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NELSON
DOCTRINAS BÍBLICAS
Biblical Doctrines
ISBN 0-8297-0539-2
Categoría: Doctrina
Dedicatoria
Como cálido homenaje a la venerada memoria de P.C. Nelson
fundador del Southwestern Bible Institute.
De sus alumnos del curso escolar 1953–1954
Contenido
Dedicatoria
Declaración
1. La Inspiración de las Escrituras
2. El único y verdadero Dios
3. El hombre, su caída y redención
4. La salvación del hombre
5. El bautismo en agua
6. La Cena del Señor
7. La promesa del Padre
8. La evidencia del bautismo en el Espíritu Santo
9. Completa santificación
10. La Iglesia
11. La edificación de la Iglesia y la evangelización
12. La sanidad divina
13. La bendita esperanza
14. El reino milenario de Jesús
15. El lago de fuego
16. Los nuevos cielos y la nueva tierra
Apéndice: La época de la traslación
DECLARACION DE VERDADES
FUNDAMENTALES
La Biblia es la regla suficiente de fe y conducta. Por lo tanto, esta Declaración de
Verdades Fundamentales tiene por objeto presentar las bases para el establecimiento de la
confraternidad entre nosotros. En otras palabras, para que todos hablemos una misma
cosa. 1 Corintios 1:10; Hechos 2:42. La fraseología de esta declaración no es inspirada ni
se pretende que lo sea; mas las verdades expresadas por ella son consideradas esenciales
para el ministerio pentecostal. No se afirma que esta declaración contenga todas las
verdades de la Biblia, sino que abarca aquéllas que son imprescindibles para las
necesidades actuales.
Preámbulo del articulo V, de la Constitución del Concilio General de las Asambleas
de Dios. Dicho artículo, reproducido en toda su amplitud en este libro, está dividido en
secciones e impreso en las páginas que preceden a los capítulos respectivos.
1 Pedro 1:10, 11
De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han
inquirido y diligentemente buscado,
Escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en
ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de
ellas.
“No hay libro más perseguido por los enemigos, ni libro más torturado por los amigos, que la
Biblia, debido lo último a la ignorancia de toda sana regla de interpretación.”—Lund, en
Hermenéutica, página 4.
Debe recordarse siempre que los escritos inspirados fueron solamente aquéllos redactados por
primera vez en los idiomas originales, y no las traducciones, por buenas que sean. Puede decirse
asimismo que las traducciones antiguas no son las mejores, aunque la opinión general afirme lo
contrario. Algunas de estas primeras obras no fueron traducciones de las lenguas originales, sino
de otras traducciones. Se puede citar al respecto la versión inglesa de Juan Wiclef, publicada en
1380, y que fué una traducción de la Vulgata Latina. No obstante ello, contribuyó notablemente a
la causa de Cristo, y fué la primera Biblia distribuída entre el pueblo de habla inglesa. Se dieron a
publicidad posteriormente otras traducciones, hasta que en 1611 se imprimió la obra monumental
conocida con el nombre de versión del rey Jacobo.
Durante los últimos cien años se han descubierto numerosos manuscritos del Antiguo y del
Nuevo Testamento, que han permitido a los eruditos de las Sagradas Escrituras profundizar sus
estudios y aclarar muchos pasajes hasta entonces obscuros.
2. El códice Sinaítico, descubierto en el monte Sinaí en 1859 está escrito en el idioma griego,
y data del año 350 D.C., aproximadamente. Contiene todo el Nuevo Testamento y algunas partes
de la versión de los Setenta. Se encuentra en el Museo Británico.
4. La versión Samaritana, copia en hebreo del libro denominado Pentateuco, hecha para los
samaritanos antes de la cautividad.
5. La versión Siriaca, traducción completa de la Biblia, hecha por cristianos a principios del
siglo segundo de nuestra era en Palestina. Se trata probablemente de la primera Biblia traducida
por cristianos.
6. La versión conocida con el nombre de Vulgata Latina constituye una traducción completa
de la Biblia hebrea al Latín, realizada por Jerónimo en el año 400 D.C.
8. La versión de Felipe Scío de San Miguel, obispo de Segovia, publicada en 1793. Se trata
de una versión católico-romana.
10. La versión Moderna, traducida de las lenguas originales bajo los auspicios de la Sociedad
Bíblica Americana a fines del siglo XIX. Hay también varias versiones que circulan entre los
cristianos evangélicos que son revisiones de la Biblia de Valera.
2. La versión de William Tyndale, publicada en 1531. Esta versión ejerció enorme influencia
en las versiones que la siguieron.
4. La versión Autorizada, traducción de los idiomas originales, realizada por 47 sabios bajo
los auspicios de Jacobo I, en 1611. Se trata de la versión más empleada.
6. La versión Revisada, revisión también de la Biblia del rey Jacobo I, publicada en 1952.
Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29; Isaías 43:10, 11; Mateo 28:19 y Lucas 3:22.
LA DEIDAD ADORABLE
(a) Definición de términos
El Señor Jesús nos enseñó a hacer distinción de las personas de la Trinidad, a las cuales
designó con términos específicos de relación y parentesco, es decir, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
mas esta relación y parentesco, en lo que a forma respecta, es inescrutable e incomprensible, pues
las Escrituras Sagradas no la explican. Lucas 1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25–27; 28:19; 2
Corintios 13:14; 1 Juan 1:3, 4.
(c) La unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en un Ser
Por lo tanto entonces hay algo en el Hijo que lo constituye Hijo y no Padre; hay algo en el
Espíritu Santo que lo constituye Espíritu Santo y no Padre o Hijo. Es así que el Padre es el
Engendrador y el Hijo el Engendrado, mientras que el Espíritu Santo es aquél que procede del
Padre y del Hijo. Por lo tanto, en virtud del hecho de estas tres personas de la Trinidad viven en
un estado de unidad, existe un solo Dios todopoderoso y tiene un solo nombre. Juan 1:18; 15:26;
17:11, 21; Zacarías 14:9.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son idénticos en lo que respecta a persona; ni se les
confunde en lo relativo a parentesco o relación; ni están divididos en lo referente a la Trinidad; ni
existe oposición alguna entre las tres personas en lo que respecta a cooperación. El Hijo está en el
Padre y el Padre en el Hijo en lo que trata a relación. El Hijo está con el Padre y el Padre con el
Hijo en lo referente a comunión. El Padre no procede del Hijo, mas el Hijo procede del Padre en
lo que a autoridad respecta. En lo relativo a naturaleza, relación, cooperación y autoridad, el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. He ahí por lo tanto que ninguna de las personas de la
Trinidad existe u opera jamás separada o independientemente de las otras. Juan 5:17–30, 32, 37;
Juan 8:17, 18.
