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Volumen 4

tí Reino de( Tiat 'Divino en medio


de fas Criaturas

£a damada de rDios a (a criaturapara que regrese


a(orden, a supuesto y a (ajinaíidad
para (a cuaíjue creada
LUISA PICARRETA
“La Pequeña Hija de la Divina Voluntad”
Con Licencia Eclesiástica
Copyright 1992 by
The Community Sons of the Divine Will,
Inc.

Primera impresión Mayo del 2000

Queda prohibida la reproducción total o parcial, con cualquier medio


de duplicación, de este libro, sin el permiso escrito del editor
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México.
5 de septiembre, 1900 (1)
Jesús le muestra a Luisa cómo la esperanza
- .------------ — - -—..................-

alimenta la caridad.

j^ado que en los días pasados mi adorable Jesús no se


dejaba ver tanto, me sentía con desconfianza de poder
tenerlo de nuevo conmigo; más aún, creía que todo había
acabado para mí: visitas de Nuestro Señor y estado de
víctima. Pero esta mañana vino mi amado Jesús trayendo
consigo una horrible corona de espinas y se acercó a mí,
lleno de quejas, en ademán de querer un consuelo. Por eso
yo le quité poco a poco la corona y, para darle mayor
contento, la puse sobre mi cabeza. Después El me dijo:

“ Hija mía, el verdadero amor está sustentado por la


esperanza, y por la esperanza perseverante,porque si hoy
espera y mañana no, el amor se vuelve enfermo pues, al ser
alimentado por la esperanza, cuanto más alimento ésta le
suministra, el amor se hace tanto más fuerte, robusto y
vivo. Y si este alimento de la esperanza llega a faltar, el
pobre amor primero se enferma y luego, quedándose solo y
sin apoyo, acaba por morir del todo. Por eso, por más
grandes que resulten tus dificultades, nunca, ni siquiera por
un momento, debes separarte de la esperanza con el temor
de perderme; más bien debes actuar de manera que la
esperanza, superando todo, te haga encontrar siempre
unida a Mí, y entonces el amor tendrá perpetua vida”.

Después de esto, continuó viniendo, sin decirme nada.


El estado de víctima.

Mi dulcísimo Jesús continúa viniendo. Esta mañana,


apenas vino, quiso derramar en mí un poco de sus
amarguras y luego me dijo: “Hija mía, quiero dormir un

5 cle septiembre, 1900 (l) 3


6 de septiembre, 1900 (2)

poco, y tú haz el oficio mío de sufrir, orar y aplacar a la


Justicia’’.

Y así El se entregó al sueño y yo me puse a orar a su


lado. Después, cuando se despertó, fuimos a caminar un
poco por entre las gentes y me hizo ver diversos preparativos
que están haciendo sobre cómo salir a promover
revoluciones; especialmente advertía un asalto de improviso
que estaban maquinando para tener mayor éxito en su
intento y hacer que nadie pudiera defenderse y prevenirse
contra el enemigo. ¡Cuántos espectáculos funestos! Pero
parece, sin embargo, que el Señor no les da libertad todavía
para hacer eso y ellos, sin saber la razón, se consumen de
rabia y, a pesar de su perversa voluntad, se ven impotentes
para realizar su obra. No quieren otra cosa más que el Señor
les conceda esta libertad, pues todo está preparado.

Después de esto regresamos y Jesús se mostraba todo


llagado y me dijo: “Mira cuántas llagas Me han abierto, y ve
la necesidad del continuo estado de víctima, de tus
sufrimientos, ya que no hay momento en que dejen de
ofenderme, y siendo continuas las ofensas, continuos deben
ser los sufrimientos y las oraciones para resarcirme. Y si ves
(en ti) suspendido el padecer, tiembla y teme que, al no
verme confortado en mis

4 6 de septiembre, 1900 (2)


penas, conceda a mis enemigos la libertad que tanto
desean”.

Al oír esto, me puse a rogarle que me hiciese sufrir, y en


ese momento vi al confesor que con su intención animaba a
Jesús para hacerme sufrir. Entonces el bendito Señor me
hizo partícipe de tales y tantas penas que yo misma no sé
cómo quedé viva. Pero el Señor en mis penas no me dejaba
sola, más bien parecía que no tenía corazón para dejarme, y
pasé varios días junto con Jesús, y me comunicó tantas
Gracias y me hacía comprender muchas cosas; pero, en
parte por el estado de sufrimiento y en parte porque no sé
expresarme, paso adelante y guardo silencio. D1

9 de septiembre, 1900 (3)

Purificación del alma. Amenazas contra los


dirigentes de los pueblos.

Continúa viniendo, pero he estado la mayor parte de la


noche sin Jesús y al venir me dijo: “Hija mía, ¿qué quieres
que Me estás esperando con tanta ansia? ¿Acaso te hace
falta alguna cosa?”.

Yo, como sabía que debía recibir la Santa Comunión, le


dije: “Señor, toda la noche Te he estado esperando, tanto
más que, debiendo recibir la Santa Comunión, temo que mi
corazón no esté bien dispuesto para poderte recibir, por eso
necesito que mi alma sea observada por Ti, para poder
disponerme a unirme contigo sacramentalmente”.

Y Jesús benignamente visitó mi alma para


prepararme a recibirlo y luego me transportó fuera de mí.

9 de septiembre, 1900 (3) 5


Estando con Jesús encontré a nuestra Madre Reina que le
dijo: “Hijo mío, esta alma estará
siempre pronta a hacer y sufrir lo que nosotros queramos, y
esto es como un lazo que nos liga a la Justicia; por eso,
ahorra tantas destrucciones y tanta sangre que deben
derramar las gentes”.

Y Jesús dijo: “Madre mía, es necesario el


derramamiento de sangre porque quiero que este linaje de
reyes deje de reinar, y esto no puede ser sin sangre, y
también para purificar a mi Iglesia porque está muy
infectada. A lo más puedo conceder el perdón en parte, en
atención a los sufrimientos”.

Mientras tanto veía a la mayor parte de los diputados que


estaban planeando cómo hacer caer al rey y pensaban poner
en el trono a uno de aquellos diputados que estaban en la
conjura.

Después de esto volví en mí... i Cuántas miserias


humanas! ¡Ah, Señor, ten compasión de la ceguera en que
está sumida la pobre humanidad!

Y así, mientras seguía viendo al Señor y a la Reina


Madre, miré al confesor junto a ellos, y la Virgen Santísima
dijo: “Ves, Hijo mío, tenemos un tercero, como es el
Confesor, que quiere unirse a nosotros y prestar su
colaboración en el empeño de concurrir para hacerla

6 9 de septiendjre, 1900 (3)


sufrir para satisfacer a la Divina Justicia, y además esto
es hacer más fuerte la cadena que te ata para aplacarte. Y
luego, ¿cuándo has resistido a la fuerza de la unión del que
sufre y ruega y concurre contigo puramente por el solo ñn de
glorificarte y por el bien de los pueblos?”.

Jesús escuchaba a la Madre, tenía consideración por el


confesor, pero no pronunció una sentencia del todo
favorable, sino que se limitaba a perdonar en parte, 'u*

10 de septiembre, 1900 (4)

Amenazas contra los perversos.


|£sta mañana me encontré fuera de mí y veía las muchas
maldades y los enormes pecados que se cometen, así como
los cometidos contra la Iglesia y el Santo Padre. Por lo cual,
al volver en mí, vino mi adorable Jesús y me dijo: “¿Qué
dices tú del mundo?”

Y yo, sin saber a dónde iba esta pregunta, impresionada


como estaba de las cosas que había visto, dije: “Señor
bendito, ¿quién puede decirte la perversidad, la dureza, la
fealdad del mundo? ¡No tengo palabras para decirte cuán
malo es!”.

Y El, tomando ocasión de mis mismas palabras, añadió:


“¿Has visto cuán perverso es? Tú misma lo has dicho, no
hay modo de someterlo. Después de haberle casi quitado el
pan, sigue en la misma tenacidad, y hasta peor, y por ahora
va a procurárselo con hurtos y con rapiñas, haciendo daño a
su semejante; por tanto es necesario que le toque la piel, de
lo contrario se pervertirá más”.

10 de septiembre, 1900 (4) 7


¿Quién puede decir cuán fastidiada quedé hablando de
esto a Jesús? Me parece que yo he sido ocasión para hacerlo
indignarse contra el mundo; en vez de excusarlo lo he
pintado de negro. Hice cuanto pude por disculparlo, pero no
me dio oídos, el mal ya estaba hecho. ¡Ah, Señor, perdóname
esta falta de caridad y ten misericordia de mi!‘u*

13 de septiembre, 1900 (5)

Crudo sufrimiento.
Continúa casi igual. Esta mañana al venir derramó sus
amarguras y yo quedé tan dolida que comencé a rogar al
Señor que me diese la fuerza y que me aliviara un poco,
pues no podía resistir. Mientras tanto me vino a la mente
una luz: que estaba pecando al hacer esto; y luego ¿qué dirá
el bendito Jesús? Mientras en otras ocasiones le he rogado
tanto que derramase en mí su amargura, esta vez, que sin
hacerse rogar había derramado ¡yo me ponía a buscar alivio!
Parece que me voy haciendo más mala, y llega a tanto mi
maldad que aun delante de El no me abstengo de cometer
faltas y pecados. Por eso, sin saber qué hacer como
reparación, por esta vez resolví en mi interior, para hacer un
mayor sacrificio y darme una penitencia para que mi
naturaleza no se atreva de nuevo a buscar alivio, renunciar
a la venida de Nuestro Señor, y si venía, decirle: No vengas,
amor; ten compasión de mí y consuélame. Así lo hice y pasé
varias horas en intenso padecer sin Jesús: ¡qué amargura
me costaba! Pero Jesús, compadecido de mí, vino sin que lo
buscara, y en el momento yo le dije: “Ten paciencia, no
vengas, pues no quiero consuelo”.

8 13 de septiembre, 1900 (5)


Y El: “Hija mía, estoy contento de tu sacrificio, pero
tienes necesidad de recuperarte, de lo contrario
desfallecerías”.

Y yo: “No, Señor, no quiero alivio”.

Pero El, acercándose a mi boca, como a la fuerza,


derramó de su boca algunas gotas de dulce leche que mitigó
mi padecer. ¿Quién puede explicar la confusión, la
vergüenza que experimenté delante de El, esperándome un
reproche? Pero Jesús, como si no hubiese advertido mi falta,
se mostraba más afable, más dulce, y yo ai ver esto, dije: “Mi
adorable Jesús, una vez que has derramado (tus amarguras)
en mí y que yo sufro, ¿Tú debes perdonar al mundo, verdad?
*
Y El: “Hija mía, ¿crees tú que Yo he derramado todo en
ti? Y luego, ¿cómo podrías afrontar todo lo que en castigo
volcaré sobre el mundo? Tú misma has visto lo poco que he
derramado, no podías resistir, y si no hubiese venido a
ayudarte, habría sido tu fin; pues, ¿qué

13 ele septiembre, 1900 (5) 9


sería si derramara todo en ti? Amada mía, te he dado la
palabra, en parte te contentaré”.

Después de esto me transportó fuera de mí, al medio de


las gentes, y yo seguía viendo los muchos males,
especialmente proyectos de revolución contra la Iglesia y
entre la sociedad, para dar muerte al Santo Padre y a los
sacerdotes. Yo sentía destrozada el alma al ver estas cosas y
pensaba entre mí: ¡No sea que lleguen a efectuarse estos
planes! ¿Qué pasará? ¿Cuántos males no vendrán? Y toda
afligida miré a Jesús y El me dijo: “Y de aquella conspiración
ocurrida acá, ¿qué dices tú?”.

Y yo: “¿Cuál conspiración? En mi tierra no ha sucedido


nada”.

Y Él: “¿No recuerdas la confabulación de


Andría?”.

“Sí, Señor”.

“Pues bien, parece nada, pero no es así. Fue toda una


ocasión y es una excitación, una fuerza para otros pueblos
para levantarse y derramar sangre, causando ultraje a las
personas sagradas y a mis templos; y como cada cual quiere
demostrar qué tan experto es en excitar al mal, entrarán en
competencia para ver quién puede más”.

Y yo: “¡Ah, Señor, da la paz a la Iglesia y no


permitas tantas desgracias!”.
Quería seguir hablando, pero desapareció, dejándome
pensativa y llena de aflicción.U1

w 13 de septiembre, 1900 (5)


14 de septiembre, 1900 (6)
jesús vierte (sus amarguras en Luisa) para
aplacar a la Justicia.
i*
£sta mañana, mi adorable Jesús no se presentaba;
después de mucho esperar se dejaba ver en mi interior,
apoyándose en mi corazón, lo rodeaba con sus brazos y
asentaba en él su sacratísima cabeza, todo afligido, serio, de
modo que imponía silencio, y vuelto de espaldas al mundo.
Después de haber estado un buen rato en total silencio,
porque el aspecto en que se mostraba no daba ánimos para
decir una palabra, se quitó de aquella posición y me dijo:
“Había resuelto no derramar, pero las cosas han llegado a
tal punto que, si no derramara, estallarían inmediatamente
tales alborotos como para promover revoluciones y causar
estragos sangrientos”.

Y yo: “Sí, Señor, derrama, es mi único deseo que


desfogues sobre mí tu ira y perdones a las criaturas”. Así
pues, derramó un poco. Luego, como si estuviese aliviado,
añadió: “Hija mía, como cordero me hice llevar al matadero y
estuve en silencio delante del que me sacrificó. Así será con
los pocos buenos de estos tiempos; pero éste es el heroísmo
de la verdadera virtud”.
De nuevo añadió: “He derramado, sí, he
derramado; ¿quieres que derrame otro poco y así me alivie
más?”.

Y yo: “Señor mío, ni siquiera me lo pidas; estoy a tu


disposición, puedes hacer de mí lo que quieras”. Así,
derramó de nuevo y desapareció, dejándome sufrida y
contenta con el pensamiento de que había aligerado las
penas de mi amado Jesús.D*

14 de septiembre, 1900(6) 11
16 de septiembre, 1900 (7)
Andría de luto.

Ai continuar viniendo, mi amable Jesús me dio parte


de las penas de su Pasión y luego me transportó fuera de mí,
haciéndome ver los pueblos circunvecinos; en especial me
parecía que era Andría donde, si el Señor no hace uso de su
Omnipotencia para castigo de ellos, los levantamientos se
volverán serios, tanto más porque parecía que la incitación
para estos motines venía de parte de algunos sacerdotes, lo
que amargaba más a Nuestro Señor. Por lo cual, después de
haber visitado varios templos junto con Jesús bendito,
haciendo actos de adoración y de reparación por las tantas
profanaciones que se cometen ahi, Jesús me dijo: “Hija mía,
déjame derramar un poco, pues son tales y tantas las
amarguras que no puedo ingerirlas Yo solo y mi corazón no
puede soportarlas”. Así, derramó y desapareció, retornando
otras veces sin decirme nada más.ft

12 16 de septieinbre, 1900 (7)


18 de septiembre, 1900 (8)
Jesús le habla (a Luisa) de la caridad del prójimo y la invita al
Cielo.

£sta mañana, mi adorable Jesús me transportó fuera de mí y me hacía


ver los muchos males que se hacen contra la caridad del prójimo. 1 Cuánto
dolor causaban al pacientísimo Jesús! Parecía que los recibiera El mismo.
Por eso, enteramente afligido me dijo: “Hija mía, quien hace daño al prójimo
se hace daño a sí mismo y, matando al prójimo, mata su alma. Y así como la
caridad predispone al alma a todas las virtudes, el no tener caridad
predispone al alma a cometer toda clase de vicios”.

Después de esto nos retiramos, y como desde hace algunos días sufría yo
un dolor intenso en las costillas, me sentía sin fuerzas. El bendito Jesús
compadeciéndome me dijo: “Amada mía, ¿tú
quisieras venir, no es verdad?”.

Y yo: “Quisiera el Cielo, Señor mío, que este dolor fuese la causa de ir a ti.
¡Cuán agradecida le estaría, cómo lo amaría y lo tendría por uno de mis más
fíeles amigos!

Pero creo que deseas tentarme como las otras veces e incitándome con tus
invitaciones y luego quedando yo frustrada, vendrás a hacer más cruel y
desgarrador mi martirio.
iPero ah, ten compasión de mí y no me dejes por más tiempo en la tierra!
Absorbe en ti a este mísero gusano, pues tengo razón, ya que he salido de ti
mismo".

El amable Jesús, todo enternecido al escucharme, me dijo: “Pobre hija, no


temas, ciertamente llegará tu día en que quedarás absorbida en Mí. Pero
sabe que tus deseos impetuosos de venir a Mí, sobre todo debido a mis
invitaciones, te ayudan mucho y te hacen vivir en la atmósfera del aire sin
sombra de ningún peso terreno; tanto que tú eres como aquellas flores que
no tienen ni siquiera raíz en la tierra, y viviendo así suspendida en el aire

18 de septiembre, 1900 (8) 13


llegas a recrear el Cielo y la tierra; y tú, mirando al Cielo te recreas sólo en él
y te nutres de todo lo que es celestial, y mirando a la tierra tienes compasión
de ella y la ayudas en cuanto puedes de tu parte, pero ante la percepción del
aroma del Cielo adviertes de inmediato el hedor que sube de la tierra y lo
aborreces. ¿Podría ponerte tal vez en una situación más cara a mí y al Cielo
y más provechosa a ti y al mundo?”

Y yo: “Sin embargo, oh Señor mío, deberías tener compasión de mí no


alargando mi estadía acá, por las muchas razones que tengo, especialmente
además por los lamentables tiempos que se preparan. ¿Quién tendrá ánimos
de ver carnicería tan sangrienta? Y luego por tus continuas privaciones, que
me cuestan más que la muerte”.

Mientras decía esto, vi una multitud de ángeles en torno a Nuestro Señor,


los cuales decían: “Señor nuestro Dios, no te hagas importunar más,
conténtala; nosotros la esperamos con ansia. Heridos por su voz

14 18 de septiembre, 1900 (8)


hemos venido acá para escucharla, estamos impacientes por
llevarla con nosotros. ¡Y tú, oh, elegida, ven a alegrarnos en
nuestra celestial morada!”.

El bendito Jesús, conmovido, parecía querer


condescender y desapareció; y yo volviendo en mí, me sentía
con un dolor más fuerte, tanto que tenía continuos
espasmos, pero no cabía en mí de contento.

19 de septiembre, 1900 (9)

Obediencia para pedir alivio en el padecer.


Redoblándose cada vez más los espasmos de dolor,
habría querido ocultarlos y hacer que nadie lo advirtiese, y
habría querido tenerlos en secreto, sin declarar al confesor
lo que he dicho más arriba, pero era tan fuerte el espasmo
de dolor que me resultó imposible y el confesor, valiéndose
de su acostumbrada arma de la obediencia, me ordenó
manifestarle todo. Así pues, después de haberle manifestado
todo, me dijo que por obediencia debía rogar al Señor que
me liberase, que si no, cometía un pecado. ¡Qué tipo de
obediencia, siempre es ella la que se interpone en mis
proyectos! De modo que, de mala gana, acepté esta nueva
obediencia; y, no obstante, no tenía ánimo de pedir al Señor
que me liberase de un amigo tan querido como es el dolor;
tanto más que esperaba salir del destierro de esta vida. El
bendito Jesús me toleraba y al venir me dijo: “Tú sufres
mucho,
¿quieres que te libere?”.
Y yo, olvidando un momento la obediencia, le dije: “No,
Señor, no me liberes, quiero irme. Y luego, Tú sabes que no
sé amarte; soy fría, no hago grandes cosas por ti; al menos
te ofrezco este padecer para satisfacer por lo que no sé hacer
por amor tuyo”.

Y Él: “Y Yo, hija mía, infundiré en ti tanto amor y tanta


gracia, que nadie Me pueda amar y desear como tú, ¿no
estás contenta?”.

Y yo: “Sí, pero quiero irme”.

Jesús desapareció y yo, volviendo en mí, me acordé de la


obediencia recibida y tuve que excusarme ante el confesor, y
me notificó que no quería en absoluto que me fuera y que el
Señor debía liberarme. ¡Qué pena sentía al recibir esta
obediencia! Parece propiamente que quiere tocar los
extremos de mi paciencia. U1

20 de septiembre, 1900 (10)

Obediencia para pedir alivio en los sufrimientos.


Continuando en mi sufrimiento más que nunca,
experimentaba en mi interior el resentimiento de verme
prohibida de poder morir. Por lo cual, al venir mi adorable
Jesús me reprochó mi tardanza en obedecer, pues hasta
entonces parecía que me toleraba. Mientras tanto veía yo al
confesor y Jesús, volviéndose a él, le tomó de la mano y le
dijo: “Cuando venga, persígnala en la parte del dolor, que Yo
la haré obedecer”. Dicho esto, desapareció. Estando, pues,
ya sola, sentía con más intensidad el dolor. Después vino el
confesor, y encontrándome sufriendo, también él me

16 20 de septiembre, 1900 (10)


reprochó por no obedecer; y habiéndole manifestado lo que
había visto y lo que Nuestro Señor había dicho al confesor,
él, al escucharme, me signó en la parte que sufría y en dos
minutos pude respirar y moverme, mientras que antes no
podía hacerlo sin sentir espasmos atroces. Me parece que la
obediencia y aquellas señales de la cruz me quitaron el
dolor, de modo que ya no puedo sentirlo, y he aquí que me
quedé frustrada en mis proyectos, porque esta Señora
Obediencia ha tomado tal poder sobre mí que no me deja
hacer nada de lo que quiero; hasta en el mismo padecer
quiere ella gobernar y debo estar en todo y por todo bajo su
imperio.í

21 de septiembre, 1900 (11)

Fuerza de la obediencia.
*
¿Quién puede expresar mi aflicción al permanecer
privada de mi amadísimo amigo el dolor? Admiraba, sí, el
prodigioso imperio de la santa Obediencia, como también la
virtud que el Señor había comunicado al confesor, que con
la obediencia y signándome con la cruz me había liberado de
un mal que consideraba grave y que era suficiente para
deshacer mi cuerpo, pero con todo no podía menos que
sentir la pena de estar privada de un dolor tan bueno que
apiadaba y enternecía al bendito Jesús, de modo que lo
hacía venir casi continuamente. Al presentarse, pues,
Nuestro Señor, me lamenté con El diciendo: “Amado Bien
mío, ¿qué me has hecho? ¿Me has hecho liberar por el
confesor? ¡Con que he perdido la esperanza de dejar por
ahora la tierra! Y luego, ¿por qué hacer tantos enredos y

21 de septiembre, 1900 (11) 17


poner al sacerdote de por medio? ¡Tú mismo podías
liberarme! Ah, ¿tal vez no has querido contrariarme
directamente, no es verdad?”.

Y El: “¡Ah, hija mía, cómo has olvidado tan pronto que la
Obediencia fue todo para Mí! Quiero que la obediencia sea
todo para ti. Y luego, he puesto de por medio ai sacerdote
para hacer que tengas consideración con él como con Mi
misma persona”.

Dicho esto desapareció, dejándome enteramente


amargada. ¡Cuántas malas jugadas sabe hacer la Señora
Obediencia! Hay que conocerla y tener que vérselas con ella
por mucho tiempo, no por poco, para poder decir quién es
ella. ¡Bravo, bravo, por la Señora Obediencia! ¡Cuánto más
se está contigo, tanto más te das a conocer! Por mí, a decir
verdad, yo te admiro y hasta me veo obligada a amarte, pero
particularmente, cuando me haces una de tus malas
jugadas, no puedo menos de sentirme enfadada contigo. Por
eso, te ruego, querida Obediencia, que seas más indulgente
en hacerme sufrir.*0*

18 21 ele septiembre, 1900 (11)


22 de septiembre, 1900 (12)
Dulces lamentos con Jesús.

Encontrándome del todo oprimida y afligida, al venir mi


adorable Jesús me dijo: “Hija mía, ¿por qué estás toda
inmersa en tu aflicción?”.

Y yo: “Ah, mi Amado, ¿cómo no debo estar


afligida, si no quieres todavía llevarme contigo? ¿Por qué me
dejas más tiempo en esta tierra?”.

Y El: “Ah, no, no quiero que tú respires esta aura de


tristeza, porque todo lo que he dispuesto dentro y fuera de
ti, todo es santo; esto es tan cierto que, si se acerca a ti
alguna cosa o persona que no es recta y santa, tú sientes su
fastidio, advirtiendo en seguida el hedor contrario de lo que
no es santo. Ahora bien, ¿por qué querrías ensombrecer con
este aire de tristeza lo que he puesto dentro de ti? Sabe
empero que todas las veces que te dispones a hacer el
sacrificio de la muerte, otras tantas te devuelvo el mérito,
como si realmente murieras, y esto debe ser para ti de gran
consuelo, tanto más que así estás más conforme a Mí, ya
que mi vida fue un continuo morir”.

Y yo: “Ah, Señor, no me parece que la muerte sea un


sacrificio, más bien la vida me parece sacrificio”. Deseaba
decir más, pero desapareció.

22 ele septiembre, 1900 (12) 19


29 de septiembre, 1900 (13)

Desahogos de Jesús. La intención de la

Crucifixión.
pasados algunos días de silencio entre Jesús y yo, y con
escaso padecer, a lo más parece que quería continuar
reteniéndome para hacerme ejercitar un poco más la
paciencia, y he aquí cómo:

Al presentarse decía: “Amada mía, el Cielo


suspira por ti, en el Cielo Yo te espero”, y partía como un
relámpago. Luego regresando, repetía: “Apaga ya tus
encendidos suspiros, que Me haces languidecer
continuamente, hasta desfallecer”. Otras veces: “Tu ardiente
amor, tus ansias han sido de consuelo a mi entristecido
corazón”...

¿Pero quién puede reproducir todas sus palabras? Me


parecía que deseaba componer versos; y estos versos a veces
los expresaba cantándolos, pero sin darme tiempo a decir
una palabra, de pronto desaparecía.

En esto, la mañana de hoy, habiendo manifestado el


confesor la intención de hacerme sufrir la Crucifixión, vi a la
Reina Madre llorando y como insistiendo con Jesús para
ahorrarle al mundo tantos azotes, pero El se mostró reacio y
sólo por contentar a la Madre concurrió a hacerme sufrir.
Luego, como si estuviera un poco aplacado, dijo:

“Hij a mía, es verdad que quiero castigar al mundo, tengo


en la mano los látigos para azotarlo, pero también es cierto
que, si te interesas tanto tú como el confesor en implorarme
y en sufrir, es siempre un apoyo y llegarías a poner muchos
puntales como para perdonar al mundo, al menos en parte;
de lo contrario, sin encontrar ningún apoyo ni soportes, con
manos libres Me desfogaré sobre las gentes”. Dicho esto,
desapareció. 11a

30 de septiembre, 1900 (14)

Intención por María Santísima.


Psta mañana, mi dulcísimo Jesús no venía y hube de
tener mucha paciencia esperándole; llegué hasta a
esforzarme por salir de mi estado, pues ya no me sentía con
fuerzas para continuar en él. El no venía, me parecía que el
padecer había huido de mí, los sentidos los tenía a flor de
piel, no quedaba otra cosa que hacer un esfuerzo para salir;
pero mientras estaba en esto, el bendito Jesús se presentó
y, rodeándome con sus brazos, me tomó entre ellos la
cabeza. Con aquel contacto me sentí más en mí misma y
veía a Nuestro Señor muy indignado con el mundo y,
deseando aplacarlo, me dijo: “Por ahora no quieras ocuparte
de Mí, sino te pido que te ocupes de mi Madre, dale consuelo
porque está muy afligida por los castigos más graves que
estoy por descargar sobre la tierra”.

¿Quién puede decir cuán afligida quedé?^


2 de octubre, 1900 (15)
Estado de víctima por Italia.

^\nte el temor de que ya no sea Voluntad de Dios mi


estado, al venir el bendito Jesús, Le dije: “Cuánto temo que
ya no sea Voluntad tuya mi estado, porque veo que me
faltan las dos cosas principales que me tienen atada, a
saber, el padecer y la falta de tu presencia”.

Y El: “Hija mía, no es que no quiera más tenerte en este


estado, sino que quiero castigar al mundo, y por eso no
vengo y hago que te falte el padecer”.

Y yo: “¿De qué sirve que yo esté en este estado?”.

Y El: “Tu situación de víctima y tu continuo esperarme


ya Me destrozan los brazos, porque tú no Me ves, Yo en
cambio te veo muy bien y cuento todos tus suspiros, tus
penas y tus deseos de quererme; y esto de que estés toda
ocupada en Mí es siempre un acto de reparación por tantos
que no ponen su atención en Mí ni Me desean, Me
desprecian y están todos ocupados en las cosas terrenas,
enfangados en la inmundicia de los vicios.

Y así, tu estado, por ser totalmente contrario a ellos,


viene siempre a romper la Justicia al punto de que, el
tenerte en este estado y comenzar las guerras sangrientas
en Italia, me resulta casi imposible".

22 2 de octubre, 1900 (15)


Y yo: “Ah, Señor, permanecer en este estado sin padecer
me resulta casi imposible, siento que me faltan las fuerzas
porque la fortaleza para permanecer en este estado viene del
sufrimiento, por lo cual, si algún día me falta éste, cuando
no vengas yo trataré de salir de él. Te lo digo con tiempo
para que no te disgustes”.

Y El: “Ah, sí, saldrás de este estado cuando en Italia


comiencen los estragos; entonces te lo suspenderé del todo”.

Mientras decía esto, me hacía ver la terrible guerra que


deberá sobrevenir, tanto entre los seglares como contra la
Iglesia. La sangre inundaba los pueblos, como cuando cae
una lluvia torrencial mi pobre corazón se retorcía de dolor al
ver aquello y acordándome de mi pueblo dije: “Ah, Señor,
como dices que me suspenderás del todo, me das a entender
que no tendrás compasión ni siquiera de la pobre Corato, ni
la perdonarás”.

Y El: “Si los pecados llegan a un cierto número, de modo


que no merezcan tener almas víctimas y los que las tienen
no se interesan, no tendré miramiento con ella, es decir, con
Corato”.

Dicho esto, desapareció y yo quedé toda agobiada y


afligida.^
Escenas sangrientas.

después de haber pasado un día de privación y con escaso padecimiento,


tenía la convicción de que el Señor no quería más tenerme en este estado,
pero la obediencia también en esto no quiere ceder, sino que continúe así
aunque tenga que reventar y estallar. ¡Sea siempre bendito el Señor y en todo
se haga su santo y amable Querer!

Pues esta mañana, al presentarse el bendito Jesús, se hacía ver en un


estado lastimoso; parecía sufrir en sus miembros y su cuerpo se deshacía en
tantos pedazos que era imposible contarlos. Con voz lastimera me decía:
“¡Hija mía, qué es lo que siento, qué siento! Son penas inenarrables e
incomprensibles a la naturaleza humana, son carnes de mis hijos que se
desgarran y es tan grande el dolor que tengo, que siento desgarrarse mis
propias carnes”.

Y mientras decía esto, daba gemidos y padecía. Yo me sentía enternecida


al verlo en este estado e hice cuanto pude por compadecerlo y rogarle que
compartiese conmigo sus penas. Me contentó en parte y apenas pude decirle:
“Ah, Señor, ¿no te lo decía yo: No metas mano a los castigos, pues quedarás
herido en tus mismos miembros? ¡Y lo que más me desagrada es que
quedarás lastimado en tus mismos miembros! ¡Ah, esta vez no ha habido
modo ni ruegos para aplacarte!”.
Pero Jesús no dio oídos a mis palabras. Parecía que tenía
algo serio en el corazón que lo llevaba a otra parte, y en un
instante me transportó fuera de mí, llevándome a lugares
donde ocurrían masacres de sangre. ¡Oh, cuántos
espectáculos dolorosos se veían en el mundo, cuánta carne
humana atormentada, hecha pedazos, pisoteada como se
pisotea la tierra y dejada insepulta, cuántas desgracias,
cuántas miserias, y lo que era más, otras más terribles que
deben sobrevenir!

El bendito Jesús miraba todo conmoviéndose y se puso a


llorar amargamente. Yo, sin poder resistir, lloré junto con Él,
la triste condición del mundo, tanto que mis lágrimas se
mezclaban con las de Jesús.

Después de haber llorado un buen rato, admiré otro


rasgo de la bondad de Nuestro Señor. Para hacer que dejara
de llorar, desvió de mí su cara, a ocultas se enjugó las
lágrimas y luego, volviéndose de nuevo, con alegría en el
rostro me dijo: “¡Amada mía, no llores, basta, basta! ¡Lo que
tú ves sirve para justificar mi Justicia! ”.

Y yo: “Ah, Señor, bien digo que ya no es Voluntad tuya


mi estado. ¿Para qué sirve mi estado de víctima si no me es
dado aliviar tus amadísimos miembros, exentar al mundo de
tantos castigos?”.
*
Y El: “No es como tú dices. También Yo fui víctima y,
siendo víctima, no me fue dado ahorrar al mundo todos los
castigos. Le abrí el Cielo, le libré de la culpa, sí, cargué sobre
Mí sus penas, pero es justicia que el hombre reciba sobre sí
parte de esos castigos que él mismo se procura pecando, y si

9 de octubre, 1900 (16) 25


no fuese por las víctimas, merecería no sólo el simple
castigo, o sea, la destrucción del cuerpo, sino también la
pérdida del alma. He ahí la necesidad de las víctimas porque
el hombre es siempre libre en su voluntad, si quiere la
garantía de las víctimas, puede encontrar el perdón de la
pena y el puerto de su salvación”.

Y yo: “¡Ah, Señor, cuánto quisiera ir a ti antes de que se


presenten los castigos!”.

Y El: “Si el mundo llega a tal impiedad que no merezca


ninguna víctima, seguro que te llevaré”.

Al oír esto, dije: “Señor, no permitas que permanezca aquí


para asistir a escenas tan dolorosas”.

Y Jesús, como reprochándome, añadió: “En vez de


rogarme que perdone al mundo, dices que quieres venir. Si
Yo me llevase a todos los míos, ¿qué sería del pobre mundo?
Ciertamente no tendría más qué hacer y no le tendría
ninguna consideración”.

Después de esto, rogué por varias personas, El


desapareció y yo volví en mí-í*

26 9 de octubre, 1900 (16)


Jesús le confirma (a Luisa) su amor. Visita Roma
y ye el gran mal que sucede; (Luisa) ve morir a uno
de los jefes de gobierno.

jV\ientras escribía, iba pensando entre mí: Quién sabe


cuántos disparates en estos escritos merecen ser echados al
fuego y, si la obediencia me lo concediera, lo haría de buena
gana. Siento como una conmoción en el alma, sobre todo si
llegara a verlos alguna persona. En ciertos puntos hacen ver
como si yo amara a Dios e hiciera alguna cosa por El,
mientras no hago nada y no lo amo y soy el alma más fría
que pueda encontrarse en el mundo, y así me juzgarían
distinta de lo que soy. Esto es un sufrimiento para mí, pero
ya que es la obediencia la que quiere que escriba, lo que
para mí es uno de los más grandes sacrificios, me someto
enteramente a ella, con cierta esperanza de que presentará
mis excusas por mí y justificará mi causa ante Dios y ante
los hombres.

Pero mientras decía esto, el bendito Jesús se ha movido


en mi interior y me está reprochando y quiere que me
retracte de lo que he dicho, y me está diciendo que al
expresar esto me he apartado de la verdad, siendo la cosa
más esencial de un alma no salir jamás del círculo de la
verdad: “Cómo, ¿no Me amas? ¿Con qué ánimos lo dices?
¿No quieres padecer por Mí?”

Y yo, llena de vergüenza: “Sí, Señor”.


Y Él: “Pues bien, ¿cómo se te ocurre salir de la verdad?”.

Dicho esto se retiró de mi interior sin hacerse sentir,


quedándome yo como si hubiese recibido un porrazo. Al
venir el bendito Jesús respondió a mi pensamiento
diciéndome: “Seguro que estos escritos tuyos merecen ser
quemados, ¿pero quieres saber en qué fuego? En el fuego de
mi amor, porque no hay página que no muestre a claras
notas el modo como amo a las almas, tanto si son cosas que
se refieren a ti como también al mundo, y mi amor en estos
escritos tuyos encuentra un desahogo a mis preocupados y
amorosos desmayos”.

Después de esto me transportó fuera de mí y,


encontrándome sola sin cuerpo, dije: “Mi amado y único
Bien, qué castigo es para mí el tener que retornar tantas
veces a mi cuerpo, porque es cierto que ahora no lo tengo,
sola el alma está junto contigo, y luego no sé cómo me siento
aprisionada en mi cuerpo miserable, como dentro de una
cárcel tenebrosa, y allí pierdo aquella libertad que se me
concede al salir de él. ¿No es esto para mí el más duro
castigo que se pueda dar?”

Y Jesús: “Hij a mía, no es castigo lo que tú dices, ni


acontece esto por tu culpa; más bien debes saber que sólo
por dos razones puede el alma salir del cuerpo: por la fuerza
del dolor que sucede con la muerte natural, y por la fuerza
del amor recíproco entre el alma y Yo, porque siendo este
amor tan fuerte, ni el alma lo resistiría ni Yo puedo resistirlo
por mucho tiempo sin gozar de ella; por eso la voy atrayendo
hacia Mí y luego la vuelvo a poner de nuevo en su estado
natural y el alma, atraída más que por un alambre eléctrico,
va y viene como a Mí me place; y he aquí que lo que crees

28 10 de octubre, 1900 (17)


castigo es amor finísimo”.

Y yo: “Ah, Señor, si mi amor fuese bastante y fuerte, creo


que tendría la fuerza de subsistir delante de ti y no estaría
sujeta a retornar al cuerpo, pero como es muy débil, estoy
sujeta a estas vicisitudes”.

Y El: “Más bien te digo que es amor más grande; es fruto


del amor del sacrificio el que, por amor mío y por amor de
tus hermanos, te prives y retornes a las miserias de la vida”.

Después de esto, el bendito Jesús me transportó a una


ciudad donde eran tantas las faltas que se cometían, que
salía como una niebla densísima, maloliente, que subía al
Cielo, y del Cielo bajaba otra niebla espesa y dentro estaban
condensados tantos castigos que parecían suficientes como
para exterminar esa ciudad; por lo cual dije yo: “Señor,
¿dónde nos encontramos? ¿Qué lugares son éstos?”.

Y Él: “Aquí es Roma, donde son tantas las maldades que


se cometen no sólo por parte de los seglares, sino también
de los religiosos que merecen que esta niebla los acabe de
cegar, haciéndose dignos de su exterminio”.

En un instante vi el desastre que sobrevenía, y parecía


que el Vaticano recibía parte de las sacudidas. No se
perdonaba ni siquiera a los sacerdotes por eso, en medio de
gran consternación, dije: “Señor mío, perdona a tu ciudad
predilecta, a tantos ministros tuyos, al Papa. ¡Oh, cuán de
buena gana me ofrezco a sufrir sus tormentos, con tal que
los perdones!”

Y Jesús, conmovido, me dijo: “Ven conmigo y te haré ver


hasta dónde llega la maldad humana”, y me transportó al

10 de octubre, 1900 (17) 29


interior de un palacio.

En una habitación secreta estaban cinco o seis diputados


y decían entre sí: “Nos rendiremos cuando hayamos
destruido a los cristianos”, y parecía que querían forzar al
rey a escribir, de su propio puño, el decreto de muerte de los
cristianos y la promesa de adueñarse de sus bienes,
diciendo que, con tal que consintiese con ellos, no importaba
que no lo hicieran por entonces, que en su tiempo y en su
oportunidad lo harían.

Después de esto, me transportó a otro sitio para hacerme


ver que debía morir uno de los que se dicen jefes, y este tipo
parecía tan unido con el demonio, que ni siquiera en esa
situación se conmovía; toda su fuerza la tomaba de los
demonios que lo cortejaban como a su fiel amigo. Los
demonios, al verme, se estremecieron, y uno quería
golpearme, otro hacerme alguna cosa, otro una otra. Pero yo,
sin cuidarme en absoluto de sus molestias pues me
importaba más la salvación de aquella alma, tomé ánimos y
llegué junto a aquel hombre. ¡Oh Dios, qué espantoso
espectáculo, más que de los mismos demonios! En qué
estado lastimoso yacía él, daba más que compasión. En
nada, en nada lo conmovió nuestra presencia, más bien
parecía que hacía burla de ella. En seguida, Jesús me retiró
de aquel

30 10 de octubre, 1900 (17)


punto y yo comencé a implorar ante Él por la salvación
de esa alma.U1

12 de octubre, 1900 (18)


Jesús (se) le aparece (a Luisa) coronado de
espinas, luego crucificado y le explica los tres
enemigos del hombre, es decir: el amor a los
placeres, a la riqueza, y a los honores.

/V\i adorable Jesús continúa viniendo. Esta mañana


traía una densa corona de espinas; se la quité despacio, la
puse sobre mi cabeza y dije: “Señor, ayúdame a enclavarla”.
/

Y El: “Esta vez quiero que tú misma te la claves. Quiero


ver qué sabes hacer y cómo quieres sufrir por Amor mío”.

Yo me la clavé muy bien, tanto más cuanto que se trataba


de hacerle ver hasta dónde llegaba mi amor de sufrir por
Jesús; tanto que Él mismo, todo enternecido y abrazándome,
me dijo: “Basta, basta, que mi corazón no soporta más el
verte sufrir tanto”.

Y habiéndome dejado muy sufrida, mi amado Jesús no


hacía otra cosa que ir y venir. Después tomó el aspecto de
crucifijo, me hizo partícipe de sus penas y me dijo: “Hija mía,
los enemigos más poderosos del hombre son: el amor a los
placeres, a las riquezas y a los honores, los cuales hacen
infeliz al hombre, porque estos enemigos se introducen
hasta el corazón y lo carcomen continuamente, lo amargan,
lo abaten tanto que le hacen perder toda la felicidad. Y Yo en
el Calvario vencí a estos tres enemigos y obtuve para el
hombre la Gracia de que también él los venciera, y le restituí

12 de octubre, 1900 (18) 31


la felicidad perdida. Pero el hombre ingrato y
desagradecido rechaza mi Gracia y ama
empeñadamente a estos enemigos”.

¡Sea siempre bendito el Señor y todo sea para su Gloria!


1
U

14 de octubre, 1900 (19)


Luisa se queja de que Jesús no viene. Jesús se le
aparece. Competencia de amor. Amenaza de
castigos.

£sta mañana me sentía tan aturdida que no me entendía


a mí misma, ni podía, según la costumbre, moverme en
busca de mi sumo Bien. Así que, de rato en rato se movía en
el fondo de mi interior y se dejaba ver, y abrazándome y
compadeciéndome me decía: “¡Pobre hija, tienes razón de no
poder estar sin Mí! ¿Cómo podrías vivir sin tu amado?”.

Y yo, conmovida con sus palabras, dije: ‘‘¡Ay,


amado mío, qué duro martirio es la vida a causa de los
intervalos en los que me veo obligada a estar sin ti! Me dices
tú mismo que tengo razón, ¿y luego me dejas?” Y El se
ocultó furtivamente, como si no quisiera oír lo
que decía y yo me quedé sola de nuevo en mi aturdimiento y
sin poder decir nada.

Cuando me vio aturdida se presentó de nuevo diciendo:


“Tú eres todo mi contento; en tu corazón encuentro mis
delicias más queridas”.

Y yo, moviéndome, dije: “También para mí tú eres todo

32 14 de octubre, 1900 (19)


mi contento, al punto de que todas las demás cosas no son
para mí sino amarguras”.
/

Y El retirándose de nuevo, me quedé a medias


palabras y más aturdida que antes, y así prosiguió esta
mañana; parecía que tenía deseos de bromear un poco.
Después de esto, me sentí fuera de mí y vi que venían
personas desconocidas, vestidas de burgueses, y la gente, al
verlos, se asustaban todos y alzaban un grito de pavor y de
dolor, especialmente los niños, y decían: “Si éstos caen sobre
nosotros es el fin”. Y añadían: “¡Escóndanse los jóvenes!
¡Pobre juventud si llega a caer en manos de éstos!”. Por lo
cual yo, volviéndome al Señor, le dije: “¡Piedad,
misericordia, aleja este ñagelo tan peligroso para la pobre
humanidad! ¡que te muevan a compasión las lágrimas de la
inocencia!”. Y El: “Ah, hija mía, sólo por la inocencia tengo
consideración a los demás, sólo ella me arranca las
Misericordias y mitiga mi enojo”,

14 de octubre, 1900 (19) 33


15 de octubre, 1900 (20)

Lucha entre el Confesor y Jesús, por la


crucifixión de Luisa.

Psta mañana, habiendo recibido la Santa Comunión, el


bendito Jesús me hizo escuchar su voz que decía: “Hija mía,
esta mañana siento total necesidad de ser reconfortado. Ay,
toma un poco sobre ti mis penas y déjame descansar un
tanto en tu corazón”.

Y yo: “Sí, mi Bien, hazme sentir tus penas y mientras yo


sufro en vez de ti, tendrás toda comodidad para poder
reconfortarte y tomar un dulce sueño. Sólo te pido que
esperes otro poco, hasta que yo quede sola, porque creo que
aún está presente el confesor, a fin de que nadie pueda
verme sufrir”.
*
Y El: “¿Qué más da que el sacerdote esté presente? ¿No
sería mejor que en vez de tener a uno que me reconforte,
tenga dos, a saber, tú sufriendo y él concurriendo conmigo
con la misma intención mía?”.

Mientras tanto, vi al confesor que ponía la intención de la


Crucifixión, y en seguida el Señor, sin la menor tardanza,
me hizo partícipe de las penas de la Cruz. Y así, después de
haber estado un tiempo en aquellos sufrimientos, el confesor
me llamó a la obediencia. Jesús se retiró y yo procuraba
someterme a quien me ordenaba cuando, en un instante,
vino de nuevo mi dulce Jesús que me quería someter por
segunda vez a las penas de la Crucifixión, y el sacerdote no
quería. Cuando yo me conformaba con Jesús, es decir, con

34 15 de octubre, 1900 (20)


sufrir, Jesús venía; cuando el confesor veía que empezaba a
sufrir, con la obediencia detenía el padecer y Jesús se
retiraba. Sufría un dolor grande al ver que se retiraba, pero
hacía cuanto más podía por obedecer y como a veces veía
presente al confesor, les dejaba actuar a ellos, esperando a
ver quién tendría que vencer, si la obediencia o Nuestro
Señor. Ah, me parecía ver que luchaban la obediencia y
Jesús: los dos fuertes y hábiles para poder afrontar una
lucha. Después que hubieron luchado bastante, en el
momento de ver quién vencía, vino la Reina Madre, la cual,
acercándose al confesor, le dijo: “Hijo mío, esta mañana, en
que El mismo quiere que sufra, déjalo hacer, de lo contrario
(ustedes) no se ahorrarán, ni siquiera en parte, los castigos”.

