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Capítulo Criminológico Vol.

28, W 2, Junio 2000, 63-87


ISSN: 0798-9598

EL SENTIDO HISTÓRICO DE LA PRISIÓN


REHABILITADORA EN VENEZUELA (11):
UNA INTERPRETACIÓN FOUCAULTIANA
DE SU DEVENIR

José J, Contreras 1
2
y Hernán López Garay

Maestro en Sistemología Interpretativa. Becario Fulbright en Ciencia y Tecnología en la Universi-


dad de Washington DC, USA. E-mail: josej @lycosmail.com
2 Profesor Titular. Ph.D. Centro de Investigaciones en Sistemología Interpretativa, Universidad de
Los Andes. Mérida, Venezuela. E-mail: hlopezg@ula.ve
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela (II):
Una interpretaciónfoucaultiana de su devenir 65

RESUMEN
En este segundo artículo sobre el sentido histórico de la prisión
rehabilitadora en Venezuela, se intenta realizar un despliegue
del orden y concepción del mundo en el que se inserta el fenóme-
no "prisión" en la Venezuela del presente. Dicho orden revela a
la prisión como un espejo -constituido históricamente- que re-
fleja en su propio seno una dialéctica social paradójica, de fuer-
zas que, por una parte, mueven nuestra sociedad a realizarse
como una mimesis de las sociedades europeas y por otra, buscan
realizar nuestra capacidad vital de crear y nombrar nuestra pro-
pia realidad.
Palabras clave: Historiografía de la Prisión en Venezuela, bandas carce-
larias, clientelismo, caudillismo, "modernidad" Venezo-
lana.

THE HISTORICAL SENSE OF REHABILITATIVE PRISONS


IN VENEZUELA (11): A FOUCAULDIAN INTERPRETATION
OFITSDEVELOPMENT

ABSTRACT

In this second article about the historical sense of prisons in


Venezuela, a first attempt is made at unfolding the historical
arder within which current prison phenomenon is presented.
Such unfolding shows prisons as mirrors which reflect a wider
social paradox, namely; on the one hand there are forces driving
Venezuelan society to make ita copy of western culture, and on
the other hand, there are forces seeking to realize society 's vital
action of creating its own world.
Key words: Venezuelan prison historiography, prison gangs, Venezuelan
modernity, clientelism, "caudillismo" (strong-man
leadership).

Recibido: 10-12-1999 • Aceptado: 09-02-2000


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José J. Contreras y Hemán López Garay


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l. INTRODUCCIÓN

El presente artículo constituye el segundo de dos escritos que buscan


desplegar el sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela, ha-
ciendo uso de un marco conceptual foucaultiano. En el presente artículo se
busca resaltar ciertos hitos de la historiografía venezolana que "encajan" y
otros que no encajan en el marco foucaultiano. La idea es lograr realizar
una primera visualización de aquellas similaridades y diferencias que per-
mitan comenzar el despliegue del modo de ser propio de la prisión rehabili-
tadora en la Venezuela del presente.
Para ello procederemos a examinar el caso venezolano con los lentes
del contexto foucaultiano. Con referencia a este contexto se hará una com-
paración con el caso francés y se establecerán aquellos hitos que le sean
"entraños" y extraños a la sociedad venezolana, desplegando así el grado de
identificación de nuestra sociedad y nuestra institución carcelaria con res-
pecto al devenir histórico europeo. Los hitos extraños irán formando un
cuadro que reclamará al final de la investigación establecer una hipótesis in-
terpretativa, no foucaultiana, acerca del sentido de la prisión rehabilitadora
en Venezuela. Comenzaremos la comparación con la época de la conquista,
en correspondencia cronológica con el contexto foucaultiano.

2. INTERPRETANDO EL DEVENIR IDSTÓRICO VENEZOLANO


A LA LUZ DEL CONTEXTO FOUCAULTIANO

2.1. El Suplicio en la América Española


La práctica del suplicio en la América Española muestra similitudes con
la práctica jurídica y política del contexto foucaultiano. De hecho, quizás en
las Indias se dibuja más claramente el carácter del orden basado en el sobera-
no y su analogía con el Rey Celestial. Cuando los primeros conquistadores
pisaron la tierra que llamaron América, tenían una misión. Su misión consis-
tía en evangelizar y ensanchar las fronteras del reino español. Blanco Fombo-
na cita la toma de posesión del lago de Tacarigua por Juan de Villegas: "co-
gió agua del lago, cortó ramas con la espada, se paseó por la ribera con la es-
pada desnuda, en señal de desafío a algún hipotético posesor, y dejó como rú-
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Una ínterpretaciónfoucaultíana de su devenir 67

brica de su descubrimiento y de su toma de posesión una cruz de madera


que plantó a la orilla del agua (Blanco Fombona, 1921: 277)".
Con la implantación del imperio español en América, el suplicio se
presenta con todo el ceremonial con que se manifestaba en Europa. En 1781
Don José Antonio Areche, encargado expresamente para este asunto por el
Rey Carlos III*, dictaminaba:
Debo condenar y condeno a José Gabriel Túpac Amaru, a que
sea sacado a la Plaza Principal y Pública de esta Ciudad [Cuz-
co], arrastrado hasta el lugar del suplicio donde presencie la
execución de las sentencias que se dieren a su mujer Micaela
Bastidas, a sus hijos Hipólito y Fernando Túpac Amaru, a su
cuñado Antonio Bastidas y a algunos de los otros capitanes y
auxiliadores de su iniqua y perbersa intención o proyecto, los
cuales han de morir en el propio día; y concluidas estas sen-
tencias se le cortará por el verdugo la lengua y después, ama-
rrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas
fuertes, y de modo que cada una de éstas puedan atar o pren-
der con facilidad a otras que pendan de la Sinchas de cuatro
caballos, para que puesto en este modo, o de suerte que cada
uno tire de su lado, mirando a otras cuatro Esquinas o puntas
de la Plaza, marchen, partan y arranquen a una vez los caba-
llos, de forma que quede dividido su cuerpo en otras Úmtas
partes ... (Blanco Fombona, 1921: 140, 141).

