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alimenta la caridad.
Crudo sufrimiento.
Continúa casi igual. Esta mañana al venir derramó sus
amarguras y yo quedé tan dolida que comencé a rogar al
Señor que me diese la fuerza y que me aliviara un poco,
pues no podía resistir. Mientras tanto me vino a la mente
una luz: que estaba pecando al hacer esto; y luego ¿qué dirá
el bendito Jesús? Mientras en otras ocasiones le he rogado
tanto que derramase en mí su amargura, esta vez, que sin
hacerse rogar había derramado ¡yo me ponía a buscar alivio!
Parece que me voy haciendo más mala, y llega a tanto mi
maldad que aun delante de El no me abstengo de cometer
faltas y pecados. Por eso, sin saber qué hacer como
reparación, por esta vez resolví en mi interior, para hacer un
mayor sacrificio y darme una penitencia para que mi
naturaleza no se atreva de nuevo a buscar alivio, renunciar
a la venida de Nuestro Señor, y si venía, decirle: No vengas,
amor; ten compasión de mí y consuélame. Así lo hice y pasé
varias horas en intenso padecer sin Jesús: ¡qué amargura
me costaba! Pero Jesús, compadecido de mí, vino sin que lo
buscara, y en el momento yo le dije: “Ten paciencia, no
vengas, pues no quiero consuelo”.
“Sí, Señor”.
14 de septiembre, 1900(6) 11
16 de septiembre, 1900 (7)
Andría de luto.
Después de esto nos retiramos, y como desde hace algunos días sufría yo
un dolor intenso en las costillas, me sentía sin fuerzas. El bendito Jesús
compadeciéndome me dijo: “Amada mía, ¿tú
quisieras venir, no es verdad?”.
Y yo: “Quisiera el Cielo, Señor mío, que este dolor fuese la causa de ir a ti.
¡Cuán agradecida le estaría, cómo lo amaría y lo tendría por uno de mis más
fíeles amigos!
Pero creo que deseas tentarme como las otras veces e incitándome con tus
invitaciones y luego quedando yo frustrada, vendrás a hacer más cruel y
desgarrador mi martirio.
iPero ah, ten compasión de mí y no me dejes por más tiempo en la tierra!
Absorbe en ti a este mísero gusano, pues tengo razón, ya que he salido de ti
mismo".
Fuerza de la obediencia.
*
¿Quién puede expresar mi aflicción al permanecer
privada de mi amadísimo amigo el dolor? Admiraba, sí, el
prodigioso imperio de la santa Obediencia, como también la
virtud que el Señor había comunicado al confesor, que con
la obediencia y signándome con la cruz me había liberado de
un mal que consideraba grave y que era suficiente para
deshacer mi cuerpo, pero con todo no podía menos que
sentir la pena de estar privada de un dolor tan bueno que
apiadaba y enternecía al bendito Jesús, de modo que lo
hacía venir casi continuamente. Al presentarse, pues,
Nuestro Señor, me lamenté con El diciendo: “Amado Bien
mío, ¿qué me has hecho? ¿Me has hecho liberar por el
confesor? ¡Con que he perdido la esperanza de dejar por
ahora la tierra! Y luego, ¿por qué hacer tantos enredos y
Y El: “¡Ah, hija mía, cómo has olvidado tan pronto que la
Obediencia fue todo para Mí! Quiero que la obediencia sea
todo para ti. Y luego, he puesto de por medio ai sacerdote
para hacer que tengas consideración con él como con Mi
misma persona”.
Crucifixión.
pasados algunos días de silencio entre Jesús y yo, y con
escaso padecer, a lo más parece que quería continuar
reteniéndome para hacerme ejercitar un poco más la
paciencia, y he aquí cómo:
¿Quién puede decir cuán feliz y fortalecida quedé con aquella vestidura y
con la amorosa prenda entre mis brazos? Ciertamente no podría desear
felicidad más grande. Luego la Reina Madre desapareció y yo me quedé con
mi dulce Jesús. Recorrimos un poco la tierra y entre tantas otras,
tropezamos con un alma presa de la desesperación. Compadecidos de ella
nos acercamos, y Jesús quiso que yo le hablase con una luz que el mismo
Jesús me infundía, para hacerle comprender lo mal que hacía.
