Está en la página 1de 8

Consigna:

Primera parte: articulación entre espacio de Prácticos y Teóricos


“La chispa creadora de la metáfora brota entre dos significantes de
los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la
cadena significante…” (“Instancia de la letra…”)
Desarrolle esta cita de Lacan considerando el enunciado “El
inconciente está estructurado como un lenguaje” , articulando con el
concepto de Metáfora Paterna y su consecuencia en relación a la
falta en Hamlet, el ghost del padre, Gertrudis, Laertes y Ofelia.
Segunda parte: De Seminarios es un tema a desarrollar y no es
necesaria la articulación con prácticos y teóricos.
Los temas pueden ser los siguientes:
Desarrollo de la femineidad en Freud.
El fetichismo en Freud y la re-lectura desde Lacan
Falo Simbólico
Esquema del Velo
Significante Fálico - Mascarada e Impostura
El objeto agalma
Erótica Platónica Erastes y eromenos
La metáfora del amor.
Las dos fórmulas de la división subjetiva
El falo como una de las traducciones posibles de la falla original
De una falta irreductible al significante,
El vicio de estructura.
Esquemas de la división subjetiva
Psicoanálisis Escuela Francesa – Cátedra II
Prof. Titular Regular a cargo: Prof. Osvaldo
Delgado

Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires

Parcial Domiciliario

Autor: Pontoriero, Federico

E-mail: fedeponto@hotmail.com
“La instancia de la letra en el inconsciente…” (1958) forma parte central de la
iniciativa de Lacan por reivindicar lo simbólico en el psicoanálisis frente al
postfreudismo que, de acuerdo a su lectura, se había perdido por los derroteros
de lo imaginario. Que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje es
también una toma de distancia del postfreudismo, que lo consideraba sede de
los instintos, un continente cuyos contenidos podían ir extrayéndose uno a uno.

En este texto Lacan toma a Saussure para pensar cuáles son las leyes del
lenguaje que se descubren en el inconsciente. Toma su idea de que el lenguaje
es una estructura y afirma que éste preexiste al sujeto, que estará “sujetado” a
él. El carácter de estructura está dado por el hecho de que el valor de cada una
de sus unidades depende de su posición en el conjunto, se trata de una
combinatoria. Un significante solamente vale por estar diferenciado de otro y lo
mismo sucede con la significación. El significante como teniendo un valor
negativo y relativo puede pensarse desde la “Verneinung” freudiana en relación
al juicio de atribución que trabaja por oposiciones. En esta línea también
continúa Lacan cuando conceptualiza el rasgo o trazo unario siendo el punto
mínimo de la estructura del lenguaje. Tal como una mónada leibniziana.

La construcción saussureana del signo lingüístico como compuesto por un


significante inseparable de un significado es puesta en cuestionamiento por
Lacan ya que el algoritmo sufre una inversión que indica la función activa del
significante en la determinación del significado. En la formulación lacaniana la
barra que separa a ambos deviene una "barrera resistente a la significación".
Barrera que remite a la represión freudiana por un lado y, por otro a la
inexistencia de un sentido propio, dado el carácter estructural del lenguaje.

Es importante distinguir el eje sintagmático o diacronía y el eje paradigmático o


sincronía en el lenguaje. Es así como Lacan piensa a la metáfora y la
metonimia, ya que define a la primera como una sustitución de un significante
por otro y a la segunda como un desplazamiento entre un significante y otro.
En sus fórmulas Lacan escribe la metáfora como un plus de sentido producto
de la superación de la barrera de la significación; a partir del sinsentido un
sentido nuevo, algo que no hubiera estado presente de haberse limitado el
hablante a utilizar un deslizamiento metonímico, razón por la cual la metonimia
está escrita con un menos de sentido, no atravesando la barrera de la
significación. Dice Lacan (1958): "…o sea la estructura metonímica, indicando
que es la conexión del significante con el significante la que permite la elisión
por la cual el significante instala la carencia de ser en la relación de objeto,
utilizando el valor de remisión de la significación para llenarlo con el deseo vivo
que apunta hacia esa carencia…” Es el deslizamiento entre los significantes el
que inaugura una falta de ser en el sujeto, es decir el deseo, ya que es el sujeto
mismo el que se desplaza. Eso que se suprime es también lo que hace que la
metonimia sea solidaria con la represión. En la metáfora aparece lo que Lacan
llama la chispa creadora que "brota entre dos significantes de los cuales uno se
ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el
significante oculto sigue presente por su conexión metonímica con el resto de
la cadena", esto es lo que se puede observar en el síntoma.

