

F.D.: Sí, pero entonces es el objeto maléfico. Para "reparar'',


ciertos obsesivos se sienten obligados a recitar compulsivamente
toda una serie de estaciones de subterráneo, sin omitir ninguna.
Para ellos es una manera -mágica- de obtener una restitutio ad
integrum. Y ése es cabalmente el papel del objeto transicional.
Winnicott llamó transicional a ese objeto que aquí estoy descri-
biendo. Pues las palabras, al igual que otros objetos, pueden
inducir al rüño a restablecer la época en que no estaba des,tetado.
Retorna al pecho, transfiere sobre un objeto roto, por ejemplo, 1
pensando que hay que llevarlo inmediatamente al reparador. Se
trata, por lo tanto, de una relación reparadora, en la época del 1
narcisismo primario. 1
\
Un chico de catorce años no podía estar sin su osito. "Esta-
rnos muy alarmados, nuestro hijo es raro, y resulta muy molesto
ante sus compañeros, dicen sus padres. -¿Le preguntaron si a él 1
¡
le molesta? -No, porque los que estamos molestos somos \
nosotros", responde su padre. Se trata sin duda de un rasgo

168
-- ------- --

,'!,
original en un adolescente, ¡pero mientras el sujeto no se sienta
molesto, que soporten los padres la originalidad de su hijo! Sólo
el sufrimiento puede inducir al sujeto a hacer un· trabajo para
liberarse de un síntoma arcaico que lo estorba en su vida actual.
¡Pero permítasele al niño conservar originalidades, pequeñas
debilidades, si ellas no lo hacen sufrir! Es muy grave hacer una
psicoterapia a pedido de un profesor, cuando ni los padres ni el
niño sufren de sus trastornos.
Cuando me iniciaba como psicoanalista fue una dura prueba
para mí tomar en tratamiento a un niño a pedido de su escuela, a
raíz de que los tests daban resultados caóticos. Habiendo
alcanzado un CI de 120, el niño quiso seguir en terapia; pero ni
los padres ni la escuela comprendían que fuese necesario, ya que
.el niño se había puesto a nivel de la clase. Quitarle bruscamente
la posibillidad de la transferencia provocó en él una reacción de
tensión agresiva en clase; se decidió entonces colocarlo en una
· escuela para niños caracteriales. El personal estaba encantado de
recuperar un alumno brillante; pero a él lo deprimió separarse
de sus padres y un día preguntó a su profesor de natación: Si 11

uno sabe nadar, ¿cómo puede ahogarse?" Ahora bien, esto es lo


que hizo a la primera ocasión, participando en una colonia de
vacaciones. Es indudable que tenía necesidad de continuar su
terapia, como todavía tenía necesidad del afecto de sus padres,
de los que era el único hijo, el osito. Al menos se hubiera precisa-
do que alguien siguiera sosteniéndolo en sus esfuerzos escolares
-rosa que nadie hacía-, porque al haberse vuelto inteligente se
sentía marginal. Mientras que, dentro del clima escolar en que
antes no progresaba, vivía bien.
Uno ignora lo que pone en camino cuando comienza una
terapia, pero hay que llegar hasta el final. Sin embargo, nadie
puede decidir el término; ni el comienzo. Es el niño el que tiene
que destetarse progresivamente, sin perjuicio de que vuelva a
ver al analista, más tarde, por propia voluntad. Y nadie, fuera de
él y del analista, necesita conocer las razones que lo hacen
volver.
El que sufre no es el que tiene síntomas, sino más bien el
que, sin mostrar nada de eso a la familia, tiene su futuro en
peligro. El horroroso patotero raramente está en peligro; el que
está en peligro suele ser el nenito amoroso que da satisfacción a
sus padres reprimiendo sus pulsiones activas; pues el día en que
ya no puede engullir nada se siente tan culpable de andar mal en

169
Í'

clase y de haber perdido su dignidad, dignidad basada exclusi- f


vamente en sus é~itos escolares, en ese tragarlo todo que
procede de las pulsiones pasivas de obediencia, que sufre una
grave caída de su libido, que puede somatizarse o producir un \
estado depresivo violento y hasta una tentativa de suicidio.
El horroroso patotero, en cambio, no padece, pues está pleno 1
de pulsiones activas; consigue expresarse muy bien. "Da
trabajo" a sus padres, lo colocan en pensión y, finalmente,
l 1

consigue lo que quiere: ¡alejarse de ese medio en el que se 1


asfixia!
Es imposible que un niño viva para complacer a sus padres; 11
esto es perversión. Claro que si sólo les procura displacer se 1'

siente culpable, pero esto pesa menos que ser culpable frente a sí
mismo por haber cerrado sus posibilidades de agresividad, de
amistad en el exterior. Cuando un niño oye el año entero:
"Prepara tu porvenir", está claro que, como nunca tuvo presente, 1
tampoco tendrá futuro. Su futuro es un futuro psiquiátrico, hasta
el momento en que un análisis pueda sacarlo del horror de tener 1
que preparar su porvenir a perpetuidad.
El que tiene que ir a hablar de su sufrimiento es el que sufre,
y no el que tiene un síntoma. Porque el síntoma es precisamente l
aquello gracias a lo cual no sufre. El tartamudeo no tiene
ninguna importancia si no molesta al que lo padece. El actor
l
Roger Blin tartamudeaba; pero en cuanto recitaba un texto, es
decir que no tenía que expresar directamente sus propias 1
emociones, era un actor maravilloso. Un día le pregunté si el
tartamudeo le había molestado y me respondió, tartamudeando:
"En absoluto; hasta es divertido". (Risas.) ¿Hubiera tenido que
hacer una psicoterapia? Por cierto que no. Un niño de cuatro
años tartamudea cuando ya no tiene ese objeto que él llama su
"chacha". ¿Pero por qué no lo tiene más? ¿Qué pasó alrededor
de ese momento traumático? Esta es la cuestión que hay que
trabajar, en vez de intentar saber únicamente lo que ese "chacha" 1
representa.
1
X.: ¿Hay que hablarle a un niño de sus tics? \
F.D.: Desde luego que no. Sólo hay que preguntarle si lo
hacen sufrir y decirle que podría librarse de ellos hablando con
alguien. Que no sufra por ellos no excluye que quizá se convier-
ta en un neurótico irreversible; pero todos nosotros somos

170
neuróticos. Lo que importa es que esa neurosis sea fecunda para
el futuro. Es un error reprochar a un niño los síntomas de su
neurosis, pues él sufriría suprimiéndolos. Los tics son efecto de
una tensión de las células nerviosas del cerebro que no logran
descargarse en el circuito neuromuscular por medio de una
~
representación mental adecuada. Son representaciones-fines
inhibidas que no encuentran salida satisfactoria. En lugar del ::>}

placer buscado vuelve, pues, obsesivamente, el mismo gesto,


:t•
privado de sentido para el sujeto; pero al menos tiene la virtud
de liberar energía. Es posible; por ejemplo, que el niño que ha
perdido su "chacha" tenga tics faciales, porque no pudo pasar de
'I
la masturbación olfativa (pues la "chacha", el objeto transicional,
reemplaza a la teta ausente, perpetúa la seguridad que da la
madre) a la masturbación genital, que es sana, y sin la cual el
niño nunca sabría que tiene órganos genitales.
L
Sin duda, un niño encoprético no es un niño fácil para sus
padres, pero si la encopresis no le molesta a él mismo se le
puede preguntar si aceptaría lavarse los calzones; después, de
qué no está contento. Si responde: "Es mi hermana; ¡la puerca!"
o bien "Es la maestra", se le dice que no la podrá cambiar o que
podrá intentar vivir mejor con ella yendo a hablar con un
terapeuta. En general, el verdadero psicoanálisis apasiona a los
niños, porque en él no se los sermonea. Pero si no se le dice al
niño que no viene a terapia a jugar sino a hacer un trabajo en su
nombre propio, el tratamiento es un no-lugar.
Cierta vez vi en el hospital un niño prepúber que llegó tras
haber realizado una psicoterapia durante tres años, sin saber lo
que era. Era un esquizofrénico, completamente extraviado. Le
pregunto si sufre, comenzando a detallar las partes de su cuerpo.
Rápidamente me interrumpe:
''Yo sufro de nada en mi cuerpo.
-¿Sufre usted por otra cosa?
- ¿Se lo puedo decir?
- Para eso viene.
- Me duele mi padre.
-¿Cree usted que podría cambiar algo en ese sufrimiento?
-No sé.
- ¿Habló de eso con la señora Fulana, con quien estuvo en
psicoterapia durante tres años, dos veces por semana?
-¿Yo? Yo nunca hice psicoterapia.

171
- Pero iba a su consultorio a hacer dibujos.
- ¡Ah, sí! Mi madre me había dicho que era un persona que
quería a los niños. Entonces le di el gusto a mi mamá, me vi con
esa señora pero nunca le hablé."
Este niño se preguntaba si era el hijo de su padre. Hizo tres 1¡
veces la pregunta, en su análisis conmigo. Es probable que no lo
fuera (nunca lo supimos). Su padre padecía una enfermedad
genética, hereditaria, que sólo se transmite de padre a hijo varón,
no a hija mujer. Este hombre lo supo cuando ya había engendra-
do una hija. Sin embargo, pese a la decisión de la pareja de no 1
correr riesgos, el padre deseaba un varón. La madre me reveló
únicamente que consultó a un médico que le declaró: "Si usted
quiere otro hijo, sería mejor que no fuese de su marido". De ahí
la pregunta del niño, a quien la madre respondía que, por
supuesto, él era hijo de su padre. El niño no llevaba más lejos su
curiosidad; pero lo que lo inquietaba era la posibilidad de ser
enfermo como el abuelo paterno. Más aun cuando su tía, del
lado paterno, había fallecido bruscamente a la edad que tenía el
abuelo cuando se declaró su enfermedad: esta tía tenía los ''¡
!
mismos síntomas, lo que hace pensar que el proceso se desató en
ella por histeria. Este niño hizo progresos considerables y fue t
capaz de asumirse. ·Cuando lo vi al principio estaba completa-
mente ausente; parecía flotar, diciendo: "¿Ah?" o "¿Eh?", como
l
si no oyera. Estaba disociado. Lo único que lo ponía un poco
expresivo era hablar de su hermana, que era un fastidio; la
hermana estaba en la realidad. Al padre lo vi sólo una vez. A él
también le dolía su hijo, le dolía su fecundidad.
El niño era un zombi, ciertamente, pero el diagnóstico de
esquizofrenia era aquí un diagnóstico de evolución; este niño
vivía en la realidad, sin dejar de vivir fuera de la realidad, como
"el Distraído" de La Bruyere o como el matemático Poincaré,
que podía salir con zapatos de pares diferentes. Es absurdo l
esperar que todo el mundo siga la norma, incluso si la instruc-
ción pública cuenta con reducir a todos los niños a la medida
común. Hay que sostenerlos en su originalidad, si no los hace
sufrir; los que tienen dificultad para soportar el sufrimiento del 1
niño, que vayan a hablarlo con alguien. \

No sabemos lo que es la psicosis, pero sabemos que los !


t
l1
niños psicóticos están mucho más adelantados y son mucho más ¡
1

inteligentec; que el promedio. La psicosis pertenece a nuestra


época; resulta por un lado, sin duda, de la reducción de la

172
ll
,
-------=.. - --= - ··- ---=-=--- -----

mortalidad infantil, que en nuestros países tiende a cero. Y


además estamos en la segunda generación del biberón, cuyo
empleo en los años 1900-1914 suprimió el cuerpo a cuerpo con la
~':'. madre. Ahora bien, cuando la satisfacción de la necesidad no va
.,. acompañada por percepciones humanizantes, la comunicación
en cierto modo se enrarece y la función simbólica del niño gira
en vacío: él sólo se relaciona ahora con sonoridades, visiones, ti . ,..

impresiones táctiles, disociadas de toda referencia a un ser . a¡·.


humano. Por otra parte, muchas madres de la segunda "~·
~e

generación no han incorporado una actitud matemante. Su hijo ,¡


heredó, pues, todo un atraso de ausencia de contactos, pues el
origen de la psicosis es la falta de relaciones.
Ciertos momentos del desarrollo de un niño pueden ser
intolerables para su familia o, inversamente, hacer insoportable
esta familia para el niño que no puede, en semejante clima,
reconocerse y amarse a sí mismo. Pues vivir exige un mínimo de
amor de sí. Nosotros nos construimos y nos amamos en el amor
que nuestro padre o nuestra madre nos dirigen; por eso en una
familia sólo ciertos niños quedan marcados por un aconte-
cimiento grave producido en la vida de su madre. Un niño de
cinco años no será afectado como uno de trece por el aborto
provocado de su madre. Conocí un niño de cinco años que se
había vuelto loco, paranoico, porque no se le dijo que su madre
había abortado; ello lo esterilizó en su evolución sexual. Perfora-
do hasta en sus gónadas, pasó a ser un perseguido de la
sociedad, mientras que su hermano de trece años no fue afectado
por el mismo acontecimiento pues ya había dejado atrás estos
problemas de sexuación.

X.: ¿Cómo puede fonnarse un objeto interno constante si el niño,


desde que nace, va y viene entre las manos de distintas personas?

F.D.: Ese objeto prácticamente no se forma, en efecto. Pero


no se trata de construir un objeto interno, se trata de construir
un sujeto. El niño es un sujeto que se construye según la modali-
dad del tú, por la cual una persona se dirige a él cuando todavía
no habla. Cuando un niño dice: "Toto quiere eso", en realidad
dice: ''Toto, tú quieres eso". Creemos que habla de sí mismo en
tercera persona, siendo que habla como si él fuera el otro que se
dirige a él. Es una diferencia difícil de percibir en francés.
Cuando el niño comienza a hablar, es a él a quien representa con

173

1
~
la forma de este tuteo, en la palabra de la madre. El empleo
prolongado del tú para designarse, es en los niños signo de una
entrada en la psicosis: "Tú quieres comer" significa entonces, en
boca del niño, que él tiene hambre. Mientras un niño no posea el
uso de la primera persona, donde ''Toto quiere" significa que
''Yo quiero", todavía no es sujeto.
Otros niños hablan en infinitivo. Pues están, por decirlo así,
en infinitivo: "Toto agarrar eso". El niño todavía no es sujeto, es
un rey. No se trata de un "se"; en cierto modo es el equivalente
de "el Estado soy yo". Se trata entonces no de un je sino de un
moi*, que quiere cubrir a todos los otros. Sin embargo, este
empleo del infinitivo en tercera persona es bastante raro en los
niños. Se lo encuentra más bien en los adultos que se expresan
incorrectamente en una legua extranjera, como Tarzán.
Jamás hay que construir un objeto interno - ¡afortunada-
mente para el sujeto!-, pues el objeto interno es una locura. Es
el sujeto del deseo el que debe construirse para alguien, con
alguien, por alguien. El deseo jamás se satisface fuera de la
presencia de alguien, presencia a veces alucinada, como sucede
con los psicóticos que tienen la ilusión de oír la voz de .la
persona amada. Sólo la palabra de un tercero presentifica, para
un sujeto, a una persona ausente. Hay una presencia que sólo es
restituida exclusivamente en el lenguaje, pero siempre por un r
tercero. Vemos así chiquillos que se vuelven psicóticos al oír
voces en una radio donde no hay nadie. Es que aún no tienen la
1
edad de identificar una ·v,oz que habla o que canta: es la máquina
la que habla. Entonces eilos mismos se convierten en máquinas.
Asimismo, como la televisión pone en el mismo plano las
imágenes dramáticas del noticiero y las de las películas de
aventuras, el niño no puede distinguir entre los que reciben un 1
pago por fingir que los matan y los que realmente mueren.
Ahora bien, la humanización jamás puede efectuarse sólo
sobre la base del objeto parcial, así fuese la voz o la mirada. Por
eso cabe preguntarse qué sucederá con las generaciones que van 1
a tener por yo ideal a la computadora o el robot, máquinas
lógicas desprovistas de sensibilidad. La cibernética puede ser, es 1
cierto, un modelo de lo simbólico, pero a condición de no estar ¡;
desconectada de la otra estructura, que es la de la sensibilidad '
propia de los humanos.

•Véase nota del traductor de pág. 45. [T.]

174
·~

Si las personas que se ocupan de un niño cambian constante- .~ ,


~

mente, va a permanecer apartado hasta que se le hable de todos


aquellos entre cuyas manos ha pasado. Sólo mediante la palabra
podemos ayudar a un niño que ha sufrido estos saltos caleidos-
cópicos.

X.: ¿Podría usted hablarnos de lo que representa para los padres la


presencia de un niño mongólico en el seno de la familia?

F.D.: Si usted habla del hecho de haber engendrado un niño


mongólico, entonces esto puede ser positivo para el niño y para
los padres, como muy destructor: en este caso, todo se debe a
que no se puede, no se osa decir al niño que es mongólico. Una
vez recibí una carta de una madre hecha polvo que acababa de
dar a luz una chiquita mongólica. Como yo acababa de sufrir 1j
una operación, le recomendé por carta decir al instante, a su ~
hijita, las causas de su tristeza: que había nacido trisomía 21; lo
cual significaba que sería mucho más difícil de criar que
cualquier otro niño. Los padres hablaron a su bebé de cuatro
días como a una persona adulta y tuvieron la extraordinaria
sorpresa de ver a su hija, completamente replegada, animarse y
sonreírles. El personal de la clínica pensó que estaban locos y
que yo también lo estaba. (Risas.) Pero médicos y enfermeras no
tardaron en cambiar de opinión al ver que esta niña se comuni-
caba.
La chiquilla hoy se encuentra totalmente a nivel de los niños
de su edad. De un aspecto mongólico muy marcado, pero 11
desbordante de vida, a los dos años y medio no se defendfa de
las agresiones de los otros. Ahora bien, un día, una madre que
esperaba a su hijo a la salida de la escuela, al verla exclamó:
"¡Qué cara rara tiene ésa!" y la pequeña, plantándose ante ella,
lL·
1•.··
1'.
contestó: ''Es que soy trisomía 21. - ¿Cómo? ¡Y encima lo sabe!"
exclamó la señora, espantada. "¿Quiere usted sentarse, señora?",
h
le propuso la maestra, para que se repusiera de su conmoción.
(Risas.)
Vi a esta niña en la Casa Verde; era pequeña para su edad,
pero era un torbellino de vida, de interés por sí misma y por los
niños que la rodeaban. Un chiquito de dieciocho meses, que no
era mongólico pero que tenía la cara toda aplastada, se acercó a
ella rápido como una flecha, la empujó y la hizo caer. En el suelo,

175 1

1
'

'

<

'" 1

en silencio, puso cara de llorar pero sin llorar -yo no intervine, r


por supuesto-, después se incorporó y volvió a lo que estaba
haciendo antes. Al ver que se había levantado, el otro empezó
otra vez a girar alrededor con el propósito de empujarla de
nuevo; yo me acerco a él y le digo: ''Esa tiene realmente una cara
rara, porque es trisomía 21. A ti siempre te dicen que tienes una
cara rara; pero tú eres más fuerte que ella y podrás tumbarla
cada vez que,quieras. Pero eso no tiene nada de gracioso; mejor
harías en jugar con ella". El me miró, escapó, después miró de
lejos a la pequeña, que estaba jugando con su padre; acabó por
acercarse a ellos; el padre lo integró al juego y quedaron juntos,
como los mejores amigos del mundo. A este chiquito siempre le
decían que tenía una cara rara, pero nunca le habían dicho que
era fuerte y que podía hacer algo mejor que tumbar a los demás
niños, en vez de jugar con ellos. La madre de la pequeña me dijo
que los otros niños la querían mucho pero que siempre empeza-
ban por tumbarla. Una psicóloga había aconsejado a la macire
que tratara de que esto no se repitiera demasiado, subrayando
emper~ que había que dejar que la chiquilla hallara sus defensas
por sí 'misma.
Tiempo después los padres me escribieron que estaban tan
felices de tener esta niña que querían tener otro hijo. Cuando el
médico les aconsejó realizar un examen cromosómico previo,
contestaron que no habría por qué hacerlo; si el test revelaba que
el niño sería mongólico no recurrirían al aborto, puesto que no
lamentaban haber tenido esa hija.
El desarrollo de un mongólico plantea sin duda el problema
de su envejecimiento más precoz, ya que falta en su organismo
la síntesis de un aminoácido particular. ¡Pero si el niño es feliz, y
hace felices a sus padres,, qué importancia tiene que su vida sea
más corta!
La madre, pues, no se sometió al examen de marras; y el
niño nació sano. La pequeña estaba al corriente del embarazo de
su madre y preguntaba si el hermanito o la hermanita sería
como ella o no. Y cuando al nacer el hermanito el padre le
informó que. no sería como ella, sintió pasar por el rostro de su
hija un velo de tristeza; le dijo que de todas maneras podría ,,
jugar con él y explicarle lo que era ser trisomía 21.
Examinándolo por todas partes, ella preguntó en dónde se veía
que él no era trisomía 21; se le contestó que esto lo determinaba
un examen. Entonces dijo: "¡Qué tonta la medicina!" (Risas.)

176
' Pues hubiera podido creer, por ejemplo al ver el pitito de su
hermano, que no ser trisomía 21 era eso. (Risas.)
A partir de los dos años y medio dejó de crecer durante un
't
período de seis meses a lo largo del cual su hermano estaba en
caml?io en pleno desarrollo. Al final de este período le dije,
delante de sus padres: "Es posible que no puedas crecer pues
eres trisomía 21; pero como también veo todo lo que haces para
llamar la atención de tus padres e impedirles que miren a tu
hermano, me pregunto si lo que te hace quedar pequeñita no son
los celos que sientes por· tu hermano; pues ahora él tiene tu
estatura. -¡Mierda, mierda, mierda!" Así salió, dando un
portazo. (Risas.) Pasados los meses de verano ya había recupera-
do un crecimiento normal.
En la escuela, era la primera vez que se veía a una mongólica
sacar 10 sobre 10 en los tests de lógica. Sin embargo, como todos
los mongólicos, necesitaba un reposo compensador en clase: en
ciertos momentos paraba de trabajar y decía a la maestra:
"fengo que descansar un poco", y después recomenzaba. Es un
fenómeno característico de los mongólicos -lo observé en
' sesión con ellos--, no se trata de una resistencia; tampoco es una
ausencia. Hay en ellos una necesidad de recuperarse con más
frecuencia que los demás. Por lo tanto, hay que respetar su
ribno.
Esta niña se desarrolla perfectamente bien; y su madre, en la
región en que vive, ayuda hoy a los padres que acaban de tener
un hijo trisomía 21 a superar su angustia. Es indudable que en la
familia de que les hablo encontré un respeto extraordinario por
el sujeto que hay en su hija. Y la madre me dijo que al explicarle
que era trisomía 21, ella le había dado la condición de otro, de un
otro al que ella amaba, y que la sonrisa de la niña había sellado
su comunicación. Si un niño es feliz en estado simbiótico, no hay
que entrometerse.

177
8. SOBRE LA PUBERTAD
l
'

Fugas sin relaciones sexuales - La culpabilización debida a los


padres celosos - El "caso" Wagner- ''El adolescente es siempre
Polyeucte" - La palabra de los adolescentes: "Salir" - "Sostener
la dinámica del niño y no una moral fangosa" - Los fantasmas
de suicidio: el yo ideal debe desaparecer - Un padre homo-
sexual- La pubertad es un "clac" - Analizar la transferencia, en
lugar de manipularla - El secreto profesional, condiciór:t de toda
psicoterapia.

X.: Señora Dolto, ¿cómo concibe usted el papel dd psicólogo en


materia de prevención, especialmente frente a los problemas de la
pubertad?

F.D.: ¿Qué es la pubertad? Son pulsiones cuyo efecto se


experimenta de repente en los genitales en el caso de los
varones, que producen en las niñas imprecisos trastornos y
suscitan en unos y otras la necesidad -no digo el deseo- de
masturbarse. La masturbación es indispensable en la época de la
pubertad, y es importante no sentirse culpable por ella. En ese
momento se producen fantasmas de encuentro, como durante el
período de latencia, pero ya no basta ahora con imaginar, puesto
que la región genital quiere entrar en danza en la búsqueda del
otro; ahora bien, en cuanto los adolescentes encuentran en la
realidad a aquellos o aquellas a quienes desean, ya no buscan en
absoluto un intercambio genital sino que viven amores apasio-
nados. Los padres piensan que se entregan a verdaderos coitos,
siendo que casi siempre no hacen más que jugar a ellos, y esto
porque los padres se angustian y les impiden frecuentarse.

178
--- - -~--~---~

d
i
¡Cuántas fugas apasionadas en las que no pasa nada genital!