Luego los miembros despedazados fueron exhibidos en diferentes


pueblos del Perú y el cuerpo de Túpac Amaru (padre) fue incinerado y sus
cenizas echadas al aire. Su casa y la de todos sus familiares fueron derriba-
das y se regó sal al suelo en el cual sembraba (Blanco Fombona, 1921).
El suplicio de Túpac Amaru revela la atrocidad de la afrenta. Afrenta
que se manifiesta ya sea por rebelión directa contra el rey o por el no cum-
plimiento de las leyes del soberano español. El suplicio se aplicaba a través
de la mutilación de narices y orejas, azotes y el uso de instrumentos de tor-
mento como el cepo y la horca (Herrera Luque, 1961). Todos estos instru-

* Nótese que cumple con una función de procurador similar a la expresada en el contexto
foucaultiano.
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mentos servían para el revelamiento de marcas en el cuerpo del súbdito que


osó revelarse.
Dichas marcas desplegaban tanto la afrenta al soberano como la afren-
ta al Rey Celestial. Esta estrecha relación se muestra en la leyes que casti-
gaban, por ejemplo, el adulterio (del mismo modo que las divinas prohiben
desear a la mujer del prójimo), amancebamiento (ley divina: no fornicarás),
abigeato, hurto (ley divina: no robarás), homicidio (ley divina: no matarás),
blasfemia, o superstición (ley divina: no pronunciarás el nombre de Dios en
vano). Así, en 1640, el Obispo de Caracas Fray Mauro de Tovar sentencia a
Don Pedro Navarro de Villavicencio y a su hermana Doña Ximena de Ponte
a 200 azotes, confiscación de sus bienes y nota de infamia por el pecado de
incesto (Troconis de Veracoechea, 1983). La nota de infamia consistía en
pregonar la "vejación de su falta, a través de escritos pegados en las paredes
y puertas de las iglesias" (ldem). Así mismo se atormentó a dos esclavos
sospechosos de ser testigos, para hacerlos confesar la verdad.
Se hace evidente en estos últimos relatos la confluencia de los demás
rasgos característicos de la justicia basada en el orden del soberano: indaga-
ción, confesión, tortura como medio para el revelado de la verdad y el pre-
gón de la infamia en el proceso judicial del imperio español en la América
de los siglos XVI y XVII.
La cárcel, dentro de este marco de la Venezuela colonial, era un sitio
en el cual el infractor era encerrado mientras se llevaba a cabo el juicio. De
resultar culpable y ser enviado a prisión entonces ésta funcionaba como un
tipo de destierro: allí el infractor era encerrado y obligado a realizar algún
trabajo (en muchos casos, trabajos relacionados con la prestación de servi-
cios en las fortalezas del Rey). Nótese que esta prisión sigue siendo un cas-
tigo que sostiene la soberanía del monarca y que se encuentra muy lejos de
ser considerada como reemplazo al suplicio o como una prisión rehabilita-
dora. De hecho, este concepto tenía un sentido muy distinto.
La rehabilitación era entendida como la restauración de los derechos
civiles luego de la extinción de la condena; era una especie de eliminación
de los efectos colaterales de la pena. En la legislación española la rehabilita-
ción era otorgada única y exclusivamente como gracia del Rey (Camargo,
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela {II):
Una interpretaciónfoucaultiana de su devenir 69

1960). En el soberano que castiga, como en el que perdona con su gracia, se


manifiesta así el poder del Rey.
Sin embargo, aunque la justicia basada en el orden del soberano pare-
ce en primera instancia dar cuenta de las manifestaciones de la justicia de la
Venezuela colonial, numerosos cronistas recogen relatos que expresan se-
rias faltas a los principios de justicia basados en la soberanía de Dios. Por
ejemplo, Fray Bartolomé De Las Casas comentaba a propósito de un juicio
y un suplicio llevados a cabo en 1494 que: "Esta [era] la primera injusticia,
con presunción vana y errónea de hacer justicia, que se cometió en estas In-
dias contra los indios, y el comienzo del derramamiento de sangre, que des-
pués tan copioso fue en esta isla" (Casas De Las, 1986: 396-397).
Vemos aquí revelarse algo distinto. El Soberano del contexto foucaul-
tiano es una analogía con el Rey Celestial. De allí obtiene su legitimidad.
En el caso de los conquistadores, se crea una situación muy diferente, en la
cual la legitimidad de las acciones parece no contar con el piso fuerte de
Europa y más bien atenta contra sus propios fundamentos, a tal punto que
despertó la ira de cronistas como Bartolomé de Las Casas.
Surge además otro problema. En Europa todo infractor era, de menor
o mayor casta, un ser humano, pero ¿qué era ese otro al que llamaban in-
dio? ¿Animal o ser humano? Difícil decisión para el Papa, para los reyes y
para los conquistadores. "A falta de ganado, buenos son indios" y se delei-
taron con la carne indígena aquellos conquistadores españoles sin antece-
dentes antropofágicos. ¿Quién es ese indio que no es de la India? ¿Quién es
ese otro más extraño que el judío o el musulmán?
En este contexto cultural distinto, el suplicio comienza a desvanecerse
como forma de castigo a principios del siglo XIX*. En efecto, durante los
últimos años del siglo XVIII y principios del XIX comenzaron a aparecer
una serie de manifestaciones que representan un agotamiento del orden que
sustentaba la soberanía del Rey. La principal muestra fue la guerra de Inde-
pendencia, la cual movida por un afán de libertad y autonomía, inició el ca-

* El oficial del ejército patriota José Felix Rivas fue descuartizado, su cabeza freída en
aceite y colocados sus miembros en diferentes caminos del país (Sulbarán, 1979).
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mino para la construcción de las repúblicas latinoamericanas y los intentos


por establecer en ellas un orden ilustrado, orden donde el suplicio (no la tor-
tura) será desterrado*.