Es producto de la preexistencia del lenguaje con respecto al sujeto y de la


carencia en ser de éste, tal como se dijo, que se puede pensar al inconsciente
como estructurado como un lenguaje. Para precisar de qué se trata el
inconsciente freudiano Lacan retoma de Freud lo que llama "la función de la
causa" (Lacan, Seminario 11). En la perspectiva filosófica hablar de causa
siempre deja una hiancia, algo que falta, un vacío. A su vez afirma que no se
puede racionalizar del todo: "Cada vez que hablamos de causa siempre hay
algo anticonceptual, indefinido…En suma sólo hay causa de lo que cojea. Pues
bien, en ese punto que intento hacerles atinar por aproximación se sitúa el
inconsciente freudiano, en ese punto donde, entre la causa y lo que ella afecta,
está siempre lo que cojea" (Seminario 11). Lo que interrumpe y falla es lo que
manifiesta algo del orden del sujeto de la cadena significante y del deseo
metonímico. Es entre los significantes que el sujeto emerge, e inmediatamente
algo de esa hiancia se cierra de nuevo. Es por eso que Lacan define al
inconsciente, cuando es preguntado por su estatuto ontológico, como pulsátil y
evanescente. El punto de la temporalidad es también fundamental, ya que en el
lenguaje lo dicho se resignifica en el transcurso de la frase, hasta que el Otro
no devuelva el mensaje del sujeto en forma invertida el sentido no se cierra.
Este carácter atemporal, donde el después le da nuevos sentidos al antes es
también propio del inconsciente, tal como ya lo había dicho Freud.
Durante la primera parte de la obra de Lacan, donde la primacía es del registro
simbólico, la metáfora más importante es la paterna (1999). En ella el
significante del nombre del padre reemplaza al del deseo de la madre. Esta es
la manera de reconceptualizar el Edipo freudiano en términos de la ley
significante. Uno de los puntos más importantes a aclarar es que se trata de
funciones simbólicas que, aunque deben estar encarnadas, no implican
necesariamente la presencia física del agente en cuestión. El padre de la
realidad puede estar ausente y sin embargo el padre en tanto que simbólico
puede realizar su función. Los elementos del Edipo son siempre cuatro: el niño,
la madre, el padre y el falo. Este último término es el que hace la diferencia con
respecto a la manera en la que se pensaba al Edipo en la tradición
postfreudiana, en términos imaginarios. El resultado de esta operación será la
emergencia de la significación fálica, que nombra un vacío constitutivo del
sujeto. Lacan distingue un primer momento en el que el niño viene al lugar de
ser el falo imaginario de la madre (menos phi), aquello que la madre desea, lo
que necesita para estar completa. En esta instancia Lacan dice que el niño es
súbdito, ya que está alienado en el deseo del Otro. La madre es el Otro
completo, y el niño para satisfacerla se convierte en su falo. En este momento
la función del padre aún no entra en acción. En un segundo tiempo el padre
aparece como prohibidor, para la madre “no reintegrarás tu producto” y para el
hijo, “no te acostarás con tu madre” El deseo de la madre pasa a sostenerse en
la ley paterna, lo cual permite que el niño salga de la posición de falo
imaginario de ella y tenga su propio deseo ya que a partir de allí el sujeto se
preguntará quién es. La castración es pensada como imaginaria pero se hace
efectiva simbólicamente ya que en este tiempo el padre aparece como una
figura omnipotente que representa la ley, incluso aunque esté mediatizado por
la madre. El padre pasa de ser la ley a transmitirla en el tercer tiempo lo cual le
permite al niño identificarse con él y llevar “los títulos en el bolsillo”. Aquí es
donde se inscribe en el inconsciente el falo como simbólico.

En Hamlet (Lacan, 2000) se ve que la no regulación del goce en la madre y la


encarnación de un padre que sabe, que es la ley, no que la representa y la
transmite, lo llevan a no poder realizar su acto y a quedar atrapado en la
demanda, sin posibilidad de desear. Las revelaciones del ghost del padre lo
llevan a ver aplastado su deseo por la demanda. Lo que está más allá deja de
existir para él, aquello que no es articulable a los significantes, aunque está
articulado, el deseo. La gran diferencia con Edipo es que Hamlet sabe, y en
eso radica su drama. Tiene que pagar las deudas del padre, que fue asesinado
sin posibilidad de arrepentirse de sus pecados, pero "no puede ni pagar el
mismo, ni dejar la deuda impaga" (Lacan, 2000). Algo de su fantasma vacila y
se encuentra con el S(A/) del piso superior del grafo del deseo sin mediación.
El juramento que le hace al padre excluye el deseo y lo somete a la demanda,
lo cual se ve en la manera en la que rechaza a Ofelia, objeto de su deseo.
Lacan afirma que el problema de Hamlet no es el deseo por la madre sino el
deseo de la madre. No puede entender cómo ella puede haber reemplazado a
su padre con Claudio, un padre omnipotente por un hombre de baja categoría.
Si su encuentro con Ofelia marca la vacilación fantasmática, el encuentro con
la madre da cuenta a nivel del deseo de este drama. Gertrudis se presenta
como desconociendo el duelo, como siendo puro goce, dándole igual un
hombre u otro. Lacan afirma que es una “genital” aludiendo a los
postfreudianos que creían que había una pulsión genital que tendía a la
síntesis de las demás pulsiones dirigiéndolas a un objeto total. Frente a las
palabras que le dirige su hijo Gertrudis cede pero Hamlet no está en
condiciones de hacerse cargo de su deseo, el d cae sobre el A ya que el grafo
está aplastado.

