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Pneumatología

Apuntes de clase 05/AGO


Pneuma proviene del griego y significa viento, aire, soplo. Posteriormente este término fue
aplicado al Espíritu Santo. (Pneuma, Ruah y Spiritus)
Hay poca relación con el Espíritu Santo, en comparación con el Padre y el Hijo, debido a
que es poco conocido.
El Espíritu Santo tiene la misma dignidad que el Padre y el Hijo.
Es necesario, primeramente, adentrarnos en la cuestión del Hijo, quien no fue creado, sino que
existe desde todos los tiempos, no hubo tiempo en que no existió el Hijo
La expresión “nacido del Padre”, que figura en la fórmula del Credo significa la generación
eterna, es decir, una gestación no producida en el tiempo sino en la eternidad. En Dios nunca
hubo un antes.
El Hijo tiene la misma naturaleza que el Padre.
Es necesario superar el subordinacionismo; no hay subordinación. Las tres personas tienen la
misma dignidad.
El triteísmo es distinto al trinitarismo, pues es en el primero se habla de tres dioses, en
cambio, en la Trinidad hay un monoteísmo.
Apuntes de clase 12/AGO
El término Ruah, al igual que pneuma, son femeninos. La acepción Spiritus se masculiniza.
En la práctica, el Espíritu Santo es muchas veces relegado. Todos deberíamos dar importancia
al Espíritu Santo. San Juan Pablo II afirmaba en su pontificado que el Espíritu Santo es el
alma de la Iglesia.
Nosotros creemos en un solo Dios en tres personas distintas; no hay jerarquías en la Trinidad,
todos tienen la misma importancia.
Hay una esencia (aquello que hace que una cosa sea lo que es) y tres personas.
En Dios, la esencia es igual que la existencia, en nosotros, no.
Hay que distinguir dos términos:
Trinidad inmanente: Lo que la Trinidad es en sí misma.
Trinidad económica: Modo en el que la Trinidad se revela a los hombres en la historia.
En Dios hay dos procesiones
Por la vía intelectiva: Dios Padre tiene idea en sí mismo que concibe reflexionando sobre sí
mismo. Este concepto se transforma en una persona: el Hijo, es decir, el Verbo, entonces, por
la vía intelectiva el Padre concibe al Hijo.
Por la vía volitiva: Tiene relación con el amor. Del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo.
EL amor es una persona.
En Dios hay conocimiento y amor.
Persona está estrechamente ligado con la esencia.
Existen cuatro relaciones en la Trinidad
1° relación. Paternidad: Dios es Padre porque crea, porque engendra.
2° relación. Filiación: El Hijo unigénito es engendrado antes de todos los siglos en la
eternidad.
3° relación. Espiración Activa: Referido al Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo.
4° relación. Espiración Pasiva: El Espíritu Santo contempla al Padre y al Hijo, es el amor
porque procede del Padre y del Hijo.
OBSERVACIÓN
En Dios hay una esencia.
En Dios hay dos procesiones.
En Dios hay tres personas distintas.
En Dios hay cuatro relaciones.
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EL ESPÍRITU Y RUAH EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
            ¿Cómo ha encontrado la biblia las palabras que le permiten evocar las realidades
divinas, invisibles e inefables? La revelación del ser y de la acción del Espíritu Santo no es
más que un ejemplo entre otros de la manera con que los autores bíblicos han expresado la
presencia de Dios en su creación a partir de una, palabras muy simples Como todo lenguaje,
es a partir de la experiencia cotidiana y luego de la experiencia histórica como estas palabras
se vieron cargadas de una experiencia muy distinta en donde se manifestaba el don del
creador a su criatura. Cuando se acaba la biblia con el testimonio de los escritos joánicos, está
ya constituido un lenguaje teológico al que la Iglesia se referirá siempre para expresar la
acción de Dios de la que vive.
EL ESPÍRITU Y EL SOPLO
¿Qué es lo que significa en el cuarto evangelio el término del Espíritu Santo (pneuma
hagion) que también emplean, aunque con menor frecuencia, Pablo y los Hechos? EnJn 3, 6-
8, en la conversación de Jesús con Nicodemo, nos pone él mismo sobre la pista «Lo que ha
nacido del Espíritu (pneuma) es espíritu. El viento (pneuma) sopla por donde quiere, oyes su
voz, pero no sabes de dónde viene ni a donde va. Así ocurre con todo el que ha nacido
del pneuma» El evangelista utiliza adrede la misma palabra para el viento que sopla y para el
Espíritu.
De aquí se ha deducido con frecuencia que el soplo era la imagen material por la que la biblia
habla del Espíritu Santo. Realmente, en los Hechos, pentecostés comienza con «un ruido
como el de un viento violento» (Hch 2, 2). Pero luego ya no se habla de él, y por otra parte no
se trata de un soplo, sino de un ruido. Por tanto, la biblia ha recurrido a más de una imagen
para hablar del Espíritu Santo. Este Juego de imágenes, escogidas siempre con precisión, es el
que hemos de seguir si queremos abrirnos a la doctrina bíblica del Espíritu Santo.
Se sabe que el Nuevo Testamento ha sacado su vocabulario teológico de la traducción griega
del Antiguo, los Setenta. Allí es donde leemos la expresión «Espíritu Santo» (to pneuma to
hagion), en el salmo 51 (50), 13, «Miserere», así como en Is 63, 10-11.
SOPLO O ATMÓSFERA
Este pneuma griego traduce la palabra hebrea ruah. Pues bien, este término quiere decir algo
más que «soplo». Los especialistas en lenguas semíticas han buscado para esta palabra una
raíz que significa «soplar», no han podido encontrar este sentido más que en algunas raras
formas verbales, en árabe o en etiópico, pero que dependen precisamente de la biblia. De
hecho, la raíz del termino ruah significa el espacio, la distancia (Gn 32, 17), incluso el
vacío. De esta raíz proceden dos nombres uno que es el espacio perfumado, el olor, el reah, el
otro es el espacio neutro, invisible, impalpable, la atmósfera exterior al hombre, o la ruah. El
soplo, la respiración por la que el hombre participa de ese espacio vital, no es la ruah, sino
la nefesh (por la garganta) o la neshama (por la nariz, más cerebral Gn 2, 7). En el Sal 104,
30, el salmista le dice a Dios «Tú envías tu ruah, ellos son creados y tú renuevas la faz de la
tierra». Ya en un texto de Ugarit del Siglo XIV a C (la leyenda de Aqhat) se decía del héroe
muerto que «su nefesh había salido de él como la ruah». Los hombres y los animales son
«soplos de vida» necesitan de la ruah para respirar y vivir. El Señor la puede quitar (Gn 6, 3,
Sal 104, 29), y entonces el hombre muere.
Pero esta atmósfera es un elemento muy extraño en varios aspectos Puede ser tranquila, ligera
o violenta, azulada o sombría y envuelta en nubarrones. Los babilonios distinguían así entre el
viento violento y terrible (sharu) y la brisa ligera y refrescante del norte (zaqiqu). Las
personalizaban y a veces las divinizaban, ya que toda fuerza de vida era un dios. Los Israelitas
distinguieron entre la ruah silenciosa, que roza la piel (Job 4, 15), y la ruah violenta que
«parte las montañas y destroza las rocas» (1 Re 19, 11). La ruah ligera será a veces un
«espíritu», como el zaqiqu. El viento puede ser un viento del este que agosta los campos y trae
los saltamontes del desierto (Ex 10, 13), o el viento fresco del oeste que viene del mar y los
expulsa (Ex 10,19). De aquí vendrán las Imágenes bíblicas de la ruah como soplo o viento.
ESPACIO VITAL Y VIDA HUMANA
Pero la ruah sigue siendo ese espacio vital que Dios posee (Gn 6, 3) y del que participa el
hombre mientras vive. En relación con este elemento vital es también como se expresa su
modo de vida, su temperamento. Cuando le falta espacio vital, el hombre es «corto
de ruah», es decir, impaciente e irascible (Prov 14, 29), del mismo modo, el orgulloso es «alto
de ruah», mientras que el humilde es «bajo de ruah» (Prov 29, 33) El que tiene tiempo por
delante es «largo de ruah» (Ec! 7, 8), mientras que el angustiado es «estrecho de ruah» (Job 7,
11). Uno es «duro de ruah» cuando no le impresionan las palabras que oye (1 Sm 1, 15, Dt
2,30), «amargo de ruah» cuando el ambiente familiar le resulta ingrato (Gn 25, 35), «frío
de ruah» cuando no participa de una excitación colectiva (Prov 17, 27). Finalmente, uno
puede verse «apagado, roto, pulverizado de ruah» en caso de depresión, o bien «lleno
de ruah», en caso contrario (Miq 3, 8, Dt 34, 9). La mayor parte de estas expresiones son
difíciles de explicar si la ruah no es más que un soplo, pero se explican bien si se trata de un
ambiente de vida, de una atmósfera y de la manera con que se participa de ella.
Este ambiente vital, fuerza de una vida muy especial, podía ser divinizada en el politeísmo.
Entre los cananeos de Ugarit, pertenecía a Baal, en la biblia, le pertenece al Señor Dios, tanto
cuando juzga (Gn 3, 8) como cuando hace vivir o morir (Gn 6, 3). Dispone de ella y puede
dársela a los demás. En algunos textos antiguos se dice de ciertos Jueces, como Sansón, el
hombre de fuerza sobrehumana (Jue 14,6.19 ), y de algunos reyes como Saúl (1 Sm 10,6,11,6)
y David (1 Sm 16, 13) que, cuando fueron ungidos, la ruah «penetro sobre» ellos, entonces, lo
mismo que el aceite que robustece al cuerpo. Pero la biblia prefiere de ordinario otros verbos
o expresiones que marcan mejor el carácter exterior de la ruah. «Reviste» a Gedeón (Jue 6,
34). Más comúnmente se dice, con pudor, que la ruah «esta sobre» aquel que el Señor
impregna de su fuerza para salvar y gobernar al pueblo Otoniel (Jue 3, 10), Jefté (Jue 11,29)
o «el vástago de Jese» (Is 11, 1). La imagen más material, en un texto que por otra parte es
muy «espiritual», es la que habla de que Dios toma de la ruah que había «sobre» Moisés para
ponerla «sobre» los 70 ancianos, llamados a compartir con él la carga del pueblo de Dios (Nm
11, 25). En este pasaje de tipo profético podemos ya traducir ruah por «espíritu»
DIFERENTES SENTIDOS DE LA PALABRA
Vemos pues cómo, aunque conserva la misma palabra para designar la fuerza vital de que
depende el hombre, la biblia le da diversos sentidos