Le dije: “La medicina más saludable y eficaz en los tropiezos más tristes
de la vida es la resignación. Tú, con desesperarte, en vez de tomar la
medicina estás tomando el veneno para dar muerte a tu alma. ¿No sabes que
el remedio más oportuno para todos los males, la principal cosa que nos hace
nobles y nos diviniza, nos asemeja a Nuestro Señor y tiene la virtud de
convertir en dulzura las mismas amarguras es la resignación? ¿Qué fue la
vida de Jesús en la tierra sino proseguir el Querer del Padre, y mientras
estaba en la tierra permanecía unido con el Padre en el Cielo? Así es el alma
resignadá: mientras vive en la tierra, el alma y su voluntad están unidas con
Dios en el Cielo. ¿Puede haber una cosa más querida y deseable que ésta?”.
amor.
tro con El, que posee todos los bienes, mi alma encuentra el
remedio a todos los males. De ahí que, cuando me falta, todo
termina para mí, no hay ningún remedio a mis grandes
miserias. Me oprime mucho más el pensamiento de que ya
no sea Voluntad suya mi estado y, al no estar en su Querer,
me parece encontrarme fuera del centro y muchas veces
pienso en el modo de poder salir.
Y Él: “Sí”.
la virtud de la paciencia.
i*«
Inconstancia y volubilidad
£sta mañana, sintiéndome muy amargada, me veía
todavía tan mala que casi no me atrevía a ir en busca de mi
sumo y único bien; empero, el Señor, sin mirar mis miserias,
se dignó venir, diciéndome: “Hija mía, soy Yo, ¿qué quieres?
Si bien, Yo he venido para alegrarte. Estemos juntos pero
quedémonos en silencio”.
Y Él: “Sí”.
Y yo: “No estoy contenta con el solo sí, sino que quisiera
una mejor explicación de cuánto me amas”.
Y Él: “Es tan grande mi amor por ti, que no sólo no tiene
principio, sino que no tendrá fin jamás, y en estas dos
palabras puedes comprender cuán grande, fuerte, constante
es mi amor por ti”.
“Hija mía, como los ojos son la vista del cuerpo, así la
mortificación es la vista del alma, de modo que se puéde
llamar a la mortificación los ojos del alma”. Y desapareció. U 1
Eficacia de la intención.
Psta mañana, mi adorable Jesús no venía. Entonces,
mientras estaba ocupada mi mente en la consideración del
misterio de la coronación de espinas, recordé que, estando
ocupada otras veces en este misterio, el Señor se complacía
en quitarse de su cabeza la corona de espinas y clavarla en
la mía, y dije en mi interior: “ ¡ Ah, Señor, no soy más digna
de sufrir tus espinas! ”
“Hija mía, cuando el alma hace todo por mí, todo queda
encerrado dentro de este cerco, nada sale fuera, así fuere un
suspiro, un latido, un movimiento cualquiera; todo entra en
mí, y en mí todo queda enumerado y Yo, en recompensa, lo
revierto a su alma, todo redoblado de Gracia, de modo que el
alma, revirtiéndolo de nuevo a mí y Yo en ella, viene a
adquirir un capital sorprendente de Gracia. Y todo esto es
mi deleite, es decir, dar a la criatura lo que me ha dado
como si fuese cosa suya, añadiendo siempre de lo mío. Y el
que con su ingratitud impide que le dé lo que quiero, impide
mis inocentes delicias. Y en quien no obra por Mí, todo sale
fuera de mi cerco, perdido como el polvo expulsado por un
viento impetuoso ’’.‘fr
Luisa teme que su estado sea fantasía y Jesús,
para ponerla a prueba, la deja.
Y mientras decía esto, tomó mi corazón en sus manos como para visitarlo
y siguió diciéndome: “Hija mía, la fuerza de la fiebre del amor no ha llegado al
punto, se requiere otro poco”.