1
Además, si los padres invitaran a almorzar al muchacho con
l{ quien su hija se "escapó", verían qu~ no existe entre ellos nada 11
'
más que el deseo violento de estar solos juntos. La pubertad es la
i edad en que varones y chicas tienen necesidad de encuentros !
f reales, para salir de la angustia de la masturbación, ligada a la
l
presión de las pulsiones que, en la soledad, acaban por no hallar
más salida que en lo imaginario. Ahora bien, estas pulsiones l
¡
deben pasar a la experiencia social real y no permanecer
mantenidas en lo imaginario, en el dormitorio; deben encontrar
la experiencia afectiva de otros jóvenes, en grupo, sin los padres.
¿Por qué? Porque es la edad de la reorientación de la prohibición
del incesto. Y si los padres se mezclan en una historia amorosa

de su hijo, esa historia queda entonces teñida de incesto.
1
Los padres deberían saber que muchos de estos momentos
estructurantes para los hijos son vividos por éstos con culpabi- 1
lidad, mientras que son perfectamente sanos; pues esa culpabili- l !

dad de los adolescentes, que procede de los celos que los padres
sienten por ellos, los arrastra a querer ser castigados o a realizar
sus amores por sendas donde se darán de narices. Por el
contrario, si se los deja vivir una primera relación tendrán
abierto el camino a otras experiencias que aportarán penas de
'1
amor, al mismo tiempo que la estructura del niño se formará
gracias a un confidente, sea quien fuere: psicólogo escolar, 1
enfermera del colegio secundario, padrino o madrina; pero este
confidente no puede ser uno de los genitores. Esto supone que .lj
dichos genitores confíen en quienes rodean a su hijo y lo aman, y
por lo tanto que el niño esté en relación con ellos, antes de la
pubertad. Cuando un niño se ha criado en un árculo familiar
cerrado y asfixiante, en la pubertad seguirá siendo un pequeño
que siempre quiere complacer a sus padres, con las consecuen-
cias resultantes.
La pubertad es igualmente la revelación para los jóvenes de
su violín de Ingres, a menudo sumamente inesperado. El
ejemplo más asombroso que los libros me hayan proporcionado
es el de Wagner, que no pertenecía a una familia de músicos;
llegado a la pubertad, se encontró como el alucinado auditivo de
una música desconocida; quería escribirla, pero corno no sabía
nada de composición ni de escritura musical, dibujaba su música
más que escribirla: cantándola. Después fue a ver a un director
de orquesta y le pidió que tocara su música. Este le aconsejó que

179
hiciera como todo el mundo, es decir, en particular, que anotara f
la parte de cada instrumento. Así aprendió Wagner el solfeo. y
por eso, aun cuando no existe música más apasionada y fogosa
que la suya, sus manuscritos parecen impresos, de tan minuciosa
!
¡
¡
que es la caligrafía por ese afán que tenía de ser legible. En la '
¡
\
pubertad, tanta era la necesidad de Wagner de escribir su música
para no volverse loco, que se aplicó a ello del modo que acabo
de describir.
Muchos padres estrictos, racionalistas, quedan estupefactos
cuando sus hijos, en la pubertad, se hacen miembros de una
secta. No entienden nada y se enloquecen, mientras que se trata
del mismo fenómeno que el de hacerse músico; cuando no
sucede que el joven, bajo el dominio de una crisis mística, corre
ei peligro de caer bajo la férula de alguien; riesgo tanto mayor
cuanto que los padres se paralizan al ver que los afectos inexpli-
cables de su hijo hallan un garante en lo imaginario de un
folklore de secta falsamente místico (pues la verdadera mística
nunca consiste en lograr ascendiente sobre otro para disfrutar
del propio poder). No se puede explicar esto al adolescente que
precisamente acaba de encontrar, en la disciplina fundada sobre
la relación imaginaria con un Maestro, la fuerza para salir de la
culpabilidad que lo empujaba a obedecer a sus padres. Debemos
saber que en la pubertad un adolescente descubre en su interior
una pasión por un modo de afectos y de representaciones que
hasta entonces no tenía; trátese de la pintura, la escultura, la
. música; el deporte; los padres, a veces, se oponen a su deseo de
practicar tal o cual disciplina, pretextando que no tienen dinero
para eso. Lo importante no está aquí. La vida afectiva y sexual
del adolescente ya no les concierne; simplemente tienen que
sostener su impaciente deseo de abandonar las materias
escolares por el teatro o la ópera, de inscribirse en la sociedad.
Esa pasión puede ser duradera o sólo una efímera llamarada, en
cuyo caso se apagará sola. De cualquier manera, hay que dejar
que este deseo sea vivido, de lo contrario se transformará en
fantasmas masturbatorios, en deseo de un imposible. No hay
que evitar que un niño fracase, sino apoyarlo cuando ha fracasa-
do; en el caso de un amor imposible es lo mismo.
El adolescente es siempre Polyeucte: debe quemar lo que ha
adorado. Si su padre es muy conservador, él puede hacerse
terrorista y pagar con su pellejo la elección de su padre. Mientras
tenga con quien hablar de ello, puede mantener sus pulsiones a

180
distancia, en vez de pasar al acto. Rebelarse con palabras o en la
manera de vestirse, esto es lo que lo ayudará pasar laa
pubertad. Sin embargo, la mayoría de las veces los padres toman
fantasmas por realidad y no dejan expresarse al niño. Entonces
que lo dejen libre para hablar con otro. Además es la época en
que el niño debe dejar a sus padres. Quiere "salir": ''No me
dejan salir". Los padres quieren controlarlo todo,. mientras que
tienen la posibilidad de expresar sus temores ante los peligros
-;;.~
que su hijo no conoce, y a veces de proponerle que elija una
institución educativa. "Me angustias demasiado", pueden
decirle los padres. En general, en ese momento el adolescente se
modera, pues al fin y al cabo está muy contento de permanecer
con los padres y de no ir a exponerse a otro tipo de control.
El niño querría trabajar: "Ah no, a los doce años no se puede
trabajar, es un delito". Cuando yo era joven esto no era en
absoluto un delito. Los padres lamentaban que su hijo no
siguiera la escuela, pero no era un pecado entrar en la vida
laboral para ganar dinero a los doce años. Incluso se le podía dar
dinero a la madre si el padre, por ejemplo, bebía y no traía el
suficiente. Ahora los jóvenes se encuentran en una sociedad
cuyas reglas ya no permiten actualizar de manera lícita las
pulsiones fálicas, vectores de responsabilidad. Todos nosotros
enfrentamos esta gran dificultad actual; yo pienso que es
importantísimo que el sentimiento de responsabilidad del niño
pueda desarrollarse sin que sus padres piensen que es un
delincuente. Es conveniente que la justicia sea la justicia, el
terapeuta, un terapeuta y los hospitales, hospitales.
Si un muchacho frecuenta a otra familia porque hay una
chica que le interesa, no lo hace para convertirse verdadera-
mente en su amante sino en una suerte de hermano; él es el
amante de una hermana que se ha elegido. Al tiempo que
L.
empieza a sentirse genitalizado, sigue siendo infantil, ya que el
hecho de ir a acostarse con una chica en la casa de ésta mientras
los padres lo siguen manteniendo no le permite desarrollarse y
asumirse completamente.
¿Qué sentido tiene que una chica de dieciséis años se acueste
con un muchacho sin aceptar las consecuencias, que siga siendo
una niña con todas las ventajas que esto supone y al mismo
tiempo disfrute, supuestamente, de los placeres del adulto?
Ahora bien, es nuestra sociedad la que empuja a los jóvenes a
vivir estas situaciones. En el momento de la eclosión genital, se

181
1
i
obliga a los jóvenes a jugar a "tocar la cosita", como si tuvieran
seis o siete años, y como si esto no produjera efectos en su
r
corazón. !
¡
Siempre se puede sublimar una frustración con la ayuda de 1
l
alguien. Solo, no es posible. Desde el momento en que un yo '
auxiliar momentáneo permite analizar las dificultades en que
uno se encuentra, es posible salir de ellas. Sólo la soledad lleva a
elegir soluciones delictivas en relación con la sociedad; o en
relación con la salud, ya que la enfermedad continua es
delincuencia para con uno mismo.
El adolescente corre mucho menos peligro con padres que
viven en la realidad lo que tienen que vivir a su edad. Una
madre culpabiliza al padre de conseguirse una amante en el
momento en que su hija o su hijo está en edad de salir de casa.
"¡Nunca está!" dice refiriéndose a su marido. Sí, pero ¿por qué?
En vez de ocultarlo, el padre debe decir que su mujer ya no es su
mujer y que le es preciso encontrar una, sin lo cual todo el
mundo estaría chalado. La madre se frustra como mujer, pero
¿qué ha hecho para retenerlo?
De lo contrario la angustia del niño entra en resonancia con
la del adulto frustrado, con la cual sin embargo no está vincula-
da. Evidentemente, lo que estoy diciendo no es muy moral: que
hay que sostener la dinámica de una familia y al cónyuge que
vive su vida en otra parte, porque esto es menos peligroso a
largo plazo para la sexualidad del joven; aun cuando a corto
plazo parezca más nocivq que el padre no esté en casa. A partir
de los siete años, el n iño pone su sello en la pareja,
desempeñando su rol edípico. Nuestro papel de terapeutas es
sostener la dinámica real del niño y no esas historias fangosas de
moral aparente, pues en ello se juega su sexuación, su devenir
otro con respecto a sus padres. Sólo asumiendo su sexualidad se
hará operante en sociedad, en vez de permanecer encerrado en
la sexualidad de sus padres frustrados.

X.: ¿Podemos hacer algo para prevenir el suicidio de los adoles-


centes? Pienso que todos nosotros conocemos la importancia del índice
de suicidios entre los jóvenes de Quebec, que incluso nos sitúa a la
vanguardia de los países occidentales.

F.D.: No todas las ideas de suicidio culminan en acto. Por


otra parte, los adolescentes que no fantasean el suicidio no soi:i

182
.í :
17-'f
}:..
adolescentes. Lo mismo se puede decir de los niños que no
i-
r., . habrían pensado en dar matarratas a su hermanita. El fantasma

, í~
L
f ...

t.
de suicidio verbalizado es el signo' de que el adolescente debe
matar en su interior a aquel en quien él piensa que se convertiría
al tomar como modelo a su padre, su madre o cualquier adulto
articulado por él al padre o a la madre de antaño. Lo que debe
t
desaparecer es el yo ideal. En cambio, el ideal del yo que el
t
t sujeto conservará toda su vida no puede encararse en una
i persona; de lo contrario, es la marca de un retraso en el desarro-
llo, semejante al que puede producirse en la fase de la resolución
1 del Edipo y aun en el período de latencia, es decir en la época en
1 que el niño todavía cree que el padre es un hijo estupendo, hasta
i el día en que se da cuenta de que es como todo el mundo, de que
pertenece a un linaje. Ahora bien, en este linaje, el que tiene que
1 tomar el relevo es el adolescente. La idea de suicidio es por lo
tanto importantísima para liquidar el deseo de parecerse a
modelos. ¿Cómo diferenciar entonces entre los fantasmas de
suicidio y el proyecto real? Porque del ~proyecto de suicidio no se
habla nunca. El adolescente que va a suicidarse es percibido casi
siempre por los demás como un ser aparentemente cómodo
consigo mismo. No ha entendido que debía morir en su interior
aquel que creían que él era. Permanece en un parecer que lo hace
ser bien visto por los demás. El que realmente quiere suicidarse,
1 en el último momento siempre llama a alguien; es importante
!
comprenderlo más allá de su parecer. Pero el que habla de esto,
1 aun estando deprimido, no se halla en la misma situación de
1
1 urgencia. Ignoro si comparten ustedes mi opinión, pero aquellos
i
i cuyo suicidio nos ha dejado desolados son casi siempre aquellos
de los que no estuvimos bastante cerca, o frente a los cuales no
1 fuimos lo suficientemente lúcidos como para comprender que,
detrás de esa fachada perfecta, se preparaba un duelo de la
l infancia tal que arrojaron al niño junto con el agua del baño.
1
Ellos mismos eran el niño que había que matar, pues no podían
1 decepcionarse hasta el extremo de cambiar bruscamente. Esto se
'
produce con frecuencia en el momento del abandono de un
amigo o una amiga; insisto en recordar esto pues muchos
adolescentes se creen homosexuales; ahora bien, cuando caen en
la aflicción de haber perdido su yo auxiliar, que era un amigo,
una amiga, en espejo, en dúo, ya no existe nadie, y piensan con
horror que son homosexuales. De este modo, un chico se creerá
homosexual porque se excita por un tenorio. Los adolescentes no

183
se atreven a hablar con nadie de estos temores; mientras que lo
que está en juego es la vergüenza de pulsiones homosexuales
que datan de la infancia. Ahora bien,· esta homosexualidad
infantil es indispensable, en el plano afectivo, al producirse la
declinación del Edipo; como es indispensable la heterosexuali-
dad idealizada hasta el momento de la pubertad. En la pubertad
los chicos descubren que las chicas existen en la realidad, e
inversamente. Hasta entonces, el varón, por ejemplo, había
trasladado su idealización del padre al primer compañero.
Entonces una persona lateral puede mostrarle que él había
colocado en una persona algo que la haáa parecer distinta de lo
que era, sin ser por ello homosexual. Este suicidio provocado
por la obsesión de ser homosexual, pero felizmente a menudo
malogrado, proviene sin duda de la falta de lucidez de los
adultos en lo que respecta al inconsciente de los adolescentes l
1
que, equivocándose sobre el sentido de su atracción por otro del
mismo sexo, experimentan una terrible culpabilidad. \
!
X.: Muchos suicidas de diecinueve a veinticinco años dejan cartas •f
en las que dicen: "Les pido perdón, discúlpenme". En vida se mostra""
ban, por el contrario, arrogantes y despreciativos. ¿Cómo explicar esta
contradicción?

F.D.: El "Les pido perdón" significa: "no puedo complacer-


los". El joven se hallaba entonces a punto de hacerse cargo de sí
mismo; en el momento en que iba a elegir la vida, prefirió morir.
No tiene que pedirle perdón a nadie por morir, no está mal" 11

morir; pero siente que no haber hecho nada con su vida es una
manera de no haber honrado a los padres que llevaba dentro de
sí. Honrar a los padres no significa amarlos, sino hacer en la vida
por lo menos el bien que ellos han hecho por nosotros y que nos
enorgullece. El joven que se suicida honra pues a sus padres en
el momento en que es dueño de su vida, pero precisamente es en
ese momento cuando muere ... Se siente culpable ante sí mismo
de no haber hecho nada con su genitalidad naciente, que le
exigía asumir la responsabilidad de una obra venidera. Esto es lo
que hoy se olvida fácilmente; uno tiene responsabilidades
respecto de sí mismo, y por lo tanto de sus padres, lo que no
significa, lo repito, amarlos ni complacerlos. Se trata de hacer
honor a su linaje. Toda criatura sexuada lleva en sí la ley de "dar ¡
vida". Ahora bien, esa vida que hay que dar no es necesaria- \·
1

184
mente camal; puede ser una vida afectiva, una vida espiritual. Y
esto es lo que hacen ustedes, trabajadores sociales, al querer dar
una vida afectiva a niños en los que ella cojea; volver a darles el
derecho a una vida portada por su deseo. La genitalidad y su
sublimación son eso. El joven que se ha suicidado cedió cuando
i
¡.
r
tuvo que asumir la responsabilidad de sí mismo para vivir, ¡
!
renunciando completamente al placer que creía representar para
1 sus padres o tener que brindarles. ¡
Cuando un joven da su vida por una causa que siente
t valedera, no pide perdón. El deseo de morir por una causa es tan

¡ intenso en los jóvenes·que, cierta vez que se pidió 200 kamikazes


para la guerrilla, los torpedos y los aviones suicidas, se presen-
taron 2000... Son bien conocidos los riesgos que asumen algunos
1
i
¡ adolescentes en los escalamientos, tanto les parece que "vale la
1

pena" poner su vida en juego. Mientras que "dar la vida" es


vivir en el tiempo, y no necesariamente "morir por''. Cuando 1
1
¡
¡ uno pide perdón es porque se siente cobarde ante su respon-
i sabilidad, o frente a un conflicto entre~ "complacer'' y "honrar''.
Usted se refiere a adolescentes que quizá deseaban hacer algo
muy distinto que lo que sus padres habían previsto para ellos, y
que carecieron ya sea del apoyo de la sociedad, ya sea del coraje
de decepcionar a sus padres. Había que correr el riesgo de "a lo
mejor, salir exitoso". La adolescencia es un nacimiento en el que
hay que desprenderse de las certezas anteriores, porque uno
sabe que lo que desea vale la pena. ¿De qué? De arriesgarse a
ello. De lo que los adolescentes que se suicidan piden perdón, es
de sentirse culpables por no haberse arriesgado, justamente, a la
obra de su deseo.

X.: La cuestión de la homosexualidad en los adolescentes, a la que


usted se ha referido, interesa a nuestra sociedad por las transfonna-
ciones que ésta está padeciendo. Un padre, por ejemplo, se descubre
homosexual a la edad de cincuenta años y lo comunica a su esposa. En
esta familia hay cuatro hijos; parece que los dos mayores fueron
informados por el padre del motivo de la separación, pero la madre se
negó a que el hijo de quince años y la hija de diez se enteraran. ¿Qué
opina usted sobre este no-dicho, sabiendo que los dos hijos menores
están a la búsqueda de su identidad sexual?

F.O.: He conocido muchas situaciones de este tipo en las que


los padres se vuelven homosexuales en el momento en que su

185
>~
f
1
r
&
hijo está él mismo en edad de decidirse por un modo de
relaciones sexuales y afectivas. Para un padre, la adolescencia de t
su hijo varón es un momento difícil; la homosexualidad es para f
él una salida, un medio de evitar el incesto. Este momento no
dura nunca para el padre si su mujer lo ama con esta dificultad,
y si los hijos son puestos al corriente de la situación. No hay
nada de trágico en tener un padre homosexual; por otra parte, el
l
¡
1
hecho de que haya engendrado hijos prueba que no lo es !
completamente. Conocí hombres que se declararon homosexua-
les para poder divorciarse, pues ésta era la única forma que
't ¡
1
tenían de deshacerse de su mujer. Asimismo, vemos mujeres !
engañadas que no experimentaron ninguna falta hasta el día en \
que descubrieron que su marido necesitaba ofrecerse además a
otra mujer. Se molestan de pronto por no haber advertido que l~
venían siendo engañadas desde dos o tres años atrás, pues
mientras tanto eran muy felices con su marido. No están l
l
privadas de nada; están frustradas. Es como si debieran aceptar
ser dos mujeres diferentes. Creo por otra parte que con ellas
sucede lo mismo que con el niño que descubre la sexualidad de 1
sus padres. Ustedes saben que la bigamia de los hombres es
problema de las mujeres, pues ellas son monoandrias; en
cualquier caso, nunca tienen más de un amante a la vez; son
muy pocas las mujeres pluriandrias. Cierto es que el hombre no
tiene más que una mujer en su vida, pues aunque mantenga !í '
relaciones con otras mujeres, éstas siguen siendo exteriores para
ellos. La mujer siempre tiene que tomar un hombre; espera algo l
de él que fructifique en ella. ¡Ustedes, señores, son polígamos
potenciales permanentes, es maravilloso! Los admiro, pues l
nosotras las mujeres no somos capaces de eso. (Risas.) Así pues,
cuando se explica a los hijos que su padre decidió vivir con un 1
hombre y que de ese modo no tendrá más hijos, éstos se 1
tranquilizan de inmediato, pues los alarma -sobre todo a las F

hijas- la idea de que su padre pueda volver a casarse y tener


niños con otra. Los niños lo saben todo inconscientemente, pero
saber conscientemente alivia su intuición. En cuanto a la esposa
que a causa de ello se ofusca con violencia, por su lado algo
permanece sin ser aclarado, puesto que para ella todo zozobra
cuando se entera conscientemente de que su marido es
homosexual. El padre al que usted se refiere debía de amar
mucho a sus hijos, temiendo hacerse incestuoso. En la mayoría
de los casos que conocí se trataba de eso: estos hombres

186
-----~- ~ - -~- - - --

preferían declararse y creerse homosexuales antes que verse en


peligro de incesto. Habiendo superado el Edipo, los niños, a
partir de los siete años, ya no .tienen ninguna necesidad de su
padre como modelo sexual, ni de su madre. Ellos necesitan
modelos en la vida. La homosexualidad se prepara entre los tres
y los cinco años; cuando estalla, a la edad que fuere, siempre se
trata de un "vuelva a ello" de incesto no liquidado, en el sentido
hijo-padre o en el sentido padre-hijo.

X.: ¿Los homosexuales sufren a causa de su homosexualidad?

F.D.: Todos los seres humanos sufren, los homosexuales y los


heterosexuales. Ciertos homosexuales sufren porque no habrán
dejado una obra. Los que tienen una obra que dejar no sufren
más de su homosexualidad que los heterosexuales de su dificul-
tad para vivir. Tanto para unos como para otros, el sufrimiento
es el de haber creado una obra que se les escapa. Para un
homosexual lo peor es casarse y engendrar hijos para conseguir
una tapadera. Yo conocí un homosexual que era el padre de un
niño que estaba en tratamiento conmigo. Este hombre vino a
decirme que vivía en su hogar cohabitando además con el
padrino de su hijo como amigo y pareja; no quería que su hijo lo
supiera. Le contesté que estaba equivocado: su hijo estaba en
edad de saberlo, y sin duda le daría pruebas de que aceptaba a
su padre aunque éste fuera diferente de los demás. Por otra
parte, este padre no podía tratar a su hijo como tonto la vida
entera. El niño me preguntó si podía venir con su padre a hablar
de ello en mi presencia. No acepté; y dije al padre, que vino a
buscar a su hijo al final de una sesión, que éste deseaba que
habláramos los tres, pero que yo consideraba preferible que él
hablara a su hijo con un tercero, que podía ser la madre del
padre, la madre del niño o el padrino, el amigo. Poco después el
padre me agradeció mi negativa; pudo hablar del asunto con su
mujer, la cual lo había comprendido hacía largo tiempo sin dejar
de amar a su marido: lo aceptaba con lo que ella llamaba ''su
defecto". El aniñamiento del niño cesó; ya lo saben, se trata de
ese comportamiento de los varones de doce años que juegan al
bebé sin jugar. El no comprendía la razón por la que su padrino
vivía en la casa y le preguntaba constantemente por qué no tenía
mujer. El padrino respondía que era muy feliz de vivir con la

187
familia; el niño lo veía como un parásito. Cuando supo que este
T
1
padrino, que tenía un oficio, pagaba su parte en la casa, y que
por lo tanto se trataba de una comunidad de dos hombres y una ~
~
~
mujer, el niño salió de su regresión. Pues era lo no dicho sobre ¡
esta situación lo que impedía al muchacho adquirir los recursos
de un buen rendimiento escolar.
l
Sólo la verdad, puesta en palabras, alivia a todo cuanto
debió permanecer oculto. De lo contrario, el niño no puede 1
t

sentirse un igual de los padi:es y sigue siendo un chiquillo que


no tiene derecho a saber. Fue el padre el que pidió esta terapia i
para un hijo que vivía una fase de latencia de nunca acabar y 1
que lo mantenía más acá de sí mismo, aunque fuese el mayor de
la familia. Como vemos, la maduración del niño es la verdad, la
l
revelación de la contradicción de los padres. Este padre había t
intentado al parecer un psicoanálisis a los veinticinco años para
tratar de salir de su homosexualidad, pero no había podido
renunciar a las elecciones de su bisexualidad. En efecto, amaba a
su mujer pero no podía prescindir de su relación con Sll amigo, 1
con el cual sólo practicaba raras masturbaciones; sólo penetraba
a su mujer, pero no podía prescindir afectivamente de este
hombre. Esto es lo que puedo decirles de mi experiencia en esta J

ciencia joven que es el psicoanálisis. Pero aunque el psicoanálisis ~1

no lo pueda todo, no por ello hay que desvirtuarlo. Es preciso


escuchar, sin prescribir, ni al niño ni a los padres, actos norma-
lizadores cuyo alcance por lo demás no conocemos bien. En la t\
actualidad, todo género de normalización debería estar caduco
en la forma de terapia que sea. Si el sujeto desea cambiar, que {
trabaje en ello. Si no puede, que se acepte con sus contradic-
ciones, obedeciendo al sentimiento de responsabilidad que le \
corresponde. Si les he citado el caso de este homosexual que se
había casado para procurarse una coartada, también vemos 1
muchas madres con toda la traza de mujeres y que no son sino t¡
chiquillas prolongadas, por decirlo así, pedófilas respecto de sus
hijos. Tomamos eso por amor materno; pero una mujer no tiene
amor materno por sus hijos si no es mujer con un hombre. Si
prefiere sus hijos a su hombre, entonces ha permaneeido en una
homosexualidad de mujer. Puesto que el marido ·sólo es para ella
\
¡

una madre contra la cual acurrucarse, no conoce el lazo de una


·mujer con un hombre. 1¡
En lo que respecta a la adolescencia, quisiera que retuviesen ¡
esta imagen que fue útil a muchas madres de familia: en la
1
1
t
188
tr
1
'-'·'" pubertad, la estructura del varón o de la niña es como un clact;
lo que significa que las dificultades de su vida ante las cuales se
ha descompensado, desde su primera infancia hasta su presente, ' 11

el adolescente va a revivirlas en su pubertad. Por ejemplo, un


niño que al comienzo de su vida es anoréxico, en la pubertad
tendrá trastornos análogos -por los que no habrá que inquie-
tarse-. Ustedes saben que muchos adolescentes entrampados
en una falsa anorexia se convierten después en auténticos
anoréxicos, mientras que si uno no se ocupara de sus síntomas
éstos desaparecerían. Si un niño ha padecido un reumatismo
articular y en consecu~ncia hubo temor respecto de su corazón,
en la pubertad puede padecer taquicardias, porque revive
entonces los momentos estructurantes de su vida con la descom-
pensación subsiguiente; entonces pasa en revista de una vez los
sintomas que padeció en el transcurso de su adaptación,
síntomas que sirvieron para purgar lo que, de la libido, no era
simbolizable de otra manera, para canalizar una energía que no
podía decirse. Esto es lo que vuelve a jugarse en la pubertad. Si
en su infancia se produjeron acontecimientos familiares difíciles,
puede ser que el adolescente reviva con angustia lo que había
vivido como una indignidad: una quiebra comercial de sus
padres o una tía a quien dejaron embarazada; cualquier cosa de
la que habrá oído hablar apenas pero lo suficiente como para
quedar tocado por un sentimiento de deshonor concerniente a
su familia. Entonces hay que explicarle que está repasando los
momentos de su vida y que no debe alarmarse por ello; ayudan-
do igualmente a los padres, pues la pubertad de los hijos
siempre les es difícil de vivir. Si el adolescente no se la pone a los
padres de todos los colores, entonces no está en crisis de adoles-
cencia. Por otra parte, ¿cómo pueden ayudarse los padres?
Formando grupos de padres que les permitan ventilar su
angustia, ayudarse mutuamente a no sentirse culpables y, sobre
todo, evitar a los jóvenes la sensación de culpabilidad. Ustedes
saben que ésta es la edad en que los niños quisieran que su
padre cambie, que su madre se vista de otra manera, donde todo
está mal en la casa. Sólo hay que decirles: "Figúrate que te 'li
!' '
i
hubieras equivocado respecto de nosotros. Nosotros ya no j

somos perfectibles. A ti te toca ser distinto de nosotros. Déjanos


!

. Sombrero de copa alta, plegable. [T.]


189
ser anticuados y vulgares". A la pareja le toca prestarse sostén,
gracias a otras parejas, dejando que el adolescente se busque y
encuentre los compañeros de su edad que le convienen. Ser
testigos, sin intervenir, es la mejor de las actitudes para los
padres.

X.: Dijo usted que la masturbación era fundamental en la


pubertad ...

F.D.: Es fatal.

X.: ¿Qué pasa con las mujeres que nunca han hecho esa experien-
cia? ¿Quedan fijadas al periodo de latencia?

F.D.: Sin duda. Aunque muchas mujeres piensan que no se


masturban, sí lo hacen en el sueño profundo. Muchas creen no
haberse masturbado nunca en su adolescencia, pero usted sabe
que los tampones desempeñan un papel muy importante en la
vida de las chicas. De cualquier modo, la masturbación de las 1
chicas es mucho menos importante que la de los varones en la .
pubertad; y esto es muy natural, ya que para éstos el pene es, en
cuanto órgano visible, testigo de su excitación sexual. Pero las
erecciones de un muchacho no indican que esté enamorado. La 1·

masturbación de la pubertad es la que va acompañada de fantas- :


mas relativos a alguien inaccesible al que no se intenta encontrar.
Como casi siempre los varones no tienen ninguna iniciativa en la
realidad, los adolescentes sufren una regresión y retornan a
fantasmas incestuosos, a la imagen de la hermana grande o de la
mejor amiga de la madre; pues no se han dado cuenta de que lo
que los obligaba a contentarse con la masturbación era su falta
de esfuerzo por conocer a alguien en la realidad. En lo tocante a
la mujer, como el verdadero goce es uterino, la superficie clitori-
diana no es gran cosa comparada con lo que representa el
encuentro de otro, la penetración por otro. Mientras que los
varones pueden imaginar que el placer es local. Por eso es
importante que trabajen por hallar en la realidad las personas
que desean afectivamente, aun si, a despecho de sus esfuerzos,
éstas permanecen inaccesibles.

X.: ¿Piensa usted que una chica que ha tenido problemas de


enuresis conocerá repercusiones de ésta en su vida sexual adulta?

190
F.D.: Tengo la experiencia de tres mujeres que siguieron
siendo enuréticas aun siendo amadas por sus esposos; y no eran

,..
frígidas en absoluto. Una, en particular, madre de dos niños,
vino a verme por su hija de once años, totalmente equilibrada al
igual que ella. Su marido me dijo después que, cuando la corteja-
ba, era tan tímida y vergonzosa que él le preguntó a qué se debía
esa forma de ser; y ella tuvo el valor de confesarle su síntoma. El
'
quedó profundamente impresionado, pero la amaba en demasía;
y además pensaba que el tener una vida sexual cambiaría las
cosas. Pero las cosas no cambiaron, con o sin urólogo. Este
hombre me dijo: "Es curioso, pero cuando uno ama a alguien, lo
acepta con sus defectos". Esta mujer se hallaba en armonía con
sus dos hijos, aceptaba su problema como hubiera aceptado
cojear. Sin embargo, una psicoterapia analítica puso fin a la
enuresis de su hija. Pedí a la madre que informara a su hija de su
propia insuficiencia. La niña no era bastante fálica, era demasia-
do "madrecita" con sus compañeras. Percibía la agresividad de
los demás y no sabía defenderse. Hablando, poco a poco,
desarrolló un comportamiento autodefensivo; ese defecto (que
apuntaba a dar muestras de una uretralidad viril que además
ella no poseía en absoluto) se curó al mismo tiempo que su

1 ~i
pasividad. 'i

X.: ¿Cómo puede un asistente inducir a un adolescente que sufre


de una carencia familiar profunda a tener una relación terapéutica con
un tercero, sin que por ello;se sienta lastimado por perder la relación
privilegiada que ya tiene con ese asistente?