Es la fuerza vital excepcional que el Dios nacional le da al jefe que ha escogido para salvar a
su pueblo, y especialmente al «ungido del Señor», al vástago de Jesé, nuevo David, no
solamente «reposa sobre él» el espíritu, como don permanente y no transitorio como para Saúl
(1 Sm 16, 14), sino que «hace respirar» en torno a él ese espíritu que inspira el temor de Dios
(Is 11, 1-3)

La palabra toma un sentido psicológico, sobre todo bajo la influencia de la corriente


sapiencial. Hemos visto varios ejemplos. A menudo la ruah del hombre no es más que su
modo de participar en el ambiente vital que le rodea. Pero se hablará también de
la ruah propia del hombre. Cuando se le da a Saul el espíritu de Dios, en 1 Sm 10, se dice
solamente que se convierte en «otro» hombre, con «otro» corazón (v. 6 y 9). Mientras que en
Ez 36, 26s, cuando Dios pone su ruah, su Espíritu en el hombre, éste adquiere un corazón
nuevo y una nueva ruah (cf también Ez 11, 19, 18,31). Dios es el «Dios de los espíritus de
toda carne» (Nm 16, 22)

 A partir del sentido de atmósfera, el término toma un sentido muy físico para designar el


viento brisa, el vendaval que destruye o el aire ardiente del desierto (Job 1, 19, Jr 4, 11-13). El
Sal 104, después de evocar de forma más o menos mítica a Dios cabalgando «sobre las alas
del viento», indica a continuación (pasando del singular al plural) que los vientos son
mensajeros, ángeles de Dios (Sal 104, 3-4)

El término toma incluso un sentido cósmico cuando se habla de las cuatro ruah del mundo,


que son los cuatro puntos cardinales (Ez 37, 9, I Cr 9,24) expresión de origen babilonio.
5 Finalmente, se precisa un sentido teológico. Si hay un Espíritu del Señor, hay además otros
espíritus en el mundo. Pertenecen a la corte divina (1 Re 22, 21) y pueden dañar al hombre,
así, el satanás del prólogo de Job o el espíritu malo que viene sobre Saúl después de habérsele
dado a David el Espíritu del Señor (1 Sm 16, 14)

EZEQUIEL Y LA TEOLOGÍA DEL ESPÍRITU.