2.2. Ilustración y castigo en Venezuela


Curiosamente, el desvanecimiento del orden monárquico-religioso, y
los aires ilustradores que llegan a América durante los siglos XVIII y XIX,
no genera en nuestro suelo un movimiento de juristas y pensadores ilustra-
dos en relación con el castigo y la pena. Recordemos que en el caso europeo
este movimiento si se dio, y que esos pensadores buscaban reemplazar el
suplicio por una forma racional de castigo que equiparase la pena al sentido
y gravedad del delito. En la base de este movimiento racionalista de juristas
se movía una especie de "racionalidad taliónica" (mejor dicho una Ley del
Talión racionalizada). Pues bien, en el caso venezolano, decimos que curio-
samente no se dio un proceso similar, a pesar de que existen numerosos do-
cumentos y escritos de diferentes pensadores venezolanos que demuestran
su serio apego a las doctrinas de la Ilustración**. De hecho, la guerra de In-
dependencia no es más que una búsqueda de nuestra autonomía como Na-
ción, búsqueda que implicaba el deseo de construir una sociedad racional,
una sociedad de hombres libres e iguales. Veamos algunos ejemplos de este
deseo.
La Primera Constitución de Venezuela en 1811 sitúa al pueblo como
el soberano y sus derechos básicos eran libertad, igualdad, propiedad y se-
guridad (Documentos que Hicieron Historia, 1962). A partir de dicha fe-
cha quedan abolidos en Venezuela la tortura, el comercio de negros y la dis-
tinción de clases sociales. Asimismo la utilidad de la ley queda expresada
en el artículo 3° de la Constitución de Venezuela del año 1819: "La expre-
sión libre y solemne de la voluntad general, manifestada de un modo consti-
tucional, es lo que constituye una ley. Ella no puede mandar sino lo justo y

* Recordemos que el suplicio no es tortura como la entendemos hoy día. El suplicio era
una forma de castigo que hacia parte de todo un orden trascendente establecido, en el
cual tenia un significado relacionado con el poder del soberano y el Rey Celestial (Dios).
** Al menos hasta donde nuestra investigación ha podido indagar.
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útil; no puede prohibirse sino lo que es perjudicial a la sociedad; ni puede


castigar sino al criminal" (Idem).
Pocos años antes, en 1811, se proclamaba que "La Ley no debe decre-
tar sino penas muy necesarias, y éstas deben ser proporcionadas al delito y
útiles a la sociedad" (Idem). Estas referencias nos muestran el cambio epo-
ca} y la destrucción del orden basado en el soberano. Ahora el soberano es
el pueblo y por ello surge la necesidad de castigos legítimos y útiles para la
sociedad. Simón Rodríguez (1842: 128-129) expresa en pocas palabras el
sentir de la época:
Los hombres de estos últimos tiempos ...
quieren vivir
SIN REYES i SIN CONGRESOS
no quieren tener
AMOS ni TUTORES
quieren ser dueños
de sus personas, de sus bienes i de su voluntad
sin que por eso se entienda
vivir como ANIMALES FEROCES,
QUIEREN gobernarse por la RAZÓN
que es la autoridad de la naturaleza
RAZÓN, es figura abstracta de la FACULTAD DE PENSAR.

La Razón es pues ese nuevo "fundamento" sobre el que los pensadores


del siglo XVIII buscan inventar una nueva concepción de hombre y de so-
ciedad. Sin embargo, a diferencia del caso europeo, en nuestro medio ese
espíritu racionalista ilustrado no se manifiesta en el caso del castigo. Se da
un salto del suplicio a la prisión como forma de castigo dominante, sin pa-
sar por los intentos de construir códigos basados en una racionalidad talió-
nica (que iguale racionalmente la pena al delito cometido). Aparece enton-
ces el presidio como la pena por excelencia y el suplicio se desvanece*.

* Por ejemplo, el tres de mayo de 1826 se decreta un procedimiento en el cual se castiga


con pena de muerte y presidio, y no con confiscación de bienes, las causas de hurto y
robo. Más tarde en 1845 se decreta una ley similar pero en la cual sólo se mantiene la
pena de muerte para los líderes de las gavillas (Cuerpo de Leyes de la República de
Colombia, 1821-1830).
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Pero la gradual popularización de la privación de la libertad como


modo de castigo que sustituye definitivamente al suplicio, no significaba
simplemente la sustitución de unos mecanismos de castigo por otros que re-
dujesen la economía del castigo a la moneda común de "tiempo de priva-
ción de libertad". En nuestro caso, esta sustitución también indicaba la apa-
rición del caudillismo y no de gobiernos republicanos como en el caso euro-
peo.
El caudillo era un líder que mediante su fortaleza, su carisma y su as-
tucia lograba aglutinar a un nutrido grupo de adeptos. La negociación con
los grupos de poder dominantes y con otros caudillos le permitía lograr
acuerdos para alcanzar un cierto grado de gobernabilidad del país (Vallenil-
la Lanz, 1919). Bajo este panorama, la pena de privación de libertad pasa a
ser un mecanismo de control político*.
Mas en este panorama de surgimiento del caudillismo, paradójicamen-
te, a la par con ella, comienzan también a surgir elementos de una sociedad
disciplinaria, con sus muy particulares características.

2.3. La sociedad disciplinaria en Venezuela


Como se mostró en el primer artículo, las ideas de la Ilustración ayu-
daron a fracturar, en el caso europeo, el orden basado en la Soberanía del
Rey y de Dios. Sin embargo, si en el caso europeo la destrucción de este or-
den hizo posible la entrada de nuevas tendencias que apuntaban hacia un or-
den disciplinario, en el caso venezolano no puede decirse exactamente lo
mismo. No obstante, existían heraldos de racionalidad disciplinaria desde
los tiempos de la colonia.
2.3.1. Los primeros heraldos
Algunas de las primeras muestras de un orden disciplinario son las si-
guientes.