F.D.: Ahí se trata de una confusión entre la relación amistosa


y la relación terapéutica; confusión difícil de aclarar para las
personas que no son psicoanalistas. Pues el trabajo de un
psicoanalista con un adolescente o un niño consiste justamente
en el análisis de la transferencia. Si un niño se siente amigo del
analista, éste, por su parte, no tiene que sentirse amigo del niño.
De lo contrario se aparta de su papel. En el caso que usted
menciona, el asistente debe explicar al niño que tiene que
encontrarse con otro en una relación terapéutica, ya que él
mismo no puede ayudarlo más, ahora que se ha hecho amigo
suyo. Esto no impedirá su amistad; pero la transferencia es
distinta de la amistad, la cual, en este caso, produciría una
transferencia perversa. Hay amistades verdaderas entre niños y

191
adultos que son sublimaciones homosexuales o heterosexuales,
cuando no hay contacto corporal. Para el adulto, es una subli-
mación en amor materno o paterno; es un amor casto, que sin
embargo constituye una trampa para el adolescente si él cree que
esta persona lo ama, en el pleno sentido del término. Por lo
tanto, el adolescente tiene que saber que este adulto tiene su
vida sexual, y en otra parte. La verdadera amistad, como el
verdadero amor, nunca es puesta en peligro por un psicoanálisis.
Lo que queda en peligro es lo falso. Al contrario, cuanto más se
analizan los lados negátivos o ambivalentes más se afirma como
tal el sentimiento verdadero. La amistad es el amor casto, sin
celos ni posesividad. Por eso, cuando se hace un análisis, se es
más libre de amar. El psicoanalista debe explicar que, si se lo
toma por alguien que ama, esto no es cierto, puesto que se le
paga; que él se interesa en la evolución del analizante pero no lo
ama, y que, una vez cerrada la puerta, no piensa en él. No bien
se establece una relación privilegiada con un adolescente ya no
es posible ser su terapeuta. Se puede ser su "asistente", como
usted dice, es decir una persona impedida por la interdicción
adulto/niño, pero no impedida para el amor.
Puede ser que oír esto le resulte chocante, pero subrayo este
punto: usted no hace el análisis de la transferencia; usted se sirve
de la transferencia del niño para dirigirlo, lo que es completa-
mente diferente del psicoanálisis, el cual es el análisis de la
transferencia, operando la diferencia entre la ilusión de una
relación y la realidad de una relación. La ilusión de una relación
es, por ejemplo, trasladar sobre una persona una carencia de la
primera infancia. Con el analista es con quien se debe revivir el
deseo de colmar las carencias de la primera infancia. En un
psicoanálisis, justamente, sea hombre o mujer, el analista debe
significar al paciente que él traslada sobre su persona las
carencias de su relación con su madre, por ejemplo. En la terapia
de asistencia afectiva, la elucidación no llega hasta ese punto.
Pero de todas formas una relación privilegiada, en este dominio,
es una relación casta. Se lo puede sentir cuando se aprecia a
través de un joven a sus padres. Por eso un trabajador social no
puede tolerar que de la madre de un niño del que él se ocupa se
diga que es indigna, de lo contrario no es un trabajador social.
Ninguna madre es indigna_, aun si su comportamiento con sus
hijos ha sido un comportamiento delictivo. Quizás sea neurótica
o incluso psicótica, pero en cuanto madre no puede ser indigna.

192
1 Si esto es lo que piensa el terapeuta, significa que él no ama al
niño del que se ocupa, al tiempo que erotiza la relación que tiene
1 con él. Ciertos educadores caen en un amor homosexual por un
;oven. Pues los jóvenes, los niños, son seductores. Precisamente
porque son seducidos, ciertos educadores que no habían elegido
1 este oficio con ese propósito ceden a su deseo genital y hacen
una regresión en el cuerpo a cuerpo. Pero no todos son
"homosexuales" posesivos. Los hay que verdaderamente no
tienen otra preocupación que el porvenir de un joven.

X.: ¿Qué hacer en el caso de adolescentes que, aunque plantean


problemas a todo el mundo, no sienten necesidad de ser ayudados?
¿Cómo motivarlos para emprender una terapia?

F.O.: No hay que intentar motivarlos. Se encuentran en un


pasaje que les parece peligroso a quienes lo rodean, pero que
para ellos es necesario. No todas las descompensaciones
momentáneas han de ser ''terapizadas". Uno no se va a caer sólo
porque se incline hacia adelante. Si se da el paso que impide la
caída, entonces eso se llama caminar. ¿Qué instantánea vemos
durar veinticinco años? Este pasaje difícil no es sino un
momento en la vida de los adolescentes; ellos mismos hallarán la
solución, si ustedes no se enloquecen y si no se focalizan sobre el
síntoma; de lo contrario lo agravarán; he aquí el fondo del
problema de la relación con los jóvenes. También aquí la base
sigue siendo el análisis de la transferencia, y analizar no es
manipular su transferencia ni hacerles creer que uno piensa
como ellos. Tienen razón al decir lo que piensan. Ha de
decírseles lo que uno piensa, dándoles el ejemplo de alguien que
puede escucharlos pero que sigue su propio camino, sin cambiar
su manera de pensar a causa de ellos. Si usted es educador y un
joven viene a contarle cosas espantosas sobre otro educador, al
ver que usted sigue teniendo la misma relación con su colega el
joven advertirá que sus fantasmas no lo engañan a usted, y que
su relación con esa persona no depende de la que él tiene con
usted. Es como en los matrimonios: cuando el niño dice a la
madre cosas sobre el padre y éste lo deja decir, el niño
comprende que sus padres cuentan el uno para el otro.

X.: En Quebec, el terapeuta que trabaja en una institución no ·está


obligado al secreto profesional. Por el contrario, está obligado a hacer

193
!f
f
f
conocer a los responsables (al director de un centro, al juez, a la policía Í
inclusive) todo aquello que resulte apropiado para prevenir un peligro (
para un joven1. ¿Cuál es, según usted, la incidencia de esta situadón ~
en la terapia de los jóvenes? ¡
t
F.D.: El terapeuta debe respetar el secreto profesional, lo que :, ·
implica que no hable con nadie de lo que sucede en el tratamien- 1
to de un paciente. El adolescente, por ejemplo, no puede hablar f
confiadamente a un oído policiaco; ahora bien, esto es para él el !
terapeuta que debe informar de todo a un polida o a una instan-
cia judicial. Comprendo por qué, entre ustedes, los terapeutas
que trabajan en instituciones -no digo los que reciben en
consultorio-- están arrinconados. Si la regla de una institución
obliga al psicoterapeuta a informar sobre las manifestaciones de
un joven a una instancia cualquiera de poder, no hay psicote-
rapia posible. Saber que el terapeuta está obligado por el secreto
profesional no basta para decidir a una adolescente a emprender t
un tratamiento, pero es una condición indispensable para que
pueda desearlo. De lo contrario, el adolescente es cómplice y
víctima de una hipocresía, tanto más nefasta cuanto que puede
impedirle emprender, más adelante, en su propio nombre, una
psicoterapia que efectivamente necesita.

1 Debe aclararse al lector francés que la regla que obliga a un


terapeuta de una institución a referir los fantasmas supuestamente
peligrosos de sus pacientes a una autoridad social, no se explica
únicamente por el predominio de una ideología médica, jurídica y
pragmática. También tiene su origen en una solidaridad propia de un
país donde el aislamiento, consecuencia sobre todo de los rigores
climáticos, y también de la dispersión de la población, puede represen-
tar un peligro de muerte para una persona. El muy diligente interven-
cionismo del Bienestar Social es pues, parcialmente, heredero de este
estado de cosas.

194
9.PRCX:ESOS.TESTS

El hijo del deseo, concebido en un orgasmo - Una monja obsesi-


va - Una confusión de Anna Freud - La relación umbilical en el
TAT- Delirio de un paciente que había pasado el Rorschach -
Efecto perverso de la ley que excluye el secreto profesional -
Sobre la mascarada femenina - El Edipo de la hija impedida por
la madre - Payasadas preedípicas - En lo que respecta a la
homosexualidad incestuosa, no confundir "tocar la cosita" y
sodomía.

P.: Presento hoy el caso de Meryl, joven madre de veinte años, a


raíz del cual se me invitó a actuar como testigo perito ante el tribunal.
El material será necesariamante fragmentario pues no tuve a esta mujer
en psicoterapia.
Meryl es la tercera de un familia de cinco hijos, siendo los demás
varones. Los padres se divorciaron hace seis años. Actualmente, sólo
continúan viviendo con la madre los dos más pequeños. En el pasado el
padre y la madre se separaron y reconciliaron repetidamente, y esto
desde que Meryl tenía ocho años. Ambos quedaron en estado depresivo;
además, cada uno de ellos hizo una tentativa de suicidio después de la
separación. En otro tiempo el padre se dedicaba a la bebida, ya se había
tratado en clínica psiquiátrica externa. La madre, por su parte, salía y
tenía frecuentes aventuras. Después de la separación fue hóspitalizada.
Aún hoy profiere regularmente amenazas de suicidio, y ha protagoniz.a-
do intoxicaciones por medicamentos. Sin embargo, el padre y la madre
siguen viéndose regularmente. El marido pide dinero a su ex mujer,
pasa días en su casa y ello aunque cada uno tenga nuevas parejas. La
madre subsiste con las prestaciones del Bienestar Social. Vive en un

195
lujoso departamento de quinientos dólares al mes, amueblado con
gusto. Trabaja en un restaurante como camarera. Birla a los clientes
tarjetas de crédito que no les devuelve y que utiliza para diversas
compras. Si la tarjeta lleva un nombre masculino se la da a su marido,
quien la utiliza en la misma forma. No obstante, a pesar de sus
diferentes fuentes de ingresos, esta mujer debe dinero por préstamos
usuranos.
Meryl dejó la escuela muy tempranamente a instancias de su
madre, sin gran esfuerzo . . pues no le gustaba estudiar. Comienza
entonces a ocuparse de sus hermanos más pequeños y luego, a los
quince años, se pone a trabajar. Ayuda a su madre contribuyendo al
presupueso de la casa y ocupándose de las tareas domésticas. La madre
solicita regularmente su servicio (acompañar a los niños al médico,
llevarlos a la escuela, cuidarlos mientras ella trabaja o sale de noche).
Cabe apuntar que los dos hijos menores, que ahora tienen dieciséis y
trece años, han acudido ya a consulta en psiquiatría infantil por
diversos motivos: negativa a ir a clase, somatizaciones, inhibición en
las relaciones interpersonales. Cuando sale, la madre lleva a Meryl
consigo. Ya a los trece años le presenta hombres. La hija queda encinta a
los dieciséis y, por consejo áe su madre, aborta. La madre cohabita con
un hombre de origen tunecino, de treinta y ocho años. Es la primera
vez que un hombre viene a vivir a su casa después de su divorcio.
Meryl no tarda en salir con el hermano del amante de su madre, diez
años menor que éste. La madre y la hija salen juntas, cada una
acompañada por su amante. Un año después de su aborto, Meryl queda
nuevamente embarazada, según lo confirma un tal doctor X. Pasan los
meses sin que Meryl informe a su madre de este embarazo, pues aún no
es mayor de edad y quiere tener el niño. La madre, informada por una
vecina del embarazo de su hija, le aconseja abortar. Par su parte, el
amante de la madre desaprueba a su hermano y le aconseja volver a su
país natal. Poco tiempo después, en efecto, este hennano se marcha, se
reencuentra en Túnez con una m_ujer que lo espera y con la cual se
casa.
El amante de la madre amenaza a ésta con abandonarla si su hija
no aborta. Pero ya es demasiado tarde para pensar en ello. La madre
invita entonces a su hija a abandonar al niño y entregarlo al Seroicio de
Adopción en cuanto nazca. Se pone en contacto con el doctor X. y le
pregunta si la ayudará a liquidar el problema. Este conoce un matrimo-
nio de origen italiano dispuesto a adoptar un niño de poca edad y a
entregar a la madre, en compensación, una suma de dinero. Meryl se
opone a este proyecto. La madre dice a Meryl que los problemas que le

196
causa la llevarán a la muerte y la intima a abandonar al niño, preten-
diendo que es inestable, inmadura ..Así, pues, Meryl seguirá trabajando
a jornada completa hasta quince días antes del parto. Cuando da a luz,
en el otoño de 1981, el doctor X. da a las enfermeras instrucciones
precisas de impedir que Meryl entre en contacto con su hijo, y de que lo
vean sus amigos y parientes. Todo esto sin el consentimiento de Meryl,
quien igno_ra las órdenes impartidas. Se entera luego de estas
maniobras y reacciona. Su madre anuncia el nacimiento al doctor X.,
quien a su vez avisa a la pareja receptora. Dos días después, este médico
pide a la joven madre que firme el consentimiento para el abandono del
niño. Ella se niega terminantemente. Al salir del hospital con el niño,
su madre le manifiesta que desde ahora las puertas de su casa estarán
cerradas para ella. Meryl se dirige entonces a su padre, quie11 vive en la
casa de su concubina, con quien además mantiene una relación conflic- .
tiva. Para colmo de desgracias, pocos días después la concubina echa al
padre de la casa. Meryl y su bebé, así como su padre, van a buscar
refugio en la de la hermana de la madre. Esta es aun más hostil que la
madre al proyecto de Meryl de quedarse con el niño. Cierto día de
octubre, Meryl llama al doc.tor X. para que venga a buscar al pequeño.
El doctor X. le hace firmar la declaración de consentimiento que le
había presentado anteriormente y pocos días después le trae la suma de
tres mil dólares, pagada por la pareja que adopta al niño.
A continuación, el estado de Meryl comienza a deteriorarse. Ya
antes sufría de bronconeumonía crónica. Ahora bien, en los meses
siguientes adelgaza quince kilos y hace una tentativa de suicidio.
Vuelve entonces con su madre por unas semanas y luego se instala en
un departamento con un amigo ocasional. Vive con él tres meses.
Los tres mil dólares fueron gastados con toda rapidez: Meryl tuvo
que pagar tres meses de alquiler por adelantado, recuperar sus muebles
de casa de su madre, muebles que sin embargo ya había pagado con el
dinero de su trabajo; por último, comprar los enseres del hogar. Ahora
bien, a finales de este mismo año comete dos delitos de fraude y uso de
documentación falsa, con una tarjeta de crédito hurtada por su madre
en una tienda de productos alimenticios. La primera vez compra treinta
y dos bolsas de vituallas y la segunda veintidós. Ella misma irá a
denunciarse a los pesquisidores.
A comienzos del año siguiente rompe con su amigo y se va a vivir
nuevamente a casa de su madre. Decide realizar gestiones para hallar a
su hijo y recuperarlo, tras escuchar un programa radiofónico sobre la
búsqueda de niños adoptados por parte de sus padres naturales. En ese
momento la madre es abandonada por su amante. El hijo de Meryl

197
aparece y los principales actores del drama comparecen ante la corte
superior. El tribunal formula tres preguntas:
-Primera: ¿se hallaba la madre, en el momento de renunciar a su
hijo, en un estado mental que no le permitía juzgar el alcance de sus
actos?
-Segunda: ¿manifiesta actualmente la madre natural una capaci-
dad mental necesaria y suficiente para hacerse cargo del niño?
-Tercera: considerando los fenómenos de encariñamiento y
separación, ¿se expone el niño a quedar traumatizado por el paso de la
pareja adoptiva a la madre natural?
Finalmente, el veredicto de la corte superior devuelve el niño a la
madre natural. Desde ese momento la joven madre se adapta muy bien
a su hijo, quien se encariña con ella rápidamente. Sin embargo, ha
recibido amenazas de chantaje por parte de los padres adoptivos, en las
primeras semanas que sucedieron al juicio. La madre de Meryl propone
a ésta quedarse con el niño cuando se va de compras o durante sus
salidas; incluso le sugiere que permita venir a verlo al matrimonio
italiano que había adoptado al niño, pago de por medio. Meryl se opone
a esta última propuesta. El expediente jurídico prevé la asistencia de
una trabajadora social para que Meryl pueda tomar distancia respecto.
de su madre. El niño no tiene ningún problema de lenguaje, habla bien
el francés y cuando su madre se hizo cargo de él no presentó ninguna
reacción depresiva o agresiva. Por lo demás, Meryl se encuentra -en
mejores condiciones físicas y psicológicas que antes. Quisiera formular
a Fran~oise Dolto, en relación con este caso, tres preguntas.
La primera: ¿cómo se puede explicar el deseo de Meryl de tener un
hijo, habida cuenta de su dinámica y de su historia familiar? Particu-
¡
larmente, ¿cómo comprender el abandono del niño a cambio de una·
1
suma de dinero, vista la relación de Meryl con su propia madre? l
}
La segunda: ¿qué impacto tiene sobre el niño, su transferencia en 1
el sentido local, del matrimonio adoptivo a la madre biológica? ¿Cuáles
pueden ser las incidencias de este cambio en el plano de la relación de l
1
objeto, del lenguaje, y teniendo en cuenta la presencia de un padre en l

un caso y su ausencia en el otro? ¿Habría tenido interés el niño en


1
conservar sus raíces en la familia adoptiva? . ¡
!
La tercera: ¿cómo podemos definir la capacidad de ser madre (o de l
ser padre)? ¿En qué caso el niño es realmente fruto del deseo de los
padres y se lo reconoce como tal?

F.D.: Esta es una observación apasionante. Lo que más me


interesa a primera vista son las treinta y dos y las veintitrés

198
bolsas de vituallas, pues Meryl es la tercera de una familia de
cinco hijos. Hay aquí algo simbólico en lo que ella se dejó tomar.
Podríamos asociar igualmente con "treinta y dos años-veintitrés
años", edades en las que la madre probablemente se dejó hundir
porque su marido revelaba ser impoténte. La historia de Meryl
es la de una mujer que no pudo hallar para su madre un marido fil·
conveniente para la feminidad de ésta. Es evidente que el padre
de Meryl necesitaba en su mujer una madre; era un hombre
inconscientemente homosexual; su esposa, en cambio, era una
mujer de nivel genital, que asumía sus responsabilidades. Lo
que hay que indagar en este caso es el papel, manifiestamente
muy importante, de la madre de la madre (la abuela materna de
Meryl). Pero nada sabemos de ella. Usted se plantea la cuestión
de la génesis de la relación madre-hija, mientras que estamos en
presencia de una tríada madre-tía-hija, ya que hay dos mujeres
en juego, la madre y su hermana, nacidas de una misma madre.
Esta abuela (y la pareja que formaba con su marido) es cierta-
mente el origen del enloquecimiento de estas dos mujeres ante el
amor que su descendiente dirige a su hijo. Observó usted
además que si el genitor de esta criatura aceptó regresar a su
país natal, fue porque necesitaba una mujer fálica, ya que se casó
inmediatamente, obedeciendo así a su hermano mayor; por lo
demás, había elegido a Meryl porque ésta se hallaba articulada
con la mujer de su hermano mayor. En consecuencia, su partida
fue para Meryl como la repetición de la relación de impotencia
de su padre frente a su madre. Ello en cuanto a lo que podemos
llamar la morfogenética de una situación que se transmitió a
Meryl a través de su madre, mujer de valor, femenina, pero mal
casada. Esta mujer enloqueció al ver a su hija en una situación
donde su libertad quedaba limitada por la incapacidad del
padre para asumir su papel. Meryl no supo decir a su amante:
"Me voy contigo a Túnez". Sin embargo, esta joven había accedi-
do a la feminidad, puesto que antes se había ocupado de sus
hermanitos. Pero ocuparse de los hijos del propio padre es
culpable, por incestuoso. Además esto fue confirmado por lo
que siguió: cuando regresó a casa de su padre, éste pasó a ser
como su marido, teniendo con ella un bebé; y la concubina no
quiso saber nada más con él, pues estaba celosa de la relación
que él tenía con el hijo de su hija. Esto jugó como una recorda-
ción de la prohibición del incesto. Ahora respondo a su pregun-
ta: Meryl estaba en condiciones de desear a su hijo, y lo deseaba

199
a través del amor auténtico que sentía por el genitor. Era un
amor edípico todavía, ya que se apoyaba en el hecho de que el 1
joven tunecino era el hermano del amante de la madre. En el i¡
amante de su madre Meryl veía por fin a un hombre conveniente r

para ésta y que le permitía a ella vivir con su hermano menor la


fecundidad y la feminidad que ella deseaba. El muchacho
tunecino también deseaba ese hijo, aunque sólo fuese para reírse
de su hermano grande, que no tenía hijos con su concubina; su
deseo de tener un hijo inchJía por lo menos esa rivalidad. Aquí
es donde intervino el costado venal de la madre de Meryl; ella
quería que su hija siguiera trabajando para ella, prostituyéndose,
para traer dinero; por supuesto, un hijo iba a significar un
estorbo para este proyecto. Esta mujer caía en la venalidad
porque comenzaba a envejecer. No se advierte en absoluto cuál
es el papel de los varones en la vida de esta mujer; era su hija y
no sus hijos quien debía mantenerla, para que a su vez ella
mantuviera a los hombres.
En Meryl, el deseo de tener un hijo era claro y auténtico. Lo
que ella necesitaba era un apoyo para su deseo de vivir en
pareja. Por eso, además, el niño no sufrió ningún daño. Su
madre y él mantienen un vínculo perfectamente sólido pues su
identidad, como hijo de esta pareja, es indeleble; es un hijo del
amor, y del deseo; así pues, comenzó muy bien su vida. Quizás
más adelante se exponga a correr con los gastos de la educación
en el comercio venal, pero en el plano de la libido, es decir del
deseo y del amor, eligió bien a su madre.

P.: ¿Podemos decir que Meryl tuvo un hijo para poder separarse de
su madre?

F.D.: No lo creo, aunque una mujer se separa de su madre


definitivamente al tener un hijo, como un hombre 5e separa
definitivamente de su padre cuando se convierte en padre a su
vez.

P.: Creo sin embargo que Meryl sabía claramente que su madre rw
aceptaría que ella tuviese un hijo.

F.D.: Era la única manera de que disponía para mostrar a su


madre que no quería ser incestuosa y que ya estaba harta de
desempeñar el papel de madre con sus hermanos; en suma, que

200
era una mujer. Además, ¿acaso son muchas las mujeres que se
f hacen madres sólo tras acabar con todos sus problemas? Siempre
1 es sólo a través de su primer hijo como una mujer logra acceso a
su verdadera potencia de mujer en relación con su madre. Es
muy raro que lo logre por el mero afán narcisista de mantenerse
a sí misma. Ahora bien, Meryl no se mantenía sólo a sí misma:
mantenía a su madre materialmente, la sostenía moralmente, se
ocupaba del hogar. Ocupaba pues el lugar de su abuela materna
y de su abuelo paterno, ya que pagaba con su persona y su
cuerpo en provecho de su madre. No hay que olvidar que su
1
madre le hizo matar a su primer hijo; esto es muy importante,
! porque este primer aborto le hizo sentir hasta dónde podía llegar
1

en su dependencia de su madre: no cabe duda de que deseó a


! este primer hijo, pero no estaba sostenida por el genitor; mien-
tras que el que nació tenía un padre; un hombre que, a los ojos
de Meryl, estaba muy bien pues pertenecía al linaje del amante
1 de su propia madre. En cambio, su propio genitor era un hombre
1
impotente, en cierto modo el bebé de la familia. Por otra parte,
quizás ésta es la razón por la cual en esta historia no vemos
manifestarse a los hermanos, pues para salir de aprietos deben
desaparecer del cuadro.
Meryl sufrió indudablemente haber tenido que hacer ese
primer aborto que se le impuso por ser menor de ·edad. Ahora
bien, imponer un aborto a una mujer menor de edad con el
pretexto de que no podrá criar a su hijo y de que es menor, es un
doble crimen. Ahora que el aborto está despenalizado es
corriente ver ese tipo de cosas. Se utiliza este cambio de perspec-
tiva sobre la fecundidad de las muchachas para pretender que el
aborto es una menudencia. Sano hubiese sido influir sobre ella
para que diese su primer hijo en adopción; pero obligarla a hacer
adoptar al segundo era muy perjudicial y podía haber destruido
su feminidad. Es interesante observar que el trastorno físico que
padeció recayó sobre la imagen pulmonar, sobre la imagen más
arcaica del cuerpo, ya que respirar significa pasar del planeta
materno al propio espacio respirable. Ahora bien, ella ya no
podía asumirse si no era madre. No debemos olvidar que Meryl
es la primera y única hija mujer, situada entre dos varones y
otros dos varones; y que el nacimiento de esta hija debió de ser
muy importante para la madre, que estaba tan decepcionada de
los hombres.
¿Por qué abandonó Meryl a su hijo? Está claro que no por

201
falta de amor, sino estrictamente por razones económicas; para
evitar también el peligro de tener a su cargo a su propio padre y
de reencontrarse· así en una posición incestuosa. Lo que su
madre le había hecho jugar respecto de sus hermanos la vida se
lo hizo jugar de nuevo respecto de su hijo; en efecto, este chiqui-
llo se tomaba peligroso porque, por su causa, el padre de Meryl
acabó despedido por su concubina. Pues para una hija mujer, en
el momento de la resolución del Edipo, si su padre y su madre
ya no se entienden no ~abe duda de que la culpa reaparece. La
ruptura entre el padre y la concubina la hizo sentir culpable de
haber ido a vivir a su casa, mientras que era nonnal dirigirse al
abuelo de su hijo, ya que su madre no quería recibirla. Como el
abuelo era un bebé y su concubina una arpía, en ese momento
Meryl en cierto modo manda a paseo a todo el mundo. El
¡"
matrimonio italiano, adoptando al niño, representa para ella no
sólo la posibilidad de instalarse en algún sitio sino sobre todo la
de liberarse de su padre y de su madre.

P.: Debo aclarar que a Meryl el dinero no le interesaba. Sí le


interesaba a su madre; la prueba está en que se quedó con una parte de
los tres mil dólares. Hacerse pagar las visitas de la pareja al niño era
una manera más de obrar como una madre alcahueta. Los padres
adoptivos que aceptaban tal cosa eran unos voyeurs de niños. ¡Pagar
para ver a un niño, qué porquería de padres adoptivos!

F.D.: Lo mejor hubiese sido que estos italianos apadrinaran a


la muchacha y la ayudaran, como si fuese su hija, a criar al
pequeño. E~ta gente quería raptar un hijo, no ayudar a un ser
humano a hacerse adulto.

P.: Estos italianos -de alrededor de cuarenta años- no podían


tener hijos y habían presentado una solicitud a los seroicios sociales
que, creo, fue rechazada. Querían tener un hijo de muy poca edad.

F.D.: Entonces eran unos pederastas, y no personas de nivel


relacional genital, que quieren tener un hijo porque la naturaleza
no se lo da. ¡Estaban en edad de ser los padres de Meryl, no de
un bebé! Por eso la abuela~ percibiendo el verdadero deseo de
esta gente, se prestó a utilizarlo para hacerlos pagar. En cuanto
al doctor X., es un médico verdaderamente inquietante.

202
P.: El también cobró una suma.
f
F.D.: Personalmente nada tengo que objetar a que personas

'
1
J
l
que ayudan a una muchacha a tener un hijo reciban un pago. ¡Es
un regalo tan grande! Y, si el gesto es auténtico, pagarlo no
estropea las cosas. En Francia se opusieron a que madres
embarazadas fueran mantenidas por la pareja adoptante del
1 niño, con el pretexto de que eso sería una prima al embarazo
i comercial. Si el niño no quiere vivir en un embarazo comercial, ·
habrá aborto espontáneo. Si, por el contrario, se ajusta a esta
situación, es porque él tiene con qué vivir en este deseo, en este
amor de su madre gestante, sin perjuicio de que una vez instala-
do con la pareja adoptante no soporte las consecuencias del
trato. Suele olvidarse que el niño que sobrevive se halla en
armonía con las condiciones de su vida. Todo prueba que el hijo
de Meryl no tenía que quedarse con los padres adoptivos, ya que
su madre no reconoáa haberlo vendido en forma definitiva.

P.: La corte alegaba que el niño sólo había estado con su madre diez
días ...

F.D.: ¡Diez días, y nueve meses de embarazo!

P.: ... Y que en cambio vivió un año ·y medio con el matrimonio


italiano. Y de este hecho se deduda que estaba más apegado a estas
personas que a su madre.

P.D.: ¿Por qué? Un niño no se encariña con una persona sólo


porque vive con ella.

P.: HabitU11lmente, sí.

P.D.: ¡No, no es cierto! "Habitualmente" no quiere decir


nada, o sólo que nos estamos limitando al comportamiento
aparente. Ahora bien, un niño tiene ataduras internas gracias a
las cuales se reconoce como él mismo, desde siempre. Los padres
adoptivos de éste quebraron algo dentro de él. Pero al reencon-
trar a su madre reconoció la vehemencia un tanto alocada de
ésta y su olor como algo que era vital para él. Como por su lado
la abuela debe de seguir hablando del matrimonio "Macaroni",
éste existe para el niño en los significantes. Por lo demás, es

203
posible que alguna vez los reencuentre, y que ellos mismos estén
aguardando a su presa... No se puede saber, con esta abuela
alcahueta. Pero el niño no es un caído de las nubes, sabe todo
eso, ama a su madre pues siente que ella lo ama, a la vez con
amor y con deseo; y que él fue fruto de un padre y de una madre
que se amaban.
Usted me pregunta: "¿Cuándo es un niño fruto del deseo?"
Cuando los padres de los que salió se amaban en el momento en
que lo concibieron. Mery~ ocultó a su madre su embarazo para
poder conservar al niño; es visible que ella y el joven tunecino se
amaban. ¿Qué lección sacar de esta historia? Tal vez decir a las
chicas, en la escuela, que cuando se conviertan en madres
podrán pedir emanciparse de su propia madre.