Ezequiel juega con todos estos sentidos. El será el gran profeta del Espíritu. Antes de él, los
profetas eran los hombres de la palabra, y ninguna vocación de profeta había tenido lugar bajo
el movimiento del Espíritu. Miqueas, que fue el profeta del rey Ezequías y participó en su
reforma (Jr 26, 28), participó también de su espíritu de justicia y de aliento, para anunciar a
Israel sus fechorías (Miq 3, 8). Después de la desaparicilón de la realeza, Ezequiel será el
profeta del Espíritu, que «cae» sobre él, «viene» a él, lo «lleva», lo «transporta». En nombre
del Dios de Israel, ordenará al Espíritu (ruah) , venido de los cuatro puntos
cardinales (ruhot, plural de ruah) , que restaure al pueblo haciendo revivir los huesos secos
(37). No lo llama todavía Espíritu Santo, como tampoco llama santo al nuevo pueblo de Dios
(Ez 40-48). Pero así es como lo llamará el Salmo 51, que le debe mucho a Ezequiel. Más
todavía vemos esto en los c 56-66 del libro de Isaías, cuando comienzan a regresar los
repatriados (Is 56, 8). El ángel que acompañaba al pueblo hebreo por el desierto (Ex 23, 20,
32, 34, 33, 2) es llamado Espíritu Santo en Is 63, 10s. El quiso conducir al pueblo a su
descanso (v 14). El Espíritu es llamado santo, como Dios es santo (Is 6, 1) y como debe ser
santo el pueblo (Dt 7, 6, cf Lv 17-26).
Pero, en Ezequiel, ese Espíritu sigue siendo el que anima al universo en todos sus rincones.
En su célebre visión del cap. 1, describe las ruedas o esferas cósmicas que van y vienen en
sentido recto ante ellas, por las cuatro direcciones del Cielo. No son pura materia, ya que
están animadas por la ruah (1, 20s). Llevan encima una bóveda resplandeciente, el
«firmamento », donde se asienta el trono del Señor «en forma de hombre», mientras que las
ruedas cósmicas estaban asociadas a figuras animales
EL ESPÍRITU DE DIOS EN LA CREACIÓN
Teniendo en cuenta esta lenta maduración de la revelación bíblica, es como podemos
comprender el lugar que ocupa el Espíritu de Dios en la gran historia de la salvación de la
tradición sacerdotal que comienza en Gn I. Esta tradición describe las instituciones del pueblo
de Dios (la alianza con Abrahán en Gn 17) en medio de los demás pueblos (alianza con Noé
en Gn 9). El pueblo no será consagrado más que cuando llegue al Sinaí (Ex 19, 6), cuando sea
renovada la alianza hecha con Abrahán, y esto mediante el don de un santuario (Ex 25-30,35-
40), con un clero consagrado. Pero el Espíritu no está en Aarón, el antepasado de los
sacerdotes, sino «en Josué», que «está lleno del Espíritu de Sabiduría» (Dt 34, 9), ya que le ha
impuesto las manos Moisés (Nm27, 18). Lo mismo que el Espíritu había salvado a la
humanidad en Noé, haciendo bajar las aguas del diluvio (Gn 8,1), está también presente en su
santuario gracias al «espíritu de sabiduría» que se le dio a Bezaleel, arquitecto (Ex 31,2), y en
el país gracias a Josué, el conquistador. Pero, como en Ezequiel, nunca se le llama a este
Espíritu el Espíritu Santo.
Cuando se abre la gran obra de Dios, creadora y redentora, Gn 1,2 nos da ya una panorámica
de lo que es el Espíritu en la revelación bíblica. Este versículo es la traducción de una larga
historia. Sigue estando cargado de lo que evocaba la atmósfera antes de que comenzara esta
revelación «La tierra estaba desierta y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de
Dios planeaba por encima de las aguas», lo mismo que planea un pájaro, inmóvil, antes de
echarse sobre su presa (cf los textos de Ugarit). Sobre todo no hay que traducir «una ruah de
Dios» por un «viento violento», ya que un viento violento no planea nunca. Sobre esta tierra
vacía, sobre este abismo de agua, informe y tenebroso, el Espíritu de Dios no ha comenzado
todavía su obra de Vida. Será preciso que, lo mismo que Shu, el dios de la atmósfera en
Egipto, venga a interponerse entre el Cielo y la tierra, entre las aguas de arriba (las que se
desbordarán en el diluvio) y las aguas de abajo, para que aparezca la atmósfera, para que los
hombres y los animales puedan respirar y convertirse en «soplos de Vida». Por la voluntad del
Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Espíritu comenzará su obra, antes de ser enviado
más tarde a «renovar la faz de la tierra» (Sal 104, 30).
Apuntes de clase 18/AGO
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Esto ha creado controversia en los inicios de la
Iglesia y fue causa del cisma de Oriente. Los ortodoxos no reconocen la cuestión del filioque
Existen argumentos bíblicos que respaldan la cuestión del filioque, por ejemplo, las citas de Jn
14,1-26 y la de Lc 24, 48-49.
Algunas herejías contra el Espíritu Santo es la de los “pneumatómacos” o los que matan al
Espíritu Santo. Macedonio creía que el Espíritu Santo no procede del Padre sino del Hijo y
que creado por el Hijo. Entonces, niega al Espíritu Santo como persona divina. Esto fue
condenado en el Concilio de Cosntantinopla.
EL Credo Nicenoconstantinopolitano dice que El Espíritu Santo procede del Padre, sin
embargo, la Iglesia Occidental, en la versión latinad el acto del Concilio dice que procede del
Padre y del Hijo. Esto tiene una razón y es que este concilio fue llamado para condenar a las
pneumatómacos que decían que el Espíritu Santo procedía del Hijo.
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FILIOQUE

Aparecida por primera vez en los siglos V y VI, la adición al credo de las palabras «y del
Hijo» (Filioque) se hizo común en el Imperio franco desde comienzos del siglo IX. La
fórmula «del Padre a través del Hijo» (a Patre per Filiutn) vio la luz en Nicea II (787). Al ser
introducidas estas palabras en su liturgia por los monjes francos de Jerusalén, algunos monjes
orientales se opusieron a ellas. Carlomagno el año 810 apeló al papa León 111 (795-816),
quien aprobó la doctrina pero rechazó las adiciones al credo. Focio, patriarca de
Constantinopla, el año 860 condenó tanto el contenido como el hecho de la adición al credo.
Consideró que destruía el papel del Padre como principio único en la Trinidad. Pero se trataba
más de un ataque contra los misioneros latinos de Bulgaria que contra Roma, que aún no
había introducido la adición en su liturgia. En el sínodo de Focio celebrado el 879-880
(Constantinopla IV) un grupo anatematizó cualquier añadido de «falsas palabras» al credo,
pero sin mencionar expresamente el Filioque. A mediados de la década del 880 Focio volvió a
atacar el añadido en una carta al arzobispo de Aquileya. El año 1014 Benedicto VIII introdujo
oficialmente el Filioque en el credo que se recitaba normalmente en la misa. La cuestión
del Filioque jugó un papel importante en las excomuniones mutuas del 1054.
El problema en esta primera fase de la controversia era una diferencia de lenguaje trinitario
entre la teología de Oriente y la teología de Occidente, que era todavía algo flexible en la
terminología. Occidente, siguiendo a Agustín, tendía a partir de la unidad de Dios; Oriente
partía de la Trinidad manifestada en la historia de la salvación, y luego se esforzaba en
afirmar la unidad de la Divinidad trina y una. A medida que las posturas se endurecían,
el Filioque se convirtió en la principal queja de la Iglesia oriental contra Occidente. Dejó de
ser sólo una cuestión de teología trinitaria, para convertirse en una querella en torno al papel
del papado. En la Iglesia latina se defendió la adición. Anselmo valoró pero rechazó la
fórmula griega «del Padre a través del Hijo» y aceptó el Filioque, pero otros teólogos, como
santo Tomás de Aquino, señalaron la equivalencia esencial de las diferentes fórmulas usadas
en Oriente y en Occidente.
Después de un intento fracasado de resolver la controversia en Lyon II en 1274, se acordó en
el concilio de Florencia que tanto la fórmula latina como la oriental eran válidas; los griegos
admitieron que los latinos no estaban en la herejía y el Filioque, por su parte, no fue impuesto
en Oriente. Tras el rechazo de Florencia por los griegos, el Filioque siguió siendo un
contencioso entre Oriente y Occidente. Aunque Occidente reclamaba de Oriente la aceptación
del Filioque, nunca rechazó la legitimidad de la expresión oriental «a través del Hijo».
Las posturas orientales son por lo general extremadamente negativas en relación con
el Filioque, aunque hay en la actualidad un renovado interés en la visión del teólogo ortodoxo
B. Bolotov (1854-1900), que consideraba el Filioque como un «theologoumenon» occidental
legítimo, es decir, una posición especulativa legítima más que una verdad dogmática
necesaria. La postura de Bolotov fue aceptada por S. Bulgakov y P. Evdokimov, pero es
rechazada por V. Lossky (1903-1958), N. Nissiotis y J. D. >Zizioulas.
En la actualidad el magisterio de Occidente usa el Filioque, pero distingue entre este uso y la
fe común de Oriente y Occidente. En el diálogo ecuménico se han producido algunos avances:
las Iglesias luteranas y anglicanas están dispuestas a prescindir del Filioque en la celebración
litúrgica en determinadas circunstancias. La Iglesia católica acepta que sea omitido en
servicios ecuménicos con los ortodoxos. Hay algunos signos de flexibilidad de posturas por
parte del patriarcado de Moscú, que no vería el Filioque como un impedimento insuperable
para la unión. Es necesario profundizar en el estudio con el fin de captar, por un lado, los
valores que Occidente quiere proteger con la inserción y retención del Filioque y, por otro,
comprender las verdades que Oriente desea salvaguardar rechazando dicha fórmula.
Apuntes de clase 26/AGO
La unidad se logra por medio de la unidad doctrinal. Ortodoxia y ortopraxia.
Herejía: en los primeros años de la Iglesia había grupos que dividen negando ciertas verdades.
La herejía se distingue de la apostasía, pues la primera es la negación pertinaz de una verdad
que ha de creerse con fe divina y católica. La apostasía, por su parte, es el rechazo total de la
fe cristiana. A su vez, estos dos se distinguen del cisma que es la separación. Los ortodoxos,
por ejemplo, que son la principal Iglesia cismática, no aceptan la sujeción del Papa.
Una herejía surge de un juicio erróneo de la inteligencia.
Gnosticismo: Los miembros afirmaban un conocimiento especial, superior a la fe y al
conocimiento de los creyentes, pudiendo solamente alcanzar la salvación de este modo. Eran
dualistas. Había que liberarse de la materia del cuerpo.
Docetismo: Niegan la humanidad del Verbo encarnado. El cuerpo de Jesús no era real, solo
apariencia. Visión pesimista de la carne y de toda la materia.
Mandeismo: Secta gnóstica similar a los maniqueos. Creen que el alma está encerrada en la
cárcel del cuerpo. Puede liberarse mediante la ética.
Maniqueísmo: Dos deidades, el bueno y el malo. Realidad desgarrada en bien y mal. El AT
era malo y el NT, bueno. Ascetismo para liberar la luz atrapada. Jesús vino a la tierra para
salvar su propia alma.
Monarquianismo: En Dios no hay más que una persona y una sola esencia divina. Habla de la
adopción como Hijo de Dios.
Arrianismo: Jesucristo no era Dios sino criatura. Negaban su eternidad y la consustancialidad
con el Padre.
Semiarrianismo: El Espíritu Santo es criatura del Padre y del Hijo
Modalismo: Solo una persona. El Espíritu Santo es la tercera forma en que se apareció en el
mundo.
Montanismo: Exageraban en la valoración que le daban a la profecía y a los carismas, don de
lenguas, etc. Solo ellos eran los receptores de la divinidad y solamente por ellos hablaba el
Espíritu Santo.
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Pneumatómacos
 