Por lo tanto es una transgresión de la doctrina de Cristo afirmar que el Señor Jesús deriva su
título de Hijo de Dios solamente en virtud de la encarnación, o de estar relacionado con el plan de
la redención. Es así que el negar que Dios es un Padre real y eterno y que Jesús es un Hijo real y
verdadero, constituye negar la distinción y relación en la Trinidad, lo cual equivale a negar al
Padre y al Hijo y a negar también que Jesucristo vino en la carne. 2 Juan 9; Juan 1:1, 2, 14, 18,
29, 49; 8:57, 58; 1 Juan 2:22, 23; 4:1–5; Hebreos 12:2.
El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, después de haber purgado nuestros pecados, se
sentó a la diestra de su Majestad en las alturas, habiéndosele sujeto a su autoridad ángeles,
principados y potestades. Y después de haber sido hecho tanto Señor como Cristo, envió al
Espíritu Santo para que nosotros, en el nombre de Jesús, dobláramos nuestras rodillas y
confesáramos que Jesucristo es Señor para gloria del Padre hasta el fin, cuando el Hijo se sujetará
a la autoridad del Padre, a fin de que Dios sea todo en todo. Hebreos 1:3; 1 Pedro 3:22; Hechos
2:32–36; Romanos 14:11; 1 Corintios 15:24–28.
Por lo tanto, desde que el Padre ha conferido al Hijo la autoridad de juzgar, no es solamente
el deber expreso de todos en el cielo y en la tierra doblar la rodilla, sino que constituye un gozo
indecible en el Espíritu Santo asignar al Hijo todos los atributos de la Deidad, y darle todo el
honor y la gloria contenidos en todos los nombres y títulos de la Trinidad, excepto aquéllos que
expresan relación. (Vea al respecto los párrafos b, c, d.) De esta manera se honra al Hijo de la
misma manera que honramos al Padre. Juan 5:22, 23; 1 Pedro 1:8; Apocalipsis 5:6–14; Filipenses
2:8, 9; Apocalipsis 7:9, 10; 4:8–11.
1 Tim. 6:15, 16
La doctrina de la Trinidad se revela claramente en casi todos los libros del Nuevo
Testamento. La identidad de cada una de las personas del Trino Dios queda manifestada en forma
incuestionable en Juan 14:16 que dice: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre.” La palabra “Abogado” sería mejor traducción que
“Consolador,” y contribuiría a la interpretación correcta del pasaje. Jesucristo es un Abogado. Se
dirige al Padre, 1 Juan 2:1, y el Espíritu Santo, otro Abogado, descenderá del Padre. El vocablo
“abogado,” de Juan 2:1 y “Consolador,” de Juan 14:16, 26; 15:26 y 16:7 procede de la palabra
griega “paracleto,” la cual se emplea para referirse a una persona que aboga por otra, que
conociendo a fondo las leyes, defiende a su cliente en el tribunal. Cristo está en la Corte Suprema
del Universo, y estudia allí nuestro caso, mientras que el Espíritu Santo, nuestro Abogado, nos
toma bajo su tutela, nos instruye, dirige, ilumina y fortalece.
2 Cor. 5:17
La palabra griega que ha sido traducida “criatura” en la versión castellana tiene amplios
alcances. En realidad significa “creación.” La versión de Moffat, vertida al castellano, dice así:
“Hay una nueva creación toda vez que el hombre viene a estar en Cristo; pasó lo que es viejo y ha
venido lo que es nuevo.” En Efesios 2:10, Pablo emplea la palabra “hechura.” Según Weymouth
esta misma palabra significaría “obra de sus manos.” La palabra “nueva” significa algo diferente,
inusitado, jamás experimentado con anterioridad. Esta misma palabra aparece en forma de
sustantivo—“novedad”—en Romanos 6:4 y 7:6. Estas verdades están en concordancia con lo que
ha sido experimentado por nosotros.
La palabra “depravado” procede de una raíz latina que significa torcido, deforme, y de ahí
pasa a significar malvado, moralmente malo. Dios hizo al hombre justo y recto, mas el diablo
corrompió y profanó la hermosa obra de Dios, de manera que el hombre se transformó en un ser
depravado, distinto del que fuera en su estado original.
Rom. 3:9–18
(Compare Rom. 1:18–32)
Rom. 3:19
El hombre sabe que no es lo que debiera ser y que no puede ser lo que quiere, a menos que
intervenga la gracia de Dios. Sabe asimismo que ha ocurrido algo en la familia humana, que el
hombre tiene una inclinación natural hacia el pecado, y que se requiere una lucha tenaz para
desarrollar un elevado carácter moral. Las páginas de los periódicos abundan en ejemplos de la
depravación del hombre. No necesitamos que se nos enseñe a pecar, pues somos por
“naturaleza”—nacimiento—“hijos de ira,” es decir, hijos expuestos a la ira de Dios, debido a
nuestra naturaleza pecaminosa. “Y a vosotros os dió vida, estando muertos en las transgresiones y
los pecados, en que anduvisteis en un tiempo, conforme al uso de este siglo, conforme al príncipe
de la potestad del aire, espíritu que ahora obra en los hijos de la desobediencia.” Estas palabras se
refieren a los gentiles. Luego prosigue: “En medio de los cuales también nosotros todos”—los
judíos—“en un tiempo vivíamos en las concupiscencias de nuestra carne, cumpliendo los deseos
de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, asi como los demás.”
Efesios 2:1–3. Versión Moderna.