X.: Según la ley francesa no es necesario, ya que al tiempo que se es


menor de edad con respecto a los padres, se es inmediatamente mayor
con respecto al hijo.

F.O.: Pero las chicas no lo saben. Esto es lo que le habría


tenido que decir el doctor X. He visto cómo muchachas sanas
pero un tanto imprudentes se hacían delincuentes de por vida
porque al quedar encintas el médico al que las había llevado la
madre las había sugestionado para que admitieran que no
podían hacer otra cosa que abortar. Y cuando no es la madre es
la asistente social la que descorazona a la muchacha,
chantajeándola: si no aborta no la querrán más. Y estos discursos
reducen a la nada a estas pobres chicas, marcadas para toda la
vida (así como su mejor amiga, pues siempre tienen una) por la
convicción de que "la sociedad es delincuente". Así pues, al
hacerse delincuentes ellas mismas, creen restablecer la justicia en
una sociedad injusta.
El hijo de Meryl fue concebido en un orgasmo, por eso la
madre lo siente válido y él mismo se siente así. En cambio, el
niño que nace de una mujer que se ha sometido a su hombre es
hijo de una prostitución legal; tiene el deseo de nacer y, como el
padre lo desea, con esto ya son dos deseos; pero el de la madre
no está, aunque después comience a amarlo. Pues la madre
puede sentirse frustrada por llevar en sí algo que todavía no la
ha hecho mujer.
Ser fruto del deseo suscita en un niño su propio deseo de
nacer de dos compañeros cuya unión ha tenido el sentido de una

204
renovación del uno por el otro: una potencia desconocida para
ellos invita a un huésped a encamarse; el hijo del deseo es eso.
En cuanto al hijo del amor, ilegítimo, es aquel por el cual uno se
siente capaz de hacer lo mínimo que deben hacer los padres por
un hijo. Por eso hay padres que se ponen a robar: para subvenir
a las necesidades del hijo, pero sin poder sostener la ley de vida
de los hombres, que se les presenta como una mentira.
Por otra parte, ¿el nombre de este chico es francés o tiene
alguna resonancia magrebina?

P.: Meryl lo llamó Jean-Paul. Pero -ignoro por qué- lleva el


nombre que le puso la familia italiana; ella se lo dejó.

F.D.: Ya lo ve, esto prueba que ama a su hijo. En cambio, si


los padres adoptivos le quitaron el nombre que le había puesto
su madre, esto prueba que no lo querían.
En este caso el trabajo del psicoanalista hubiese consistido
en posibilitar un encuentro entre los padres adoptivos, la joven
madre y el bebé.

P.: Cuando se planteó la posibilidad de que recuperara al niño,


Meryl pensó en vivir con el matrimonio italiano e incluso aprender un
poco su lengua. ·

F.D.: Sin duda la atraía en ellos algo mediterráneo, como en


el padre de su hijo, que es tunecino.

P.: Meryl tiene el cabello negro, el padre del niño probablemente


también; el niño tiene efectivamente el tipo mediterráneo.

F.D.: El proyecto de Meryl era perfectamente coherente. ¿Por


qué no iban a amarla esas personas? Hay una sensación de que
la abuela de Meryl crió muy bien a sus hijas hasta su sexuación,
es decir hasta los tres años; tal vez hasta los seis o siete; pero
parecería que no tuvieron pareja parental donde apoyarse para n
\j
resolver su Edipo; a mi entender, ésta es la razón por la que la
madre de Meryl aceptó tener un hombre infantil y frágil. Estas
dos mujeres, la madre y la tía, debieron de perder a su padre
siendo jóvenes, y sin duda su madre no pudo ocuparse bien de
ellas después.

205
,
,;,
,
'

X.: ¿En qué caso es patológico en una mujer el deseo de tener un 1'
hijo, aun si ha preparado el ajuar? i
1
F.O.: En el caso de que no haya conocido todavía el orgasmo
con un hombre; por lo tanto, cuando no es adulta. Una chica de t¡
cinco u ocho años, pero asimismo una mujer que se ha quedado
l
en esa edad, puede desear tener hijos como si se tratara de
muñecas, y prepararles una casa y ropitas de muñecas. Son los
¡
hijos de su narcisismo, naci.dos de un ser imaginario, productos
de una fecundación artificial o de un hombre-mamá o de un
tesorero-pagador. En cambio, cuando una mujer se comporta
verdaderamente como mujer con un hombre de su edad al
concebir un hijo, éste está a priori en las condiciones de un ser
sano, y por lo tanto con su libido en piena potencia y sin
haberles tomado nada a la madre ni al padre. No ha tomado más 1
que el excedente de su amor, es decir la pérdida de la conciencia l
¡
en el goce, momento en que las pulsiones de muerte se \
desintrincan de las pulsiones de vida. Pero si la madre no siente ¡
nada con su hombre, la hijita mujer será objeto del goce del r
!
padre, y ello no sólo en el momento de la concepción sino en los ¡
coitos que tengan lugar durante el embarazo. Y ésta es sin duda
una de las razones por las que los hombres son polígamos:
\
·~
í
porque pueden hacer el amor con dos mujeres a la vez, en una
misma persona, cuando lo hacen con su mujer, embarazada de
una niña. Es muy importante comprender las profundas diferen-
cias que existen entre la genitalidad de un hombre y la de una
mujer. Y saber -como lo vemos en los análisis- hasta qué
punto una hija mujer puede sentirse trabada toda su vida por la
culpabilidad de ser la mujer de su padre, en el lugar de su
madre. Sea verdadero o falso que una chiquilla experimenta in
utero el goce del orgasmo entre su padre y su madre, esto no
impide que en un recuerdo encubridor sea ésta la huella que ha
conservado, como aquella que dice: "Incluso antes de respirar el
aire, yo ya era la mujer de papá". De ahí la culpabilidad más
profunda de una hija, como si el propio Dios le prohibiera
casarse. Tuve ocasión de conocer a una monja que debió dejar el
convento a causa de una grave neurosis obsesiva. Para pronun-
ciar sus votos perpetuos tenía que elegir un versículo de la
Biblia. Podía elegir inclusive hasta dos versículos, pero ella
quería tres. Tres deseos de entrar en religión, esto estaba
prohibido por la Regla. Ahora bien, la monja no había podido

206
f· encontrar un versículo que representara él solo tres deseos. Así,
pues, se chifló; se consumía, no podía dormir, mientras que r.•;~t

hasta entonces todo había funcionado bien para ella en aquella


orden contemplativa en que se trabajaba la tierra.
t: Poco antes de su primera menstruación perdió a su madre,
quien murió de cáncer de pecho. Ella crió a su hermano más
pequeño, que tenía dos años, mientras realizaba estudios por
correspondencia. Vivía con su padre, el chiquillo y otro
hermano. Cuando el menor cumplió diez años, pensó que tenía
que hacer algo con su vida. En ese momento muere su mejor
amiga, acontecimiento que repite para ella la muerte de su
madre. Un cura le echa el guante diciéndole que su mejor amiga
era un alma superior, etc. Corno ya no tenía una mujer con quien
hablar, se dejó capturar por las monjas con las que ese cura de
falsa mística la había enviado. El psiquiatra que la vio en el
momento de esta crisis, cuyo síntoma se había cristalizado en la
elección de los versículos, pidió que la enviaran a otro convento,
no regular; en él conoció monjas que estudiaban para enfermeras
y profesoras. Así recobró fuerzas para reanudar los estudios que
había tenido que interrumpir, y después inició un análisis en el
cual descubrió el drama que habían vivido sus padres: su madre
no deseaba a su padre, se había casado con él por soiedad y
nunca estaba para él. Ella misma, a los seis años, había comenza-
do a temer a su padre -que no era particularmente terro-
rífico-, y ello tanto más cuanto que se sentía muy atraída por él.

X.: ¿Qué piensa usted de la distinción que hace Anna Freud entre
progenitor psicológico y progenitor biológico, en relación con las
madres que primero abandonan a su hijo y después lo vuelven a :. I
recoger? B-J
F.D.: Por el caso de Meryl habrá visto usted que esto es falso:
no porque dio su hijo en adopción esta madre no lo amaba, al
contrario. Esto es lo que además yo lamento en Anna Freud, a
quien conocí: ella no se ocupaba de la vivencia de la libido del
sujeto, sino sólo de la vivienda aparente. No sé si vio usted esa
película sobre niños judíos, ubicados un poco por todas partes
porque sus padres no habían podido ser hallados, y a los que
para consolarlos se los atiborraba de comida, convirtiéndolos en
obesos. Tenían entre cinco y diez años y a toda costa se pretendía
volver a sumirlos en una relación biológica de ni_ño pequeñito a

207
la madre, sin hablarles de la muerte de ésta. Fue quizás después
de ver esta película cuando Anna Freud pensó que no había que
rebajar a los niños a la relación ron sus padres biológicos, porque
de lo contrario se los convertía en inválidos.

X.: ¿La simple verbalización por la madre biológica de su deseo de


recuperar a su hijo puede bastar a quienes nos desempeñamos en juicio
como peritos?

F.O.: No, por supuesto. Pero, si los recibe juntos, el niño le


significará su deseo. En una hora de tiempo; en el consultorio
del psicoanalista, la verdad se hace grito entre el niño y sus
padres. Al ver de qué modo mira el niño a quien le habla se
reconoce el nivel afectivo en que se encuentra, o su nivel edípico.
Mientras que querer, como esos italianos, adoptar al hijo de
Meryl en lugar de adoptar a la madre, equivale a cortar un árbol
y disfrutar de llevárselo a casa sin sus raíces.

• • •
P.: Voy a exponer un caso que suscitó buen número de interro-
gantes y posiciones encontradas en el Tribunal de la Juventud. Se trata
de Robert, un muchacho que pronto cumplirá quince a11os. La historia
comienz.a en 1983, en momentos en que la Dirección de Protección de
la Juventud (DPJ) recibe 1~na información según la cual el cónyuge de
la señora K., de nombre RÓger, tendría comercio sexual desde hace a11o
con el hijo de ésta, el joven Robert. Roger habría dado dinero al ni11o a
cambio de su silencio. La madre permanecería ignorante de esta
situación. La denuncia fue formulada oficialmente por Nelly, de dieci-
siete a11os, hija mayor de la señora K. Nelly se presentó a la DP/,
desesperada por la idea de volver a su casa y pidiendo se la colocara
fuera del hogar; el día anterior Robert le habría confirmado sus
sospechas en cuanto a las relaciones sexuales habidas entre su padrastro
y él. En efecto, un año atrás Nelly había alcanzado la certeza de que
Roger despertaba a Robert a medianoche, le daba a beber alcohol y
luego practicaba actividades sexuales con él. Las revelaciones de Nelly a
una trabajadora social obligaron a ésta, en conformidad con la ley 24, a
denunciar la situación a la DPJ, quien inició un sumario. Los padres
no se presentaron a la primera citación pero concurrieron a la segunda,
acompañados por Robert. Nelly también estaba presente. Informados de

208
las declaraciones de ésta, los padres y Roberl negaron tenninantemente
los pretendidos abusos sexuales. El adolescente expresó ante sus padres
una gran indignación contra su hermana. Estos explicaron que Nelly
siempre había traído problemas en la casa, que inventaba historias

' constantemente. ¿No había robado acaso unas alhajas en una casa
particular? Así pues los padres hacen un retrato muy negativo de
Nelly, por oposici~n a Robert, el cual los ayudaría mucho en el hogar.
Se niegan a llevarse a Nelly con ellos y solicitan que su colocación
continúe hasta el final del año escolar.
Dos meses después veo a la madre y ésta me declara que quiere dar
su hija en adopción a su ex familia política, a los abuelos paternos de
Nelly, tantas molestias les causa con sus acusaciones contra Roger, su
segundo marido.
Durante la primera entrevista se mencionó frecuentemente a los
tres hennanos de Roger y se decidió citarlos para la segunda entrevista.
Para mayor claridad de esta exposición diré cómo se compone la
constelación familiar: la señora K. tiene treinta y cinco años. Se casó a
los dieciocho con el señor K., de quien tuvo dos hijos, Nelly y Robert.
Tras seis años de matrimonio, el señor K. muere de cáncer. En ese
momento Robert tiene cuatro años. Al año siguiente la señora K.
contrae matrimonio con Roger, un primo hermano siete años menor
que ella (sus madres son hennanas). Dos años después, esta pareja tiene
una hija, Sophie, quien hoy cuenta siete años. No poseemos ninguna ·
información sobre los padres del señor K., salvo que quieren mucho a
Nelly y a Robert y que han seguido manteniendo contacto con ellos. La
señora K. (a la que seguiremos designando por la inicial del apellido de
su primer marido) trabaja desde hace varios años en seguros. De
apariencia masculina, se presentó a la entrevista muy segura de sí
misma, pretendiendo no poder entender las acusaciones y descargando
la responsabilidad sobre Nelly, a la que repudia con una indignación y
un menosprecio más que llamativos. Roger, su cónyuge, tiene veinti-
nueve años (tenía veinte cuando se casó con su prima, entonces de
veintisiete). Es el segundo de una familia de cinco hijos varones; en el
juicio se considera importante el papel cumplido por sus hennanos. Los
tres últimos, en particular, se presentan a pedir protección a la Corte
para evitar repercusiones en el fuero penal. lA fratría se compone del
~.l
siguiente modo: R., de treinta años, Roger, de veintinueve, Y., de
veintiséis, Rémi, de veinticuatro y S., de veintiuno. El de treinta años
se mantuvo ajeno al asunto, probando que había cortado por completo
con sus hermanos.
) Según los más jóvenes, los dos mayores, R. y Roger, habrían

209
sufrido las agresiones sexuales de su padre, y esto desde los cinco o seis
años. A su vez, Roger habría abusado sexualmente de sus hermanos,
muy tempranamente, forzando a Rémi, cuando éste tenía ocho años, a
tener contactos sexuales con él. Rémi, temeroso de la violencia de este
hermano mayor, no se atrevía a rehusarse. Así pues, Rémi habría tenido
relaciones sexuales con Roger hasta el casamiento de éste. S., el menor,
también habría tenido contactos sexuales con Roger, desde los siete
años, y la última vez en una fecha muy reciente. Por su parte, Roger
niega terminantemente haber mantenido la menor relación sexual con
sus hermanos con posterioridad a su matrimonio, celebrado nueve años
atrás. Afirma que su vida sexual con su mujer lo satisface, y que la vida
privada de sus hermanos, así como su orientación sexual, no es de su
incumbencia. Cabe apuntar que dos de los hermanos que testimoniaron
ante la Corte fueron a vivir hace dos años al piso inferior de la señora
K. y su marido, por invitación de éstos. Los tres hermanos confesaron
que en los últimos diez años habían tenido contactos sexuales tanto con
Roger como con Robert e incluso con Nelly; en fecha todavía más
reciente, con Sophie, quien entonces tenía seis años. Declaran tener
dificultades en el plano sexual; y se habrían pres~tado ante el tribunal
con ·1a esperanz.a de ayudar a· Robert. Si pidieron la protección de la
Corte es porque corrían el riesgo de ir a la cárcel. Los tres piensan que
su hermano Roger es un enfermo y que puede llegar a la violencia.
En cuanto a Robert, a los seis años habría comenz.ado a tener
relaciones sexuales tanto con sus tíos como con su padrastro, cosa que
el adolescente niega en gran parte. Admite que uno de sus tíos intentó
violarlo; la madre se enteró, afirma, pero no dijo nada. Declara además
que su padrastro, Roger, no es como sus tíos. Sin embargo dice: "A lo
mejor Roger hubiera querido, pero yo no". Añade: "¡Sin un padre como
e1 no se podría estar!" Roger habla en los mismos términos de su hijo
adoptivo: "Es el mejor chico del mundo, servicial, bueno, educado. No
es como Nelly".
Robert exhibe hacia Nelly la misma actitud de rechazo que su
madre. La señora K. afirma no haberse preocupado nunca por .saber si
su marido tenía relaciones homosexuales con Robert, ni siquiera si era
homosexual. Declara que sus relaciones sexuales con él son satisfacto-
rias. En cambio, sospecha que sus cuñados han tenido contactos
sexuales con su h~io, desde que sorprendió a uno de ellos, hace cuatro o
cinco años, arreglándose la r(J]Xl junto a la cama de Robert. Comunica
igualmente que Sophie le había revelado que otro tío le había quitado la
bombacha y se había desvestido delante de ella. Estos hechos no parecen
perturbar demasiado a la señora K.

210
}t'

En suma, Robert, Nelly y Sophie habrían tenido frecuentes contac- l ··


tos sexuales con sus tíos, mientras que, según estos, Roger y Robert los 1-·
tuvieron juntos con no menor frecuencia; cosa que uno y otro negaron
vehementemente. ·
Siendo tan divergentes las deposiciones, el trabajador social
consideró adecuado involucrar en este expediente al Tribunal de la
~ .

Juventud, pidiendo se retirara a Robert de su medio familiar por un


periodo de un año, con prohibición de todo contacto entre el adolescente
y sus tíos, y autorización de contactos, bajo control, entre él y su
padrastro. Pidió además que se proporcionara a Roger una ayuda
especializada.
En estas circunstancias los abogados de la defensa, de los padres y
del adolescente se pusieron de acuerdo, ante fa gravedad de las
acusaciones, para solicitar una evaluación psicológica del adolescente ...

F.O.: ¡Ya era hora! "


~.

P.: Vi a Robert en dos ocasiones, cada una de ellas durante cerca de


dos horas. Después de una entrevista clínica, le h~e realizar los tests
proyectivos, el Rorschach, el TAT, y le pedí que dibujara. A lo largo de
la entrevista Robert estaba más bien tranquilo, aunque emotivamente
muy distante. Se limitaba a responder a mis preguntas y yo lo sentía a
la defensiva, como si el contenido del informe a la justicia estuviera
dirigido contra él. Defendía empeñosamente a su padrastro, explicando
que a sus tíos sí se les habría podido reprochar ciertos avances sexuales
de los que él había sido objeto. Mientras que dice hallarse muy cómodo
en su casa y entenderse bien con sus dos padres, se pone más agresivo
cuando habla de los avances de sus tíos, minimizando fuertemente, por
otra parte, sus abusos sexuales a su respecto. Su versión de estas
relaciones es muy diferente de la de los tíos en cuestión, como si
quisiera protegerse de eventuales sanciones.
En los tests proyectivos, comprobé con asombro que la vida
fantasmática de este adolescente se inscribía en completa oposición a su
conducta consciente durante la entrevista. Si se analiza el discurso
inconsciente y preconsciente de Robert a través de sus contenidos
proyectivos, descubrimos un adolescente aterrorizado y obsesionado por
una culpabilidad devoradora. Además, la intensidad de sus pulsiones
agresivas sólo encuentra límite en la muerte o en una condena emanada
de los personajes que él mismo evoca. Sin dejar de mantener un buen
contacto con la realidad, Robert aparece, en el Rorschach, a merced de
sus pulsiones agresivas; los términos "policía", "delación", "asesinato"

211
y ''condena" retornan sin cesar en el TAT. Las relaciones interperso- j.
¡
nales son vistas sólo como fuente de conflictos, los cuales generalmente !
no encuentran más soludón que la muerte o el arresto de uno de los l
protagonistas. Puedo leerle algunas de las historias que Robert
suministró en el TAT. En la lámina "depresión", que representa a un
chico acostado junto a su cama con un fusil, Robert declara: "Es un
chico que ha cometido un crimen y que, en vez de escapar, se queda
donde está porque le resulta difícil. Quiere cambiar de vida, deja que lo
detengan; pero la condena no será grave y él no volverá a cometer
crímenes". En la lámina que representa una operación efectuada en la
espalda de un chico, asocia: "Es un muchacho que quiere tener dinero,
mata gente y quiere hacerse rico. Al final quiere dejar de cometer
crímenes y se va. Mata para conseguir dinero y para hacer daño.
Quiere dinero para ser importante y para demostrar que vale". En la
lámina de la relación madre-hijo, donde se ve a un chico de pie con su
madre, junto a la ventana: "Es una especie de inspector, o de policía,
que va a casa de una señora a comunicarle una mala noticia, la muerte
de su hiio
, o de su marido. El chico cometió un robo a mano armada; la
policía le disparó y él murió". Las lámina 7BM1 sería "un chico que se
presenta en la corte por senti'rse culpable de haber cometido fechorías,
robos y asesinatos. Va a la cárcel, y su abogado se disculpa por no haber
podido ayudarlo. El chico cambia completamente de vida, o bien vuelve
a las andadas". En la lámina 9BM, que muestra muchos hombres
acostados en una atmósfera de homosexualidad latente, haciendo la
siesta: "Es un chico que fue pescado por la polida; o dos que se
dispararon. Hay algunos muertos. Hubo juicios y condenas". La
lámina del chico subiendo por una cuerda: "Es un chico que quiere
cometer un robo en la casa de alguien que vive en el segundo o en el
tercer piso. Trepa por la cuerda y comete el robo. La policía abre un
sumario y lo busca. En este caso no lo van a encontrar, porque el
muchacho es un experto. A lo mejor intentará vender lo que robó".

F.O.: Esta lámina es muy interesante porque· superpone la


relación con el mundo exterior al lazo umbilical. Robert robó el
lugar de su hermana y no por ello lo arrestaron. Lo que aquí
aparece es la culpabilidad para con su hermana. La cuerda no
termina al pie de la figura, sólo aparece arriba. Es la lámina del
nacimiento; y Robert trepa por su cordón umbilical, habiendo

1 B.M. (boy-man) para chico o para hombre. Las láminas para chica
o mujer se señalan con las letras G.W. (girl-woman).

212
11
l
~

r
t
l robado en la vida fetal todo lo que precisaba. Ahora bien, él
L

l
coloca lo que robó en.una vida interior y no en una vida social, 1!
donde sitúa, por el contrario, el asesinato por el que será casti- 1
Í i
gado. f'
!!
P.: Por otra parte, en ese momento no estaba triste. i!
tl

F.O.: ¡Felizmente! Porque de lo que se trata es de su vida r


misma. El robó lo que necesitaba para vivir. Me gusta mucho el ,,Íi
1
TAT, porque los psicoanalistas pueden leerlo en dos niveles
diferentes. En especial la lámina 2 revela niños que no tienen ¡¡
espíritu de síntesis, pues no ven que ella representa la fecundi- ¡.lt
dad de la tierra, del trabajo y del amor. La madre que está !

embarazada hace con sus manos una suerte de ropita de niño. Y


l
además están el sol y el hombre trajinando detrás del caballo, y
11r¡
por último la muchacha con libros. Las pulsiones pasivas están
representadas por la muchacha en el momento del estudio, 1!
durante la fase de latencia aún no erotizada. Se trata, pues, de la
fecundidad potencial de todos los niveles de la libido. Ahora ii
¡
bien, ciertos niños no lo ven. ¿Qué asoció Robert con respecto al
violín? Los niños suelen ver en él una imagen de velocidad, y lo
que aparece en primer plano lo toman por rieles; o bien, si lo
reconocen como tal, imaginan que alguien, apoderándose de él, 1¡
va a encantar a todo el mundo con su música.

P.: Para Robert es una imagen de capitulación. "Es alguien que


quisiera aprender a tocar el violín; pero hay dificultades; la cosa le
i 1

resulta demasiado complicada y decide no aprender." 1


¡
F.O.: La significación del "violín" depende igualmente para
el niño del contexto social. ¿Tal vez en esa familia en que nadie
I!

~
va a conciertos a Robert le gusta la música?

P.: Sin embargo toca el clarín.

F.O.: Sí, pero eso es gratuito; se aprende a tocar el clarín en


una banda de pueblo. Poseer un violín y tomar lecciones es
diferente.
~

P.: Sobre la lámina sexual, asocia: "Es un muchacho que llega a su


casa y encuentra muerta a su mujer. Se aflige y chilla. O bien él mismo
1
213 ¡
l'
ft i
la mató, quizá porque ella se había acostado con otro hombre; o bien él
participaría en una banda de delincuentes; su mujer sabe demasiado y
querría denunciarlo. La banda ha cometido asesinatos y robos, les
seguirán la pista y los detendrán. Al hombre lo van a condenar".
úímina 14 (la habitación vacía; luz en el exterior; un hombre en la
ventana): "Es un muchacho que está cometiendo un robo, o que se
quiere suicidar porque está harto de todo, la vida, el dinero, la desocu-
pación ... Va a morir, o lo llevarán al hospital".

F.D.: ¿Y de la tarjeta blanca, qué dice?

P.: Cuenta su historia: "Hay problemas en la familia a causa de


alguien. El no sabe qué hacer. Ciertas personas dicen mentiras por celos
de que la familia las rechace. Otras están más mimadas [se trata de la
actitud de su hermana con relación a él]. Están equivocados, son celos,
no fue para tanto; y eso le cae encima".
En el Rorschach la agresividad está omnipresente. Siempre ve dos
personas a los costados: "Parece ser la policía, se diría que se están
llevando a alguien. Hay como un brazo que agarra a la persona
-puede que sea una mujer-· que ha ejecutado un hecho violento y tal
vez un robo" [sin duda una referencia más a su hermana]. úímina 2:
"Son dos personas que están riñendo, que se pegan. Hay sangre; no se
quieren. Las van a arrestar, o las van a separar". úímina 3: "Dos
personas que tiran cada una por su lado y no quieren aflojar. Son
mujeres, por el busto. Una va a ceder, quizá, la otra lo va a conseguir". ·
úímina 4: la de la sexualidad: "Es un monstruo destruyendo un árbol;
se desquita con algo". Ve "una especie de animal al que le han quitado
los dientes y los huesos, acostado sobre una especie de piel". úímina 7:
"Dos personas que se quieren y que sin embargo se separan. Parecen
querer abrazarse, pero sus brazos van en dirección contraria. Empiez.an
a caminar, cada una por su lado, y no podrán abrazarse". La última
lámina: "Insectos riñendo entre sí, ciempiés, arañas, que buscan su
comida y que van a partirlo todo en dos".
La imagen paterna (según la lámina 4) es percibida inconsciente-
mente por Robert como muy amenazadora. Evidentemente no es
inoportuno interpretar esta relación como muy peligrosa, especialmente
en el plano sexual.

F.D.: A los cuatro años, no cabe duda de que mató a su


padre. ¡Es normal! Pero por otra parte fantaseó que había
matado al padre de su hermana, la que en esa época se hallaba

214
{,
$ -'

~
't

l· entregada al amor del padre mientras que Robert se hallaba en


rivalidad con él. Pues para un niño de esa edad, el fantasma de
f haber matado a su padre no implica en absoluto el de haber
matado al padre de su hermana. Esta lógica es contraria a la de
11
l
t
los adultos, pero es la de los niños. Es el momento en que cada
i
r uno se marcha por su lado. Aquí no se trata de la historia actual
de Robert y su hermana sino de lo que sucedió con ocasión de la
grave enfermedad del padre.
El Rorschach. en sus formas imprecisas, sostiene entidades; ¡
por eso el Rorschach es muy peligroso y en cambio el TAT no lo
es nunca. Oí a un joven licenciado en filosofía delirar durante Ii
tres meses después de pasar el Rorschach; en esa época estaba de
moda entre los estudíantes de filosofía ejercitarse en los tests
para conocer de psicología. Con posterioridad, este muchacho
sumamente sensible fue un escritor de gran calidad. Era terrible
ver hasta qué punto ese test lo había trastornado. Debo aclarar
que la madre de este joven era defectuosa de nacimiento: uno de
sus brazos terminaba en el codo. Llevaba una prótesis, y su hijo
descubrió su existencia a los siete años. (Esta mujer había
superado su invalidez convirtiéndose en una escultora notable.)
Probablemente aquí esté la razón por la que el test sumió tan
intensamente en lo arcaico al muchacho. Le llevó tres meses
reponerse; el psiquiatra que me lo envió pensaba que estaba
entrando en una demencia precoz tardía; tenía veintidós años. El
Rorschach es peligros;J porque se basa en una simetría absoluta,
la cual no participa del orden humano en el que sólo los
miembros son simétricos. Fue asociando sobre los miembros
como se le pareció la invalidez de su madre. Cuando ésta lo
acompañó con su marido la primera vez yo misma no sospeché
su invalidez. Así pues, la simetría del Rorschach hace que
resurjan fantasmas arcaicos pregenitales. En el caso de Robert,
fantasmas de su primera infancia con su hermana. En cuanto al
test de Szondi, posiblemente sea interesante en lo que se refiere a
la morfogenética, a la influencia de los linaje~. Scott, en Bélgica,
lo utiliza con talento de psicoanalista; pero personalmente
considero que hay que escaparle. Jamás quisiera uno encontrarse
con ninguna de las personas que este test deja aparecer.
¿Tuvo usted alguna ocasión, después, para hablar con
Robert de esos tests y preguntarle qué pensaba de sus respues-
tas?