* Puede tomarse como ejemplo el uso de los reclusos para la construcción de carreteras du-
rante el gobierno del Gral. Juan Vicente Gómez. Dichas carreteras permitían una movili-
zación más efectiva de las tropas gubernamentales para sofocar los alzamientos de otros
caudillos.
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Por el año 1789 hace su aparición una institución llamada la "Casa de


Corrección". Esta institución debía "contener a los que empiezan a ser ma-
los y prevenir las consecuencias de la ociosidad" (Troconis de Veracoechea,
1983: 43). La "Casa de Corrección" se caracterizaba por ofrecer una férrea
vigilancia que evitaba los momentos de ocio con que los internos contaban
en las haciendas.
Por la misma época, en el año de 1787, se creó la "Casa de Misericor-
dia", la cual "ha[bía] de servir a la corrección y dirección de las costum-
bres" (Langue, 1994: 365). Para ello debía ser un lugar "separado del públi-
co" y con "menos proporciones para la distracción". La distribución de la
casa debía ser la siguiente: "viviendas del capellán, del administrador gene-
ral, dormitorio, enfermería, reclusión, sala de impedidas, otra de manufactu-
ras, cocina, refectorio, despensa, pieza para desmontar, otra para hilar, otra
para tejer, otra para coser, lavadero con baño, lugares comunes, pieza para
secar, cuarto de contagiosas, otro de locas ... " (Ibid: 364). Asimismo debía
tener una "división de incorregibles" y una división para niños expósitos.
Es notorio el interés que existía por aislar, clasificar y corregir me-
diante una distribución útil y una educación basada en el trabajo a aquellos
cuyas costumbres ociosas lo requerían*.
Un siglo más tarde, en 1881, se decretó la organización del presidio
cerrado de San Carlos en el cual se conjugaban la vigilancia, el interés co-
rrectivo y la distribución de la Casa de Misericordia y de la Casa de Correc-
ción. En dicho presidio se debía separar de manera estricta a mujeres y
hombres. El reo debía portar uniforme, tener un número y un dormitorio
asignado, levantarse a las cinco de la mañana, ser llevado al mar para el
aseo personal y cumplir a cabalidad el horario del día. Asimismo el presidio
contaría con una escuela de oficios y se les enseñaría a leer y escribir; el reo

* Curiosamente durante la misma época las cárceles no eran diseñadas bajo este mismo es-
quema. Por ejemplo, en 1788 se proyectó una cárcel para la ciudad de Margarita. En el
plano se indican las siguientes dependencias: prisión para hombres, con dos calabozos;
prisión para mujeres, con dos calabozos; un corredor; a un lado del corredor, el cuarto
para el carcelero y al otro lado, una habitación para presos de distinción (Troconis de Ve-
racoechea, 1983).
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debía hablar en voz baja a los vigilantes, y no se les permitiría juegos de


azar ni de envite. La organización del presidio contaría con Director, ayu-
dante, médico, capellán, instructor, maestro de escuela y vigilantes. El Di-
rector tenía la potestad de reagravar la pena según la conducta del reo y de
enviar a presidio a alguno de los empleados si éstos cometieren alguna in-
fracción (Troconis de Veracoechea, 1983).
Se observa en este reglamento la aparición de un castigo que clausura,
que enseña, que da trabajo, que clasifica, que distribuye, que utiliza un per-
sonal especializado. Más tarde, el 19 de Mayo de 1896, se establece la
construcción de tres penitenciarías con la misión explícita de contribuir "a
la regeneración moral de los penados" (Recopilación de Leyes y Decretos
de Venezuela, 1899: 53). (Notemos cómo aparecen en estas manifestacio-
nes de una sociedad disciplinaria las características de la prisión rehabilita-
dora).
2.3.2. Manifestaciones postcoloniales del espíritu de sociedad
disciplinaria en Venezuela
La Venezuela independiente continuó siendo la Venezuela agrícola
tradicional, no una Venezuela industrial. No obstante, las manifestaciones
del espíritu disciplinario se hacen más palpables a mediados del siglo XIX.
En 1853, Manuel Antonio Carreño publica su famoso "Manual de Urbani-
dad y Buenas Maneras" (Carreño, 1853). En él se plantea cuidar cada deta-
lle, desde cómo se duerme hasta cómo se deben mantener las uñas; cómo
caminar y cómo tomar los cubiertos; a que distancia hablar y qué se puede
conversar. Todo ello enmarcado dentro de una "economía del tiempo"
(Ibid: 91). En esta preocupación por el detalle se pueden encontrar elemen-
tos para la constitución de un individuo disciplinado en un cuerpo orgánico:
13.- Los movimientos del cuerpo deben identificarse de tal
modo con la naturaleza de las ideas, y con la energía de la ex-
presión, que formen un todo con las palabras, y no se hagan
jamás notables por sí solos (lbid: 189).
Existe también un afán por lo metódico y la distribución precisa de las
actividades:
15.- Acostumbrémonos, pues, a proceder con método en todas
nuestras operaciones, sobre todo en los trabajos mentales, los
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cuales ordenaremos de modo que no se confundan unos con


otros; principiando nuestros estudios por las materias más ele-
mentales y menos difíciles, destinando horas diferentes para
los de diferente naturaleza, buscando los medios de adquirir
conocimientos con el menor empleo del tiempo que sea posi-
ble, y no recargándonos nunca con más estudios que aquellos
que podamos hacer con un sólido provecho y sin fatigar nues-
tro entendimiento (Ibid: 91).

Pero, el espíritu de Sociedad Disciplinaria en Venezuela se hace más


visible aún durante el mandato del Gral. Juan Vicente Gómez. En efecto,
durante dicho mandato se logra la constitución de un ejército que sirve
como una gran maquinaria para disciplinar y homogeneizar la nación como
un todo*. No sólo por la coerción que podía aplicar, sino porque al hacerse
obligatoria la prestación del En el Servicio Militar obligatorio, gran parte de
los jóvenes del país son disciplinados mediante ejercicios de gimnasia, de-
porte, actividades de orden cerrado y abierto en general (Ziems, 1979). Ló-
pez Contreras (1944) lo expresa con las siguientes palabras:
La vida militar realiza obra de perfeccionamiento. De aquellos
conscriptos, tímidos unos, levantísticos otros, todos de cos-
tumbres casi primitivas e ignorantes de sus derechos y deberes
ciudadanos, se obtienen hombres resueltos de iniciativa perso-
nal, buen trato, compostura correcta, aire marcial y de capaci-
dad para rendir misiones importantes en el servicio.