Se conoce con este nombre a los propugnadores de una herejía trinitaria, de finales del s. Iv y
principios del s. v, que negaba la divinidad del Espíritu Santo (v.). De ahí les viene el nombre
de p., o sea, «guerreadores contra el Espíritu»; son conocidos también como «macedonianos»
de Macedonia (v.), patriarca de Constantinopla, y «maratonianos», por Maratonio, obispo de
Nicomedia.
Esta herejía, afín y derivada del arrianismo (v. ARRIO), es propagada por Oriente unos años
después del Conc. de Nicea (a. 325). Afirma que el Espíritu Santo es una mera criatura, un
ángel más de los que sirven a Dios y que sólo se diferencia de los otros en que tiene mayor
grado de perfección. S. Atanasio (v.) descubre a los nuevos herejes y les llama «tropicistas»,
pues interpretaban con tropos o metáforas los pasajes de la S. E. contrarios a sus opiniones.
Consideraban a la tercera persona de la Stma. Trinidad como subordinada al Padre y al Hijo, o
más bien como una criatura del Hijo. Estas ideas se difundieron entre los semiarrianos (v.),
tanto los rígidos como los más transigentes, ya que se acoplaban a lo que ellos decían acerca
del Hijo, en quien no reconocían más que una criatura semejante al Padre.
Se les condena en el sínodo de Antioquía del a. 362, pero ello no impide que se extiendan por
el Asia Menor y en Constantinopla. Se pone al frente del grupo el patriarca de esta ciudad,
Macedonio, que unos años antes había sido arrojado de su sede por los arrianos rígidos o
anomeos. Éste daría forma definitiva a la nueva herejía y pronto se le unen otras figuras como
Eustacio de Sebaste, que pretendía una vía media en que el Espíritu Santo no fuera
considerado ni como Dios ni como creatura, Eleusio de Cizico, Marciano de Lampsaco y el ya
citado Maratonio de Nicomedia.
La reacción católica no se hace esperar. En 375 soncondenados los herejes en un sínodo de
lliria; escriben contra ellos S. Basilio, S. Epifanio, S. Gregorio Nacianceno y Anfiloquio de
Iconio. Cuando llega a Roma la noticia del nuevo error, es anatematizado en varios sínodos y
de una manera especial por el papa S. Dámaso (v.) en una carta escrita ca. 374 (Denz.Sch.
147).
La condenación más importante le iba a venir del II Concilio ecuménico, tenido en
Constantinopla el a. 381. En él 150 Padres, después de la secesión de 36 obispos
macedonianos, condenaron la herejía de los «semiarrianos o pneumatómacos», adoptando con
leves modificaciones el símbolo bautismal, que por el 374 había recomendado S. Epifanio de
Chipre en su obra Ancoratus. En los dos primeros artículos conciliares, que hablan de Dios
Padre y del Hijo, se reproduce casi a la letra el símbolo niceno, mientras en el tercero, a la
primera fórmula «y creemos en el Espíritu Santo», se le añadieron los términos
antipneumatómacos: «Señor y vivificador, que procede del Padre y del Hijo y que con el
Padre y con el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas»
(Denz.Sch. 150). El Conc. romano del a. 382 reitera la condena (Denz.Sch. 156, 168-177).
Vanos fueron los esfuerzos que se llevaron a cabo para convertir a los p. El emperador
Teodosio llegó a castigarlos con penas civiles. Se les combate con escritos, pero todavía
conservaban sus iglesias en Constantinopla y en otros lugares a principios del s. v. El mismo
Nestorio (v.) lucha contra ellos en el a. 428, y S. Cirilo de Alejandría (v.) rebate sus doctrinas
en su obra De Sancta et consubstantiali Trinitate Dialogi (PG 75,657 ss.).
Montanistas
Los montanistas fueron cismáticos del siglo II d.C., conocidos primero como frigios o como
“aquellos entre los Frigios” (oi kata Phrygas), después como montanistas, pepucianos y (en
Occidente) catafrigios. La secta fue fundada por un profeta, Montano, y dos profetisas,
Maximila y Prisca, a veces llamada Priscila.
Cronología

Un escritor anti montanista anónimo, citado por Eusebio dirigió su obra a Abercio