Rom. 8:19–23
Vea la página 43.
LA EVIDENCIA DE LA SALVACION
La evidencia de la salvación es interna o subjectiva y externa u objetiva. El recién
convertido quizá tenga la tendencia de recalcar el hecho de que la salvación le liberó de la
carga del pecado, Salmo 32:3–6; de poner énfasis en el nuevo gozo que ha inundado su
alma al tener conciencia del perdón y limpieza. “Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán
los huesos que has abatido.” Salmo 51:8, 12. Quizá el nuevo creyente se refiera a la
historia de su salvación basándose en sus sentimientos o emociones, mas las emociones
deben de tener por base una fe sólida, que a su vez descanse en algo firme e
imperecedero: las promesas de Dios en las Sagradas Escrituras. Cuando el pecador se
arrepiente, cree y acepta al Señor Jesús como su Salvador personal, su propio espíritu se
constituye en testigo de la salvación obtenida por intermedio de Cristo. Luego el Espíritu
Santo corrobora el testimonio del espíritu del hombre, en el sentido de que es hijo de
Dios. Puede entonces el creyente decir con toda sinceridad: PADRE NUESTRO. “Mas
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre.” Romanos
8:15, 16.
Juan, el apóstol del amor, cita otra evidencia interior. “Cualquiera que ama, es nacido
de Dios, y conoce a Dios.” 1 Juan 4:7. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a
vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, está en muerte.” 1
Juan 3:14.
Dios nos da asimismo otra prueba interior: el revestimiento del Espíritu Santo. “En
esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.” 1
Juan 4:13.
La evidencia exterior, que se trasunta en una conducta de obediencia a Dios y sus
preceptos, es aparente tanto para el recién convertido como para los que le conocen. El
Señor Jesús reproduce en el creyente su propia vida, revistiéndolo de poder para trabajar
por su causa, capacitándolo para vivir una vida de santidad, y preparándolo para el cielo
futuro. Los pasajes bíblicos a este respecto son tan numerosos que cualquiera puede
encontrar varios de ellos, de manera que no los citaremos aquí.
5. EL BAUTISMO EN AGUA
Todo aquél que se ha arrepentido sinceramente y considera a Cristo su Señor y Salvador,
debe someterse a la ordenanza del bautismo en agua por inmersión, de acuerdo a las Sagradas
Escrituras. Al cumplir este sacramento, el creyente lava su cuerpo en agua pura como símbolo
exterior de limpieza, mientras que su corazón ha sido rociado ya con la sangre de Cristo como
limpieza interior. Mediante el bautismo el creyente declara ante el mundo que ha muerto con
Jesús y que ha resucitado también con él a fin de caminar en novedad de vida. Mateo 28:19;
Hechos 10:47, 48; Romanos 6:4; Hechos 20:21; Hebreos 10:22.
5. EL BAUTISMO EN AGUA
Hay cuatro preguntas que frecuentemente se oyen con respecto a la ordenanza del
bautismo en agua, a saber: (1) ¿Cuál era la forma de bautismo en la época de los
apóstoles? (2) ¿Qué significa o simboliza el bautismo en agua? (3) ¿Cuál es la fórmula
que corresponde al administrar esta ordenanza? y (4) ¿quiénes reúnen las condiciones,
desde el punto de vista bíblico, para bautizarse? Estudiaremos todas estas preguntas en el
orden formulado.
LA FORMA
Existen muchas teorías contradictorias con respecto a la forma de bautismo, y ello se
debe al hecho de que el hombre ha seguido la tradición y no los preceptos bíblicos.
Las iglesias pentecostales practican casi por unanimidad la inmersión en agua en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y consideran antibíblicas las demás
formas de bautismo. El hecho de que exista tal armonía de parecer entre las mencionadas
iglesias con respecto al bautismo en agua es en sí algo transcendental, si se tiene en
cuenta que gran parte de los creyentes pentecostales procedían de denominaciones
religiosas que practicaban el bautismo por aspersión y el bautismo de los niñitos. Sólo
podemos explicar esta verdad diciendo que el bautismo en el Espíritu Santo nos ha hecho
tan dóciles a la voz divina, que habiéndonos liberado de las cadenas de la tradición que
nos aherrojaban, recurrimos ahora directamente a la Palabra de Dios, la cual se ha
constituído en la norma de nuestra vida.
Imaginémonos que los nativos de cierta isla remota, jamás visitada por misionero
alguno, encontraran una Biblia. Supongamos que dicha Biblia fuera leída y comprendida,
y que algunos se convirtieran y desearan hacer la voluntad del Señor. La lectura diligente
del Nuevo Testamento les demostraría que les era necesario bautizarse. Desde que nunca
habían presenciado un bautismo, debían guiarse por la Biblia. Mediante la lectura de las
páginas sagradas, los naturales descubrirían lo siguiente:
1. Que la ordenanza requería agua. “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y
dijo el eunuco: He aquí agua; ¿ qué impide que yo sea bautizado? Hechos 8:36.
2. Que el bautismo requiere abundancia de agua. “Y bautizaba también Juan en Enón,
junto a Salim porque había allí muchas aguas (abundancia de agua, Versión Moderna); y
venían, y eran bautizados.” Juan 3:23.
3. El bautismo requiere que tanto el que bautiza como el bautizado desciendan al
agua. “Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y
bautizóle.” Hechos 8:38.
4. El bautismo requiere ser sepultado en el agua. “Porque somos sepultados
juntamente con él a muerte por el bautismo.” Romanos 6:4. “Sepultados juntamente con
él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él.” Colosenses 2:12.
5. El bautismo en agua requiere subir del agua. “Y Jesús, después que fué bautizado,
subió del agua.” Mateo 3:16. “Y como subieron del agua.…” Hechos 8:39.
EL SIMBOLISMO
Por su simbolismo, el bautismo en agua es tan maravilloso como bello. Simboliza la
muerte, sepultura y resurrección de Cristo y del creyente que está en comunión con él.
