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LAMISA ,
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SU CELEBRACION EXPLICADA
Lucien Deiss

EDICIONES PAULlNAS
ten en el mundo y que oprimen a los pobres? 25 ¿Creemos
que las naciones más ricas deben acudir en ayuda de las
más pobres? No obstante, tal es la enseñanza en la encícli-
ca Sollícitudo reí socialís. Tales afirmaciones nos compro-
meterían más que la afirmación de que el Hijo es consus-
tancial con el Padre ... Por otro lado, existen numerosas
profesiones de fe en el Nuevo Testamento: tienen 19- incom-
parable dignidad de la palabra de Dios. Si las palabras y los
errores que aquéllas combaten pasan como un torbellino
por el viento de la historia, sólo la palabra de Dios "perma-
nece por siempre" (Is 40,8). Señalemos, finalmente, que la
mejor confesión de fe es la celebración misma de la euca-
ristía. Las plegarias eucarísticas II y IV proponen, además,
excelentes fórmulas de Credo centradas no sobre discu-
siones teológicas, sino en la historia de la salvación.
Dicho esto, no es necesario quitar el pan de la boca de
los niños: si una comunidad se complace en cantar el Cre-
do en latín, ¿por qué no dejarla que se aferre a ese pan?
Sobre todo si a la vez se compromete a vivir según el
vangelio, lo que resulta la mejor profesión de fe.

La plegaria universal
La restauración de la plegaria universal es segu-
ramente uno de los mayores logros de la reforma
litúrgica. El Ordo de la misa la presenta así: "En la
plegaria universal, el pueblo, ejerciendo su función
sacerdotal, suplica por todos los hombres ... Las in-
intenciones serán habitualmente por las necesidades
de la Iglesia, por los dirigentes de los asuntos públicos
y la salvación del mundo entero, por todos aquellos
que están abrumados por una dificultad, por la co-
munidad local" 26.

26 PGMR 45,46.

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Esta plegaria es una herencia directa de la tradición
judía, que gustaba de añadir a sus bendiciones plega-
rias de petición 27. Gozó de tal favor que se multiplicó
desmesuradamente. Así, las Constituciones apostóli-
cas (hacia el año 380) presentan, antes de la plegaria
eucarística, una plegaria en forma de letanía por los
catecúmenos y otra por los fieles, y después de la
plegaria eucarística, una tercera dicha por el obispo
y una cuarta dicha por el diácono 28. La multiplicación
de estas plegarias en forma de letanía implicó, con el
tiempo, una cierta devaluación de la estima de que
gozaban.

Plegaria universal y "Kyrie"


En Roma, la plegaria universal desapareció de la misa
hacia el siglo vi. En esa misma época apareció el Kyrie al
principio de la misa. Pero todavía no se ha podido precisar
cuál era la relación entre estas dos formas de letanía. La
bruma de la historia no se ha disipado todavía por encima
del horizonte de estas plegarias.
Al restaurar a la vez la plegaria universal y el Kyrie bajo
forma de letanía, el Vaticano II pone fin a catorce siglos de
indolencia litúrgica.

Plegaria universal y palabra de Dios


Se encuentran, después de la consagración, otra serie
de intercesiones por el papa, los obispos, los sacerdotes,
los difuntos y todo el pueblo de Dios.
Para que todas esas intercesiones no formen un doblete

27 Cf, por ejemplo, la oración de las Dieciocho bendiciones o la


bendición que acompaña al Shema Israel, en L. DEISS, Printemps de la
liturgie, Ed. du Levain, 1979, 18·26.
28 Ver Printemps de la liturgie, o.c., 212-215 y 224-226.

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con la plegaria universal, es necesario que ésta sea enri-
quecida e iluminada por la Palabra que acaba de ser procla-
mada. El Ordo de la misa dice muy correctamente: "El
pueblo, alimentado por la Palabra, suplica con la plegaria
universal por las necesidades de la Iglesia y por la salvación
del mundo entero" 29.

Primera plegaria en forma de letanía


en la tradición postapostólica

Te rogamos, oh Señor,
que seas nuestro socorro y nuestro apoyo.
A los afligidos, sálvalos;
de los humildes, compadécete.
A los caídos, levántalos;
a los necesitados, manifiéstate.
A los enfermos, cúralos;
a los extraviados de tu pueblo, conviértelos.
Sacia a los que tienen hambre,
liberta a los que están cautivos.
Levanta a los débiles,
consuela a los que tienen miedo.
Que todos los pueblos reconozcan
que tú eres el único Dios,
que Jesús es tu Hijo
y que nosotros somos tu pueblo
y ovejas de tu rebaño.