En relación con el tema de las prisiones, ya para el gobierno del Gral.


Eleazar López Contreras la prisión es vista como el espacio social donde se
lleva a cabo la rehabilitación del delincuente**. Se hace entonces necesaria
la introducción de las diversas ciencias humanas que permitan estudiar la
personalidad del delincuente. El Reglamento de Régimen Penitenciario de

* En todo caso, también existen documentos que muestran que en este gobierno hubo preo-
cupación por la conversión de las prisiones venezolanas en centros de corrección (Actas
y conclusiones del Primer Congreso de Municipalidades de Venezuela, 1913).
** El gobierno del Gral. Eleazar López Contreras comienza con el decreto de demolición de
"La Rotunda". Ello se justificaba por no cumplir con los objetivos de la regeneración y
rehabilitación del recluso (Diario La Esfera, 1936: 1).
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1940 expresaba ya claramente la necesidad de exámenes psicológicos y tra-


tamientos educativos en las prisiones.
De esta manera se inicia toda una búsqueda hacia las causas psicológi-
cas y sociológicas de la delincuencia en Venezuela*. El delincuente es un
primitivo mental o un "inadaptado ofensivo", al cual "la sociedad debe acu-
dir a protegerlo para evitar que ejecute perturbaciones de la sociedad"
(Mendoza Troconis, 1961: 4). El criminal venezolano es un pobre que es re-
sultado de una "sobrecarga mental" causada por las psicopatías de los pri-
meros españoles que vinieron a la América (Herrera Luque, 1961). Por ello
los sujetos ya no deben sufrir ni suplicios ni castigos proporcionales y úti-
les, sino que por ser enfermos u hombres en desventaja deben ser tratados
con medidas que se orienten a "la readaptación del sujeto para los fines de
la convivencia social" (Constitución de Venezuela, 1961). Venezuela pare-
ce a todas luces adoptar los patrones de la sociedad disciplinaria en relación
con las prisiones.
Finalmente se podría interpretar que la multiplicación en Venezuela de
instituciones similares a las instituciones disciplinarias de Europa durante el
siglo XX (léase hospitales, cuarteles, centros educativos, fábricas y otros),
tienen la misión de disciplinar al individuo para lograr de éste la máxima
utilidad productiva. Bajo esta interpretación, se podría lanzar la hipótesis
foucaultiana de que la prisión venezolana tendría la función de servir como
máscara que oculta la homogeneización de la sociedad. Y así pareciera,
puesto que la Reforma Penitenciaria propuesta en el año 1986 celebra los
principios de corrección, clasificación, educación penitenciaria y trabajo,
control técnico a través de personal especializado, utilización de institucio-
nes anejas y también modulación individual de la pena (COPRE, 1986).
En este punto deberíamos detener la investigación y concluir que en
Venezuela la Sociedad Disciplinaria logró instaurarse exitosamente ... Pero,
antes de aventurarnos a hacer semejante afirmación, examinemos con más

* En efecto para 1936 el Dr. Tulio Chiossone (considerado el primer criminólogo del país)
establecía que los individuos que iban a las cárceles eran de escasa mentalidad, analfabe-
tas y bárbaros. Ellos provenían en su gran mayoría de la clase proletaria (Chiossone,
1936).
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cuidado lo que estos signos de disciplinarización, por un lado, y de caudi-


llismo, por el otro, indican (y por supuesto hablemos del papel que la pri-
sión rehabilitadora juega en todo esto).

3. DIFERENCIAS CON EL CONTEXTO FOUCAULTIANO

En esta investigación se han podido encontrar algunos fenómenos so-


ciales cuyo sentido no parece encajar en el contexto interpretativo foucaul-
tiano. Ellos son: la imposición del modelo de industrialización europeo, el
desarrollo de relaciones sociales "caudillistas" y su claro reflejo en el espejo
de las prisiones, y la cárcel como industria. Veamos brevemente qué son es-
tos fenómenos y por qué no encajan. En las conclusiones trataremos de dar-
le un sentido a estos "desencajes", y con ello dejaremos abierto el camino
para una segunda etapa de esta investigación histórica.

3.1. La industrialización en Venezuela: imposición (¿y convicción?)


Para finales del siglo XIX, Venezuela y gran parte de los países que
no eran considerados como avanzados se encontraban en una situación
preocupante. El grado de industrialización que habían alcanzado los países
donde se originó el proyecto de la Ilustración y la idea de progreso exigía, a
finales de este siglo XIX, "la adquisición de territorios incultos" (Zumeta,
1899: 5) en la búsqueda de materias primas y nuevos mercados. Con este
fin, las regiones "bárbaras" de Africa, Asia y América Latina son repartidas
entre los países europeos y los Estados Unidos de América.
Bajo este panorama Cesar Zumeta prescribe que América Latina se
encuentra enferma. La enfermedad se corresponde con la incapacidad de
colaborar con el progreso industrial de la humanidad y ello trae como posi-
ble consecuencia la invasión de los países "enfermos" por parte de las "sa-
nas" potencias extranjeras*. Por ello se hacía perentorio formar ejércitos
disciplinados y encaminar al continente por el sendero de la industrializa-
ción.

* Zumeta (1899: 24) decía expresamente: "Los fuertes conspiran contra nuestra indepen-
dencia y el continente está enfermo de debilidad".
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78 Cap. Crim Vol. 28, N" 2 (Jwtio 2000) 63-87

Poco tiempo después el Gral. Gómez lanza sil programa de la Rehabi-


litación. Dicho programa buscaba "curar" las debilidades del país. Para ello
se eliminaban ciertas restricciones a la libertad de comercio e industria y se
restituían las relaciones amistosas con Holanda, Italia, Francia y principal-
mente con Alemania e Inglaterra quienes habían protagonizado un embargo
comercial y militar en 1902, amenazando así la soberanía nacional (Gómez,
1909). De esta manera, en un ambiente de imposición por un lado y de seria
convicción de nuestra enfermedad por el otro, se implantan en Venezuela
los modelos de industrialización importados de Europa para la rehabilita-
ción del país. Se comienza entonces la construcción de las primeras indus-
trias en el país y la creación del ejercito disciplinado del que tanto se enor-
gullecieron los Generales Gómez y López Contreras. Sin embargo, esta ca-
rrera para ponerse, aparentemente, a la par de los países "avanzados" en la
senda del progreso, va acompañada de un comportamiento político caudi-
llista y otros fenómenos sociales -por ejemplo el uso de la prisión como me-
canismo de control político (o una industrialización de fachadas solamenter
que desencaja completamente con el modelo de desarrollo de las sociedades
industrializadas. Examinemos esto con más detalle.