Es abundante el material de estudio referente al bautismo. La controversia con respecto a la
forma de bautismo se ha venido agitando en el protestantismo desde los días de Lutero, Zuinglio
y Calvino. Se han escrito al respecto muchas obras de profunda erudición. Una de las mejores
procede de la pluma de J. Gilchrist Lawson. Se titula ¿Ordenó Jesús el bautismo por inmersión? y
está escrita en inglés. El autor se propone demostrar que las palabras griegas que fueron
traducidas “bautizar” y “bautismo” significan “sumergir” e “inmersión.” Aporta para ello
referencias tomadas de quince diccionarios ingleses; seis diccionarios etimológicos del mismo
idioma; veinticinco enciclopedias; veinte diccionarios bíblicos; veinte enciclopedias de
información religiosa; cien léxicos griegos; cuarenta y seis escritores clásicos de Grecia, desde
Orfeo, que vivió en el año 1000 A.C., hasta Eustathius, año 1000 D.C.; diecinueve escritores de la
iglesia cristiana primitiva, desde Barnabás a fines del siglo primero, hasta Theophylact, del siglo
once; doce versiones del Nuevo Testamento, incluso la siriaca, árabe, egipcia, etiópica, latina,
gótica, armenia, anglosajona, persa, eslava, galesa, irlandesa y escocesa; setenta comentarios
famosos; treinta y dos notables teólogos y cincuenta y tres grandes historiadores.
“Porque somos sepultados juntamente con él a muer te por el bautismo; para que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, asi también nosotros
andemos en novedad de vida. Porque si fuimos plantados juntamente con él a la
semejanza de su muerte, asi también lo seremos a la de su resurrección.” Romanos 6:4, 5.
“Sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él.”
Colosenses 2:12.
Como lo confirma la mayoría de los grandes eruditos en el estudio de las Sagradas
Escrituras, aun aquéllos que practican el bautismo de los niñitos y por aspersión, la forma
original del bautismo fué por inmersión, significado que se expresa con toda claridad en
el vocablo griego que ha sido traducido bautismo en la versión castellana. Además, casi
todas las traducciones a los idiomas modernos proporcionan dicho significado.
Si queremos ser fieles a Cristo debemos hacer exactamente lo que nos dice su
Palabra, y no adoptar ninguna otra forma extraña. Como acto de lealtad al Señor,
debemos cumplir las ordenanzas tal como nos fueron entregadas por los apóstoles.
Gran perjuicio a la causa de Cristo han ocasionado aquéllos que declaran que se debe bautizar
en el nombre de Jesús solamente y que añaden que los que han recibido el bautismo en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no han sido bautizados según fórmula bíblica. Se trata de
un error peligrosísimo que ha surgido con el propósito de negar la doctrina bíblica de la Santa
Trinidad.
LA FORMULA
El Señor mismo dió a sus apóstoles la fórmula en Mateo 28:19, donde dice lo
siguiente: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén.” Y hacemos esto en el nombre de Jesucristo, es decir, en virtud del mandamiento
del Señor Jesús y de la autoridad que nos ha conferido.
LOS CANDIDATOS
Antes de abandonar este estudio fascinador, dediquemos unos momentos a las
personas que reúnen las condiciones necesarias para ser bautizadas. El orden divino es
muy simple. El pecador debe arrepentirse y creer primero, Marcos 1:15; Hechos 2:38.
Solamente los creyentes deben ser bautizados, Mateo 28:19; Marcos 16:16. Esta verdad
excluye el bautismo de los niños que son aún muy pequeños para arrepentirse y creer, e
invalida el “bautismo” de aquéllos que no estaban regenerados cuando se sometieron a él.
¿Explica esto el porqué los doce hombres en Efeso fueron bautizados de nuevo por
Pablo? Hechos 19:1–7.
Hechos 9:18; 22:16
No obstante, es recomendable que el recién convertido reciba instrucción en las doctrinas
cristianas fundamentales y en la vida práctica cristiana antes de ser bautizado en agua, lo cual
estará en plena armonía con las palabras de Cristo en Mateo 28:19; “Id, y doctrinad a todos los
Gentiles, bautizándolos.…” Dijo Felipe el eunuco: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Este
período de instrucción bíblica permitirá al pastor poner a prueba la sinceridad del candidato.
Ver. 27
“Indignamente.” Significa sin la consideración debida, tanto en lo que respecta al significado
como a lo sagrado de la ordenanza. Es decir, de una manera desordenada e irregular. “Será
culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.” En otras palabras, será culpable de participar de los
emblemas del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor con un corazón indigno, impío, en forma
sacrílega.
Ver. 28
“Pruébese cada uno.” El hombre debe hacer un examen cuidadoso de su conducta a la luz de
la Palabra de Dios. “Y coma así,” es decir, después de haber realizado ese examen de sí mismo.
Ver. 29
“Juicio come y bebe para sí.” No se trata aquí de castigo eterno, sino del castigo de Dios para
corregir al creyente, a fin de que no sea condenado “con el mundo.” Lea los versículos 31 y 32.
Romanos 6:3
San Pablo alude a la manera en que ordinariamente se confería el Bautismo en la iglesia
primitiva: por inmersión. El descenso al agua sugiere el descenso del cuerpo a la tumba, y el
ascenso sugiere la resurrección a la nueva vida. Es evidente que San Pablo ve algo más que un
simple símbolo en el rito del Bautismo. Como resultado de él, somos incorporados al cuerpo
místico de Cristo y vivimos una nueva vida.
Este comentario, traducido al castellano, se encuentra al pie de la pagina 415 del Nuevo
Testamento, revisión de la versión Chafioner-Rbeims, editada por eruditos católicos, bajo el
patrocinio de la Comisión episcopal de la Confraternidad de la doctrina cristiana. Lo publica la
St. Anthony Guild Press, Paterson, New Jersey, 1943.
Es así que el pan, alimento por excelencia es el símbolo más apropiado que el hombre
pudiera haber escogido. Y esto está de acuerdo con las palabras del Señor Jesús, que dijo:
“Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera. Yo soy el
pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” Juan 6:48–51.
“De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y
bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera
comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y
mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece,
y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me
come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo: no como vuestros
padres comieron el maná, y son muertos: el que come de este pan, vivirá eternamente.”