215
P.: Después de los tests, quedé estupefacta al oínne a mí misma
decir a la corte que en lo que Robert expresaba había dos mensajes
¡
!
completamente diferentes: uno mediante el cual se protege diciendo: ¡
"No pasa nada, estoy espléndido, todo marcha bien. Más aun cuando '
mi hermana se ha largado", y otro que él deja traslucir en los tests.
Intenté trabajar con él este malestar durante unas entrevistas en las
que a pesar del calor que hacía en el despacho no se quitaba el abrigo;
l
permaneda sentado al borde de la silla ·y nunca se prestaba a comentar 1
l
nada. Después de haber realizado los tests dijo a sus padres: "¡Duró !
cuatro horas! Fue muy largo [en realidad los tests habían llevado dos], 1
me hizo decir estupideces todo el tiempo, me hizo dibujar. ¿Para qué
siroe todo eso?" Se puso muy defensivo. 1
¡
F.D.: Veamos, según usted ¿qué es lo que no marcha en este ¡
chico? ¿Ha visto usted tests de adolescentes normales? Tienen
los mismos fantasmas de violencia que Robert; por eso adoran la
películas de terror y de crímenes.

P.: Pero hay en él una culpa tan grande ...

F.D.: Por la muerte de su padre, cuando tenía cuatro años.


Además, estimó en cuatro horas la duración de los tests, o sea el
doble del tiempo real; porque para él hay un doble padre. La
edad afectiva de este adolescente es dos o tres años inferior a su
edad real, y es normal, teniendo en cuenta la muerte del padre.
Sin embargo, en el linaje paterno lo quieren, se ocupan de él.

P.: Pero esporádicamente.

F.D.: Lo importante es que tiene dos padres: el que murió


cuando tenía cuatro años (de lo que se siente culpable es de la
muerte de este padre, pues hallándose en pleno Edipo quería
eliminarlo) y el otro, que es un padre actual. Aparte de esto me
asombra que en este asunto nadie haya preguntado: ¿qué tipo de
relaciones sexuales hay entre este adolescente y su padrastro?
¿Tocamientos de pene, caricias de bebé? ¿Se trata de una sexuali-
dad de niños? O si no, entonces, ¿quién penetra a quién? ¿Quién
conoce el orgasmo? ¿El que penetra o el que es penetrado, y que
por someterse a eso recibe dinero? Ser penetrado no es ser
homosexual; es el otro el que lo es. ¡Si supiera usted cuántos
jóvenes que no son en absoluto homosexuales se dejan penetrar

216
r.
1,,
t'<
'l


por adultos para obtener dinero con que pagar sus estudios!
Prostituyen su cuerpo para ascender en la vida. Pero los que de
I¡!¡
pequeños tuvieron un padre, tuvieron una relación estructurante ¡i
con él; no son auténticos homosexuales, jamás se dejan penetrar 1¡
por un amante que los mantiene. Existen, es cierto, padres que al
llegar sus hijos a la pubertad revelan ser voyeuristas o celosos de ¡
los éxitos sexuales del niño. "Ven con ·tu amiguita, los miraré .tp
detrás de la puerta". Son padres que no han superado los juegos ¡,·l
sexuales de la infancia y que exactamente después del Edipo de ¡¡!¡
sus hijos hacen una regresión. Estos hijos no se vuelven necesa- l¡
ll
riamente perversos, pero de cualquier forma quedarán profun- p
damente perturbados. Tendrán posibilidades de sublimación, 1¡
pero no acceso a la genitalidad.
Cuando Robert habla de dinero se halla en la época de sus
i
cuatro años, como cuando estaba en edad de tener una potencia 11
anal. Ganar dinero es sublimar la pulsión anal. En cambio, él se
detuvo en el fantasma de haber matado, y por lo tanto en el 1
miedo de caer en manos de la policía y de quedar privado de
potencia. Por eso retrocedió hacia la muerte de su padre para
reinjertarse, con sana homosexualidad de muchachito, en su
padrastro; homosexualidad pasiva y sana respecto de un
hombre que, en efecto, puede pervertirlo. Pero si no hubo
sufrimiento físico, es decir penetración dolorosa ...

P.: Los tíos confinnaron haber sufrido una penetración por parte de
Roger.
11
F.D.: Los tíos es otra cosa.
ij
P.: El padre lo niega todo, Robert también; así que no podemos
saber.

F.D.: Me sorprendería mucho que hubiese habido pene-


tración; pues en este caso el niño mostraría signos de sufrimien-
to. Sin embargo, no los muestra. Pienso que entre el padrastro y
¡
el niño hubo juegos masturbatorios. Es probable que en este
hombre haya algo patológico; pero no comprendo por qué ¡'

razón, de haber colocado a Robert en pensión, se le habría


prohibido escribir a su madre o ver a los suyos. Por el contrario,
sólo en estas condiciones precisas se lo podía ayudar a separarse
de su medio, al tiempo que él se iba a valorizar a los ojos de sus

217
'
padres. El comportamiento que puede causar alarma es el de l
Nelly, no el de Robert. Creo que la ambigüedad de Nelly \
proviene de la homosexualidad latente de la madre, que no
pudo soportar a su hija en el momento en que ésta se hallaba en
el Edipo, al morir su marido. ¿Vio usted fotos de la familia 1
anteriores a la muerte del padre?

P.: No. 1

F.D.: Apostaría a que la madre tenía entonces los cabellos 1


1
sueltos, que deseaba ser atractiva. Creo que la dificultad de
Nelly está en haber tenido una madre que no ie permitía ser
atractiva para su padrastro. Así pues, Nelly sentía celos de que
el pequeño, Robert, se entendiera con su padrastro en una 1 1

homosexualidad latente regresiva mientras que ella misma, en


situación de heterosexualidad, fracasó frente a ese padrastro. En
efecto, éste gusta de las mujeres que se peinan como los
hombres, de las mujeres ambiguas. Trae a sus hermanos al
departamento vecino para mostrar, como un macho, que es el
mayor; y si se lleva bien con su mujer es porque los dos se
entienden en su homosexualidad latente. Entonces, ante todos
estos dramas, ¿por qué no separar al muchacho de su entorno
explicándole que si entra en pensión todo el mundo se sosegará,
pero asegurándole que podrá ver a su madre cada ocho días, o
escribirle, y que su padre también podrá ir a verlo?
El obstáculo mayor sigue siendo esa ley de vuestro país que
obliga al terapeuta a poner en conocimiento de la justicia los
proyectos peiigrosos de un paciente (diferentes de los fantasmas,
que no constituyen peligro alguno). Se lo repito, los tests de este
chico no revelan nada inquietante. Sólo puede hacerlo creer la
presión policial a su alrededor. La tarjeta blanca del test le
demostró a usted todo lo que él estaba viviendo al adherir a su
presente, puesto que aquí no suministró fantasmas arcaicos sino
una elaboración sobre hechos reales. Pues cuando a uno se le cae
en la cabeza una maceta o se le muere el padre, no se trata de
neurosis. Ahora bien, es cabalmente la muerte del padre lo que
cayó sobre su cabeza, en la época en que él vivía su~ fantasmas
edípicos de rivaiidad con éste deseando quedarse con su madre
y su hermana, a la cual todavía hoy está muy ligado (lo dice él
mismo con la expresión: "cada uno se va por su lado"). La
muerte del padre, al dejarlo como único varón en el hogar, le

218
111
q
¡:l
' .•

hacía imposible la sublimación de su homosexualidad, en la 1¡

inteligencia, el alma y la amistad viril. Ahora bien, este niño I!! ~


t
necesitaba fantasear la prosecución del deseo del padre.
El problema de Nelly es grave pues pone en entredicho su
;ff}
posibilidad de tener descendencia. Revienta de celos porque su ¡;. 1
padrastro no se acuesta con ella. Ha retomado a la edad de siete 1!
años. Es ella la que necesitaría una relación analítica. Que el I',l
ii
padre se acueste con una mujer de apariencia varonil, de ¡i
¡J
vestimenta y peinado severos, no implica en absoluto que se "l!
acueste con ·;rarones; el ser de una mujer no se reduce al parecer. ¡¡
¡-;
Nelly desarrolló un fantasma. En cuanto a la promiscuidad del ¡¡

:<
"tocar la cosita", son historias de parvulario. "

lí.
ll
P.: !As cosas van mucho más lejos. Como he dicho, según los tíos 1i
¡t

hubo penetración. 11l.


li
ji
F.D.: En cualquier caso, Robert no los_quiere. 11
¡1
P.: Se burla de ellos. 1!
!!
F.D.: Lo hace para que haya paz en la casa, como los
muchachos que se hacen mantener para estudiar, pero no por
l
11
ello está pervertido; y se halla en una situación menos difícil que
cuando su padre murió.

P.: Eso no significa que haya que alejar a este chico de su familia. 1
F.D.: ¡Le vendría muy bien!, si no se siente alejado afectiva-
mente. De todas formas, no hay que censurar a los padres. ~
P.: Lo apartaron de su casa diez días y se volvió loco. "Me daba
contra las puertas", decía. Su agresividad volvía a surgir, pues lo
~
ij
habían colocado en la casa de un hermano de su madre. Se hallaba en
un estado tan calamitoso que la trabajadora social decretó que tenía que
volver a su hogar. i

F.D.: Todo esto a causa de su hermana, que está en situación


1
edípica y por este hecho se permite hacer la ley ante la justicia, 1
d
esperando ponerla de su lado.

219

1
P.: La ley social va todavía más lejos que ella ... Pero cuando hay
"abuso sexual", situación de incesto ...

F.D.: Eso sucede cuando un niño manifiesta terror por su


padre. Pero usted lo vio frente a su padre. ¿No estaba aterrado?
Esto prueba que no hay abuso sexual. No hay abuso sexual
cuando una madre deja a su niño todavía pequeño que la abrace;
sí lo hay cuando los padres piden a un niño de nueve o diez
años que les haga mimos para su propio placer. Hay igualmente
abuso sexual cuando un niño de más de dos años quiere ir a la
cama de sus padres; éstos son cómplices por las mismas razones.
El psicoanálisis nos ha enseñado que la sexualidad no se limita a
la relación de sexos, y que el abuso sexual esteriliza las sendas
de la genitalidad futura cuando no se han dado la castración
genital, la prohibición del cuerpo a cuerpo.
Este niño, Robert, está protegido del incesto con su madre
por el padrastro, es indudable. Mientras que su genitor, al morir,
cesó de pro~egerlo de ello. El desarrollo de la hija, en cambio,
quedó detenido, ya que ella quería matar a su madre antes que a
su padre y resultó que había matado a su padre. Este es el
problema de Nelly. Por su parte, Robert es un chico cuya
pubertad se halla retrasada ya que, a los catorce años, no tiene 1

una amiguita. Tal vez tenga una, pero ni siquiera se pensó en 1


ello. Lo que usted llama "abuso sexual" lo enfrentó con excesiva 1
brutalidad a la realidad d d cuerpo a cuerpo genital; pero, hasta
el presente, esto no ha sidü perjudicial. Puede llegar a serlo si la
siluación se prolonga, si sus tíos, en vez de comenzar a intere-
sarse en las mujeres, siguen jugando a tocar la cosita con él, el
más pequeño de la manada.
1
X.: ¿Podría decirnos algo más sobre esa madre que se casó con su
primo hermano? ¿Cómo es posible?
1
F.D.: Vuestras leyes autorizan a casarse con un primo 1
¡
hermano. Las de Francia, también. Tal vez la señora K. haya
tenido la sensación de rehabilitarse ante sí misma casándose por
1
segunda vez. No sabemos si amó a su primer marido, el padre
de Robert y Nelly. Pero al ver de qué modo Nelly se encuentra
hoy arrinconada en un Edipo mal liquidado porque su madre
puso una barrera para ello, se puede pensar que la señora K. i
amaba a su marido. Casarse con un primo siete años menor que .¡ 1

220
¡
1&·.

ella y cuyos hermanos necesitaban de "una hermana grande"


para equilibrarse era, frente al duelo de su primer marido,
retroceder a la propia familia. Inclusb no sabemos si la madre de
la señora K. y de su hermana no debió sobrevivir a su vez a la
muerte de su propio marido. Por otra parte, la señora K. quedó
en buenos términos con la familia de su primer esposo, ya que
los niños son bien recibidos por ésta. Por lo tanto, debió de
sentirse culpable frente a sí misma. Pienso que en esta mujer dar
a su apariencia física la marca de lo neutro es una regresión,
como sucede con muchas jóvenes que juegan a hacerse o bien las ¡
vampiresas o bien los varones fallidos. Cuando quieren parecer
varones hacen de ternera, como novillas esperando que el toro
las cubra. Ahora bien, la señora K. sufría por no tener relaciones
sexuales con su primer marido, en la época en que él estaba 1
gravemente enfermo; su apariencia llevaba la huella de este !;l
sufrimiento de su cuerpo. Tenía que encontrar a alguien. Y para

11
este primo que no' pedía más, seguro que era edípico tomar una
mujer cuyo marido había muerto. Como tenía veinte años, es
l
muy posible que ella haya sido su primera amante. El lo dice con
toda claridad: desde que se casó, no tiene relaciones sexuales con
sus hermanos.

P.: Los hermanos lo desmienten categóricamente. H


,.

F.D.: ¿Usted pretende creer a estos bebés gigantes, a estos


payasos que aparecieron para remover lo uretral y lo anal?
i

P.: ¿Cómo explica usted la pasividad de la señora K. en todo este !'.
asunto? 1;
i'

F.D.: Lo que pasa es que bajo su apariencia de varón es muy


l femenina. Dio esa apariencia a su cuerpo en la regresión del
11
J'.
!'
i
l duelo. Como una jovencita que, antes de ser revelada por el
amor de un chico, juega o bien a la provocadora asustada, o
l bien, como un varón, al camarada. Entonces es alguien muy
11
difícil de abordar para los muchachos, que la creen homosexual. 1
1
l
1
'
Hay que desconfiar mucho de la mascarada femenina, que muy ¡
a menudo esconde una gran frigidez. Por el contrario, el aspecto
1 1!
de varón fallido, cuando se prolonga, es signo de una gran
¡ feminidad que se esconde. Entre esos dos modos de presentarse ~
están las chicas que les dicen que les gustaría tener hijos de i
i
¡

1 221
cualquiera, con tal de tenerlos. No son mujeres todavía, pero son
femeninas para la maternidad, es decir que son anales pasivas. 1
No están en la genitalidad activa. Las muchachas genitales
activas tienen mucho miedo de los varones, temen acabar mal.
1
Se disfrazan para poder rechazarlos y ser más fuertes que ellos.
Pero el día en que un chico se muestra a su altura, en cinco
minutos esto las convierte en mujeres. La sexualidad femenina
'
'

es muy diferente de la sexualidad masculina, que se muestra en


la conducta; mientras que la apariencia de una muchacha puede
significar exactamente lo contrario de lo que siente.

P.: ¿Pero cómo explicar que no haya reaccionado ante las


manifestaciones de su hijita de seis años, Sophie, quien declara que un
tío le habría quitado la bombacha?

F.D.: ¡Porque la madre no lo cree! ¡Está curada de espanto!


¡Sobre todo le parece que es ''bagatela de gobierno", esa puerca
de Nelly que quiere acabar con todo! Creo que los trabajadores
sociales se equivocaron de entrada: no se empieza de inmediato
por abrir un sumario.

P.: Son muy estrictos, en cuanto entienden que el niño está en


peligro.
l
F.D.: Pero al que hay qw:! ayudar es al niño. Someterlo a tests
-corno le pidieron que hicifira después de toda esta cornedia- '
era muy difícil. El niño no se hallaba en una situación de
confianza que le permitiera hablar. Principalmente había que
permitirle, desde el comienzo, hablar de su relación con su
hermana, para que después pudiese abordar la muerte de su
padre cuando era pequeño. En cambio lo echaron de entrada en
el meollo mismo de una situación que, en este momento, es
estructurante para él. Si sigue queriendo defender a todo el
mundo, corre el peligro de caer en la pasividad para que el
l
matrimonio de su padrastro y su madre no se vea amenazado. El
impide que esta pareja corra peligro, mientras que su hermana
Nelly vive de poner en peligro a esta pareja; hasta el punto de 1
que no puede ansiar alejarse de esta familia sin que su hermano
deba hacerlo también; pues ella no tolera que él pueda ser
amado por el hombre que no la ama. Ella quisiera repetir con 1i
este hombre lo que había logrado con su padre. Nosotros

222
l


l

¡
ignoramos lo que sucedió, mucho tiempo atrás, entre esta hija y
esta madre, y que se repite. Como no sabemos nada de la
evolución de esta mujer con su primer marido; en cuanto al 1
f. segundo, representa más un familión que un marido. ¡En fin!, ¡'
¡

ella hace el amor con él. Además, como los tíos no llevan el ~

mismo apellido que Robert, éste es ahora heredero de la actitud t


seudopaternante que, en una familia, recae en el hermano
mayor. Puede que los tíos estén celosos de ello, como Nelly; no f
se sabe. ¿Qué pretenden? En todo caso, querrían que se ocu- t
paran de ellos puesto que pidieron protección a la justicia. ¿Se
ganan la vida, son mayores de edad?
1
P.: Sí.

F.D.: ¿Tienen novias?

P.: No. Se declaran homosexuales.

F.D.: Hacen proselitismo por la Gay's Liberation.

P.: Cuando vi a Robert con sus padres, al principio encontré que


había en ellos mucha dramatización sin que el niño pareciera correr
excesivo peligro. H
¡
F.D.: Cierto es que no lo corre más hoy que cuando tenía tres r
~
o cuatro años, en la época de la enfermedad del padre. ~

P.: El juez quedó un tanto perplejo, pues se preguntó si con su


propio hijo dejaría que se hicieran todos estos tejemanejes generaliza-
dos.

F.D.: Se puso en el lugar del padre canceroso, del padre


l 1
muerto que vela sobre esta familia. .
~

P.: Si Roger, el padrastro, se marchara como afirma estar dispuesto 1


a hacerlo, pienso que para Robert sería como matar a su padre por ¡

segunda vez. í'111


F.D.: Pero tampoco hay razón para que la madre sea sacrifi-
cada al Edipo de su hija y al de su hijo, siendo que los dos, por 1
razones diferentes, toman sus fantasmas por la realidad. i
223

1
~
P.: ¿Qué le hizo decir que no sería malo para Robert alejarse de su 1
casa?

F.D.: Una psicoterapia podría prepararlo para hacer honor a


su padre, el señor K., que quedó completamente escamoteado.
Nadie habla de él, y es el genitor. El abuelo paterno todavía vive 1
y nadie lo ha visto nunca. ¿Por qué no alojar a Robert por un 1
tiempo en casa de sus abuelos paternos? Pues lo que permite
¡
1
• 1
desarrollarse a un hijo es, incluso en el hogar, poner su madre a
distancia, acercándose, según un ideal homosexual, a su padre.
Cuando éste no es perverso, se sirve de la homosexualidad de su
hijo para guiarlo hacia un devenir heterosexual, fuera de la
familia. Todos me parecen tan infantiles que me pregunto qué
viene a hacer la justicia, con sus largas pezuñas, en esta historia
de nurserí. Robert, a los doce años, se defiende bien contra sus
pulsiones a cometer crímenes. Por lo tanto la ley está instalada
para él. Comprendo muy bien que no quiera marcharse; a
quienes habría que ayudar es a la madre y al padre, para que
permitan a este niño salir de su regazo.

P.: Es comprensible que en este contexto los padres se sientan


acorralados.

X.:¿ Y qué es de Sophie, la pequeña, en esta historia?

P.: Está en la casa, va a la escuela ...


11
F.D.: Y tiene muchas cositas" para mirar.

P.: En efecto, además basta con observar los dibujos de Robert. "En
la escuela, el padre, la madre y él pasando la escoba ante la pequeña
Sophie, que mira."

F.D.: ¿Ha visto? Lo interesante de este dibujo es que Robert


es el único que tiene orejas. Incluso hay una oreja en ese mueble.
En esta familia el único que oye es él. La madre tiene una marca
en el ombligo; lleva la huella de un duelo en el ombligo. Y mire
las patas de las mesas; están animalizadas, puesto que tienen
rodillas. En fin, todo el mundo intenta ver claro. Sacan lustre a
las baldosas, sacan lustre a la mesa; se ve claro por televisión
donde alguien dice: ''Yo soy la ley." Se ve un niño que parece

224
sentado sobre un orinal, mientras mira televisión. De la pared
cuelga el retrato de un payaso. El niño sobre el orinal representa
la ley anal, el payaso un yo ideal, un ser que escapa a la ley de
los humanos, un ser que no ha pasado por la castración genital.
El payaso no tiene padre ni madre. Toda esta historia es, como
dije, una historia de payasadas preedípicas. Si esto hubiese sido
1 "de veras", Robert se habría sentido demasiado culpable para
representarlo así en su dibujo.
1
1
X.: ¿Y si todos los miembros de la familia se hubiesen puesto de !

acuerdo para pronunciar ese discurso ante el tribunal? !í



'I
:1
F.D.: Es imposible. Los tíos no se hubieran puesto de ,¡
•i
acuerdo para decir que su hermano los había masturbado. No
poseían un nivel de discurso tan elaborado.
1
P.: Robert podía estar influido por su comportamiento.
~
F.D.: Pero la homosexualidad no es asunto de compor- f
¡ tamiento, es una.cuestión de estructura. Por el momento, Robert
no es ni homosexual ni heterosexual. Según los tests sería más 1
bien heterosexual; pero se muestra sobre todo como un chico de j
1 doce años, en fase de latencia, que se siente culpable de haber
i matado a su padre. i'

1
i
1

¡

,,í
1 !¡
1
¡

1 1

:1
1
i
11
1

1
{,

225
- . .!
/
. ,-
1
1
\
• ,,_

10. EL DIBUJO EN PSICOANALISIS DE NIÑOS

Un padre muerto imaginario en lugar del padre simbólico - El


fantasma de recibir más vuelto que la moneda entregada - La
técnica de la señora Morgenstern - El niño que enloquece al
reaparecer su padre que creía muerto - Sobre el tratamiento de
los niños mutistas - ''El terapeuta no debe confundir literatura y
delincuencia" - "Concepción" oral y castración primaria - La
verdad está al dorso - Python y Jupiterre - La equivocación de
Freud, inaugural del psicoanálisis de niños.

P.: Quisiera interrogarla, a través de algunos casos, sobre la


interpretación del dibujo en terapia de niños.
El primer niño del que ;quiero hablarle, Christian, me dejó perplejo
con su mutismo selectivo, y desde un principio me sedujo por su habili-
dad para expresarse mediante el dibujo.
Daré algunos datos sobre el desarrollo de esta cura. La madre me
telefonea para consultarme, pues ha visitado la escuela y la maestra se
ha quejado, al parecer, de la distancia que pone Christian con las activi-
dades de clase, de su silencio. No habla con nadie y, cuando le toca el
turno de leer en voz alta, se niega a hacerlo. La madre dice comprender
que la maestra y los compañeros no toleren su mutismo. Se inquieta
por la adaptación escolar y social de su hijo. Afirma que esta situación
hace muy desdichado a Christian. El querría hablar, pero es más fuerte
que él: no puede hablar. Incluso llora por la noche en la cama y se
queja de su malestar, de su timidez. Siento en esta madre una suerte de
llamada urgente de socorro.
En la primera entrevista con ella me entero de que Christian es el
menor de una familia de cinco o seis hijos. Nació diez años después del

226
penúltimo. Perdi6 a su padre cuando tenía entre dos y tres años. La
madre no me parece haber hecho el duelo de su marido, sobre cuyo falle-

'¡ '
cimiento rehúsa hablar con claridad. E$ll vez creí entender que el padre
había muerto en un accidente automovilístico. Pero después, en el lugar
donde trabajo, oí a una persona hablar de la madre de Christian y del
sufrimiento que TJtldeció al acompañar a su marido en la fase terminal
de un cáncer de cerebro. ¿Dónde está la verdad? Lo ignoro. Pues
t
t
cuando, ulteriormente, invité discretamente a la madre a precisarme las
circunstancias de la muerte de su marido, no obtuve respuesta. Y me
¡
}

t pareció inadecuado comentarle la otra versión. !


¡
En la misma entrevista me dio a entender que Christian no hablaba
l más que con ella. Supone después, sin embargo, que habla un poquito
con sus hermanos y hermanas, pero nunca con los tíos y tías, no más
t
1
que con la maestra, sus compañeros de clase, ni con nadie del 1
r vecindario. Nunca atiende el teléfono, no va a ninguna parte, se niega a f
i
entrar en casa de los vecinos y no tiene amigos. Suele retirarse a la

soledad, mira televisión, lee mucho: historietas, pero también libros
para gente mayor que él; un tratado de química, por ejemplo. Hace
i
1 muchas actividades manuales y permanece casi todo el tiempo en su
r
habitación. Su madre se ocupa mucho de él y parece actuar como
1 intermediaria verbal entre e1 y los demás. Por último, a pesar de su
mutismo y de su falta de participación obtiene excelentes resultados
escolares.
Mi primera impresión en el plano clínico fue que el chico del que se
me había hablado era un niño inteligente, brillante inclusive, que por
un motivo probablemente de oráen agresivo se negaba a hablar y a
entrar en relación con los demás. Sentí curiosidad y propuse a la madre
una primera cita con el niño.
Recibo a los dos unos días después. En la sala de espera, Christian
se incorpora de su asiento de inmediato y se dirige a la puerta de mi
despacho. No responde a la pregunta que siempre hago en la primera
sesión: "¿Qué te trae por acá?" Le cuento entonces a grandes rasgos lo
que su madre me ha dicho de él, y le pregunto si está de acuerdo con las
manifestaciones de ésta. Como respuesta, obtengo un ligero cabeceo
afirmativo. Mostrándole los lápices y la hoja dispuestos sobre la mesa,
le digo que comprendo que le resulte difícil hablar de sí mismo, pero que
tal vez pueda expresarse de otra manera: mediante el dibujo, por
ejemplo.
Es visible que no puede hablar, aun cuando lo desee. Se dirige sin
vacilar hacia la mesa, se detiene, queda un instante pensativo, me lanza
una mirada de reojo tan fugaz que pude no haberla percibido. Le

227
reflejol su vacilación, asegurándole que puede decinne lo que quiera,
que quedará entre nosotros; salvo que él mismo quiera hablar de ello
con otra persona.
Produce entonces un dibujo. Señalo al pasar que Christian trabaja
de una manera obsesiva, muy rígida. Cada vez que saca un lápiz del
estuche, antes de sacar otro lo vuelve a TJOner inmediatamente pero con
gran lentitud. Mientras dibuja yo intervengo mucho, con objeto de
establecer, o incluso forzar, una relación con él. El dibujo lo construye
así: primero una papa en el centro sin el sombrero que se ve a la
izquierda. Después dibuja la flor, la mariposa, el plato volador, el avión,
la nube, el sol; en ese momento intervengo pidiéndole que me explique
qué es; entonces escribe la palabra "papa"; yo reaccio_no diciendo:
"¡Vaya, vaya!" A continuación hace la torta y anota: "Cien años para
Papá"; yo reacciono con otro "¡Vaya, vaya!" Pregunto qué se ve arriba
del dibujo; él se pone a dibujar el fuego; después me muestra el trayecto
del plato volador, arriba a la izquierda, y escribe: "fuego". O sea que el
plato volador hace fuego sobre el avión y sobre la nube. Yo digo "¡Vaya,
vaya! Es un plato volador que está enojado con el avión, con la
nube ... "; dibuja entonces el caracol. Yo puntúo: "¡Vaya, vaya!" 1
Después hace el rayo partiendo de la nube, que oculta al sol,
dirigiéndose hada la flor; yo le digo: "¡Vaya, vaya! ¡La flor va a
reventar!"; dibuja entonces un paraguas sobre la flor, un paraguas 1r
sobre el caracol; el rayo queda así entre la nube y el paraguas, encima
del caracol. Le pregunto qué le sucede a la mariposa; si sube o si baja;
me hace entonces el camino en espiral, de la flor a la mariposa, y yo me
percato de que es una mariposa que está subiendo. Dibuja el pájaro;
pregunto también a dónde va. Responde haciéndome el pájaro en el
nido, sobre el árbol. Le digo: "Hay mucha circulación, pasan muchas
cosas,, puede haber accidentes: la mariposa, el pájaro, el plato volador,
¡hay mucho movimiento!" La sesión termina y yo tomo algunas notas.