Marcelo, obispo de Hierápolis, quien murió alrededor del 200. Maximila
había profetizado guerras y desgracias continuas, pero este escritor declaró que él escribió
más de trece años después de su muerte y aún no había habido guerra alguna, ni parcial ni
total, sino que por el contrario, los cristianos disfrutaban de paz permanente gracias a la
misericordia de Dios (Eusebio, "Historia de la Iglesia", V.16.19). Esos trece años sólo pueden
identificarse con los doce y medio años de Cómodo (17 de marzo de 180 - 31 de diciembre de
192). Las guerras entre emperadores rivales comenzaron a principio de 193, así que este
escritor anónimo escribió antes de enero de 193, y Maximila debió haber muerto cerca de
fines de 179, no mucho antes que Marco Aurelio. Montano y Priscila habían muerto mucho
antes. En consecuencia, la fecha dada por Eusebio en su “Crónica” para la primera aparición
de Montano, —undécimo (o duodécimo) año de Marco Aurelio, es decir, alrededor de 172—
no deja tiempo suficiente para el desarrollo de la secta, de la que se sabe que tuvo mucha
importancia en 177, cuando la Iglesia de Lyon le escribió al Papa Eleuterio sobre este asunto.
Además, los montanistas fueron contemporáneos del mártir Traseas, mencionado
cronológicamente entre Policarpo (155) y Sagaris (bajo Sergio Paulo, 166-7) en la carta de
Polícrates al Papa Víctor; la fecha de Traseas es por consiguiente cerca de 160, y el origen del
montanismo debió ser aún anterior. En consecuencia, Zahn, Harnack, Duchesne y otros
(contra Völter y Voigt, que aceptaban la fecha tardía dada por Eusebio), consideran que San
Epifanio (Hær., XLVIII, 1) es quien da la fecha verdadera del nacimiento de
la secta “alrededor del año décimo noveno de Antonino Pío (es decir, el 156 o 157).
Bonwetsch, aceptando el punto de vista de Zahn de que previamente (Hær., XLVI, 1)
Epifanio había dado el año duodécimo de Antonino Pío donde debió haber dicho Marco
Aurelio, quiere sustituir ese emperador, de manera que llegaríamos al año 179, el mismo año
de la muerte de Maximila. Pero la corrección es innecesaria en ambos casos. En "Hæreses",
XLVI, 1, Epifanio claramente quiso denotar la fecha anterior, ya estuviese correcta o
incorrecta; y en XLVIII, 1, no sitúa la muerte de Maximila sino la primera aparición de
la secta. Por Eusebio (V, xvi, 7) sabemos que esto fue en el proconsulado de Grato. No se
conoce un procónsul en Asia con dicho nombre. Bonwetsch acepta la sugerencia de Zahn de
leer “Cuadrato” y señala que hubo un Cuadrato en 155 (si esa es la fecha de la muerte de San
Policarpo, que sucedió bajo Cuadrato) y otro en 166, de manera que uno de esos años fue
la fecha real del nacimiento del montanismo. Pero el 166 para Cuadrato depende meramente
de la cronología de Arístides de Schmid, rechazada por Ramsay y otros a favor de una
cronología anterior elaborada por Waddington, que reclama el 155 para el Cuadrato de
Arístides así como para el Cuadrato de Policarpo.
Ahora bien, es muy probable que la autoridad de Epifanio contase los años de los
emperadores desde el septiembre anterior a su accesión (como parece haber hecho Hegesipo)
y por lo tanto el año décimo noveno de Pío sería septiembre de 155 a septiembre de 156.
Incluso, si se usa la más tardía y occidental forma de calcular desde enero después de la
accesión, el año 157 se puede reconciliar con el proconsulado de Cuadrato en 155, si
recordamos que Epifanio simplemente dice “alrededor del año décimo noveno de Pío”, sin
asegurar una precisión absoluta. Y luego nos dice que Maximila profetizó: “Después de mí no
habrá profetisas, sino el fin” mientras que él escribía 290 años después, más o menos hacia el
375 o 376. Para corregir el error evidente, Harnack leería 190, lo que nos trae más o menos a
la muerte de Maximila (385 por 379). Pero ekaton por diakosia es un gran cambio. Es más
probable que Epifanio esté calculando desde la fecha que dio él mismo. El 19no de Pío = 156,
puesto que no conocía la fecha de la muerte de Maximila; su “más o menos” corresponde a su
anterior “alrededor de “. Así que adoptaremos con Zahn la conjetura de Escalígero diakosia
enneakaideka por diakosia enenekonta, que nos lleva del año 156 al 375 = 219 años.
Como Apolonio escribió 40 años después de la aparición de la secta, su obra debe ser datada
hacia el 196.
El Montanismo en Asia Menor

Montano era un recién convertido cuando comenzó a profetizar en la villa de Ardabau en