En ese momento, el sacerdote estaba como descuidado


de sostener la lucha y Jesús, vencedor, me sometió de nuevo
a las penas, pero con tal vehemencia y dolores acerbos que
yo misma no sé cómo quedé viva. Cuando creía morirme,
nuevamente la obediencia me llamó y por poco volví en mí al
retirarse el bendito Jesús; pero, no contento todavía,
retomando quería repetir por tercera vez pero la obediencia,
armándose de fortaleza, esta vez salió vencedora, perdiendo
mi amado Jesús. Con todo, de cuando en cuando trataba de
ver si podía
s

vencer El de nuevo; tanto que no me daba paz y tuve que


decir: “Pero, Señor mío, quédate un poco tranquilo y déjame
en paz: ¿no ves que la obediencia se ha puesto en armas y
no quiere ceder? Por eso, ten paciencia y no repitas la
tercera vez, prométeme que me harás morir”.
Y Jesús: “Sí, ven”.

Yo se lo dije al sacerdote y, hasta en esto, la obediencia


se mostró implacable, a pesar de que mi dulce Bien me
llamaba diciéndome: “Luisa, ven”. Yo insistía que me
llamaba, pero se me respondía con un fírme no... ¡Qué bella
obediencia es ésta! Dado que quiere hacer en todo y sobre
todo de Señora, quiere inmiscuirse en cosas que a ella no le
pertenecen, como es el morir. Y luego, linda cosa, exponer a
una pobre infeliz a los peligros de muerte, hacerle tocar con
la mano el puerto de la felicidad eterna y después, para
mostrar que sabe hacer en todo de Señora, prevalida de la
fuerza que posee, la entretiene y hace estar sumida en la
mísera prisión del cuerpo, y si se pregunta por qué todo
esto, primero no te responde y luego, en su mudo lenguaje,
te dice: “¿Por qué? Porque soy Señora y tengo dominio sobre
todo”. Parece que no hay como estar en paz con esta bendita
obediencia; se requiere una paciencia de santo y no sólo de
santo, sino la del mismo Nuestro Señor en caso contrario
habrá que estar en continuas discordias, porque lo que
quiere es tocar los extremos.

Viendo pues que no podía vencer, el bendito Señor se


aquietó y cedió a la obediencia y me dejó en paz; mitigó las
penas que sufría y me dijo: “Amada mía, en las penas que
has sufrido he querido hacerte probar el furor de mi
Justicia, descargándola un poco sobre ti. Si tú pudieras ver
con claridad el punto a dónde la han hecho llegar los
hombres y cómo el furor de mi Justicia se ha armado contra
ellos, temblarías en todo tu cuerpo
y no harías otra cosa que rogarme que descargue sobre ti
las penas”.

Y así parecía sostenerme en mis sufrimientos y, para


alentarme, me decía: “¿Yo Me siento mejor, y tú?”.

Y yo: “¡Ah, Señor, quién puede decirte lo que siento! Me


parece que he sido como triturada dentro de una máquina.
Experimento tal agotamiento de fuerzas que si tú no me
infundieras vigor no podría rehacerme”.

Y El: “Amada mía, es necesario que al menos de cuando


en cuando sientas con intensidad las penas: primero por ti,
ya que por más bueno que sea un hierro, si se le deja por
mucho tiempo sin ponerlo en el fuego, siempre viene a
adquirir algo de herrumbre; segundo, por mí: si a la larga no
descargase mi peso sobre ti, mi furor se acrecentaría de tal
modo que no tendría ninguna consideración ni otorgaría al
mundo ningún perdón y, si no pusiera sobre ti mis penas,
no podría mantenerte la palabra de ahorrar en parte los
castigos al mundo”.

Después de esto vino el confesor a llamarme a la


obediencia, y así volví en mí.U1

15 de octubre, 1900 (20) 37


Jesús (se) le aparece (a Luisa) moribundo.
Furor de Justicia y después es desarmado.

^omo mi adorable Jesús continuara viniendo, me parecía


verlo tan sufrido que daba compasión, y arrojándose en mis
brazos me dijo: “¡Hija mía, doblégame el furor de mi
Justicia, de lo contrario..!”

Mientras tanto, me pareció ver a la Justicia Divina


armada de espadas y de saetas de fuego que causaba terror,
y juntamente la fortaleza con que puede actuar. Por lo cual,
llena de espanto dije: “¿Cómo puedo doblegarte el furor, si te
veo tan fuerte que en un simple instante puedes aniquilar
Cielo y Tierra?”.

Y El: “Y, sin embargo, un alma sufrida y una oración


llena de humildad Me hacen perder toda mi fortaleza y Me
vuelven tan débil que hacen que esa alma me sujete como a
ella le parece y le place”.

Y yo: “¡Ah, Señor, con qué aspecto se hace ver la


Justicia!”

Y Jesús añadió: “No es fea, si tú la ves tan armada es


porque así han hecho los hombres, pero en sí misma es
buena y santa, como los demás atributos míos, porque en
mí no puede haber ni siquiera la sombra del mal. Es verdad
que el aspecto parece áspero, pungente, amargo, pero los
frutos son dulces y gustosos”.

Dicho esto desapareció. U1


Las manifestaciones del Divino Amor.

£sta mañana, al venir mi adorable Jesús, me hacía ver


sus atributos y me dijo: “Hija mía, todos mis atributos están
en acto continuo por los hombres y todos exigen su tributo”.

Después añadió: “Como la Justicia quiere la satisfacción


de lo que es injusto, así mi Amor quiere el desahogo de amar
y ser amado. Tú adéntrate en la Justicia, ora y repara, y
cuando recibas algún golpe, ten la paciencia de soportarlo.
Luego pasa a mi Amor y dame el desahogo del amor, de lo
contrario quedaré defraudado en el amor; como esta vez
siento la absoluta necesidad de dar desahogo a mi Amor y,
si no me fuere concedido el hacerlo, languidecería y
desfallecería”.

Mientras decía esto, comenzó a besarme, acariciarme y


darme tantas ternuras de amor, que no tengo palabras para
expresarlo, y quería que yo le correspondiese diciéndome:
“Como Yo siento la necesidad de desfogarme contigo en el
amor, así tú tienes necesidad de desfogarte en amor por mí,
¿no es verdad?”

Y así, después de habernos desahogado mutuamente,


desapareció. ^
22 de octubre, 1900 (23)

(Luisa) dice a Jesús que quisiera saber si lo que


le sucede es de (parte) de Dios o del demonio.
Jesús la clarifica.

Psta mañana me encontraba toda oprimida y con temor


de que no fuese Jesús bendito el que obraba en mí, sino el
demonio. Con todo, no podía dejar de buscarlo y desearlo.
Pues bien, en cuanto se dignó venir, me dijo: “¿Quién
asegura que sale el sol, sino la luz que pone en fuga las
tinieblas nocturnas, y el calor que él difunde en la misma
luz? Si se dijera que ha salido el sol y no obstante se viera
más densa la oscuridad de la noche y no se sintiera ningún
calor, ¿qué dirías tú? Que no es el sol verdadero el que ha
salido, sino uno falso porque no se ven los efectos del sol.
Ahora bien, si mi vista te hace huir las tinieblas y te
muestra la luz de la verdad, haciéndote sentir el calor de mi
Gracia, ¿por qué quieres complicarte la mente con la idea de
que no soy Yo el que obro en ti?”.

Añado, porque así quiere la obediencia, que el otro día


estaba pensando: Si llegaran a verificarse tantos castigos
como son los que he mencionado en estos libros, ¿quién
tendrá corazón para asistir a ellos como espectador? Y el
bendito Señor me hizo comprender con claridad que algunos
se verificarán mientras yo esté todavía en vida, otros
después de mi muerte y algunos serán ahorrados en parte.
Así quedé un poco más aliviada pensando que no me tocaría
ver todos los castigos.

40 22 de octubre, 1900 (23)


Y he aquí satisfecha la Señora Obediencia, que había
comenzado a fruncir el ceño y levantar quejas y
reprimendas; parece, en efecto, que esta bendita Señorita no
quiere en modo alguno adaptarse a la razón humana, no
quiere involucrarse en ninguna circunstancia; más bien
parece que realmente no tiene razón, y es para morir, el
tener que vérselas con quien no tiene razón, para poder
estar un poco de buenas. Hace falta perder la propia razón,
porque la Señorita se anda jactando: “Yo no tengo razón
humana alguna, por eso no sé adaptarme al uso humano;
mi razón es divina y para quien desea vivir en paz conmigo
es absolutamente necesario que pierda la suya para adquirir
la mía”. He aquí cómo razona la Señorita; ¿qué se puede
decir? Es mejor callar, porque al derecho o al revés, siempre
quiere tener razón y se gloria de darle a uno en la cabeza. í

23 de octubre, 1900 (24)

El Amor de la Santísima Trinidad que se refleja


en las criaturas.
r*
£sta mañana, habiendo recibido la Santa Comunión, mi
adorable Jesús me hacía ver al confesor que tenía la
intención de hacerme sufrir la Crucifixión. Sentía yo la
repugnancia de mi pobre naturaleza, no porque no quisiese
sufrir, sino por otras razones. Pero Jesús, como
lamentándose de mí, decía al confesor: “No quiere
someterse”.
Yo me enternecí ante el lamento; el confesor renovó la
orden y me sometí. Después de haber sufrido un poco, como
veía presente al confesor, dijo el Señor: “Amada mía, he aquí
el símbolo de la
Sacrosanta Trinidad: Yo, el confesor y tú. Mi amor, desde la
eternidad, nunca ha estado solo, sino siempre unido en
perfecta y mutua unión con las Divinas Personas, porque mi
verdadero Amor jamás está solo, sino que produce otros
amores y goza en ser amado por los amores que El mismo
ha producido, y si está solo no es por la naturaleza del Amor
divino, o bien está solo aparentemente. ¡Si supieras cuánto
me complace y tomo gusto en poder continuar en las
criaturas aquel Amor que desde la eternidad reinaba y reina
todavía hoy en la Santísima Trinidad! Por eso también
quiero el consentimiento de la intención del confesor unido
conmigo, para poder continuar más perfectamente este
Amor simbólico de la Trinidad Sacrosanta”.

29 de octubre, 1900 (25)

Luisa bebe del Costado del Señor, el cual le


habla de la caridad.

después de haber pasado varios días de privación y de


silencio, esta mañana, al venir el bendito Jesús, Le dije: “Se
ve que ya no es Voluntad tuya mi estado”.

Y Él: “Sí, sí, levántate y ven a mis brazos”.


Ante estas palabras olvidé el penoso estado de los días
pasados y corrí a sus brazos, y como veía el Costado abierto,
dije: “Amado mío, hace ya algún tiempo que no me has
admitido a beber de tu Costado, te ruego, admíteme hoy”.

Y Jesús: “Amada mía, pues bebe a tu placer y sáciate”.

¿Quién puede expresar mi alegría y con qué avidez puse


mi boca para beber de aquella fuente divina? Después de
haber bebido a saciedad, hasta no tener ya dónde poner otra
gota, me retiré y Jesús me dijo: “¿Estás saciada? Si no lo
estás, continúa bebiendo”.

Y yo: “Saciada no, porque junto a esta fuente, cuanto


más se bebe tanto más crece la sed, sólo que por ser yo muy
limitada no soy capaz de contener más”.

Después de esto, veía junto a Jesús a otras


*

personas, y El dijo: “Lo más esencial y necesario en un alma


es la Caridad. Si no hay Caridad, sucede lo mismo que en
aquellas familias y reinos que no tienen gobernantes: todo
es trastorno, las más bellas cosas quedan en confusión, no
se advierte ninguna armonía: quien quiere hacer una cosa,
quien otra. Así pasa en un alma en la que no reina la
Caridad: todo es desorden, las cosas no guardan armonía
entre sí. Por eso la Caridad se llama Reino, porque tiene
gobierno, orden y dispone todo”.'fr

29 de octubre, 1900 (25) 43


La Virgen viste a Luisa con un traje precioso. Mientras gira con
Jesús encuentra a un alma en desesperación, la consuela y la
tranquiliza.

■Encontrándome en mi habitual estado, me sentí fuera de mí y encontré


a la Reina Madre. Apenas me vio, comenzó a hablar de la Justicia, ¡cómo está
por irrumpir con todo el furor contra las gentes!. Dijo muchas cosas sobre
esto, pero no tengo palabras para referirlas en esto veía todo el Cielo lleno de
puntas de espadas contra el mundo.

Luego añadió: “Hija mía, tú has desarmado muchas veces a la Justicia


divina y te has alegrado de recibir en ti sus golpes. Ahora que la ves en el
golpe del furor, no te deprimas, sé valerosa, con ánimo lleno de santa
fortaleza entra en ella, desármala, no tengas temor de las espadas, del fuego
y de todo lo que podrías encontrar para obtener el propósito. Si te ves herida,
golpeada, abrasada, rechazada, no des pie atrás, sino más bien que todo eso
te sea un estímulo para seguir adelante. Mira, para esto he venido yo en tu
ayuda trayéndote un vestido, provista del cual tu alma obtendrá valor y
fortaleza para no dar lugar a ningún temor”.

Dicho esto, sacó de dentro de su manto un vestido tejido de oro jaspeado


de varios colores y con él cubrió mi alma. Luego me dio a su Hijo diciéndome:
“Y he aquí que por prenda de mi amor te doy en custodia a mi amadísimo
Hijo, para que lo cuides, lo ames y le des todo contento. Trata de hacer mis
veces a fin de que, encontrando en ti todo su contento, no le pueda causar
tanta pena el disgusto que le dan los demás”.

¿Quién puede decir cuán feliz y fortalecida quedé con aquella vestidura y
con la amorosa prenda entre mis brazos? Ciertamente no podría desear
felicidad más grande. Luego la Reina Madre desapareció y yo me quedé con
mi dulce Jesús. Recorrimos un poco la tierra y entre tantas otras,
tropezamos con un alma presa de la desesperación. Compadecidos de ella
nos acercamos, y Jesús quiso que yo le hablase con una luz que el mismo
Jesús me infundía, para hacerle comprender lo mal que hacía.

Le dije: “La medicina más saludable y eficaz en los tropiezos más tristes
de la vida es la resignación. Tú, con desesperarte, en vez de tomar la
medicina estás tomando el veneno para dar muerte a tu alma. ¿No sabes que
el remedio más oportuno para todos los males, la principal cosa que nos hace
nobles y nos diviniza, nos asemeja a Nuestro Señor y tiene la virtud de
convertir en dulzura las mismas amarguras es la resignación? ¿Qué fue la
vida de Jesús en la tierra sino proseguir el Querer del Padre, y mientras
estaba en la tierra permanecía unido con el Padre en el Cielo? Así es el alma
resignadá: mientras vive en la tierra, el alma y su voluntad están unidas con
Dios en el Cielo. ¿Puede haber una cosa más querida y deseable que ésta?”.

Aquella alma, como sacudida, comenzó a calmarse y Jesús y yo nos


retiramos. Sea todo para Gloria de Dios y El sea siempre bendecido.
2 de noviembre, 1900 (27)

Jesús la invita (a Luisa) a estar en su Corazón.

Psta mañana me sentía toda oprimida y afligida,


añadiéndose a esto que el bendito Jesús no se dejaba ver;
así, después de mucho esperar salió de mi interior y
abriéndome su corazón me introducía en él, di- ciéndome:
“Vive dentro de Mí, sólo ahí encontrarás la verdadera paz y
un contento permanente, porque dentro de mí no penetra
nada de lo que no pertenece a la paz y a la alegría, y quien
vive en mí no hace otra cosa que nadar en el piélago de
todos los gozos, mientras que al salir fuera de mí, aunque el
alma no se afane por nada, sólo con ver las ofensas que me
hacen y el modo como me enojan, ya viene a participar de
las aflicciones y, con ello, queda perturbada. Por eso tú, de
cuando en cuando, olvídate de todo, entra dentro de mí y
ven a gustar mi paz y mi felicidad, luego sal y hazme el
oficio de reparadora mía”. Dicho esto, desapareció.

8 de noviembre, 1900 (28)


Le aparece Jesucristo y le explica por qué la
obediencia imprime en el alma la Imagen Divina.

^omo continuara Jesús en sus acostumbradas


tardanzas, al venir, yo sentía todo el peso de su privación.
Cuando vino muy de improviso, sin saber el por qué, me
dirigió esta pregunta: “¿Sabrás decirme por

46 2 de noviembre, 1900 (27)


qué la obediencia es tan glorificada y obtiene el alto honor de
imprimir en el alma la Imagen divina?”.

Yo, llena de confusión no supe qué responder. Pero el


bendito Jesús, con una luz intelectual que me enviaba, me
respondió El mismo. Y como esto es por medio de luces y no
de vocablos, no tengo palabras para expresarlo, pero la
obediencia quiere que lo intente, a ver si logro expresarlo y
así pongo toda mi fe en la obediencia, especialmente por ser
cosas que atañen a ella directamente, y comienzo a hacer la
prueba:

Parece que Jesús me dijera que la obediencia es tan


glorificada porque tiene la virtud de arrancar, desde sus
raíces, las pasiones humanas destruye en el alma todo lo
que es terreno y material y con su alto honor restituye al
alma su estado original, a saber, como fue creada por Dios
en la Justicia original, es decir, antes de ser expulsada del
Edén terrenal. En este sublime estado, el alma se siente
atraída fuertemente a todo lo que está bien; siente
connatural consigo todo lo que es bueno, santo y perfecto,
con un horror enorme aun a la sombra del mal. Con esta
naturaleza feliz, recibida de la mano muy experimentada de
la obediencia, el alma ya no siente dificultad en poner en
obra los mandatos recibidos, tanto más que, quien ordena,
siempre debe ordenar el bien. Y así es como la obediencia
sabe imprimir bien la Imagen divina; y no solo esto, sino que
cambia la naturaleza humana en la divina, porque (así)
como Dios es bueno, Santo y perfectísimo, y está inclinado a
todo lo que es bueno y odia sumamente el mal, así la
obediencia tiene la virtud de divinizar la naturaleza humana
y hacerla adquirir las propiedades divinas. Cuanto más el
alma se deja manejar por esta mano nobilísima, tanto más
de divino adquiere y destruye el propio ser.

“He ahí por qué es tan glorificada y honrada, a tal punto


que Yo mismo Me sometí a ella y quedé por ello honrado y
glorificado y restituí por su medio a todos mis hijos el honor
y la gloria que por la desobediencia habían perdido”.

Esto he podido manifestar aproximadamente. El resto lo


percibo en la mente, pero me faltan las palabras porque es
tan alto el concepto de esta virtud, que mi pobre lenguaje
humano no puede arreglarse para encontrar las palabras.

10 de noviembre, 1900 (29)

Jesucristo le enseña dónde está el verdadero

amor.

Jesús seguía sin venir y yo me sentía sumida en la más


grande tristeza. Mi alma estaba destrozada de mil modos.
Me sentía como junto a una sombra y escuché la voz de mi
adorable Jesús, pero sin verlo, y me dijo: “El amor más
perfecto está en la verdadera confianza que se debe tener en
el objeto amado; y aun cuando se viese perdido el objeto que
ama, entonces más que nunca es tiempo de demostrarle esta
/

verdadera confianza. Este es el medio más fácil para entrar


en posesión de lo que ardientemente se ama”.
Dicho esto, desaparecieron la sombra y la voz. ¿Quién
puede decir la pena que siento por no haber visto a mi
amado Bien?'?

11 de noviembre, 1900 (30)

Jesucristo le enseña que el conocimiento de sí


misma está en el Divino Querer que produce el
conocimiento de Dios.

parece que el Señor bendito quiere ejercitarme en


la paciencia. No tiene compasión ni de mis lágrimas,
/

ni de mi dolorosísimo estado. Yo, sin El, me veo sumida en


la más grande miseria; creo que no hay alma más criminal
que la mía. Estando con Jesús, si bien
me veo más mala que nunca, pero como me encuen-

tro con El, que posee todos los bienes, mi alma encuentra el
remedio a todos los males. De ahí que, cuando me falta, todo
termina para mí, no hay ningún remedio a mis grandes
miserias. Me oprime mucho más el pensamiento de que ya
no sea Voluntad suya mi estado y, al no estar en su Querer,
me parece encontrarme fuera del centro y muchas veces
pienso en el modo de poder salir.

Pues bien, hallándome en estos trances, Lo sentía detrás


de mis espaldas diciéndome: “¿Te has
cansado, no es verdad?”.

Y yo: “Sí, Señor, me siento bastante cansada”.


Y Él respondió: “Ah, hija mía, no salgas de mi Querer,
pues saliendo de Él vienes a perder mi conocimiento y, al no
conocerme, llegas a perder el conocimiento de ti misma,

11 de noviembre, 1900 (30) 49


porque entonces se distingue con claridad si es oro o fango,
a los reflejos de la luz; pues si todo es tinieblas, fácilmente
se pueden cambiar los objetos.

Ahora bien, mi Querer es Luz que, al darte mi


conocimiento, a los reflejos de esta Luz llegas a conocer
quién eres tú y, viendo tu debilidad, tu pura nada, te aferras
a mis brazos y unida a mi Querer vives Conmigo en el Cielo.
Pero si prefieres salir de mi Querer, en primer lugar llegarás
a perder la verdadera humildad, y luego vendrás a vivir en la
tierra y te verás forzada a sentir el peso terreno, a gemir y
suspirar, como todos los demás desdichados que viven fuera
de mi Voluntad".

Dicho esto se retiró, sin dejarse tampoco ver. ¿Quién


puede expresar el destrozo de mi ánimo?cü>

13 de noviembre, 1900 (31)


Luisa ve tres niños del mismo tamaño atados
con hilo de oro a su corazón y ve también los males
de la Iglesia.

después de haber pasado algunos días de privación


amarguísima, habiendo recibido la Santa Comunión, he
visto tres Niños; era tanta su belleza e igualdad, que los tres
parecían nacidos de un mismo parto. Mi alma quedaba
sorprendida y atónita el ver tanta belleza encerrada en el
círculo de mi interior tan miserable. Crecía mucho más mi
asombro, ya que veía a estos tres Niños como con muchas
cuerdas de oro en la mano con las cuales se ataban a mí y
todo mi corazón a Ellos. Luego, como si cada uno tomara

50 13 de noviembre, 1900 (31)


ánimos, comenzaron a discutir entre sí, pero yo no entendía
y no encuentro palabras para poder repetir su altísimo
lenguaje; sólo sé decir que en un abrir de ojos vi las muchas
miserias humanas, el envilecimiento y el despojo de la
Iglesia, la misma degradación de los sacerdotes que, en vez
de ser luz para los pueblos, son tiniebla. Por lo cual,
sumamente amargada por esta visión, dije: “Santísimo Dios,
da paz a la Iglesia, haz que le restituyan lo que le han
quitado, no permitas que los malos se rían a espaldas de los
buenos”. Y mientras yo decía esto, Ellos dijeron: “Son los
misterios de Dios incomprensibles”. Dicho esto,
desaparecieron y yo volví en mí.U1

14 de noviembre, 1900 (32)

Se le aparecen (a Luisa) el Niñito Jesús y la Stma.


Virgen que lo alimenta. Jesús transporta a Luisa al
Purgatorio.

£sta mañana, al venir mi adorable Jesús, me transportó


fuera de mí y me pidió un alivio a sus penas. Yo, viéndome
sin nada, dije: “Dulcísimo Amor mío Niñito, si estuviese la
Reina Madre podría aliviarte con

14 cié noviembre, 1900 (32) 51


su leche porque, en cuanto a mí, no tengo más que
miserias”.

En esto vino la Santísima Reina, y yo en seguida Le dije:


“Jesús siente la necesidad de un alivio, dale tu dulcísima
leche”.

Y mi amado Jesús quedó enteramente aliviado. Luego,


volviéndose a mí, me dijo: “Yo Me siento reconfortado,
también tú acércate a mis labios y bebe parte de esta leche
que he recibido de mi Madre, a fin de que ambos podamos
quedar reanimados”.

Así lo hice, empero ¿quién puede describir la virtud de


aquella leche que brotaba de Jesús a borbotones? Era tan
grande su contenido que, por más que bebieran todos los
hombres, no disminuiría un punto.

Después de esto recorrimos un poco la tierra y, en un


punto, parecía que había gente sentada a una pequeña mesa
y decían: “Habrá una guerra en Europa y, lo que es más
doloroso, será producida por allegados”.

Jesús escuchaba esto pero no decía nada al respecto, por


tanto, no sé con certeza si habrá o no, ya que los juicios
humanos son mudables, y de lo que hoy dicen al otro día se
retractan.

Luego me transportó al interior de un jardín en el cual


sobresalía un enorme edificio, como si fuese un monasterio
poblado de tanta gente que resultaba difícil enumerarla. Mi
adorable Jesús, a la vista de aquella gente, volvió las
espaldas, se unió estrechamente a mí, poniendo su cabeza
apoyada en mi espalda, cerca del cuello y me dijo: “Amada

52 14 de noviembre, 1900 (32)


mía, no Me los hagas ver, de lo contrario vendré a sufrir
mucho”.

También yo lo estreché a mí y, acercándome a una de


aquellas almas, dije: “Dime al menos, ¿quiénes son?”. Y ella
respondió: “Somos todas almas
purgantes y nuestra liberación está ligada a la satisfacción
de aquellos legados que hemos dejado a nuestros sucesores,
y como no se satisfacen, nos vemos obligadas a estar aquí,
lejos de nuestro Dios. ¡Qué pena es esto para nosotros,
porque Dios se nos hace un Ser necesario, del que no se
puede prescindir! Experimentamos una muerte continua que
nos martiriza del modo más despiadado, y si no morimos es
porque nuestra alma no está sujeta a ello; por eso, dolientes
como somos, permaneciendo privadas de un objeto que
constituye toda nuestra vida, imploramos de Dios que haga
experimentar a los mortales una mínima parte de nuestras
penas, privándoles de lo que es necesario para el
mantenimiento de la vida corporal, a fin de que aprendan, a
costa propia, cuán doloroso es estar privados de lo que es
absolutamente necesario”.

Después de esto, el Señor me transportó a otra parte y yo,


sintiendo compasión de aquellas almas, dije: “¿Cómo, oh mi
buen Jesús, has apartado tu Rostro de aquellas almas
benditas que tanto suspiran por Ti? ¡Cuando bastaba con
sólo dejarte ver para hacer que aquellas almas quedaran
libres de las penas y luego felices!”
Y Él: “Ah, hija mía, si yo me mostrara a ellas, como no
están purificadas del todo no podrían sostener mi presencia
y, en vez de lanzarse a mis brazos, confundidas se volverían
atrás y yo no haría otra cosa que acrecentar mi martirio y el
de ellas. Por eso he actuado así”. Dicho esto, desapareció. H 1

14 de noviumhra, 1900 (32) 53


16 de noviembre, 1900 (33)
Jesús le quita el corazón a Luisa y le da su amor
con tres alientos.

Psta mañana, habiendo recibido la Santa Comunión, mi


adorable Jesús me hacía ver mi interior todo recubierto de
flores, en forma de una cabaña, y Él estaba dentro
recreándose y complaciéndose a plenitud. Yo, al verlo en
aquella actitud, Le dije: “Mi dulcísimo Jesús, ¿cuándo
tomarás este corazón mío para uniformarlo todo al Tuyo, de
modo que pueda vivir de la vida de tu Corazón?”.

Mientras decía esto, mi sumo y único Bien tomó una


lanza y me abrió la parte que corresponde al corazón; luego,
con sus manos lo sacó y lo observaba para ver si estaba
despojado y tenía la condición para poder estar en su
Santísimo Corazón. Entonces yo lo miré y con sorpresa vi
estampada sobre una parte la Cruz, la esponja y la corona
de espinas; pero al intentar ver por la otra parte y por
dentro, que al parecer estaba hinchado, y cómo podría
abrirse, mi amado Jesús me lo impidió diciéndome: “Quiero
mortificarte con no

54 16 cle noviembre, 1900 (33)


hacerte ver todo lo que he derramado en este corazón.
¡Ah, sí, aquí dentro de este corazón están todos los tesoros
de mis Gracias, las que una naturaleza humana puede llegar
a contener!”.

Mientras tanto lo encerró en su Santísimo Corazón,


añadiendo: “Tu corazón ha tomado posesión de mi Corazón,
y Yo, por corazón, te doy mi amor que te dará vida”. Y
acercándose a la parte del corazón expidió tres hálitos que
contenían luz, los cuales tomaban el puesto del corazón, y
luego cerró la herida diciéndome: “Ahora más que nunca te
conviene fijarte en el centro de mi Querer, teniendo por
corazón sólo mi amor. Ni por un instante debes salir de El y
sólo mi amor encontrará en ti su verdadero alimento, se
encontrará en ti en todo y por todo mi Voluntad; en ella
encontrará su contento y la verdadera fiel correspondencia”.

Después, acercándose hasta estar juntos, derramó un


licor dulcísimo que me embriagaba por completo. Y así,
como llevado por el entusiasmo, decía: “¡Ves, tu corazón está
en el mío, por tanto ya no es tuyo!”. Me besaba y volvía a
besar y me hacía mil finezas de amor; ¿pero quién puede
referirlas todas? Me resulta imposible manifestarlas. ¿Quién
puede expresar lo que sentía al encontrarme en mí misma?
Sólo sé decir que me sentía como si ya no fuese yo: sin
pasiones, sin inclinaciones, sin deseos, toda abismada en
Dios; en la parte del corazón sentía un frío manifiesto en
comparación con las otras partes. U1

16 de noviemJ)re, 1900 (33) 55


Luisa ve una Luz en lugar de su corazón. Jesús quiere donarle su
Sagrado Corazón para hacerla pasar al estado de consumación.

Continúa Jesús reteniendo mi corazón en su Corazón y de vez en cuando


se digna hacérmelo ver, haciendo fiesta como si hubiese realizado una gran
adquisición; y en estos días, encontrándome fuera de mí, en la parte que
corresponde al corazón, en vez del corazón veo la luz que el bendito Jesús me
envió en aquellos tres hálitos. Así pues, esta mañana, al venir, me dijo:
“Amada mía, ¿cuál corazón
quisieras, el mío o el tuyo? Si quieres el mío te convendrá sufrir más. Pero
sabe que he hecho esto para hacerte pasar a otro estado, porque cuando se
llega a la unión se pasa a otro estado, cual es el de la consumación y el alma;
para pasar a este estado de perfecta consumación, tiene necesidad de mi
corazón para vivir, o del suyo todo transformado en el mío, de lo contrario no
puede pasar a este estado de consumación”.

Y yo, llena de temor, respondí: “Dulce Amor mío, mi voluntad ya no es


mía, sino tuya, haz lo que quieras y yo estaré más contenta”. Después de
esto recordé algunas dificultades del confesor, y Jesús, al ver mi
pensamiento, me hizo ver como si yo estuviese dentro de un cristal, y esto
impedía a los otros ver lo que el Señor obraba en mí, y añadió: “Se conoce el
cristal y lo que contiene dentro, solo al reverberar de la luz. Así para ti: quien
toca la luz de la fe tocará con la mano lo que Yo obro en ti, si no, descubrirá
las cosas en su forma natural”.‘OI

20 de noviembre, 1900 (35)


Jesús le hace ver a Luisa su corazón semejante al de Él y le dice

I Uniformidad perfecta con mi Voluntad, porque jamás podrás amarme


perfectamente sino amándome con mi misma Voluntad; más aún, te digo
que,
las cuatro virtudes que debe profesar.

■Encontrándome fuera de mí, mi adorable Jesús continúa haciéndome


ver mi corazón en el suyo, pero tan transformado que no reconozco cuál es el
mío y cuál el de Jesús. Lo ha conformado perfectamente al suyo, le ha
impreso todas las insignias de la Pasión, haciéndome comprender que su
corazón fue concebido con estas insignias de la Pasión, tanto que lo que
sufrió en el último día de su vida fue un desbordamiento de lo que su
corazón había sufrido continuamente; me parecía ver como al uno, así al
otro. Me parecía ver a mi amado Jesús ocupado en preparar el punto donde
debía poner el corazón, perfumándolo y adornándolo con muchas y diversas
flores, y mientras hacía esto me dijo:

“Amada mía, teniendo que vivir en mi corazón, te conviene emprender un


modo de vivir más perfecto, por tanto, quiero de ti:
amándome con mi misma Voluntad, llegarás a amarme a
mí y al prójimo con mi mismo modo de amar.

2) Humildad profunda, poniéndote delante de mí y de las


criaturas como la última de todas.

3) Pureza en todo, porque toda mínima falta de pureza,


tanto en el amar cuanto en el obrar, ya sea en el alma como
en el cuerpo, todo se refleja en el corazón y queda manchado.
Por eso quiero que la pureza sea como el rocío sobre las
flores al nacer el sol, que con el reflejo de sus rayos
transforma aquellas pequeñas gotitas como en otras tantas
perlas preciosas que encantan a las gentes. Así, todas tus
obras, pensamientos y palabras, latidos y afectos, deseos e
inclinaciones, quedarán ataviados con el rocío celestial de la
pureza; serán en ti un dulce encanto no sólo al ojo humano,
sino a todo el Empíreo.

4) La obediencia va conectada con mi Voluntad, porque si


esta virtud se refiere a los superiores que te he dado en la
tierra, mi Voluntad es obediencia que se relaciona
directamente conmigo, tanto que se puede decir que las dos
son virtud de obediencia; con esta sola diferencia, que la una
pertenece a Dios y la otra tiene que ver con los hombres; las
dos tienen el mismo valor y no puede estar una sin la otra y,
por consiguiente a las dos debes amar del mismo modo".

Luego añadió: “Sabe que de hoy en adelante vivirás con


mi corazón y debes estar de acuerdo según mi corazón, para
encontrar en ti mis complacencias; por eso te encarezco: ya
no es tu corazón, sino mi Corazón’MJ*

58 20 de noviembre, 1900 (35)


22 de noviembre, 1900 (36)
Jesús ha tomado el puesto del corazón en Luisa
y le dice qué alimento quiere de ella.

^V\i adorable Jesús continúa haciéndose ver. Esta


mañana, habiendo recibido la Santa Comunión, Lo veía en
mi interior y los dos corazones tan ensimismados que
parecían uno solo. Mi dulcísimo Jesús me dijo: “Hoy he
decidido restituirte, en vez del corazón, a Mí mismo”.
Mientras tanto vi que Jesús tomaba puesto en el punto
donde está el corazón y desde dentro de Jesús recibía yo la
respiración y sentía el latir del corazón. ¡Cuán feliz me sentía
viviendo en esta condición! Después de esto, añadió:

“Habiendo tomado Yo el puesto del corazón, te conviene


tener un alimento siempre preparado para nutrirme: el
alimento será mi Querer y todo lo que te mortifique y de lo
que te prives por Amor a mí”.

¿Mas quién puede decir todo lo que ha pasado en mi


interior entre Jesús y yo? Creo que mejor es callar, de lo
contrario me siento como si lo fuera a estropear por no estar
bien adiestrada mi lengua para hablar de Gracias tan
grandes que el Señor ha hecho en mi alma. No me queda
sino dar gracias al Señor, que tiene miramiento con un alma
tan miserable y pecadora, ‘u*

22 de novieinbre, 1900 (36) 59


Luisa ve a Jesús tan grande y tan alto que
absorbía en Sí, cielo y tierra. Ve también la
brutalidad del pecado y, además, tantos riachuelos
de leche que escurrían de Jesús.

Encontrándome en mi habitual estado, mi amante Jesús


me transportó fuera de mí y, saliendo de dentro de mi
interior, se hacía ver tan grande que absorbía en sí toda la
tierra y extendía tanto su grandeza que mi alma no
encontraba el término; me sentía toda esparcida en Dios. No
sólo yo, sino todas las criaturas quedaban esparcidas en El,
y ¡oh, cuán indecoroso parecía, qué agravio se hace a
Nuestro Señor cuando nosotros, ínfimos gusanillos, viviendo
en El, osamos ofenderlo! ¡Oh, si todos pudiesen ver de qué
modo estamos en Dios, oh, cómo se guardarían de darle aun
la sombra de disgusto!

Luego se hacía ver tan alto, que absorbía en sí todo el


Cielo, de modo que en Dios mismo veía a todos los angeles y
los Santos, escuchaba su canto, comprendía tantas cosas de
la felicidad eterna... Después de esto, veía que de Jesús
brotaban muchos torrentes de leche y yo bebía de estos
torrentes, pero como yo soy muy limitada y Jesús tan
grande y alto que no tenía límites ni de grandeza ni de
altura, no lograba absorberlos todos en mí, muchos se
derramaban fuera, si bien quedaban en Dios mismo. Y así,
yo sentía cierta contrariedad y habría querido que todos
corrieran a beber de estos torrentes, pero era muy escaso el
número de los viandantes que bebían. Nuestro Señor,
s

disgustado también de esto, me dijo: “Esta que tú ves es la


Misericordia contenida, y esto irrita más a la Justicia.
¿Cómo no debo hacer Justicia, cuando ellos mismos me
detienen la Misericordia?”.

Y yo, tomándole las manos, las estreché juntas diciendo:


“No, Señor, no puedes hacer Justicia, no quiero yo, y no
queriendo yo, tampoco quieres tú, puesto que mi voluntad
no es ya mía sino tuya, y siendo tuya, todo lo que yo no
quiero tampoco tú lo quieres, ¿no me has dicho tú mismo
que debo vivir en todo y por todo de tu Querer?”.

Mis palabras desarmaron a mi dulce Jesús, se


empequeñeció de nuevo y se encerró en mi interior, y yo
volví en mí.^

25 de noviembre, 1900 (38)


Jesús le explica cómo se conoce si una obra es
hecha por la persona amada; explica otras cosas en
relación con la voluntad.

()omo mi dulcísimo Jesús demorara en venir, casi me


entró el temor de que de nuevo no vendría, pero después,
con sorpresa mía, vino de improviso y me dijo: “Amada mía,
¿quieres saber cuándo se hace una obra por la persona
amada? Cuando frente a sacrificios y penas tiene la virtud
de cambiártelos en dulzuras y delicias, porque ésta es la
naturaleza del verdadero amor: transformar las penas en
gozos, las amarguras en dulzuras; si se experimenta lo
contrario es señal de que no es el verdadero amor el que
obra. Ah, de cuántas obras se dice: "Lo hago por Dios", pero

25 de noviembre, 1900 (38) 61


en las contradicciones uno se echa para atrás. Con lo cual
se hace ver que no era por Dios, sino por el propio interés y
el gusto que sentían".

Luego añadió: “Generalmente se dice que la


propia voluntad echa a perder todo e infecta las obras más
santas; sin embargo, cuando esta voluntad propia está
conectada con la Voluntad de Dios, no hay otra virtud que la
pueda superar porque, donde hay voluntad, hay vida en el
obrar el bien, pero donde no hay voluntad es la muerte del
obrar, o bien se obrará a duras penas, como estar en
agonía”.

3 de diciembre, 1900 (39)

Ve al Niño Jesús entre sus brazos y, de Él, ve salir


otros dos Niñitos; en ellos ve el misterio de la
Santísima Trinidad.

£sta mañana, estando fuera de mí, me encontré con


Jesús niño en brazos y, mientras me deleitaba mirándolo,
sin saber cómo, del mismo Niño salió un segundo y después
de breves instantes un tercer Niño, los dos semejantes al
primero, si bien, distintos entre sí. Atónita, al mirar esto,
dije: “¡Oh, cómo se palpa con la mano el misterio sacrosanto
de la Santísima Trinidad, pues mientras eres uno, eres
también tres!”.
Me parece que los tres me hablaban (pero mientras salía
la palabra formaba una sola voz):

“Nuestra Naturaleza está formada de Amor purísimo,


simplísimo y comunicativo; y la naturaleza del verdadero

62 3 de diciembre, 1900 (39)


amor tiene esto de propio: produce de él imágenes todas
semejantes a sí en la fuerza, en la bondad, en la belleza y en
todo lo que él contiene sólo por dar un realce más sublime a
nuestra Omnipotencia; pone el sello de la distinción, de
modo que esta Naturaleza Nuestra, derritiéndose en Amor,
como es simple, sin ninguna materia que pudiera impedir la
unión, forma Tres de él y, volviendo a derretirse, forma Uno
solo. Y es tan cierto que la naturaleza del verdadero amor
tiene esto de producir imágenes todas semejantes a él, o de
asumir la imagen del que ama, que la Segunda Persona,
para redimir al género humano, asumió la naturaleza y la
imagen del hombre y comunicó al hombre la Divinidad”.

Mientras decían esto, yo distinguía muy bien a mi


amado Jesús, reconociendo en El la imagen de la

naturaleza humana, y sólo por El tenía confianza para estar


en la presencia de Ellos, de lo contrario, ¿quién se hubiese
atrevido? ¡Ah, sí, me parecía que la Piumanidad asumida
por Jesús había abierto el comercio a la criatura para
hacerla subir al Trono de la Divinidad para ser admitida a la
conversación con Ellos y obtener decretos de Gracias! ¡Oh,
qué momentos de felicidad he gustado, cuántas cosas
comprendía! Pero para describir algo necesitaría hacerlo
cuando mi alma se encuentre con mi amado Jesús, pues me
parece liberada

3 de diciembre, 1900 (39) 63


del cuerpo, pero al encontrarme de nuevo aprisionada, las
tinieblas de la prisión, la lejanía de mi místico Sol, la pena
de no verlo, me hacen incapaz de describir algo y me hacen
vivir muriendo, pero estoy obligada a vivir muriendo, atada,
encarcelada en este mísero cuerpo. ¡Ah, Señor, ten
compasión de una miserable pecadora que vive enferma y
aprisionada! ¡Rompe pronto el muro de esta cárcel para irme
volando a Ti y ya no volver!".‘fr

23 de diciembre, 1900 (40)


Luisa pide a Jesús amarlo y saber hacer Su
Voluntad. Jesús le explica las dos cosas.

después de haber pasado largos días de silencio entre el


bendito Jesús y yo, sentía un vacío en mi interior. Esta
mañana, al venir, me dijo: “Amada mía, ¿qué quieres
decirme que tanto anhelas hablar conmigo?” Y yo, llena de
vergüenza, dije: “Mi dulce Jesús, quiero decirte que ansio
ardientemente quererte a ti y a tu Santo Querer, y si me
concedes esto me llenarás de contento y de felicidad”.

Y El añadió: “Tú en una palabra has aprendido todo


pidiéndome lo que hay de más grande en el Cielo y en la
tierra, y Yo en este Santo Querer ansio y quiero conformarte
más. Y para hacer que te resulte más dulce y gustoso mi
Querer, introdúcete en el círculo de mi Voluntad y mira en
ella los diversos valores, deteniéndote ya sea en la santidad
de mi Querer, o en
la bondad, en la humildad, en la belleza, o en la pacífica
morada que conforma mi Querer, y detente en todos estos
valores, que te harán adquirir cada vez más nuevas e

64 23 de diciembre, 1900 (40)


inauditas noticias de mi Santo Querer y permanecerás tan
ligada a él, y tan enamorada, que no saldrás más de él.

Esto te traerá una enorme ventaja, pues estando tú en


mi Voluntad no tendrás necesidad de luchar con tus
pasiones y de estar siempre en alarma con ellas, porque
mientras parece que mueren, renacen de nuevo más fuertes
y vivas, pero sin luchar, sin estrépito, dulcemente se mueren
porque, delante de la santidad de mi Voluntad, las pasiones
no osan presentarse y pierden de por sí la vida. En cambio,
si el alma siente los movimientos de sus pasiones, es señal
de que no tiene morada continua en los confines de mi
Querer; hace sus salidas, sus pequeñas escapadas en su
propio querer y se ve obligada a sentir el hedor de su
naturaleza corrompida mientras que, si estás fija en mi
Voluntad, estarás expedita del todo y tu única ocupación
será amarme y ser amada por mí".

Después de esto, contemplando a mi bendito Jesús, vi


que tenía la corona de espinas. Se la quité despacio y la
puse sobre mi cabeza, El me la clavó y desapareció y yo me
encontré en mí, con un deseo ardiente de estarme en su
Santísima Voluntad. í

23 de diciembre, 1900 (40) 65


La noche de Navidad se encuentra en la gruta de
Belén con la Santísima Virgen María.

Encontrándome en mi habitual estado me sentí fuera de


mí y, después de haber dado un paseo, me encontré dentro
de una cueva y vi a la Reina Madre que daba a luz al Niñito
Jesús. ¡Qué estupendo prodigio! Me parecía que tanto la
Madre como el Hijo estuvieran transformados en luz
purísima, pero en aquella luz se descubría perfectamente la
naturaleza humana de Jesús, que contenía en sí a la
Divinidad y le servía como de velo para cubrir la Divinidad,
de modo que, rasgando el velo de la naturaleza humana era
Dios, y cubierto con el velo era Hombre y, he aquí el prodigio
de los prodigios: Dios y Hombre, Hombre y Dios, que sin
dejar al Padre y al Espíritu Santo viene a habitar con
nosotros, toma carne humana, porque el verdadero amor no
se desune jamás.

Entonces me pareció que la Madre y el Hijo, en aquel


felicísimo instante, estaban como espiritualizados y, sin
ningún obstáculo, Jesús salió del seno materno
desbordándose los dos en un exceso de amor; o sea, que
aquellos santísimos cuerpos transformados en luz, sin el
mínimo impedimento, Jesús Luz salió de dentro de la luz de
la Madre, quedando sanos e intactos tanto el uno como la
otra, volviendo enseguida al estado natural.

¿Mas quién puede decir la belleza del Niñito que, en el


momento de su nacimiento, transfundía aun
externamente los rayos de la Divinidad? ¿Quién puede decir
la belleza de la Madre, que quedaba toda sumida en aquellos
rayos divinos? Y San José me parecía que no estaba
presente en el acto del parto, sino en otro rincón de la cueva,
todo absorto en aquel profundo misterio y, si no vio con los
ojos del cuerpo, vio muy bien con los ojos del alma, porque
estaba arrebatado en éxtasis sublime.