F.O.: Y esto de abajo que parece una bandera, ¿qué es?

P.: Es "Cien años para Papá"; una torta de cumpleaños.

F.O.: ¿Cuántas velas hay?

1 Este participante emplea la expresión "reflejarle", en el sentido de


"dar a entender". Esta fórmula de una escansión, más a menudo que de
una interpretación, es inusitada en Francia, pero no se contradice con el .
uso psicoanalítico.

228
P.: Tres. Notemos que la flor tiene raíces ...

F.D.: Tres, también.

X.: ¿En qué momento dibujó el sombrero?

P.: No podría decirle en qué momento preciso, pero sé que agregó


"papá" después de hacer la torta. O sea que este niño que viene a
consultar port¡ue se siente desdichado, como primer dibujo nos hace
una fiesta. Sin embargo, hay. que aclarar que en Quebec, "hacer
papá"[faire patateJ quiere decir "errar el golpe" [manquer son
1 ~
coupJ. El dibujo me permitió constatar que este niño vive lejos de sí
y
i mismo -porque dibuja muy alto en la hoja-, en un mundo infantil,
;
imaginario, muy rico en fantasmas. Ya hice notar su comportamiento
obsesivo, compulsivo: siempre está ordenando los lápices y trabaja
1
) lentamente, con parsimonia. Observé igualmente su agresividad, sus
defensas: acumulación retroactiva, formaciones reactivas. Encontré
finalmente en él una búsqueda de gratificaciones narcisistas. Mantiene
'
1
¡ conmigo una suerte de conversación social y cortés, por corresponden-
cia, dándome la sensación, o la ilusión, de que me habla por medio de su
f dibujo; mientras que en realidad quizá no hace más que responderme
1
] como un niño dócil que dijera: "Sí, señor. No, señor. Por favor.
' Gracias". En el fondo es a mí a quien gratifica, dándome la ilusión de
responder a mi deseo. Me había hecho tan a la idea de que este niño no
iba a expresarse que, al verlo reaccionar así ante mis preguntas,
hablarme con su dibujo, este primer contacto me causó una gran
satisfacción.
No quedé menos contento de percibir en él una inteligencia vivaz,
articulada. Además, este niño es muy agradable a la vista, es muy bello
(cuando lo vi en esa primera sesión tenía seis años). A continuación lo
veo regularmente al ritmo de una sesión de treinta minutos por
semana. Entre los meses de enero y junio, en cada sesión dibuja. Y,
primeramente, este dibujo de un animal rugiente, arrinconado entre un
árbol y una roca. Como todas las veces, al llegar y al marcharse se niega
a darme la mano. Se instala sin titubear ante la mesa donde siempre
hay a su disposición papeles y lápices. Yo le devuelvo el dibujo
interpretándole la probable dificultad de este animal; en~onces traza
esta suerte de "Brrrrr". Yo le reflejo que el animal parece no sólo
arrinconado sino también enojado; y que quizá siente haber caído en
una trampa, en una situación nueva; aludo así a la sesión presente.
Entonces agrega nubes y lluvia, arriba, a la derecha; le hago notar que

229
i
f
f
el animal oye mal sin duda lo que sucede aquí, porque parece no tener
orejas sino solamente cuernos; le repito que tal vez se pregunte qué está
haciendo aquí, que quiz.á le parece que lo hago esperar demasiado
tiempo; o quizá él me está haciendo una pregunta. Pero por el momento
no sé qué responder.
A la semana siguiente, tras un segundo de vacilación, Christian
inicia este otro dibujo, magnífico como todos los ,que hace este niño de
seis años. Esta vez hay una mariposa, una oruga, césped, una flor.
Cuando le pregunto qué relación hay entre estos elementos, dibuja unos
huevos al pie del árbol a la izquierda de la página, y un capullo de
gusano sobre el tronco del árbol, a media altura. Yo le reflejo que hay
cosas que quieren o que van a cambiar, que cada cosa se vuelve distinta
de lo que es, señalándole la oruga y la mariposa; él me muestra
entonces el ciclo de reproducción: la mariposa va a poner sus huevos; el
huevo se convertirá en una oruga, que formará un capullo en el árbol
para dar nacimiento a otra mariposa. Por nacimiento, él que nació
tardíamente -ya que sus hermanos y hermanas podrían ser sus
padres-, pero no le reflejo su preocupación sobre él mismo,
pretextándome a mí mismo que el tiempo de sesión ha terminado.
En la sesión siguiente, después de su titubeo inicial y que quizá fue
un momento de reflexión, produce el dibujo de un muñeco de nieve que
lleva una bandera con los augurios de "Feliz Carnaval". (Estamos en
febrero, al comienzo del carnaval en Quebec.) Dibuja igualmente el
lápiz de color con el cual hizo el muñeco de nieve, agrega las nubes, el
sol, el pájaro, firma el dibuje y reproduce sobre la hoja el lápiz de color
que sirvió para dibujar cada elemento. Yo le reflejo que aquí cada lápiz
ha producido algo; y se sabe quién ha producido qué. Pero no llego a 1
verbalizar su interrogación sobre quién lo produjo a él. ¿Por qué no le ~
hablé de esto? ¿Resistencia? ¿Contratransferencia?
A la semana siguiente, en la sala de espera, la madre me tiende una
!
esquelita diciéndome que ha escrito algunas notas para mí. Me niego a 1
tomar la esquela y le significo que podemos hablar de ello los tres juntos
al final de la sesión o ahora mismo, si Christian está de acuerdo. Ella !
prefiere. esperar. En sesión, Christian permanece pensativo. Yo le reflejo
su vacilación, que relaciono con el deseo de su madre de hablar
conmigo. Fingiendo no escucharme, Christian se aboca a una serie ·de
multiplicaciones, lo que me deja perplejo y frio: no comprendo el
l
¡
~
sentido de este seudodibujo; me siento inquieto: todo esto me parece \
rígido, obsesivo, compulsivo; temo entonces -equivocadamente, sin
duda, pero era efecto de mi reacción subjetiva- una suerte de obsesio- !
,
~

230
nalización del tratamiento. Traduzco pues mi sentimiento a Cfzrisiian,
multiplicando mis preguntas sobre el sentido de esas multiplicaciones.
Estoy realmente fastidiado. Le digo que quizá tiene ganas de jugar a la
escuela o de demostrar que es bueno en matemática, mientras que su
madre quizá quiere decirme que algo no anda bien. Después resurge en
mí la intuición que experimenté ante su dibujo del ciclo de la reproduc-
ción, con la oruga y la mariposa; le hago notar entonces que las cifras,
cuando se juntan, cuando se reúnen, dan nacimiento a otra cifra.
"Juntas forman una cifra nueva", le digo nada más; no estableuo un
paralelo entre el ciclo de la reproducción, la multiplicación y la
generación. Su ausencia de reacción debió haberme invitado a conti-
nuar, a hablar claramente. Pero su mutismo, su impasibilidad ejerdan
sobre mí un efecto paralizante. Me sentía obligado a observar una
conducta prudente, por no decir defensiva.
La madre me señala en Christian un comienzo de tartamudeo que
parece coincidir con la iniciación de la terapia. Según ella, ésta sería la
tercera fase de tartamudeo vivida por Christian; la primera apareció
antes de los tres años, probablemente la hermana preferida de Christian,
la mayor, se ha ido recientemente de casa a estudiar en otra ciudad.
La sesión siguiente suministra un dibujo sobre el tema de la
familia, una vez más: un único progenitor pez, acompañado por los
hijitos peces. Dibuja primero cuatro peces de izquierda a derecha, cada
vez más grandes a medida que se acerca al centro de la hoja; luego, en
orden decreciente, 4, 3, 2, 1 pececitos encima de cada uno; agrega el
fondo del mar, algas, un caracol, un cangrejo. En ese momento le señalo
que dos peces tienen la boca abierta, y que tal vez parecen querer decir
algo, pero que yo no oigo y que quisiera comprender; entonces él añade
dientes al pez más grande; le hago notar que este pez parece enfadado y
como si quisiera morder; por primera vez en terapia Christian sonríe, 1
mordisqueándose los dedos para esconder su sonrisa. Al final de esta 1.
sesión tengo la sensación de que se ha entablado una relación transfe- 1
rencia[ -contratrasferencial, debería decir-. Me siento ligado a este
niño, en efecto, por motivos inconscientes que sólo descubrí hace muy l
poco tiempo. Creo que lo admiraba por su agresividad.
Una semana después Christian bosqueja el tema familiar: un 1
pájaro, un nido con flo res, pichones. Parece interrogarse sobre su
familia, sus orígenes. ¿Está promoviendo la cuestión de la rivalidad
¡ 1

fraterna? Esta es la pregunta que me hago durante la sesión, pero no lo


digo pues me .parece algo muy distante de sus preocupaciones. Me
pregunto entonces qué pudo sentir la madre ante Christian de dos o 1
tres años siendo que su marido había muerto y que ella tenía cinco o
1
231
i
seis hijos en edad de ir a la universidad. ¿Le pesó el nacimiento de
Christian? Estas preguntas quedan en suspenso.
El dibujo siguiente es n'gido, racional, pero representa una vez más
las etapas del desarrollo en la reproducción. Se puede ver el desarrollo
de la rana y de los peces, desde el huevo hasta la madurez. "Christian
dibuja animalitos marinos en su medio acuático; por lo tanto su
preocupación es muy primaria", apuntaré, siempre sin dedrle nada de
esto. (Por primera vez una hennana de Christian lo acompaña con su
madre a la sesión.)
Esta vez me pregunto si Christian no dibuja lo contrario de sus
deseos. ¿Construye el desarrollo de un ser -para esconder sus deseos de
destrucción? ¿O bien se interroga sobre su propio credmiento, o sobre
su propio nacimiento? Mucho después esta última cuestión revelará ser
la más pertinente, a la luz del primer seminario de la señora Dolto.
Parece plantease aquí la cuestión de la fratria, especialmente a través de
la cifra 5, que recuerda sin duda a los cinco o seis hermanos. En otro
dibujo son nueve; ahora bien, seis hijos + Christian = siete, que con los
padres dan nueve. Quedo no obstante dubitativo, pues la obsesión
compulsiva de su dibujo sigue inquietándome.
Lo que sigue es muy semejante a estas ocho primeras sesiones.
Christian sigue dibujando temas familiares; unas veces escribe un
cuentito, otras alinea cifras o elementos y después conjuntos de elemen-
tos. Los dibujos y el mutísmo de este niño me seducen. Pero además
cabe señalar aun dos acontencimientos. Un día en que neva'ba copiosa-
mente y en que los v:;hículos se desplazaban con gran lentitud,
Christian llegó por primera vez a su sesión con un retraso de varios
minutos. Por lo general lo espero en un despacho semejante a la sala de
espera, frente al ascensor. E~ta vez, las puertas del ascensor se abren y,
con una amplia sonrisa, Christian se lanza literalmente hacia mí.
Obsérvese que hay tres ascensores y que las puertas del primero, en el
extremo derecho, dan directamente a la sala de espera. lAs del ascensor
del extremo izquierdo dan al despacho. Es fácil confundirse. Chrístian
se apresura entonces a quitarse las botas y el anorak, y de pronto se
percata de que no está en la sala de espera. Yn le significo que se ha
equivocado, pero que lo mismo puede dejar ahí sus cosas y que podemos
pasar a la otra habitación. Recoge rápidamente botas, mitones y anorak,
y se retira a la sala de espera con aire confundido. Durante la sesión, se
niega a dibujar. Yo le reflejo que tal vez hoy no tenía ganas de venir, que
se sorprendió al verme en ese despacho, frente al ascensor, y también de
haber tenido aquel impulso hacia mí. No hay respuesta. Le reflejo que
quizá se siente humillado, contrariado por su error. No hay respuesta.

232
Permanece impasible, paralizado hasta el momento en que, un minuto
antes del final, titubeando, traz.a una línea y me tiende la hoja para que
yo complete el dibujo. Yo le había propuésto este juego de squiggle de
Winnicott al comienm de la semana, cuando él permanecía con el lápiz
en suspenso y expresión fastidiada.
Como esta vez la sesión ha terminado, me niego a completar el
dibujo diciéndole que podremos proseguirlo la semana siguiente.
Después de este incidente Christian falta a la siguiente sesión. La
madre, conturbada, me telefonea por la tarde para excusar la ausencia
de su hijo, explicándome que quedó muy afligida por una contrariedad
sufrida por Christian la víspera, después de la clase. Unos alumnos,
impacientados por su silencio, la tomaron con él queriendo forzarlo a
hablar. Lo empujaron, lo pellizcaron, lo arañaron, lo abofetearon.
Después Christian declaró a su madre: "Mamá, he sido fuerte, no les
hablé". Esa misma noche, en la cama, llorando, dijo a su madre que no
quería ir más a sus sesiones porque yo no le enseño a hablar sino sólo a
dibujar. La madre le pide que haga un esfuerzo y decide no obligarlo a
concurrir a sesión. A la hora en que tenía que haber estado en mi
consuitorio, Christian dice a su madre: "Creo que volveré a ver al
señor".
La semana siguiente, habiéndolo acompañado su madre al salón de
terapia, a pedido de él, aprovecho para significar a Christian, delante de
ella, que su poder de hablar o de no hablar es de su exclusiva respon-
sabilidad; y que nadie, y mucho menos yo, lo forzará a hablar.
La madre no parece querer hablar a Christian del fallecimiento de
su padre. Parece no haber hecho el duelo de su marido. Por mi parte es
sólo una intuición. Pero todo parecería centrarse en Christian alrededor t
l

del problema de los orígenes.


Creo no obstante que el terapeuta está muy involucrado por todo lo
que siente un niño en terapia. No siempre es fácil librarse de esta
implicación. Además, me parece muy delicado intervenir en el mismo
momento en que se elabora un dibujo; seria como intervenir en el
momento en que el soñante está soñando.
Lo que puede asemejarse a una resistencia de mi parte a someterle
una interpretación, yo lo sentí como una suerte de prudencia y hasta de
temor a llegar demasiado lejos y demasiado rápido. Siento que podría
justificarme con algunas intelectualizaciones sobre la paciencia
indispensable en terapia, sobre la perlaboración.
Señora Dolto, ¿se pueden discernir ciertos parámetros en la i
t
utilización del dibujo en terapia, ciertas guías para su interpretación? ¡
i
¡
233 t
t
1
F.O.: ¿El niño sigue en tratamiento con usted?

P.: Lo reanudó quince días después, tras preguntar a su madre si


este año volvería a ver al señor; entonces yo le pedí un pago simbólico;
el que trajo fue más elevado que el necesario.

F.D.: En estos casos hay que negarse a recibirlo. ¿Qué pago


había elegido usted?

P.: Lo rechacé. Fue él quien decidió pagar una moneda negra.


Ahora bien, trajo una moneda blanca, es decir el equivalente de diez
monedas negras. Aquí se le llama "moneda negra" a una moneda de
cobre [cuivre].

F.D.: "¡Culo-ebrio" [cul-ivre]*, no está mal! Cuando uno está


''borracho"**, está "ebrio". Comprender el camino de las asocia-
ciones verbales que culminan en el argot permite comprender el
lenguaje de los niños. O sea que él entregó una moneda blanca,
como el pez de su dibujo. En sus dibujos ciertas formas no están
coloreadas; esto es importante, pues el blanco sirve para
representar una forma o una idea sin afecto. En su segundo
dibujo de la oruga me sorprendió ver que el primer cararol que
hiw tiene en cierto modo una cabeza "en blanco", no "investi-
da" de una expresión cualquiera. Dibujó tres medias lunas
sombreadas, y luego, aparte, otra media luna pequeña. Este tres
y medio es interesante porque remite a su primer dibujo, en el
cual había representado tres velas. Tres años, tres años y medio.
Está al comienzo de su vida.

P.: Este tres años y medio me hace pensar que siempre firma sus
dibujos: "Christian X., seis años y medio"; "seis años y medio". Por lo
tanto, el medio es valiosísimo para e?.

F.O.: La edad que tenía al morir su padre es sin duda


también importante en su vida. Este suceso debió de marcar

* Cuivre y cul-ivre son términos homófonos. [T.]


** En el original, noir. Este término, que en su acepción estricta
significa "negro", en lenguaje popular designa al que está borracho, con
la mente embotada por el alcohol. Se trata, pues, de un juego de
palabras con sou noir, que hemos traducido por "moneda negra". [T.]

234
igualmente a su hermana, que entonces pasó a ser una seudo-
madre para él; es decir que ell¡i no lo marcó con la castración y
así él siguió siendo su seudohijo, un hijo imaginario, incestuoso.
Su hermana siguió amándolo hasta ahora; pero al morir el padre
Christian ya no podía situarse en una triangulación, aunque sólo
fuese meramente imaginaria, pues ya no había un hombre que la
sostuviera. Christian se inscribió en otro trío. Madre-hermana-él.
El sabe que es el hijo real del padre muerto; pero este padre
muerto se ha convertido en un padre imaginario, lo cual oculta
para este niño la función simbólica del padre.
Por otra parte, cuando un niño, casi siempre de una familia
numerosa, inviste como suplente de un progenitor a una
hermana o hermano mayor, éstos no lo marcan con la prohibi-
ción del incesto pues ellos mismos permanecen sujetados a él
respecto de sus padres; identificándose con ellos, el niño no
corre el riesgo de rivalizar con ellos por la posesión del genitor o
la genitora. Por eso debió de afectarlo la reciente partida de su
hermana, al confrontarlo con este problema.
Desde el pago simbólico ya lo vio usted por lo tanto dos
veces. ¿Qué pasó entre ustedes respecto de ese pago?

P.: Le dije que primero había que aclarar ese punto; él no me


escuchó. Quizá me equivoqué al dejar que siguiera dibujando; sólo al
final de la sesión, cuando empujó ligeramente hacia mí la moneda que
yo le había acercado, le dije que quizá quería que le diera el vuelto,
porque él no tenía otra moneda.

F.O.: A lo mejor quería pagar retroactivamente las_ sesiones


precedentes.¿ Cuántas le había dado usted?

P.: Veinte.

F.O.: Si era eso, él le debía otra moneda blanca.

P.: No lo sé. En todo caso, cuando le dije: "¿Puede ser que te deba
el vuelto?", recibí como respuesta un leve cabeceo. Yo tenía nueve
céntimos. Amplia sonrisa de satisfacción; se los puso en el bolsillo.

F.O.: ¡Yo le di una moneda y él me devuelve nueve!",


11

pensó.

235
P.: Así es. El próximo pago es la semana próxima.

F.O.: Es absolutamente preciso que usted comprenda su


juego. Pues lo que él está volviendo a jugar con usted es el hecho
de que su padre no le dio nada. Su hermana también le robó, al
irse; él espera, pues, que se le devuelva algo en la realidad.
Busca que se le devuelvan fuerzas que le han expoliado. Puede
ser que sea un fantasma para analizar; en cualquier caso, usted
debe repetirlo: ''Te pido, como pago, una moneda negra". Es
necesario que él comprenda que su deseo, ése de que usted le
devuelve más de lo que él le da, es un deseo que no verá satisfe-
cho pero que él tiene derecho a formular, por lo mismo que este
deseo se funda un su propia historia.

P.: Es interesante lo que está usted diciendo, pues el dibujo que


hizo mientras discutíamos sobre el pago era un arco iris y debajo nubes,
lluvia, una flor enorme y un sol. Yo le dije: "Tiene suerte esta flor; tiene
todo lo que necesita para crecer: agua, sol, tierra ... " En ese momento
me sonrió y sobre el otro extremo de la hoja agregó un árbol muy
estilizado, magnífico. Le dije que sin duda él también tenía prisa por ser
alto y fuerte, y que quizá se preguntaba si tenía todo lo que necesitaba.

F.O.: Que dijera a su madre, cuando sus compañeros lo


agredieron: "¡He sido fuerte, no les hablé!", declarando además
que quería recibir de usted la posibilidad de hablar, indica que
quiere ser fuerte por un lado -ya que no hablar con compa-
ñeros de su edad significa ser fuerte- y débil por el otro, con
usted. Es un niño que está sobreexcitado, por querer ser una
persona grande y por no quedarse en su verdade~o lugar; pues
cuando era pequeño, como sus hermanos y hermanas eran
grandes, él quedaba solo entre padre y madre; ahora bien, él
habría querido ser como los demás, que ya no tenían necesidad
de sus padres. Esto es lo que dificulta la situación del menor, que
resulta ser el hijo de seis personas grandes. No sabe bien quién
lo engendró, sobre todo si su madre disfruta viendo a una de sus
hijas desempeñar su propio papel y le cede su lugar. En las
familias de hoy ya casi no se ve ese tipo de situación, pero aun
en los casos donde, cuando hay tres o cuatro hijos, la diferencia
de edad entre el mayor y el menor es de seis años, éste pasa a ser
el seudohijo edípico de sus hermanos y hermanas. Algo se
desvirtúa entonces en la hija mayor que desempeña imaginaria-

236
l
~

l
mente el papel de la madre, si ésta no le dice que ya no necesita
1 ayuda para criar al menor; y, de todas maneras, esto es suma-
mente nefasto para el pequeño.
J
<j
A través del dibujo usted trabajó como alguien que desearía
~
entrar en contacto con este niño; ¿por qué no? Ahora es cuando
i eso va a pasar a ser análisis: con la introducción del pago
simbólico. Antes era simplemente encontrarse con alguien. Por
lo demás -y usted lo ha comprobado-, el día en que llegó de
1 lo más contento porque creía estar entrando en la sala de espera,
no se sintió humillado sino que creyó haber cometido una falta;
pues éste es un niño perfeccionista; quiere ser "como los
grandes"; actúa pues en conformidad con el reglamento obsesi-
vo. ¡Usted le interpretó que tal vez no quería tener su sesión,
pese a que observó muy bien que estaba radiante!

P.: ¡En efecto!

F.O.: Entonces, él quería tener su sesión. Se sintió como


traicionado por sí mismo por haber metido la pata. Le chocó
mucho estar a pie de obra sin haber pasado por las mediaciones.
El ascensor se equivocó (lo que también era: "acá, sin herma-
na"*). Me pregunto si no hay que vincular este incidente con el
hecho de que se encontró estando a pie de obra para ser el
amante de su madre, cuando mató a su padre, al inicio de Edipo,
a los tres años. Después se habría replegado sobre su hemana. Lo
que me dicen de la historia de alguien yo siempre lo considero
en relación con el Edipo.
En lo tocante a la técnica, un solo dibujo basta para que el
niño entre en relación. Esto lo aprendí de la señora Morgenstem,
que fue la primera psicoanalista de niños en Francia. Con los
primeros niños mutistas que vio, muy inteligentes, se comporta-
ba como yo misma lo hice siempre después: como con los
adultos, es decir, permaneciendo en total silencio. Ella se
presentaba, eso era todo. No hay que preguntarle al niño en la
primera sesión: "¿Qué tienes que decir?" (además usted lo
reparó enseguida diciéndole quién era, pero delante de su
madre). Pues cuando uno habla, le habla a alguien; ahora bien, en

• L'Ascenseur, "el ascensor'', es homófono a za, sans soeur, "acá, sin


hermana". [T.]

237
la primera sesión el niño no lo conoce. Por lo tanto, hay que
decirle quién es usted y por qué aceptó verlo.
Lo que usted le dijo acerca def dibujo fue muy pertinente.
Que él le habla de sus sueños y ensoñaciones, ya que es él quien
efectúa el trabajo de comprender lo que hay en su interior. La
regla fundamental del análisis es hacer comprender al paciente
que quien trabaja es él. Hizo muy bien en aclararle que no le
repetiría a nadie lo que él le dijera. Además, desde la primera
entrevista, diga a los padres que no pregunten al niño lo que
sucede entre él y usted; y al niño, que es mejor no hablar de ello
con su madre. Si algo preocupa a los padres pueden escribirle
una notita; pero se les debe advertir que forma parte del juego el
que el niño les cuente falsedades acerca de lo ocurrido en sesión.
Yo publiqué El caso Dominique para que los padres comprendan
que el niño puede fabular; no sólo fabula sino que además tiene
derecho a ello.
Hable igualmente de la probación de tres o cuatro sesiones
durante la cual usted y él decidirán si se proseguirá o no el
trabajo en común. Durante estas sesiones preliminares se estu-
dian el uno al otro, antes de comenzar el tratamiento, para saber
si el modo de trabajo interesa al niño y si puede ser bueno para
él. Estas son, a mi entender, las mejores condiciones para iniciar
una terapia.
Ahora que usted introdujo el pago simbólico con Christian,
él debe respetarlo; apoye su deseo hablándole, pero sin darle el
vuelto de su moneda: ''Te gustaría darme nueve veces más", o
bien: "Quisieras que te devuelva nueve monedas por una. ¿Qué
quiere decir que 'te gustaría' eso?" Analice la transferencia, pero
no actúe según el del deseo del niño. Analizando también lo que
dice, usted tendría la posibilidad de recordarle la sesión en que
él hacía multipiicaciones lo que quizá signifique que querría que
sus fuerzas se multiplicaran para poder hablar cuando viene a
verlo. "Tú mismo decidirás si tus fuerzas se multiplican en
acuerdo contigo mismo: y estar de acuerdo contigo mismo es
igualmente estar en acuerdo con el contrato que has celebrado
conmigo, verbalmente: una moneda negra por sesión". Hay que
respetar estrictamente el pago convenido. Si Ie· trae un regalo,
por ejemplo un dibujo en lugar de la moneda negra, hay que
recordarle el contrato. Pues si quiere seducirlo con un regalo es
porque se encuentra en una situación agradable, pero que quedó
erotizada; no está en situación de análisis.

238
Creo que cuando Christian dijo a su madre refiriéndose a
usted: "No volveré a verlo", tanteaba el terreno, para saber si
tenía derecho a crecer o si debía seguir siendo pequeño. Aquí
"'
hay algo difícil de determinar, pues la madre, sin perjuicio de
l desear realmente que él reciba ayuda, oculta un secreto que toca
,¡ a las posibilidades de virilización de su hijo. Se diría que hubiera
l necesitado que el niño fuese mujer para quedar conforme. Se me
ocurrió ante el dibujo de los pájaros: cada uno tiene un bulto
negro en el vientre; no pone una pata en un charco de pipí; sólo
el pájaro azul, acurrucado, no tiene una placa negra en la panza;
pero su cuerpo es muy curioso: su cabeza sale de un cuello que
lleva una cruz.

P.: Es un huevo rompiéndose, y el pájaro está saliendo ...