Frigia. Jerónimo dice que antes había sido un sacerdote de Cibeles; pero esto es quizás una
invención posterior para poder relacionar sus éxtasis con un comportamiento parecido al de
los derviches de los sacerdotes y devotos de “la gran diosa”. Se creía que el mismo don
profético había descendido sobre sus dos compañeras, las profetisas Maximila y Prisca o
Priscila. Su sede estaba en la villa de Pepuza.
El oponente anónimo de la secta describe el método de profecía (Eusebio, V, XVII, 2-3):
primero el profeta aparece aterrorizado (en parekstasei), después sigue la quietud (adeia kai
aphobia, la falta de miedo); comienza con un estudiado vacío del pensamiento o pasividad
del intelecto (ekousios amathia) y luego es arrebatado por una locura incontrolable (akousios
mania psyches). Los profetas montanistas no hablaban como mensajeros de Dios: “Así dice el
Señor”, sino que se describían a sí mismos como poseídos por Dios y hablaban en su Persona.
“Yo soy el Padre, el Verbo y el Paráclito”, decía Montano (Dídimo, "De Trin.", III, XLI); y
además: “Yo soy el Señor Dios omnipotente, que he descendido adentro de un hombre” y “ni
un ángel ni un embajador, sino yo, el Señor, el Padre, he venido” (Epifanio, "Hær.", XLVIII,
11). Y Maximila decía: “No me oigas a mí, sino oye a Cristo” (ibid.); y “Soy llevado de entre
los corderos como un lobo (es decir un falso profeta – cf. Mt. 7,15); yo no soy un lobo, sino
palabra, espíritu y poder”. Esta posesión por un espíritu, que hablaba mientras el profeta era
incapaz de resistirse, es descrita por el espíritu de Montano: “Mirad, el hombre es como una
lira y yo soy como el plectro. El hombre duerme y yo estoy despierto” (Epifanio, "Hær.",
XLVIII, 4).
Al principio no se oían falsas doctrinas. El Paráclito ordenaba unos
pocos ayunos y abstinencias; estas últimas eran xerophagioe estrictas, pero sólo por dos
semanas al año y los sábados y domingos no contaban (Tertuliano, "De jej.", XV). No sólo se
recomendaba la virginidad (como siempre lo ha hecho la Iglesia), sino que se desaprobaban
los segundos matrimonios. Priscila decía que la castidad era una preparación para el éxtasis:
“el santo (casto) ministro sabe cómo administrar su santidad. Pues los que purifican sus
corazones [leyendo purificantes enim corda, por conjetura por purificantia enim concordal]
ven visiones y al colocar sus cabezas hacia abajo (!) también oyen voces tan salvadoras como
secretas” (Tertuliano, "Exhort." X, en un manuscrito). Sin embargo se rumoraba que Priscila
se había casado y había abandonado a su marido.
El martirio era tenido en tan alta estima que se desaprobaba tanto el huir de
la persecución como el pagar para no ser castigado. “¿Te declaran fuera de la ley?”, decía
Montano, “eso es bueno para ti. Pues el que no es declarado proscrito entre los hombres será
declarado proscrito en el Señor. No os confundáis. Es la justicia la que os lleva en público.
¿Por qué estáis confundidos cuando sembráis alabanzas? El poder viene cuando los hombres
os miran”. Y además: no deseéis salir de esta vida en camas, por enfermedades o por fiebres,
sino por el martirio, para que Aquél que sufrió por vosotros sea glorificado” (Tertuliano, "De
fuga", IX; cf. "De anima", LV.). Tertuliano dice: "Aquellos que reciben al Paráclito no saben
huir de la persecución ni sobornar” (De fuga, 14), pero no es capaz de citar ninguna
prohibición formal de Montano.
Hasta aquí, lo más que se puede decir de estas manifestaciones didácticas es que había una
ligera tendencia a lo extravagante. La gente de Frigia estaba acostumbrada al culto orgiástico
de Cibeles. Indudablemente había allí muchos cristianos. Los relatos contemporáneos del
montanismo mencionan cristianos en pueblos de otro modo desconocidos: Ardabau en la
frontera con Misia, Pepuza, Timión, así como en Otro, Apamea, Cumane, Eumenia. Se han
encontrado inscripciones cristianas primitivas en Otro, Hierópolis, Pepuza (del
260), Trajanópolis (del 279), Eumenia (del 249) etc. (ver Harnack, "Expansion of
Christianity, II, 360). Hubo un concilio en Sínada en el siglo III. Las "Acta Theodoti"
representan a la villa de Malus, cerca de Ancira, como completamente cristiana
bajo Diocleciano. Sobre todo debemos recordar qué grupos de cristianos encontró Plinio en el
Ponto y Bitinia en 112, no sólo en las ciudades sino también en el campo. Por lo tanto, sin
duda había numerosos cristianos en las villas de Frigia que fueron atraídos por los asombrosos
fenómenos.
A Pepuza llegaban multitudes y al parecer se producían desacuerdos. Ya en los primeros
días, Apolinar, sucesor de San Papías como obispo de Hierápolis en el extremo sur de la
provincia, escribió contra Montano. Eusebio conocía esta carta porque había sido incluida
por Serapión de Antioquía (alrededor de 191-212) en una carta dirigida por él a
los cristianos de Caria y el Ponto. Apolinar relata que Ælio Publio Julio de Debeltum (ahora
Burgas) en Tracia, juró que “el bendito Sotas que estaba en Anquialo (en la costa de Tracia)
quiso hacerle un exorcismo a Priscila, pero los hipócritas no se lo permitieron”. Claramente
Sotas estaba muerto y no pudo hablar por sí mismo. El escritor anónimo nos dice que algunos
pensaban que Montano estaba poseído por un espíritu malo y que era un perturbador del
pueblo; le censuraron y trataron de que dejara de profetizar; los fieles de Asia se reunieron en
muchas partes y, luego de analizar sus profecías, las declararon profanas y condenaron
la herejía, para que sus discípulos fueran expulsados de la Iglesia y de su comunión.
Es difícil decir cuán pronto se produjo esta excomunión en Asia. Probablemente
algunos obispos excluyeron a los seguidores de Montano desde el principio, y esta severidad
se volvió común antes de la muerte de Montano; pero difícilmente era la regla general antes
de la muerte de Maximila en 179; la primera etapa fue la condena de los profetas mismos y la
simple desaprobación de sus discípulos. Se oyó que algunas personas santas, incluyendo a
los obispos Zótico de Cumaná y Julián de Apamea, intentaron exorcizar a Maximila en
Pepuza, sin duda tras la muerte de Montano, pero Temisón lo impidió (Eusebio, V, XVI, 17;
XVIII, 12). Este personaje era llamado confesor pero, según el escritor anónimo, se había
salvado pagando. Él publicó “una epístola católica, en imitación del Apóstol” para apoyar a su
partido. Otro tal llamado mártir, de nombre Alejandro, fue durante muchos años compañero
de Maximila que, aunque profetisa, no sabía que el procónsul Emilio Frontino
en Éfeso (en fecha desconocida) lo había condenado por robo y no “por el Nombre”; se pone
como prueba de esto los archivos públicos de Asia. Nada se sabe del otro líder, llamado
Alcibíades.
Se acusaba a los profetas de aceptar regalos so capa de ofrendas; Montano envió a
predicadores pagados; las profetisas se maquillaban la cara, se teñían los párpados con
antimonio, llevaban ornamentos y jugaban a los dados. Pero estas acusaciones pueden
ser falsas. Lo principal era que la manera de profetizar se denunciaba como contraria a la
costumbre y a la tradición. Miltíades, un escritor católico, escribió un libro al que el autor
anónimo llama “Cómo un profeta no debe hablar en éxtasis”. Se insistía en que los fenómenos
eran los de posesión, no los de los profetas del Antiguo Testamento, o los del Nuevo
Testamento como Silas, Ágabo y las hijas de Felipe el Diácono; o de profetas recientemente
conocidos en Asia, Cuadrato (obispo de Atenas) y Ammia, profetisa de Filadelfia, de quienes
los profetas montanistas se jactaban de ser sucesores.
Aparecía como blasfemia hablar en primera persona como el Padre o el Paráclito. Los
antiguos profetas habían hablado “en el Espíritu”, como portavoces del Espíritu, pero no
tener libre albedrío, estar incapacitado en un estado de locura, no era cónsono con el texto:
“Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”. Montano declaró: “El Señor me ha
enviado como escogedor, revelador, intérprete de esta labor, esta promesa y este pacto, y fui
forzado, voluntaria o involuntariamente, a aprender la gnosis de Dios. Los montanistas
apelaban a Génesis 2,21: “El Señor envió un éxtasis [ektasin] sobre Adán”; al Salmo 116(114-
115),11: "dije en mi éxtasis”; a Hch. 10,10: "Le sobrevino un éxtasis (a Pedro)"; pero estos
textos no prueban ni que la excitación de un éxtasis fuera propio de la santidad ni que fuera el
estado apropiado para profetizar.
Un argumento mejor lo fue la declaración de que la nueva profecía era de un orden superior al
de la antigua y por consiguiente distinta. Se llegó a pensar que era superior a la de
los apóstoles e incluso hasta más allá de la enseñanza de Cristo. Priscila fue a dormir a
Pepuza, decía ella, y Cristo vino a ella y durmió a su lado “en forma de mujer, vestida con una
brillante túnica, puso sabiduría dentro de mí y me reveló que este lugar es sagrado y que aquí
baja la Jerusalén celestial”. Allí se celebraban públicamente “los Misterios” (¿sacramentos?).
En tiempos de Epifanio Pepuza era un desierto y la villa desapareció. Maximila, que
sobrevivió a los otros dos, profetizó guerras continuas para después de su muerte —ningún
otro profeta, sino el fin.
Parece que en general Montano no tenía una doctrina particular y que sus profetisas fueron
más lejos que él. Las extravagancias de su secta continuaron tras la muerte de los tres, pero es
difícil saber hasta dónde podemos confiar en nuestras autoridades. El escritor anónimo admite
que sólo tiene un informe incierto de la historia de que ambos, Montano y Maximila, se
ahorcaron, y que Temisón murió cuando el diablo lo elevó por los aires y luego lo lanzó al
vacío. La secta se hizo muy popular en Asia. Daba la impresión de que algunas iglesias eran
totalmente montanistas. El escritor anónimo encontró la iglesia de Ancira en 193 muy
trastornada por la nueva profecía. Predestinato dijo que el libro perdido de Tertuliano, "De
Ecstasi", en defensa de sus trances, fue una contestación al Papa San Sotero (Hær., XXVII,
LXXXVI), que los había condenado o desaprobado, pero la autoridad no es buena. Parece que
confundió a Sotero con Sotas, obispo de Anquialo.
En 177 las iglesias de Lyon y Viene enviaron a las iglesias de Asia y Frigia su famoso
informe sobre los martirios que habían tenido lugar. Eusebio nos dice que al mismo tiempo
adjuntaron cartas que los mártires habían escrito en prisión acerca de los montanistas. Las
enviaron con Ireneo al Papa Eleuterio. Eusebio dice que tomaron un punto de vista prudente y
muy ortodoxo. Es probable que censuraran a los profetas pero no se inclinaron a tomar
medidas extremas contra sus seguidores. No se negaba que los montanistas tuvieran muchos
mártires; se replicó a su jactancia que todos los heréticos tenían muchos, y especialmente
los marcionitas, pero que los verdaderos mártires como Gayo y Alejandro de Eumenia habían
rehusado comunicarse con los compañeros mártires que habían aprobado la
nueva profecía (Anon. en Eusebio, V, XVI, 27). Las actas de Carpo, Papilo y Agatónice (esta
última se arrojó al fuego) mártires de Tiátira bajo Marco Aurelio (alrededor de 161-9), puede
que muestren cierta influencia del montanismo sobre los mártires.