En el momento en que el Niñito salió a la luz, yo


habría querido volar para tomarlo en mis brazos,
pero los Angeles me lo impidieron diciéndome que
tocaba a la Madre el honor de tomarlo primero. Y así
la Virgen Santísima, como sacudida, volvió en sí y de
las manos de un Angel recibió al Hijo en sus brazos y
lo estrechó tan fuertemente en el arrebato del amor
en que se encontraba, que parecía querer hacerlo
entrar de nuevo en sus entrañas. Luego, para dar un
desahogo a su ardiente amor, lo puso a succionar de
sus pechos. Mientras tanto, yo estaba toda
anonadada, esperando ser llamada para no recibir
*

otro regaño de los Angeles. Por lo cual la Reina me dijo:


“Ven, ven a tomar a tu amado, gózalo también tú y desfoga
con El tu amor” y así yo me acerqué y la Madre lo puso en
mis brazos.

¿Quién puede expresar mi contento, los besos, los


estrechos abrazos, las ternuras? Después de haberme
desahogado un poco, le dije: “Amado mío, Tú has bebido la
leche de nuestra Madre, dame a mí una parte”. Y El,
condescendiendo plenamente, derramó de su boca en la mía
una parte de aquella leche, y luego me dijo: “Amada mía, Yo
fui concebido unido al dolor, nací para el dolor y morí en el
dolor y con los tres clavos con que me crucificaron enclavé

25 de diciembre, 1900 (41) 67


las tres potencias: inteligencia, memoria y voluntad de las
almas que ansian amarme, haciendo que quedaran unidas a
mí, porque la culpa las había vuelto enfermas y alejadas de
su Creador, sin ningún freno”.

Y mientras decía esto echó una mirada al mundo y


comenzó a llorar sus miserias. Yo, viéndolo llorar, le dije:
“Amable Niñito, no contristes una noche tan alegre con tu
llanto a quien te ama, en vez de dar desahogo al llanto,
démoslo al canto”.

Y diciendo esto empecé a cantar y El dejó de llorar, y al


acabar yo mi copla El cantó la suya con una voz tan alta y
armoniosa que todas las otras voces se perdían ante su voz
dulcísima.

Después de esto, rogué al Niño Jesús por mi confesor,


por los que me pertenecen y en fin por todos, y El parecía
muy condescendiente. En esto desapareció y yo volví en
mí.'ü1

26 de diciembre, 1900 (42)


Luisa continúa estando en la gruta adorando al
Niño Jesús en compañía de María Santísima y San
José.

la continua visión del Santo Niño veía a la Reina


Madre de una parte y a San José de otra, que estaban
adorando profundamente al Infante divino.
/
Estando todos absortos en El, me parecía que la presencia
del pequeñuelo los tenía absortos en éxtasis continuo y, si

68 26 de diciembre, 1900 (42)


trabajaban, era un prodigio que el Señor trabajara en ellos,
pues délo contrario hubiesen quedado inmóviles, sin poder
externamente acudir a sus deberes. También yo hice mi
adoración y volví en mí.

27 de diciembre, 1900 (43)


Luisa teme que su estado no venga de Dios y
Jesucristo la fortalece.

£sta mañana me encontraba con el temor de que mi


estado no fuera la obra del Señor en mí, además de que no
se dignaba venir; entonces, después de mucho esperar,
apenas lo vi, le expuse mi temor y El me dijo: “Hija mía, ante
todo debes saber que para ponerte en este estado hay un
concurso de mi poder. Y luego, ¿quién te habría dado la
fuerza, la paciencia para estar por tanto tiempo en este
estado, dentro de una cama? Sólo la perseverancia es una
señal cierta de que la obra es mía, porque sólo Dios no está
sujeto a cambio, mientras que el demonio y la naturaleza
humana se cambian con frecuencia y lo que aman hoy
mañana lo aborrecen, y lo que hoy aborrecen mañana aman
y encuentran su satisfacción”.U*

27 de diciembre, 1900 (43) 69


4 de Enero, 1901 (44)

Luisa siente un infierno en su corazón por la


privación de Jesucristo, quien se le aparece, la
instruye y la tranquiliza.

después de haber pasado días amarguísimos de


privación y de turbación, sentía dentro de mí un infierno
místico. Sin Jesús, todas mis pasiones han salido a la luz y,
difundiendo cada una sus tinieblas, me han entenebrecido
de manera que no sabía dónde me encontraba. ¡Cuán infeliz
es el estado de un alma sin Dios! Basta decir que, sin Dios,
el alma, siguiendo viva, siente dentro de sí el infierno; tal era
mi estado, sentía desgarrada el alma por penas infernales.
¿Quién puede decir lo que he pasado? Para no alargarme en
pesados discursos, prosigo... Pues esta mañana, habiendo
recibido la Santa Comunión, estando en lo sumo de la
aflicción, sentí a Nuestro Señor moverse dentro de mí; al ver
su imagen quise observar si era de madera, o bien, vivo (y)
de carne. Observé y era el Crucifijo vivo, de carne, y
mirándome me dijo: “Si mi imagen dentro de ti fuera de
madera, el amor sería aparente, porque sólo el amor
verdadero y sincero, unido a la mortificación, me hace
renacer vivo crucificado en el corazón de quien me ama”.

Yo, al ver al Señor, habría querido sustraerme a su


presencia, me veía tan mala, pero El continuó: “¿A dónde
quieres ir? Yo soy Luz y mi Luz te cubre por todas partes a
donde quiera que vayas”.

70 4 de enero, 1901 (44)


Ante la presencia de Jesús, de su Luz, de su Voz, yo
misma no sé a dónde fueron a dar mis pasiones, quedé
como una niña y volví en mí enteramente cambiada. Sea
todo para Gloria de Dios y para bien de mi alma,

5 de enero, 1901 (45)

El Confesor tiene la intención de la Crucifixión;


Jesús le manda a Luisa obedecer. Estrechando a
Jesús, Luisa besa sus llagas y, recitando un salmo,
repara por las ofensas de tantos pecados.

Pncontrándome fuera de mí, viendo que el confesor


mostraba la intención de la Crucifixión, yo temía someterme,
pero Jesús me dijo: “¿Qué quieres de mí? Yo no puedo
menos que obedecer porque mi Humanidad fue hecha
expresamente para obedecer y para destruir la
desobediencia, siendo esta virtud tan compenetrada
conmigo que se puede decir que, en mí, la obediencia es
naturaleza y el distintivo más caro y glorioso, a tal punto
que si mi Humanidad no tuviese esto de propio, la
aborrecería y no me hubiera nunca unido a ella. ¿Quieres
pues tú desobedecer? Puedes hacerlo, pero lo harás tú, no
Yo”.

Yo, en total confusión al ver a un Dios tan obediente,


dije: “También yo quiero obedecer”. Y así me sometí a Jesús
que me participó los dolores de la Cruz.

Después de esto me transportó fuera de mí y Jesús


bendito me dio un beso. Mientras lo hacía, salió un hálito
amargo y estaba en actitud de querer derramar sus
amarguras, pero no lo hizo, quería que le hubiese dicho yo.
De inmediato dije: “¿Quieres alguna reparación? Hagámosla
juntos, así mis reparaciones unidas a las tuyas tendrán su
efecto porque hechas por mí sola, creo que te disgustarían
más”.

Así pues tomé su mano bañada en sangre y, besándola,


recité el “Láudate Dominum” (Alabad al Señor) con el Gloria
al Padre: Jesús una parte y yo la otra, para reparar por las
tantas obras malas que se cometen, aplicando la intención
de alabarlo tantas veces por cuantas son las ofensas
recibidas por las malas obras. ¡Cuán conmovedor era ver a
Jesús orando! Y luego seguí haciendo lo mismo en la otra
mano, aplicando la intención de alabarlo tantas veces por
cuantas son las ofensas que recibe por los pecados de
causa. A continuación los pies, con la intención de alabarlo
por tantas veces cuantos son los malos pasos y por los
muchos caminos torcidos que se transitan aun bajo la
apariencia de piedad y santidad. Por último, el corazón, con
la intención de alabarlo tantas veces por cuantas el corazón
humano no palpita, no ama, no desea a Dios. Mi amado
Jesús parecía completamente aliviado con estas
reparaciones hechas junto con El, pero no contento, parecía
querer derramar y yo le dije: “Señor, si quieres derramar, te
ruego que lo hagas”.
y

YTE1 derramó sus amarguras y luego añadió: “Hija mía,


cuánto me ofenden los hombres, pero llegará el tiempo en
que los castigue, de modo que saldrán muchos gusanos que
producirán nubes de mosquitos
que los dejarán tremendamente oprimidos. Entonces
saldrá el Papa”.

Y yo: “¿Por qué saldrá el Papa?”.


/

Y El: “Saldrá para consolar a los pueblos porque estarán


oprimidos, cansados, abatidos, traicionados por tantas
falsedades y ellos mismos buscarán el puerto de la verdad y
todos humillados pedirán al Santo Padre que vaya hacia
ellos para liberarlos de tantos males y ponerlos en el puerto
de la salvación”.

Y yo: “Oh, Señor, ¿esto sucederá tal vez después de las


guerras que me has mencionado otras veces? ”

Y Él: “Sí”.

Y yo: ¡Cómo quisiera partir antes de que sucedan estas


cosas!"

Y El: “¿Y Yo a dónde iré entonces a entretenerme?”

¡Ah, Señor, hay muchas almas buenas con quienes


puedes entretenerte y yo, en su comparación, oh, cuán mala
me veo!".

Pero Jesús, sin darme oídos, desapareció y yo volví en


mí.'u1

5 de enero, 1901 (45) 73


Luisa ve a los Reyes Magos y a Jesús que se
comunica a ellos con los rayos de su Divinidad.

Encontrándome fuera de mí, me parecía ver a los


Santos Magos cuando entraron a la cueva de Belén;
/
apenas llegados a la presencia del Niño, El tuvo el placer de
hacer relucir externamente los rayos de su Divinidad,
comunicándose a los Magos de tres modos: con el amor, con
la belleza y con el poder, de manera que quedaron
embelesados y abismados ante la presencia del Niñito Jesús,
a tal punto que si el Señor no hubiese retraído otra vez
internamente los rayos de su Divinidad, habrían quedado
allí para siempre sin poder moverse. Entonces, apenas el
Niño retiró la Divinidad, volviendo en sí, los Santos Magos se
impresionaron estupefactos al ver un exceso de amor tan
grande, porque en aquella luz el Señor les había hecho
comprender el misterio de la Encarnación. Enseguida se
levantaron y ofrecieron los dones a la Reina Madre, y Ella
habló detenidamente con ellos, pero no sé referir todo lo que
dijo, sólo recuerdo que les inculcó con ahínco no sólo su
salvación, sino que tomaran a pecho la salvación de sus
pueblos sin temor de exponer ni aun su propia vida para
obtener el propósito.

Después de esto me refugié en mí y me encontré j unto


con Jesús; El quería que yo le dijera alguna cosa, pero yo
me veía tan mala y confundida que no me atrevía a decirle
nada, por lo cual, viendo que yo no decía nada,
/
El mismo volvió a hablar sobre los Santos Magos, diciendo:
“Con haberme comunicado de tres maneras a los Magos,
obtuve para ellos tres efectos porque jamás me comunico a
las almas inútilmente, sino que siempre reciben ellas algún
provecho: y así, comunicándome con el amor obtuvieron el
desapego de sí mismos; con la belleza obtuvieron el
desprecio por las cosas terrenas, y con el poder quedaron
sus corazones atados todos a mí y obtuvieron valor para
entregar la sangre y la vida por mí”.

Luego añadió: “¿Y tú, qué quieres? Dime, ¿me amas?


¿Cómo quisieras amarme?”. Y yo, sin saber qué decir, con
enorme confusión, dije: “Señor, no quisiera otra cosa que a
ti, y si me dices ¿me amas? no tengo palabras para
demostrarlo. Sólo sé decir que siento esta pasión tan fuerte
que nadie me puede superar en mi amor a ti, y que yo sería
la primera en amarte sobre todos y nadie me podría
superar. Pero esto no me contenta todavía; para estar
contenta quisiera amarte con tu mismo amor, y así poder
amarte como te amas a ti mismo. Ah, sí, sólo entonces se
acabarían mis temores acerca de mi amor por ti”.

Y Jesús, contento, se puede decir de mis despropósitos,


me estrechó tanto a sí que me veía dentro y fuera
transformada en El y me comunicó parte de su amor.
Después de esto volví en mí y me parecía que por cuanto es
el amor que se me da, tanto yo poseo a mi Bien, y si lo amo
poco, poco lo poseo. U1
9 de enero, 1901 (47)

Jesús quiere a Luisa unida a Sí como el rayo de


sol que comunica vida, calor y fulgor.

£sta mañana me sentía toda oprimida y quebrantada, a


tal punto que iba en busca de alivio. Mi único Bien me hizo
esperar mucho su venida, por lo cual al venir me dijo: “Hija
mía, ¿no he tomado Yo por amor a ti, tus pasiones, miserias
y debilidades? ¿Y no querrías tomar sobre ti las de los otros
por amor a mí?”

Después añadió: “Lo que quiero es que tú estés siempre


unida a Mí como un rayo del sol, que está siempre ñjo en el
centro del sol y de él recibe vida, calor y fulgor. Supon que
un rayo pudiera partir del centro del sol, ¿qué vendría a ser?
Apenas salido perdería la vida, la luz y el calor y volvería a
las tinieblas, reduciéndose a la nada. Así es el alma
mientras está unida a Mí: en mi centro se puede decir que
es como un rayo de Sol, que vive y recibe la luz del Sol, va a
donde él quiere, en una palabra, está en todo a disposición
de la voluntad del Sol; pero si se desvía de mí y deja de estar
unida a mí, se verá como tiniebla, fría, sin sentir en sí al
motor supremo de Vida Divina”. Dicho esto, desapareció.U 1

76 9 de enero, 1901 (47)


Penas de amor que se causan mutuamente Jesús
y Luisa, por el hecho de que Jesús no viene a ella,
al tener que enviar castigos.

()omo en los días anteriores, mi amado Jesús se ha


hecho ver en cierto modo enfadado con el mundo; esta
mañana, al no verlo venir, iba pensando entre mí: “¿Quién
sabe si no viene porque quiere enviar algún castigo? ¿Y qué
culpa tengo yo? Dado que quiere enviar castigos, no se
digna venir a mí y por querer castigar a los otros, me toca
sentir a mí el más grande de los castigos, cual es: su
privación”.

Pues mientras decía yo éstos y otros disparates, mi


amable Jesús se dejó ver, y al momento me dijo: “Hija mía,
tú produces para mí el más grande martirio, porque
teniendo que enviar algún castigo no puedo manifestarme a
ti, porque me atas por completo y no quieres que haga nada,
y al no manifestarme, me aturdes con tus demandas, con
tus quejas y expectativas a tal punto que, mientras me
ocupo en castigar, me veo obligado a pensar en ti, a
escucharte, y mi corazón se lastima al verte en tu estado
doloroso por mi privación. Porque el martirio más doloroso
es el martirio del amor, y cuanto más se aman dos personas
tanto más dolorosas resultan las penas que se originan no
de parte de otros, sino de sí mismas. Por eso quédate
tranquila, serena; no acrecientes mis penas por medio de
tus penas”.
Con esto, Él desapareció y yo me quedé muy mortificada,
pensando que yo formo el martirio del amado Jesús y que,
para no hacerlo sufrir tanto cuando no viene, tengo que
estarme tranquila; ¿pero quién puede hacer este sacrificio?
Me parece imposible y habré de estar obligada a
martirizarnos mutuamente,

16 de enero, 1901 (49)


Jesús le explica a Luisa el orden de la Caridad
hacia el Purgatorio y hacia los que están en vida.

Como seguía viéndolo un poco enfadado con el mundo,


yo quería dedicarme a aplacarlo, pero Él me distrajo
diciéndome: “La Caridad que más me
agrada es la que se ha hecho con aquéllos que están más
cerca de mí, y las más allegadas a mí son las almas
purgantes por estar confirmadas en mi Gracia; no hay
ninguna oposición entre mi Voluntad y la de ellas, viven
continuamente en mí, me aman ardientemente y me obligan
a verlas sufrir en mí mismo, impotentes por sí mismas para
darse el más pequeño alivio. ¡Oh, cómo se destroza mi
corazón con la situación de estas almas!, porque no están
alejadas de mí, sino cercanas; no solo cercanas, sino que
están dentro de mí, ¡y cuán grato es a mi corazón quien se
interesa por ellas! Supon que tuvieses una madre, una
hermana que conviven contigo en un estado de dolor,
incapaces de ayudarse por sí mismas, y que hubiera un
extraño que vive fuera de tu habitación, también en un
estado de dolor pero que
puede ayudarse por sí mismo. ¿No agradecerías tú más, si
una persona se ocupara de aliviar a tu madre o a tu
hermana antes que al extraño que puede ayudarse por sí
mismo?”.

Y yo: “Ciertamente, oh, Señor”.

Luego añadió: “La segunda caridad más aceptable a mi


corazón (es la que se hace) por aquellas almas que, si bien
viven en esta tierra, se encuentran casi en las mismas
condiciones que las almas del purgatorio, es decir: me aman,
hacen siempre mi Voluntad, se interesan por las cosas mías
como si fueran propias. Ahora bien, si estas almas se
encuentran oprimidas, necesitadas, en un estado de
sufrimientos y alguien se ocupara de ellas para aliviarlas y
ayudarlas, entonces esta caridad resulta más agradable a mi
corazón que si se hiciese a otros”.

Ahora bien, Jesús se retiró y al encontrarme yo en mí, me


parecía que éstas no eran cosas que iban conforme a la
verdad. Por lo cual, mi adorable Jesús, al retornar, me hizo
entender que lo que me había dicho era conforme a la
verdad. Sólo quedaba por hablar de los miembros separados
de El, que son los pecadores; que quien se ocupase en
reunir a estos miembros sería muy aceptable a su corazón.
La diferencia que hay es ésta: que encontrándose un
pecador oprimido por una desdicha y alguien se ocupa no de
convertirlo, sino en aliviarlo y ayudarlo materialmente, el
Señor estimaría más esto que si se hiciese con aquéllos que
están en el orden de la Gracia, porque si éstos (los que están
en
Gracia) sufren, es siempre un producto del amor de Dios
hacia ellos, o del amor de ellos hacia Dios; en cambio, si los
pecadores sufren, el Señor ve en ellos la huella de la culpa y

16 de enero, 1901 (49) 79


de su obstinada voluntad. Así me parece que entiendo por lo
demás, dejo el juicio a quien tiene el derecho de juzgarme, si
es o no conforme a la verdad, ‘u1

24 de enero, 1901 (50)


Luisa pide a Jesús la razón de su privación y
Jesús la instruye y la persuade para continuar en el
estado de víctima.

abiendo pasado los días anteriores en silencio y a


veces también privada de mi adorable Jesús, esta
✓ _

mañana, al venir, me lamenté con El diciendo: “Señor,


¿cómo no venías? ¡Cómo se han cambiado las cosas! Se ve
que es o por castigo de mis pecados que me privas de tu
amable presencia, o que no me quieres ya en este estado de
víctima. ¡Ay, te ruego, hazme conocer tu Voluntad! Si no
pude oponerme cuando quisiste de mí el sacrificio, mucho
más ahora que, al no encontrarme ya merecedora de ser
víctima, me lo quieres quitar”.

Y Jesús, interrumpiendo mis palabras, me dijo: “Hija mía,


habiéndome hecho Yo Víctima por el género humano,
tomando sobre mí las debilidades, las miserias y todo lo que
merecía el hombre delante de la Divinidad, encuentra en mí
un escudo potentísimo que lo defiende, lo protege, lo excusa
e intercede. Ahora bien, como tú te encuentras en el estado
de víctima, vienes a representar a la cabeza de la generación
presente.

Por tanto, al tener que enviar algún castigo por el bien de


los pueblos y para hacerlos volver a mí, si vengo a ti como de
costumbre, con sólo manifestarme a ti ya me siento

80 24 de enero, 1901 (50)


reanimado, los castigos se mitigan y me sucede como a uno
que siente un fuerte dolor y por efecto de las convulsiones
grita; si le pasa el dolor, ya no se le escucharía gritar y
quejarse. Así es conmigo: al mitigarse mis penas,
naturalmente no siento deseos de enviar aquel castigo. Y al
verme, tratas de ahorrarme sufrimiento y de tomar sobre ti
las penas de los otros; no puedes menos de hacer el oñcio de
víctima delante de mi Presencia, y si tú no lo hicieras, lo que
no puede nunca darse, Yo me quedaría disgustado de ti. He
ahí la causa de mi privación, no es porque quiero castigar
tus pecados, tengo otros modos de purificarte pero te
recompensaré en los días que venga: te redoblaré mis visitas
¿no estás contenta?".

Y yo: “No, Señor, te quiero siempre, sea cual fuere la


causa, no tolero quedar por un solo día privada de Ti”.

Mientras decía esto, Jesús desapareció y yo volví en mí-


D*

24 ele enero, 1901 (50) 81


27 de enero, 1901 (51)
La estabilidad de la Fe Católica está en la Caridad.

Pncontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús se dejó ver un


poco y, no sé por qué, me dijo: “Hij a mía, toda la firmeza de la Fe Católica
está en la estabilidad de la Caridad que une los corazones y los hace vivir en
mí”. Luego, arrojándose en mis brazos, quería que yo lo reanimara; habiendo
hecho yo cuanto pude, me correspondió en la misma forma y desapareció. U 1

30 de enero, 1901 (52)


Jesús llora porque en los sacerdotes, en los monasterios, reina la
pasión del interés.

Psta mañana, al venir el bendito Jesús me transportó fuera de mí en


medio de muchas personas de diversas condiciones: sacerdotes, monjas,
seglares, y Jesús, emitiendo su dolorosa queja, me dijo: “Hija mía, el veneno
del interés ha entrado en todos los corazones y como esponjas han quedado
empapados en este veneno. Este veneno pestífero ha entrado en los
monasterios, en los sacerdotes, en los seglares. Hija mía, lo que no cede a la
luz de la verdad o al poder de la virtud, cede ante un vilísimo interés, y las
virtudes más sublimes y excelentes ante este veneno caen desmenuzadas
como frágiles vidrios”.
Ahora, ¿quién puede expresar el desgarramiento de mi espíritu al ver
llorar a mi amorosísimo Jesús? Sin saber qué hacer para conseguir que
dejara de llorar, le dije así: “Mi amado, ¡ay, no llores! los otros no te aman, te
ofenden y tienen los ojos enceguecidos por el veneno del interés de modo que
quedan todos impregnados de él. Pero junto a tantas otras almas que te
aman, todavía estoy yo que te amo, te alabo y miro como inmundicias todo lo
que es terreno y no aspiro sino a tí; por consiguiente, deberías quedar
contento en nuestro amor y dejar de llorar y si Te sientes amargado, derrama
en mí tu amargura, que con eso estaré más contenta que viéndote llorar.

82 27 de enero, 1901 (51)


Al oírme dejó de llorar y derramó un poco, me participó los dolores de la
cruz y luego añadió: “Mis virtudes y mis méritos adquiridos para el hombre
en mi Pasión son otras tantas torres de fortaleza en las que cada uno puede
apoyarse en el camino de la vida hacia la eternidad, pero el hombre ingrato,
huyendo de estas torres de fortaleza se apoya en lo terreno y se conduce por
el camino de la perdición”.

Jesús desapareció y yo volví en mí.i}1

31 de enero, 1901 (53) Jesús le explica

la virtud de la paciencia.
i*«

Encontrándome en mi habitual estado, mi dulce Jesús no venía y,


después de mucho esperar, apenas lo vi, me dijo: “Hija mía, la paciencia es
superior a la pureza porque sin paciencia el alma pierde el freno y le es difícil
mantenerse pura, y cuando una virtud tiene necesidad de otra para poseer
vida, se dice: aquélla es superior a ésta. Más aún, se puede decir que la
paciencia es custodia de la pureza y no sólo esto, sino escala para ascender
al monte de la fortaleza, de modo que si alguien ascendiera sin la escala de la
paciencia, al punto se precipitaría de lo más alto a lo más bajo. Además de
esto, la paciencia es germen de la perseverancia y este germen produce
ramas llamadas firmeza. ¡Oh, cuán firme y estable es en el bien emprendido!
El alma paciente no hace caso ni de la lluvia, ni de la helada, ni del hielo, ni
del fuego, sino toda su preocupación es llevar a término el bien comenzado,
porque no hay estupidez mayor que la de aquél que hoy, porque le agrada,
hace un bien, mañana porque ya no encuentra gusto, lo descuida. ¿Qué se
diría de un ojo que en un momento posee la vista y en otro queda ciego?, ¿de
una lengua que en un momento habla y luego queda muda? Ah, sí, hija mía,
sólo la paciencia es la llave secreta para abrir el tesoro de las virtudes: sin el
secreto de esta llave, las otras virtudes no aparecen para dar vida al alma y

31 de enero, 1901 (53) 83


ennoblecerla”, ■u*

84 31 de enero, 1901 (53)


5 de febrero, 1901 (54)
Luisa suplica a Jesús ser crucificada para aplacar
a la Divina Justicia.

£sta mañana, el bendito Jesús me transportó fuera de


mí, pero se hacía ver en un estado que movía a compasión
hasta a las piedras. Oh, cómo sufría y parecía que sin poder
resistir más, quería aliviarse un poco, como buscando
ayuda. Sentía yo destrozarse mi pobre corazón y en seguida
le quité la corona de espinas y la puse sobre mí para darle
alivio; luego dije: “Dulce Bien mío, desde hace algún
tiempo no me has renovado las penas de la cruz: Te ruego
que hoy me las renueves, así quedarás más aliviado”.
s

Y El: “Amada mía, es necesario pedir a la Justicia para


hacer esto, porque han llegado a tanto las cosas que no
puedo permitir que sufras tú”.

Yo no sabía cómo hacer para pedir a la Justicia, cuando


se presentaron dos doncellas que al parecer servían a la
Justicia. Una tenía el nombre de tolerancia y la otra de
disimulo, y habiéndoles pedido que me crucificaran, la
tolerancia me tomó una mano y me la enclavó, sin querer
terminar. Entonces dije: “Oh, santo disimulo, acaba de
crucificarme, ¿no ves que la tolerancia me ha dejado? Hazte
ver cuánto más diestro eres en tolerar”.

Así terminó de crucificarme, pero con tales convulsiones


que, si el Señor no me hubiese sostenido entre sus brazos,
ciertamente habría muerto del dolor.

5 de-febrero, 1901 (54) 85


Después de esto, el bendito Jesús añadió: “Hija, es
necesario que al menos alguna vez tú sufras estas penas, si
no fuese así, ¡ay del mundo, ¿qué sería de él?”

Después rogué por varias personas y volví en mí. ‘fi*

6 de febrero, 1901 (55)


jesús explica a Luisa que entre más comparte
(con ella) tanto más se siente contento.

Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús


al venir me dijo: “Hija mía, cuando mi Gracia se halla en
posesión de más personas, se regocija más. Sucede como a
aquella reina que, cuantas más doncellas están pendientes
de sus órdenes y forman en torno a ella su corona, tanto
más gozan y hacen fiesta. Tú fíjate en mí, mírame y
quedarás tan prendida a mí que todo lo que es material
caerá muerto para ti, y debes fijarte tanto en mí, que me
atraigas por entero hacia ti; y Yo, encontrándome a mí
mismo en ti, podré encontrar en ti mi perfecta
complacencia. Y así, hallando en ti todos mis goces posibles
de encontrar en una criatura humana, no me podrá
contristar tanto lo que me hacen los demás”. Y mientras
decía esto se internó dentro de mí y se complacía
plenamente. ¡Qué afortunada me sentiría si llegase a atraer
por entero hacia mí a mi amado Jesús! U*
La obediencia se asemeja a la luz, el amor propio
a las tinieblas.

^omo siguiera viniendo mi adorable Jesús, se hacía ver


con los ojos resplandecientes de vivísima y purísima luz. Yo
quedé encantada y sorprendida delante de aquella luz
deslumbrante y Jesús, al verme así encantada y sin
pronunciar palabra, me dijo: “Amada mía, la obediencia tiene
la vista larguísima y le gana en belleza y en agudez a la
misma luz del sol. El amor propio es muy corto de vista, a tal
punto que no puede dar un paso sin tropezar. Y no creas tú
que esta vista extensísima la tienen aquellas almas que
andan siempre turbulentas y con escrúpulos; más bien ésta
es una red que les teje el amor propio, el cual, siendo muy
corto de vista, primero les hace caer y luego les suscita mil
pensamientos, turbaciones y escrúpulos, y lo que hoy han
detestado con tantos temores y escrúpulos, mañana caen de
nuevo en ellos, de modo que su vivir se reduce a estar
siempre sumidas en esta red caprichosa que les teje
ampliamente el amor propio. A diferencia de la vista
larguísima de la obediencia, que es homicida del amor
propio, la cual, por ser extensísima y clarísima, rápido prevé
que puede dar un paso en falso y con ánimo generoso se
abstiene y goza de la santa libertad de los hijos de Dios. Y
como las tinieblas atraen otras tinieblas, así la luz atrae
otras luces; con esta luz llega a atraer a sí la luz del Verbo y,
uniéndose a El, juntos tejen la luz de todas las virtudes”.
Atónita al oír esto, dije: “Señor, ¿qué dices? A mí me
parece que es santidad aquel modo de vivir escrupuloso”.

Y El, con un tono más serio, añadió: “Antes bien, te digo


que ésta es la verdadera impresión de la obediencia y la otra
del amor propio. Ese modo de vivir me mueve más a
indignación que a amor, porque cuando es la luz de la
verdad la que hace ver una falta, por más pequeña que sea,
debería haber una enmienda; pero como el amor propio es
corto de vista, no hace otra cosa que tener oprimida el alma
sin producir un adelanto en el camino de la verdadera
santidad”.H*

17 de febrero, 1901 (57)

El hombre viene de Dios y debe retornar a Dios,

£sta mañana, encontrándome muy oprimida y sufrida, en


cuanto vi a mi amado Jesús y a mucha gente sumida en
tantas miserias, El, rompiendo el silencio, dijo: “Hija mía, el
hombre primero nace en mí y de mí obtiene la impronta de la
Divinidad, y al salir de mí para renacer del seno materno, le
ordeno que camine un pequeño trecho de vía y, al término de
aquel trecho, haciendo que él me encuentre, lo recibo de
nuevo en mí y lo hago vivir eternamente conmigo. Mira un
poco cuán noble es el hombre, de dónde viene y a dónde va y
cuál es su destino. Pues bien, ¿cuál debería ser la santidad
de este hombre por salir de un Dios tan santo?
Pero el hombre, al recorrer la vía para venir otra vez a mí,
destruye en sí lo que ha recibido de divino, se corrompe, de
modo que cuando lo encuentro para recibirlo en mí, ya no lo
reconozco, ya no descubro en él la impresión divina, no

88 17 de febrero, 1901 (57)


encuentro nada de mí en él y, al no reconocerlo, mi Justicia
lo condena a andar errante por el camino de la perdición”.

Cuán enternecedor era oír hablar de esto a Jesucristo,


cuántas cosas me hacía comprender, pero mi estado de
sufrimiento no me permite alargarme más en escribir. U 1

8 de marzo, 1901 (58)


Jesús dice a Luisa que la Cruz lo dio a conocer
como Dios; después le explica la Cruz del dolor y la
Cruz del amor.

£sta mañana, como continuara el silencio de Jesús


bendito, encontrándome yo más que oprimida, al venir me
dijo: “Hija mía, no las obras, ni la predicación, ni la misma
potencia de los milagros me dieron a conocer con claridad
como Dios, tal como soy, sino cuando fui puesto en la cruz y
levantado en ella como en mi propio trono entonces fui
reconocido por Dios, así que: sólo la cruz me reveló al mundo
y a todo el infierno que era Yo verdaderamente, y todos
quedaron conmovidos y reconocieron a su Creador. Por
tanto, la cruz es la que revela a Dios al alma y hace conocer
si el alma es verdaderamente de Dios. Se puede decir que la
Cruz descubre todas las partes íntimas del alma y revela a
Dios y a los hombres quién es ella”.

Después añadió: “Sobre dos cruces consumo Yo a las


almas: una es de dolor, la otra es de amor. Y así como en el
Cielo los nueve coros angélicos me aman, cada uno tiene su
oficio distinto, como los Serafines, cuyo oficio especial es el
amor, así su coro está puesto más en frente para recibir los
destellos de mi amor, de modo que mi amor y el de ellos,

8 de marzo, 1901 (58) 89


cautivándose, se tocan entre sí continuamente. Así, a las
almas en la tierra les doy su oficio característico: a unas las
hago mártires de dolor, a otras de amor, siendo los dos
hábiles maestros para sacrificar a las almas y hacerlas
dignas de mis complacencias”.

19 de marzo, 1901 (59)

El verdadero modo de padecer

£sta mañana, encontrándome muy oprimida y sufrida,


mucho más por la privación de mi dulce Jesús, después de
larga espera, apenas lo vi, me dijo: “Hija mía, el verdadero
modo de padecer es no mirar de quién vienen los
sufrimientos, ni qué cosa se sufre, sino al bien que debe
venir a través de los sufrimientos. Este fue mi modo de
padecer: no miré ni a los verdugos ni el padecer, sino el bien
que pretendía hacer por medio de mi sufrimiento, hasta a los
mismos que me lo

90 19 de marzo, 1901 (59)


causaban, y mirando el bien que debía venir para los
hombres desprecié todo el resto y con intrepidez seguí el
curso de mi padecer. Hija mía, éste es el modo más fácil y
más provechoso de sufrir, no sólo con paciencia, sino con
ánimo invicto y valeroso”. 1}’

22 de marzo, 1901 (60)


Luisa ve a Roma y descubre grandes pecados,
jesús quiere castigar y Luisa se opone.

Continuando mi estado de privación, y por tanto de


amarguras indecibles, esta mañana mi adorable Jesús vino y
me transportó fuera de mí. Me parecía estar en Roma.
¡Cuántos pecados! ¿Qué decir de los enemigos de la Iglesia?
¡Cómo se carcomen de rabia contra ella! Cuántos destrozos
van elaborando, pero no pueden ponerlos en obra porque
Nuestro Señor los tiene todavía como atados. Pero lo que
más horror me causó fue el ver a mi amante Jesús como en
actitud de darles la libertad. ¿Quién puede decir cuán
consternada quedé?

Viendo pues, mi consternación, Jesús me dijo: “Hija, son


absolutamente necesarios los castigos. En todas las clases
ha entrado la podredumbre y la gangrena, por lo cual es
necesario el hierro y el fuego para hacer que no perezcan
todos. Por eso, ésta es la última vez que te digo que te
conformes con mi Querer, y Yo te prometo perdonar en
parte”.
Y yo: “Amado Bien mío, no me da el corazón para
conformarme contigo en el castigar a las gentes”.
y

Y El: “Si tú no te conformas, siendo de absoluta

22 de marzo, 1901 (60) 91


necesidad el hacer esto, Yo no vendré como de costumbre y
no te manifestaré cuándo derramaré los castigos, y no
sabiéndolo tú y no encontrando Yo quien aplaque de algún
modo el justo enojo, daré libre desfogue a mi furor y no
tendrás tampoco la ventaja de ahorrar en parte el castigo.
Fuera de esto, el no venir y no derramar en ti las Gracias que
habría debido derramar es también una amargura para mí,
como en estos días pasados en que no he venido tanto, tengo
la Gracia contenida en mí”.

Y mientras decía esto, daba muestras de querer aliviarse


y, acercándose a mi boca, derramó una leche dulcísima y
luego desapareció, ‘u*

30 de marzo, 1901 (61)


Jesús le habla de la Divina Voluntad y de la
Perseverancia.

Continuando el estado de privación, sentía como un tedio


y un cansancio de mi pobre situación (que) mi pobre
naturaleza quería liberarse de ese estado. Mi adorable Jesús,
compadeciéndose de mí, vino y me dijo: “Hija mía, como te
retires de mi Querer, comenzarás a vivir de ti misma; en
cambio, si estás fija en mi Voluntad vivirás siempre de mí
mismo, muriendo completamente a ti misma”.

Luego añadió: “Hija mía, ten paciencia, resígnate en todo


a mi Voluntad y no por poco tiempo, sino para siempre,
siempre, porque sólo la perseverancia en el bien es lo que
hace conocer si el alma es verdaderamente virtuosa, ella sola
es la que une todas las virtudes. Se puede decir que sólo la
perseverancia une perpetuamente a Dios y al alma con

92 30 de marzo, 1901 (61)


virtudes y gracias y como cadena se las pone alrededor y,
unificando todo, forma el nudo segurísimo de la salvación,
pero donde no hay perseverancia, hay mucho de temer”.
Dicho esto, desapareció. U1

31 de marzo, 1901 (62)

Inconstancia y volubilidad
£sta mañana, sintiéndome muy amargada, me veía
todavía tan mala que casi no me atrevía a ir en busca de mi
sumo y único bien; empero, el Señor, sin mirar mis miserias,
se dignó venir, diciéndome: “Hija mía, soy Yo, ¿qué quieres?
Si bien, Yo he venido para alegrarte. Estemos juntos pero
quedémonos en silencio”.

Después de haber estado así por un rato, me transportó


fuera de mí y veía yo que la Iglesia festejaba el día de Ramos,
y Jesús, rompiendo el silencio, me dijo: “¡Cuánta volubilidad,
cuánta inconstancia! Así como hoy gritan "¡Hosanna!",
proclamándome su Rey,

31 de marzo, 1901 (62) 93


otro día gritarán “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Hija mía, lo
que más me disgusta es la inconstancia y la volubilidad,
porque eso es señal de que la verdad no ha tomado posesión
de aquellas almas. Y hasta en cosas de religión puede ser
que el alma encuentre su satisfacción, su propia comodidad
y su interés, o bien por encontrarse en determinado grupo; al
día siguiente pueden faltar estas cosas y puede encontrarse
en el seno de otros grupos y, entonces, se desvía de la
religión y sin disgusto se entrega a otras sectas.

Porque cuando la verdadera luz de la verdad entra en un


alma y se adueña de un corazón, el alma no está sujeta a
inconstancia y más bien lo sacriñca todo por su amor y, por
hacerse gobernar sólo por ella, desprecia con ánimo invicto
todo lo que no pertenece a la verdad".

Y mientras decía esto, lloraba por las condiciones de la


generación presente, peores que ahora, sujeta a la
inconstancia y al viento que sopla, ‘u*

5 de abril, 1901 (63)


Luisa ve todas las ofensas de los hombres en
general y el sufrimiento de Jesús por cada hombre
y las gracias de Jesús para rehabilitación.

^omo continuara el estado de privación, esta mañana


parece que lo vi un tanto en compañía de la Reina Madre, y
como el adorable Jesús tenía la corona de espinas, se la
quité llena de compasión y, mientras lo hacía, me dijo:
“Compadece al mismo tiempo a mi Madre, porque siendo mi
padecer la razón de sus dolores, compadeciéndola a Ella, me
compadeces a mí mismo”.

94 5 de abril, 1901 (63)


Después de esto, me parecía encontrarme en el monte
Calvario en el momento de la Crucifixión de Nuestro Señor y,
mientras sufría la Crucifixión, veía no sé cómo, en Jesús, a
todas las generaciones pasadas, presentes y futuras; y cómo
Jesús, abarcando a todos en sí, sentía todas las ofendas que
le hacíamos cada uno de nosotros y sufría por todos en
general y por cada individuo en particular, de modo que
descubría también mis culpas y las penas que por mi sufría
de una manera clara asi mismo veía el remedio que nos
suministraba para nuestros males y para nuestra salvación
eterna. Pues bien, ¿quién puede expresar todo lo que yo veía
en Jesús bendito, desde el primero hasta el último hombre?
Hallándome fuera de mí descubría las cosas claras y
distintas, pero encontrándome en mí las veo todas confusas,
por lo cual para evitar errores no digo más.

7 de abril, 1901 (64)


Luisa ve la Resurección de Jesús que le habla de
la obediencia.-

(^omo mi adorable Jesús continúa privándome de su


presencia, siento una amargura, como un cuchillo clavado
en el corazón que me causa tal dolor que me hace llorar y
gritar como un chiquillo. Ah, me parece verdaderamente que
he llegado a ser como un niño que, por poco que se aleja la
madre, llora y grita tanto que trastorna toda la casa y no hay
ningún remedio para hacerlo dejar de llorar, si no se ve de
nuevo en los brazos de la madre. Así soy yo, verdadera niña
en la virtud, que si fuese posible trastornaría cielo y tierra
por encontrar a mi sumo y único bien, y sólo me aquieto
cuando me encuentro en posesión de Jesús. iPobre

7 de abril, 1901 (64) 95


chiquitina que soy! Siento en mí todavía las envolturas de la
infancia que me atan estrechamente, no sé caminar yo sola,
soy muy débil, no tengo la capacidad de los adultos que se
dejan guiar por la razón, de ahí la suma necesidad que tengo
de estar con Jesús; con razón o sin ella, no quiero saber
nada, lo que quiero saber es que quiero a Jesús. Espero que
el Señor quiera perdonar a esta pobre chiquitina que a veces
comete sinrazones.

Encontrándome pues, en esta situación, vi a mi adorable


Jesús en el momento de su Resurrección, con un rostro tan
resplandeciente que no se compara con ningún otro
esplendor, y me parecía que la Humanidad Santísima de
Nuestro Señor, si bien de carne viva, era fulgurante y
transparente, de modo que se veía con claridad la divinidad
unida a la humanidad.

Ahora bien, mientras lo veía así de glorioso, una luz que


venía de El parecía decirme: “Tuvo tanta gloria mi
humanidad por medio de la perfecta obediencia que,
destruyendo del todo la naturaleza antigua, me restituyó la
nueva naturaleza gloriosa e inmortal. Así el alma por medio
de la obediencia, puede formar en sí la
perfecta resurrección a las virtudes. Y así, si el alma está
afligida, la obediencia la hará resucitar a la alegría; si está
agitada, la obediencia la hará resucitar a la paz; si tentada,
la obediencia le suministrará la cadena más fuerte para atar
al enemigo y la hará resucitar victoriosa de las insidias
diabólicas; si asediada de pasiones y vicios, la obediencia,
dándoles muerte, la hará resucitar a las virtudes. Esto en
cuanto al alma y, a su tiempo, producirá también la
resurrección del cuerpo”.

96 7 de Abril, 1901 (64)


Después de esto se retiró la luz y Jesús desapareció,
mientras yo me quedé con tal dolor al verme de nuevo
privada de El, que me siento como si tuviera una ardiente
fiebre que me hace desvariar y caer en delirio. ¡Ah, Señor,
dame la fuerza de soportarte en estas demoras, que me
siento desfallecerla

9 de abril, 1901 (65)


Jesús amonesta a Luisa porque está intranquila y
la instruye sobre la virtud.
i*
■Encontrándome en lo pleno del delirio decía disparates y
creo que con ellos se mezclaban también defectos. Mi pobre
naturaleza sentía todo el peso de mi estado, la cama me
parecía peor que el estado de los condenados a las cárceles y
habría querido liberarme de este estado con el pretexto de mi
estribillo: que ya no es Voluntad de Dios y por eso Jesús no
viene, y pensaba en aquello que debería hacer. Mientras me
ocupaba en esto, mi paciente Jesús salió de mi interior,

7 de abril, 1901 (64) 97


pero con un aspecto grave y serio que me infundía temor,
y me dijo: “¿Qué crees tú que habría hecho yo si me hubiera
encontrado en tu situación?”.

Para mis adentros decía: “Ciertamente, la Voluntad de


Dios”.

Y El de nuevo: “Pues bien, hazla”. Y desapareció. Era
tanta la seriedad de Nuestro Señor que, en aquellas palabras
que pronunció, yo sentía toda la fuerza de su palabra, no
sólo creadora, sino también destructora. Con estas palabras
quedó totalmente conmovido mi interior, oprimido,
amargado, y no hacía otra cosa que llorar, especialmente
porque recordaba la seriedad con que Jesús me había
hablado y no me atrevía a decir ven.

Estando pues, en esta situación, en el día hice mi


meditación cuando, en lo mejor, sin que le pidiera, vino y con
un aspecto dulce, enteramente cambiado en comparación del
de la mañana, me dijo: “Hija mía, ¡qué exterminio, qué
exterminio está por suceder!”.

Y’ mientras decía esto, sentía cambiado todo mi interior, y


no era porque no venía, sino por los castigos. En esto, veía
cuatro personas venerables que lloraban ante las palabras
que Jesús había dicho, pero Jesús bendito, con deseos de
distraerse, dijo unas pocas palabras sobre las virtudes;
después añadió: “Hay ciertos fervores y ciertas virtudes que
se parecen a aquellos arbolitos que nacen en tomo de ciertos
árboles y que, al no estar bien arraigados al tronco de éstos,
ante un viento impetuoso, ante una helada un poco fuerte,
se secan, y si bien después de algún tiempo, puede ser que
reverdezcan de nuevo, como están sujetos a la intemperie del
aire jamás llegan a ser árboles formados. Así son aquellos

98 9 de Abril, 1901 (65)


fervores y aquellas virtudes que no están bien arraigados en
el tronco del árbol de la obediencia, es decir, en el tronco del
árbol de mi humanidad, que fue toda obediencia. Con las
tribulaciones, los infortunios, al punto se secan y nunca
llegan a producir frutos para la vida eterna”. U*

19 de abril, 1901 (66)


Amargura de Luisa por la privación de Jesús,
quien la consuela y le habla de la Gracia.