Juan 6:53–58. Lea también los versículos 32–35.
7. LA CENA DEL SEÑOR ENVUELVE LA SANIDAD. Si el creyente está enfermo
o afligido por sufrimientos corporales y puede discernir la virtud sanadora en el cuerpo de
nuestro Señor, tipificada por el pan, puede recibir la sanidad y fortaleza para su cuerpo
como así también para su naturaleza espiritual. 1 Corintios 11:30–32.
“Por lo cual,” es decir, debido al hecho de no comprender el verdadero significado del
sacrificio del cuerpo de Cristo, simbolizado por el pan. Su cuerpo es para proporcionar fortaleza,
salud y sanidad a nuestros cuerpos, a semejanza del cordero pascual, que preparó a los israelitas
para el éxodo. La sangre era para protegerlos del “destructor.” Versión Moderna. En la versión de
Worrell se encuen tra una nota aclaratoria con respecto a este versículo que dice así: “Muchos
están débiles y enfermos; no han sabido apreciar con toda su amplitud el significado de la
ordenanza, y no se han apropiado de su significado, tal como está simbolizado en el pan y el vino.
Por lo tanto muchos de los hermanos corintios no experimentan la virtud sanadora de Dios en sus
cuerpos, y es así que están débiles y enfermos. Y no pocos duermen, es decir, duermen el sueño
de la muerte.”
Joel 2:28, 29
El apóstol Pedro nos afirma que el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés se
produjo en cumplimiento de la mencionada profecía, la cual, en forma más general, se está
cumpliendo en nuestros días.
Isa. 35:7
Esta maravillosa predicción se ha cumplido con creces. Imaginémonos ríos de aguas vivas,—
aguas que imparten vida—que nacen del hombre o mujer que era un secadal hasta que el Espíritu
Santo descendió en su vida. Corrientes cual la del Nilo, del Amazonas o del Misisipí, que nacen
del hombre lleno “de toda la plenitud de Dios.” Efesios 3:19. El libro de los Hechos corrobora las
palabras de Jesús. Volvamos nuestros ojos al día de Pentecostés, a Samaría y en épocas
posteriores, a los grandes avivamientos de Lutero, Wesley, Spurgeon, Moody y Finney.
Así como existen muchos símbolos de Cristo, así también los hay del Espíritu Santo, tales
como el viento, la respiración, el agua y el fuego. He aquí algunos comentarios útiles:
“El apóstol Juan, asimismo, al presentar el contraste entre el bautismo en agua y el bautismo
en el Espíritu Santo y fuego, pone en evidencia la superioridad del ministerio y poder de Cristo
sobre el suyo. De la misma manera que el Espíritu y el fuego poseen más poder, penetración y
agudeza que el agua, así también la obra de Cristo es de carácter más elevado, más espiritual, más
penetrante y escrutadora que la de Juan, consumiendo la hez y produciendo una vida espiritual de
más elevado nivel, con sus correspondientes frutos y bendiciones.” Comentario escrito por el
señor W. Clark.
El Espíritu Santo. “Se trata de la fuerza más poderosa del universo para la renovación del
corazón y la creación del reino de Dios. Sería más fácil crear una primavera sin el sol que
producir el reino de Dios sin el Espíritu Santo. Y fuego. El fuego es el símbolo del Espíritu Santo.
El sol es fuego, el origen de la luz y del calor, purificante, saludable, la fuente de belleza,
comodidad, vida, fruto y de todo aquello que nos fortalece y alegra. El fuego se manifestó en
forma visible el dia de Pentecostés, como símbolo de la operación perpetua pero invisible del
Espíritu Santo en el corazón del hombre.” Comentario sobre el libro de Mateo, por Peloubet.
Traducción.
Por su parte el señor A. Maclaren ha dicho lo siguiente: “El fuego del Espíritu de Dios no es
energía punitiva que provoca el dolor y la muerte, sino omnipotencia misericordiosa que trae luz,
gozo y paz. El Espíritu que es fuego es el Espíritu que imparte vida … Cristo viene al mundo para
crear en el corazón del hombre una llama de amor entusiasta y divino, el cual jamás ha sido
presenciado por el hombre, e inspirarle de intenso fervor que ablandará los corazones de granito,
y que hará olvidar los intereses personales para dar lugar al renunciamiento de sí mismo y a la
consagración.” Sermones de la Biblia. Traducción.
En su libro “Exposición de las Sagradas Escrituras” el mismo escritor dice lo siguiente: “He
aquí el poder que produce el fervor interior sin el cual la virtud es únicamente nominal y la
religión un yugo. He aquí un contraste, no solamente con el bautismo de Juan, sino con todas las
religiones mundanas, con el formalismo inerte, que pretende esconderse tras el manto del decoro.
He aquí la consagración acompañada del entusiasmo. No se trata del fanatismo ignorante,
sombrío, sino una antorcha viva de naturaleza luminosa, que arde porque ha sido encendida por el
fuego inextinguible del amor de aquél que se dió a sí mismo por nosotros.” “El os bautizará en
Espíritu Santo y fuego.”
“En su unión íntima con el Hijo, el Espíritu Santo es el único agente por intermedio del cual
Dios quiere comunicar al hombre su propia vida, la vida sobrenatural, la vida divina, en otras
palabras, su santidad, su poder, su amor, su felicidad. Para este fin el Hijo opera exteriomente, y
el Espíritu interiormente.” G. F. Tophel.
9. COMPLETA SANTIFICACION
Las Sagradas Escrituras enseñan en sus páginas que el hombre debe vivir una vida de
santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mediante el poder impartido por el Espíritu Santo,
podremos obedecer el mandamiento que dice: “Sed santos, porque yo también soy santo.” Dios
desea que el creyente experimente completa santificación, y dicha santificación debe procurarse
seriamente mediante la obediencia al Señor. Hebreos 12:14; 1 Pedro 1:15, 16; 1 Tesalonicenses
5:23, 24; 1 Juan 2:6.