El Montanismo en Occidente

Según Tertuliano, un Papa del siglo II (más probablemente Eleuterio que Víctor) estaba


inclinado a aprobar las nuevas profecías, pero fue disuadido por Práxeas. Su defensor
en Roma era Proclo o Próculo, muy respetado por Tertuliano. Gayo sostuvo una disputa
contra Proclo ante el Papa Ceferino (al parecer cerca de 202-3). Como Gayo apoyaba la
postura de la Iglesia, Eusebio le llama eclesiástico (II, XXV, 6), y está encantado de descubrir
en las minutas de la discusión que Gayo rechazaba que Juan fuera el autor del Apocalipsis, y
se la atribuía a Cerinto. Pero Gayo era el peor de los dos, pues sabemos por el comentario
sobre el Apocalipsis de Bar Salibi, escritor siríaco del siglo XII, (ver Theodore H. Robinson
en "Expositor", VII, sexta serie, junio 1906), que también rechazaba el Evangelio y las
Epístolas de San Juan, y las atribuía a Cerinto. San Hipólito escribió contra Gayo su “Cabezas
contra Gayo” y su “Defensa del Evangelio y el Apocalipsis de San Juan (a no ser que sean dos
títulos de la misma obra).
San Epifanio utilizó estas obras para su quincuagésima primera herejía (cf. San Filastrio,
"Hær." LX), y como la herejía no tenía nombre inventó el de Alogi, queriendo decir “los que
no razonan” y “los que rechazan el Logos”. Suponemos que Gayo acabó rechazando el
Evangelio por oposición a Proclo que enseñaba (Pseudo-Tertuliano, "De Præsc.", LII) que
“el Espiritu Santo estaba en los Apóstoles, pero el Paráclito no lo estaba, y que el Paráclito
publicaba a través de Montano más de lo que Cristo reveló en el Evangelio; y no sólo más
sino también mejores y más grandes cosas”; así, la promesa del Paráclito (Juan 14,16) no era
para los Apóstoles sino para la próxima generación. San Ireneo se refiere a Gayo sin
nombrarle (III, XI, 9): "Otros, pera poder frustrar el don del Espíritu, que en los últimos días
ha sido derramado sobre la raza humana según la voluntad del Padre, no admiten esa forma
(de león) que corresponde al Evangelio de Juan, en el que el Señor prometió enviar el
Paráclito; sino que rechazan el Evangelio y con él el Espíritu profético. Infelices, ciertamente,
en que queriendo evitar los falsos profetas (leyendo con Zahn pseudoprophetas esse nolunt
por pseudoprophetoe esse volunt], alejan la gracia de la profecía de la Iglesia; asemejándose
a personas que, para evitar a los hipócritas, se retiran de la comunión incluso con los
hermanos”.
Ya no es sostenible la antigua idea de que los Alogi eran una secta asiática (ver Alogi); se
trataba del romano Gayo y sus seguidores, si llegó a tener alguno. Pero evidentemente Gayo
no se aventuró a negar el Evangelio en su disputa ante Ceferino, cuyo informe era conocido
por Dionisio de Alejandría y por Eusebio de Cesarea (cf. Eusebio, III, XX, 1, 4). Hay que
notar que Gayo es testigo de que San Juan habitó en Asia, puesto que considera
como falsificaciones los escritos de San Juan, cuyo autor, Cerinto se las atribuye a San Juan;
de ahí que piense que San Juan es representado por Cerinto como cabeza de las iglesias
asiáticas. Otro montanista (cerca de 200) que parece haberse separado de Proclo fue Esquines,
que enseñaba que “el Padre es el Hijo” y se incluye entre los monarquianos del tipo de Noeto
o Sabelio.
Pero el más famoso de los montanistas es Tertuliano. Nació hacia el 150-5, y se hizo cristiano
hacia el 190-5. Su naturaleza excesiva le llevó a adoptar las enseñanzas montanistas en cuanto
las conoció (alrededor de 202-3). A partir de entonces sus escritos fueron creciendo en acritud
contra la Iglesia Católica, con la que rompió definitivamente en el 207. Murió alrededor del
223 o poco después. Su primera obra montanista fue la defensa de la nueva profecía en seis
libros, "De Ecstasi", probablemente escrita en griego; añadió un séptimo libro como réplica a
Apolonio. La obra se ha perdido, pero es importante una frase conservada por Predestinato
(XXVI): “Solamente diferimos en que nosotros no recibimos un segundo matrimonio y que
no rehusamos la profecía de Montano sobre el juicio futuro”. De hecho Tertuliano mantiene
como ley absoluta las recomendaciones de Montano de evitar los segundos matrimonios y de
no huir de la persecución. Niega a la Iglesia la posibilidad de perdonar los pecados e insiste en
los recién ordenados ayunos y abstinencias. Los católicos son los Psychici opuestos a los
seguidores “espirituales” del Paráclito; la Iglesia católica es un conjunto
de glotones y adúlteros que odian ayunar y le encanta volver a casarse. Tertuliano
evidentemente exageraba las partes de la enseñanza montanista que le afectaban,
preocupándose poco del resto. No tiene ni idea de hacer un peregrinaje a Pepuza, pero habla
de unirse en espíritu a las celebraciones de las fiestas montanistas en Asia Menor. Las actas de
las santas Perpetua y Felicidad reflejan para algunos el período en Cartago cuando las
enseñanzas montanistas estaban despertando interés y simpatía pero aún no se habían
convertido en cisma.
Los seguidores de Tertuliano no pudieron ser muchos, aunque una secta tertuliana le
sobrevivió y sus remanentes fueron reconciliados con la Iglesia por San Agustín (Hær.,
LXXXVI). Hacia el 392-4 una dama africana, Octaviana, esposa de Hesperio, un favorito del
duque Arbogastes y del usurpador Máximo, trajo a Roma a un sacerdote tertuliano que se
agitaba como poseído. El logró el uso de la iglesia de los Santos Proceso y Martiniano en la
vía Aurelia, pero fue expulsado por Teodosio y no volvió a oírse hablar ni de él ni de
Octaviana. Epifanio distinguía una secta de montanistas como pepuzianos o quintilianos (él
llamaba a Priscila también Quintila). Dice que tenían algunos dichos tontos que daban gracias
a Eva por haber comido del árbol de la ciencia. Solían dormir en Pepuza para poder ver a
Cristo como lo había visto Priscila. Con frecuencia entraban a su iglesia siete vírgenes con
lámparas, vestidas de blanco, para profetizar al pueblo, a quienes podían hacer llorar con su
acción excitada. Esto nos recuerda algunas misiones modernas un como la de
los irvingitas “hablando lenguas” con la que a menudo se compara los éxtasis montanistas.
Se decía que los pepuzianos tenían a mujeres para sus obispos y sacerdotes en honor a Eva. Se
les llamaba “artotiritas” porque su sacramento consistía en pan y queso. Predestinato dice que
los pepuzianos en realidad no diferían de los otros montanistas, pero que despreciaban de
hecho a todo aquel no habitara en la “nueva Jerusalén”. Hay una historia muy conocida en la
que los montanistas (o al menos los pepuzianos), en una fiesta, tomaban a un niño al que
pinchaban por todo el cuerpo con alfileres. Usaban la sangre para cocinar pasteles para el
sacrificio. Si el niño moría era considerado como un mártir; si sobrevivía, como sumo
sacerdote. Esta historia era, sin duda, una pura invención y fue claramente negada en "De
Ecstasi" de Tertuliano. Un absurdo sobrenombre de la secta era Tascodrugitoe, de las palabras
frigias clavija y nariz, porque se decía que ponían su dedo índice en la nariz
mientras oraban para aparecer acongojados y piadosos. (Epifanio, Hær., XLVIII, 14).
Es interesante el informe de San Jerónimo, escrito en 384, sobre las doctrinas del montanismo
puesto que creía que existían en su época (Ep., XLI). Los describe como sabelianos en sus
ideas sobre la Trinidad, que prohibían el segundo matrimonio, que observaban
tres Cuaresmas “como si hubieran sufrido tres Salvadores”. Sobre los obispos tienen
"Cenones" (probablemente no koinonoi, sino una palabra frigia) y sobre ellos, patriarcas en
Pepuza. Cierran la puerta de la Iglesia a casi todos los pecados. Dicen que Dios, no siendo
capaz de salvar al mundo por Moisés y los Profetas, se encarnó en la Virgen María y en
Cristo, su Hijo, predicó y murió por nosotros. Y como no pudo realizar la salvación del
mundo por este segundo método, el Espíritu Santo descendió sobre Montano, Prisca y
Maximila dándoles la plenitud que San Pablo no tuvo (1 Cor.13,9). San Jerónimo se niega a
creer la historia de la sangre del niño, pero su relato exagera más allá de lo que los
montanistas habían admitido. Orígenes ("Ep. ad Titum" in "Pamph. Apol.", I fin.) no está
seguro si son cismáticos o herejes. San Basilio se asombra de que Dioniso de
Alejandría admita como válido su bautismo (Ep. CLXXXII). Según San Filastrio (Hær.,
XLIX) bautizaban a los muertos. Sozomeno (XVIII) nos dice que observaban la Pascua el 6
de abril o el domingo siguiente. Germano de Constantinopla (P.G., XCVIII, 44) dice que
enseñaban que había ocho cielos y ocho grados de condenación. Los emperadores desde
Constantino en adelante emitieron leyes contra ellos que apenas se ejecutaron en Frigia
(Sozomeno, II, XXXII). Pero gradualmente se convirtieron en una pequeña secta secreta. Los
huesos de Montano fueron exhumados en 861. Se han perdido todos los numerosos escritos
montanistas (bibloi apeiroi, "Philosophumena", VIII, XIX). Parece que un cierto Asterio
Urbanu reunió una colección de las profecías. (Eusebio V, XVI, 17).
La teoría de Ritschl sobre el origen del montanismo ha sido seguida por Harnack, Bonwetsch
y otros críticos alemanes. La secularización de la iglesia en el siglo II por su propio éxito y la
desaparición del primitivo “entusiasmo” era una dificultad para aquellos “creyentes de la
vieja escuela que protestaban en nombre del Evangelio contra la Iglesia secular y que querían
reunir a la gente preparada para su Dios sin tener en cuenta ni el número ni las
circunstancias”. Algunos de estos “se unieron a un movimiento entusiasta que se había
originado en un pequeño círculo en una provincia remota, teniendo al principio solamente
importancia local. Entonces, en Frigia el grito a favor de una vida cristiana más estricta se
reforzó por la creencia en una nueva y final manifestación del Espíritu… El deseo fue, como
siempre, padre del pensamiento y así se fueron formando sociedades de cristianos
“espirituales” que sirvieron, especialmente en tiempos de persecución como sitios de reunión
para aquellos, cercanos o lejanos, que suspiraban por el fin del mundo y el excessus e soeculo,
y que querían en estos últimos días llevar una vida santa. Los celotes aplaudieron la aparición
del Paráclito en Frigia y se sometieron para ser guiados por él.” (Harnack en "Enciclopedia
Británica", Londres, 1878, s.v. Montanismo). Esta ingeniosa teoría solo tiene bases en
la imaginación, y nunca se han pronunciado datos a su favor.
El modalismo y el monarquianismo son dos puntos de vista falsos de la naturaleza de Dios
y de Cristo Jesús, que aparecieron en el II y III Siglo d.C. Un modalista ve a Dios como una
Persona en vez de tres Personas y cree que el Padre, el Hijo y el Espíritu son simplemente
diferentes modos o formas de la misma Persona divina. Según el modalismo, Dios puede
cambiar entre las tres diferentes manifestaciones. Un monarquiano cree en la unidad de Dios
(la palabra en latín monarchia significa "única norma") hasta el punto de negar la naturaleza
trina de Dios. Tanto el monarquianismo como el modalismo inevitablemente mantienen la
doctrina del patripasianismo, la enseñanza que Dios el Padre sufrió en la cruz con (o como) el
Hijo, y están estrechamente relacionados con el sabelianismo.