Continuando mis días privada de mi adorable Jesús, a lo


más lo veo en sombras y como relámpago. Mi pobre corazón
está de sobremanera amargado. Siento tanto su privación
que todas mis fibras, los nervios, mis huesos y hasta las
gotas de mi sangre se agitan continuamente y me dicen:
“¿Dónde está Jesús?
¿Cómo lo has perdido? ¿Qué has hecho para no hacerlo
/
venir? ¿Cómo harás estando sin El? ¿Quién más te
consolará, habiendo perdido la fuente de todo consuelo?
¿Quién me dará fuerzas en la debilidad? ¿Quién me corregirá
y descubrirá mis defectos, habiendo quedado privada de
aquella luz que más que un hilo eléctrico penetraba en los
más íntimos escondrijos y con la dulzura más inefable
corregía y sanaba mis heridas? Todo es miseria, todo es
triste, todo es negro sin El, ¿cómo haremos?” Y, aunque en el
fondo de mi voluntad me siento resignada y me voy
aferrando a su misma privación como el sacrificio más
grande por su amor, todo lo demás me mueve a una guerra
continua y me pone en tortura. ¡Ah, Señor, cuánto me cuesta
el haberte conocido! ¡Con qué caro precio me haces

19 de abril, 1901 (66) 99


descontar tus pasadas visitas!

Pues bien, encontrándome en este estado, por breves


instantes se hizo ver y me dijo: “Por ser mi Gracia parte de
mí mismo, al poseerla tú, con razón y por estricta necesidad,
todo lo que forma tu ser no puede estar sin mí. Por esta
razón, todo en ti me reclama y estás turbada continuamente;
es que estando embebida en mí y llena parte de mí mismo,
tus fibras están en paz y quedan contentas cuando me
poseen no sólo en parte, sino en todo”.

Y habiéndome quejado de mi dura situación, Jesús


añadió: “También Yo en el curso de mi Pasión, experimenté
un extremo abandono, si bien mi Voluntad estuvo siempre
unida con el Padre y con el Espíritu Santo, y quise sufrir esto
para divinizar en todo la Cruz, a tal punto que,
contemplándome a mí y contemplando la cruz, encontrarás
tú el mismo esplendor, las mismas enseñanzas y el mismo
espejo en el que podrás mirarte continuamente, sin
diferencia entre el uno o la otra”. I}1

100 19 de abril, 1901 (66)


21 de abril, 1901 (67)

La necesidad de los castigos para no hacer que el


hombre se corrompa mayormente.

Continuando en mi habitual estado, apenas vi a mi dulce


Jesús con una cruz en la mano, en actitud de volcarla sobre
las gentes, me dijo: “Hija mía, el mundo es siempre corrupto,
pero hay ciertos tiempos en que llega a tal corrupción que, si
Yo no volcara sobre las gentes parte de mi cruz, perecerían
todos en la corrupción, como sucedió en los tiempos en que
Yo vine al mundo; sólo la cruz salvó a muchos de la
corrupción en que estaban inmersos. Así, en estos tiempos
ha llegado a tanto la corrupción que, si Yo no enviara los
azotes, las espinas, las cruces, haciéndoles derramar hasta
la sangre, permanecerían sumidos en las olas de la
corrupción”.

Y mientras decía esto, parecía que inclinaba aquella cruz


sobre las gentes y venían castigos.

22 de abril, 1901 (68)


Jesús enseña a Luisa cómo debe ser en todo
semejante a Él.

mintiéndome toda añigida y confusa y casi sin esperanza


de volver a ver a mi adorable Jesús, de improviso vino y me
dijo: “¿Sabes qué quiero de ti? Te • quiero en todo semejante
a mí, ya sea en el obrar como

21 de abril, 1901 (67) 101


en la intención. Quiero que seas respetuosa con todos, pues
el respetar a todos da paz a uno mismo y paz a los demás;
que te tengas por la más pequeña de todos y que todas mis
enseñanzas las vayas rumiando siempre en tu mente y las
conserves en tu corazón para que, dada la ocasión, las
encuentres siempre prontas para valorarlas y ponerlas en
obra; en una palabra, quiero que tu vida sea un desborde de
la mía”, y mientras decía esto, veía por detrás del Señor que
hacía caer sobre la tierra una helada y un fuego que hacían
daño a las cosechas, y decía yo: “¡Señor, qué haces! ¡Pobre
gente!”. Sin darme oídos, desapareció.

13 de junio, 1901 (69)


Cómo la Cruz es el pan de la eterna beatitud.

después de un largo silencio por parte de mi adorable


Jesús -a lo más alguna palabra sobre los azotes que quiere
descargar- esta mañana, encontrándome oprimida por mi
situación, en particular por las continuas privaciones a las
que estoy sujeta, habiéndolo visto por breves instantes, me
dijo: “Hija mía, las cruces y las tribulaciones son el pan de la
eterna felicidad”.

Por tanto, comprendía que, mientras más se sufre, más


abundante y más gustoso será el pan que nos nutrirá en la
Celestial Morada, o sea, cuanto más se sufre, más garantías
recibimos de la futura gloria. U1
jesús exige su gloria de todas la partículas de
nuestro ser. El alma no sólo debe buscar la
<— -------—■
unión, sino también la consumación.

Encontrándome en mi habitual estado he visto un poco a


mi dulce Jesús, y habiéndome lamentado de mi pobre
estado por su privación y de una especie de cansancio físico
y moral, como si sintiera triturarse mi pobre naturaleza y
desfallecer en todas sus partes, habiéndole por lo mismo
dicho todo esto a mi Jesús, El me dijo:

“¡Hija mía, no temas por sentir que desfalleces. ¿No


sabes que todo debe ser sacrificado por mí, no sólo el alma,
sino también el cuerpo, y que de todas las más mínimas
partículas de ti Yo exijo mi Gloria? Y luego, ¿no sabes que
del estado de unión se pasa a otro, cual es el de la
consumación? Es verdad que no vengo como de costumbre
para castigar a las gentes, pero me sirvo de ti para tu
provecho, que no es sólo tenerte unida a Mí, sino
consumarte por amor mío. En efecto, sin venir Yo y
sintiéndote tú desfallecer por mi ausencia, ¿no vienes a
consumarte por mí? Por lo demás, no tienes mucha razón
para afligirte, porque cuando tú me ves, siempre es saliendo
de tu interior, y esto es señal cierta de que estoy contigo; y
luego todavía deben pasar días sin que tú puedas decir que
no me has visto perfectamente”.

Después, tomando un tono de voz más dulce y benigno,


añadió: “Hija mía, te recomiendo muchísimo
que no hagas salir de ti el más pequeño acto que no sea
paciencia, resignación, dulzura, identidad de ti misma,
tranquilidad en todo, de lo contrario llegarías a deshonrarme
y te ocurriría como a un rey que vive dentro de un palacio
rico y bien adornado, pero por fuera, aquella habitación se
ve toda llena de rajaduras, manchada, en punto de
destrucción. No dirían: ¿Cómo, habita el rey en este palacio
y por fuera lo que se ve es una armazón tan fea que da
miedo el acercarse siquiera a ella? ¡Quién sabe qué rey
puede ser éste!. ¿Y esto no sería un deshonor para el rey?
Pues bien, piensa que si de ti sale algo que no sea virtud, lo
mismo se diría de ti y de mí, y Yo, que habito dentro,
quedaría con ello deshonrado”.‘u*

30 de junio, 1901 (71)

Las señales de que el alma posee la Gracia.

Pncontrándome en mi habitual estado, se hizo ver mi


dulcísimo Jesús por poco tiempo, transfundido en mí y me
dijo: “Hija mía, ¿quieres saber cuáles son las señales para
conocer si el alma posee mi Gracia?”.

Y yo: “Señor, como sea del agrado de tu santísima


bondad”.

Entonces replicó: “La primera señal para ver si el alma


posee mi Gracia es que, en todo lo que pertenece a Dios, que
puede oír o ver en lo exterior, en el interior siente una
dulzura, una suavidad toda divina, no comparable a
ninguna cosa humana y terrena. Sucede como a una madre
que hasta por la respiración, por la voz, reconoce el parto de

104 30 de junio, 1901 (71)


sus entrañas en la persona de un hijo y con ello muere de
alegría; o como a dos amigas íntimas, que conversando
juntas se manifiestan mutuamente los mismos
sentimientos, inclinaciones, alegrías y aflicciones, y
encontrando la una en la otra grabadas sus mismas cosas,
sienten con ello un placer, una alegría y perciben tanto amor
que no atinan a separarse. Así, la Gracia interna que reside
en el alma, al ver externamente el parto de sus mismas
entrañas, o sea, al dar con las mismas cosas que
constituyen su esencia, se manifiesta con ellas y hace
experimentar en el alma tal alegría y dulzura que no se
pueden expresar.

La segunda señal es que el hablar del alma que posee la


Gracia es pacífico, tiene la virtud de poner la paz en los
otros, de tal manera que, las mismas cosas, dichas por
quien no posee la Gracia, no han dejado ninguna impresión
y ninguna paz mientras que, dichas por quien posee la
Gracia, han obrado maravillosamente y han restituido la paz
a los ánimos. Luego, hija mía, la Gracia despoja al alma de
todo y hace de la humanidad un velo para estar cubierta, de
modo que, una vez desgarrado el velo, se encuentra el
Paraíso en el alma del que la posee. Y así no es de admirar
que en esta alma se encuentre la verdadera humildad, la
obediencia y demás, porque de sí no queda más que un
simple velo, y se ve con claridad que dentro de sí está toda la
Gracia, que actúa y que tiene en orden todas las virtudes y
la hace estar en continua disposición para Dios", ft

30 de junio, 1901 (71) 105


Jesús tranquiliza a Luisa porque siente temor en su estado.

£stando con temor sobre el estado de mi alma, vino muy de improviso


mi adorable Jesús y me dijo: “Hija mía, no temas, porque Yo solo soy el
principio, el medio y el fin de todos tus deseos”.

Con estas palabras me tranquilicé en Jesús. Sea todo para la Gloria de


Dios y sea bendito su santo nombre.

16 de julio, 1901 (73)


El principio del mal. Pregunta a Jesús si lajquiere.^ Distancia
entre el amor de Jesús y el suyo. Enseñanzas.

después de varios días de privación, esta mañana Jesús se dignó venir,


transportándome fuera de mí. Ahora bien, estando yo delante de Jesús
bendito, veía mucha gente y los males de la presente generación. Mi
adorable Jesús miraba con compasión y, dirigiéndose a mí, me dijo:

“Hija mía, ¿quieres saber desde dónde empieza el mal en el hombre? El


principio es que el hombre, apenas se conoce a sí mismo, es decir, apenas
comienza a adquirir la razón, se dice a sí mismo ”Yo soy algo" y,
creyéndose alguna cosa, se aleja de mí, no se fía de mí que soy el Todo, y
toda la confianza y la fuerza la toma
de sí mismo; de esto resulta que pierde la ñnalidad de todo
buen principio. ¿Cuál será el fin? Imagínalo tú misma, hija
mía. Después, apartándose de mí que contengo todo bien,
¿qué puede esperar de bien el hombre siendo él un mar de
males? Sin mí, todo es corrupción, miseria, sin ninguna
sombra de verdadero bien. Esta es la sociedad presente".

Al escuchar esto, sentía yo tal aflicción que no puedo


expresarla, pero Jesús, en su deseo de reanimarme, me
transportó a otra parte, y yo, al encontrarme sola con mi
amado Jesús, le dije: “Dime, ¿me amas?”.

Y Él: “Sí”.

Y yo: “No estoy contenta con el solo sí, sino que quisiera
una mejor explicación de cuánto me amas”.

Y Él: “Es tan grande mi amor por ti, que no sólo no tiene
principio, sino que no tendrá fin jamás, y en estas dos
palabras puedes comprender cuán grande, fuerte, constante
es mi amor por ti”.

Consideré un poco todo esto y veía un abismo de distancia


entre mi amor y el suyo, y llena de confusión dije: “Señor, qué
diferencia entre mi amor y tu amor, no sólo tiene principio,
sino que, en cuanto al pasado, veo deficiencias en mi amor
por no haberte amado”.

Y Jesús, todo compasión, me dijo: “Amada mía, no puede


haber semejanza entre el amor del Creador y el de la criatura.
Pero hoy te quiero decir una cosa que te será de consuelo y
que nunca has comprendido: sabe que toda alma, por todo el
curso de su vida, está obligada a amarme constantemente sin
ningún intervalo, y si no me ama siempre, quedan en el alma

16 de julio, 1901 (73) 107


tantos vacíos por cuantos días, horas y minutos ha dej'ado de
amarme; nadie podrá entrar en el Cielo si no ha llenado estos
vacíos, y sólo podrá llenarlos con amarme doblemente en el
resto de la vida o, si no lo consigue, los llenará a fuerza de
fuego en el Purgatorio. Ahora bien, cuando estás privada de
mí, la privación del objeto amado te hace redoblar el amor y
con esto vienes a llenar los vacíos que hay en tu alma”.

Después de esto le dije: Dulce Bien mío, déjame ir contigo


al Cielo y, si no quieres para siempre, al menos por un poco,
¡ay, te ruego, conténtame!".
/
Y El me respondió: “¿No sabes tú que para entrar
en.aquella feliz morada, el alma debe estar toda transformada
en mí, de modo que deba parecer como otro Cristo? En caso
contrario, ¿qué figura harías tú en medio de los otros
Bienaventurados? Tú misma tendrías vergüenza de estar en
compañía de ellos”. Y yo: “Es verdad que soy muy diferente de
ti, pero si tú quieres, puedes hacerme tal”.

Con esto, para contentarme me ha encerrado toda en sí, de


modo que ya no me veía a mí misma, sino a Jesucristo y así
nos elevamos al Cielo. Llegados a un punto nos encontramos
delante de una Luz indescriptible. Delante de aquella Luz se
experimentaba nueva vida, alegría insólita jamás gustada:
¡qué feliz me sentía! Más aún, me parecía encontrarme en la
plenitud de toda la felicidad. Ahora bien, mientras nos
adentrábamos, delante de aquella Luz yo sentía un temor:
habría querido alabarlo, darle gracias, pero sin saber qué
decir recité tres Gloria Patris, y Jesús respondía junto
conmigo, pero apenas acabados, como un relámpago me
encontré en la mísera prisión de mi cuerpo... Ah, Señor,
¿cómo ha durado tan poco mi felicidad? Parece que es

108 16 de julio, 1901 (73)


demasiado duro el barro de este cuerpo mío, que se requiere
tanto para desmenuzarme, e impide al alma mía marcharme
para siempre de esta mísera tierra; mas espero que algún
choque vehemente quiera no sólo desmenuzarme, sino
pulverizarme, y entonces, sin tener ya casa donde poder estar
aquí, tendrás compasión de mí y me acogerás para siempre en
la Celestial Morada. U1

20 de julio, 1901 (74)

Qué dulce es para Jesús la voz del alma que forma


como un ala que lo protege.

Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús


no venía. Por lo cual, después de haber padecido y casi
perdido la esperanza de volverlo a ver, vino El diciéndome:

“Hija mía, tu voz me es dulce, como al pequeño pajarillo es


dulce la voz de la madre, que habiéndolo dejado por ir a
buscar el alimento para nutrirlo, cuando ella vuelve, ¿qué
hace? El pajarillo, al oír la voz, siente una dulzura y hace
fiesta, y después que la madre le da el alimento se acurruca
todo él y se esconde bajo el ala

20 ele julio, 1901 (74) 109


materna para calentarse, librarse de la intemperie y tomar
seguro reposo. ¡Oh, cuán querido y grato es para el pequeño
pajarito este estarse bajo el ala materna! Así eres tú para mí,
eres el ala que me calienta, me resguarda, me defiende y me
hace tomar seguro reposo. ¡Oh, cuán querido y grato es para
mí estar debajo de esta ala!”.

Dicho esto, desapareció, y yo me quedé toda confundida y


llena de vergüenza, conociéndome tan mala, pero la
obediencia ha querido acrecentar mi confusión por su deseo
de que escribiese. ¡Se haga siempre la Santísima Voluntad de
Dios!cüa

23 de julio, 1901 (75)


jesús le habla de la Divina Voluntad y de la
verdadera Caridad.

Encontrándome con muchas dudas acerca de mi estado, al


venir mi adorable Jesús me dijo:

“Hija mía, no temas; lo que te recomiendo es estar siempre


uniformada con mi Voluntad, pues cuando en el alma vive la
Divina Voluntad, no tienen fuerza para entrar en ella ni la
voluntad diabólica ni la humana para hacer del alma un
juego”.

Después de esto me parecía verlo crucificado y,


habiéndome participado el Señor no sólo sus penas, sino
algún sufrimiento de otra persona, añadió: “Esta es la
verdadera caridad: negarse a sí mismo para dar la vida a otros
y tomar sobre sí los males ajenos y darme los bienes propios

lio 23 de julio, 1901 (75)


27 de julio, 1901 (76)
El trabajo de Dios es siempre apoyado en la
verdad, aunque la criatura puede no entender con
claridad el modo de actuar divino, a lo más puede
comprender cualquier indicio.

|"|abiéndome infundido algunas dudas el confesor, al


venir el bendito Jesús también veía yo al confesor, y Jesús le
decía:

“Mi trabajo está siempre apoyado en la verdad, y si bien


algunas veces parece oscuro, envuelto en misterios, no se
puede menos de decir que es la verdad. Y si bien la criatura
no comprende con claridad mi trabajo, esto no destruye la
verdad, más bien hace comprender mucho mejor que es un
modo de obrar divino, pues siendo la criatura limitada no
puede abrazar y comprender al Infinito, a lo más puede
abrazar y comprender algún indicio, como las muchas cosas
dichas de mí en las Escrituras y mi modo de obrar en los
Santos; ¿ha sido acaso comprendido con toda claridad? ¡Oh,
cuántas cosas se han dejado en la oscuridad y en el misterio!
Sin embargo, ¿cuántas mentes de doctos y sabios se han
cansado interpretándolas? ¿Y qué han comprendido hasta
ahora? Se puede decir que nada en comparación con
lo que queda por conocerse. ¿Con esto se perjudica tal vez a
la verdad? Nada en absoluto, más bien se le hace brillar más.
Por eso deberías mirar si existe la verdadera virtud, si se
siente que en todo, si bien a veces bajo la oscuridad, está la
verdad, y del resto hay que estar tranquilos y en santa paz”.
Dicho esto desapareció y yo volví en mí.i>

30 de julio, 1901 (77)

27 de julio, 1901 (76) 111


Jesús muestra a Luisa cómo la mayoría de la
gente está ciega, unos pocos tienen vista corta y
sólo algunos tienen vista agudísima, como el sol en
medio de las estrellas.
i*
£contrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús me
transportó fuera de mí en medio de mucha gente. ¡Qué
ceguera! Casi todos eran ciegos y unos pocos de corta vista;
apenas alguno advertía, como el sol en medio de las estrellas,
de vista agudísima, todo atento al Sol divino, y esta vista se le
concedía porque se mantenía fijamente en la Luz del Verbo
Humanizado. Jesús, todo compasión, me dijo: “Hija mía, cómo
la soberbia ha arruinado al mundo. Ha llegado a destruir
aquella pequeña lucesita de razón que todos tienen consigo
apenas nacidos. Pero sabe que la virtud que más exalta a Dios
es la humildad, y la virtud que más exalta a la criatura
delante de Dios y efttre los hombres, es la humildad”.

112 30 de julio, 1901 (77)


Dicho esto desapareció. Más tarde volvió todo afanado y
afligido y añadió:

“Hija mía, están por suceder tres terribles castigos. Y como


un relámpago desapareció sin darme tiempo de decirle una
palabra. U*

3 de agosto, 1901 (78)


Jesús quisiera mandar castigos por tantos
pecados, y Luisa, animada por María Santísima,
logra aplacarlo con su amor.

Psta mañana, mi adorable Jesús no venía; entonces,


después de larga espera vino la Virgen Santísima
conduciéndolo casi a la fuerza, pero Jesús rehuía. Por lo cual
la Virgen Santísima me dijo:

“Hija mía, no te canses de pedir, pero sé importuna,


porque este acto de huir es señal de que quiere enviar algún
castigo, por eso aparta la vista de las personas amadas. Pero
tú no te detengas, porque el alma que posee la Gracia tiene el
poder sobre el infierno, sobre los hombres y sobre el mismo
Dios, pues siendo la Gracia parte de Dios mismo y
poseyéndola, ¿el alma no tiene acaso el poder sobre lo que ella
misma posee?”.

Y así, después de prolongada espera, vino obligado por la


Madre Reina e importunado por mí, pero con aspecto
imponente, serio, de modo que no se atrevía uno a hablar, no
sabía yo cómo hacer para que interrumpiera aquel aspecto
imponente. Pensé que me resultaría hablarle diciéndole
desatinos como éstos: “Mi dulce Bien, amémonos; si no nos

3 de agosto, 1901 (78) 113


amamos nosotros ¿quién nos debe amar y quién jamás podrá
contentarte? Ay, dame una señal cierta de que estás contento
de mi amor, de lo contrario, yo desfallezco, ¡me muero!.

¿Pero qué decir de los desatinos que pronuncié? Es mejor


pasar adelante. Pero con esto no logré que cambiara aquel
aire imponente y me dijo: “Estaré contento de tu amor cuando
éste supere el río de las iniquidades de los hombres; por eso,
piensa en acrecentar tu amor pues así estaré más contento de
ti”.

Dicho esto desapareció.

5 de agosto, 1901 (79)

Como los ojos son la vísta del cuerpo, así la


mortificación es la vista del alma.

Pncontrándome en mi habitual estado, mi bendito Jesús


tardaba en venir, por lo que yo me sentía morir con la pena de
su privación, cuando de repente vino y me dijo:

“Hija mía, como los ojos son la vista del cuerpo, así la
mortificación es la vista del alma, de modo que se puéde
llamar a la mortificación los ojos del alma”. Y desapareció. U 1

114 5 de agosto, 1901 (79)


El amor de todos los Bienaventurados del Cielo
no volvería feliz a Jesús sin el amor del hombre.

£sta mañana, habiendo hecho la Santa Comunión, mi


adorable Jesús se hacía ver todo sufrido y ofendido, hasta
mover a compasión. Lo estreché todo a mí y le dije:

“Dulce Bien mío, ¡cuán amable y deseable eres Tú!


¿Cómo los hombres no Te aman, sino más bien Te ofenden?
Amándote a Ti se encuentra todo, el amarte contiene todos
los bienes y cuando no se te ama, todo bien se esfuma, no
obstante, ¿quién hay que te ame? Pero, ay, Tesoro mío
amadísimo, deja de lado las ofensas de los hombres y
desfoguémonos amándonos”.

Entonces Jesús llamó a toda la Corte Celestial para que


fuera espectadora de nuestro amor y dijo: “El amor de todo
el Cielo no me dejaría satisfecho y contento si no estuviera
unido al tuyo; tanto más que aquel amor es propiedad mía,
que nadie me puede quitar, pero el amor de los viandantes
es como propiedad que estoy en acto de poseer. Y pues mi
Gracia es parte de mí mismo, al entrar en los corazones y
siendo mi ser muy activo, los viadores pueden hacer un
comercio con el amor y este comercio acrecienta la propiedad
del amor mío; y Yo siento tal gusto y placer con él que, si Me
faltara, quedaría amargado. Por esto, sin tu amor, el amor de
todo el Cielo no me dejaría plenamente contento. Y tú, sabe
negociar bien mi amor, pues amándome en todo, me harás
feliz y contento”.
¿Quién puede decir cuán asombrada quedé al oír esto y
cuántas cosas comprendía sobre este amor? Pero mi lengua
se vuelve balbuciente y por eso pongo punto,

21 de agosto, 1901 (81)

La Madre Celestial le enseña a Luisa el secreto de la


verdadera felicidad que es estar sólo con Jesús.

Pncontrándome en mi habitual estado me hallé fuera de


mí y, con esto, después de haber dado vueltas y vueltas en
busca de Jesús, me encontré en cambio con mi dulcísima
Madre, y oprimida y cansada como estaba, le dije: “Oh, mi
tierna y buena Madre, he perdido el camino para encontrar a
Jesús, ya no sé a dónde ir ni qué hacer para encontrarlo”. Y
mientras decía esto lloraba. Y Ella me dijo:

“Hija mía, ven a mí y encontrarás el camino y a Jesús;


más aún, quiero enseñarte el secreto de cómo podrás estar
siempre con Jesús y cómo vivir siempre contenta y feliz, aun
en esta tierra, esto es: ten fijo en tu interior que sólo Jesús y
tú están en el mundo, y ningún otro a quien debas agradar,
complacer y amar; y de El sólo esperar ser amada y
contentada en todo. Estando así tú y Jesús, no te hará
impresión el que estés rodeada de desprecios o elogios, de
parientes o extraños, de amigos o enemigos; sólo Jesús será
todo tu contento y sólo Jesús te bastará por todos. Hija mía,
mientras todo lo que existe acá abajo no desaparezca por
completo del alma, no se puede encontrar verdadero y
perpetuo contento”.

Pues bien, mientras decía esto, como de dentro de un-

116 21 de agosto, 1901 (81)


relámpago se presentó Jesús en medio de nosotros, yo lo
tomé y lo llevé conmigo y volví en mí.ií

2 de septiembre, 1901 (82)

jesús le habla a Luisa de la Iglesia y de la


presente sociedad, y sólo por la Cruz la Iglesia
volverá a tener su pleno vigor.
i*
£sta mañana, mi adorable Jesús se hacía ver unido al
Santo Padre y parecía decirle: “Las cosas sufridas hasta aquí
no son más que todo lo que Yo pasé desde el principio de mi
Pasión hasta que fui condenado a la muerte. Hijo mío, no te
queda otra cosa que llevar la cruz al Calvario”.

Y, mientras decía esto, parecía que Jesús bendito tomaba


la cruz y la ponía en los hombros del Santo Padre,
ayudándole El mismo a llevarla. Y mientras hacía esto,
añadió:

“Mi Iglesia parece estar moribunda, especialmente en


cuanto a las condiciones sociales que con ansia esperan el
grito de muerte. Pero, valor, hijo mío; después que llegues al
monte, en el acto de levantarse la cruz, todos se sacudirán y
la Iglesia dejará el aspecto de moribunda y recobrará su
pleno vigor. Sólo la cruz es el medio para esto, como sólo la
cruz fue el único medio para llenar el vacío que el pecado
había causado y para unir el abismo de distancia infinita
que había entre Dios y el hombre.

Así, en estos tiempos, sólo la cruz hará que mi Iglesia alce


la frente valerosa y fulgurante, para confundir y poner en
fuga a los enemigos".

2 de septiembre, 1901 (82) 117


Dicho esto desapareció; después de poco retornó mi
amado Jesús todo afligido y continuó diciendo:

“Hija mía, ¡cuánto me duele la sociedad presente! Son mis


miembros y no puedo menos que amarlos. Me sucede como
a uno que tuviese un brazo o una mano infectados y
llagados: ¿los odia él por ventura? ¿Los aborrece? Ah no,
ciertamente, más bien les prodiga todos sus cuidados;
¿quién sabe cuánto gasta por verse curado? Este su
miembro enfermo es la causa de que le duela todo el cuerpo,
y le tiene oprimido y afligido a tal punto que no llega a
obtener su intento, que es verse curado. Así es mi condición:
veo a mis miembros infectados y llagados; experimento dolor
y pena y por esto me siento más inclinado a amarlos. ¡Oh,
qué distinto es mi amor del de las criaturas! Yo estoy
obligado a amarlas porque son cosa mía, pero ellas no me
aman como cosa suya, y si me aman, me aman por su
propio bien”.

Después de esto desapareció, y yo volví en mí. *0*

118 2 de septiembre, 1901 (82)


4 de septiembre, 1901 (83)
Luisa pide a Jesús el perdón de sus pecados y El
la tranquiliza. Jesús la invita a participar de sus
penas.

Como continuara sintiendo a mi adorable Jesús, esta


mañana, apenas lo vi, sentí un ansia de preguntarle si me
había perdonado mis pecados; por eso me dije: “Dulce amor
mío, cuánto ansio oír de tu boca que me hayas perdonado
mis muchos pecados”.

Y Jesús se acercó a mi oído y parecía que con su mirada


escrutaba mi interior, y me dijo: “Todo está perdonado y te
los remito. No te queda más que un defecto hecho a
hurtadillas sin tu advertencia, y también te lo remito”.

Después de esto parecía que Jesús se pusiese detrás de


mis espaldas y, tocándome los riñones con la mano, me los
fortificaba enteramente. ¿Quién puede decir lo que yo sentía
con aquel toque? Solamente acierto a decir que sentía un
fuego refrigerante, una pureza unida a una fortaleza. Con
esto, después que me tocó los riñones, le rogué que hiciese lo
mismo con el corazón, y Jesús para contentarme
condescendió. Después me parecía que Jesús se veía como
cansado por causa mía y Le dije: “Dulce Vida mía estás
cansado por causa mía, ¿no es cierto?”.

Y El: “Sí. Al menos sé agradecida a mis Gracias que te


estoy concediendo, porque la gratitud es la llave para poder
abrir a gusto los tesoros que Dios contiene; pero sabe que
esto que he hecho te servirá para preservarte de la
corrupción, para corroborarte y para disponer tu alma y tu
cuerpo a la Gloria eterna”.

Después de esto parecía que me transportaba fuera de mí

4 de septiembre, 1901 (83) 119


y me hacía ver la multitud y el bien que podían hacer y no
hacen y, por lo tanto, la gloria que Dios debe recibir y no
recibe; y Jesús todo afligido añadió: “Amada mía, mi corazón
arde por el honor de mi Gloría y del bien de las almas. Todo
el bien que omiten son otros tantos vacíos que reciben mi
Gloria y sus almas. Aunque no hicieran el mal, al no hacer el
bien que podrían hacer, son como aquellas habitaciones
vacías en las cuales, si bien son bellas, no hay nada que
admirar, que hiera la vista y, por lo mismo su dueño no
recibe ninguna gloria. Y si se hace un bien y se descuida
otro, son como aquellas habitaciones totalmente desiertas,
en las que apenas y se advierte algún objeto sin ningún
orden. Amada mía, participa de estas penas, de los ardores
de mi corazón, ardores que siente por la Gloria de la
Majestad Divina y del bien de las almas, y trata de llenar
estos vacíos de mi Gloria. Y podrás hacerlo con no dejar
pasar un momento de tu vida que no esté unido a la mía. Es
decir, que en todas tus acciones, sean oración o sufrimiento,
reposo o trabajo, silencio o conversación, tristeza o alegría,
aun en el alimento que tomes, en una palabra, en todo lo
que te pueda acontecer, pondrás la intención de darme toda
la Gloria que en tales acciones deberían darme, y de suplir el
bien que deberían hacer y no lo hacen, tratando de reiterar
la intención por toda la Gloria que no recibo y por todo el
bien que omiten. Si haces esto llenarás de algún modo el
vacío de la gloria que debo recibir de las criaturas, y mi
corazón experimentará un refrigerio a mis ardores, y de este
refrigerio fluirán ríos de Gracia en bien de los mortales, pues
infundiré mayor fortaleza para hacer el bien ”.

Después de esto, volví en mí.^

120 4 de septiembre, 1901 (83)


5 de septiembre, 1901 (84)
El amor lo suple todo y hace olvidar todo a jesús.

^omo regresara mi amado Jesús, yo sentía casi un temor


de no corresponder a las Gracias que el Señor me hace,
habiéndome dejado impresa aquella palabra que me dijo
antes: "Al menos sé agradecida” y El, viéndome con este
temor, me dijo:

“Hija mía, valor, no temas; el amor lo suple todo.


Además, habiendo puesto la voluntad de hacer
verdaderamente lo que Yo quiero, aunque alguna vez
faltaras, Yo supliré por ti; por eso no temas. Pero sabe que el
verdadero amor es ingenioso, y el verdadero ingenio llega a
todo. Mucho más, cuando en el alma hay un amor amante,
un amor que se duele de las penas de la persona amada
como si fueran propias, y un amor que llega a tomar, a sufrir
sobre sí lo que debería sufrir la persona a quien se ama, cual
es el más heroico y que se asemeja a mi amor, siendo muy
difícil encontrar quien ponga la propia vida. De modo que si
en toda tu persona no hay más que amor, si no me
complaces de un modo lo harás de otro. Más aún, si tú estás
en

5 de septiembre, 1901 (84) 121


posesión de estos tres amores, me sucederá a mí como a
uno que, siendo injuriado, ofendido con toda clase de
ultrajes por todos, entre tantos hay uno que lo ama, le
compadece, le satisface por todos. Y El, ¿qué hace? Pone el
ojo en la persona amada y, encontrando su recompensa,
olvida todos los ultrajes y da favores y gracias a los mismos
que le ultrajan’’.'u*

9 de septiembre, 1901 (85)

Eficacia de la intención.
Psta mañana, mi adorable Jesús no venía. Entonces,
mientras estaba ocupada mi mente en la consideración del
misterio de la coronación de espinas, recordé que, estando
ocupada otras veces en este misterio, el Señor se complacía
en quitarse de su cabeza la corona de espinas y clavarla en
la mía, y dije en mi interior: “ ¡ Ah, Señor, no soy más digna
de sufrir tus espinas! ”

Y El, de improviso, vino y me dijo: “Hija mía, cuando tú


sufres mis propias espinas, tú me alivias, y al sufrirlas tú,
Yo me siento enteramente libre de aquellas penas. Cuando
tú te humillas y te crees indigna de sufrirlas, entonces me
reparas los pecados de soberbia que se cometen en el
mundo”.

Y yo añadí: “Ah, Señor, cuántas gotas de sangre y de


lágrimas derramaste, cuántas espinas sufriste, cuántas
heridas soportaste; deseo darte tanta gloria por cuanta
deberían darte todas las criaturas si no existiese el pecado
de soberbia, y quiero pedirte muchas Gracias para todas las
criaturas, para hacer que este pecado se destruya”.

122 9 de septiembre, 1901 (85)


Mientras decía esto vi que Jesús contenía en sí a
todo el mundo, como una máquina contiene en sí los

objetos, y todas las criaturas se movieron en El, y Jesús se
movía hacia ellas y parecía que Jesús tuviera la gloria de mi
intención, y las criaturas hubieran retornado a El para poder
recibir el bien impetrado por mí para ellas. Yo quedé
asombrada y El, viendo mi asombro, dijo: “iTodo esto parece
sorprendente, ¿no es verdad? parece una cosa de nada lo
que tú has hecho y, sin embargo, no es así. ¿Cuánto bien se
podría hacer repitiendo esta intención y no se hace?”.

Dicho esto desapareció. í

10 de septiembre, 1901 (86)


Unir nuestras acciones con las de Jesús es
continuar Su vida sobre la tierra.

Continúo haciendo lo que Jesús bendito me enseñó a


hacer el día 4 de este mes; si bien, algunas veces me
distraigo pero mientras alguna vez me olvido, Jesús parece
que en mi interior se pone en guardia y hace El por mí.
Viendo pues, esto, me ruborizo y en seguida me asocio en
unidad y hago el ofrecimiento de lo que actualmente estoy
realizando; y esto, aun cuando fuere una mirada, una
palabra y voy diciendo: “Señor, toda la gloria que las
criaturas deberían darte con la boca y no te dan, yo deseo
dártela con la mía e imploro para ellas que hagan uso bueno
y santo de la boca, uniéndome siempre con la misma boca
de Jesús”.

Pues bien, mientras hacía esto en todas mis cosas, vino y

10 ele septiembre, 1901 (86) 123


me dijo: “He aquí la continuación de mi Vida, cuál era la
Gloria del Padre y el bien de las almas . Si en esto
perseveras, tú formarás mi Vida y Yo la tuya, tú serás mi
respiración y Yo la tuya”.

Después de esto, Jesús se ponía a reposar en mi corazón


y yo en su corazón, y parece que Jesús tomaba la
respiración de mí y que yo la tomaba por medio de Jesús.
¡Qué felicidad, qué gozo, qué vida celestial experimentaba en
aquella posición! Demos siempre gracias y bendigamos al
Señor, que tantas Misericordias usa con esta pecadora, 'u*

14 de septiembre, 1901 (87)


Exaltación de la Santa Cruz. Cómo el amor suple
al Purgatorio. Comparación del fuego.

después de haber pasado varios días de privación, hoy


día, mientras me disponía a hacer la meditación, mi mente
se distrajo en otra cosa y por medio de la luz comprendía
que el alma, al salir del cuerpo, entra en Dios, y como Dios
es purísimo amor, el alma sólo entra en Dios cuando es un
conjunto de amor porque Dios a nadie recibe en sí, si no es
del todo semejante a El y,

124 14 de septiembre, 1901 (87)


encontrando al alma, la recibe y le participa todas sus
dotes. De modo que estaremos en Dios allá en el Cielo, como
aquí estamos en la propia habitación. Ahora bien, me parece
que esto se puede hacer también en el curso de nuestra vida
para ahorrar la fatiga al fuego del Purgatorio y a nosotros la
pena, y así ser introducidos de inmediato, sin ninguna
interrupción, en nuestro Sumo Bien, Dios. Y así me parecía
que el alimento del fuego son los leños, y el estar ciertos de
que los leños se han reducido a fuego es cuando se advierte
que ya no producen humo. Ahora bien, principio y ñn de
todas nuestras acciones debe ser el fuego del amor de Dios;
los leños que deben alimentarlo son las cruces y la
mortiñcación; el humo que se alza de entre los leños y el
fuego son las pasiones, las inclinaciones que muchas veces
aparecen. Entonces, la señal de que todo en nosotros se ha
consumido en el fuego es que nuestras pasiones están en su
sitio y no sentimos ya inclinación a todo lo que no tiene que
ver con Dios. Parece que con todo esto pasaremos libres, sin
ningún obstáculo, a vivir en nuestro Dios y llegaremos
también, ya aquí, a gozar del Paraíso anticipado. ^

15 de septiembre, 1901 (88)

La Cruz porta la luz.

£sta mañana, mi adorable Jesús vino Glorioso, con las


llagas resplandecientes más que el sol, y con una cruz en la
mano. Mientras tanto, veía también una rueda que
presentaba cuatro ángulos; parecía que de un ángulo huía la
luz y quedaba a oscuras: en esta oscuridad permanecía la
gente como abandonada de Dios y acaecían guerras
sangrientas contra la Iglesia y contra ellos mismos. Ah,

15 de septiembre, 1901 (88) 125


parecía que las cosas dichas anteriormente por Jesús
bendito se van acercando a pasos veloces. Entonces, Nuestro
Señor, viendo todo esto, movido a compasión, se acercó a la
parte oscura y se inclinó sobre la Cruz que tenía en la mano
diciendo con Voz sonora: “¡Gloria a la Cruz!”, y parecía que
la cruz llamaba a la luz y los pueblos, sacudiéndose,
imploraban ayuda y socorro. Y Jesús repitió: “Todo el triunfo
y la Gloria serán de la cruz; en caso contrario, los remedios
empeorarán los mismos males; así pues, la cruz, la cruz”.

¿Quién puede decir cuán afligida y preocupada quedé de


lo que podrá suceder?'^

2 de octubre, 1901 (89)


La tierra debe ser eco del Cielo. Jesús transporta
a Luisa al Cielo y (ella) a nombre de todos hace su
parte. Complacencias de Jesús. El alma se esconde
en el Corazón de Jesús.

Psta mañana, mi adorable Jesús se presentó y me


transportó fuera de mí, por entre las gentes. ¿Quién puede
decir los males y los horrores que se veían? Por lo cual
enteramente afligido me dijo: “Hija mía, qué

126 2 de octubre, 1901 (89)


hedor despide la tierra, mientras debía ser una sola cosa con
el Cielo. Y como en el Cielo no se hace otra cosa que
amarme, alabarme y darme gracias, el eco del Cielo debía
absorber el de la tierra y formar con él uno solo; pero la
tierra se ha hecho insoportable. Por eso ven tú y únete con el
Cielo y en nombre de todos ven a darme una satisfacción por
ellos”.

En un instante me encontré en medio de los Angeles y los


Santos. No sé decir cómo sentí una infusión de lo que
cantaban y decían los Angeles y los Santos, y yo, a la par de
ellos, hice mi parte a nombre de toda la tierra. Mi dulce
Jesús, lleno de contento, después de esto dijo volviéndose a
todos: “¡He aquí una nota angélica de la tierra! ¡Cuán
satisfecho me siento!”.

Y mientras decía esto, como para recompensarme, me


tomó en sus brazos y me besaba y volvía a besar,
mostrándome a toda la Corte Celestial como objeto
de sus más caras complacencias. Al ver esto, los

Angeles dijeron: “Señor, Te rogamos, muestra a las gentes lo
que has obrado en esta alma, con una señal prodigiosa de tu
Omnipotencia, por la Gloria tuya y por el bien de las almas.
No tengas más ocultos los tesoros derramados en ella, de
modo que viniendo a palpar ellos mismos tu Omnipotencia
en otra criatura pueda servir de arrepentimiento a los malos
y de mayor incentivo al que quiere ser bueno”.

Yo, al oír esto, me sentí sorprendida por un temor y,


anonadándome toda, tanto que me veía como un pequeño
pescadito, me arrojé en el Corazón de Jesús, diciendo:
“Señor, no quiero otra cosa que a ti y estar oculta en ti; esto
te pido siempre y te ruego que me lo confirmes”.
Y dicho esto me encerré en lo interno de Jesús, como
nadando en los vastísimos mares de lo íntimo de Dios. Y
Jesús dijo a todos: “¿No la han oído? No quiere otra cosa que
a mí y estar oculta en mí; esto es su más grande contento, y
Yo, al ver una intención tan pura, me siento más atraído
hacia ella. Y viendo su desagrado de que Yo manifieste a las
gentes mi obra con una señal prodigiosa, para no
contristarla no concedo lo que me han pedido”.

Parecía que los Angeles insistían, pero yo no di oídos a
ninguno. No hacía otra cosa que nadar en Dios para
comprender la intimidad divina, pues me parecía ser como
un chiquitín que quiere estrechar en su pequeña manita un
objeto de desmesurada grandeza, que mientras lo toma se le
escapa y apenas si logra tocarlo, de modo que no puede decir
ni cuánto pesa ni cuánta es la amplitud de aquel objeto. O
también como otro pequeñín que, sin conocer toda la
profundidad de los estudios, dice con ansia que quiere
aprender todo en breve tiempo y apenas si logra aprender las
primeras letras del alfabeto. Así la criatura no puede decir
sino: “lo he tocado, es bello, es grande, no hay bien que no
posea, ¿pero cuán bello es? ¿Cuánta grandeza contiene?
¿Cuántos bienes posee? No sé decirlo”. Así la criatura no
sabe decir de Dios sino las primeras letras del alfabeto,
dejando atrás toda la profundidad de los estudios. De modo
que mis queridísimos hermanos
Angeles y Santos, también en el Cielo, como criaturas, no
tienen la capacidad de comprender en todo a su Creador;
son como otros tantos recipientes llenos de Dios que,
queriéndolos llenar más, desbordan hacia afuera. Creo que
estoy diciendo muchos desatinos, por eso pongo punto,

3 de octubre, 1901 (90)


Luisa se ofrece a Jesús de manera especial.
Conmoción y contento de Jesús. Prodigios de las
intenciones santas.

Í“J abiendo hecho la Santa Comunión, estaba pensando


cómo ofrecer algo más especial a Jesús, cómo testificarle mi
amor y darle un mayor gusto; y así, le dije:

“Mi amadísimo Jesús, te ofrezco mi corazón para tu


satisfacción y tu eterna alabanza, y me ofrezco toda yo,
hasta las mínimas partículas de mi cuerpo, como otros
tantos muros que se pongan delante de ti para impedir
cualquier ofensa que se te haga, aceptándolas todas sobre
mí si fuese posible y de tu agrado hasta el día del Juicio. Y
porque quiero que mi ofrecimiento sea completo y te
satisfaga por todos, deseo que todas las penas que soporte,
recibiendo sobre mí tus ofensas, te recompensen por toda la
gloria que te deberían dar los Santos que están en el Cielo
cuando estaban en la tierra, la que te debían dar las almas
del Purgatorio y la gloria que te deben todos los hombres
pasadps, presentes y futuros; Te las ofrezco por todos en
general y por cada uno en particular”.

Apenas terminé de hablar, el bendito Jesús, todo


conmovido por este ofrecimiento, me dijo: “Amada mía, tú

3 de octubre, 1901 (90) 129


misma no puedes comprender el gran contento que me has
dado con ofrecerte de este modo; me has aliviado todas mis
heridas y me has dado una satisfacción por todas las
ofensas pasadas, presentes y futuras, y Yo lo tendré en
cuenta por toda la eternidad, como la joya más preciosa que
me glorificará eternamente; y cada vez que la mire te daré
nueva y mayor gloria eterna. Hija mía, no puede haber
obstáculo mayor que impida la unión entre la criatura y Yo,
y que se oponga a mi Gracia como la propia voluntad. Tú,
con ofrecerme tu corazón a mi satisfacción, te has vaciado de
ti misma; al vaciarte de ti Yo me volcaré todo en ti, y de tu
corazón me llegará una alabanza que reproduzca las mismas
notas de la alabanza de mi corazón que continuamente da a
mi Padre, para satisfacer por la gloria que no le dan los
hombres”.

Mientras decía esto veía que, mediante mi ofrecimiento,


salían de todas las partes de mí misma muchos riachuelos
que se derramaban sobre el bendito Jesús y que luego, con
ímpetu y más abundantes, los derramaba sobre toda la
Corte Celestial, sobre el Purgatorio y sobre todas las gentes...
¡Oh, bondad de mi Jesús al aceptar un ofrecimiento tan
mísero que lo ha recompensado con tanta Gracia! ¡Oh,
prodigio de las santas y piadosas intenciones! Si en todas
nuestras obras, aun las triviales, nos valiéramos de ellas,
¿qué negocio haríamos? ¿Cuántas propiedades eternas
adquiriríamos? ¿Cuánta más gloria daríamos al Señor?

8 de octubre, 1901 (91)


Unión con Jesús en nuestras intenciones; quien
se une con Jesús se nutre con su mismo alimento.

130 3 de octubre, 1901 (90)


Psta mañana, después de haber demorado mucho
aguardando a mi adorable Jesús, mientras lo esperaba hacía
cuanto más podía por unir todo lo que estaba obrando en mi
interior con el interior de Nuestro Señor, deseando darle
toda la gloria y reparación que le daba su Humanidad
santísima.

Ahora bien, mientras hacía esto, vino el bendito Jesús y


me dijo: “Hija mía, si uno se sirve de mi Humanidad como
medio para obrar, aunque fuere un pensamiento, una
respiración, un acto cualquiera, estas acciones son como
otras tantas joyas que salen de mi Humanidad y se
presentan delante de la Divinidad y, como salen por medio
de mi Humanidad, tienen los mismos efectos de mis
acciones cuando estaba en la tierra”.