Así me tranquilicé.
Amenazas de castigos.
Ai seguir viendo del mismo modo a mi adorable Jesús, es
decir, en mi interior, lo miraba detrás de mí, de espaldas, en
dirección al mundo, con un azote en la mano, en ademán de
hacerlo caer sobre las criaturas y con esto parecía que
sobrevenían castigos sobre las cosechas y mortalidades de
gente; y en el acto de lanzar ese azote dijo palabras de
amenaza, entre las cuales recuerdo solamente: ‘Yo no
quería, pero ustedes mismos han tratado de que los
extermine; pues bien, los exterminaré”. Y desapareció,
16 de marzo, 1902 (119)
Otros castigos. No se debe buscar el gusto
propio sino el de Dios.
*
|Oh, cuánto se demora para hacerlo venir un poco! Es
una continua angustia y temor, pero todavía no viene. ¡Oh
Dios, qué pena, no sé cómo se vive, si bien se vive muriendo!
Luego se hizo ver un poco en un estado digno de compasión,
con un brazo roto, todo afligido, y me dijo: “Hija mía, ves qué
me hacen las criaturas; ¿cómo quieres que no las castigue?”.
Y El: “Mejor así. ¿No sabes que cuanto más seca está la
leña, tanto más fácilmente el fuego la devora y la convierte
en fuego? Basta una sola chispa para encenderla. Pero si
está llena de humores o no bien disecada, se requiere un
gran fuego para encenderla y mucho tiempo para convertirla
en fuego. Así en el alma, cuando todo está seco, basta una
sola chispa para convertirla toda en fuego de Amor Divino”.
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estaba tan atento en su interior, mirando el fruto que
aquellos sufrimientos le producirían.
Y yo: “Sí”.
Amenazas de castigos.
Encontrándome fuera de mí, me vi en una densísima
oscuridad, en la cual había millares de personas cegadas por
esa oscuridad, pues ellas mismas no entendían lo que
hacían. Parecía ser una parte de Italia o parte de Francia.
¡Oh, cuántos errores se descubrían en Francia, peores que
los de Italia! Parecía que hubiesen perdido la razón humana,
primera prerrogativa del hombre que lo hace distinguirse de
las bestias, llegando a ser peores que ellas. Junto a esta
oscuridad se veía una luz; fui allá y encontré a mi amante
Jesús, pero tan afligido y enojado contra aquella gente, que
yo temblaba de pies a cabeza y sólo dije: “Señor, aplácate,
hazme sufrir, derramando sobre mí tu enojo”.
Y Él me dijo: “¿Cómo puedo aplacarme, si me quieren
apartar de ellos, como si no fueran obra creada por mí? ¿No
ves cómo Francia me ha echado de sí, juzgándose honrada
de no reconocerme? ¿Y cómo Italia quiere imitar a Francia,
encontrándose algunos que darían el alma al diablo con tal
de vencer en la cuestión de dictar la ley del divorcio, tantas
veces intentada por ellos, habiendo quedado aplastados y
confusos? En vez de aplacarme y descargar sobre ti mi
Y El: Tú, hija mía, ¿no sabes que para poder mi Justicia
descargar sobre algún alma el peso del castigo ajeno, ella se
debe encontrar en posesión de mi unión permanente? De
modo que todo lo que obra, sufre, intercede y obtiene le es
Y una voz que salía de en medio de Ellos decía: “El hombre se puede
rebelar sólo cuando es mortificado, pero cuando es destruido, cesa su
rebelión; ahora no se habla de mortificación, sino de destrucción”.
tranquiliza.
^eguía con el temor de que pudiese oponerme al Querer Divino de Jesús,
y me sentía toda oprimida y angustiada y estaba rogándole que me liberase,
diciendo: “Señor, ten piedad de mí”, ¿no ves el peligro en que me encuentro?
¿Es posible que yo, vilísimo gusanillo, me atreva a tanto, de sentirme opuesta
a tu Santo Querer? Y luego; ¿qué bien puedo yo encontrar y a qué precipicio
me he lanzado, si me encuentro separada de tu Voluntad?".