El monarquianismo tomó dos formas principales, el monarquianismo dinámico (o


adopcionista) y el monarquianismo modalista. El monarquianismo dinámico comenzó con un
punto de vista errante acerca de la naturaleza de Jesús, específicamente, que Él no era Dios
sino que, en Su bautismo, fue empoderado por Dios para hacer las maravillas que hizo. El
monarquianismo modalista, por otro lado, tomó el punto de vista modalista que Jesús era
Dios, pero sólo por el hecho de que Jesús era una de las "Manifestaciones" de Dios. Según el
monarquianismo, el Logos de Dios no tiene una existencia personal aparte de su propia
existencia. Los términos bíblicos Padre, Hijo y Espíritu, son sólo nombres diferentes para la
misma persona, según un monarquiano.

El monarquianismo modalista enseña que la unidad de Dios es incompatible con una


distinción de personas dentro de la Divinidad. Según el modalismo, Dios se ha manifestado de
diversas maneras como el Padre (principalmente en el antiguo testamento), como el Hijo
(principalmente desde la concepción de Jesús hasta su ascensión), y como el Espíritu Santo
(esencialmente después de la ascensión de Jesús al cielo). El monarquianismo modalista tiene
sus raíces en la falsa enseñanza de Noeto de Esmirna alrededor del año 190 d.C. Noeto se
llamó a si mismo Moisés y llamó a su hermano Aarón, y enseñó que, si Jesús era Dios,
entonces Él debe ser igual que el Padre. Hipólito de Roma se opuso a esta falsedad en "Contra
Noetum". Una forma antigua de monarquianismo modalista también se enseñó por parte de un
sacerdote de Asia Menor llamado Praxeas, quien viajó a Roma y a Cartago alrededor del año
206 d.C. Tertuliano contrarrestó la enseñanza de Praxeas en "Adversus Praxean" alrededor del
año 213. El monarquianismo modalista y sus correspondientes herejías también fueron
refutadas por Orígenes, Dionisio de Alejandría y el Concilio de Nicea en el año 325.

Una forma de Monarquianismo aún existe hoy en día en el pentecostalismo unicitario. En la


teología de la unicidad, que es anti-trinitaria, no existen distinciones entre las personas de la
Divinidad. Jesús es Dios, pero Él también es el Padre y el Espíritu. En una ligera desviación
del antiguo modalismo, los pentecostales unicitarios enseñan que Dios es capaz de
manifestarse en los tres "modos" simultáneamente, como sucedió en el bautismo de Jesús en
Lucas 3:22.

La biblia nos presenta a Dios como el único Dios (Deuteronomio 6:4), pero luego habla de
tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28:19). Cómo armonizar estas dos
verdades es algo inconcebible para la mente humana. Cuando intentamos comprender lo
inescrutable, siempre fracasaremos en mayor o menor medida. Pero la escritura es clara: Dios
existe en tres personas que son eternas e iguales. Jesús oró a Su Padre (Lucas 22:42) y ahora
se sienta a la diestra del Padre en el cielo (Hebreos 1:3). El Padre y el Hijo enviaron al
Espíritu al mundo (Juan 14:26; 15:26). El modalismo y el monarquianismo modalista más
específico son teológicamente peligrosos porque atacan la misma naturaleza de Dios.
Cualquier enseñanza que no reconoce a Dios como tres personas distintas, es anti bíblica.

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