9. COMPLETA SANTIFICACION
Cierto escritor de mucho talento dijo en una oportunidad lo siguiente: “Si la
regeneración corresponde a nuestra naturaleza, la justificación a nuestra situación,1 y la
adopción a nuestra relación,2 luego la santificación tiene que ver con nuestro carácter y
conducta. Mediante la justificación se nos declara justos, a fin de que lleguemos a serlo
en la santificación. La justificación es lo que el Señor hace por nosotros, mientras que la
santificación es lo que hace en nosotros. La justificación nos coloca en relación justa con
Dios, mientras que la santificación exhibe los frutos de dicha relación, o sea una vida
separada del mundo pecaminoso y dedicada a Dios.”
1. LA SANTIFICACION TIENE UN SIGNIFICADO DOBLE: (1) Separación del
mal; (2) devoción a Dios. 1 Tesalonicenses 4:3. “Porque la voluntad de Dios es vuestra
santificación: que os apartéis de fornicación.” Lea asimismo 2 Crónicas 29:5, 15–18; 2
Timoteo 2:21; Exodo 19:20–22. En la santificación debemos limpiarnos de toda
inmundicia de carne y de espíritu y al mismo tiempo perfeccionar la santidad en el temor
de Dios. 2 Corintios 7:1. Mas no es suficiente separarse del mal, sino que aquello que ha
sido santificado debe ser dedicado al uso y al servicio de Dios. De esta manera leemos
con respecto a la santificación de una casa a fin de que fuera santa para el Señor; y la
santificación de un terreno para uso del Señor. Los primogénitos debían ser santificados
para Jehová, y hasta el mismo Jesús fué separado—santificado—por el Padre para que
cumpliera su voluntad en el mundo. Lea Levítico 27:14–16; Números 8:17; Juan 10:36.
2. EN UN SENTIDO LA SANTIFICACION ES UNA OBRA INSTANTANEA. “Y
esto erais algunos: mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados
en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” 1 Corintios 6:11. “En la
cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola
vez.” “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”
Hebreos 10:10, 14. Cuando creemos en el Señor Jesucristo y le aceptamos como nuestro
Salvador, somos justificados por la fe en él y nos presentamos ante Dios sin condenación
alguna en el alma. Somos regenerados, es decir, nacidos de nuevo por intermedio de la
operación del Espíritu Santo y la Palabra de Dios, y nos hemos convertido en nuevas
criaturas. “Mas si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión entre nosotros,
y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7, y por nuestra propia
voluntad nos separamos para servir a Dios, y Cristo es ahora nuestra “sabiduría, y
justificación, y santificación, y redención.” 1 Corintios 1:30. Por esta razón, todos los
creyentes son denominados “santos” en el Nuevo Testamento, y Pablo escribe a los
creyentes corintios, que están lejos de ser perfectos, denominándolos “santificados.” 1
Corintios 1:2.
3. EN OTRO SENTIDO, LA SANTIFICACION ES UNA OBRA PROGRESIVA,
QUE POR INTERMEDIO DEL ESPIRITU SANTO el Señor mismo lleva a cabo en
nuestro ser, hasta lograr en nosotros una semejanza perfecta con é1. Cuando creemos, la
santidad del Señor Jesús nos es imputada y estamos así “cumplidos” en el Señor,
Colosenses 2:10—o completos, según la Versión Moderna—contando en nuestro haber
con toda su justicia. Lea también Colosenses 1:28. Mas otra cosa es hacer que la santidad
11 Este término se refiere a nuestra situació n ante el Tribunal de Dios, es decir, se
nos considera justificados.
22 Este vocablo se refiere a nuestra relació n o lazo de parentesco en la familia divina.
Somos hijos.
del Señor se convierta en una realidad en nuestra vida.
Quizá sea éste un largo proceso durante el cual el creyente tenga que pasar por
muchas situaciones de diversa índole, algunas de las cuales envuelvan el castigo corrector
del Señor. En Hebreos 12:10 se nos dice con toda claridad que Dios nos castiga para el
propósito específico de que seamos partícipes de su santidad. Pablo nos exhorta: “creced
en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” 2 Pedro 3:18. En 2
Corintios 3:18 tenemos un texto muy dilucidador que demuestra la forma cómo Cristo
opera en nosotros por intermedio del Espíritu Santo, para transformarnos gradualmente
hasta obtener su gloriosa imagen. En 1 Tesalonicenses 5:23, 24, Pablo ora por estos
cristianos de Tesalónica, diciendo: “Y el Dios de paz os santifique en todo; para que
vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de
nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará.”
4. EL PROCESO DE SANTIFICACION ES REALIZADO POR AGENTES
DIVINOS Y HUMANOS. “Y el Dios de paz os santifique en todo.” 1 Thes. 5:23a. El
Señor Jesús dijo a su Padre lo siguiente: “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad.”
Juan 17:17. Dios purifica con la fe nuestros corazones. Hechos 15:9. Cristo ha sido hecho
“justificación” para el creyente, 1 Corintios 1:30, y por el sacrificio de sí mismo en la
cruz, santifica a los creyentes de una vez para siempre, Hebreos 10:10. “Cristo amó a la
iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla limpiándola en el lavacro del
agua por la palabra.” Efesios 5:25, 26.
Nuestra santificación no se realiza en nosotros sin la obra del Espíritu Santo. 1 Pedro
1:2. “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu.” El
Espíritu Santo viene a nuestro ser para hacernos partícipes de la santidad de Dios, y al
enseñarnos la verdad, tal como está presentada en las Sagradas Escrituras y aclarar
nuestra percepción espiritual, de manera que podamos contemplar al Señor, ese mismo
Espíritu crea en nuestro corazón el anhelo profundo de parecernos a nuestro Maestro.
Romanos 15:16.
5. NECESITAMOS COOPERAR AMPLIAMENTE CON LA TRINIDAD PARA
OBTENER NUESTRA COMPLETA SANTIFICACION. Somos santificados por la fe
en Cristo. Lea Hechos 26:18. Debemos limpiarnos de toda inmundicia de carne y de
espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios. 2 Corintios 7:1. Por su parte el
apóstol Juan nos dice. “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos
semejantes a él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en
él, se purifica, como él también es limpio.” 1 Juan 3:2, 3.