F.D.: Pero éste es el único pájaro todo azul, mientras que los
otros tienen además rojo, y algo en el interior de la panza. De .
cada lado se ven dos pájaros acechando a este pájaro azul,
prontos a precipitarse sobre él.
Cuando yo trabajo con un niño sobre un dibujo le pido que .
me lo cuente. Nunca le describo lo que observo. Así nos lleva-
mos la sorpresa de oír a ciertos niños -pienso especialmente en
los traumatizados- contar una historia distinta de la figura en
su dibujo. Sólo en la sesión siguiente les cuentan la historia que
corresponde efectivamente al dibujo que habían hecho en la
sesión anterior. Pienso en el caso de un niño que, comentando un
dibujo, primero me explicó: "Eso es una iglesia y eso son señores
esquiando". En realidad se trataba del traumatismo que había
representado para él el anuncio de la muerte de su padre,
desaparecido en una grieta. Este acontecimiento estaba represen-
tado por los esquiadores buscando al padre. En la sesión
siguiente el niño dibuja de nuevo a los "señores esquiando", y
dice: ''Es la oración en la iglesia." Era la oración que habían
encomendado decir, todos los días, por el papá muerto. Ahora
bien, un día el padre volvió; y el niño se puso loco. El padre no
estaba muerto; había sobrevivido a una caída en la montaña
pero, herido, fue cuidado durante tres meses por un pastor. Al
llegar el deshielo lo llevaron al hospital, donde tuvieron que
volver a quebrarle la pierna, que había quedado mal soldada. El
niño oía hablar a su madre de las cartas que recibía , con noticias
de su marido, pero él se había fijado al traumatismo inicial de la

239
~
desaparición; de suerte que cuando el padre volvió, él se
escondió para no verlo. Después tuvo mucho miedo de su padre.
Al final del tratamiento, completamente curado, dijo: "Sé perfec-
tamente que es mi padre; pero el que volvió no es mi papá de
antes. Nunca será el mismo. -¿Por qué? -Porque mi papá
nunca llevaba casquette [gorra]". Me dejó con esta palabra, que
era sin duda una condensación de "casse-quéquette" [rompe-
pitito].
Durante la ausencia del padre este niño había tenido con su
madre una relación fálica muy intensa, puesto que para él el
padre estaba muerto. Y cuando después éste regresó, él quedó
completamente depreciado. La madre no se había dado cuenta
de nada, no advirtió que su hijo no reconocía a su padre.
Volvamos al dibujo de Christian. Yo no había observado que
los cuellos de los pájaros eran verdes; creía que eran negros. Es
importante que sean verdes, así como las colas, pues el verde es
un color de vida; o sea que, aunque de comportamiento obsesi-
vo, este niño no lo es en absoluto en su vida interior. Un
verdadero obsesivo no pintaría de verde zonas tan importantes
como las raíces, la cola, el cuello.
Sigo pensando que la madre deseaba que este niño fuera
una niña. Indudablemente, el problema se declaró en él en tomo
de la sexuación. Este dibujo me hace pensar en eso.
Ahora, mire éste: esta mariposa es negra, mientras que la
primera que vimos no estaba investida: la cabez.a no tenía color.
A través de esa mariposa negra él le está hablando evidente-
mente de la muerte de su padre. Vea que la mariquita también
tiene la cabez.a oscura. La mariposa parece un esqueleto; se ven
los huesos.
Su manera . de trabajar no es mala, ya que usted entra .en
relación con el niño por medio de la contratransferencia o, como
usted dice, por deseo de comunicarse con él; pero aprenderá
usted a callarse por completo. Mi manera de trabajar - que no
es la única- es la siguiente: sólo ·digo al niño: "Sin embargo tu
dibujo habla. ¿Tú ·quisieras que hable, sin que hable el que lo
hizo?" Si entonces dice algo, yo propongo: "¿Y si dijéramos que
alguien está en el dibujo, quién sería?" Se trata de dar vida al
dibujo sin reaccionar, como lo ·hace usted, con aquellos "¡Vaya,
· vaya!", por lo mismo que de este modo él le ha hecho tomar su
lugar. Pues cuando usted dijo "¡Vaya, vaya!", para él el que
quedó depreciado fue su caracol. Ahora bien, en el dibujo de un

240
' niño el caracol es la primera imagen motriz; y el suyo es
magnífico: este niño tiene una formidable dinámica de arranque.
Se lo ve en lo rendando del cascarón, en la exactitud matemática
de la espiral. La suya es perfecta -cosa muy rara de
encontrar-; además es·violeta, es decir sin sexo. Pues los colores
tienen un sentido para los niños, constituyen mensajes: ellos
mismos me lo enseñaron. Así, el violeta es el color preferido de
los niños de ambos sexos, en la primera edad.
Vuelvo a la técnica de la señora Morgenstem, que hacía
tratamientos de niños sin decir una palabra, durante un año
quizá. Uno toma sus dibujos, le dice solamente "Hasta la
próxima", hasta el día en que el niño se pone a hablar. Entonces
cuenta todo lo que dibujó desde el principio.
Tuve en control a una terapeuta que, como suele ocurrir en
París, es a la vez analista de niños y analista de adultos. Como
los análisis de niños son muy fatigosos, no constituyen más que
una quinta parte de la clientela. Los niños permiten al analista
analizarse profundamente; pero es un trabajo duro, que suscita
resistencias. La analista.a la que me refiero dio con un niño que
no decía una sola palabra; era su primer análisis de niños bajo
control. Para ella constituía toda una disciplina ascética, pues yo
le había pedido que en esta cura no profiriera una sola palabra
Y el niño se curó así; sin decir nunca nada él mismo. Venía
regularmente a su hora, trayendo siempre su pago simbólico.
Ahora bien, cierta vez, habiendo transcurrido los cuarenta
minutos de sesión; dijo: ff ¿Ya?'', tantas cosas habían pasado en su
interior. En control, el analista trae material para trabajar; ésta no
me traía más que su decepción. Yo le explicaba que el niño
estaba en tratamiento aunque ni ella ni yo comprendiéramos
11
nada. Sin embargo los pequeños detalles, como ese ¿ya?",
probaban hasta qué punto se estaba haciendo el trabajo en él.
Este niño vivía sus pulsiones pasivas en su analista. Habla
perdido a su madre a los tres años. Criado por su abuela
materna y casado su padre por segunda vez, en la escuela había
tenido problemas en el frenillo de la lengua y no podía entrar en
contacto con nadie. Estaba donúnado por sus pulsiones pasivas,
al igual que Christian, quien por culpabilidad de haber errado el
golpe dibujó la "papa". Christian erró el golpe, es decir que por
desgracia le salió bien, ya que hizo morir a su padre por efecto
de su pensamiento mágico. El niño ~ene necesidad de desear la
muerte pero sin que ella se produzca realmente. De lo contrario

241
para él es un traumatismo, pues se ve colocado ante un: ''Tienes
derecho a satisfacer tu deseo incestuoso". En el caso del niño del
11
aue acabo de hablarle, era: Tienes derecho a ser la mujer de
papá". Pues en lo.:: comienzos del Edipo el niño todavía es
ambiguo en sus elecciones; es frágil, asimismo, frente a la
realización de sus deseos, sean estos homosexuales o heterose-
xuales. Yo creo que si Christian le trajo la "papa" y el azul (color
preferido por las niñas pequeñas antes del Edipo) fue a causa de
esta culpabilidad. Pues escribió "papa" en verde pero la dibujó
en azul. Lo que usted dijo sobre el sentido de la expresión "hacer
papa" [/aire patateJ en Quebec, es también sumamente esclarece-
dor. Escribió "tres años" en vioieta, o sea que debido a la
indistinción de este color, probablemente representó la época
que precede a la sexuación y al Edipo. "Cien años" debe
entenderse, en su dibujo, también como "sintiendo"2*.
¿Podría ser la edad que tendría hoy el abuelo paterno? No lo
sabemos. El terapeuta, si puede, debe asociar: como el niño no
decía nada, usted no podía hacerlo. Por esto, con los "¡Vaya,
vaya!" usted se representa a sí mismo. Pues al puntuar así el
dibujo del caracol le está significando ·al niño que ha errado el
golpe.
La margarita, con una cara rebosante de contento en su
corazón rojo rodeado de azul, representa su narcisismo. Vemos
que su narcisismo era inicialmente muy positivo; es probable
que Christian se sintiera adorado por toda la familia, al ser el
únic~ niño entre tantas personas grandes. Es importante saber
de qué modo un niño comprende la muerte, incluso antes de
morir su padre. Cuando se trata de una muerte súbita, el padre
pasa de una vida de relaciones plenas al estado absoluto de cosa.
Pero puede ser que la madre de Christian no haya querido
hablarle a usted de la muerte de su marido a causa de su
decrepitud progresiva, que ella no habría soportado. Para un
niño, ver a su padre disminuido implica que éste muere, siendo
que es el sostén de las pulsiones activas. Yo pienso que Christian
frena sus pulsiones activas porque, para él, son éstas las que
hicieron morir a su padre. Si el padre declinó de manera
espectacular, dejó de ser para el niño el representante de las

2O "sans temps" [sin tiempo] (o sea, sin yo). .


"' Cent ans, "cien años", sentant, "sintiendo" y sans temps, "sin
tiempo" son términos homófonos. [T.J

242
pulsiones fálicas activas. Ahora bien, en la pareja bicéfala la
madre representa las pulsiones pasivas tan poderosamente como
el padre las pulsiones activas. Se lo repito, este niño se encuentra
dominado por enormes pulsiones pasivas.

P.: ¿Por qué la madre esperó tanto tiempo para traerlo a terapia?
Su marido era universitario; yo también lo soy. Hay sin duda una
correspondencia ...

F.O.: ¿Una correspondencia en el sentido de que el niño


habría encontrado en usted un sustituto paterno? Esto no se
tiene en pie. Porque un auxiliar masculino es un educador, no un
terapeuta. En cuanto al psicoanalista, es indiferente que sea de
un sexo o del otro, salvo -hago una restricción- cuando tiene
ante sí al "doncel-doncella en celo", es decir cuando el cuerpo
del adolescente está sexuado pero el sujeto todavía no. ¡Pues si la
potencia de sus frenos estuviera ajustada a la de su máquina el
sujeto no tendría necesidad de psicoanálisis! Hay de repente un
empuje genital en un ser humano que en su manera de compren-
der el mundo es todavía· un niño; con un psicoterapeuta del otro
sexo está en peligro. Esta situación puede encender el deseo del
cuerpo y volver a sumir artificialmente al adolescente en la
heterosexualidad que precede al Edipo. Mientras que la transfe-
rencia debe permitir estudiar tanto la homosexualidad como la
heterosexualidad del sujeto. Por eso, si el psicoanalista es del
mismo sexo que el adolescente, para éste es de entrada un
mayor que trabaja y sabe sublimar sus pulsiones, cualesquiera
que sean; el psicoanalista es reconocido por la sociedad como un
auxiliar posible para este adolescente. Por este hecho el terapeu-
ta no enciende la sexuación genital; a lo sumo quedan entonces
cuestiones de seducción, que por supuesto hay que analizar.
Este caso me ha interesado mucho. No obstante habría sido
deseable que el niño le hablara él mismo de sus dibujos, y que
fuera él quien entrara en relación con usted. No me parece que
haya cometido usted errores gruesos, salvo el día de la equivo-
cación a la salida del ascensor. En ese momento debió haberle
dicho: "He visto que salías del ascensor con una amplia sonrisa
y de pronto, por mi causa [pues fue por su causa], te sentiste
confundido". Como lo que sucedió al morir su padre. Por eso no
quería verlo a usted de nuevo.
• • • ~
¡fj
,,~,s .

~~
243
P.: Voy a presentarle un caso que también yo seguí a través del
dibujo: el de un niño al que atendí durante dos años hasta que él mismo
pidió la interrupción del tratamiento. Ahora tiene once años~
Le pedí autorización para hablar aquí de él y de lo que hemos
vivido juntos. Aceptó, preguntándome, cuando le expliqué el principio l
del secreto profesional, si él mismo podía elegir el nombre que lo 1
representaría. Me dijo: "Quisiera llamarme 'Kent Clark'". Por eso voy
a hablarle de Kent.
La madre de Kent se dirigió ~1 Centro de Seroicios Sociales donde 1;
soy consultante quejándose de la agresiVidad de su hijo. Un primer 1
contacto con la trabajadora social revela que Kent presenta otras 1
dificultades; dice sentirse desdichado por ser varón, se pone la ropa de
su madre o de su hermana y se siente rechaz.ado por sus com¡xiñeros de l1
escuela. La primera entrevista con la madre me aporta los elementos
siguientes: los ¡xidres se separaron cuando Kent tenía dos años. La
madre quedó sola con los dos hijos, Kent y su hermana, un año menor
que él. La madre tuvo que volver a trabajar. El ¡xidre siguió en contacto
con los niños, pero en forma irregular y con escasa frecuencia. Kent se
queja de no poder confiar en su padre. La madre lo describe como
agresivo para con ella y su hermana, intolerante a cualquier negativa.
Escribe cartas de amor a su madre y deja a la vista otras dirigidas a su
padre en las que se queja de los malos tratos que su madre le infligiría. 1
Quiere ser una niña y afirma que a los dieciocho años se hará operar r
para serlo. Se pavonea con los vestidos de su madre o de su hermana y f
adopta poses femeninas. En la escuela y el vecindario se burlan de él.
Su madre dice que tiene el sueño agitado y que todas las noches quiere 1
acostarse con ella. Kent reniega del apellido de su padre y querría llevar
el de su madre. Le pregunta con frecuencia por su divorcio, quiere saber
por qué no se vuelve a casar.
l
Ella me dice que Kent es desdichado y que necesita de ella. Le pido
que diga al niño que, si lo desea, puede encontrarse conmigo.

F.D.: ¿El patronímico del padre es un nombre de pila? ¿O


significa algo peyorativo para el niño?

P.: Ni una cosa ni la otra. Al día siguiente, la madre me confirma


telefónicamente que Kent acepta encontrarse conmigo. Debido a la
. distancia y a dificultades de transporte, acudo a la escuela ¡xira verlo; le
digo que su madre está de acuerdo en que nos veamos y que juntos
tratemos de comprender sus dificultades. El me responde inmediata'"
mente: "Voy a dibujarte lo que me hace sufrir". Entonces hace este

244
primer dibujo que aquí le muestro, explicándome que una niña de la
escuela se burla de él porque tiene los dientes amarillos. Me dice que la
culpa es del dentífrico que usaba cuando era pequeño, que seguramente
j
contenía algo malo. Tiene los dientes manchados; su propio padre se
i burla de e1 a causa de esto. Yo le digo que quiz.ás él piensa que su madre
l no hizo todo lo debido para quererlo, y que se pregunta si podré ayudar-
l
lo cuando se sienta manchado en su corazón. Conecta inmediatamente
f con un sueño: su madre lo echa de casa. Le pregunto entonces si conoce
las razones por las que su padre se marchó. Me responde que lo hizo
1 porque a su padre y a su madre no le gustaban los mismos programas
!
de televisión. Le digo que quWí teme que su madre lo eche, así como
echó a su padre, ya que él es muy diferente de ella; él lo niega. Luego
declara que me va a dibujar otra cosa que lo entristece: por las noches,
piensa en su abuela materna; si ella muriera, él ya no tendría deseos de
vivir. Esta abuela se ocupa mucho de él; le encarga pequeños trabajos ...
Al evocar todo esto Kent se pone muy triste. Al final de este primer
encuentro me dice, al marcharse, que detesta quedar a cargo de otra
persona; los jueves, sobre todo; como su madre trabaja hasta tarde, debe
quedarse a dormir en casa de la cuidadora .
.Quisiera comunicarle las hipótesis que se me ocurrieron tras dos
encuentros con Kent. La..primera es que el divordo de los padres viene a
complicar para él la resoludón del Edipo y el proceso de identificadón
masculina. Desde el comienzo de la entrevista se coloca en posición
triangular, mostrándome los fantasmas que lo habitan. Lo que redbió
de su madre es malo, y no puede ser reconocido por su padre como el
hijo del que éste se sentiría orgulloso. Me pregunté además por la
significación de los dientes manchados; ¿será la mancha el castigo a su
agresividad oral? Kent, en efecto, se coloca en posición de víctima, en
una actitud pasiva: se empeña en negar la existencia de su pene,
pidiendo que el otro también la niegue; al mismo tiempo fantasmatiza
su pene como desmesuradamente grande, a la medida de sus deseos
edípicos, como se puede ver en su segundo dibujo: vemos que la cerca
llega a la altura del pene; pero también puede servir como sustituto del
pene que esa cerca esconde superponiéndose a él. El sueño que me contó
expresaría su temor de que sus deseos sean rechazados por su madre,
como lo fueron los de su padre; ¿o se trata del deseo de que ella lo
rechace, para ser ayudado así a controlar la fuerza de sus deseos?
Comienzo la terapia con estos interrogantes, a razón de un encuen-
tro de cuarenta y cinco minutos por semana. En este tratamiento
identifiqué cuatro frases. Durante la primera, Kent expresa su
sentimiento de ser responsable del estallido familiar; cree que su padre

245
se marchó a causa de sus deseos edípicos, que e1 siente como malos. En
sus dibujos aparecen numerosos fantasmas de ataque sádico a la madre;
fantasmas en los que él es a la vez agresor y victima. Aquí tiene los
dibujos. A menudo dibuja este maniático, aquí, en el cuadradito negro,
que secuestra mujeres y les inflige malos tratos; las arroja al fuego y
luego a los cocodrilos para que las devoren; a la izquierda se ven
esqueletos de mujeres que ya han sido asesinadas. Después vienen dos
dibujos que relatan una única historia en tres episodios: un maniátü;o
persigue a mujeres que él identifica con Monique, una persona con
quien yo trabajo (en el extremo derecho) y con France, la trabajadora
social que entrevistó a su madre; él está en mis brazos, en la parte.
superior del dibujo, lo que me hace decir que es a la vez víctima y
agresor, pues cuando me hayan matado se quedará solo.

F.O.: Es observador de la escena.

P.: Detrás de sus pulsiones edípicas aparecen pulsiones orales muy


activas que se expresan a través de temas de vampirismo vividos en la
transferencia. Kent dirá, por ejemplo: "Soy Drácula, y me gustaría
darte una buena mordedura en el cuello".

F.O.: En este dibujo el papel cumplido por France es enorme.


¿Cuál es la historia entre France y la madre? ¿Es France la
masculina?

P.: En el centro donde trabajo todos los niños son admitidos por
mediación de una trabajadora social. En el momento en que la madre
pidió la colocación del niño, fue France la que tuvo contacto con ella.

F.O.: ¿Qué edad tenía Kent entonces?

P.: Unos meses menos que cuando nuestra primera entrevista. lA


conversación que tuvo con France indujo a la madre a cambiar de idea
y a pedir que yo viera a su hijo. France se retiró prácticamente de la
situación y sólo ve a la madre ocasionalmente, una o dos veces cada tres
meses.

F.O.: En cualquier caso, Kent siente a esta trabajadora social


corno muy negativa; percibe que la colocación hubiese sido
mejor para él. Ahora bien, fue ella quien impidió que pudiese
hacerse hombre separado de su madre. Es la horrible bruja que

246
enclavó toda su agresividad. Ocasión más para convencerse de
que no hay que ceder a ideas estereotipadas del tipo: ''un niño
no debe ser separado de su madre"; por el contrario, cuando ya
nada justifica vivir con una madre depresiva que impide vivir y
sublimar las pulsiones del niño, tal separación es positiva. En
vez de hacerse hombre, el niño conservó su agresividad hacia la
madre, empujado a transgredir el tabú de lo anal por el dañar-
destruir; como la depresión de su madre le imposibilitaba
soltarla, se volvió contra ella. La colocación era la verdadera
solución. Observe usted, a la izquierda del dibujo, la enorme.
espada fálica que sale del vientre de esa mujer, o que se le mete
dentro; o bien lo uno o bien lo otro. Es una bruja, tiene una
pierna de madera; es fálica, con esa cara de diablo.
¿Por qué piensa usted que sus dientes amarillos significan
un castigo al deseo de hacerse hombre como papá?

P.: Así comprendí su deseo de interrumpir el tratamiento.

F.D.: Este caso es interesante porque permite entender la


función de la agresividad no integrada pero felizmente presente
en un niño. Un niño muy agresivo corre menos peligro que un
l
niño muy pasivo. Sin embargo, la psicoterapia de un niño muy
agresivo no es fácil. La eventualidad del incesto cercena el sexo
del varón. Es agresivo para defenderse del incesto; para ser
hermano o hermana de su madre, cuando no tiene el tabú del
canibalismo. Kent sufría por tener los dientes amarillos y por no
ver con bastante frecuencia a su abuela materna. Pero no
comprendía por qué quería ser mujer; ahora bien, o tomaba el
lugar de su abuela o era la hija o el hijo de su abuela; con tal de
estar con ella.

P.: De vez en cuando me hablaba de su abuela; además, un día me


declaró: "Es la única persona que me considera como un varón".

F.D.: Ahí tiene, es eso.

P.: En la segunda fase de la cura los temas se van transfonnando


paulatinamente. Kent se pregunta por las diferencias sexuales, y sus
dibujos hacen ver que ciertas partes del cuerpo, en especial los ojos,
están sexuadas. Kent tiene unos ojos bellísimos, y se lo dice mucha
gente. Esto lo fastidia pues, dice, es a las chicas a quienes se les habla de

247
sus lindos ojos. Se pregunta también por la posibilidad de vivir con su
madre otra cosa que una relación peligrosa, e intenta controlar su
temor a ser destruido por ella. Digo eso porque arriba del dibujo ha.y
una madre dando caramelos al niño que tiene los dientes cariados;
abajo, la madre da al niño frutas y legumbres; éste tiene lindos dientes.

F.D.: Los dientes amarillos de los niños proceden también de


ciertos antibióticos administrados a edad temprana. Tendría que
averiguar si así ocurrió en este caso.

P.: Lo pensé debido a su asociación con el dentífrico, que blanquea


los dientes y contiene algo malo.

F.D.: El "para ser bello" afeó. Puede ser. Pero no sé por qué
usted lo asoció con algo que viene de la madre. El dentífrico no
viene de la madre, viene del comercio. La madre suscitó en él
una fuerza tan grande, para que él haya intentado sacarla así de
su depresión, que Kent no tenía ya freno contta sus pulsiones ni
recursos para humanizarse. Pues como usted sabe, una madre
depresiva necesita un hijo agresivo. Se trata de una necesidad no
de un deseo. Y el niño, por su parte, erotiza su agresividad, de
suerte que cualquier persona que se interponga entre su madre y
él impone a sus pulsiones una tensión muy penosa. Separarse de
su madre aliviaría a este niño, aun al precio de su sufrimiento.
Recobratja su equilibrio; es verdad que su madre se pondría más
depresiva todavía.
En este otro dibujo reaparece toda su agresividad primera:
en esa nube con el fuego abajo, el fuego del deseo. Frente a su
madre, él no podía hacer otra cosa que tratar de ser mujer, para
no caer en peligro de incesto: ser una amiga de su madre. Ser
travestista, para él, es ser viril a la manera anal, oral, pero no en
el sentido genital, ya que él quisiera volverse niña; "viril" no
tiene aquí un sentido sexuado; para él significa únicamente ser
complementario de su madre. Puesto que el padre no "comple-
menta" a la madre, a Kent le falta una imagen masculina que la
complemente. Obrar como el padre sería marcharse. Dejar el
lugar. Ser colocado.

P.: En los dibujos siguientes yo veía una tentativa por parte de


Kent de dominar algo: otra vez se trata de una historia en varias

248
~
'f? c,., ..
secuencias, que él intitula uLos asesinatos en Nueva York"; tres dibujos
representan tres asesinatos diferentes. Antes de comenzar me dijo:
u Pondré una pista en cada dibujo y tú tendrás que adivinar quién es el
asesino".

F. D.: ¿Qué dijo él al respecto?

P.: El primer asesinato es el de una mujer en su despacho. La


segunda mujer es la rival de la primera, en una historia triangular
donde una es la amante del marido de la otra.

F.D.: El revólver está a la izquierda de la persona que tiene la


pierna azul.; es decir que la que lleva un arma es un personaje
femenino. A la derecha, el que tiene un cuchillo ha asesinado al
pollito. Esto se parece mucho a una historia de aborto.

P.: El tercer asesinato es de una mujer que fue descuartizada a


hachazos.
l
F.D.: ¿Fue sometido á tests este niño? ¿Tiene usted aquí el
Binet-Simon? A la pregunta: "Encontraron una mujer cortada en
dieciocho pedazos; se piensa que es un suicidio. ¿Qué tiene esto
de incongruente?", ciertos niños responden: "Son dieciocho
kilos, no dieciocho pedaz.os" porque creen tanto en lo que dicen
las personas grandes que sólo corrigen un detalle. (Risas.)

P.: Aquí está el último dibujo de la serie: cuatro sospechosos entre


los cuales me pide que encuentre al culplble. Reaparecen los personajes
en azul que figuran en otros dibujos. Pero me parece sorprendente que
no haya rojo.

F.O.: En el dibujo precedente se diría que la que mata es


solamente una parte del asesino, como si se tratara de un objeto
parcial del sujeto agrediéndose a sí mismo. En éste, el que mata
es el órgano masculino del personaje que está diciendo
"¡Bravo!". Además, este órgano es-rojo. El personaje que él llamó
"Sylvie" (s'il vit)• está en azul. O sea que él no puede integrar su
virilidad porque su madre lo ve como un niño neutro. Es posible
también que esto provenga del nacimiento de su hermanita,

• S'il vit: "si él vive". Homófono al nombre Sylvie. [T.]

249 j

·.1

l
cuando tenía un año; aquí podría estar la causa de la identifi-
cación con una niña. No recibió explicación sobre este nacimien-
to, pero ulteriormente pudo colegir que el padre se había
marchado, precisamente, porque había tenido una hija.

P.: A continuación abordará sus fantasmas relativos a las


relaciones sexuales y a sus temores de que éstas dejen heridas, en el
hombre como en la mujer y como en él mismo. Aquí dibuja un grave
accidente y me cuenta que el auto del medio estaba estacionado detrás
de un camión y que otro camión lo chocó por detrás, lanzándolo sobre el
de adelante; todo se incendió. En el auto había dos mujeres, una que
conducía y otra que salió por la ventanilla y cayó; las dos murieron;
todo explotó.

F.D.: Las ruedas parecen huevos ... huevos estropeados.

P.: Recuerdo ahora que la trabajadora social me dijo que reciente-


mente la agresividad del niño había disminuido mucho y que parecía
temer menos a su madre. En el curso de la primera fase él me había
confesado haber prendido fuego a un chalet, no lejos de su casa; nunca
se lo había dicho a nadie. A continuación me pidió que se lo dijera a su
madre. Le contesé que tenía que hacerlo ét, si lo deseaba. Pasaron largos
meses hasta que una mañana se levanta y dice a su madre, durante el
desayuno: "¿Sabes? Fui yo el que prendió fuego al chalet". Aquí está el
dibujo correspondiente.

F.D.: ¿Qué pasó reaimente en ese accidente?

P.: Me explicó que estaba jugando con cerillas, que se le escaparon


por accidente; él mismo avisó a los bomberos. La primera vez que me
habló de esto sólo insistió en el hecho de que fue él quien llamó a los
bomberos; posteriormente me confesó haber provocado el incendio.

F.D.: ¿Entra en juego el significante "chalet"? "Chat-laid".


¿Aquí llaman al sexo femenino "chatte''?,..

P.: En Quebec, no.

• ''Chalet" y chat-laid ("gato feo") son homófonos. Chatte significa


"gata". [T.] ·

250
F.D.: A los bebés se les dice "mont petit chat"**. Muchos niños
pequeños que todavía no han visto al recién nacido, al oírlo ·
llorar creen que es un gato maullando. El recién nacido es
~ espantoso para un niño; espera encontrar un compañero y le
asombra ver un ser tan impotente. La estupefacción sólo
desaparece cuando se le dice que él mismo ha sido así.
Pregúntele por qué no le gustaba ese chalet; por qué quería
que ardiera. ¿A quién pertenecía el chalet? Esto es importante.
¿Cómo reaccionó la madre al enterarse?

P.: Hizo una escena terrible; telefoneó al centro, trastornada,


diciendo que su hijo se estaba haciendo delincuente y que había que
hacer algo.

F.D.: En el dibujo se ve a Kent sosteniendo la cerilla, como si


quisiera prender fuego a la primera imagen. Se diría que el
segundo personaje que se ve aquí no es el mismo que el primero.
Esta es una particularidad en el dibujo de los niños huérfanos de
un padre. Un huérfano hace un primer esbozo de una cara,
después dice que le salió mal y hace otra, también a medias.

P.: En general tiene mucha facilidad para dibujar; lo hace


espontáneamente. En cambio, este dibujo le dio mucho trabajo, borraba
y volvía a empezar. Dijo: "Quiero hacer un chico, pero no soy capaz".

F.D.: ¿En qué momento confesó haber causado el incendio?

P.: Antes de hacer este dibujo.

F.D.: El chico sostiene una cerilla que es como un pene


llameante.

P.: Dije que fue antes pero en realidad fue más o menos al mismo
tiempo.

F.D.: Fue un momento importante, porque asumió el pasado,


lo que su madre no hizo. Está entrando en la fase dominada por
el tabú de dañar, consecutivo a la castración anal y uretral, y en
ese momento su madre lo cree delincuente; precisamente en el

••Literalmente, "mi gatito". [T.]

