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Trabajo Social
Norberto Alayón1
1. INTRODUCCION
El tema de los derechos de las niñas y los niños en la formación de las y los futuros
trabajadores sociales, constituye un campo estratégico por varias razones, a saber:
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Profesor Regular Titular Carrera de Trabajo Social. Universidad de Buenos Aires-Argentina
Ex Vice-Decano Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.
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Por ejemplo, que un marido le pegue a su esposa o a sus hijos, sólo deviene en
problema social cuando se produce el concepto de violencia doméstica, que es un concepto,
pero también es una herramienta de lucha política y social.
El viejo principio "pedagógico" de que "la letra con sangre entra", aplicado a los
niños en su escolarización, no está aún desterrado por completo en Inglaterra (país del
llamado "Primer Mundo"), cuando socialmente se considera una atribución de los maestros
el poder aplicar castigos físicos a sus alumnos. Y, a menudo, son los propios progenitores
de los educandos los que reclaman que se trate con ese rigor a sus hijos, por considerarlo un
procedimiento útil para mejorar el aprendizaje escolar de los mismos.
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Sólo la complejidad y la contradicción permanente del comportamiento de los
hombres y del funcionamiento de las sociedades, sus avances y retrocesos, la vigencia y
violación simultánea de derechos, puede dar cuenta, por ejemplo, de la barbarie actual del
llamado "turismo sexual", donde una legión de paidófilos provenientes de los países
"desarrollados" abusan y someten vilmente a millones de niñas y niños de los países más
pobres.
Con frecuencia salen a la luz pública diversos casos frente a los cuales instituciones
judiciales, educativas, militares, religiosas, aparecen como indulgentes y/o defensoras de
algunos miembros de sus comunidades que abusaron sexualmente de niñas y niños.
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Promover los derechos de la gente (en este caso específico los de las niñas y los
niños) y reclamar activamente para que se cumplan, debe ser entendido como un deber y
no sólo como un derecho de los ciudadanos. El reforzamiento de esta noción nos parece
muy importante para reafirmar la necesidad de una ciudadanía atenta y vigilante del
cumplimiento cotidiano de sus derechos, que vaya desterrando las conductas pasivas o
simplemente expectantes acerca de si los derechos están meramente formulados o por el
contrario están -como debe ser- plenamente vigentes. Esta participación activa de la
comunidad será la garantía cierta de que los derechos se ejerciten tal como estén legislados,
evitando que se reproduzca ese sentimiento escéptico y generalizado, según el cual una
cosa es la Constitución Nacional, las Constituciones Provinciales, las leyes, las normas, las
ordenanzas y otra -muy distinta- la realidad.
En esta patética y perversa figura del turismo sexual, las niñas y los niños abusados
no suelen pertenecer al mismo país y a la misma clase social del abusador. De modo,
entonces, que mantener este razonamiento escindido entre "nuestros niños" y los "otros
niños" puede generar alivio a la conciencia de muchos y promueve la reproducción de la
violación de los derechos, a partir de la justificación interesada de que tales abusos están
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habilitados por cierta aquiescencia de las propias víctimas, a saber: porque los propios
padres de esos niños ofrecen a sus hijas e hijos para obtener a cambio dinero; porque las y
los niños se dedican a la prostitución (como si se tratara de un hecho individual y no
social), descargando en las víctimas la responsabilidad por "ofrecerse" (intentando, a la vez,
olvidarse de que sin demanda no habría oferta); porque en los países pobres existiría una
"cultura" de la prostitución infantil y ya estarían acostumbrados, tomándolo como algo
natural, etc.
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Cabe precisar que lo primero y principal en la formación de los trabajadores sociales
es conducir su proceso reflexivo en torno a cómo y cuáles son "los problemas" que se
presentan "como ya dados" naturalmente para su intervención. Es decir, reflexionar sobre
su historicidad y el efecto político-práctico que tendrán las formas de intervención que se
propongan, por sobre la conciencia que se tenga de (sobre) esos efectos.
"Como un problema social no es una entidad verificable sino una construcción que
promueve intereses ideológicos, su explicación tiene que ser parte del proceso de
construcción y no un conjunto de proposiciones refutables".
"La pobreza, el desempleo y la discriminación contra las minorías y las mujeres son
hoy en día aceptados como problemas, pero durante una parte considerable de la historia
humana fueron considerados características del orden natural".
"El problema de algunos es un beneficio para otros, cuya influencia acrecienta. Para
los empleadores, el desempleo y la pobreza significan costos laborales reducidos y una
fuerza de trabajo dócil, incentivo éste que coexiste fácilmente con la simpatía personal por
los infortunados. La discriminación contra las mujeres o las minorías significa tratamiento
privilegiado para los hombres y las mayorías. El término "problema" sólo vela tenuemente
el sentido en el que las condiciones deploradas crean oportunidades". (Murray Edelman,
1991)
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Una colega argentina trabajadora social, cuyo esposo es médico, hace unos años al
comenzar el invierno, me confesó personalmente: "por suerte, como todos los años, ahora
se viene la gripe y mi marido puede aprovechar y acumular un buen dinero en esta época".
Es decir que el problema de la fiebre y la congestión gripal de algunos, habilita
oportunidades para otros, que en vez de considerarlo un "problema", lo aprecian como una
verdadera "solución" a sus necesidades o intereses.