En Filipenses 3:12–14 Pablo afirma que no ha logrado aún la perfección absoluta y
que trata de alcanzar el objetivo para el cual había sido llamado por el Señor y añade:
“Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.”
6. DIOS HA PROPORCIONADO MEDIOS QUE ESTAN A NUESTRO ALCANCE
PARA OBTENER COMPLETA SANTIFICACION. “Santifícalos en tu verdad: tu
palabra es verdad.” Juan 17:17. El estudio de las Sagradas Escrituras, acompañado de la
oración y del oír atentamente los mensajes de la Palabra de Dios predicados por siervos
ungidos del Espíritu Santo está destinado a ser un medio hacia nuestra santificación.
Efesios 4:11, 12 nos demuestra que el Señor dió apóstoles, profetas, evangelistas,
pastores y maestros a la iglesia, para el propósito específico de perfeccionar a los santos.
En Hebreos 12:14 se nos aconseja seguir “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” En
el mismo capítulo se nos dice que el castigo es administrado por el Padre amoroso a fin
de producir en nosotros “fruto apacible de justicia.” (v. 11). En Romanos 6 y en 2
Corintios 6, y en otros numerosos pasajes se le exhorta al creyente a separarse de todo
mal y a dedicarse a Dios y su obra sin reserva alguna, cooperando de esta forma con Dios
en su santificación, a fin de obtener la medida de la plenitud de Cristo. Efesios 4:13.
Col. 3:5–14
“La santificación en la vida del creyente se produce cuando se ha consagrado completamente
al Señor. Vivamos por la fe, reconociéndonos muertos al pecado y vivos para Dios por intermedio
de Jesucristo, nuestro Señor, Romanos 6:11. Considero que la parte débil de la iglesia
pentecostal, cuando se trata de predicar la santificación, reside en el hecho de que se enseña la
doctrina de manera tan vaga que muchos no alcanzan a ver algo definido, que pudiera
experimentar en sus vidas. Me parece que si enseñamos que en lo que a posición respecta, fuimos
santificados cuando fuimos salvos, y que gradualmente somos santificados, y que finalmente
seremos santificados por completo en la gloria, la gente lo considerará como un proceso vago,
mientras que a mi entender la Biblia nos enseña que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros,
y que tenemos el privilegio de vivir en todo momento una vida victoriosa, al considerarnos
muertos al pecado, mas vivos para Dios por Jesucristo nuestro Señor. Mientras que por un lado
sabemos que la santificación es progresiva, por otro lado quisiera que se pusiera más énfasis en la
vida victoriosa, al ocupar vuestra posición en Cristo.” Ernesto S. Williams, en una carta dirigida
al autor.
10. LA IGLESIA
La iglesia es el cuerpo de Cristo, la habitación de Dios por intermedio del Espíritu Santo,
designada por decreto divino para el cumplimiento de la gran comisión. Cada uno de los
creyentes, nacido del Espíritu Santo, forma parte integral de la asamblea general e iglesia de los
primogénitos, quienes están inscriptos en el cielo. Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23.
10. LA IGLESIA
La palabra “iglesia” tiene diversos significados en el lenguaje moderno. Se la aplica a
un edificio, a una congregación, a una denominación y al cristianismo en general. Varios
de estos significados no aparecen en el Nuevo Testamento, en donde el vocablo iglesia no
se refiere nunca a un edificio, ni a una denominación ni al cristianismo en general.
Designa por lo general a una congregación local, organizada para adorar a Dios y para
observar las ordenanzas del evangelio y ejecutar los mandamientos del Señor. Mas unas
pocas veces se refiere a asambleas y con más frecuencia a todo el cuerpo de verdaderos
seguidores de Cristo, y en Hebreos 12:23, a los redimidos del cielo y de la tierra.
1. LA PALABRA IGLESIA, EMPLEADA EN SENTIDO UNIVERSAL, DESIGNA
EL CUERPO DE CRISTO. Efesios 1:22, 23; Colosenses 1:18, 19. La iglesia universal
invisible, de la cual Cristo es la cabeza, no es una organización, sino un organismo, pues
en cada uno de sus miembros palpita la vida de nuestro Señor Jesucristo, el cual dirige el
movimiento de todo el cuerpo en general y de cada creyente en particular, y comunica a
cada uno de los miembros del cuerpo su sabiduría, justicia, santidad, vida y poder. 1
Corintios 1:24, 30; Juan 6:32–35. Es así que mediante la unión vital con Cristo todo
creyente, aunque humilde o aislado, forma parte con los demás redimidos de un
organismo en el que vibra el amor y la gracia de nuestro Señor Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido, Juan 1:14, 16. Cada uno de los miembros de este cuerpo, por
insignificante que sea, tiene su parte en este gran organismo, y aquel miembro del cuerpo
que ocupa una posición prominente no debe despreciar al que ocupe un lugar más
humilde y obscuro, porque todos los miembros son necesarios para el bien común, como
lo afirma Pablo en forma tan categórica en 1 Corintios 12 y en Romanos 12.
La palabra “iglesia” del Nuevo Testamento corresponde al vocablo griego “ekklesia” que
procede de una forma que significa “llamados.” Esta palabra se aplica siempre a una
congregación, y nunca a edificios. En castellano se emplea a veces la palabra “asamblea” en el
mismo sentido.
Heb. 13:7, 17
El apóstol Pablo mencionó repetidamente que el Señor le había llamado al ministerio, y que
le había hecho apóstol. Hechos 26:16–18; Romanos 1:1; 1 Timoteo 1:12; 1 Corintios 9:16, 17.
Eze. 36:24, 28
Nota: Los investigadores más piadosos de la profecía afirman que los judíos retornarán a
Palestina en incredulidad, como está ocurriendo ahora. Expresan asimismo que el Anticristo hará
un pacto con ellos, para luego repudiarlo y que concentrará a las naciones con el fin de destruir
completamente a los judíos. Afirman también que cuando los judíos se vean confrontados con la
destrucción completa y la extinción, comprenderán que han caído como nación en el terrible
pecado de la incredulidad, que han rechazado a Jesucristo, y llorarán y se lamentarán entonces
con profundo dolor, y clamarán a Dios para que envíe de vuelta a su Hijo para que se constituya
en el Libertador, y que le recibirán como el Salvador y Rey.