251
momento en que ya no lo es. Al reconocer haber sido el autor del
incendio demostró que podía diferenciar entre el sentimiento de
responsabilidad y una acción del pasado que en el presente
desaprueba. Lo que representa en su dibujo es un fantasma. Este
niño distingue entre fantasma y acto. Al terapeuta le toca no
confundir literatura con delincuencia.
Este dibujo tiene un reverso: toda esa sociedad en llamas;
este suplicante, aquí, en medio de todas esas monjas en el infier-
no, es él, Kent, visto del lado donde, como él dice, no puede
"hacer un chico". Salvo el ·chico, en el fuego no hay más que
mujeres. Por eso este dibujo es importantísimo respecto de lo
que él asl.Ullió con su confesión; ya que aquí se representó como
el hombre que hace arder a las mujeres.

P.: En la tercera fase de la terapia aborda la cuestión de su deseo de


ser operado para convertirse en la mujer biónica, personaje de una serie
de televisión. De este fantasma extraje dos elementos importantes:
primero, una identificación con la mujer herida que se vuelve invulne-
rable tras haber sufrido una operación a raíz de un accidente. Este
personaje pasa a ser de este modo una supermujer invencible. También
encontré en él una identificación con el agresor, pues en la sesión en
que Kent juega el papel de la mujer biónica, me mira y dice: "Tú no me
das miedo". En esa misma sesión me dirá también que no le gusta su
cuerpo de varón y que está celoso de las mujeres, que pueden tener
bebés, asociando con el hecho de que encontró un gatito al que recogió,
alimentó y calentó. Yo le hago la interpretación siguiente: su deseo de
ser mujer y de tener bebés expresa, en realidad, su deseo de ser ese bebé
al calor de la madre.
En las sesiones que siguen aparecen fantasmas sobre su vida
intrauterina: se ve feliz en el regazo materno, pero vigilado y recelado
por un hombre del exterior. Se trata, pues, del alejamiento del padre. En
este otro dibujo se identifica con esta especie de taponcito negro,
explicándome que entró por la boca y salió por la vagina; fue él quien
escribió "vagina" aquí.

F.D.: La interrumpo ya mismo porque quisiera entender por


qué motivo, cuando expresó su deseo de ser mujer para ser
genitalmente potente, usted le hizo una interpretación según la
cual él quería retornar al interior de su madre. En este caso,
identificarse con una mujer quería decir poder amar a un chiqui-
llo y ser responsable de él. El le dice después que la fecundación

252
es de orden oral; lo cree porque no se le dijo que los niños son
también hijos del padre. No pudo representarlo en el dibujo del
anverso; pero en el reverso lo dijo bien, a través de un fantasma:
él sabe que lo que las mujeres necesitan es deseo; deseo de un
hombre: el infierno3. Ignora que si el hombre le es necesario a la
mujer es para la fecundidad. Cree que ella traga un objeto oral
que sale por abajo, como si la madre no llevara en sí al hijo del
deseo del hombre. Es que no se le dijo que la mujer no tendría
hijos si el hombre no se los diera. El efecto de la castración ·
primaria para el varón es aceptar que las pulsiones anales y
orales no lo hacen fecundo. Ahora bien, los niños creen que las
mujeres tienen niños caca mágica; fantasma que aparece con
mucha frecuencia, al nacer el primer hijo, en muchos padres que
no han superado la castración primaria. La castración primaria,
para la niña, es reconocer que no tiene pene; pero la sobrecom-
pensa el hecho de que puede hacer bebés. Es una extravagancia,
además, que los adultos digan "hacer un bebé", pues no se trata
1 de hacer sino de concebir: "concebir " remite al padre, mientras
J que ''hacer'' evoca algo que parece provenir sólo de uno mismo:
es el registro anal. El pequeño Kent está en eso.
Preste mucha atención a la importancia de la castración
primaria, ella abre al niño a fantasmas que lo virilizan,
haciéndole tomar conciencia del papel esencial que desempeña
el hombre en la fecundidad de la mujer. En ese momento su
potencia se restablece. La niña se consuela de su castración
primaria, el varón no. Para él el drama se produce cuando ya no
puede orinar en erección. Es en ese momento cuando los
revólveres cobran tanta importancia para el chico, los revólveres
que "sueltan jugo", justamente. La niña, por su parte, tiene el
fantasma de la panza crecida, llena de caca mágica, producida
por alimento mágico. Muchas niñas imaginan que los niños se
hacen completamente en la panza. Para ellas son los hijos
imaginarios que tienen, en lo inconsciente, con el padre, e
incluso con la madre; niños homosexuales o heterosexuales,
pregenitales, preedípicos. Al llegar al Edipo, la niña dice que el
hombre le importa poco, ella quiere rúños. Hay muchas madres
para las cuales su marido es tan sólo el "funcionante" necesario

3 Todos los niños perciben intuitivamente que la necesidad del


cuerpo no lo es todo en el hombre y en la mujer y que el amor guarda
relación con el deseo más que con la necesidad (NdA).

253
para dar vida a hijos anterógrados, concebidos en sus propios
fantasmas de la infancia, con el abuelo, la abuela o el padre.
En este dibujo Kent muestra a Medusa y dice: "Salí por su
vagina y había entrado por su boca". Tiene la creencia de que su
madre tragó un hongo negro ("negro" que puede significar
11
borracho")*. ¿Su padre lo concibió tal vez en el celo de la
ebriedad? A este hongo, Kent lo llamó python. Python es "ton
pis"**, el pene de mamá. No el falo, el pene. Aquí no hay falo:
Kent es impotente. Kent es, pues, el objeto parcial, salido del
cuerpo de la madre, bajo el agua, en las aguas amnióticas.
Aquí, escribió "Jupiterre". ¡Ya estamos! "Jus-pis-terre"**• el
momento en que ya no podía mear en erección. En esta palabra
condensó la historia de la erección que no cobra sentido. La
palabra pone en claro el drama de esta castración imaginaria del
varón, de no poder ser padre al mismo título por el que la madre
es madre; de no poder ser tan potente genitalmente, gené-
ticamente, como la madre. Ser hombre equivale a ser un pobre
_tipo comparado con la madre omnipotente. El hombre no puede
más que "hacer caramboia" agresivamente. He aquí de qué
modo se representa este niño la relación de un hombre y una
mujer; puesto que arriba escribió: "Jupiterre'', y puesto que el
''Python" negro es él, entrando por la boca (la vagina dentada)
de la madre, y saliendo por la "Vagina", palabra que escribió
abajo. Se trata, en los dos sentidos del término, de una "concep-
ción" digestiva, ya que en su dibujo la boca y el tubo digestivo
terminan en la vagina. La vagina es el pis de la mujer. Este niño
cree que los chicos son traídos al mundo excrementando. Este
caso es bellísimo.
Nunca hay que olvidarse de dar vuelta los dibujos de los
niños, pues a menudo tenemos la clave en lo que está represen-
tado en el reverso. En el reverso de este dibujo hay un galanteo.
El se llama "P'tit Poil" [Pelito] y flirtea con "Marina". Abajo,
"P'tit Poil" trae un trébol de tres hojas a "Marina", que queda
embelesada. No son más que mitades de cuerpos, y todo cuanto
pueden hacer es tomarse del pie. ¡Este dibujo es fantástico, al
dorso de la historia de "Jus-Pis-Terre"! El se puso en marcha con
este fantasma, porque usted le interpretó que quería volver a

"'Véase N. de T. de pág. 234. [T.]


••Literalmente, "tu teta". [T.]
"'""" Literalmente, "jugo-teta-tierra". [T.]

254
tf,
}
';_ entrar en su madre. ¡Podemos decir que es estupendo que los
~ ' hombres quieran volver a entrar en las mujeres! ¿Pero por
dónde? No es "entrar todo", según la imagen que usted le
~! propuso; es entrar por el sexo. Lo que usted le sugirió lo hizo
lanzarse a esos fantasmas de colisiones múltiples de coches, que
dan la muerte. Aquí, él busca cómo dar la vida, y cómo asegurar
su ser-vivo, puesto que se representa como salido de una mujer
que lo dio a luz digestivamente, sin reconocer el papel del deseo
del hombre en la concepción. En este dibujo él expresa bien la
vertiente del amor, pero entre dos mitades de seres. Sus brazos
están enteros pero la parte inferior de sus cuerpos está incomple-
ta.
En este lugar escribió: ''No me gusta hablar de eso; me
fastidia. Le fu.n". ¿Qué quiere decir "le fu.n"?

P.: Significa "es divertido". Estaba respondiendo a mi pregunta


sobre lo que pasó entre la boca y la vagina.
¡
J
F.O.: Escribió "le fun" arriba a la izquierda, mostrando que
el placer se sitúa en la cabeza, mientras que Python está en la
boca de la madre (Python es él); eso va como una noria por el
corazón de la madre, da vueltas; y así fue concebido él. A la
izquierda escribió: ''No me gusta hablar de eso", es decir del
placer y de la noria (pero no tenemos ninguna asociación sobre
lo que es la noria para él). En la noria escribió "yo" y dibujó una
especie de pequeño falo; después "sa* me fastidia". Y, a la
derecha, escribió: ~o me pregunte eso. Me pregunto por qué se
divorció mi padre". ''No se pregunta cuál era el placer de su
madre, sino por qué su padre se divorció de su madre. No se
cuestiona sobre-lo que se vive en el cuerpo de la madre, sobre
todo mientras ella lo está concibiendo: pues Python entra en el
cuerpo de su madre en ese momento produciendo la noria en el
corazón de ésta. Su cuerpo está en el corazón de la madre,
puesto que él se mete en esa casita. Lo único que puede hacer es
tan-tan, corazón a corazón, en el cuerpo de su madre.

P.: Este otro dibujo lo hizo entre dos sesiones y al tendérmelo me


dijo: "Lindo no es, ¿verdad?" Y amagó agarrarlo para romperlo. Yo se

• En bastardilla en el original, seguramente para indicar el error


ortográfico del niño que escribe sa, "su", por (;Q, "eso" .[T.]

255
lo saqué antes didéndole que no íbamos a romper eso. Quedó sorprendí:..
do y siguió dicendo que no éra lindo.

F.D.: ¿No contó nada sobre todas estas serpientes del árbol?

P.: No.

P.D.: ¿Usted no le preguntó qué era lo que a él le parecía "no


lindo"? Entonces ¿por qué declararle que no había que romper-
lo? Lo que importa es la opinión de él, pues seguramente tiene
razón al no encontrarlo lindo; sólo hay que preguntarle por qué.

P.: Durante este mismo periodo comenz.ó a engordar y a controlar


su peso todas la semanas. Hasta una sesión que quisiera ralatar
íntegramente. Uega diciendo que quiere jugar al médico. Me asigna el
papel del médico y e1 toma el del paciente. Me dice que sufre de ser
curioso, y me pregunta si es posible curarse de eso. Yo le pido que me
explique qué quiere decir con "curioso". Entro en el juego y simulo
confeccionar su ficha mientras él me habla. Escribo: "El paciente sufre
de ser demasiado curioso". El me mira hacer y agrega una E a su
nombre, que yo había escrito en la parte superior de la hoja•. Yo me
muestro sorprendida y le pregunto, mirándolo: ¿Es usted un señor-
11
1
11 r
señora?" Se queja de dolor de panm. ¿Tiene usted la curiosidad de
saber lo que pasa en su vientre? Hábleme más de eso. -Son golpes en
la panz.a; y duran desde hace unos siete meses. Otro médico le dijo que
N

estaba "encinta ", pero él no lo cree pues sólo tiene dieciocho años y
nunca se acostó con nadie; salvo con su madre cuando tenf.a cinco. Le
propongo examinarlo y averiguar quéle está pasando.

F.D.: Al corregir su nombre en la ficha le está diciendo que es


mujer. Por lo tanto él es una hija que se ha acostado con su
madre, probablemente la madre dormía con ;ta abuela materna.
En esta historia él le hace el análisis de su madre. Por lo tanto,
usted no sabe si se encuentra ante su paciente o ante alguien que
hace el análisis de la relación de su madre con su propia madre,
anterior a su propio nacimiento. La madre de Kent no se acostó
con un hombre; sólo se acostó con su madre, cuando tenía cinco
años.

• Ciertos nombres propios masculinos franceses se convierten en


femeninos por el agregado de una "e" final. [T.]

256
±á ;,,
:r?~

f
)
¡ P.: Después dice que no quiere que le saquen unil radiografía. Va a
¡
! esconderse y hace un dibujo. Vuelve, se tiende en el suelo y pone el
dibujo sobre su vientre diciéndome: "Toma una foto". Simulo tomar
una foto e ir a revelarla; después vuelvo y le digo: "Efectivamente,
r
1
pienso que está encinta". El se enoja y pregunta de dónde viene eso.
1¡ Cuenta que ha ido al cine; a su lado estaba sentado un muchacho;
hablaron. El muchacho estaba triste porque había perdido a su madre en
el incendio de su casa. En ese incendio el padre quedó herido. Sigue
hablándome como si fuera una niña y me dice: "Lo traje a mi casa y nos
acostamos. ¿Será él el que me dejó encinta mientras dormía?" Se
levanta, finge telefonear al muchacho en cuestión y le pregunta: "¿Eres
tú el que se acostó conmigo la noche del cine?" Tras una pausa, dice:
"¡Puerco!" y cuelga. Vuelve hacia mí y dice: "Quiero abortar". La
entrevista está casi terminada, quedan uno o dos minutos. Le digo:
"Escuche, señor-señora, un aborto es una cosa seria que no se decide así
como así. Le doy una cita para la semana que viene y volveremos a
hablar de eso".
~ F.D.: Se las arregló usted muy bien, al final, gracias a ese
"señor-señora". Pues está muy claro que el aborto apareció
·desde el principio, en sus primeros dibujos.
1
1 P.: Además, concluyó la sesión diciendo: "Si es un varón, a lo
!
mejor me lo quedo". ·
Ahora bien, desp;,és de esta sesión ocurrió u~ suceso que descom-
paginó muchas cosas, para mí más que para él: en la escuela donde lo
veía se declaró una huelga, de manera que durante cinco semanas no
tuve sesiones con él. Tuve la sensación de que nuestra relación se había
deteriorado mucho y que ya nada ,andaba bien. Pero hace muy poco
comprendí que era yo la que no había tolerado esa ruptura, pues me
sentía responsable de haberlo abandonado.

F.D.: Tal vez esa interrupción evocó para él el momento en


que fue abandonado por su madre, al nacer su hermanita. De
cualquier forma, usted habría podido escribirle que la interrup-
ción se debía a una huelga, y decirle que podía enviarle dibujos.
En Trousseau trabajé así con niños que no necesitaban
encontrarse conmigo, sino decirme lo que tenían que decir. A veces yo
hacía una interpretación en forma de pregunta, en una notita
ensobrada que la celadora entregaba a los niños cuando volvían.
Cuando yo sentía que ellos querían verme realmente, pedía a la

257
maestra que los dejara venir, pues no les estaba permitido salir
de la escuela en horas de clase. Así pues, yo los veía cada cinco o
seis semanas. Y de este modo, preservada la transferencia, los
niños llegaban al final de su tratamiento. Pues hay que preservar
la transferencia.

X.: Tengo que hacer una observación sobre el seudónimo elegido


por este chico, Kent Clark. Es el nombre invertido del doble de
Superman; es dedr, de un personaje castrado.

F.D.: Este niño, en efecto, no pide más que recibir la


castración. La castración es simbolígena, permite la simboliza-
ción de las pulsiones. Para que el sujeto pueda alcanzar lo
genital deben ser castradas las pulsiones uretrales y anales. La
genitalidad no tiene nada que ver con el celo, que es propio de la
animalidad, no de la virilidad. Para un padre, genitor, la virili-
dad es adoptar a los hijos de la mujer que ama. Una mujer lleva
dentro de sí, desde su infancia, hijos imaginarios. Pero los hijos
que ella ama son los que tiene del hombre al que ama. De esos
objetos parciales que son el sexo del hombre y el de la mujer
nacen hijos, en el amor de dos seres responsables de haberlos
dejado llegar en el deseo de su corazón a corazón. Son dos
linajes que se cruzan en el amor de un hijo. Pero un niño puede
no nacer del deseo sino sólo de la necesidad. Ahora bien, sin
castración del deseo no hay simbolización. Es hombre aquel que
puede dominar su deseo y dar su semen sólo en el amor; asimis-
mo, no es mujer la que se somete como una bolsa sino aquella
que desea a un hombre y quiere darle una descendencia.

X.: Es interesante ver que a través de ese seudónimo este niño


juega a ser castrado sin serlo.

F.D.: Usted quiere decir "mutilado". Pues lo que en psi-


coanálisis llamarnos castración no es en absoluto la mutilación
del órgano, sino la prohibición de satisfacer el deseo en el mero
cuerpo a cuerpo; esta prohibición es la que permitirá al deseo
satisfacerse por la palabra, por el amor, por la cultura. La
castración simbolígena no es rnutilación. La mutilación es la
supresión en el cuerpo de la producción de las gónadas. Cuando
se habla de castración, en el sentido de emasculación, no se trata
de la supresión del pene sino de los testículos. Esta es la equivo-

258
+~
ll
1
!
cación que cometió Freud en el caso Juanito, equivocación
gracias a la cual inauguró el análisis de niños. Juanito pensaba
l que su pene iba a caer; y, en efecto, el deseo de la madre de
) }uanito cayó al nacer la hermanita. El padre sufría de no servir
1 ahora más que para traer dinero a casa; en ese punto Juanito ya
1 no tenía padre; éste no era más que un tesorero-pagador, agobia-
do de trabajo, mientras que su mujer vivía con el bebé y la
criada, tres mujeres juntas. En cuanto a Juanito, ya no existía
para su madre; ella le mintió, puesto que cuando él le preguntó:
"¿Tienes tú una cosita de hacer pipí?", ella le respondió: "¡Por
supuesto!" Por supuesto, ella tenía cómo hacer pipí, pero no
tenía una "cosita de hacer pipí". El preguntaba a su madre:
"¿Tienes tú un pene?", ella respondió: "Por supuesto, tengo
uno". Desde ese momento, para él, del lado de la madre quedó
instalado el engaño: como ella tenía un pene, no tenía ni necesi-
dad ni deseo de un hombre. Lo que Juanito temía era la
mutila¡;ión uretral, es decir, una operación que su cuerpo habría
padecido para que él naciera mujer; puesto que, en efecto, la
) madre prefería a las niñas.
En cuanto al padre, tenía lo que le hacía falta, pobre hombre,
pero no lo dejaban utilizarlo, pues su mujer ya no lo amaba. Por
1 lo demás, así se explica que el padre, Freud y Juanito se marcha-
(
ran por un lado, mientras que la madre se quedó con su hija y su
criada. En la neurosis de Juanito se trataba, por lo tanto; de la
mutilación del pene uretral y no de la castración edípica; no
había Edipo en juego. Juanito entraba entonces en el Edipo, pero
como los padres no eran el soporte de un amor genital el uno
para ei otro, él se detenía en: "Si no tuviera pene mi madre me
amaría más, pues llegar a ser como mi padre quiere decir: ser
abandonado". Sólo es posible que un chico se enorgullezca de su
sexo de varón si el padre, en la vida real de la familia, ocupa el
lugar del hombre, deseado por la madre. Lo mismo para la niña
en su relación con la madre.
Para que haya castración genital tiene que haber situación
triangular de tres personas: dos adultos y el niño que desea ser a
imagen del adulto de su propio sexo, cuando éste tiene una vida
genital satisfactoria. Para que un niño pueda integrar el Edipo es
preciso que esta condición se cumpla en la familia, de lo
contrario no recibe la prohibición del incesto, que se traduce por:
''Nunca haré tan bien como papá hace con mamá".

259
}
LISTA DE LOS CASOS PRESENTADOS
POR LOS PARTICIPANTES

Cap.1 SEÑOR A.: odio hacia su segundo hijo adoptivo,


Paul, de once años, que le robó una suma bastante
importante.
LOUIS: niño enurético. Su padre, Dominique,
asmático, vivió tres colocaciones antes de ser
adoptado a los tres años. Pareja parental sexual-
mente insatisfecha.

Cap.2 SIMON y la "pu pi ne": pérdidas de sangre en el


pene. Regresión psicótica.

Cap.5 DEBORAH: aborto de una muchacha adoptada.


JANE: aborto de una muchacha hipoacúsica.

Cap.6 D.: chico perverso, de fusil con caño recortado.


Hacer gozar a su madre provocando su sonrisa.
Regresión en el plano del lenguaje.

Cap.9 MERYL: jovencita en cierto modo prostituida por su


madre. Gracias a una decisión del tribunal, recobra
al hijo que había dado en adopción.
ROBERT: juicio por un caso presunto de homose-
xualidad entre un padrastro y su hijo, que involucró
igualmente a los tíos (evaluación psicológica: test de
Rorschach, TAT).

Cap. 10 CHRISTIAN: niño mutista.


KENT CLARK (seudónimo elegido por el niño):
rechazo de su sexo y del apellido de su padre.

260
J~.
~:r
¡
1

~ LISTA DE LOS PRINOPALES CASOS


Y EJEMPLOS CLINICOS DE F. OOLTO
t
¡
f

1
~
¡
1

Enuresis: Mujeres casadas, enuréticas, sin frigidez, 191.


Fobia: Agorafobia de una chiquilla que se lo pasaba dibujando
gallinas, 128.
--: "Entré en la cosita de mamá": fobia de envenenamiento
de un chiquillo, 113.
Histeria: Niño hístero-epiléptico que se había identificado con un
1 gato muerto, 67-69.
- - : Mujer de cinco abortos sucesivos, siempre a los tres
meses, 142-144.
~ Homosexualidad: Mujer homosexual militante, cambiada por la
maternidad, 114-115.
- - : Padre homosexual que vivía en trío con su mujer y el
padrino de su hijq, 187-188.
Incesto: "El anillo de compromiso de la maestra": coito anal entre
un hermano y su hermana, 125-126.
- - : La muchachita-mona: incesto entre un padre (legal)
paranoico y su hija, 130-131.
Mongolismo: "Soy trisomía 21", 175-177.
Neurosis obsesiva: Monja que no lograba pronunciar sus votos,
206-207.
Psicosis: "Cuando yo abuelito murió": niño de dieciocho meses
que se había identificado con su abuelo, muerto en forma
súbita, 66-68.
- - : Niña mutista , prepsicótica, que representaba con una
muñeca un aborto de su madre, 70-73.
--: Niño que creía que su padre estaba muerto, 239.
--: Delirio de un joven licenciado después de pasar el
1 Rorschach, 214-215.

261
- - : Esquizofrénico: Un adolescente disociado y la cuestión
• J

del padre, 171-172.


- - : El esquizofrénico y el traumatismo del estrangulamien-
to por el cordón umbilical, 110-111.
Suicidio: De un niño cuya terapia se interrumpió prematura-
mente, 169.
- - : De una muchachita que salía con su padre (angustia de
incesto), 128-129.

Otros ejemplos
Un caso límite: Paciente que llegaba cada vez más tarde a sus
sesiones, 87-88.
El duelo de la madre arcaica: Primer dibujo del rostro de la vida
por una niña definitivamente retirada a su madre, 144-147.
Lo no dicho sobre la identidad: "¿Por qué me llaman 'negro'?", 95-
97.
- -: El niño criollo que creía tener tres mamás, 136-138.
Una otitis psicosomática: En una niña de dos años y medio, 81-83.
El pago simbólico: De una niña de nueve meses, 45-48.
- -: De una vietnamita psiquiatrizada, 83-85.
El comportamiento sadomasoquista: De una madre que amamanta
a su hijo, 62-64.
- - : De una madre que "rompía" a su hija y feminizaba a su
hijo, 117-120.
El yo ideal: Búsqueda de los padres biológicos, 51-55.

262
Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA

J
fj~:-·

79. C. D. Pérez - Masculino-Femenino o 117. P. Ledoux - Concepciones psicoana-


.. la bella di[erencia líticas de las psicosis infantiles
80. S. Freud - Esquema del psicoanálisis 118. M. N. Eagle - Desa"ollos contempo-
81. D. Lagache -Obras I (1932-1938) ráneos recientes en psicoanálisis
.,. 82. D. Lagache - Obras JI (1939-1946) 119. P. Bercherie - Génesis de los concep-
83. D. Lagache - Obras !JI (1947-1949) tos freudianos
84. D. Lagache - Obras IV (1950-1952) 120. C. G. Jung: El contenido de la psico-
91. M. Mannoni - El niño retardado y su sis. Psicogénesis de las enfermedades
madre mentales 2
i 92. L. C. H. Delgado -Análisis estructural
del dibujo libre . 121. Pontalis, J. B., Laplanche, J. y otros:

'
t'
t
93. M. E. García Arzeno ·El síndrome de
la niña púber
94. C. D. Pérez - Un lugar en el espejo. El
Interpretación freudiana y psicoaná-
lisis
122. Hartmann, H.: La psicología del yo

¡ espacio virtual de la clínica


98. A. Tallaferro - Curso básico de psico-
análisis
99. F. Dolto - Sexualidad femenina
1OO. B. J. Bulacio y otros - De la drogadic-
y el problema de la adaptación
123. Bataille, L.: El ombligo del sueño
124. Salvarezza, L.: Psicogeriatrz'a
125. Dolto, F.: Diálogos en Quebec.
f ción
101. Irene B. C. de Krell (comp.)· La es-
Sobre pubertad, adopción y otros
temas psicoanalíticos
cucha, la histeria 126. Vera Ocampo, E.: Psicoanálisis de la
1 102. M. A. Mauas - Problemas y pasatiem- drogadicción
f
1
pos psicoanalíticos
103. D. Lagache -El psicoanálisis
104. O. F. Kernberg - Desórdenes fronteri-
t zos y narcisismo patológico
i
¡ 105. H. Racker - Estudias wbre técnica
! psicoanalítica
f 106. L. J. Kaplan -Adolescencia. El adiós
1 a la infancia
107. S. Rosen - Mi voz irá contigo. Los
cuentos didácticos de M. H. Erickson
1 108. M. Pérez Sánchez - Observación de
t niños
109. F. Dolto - La imagen inconsciente del
cuerpo
f 110. H. Kohut - ¿Cómo cura el análisis?
f 111. H. Mayer - Histeria
i 112. S. P. Bank y M. D. Kahn - El vinculo
fraterno
r 113. C. G. Jung - Aion. Contribuciones a
) los simbolismos del si-mismo
114. C. G. Jung - Las relaciones entre el yo
i y el inconsciente
1 115. C. G. Jung: Psicología de la demencia
precoz. Psicogénesis de las enferme-
.f dades mentales 1

~
~
Esta edición se terminó de imprimir
en los Talleres Gráficos Offsetcolor S.R.L.,
Olazábal 3920/26, Buenoc; Arres
en el mes de abril de 1988
. .: ~ ~
"'-d~i,;, ...
:. < ·~·:¡:;'._¡:,

¿Quién es el que sufre? Una y otra··: -


Paidós vez Dolto ha dicho que ni la ·'r
Biblioteca -- prevención ni el análisis son posib.les
si no es a ' partir de esta pregunta . ..
de psicología Por eso, en los casos clínicos aquí ·
profunda presentados, la autora desplaza el " '
énfasis del hecho al decir: de la
investigación social sobre el actuar
al deseo del niño o del adolescente.

' Al mismo tiempo brinda con


generosidad algunos casos que están '.J
en los límites del psicoanálisis: por
ejemplo, el del niño que enloqueció al
ver regresar a su padre a quien creía -~ ..
muerto desde hacía meses; o el del ,,,a,
pequeño que pudo liberarse, gracias· i
a la palabra, de su identificación con
su abuelo, que había muerto a su
lado.
Admirable ejemplo de prevención es
asimismo el de la pequeña mongólica J
que, por haber oído nombrar su 1j
enfermedad al poco tiempo de nacer, ·~
se protegía contra las agresiones de ~
sus compañeros diciéndoles: "Soy
trisomía 21 ".

Aprendemos así que la totalidad de


un comportamiento debe ser siempre
relacionada con la palabra: haga lo
que haga un niño, es en esencia lo
que dice a través de su conducta lo
· que debemos escuchar, al pie de la
letra.

Como en todas las obras de


Franc;oise Dolto, en estos diáloaos
encontramos mucho para ap
meditar.

125

También podría gustarte