Y yo: “Señor, siento como una duda: ¿cómo puede ser


que con la simple intención en el obrar, aun tratándose de
las más pequeñas cosas, que si se consideran son cosas de
nada, vacías, parece que la sola intención de tu unión y de
agradarte solamente a ti las

8 de octubre, 1901 (91) 131


llena? cY tú las elevas de esa forma suprema,
haciéndolas aparecer como algo grandísimo?”.

“¡Ah!, hija mía, nada es vacío en el obrar de la criatura,


así fuere una obra grande, sino que mi unión y la simple
intención de agradarme lo llena; y como mi obra, así fuere
sólo una respiración, excede de manera infinita todas las
obras de las criaturas juntas, ésta es la causa de que lo haga
tan grande. Y luego, ¿no sabes tú que quien se sirve de mi
Humanidad como medio para ejecutar sus acciones viene a
nutrirse de los frutos de mi misma Humanidad y nutrirse de
mi mismo alimento? Además de esto, ¿no es acaso la buena
intención la que hace al hombre santo y la mala, perverso?
No siempre se hacen cosas diversas, pero con las mismas
acciones uno se santifica y otro se pervierte”.

Pues bien, mientras decía esto, yo veía dentro de Nuestro


Señor un árbol en pleno verdor, lleno de frutos, y las almas
que obraban por agradar sólo a Dios y por medio de su
Humanidad las veía dentro de El, sobre este árbol, y su
Humanidad servía de habitación a estas almas. ¡Pero cuán
escaso era su número! 'ü*

132 8 de octubre, 1901 (91)


Silencio de Jesús. La Virgen Santísima invita a Luisa a orar para
retener los castigos.

pasados varios días de privación y de silencio, esta mañana, al venir


Jesús, continuaba su silencio. Y si bien lo tuve casi siempre conmigo, por
más que hice no logré hacerle decir una palabra; parecía tener algo en su
interior que lo amargaba tanto que lo volvía taciturno y no quería que yo lo
supiese. Y mientras Jesús estaba conmigo me pareció ver a la Reina Madre,
la cual, al mirar a Jesús conmigo, me dijo: “¿Tú lo tienes? Menos mal que
está contigo, ya que si debe desahogar el justo furor, al estar contigo, lo
entretienes. Hija mía, ruega que detenga los flagelos, pues los malvados
están todos en plan de salir, pero se ven atados por un poder supremo que se
los impide, y también la Justicia Divina lo permitirá, sin hacerlo cuando les
plazca a ellos; se conseguirá este bien: que conozcan la Autoridad Divina
sobre ellos y digan: ”Lo hemos hecho porque se nos ha dado el poder de lo
alto... Hija mía, qué guerra se está incubando en el mundo moral, causa
horror el verlo; no obstante, el primer alimento que se debería buscar en la
sociedad, en las familias y en toda alma, debería ser la paz. Todos los demás
alimentos se vuelven insalubre sin ella, así fueran las mismas virtudes. La
caridad, el arrepentimiento sin la paz no ofrecen santidad; sin embargo, del
mundo de hoy se ha descartado este alimento de la paz tan necesario y
saludable y no se quiere otra cosa que turbulencias y guerras. Hija mía, ora,
ora".i>

14 de octubre, 1901 (93)


Jesús se muestra como un relámpago y le hace comprender a
Luisa algo sobre los atributos divinos. Incapacidad de expresarlos.

£l bendito Jesús viene muy de pasada, como un relámpago, y en ese


relámpago hace salir de su interior, ya un especial distintivo de un atributo
suyo, ya otro. ¡Cuántas cosas hace comprender en ese relámpago! Pero
retirándose éste, la mente permanece a oscuras y no sabe aplicarse a repetir
lo que ha comprendido en ese relámpago de luz.

Tanto más que, siendo cosas que atañen a la Divinidad, la lengua


humana demora en acertar a repetirlas y, cuanto más se esfuerza, puede
hablar menos; más aún, en estas cosas soy siempre niñita recién nacida.
Pero la obediencia quiere que me esfuerce en decir lo que puedo. Y he aquí:
me parecía que Dios contiene en sí mismo todos los bienes, de modo que
encontrando en Dios todos los bienes que El contiene no es necesario ir a
otra parte para ver la amplitud de sus confínes, no, sino que El solo basta
para encontrar todo lo que es suyo.

Pues bien, un relámpago mostraba un distintivo especial de su belleza,


¿pero quién puede decir cuán
hermoso es?. Sólo sé decir que, en comparación de todas las
bellezas angélicas y humanas, la belleza de la variedad de
las flores y frutos, la esplendidez del cielo azul y estrellado,
que parece que al mirarlo nos encanta con una belleza
suprema y nos habla, éstas son sombras o hálitos que Dios
ha mandado de su belleza que contiene en sí, o sea,
pequeñas gotas de rocío comparadas con las inmensas
aguas del mar... Paso adelante, pues mi mente comienza a
perderse.

En otro relámpago muestra un distintivo especial del


atributo de la caridad tres veces santa; ¿cómo podré yo,
miserable, abrir la boca a propósito de este atributo que es
la fuente de la que se derivan todos los demás atributos?
Sólo diré lo que comprendí respecto de la naturaleza
humana. Comprendí pues que, al crearnos Dios, este
atributo de la caridad se vierte en nosotros y nos llena de sí,
de modo que si el alma correspondiese, estando llena del
soplo de la caridad de Dios, la misma naturaleza debería
transmutarse en caridad por Dios. Y conforme el alma va
difundiéndose en el amor de las criaturas o de los placeres,
del interés o de cualquier otra cosa, así el soplo divino va
saliendo del alma; y si el amor terreno llega a difundirse en
toda el alma, quedará vacía de la caridad divina. Y como al
Cielo no se entra si no se es un cúmulo de caridad divina,
toda purísima, si falta esto, irá a adquirirla a fuerza de fuego
en las llamas del Purgatorio, y no saldrá de él sino cuando
llegue a desbordar afuera. Y así, ¿quién sabe qué etapas
larguísimas conviene hacer en aquel lugar de expiación?
Pues si así debería ser la criatura, ¿qué será el Creador?
Creo que estoy diciendo muchos disparates, pero no me
admiro porque no soy ninguna docta, soy siempre una
ignorante; si hay algo de verdad en estos escritos no es mío,

14 de octubre, 1901 (93) 135


sino de Dios, y yo sigo siendo siempre la ignorante que soy.
D*

21 de octubre, 1901 (94)


Todo lo que no se hace por Dios se pierde, como
polvo por un viento impetuoso.
i*
£sta mañana, el bendito Jesús, al venir, parecía que me
rodeaba con sus brazos como para encerrarme dentro de
ellos y, mientras me estrechaba, me dijo:

“Hija mía, cuando el alma hace todo por mí, todo queda
encerrado dentro de este cerco, nada sale fuera, así fuere un
suspiro, un latido, un movimiento cualquiera; todo entra en
mí, y en mí todo queda enumerado y Yo, en recompensa, lo
revierto a su alma, todo redoblado de Gracia, de modo que el
alma, revirtiéndolo de nuevo a mí y Yo en ella, viene a
adquirir un capital sorprendente de Gracia. Y todo esto es
mi deleite, es decir, dar a la criatura lo que me ha dado
como si fuese cosa suya, añadiendo siempre de lo mío. Y el
que con su ingratitud impide que le dé lo que quiero, impide
mis inocentes delicias. Y en quien no obra por Mí, todo sale
fuera de mi cerco, perdido como el polvo expulsado por un
viento impetuoso ’’.‘fr
Luisa teme que su estado sea fantasía y Jesús,
para ponerla a prueba, la deja.

después de haber pasado varios días de temor y dudas


sobre mi estado, creyendo que todo es obra de mi fantasía, a
veces se fijaba tanto mi mente con esto que llegaba a
lamentarme y a disgustarme con Nues- tro Señor diciendo:
“¡Qué pena, qué desgracia ha sido la mía: ser víctima de mi

136 21 de octubre, 1901 (94)


25 de octubre, 1901 (95)
fantasía! Creía verte a ti y en cambio todo era alucinación de
la fantasía. Creía que cumplía tu Querer, permaneciendo
por mucho tiempo en este lecho y quién sabe si no haya sido
fruto también de la fantasía. Señor, causa pena, causa
temor el sólo pensarlo; tu Querer endulza todo, pero esto me
amarga hasta la médula de los huesos. ¡Ay, dame la fuerza
para salir de este estado ilusorio! ”.

Y estaba tan fija en esto que no atinaba a distraerme,


tanto que llegaba a pensar que la angustia me hubiese
preparado un puesto también en el infierno, si bien trataba
de arreglarme diciendo: pues bien, me serviré de la fantasía
para poder amarlo en el infierno.

Pues mientras me encontraba en esta idea fija, el bendito


Jesús quiso agravar mi dolorosa situación moviéndose
dentro de mí diciendo: “No des oídos a esto, de lo contrario
Yo te dejo y te hago ver si soy Yo el que viene o bien es tu
fantasía la que se engaña”.

No obstante, con todo esto no me preocupé por el


momento y dije: “Ah, sí, no tendrá el valor de hacerlo:

25 ele octubre, 1901 (95) 137


¡es tan bueno!”. Sin embargo, lo hizo de verdad. Es inútil
decir lo que he pasado varios días privada de Jesús; me
alargaría demasiado, sólo el recordarlo me hiela la sangre en
las venas, por lo cual paso adelante... Ahora bien, habiendo
manifestado todo esto al confesor, parece que él fue mi
mediador. Habiendo comenzado a rogar juntos que se
dignase venir, así sentía que perdía los sentidos y se hacía
ver muy lejos, casi con enojo, que no quería venir. Yo no me
atrevía, pero el confesor insistía con la intención de que me
participara la Crucifixión. Entonces, para contentar al
confesor, se acercó y me participó los dolores de la cruz y
después, como si hubiese hecho las paces, me dijo:

“Era necesario que te privase de mí, de lo contrario no te


habrías convencido si soy Yo o bien la fantasía. La privación
ayuda a hacer conocer de dónde vienen las cosas y el valor
del objeto perdido, y a estimarlo más cuando se le recobra”.

22 de noviembre, 1901 (96)


Cómo el ‘yo* lleva la huella de todas las ruinas;
sin el ‘yo* todo es seguridad en la Divina Voluntad.

después de haber pasado días amarguísimos, de


lágrimas, de privaciones y de silencio, mi pobre corazón ya
no puede más; es tan grande el dolor fuera de mi centro
Dios, que me veo continuamente sacudida entre olas de
feroz tempestad, en estado de fuerte violencia, al punto de
sufrir a cada momento la muerte, y lo que es más, de no
poder morir. Y así, encontrándome en este estado, se hizo
ver un poco y me dijo: “Hija mía, cuando un alma hace en
todo la voluntad de otro, se dice que tiene confianza en aquel

138 22 de noviembre, 1901 (96)


otro querer y no en el suyo; así, cuando el alma hace en todo
mi Voluntad, Yo digo que tiene Fe, de modo que el Divino
Querer y la Fe son ramas producidas por un solo tronco, y
puesto que la Fe es sencilla, la Fe y el Divino Querer
producen la tercera rama de la sencillez y así el alma viene a
reconquistar en todo las características de la paloma.
Entonces, ¿no quieres tú ser mi paloma?”.

En otra ocasión, otro día, me dijo:

“Hija mía, las perlas, el oro, las piedras preciosas y las


cosas más valiosas se tienen bien custodiadas dentro de
algún cofre y con doble llave. ¿Qué temes entonces, si te
tengo bien custodiada en el cofre de la santa obediencia,
custodia segurísima donde no una, sino dos llaves tienen
bien cerrada la puerta para mantener prohibido el ingreso a
cualquier ladrón y hasta a la sombra de cualquier defecto?
Sólo el ”yo" acarrea la marca de todas las ruinas, pero sin el
yo todo es seguridadM}1

22 de noviembre, 1901 (96) 13 9


Jesús habla al Confesor. El dolor y el amor son ungüentos
eficaces.

Ps inútil decir el pobre estado al que me he reducido; sería querer


recrudecer y hacer profundas las heridas de mi alma, por lo cual paso todo
en silencio haciendo un ofrecimiento al Señor. Pues bien, esta mañana,
mientras lloraba la pérdida de mi adorable Jesús, vino el Confesor y me dio
la obediencia de rogar al Señor que se dignase venir. Parece que vino y,
habiendo expresado el confesor la intención de la Crucifixión, me participó
los dolores de la cruz y mientras lo hacía dijo al confesor:

“Yo fui suministrador de la Santísima Trinidad, es decir, suministré a las


gentes el Poder, la Sabiduría, y la Caridad de las Divinas Personas.

Tú, siendo mi representante, no debes hacer otra cosa que continuar la


misma obra mía entre las almas; y si no te interesas, vienes a destruir la
obra comenzada por mí y Yo me siento defraudado en la ejecución de mis
designios y obligado a retirar el poder, la sabiduría y la caridad que te
hubiera suministrado si hubieras cumplido la obra que te he confiado".

Después de esto parecía que me transportaba fuera de mí y a lo lejos se


veía una multitud de las cuales venía un hedor insoportable, y Jesús dijo:
“Hija mía, ¡qué división harán los sacerdotes entre sí, y esto será el último
golpe para fomentar entre los
pueblos, partidos y revoluciones!”. Y lo decía con tanta
amargura que daba compasión.

Por lo cual, luego, acordándome de mi estado, le dije:


“Dime, Señor mío, ¿quieres que me haga dar la obediencia
de acabar de estar en esta situación? Tanto más que, sin
sufrir ya como antes, me veo inútil”.

Y Él me respondió: “Es justo!”.

Pero muy añigido y (sintiendo) mi corazón intranquilo,


como si no hubiese querido que me respondiera así,
repliqué: “Pero Señor, no es que yo quiera salir, sino que
quiero conocer tu Santo Querer, porque siendo mi estado tal
que venías a mí y me participabas tus sufrimientos,
habiendo cesado éstos, temo que tampoco quieras que siga
estando en el lecho”.

Y Jesús dijo: “Tienes razón, tienes razón”.

¡Pero qué! Sentía que mi corazón se rompía por la


respuesta dada por Jesús bendito y añadí: “Pero, mi Señor,
dime al menos, ¿cuál es tu mayor gloria: que siga estando,
aunque tuviera que morir, o que me haga dar la obediencia
de acabar?”.

Y Jesús, viendo que no me daba por satisfecha, Él


mismo cambió de tema diciéndome: “Hija mía, me siento
ofendido por todos. Mira, hasta las almas devotas tienen
puestos los ojos en indagar si hay o no culpa, pero no en
enmendarse y extirpar la culpa, señal de que no hay dolor ni
amor, porque el dolor y el amor son dos ungüentos muy
eñcaces que, aplicados al alma, la dejan perfectamente
curada y el uno corrobora y fortifica más al otro”.

27 de diciembre, 1901 (97) 141


Empero, yo pensaba en mi pobre situación y quería
replicar de nuevo para conocer la Voluntad del Señor con
claridad, pero Jesús se me desapareció y yo, volviendo en
mí, me veía toda confundida sobre qué hacer, por lo cual,
para estar segura, expuse todo a la obediencia, la cual quiso
que continuara en mi estado. Hágase siempre la Voluntad
de Dios.i>

29 de diciembre, 1901 (98)


Para el que vive a la sombra de Jesús son
necesarios los vientos de las tribulaciones.

£stando toda oprimida, cuando vi apenas a mi adorable


Jesús, El, mirándome, me dijo: “Hija mía, para el que vive
bajo mi sombra es necesario que soplen los vientos de las
tribulaciones para que el aire infeccioso no pueda penetrar
ni aun bajo mi sombra. Pues los continuos vientos, agitando
siempre este aire malsano lo mantienen siempre lejos y
hacen respirar un aire purísimo y saludable”.

Dicho esto desapareció, y yo comprendía muchas cosas


sobre el punto, pero no hace falta que me explique, pues
creo que es fácil comprender su significado.^

142 29 de diciembre, 1901 (98)


Quien vive a la sombra de Jesús no debe temer
por la muerte.

£stando toda oprimida, apenas vi a mi adorable Jesús


cuando, mirándome, me dijo:

“Hija mía, quien vive bajo mi sombra, es necesario que


viva mi misma Vida y haciendo así no hace sino acrecentar
un perfume más y distinto a todo lo que hice en mi vida, de
manera que perfuma el Cielo, toda la Iglesia, y hasta los
mismos malos sienten aspirar este perfume celestial, tanto
que todos los Santos no son más que otros tantos perfumes,
y lo que más alegra a la Iglesia y al Cielo, por ser distintos
entre sí. No sólo esto, sino que a quien trata de continuar mi
vida, realizando lo que hice, si acaso no puede, pero al
menos con el deseo y con la intención, Yo lo tengo en mis
manos como si estuviese continuando mi vida en dicha
alma, y no como cosa pasada, sino como si viviera el
presente; y esto es un tesoro en mis manos, que redoblando
el tesoro de todo lo que llevé a cabo, lo dispongo para bien de
todo género humano. Entonces, ¿tú no quisieras ser una de
éstas?

Yo me vi toda confundida y no supe qué responder, y


Jesús desapareció pero después de poco volvió, y junto veía
a varias personas que temían mucho la muerte. Así que,
viendo esto dije yo: “Amable Jesús, ¿será esto defecto en mí:
el no temer la muerte, mientras veo que muchos la temen?.
Pensando que la muerte me unirá para siempre contigo y
terminará el martirio de
mi dura separación, el pensamiento de la muerte no sólo no
me causa ningún temor, sino que me resulta un alivio, me
da paz y hago fiesta con él, dejando de lado todas las otras
consecuencias que trae consigo la muerte”.

Y Jesús: “Hija mía, este temor ridículo de morir es una


necedad, cuando cada uno tiene todos mis méritos, virtudes
y obras como pasaporte para entrar en el Cielo. Habiendo
hecho a todos donación de ellos, he añadido lo suyo; y con
todos estos bienes, ¿qué temor se puede tener de la muerte?
Con este segurísimo pasaporte, el alma puede entrar donde
quiere, y todos, en consideración al pasaporte, la respetan y
le dan paso. Y en cuanto a ti, esto de no temer en absoluto
la muerte te viene de haber tratado conmigo y de haber
experimentado cuán dulce y preciada es la unión con el
Sumo Bien. Pero sabe que el más grato homenaje que se me
puede ofrecer es desear morir para unirse conmigo, y es la
más bella disposición para el alma a fin de purificarse y
pasar sin ningún intervalo directamente por el camino del
Cielo”. Dicho esto, desapareció. U1

144 6 de enero, 1902 (99)


Luisa pregunta a jesús si la ama. Cual es el
verdadero amor. Sobre el divorcio.

£sta mañana, habiendo hecho la Santa Comunión, he


visto un poco a mi adorable Jesús y le dije: “Dulce Bien mío,
dime, ¿continúas amándome?”.

Y El: “Claro que sí, pero soy amante y celoso: celoso y
amante; más aún, te digo que para ser perfecto el amor,
debe ser triple, y en mí existen tres condiciones de amor.
Primero: como Creador, como Redentor y como Amante.

Segundo: te amo con mi Omnipotencia para crearte a ti y


creando todo por tu amor, de modo que el aire, el agua, el
fuego y todo lo demás te dicen que te amo, y los hice por tu
amor; te amo por ser imagen mía y en consideración a ti,
distintamente.

Tercero: te amo “desde la eternidad”, te amo en el tiempo


y te amo por toda la eternidad. Y esto no es más que un
hálito que ha salido fuera de mi amor; imagina tú, ¿qué será
el amor que encierro en mí mismo?... Ahora bien, tú estas
obligada a corresponderme en este triple amor, amándome
como a tu Dios, en quien debes estar fija toda tú y no dejar
salir nada de ti que no sea amor a mí, amándome en lo
tocante a ti y por el bien que resulta de esto; y amándome
por todos y en todos".

Después de esto me transportó fuera de mí y me


encontré en medio de muchas personas que decían: “ ¡Si
se confirma esta ley, pobre mujer! Todo le saldrá mal”. Y
todos esperaban con ansia oír el pro y el contra, y se veía
que en otro lugar apartado estaban muchas personas que
discutían entre sí; uno de éstos tomaba la palabra y reducía
a todos al silencio y, después de haber aguardado mucho,
salió a la puerta y dijo:

“Cierto, sí, en favor de la mujer”.

Al oír esto, todos los que estaban fuera, hacían fiesta y


los de dentro quedaban todos confundidos, tanto que no
tenían valor ni siquiera para salir. Creo que ésta es la ley del
divorcio que dicen, y yo comprendía que no la
confirmaban.U1

12 de enero, 1902 (101)


Luisa ve los males de la sociedad. Jesús habla del
divorcio. Las contradicciones: perlas preciosas para
la vida eterna.

parece que mi adorable Jesús continúa viniendo un poco.


Más aún, esta mañana, transportándome fuera de mí, me
hacía ver los grandes males de la sociedad y sus grandes
amarguras, y derramó en mí con abundancia parte de lo que
le amargaba; después me dijo: “Hija mía, mira hasta dónde
ha llegado la ceguera de los hombres, basta querer formar
leyes inicuas contra ellos mismos y contra su bienestar
social. Hija mía, por eso te llamo de nuevo al sufrimiento
para que, ofreciéndote conmigo a la Divina Justicia, los que
deben combatir esta ley del
divorcio obtengan luz y gracia eficaz para salir
victoriosos. Hija mía, Yo tolero que hagan guerras,
revoluciones, que la sangre de los nuevos mártires inunde el
mundo, esto es un honor para mí y para mi Iglesia; pero esta
ley brutal es una afrenta a la Iglesia y a mí, es abominable e
intolerable”.

Mientras decía esto, vi a un hombre que combatía contra


esta ley, cansado y agotado de fuerzas, en actitud de querer
retirarse de la empresa, por lo cual, yo junto con el Señor lo
animamos, y él respondió:“Me veo casi solo combatiendo e
imposibilitado de obtener el intento”. Y yo le dije: “Valor,
pues las contradicciones son otras tantas perlas de las que
el Señor se servirá para adornarte en el Cielo”; y él tomó
aliento y prosiguió la empresa. Después vi a otro, todo él
afanado, preocupado, sin saber cómo decidir, y alguien que
le decía: “Sabes qué quieres hacer; sal, sal de Roma”.

Y él: “No, no puedo; es palabra dada a mi padre. Pondré


la vida, pero salir, jamás”.

Después nos retiramos. Jesús desapareció y yo volví en


mí. Ir1

12 de enero, 1902 (101) 147


No es digno de poseer a Jesús si no se vacía de todo. En qué
consiste la verdadera exaltación. Jesús estando en el alma ora
continuamente.

£stando yo en mi habitual estado, vino mi adorable Jesús y me dijo: “Hija


mía, no puede ser verdaderamente digno de mí sino el que se ha vaciado todo
dentro de sí y se ha llenado todo de mí, de modo que forme de sí un objeto
todo de Amor Divino, tanto que mi Amor llegue a formar su vida y él a
amarme no con el suyo, sino con mi amor. ¿Qué significan las palabras: ”¿Ha
quitado del trono a los poderosos y ha exaltado a los pequeños?. Que el alma,
destruyéndose por completo a sí misma, se llena toda de Dios y amando a
Dios con Dios mismo, Dios la exalta a un Amor eterno, y ésta es la verdadera
y la más grande exaltación y al mismo tiempo la verdadera humildad".
Después repitió: “La verdadera señal
para conocer si se posee este amor es si el alma no se preocupa de nada sino
sólo de amar a Dios y de darlo a conocer y hacer que todos lo amen”.

Luego, retirándose a mi interior, Lo escuché que oraba diciendo:


“Siempre Santa e indivisible
Trinidad, Te adoro profundamente, Te amo intensamente, Te doy gracias
perpetuamente por todos y en los corazones de todos”.

Y así la he pasado, pues o escuchaba casi siempre orar dentro de mí y yo


juntamente con El.^
Luisa desea el Cielo. Fiebre de amor. Regaños de Jesús.

Psta mañana, después de haber demorado mucho, vino mi adorable Jesús


y en cuanto lo vi, le dije: “Amado Bien mío, no puedo más; llévame de una
vez para siempre contigo al Cielo, o bien quédate por siempre conmigo en
esta tierra”.
y

Y El: “Hazme observar un poco hasta dónde ha llegado la fiebre de tu


amor, pues como la fiebre natural cuando llega a un alto grado tiene la virtud
de consumir el cuerpo y hacerlo morir, así la fiebre del amor, si llega a un
grado altísimo, tiene la virtud de desligar el cuerpo y hacer que el alma tome
el vuelo directamente (hasta) el Cielo”.

Y mientras decía esto, tomó mi corazón en sus manos como para visitarlo
y siguió diciéndome: “Hija mía, la fuerza de la fiebre del amor no ha llegado al
punto, se requiere otro poco”.

Después, hizo ademán de que quería derramar pero no le decía nada, y


El, casi reprochándome, dulcemente añadió: “¿No sabes tu deber, que lo
primero que deberías hacer al verme, es mirar si hay en mí algo que me aflige
y amarga y pedir que lo derrame sobre ti? Este es el verdadero amor: sufrir
las penas de la persona amada para poder ver en todo contenta a la persona
que se ama”.
Yo, avergonzándome de esto, dije: “Señor,
derrama. Y El derramó y desapareció.‘fr

26 de enero, 1902 (104)


Luisa ve delante de ella una Luz interminable y
comprende que en aquella Luz mora la Santísima
Trinidad.

£sta mañana, mientras me encontraba en mi


acostumbrado estado, veía delante de mí una luz
interminable y comprendía que en esa Luz tenía su morada
la Santísima Trinidad; al mismo tiempo, veía delante de la
Luz a la Reina Madre que quedaba toda absorbida por la
Santísima Trinidad, y Ella absorbía en sí a las Tres Divinas
Personas, de tal modo que quedaba enriquecida con las tres
prerrogativas de la Trinidad Sacrosanta, a saber: Poder,
Sabiduría, Caridad. Y así como Dios ama al género humano
como parte de sí y como partícula salida de Sí, y desea
ardientemente que esta parte de sí retorne a El mismo, así la
Madre Reina, participando en esto, ama al género humano
con amor apasionado. Ahora bien, mientras comprendía
esto, vi al confesor y rogué a la Virgen Santísima que se
interpusiese a favor de él ante la Santísima Trinidad, y Ella
hizo una profunda inclinación llevando mi plegaria al Trono
de Dios, y vi que del Trono de Dios salía un flujo de luz que
cubría enteramente al confesor y volví en mí. ft

150 26 de enero, 1902 (104)


Luisa detiene a Jesús para que no se yaya. Ella
ofrece su vida para que no se confírme la ley del
divorcio.

¡Encontrándome en mi habitual estado, me hallé fuera de


mí con mi adorable Niñito Jesús en los brazos. Primero
derramó un poco de lo que le amargaba y luego hacía
ademán de querer retirarse; y yo, estrechándole entre mis
brazos, le dije: “Querido mío y Vida de mi vida, ¿qué haces?
¿Quieres irte? Y yo, ¿cómo hago? ¿No ves que el estar
privada de ti es para mí un continuo morir? Y luego tu
corazón, que es la misma bondad, no tendrá el valor de
hacerlo, y yo jamás te dejaré partir”. Y estrechándole
fuertemente, como si mis brazos se hubieran vuelto cadena,
sin que El pudiera separarse, se quedó conmigo taciturno y
yo, al ver los males de la sociedad desenfrenarse más, Le
dije: “Dulce Bien mío, dime, ¿qué será de este divorcio que
dicen? ¿Llegarán a dictar esta ley impía o no?”.

Y El me dijo: “Hija mía, el interior del hombre contiene


un tumor canceroso, lleno de podredumbre como si hubiese
llegado a una supuración y, sin poder ya contenerlo dentro,
quieren dar el corte a este tumor pero no para curarse, sino
para hacer que saliendo esta podredumbre en parte pueda
contaminar e infectar a toda la sociedad. Pero el Sol Divino,
como nadando en medio de la sociedad, grita continuamente
diciendo: i Oh, hombre, ¿no recuerdas de qué fuente de
pureza has salido, que como aura de luz te llamaba a tu
camino?! ¡Cómo, no sólo te has contaminado, sino que
quieres
llegar a actuar contra la naturaleza, como queriendo dar
otra forma a la naturaleza que te he dado y del modo
establecido por mí!”. Luego dijo muchas otras cosas que yo
no puedo expresar, y decía esto con tanta amargura que yo,
sin poder resistir, viéndole de este modo, dije:

“Señor, retirémonos, ¿no ves que los hombres te


am'argan y casi no te dan paz?”.

Así nos retiramos a la Cruz y, deseando aliviar a Jesús,


dije: “Si tanto Te aflige que los hombres
hagan esto, yo te ofrezco mi vida para padecer cualquier
pena para poder obtener que no lleguen a esto; y para hacer
que de ningún modo sea rechazada, la uno a tu sacrificio
para poder obtener con seguridad, rescripto de gracia”.

Mientras decía esto, parecía que Jesús se sirviese de mi


ofrecimiento para presentarlo a la Divina Justicia. El
desapareció y yo volví en mí...

Parece que los hombres, a cualquier costo, quierán


confirmar al menos algún artículo de esta ley, al no poder
lograr que se confírme toda como ellos quieren, a su
gusto.tr1
8 de febrero, 1902 (106)

Quien participa más de la Pasión de Jesucristo


tendrá en el Cielo una gloria distinta que le viene
dada de la Humanidad y Divinidad de Jesús.

j*sta mañana, al venir mi adorable Jesús, me participó


de una parte de su Pasión. Y mientras me encontraba
sufriendo, el Señor, para darme ánimos, me dijo:

“Hija mía, el primer significado de la Pasión contiene


gloria, alabanza, honor, agradecimiento y reparación a la
Divinidad; el segundo es la salvación de las almas y todas las
gracias que se requieren para obtener el mismo fin.Y así,
quien participa de las penas de mi Pasión, su vida contiene
estos mismos significados; no sólo esto, sino que toma la
misma forma de mi Humanidad, y como dicha Humanidad
está unida con la Divinidad, también el alma que participa
de mis penas está en contacto con la Divinidad y puede
obtener lo que quiere; más aún, sus penas son llaves para
abrir los tesoros divinos. Esto mientras vive acá abajo, y
luego, le está reservada más allá, en el Cielo, una gloria
distinta para sí que le es dada por mi Humanidad y
Divinidad, de modo que se asemeja a mi misma Luz y Gloria;
una gloria más especial para toda la Corte Celestial, que le
será dada por medio de esta alma, por lo que Yo le he
comunicado; porque cuanto más las almas se han
asemejado a mí en las penas, tanta más Luz y Gloria saldrá
de dentro de la Divinidad, y toda la Corte Celestial
participará de esta gloria”.

8 de febrero, 1902 (106) 153


Sea siempre bendito el Señor, y todo para su
Gloria y Honor. U1 •>

9 de febrero, 1902 (107)


Jesús se pone a disposición de Luisa y
condesciende a su petición, es decir, el milagro de
no confirmar la ley sobre el divorcio.

£sta mañana, mi dulcísimo Jesús al venir me participó


con abundancia sus penas, tanto que me sentía como si
tuviese que morir. Pues mientras me sentía en este estado, el
bendito Jesús enternecido y conmovido al verme sufrir, se
movió en mi interior y plegando las manos me dijo:

“Hija mía, como te has puesto a mi disposición, dime qué


quieres que haga, pues estoy pronto a hacer lo que tú
quieras”.

Por lo cual yo, recordando cuánto le disgustaría que los


hombres confirmaran la ley del divorcio y los males que de
ello vendrían a la sociedad, le dije: “Dulce Bien mío, ya que
te dignas ponerte a mi disposición, quiero que con tu
Omnipotencia obres un prodigio: que encadenando la
voluntad de las criaturas no puedan confirmar esta ley. Y el
Señor parecía que aceptaba mi propuesta, diciéndome: "Casi
todas las víctimas que han estado sobre la tierra y que ahora
se encuentran en el Cielo tienen alguna estrella brillantísima
en sus coronas que las hace distinguirse muy bien en el
puesto que ocupan, y estas estrellas no son otra cosa que
alguna gloria grande que han procurado a Dios, y
juntamente algún bien grande a la humanidad por su
intermedio. Tú quieres que obre un prodigio para no hacer
confirmar este divorcio, de otro modo, no podría suceder
esto; pues bien, por amor a ti obraré este prodigio y ésta será
la estrella más brillante que resplandecerá en tu corona, es
decir, el haber impedido con tus sufrimientos que mi
Justicia permitiera -en estos tristes tiempos, a las muchas
atrocidades que cometen- también este mal que ellos mismos
han querido; por tanto, ¿se puede dar gloria más grande a
Dios y más bien a los hombres?".

17 de febrero, 1902 (108)

Luisa se lamenta con jesús que la instruye.


£sta mañana, después de haber esperado mucho,
finalmente encontré a mi dulcísimo Jesús, y queján-

dome con El, le dije: “Amado Bien mío, ¿cómo me haces
esperar tanto? ¿Acaso no sabes que sin ti no puedo vivir y mi
alma siente un continuo morir?”
y

Y El: “Amada mía, cada vez que me buscas, te dispones a


morir, porque en realidad, ¿qué es la muerte sino la unión
estable y permanente conmigo? Así fue mi vida, un continuo
morir por amor a ti, y esta continua muerte fue la
preparación al gran sacrificio de morir en la cruz por ti. Sabe
que quien vive en mi Humanidad y se nutre de las obras de
mi Humanidad forma de sí un
gran árbol, lleno de ñores y de frutos abundantes, y éstos
forman el alimento de Dios y del alma; quien vive fuera de mi
Humanidad, sus obras son odiosas a Dios e infructuosas
para él mismo”.

Después de esto, el Señor derramó con abundancia en


mí, mezcladas amarguras y dulzuras, y luego recorrimos un
poco por entre las gentes; yo no atinaba a apartar mis
miradas del Rostro de mi amado Jesús y El, viendo esto, me
dijo: “Hija mía, quien se deja atraer por las obras del Creador
deja suspendidas las obras de las criaturas”.

El desapareció y yo volví en mlU1

19 de febrero, 1902 (109)


Jesús duerme pero Luisa quiere oírlo hablar; Él le
enseña a ella el modo en que se comunica
internamente a las almas humildes.

Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús


se hacía ver que dormía en mi interior difundiendo de sí
muchos rayos de luz dorada. Yo, contenta de verlo, pero
descontenta por no sentir la dulzura y suavidad de su Voz
creadora. Y después de esperar mucho, volvió a hacerse ver
y, mirando mi contento, me dijo:

“Hija mía, en el ministerio privado mi sola presencia


basta para todo, porque verme y captar la armonía de mis
virtudes para copiarlas en sí misma es todo lo mismo; por lo
tanto, la atención del alma al verme debe ser para
uniformarse en todo con las operaciones internas del Verbo,
porque cuando Yo atraigo al alma hacia mí, se puede decir,

156 19 ele febrero, 1902 (109)


al menos por el tiempo que la tengo en mi Presencia, que
hace Vida divina, siendo mi Luz como pincel para pintar: mis
virtudes suministran los varios colores y el alma es como
tela que recibe en sí el retrato de la Imagen Divina. Sucede
como a esos puntos altos que, cuanto más altos están, tanto
más hacen precipitar a lo bajo un aguacero. Así el alma, ante
mi Presencia, se pone en el estado que le conviene, es decir,
en lo bajo, en la nada, al punto de sentirse destruir,
entonces la Divinidad hace llover en ella a torrentes la
Gracia y llega a sumergirla en sí misma. Por eso debe estar
contenta de todo: si hablo está contenta, contenta si no
hablo”.

Mientras decía esto, me sentía como sumergida en Dios y


después volví en mí.ií1

21 de febrero, 1902 (110)


Jesús vierte sus amarguras sobre Luisa y luego
reposa tranquilamente sobre su corazón. Una
palabra a los sacerdotes predicadores de estos
tiempos.

Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús


se hacía ver en mi interior como en actitud de reposar, pero
mientras parecía que reposaba, como si hubiese recibido
una ofensa que no podía soportar, despertándose me dijo:
“Hija mía, ten paciencia, hazme derramar en ti esta
amargura que no me da
reposo

Y al decir así, derramó en mí lo que le amargaba y tomó


su aspecto dulce de modo de poder reposar. Luego

21 de febrero, 1902 (110) 157


continuaba en mi interior difundiendo muchos rayos de luz,
de manera que formaba una red de luz para captar a todos
los hombres dentro de la red, sólo que uno recibía más, otro
menos de aquella luz.

Pues bien, mientras veía esto, Nuestro Señor me dijo:


“Amada mía, cuando hago silencio es señal de que quiero
reposo, es decir: que tú descanses en mí y Yo en ti. Cuando
hablo es señal de que quiero vida activa, es decir: que me
ayudes en la obra de la salvación de las almas, porque
siendo ellas mis imágenes, lo que se hace a ellas lo juzgo
como hecho a mí mismo’’.

Al decir esto veía a muchos sacerdotes, y Jesús, como


lamentándose con ellos, añadió: “Mi manera de hablar fue
siempre sencilla, tanto que la hacía comprender a los doctos
y a los más ignorantes, coiño se nota claramente en el Santo
Evangelio. Y los predicadores de estos tiempos dan tantas
vueltas y rodeos que los pueblos quedan en ayunos y
aburridos: se ve que no toman de las aguas de mi fuente”.‘u 1

158 21 de febrero, 1902 (110)


24 de febrero, 1902 (111)
La dulce Madre le habla a Luisa de sus dolores.
Jesús le habla de los sufrimientos y de los
admirables efectos, jesús le asegura a Luisa que el
divorcio no se confirmará.
i*
listando en mi habitual estado vino la Reina Madre y me
dijo: “Hija mía, mis dolores, como dicen los profetas, fueron
un mar de dolores y en el Cielo se cambiaron en un mar de
gloria, y cada dolor mío ha fructificado otros tantos tesoros
de Gracia. Así como en la tierra me llaman Estrella del Mar,
pues con seguridad guío al puerto, en el Cielo me llaman
Estrella de Luz para todos los Bienaventurados, de modo
que se recrean con esta luz que me produjeron mis dolores”.

Mientras tanto vino mi adorable Jesús y me dijo: “Amada


mía, no hay cosa que me sea más querida y agradable como
el que un corazón justo que me ama y viéndome sufrir, me
pida sufrir él lo que sufro Yo. Esto me une tanto más y tiene
tanta fuerza en mi Corazón que, como recompensa, me
entrego a él todo Yo y le concedo las Gracias más grandes y
lo que él quiere; y si no hiciera esto, habiendo hecho
donación de mí, siento que por cuantas cosas no le doy,
vengo a hacerle otros tantos hurtos, o sea, contraigo otras
tantas deudas con él”.

Después, Jesús me transportó fuera de mí y añadió:


“Hija mía, hay ciertas ofensas que superan con mucho los
mismos sufrimientos que padecí en mi Pasión; hoy día he
recibido varias de estas ofensas, que si no las

24 de febrero, 1902 (111) 159


derramase en parte, mi Justicia me obligaría a enviar a la
tierra atroces ñagelos, por eso, hazme derramar en ti”.

Después de haberlas derramado, no sé cómo, oyéndolo


hablar de las ofensas, le dije: “Señor, esta ley del divorcio
que dicen, ¿es cierto que no la confirmarán?”.

Y El: “Por ahora es cierto, hasta que después, de aquí a
cinco, diez, veinte años, sea que te suspenda como víctima o
que te pueda llamar al Cielo podrán hacerla, pero el prodigio
de encadenar su voluntad y de‘confundirlos lo he hecho.
¡Pero si supieras la rabia que tienen los demonios y los que
querían esta ley que tenían por cierto el obtenerla! Es tan
grande que, si pudieran, destruirían cualquier autoridad y
causarían estragos por todas partes. Por eso, para mitigar
esta rabia y para impedir en parte estos estragos, ¿quieres
tú exponerte un poco a su furor?”.

Y yo: “Sí, con tal de que vengas conmigo”.

Y así nos dirigimos a un lugar donde había demonios y


personas que parecían furibundas, rabiosas y enloquecidas;
apenas me vieron se abalanzaron contra mí como otros
tantos lobos y uno me golpeaba, otro me destrozaba las
carnes; habrían querido destruirme, pero no tenían el poder.
Empero yo, si bien he sufrido mucho, no les temía porque
tenía a Jesús conmigo. Después, volví en mí como colmada
de varias penas. Sea siempre bendito el Señor. U1
Luisa teme que Jesús le quite Su presencia y los
sufrimientos. Efectos maravillosos de la Fe.

£sta mañana me sentía llena de preocupación, como si el


Señor quisiese de nuevo sustraerme su presencia y, por
tanto, quitarme los sufrimientos, y percibía también un poco
de desconfianza. Entonces, después de esperar mucho, en
cuanto vino, me dijo:

“Hija mía, quien se nutre de Fe adquiere Vida Divina, y


adquiriendo Vida Divina destruye la humana, es decir:
destruye en sí los gérmenes que produce la culpa original,
recobrando la naturaleza perfecta, como salió de mis manos,
semejante a mí, y con esto viene a superar en nobleza a la
misma naturaleza angélica”. Dicho esto, desapareció.

3 de marzo, 1902 (113)


Jesús le explica a Luisa la razón de los castigos:
sin ellos, los hombres se envalentonarían, por lo
que (hay que) resignarse a la Voluntad de Dios.

£sta mañana, encontrándome en mi habitual estado, mi


adorable Jesús no venía y yo me sentía morir por Su
ausencia. Luego, hacia la última hora, se movió a
compasión, vino e increpándome me dijo: “Hija mía, es
necesario que alguna vez no venga, de otro modo, ¿cómo
desfogaría ipi Justicia? Y los hombres, al ver que Yo no los
castigo, no harían más que
envalentonarse cada vez más. Por lo tanto, son necesarias
las guerras, los estragos. El principio y el medio será
dolorosísimo, pero el final será muy alegre. Y luego, tú lo
sabes, la primera cosa es la resignación a mi Voluntad”. 1>

5 de marzo, 1902 (114)


Quiere Jesús que Luisa le quite las espinas;
Dos palabras a la autoridad.
£sta mañana me encontré fuera de mí y, después de
haber ido en busca de mi adorable Jesús, Lo encontré, pero
con sorpresa vi que tenía clavadas muchas espinas en sus
pies benditos y que le causaban dolor y le impedían
caminar. Todo afligido se echó en mis brazos, como
deseando encontrar reposo y hacerse quitar por mí esas
espinas. Yo lo estreché contra mí y le dije: “¡Dulce amor mío,
si hubieras venido en los días pasados, no estarían clavadas
tantas espinas! A lo más, si se clavaba alguna, te la habría
quitado; he aquí lo que has hecho con no venir”.

Mientras decía esto, le iba sacando todas esas espinas;


de los pies del bendito Jesús manaba sangre y El se
estremecía por el fuerte dolor. Después, como si se hubiese
reanimado, quiso también derramar y luego me dijo:

“Hija mía, ¡qué corrupción en los pueblos! ¡Qué torcidos


senderos transitan! Pero en esto ha influido el
mal ejemplo de los jefes, mientras que para el que posee
cualquier mínima autoridad, el espíritu de desinterés debe
ser luz para hacerle ver que es jefe, y la justicia ejercida por
él debe ser como centella que impresione los ojos de los
presentes, de modo que no pueda hacerlos apartar de sus

162 5 de marzo, 1902 (114)


ejemplos”. Dicho esto desapareció,

6 de marzo, 1902 (115)


Cómo la sociedad quiere destruir cada principio
divino y esto la conducirá a su propia destrucción.

£sta mañana mi adorable Jesús, al venir, se hacía ver


todo desnudo tratando como de cubrirse en mi interior y
diciendo: “Hija mía, me han despojado de todo principado,
de todo gobierno, de toda soberanía y, para reconquistar
estos derechos míos sobre las criaturas, es necesario que les
despoje a ellas y casi los destruya, en esto conocerán que
donde no hay Dios por principio, por gobierno y por
soberano, todo lleva a la destrucción de ellos mismos y por
tanto a la fuente de todos los males”.*0*

6 de vuirzo, 1902 (115) 163


El alma solitaria teme por su estadoy Jesús la
tranquiliza diciéndole: “Tu vida está injertada en la
mía, puedes comunicar a las criaturas la fuerza del
actuar divino”.

Encontrándome en mi habitual estado, en cuanto vi a mi


amante Jesús, me dijo: “Hija mía, cuando Yo traigo un alma
a mi presencia, tiene esto de bien: copia y adquiere en sí
misma los modos del actuar divino, de modo que tratando
luego con las criaturas, ellas sienten en sí mismas la fuerza
del actuar divino que dicha alma posee”.

Después de esto sentía en mí un temor, es decir, el que


las cosas que hago en mi interior sean o no agradables al
Señor; y El añadió: “¿Por qué temes, mientras tu vida está
injertada en la mía? Y además todo lo que haces en tu
interior ha sido infundido por mí, y muchas veces lo he
hecho Yo junto contigo, sugiriéndote el modo de hacerlo y
que me sea grato. Otras veces he llamado a los Angeles y
todos juntos han hecho lo que tú hacías en tu interior. Esto
significa que me agrada lo que tú haces y que Yo mismo te
he enseñado; por eso sigue adelante y no temas”.

Así me tranquilicé.

164 7 de marzo, 1902


(116)
10 de marzo, 1902 (117)
Luisa busca a Jesús y, encontrándolo, se abandona
en Sus brazos; Él la conforta y la instruye.

{Encontrándome en mi habitual estado, me sentía fuera


de mí. Iba buscando a mi adorable Jesús y no lo
encontraba. Ya no sabía qué hacer; mi pobre corazón
agonizaba y absorbía un dolor tan agudo que no sabía
explicar; sólo sé decir que no sé cómo quedé viva. Mientras
estaba en esta situación, pero siempre buscándolo, sin
poder dejar un momento de hacer nuevas búsquedas,
finalmente lo encontré y le dije: “¡Cómo te haces cruel
conmigo, Señor! Mira tú mismo si son penas que se pueden
tolerar”.