3.2. La prisión como mecanismo de control político


En un primer acercamiento se podría decir que la prisión como meca-
nismo de control político ha sido únicamente utilizada por los regímenes
dictatoriales en Venezuela, regímenes basados en un modelo caudillista de
gobierno y sociedad. Así, la prisión ha sido utilizada contra los sospechosos
de "comunistas" en el régimen de Gómez, o contra los "adecos" en el régi-
men de Pérez Jiménez. Pero resulta que la prisión también ha sido utilizada
por los llamados gobiernos "democráticos" en Venezuela (por ejemplo con-
tra los "guerrilleros", y opositores fuertes que denuncian la corrupción ad-
ministrativa o el grave deterioro de la justicia). Lo que revela esta "anoma-
lía" no es simplemente que estas democracias son incipientes o defectuosas
y no respetan los derechos humanos, etc. etc. Lo que parecen revelamos,
más sorprendentemente, es que la forma caudillista de gobierno y de socie-
dad no ha desaparecido, y más bien continua arropada con ropajes democrá-
ticos.
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela (II):
Una interpretaciónfoucaultiana de su devenir 79

En revelarnos esta situación, la cárcel ha jugado un papel importante,


constituyéndose en una especie de ventana privilegiada para observar este
proceso. El estudio de la cárcel, la búsqueda de su sentido, resulta entonces
que es más que eso: es la búsqueda de sentido de nuestra sociedad como un
todo. Veamos.

3.3. Las bandas carcelarias: ¿reflejo profundo de un modo social


de ser?
... el preso nuevo es retado a enfrentarse al jefe de la banda del
pabellón donde fue asignado. Si el jefe gana -lo que ocurre casi
siempre- el nuevo pasa a convertirse en la mujer de él y de to-
dos los miembros de su grupo. Después que ese preso ha sido la
mujer de todos, realizan una ceremonia donde calientan al má-
ximo la hornilla de una cocina eléctrica y se la pegan en la nal-
ga derecha. Esa es la marca del caracol (Pacheco, 1996: D-7).

Esta descripción de lo que sucede en una cárcel venezolana podría


aplicarse igualmente a cualquier cárcel del mundo occidental moderno. En
las cárceles de los países llamados desarrollados la formación de bandas y
los comportamientos reflejados en la cita anterior son comunes (aunque la
violencia sea tal vez mejor reprimida en dichos países). En ellos, como en
los nuestros, las bandas carcelarias son el resultado de una búsqueda por un
cierto grado de seguridad para sus miembros. En las cárceles grupos de in-
dividuos se aglutinan alrededor de un líder, quien tiene las características de
ser el más fuerte, de ser carismático y ser un buen negociador en la adquisi-
ción de bienes y servicios para los miembros de la banda. Las autoridades
por su parte logran, mediante la negociación con dichos líderes, un grado
alto de control interno. Ello posibilita la creación de estructuras jerárquicas
de carácter informal y la creación de mafias entre los internos, y alianzas
con las autoridades y diversos entes e individuos "externos" (por ejemplo
del poder judicial) (Hidalgo y Jordán, 1994).
Ahora bien, lo interesante y particular de este fenómeno para el caso
venezolano, es que la conformación en bandas y la conformación de micro-
sociedades carcelarias alrededor de ellas, es un reflejo de comportamientos
sociales más generalizados. Y esto si no podemos decir que sea similar al
caso de los países industrializados. Veamos.
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80 Cap. Crlm. VoL 28, N 2 2 (Junio 2000) 63-87

Durante todo el siglo XIX, Venezuela vivió el fenómeno del caudillis-


mo. Fenómeno que, como se mencionó anteriormente, permitió la goberna-
bilidad del país mediante la distribución de cuotas de poder entre los diver-
sos caudillos de las diferentes regiones del país. A decir verdad, las redes
sociales de lucha y camaradería que reflejan las bandas, se han presentado
en diversos momentos del devenir histórico de la Venezuela hispánica. Al-
gunos ejemplos se pueden observar no sólo en el caudillismo del siglo XIX
sino también en el militarismo y el clientelismo del siglo XX. En todos es-
tos fenómenos se observan grupos de lucha cuya unidad se constituye en
torno a ciertos sentimientos de lealtad y camaradería. La filiación puede ve-
nir dada por lazos consanguíneos, en términos de coterraneidad pero siem-
pre por carisma personal del líder.
Nótese que para un observador con ojos europeos, la sociedad caudi-
llista y organizada en redes de camaradería no es más que una aberración o
una transición hacia la consolidación de un Estado Moderno (Vallenilla
Lanz, 1919).
Aunque quizás sea arriesgado decirlo, es posible aventurar que esta
conformación en bandas carcelarias para el control y mantenimiento estable
de la institución carcelaria, es tan sólo un reflejo de un proceso muy pareci-
do que se puede estar viviendo en la sociedad en general. En el caso de los
barrios se observaría este fenómeno, pero también en otros ámbitos de la
vida nacional, v.gr., los partidos políticos operando como bandas, etc. Bajo
esta visión pseudo-caudillista, el nuevo montonero que es el "malandro" de
barrio adquiere ciertos beneficios difíciles de lograr de otra manera*. Asi-
mismo, con él surge un mecanismo que permite que los criminales se auto-
controlen. Se trata de una cierta "anarquía controlada" que se observa prin-

* Linares hace la siguiente transcripción de la entrevista con un "malandro" de un barrio


caraqueño: " ..... Si uno tiene dos o tres homicidios, es famoso en el barrio. Todas las mu-
jeres son de uno, y nos regalan dinero. Lo que los malandros le roban a los demás me lo
dan por temor; entonces uno tiene carro, moto y se viste bien ... [todo esto me sirve] ...
Para tener una jeva, si me visto chimbo, no se me pega nada. Entonces tengo que usar
ropa importada y de marca... nike, pepe, zapatos diamante. Pero los que asaltan y venden
droga tienen más mujeres ....." (Linares, 1994: 26).
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela (II):
Una interpretaciónfoucaultiana de su devenir 81

cipalmente en la prisión, pero que allí es tan sólo un reflejo de lo que acaece
en toda la sociedad.
Otro aspecto en el que se diferencia el orden social carcelario nuestro
de aquel de los países industrializados, es el relativo a cómo las microsocie-
dades carcelarias se han constituido en "sociedades industriales"!