Luisa ora.
Yo, al oír esto, dije: “¿Y quién eres tú, que osas decir esto?
¿No eres acaso la serpiente condenada por Dios a arrastrarte
en la tierra? Y ahora te atreves a tanto que te haces creer
rey, ¿engañando a las gentes? ¡Te ordeno hacerte conocer lo
que eres!”.
Por lo cual, todo afligido, Jesús me dijo: “Hija mía, retirémonos; ¿has visto
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cómo nadie me quiere? A lo más me quieren unido a alguna cosa que les
agrade. Yo no me contento con esto; el verdadero reinar es cuando se reina
solo”.
la humildad y de la gracia.
Continuando en mi habitual estado, sentía que en mi interior el bendito
Jesús oraba diciendo: “Padre Santo, glorifica tu Nombre, confunde y
escóndete de los soberbios, manifiéstate a los humildes, porque sólo el
humilde te reconoce por su Creador y se reconoce como tu criatura”.
Dicho esto ya no se hizo sentir, si bien yo comprendía la fuerza de la
humildad delante de Dios. Me parecía que no tiene ninguna reserva para
confiarle sus más preciosos tesoros, más aún, todo está abierto para los
humildes, nada está bajo llave; todo lo contrario para los soberbios es más,
parece que El pone un lazo en los pies de ellos para confundirlos a cada
paso.
Después de poco, se hizo ver otra vez y me dijo: “Hija mía, se conoce que
un cuerpo está vivo por su calor interior continuo, porque puede ser que
mediante algún calor externo pueda calentarse, pero si el calor no proviene
de la verdadera vida, vuelve en seguida a enfriarse; así el alma. Se puede
conocer que está viva a la Gracia si su vida interior está viva en el obrar, en
amarme, si siente la fuerza de mi misma Vida en la suya. Y si por cualquier
causa extrínseca adquiere calor, hace algún bien y luego se enfría, vuelve a
los vicios, comete las debilidades acostumbradas, es muy cierto que está
muerta a la Gracia, o que está en los últimos límites de la vida. Así se puede
conocer si verdaderamente soy Yo el que va al alma: si siente mi Gracia en su
interior y todo su bien se funda en su interior; pero si todo es externo y nada
de bien advierte en su interior, puede ser la obra del demonio”.
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Noviembre (187)
Enero 19 (189)
Febrero 11 (191)
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(14) 30 de septiembre, 1900
Intención por María Santísima.................................................21
(15) 2 de octubre, 1900
Estado de victima por 1taha.................................................... 22,
(16) 9 de octubre, 1900
Escenas sangrientas................................................................24
(17) 10 de octubre, 1900
Jesús le confirma (a Luisa) su amor. Visita Roma y ve el gran mal
que sucede; (Luisa) ve morir a uno de los je fes de gobierno.........27
(18) 12 de octubre, 1900
Jesús (se) le aparece (a Luisa) coronado de espinas, luego
crucificado y le explica los tres enemigos del hombre, es decir: el amor
a ios placeres, a la riqueza, y a los honores.................J31
(19) 14 de octubre, 1900
Luisa se queja de que Jesús no viene. Jesús se le aparece.
Competencia de amor. Amenaza de castigos..........................32
(20) 15 de octubre, 1900
Lucha entre el Confesor y Jesús, por la crucifixión de Luisa. ....34
(21) 17 de octubre, 1900
y después es desarmado.................................................................38
(22) 20 de octubre, 1900
Las manifestaciones del Divino Amor.........................................39
(23) 22 de octubre, 1900
(Luisa) dice a Jesús que quisiera saber si lo que le sucede es de
(parte) de Dios o del demonio. Jesús la clarifica. ... 40
(24) 23 de octubre, 1900
El Amor de la Santísima Trinidad que se refleja en las criaturas41
(25) 29 de octubre, 1900
---------> Luisa bebe del Costado del Señor, el cual le habla de la
caridad..............................................................................................42
Indice 263
¡a tranquiliza...................................................................................44
264 Indice