Y toda extenuada me abandoné en sus brazos, y Jesús,


todo compasión, mirándome me dijo: “Amada hija mía,
tienes razón, cálmate, que estoy contigo y no te dejaré.
Pobre hija, ¡cómo sufres! La pena del amor es más terrible
que el infierno. ¿Qué tiraniza más, el infierno o un amor
opuesto, combatido, un amor odiado? ¿Qué cosa puede
tiranizar más a un alma que el infierno, un amor amado? Si
supieras cuánto sufro Yo al verte tiranizada por mi causa,
por este amor, para no hacerme sufrir tanto, deberías estar
más tranquila cuando te privo de mi Presencia. Imagina tú
misma: si Yo sufro tanto al ver sufrir a quien no me ama y
me ofende, ¿cuánto más sufriré al ver sufrir a quien me
amia?”.

Con lo cual yo, al oír esto, conmovida dije: “Señor, dime


al menos si quieres que me esfuerce por salir de

10 de marzo, 1902 (117) 165


este estado antes que venga el confesor, cuando no vienes
Tú”.

Y Él añadió: “No quiero, no, que tú salgas de este estado


antes que venga el confesor. Deja todo temor; Yo me pongo
en tu interior teniendo tus manos en las mías, y al contacto
de las mías conocerás que esto}^ contigo”.

Así, cuando me viene el ansia de verlo, siento


estrechadas mis manos por las de Jesús y, sintiendo el
contacto divino, me calmo y digo:

“Es verdad, está conmigo”. Otras veces, cuando es más


fuerte el deseo de verlo, siento que me estrecha con más
fuerza mis manos con las suyas y me dice: “Luisa, hija mía,
estoy aquí, aquí estoy, no me busques en otra parte”, y así
parece que estoy más tranquila,

12 de marzo, 1902 (118)

Amenazas de castigos.
Ai seguir viendo del mismo modo a mi adorable Jesús, es
decir, en mi interior, lo miraba detrás de mí, de espaldas, en
dirección al mundo, con un azote en la mano, en ademán de
hacerlo caer sobre las criaturas y con esto parecía que
sobrevenían castigos sobre las cosechas y mortalidades de
gente; y en el acto de lanzar ese azote dijo palabras de
amenaza, entre las cuales recuerdo solamente: ‘Yo no
quería, pero ustedes mismos han tratado de que los
extermine; pues bien, los exterminaré”. Y desapareció,
16 de marzo, 1902 (119)
Otros castigos. No se debe buscar el gusto
propio sino el de Dios.
*
|Oh, cuánto se demora para hacerlo venir un poco! Es
una continua angustia y temor, pero todavía no viene. ¡Oh
Dios, qué pena, no sé cómo se vive, si bien se vive muriendo!
Luego se hizo ver un poco en un estado digno de compasión,
con un brazo roto, todo afligido, y me dijo: “Hija mía, ves qué
me hacen las criaturas; ¿cómo quieres que no las castigue?”.

Y mientras decía esto, parecía que tomaba una cruz alta,


cuyos brazos estaban pendientes sobre seis o siete ciudades,
y ocurrían diversos castigos. Viendo esto sufrí mucho, y El,
con deseos de distraerme de aquella pena, añadió: “Hija mía,
tú sufres mucho cuando te privo de mi Presencia, esto te
debe suceder por necesidad, porque habiendo estado por
tanto tiempo cercana, identificada con el contacto de la
Divinidad, has podido gozar a tus anchas de todo lo
agradable de la Luz Divina, y cuanto más uno ha gozado de
la luz, tanto más siente la privación de dicha luz y las
molestias, los fastidios y las penas que traen consigo las
tinieblas”.
Después repitió: “Pero la cosa principal de cada uno es
que, en todo su pensamiento, palabra y obra no busque la
propia comodidad, ni la estima y el agrado de otros, sino el
solo y único agrado de Dios”.

18 de marzo, 1902 (120)

Inquietud de Luisa por la tardanza de Jesús.


Él la tranquiliza y la consuela.

Psta manaña, sintiéndome intranquila por la ausencia de


Jesús, hice la Santa Comunión y apenas vino a mi corazón
comencé a decirle: “Dulce Bien mío, no es cosa de estar
tranquila cuando no vienes. Tú, viéndome en calma, abusas
y no te cuidas de venir; por lo cual es necesario hacer
locuras, de lo contrario no se sale adelante”.
s

El se movió en mi interior y se hizo ver sonriente, porque


oía mis disparates y me dijo: “Entonces, tú quieres que
sufra, porque sabiendo que tú estas inquieta Yo vengo a
sufrir más, sin tratar de estar tranquila es lo mismo que
querer hacerme sufrir más”.

Y yo, loca como estaba, dije: “Mejor que sufras, porque


por tu sufrimiento puedes tener más compasión del mío. El
sufrimiento que viene del pecado, es horrible; basta con que
no sea ése”.

Y Jesús: “Pero si Yo vengo, tú me obligas a no imponer


castigos mientras que son tan necesarios.
Entonces deberías conformarte conmigo y querer lo que Yo
quiero”.

168 18 de marzo, 1902 (120)


Y yo, acordándome de lo que había visto en los días
pasados, dije: “¿Qué castigos? ¿Quieres hacer morir a las
gentes? Hazlas morir; alguna vez deben ir a Ti y a la propia
Patria, con tal que las salves. Lo que quiero es que las
liberes de los males contagiosos”.

El Señor no me dio oídos y desapareció. Viniendo de


nuevo, se hacía ver siempre con las espaldas en dirección al
mundo, y por más que hice no logré hacerlo mirar; y cuando
le quería obligar a la fuerza, dijo: “No me obligues, de lo
contrario me fuerzas a privarte de mi Presencia”. Así pues,
quedé con un remordimiento y siento haber caído en
muchos defectos,

19 de marzo, 1902 (121)


Luisa trata de hacer reparaciones. Ella va en
medio de las personas para ayudarlas.

Continuaba el remordimiento, pero el Señor siguió


viniendo y, deseosa de reparar lo que había hecho el día
anterior, le dije: “Señor, vamos a ver lo que hacen las
criaturas. Son tus imágenes: ¿no quisieras tener compasión
de ellas?”.

Y El: “No, no quiero ir, por su propia voluntad se han


corrompido y Yo permitiré que lo que sirve para su 'alimento
les sirva de infección. ¿Quieres tú ir a ayudarlas, a
consolarlas, a hacer cualquier cosa? Anda, pero Yo no”.

Así, dejé a mi amado Jesús y me dirigí hacia las


criaturas; ayudé a bien morir a alguno y luego miré de

19 de marzo, 1902 (121) 169


dónde venía el aire infecto e hice varias penitencias para
alejarlo; luego regresé, y seguía haciéndose ver el bendito
Jesús, pero en silencio,

23 de marzo, 1902 (122)


Jesús le explica a Luisa dónde se encuentra el
apoyo de la verdadera santidad.

después de haber tardado mucho, vino mi dulcísimo


Jesús y me dijo: “Hija mía, el soporte de la verdadera
santidad está en el conocimiento de sí mismo”.

Y yo: “¿De veras?”.


/
Y El: “¡Claro!, porque el conocimiento propio
anula al sujeto y se apoya todo en el conocimiento que
adquiere de Dios, de modo que su obrar es el mismo obrar
divino, sin que quede nada en el ser propio”.

Después añadió: “Cuando el interior se empapa de Dios y


se ocupa todo de El y de todo lo que pertenece a El, Dios se
comunica todo sí mismo al alma. Pero cuando el interior se
ocupa ya de Dios, ya de otras cosas, Dios se comunica en
parte al alma”. I}1

170 23 de marzo, 1902 (122)


27 de marzo, 1902 (123)
Lecciones de Jesús sobre la justicia.

Encontrándome fuera de mí iba en busca de mi


dulcísimo Jesús y, mientras hacía mi recorrido, lo vi en
brazos de la Reina Madre. Cansada como estaba, con toda
audacia casi lo arrebaté y Lo tomé en mis brazos, diciéndole:
“Amor mío, ¿ésta es la promesa de no deber dejarme,
mientras en los días pasados poco o nada has venido?”.
y __
Y El; “Hija mía, estaba contigo, sólo que no me has visto
con claridad; y además, si tus deseos hubieran sido tan
ardientes hasta quemar el velo que te impedía verme,
ciertamente me habrías visto”.

Después, como si hubiese querido hacerme una


exhortación, añadió: “No sólo debes ser recta, sino justa, y
en la Justicia se incluye el amarme, alabarme, glorificarme,
darme gracias, bendecirme, repararme, adorarme no sólo
por uno mismo, sino por todas las demás criaturas. Estos
son derechos de Justicia que exijo de toda criatura y que
como a Creador me atañen, y quien me niega uno solo de
estos derechos nunca puede decirse justo. Por eso piensa en
cumplir tu deber de justicia, pues en la justicia encontrarás
el principio, el medio y el fin de la santidad”.
Luisa ve a Jesús resucitado.

£sta mañana, encontrándome fuera de mí misma, vi por


un momento a mi adorable Jesús en el acto de su

27 da marzo, 1902 (123) 171


30 de marzo, 1902 (124)

Resurrección, todo vestido de luz resplandeciente, tanto que


el sol quedaba oscurecido ante aquella luz. Por mi parte
quedé encantada y dije: “Señor, si no soy digna de tocar tu
Humanidad glorificada, hazme tocar al menos tus vestidos
materiales”.

Y El me dijo: “Amada mía, ¿qué dices? Después de haber


muerto no tuve vestidos materiales, sino que mis vestidos
son de sol, de luz purísima que cubre mi Humanidad y que
brillará eternamente, dando gozo indecible a todos los
sentidos de los Bienaventurados comprensores. Y esto ha
sido concedido a mi Humanidad, porque no tuve parte de
ella que no estuviese cubierta de oprobios, de dolores y de
llagas”.

Dicho esto desapareció, sin que haya encontrado ni


Humanidad ni vestidos, o sea, que sus sagrados vestidos se
me escapaban y no los encontraba. U*

172 30 de marzo, 1902 (124)


Silencio de Jesús. No hay fuerza que pueda resistir
la fuerza de la razón y de la humildad.

Continuando en mi habitual estado, mi adorable Jesús


viene casi siempre en silencio, o sea, me dice alguna cosa
perteneciente a la verdad y sucede que, mientras está el
Señor, la comprendo y me parece que la sabré repetir, pero
al desaparecer me siento atraída por aquella luz de verdad
infundida en mí y no sé repetir nada.

Luego, esta mañana, he tenido que aguardar mucho


esperándolo y al venir me transportó fuera de jmí,
haciéndose ver muy enojado. De modo que yo, para
aplacarlo, hice varios actos de arrepentimiento, pero parecía
que a Jesús no le gustaba ninguno. Yo me afanaba toda por
variar los actos de arrepentimiento; quién sabe si alguno
pudiera agradarle. Al fin, le dije: “Señor, me arrepiento de
las ofensas hechas por mí y por todas las criaturas de la
tierra, y me arrepiento y me pesa por el solo objeto de
haberte ofendido a ti, Sumo Bien, que mientras mereces
amor, nosotros hemos osado darte ofensas”.

Con esto último, el Señor parece complacido y mitigado.


Después me transportó a un camino donde estaban dos
hombres en forma de bestias, todo absortos en destruir toda
clase de bien moral. Parecían fuertes como leones y
embriagados de pasión; el solo verlos ponía terror y miedo.
El bendito Jesús me dijo: “Si quieres aplacarme un poco,
anda hacia aquellos
hombres, a convencerlos del mal que hacen, afrontando
su furor”.

Si bien un poco tímida, fui a ellos y, apenas me vieron me


querían engullir. Pero yo les dije: “Permítanme hablar y
luego háganme lo que quieran”. “Deben saber que si logran
su propósito de destruir cualquier bien moral perteneciente
a la religión, virtud, dependencia y bienestar social, ustedes,
sin percatarse del error, llegarán a destruir al mismo tiempo
todos los bienes físicos y temporales, porque todo cuanto se
quita a los bienes morales, otro tanto se redoblan los males
físicos. Por lo tanto, sin advertirlo, van contra ustedes
mismos, destruyendo todos los bienes caducos y pasajeros
que tanto aman. No sólo esto, sino que van tratando de
destruir su misma vida y serán la causa de que derramen
lágrimas amargas sus sobrevivientes”.

Después hice un acto intensísimo de humildad, que no sé


ni siquiera repetirlo, y ellos quedaron como a uno a quien le
pasa el estado de locura, y tan débiles que no tenían fuerza
ni siquiera de tocarme. Así quedé libre y comprendía que no
hay fuerza que pueda resistir, la fuerza de la razón y de la
humildad.
Todo está en el reprimir los primeros
movimientos, de lo contrario las pasiones
irrumpen y dominan al alma, privándola de la
fortaleza divina.

£sta mañana, mi adorable Jesús no venía, y al no verlo


dije: “¿Qué estoy haciendo en este estado, si el objeto que
me tenía arrebatada ya no viene? Mejor acabar de una vez”.
Mientras decía esto, vino por un momento mi dulce Jesús y

174 4 de abril, 1902 (125)


16 de abril, 1902 (126)

me dijo: “Hija mía, todo el punto está en reprimir los


primeros movimientos, y si el alma está atenta en esto, todo
saldrá bien, pero si no, los primeros movimientos no
reprimidos pondrán fuera las pasiones y romperán la
fortaleza divina, que como cerco vivo rodea al alma para
tenerla bien custodiada y alejada de los enemigos que
siempre tratan de insidiar y perjudicar a la pobre alma; pero
si en cuanto lo advierte entra en sí misma, se humilla, se
arrepiente y con valor pone remedio, la fortaleza divina se
cierra de nuevo en torno al alma. Pero si no pone remedio,
estando quebrantada la Divina Fortaleza, dará entrada a
todos los vicios. Por tanto, atenta a los primeros
movimientos, pensamientos, palabras que no sean rectos mi
santos, pues, una vez escapados los primeros, ya no es el
alma la que reina, sino que se adueñan las pasiones. Atenta
pues, a rodearte de esta divina fortaleza; así no quedarás
sola ni un instante ”.1>

16 de abril, 1902 (126) 175


Luisa ve los sufrimientos de Jesús y sufriendo el
alma se mitigan. Cómo la Cruz es Sacramento.

£sta mañana me encontré fuera de mí, y después de


haber estado en busca de mi dulce Jesús, lo encontré, pero
en situación tan deplorable que destrozaba el corazón. Tenía
las manos llagadas, contraídas por la severidad del dolor,
que no se le podían tocar para poder extenderle los dedos y
cicatrizarle las llagas, pero no pude porque el bendito Jesús
lloraba por el fuerte dolor. Entonces, sin saber qué hacer, lo
estreché contra mí y le dije: “Amante Bien mío, desde hace
algún tiempo no me has participado los dolores de tus
llagas, tal vez por eso se han irritado así. Te ruego que me
hagas participar de tus penas, para que sufriendo así se
puedan mitigar las tuyas”.

Mientras decía así, salió un Angel con un clavo en la


mano y me traspasó las manos y los pies, y según me
introducía el clavo en las manos, se iban relajando los dedos
y quedaban cicatrizadas las llagas de mi amado Jesús. Y
mientras yo sufría, el Señor me dijo:

“Hija mía, la Cruz es Sacramento. Cada uno de los


Sacramentos contiene sus efectos especiales: uno que quita
la culpa, otro conñere la Gracia, otro une con Dios, otro da
la fuerza, y muchos otros efectos, y la -sola cruz reúne todos
estos efectos juntos, produciéndolos en el alma con tal
eficacia que la hace en poquísimo tiempo semejante a lo
origen de donde salió”.
Después de esto, como si hubiese querido tomar
1
descanso, se retiró a mi interior. U

29 de abril, 1902 (128)


Quien en todo quiere a Dios, debe darse todo a
Dios. Enseñanzas de Jesús.

¡*sta mañana, mi adorable Jesús vino por un momento,


diciéndome: “Hija mía, quien quiere todo de Dios debe darse
todo él, a Dios”.

Y se detuvo, sin decirme nada más por entonces. Yo


entonces, viéndolo cerca de mí, le dije: “Señor, ten
compasión de mí: ¿no ves cómo todo mi interior está árido y
disecado? Me parece que se ha vuelto tan seco como si
nunca hubiese tenido una gota de lluvia”.

Y El: “Mejor así. ¿No sabes que cuanto más seca está la
leña, tanto más fácilmente el fuego la devora y la convierte
en fuego? Basta una sola chispa para encenderla. Pero si
está llena de humores o no bien disecada, se requiere un
gran fuego para encenderla y mucho tiempo para convertirla
en fuego. Así en el alma, cuando todo está seco, basta una
sola chispa para convertirla toda en fuego de Amor Divino”.

Y yo: “¿Señor, te burlas de mí? ¿Cómo, entonces, todo es


feo? Y luego, ¿qué debes quemar, si todo está seco?”
Y Él: “No me burlo; ¿tú misma no comprendes cuándo no
todo está seco en el alma? Humor es la complacencia, humor
es la satisfacción, humor el propio gusto, humor la propia
estima. En cambio, cuando está seco y el alma obra, estos
humores no tienen dónde nacer, y el Fuego divino,

29 de abril, 1902 (128) 177


encontrando al alma sola y desnuda, seca, como fue creada
por El, sin otros humores extraños, por ser cosa suya le
resulta muy fácil convertirla en su mismo Fuego Divino. Y
después de esto, Yo le infundo un hálito de paz y, al ser
conservada esta paz por la obediencia interior y custodiada
por la obediencia externa, esta paz produce a todo Dios en el
alma, es decir, todas las obras, las virtudes, los modos del
Verbo Humanizado, de manera que resurge en ella su
sencillez, la humildad, la dependencia de su vida infantil, la
perfección de las virtudes adultas, la mortificación y la
crucifixión de su morir; pero el principio es siempre que:
quien quiere a todo Jesucristo, debe dar todo a
Jesucristo”.H1

16 de mayo 1902 (129)


Luisa estrecha fuertemente a Jesús para no
dejarlo ir y Él la llena de Sí. Dos estados sublimes.

Psta mañana, después de haber tardado mucho, vino mi


dulcísimo Jesús, y yo, en cuanto lo vi, lo estreché a mí
fuertemente y le dije: “Amado Bien mío, esta vez te
estrecharé tanto que no te dejaré escapar”.
Entre tanto, me sentí toda llena de Dios, como si
estuviera inundada, de modo que las potencias del alma
quedaron como encantadas, inactivas. Después de haber
estado un rato en esta inactividad, pero dulce y grata
situación, mi adorable Jesús me dijo:

“Hija mía, algunas veces lleno tanto de mí mismo al alma


que, perdiéndose en mí queda, como perezosa; otras veces le
dejo alguna parte vacía, y entonces el alma, ante mi
Presencia, granjea de modo admirable, rompiendo en actos

178 16 de mayo 1902 (129)


de alabanza, de agradecimiento, de amor, de reparación y
demás, de modo que llena de estos actos, aquellos vacíos que
dejo. Pero estos dos estados son sublimes y se dan
mutuamente la mano”.ft

22 de mayo 1902 (130)


El alma suspira a jesús, el cual está listo para
mandar castigos. La Reina Madre le suplica y logra
aplacarlo haciéndolo derramar sus penas y
amarguras sobre Luisa.

¡Encontrándome en mi habitual estado, no venía el


bendito Jesús, y ¡oh, cuánto he tenido que sufrir! Pues luego
de haberme cansado mucho, sentí a una persona cerca de
mí, pero no le veía el rostro. Extendí la mano para
encontrarla, y encontré que su cabeza estaba apoyada en mi
espalda, desmayada. La miré y reconocí a mi dulce Jesús,
que parecía desvanecido. Apenas lo vi reanimarse, Jesús me
dijo: “Cállate, cállate, no quieras hablar más, de lo contrario
me harás desmayar;

22 de mayo 1902 (130) 179


tu silencio me hará tomar fuerza y así podré al menos
besarte, abrazarte y darte contento”.

Estuve, pues, en silencio y ambos nos besamos muchas


veces; Jesús me daba muchas demostraciones de amor, pero
no sé explicarlo. Después me encontré fuera de mí e iba
buscando al Amado de mi alma; al no encontrarlo, alcé los
ojos al Cielo por si lo podía encontrar de nuevo, y vi que
estaban la Reina Madre y Jesucristo de espaldas y que
altercaban entre sí; y como Jesús no quería dar oídos a la
Madre, estaba vuelto de espaldas y lleno de furor; parecía
que de su boca le salía el fuego de su ira. Yo sólo comprendí
que Nuestro Señor en aquel día quería destruir, con el fuego
de su ira, todo lo que servía de alimento al hombre. La
Santísima Virgen no quería y Jesús decía: “Pero ¿con quién
desfogar este fuego encendido de mi ira?”.

Y la Madre decía: “Hay con quien poder desfogarlo


(señalándome a mí). ¿No ves que está siempre pronta a
nuestras voluntades?”.

Jesús, al oír esto, se volvió a la Madre, como si se


hubiesen puesto de acuerdo; llamaron a los Angeles y dieron
a cada uno de ellos una centella de aquel fuego que salía de
Jesucristo, y ellos la trajeron a mí, y me introdujeron una en
la boca y las otras en las manos, en los pies y en el corazón.
Yo sufría, me sentía devorar, amargar con ese fuego, pero me
sentía resignada a soportar todo. El bendito Jesús y la Madre
eran espectadores de mis sufrimientos y Jesús parecía
apaciguado de algún modo. Entre tanto, volví en mí y estaba
ahí el confesor para llamarme a la obediencia según lo
acostumbrado, cuando en lo mejor, en vez de llamarme a la
obediencia, expuso la intención de hacerme sufrir la
Crucifixión. Jesús concurrió para participarme sus penas.

180 22 de mayo 1902 (130)


Parece que el confesor cumplió la obra comenzada por la
Reina Madre. Sea todo a Gloria de Dios y siempre bendito,

2 de junio, 1902 (131)

Cómo las virtudes suministran los brazos para


abrazar a Jesús y formar su trono.
i*
£sta mañana, después de haber tardado mucho, Jesús
bendito se movió en mi interior y yo vi que estaba detrás de
mí, como abrazado, sostenido por otra persona. Me quedé
asombrada al ver esto y Jesús me dijo: “Hija mía, el interior
del alma es un relleno de pasiones; conforme el alma va
abatiendo las pasiones, toma su puesto cada virtud
adornada por grados de Gracia; a medida que la virtud se va
perfeccionando, la Gracia suministra sus grados. Así como
mi Trono está compuesto de virtudes, así el alma que posee
las virtudes me suministra los brazos y el trono para poder
reinar en su corazón y para tenerme continuamente
abrazado y cortejado, hasta tener mis delicias con ella, y
pues el alma puede mancharse, pero la virtud queda siempre
intacta, mientras el alma sabe tenerla consigo; pero cuando
no, retorna a mí, es decir, de donde había salido.
Por eso, no te admires si Me has visto así en tu interior".

16 de junio, 1902 (132)


Quien de verdad ama al Señor está seguro de
salvarse, porque el amor une perfectamente el
alma a Dios.

Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús

2 de junio, 1902 (131) 181


me transportó fuera de mí y me dijo: “Hija mía, puede decirse
que todas las virtudes son dones y atributos míos, pero el
Amor no puede decirse que es un atributo mío, sino mi
misma naturaleza; y así, todas las virtudes forman mi Trono
y mis cualidades, pero el Amor me forma a mí mismo”.

Al oír esto recordé que el día anterior le había dicho a una


persona que temía por la incertidumbre de la salvación, que
el que ama verdaderamente a Jesucristo puede estar seguro
de salvarse. Por lo que se me hace imposible que Nuestro
Señor aleje de sí a un alma que lo ama de todo corazón; por
eso pensemos en amarlo y tendremos en nuestra mano la
salvación. Con esto pregunté al amante Jesús si al decir eso
me había expresado mal, y Jesús añadió: “Amada mía, dijiste
eso con razón, porque el amor tiene esto de propio: formar de
dos objetos uno solo, de dos voluntades una sola. De modo
que el alma que me ama forma conmigo una sola cosa, una
sola voluntad; entonces, ¿cómo puede separarse de mí?
Mucho más que, siendo mi naturaleza amor, donde
encuentro alguna chispa de amor en la

182 16 cíe junio, 1902 (132)


naturaleza humana, en seguida la uno al Amor Eterno.
Por lo cual, así como es imposible formar de un alma dos
almas, o de un cuerpo dos cuerpos, así es imposible que se
pierda aquél que verdaderamente me ama”.ií1

17 de junio, 1902 (133)

Jesús dice al alma que la mortificación produce la


gloria.

£sta mañana, apenas vi a mi amado Jesús, parecía tener


en su mano un papel escrito en el cual se leía:

“La mortiñcacíón produce la gloria; quien quiere


encontrar la fuente de todos los deleites, debe alejarse de
todo lo que puede desagradar a Dios”.

Dicho esto, desapareció.^

29 de junio, 1902 (134)

Jesús amenaza a Francia y busca ayuda en sus


penas.

£sta mañana, en cuanto vi a mi adorable Jesús, escuché


que decía sin saber el por qué:

“ÍPobre Francia, pobre Francia! Te has ensoberbecido y


has roto y hecho pedazos las leyes más sagradas,
desconociéndome por tu Dios, y te has hecho mal ejemplo
para las otras naciones para atraerlas al mal; y tu ejemplo
tiene tanta fuerza que las otras naciones están por

17 de junio, 1902 (133) 183


arruinarse. Pero sabe que, en castigo de esto, serás
conquistada”.

Después de esto se retiró a mi interior y yo advertía que


buscaba ayuda, piedad, compasión de sus muchas penas.
Era desgarrador oír que Jesús bendito quería ayuda de sus
criaturas,

1 de julio, 1902 (135)

Las verdaderas víctimas deben exponerse a las


mismas penas de Jesús. El quiere que el alma
víctima (Luisa) lo acompañe en sus sufrimientos
para impedir males mayores a la Iglesia.

Encontrándome en mi habitual estado, estuve fuera de


mí, arrodillada sobre un altar, junto a otras personas.
Mientras tanto, salió Jesucristo a este altar y dijo: “Las
verdaderas víctimas deben estar en comunicación con mi
misma Vida, deben gozar de mí mismo y exponerse a mis
mismas penas”.

Mientras decía esto, tomó un copón en la mano y nos dio


la Santa Comunión a los tres.

Después parecía que detrás del altar había una puerta


que daba al medio de una calle llena de gente con demonios
que se apiñaban, de modo que no se podía caminar sin ser
estrujados por ellos, que como estaban llenos de espinas
muy puntiagudas, no se podía hacer
ningún movimiento sin sentirse pinchar hasta dentro de las
propias carnes. A cualquier costo hubiera querido escapar de
esos furores diabólicos y me esforzaba por hacerlo, pero no

184 1 de julio, 1902 (135)


sé quién me lo impidió diciéndome: “Todo lo que ves son
maquinaciones contra la Iglesia y contra el Papa; quisieran
que el Papa saliese de Roma e invadir el Vaticano y
apropiarse de él. Si tú quisieras evadir estas molestias, los
hombres y los demonios tomarán fuerzas y harán salir estas
espinas que punzarán ásperamente a la Iglesia; pero si te
contentas con sufrirlas, quedarán debilitados los unos y los
otros”. Al oír esto, me detuve, ¿pero quién podrá decir lo que
he pasado y sufrido? Creía que ya no debía salir de entre
esos diabólicos espíritus, pero después de haber estado casi
una noche, la protección divina me liberó de ellos. D*

3 de julio, 1902 (136)

Luisa se encuentra en una Iglesia, toca en el


Sagrario y encuentra a Jesús que le habla de su
Vida Eucarística.

Continuando mi habitual estado, me encontré fuera de


mí, dentro de una Iglesia, y como no encontrara a mi
adorable Jesús, fui a golpear el Sagrario para hacerme abrir
por El; y como no me abría, me atreví a abrirlo yo misma y
encontré a mi solo y único Bien. oQuién puede decir el
contento que tuve? Me quedé como extática al contemplar su
belleza indecible. Y Jesús, al verme, se abalanzó a mis brazos
y me dijo:

3 d¿ julio, 1902 (136) 185


“Hija mía, todo período de mi vida exige del hombre
diversos y especiales actos y grados de imitación, de amor,
de reparación y otros. Pero el período de mi Vida Eucarística
es todo vida de ocultamiento, de transformación y continua
transformación, tanto que puedo decir que mi amor, después
de haber llegado al exceso y hasta consumado, no pudiendo
encontrar en mi infinita Sabiduría otros signos externos de
demostración de amor hacia el hombre, como la
Encarnación, Vida y Pasión de Cruz, exige amor, alabanza,
agradecimiento e imitación; la Vida Sacramental exige del
hombre un amor extático, amor de un perderse en mí, amor
de perfecta consumación, y consumándose el alma en mi
misma Vida Sacramental, puede decir que hace ante la
Divinidad las mismas funciones que estoy haciendo
continuamente junto a Dios por amor a los hombres. Y esta
transformación desembocará para el alma en la Vida
Eterna”. í1

7 de julio, 1902 (137)

Jesús la instruye sobre la humildad.


i*
£sta mañana, como no viniera el bendito Jesús, me sentía
toda confundida y humillada. Y así, después de haber
tardado mucho, apenas se hizo ver, me dijo: “Luisa,
humillada siempre con Cristo”.

Y yo, complaciéndome y deseando ser humillada con


Cristo, dije: “Siempre, oh, Señor”.
Y El repitió: “Y el siempre de la humillación con Cristo
hará comenzar el siempre de la exaltación con Cristo”. De
modo que yo comprendía que por cuantas humillaciones

186 7 de julio, 1902 (137)


sufre el alma con Cristo, y por amor a Cristo, y si éstas son
continuas, el Señor la exaltará en la misma medida; y esta
exaltación la hará continuamente delante de toda la Corte
Celestial, ante los hombres y finalmente ante los mismos
demonios.

28 de julio, 1902 (138)

Maravillosos efectos de la oración continua.

Continuando en mi habitual estado, me encontré fuera de


mí y encontré a mi adorable Jesús que, sin querer hacerme
ver los males del mundo, me dijo: “Hija mía, retírate, no
quieras ver los males gravísimos que hay en el mundo”.

Al decir esto, me retiró El mismo, y mientras me


conducía, repitió: “Lo que te recomiendo es el espíritu de
continua oración. Este tratar siempre el alma de conversar
conmigo, ya sea con el corazón, con la mente, con la boca y
hasta con la simple intención, la hace tan bella ante mi
Presencia, que las notas de su corazón armonizan con las
notas de mi corazón. Y Yo me siento tan atraído a conversar
con dicha alma, que no sólo le manifiesto las obras ”ad extra"
de mi Humanidad, sino que también le voy manifestando
algo de las obras "ad intra" que la Divinidad hacía en la
Humanidad. Y no sólo esto, sino que es tanta la belleza que
hace adquirir el espíritu de continua oración, que el demonio
queda herido como de un rayo y frustrado en las insidias con
las que intenta hacer daño a esta alma”. Dicho esto,
desapareció y yo volví en mí.Dí

28 de julio, 1902 (138) 187


31 de julio, 1902 (139)
La verdadera Caridad no actúa por interés propio
sino solamente por Dios.

Encontrándome en mi habitual estado, muchas veces vi a


mi adorable Jesús, pero siempre en silencio. Yo me sentía
toda confundida y no me atrevía a interrogarlo, pero parecía
querer decirme algo que hería su Sagrado Corazón.
Finalmente, la última vez que vino me dijo: “Hija mía, la
verdadera caridad debe ser desinteresada de parte de quien
la hace y de parte de quien la recibe y, si hay interés, ese
fango produce un humo que ofusca la mente, que impide
recibir el inñujo y los efectos de la Caridad Divina. Por eso,
en muchas obras incluso santas que se hacen, en muchas
atenciones caritativas que se llevan a cabo, se siente como
un vacío y no reciben el fruto de la caridad que hacen”.

188- 31 de julio, 1902 (139)


2 de agosto, 1902 (140)

Luisa, encontrándose dentro de Jesús, ve sus


acciones (las de Jesús) y cómo satisfacía por todo.

£sta mañana, mi adorable Jesús, después de haberme


hecho esperar, vino de improviso difundiendo rayos de luz;
yo fui revestida por aquella luz y, no sé cómo, me encontré
dentro de Jesús. ¿Quién puede expresar cuántas cosas
comprendía dentro de la Humanidad Santísima? Sólo sé
decir que la Divinidad dirigía en todo a la Humanidad y,
como la Divinidad, en un mismo instante puede hacer
tantos actos por cuantos podemos hacer cada uno de
nosotros en todo el período de la vida, y cuántos otros puede
hacer; ahora, siendo que en la Humanidad de Jesucristo
obraba la Divinidad, comprendía claramente que Jesús
bendito, en todo el curso de la vida, rehacía por todos, en
genera,! y por cada uno distintamente, todo lo que cada uno
está obligado a hacer para con Dios, de modo que adoraba a
Dios por cada uno en particular, daba gracias, reparaba,
glorificaba por cada uno, alababa, sufría, oraba por cada
uno; y así, comprendía yo que todo lo que cada uno debe
hacer ha sido ya hecho antes por el Corazón de Jesús. U1

2 de agosto, 1902 (140) 189


Privaciones, lamentos y necesidad de castigos.

¡Encontrándome sumamente afligida por la pérdida de mi


Sumo Bien, mi corazón estaba constantemente lastimado y
sufría una muerte continua. Ahora bien, como viniera el
confesor, le manifestaba mi pobre estado y él comenzó a
llamarlo y a exponer la intención, pero Jesús dejaba en
suspenso mi mente por algún instante y se escapaba, y yo
volvía en mí sin verlo. iOh, Dios, qué pena! Pero son penas
que ni siquiera se saben expresar. Pues bien, después de
haber tardado mucho, finalmente vino y, quejándome con
El, me dijo: “Hija mía, si no supieras la causa de mi
ausencia, tendrías tal vez alguna razón de lamentarte, pero
sabiendo que no vengo porque quiero castigar al mundo, te
lamentas injustamente”.

Y yo: “¿Qué tiene que ver el mundo conmigo?”.

Y El: “Sí tiene que ver, porque al venir me dices


tú:.Señor, quiero satisfacer yo por ellos, quiero sufrir por
ellos, y Yo, siendo justisísimo, no puedo recibir del uno y del
otro la satisfacción de una deuda, y al querer tomar de ti la
satisfacción, el mundo no hará otra cosa que cobrar ánimo
cada vez más, mientras en estos tiempos de rebelión son tan
necesarios los castigos; y si Yo no lo hiciera, se harían tan
densas las tinieblas que todos quedarían cegados”.

Mientras decía esto me encontré fuera de mí y veía toda la


tierra llena de tinieblas; apenas algún resquicio
de luz. ¿Qué será del pobre mundo? Dan mucho que
pensarlas tristísimas cosas que sobrevendrán.‘fr

3 de septiembre, 1902 (142)


Luisa, sintiéndose mal, suplica a Jesús que se la
lleve al puerto de la eternidad, cediéndole la obras
de su Santísima Humanidad.

£sta mañana, encontrándome en mi habitual estado,


percibí que me sobrevenía un mal natural tan fuerte, que me
sentía morir. Por lo cual, temiendo que pudiera pasar del
tiempo a la eternidad y mucho más temía que Jesús bendito
viniese solo apenas, a lo más como sombra, pues si venía
como de costumbre yo no temía en absoluto, para hacer que
me pudiese encontrar oportunamente, rogaba al Señor que
me cediese el ejercicio de su santa mente para satisfacer por
los males que he podido hacer con mis pensamientos; sus
ojos, su boca, sus manos, los pies, el corazón y todo su
Sacratísimo Cuerpo para satisfacer por todos los males que
he podido cometer y todo el bien que debía hacer y no he
hecho... Mientras hacía esto, el bendito Jesús vino todo
vestido de fiesta, en ademán de recibirme entre sus brazos y
me dijo: aHíja mía, todo lo que merecí, lo cedí a todas las
criaturas, de modo especial y sobreabundante a quien es
víctima por amor a mí. He aquí que todo lo que quieres te
cedo, no sólo a ti, sino a quien tú quieras”.
Y yo, acordándome del confesor, le dije: “Señor, si me
llevas, te ruego que dejes contento al sacerdote”.

Y Él: “Es cierto que ha recibido alguna recompensa,


gracias a la caridad que te ha hecho; y pues él ha cooperado,
viniendo tú a mí al ambiente de la eternidad, le daré otra
recompensa”.

El mal recrudecía cada vez más, pero me sentía feliz


encontrándome en el puerto de la eternidad. Entre tanto
vino el confesor y me llamó a la obediencia. Yo hubiera
querido callar todo, pero él me obligó a declararlo y salió con
su acostumbrado estribillo (de no deber morir por
obediencia), y con todo esto, el mal no cesaba. U1

4 de septiembre, 1902 (143)


Luisa está inquieta porque el Confesor le da la
obediencia de no morir.

Continuaba sintiéndome mal y, al mismo tiempo,


experimentaba una inquietud por esta extraña obediencia,
como si no pudiese tomar el vuelo hacia mi sumo y único
Bien, a lo que se añadía que, teniendo el confesor que
celebrar la Santa Misa, no quería darme la Santa Comunión
por los continuos embates de vómito que me molestaban.
Pero Jesús bendito, como el Confesor me dijo que por
obediencia me hiciese tocar el estómago por Jesucristo,
apenas vino me lo tocó y se detuvieron los vómitos
continuos, pero el mal no cesaba; Jesús viéndome así
inquieta, me dijo: “Hija
mía, ¿qué haces? ¿No sabes que si la muerte te sorprende
encontrándote inquieta, deberá tocarte el Purgatorio? Porque

192 4 de septiembre, 1902 (143)


si la mente no se halla unida con la mía, tu voluntad una
con la mía, si los deseos no son los mismos deseos míos,
necesariamente te conviene la puriñcación para
transformarte toda en mí. Por eso está atenta, piensa en
estar unida a mí, y Yo pensaré en lo demás”.

Y mientras decía esto, veía yo a la Iglesia, al Papa, y parte


de ella se apoyaba en mis espaldas; y al mismo tiempo veía
al confesor, que constreñía a Jesús a no llevarme por ahora.
Y el bendito Jesús dijo: “Los males son gravísimos y los
pecados están por llegar al punto de no merecer más almas
víctimas, es decir, quien sostenga y proteja al mundo delante
de mí. Si este punto toca la justicia, ciertamente me la
llevaré ”.

De modo que comprendía que todas las cosas están


condicionadas.U*

5 de septiembre, 1902 (144)

Jesús, los Ángeles y los Santos estimulan a Luisa


para que se vaya con ellos; el Confesor le da la
obediencia de no morir.

^eguía sintiéndome mal y el confesor continuaba firme, y


más bien se inquietaba porque no le obedecía con respecto a
no morir y rogaba al Señor que hiciese cesar mi sufrimiento.
Por otra parte, me sentía estimulada por Jesús bendito, por
los Santos, por los Angeles, a irme con ellos, pues ya me
encontraba con Jesús, junto con los ciudadanos del Cielo.
En este estado me sentía torturada; no sabía yo misma qué
hacer pero, con todo, me mantenía tranquila, temiendo que,
si me llevaba, no me encontrara en punto de irme expedita

3 de septiembre, 1902 (142) 193


con Jesús, de modo que me abandonaba toda en sus manos.
Entonces, mientras me hallaba en esta situación veía al
confesor y a otros que rogaban por no hacerme morir, y
Jesús me dijo: “Hija mía, me siento bajo violencia, ¿no ves
que no quieren que Yo te lleve?”.

Y yo: “También yo me siento bajo violencia; en verdad


que por poner a una pobre criatura en esta tortura,
merecerían una pena”.

Y Jesús: “¿Qué pena quieres que les dé?”.

Y yo, sin saber qué decir ante aquella fuente de caridad


inextinguible, dije: “Dulce Jesús mío, como la santidad trae
consigo el sacrificio, hazlos santos, pues si no, ellos harán el
intento de tenerme consigo y yo el intento de verlos santos,
si ellos tienen la paciencia de sentir la pena que trae la
santidad”.

Jesús, al oírme, sintió plena complacencia y me besó,


diciéndome: “Buenísima mi amada, has
sabido elegir lo óptimo para su bien y para mi Gloria. De
modo que por ahora hay que ceder, reservándome para otra
ocasión el llevarte de inmediato sin darles tiempo de que
puedan hacernos violencia”.

194 5 de septiembre, 1902 (144)


Y así, Jesús desapareció y yo volví en mí, y mitigados en
gran parte mis sufrimientos, con un nuevo vigor, como si
hubiese nacido nuevamente, pero sólo Dios sabe la pena y el
destrozo de mi ánimo. Espero al menos que quiera aceptar lo
duro de este sacrificio. eua

10 de septiembre, 1902 (145)

Prerrogativas del Amor.


^reía que el bendito Jesús hubiese retornado según lo
ordinario, pero cuál no fue mi desengaño que, después de
haber decidido no llevarme por ahora, comenzó a hacerme
esperar para verlo y, las más de las veces, como sombra y
relámpago. Así, esta mañana, sintiéndome muy cansada y
agotada de fuerzas por el continuo desear y esperar, parece
que vino y, transportándome fuera de mí, me dijo: “Hija mía,
si estás cansada, ven a mi corazón, bebe y te refrescarás”.

Así que me acerqué al Corazón Divino y bebí a largos


sorbos una leche mezclada con sangre dulcísima.

Después de esto me dijo: “Las prerrogativas del amor son


tres: amor constante, sin términos; amor fuerte y amor que
anuda a Dios y al prójimo. Si en el alma no nacen estas
prerrogativas, se puede decir que no es de la calidad del
verdadero amor’M}1

22 de octubre, 1902 (146)

Amenazas para Italia. Jesús la sostiene.


£sta mañana vino mi adorable Jesús por pocos instantes,
todo enojado y me dijo: “Cuando Italia haya bebido hasta las
heces, las más fétidas suciedades, hasta ahogarse, tanto que

10 de septiembre, 1902 (145) 195


se dirá: ¡está muerta, está muerta, entonces resucitará!”.

Después, poniéndose más tranquilo, añadió: “Hija mía,


cuando quiero algo de mis criaturas, infundo en ellas las
disposiciones naturales, de modo que cambien la misma
naturaleza para querer lo que Yo quiero. Por eso tú ten
calma en el estado en que te encuentras”.

Dicho esto desapareció y yo quedé preocupada por lo que


me dijo.ft

30 de octubre, 1902 (147)


Jesús le habla de la obediencia.
£sta mañana, encontrándome en un mar de trabajos y
lágrimas por el abandono total de mi Sumo Bien, me sentía
consumir de dolor y enajenada la mente, y veía a Jesús
bendito que me sostenía la frente con su mano, y como una
luz que contenía dentro muchas palabras de verdad. Yo
apenas recuerdo esto: es decir, que
nuestra humanidad, desatando el nudo de la obediencia

que Dios había formado entre El y la criatura, nudo tal
que sólo reunía Dios al hombre, se había dispersado. Y
Jesucristo, tomando la naturaleza humana y haciéndose
nuestra cabeza, vino a reunir a la humanidad dispersa; y,
con su obediencia a las Voluntades del Padre, vino a
reanudar otra vez a Dios al hombre. Pero esta unión
indisoluble viene mayormente reforzada a medida de nuestra
obediencia a las Voluntades divinas. Después de esto, no vi
más a mi Jesús, retirándose junto con Él la luz.ft

196 22 de octubre, 1902 (146)


1 de noviembre, 1902 (148)
La verdadera religión consiste en mirar al
prójimo en Dios y a Dios en el prójimo.
i*
¡Encontrándome en mi habitual estado, sentí que salía de
mí y encontré a un niño que lloraba y a muchos hombres,
entre los cuales, uno más serio que tomó una bebida
amarguísima y le dio al niño que lloraba, el cual, al tragarla,
sufrió tanto que parecía que se ahogaba la garganta. Yo, sin
saber quién era, de compasión lo tomé en los brazos, di-
ciéndole: “¡Es un hombre serio y. sin embargo, te ha hecho
esto!, pobrecito, ven a mí que te quiero enjugar el llanto”.

Y Él me dijo: “La verdadera seriedad se encuentra en la


religión, y la verdadera religión consiste en mirar al prójimo
en Dios y a Dios en el prójimo”.

1 de noviembre, 1902 (148) 197


Después, acercándose tanto a mi oído que sus labios me
tocaban y su voz resonaba en mi interior, añadió: “La
palabra religión para el mundo es palabra ridicula y parece
que no vale nada, pero delante de mí toda palabra que
pertenece a la religión es una virtud de valor infinito, tanto
que me serví de su palabra para propagar la Fe en todo el
universo, y el que se ejercita en esto me sirve de boca para
manifestar a las criaturas mi Voluntad”.

Mientras decía esto, yo comprendía muy bien que era


Jesús. Al oír su Voz clara, que desde hacía mucho tiempo no
oía, sentí que resucitaba de muerte a vida, y estaba
esperando, pues apenas terminase de hablar debía
exponerle mis extremas necesidades, ipeiro qué!, no bien
acabé de oír su Voz, desapareció y yo quedé desconsolada y
afligida. ^

5 de noviembre, 1902 (149)


Luisa ve un árbol en el Corazón Santísimo de
Jesús, y Él le explica el significado.

Psta mañana, mi adorable Jesús se hacía ver en mi


interior y parecía tener un árbol plantado en el corazón, tan
arraigado que las raíces partían desde la punta del corazón;
en una palabra, parecía nacido juntamente con su misma
naturaleza. Yo quedé maravillada al ver la belleza, la
perfección y la altura, que parecía tocar el Cielo, y sus ramas
se extendían hasta los últimos confínes del mundo. Ahora
bien, Jesús bendito, al verme tan maravillada, me dijo:

“Hija mía, este árbol fue concebido juntamente conmigo,


dentro del centro del corazón; desde entonces Yo sentí en lo

198 5 de noviembre, 1902 (149)


más profundo del corazón todo lo que de bien y de mal debía
hacer el hombre, gracias a este árbol de Redención llamado
Arbol de Vida, tanto que todas las almas que se mantienen
unidas a este árbol recibirán vida de Gracia en el tiempo, y
cuando las tenga bien crecidas, suministrará vida de Gloria
en la eternidad. Sin embargo, ¿cuál no es mi dolor que, si
bien no pueden arrancar el árbol y no pueden tocar el
tronco, muchos tratan de cortarme ramas para hacer que
las almas no reciban vida y así quitarme toda la gloria y la
complacencia que este Arbol de Vida me habría producido?”