3.4. La industria carcelaria venezolana


Se ha llegado a decir que las cárceles en Venezuela son la tercera in-
dustria del país después del petróleo y el robo de vehículos. Si se toma en
cuenta que este último se nutre en parte de la mano de obra "especializada"
que le generan las cárceles, entonces se puede imaginar la importancia de la
"industria carcelaria" en Venezuela (Delgado, 1995: 2-16). Esta industria se
nutre de negocios que van desde el tráfico de armas, drogas y licor hasta la
posibilidad de enriquecerse como proveedor del sistema carcelario en áreas
tales como construcción, alimentación, mantenimiento y otros. Se encuentra
también la explotación del tráfico de servicios (comedor, habitación, sanita-
rio, seguridad, traslados, etc.), pagos legales e ilegales por servicios judicia-
les, pagos por la vida sexual, la posibilidad de fuga o la desaparición del ex-
pediente del interno. Es decir, que la cárcel venezolana no sólo es una "Fá-
brica de Delincuentes" que genera mano de obra para la industria del cri-
men, sino que ella misma está inserta en ese "economicismo" ilegal apoya-
do en las bandas carcelarias.
Si lo anterior lo calificáramos de corrupción de la cárcel y el sistema
de instituciones que le acompañan en su funcionamiento, tendríamos que
afirmar, nuevamente, que la cárcel es tan solo un ejemplar representativo de
una corrupción generalizada de las instituciones del país y su sociedad
como un todo, sustentada en relaciones similares a las que se dan en la
"bandas" .
El estudio de las prisiones en Venezuela nos ha permitido abrir esta
ventana hacia el sentido de nuestra sociedad actual. Las diferencias detecta-
das por medio del marco foucaultiano nos indican la necesidad de desplegar
un sentido mas profundo para la cárcel. En las conclusiones que siguen, in-
tentaremos examinar más de cerca el "mensaje" que estas diferencias trae.
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4. ¿QUE NOS ENSEÑAN LAS DIFERENCIAS CON EL


CONTEXTO FOUCAULTIANO?: CONCLUSIONES

Hemos dibujado una primera aproximación del sentido histórico de la


prisión rehabilitadora en Venezuela, guiados por un contexto foucaultiano.
Las diferencias que han surgido de la comparación con este contexto, cla-
man nuestra atención pues ellas nos indican algo que le es propio al fenó-
meno carcelario venezolano, y a la sociedad en general. En estas conclusio-
nes haremos un breve intento por bosquejar algunos hitos de un contexto in-
terpretativo que pueda comenzar a dar cuenta de esas diferencias.
En primer lugar, recordemos los puntos de identificación con Europa
que el presente estudio ha aflorado. Hace algunos siglos llegaron los Espa-
ñoles a América y entonces se inició un proceso histórico que lejos de estar
culminado, mas bien parece estar comenzando. Dicho proceso consistió en
la creación, mejor, la invención (en el sentido de Simón Rodríguez) de una
nueva cultura, mezcla de europeos, indios y negros. Interpretando el espíritu
dieciochesco europeo, Simón Rodríguez había intuido certeramente que lo
que movía la Ilustración no era tanto el rechazo a la tradición y al orden
monárquico-religioso, sino una nueva actitud, un espíritu de invención, la
invención de una nueva concepción de hombre y sociedad. Pero los rumbos
que la América Latina y Europa tomaron en relación con este proyecto
creador fueron completamente diferentes. Los europeos lograron realmente
inventar una nueva sociedad, una nueva cultura. Nosotros no. Muy por el
contrario, hemos caído bajo el dominio de un espíritu no inventivo, simula-
dor, copiador.
1
¡ Hemos tratado de construir una cultura ilustrada "como la europea" y
hemos fracasado. Hemos visto nuestro interés por copiar una sociedad dis-
1
ciplinaria al estilo europeo. Manuales, modales, tratados científicos y políti-
1
cos, instituciones y prácticas así lo confirman. Pero hemos "fracasado", o
por lo menos algo muy distinto ha surgido. Quizás en estas diferencias tan
notorias con Europa esté la clave para encontrar en qué consiste la identidad
de nuestra cultura, o cuál es el sentido del fracaso en constituirse como tal.
1
Varios de nuestros pensadores (Francisco de Miranda, Simón Rodrí-
guez, Andrés Bello, Simón Bolívar), vieron en América el espacio apropia-
1
do para la utopía moderna, el espacio apropiado para que seres racionales

1
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela (II):
Una mterpretaciónfoucaultiana de su devenir 83