Para que el deseo reaparezca y el fantasma se reconstituya serán necesarias


las identificaciones imaginarias que produce Hamlet en relación a Luciano en la
play scene, donde se representa una obra que emula el asesinato del padre de
Hamlet a manos de Claudio, Luciano es el que realiza el acto que Hamlet no
puede realizar; y con Laertes durante la escena del cementerio. Pero las
identificaciones imaginarias no bastarán, es necesario que Hamlet duele la
muerte de Ofelia, que murió presumiblemente por su propia mano luego del
rechazo de Hamlet y de que éste matara a Polonio, su padre. La escena del
asesinato de Polonio da cuenta de que Hamlet no tiene problemas para matar,
con lo cual su procastinación está en relación al deseo. Muerta Ofelia el
fantasma de Hamlet se restituye ya que, en tanto que objeto perdido, pasa a
ocupar en él el lugar de objeto causa de deseo, objeto a tal como lo postulará
Lacan en el seminario 10. Se trata de un objeto real, no ya imaginario. Este
hecho, que se sucede a causa del duelo es lo que le da a Hamlet la posibilidad
de realizar su acto.

Seminarios: Falo simbólico: Lacan parte en el seminario IV (1994) del fetiche


para hablar del falo simbólico ya que es el sustituto de la castración de la
madre, del pene que no tiene. Lacan (1994) : “...no se trata en absoluto de un
falo real que, como real, exista o no exista, sino de un falo simbólico que por su
naturaleza se presenta en el intercambio como ausencia, una ausencia que
funciona en cuanto tal” ya que es solo dentro de un orden simbólico que puede
presentarse una falta. En lo real a las mujeres no les falta nada. Pero que se
inscriba como ausencia no implica que la mujer quede por fuera del orden
fálico, se encuentra en él pero “no teniendo”. Distinto es el falo imaginario, ya
que si este fuera el que opera, las mujeres no podrían ir más allá de la envidia
del pene. Dice: “…porque entra en la dialéctica simbólica de tener o no tener el
falo, así es como la niña entra en esa relación ordenada y simbolizada que es
la diferenciación de los sexos…” El falo que cuenta en el Edipo para el niño
también es el falo simbólico, entonces, su órgano, el pene, también queda
atrapado por la dialéctica simbólica aunque también de lo imaginario, en el
temor a perderlo. A la altura de este seminario aún no se trata de un
significante, eso será a partir de la metáfora paterna en el seminario siguiente,
sin embargo ya se ve que el falo simbólico es el sustituto de algo que no está.
Nombra una falta, por eso Lacan lo definirá como significante de la falta del
Otro (1987) y como nombrando el conjunto de las significaciones. Luego podrá
verse que el falo tiene una función de velo (Seminario X) frente al objeto a, que
es lo que le falta al Otro. La pérdida original producto de la entrada en el
lenguaje que preexiste al sujeto. A partir de esto puede pensarse que la
inscripción o no del falo, Nombre del Padre mediante, definirá la estructura del
sujeto. Un neurótico podrá interpretar ese agujero en lo real que es el objeto a
como falta, no así un psicótico. El falo permitirá, a su vez, que la significación
no sea fija, sino que haya posibilidad de metáfora. En la psicosis se observa
que esto no opera, ya que el sujeto se encuentra con una significación fija,
significantes que no hacen cadena, son completamente vacíos o tienen una
significación plena.
Bibliografía:

Lacan, J.: El Seminario de Jacques Lacan. Libro IV: La relación de objeto,

1956-1957, Editorial Paidós, Barcelona, 1994.

Lacan, J.: El Seminario de Jacques Lacan. Libro V: Las formaciones del

inconsciente, 1957-1958, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999.

Lacan, J. (1958) «La instancia de la letra en el inconsciente o la razón en


Freud», en Escritos I, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 1987

Lacan, J. (1958) «La significación del falo», en Escritos II, Siglo Veintiuno
Editores, Buenos Aires, 1987

Lacan, J.: El Seminario de Jacques Lacan. Libro VI: El deseo y su


interpretación 1958-1959, Paidós, Buenos Aires, 2000.

Lacan, J.: El Seminario de Jacques Lacan. Libro X: La angustia 1962-1963

Lacan, J.: El Seminario de Jacques Lacan. Libro XI: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis 1963-1964

También podría gustarte