De ahí se desprende que las niñas y los niños pobres sean considerados como
objetos de políticas de "compasión-represión" y no como sujetos plenos de derechos, de los
cuales han sido privados.
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Y la construcción social de las propias denominaciones o designaciones dan cuenta
de estos procesos: los niños pobres y excluidos son los "menores", la "minoridad"; los niños
no pobres constituyen la "infancia". Por eso los trabajadores sociales, en el campo de la
niñez, en la gran mayoría de los casos intervenimos sobre las y los niños de la llamada
"minoridad" y no sobre las y los niños de la llamada "infancia".
En cuanto a las políticas sociales, como sabemos, no son solamente algunos planes
y programas más o menos bien formulados, sino que son también "definiciones del
problema y del sujeto destinatario". Y no son meramente la "respuesta desde el Estado" o
aquello que surge de la creatividad técnica o de las concepciones políticas de "los políticos
en el gobierno", sino también o principalmente, el resultado de la confrontación y de
disputas en la sociedad (política) y en los diferentes ámbitos institucionales, en los que
aquellas definiciones se redefinen constantemente más allá de su formulación en la letra de
la norma o ley que la crea.
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erradicados para siempre del país: la desnutrición (incluso muertes por hambre), la
desescolarización, el aumento del trabajo infantil, de la mendicidad, etc. se producían
cuando Argentina adhería a la Convención. Adhesión que, por supuesto, debe considerarse
como un paso político decisivo en materia de derechos.
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niño, el mayor que cometió el delito pasa a ser intervenido por un Tribunal de Mayores. La
niña o niño víctima, por supuesto no comprende la separación de los fueros de "mayores" y
"menores". Para la víctima, la vigencia o ausencia de justicia en relación al abuso o
violación sufrida, constituye un único e indivisible hecho. Con frecuencia, las niñas y niños
violados permanecen sufriendo no sólo por la violación que padecieron, sino también
porque saben que su violador está libre y sin castigo alguno por el ilícito cometido. Encima,
al continuar la víctima en carácter de "judicializada", "bajo" un Juez de Menores, sin
aplicación de pena al violador, se le está infligiendo un nuevo y mayor daño al ya sufrido.
En los Tribunales de Menores, que aplican las viejas leyes del "Patronato" (en
colisión con la Convención y la Constitución Nacional) esta situación suele ser patética. El
acatamiento de esas leyes exige que, al quedar el niño a disposición de un Juez de Menores,
se deben cumplimentar los artículos de la ley referidos a tomarle declaración por parte de
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un empleado, que lo revise el o la médica, que sea entrevistado por el o la trabajadora social
y, en ocasiones, que lo evalúe también el o la psicóloga.
El niño o la niña "pasan por varias manos" en las distintas entrevistas, con esperas
interminables, narración casi pública de la problemática que padecen, pasillos atiborrados
de gente hasta lo inimaginable, llantos, gritos y discusiones diversas, crisis de nervios, en
ocasiones desmayos, sin asientos suficientes, sin baños y, para completar la intervención
judicial "en su favor", son citados nuevamente al Tribunal a los quince días o al mes para
"un nuevo control".
El perverso maltrato institucional, aún sin incluir los severos ámbitos policiales,
evidencia -como una óptima fotografía social- la existencia de una sociedad fragmentada y
polarizada, que muestra nítida y cínicamente las diferentes clases sociales.
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Sin embargo, ésta como tantas otras, es una cuestión compleja y contradictoria: la
mayor y mejor capacitación de los profesionales no garantiza necesariamente, per se, el
cambio de las prácticas institucionales, en beneficio de la infancia y la adolescencia. Tiene
que ver con muchos otros factores interrelacionados: con los cambios culturales; con las
tradiciones laborales; con las necesidades salariales; con el mantenimiento y reproducción
del propio espacio laboral de los trabajadores sociales; con la debilidad y tradicional
subordinación de los trabajadores sociales en relación a otras disciplinas y a otros
profesionales; con la inexperiencia para articular estrategias, tácticas y conformación de
alianzas para introducir con inteligencia y eficacia los cambios necesarios; etc.
Pero también hay que reconocer que los cambios o las resistencias institucionales a
cambiar, están ligados a los procesos políticos-sociales de carácter estructural que
predominan en un determinado momento histórico. Los procesos de carácter estructural, en
ocasiones condicionan y orientan las tendencias a introducir y concretar cambios
progresivos, del mismo modo que -en otros momentos- solidifican y petrifican lo existente,
fortaleciendo la inmutabilidad de las acciones y procedimientos más básicos.
Como los pájaros, tendremos que aprender a utilizar hábilmente las corrientes de
aire ascendentes y descendentes (en estos casos de "aire social y político") y ensayar
prácticas de instauración de contracorrientes y resistencias cuando los "vientos" no sean
favorables.
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abstracto y reproducir luego una "profesión empobrecida y subordinada, para los pobres".
Tampoco basta la queja plañidera por el no reconocimiento que padecemos los trabajadores
sociales como profesionales. El reconocimiento y la valoración deben construirse en el
propio campo de acción y, en ese sentido, la posesión de una sólida formación profesional
contribuirá para actuar reflexivamente en la definición de los problemas y en la apropiada
adopción de las estrategias políticas y profesionales de intervención para la erradicación de
los mismos.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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KONTERLLNIK, Irene y JACINTO, Claudia - Compiladoras (1996). Adolescencia,
pobreza, educación y trabajo. Buenos Aires. Editorial Losada/Unicef.
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