Mientras decía esto, desapareció,

7 de noviembre, 1902 (150)

jesús, muestra al alma cómo es necesario el


sufrimiento.

^V\ientras estaba deseando a mi adorable Jesús, vino El


con el aspecto que tenía cuando sus enemigos lo
abofeteaban, le cubrían el rostro de salivazos y le vendaban
los ojos. El, con admirable paciencia, sufría todo; más aún,
parecía que ni siquiera los mirase, pues

Po<\ ?<?
estaba tan atento en su interior, mirando el fruto que
aquellos sufrimientos le producirían.

Yo admiraba todo y Jesús me dijo: “Hija mía, en mi obrar


y padecer nunca miré lo exterior, sino siempre a lo interior y
viendo su fruto, sea lo que fuere, no sólo sufría, sino que lo
hacía con deseo y avidez. El hombre, en cambio, hace todo lo
contrario: al obrar el bien no mira el interior de la obra, y no

7 da noviembre, 1902 (150) 199


viendo el fruto fácilmente se aburre, se llena de fastidio y
muchas veces deja de hacer el bien. Si sufre, fácilmente se
impacienta, y si hace el mal, sin mirar por dentro el mal, con
facilidad lo hace”.

Luego añadió: “Las criaturas no quieren persuadirse de


que la vida está acompañada de varias vicisitudes: ahora de
sufrimientos y también de consuelos. Las plantas y las flores
le dan el ejemplo, al estar sometidas a los vientos, a la nieve,
a granizadas y a los calores”.‘u*

16 de noviembre, 1902 (151)


Prohibición del Arzobispo, temor de no poder
obedecer. Jesús la tranquiliza porque Él obedecerá
en ella.

£sta noche la pasé muy angustiada: veía al confesor que


estaba en actitud de darme decretos y órdenes. El bendito
Jesús vino por un momento, diciéndome solamente: “Hija
mía, la palabra de Dios es alegría y

200 16 de noviembre, 1902 (151)


quien la escucha y no la hace fructificar con las obras, le
da un tinte negro y la enloda”.

Pues bien, sintiéndome muy sufrida, traté de no dar


atención a lo que veía cuando, en lo mejor, vino el confesor a
decirme que Monseñor ordenaba absolutamente que ya no
debía venir el sacerdote a hacerme salir de mi habitual
estado, sino que yo misma debía salir; cosa que por unos
buenos dieciocho años no he podido nunca conseguir, por
más lágrimas y oraciones, votos y promesas que he hecho
ante el Altísimo. Porque, lo confieso delante de Dios, todo lo
que he podido pasar de sufrimientos no han sido para mí
verdaderas cruces, sino gustos y gracias de Dios, y la sola y
verdadera cruz para mí ha sido la venida del sacerdote. Y
así, conociendo por tantos años de experiencia la
imposibilidad del éxito, mi corazón estaba herido por el
temor de no tener que obedecer, sin hacer más que
derramar lágrimas amarguísimas, orar a Dios que es el
único que mira el fondo del corazón, que tuviera piedad de la
situación en que me encontraba.

Mientras oraba entre lágrimas, vi un relámpago de luz y


una voz que decía: “Hija mía, para hacerme conocer que soy
Yo, Yo le obedeceré y después que haya dado pruedas de
obediencia, él me obedecerá a mí”.

Y al decir yo: “Señor, mucho temo que no pueda


obedecer”, añadió: “La obediencia desata y encadena; y
puesto que es cadena que une el Querer Divino con el
humano y forma con ellos uno solo, el alma no actúa con el
poder de su voluntad, sino con el poder de la Voluntad
Divina y, además, no serás tú la que obedecerás, sino Yo el
que obedeceré en ti”.

Después, todo afligido, añadió: “Hija mía, ¿no te decía Yo

16 de noviembre, 1902 (151) 201


que el tenerte en este estado de víctima y comenzar la
destrucción en Italia me resulta casi imposible?”.

Con esto quedé un poco más calmada, pero no sabía en


qué forma debía efectuarse esta obediencia,

17 de noviembre, 1902 (152)


Imposibilidad de perder los sentidos. Para
hacerla obedecer, Jesús no se manifiesta. Lágrimas
amargas. Jesús la conforta haciéndole escuchar
sólo Su voz.

Ai venir la acostumbrada hora de ser sorprendida por


mi habitual estado, con grande amargura mía, pero
amargura tal que no he experimentado una igual en mi vida,
mi mente ya no sabía perder los sentidos; mi Vida, mi
Tesoro, El que forma todo mi gusto, mi todo amable Jesús
no venía y yo trataba de recogerme en lo posible, sentía mi
mente tan vivaz que no podía ni perder los sentidos ni
dormir. Por consiguiente no hacía otra cosa qué quitar el
freno a mis lágrimas; hacía cuanto podía para seguir en mi
interior lo que hacía en el estado de pérdida de los sentidos y
una por una venían a mi mente las enseñanzas, las
palabras, el modo como debía estar unida siempre con El, y
éstas eran otras tantas flechas que herían cruelmente mi
corazón diciéndome: “Ay, después de quince años que lo has
visto cada día, cuando más, cuando menos, cuando tres o
cuatro veces y cuando una; cuando hablándote, cuando en
silencio, pero Lo has visto siempre, ¿y ahora Lo has perdido?
¿No Lo ves más? ¿Ya no oyes su voz dulce y suave? ¡Para ti
todo ha terminado! Y mi pobre corazón se llenaba de tanta
amargura y dolor que puedo decir que mi pan era el dolor y

202 17 de noviembre, 1902 (152)


mi bebida las lágrimas, y estaba tan saciada de ellas que no
entraba en mi garganta ni una gota de agua. A esto se
añadía otra espina, que muchas veces la había manifestado
a mi adorable Jesús: ’’¡Cuánto temor me da mi estado, que
sea yo, que todo sea fantasía mía, que sea una ficción!", y El
me decía: “Quita estos temores. Después verás que vendrán
días en que, a costa de cualquier esfuerzo y sacrificio que
quieras hacer para perder los sentidos, no podrás”.

Con todo esto sentía una paz en mi interior, pues al


menos obedecía, si bien me costaba la vida. Por lo cual creía
que las cosas debían continuar así, convenciéndome de que
el Señor, puesto que ya no me quería en ese estado, se había
servido de Monseñor para hacerme dar aquella obediencia.

Entonces, después de haber pasado dos días, por la


noche me pongo a hacer la adoración al Crucifijo; un
relámpago de luz aparece ante mi mente, me siento abrir el
corazón y una voz me dice: “Por unos pocos días te tendré
suspendida y luego te haré caer de nuevo en tu habitual
estado”.

17 de noviembre, 1902 (152) 203


Y yo: “Señor, ¿no me harás tú mismo recobrar si me
haces caer?”.

Y la voz: “No, es decreto de mi Voluntad servirme de la


obra del sacerdote para hacerte recobrar de aquel estado de
sufrimiento; y si quieren saber el por qué, vendrían a mí a
preguntarlo. Mi Sabiduría es incomprensible y tiene muchos
modos extraordinarios para la salvación de las almas, y
aunque incomprensible, si quieren encontrar la razón, vayan
al fondo, que la encontrarán clara como el sol. Mi Justicia
está como una nube cargada de granizo, truenos y rayos, y
en ti encontraba una barrera para no descargarse sobre los
pueblos. Por lo tanto, no quieran anticipar el tiempo de mi
Ira”.

Y yo: “¡Sólo para mí estaba reservado este castigo sin


esperanza de ser liberada de él! Has hecho muchas gracias a
las otras almas, han sufrido mucho por tu amor, sin
embargo, no tenían necesidad de ninguna obra de
sacerdote”.

Y la voz prosiguió: “Serás liberada, no ahora, sino


cuando comiencen las destrucciones de Italia”.

Esto fue para mí un nuevo motivo de dolores y de


amarguísimas lágrimas; tanto que mi amabilísimo Jesús,
compadeciéndose de mí, se movió en mi interior, poniendo
como un velo delante de lo que me había dicho. Sin hacerse
sentir y ver, me hacía oír su voz que decía: “Hija mía, ven a
mí, no te aflijas, alejemos un poco la justicia, démos lugar al
amor, de lo contrario sucumbes. Tengo muchas cosas que
enseñarte; ¿crees que he terminado de hablarte? No”.

Y como yo lloraba, habiéndose vuelto mis ojos dos ríos de


lágrimas, Jesús añadía: “No llores, amada mía, sino

204 17 de noviembre, 1902 (152)


escúchame; esta mañana quiero oír la Misa contigo y
enseñarte la manera como debes oírla”. Y así él decía y yo le
seguía de cerca. Y pues como no lo veía, mi corazón estaba
destrozado continuamente por el dolor; y para cortar de
cuando en cuando mi llanto, me llamaba continuamente ya
sea enseñándome alguna cosa de la Pasión, explicándome el
significado, o enseñándome a hacer lo que hacía en su
interior durante el curso de su Pasión, lo que por ahora dejo
de escribir, reservándolo para otro tiempo, si ha de ser del
agrado de Dios. Así seguí por otros dos días, i}1

21 de noviembre, 1902 (153)

Jesús se manifiesta de improviso a Luisa y la


pone en estado de sufrimiento. Su temor. Jesús la
conforta y le promete que la hará obedecer.

()omo continuara sin poder perder los sentidos ni dormir,


mi pobre naturaleza no podía más; y mi amadísimo Jesús,
cuando yo me sentía más que nunca convencida de que no
debía verlo más, vino muy de improviso y me hizo perder los
sentidos: me vi golpeada como de un rayo. ¿Quién puede
decir mi temor? Pero qué, ya no era dueña de mí misma, no
estaba ya en mi poder el recobrar mis sentidos. Jesús me
decía: “Hija mía, no temas, he venido para darte fuerzas; ¿no
ves tú misma cómo no puedes más y cómo tu naturaleza,
sin mí, desmaya?”. Y yo le dije llorando: “¡Ah, Vida mía, sin
ti estoy muerta, ya no siento fuerzas vitales! Tú formaste
todo mi ser y faltándome Tú, me falta todo. Ciertamente, si
no continúas viniendo, yo moriré de dolor”.
/
Y El: “Hija mía querida, tú dices que Yo soy tu Vida, y Yo
digo que tú eres mi Vida viviente. Como me serví de mi

21 de noviembre, 1902 (153) 205


Humanidad para partir, así me sirvo de tu naturaleza para
continuar el curso de mis sufrimientos en ti, por eso, toda
mía eres tú, más aún mi misma Vida”.

Mientras decía esto me acordé de la obediencia y le dije:


“Dulce Bien mío, ¿me harás obedecer
haciéndome recobrar por mí misma?”.

Y El: “Hija mía, Yo, Creador, he obedecido a la criatura


teniéndote suspensa estos días. Es muy justo que la criatura
obedezca a su Creador, sometiéndose a mi Voluntad, porque
ante mi Voluntad Divina la razón humana no vale y la razón
más fuerte, ante mi Voluntad Suprema, se disuelve en
humo”.

¿Quién puede decir cuán amargada quedé? Pero con


todo, resignada, haciendo voto de ello al Señor. Viéndome
así amargada, me dijo en mi interior: “Dile que me conceda
otros dos días de suspensión para darle tiempo de poder
regularse”. Y así se marchó, dejándome toda herida y como
colmada de amargura.

206 21 de noviembre, 1902 (153)


Y Jesús, haciendo oír de nuevo su Voz, me dijo: “¡Pobre
hija, cómo la amargan! Siento herido mi corazón al verte.
¡Valor, no temas hija mía! Y luego recuerda que, por la
intervención de la obediencia, fuiste suspendida de este
estado, y ahora que ya no quieren, Yo te haré obedecer. ¿No
es esto el clavo que más te traspasa el no tener que
obedecer?”.

Y yo: “Sí”.

Jesús replica: “Pues bien, Yo te he prometido


hacerte obedecer, por lo tanto, ya no quiero que te amargues
pero diles: ¿quieren jugar conmigo? ¡Ay de quien quiera
jugar conmigo y luchar contra mi Voluntad!”.

Y yo: “Sin Ti ¿cómo hago yo? Porque si no soy


suspendida de este estado, no te veo”.
/
Y El: “Así como no es tu voluntad salir de este estado de
sacrificio, Yo encontraré otros modos para hacerme ver y
entretenerme contigo; ¿no estás contenta?”.

Así, a la mañana siguiente, sin perder los sentidos, se


hizo ver sensiblemente, dándome alguna gota de leche para
confortarme, pues era extrema mi debilidad.‘fr

21 de noviembre, 1902 (153) 207


Estando Luisa a punto de morir, la obediencia se lo impide.
r'
Regula sintiéndome mal, y de nuevo el bendito Jesús vino y me dijo:
“Amada mía, ¿quieres ve
nirte?”. Y yo: “Sí, no me dejes más en esta tierra”. Y El: “Sí, quiero
contentarte una vez”.

Y mientras decía esto, sentí que se me cerraba el estómago y la garganta,


de modo que no entraba
nada; apenas podía respirar sintiéndome ahogar.

Luego vi que Jesús bendito llamó a los Angeles y les decía: “Ahora que la
víctima se viene, suspendan las fuerzas, a fin de que los pueblos hagan lo
que quieran”.

Y yo: “Señor, ¿quiénes son ellos?”.


//
Y El “Son los Angeles que custodian las ciudades; mientras las ciudades
son asistidas por la fortaleza de la protección divina comunicada a los
Angeles, no pueden hacer nada; cuando esta protección se les quita por las
graves culpas que cometen, y se les deja a sí mismas, pueden hacer
revoluciones y cualquier clase de males”.

Con esto, yo me sentía sosegada, viéndome sola con mi amado Jesús y


abandonada de todas las criaturas, daba gracias de corazón al Señor y le
rogaba que se dignase no hacer venir a nadie a darme molestias.

Mientras estaba en esta situación, vino mi hermana y viéndome mal.


mandó llamar al confesor, el cual, por vía de obediencia, logró hacerme abrir
un poco la garganta y salió dándome la obediencia de no deber morir. iPobre
el que tiene que vérselas con las criaturas, que sin conocer a fondo todas las
penas y añicciones de una pobre alma, añaden a las penas mayores dolores!
Es más fácil tener compasión, ayuda y consuelo de Dios que de las criaturas;
más aún, parece que se incitan más. Pero siempre sea bendito el Señor, que
dispone todo para su Gloria y el bien de las almas. H*
30 de noviembre, 1902 (155)

Temor de Luisa de ser engañada por el demonio. Jesús le enseña


a conocer cuándo es Él y cuándo el demonio.
i*
Encontrándome con temores, dudas, y agitaciones de que todo fuera obra
del demonio, al venir mi adorable Jesús me dijo: “Hija mía, Yo soy Sol que
llena de luz el mundo y, viniendo al alma, se reproduce en ésta otro Sol, de
modo que con la ayuda de otros rayos de luz se asaetean mutuamente de
continuo. Pues en medio de estos dos Soles se reproducen nubes como las
mortificaciones, las humillaciones, las contrariedades, los sufrimientos y
demás. Si éstos son verdaderamente Soles, tienen tanta fuerza que, con su
continuo asaetearse, triunfan de estas nubes y las convierten en luz, y si son
Soles carentes y falsos, estas nubes que se reproducen en medio tienen la
fuerza de convertir esos Soles en tinieblas. Esta es la señal más cierta para
conocer si soy Yo o el demonio, y después que una
persona ha recibido esta señal puede dar la vida por
confesar la verdad, que es Luz y no tinieblas”.

Fui contemplando en mi mente si se encontraban en mí


estas señales, y me veo tan defectuosa que no tengo
palabras para manifestar mi maldad. Pero con todo, no me
desaliento, más bien espero que la Misericordia del Señor
quiera tener compasión de esta pobre criatura. U1

3 de diciembre, 1902 (156)


Turbaciones con respecto a la obediencia.
Jesús la tranquiliza.

£sta mañana, encontrándome en mi habitual estado y


continuando mis temores, al venir el bendito Jesús le dije:
“Vida de mi Vida, ¿a qué viene que no me haces obedecer las
órdenes de los superiores?”.
/
Y El: “Y tú, hija mía, ¿no ves de dónde viene la
divergencia? Que el querer humano no se une con el Divino
y se dan mutuamente el beso de modo que formen uno solo,
y cuando hay divergencia entre estos dos quereres, siendo
superior el Querer Divino, el querer humano debe perder por
fuerza. Y luego, ¿qué otra cosa quieren? Si Yo te he dicho
que, si quieren, te hagan caer en este estado, si no quieren,
te hago obedecer por lo que respecta a la obediencia, que Yo
te debo hacer caer y Yo te debo hacer reanimar sin que
vengan ellos, dejando el asunto indiferente a ellos y todo a
mi disposición. A mí compete si te quiero tener un minuto o
media hora en este estado, si debo hacerte sufrir o no, esto
queda enteramente a mi cuidado, y si la voluntad de ellos es
distinta, sería querer dictarme leyes sobre el modo y sobre

210 3 de diciembre, 1902 (156)


cómo y cuándo debo Yo hacer las cosas. Esto sería querer
meterse demasiado en mis juicios y hacer de maestros,
mientras que la criatura está obligada a adorar y no a
investigar”.

Quedé sin saber qué responder. Viendo que yo no


respondía, añadió: “Esto de no querer persuadirse me
disgusta mucho. Pero tú, en las contradicciones o
mortificaciones, no tengas la mirada en ellos, sino fíjala en
mí, que fui el blanco de las contradicciones y tú,
sufriéndolas, vendrás a hacerte más semejante a mí, así tu
naturaleza no podrá cambiarse, sino que quedarás en paz y
tranquila. Quiero que pongas de tu parte, en lo posible, para
obedecerlos, y lo demás déjalo a mi cuidado, sin turbarte”,

4 de diciembre, 1902 (157)


Dificultad del Confesor. Jesús habla y desbarata
las dificultades.
i*
£staba pensando en esta obediencia y decía: Ellos tienen
razón en darme así órdenes, y no es una gran cosa que el
Señor me haga obedecer del modo que ellos quieren. Además
que ellos decían: “O que te haga obedecer o bien que diga la
razón de por qué quiere que venga el sacerdote a hacer que
te recobres de ese estado”
Mientras pensaba esto, mi adorable Jesús se movió en mi
interior diciéndome:

“Hija mía, Yo quería que ellos mismos hubieran


encontrado la razón de mi obrar, porque en mi Vida, desde
que nací hasta que morí, al estar contenida la vida de toda la

4 de diciembre, 1902 (157) 211


Iglesia, se encuentra todo, las cuestiones más difíciles,
cotejándolas con alguna situación que puede identificarse
con mi Vida, se resuelven; las cosas más intrincadas se
desembrollan, y las más oscuras y de difícil comprensión
que en la mente humana casi se pierden en la oscuridad,
encuentran la luz más clara y resplandeciente. Esto significa
que no tienen por regla de su obrar mi Voluntad, pues si no,
hubieran encontrado la razón, pero ya que ellos no la han
encontrado, es necesario que Yo hable y me manifieste”.

Después de esto se levantó y, con imperio tal que me dio


temor, dijo:

“¿Qué significa la frase ”Ve a mostrarte al sacerdote?" (Le


5, 14).

Luego, poniéndose un poco más dulce, añadió: “Mi poder


se extendía a todas partes, y desde cualquier lugar donde Me
encontraba podía obrar los más estrepitosos milagros y, no
obstante, quise asistir a casi todos los milagros
personalmente, como al resucitar a Lázaro; fui allá, hice
quitar la piedra, luego desatarlo y después, con el imperio de
mi Voz lo llamé a la vida. Al resucitar a la niña, la tomé por
la mano con mi diestra llamándola a la vida, y tantas otras
cosas que están registradas en el Evangelio y que son
conocidas por todos; Yo quise asistir con mi Presencia. Esto
enseña que, estando encerrada la vida futura de la Iglesia en
la mía, ahí está el modo como debe comportarse el sacerdote
en su actuar. Estas son cosas que atañen a ti, pero en modo
general. El punto propio lo encontrarás en el Calvario. Yo
Sacerdote y Víctima, elevado sobre el madero de la Cruz; en
ese estado de Víctima quise que me asistiese un sacerdote,
como San Juan, que para mí representaba a la Iglesia

212 4 de diciembre, 1902 (157)


naciente. En él Yo veía a todos: Papas, Obispos, Sacerdotes y
todos los fieles juntos, y él, mientras me asistía, me ofrecía
como Víctima para la Gloria del Padre y por el buen éxito de
la Iglesia naciente. Esto no sucedió acaso, que un Sacerdote
Me asistiese en el estado de Víctima, sino que todo fue un
profundo misterio, predestinado desde la eternidad en la
Mente Divina; dando a entender que, al elegir a un alma
como víctima por las graves necesidades que hay en la
Iglesia, un sacerdote me la ofrece, Me la asiste, la ayuda, la
alienta al padecer. Si estas cosas se comprenden, entonces
ellos mismos recibirán el fruto de la obra que prestan, como
San Juan, el cual, ¿cuántos bienes no tuvo por haberme
asistido en el monte Calvario? Pero si no hacen otra cosa
que poner mi obra en continuas oposiciones, me privan de
mis más bellos designios.

Además de esto, mi Sabiduría es infinita y, al mandar


algunas cruces al alma para santificarse, no toma un alma
sola, sino cinco, diez, cuantas me place a fin de que no una
sola, sino todas ellas juntas se santifiquen; como en el
Calvario no estuve Yo solo: además de un

4 de diciembre, 1902 (157) 213


sacerdote tuve una Madre, tuve amigos y también
enemigos, muchos de los cuales, al ver el prodigio de mi
paciencia, me creyeron Dios como era y se convirtieron. Si
Yo hubiese estado solo, ¿habrían recibido estos grandes
bienes? Ciertamente que no".

¿Pero quién puede expresar todo lo que me dijo y explicar


los más pequeños significados? Lo he expresado yo lo mejor
que he podido, como he sabido hacerlo en mi rudeza; lo
demás espero que lo haga el Señor, iluminándolos para
hacerles comprender lo que yo no he sabido manifestar
bien.'ü*

5 de diciembre, 1902 (158)


Llanto por el estado de los pueblos. Amenazas
de castigos.

Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús


me comunicó sus penas, y mientras yo sufría vi á una mujer
que lloraba a mares y decía: “Los reyes se han coaligado
unos con otros y los pueblos perecen; y éstos, viéndose sin
ayuda, sin protección, sino más bien despojados, se pierden,
y los reyes sin pueblos no pueden subsistir. Pero lo que más
me hace llorar es que veo que falta la fuerza de la Justicia,
que son las víctimas único y solo sostén que mantienen la
Justicia en estos tiempos tristísimos. ¿Al menos tú me das
tu palabra de no quitarte de este estado?”.
Y yo, no sé por qué, me sentí tan resuelta que respondí:
“Esta palabra no la doy, no, sino que estaré hasta que el
Señor lo quiera, pero en cuanto El me diga que ha terminado
el tiempo de hacer esta penitencia, no estaré ni siquiera un

214' 5 de diciembre, 1902 (158)


minuto más’'.

Y Ella, al oír mi inconmovible voluntad, lloraba


más como queriendo conmoverme con su llanto para dar el
sí, y yo, más que nunca decidida dije: “¡No, no!”. Y ella,
llorando dijo: “De modo que habrá
justicia, castigos, destrucción, sin ninguna medida”. U 1

7 de diciembre, 1902 (159)

Amenazas de castigos.
Encontrándome fuera de mí, me vi en una densísima
oscuridad, en la cual había millares de personas cegadas por
esa oscuridad, pues ellas mismas no entendían lo que
hacían. Parecía ser una parte de Italia o parte de Francia.
¡Oh, cuántos errores se descubrían en Francia, peores que
los de Italia! Parecía que hubiesen perdido la razón humana,
primera prerrogativa del hombre que lo hace distinguirse de
las bestias, llegando a ser peores que ellas. Junto a esta
oscuridad se veía una luz; fui allá y encontré a mi amante
Jesús, pero tan afligido y enojado contra aquella gente, que
yo temblaba de pies a cabeza y sólo dije: “Señor, aplácate,
hazme sufrir, derramando sobre mí tu enojo”.
Y Él me dijo: “¿Cómo puedo aplacarme, si me quieren
apartar de ellos, como si no fueran obra creada por mí? ¿No
ves cómo Francia me ha echado de sí, juzgándose honrada
de no reconocerme? ¿Y cómo Italia quiere imitar a Francia,
encontrándose algunos que darían el alma al diablo con tal
de vencer en la cuestión de dictar la ley del divorcio, tantas
veces intentada por ellos, habiendo quedado aplastados y
confusos? En vez de aplacarme y descargar sobre ti mi

7 de diciembre, 1902 (159) 215


enojo, te suspendo del estado de víctima, porque cuando mi
Justicia ha hecho la prueba varias veces, usando todo su
poder, de no dar el castigo querido por el mismo hombre, y a
pesar de esto lo quiere, es necesario que la Justicia
suspenda a quien la detiene y haga caer el castigo”.

Y yo: “Señor, si me quieres suspender por otros castigos,


fácilmente lo habría aceptado, porque es justo que la
criatura se conforme en todo con tu Santo Querer, pero
aceptarlo por este mal gravísimo es una suspensión que mi
alma no puede digerir, más bien invísteme de tu poder y
hazme ir hacia esa gente que quiere esto”.

Mientras decía esto, me encontré con ellos: parecían


investidos de fuerzas diabólicas, en especial uno que parecía
furibundo, como si quisiese trastornarlo todo, y les dije y
volví a decir y apenas logré proyectar en ellos una vislumbre
de razón, haciéndoles conocer el error que cometían, y
después de esto volví en mí con poquísimos sufrimientos. ^

216 7 de diciembre, 1902 (159)


8 de diciembre, 1902 (160)
Jesús suspende a Luisa de los sufrimientos.
La obediencia la ata.
i*
Ü sta mañana vino mi adorable Jesús y me dijo: “Hija mía,
hoy día quiero tenerte suspensa, sin hacerte sufrir”.

Y yo comencé a temer y a lamentarme con El, y añadió:


“No temas, Yo estaré contigo; es más,
cuando tú ocupas el estado de víctima estás expuesta a la
Justicia y además a los otros sufrimientos, y muchas veces
te conviene sufrir la misma privación y oscuridad mía, en
una palabra, todo lo que merece el hombre por sus culpas.
Pero suspendiéndote la función de víctima, todo será
Misericordia y Amor que te mostraré”.

Yo me sentía libre, si bien veía a mi amado Jesús, y


comprendía muy bien que no era su Voluntad lo que hacía
necesaria la venida del Sacerdote a hacerme recuperar, sino
los sufrimientos que Jesús hacía que me vinieran. Con esto,
no sé decir por qué, el alma sentía una pena, pero mi
naturaleza experimentaba una gran satisfacción y decía: si
no otra cosa, ahorro al confesor el sacrificio de hacerlo venir.
Pero mientras pensaba esto, vi junto con Nuestro Señor a un
sacerdote vestido de blanco; me parecía que era el Papa,
unido al confesor, quienes le rogaban que me hiciese sufrir
para impedir que dictaran esta ley del divorcio, pero Jesús
no les daba oídos. Entonces el confesor, sin preocuparse de
no ser oído, con ímpetu extraordinario que parecía que no
era él, tomó a Jesucristo en brazos

8 de diciembre, 1902 (160) 217


y a la fuerza lo llevó adentro de mí, diciendo: “¡Pero no
queremos esta ley!”.

Jesús quedó ligado a mí y crucificado dentro de mí por la


impotencia, mientras yo sentía acerbamente los dolores de la
cruz, y El dijo: “Hija, es la Iglesia la que quiere, es su
potestad unida a la fuerza de la oración”. U1

9 de diciembre, 1902 (161)


jesús la hace sufrir (a Luisa) y ella ora para
impedir el divorcio.

Encontrándome en mi habitual estado, estuve


fuera de mí junto con Jesucristo, como clavada con

El, y puesto que sufría me mantenía en silencio. s

Mientras tanto, vi al confesor unido con el Angel custodio,


que le decía: “Esta pobrecita está su
friendo mucho, tanto que le impide hablar. Dale un poco de
tregua. Cuando dos amantes desfogan entre sí lo que tienen
en su interior, acaban concediéndose mutuamente lo que
quieren”.

Entonces sentí que se me aliviaban los sufrimientos y


primeramente dije a Jesús ciertas necesidades del sacerdote,
rogándole que lo hiciese todo de Dios, porque cuando llega a
ser tal, no puede encontrar ninguna dificultad en concederle
lo que quiere, porque no podrá encontrar otra cosa sino lo
que agrada a Dios. Después dije: “Señor, ¿llegarán los
hombres a dictar esta ley del divorcio en Italia?”
Y Él: “Hija mía, corre peligro, a menos que algún rayo
chino llegue a impedir el intento”.
Y yo: “Señor, ¿cómo? ¿Hay tal vez alguien de la China
que, mientras estén por hacer esto, tome algún rayo y lo
descargue contra ellos para matarlos, de modo que,
asustados, emprendan la huida?.

Y Jesús: “Cuando no comprendes, es mejor que calles”.

Yo quedé confundida y no me atrevía a decir palabra, sin


haber entendido el significado. Pero el Angel Custodio iba a
decir al confesor que, a la intención de la cruz, juntara la de
hacerlo derramar, pues si obtenía esto vencería el punto y ya
no podrían hacerlo. ^

15 de diciembre, 1902 (162)


Luisa queda clavada con Jesús. El peso de la
Justicia divina. Jesús le habla de la obediencia.

Continuando mi habitual estado, me hallé fuera de mí y


encontré a mi adorable Jesús echado por tierra, crucificado,
pisoteado por todos, y yo, para impedir que hicieran esto, me
tendí encima para poder recibir sobre mí lo que hacían a
Nuestro Señor, y estando en esa posición, dije: “Señor, ¿qué
te cuesta que los mismos clavos que te traspasan a ti, me
traspasen también a mí?”
Entonces me encontré clavada con los mismos clavos que
tenían crucificado al bendito Jesús; El abajo y yo encima, y
en esta posición nos encontramos en medio de los hombres
que querían el divorcio. Jesús les envió muchos rayos de luz
producidos por los padecimientos que Jesús y yo
padecíamos, y ellos quedaban ofuscados y confundidos; y yo
comprendía que, si el Señor llegaba a complacerse en
hacerme seguir sufriendo, cuando ellos vinieran a hacer
esto, recibirían alguna decepción y no concluirían nada.

Después de esto desapareció, quedando yo sola con mi


sufrimiento, y luego volvió de nuevo pero no crucificado, y se
echó en mis brazos pero se puso tan pesado que mis pobres
brazos no soportaban y yo estaba a punto de hacerlo caer
por tierra. Viendo pues que, por más que hacía y me
esforzaba no podía contener aquel peso, era tanta la pena
que sentía que lloraba a mares, y El, viendo el peligro cierto
de caer y viendo mi llanto, lloraba junto conmigo. ¡Qué
desgarradora escena! Por lo cual, haciéndome violencia lo
besé en el rostro y El también me besó, y yo le dije: “Vida y
Fortaleza mía, de mí soy débil y no puedo nada, pero contigo
lo puedo todo, por eso fortalece mi debilidad, infunde tu
misma fortaleza en mí y así podré sostener el peso de tu
Persona, único modo de poder ahorrarnos mutuamente este
pesar, yo de hacerte caer y Tú de sufrir la caída”.

Al oír esto, Jesús me dijo: “Hija mía, ¿y tú no comprendes


el significado de mi pesadez? Sabe que es el peso enorme de
la Justicia, que ni Yo lo puedo soportar ni tú podrías
sostenerlo, y el hombre está por ser aplastado con el peso de
la Justicia Divina”.

Yo, al oír esto, lloraba, y El, como para distraerme puesto

220 15 de diciembre, 1902 (162)


que antes de venir yo tenía temor de no tener que obedecer
en ciertas cosas, añadió: “Y tú, amada mía, ¿por qué temes
tanto que no te haga obedecer? ¿No sabes que cuando Yo
atraigo: uno, identifico a un alma conmigo comunicándole
mis secretos, la primera tecla que toco y que es el sonido
más bello que comunica el tono a todas las otras teclas, es la
teda de la obediencia? Tanto que, si las otras teclas no están
en comunicación con la primera, sonarán en forma
discordante, que nunca podrá ser agradable a mi oído. Por
eso, no temas; y además no eres tú la que obedeces, sino Yo
en ti, y siendo obediencia que me toca a mí hacer, déjame
obrar a mí sin preocuparte, pues sólo Yo sé bien lo que
conviene y el modo de hacerme conocer”.

Dicho esto desapareció y yo volví en mí. Sea siempre


bendito el Señor,

17 de diciembre, 1902 (163)


Para poder ser víctima, Luisa vive en estado de
unión permanente con Jesús.

£sta mañana, al venir mi adorable Jesús, le rogaba que


se aplacase diciéndole: “Señor, si no puedo yo sola sostener
el peso de tu Justicia, hay muchas almas buenas, con las
cuales, dividiendo un poco con cada una, resultará más fácil
sostener el peso y así se podrá dar respiro a las gentes”.

Y El: Tú, hija mía, ¿no sabes que para poder mi Justicia
descargar sobre algún alma el peso del castigo ajeno, ella se
debe encontrar en posesión de mi unión permanente? De
modo que todo lo que obra, sufre, intercede y obtiene le es

17 de diciembre, 1902 (163) 221


dado por virtud de mi unión estable con ella, sin que el alma
haga otra cosa que poner su voluntad, unificándola con la
mía. Ni mi Justicia podría hacerlo si antes no le da la gracia
necesaria para poder poner a sufrir al alma por causa de
otros".

Y yo: ¡Y cómo! ¿Tu unión es permanente en mí? me


/
veo tan mala". Y El, interrumpiendo mis palabras, añadió:
“Simple, ¿qué dices? ¿No me sientes
continuamente en ti? ¿No adviertes los movimientos
sensibles que hago en tu interior, la oración continua que se
eleva en tu interior, sin que tú puedas hacer de distinto
modo? ¿Acaso eres tú, o más bien Yo el que habito en ti? A
lo más, no me ves alguna vez, y esto no dice nada, ¿pues
acaso mi unión no es permanente en ti?”.

Yo quedé confundida y no supe qué responder, ‘fr

222 17 de diciembre, 1902 (163)


18 de diciembre, 1902 (164)

Jesús comunica a Luisa los dolores de la


Crucifixión para impedir la ley del divorcio.

o bien me encontré en mi habitual estado, vino el


bendito Jesús pero tan sufrido que daba compasión;
entonces todo afligido me dijo: “Hija mía, ven de nuevo a
sufrir conmigo, para poder vencer la obstinación de los que
quieren el divorcio. Intentemos otra vez: tú estarás siempre
pronta a sufrir lo que quiero, ¿no es cierto? ¿Me das tu
consentimiento?”.

Y yo: “Sí, Señor, haz lo que quieras”.

No bien dije “sí”, el bendito Jesús se tendió dentro de mí,


crucificado, y como mi naturaleza era más pequeña que la
suya, me estiró tanto que me hizo igualar a su misma
Persona. Luego derramó muy poco, sí, pero tan amargo y
lleno de sufrimientos, que no sólo sentía los clavos en los
puntos de la Crucifixión, sino todo el cuerpo traspasado por
muchos clavos, de modo que me sentía toda triturada.
Luego me dejó por un rato en aquella posición y yo me
encontré en medio de los demonios, los cuales, viéndome así
de sufrida, decían: “¡Hasta el último esta maldita tiene que
vencer otra vez para que no hagamos la ley del divorcio!
¡Maldita tu existencia1 ¡Tú tratas de dañar y echar a perder
nuestros negocios, arruinando nuestros muchos trabajos!
¡Te pondremos en contra de obispos, sacerdotes y gentes, de
modo que otra vez te haremos pasar por el capricho de
aceptar los sufrimientos!”, y mientras decían estas

18 de diciembre, 1902 (164) 223


cosas me lanzaban torbellinos de llamas y humo. Yo me
sentía tan sufrida que no me entendía a mí misma.

El bendito Jesús volvió y los demonios huyeron ante su


vista, y me renovó otra vez los mismos sufrimientos, y más
fuertes que antes, y repitió lo mismo por otras dos veces. Y
aunque he estado casi siempre con Jesús, por encontrarme
como oprimida por fuertes sufrimientos, no le dije nada.
Sólo El me decía: “Hija mía, por ahora es necesario que tú
sufras, ten paciencia, ¿no quieres tomar cuidado de mis
intereses como si fuesen tuyos?”. Y me sostenía entre sus
brazos, por no poder mi naturaleza por sí sola sostener el
peso de aquellos sufrimientos.

Después me dijo: “Amada, ¿quieres ver el mal que ha


sobrevenido en los días que te he tenido suspendida de este
estado?”

Entre tanto, no sé cómo vi la Justicia y la veía llena de


Luz, de Gracia, de castigos y de tinieblas, y por cuantos días
había estado suspendida, otros tantos ríos de tinieblas
bajaban sobre la tierra y los que quieren hacer mal y decir
mal, quedaban más cegados y tomaban fuerzas para ponerlo
en ejecución, volviéndose contra la Iglesia y las personas
sagradas. Yo quedé admirada y Jesús me dijo: “Tú te creías
que era nada, tanto que no te ocupabas, pero no era así.
¿Has visto cuánto mal ha venido y cuánta fuerza han
tomado los enemigos para llegar a hacer lo que en el tiempo
que te tuve en este estado, no han podido?”

Después de esto desapareció.‘u*


jesús pone a prueba a Luisa y ella pide el
sufrimiento.

Continuando mi habitual estado, me vi fuera de mí y


encontré a Nuestro Señor junto a una cruz, toda entretejida
de espinas. Entonces la tomó y me la puso sobre las
espaldas, ordenándome que la llevara hacia una multitud
para dar prueba de su Misericordia y aplacar a la Justicia
Divina. Era tan pesada que la llevaba encorvada y como
arrastrándome. Mientras la llevaba, Jesús desapareció, y el
que me guiaba, cuando llegué a un punto, me dijo: “Deja la
cruz y despójate, pues debe retornar Nuestro Señor y debe
encontrarte pronta para la crucifixión”.

Yo me despojé y retuve los vestidos en la mano por la


vergüenza que sentía, y dije entre mí: Apenas venga, las
dejaré.

Mientras tanto, retornó y, encontrándome con los


vestidos en la mano, me dijo: “Ni siquiera te has hecho
encontrar despojada del todo para poder crucificarte en
seguida; entonces la reservaremos para otro tiempo”.

Yo me quedé confundida y afligida, sin poder articular


palabra; y Jesús, para consolarme, me tomó de la mano y
me dijo: “Dime, ¿qué quieres que te dé?”

Y yo: “Señor, padecer”.

Y Él: “¿Y qué otra cosa?”


Y yo: “No sé pedirte otra cosa que padecer”.

Y Jesús: “¿Y amor no quieres?”.

Y yo: No, padecer, porque dándome el padecer me darás


más amor, y esto lo conozco yo por experiencia: que para
obtener las Gracias y el amor más fuerte de todo, no se
obtiene por otro medio que no sea el padecer; y para
merecer todas tus simpatías, gustos y complacencias, único
y solo medio es el padecer por tu amor".
s

Y El: “Amada mía, te he querido probar para encender


más en ti el deseo de padecer por amor mío.

Después de esto vi personas que se creían algo más que


los otros, y el Bendito Jesús me dijo:

“Hija mía, quien delante de mí y delante de los demás se


cree algo, no vale nada, y el que se cree nada, vale todo, es
el primero delante de mí, porque si hace alguna cosa no se
cree que la hace porque puede hacerla, porque tenga la
fuerza, la capacidad, sino que la hace porque recibe de Dios
la Gracia, las ayudas, las luces; por consiguiente se puede
decir que la hace en virtud del Poder Divino, y quien tiene en
sí el Poder Divino ya vale todo. Delante de los hombres, este
obrar en virtud del Poder Divino le hace obrar todo de un
modo diverso y no hace otra cosa que transmitir luz del
Poder Divino que contiene en sí, de modo que los más
perversos, sin quererlo, sienten la fuerza de esta luz y se
someten a sus quereres y he aquí que, hasta delante de los
hombres, vale todo. Al contrario, el que se cree algo, además
de que no vale nada es abominable en mi Presencia y por los
modos ostentosos e inusuales que tienen, creyéndose algo,
burlándose de los demás, son señalados con el dedo por los
hombres como objeto de burla y de persecución”.^

226 24 de diciembre, 1902 (165)


26 de diciembre, de 1902
Efectos de las calumnias, persecuciones y
abandonos de las criaturas. Jesús se sirve de ellos
para purificar al alma y amaestrarla divinamente.

Encontrándome en mi habitual estado, me sentía toda


oprimida y con temor de recibir persecuciones, oposiciones,
calumnias, no sólo yo, que de mí no me cuido porque soy
una pobre criatura que valgo nada, sino el confesor con
otros sacerdotes. Por lo que sentía mi corazón destrozado
por este peso sin poder encontrar quietud. Entre tanto, vino
mi adorable Jesús y me dijo:

“Hija mía ¿por qué estás turbada e inquieta perdiendo el


tiempo? Para las cosas tuyas no hay nada; y además todo es
providencia divina que permite las calumnias, las
persecuciones, las oposiciones para justificar al hombre y
hacerlo volver a la unión del Creador por sí solo sin apoyo
humano, como salió al ser creado. Y he aquí cómo al
hombre, por más bueno y santo que sea, siempre le queda
algo de espíritu humano en su interior, como también en su
exterior no es perfectamente libre, siempre tiene algo de
humano en que espera, confía y se apoya, y de lo cual quiere
percibir estima y respeto. Que venga un poco del viento de
las calumnias, persecuciones y oposiciones; ¡ah, qué granizo
destructor recibe el espíritu humano! Porque el hombre,
viéndose combatido, mal visto, despreciado por las
criaturas, ya no encuentra satisfacción entre ellas; más bien
llegan a faltarle todas las ayudas, los apoyos, la confianza y
la estima; y si antes iba en busca de ellas, después él mismo
les huye, porque a donde quiera que se vuelva no encuentra
sino amarguras y espinas. Y así, reducido a este estado,
permanece solo; pero el hombre no puede estar, no está

26 de diciembre, de 1902 221


hecho para estar solo; ¿qué hará el pobrecito? Se volverá
todo, sin la mínima vergüenza, a su centro Dios. Dios se
dará todo a él y el hombre se dará todo a Dios, aplicando su
inteligencia para conocerlo, su memoria para acordarse de
Dios y de sus beneficios, su voluntad para amarlo.

Y he aquí, hija mía, justificado, santificado y rehecho en


su alma el fin para el cual fue creado. Y aunque después le
convenga tratar con las criaturas y vea que se le ofrecen
ayudas, apoyos, estima, los recibirá con indiferencia
conociendo a porfía quiénes son, y si los recibe, lo hará sólo
cuando vea el honor y la Gloria de Dios, quedando siempre
sólo Dios y él”, ü1

228 26 de diciembre, de 1902


30 de diciembre, 1902 (167)
El Señor le hacer ver a Luisa terremotos y destrucciones de
ciudad. Jesús le habla de su Voluntad.

Encontrándome en mi habitual estado, me parecía ver a la Santísima


Trinidad y yo en medio de Ellos, como si quisieran resolver qué deberían
hacer del mundo. Parecía que dijeran: “Si no se mandan al mundo
asperísimos flagelos, todo para él se acaba en materia de religión, y se harán
peores que los mismos bárbaros”.

Y mientras decían esto, parecía que bajaran sobre la tierra guerras de


toda clase, terremotos como para destruir ciudades enteras, y enfermedades.
Yo, viendo esto, toda temblorosa dije: “Majestad Suprema, perdona la
ingratitud humana; ahora más que nunca el corazón del hombre se ha
rebelado; si se ve mortificado se rebelará más, añadiendo ultrajes a tu
Majestad”.

Y una voz que salía de en medio de Ellos decía: “El hombre se puede
rebelar sólo cuando es mortificado, pero cuando es destruido, cesa su
rebelión; ahora no se habla de mortificación, sino de destrucción”.

Después de esto desaparecieron; ¿quién puede decir cómo quedé yo?


Tanto más que sentía como una disposición a querer salir de este estado de
sufrimientos y una voluntad no perfectamente resignada al Querer Divino.
Veía claramente que la más fea injuria que puede hacer la criatura al
Creador es oponerse a su Santísimo Querer; sentía la pena de esto, temía
intensamente que pudiese hacer un acto opuesto a su Querer; con todo
esto no podía tranquilizarme. Entonces, después de larga espera volvió mi
adorable Jesús y me dijo: “Hija mía, muchas veces Yo me deleito eligiendo a
las almas, rodeándolas de fortaleza divina, de modo que ningún enemigo
pueda entrar en ellas, y ahí establezco mi perpetua morada. En esta morada
que hago me bajo, se puede decir, a los más diminutos servicios, las lustro,
les arranco todas las espinas, destruyo en ellas todo lo que de mal ha
producido la naturaleza humana y planto todo lo que de bello y de bueno se

30 de diciembre, 1902 (167) 229


encuentra en mí, tanto que formo el más hermoso jardín de mis delicias para
servirme de él a mi gusto y, según las circunstancias, para mi Gloria y el
bien de otros; al punto que se puede decir que el alma ya no tiene nada de
suyo, sirviéndome sólo de habitación. Pues bien, ¿sabes tú qué se requiere
para destruir todo esto? Un acto opuesto a mi Voluntad; y todo esto lo harás
tú si te opones a mi Voluntad”.

Y yo: “Temo, oh Señor, que los superiores me puedan dar la obediencia


de la otra vez”.

Y El: “Esto no es cosa tuya, y yo me las veré con ellos; pero aquí está tu
querer”.

Con todo esto, no me podía calmar e iba repitiendo en mi interior: i Qué


funesto cambio me ha sucedido! ¿Quién ha apartado mi querer del Querer de
mi Dios, que parecía que fueran todo uno?^

31 de diciembre, 1902 (168) Angustias del alma y Jesús la

tranquiliza.
^eguía con el temor de que pudiese oponerme al Querer Divino de Jesús,
y me sentía toda oprimida y angustiada y estaba rogándole que me liberase,
diciendo: “Señor, ten piedad de mí”, ¿no ves el peligro en que me encuentro?
¿Es posible que yo, vilísimo gusanillo, me atreva a tanto, de sentirme opuesta
a tu Santo Querer? Y luego; ¿qué bien puedo yo encontrar y a qué precipicio
me he lanzado, si me encuentro separada de tu Voluntad?".