gobernados por la Razón pudieran realizar una nueva concepción de hom-


bre y sociedad. Pero muchos no entendieron el espíritu de esta visión ameri-
cana y pensaron que de lo que se trataba era de copiar los productos de di-
cho espíritu inventivo. Sin embargo, el halo de este espíritu permaneció,
aunque cada vez más con menor brillo. A medida que su fulgor decaía, más
se exacerbaba la copia, la continua repetición de "transplantes" de ideas,
instituciones, técnicas, máquinas y demás enseres desarrollados en Europa,
o en su reflejo americano de los Estados Unidos.
Ahora bien, el anhelo frustrado encuentra continuamente vías de esca-
pe. Así lo atestiguan fenómenos como la aparición en el siglo XIX de rela-
ciones sociales de lucha y camaradería, como formas dominantes de rela-
ción social hasta el presente. Sin embargo, la fuerza en contra de la inven-
ción cultural se manifiesta desacreditando estas relaciones de camaradería,
haciéndolas ver como perniciosas para que podamos ser europeos. Debido
al escaso brillo del autentico espíritu ilustrador europeo, no nos damos
cuenta de que son estas relaciones las que podrían ser la base de la inven-
ción y desarrollo de una autentica cultura nuestra*.
Se encuentran así dos fuerzas que en su existencia y tensión condicio-
nan y dibujan a la sociedad venezolana. Se trata de dos caras de una misma
moneda en la que una cara representa la búsqueda de una sociedad "euro-
pea" (en el sentido de llegar a copiarla idénticamente) y la otra refleja, bási-
camente, un contraste: un anhelo no-"europeo" (de inventar, no de copiar!),
anhelo que en esencia sería (paradójicamente) auténticamente europeo ilus-
trado: el de inventar una sociedad, no de copiarla!
El anhelo "no-europeo" se define precisamente en su negación del
anhelo "europeo". La cara "no-europea" se manifiesta saboteando continua-

* Alejandro Moreno Olmedo nos sugiere que en los barrios pobres de nuestras urbes se es-
tán desplegando los hitos de una auténtica cultura, la de la cara no-europea. Qué gran
lección de humanidad sería el que fuera allí precisamente, en medio de los que hemos
marginado, en medio de los que hemos condenado a la miseria, la injusticia y el despre-
cio, donde fuésemos a encontrar las claves de una auténtica modernidad (la episteme de
un nuevo orden que sea nuestro aporte a nosotros mismos y a la humanidad en gene-
ral)!!!! (Moreno, 1993).
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mente el afán por el logro de una sociedad "europea". Así, por ejemplo, el
clientelismo necesita de partidos políticos con ideologías europeas que son
convertidas en "fachadas". Las redes carcelarias extra-legales necesitan del
disfraz de la "rehabilitación". El estado también se escuda detrás del marco
legal de la rehabilitación, para permitir el desarrollo de redes de "camarade-
ría" en el sistema de justicia y la "industria" carcelaria.
Por supuesto, este no es un fenómeno exclusivo de las instituciones
carcelarias. El espíritu de "las dos caras de la moneda" está presente en toda
la sociedad y sus instituciones. Pero es en la prisión donde se muestra dicho
espíritu con mayor intensidad. Así, encontramos que la prisión venezolana
se define como institución rehabilitadora (copia de lo europeo). Por tanto,
en ella no debería realizarse ningún castigo adicional a la "privación de la
libertad", que es más bien un medio para la aplicación de un tratamiento.
Por cierto, el fracaso de la prisión en su misión rehabilitadora no sería inter-
pretado del mismo modo que en el caso foucaultiano. Recordemos que para
este último, el "fracaso" es un modo de ocultar el afán disciplinador de la
sociedad como un todo: la única institución formalmente destinada a la fun-
ción disiciplinadora es la prisión (y en cierta medida las instituciones cerra-
das, en el sentido de Goffman). Sufracaso llama la atención de los ciudada-
nos así: "miren cómo la única institución disciplinadora falla. Pero seguire-
mos intentando!".
En nuestro caso el fracaso es una forma de afirmar la rebeldía de la
cara "no-europea": v.gr., la prisión se utiliza como mecanismo de control
social para el beneficio del sostenimiento de las redes de relaciones ya men-
cionadas. De esta manera la "prisión", una manifestación formal de la cara-
copiadora europea de nuestra venezolaneidad, es usada como instrumento
para reforzar nuestra cara no-"europea": la red social de lucha y camarade-
ría. Pero la contrafuerza de la cara europea no deja que este proceso se de-
sarrolle plenamente.
Podemos ver entonces, al acercarnos al sentido histórico de la prisión
rehabilitadora en Venezuela, que ella es un reflejo aumentado de nuestra so-
ciedad. La prisión venezolana no hace más que repetir de manera acentuada
la conformación social que domina la sociedad venezolana. Conformación
que muestra la tensión entre dos anhelos contradictorios que definen la
esencia esencial (en el sentido definido en el primer artículo) de nuestra so-
El sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela (JI):
Una interpretación foucaultiana de su devenir 85

ciedad. La prisión rehabilitadora, inhabilita, de acuerdo a la cara europea de


la moneda, pero "habilita" en el sentido de la otra cara. La sociedad venezo-
lana se enmascara con los productos de la modernidad para lucir moderna, y
trata de "rehabilitarnos" para que seamos "como" europeos*. Pero en el fon-
do nos inhabilita en los dos sentidos de las dos caras, siendo el más grave
aquel que se relaciona con el espíritu inventivo, aquel que nos permitiría in-
ventar una nueva cultura. Al no permitir la cara europea el desarrollo de la
no-europea, las fuerzas inventivas están siempre restringidas, desgastando
su potencial cultural. Pero sin cultura no tenemos identidad. Por ello, al
inhabilitamos en este sentido la sociedad nos condena a vivir un eterno sin-
sentido (el mismo que por ejemplo vemos reflejado en las masacres de
nuestras cárceles).
Finalmente, una pequeña nota metodológica. Hemos realizado una in-
vestigación que nos ha mostrado nuestra constante copia de lo europeo.
Para ello hemos sido llevados de la mano por el pensador europeo Michel
Foucault. ¿No es esto contradictorio con lo que acabamos de observar? Cre-
emos que no. Creemos que el contexto foucaultiano ha cumplido un papel
contrastante que nos ha permitido delinear las fronteras de lo europeo para
así, precisamente, empezar a delinear lo no-europeo que nos caracteriza. Y
es que al fin y al cabo debemos recordar que la esencia esencial del modo
de ser de nuestras instituciones no radica en su negación hacia lo europeo,
sino en la conjunción y la tensión de lo europeo y lo no-europeo. Sólo en la
dinámica y la complejidad de esta unidad dual podremos empezar a com-
prender el sentido de nuestras prisiones y de nuestro presente en general.

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* Una interpretación similar puede hallarse en López Garay (1997).


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José J. Contreras y Hemán López Garay


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