Se podrían mencionar muchos versículos para apoyar este punto de vista. Aquéllos que
deseen profundizar sus conocimientos en este tema deben leer el libro Jesús viene, escrito por
Blackstone y Daniel y Revelación, de la pluma de la señora Sunshine L. de Ball.
Apoc. 20:11–15
* Se cree en general que la traslación de la iglesia se producirá antes de que Cristo retorne a
la tierra para establecer su reino milenario.
APENDICE
LA EPOCA DE LA TRASLACION
1. El arrebatamiento o traslado de la iglesia se conoce con el nombre de traslación. El
término arrebatamiento procede de las palabras del versículo que se encuentra en 1
Tesalonicenses 4:17.
2. Hasta época reciente, todos los grupos religiosos, incluso el pentecostal, que se
adherían a las enseñanzas de los santos se produciría antes de la gran tribulación,
fundamentales de la Biblia, afirmaban que la traslación Las Asambleas de Dios, en una
reunión general de presbíteros, celebrada en el año 1932, recibió un informe de que en
cierta parte del país algunos hermanos predicaban y enseñaban que los creyentes debían
de pasar por la gran tribulación, y lo hacían con tal énfasis que habían provocado
perturbaciones, divisiones y hasta la separación de algunos. Después de considerable
discusión, los presbíteros generales aprobaron por unanimidad la siguiente resolución:
“Que afirmamos nuestra posición respaldando en forma amplia la Declaración de
Verdades Fundamentales, y la declaración en ella expresada en el sentido de que creemos
en el retorno personal e inminente de nuestro Señor Jesucristo, como la bendita esperanza
de la iglesia y que desaprobamos la doctrina propugnada por algunos de nuestros
ministros, en el sentido de que los creyentes deban pasar por la gran tribulación.” Se
sacaron copias de esta declaración, las cuales fueron enviadas a todos los ministros
pertenecientes al Concilio. Los presbíteros generales, en la asamblea realizada en el año
1935, reafirmaron la medida adoptada en 1932.
3. La posición adoptada por las Asambleas de Dios se basa, en términos generales, en
lo siguiente:
(a) La palabra “inminente,” a que nos referimos más arriba, empleada en la
Declaración de Verdades Fundamentales—artículo 5, sección 13 intitulada “La Bendita
Esperanza,”—ha significado para nosotros que la traslación está próxima y que puede, en
lo que a nosotros respecta, ocurrir en cualquier momento. Aun en la época de Pablo la
iglesia estaba en actitud de expectativa, esperando “a su Hijo de los cielos.” 1
Tesalonicenses 1:9, 10; 1 Corintios 1:7. Pablo se coloca a sí mismo entre los creyentes
que quizá se encuentren en la tierra en la época de la traslación. “Luego nosotros, los que
vivimos, los que quedamos …” 1 Tesalonicenses 4:17. “Todos ciertamente no
dormiremos, mas todos seremos transformados.” 1 Corintios 15:51. Las señales de su
venida se cumplirán antes del retorno visible del Señor, mas no necesariamente antes de
su retorno secreto en busca de los suyos. “Y cuando estas cosas comenzaren a hacerse,
mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.” Lucas 21:28.
Nuestra redención se completará durante la traslación, la cual, como todos lo admiten, se
producirá antes de la revelación o aparición visible de Cristo.
(b) Si decimos que la traslación se producirá después de la tribulación, no podremos
“levantar nuestras cabezas,” y “esperar a su Hijo desde el cielo,” porque estaremos
esperando primero el comienzo de la tribulación. De esta manera la tribulación puede ser
inminente, mas la traslación remota, o por lo menos lo suficientemente distante como
para ocurrir después de la tribulación, que según algunos durará 7 años y otros tres años y
medio. Si la tribulación no ha llegado todavía, no podemos comenzar a “esperar a su Hijo
desde el cielo,” porque sabremos que el Señor no vendrá por lo menos por tres años y
medio. Este punto de vista no podrá armonizar jamás con la inminencia de la traslación.
(c) No negamos que los creyentes quizá tengan que sufrir la persecución, porque
Cristo dijo que sus seguidores serían perseguidos, y que en el mundo tendrían
persecución y tribulación, Mateo 10:21–25, 34–36; Juan 16:33. En la actualidad, el
pueblo de Dios sufre grandes persecuciones en diversas partes del mundo, y algunos
están sellando su testimonio con su propia sangre, otros languidecen en prisiones, o
consumen su existencia en la lejana Siberia. Mas esto no es la gran tribulación de la que
hablaba nuestro Señor, Mateo 24:21, 29. En Apocalipsis 7:14 la versión castellana se
refiere a la “grande tribulación,” que en el original griego indica LA TRIBULACION
GRANDE por excelencia. Se trata entonces de algo más que las tribulaciones que la raza
humana ha tenido que soportar desde los albores de la historia, Hebreos 11:33–38. Es de
esta tribulación que el Señor promete liberar a su pueblo. “Porque has guardado la
palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir
en todo el mundo, para probar a los que moran en la tierra.” Apocalipsis 3:10. “Velad
pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que
han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.” Lucas 21:36.
Nota: Ni la versión castellana de Cipriano de Valera ni la del rey Jacobo I en inglés escriben
con letra mayúscula los pronombres referentes a la Deidad. A veces aparece en ambas versiones
con minúscula la palabra Espíritu, cuando este vocablo se refiere al Espíritu Santo. Se ha
preguntado qué reglas se emplean en los idomas griego y hebreo para el uso de mayúsculas. El
hebreo consta solamente de letras mayúsculas. En lo que al griego respecta, muchos de los
manuscritos antiguos aparecen redactados en letras mayúsculas únicamente, mientras que en
algunos se observa un limitado número de letras minúsculas. De ahí que los traductores de la
Biblia tuvieran que determinar por el significado de las palabras, el uso de mayúsculas o
minúsculas.