Mientras decía esto, el bendito Jesús se movió en mi interior y con una


luz que me enviaba parecía decirme: “Tú nunca comprendes nada. Este
estado es estado de víctima; como te han ofrecido como víctima por Corato,
tú aceptaste; ¿ahora qué de malo hay en Corato? ¿No es tal vez la rebelión de
la criatura contra el Creador, entre sacerdotes y seglares, entre partidos y
partidos? Ahora, tu estado de rebelión no querida, el temor, tus penas, es
estado expiratorio, y este estado de expiación lo sufrí Yo en Getsemaní, al

230 30 de diciembre, 1902 (167)


punto que llegué a decir: 'Si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga
mi voluntad, sino la tuya; mientras en todo el curso de mi Vida lo había
deseado tanto hasta sentirme consumir”.

Al escuchar esto parece que me tranquilicé y, reanimada, le rogué que


derramase en mí sus amarguras. Y allegándome a su boca, por más que
absorbía no me llegaba nada, sino sólo un hálito muy

31 de diciembre, 1902 (168) 231


amargo que afligía todo mi interior. Yo, viendo que no
derramaba nada, dije: “Señor, ya no me amas, no quieres
derramarme amarguras; al menos derrama tus dulzuras”.

Y El: “Antes bien, te amo más, y si pudieras entrar en mi


interior verías con claridad en todas mis partes, el Amor
especial hacia ti; y algunas veces te amo tanto que llego a
amarte como me amo a mí mismo, si bien no puedo verte y
me eres nauseabunda”.

¡ Cual rayo han sido estas últimas palabras para mi


pobre corazón! ¡Pensar que no siempre soy amada por mi
Jesús y llego a ser un alma abominable! Si no hubiese
corrido El mismo a explicarme el significado, yo no habría
podido vivir más. Luego añadió:

“Pobre hija, ¿te es muy duro esto? Has encontrado mi


misma suerte. Yo era siempre tal como era: uno con la
Trinidad Sacrosanta y Nos amábamos con un Amor eterno,
indisoluble; sin embargo, cubierto, como Víctima, de todas
las iniquidades de los hombres, mi aspecto externo era
abominable delante de la Divinidad, tanto que la Justicia
Divina no me ahorró en parte alguna, haciéndose
inexorable, hasta abandonarme. Tú estás siempre tal cual
eres conmigo y, así como ocupas el estado de víctima, tu
exterior aparece delante de la Divina Justicia cubierto de las
culpas de otros: he ahí por qué te he dicho aquellas
palabras; pero tú cálmate, pues te amo siempre”.

Dicho esto, desapareció. Parece que el bendito Jesús


tiene deseos de intranquilizarme, si bien me da en

232 31 de diciembre, 1902 (168)


seguida la paz. ¡Siempre sea bendito y reciba nuestros
agradecimientos^

5 de enero, 1903 (169)


Luisa suplica a Jesús que quite a los perversos la
libertad de hacer el mal, y Jesús le infunde valor
para que se ofrezca víctima por ellos.

£sta mañana me sentía casi libre de sufrimientos. Yo


misma no sabía qué hacer, cuando me sentía fuera de mí y
veía a muchas personas de nuestro país que, además de las
palabras y calumnias que habían dicho, tramaban llegar a
los hechos. En tanto vi al bendito Jesús y dije: “Señor, ¡das
demasiada libertad a estos hombres infernales! Hasta aquí
han sido palabras de infierno, y ahora quieren llegar a poner
las manos sobre /
tus ministros. Atalos y ten compasión de ellos y, al mismo
tiempo, defiende a aquéllos que me pertenecen”.
___ /
Y El: “Hija, es necesaria esta libertad para conocer al
bueno y al malo. Pero sabe que estoy cansado del hombre, y
tan cansado, que lo participo a ti, de modo que cuando tú
sientes ese cansancio de este estado de víctima y casi la
voluntad de querer salir de él, esto te viene de ahí. Y te
advierto que estés atenta a no poner ninguna voluntad,
porque Yo voy buscando casi como pretexto la voluntad de la
criatura para apoyarme y castigar a los rebeldes. Pero
hagamos todavía la prueba: te haré sufrir a ti y aquéllos
quedarán sin fuerzas y no podrán hacer nada de lo que
quieren”.
¿Quién puede decir lo que he sufrido y cuántas veces me
ha renovado la Crucifixión? Y mientras hacía esto, me dijo,
alzando la mano al Cielo:

“Hija mía, no he hecho al hombre para la tierra, sino


para el Cielo, y su mente, su corazón y todo lo que contiene
su interior, debía existir en el Cielo y, si hiciese esto,
recibiría en las tres potencias el influjo de la Santísima
Trinidad, quedando ésta copiada en él; pero como se ocupa
de la tierra, recibe en sí el fango, la podredumbre y toda la
sentina de vicios que contiene la tierra”.

7 de enero, 1903 (170)


Luisa pide aclaraciones sobre su estado y Jesús
la clarifica. Bellísima comparación de un rey que va
habitar en la casita de un pobre.

Continuaba en mi habitual estado y pensaba: ¿Es


posible, puede ser verdad que por pocos sufrimientos míos,
el Señor deba suspender los castigos, debilitar las fuerzas
humanas para que no hagan las revoluciones y dicten leyes
inicuas? Y luego, ¿quién soy yo para merecer con pocos
sufrimientos todo esto?

Mientras pensaba en esto, vino el bendito Jesús y me


dijo: “Hija mía, ni tú ni quien te dirige han comprendido tu
estado. En el estado de sufrimientos, tú desapareces
enteramente y Yo solo, no místicamente, sino en carne viva,
reproduzco en ti los
mismos sufrimientos que padecí en mi Humanidad. ¿Y
no fueron acaso mis sufrimientos los que debilitaron las
mentes enceguecidas, en una palabra, los que hicieron la
Redención del hombre? Y si lo pudieron hacer entonces en
mi Humanidad, ¿no lo pueden hacer acaso ahora en la tuya?

Si un rey fuese a habitar en un pequeño tugurio y desde


ahí dispensara gracias, ayudas, monedas, y continuara su
oficio de rey, si alguien no creyera, se diría que es
mentecato; si es rey, puede hacer el bien tanto en el palacio
real como en el pequeño tugurio; más aún, se admira más
su bondad pues, siendo rey, no se desdeña de habitar
pequeños tugurios o viles cabañas. Así es tu realidad".

Yo no comprendía con claridad todo esto y dije: “Séñor


mío, todo está bien, como dices, pero toda la dificultad de mi
estado está en la venida del sacerdote”.

Y El: “Hija mía, aunque un rey habitase pequeños


tugurios, por las circunstancias, las necesidades, el estado
de rey, conviene que sus ministros no lo dejen solo, sino que
le hagan compañía, sirviéndole y obedeciéndole en lo que él
quiere”.

Me quedé tan convencida, que ya no supe qué decir, 'u*

7 de enero, 1903 (170) 235


Todo está escrito en los corazones de quien cree,
espera y ama; en los otros, nada está escrito.

£sta mañana me sentía toda oprimida, pues como había


venido Monseñor a visitarme, decía que no era cierto que
fuese Jesucristo el que obraba en mí. Al venir el bendito
Jesús, me dijo: “Hija mía, para comprender bien un asunto
se requiere creencia, porque sin ésta todo es oscuro en la
inteligencia humana, mientras que el solo creer enciende en
la mente una Luz y por medio de esta luz descubre con
claridad la verdad y la falsedad, cuándo obra la Gracia,
cuándo la naturaleza y cuándo la acción diabólica. Mira, el
Evangelio es conocido por todos, ¿pero quién comprende el
significado de mis palabras, las verdades que él contiene?
¿Quién las conserva en su propio corazón y hace de ellas un
tesoro para comprarse el Reino Eterno? El que cree; ¿y todos
los demás?, no sólo no comprenden una jota, sino que se
sirven de ellas para hacer befa y hacer burla de las cosas
más santas. Por eso se puede decir que todo está escrito en
el corazón del que cree, espera y ama; y para todos los
demás nada está escrito en ellos. Así es respecto de ti: quien
tiene un poco de creencia ve las cosas con claridad y
encuentra la verdad; el que no, ve todas las cosas confusas”.
í
Jesús dice a Luisa que las palabras mas gratas y
consoladoras para la Santísima Virgen son “El
Señor es contigo*9.

£sta mañana, después de haber demorado mucho, vino


la Reina Madre con el Niño en brazos y me lo dio diciéndome
que Lo tenga lleno de atenciones con actos continuos de
amor. Hice cuanto pude y, mientras tanto, Jesús me dijo:
“Amada mía, las palabras más gratas y que más consuelan a
mi Madre son "el Señor es contigo" porque, no bien fueron
pronunciadas por el Angel, sintió que se le comunicaba el
Espíritu Divino y por lo mismo se sintió investida del Poder
Divino, de modo que el suyo, frente al Poder Divino, se
disipó, y mi Madre quedó con el Poder Divino en sus
manos".‘fr I

I de enero, 1903 (173)

Luisa ora.

|"|abiendo dicho el confesor que pidiese según las


intenciones de Monseñor, y encontrándome fuera de mí, veía
que no tenían relación con Monseñor, sino con otras
personas, y entre éstas veía a una mujer muy buena, pero
toda consternada que lloraba, y Monseñor que la defendía
bajo los brazos de una cruz con Cristo clavado sobre ella, y
debía tener ocasión de combatir por la religión; y el bendito
Jesús decía: “Los confundiré”.
13 de enero, 1903 (174)

Luisa ve a la Santísima Trinidad. Amor y


complacencia entre las tres Divinas Personas; amor
inmenso por las criaturas.

Encontrándome en mi habitual estado, me parecía ver a


la Santísima Trinidad, cuyas Personas se contemplaban
mutuamente; y en aquellas miradas era tanta su belleza,
que permanecían extáticas con sólo mirarse. En este estado
se desbordaban de amor y quedaban como agitadas por este
Amor, para permanecer más intensamente extáticas con sólo
mirarse; de modo que todo su bien y complacencia estaban
contenidos en Ellas mismas y toda su eterna Vida, Beatitud
y Ejercicio estaban encerrados en esta sola palabra: AMOR;
y toda la felicidad de los santos estaba formada por este
obrar perfecto de la Santísima Trinidad.

Mientras veía esto, el Hijo tomó la forma de Crucifijo y,


saliendo de en medio de Ellas, vino a mí participándome las
penas de la crucifixión; estaba conmigo y volvió de nuevo
hacia Ellas y ofreció los sufrimientos suyos y los míos y
satisfizo por el amor que les debían todas las criaturas.
¿Quién puede expresar su complacencia y cuán satisfechas
quedaban por el ofrecimiento del Hijo? Parecía que, así como
en el crear a las criaturas, no otra cosa había salido de su
seno sino llamas repletas de amor y que, para desfogar este
amor, se habían puesto a crear muchas otras imágenes
suyas, quedando satisfechas cuando reciben lo que han
dado, es decir: han dado amor, quieren

238 13 de enero, 1903 (174)


amor, de modo que la más fea afrenta es el no amarlas. Sin
embargo, oh, Dios tres veces Santo, ¿quién hay que te ame?
Después de esto desaparecieron; ¿quién puede expresar lo
que yo comprendía? Mi mente se pierde y mi lengua no sabe
articular palabra. Y luego, el bendito Jesús retornó con el
rostro cubierto de salivazos y de fango, y me dijo:

“Hija mía, las alabanzas y adulaciones son salivazos y


fango que ensucian y enlodan al alma y ciegan la mente, le
impiden que se conozca quién es ella verdaderamente,
especialmente si no se parte de la verdad; pues si la persona
parte de la verdad y es digna de alabanza, me dará a mí la
Gloria, pero si parten de la falsedad impulsan al alma a tal
exceso que se confirma más en el mal”.^

31 de enero, 1903 (175)


Intenciones de Jesús al sufrir la coronación de
espinas.

después de haber aguardado mucho, en cuanto vi al


bendito Jesús en mi interior llevando la corona de espinas,
me puse a mirarlo y a compadecerlo, y El me dijo: “Hija mía,
quise sufrir estas espinas en mi cabeza no sólo para expiar
todos los pecados de pensamiento, sino para unir la
Inteligencia Divina a la humana, porque la Inteligencia
Divina estaba como desperdigada en las mentes humanas y
mis espinas las llamaron desde el Cielo y las injertaron de
nuevo. No sólo esto, sino que obtuve para quien debía
manifestar las cosas divinas, ayuda, fuerza, esclarecimiento
para hacerlas conocer a los demás”.
1 de febrero, 1903 (176)
La Madre Reina reprocha ásperamente a Luisa.

Pncontrándome en mi habitual estado, me sentía toda


afligida, especialmente porque mi confesor me había dicho
que esta mañana se abría en Corato una iglesia protestante
y que debía pedir al Señor que hiciese ocurrir cualquier cosa
para hacerlos confundir, a costa de cualquier sufrimiento
mío; y viendo que el Señor no venía y, por tanto, que no
sentía grandes sufrimientos, único medio para obtener esta
clase de gracias, experimentaba una enorme aflicción.
Entonces, después de mucha tardanza, vino el bendito
Jesús, y veía que el confesor insistía mucho en hacerme
sufrir. Así, parece que me participó las penas de la cruz y
luego me dijo: “Hija mía, te he hecho sufrir, obligado por el
poder sacerdotal, y permitiré que los que vayan, en vez de
quedar convencidos de lo que digan los protestantes, los
tomen a burla. Después, si el castigo ha caído sobre Corato
en los días en que te tuve suspendida del estado de víctima,
eso debe tener su curso; y si tú continúas sufriendo,
dispondré los corazones de modo que, a tiempo oportuno, me
serviré de cualquier ocasión para hacerlos quedar del todo
confundidos y destruidos”.
Después vino la Reina Madre, y como si hubiese querido
usar conmigo un tratamiento de justicia, me reprendió
ásperamente por cualquier pensamiento o palabra, en
especial cuando viéndome con poquísimos sufrimientos digo
que ya no es Voluntad de Dios y por eso quiero salir de este
estado. Quién puede decir con qué rigor me reprendió. Me
dijo: “Que el Señor permita suspenderte algún día, puede
ser, pero que dispongas tú es intolerable delante de Dios, al
llegar tú casi a dictar leyes sobre el modo como quiere
tenerte”. Sentía tanto la fuerza del rigor que estaba por
desfallecer, tanto que el bendito Jesús, compadecido de mí,
me sostuvo entre sus brazos. *0*

9 de febrero, 1903 (177)

Los bienes que tiene la Iglesia Católica y los


males de los protestantes.

£sta mañana encontrándome fuera de mí, veía al


confesor con otro sacerdote santo, el cual decía: “Corta
cualquier pensamiento de no ser Voluntad de Dios tu
situación”.

Después tomó la palabra acerca de estos protestantes


que dicen de Corato, y dijo: “Poco o nada harán, porque los
protestantes no tienen el anzuelo de la verdad para pescar
los corazones, como lo tiene la Iglesia Católica; les falta la
barca de la verdadera virtud para poder ponerlos a salvo;
están desprovistos de velas, de remos, de ancla, como son
los ejemplos y enseñanzas de
Jesucristo, y llegan a no tener ni un pan para matar el
hambre, ni agua para refrescarse y lavarse, como son los

9 de febrero, 1903 (177) 241


sacramentos; y, lo que es más, les falta hasta el mar de la
Gracia para poder ir en busca de las almas por pescar. Por lo
cual, faltándoles todo esto, ¿qué progresos podrán hacer?”.

Y dijo muchas otras cosas que yo no atino a repetir.


Después vino mi adorable Jesús y me dijo: “Hija mía, quien
me ama está ñjo frente al centro Divino, pero quien se
resigna y hace en todo la Voluntad Divina, posee en sí
mismo el centro de la Divinidad”.

Y desapareció como un relámpago.

Después de poco volvió, y yo le estaba dando gracias por


la Creación y la Redención y por muchos
s

otros beneficios, y El añadió: “En la Creación formé el


mundo material y en la Redención formé el mundo
espiritual”.'u*

22 de febrero, 1903 (178)


El pecado es veneno y el dolor es el antídoto.

Encontrándome en mi habitual estado, vi por poco tiempo


a mi adorable Jesús y me dijo: “Hija mía, el pecado ofende a
Dios y hiere al hombre, y puesto que lo hace el hombre y el
ofendido es Dios, para recibir una plena satisfacción se
requería un hombre y un Dios que satisfaciese. Y los treinta
años del curso de mi vida mortal satisficieron por las tres
edades del mundo; por los tres diversos estados de ley de
naturaleza, ley escrita y ley de Gracia; y por las tres diversas
edades de cada hombre: adolescencia, juventud y vejez. Yo
satisfice por todos, merecí e impetré, y mi Humanidad sirve

242 22 de febrero, 1903 (178)


de escala para subir al Cielo; pero si el hombre no sube esta
escala con el ejercicio de las propias virtudes, en vano
intenta subir y hace inútil para sí mismo mi obra”.

Entonces yo, oyendo nombrar el pecado, dije: “Señor,


¿dime por qué te complace tanto cuando un alma se duele
de haberte ofendido?”.
/
Y El: “El pecado es un veneno que envenena toda el alma
y la vuelve tan deforme que hace desaparecer en ella mi
imagen; y el verdadero dolor es un antídoto. Y como el dolor
destruye el veneno, se forma un vacío en el alma y este vacío
lo llena la Gracia: he ahí la causa de mi complacencia, y es
que veo que resurge por medio del dolor la obra de mi
Redención”. 'fr

23 de febrero, 1903 (179)


Los hombres no quieren a Jesucristo como cabeza,
pero la Iglesia será siempre la Iglesia.

Encontrándome fuera de mí, me hallé cercana a un


jardín que parecía ser la Iglesia, junto al cual había personas
que al parecer maquinaban un atentado contra la Iglesia y el
Papa. En medio de éstas estaba Nuestro Señor Crucificado,
pero sin la cabeza; ¿quién puede

23 de febrero, 1903 (179) 243


decir la pena y el disgusto que daba ver su sacratísimo
cuerpo en ese estado? Y comprendía que los hombres no
quieren a Jesucristo como su cabeza y, como la Iglesia lo
representa en esta tierra, tratan de destruir al que hace sus
veces.

Después me encontré en otro lugar, donde vi otras


personas que me preguntaban: “¿Qué dices tú de la Iglesia?”.

Y yo, percibiendo una luz en mi mente, dije: “La Iglesia


será siempre Iglesia. A lo más podrá bañarse en su propia
sangre, pero este lavatorio la hará más bella y gloriosa”.

Ellos, al oír esto, dijeron: “¡Es falso!, llamemos a nuestro


dios y veamos qué dice”.

Entonces salió un hombre que superaba a todos en


altura, con una corona en la cabeza, y dijo: “La Iglesia será
destruida, no habrá celebraciones públicas, a lo más alguna
oculta, y la Virgen ya no será reconocida”.

Yo, al oír esto, dije: “¿Y quién eres tú, que osas decir esto?
¿No eres acaso la serpiente condenada por Dios a arrastrarte
en la tierra? Y ahora te atreves a tanto que te haces creer
rey, ¿engañando a las gentes? ¡Te ordeno hacerte conocer lo
que eres!”.

Mientras decía esto, de alto que era se hizo bajo, bajo,


tomó la forma de serpiente y hecho relámpago se precipitó
abajo, y yo volví en mí.ft

244 23 de febrero, 1903 (119)


Jesús se muestra llevando un haz (un atado) de
cruces en el brazo y le dice a Luisa que son las
cruces de los desengaños que tiene listos para cada
uno.

Encontrándome en mi habitual estado, me hallaba


junto con el bendito Jesús, que llevaba un haz de cruces
/
y de espinas en sus brazos, todo El cansado y anheloso, y
yo, viéndole en ese estado, dije: “Señor, ¿por qué te afliges
tanto con este haz en los brazos?”.
/
Y El: “Hija mía, éstas son las cruces del desengaño que
tengo siempre listas para desengañar a las criaturas”.

Pues mientras decía esto, nos encontramos entre las


gentes, y el bendito Jesús, apenas veía a uno que se apegaba
a las criaturas, tomaba de ese haz la cruz de la persecución
y se la daba; y él, viéndose perseguido, mal visto, quedaba
desengañado y comprendía lo que eran las criaturas y que
sólo Dios merece ser amado. Si veía algún otro apegado a las
riquezas, tomaba de aquel haz la cruz de la pobreza y se Ja
daba, y él, viendo que se esfumaban las riquezas,
empobrecido, comprendía que todo es humo acá abajo y que
las verdaderas riquezas son las eternas y por lo tanto
apegaba su corazón a todo lo que es eterno. Si otro se ataba
a su propia estima, al saber, el bendito Jesús con toda
dulzura tomaba la cruz de las calumnias y de las
confusiones y se la daba, y él, confundido, calumniado, se
quitaba como una máscara y comprendía su nada, su ser, y
arreglaba todo su
interior en orden sólo a Dios y ya no a sí mismo; y así
sucesivamente de todas las otras cruces.

Después, mi adorable Jesús me dijo: “¿Has visto por qué


tengo este haz de cruces en los brazos? El amor a las
criaturas me obliga a tenerlo, por estar en continua
preocupación por ellas, siendo la cruz el primer desengaño y
la primera que juzga la conducta de las criaturas; si la
criatura se somete a la cruz, le hará esquivar el Juicio de
Dios que se verá satisfecho cuando alguien en la vida se
somete al juicio de la cruz; y si no se somete, se encontrará
en el ambiente del segundo desengaño de la muerte y será
juzgado por Dios con más estricto rigor y mucho más por
haber esquivado el juicio de la cruz, que es todo juicio de
amor”.

Después de esto desapareció y yo comprendía asimismo


que es verdad que Jesús ama la cruz pero, muchas veces, el
mismo hombre mueve e incita a Jesús a que le dé la cruz,
para que esté en orden con Dios, consigo mismo y con las
criaturas y no viendo en él ningún desorden, el Señor se
abstendría y le daría paz.U1
6 de marzo, 1903 (181)
Jesús y Luisa giran por el mundo para ver quién lo quiere y dice
"¡Ecce Homo!"

f^espués de haber tardado mucho, el bendito Jesús se hacía ver dentro


de mi interior, diciéndome: “¿Vayamos a ver si las criaturas me quieren?”

Y yo: “Seguramente que e querrán; siendo tú el ser más amable, ¿quién


tendrá la osadía de no quererte?”.

Y El: “Vamos y luego verás qué hacen”.

Fuimos y cuando llegamos a un punto donde había mucha gente, sacó su


cabeza de dentro de mi interior y dijo las palabras que dijo Pilatos cuando lo
mostró al pueblo: “¡HE AQUÍ AL HOMBRE!”, y comprendía yo que aquellas
palabras significaban si querían o no que el Señor reinase como su Rey y
tuviese el dominio en sus corazones, sus mentes, sus obras; y ellos
respondieron: “¡Quítalo, no lo
queremos!, ¡más aún, crucifícalo para que quede destruida toda su
memoria!”. ¡Oh, cuántas veces se repiten estas escenas! Entonces el Señor
dijo a todos: “¡HE AQUÍ AL HOMBRE!”. Al decir esto hubo un murmullo, una
confusión en que decían: “¡No lo quiero como mi Rey, quiero la riqueza!”, otro
el placer, otro el honor, quien las dignidades y quien muchas otras cosas.
Con horror escuchaba yo estas voces y Jesús me dijo: “¿Has visto cómo nadie
me quiere? Sin embargo, esto es nada; vamos al sector religioso y veamos si
me quieren”.
Entonces me encontré entre los sacerdotes, obispos, religiosas, devotos, y
Jesús con voz sonora repitió: “¡HE AQUÍ AL HOMBRE!”, y ellos decían: “Lo
queremos, pero queremos también nuestra comodidad”. Otros: “Lo queremos,
pero unido al interés”. Otros respondían: “Lo queremos, pero
unido a la estima, al honor; ¿qué se hace un religioso sin estima?”.
Replicaban otros: “Lo queremos, pero unido a alguna satisfacción de parte de
las criaturas; ¿cómo se puede vivir solos, sin nadie que nos dé satisfacción?”.

Por lo cual, todo afligido, Jesús me dijo: “Hija mía, retirémonos; ¿has visto
6 de marzo, 1903 (181) 247
cómo nadie me quiere? A lo más me quieren unido a alguna cosa que les
agrade. Yo no me contento con esto; el verdadero reinar es cuando se reina
solo”.

Mientras decía esto desapareció y yo volví en mí.tÍJ,

9 de marzo, 1903 (182) Jesús le habla de

la humildad y de la gracia.
Continuando en mi habitual estado, sentía que en mi interior el bendito
Jesús oraba diciendo: “Padre Santo, glorifica tu Nombre, confunde y
escóndete de los soberbios, manifiéstate a los humildes, porque sólo el
humilde te reconoce por su Creador y se reconoce como tu criatura”.
Dicho esto ya no se hizo sentir, si bien yo comprendía la fuerza de la
humildad delante de Dios. Me parecía que no tiene ninguna reserva para
confiarle sus más preciosos tesoros, más aún, todo está abierto para los
humildes, nada está bajo llave; todo lo contrario para los soberbios es más,
parece que El pone un lazo en los pies de ellos para confundirlos a cada
paso.

Después de poco, se hizo ver otra vez y me dijo: “Hija mía, se conoce que
un cuerpo está vivo por su calor interior continuo, porque puede ser que
mediante algún calor externo pueda calentarse, pero si el calor no proviene
de la verdadera vida, vuelve en seguida a enfriarse; así el alma. Se puede
conocer que está viva a la Gracia si su vida interior está viva en el obrar, en
amarme, si siente la fuerza de mi misma Vida en la suya. Y si por cualquier
causa extrínseca adquiere calor, hace algún bien y luego se enfría, vuelve a
los vicios, comete las debilidades acostumbradas, es muy cierto que está
muerta a la Gracia, o que está en los últimos límites de la vida. Así se puede
conocer si verdaderamente soy Yo el que va al alma: si siente mi Gracia en su
interior y todo su bien se funda en su interior; pero si todo es externo y nada
de bien advierte en su interior, puede ser la obra del demonio”.

248 9 de marzo, 1903 (182)


Mientras decía esto desapareció, pero poco después retornó y añadió:
“Hija mía, ¡cuán terrible puede ser para las almas que, habiendo sido muy
fecundadas por mi Gracia, no hayan correspondido! La nación judía fue la
predilecta, la más fecundada, sin embargo, la más

9 de marzo, 1903 (182) 249


estéril, pues no dio el fruto que obtuvo Pablo en las otras
naciones, menos fecundadas y que correspondieron más. La
falta de correspondencia a la Gracia ciega al alma y la hace
equivocarse, y la dispone a la obstinación, incluso delante de
cualquier milagro”.

12 de marzo, 1903 (183)


Luisa se lamenta con Jesús que le habla de su
vida y de la Eucaristía.

£sta mañana, habiéndome preguntado el confesor si me


sentía sola y abandonada, después de haber demorado
mucho, se hizo ver Jesús en mi interior y Le dije: “¡Dulce
Vida mía, cómo me has dejado sola! Cuando me pusiste en
este estado todo fue unión y al mismo tiempo todo estaba
combinado y con dulce fuerza me atrajiste toda a ti. ¡Oh,
cómo se ha cambiado la escena! No solo me has
abandonado, no sólo no me has hecho ninguna fuerza para
tenerme en este estado, sino que estoy obligada a hacer un
continuo esfuerzo para no salir de esta situación, y este
esforzarme es para mí un continuo morir”.

Y El me dijo: “Hija mía, lo mismo ha sucedido cuando en


el Consistorio de la Sacrosanta Trinidad se decretó el
misterio de la Encarnación para salvar al género humano y
Yo, unido a su Voluntad, acepté y me ofrecí como victima por
el hombre; todo fue unión y todo estuvo combinado. Pero
cuando me puse a la obra llegué a un punto, especialmente
cuando me encontré en el ambiente de las penas y de los
oprobios, cargado de todas las atrocidades de las criaturas,
en que quedé solo y abandonado hasta de mi amado Padre.

250 12 de marzo, 1903 (183)


No sólo esto, sino tan cargado de todas las penas como
estaba, debía constreñir al Omnipotente a que aceptase y me
hiciese continuar mi sacrificio por la salvación de todo el
género humano, presente y futuro. Y esto lo obtuve; el
sacrificio dura todavía, el esfuerzo es continuo, si bien es
todo esfuerzo de amor. ¿Y quieres saber dónde y cómo? En el
Sacramento de la Eucaristía. Allí el sacrificio es continuo, es
perpetua la presión que hago al Padre para que use
Misericordia con las criaturas, y con las almas para obtener
su amor, y me encuentro en continuo conflicto de morir
continuamente, si bien todas muertes de amor. Entonces,
¿no estas tú contenta de que te participe los períodos de mi
misma Vida?”.^

18 de marzo, 1903 (184)

Jesús dice que, quien hace su Voluntad, elige lo


óptimo.
i*

£sta mañana, habiéndome preguntado el confesor si


sentía el deseo de padecer, le respondí que “sí”, pero que
sentía más paz y contento cuando no quería otra cosa sino lo
que Dios quiere; por eso quería afirmarme en ello. Después,
habiendo venido el bendito Jesús, me dijo: “Hija mía, tú has
elegido lo mejor, porque quien está siempre en mi Voluntad
me ata de tal modo que hago salir de mí una continua
virtud, para tenerlo en continuo movimiento hacia mí, tanto
que ella forma

18 de nidrio, 1903 (184) 251


mi alimento y Yo el suyo. En cambio, aunque el alma
hic.iese cosas grandes, santas, buenas, ya que no sería
virtud salida de mí, no podrá ser para mí alimento gustoso,
porque no las reconozco como obras de mi Voluntad”.'u'

(185)

Continúo suplicando al Señor que se digne venir.


Finalmente vino; impresionada como estaba, continué
diciéndole a Jesús las cosas del padre: “Dulce Bien mío,
cómo será que al oír al padre tenía aquel peso en mi
corazón, como un rencor?”

Y El: “Así como tú te sientes indivisible conmigo,


sintiéndolo Yo, no podía ser menos de sentirlo también tú.
Con todo esto, mirándolo como imagen mía, hago a un lado
el rencor que siento y lo amo. Tan cierto es que cuantas
veces tú lo has visto conmigo, me he portado con él como si
nada pasara, siendo de hecho muy delicado en lo que
respecta a la caridad, te he escondido también a ti el rencor
que le sentía; y si ahora sientes parte del rencor que tenía
hacia él, es porque él mismo aparentemente te ha
manifestado el peso que tenía. De lo demás Yo hago como
un buen padre que cuando un hijo es obligado a complacer
cualquier cosa y no lo hace, al ver la buena voluntad de
complacer, lo compadece y va disimulando la pena que
siente con él.i}1
18 de noviembre (186)

■Encontrándome fuera de mí misma, veía unido al padre


un horrible demonio que lo rodeaba. El padre me ha dicho:
“Termínalo, derrótalo, así no osará molestarnos más”.

Yo, armándome de valor, lo cogí y lo estrangulé,


aventando para un lado la cabeza y para otro lo demás; y
los otros demonios, al verme hacer eso, corrieron por
montones; revolcándose de rabia decían: “Nos la pagarás, y
lo que le íbamos a hacer a él, duplicaremos sobre ti nuestro
desdén y furor. Tú buscas siempre perjudicarnos no sólo en
lo que a ti respecta, sino que te inmiscuyes en las cosas de
los demás; pero te haremos tanto que te quitaremos las
ganas de meterte en las cosas de los otros. Y además, ¿crees
tú que con derrotar a uno, no quedamos otros para suplir a
aquél y más?

Y mientras eso decían, ellos se comprimían en torno a mí


para tomar venganza, pero mi valor y el no darle impotancia
a lo que ellos decían los debilitaba y ni siquiera llegaban a
tocarme. Pero no siendo mi finalidad la de quedarme con
ellos, sino con mi dulce Jesús, invoqué la ayuda divina en
mi defensa, que alejara de mí aquella turba de enemigos; y
en mi ayuda vino un alma del purgatorio, una conocida mía
en vida. Así me liberé de ellos y quedé con esa alma y con el
padre; y aquella alma comenzó a decirnos:

“¡Cuánto bien hace el valor para con los enemigos! Yo,


habiendo pasado varios años de tentaciones, me

18 de novieynhre (186) 253


mostraba tímida y muchas veces daba oídos a lo que el
enemigo decía, y de esto tomaba ocasión para andar al
confesor y perdía mucho tiempo; y si estoy en purgatorio no
es por estos defectos, sino sólo por eso, porque esto no viene
calculado por los vivientes, pero Dios de eso hace un
minucioso examen porque se trata nada menos que, para
tener que decir al confesor, debe buscar de tener comercio,
amistad con el demonio, esto es: escucharlo, oír lo que dice
aun cuando no se consienta. Esta es una ofensa que Dios
recibe y no es comprendida por los vivientes y que se pugna
con sumo rigor en el Purgatorio sin ninguna misericordia. Y
esto es con justicia, porque mucho tiempo se desperdicia, y
es en tiempo y lugar que las palabras deben ser pesadas; y
ni siquiera los mismos laicos están exentos de este defecto”.

Luego, volteándose al padre, le dijo:

“Le recomiendo, oh padre, no degradar la confesión por


debajo de la misma justicia humana, en la cual ciertamente
no pierden tanto tiempo en inutilidades, cuanto se pierde en
juzgar las almas. No se aparte nunca de lo que es
absolutamente necesario, de lo contrario vendría usted
mismo a procurarles el purgatorio a las almas. Si supiera
cuánto sufro por tanto tiempo desperdiciado, en el cual
pude haber obtenido tantos grados de gracia, y por
consiguiente de gloria, mas en cambio, me toca estar en
Purgatorio, ¡oh, cuán cuidadoso sería con las otras!

Después, volviéndose a mí, agregó:


¡He ahí que por eso tú ves tantas almas devotas y
religiosas en el Purgatorio; ésta es la causa principal, su
contento en vida y el ser satisfechas en todo por el confesor,
estarse a largo, el ser preferidas; y como no tienen materia
grave siendo personas devotas, ellas mismas van
fomentando e inventando cosas para poder repetir (al
confesor) y esto formará su purgatorio después de la muerte.
í

Noviembre (187)

j"| aliándome con Nuestro Señor, veía unido al padre y


como lo estaba viendo, me recordé de él y dije: “Señor mío,
¿cuándo cumplirás el darle al padre las gracias que le son
necesarias, especialmente el hacerle celebrar la Misa en
público?”
y
Y El:“En la medida que él se abandone (completamente)
en mí, Yo me fundiré en él; y cuanto más me funda, tanto
más adquirirá el espíritu de santa libertad, que en
consideración a sus sufrimientos casi que lo he contentado;
y sólo esta santa libertad no la ha obtenido por completo.
Por lo que obteniendo ésta, el todo le será concedido”.

Y yo: “Y bien Señor, dásela, no te cuesta nada”.

Y Jesús: “Tú has estado muy impertinente al


importunarme con que le dé la santidad, mientras que Yo
hubiera querido que gradualmente, conforme se uniera a mí
y concurriera conmigo, perfeccionando su
alma grado a grado, debía concederle la santidad; pero
tú, con tus impertinencias, me has atado los brazos; pero en
esto no te daré atención, sino haz aquello que quiero”.

Continuaba viendo al confesor y me parecía llevarlo sobre


mi espalda, sintiendo todo el peso de sus sufrimientos, tanto
que no tenía fuerza ni para caminar, y tenía necesidad que
él me llevara. Mientras tanto, veía a la Reina Madre que por
detrás nos socorría, y yo le dije: “Señora, Madre mía, te
suplico interceder ante el Señor; hazle estar bien (al
confesor), especialmente con esta debilidad en las piernas.
¿Qué cosa puede hacer un sacerdote sin la fuerza de éstas?
No digo: denle piernas de león, sino de oveja buena, para
que cumpla todos los oficios a los que está obligado”.

Esto no lo pido ni por él ni por mí, sino por ti mismo,


para que pueda satisfacer los oficios de su ministerio; y a ti
mismo no te lo puedes negar.

Y Jesús ha dicho: “Pero hija mía, en esta ocasión hasta él


me ha contristado”. Y yo: “Señor, si quieres mirar los males
de las criaturas, ¿cuándo la criatura podrá merecer? Y si
éste, el confesor te ha contristado, pongámoslo aparte y no
lo mires, en cambio, te pongo ante su buena voluntad y los
sacrificios que ha sostenido”. Y Jesús todo se movía a
compasión.
£sta mañana veía al confesor todo afligido, y Jesús, que
se dejaba ver en mi interior, todo apoyado sobre mí, que le
decía:

“Ven, apóyate también tú; si puede el peso de mi


Persona, figúrate el tuyo que, comparado con el mío, es
nada. Sabe que, cuanto más unido estés a mis intenciones,
no sólo las morales, sino también las debilidades físicas,

256 Noviembre (187)


diciembre 23 (188)
sentirás menos. Y además, ¿para qué afligirte? Para ti no
hay cosas serias, tanto que se puede decir que no hay nada,
y si quieres una prueba, te la daré”.

Y parecía que tomara una prueba y se la daba para


asegurarlo,

Enero 19 (189)

Encontrándome fuera de mí misma, veía al padre y a un


ángel que estaba detrás y le decía: “Tu corazón está rodeado
por tres cuerdas: la primera cuerda, agitándose, te incita el
temor y te descubre, te pone en guardia de cualquier culpa;
al sacudirse la primera, se mueve la segunda y te incita el
amor y la unión con Dios; la tercera se une con las primeras
y, sacudiéndose, te produce el amor al prójimo; pero la
tercera, en el prójimo produce efectos defectuosos,
especialmente en algunos que, tomando este amor en modo
natural y sensible, en vez de amar a Dios se encienden de

diciembre 23 (188) 257


sensibilidad por ti, y al no encontrar en ti la continua
igualdad de los mismos modos, se alejan inquietas. Pero esta
cuerda, viéndose defraudada en sus efectos, se agita más
fuerte y te da a conocer este error, y te da una fuerza para
darles a conocer a ellos este desorden. pero con poco fruto,
porque si bien conocen la verdad, al no encontrar la
satisfacción a su amor propio, regresan a los mismos
errores”.‘u*

Del 16 al 20 de diciembre de 1902 (190)


propósito de la obediencia de Monseñor, dado que el
Señor me suspendió del todo el estado de víctima, a veces lo
sentía en mi interior que decía:

“Después te enterarás de lo que sucederá en Corato por


estos días de suspensión, mientras que si no te hubiera
suspendido, no hubiera sucedido.

Yo no le hacía caso y me daba sólo al llanto por la pérdida


que había tenido, porque por cuanto hiciera y me esforzara,
no lograba verlo más, y tampoco de poder perder los sentidos;
y viendo que no le daba atención, repetía:

“Ah, hija mía, tú no te ocupas y te crees que es cosa de


nada el tenerte en estado de víctima ante mí, pero no es así.
Verás el vacío que recibirá la Justicia con estos días de
suspensión y lo que sucederá después”.
Entonces, después el confesor me dijo que se abría una
iglesia de protestantes y que se escribían periódicos de
infierno de los socialistas contra los sacerdotes; en la noche
fui sorprendida por mi usual estado y el Señor me dijo:

“Hija mía, esto ha sucedido por aquellos días en los que te


suspendí. ¿No te lo decía: ’’Verás lo que sucederá en Corato
por esos días de suspensión?" “Tú no me creías y ni siquiera
me dabas atención”.

En aquellos mismos días, habiéndome lamentado con


Nuestro Señor que sólo para mí estaba esta mortificación, que
para salir de ese estado de sufrimientos y de pérdida de los
sentidos se requería del sacerdote, “mientras a tantas otras
almas y a tantos santos concediste tantas gracias, han
sufrido tanto y, sin embargo, no han tenido ninguna
necesidad de sacerdotes”. El bendito Jesús me dijo:

“Hija mía, no te maravilles por esto, porque en casi todos


los siglos no he tenido almas continuamente víctimas; a lo
más, las he tenido por intervalos, a veces sí, a veces no, y ésta
es una razón del por qué no siempre han tenido necesidad del
sacerdote; otras por las tantas otras razones de mi Sabiduría
infinita. Mientras en estos tristes tiempos de gran calamidad
para la Iglesia y para la sociedad, queriendo hacer pompa de
mi Misericordia te he puesto en este estado de víctima
continuamente para tener alguien que tenga entretenida, de
continuo, a la Justicia, para que la Misericordia pudiera
demostrar toda la longanimidad por los hombres; y esta es la
gracia más grande y el trato más misericordioso que he usado
hacia las criaturas, y deberían agradecerme y suplicarme que
continúe teniéndote, especialmente después de tanto abuso
de misericordia; ¿qué cosa hará la Justicia si se viera libre,

Del 16 al 20 de diciembre de 1902 (190) 259


sin que ninguno la entretenga?’’í

Febrero 11 (191)

Fsta mañana, encontrándome fuera de mí misma, me


hallé dentro de un jardín en el que estaban las viñas todas
maduras y había también varias personas que querían
hacerle mal a esas viñas. Yo hice cuanto pude para
defenderlas, pero alguno muy impertinente entraba en ellas;
pero como era a pie, hacía poquísimo daño. Cuando en lo
mejor, ha venido una carroza que, no atendiendo nada de lo
que se decía y hacía, ha roto las paredes y entró con toda la
carroza, adentrándose en aquellas viñas con las uvas todas
maduras, haciéndoles gran daño, y las paredes rotas dejaban
entrar más libremente a las otras personas, a pie. Entonces,
mientras eso veía, vino un ángel y dijo:

“Esto que tú ves es la Iglesia, especialmente la de Corato, y


aquéllos que quieren entrar son los protestantes; los más
impertinentes que has visto son aquéllos que ya eran de esta
secta, pero como eran pobres no tenían ninguna influencia
sobre el pueblo. La carroza que ha hecho daño son los ricos;
el ejemplo de los ricos perjudica bastante y es como un imán
para atraer al pueblo al mal. Aquéllos que has visto entrar
después de la carroza son los que entrarán en esta secta. Pero
esto sucede por los descuidos, holgazanerías de los
sacerdotes, que la mayor parte no tienen otra intención que el
solo interés (propio)”.

¿Quién puede decir cuán amargada quedé?

260 Febrero 11 (191)


Marzo 17, 1903 (192)

J"] aliándome en mi usual estado, el bendito Jesús se


hacía ver dentro de mi interior y parecía que se ponía a
escuchar qué cosa se hacía en el mundo, y después me ha
dicho:

“¿Escuchas qué revolución hay en el mundo?” Y yo: “Ah,


Señor, dales la paz”. Y El agregó: “Hija, ciertas tempestades
llueven, más bien, soy Yo que las muevo, pero con la finalidad
de encontrar a las almas en posesión de una paz estable y
verdadera; como por ejemplo, cuando suscito las tempestades
de las t e n t a c i o n e s en las almas, y éstas,
contrastando con los vicios, se encuentran en posesión de las
virtudes, y he ahí establecida en ellas la verdadera paz. Así
será del mundo; más bien es necesario que más fuertes
tormentas se susciten, de lo contrario no se obtendrá nunca
paz”.

Después, mientras eso decía, veía sacerdotes como...^

Marzo 17, 1903 (192) 261


FIAT
Indice
(1) 5 de septiembre, 1900
Jesús le muestra a Luisa cómo la esperanza alimenta la
caridad................................................................................................3
(2) 6 de septiembre, 1900
El estado de víctima.....................................................................A
(3) 9 de septiembre, 1900
Purificación del alma. Amenazas contra los dirigentes de los pueblos
............................................................................................................5
(4) 10 de septiembre, 1900
Amenazas contra los perversos...................................................7
(5) 13 de septiembre, 1900
Crudo sufrimiento.........................................................................8
(6) 14 de septiembre, 1900
Jesús vierte (sus amarguras en Luisa) para aplacar a la Justicia11
(7) 16 de septiembre, 1900
Andríadeluto...............................................................................12
(8) 18 de septiembre, 1900
Jesús le habla (a Luisa) de la caridad del prójimo y la invita al Cielo.
$ ,o-í / s . 13
(9) 19 de septiembre, 1900
Obediencia para pedir alivio en el padecer.............................15
(10) 20 de septiembre, 1900
Obediencia para pedir alivio en los sufrimientos.....................16
(11) 21 de septiembre, 1900
Fuerza de la obediencia..........................................................17
(12) 22 de septiembre, 1900
Dulces lamentos con Jesús. ^.................................................19
(13) 29 de septiembre, 1900
Desahogos de Jesús. La intención de la Crucifixión....‘ 20

262
(14) 30 de septiembre, 1900
Intención por María Santísima.................................................21
(15) 2 de octubre, 1900
Estado de victima por 1taha.................................................... 22,
(16) 9 de octubre, 1900
Escenas sangrientas................................................................24
(17) 10 de octubre, 1900
Jesús le confirma (a Luisa) su amor. Visita Roma y ve el gran mal
que sucede; (Luisa) ve morir a uno de los je fes de gobierno.........27
(18) 12 de octubre, 1900
Jesús (se) le aparece (a Luisa) coronado de espinas, luego
crucificado y le explica los tres enemigos del hombre, es decir: el amor
a ios placeres, a la riqueza, y a los honores.................J31
(19) 14 de octubre, 1900
Luisa se queja de que Jesús no viene. Jesús se le aparece.
Competencia de amor. Amenaza de castigos..........................32
(20) 15 de octubre, 1900
Lucha entre el Confesor y Jesús, por la crucifixión de Luisa. ....34
(21) 17 de octubre, 1900

y después es desarmado.................................................................38
(22) 20 de octubre, 1900
Las manifestaciones del Divino Amor.........................................39
(23) 22 de octubre, 1900
(Luisa) dice a Jesús que quisiera saber si lo que le sucede es de
(parte) de Dios o del demonio. Jesús la clarifica. ... 40
(24) 23 de octubre, 1900
El Amor de la Santísima Trinidad que se refleja en las criaturas41
(25) 29 de octubre, 1900
---------> Luisa bebe del Costado del Señor, el cual le habla de la
caridad..............................................................................................42

Jesús (se) le aparece (a Luisa) moribundo. Furor de Justicia

Indice 263
¡a tranquiliza...................................................................................44

264 Indice

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