CLEMENTE DE ROMA (hacia el 95-98),


1 Carta a los Corintios LIX
Traducción del griego: C1~sAR VIDAL MANZANARES

29 PGMR, 33.

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Plegaria universal, misterio de amor

Cada iglesia particular, afirma el Vaticano II, debe


"representar del modo más perfecto posible a la Igle-
sia universal" 30. Signo de la Iglesia universal, cada
comunidad debe ser también signo de su plegaria
universal. En cada comunidad, incluyendo la más hu-
milde y pequeña, reposa, por lo tanto, el porvenir de
la Iglesia y de la humanidad: la comunidad inter-
cede ante Dios por varias decenas de millares de
hombres.
Esta plegaria es denominada universal no tanto
porque se haga cargo de todas las intenciones de
todos los miembros de la comunidad celebrante, sino
porque, en primer lugar, todos los miembros se ha-
cen cargo de las necesidades de todos los hombres.
No se limita, por lo tanto, a presentar ante Dios las
plagas y defectos de todos sus miembros: es la plega-
ria católica, es decir, universal, de este pueblo sacer-
dotal en favor de todo el universo. Entre él y las
naciones de la tierra, Dios ha colocado a las comuni-
dades cristianas, por pequeñas que sean. Entre él y
las penas de los hombres, Dios ha colocado la inter-
cesión de la comunidad más pequeña. La plegaria
universal es el misterio de amor que liga a esta comu-
nidad con el universo.
Recuerda también el misterio de la euc~ristía. De
la misma manera que, en efecto, la sangre de Cristo
es derramada no sólo por la salvación de la comuni-
dad celebrante, sino también por la de toda la huma-
nidad, igualmente la plegaria universal intercede simi-
lar mente por toda la humanidad.
Por supuesto, no se olvidan las intenciones partí-

30 Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 20.

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culares y personales. Más bien resultan mejor acogi-
das por Dios por cuanto se integran en la plegaria
universal.
Ya se sabe, el oído de Dios es fino, tan fino que
discierne en medio de las intenciones más generales
cada voz que grita hacia él, que distingue en el in-
menso clamor de los hombres que sube hasta su
trono la queja más humilde, aquella que apenas se
atreve a murmurar su dolor, aquella que esconde su
rostro. "Un mísero gritó: el Señor lo escuchó" (Sal
34,7), ésa es la regla de la plegaria universal.
En la celebración de la Palabra, la comunidad pre-
senta su rostro a Dios y deja que se dibuje en él,
como si se tratara de un espejo, los rasgos del men-
saje divino. En la plegaria universal, le presenta ese
rostro marcado por la Palabra. Cuando el rey Eze-
quías, en los tiempos de Isaías, recibió la carta de
Senaquerib anunciándole que los asirios iban a in-
cendiar Jerusalén y pasar a sus habitantes a cuchillo,
subió al templo, desplegó la carta ante el Señor y
dijo: "Abre, [oh Señor!, tus ojos y mira" (2Re 19,16).
En la plegaria universal la comunidad presenta su
rostro conformado por la Palabra y le dice de manera
similar: "Abre, ¡oh Señor!, tus ojos y mira".

Conclusión: la apuesta

En 1973, cuando tenía ochenta años, el padre


B. Botte, que fue un gran artesano de la reforma
litúrgica, escribía: "Imaginar que la Iglesia experimen-
tará una brusca mutación, tras la cual se convertirá
en una comunidad de santos, es una ilusión peligrosa.
Basta con leer la parábola de la cizaña para conven-
cerse de ello. Pero hay otra parábola que me propor-

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ciona confianza: es la del sembrador. Yo creo en el
poder de la palabra de Dios ... Hay mucha buena
tierra ávida de abrirse a la semilla de la palabra de
Dios; basta con que se la den. Es lo que pide el
concilio: una predicación inspirada por la palabra de
Dios, que aclare y nutra la fe de los fieles.·Ahí se
encuentra, en mi opinión, el problema mayor de la
reforma litúrgica" 31.
Son palabras de sabiduría.

31 B. BOTTE, Le mouvement liturgique, Desclée et Cie., París 1973,


207·208.

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